Catena aurea ES 3313

MATEO 3,13-15


3313 (Mt 3,13-15)


Entonces vino Jesús de Galilea al Jordán a donde estaba Juan, para ser bautizado por él. San Juan se lo estorbaba, diciendo: "Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?". Respondiendo Jesús, le dijo: "Déjame ahora. Así conviene que nosotros cumplamos la justicia"; y entonces se lo consintió. (vv. 13-15)

La Glosa. Después que Cristo fue anunciado en la predicación de su precursor, quiso manifestarse a los hombres el que por tanto tiempo había vivido oculto. Por eso se dice: "Entonces vino Jesús desde Galilea al Jordán, a donde estaba Juan, para ser bautizado por él".

Remigio. Debe advertirse que en estas palabras se designan las personas, el lugar, el tiempo y el oficio. El tiempo, cuando dice Tunc1, entonces.

Rábano. Cuando tenía treinta años. En esto se manifiesta, que no debe autorizarse a ninguno, ni sacerdote, ni predicador, si no es de una edad madura. José fue encargado del gobierno de Egipto cuando tenía treinta años. David empezó su reinado cuando tenía la misma edad. Ezequiel mereció ser designado como profeta en la misma edad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10,1. Puesto que después de este bautismo quería Jesús derogar la Ley, espera hasta esta edad, en que caben todos los pecados, y la cumple íntegra hasta entonces, no fuera que dijera alguno que la derogaba por no ser capaz de cumplirla.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. Se dice también entonces (es decir, cuando Juan predicaba: haced penitencia) para confirmar su predicación y para que recibiese su testimonio del mismo San Juan. Así como cuando sale el lucero éste marcha delante del sol, y la luz del sol no espera el ocaso del lucero para brillar, sino que aparece cuando aún sigue su carrera, pero el sol oscurece su brillo con sus rayos, así también Jesucristo no esperó que San Juan terminase su carrera, sino que apareció cuando él aún predicaba.

Remigio. Se hace mención de las personas cuando se dice: "Vino Jesús a Juan", esto es, Dios al hombre, el Señor al siervo, el Rey a su soldado, la luz a la linterna. Se designan los lugares cuando se dice: "De Galilea al Jordán". Galilea quiere decir emigración. Todo el que quiere bautizarse, emigre de los vicios a las virtudes y, viniendo al bautismo, humíllese. Jordán quiere decir bajada.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. La Sagrada Escritura dice que se han verificado muchas cosas admirables en este río, entre otras, diciendo: "el Jordán se volvió atrás" (Ps 113,3) Antes las aguas se volvieron atrás, ahora se vuelven los pecados. Así como Elías dividió las aguas del Jordán2, así Cristo, Nuestro Señor, hizo en el mismo Jordán la separación de los pecadores.

Remigio. Se expresa el oficio cuando se sigue: "Para que fuese bautizado por él".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. No para que él mismo recibiese el perdón de sus pecados por medio del bautismo, sino para dejar santificadas las aguas a los que se bautizasen después.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. El Salvador quiso bautizarse no para adquirir limpieza para sí, sino para dejarnos una fuente de limpieza. Desde el momento en que bajó Cristo a las aguas, el agua limpia los pecados de todos. Y no debe admirar que el agua, es decir una sustancia corporal, aprovecha para purificar el alma. Viene y penetra perfectamente todos los secretos de la conciencia. Aun cuando el agua es sutil y débil, con la bendición de Cristo se hace sumamente fuerte y penetra con su blando rocío las causas ocultas de la vida, hasta los secretos del pensamiento. Es mucho más sutil la penetración de las bendiciones, que la de la humedad de las aguas. De donde se desprende, que la bendición del Salvador en su bautismo ha llenado las regiones más escogidas y los manantiales de las fuentes como río espiritual.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. Vino a este bautismo para que, aquél que había tomado la naturaleza humana, pudiese llenar plenamente todos los secretos de la misma naturaleza. Porque aunque El no era pecador, tomó sin embargo la naturaleza pecadora. Por lo tanto, aunque por sí mismo no necesitaba el bautismo, la naturaleza carnal de otros lo necesitaba.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Quiso bautizarse, además, porque quiso hacer lo que nos manda hacer, para que como buen maestro no sólo nos enseñase con su doctrina, sino también con su ejemplo.

San Agustín, in Ioannem, 5,5. Por esta razón quiso ser bautizado por San Juan: para que sepan sus siervos con cuánta alegría deben correr al bautismo del Señor, al ver como El no ha desdeñado recibir el bautismo del siervo.

San Jerónimo. Además quiso bautizarse para confirmar con su bautizo el bautismo de San Juan.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 12,1. Porque el bautismo de Juan era de arrepentimiento, y llevaba consigo la confesión de las culpas, para que no hubiese alguien que creyese que Cristo había venido a bautizarse por esta causa, el Bautista dijo al que venía: "Yo debo ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí?".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. Como si dijese: Está bien que tú me bautices, esta razón es idónea (para que yo también sea justo, y me haga digno del cielo) Pero ¿qué razón hay para que yo te bautice? Todo lo bueno baja del cielo a la tierra y no sube de la tierra al cielo.

San Hilario, in Matthaeum, 2. Por último, el Señor no pudo ser bautizado por Juan como Dios, pero enseña que debe bautizarse como hombre. De donde se sigue que respondiéndole Jesús, le dice: "Déjame ahora".

San Jerónimo. Y hermosamente responde: "Déjame ahora", para manifestar que Cristo debía ser bautizado por San Juan en el agua, y San Juan ser bautizado por Cristo en espíritu. O de otro modo: "Déjame ahora", para que quien ha tomado la forma de siervo, manifieste su humildad. Sé consciente de que tú habrás de ser bautizado con mi bautismo en el día del juicio. O, "déjame ahora", dice el Señor, porque tengo otro bautismo con el cual habré de ser bautizado. Tú me bautizas en agua para que yo te bautice por mí en tu sangre.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. En lo que manifiesta también que Cristo bautizó después a San Juan, aun cuando en los libros apócrifos esto está escrito de una manera patente. Pero ahora déjame que manifieste la rectitud del bautismo no sólo con palabras, sino también con obras. Primero recibiré, después predicaré. De donde se sigue: "Así conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Esto no quiere decir que si fuese bautizado cumpliría toda justicia, sino que la cumple así, de esa manera. Es decir, primero cumplió toda la justicia del bautismo con obras, después la predicó, según aquellas palabras: Jesús empezó a hacer y enseñar. O de otro modo: Conviene que nosotros hagamos toda justicia, como hacemos la del bautismo, es decir, según las necesidades de la naturaleza humana. Así cumplió la justicia naciendo, creciendo y todo lo demás.

San Hilario, in Matthaeum, 2. Por El debía cumplirse toda justicia, por quien únicamente podía cumplirse la ley.

San Jerónimo. Pero no añadió si se trataba de la justicia de la ley o de la naturaleza, para que entendamos que ambas.

Remigio. O así: Conviene que nosotros cumplamos toda justicia, es decir, debemos dar ejemplo de cumplir toda justicia en el bautismo, sin el cual no puede abrirse la puerta del reino de los cielos. O también, para que aprendan los soberbios el ejemplo de humildad, y no se crean rebajados cuando sean bautizados por mis humildes ministros, al ver que yo he sido bautizado por mi siervo Juan.

La verdadera humildad es la que sigue a su compañera la obediencia. De donde se sigue: "Entonces le dejó", es decir, permitió que se bautizase.

MATEO 3,16


3316 (Mt 3,16)

Habiendo sido bautizado Jesús, en seguida salió del agua. Y los cielos se le abrieron, y vio que el Espíritu Santo descendía en forma de paloma y se posaba sobre El. (v. 16)

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Porque, como se ha dicho, cuando nuestro Salvador quedó lavado, ya quedaba limpia toda el agua para nuestro bautismo, para que se pudiese administrar la gracia del bautismo a las generaciones venideras.

Convino también que se designasen en el bautismo de Cristo todas las gracias que se conceden por El mismo a los fieles, de donde se dice: "Bautizado Jesús, inmediatamente salió del agua".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. La acción de Cristo pertenece al misterio de todos aquellos que después habían de ser bautizados. Por ello dijo "inmediatamente", y no sólo "salió", porque todos los que debían bautizarse dignamente en Cristo, inmediatamente salen del agua, es decir, marchan hacia las virtudes y son elevados a la dignidad celestial. Los que siendo carnales entraron en el agua y eran hijos del pecador Adán, en seguida salen espirituales y convertidos en hijos de Dios. Si algunos por culpa suya no salen santificados del bautismo, ¿qué hace eso al bautismo?

Rábano. El Señor nos ha concedido el lavado del bautismo con la inmersión de su cuerpo, y en ello nos ha demostrado que puede abrirnos las puertas del cielo cuando recibimos el bautismo, y concedernos el Espíritu Santo. De donde prosigue: "Y se le abrieron los cielos".

San Jerónimo, in Matthaeum, 3. No con la apertura de los elementos, sino para los ojos espirituales, como nos refiere Ezequiel en el principio de su libro.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. Si lo natural se hubiera abierto no diría: "Se abrieron para El", porque lo que se abre de un modo material, se abre para todos. Pero acaso diga alguno: ¿Qué es esto? ¿Se cerraron los cielos en presencia del Hijo de Dios, quien, aunque estaba en la tierra, a la vez estaba en el cielo? Pero entiéndase que, así como fue bautizado según la condición humana, así se abrieron para El los cielos también según esta misma condición. Sólo según la naturaleza divina se encontraba en los cielos.

Remigio. Pero, ¿acaso entonces se abrieron los cielos para El la primera vez, también conforme con la naturaleza humana? La fe de la Iglesia cree y enseña que no se abrieron menos los cielos para El antes que después. Por lo tanto, se dice que se abrieron los cielos para El, porque la puerta del reino celestial se abría entonces para todos los que renacían a la gracia.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. Quizás puede decirse que existían antes obstáculos invisibles que se oponían a que las almas de los justos entrasen en el reino de los cielos. No creo que ningún alma haya ascendido a los cielos antes que Jesucristo, puesto que desde que Adán pecó se cerraron los cielos. Sólo se abrieron cuando Jesucristo se bautizó. Cuando venció la tiranía del pecado por medio de la cruz, como no eran necesarias las puertas (no habiendo estado cerrado el cielo nunca más), no dijeron los ángeles: "Abrid las puertas", porque ya estaban abiertas, sino: "Levantad las puertas". O, los cielos se abren para los que se bautizan y ven las cosas que hay en los cielos, no mirando con los ojos de la carne, sino creyendo con los ojos espirituales de la fe. O de otro modo: Los cielos son las Sagradas Escrituras, las que todos leen, aunque no todos las entienden, a no ser que sean bautizados de manera que reciban el Espíritu Santo. Por ello las Escrituras de los profetas no eran inteligibles para los apóstoles en un principio, hasta que, habiendo recibido el Espíritu Santo, todas las Escrituras les quedaron perfectamente inteligibles. Sin embargo, de cualquier modo que se entienda, los cielos se abrieron para El, es decir, para todos por medio de El, como si un emperador dice a alguno que pide una gracia para otro: "Este beneficio no lo doy para otro, sino para ti, es decir, por ti se lo doy a aquél".

La Glosa. Y tanto resplandor rodeó a Jesucristo en el bautismo, que parecía estar en la gloria.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 12,2. Si tú no ves, no seas incrédulo, porque en los principios de los ejercicios del espíritu aparecen visiones sensibles, en favor de aquellos que no pueden tener inteligencia de la naturaleza incorpórea. De este modo, si más adelante dichas visiones desaparecen, reciban la fe de aquellas que una vez acontecieron.

Remigio. Así como la puerta del reino de los cielos se abrió para todos los regenerados por el bautismo, así todos reciben en el bautismo los dones del Espíritu Santo. Por ello se añade: "Y vio el Espíritu de Dios bajando en forma de paloma y viniendo sobre El".

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Jesucristo, después que ha nacido para los hombres, renace en los sacramentos. Como entonces lo admiramos engendrado en una Madre sin culpa, así ahora lo recibimos sumergido en una pura ola. La Madre de Dios engendró a su Hijo y permaneció pura. Una ola de agua lavó a Cristo y quedó santificada. Por último, el Espíritu Santo, que lo formó en las entrañas, ahora lo rodea de luz en lo profundo de las aguas. Y el que antes hizo pura a María, ahora santifica las aguas. De donde dice: "Y vi al Espíritu de Dios, bajando".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 4. Por ello el Espíritu Santo tomó la forma de paloma, porque esta ave mansa y pura es la que, entre todos los animales, practica más la caridad. Todas las apariencias de justicia que tienen los que son hijos de Dios en verdad, pueden tener los esclavos del demonio por medio de la ficción. Sólo la caridad del Espíritu Santo es la que no puede imitar el espíritu inmundo. Por ello, el Espíritu Santo se reservó para sí esta especie privada de caridad. No se conoce por el testimonio de alguno en dónde se encuentre el Espíritu Santo, más que por la gracia de la caridad.

Rábano. Se distinguen siete virtudes en los bautizados por medio de Espíritu Santo bajo la forma de paloma. La paloma habita junto a las aguas, para que, al ver al gavilán, pueda sumergirse en el agua y librarse de sus garras; elige los mejores granos, alimenta a los hijos de otro, no hiere con su pico, carece de hiel, hace sus nidos en los agujeros de las piedras y tiene una especie de gemido en vez de canto. Así los santificados por el bautismo viven junto a las aguas de las Sagradas Escrituras, para huir de las embestidas del enemigo y se alimentan con las sanas sentencias que eligen y no con las interpretaciones heréticas. A los hombres que fueron pollos del diablo, esto es, sus imitadores, los alimentan con la doctrina y con su ejemplo; no interpretan mal las buenas sentencias, hiriendo como lo hacen los herejes; carecen de indignación irracional; ponen su nido en las llagas de la muerte de Cristo, que es la piedra firme, esto es, su refugio y su esperanza. Y así como otros se deleitan en el canto, así ellos se deleitan en el llanto por sus pecados.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 12,3. Se hace mención de cierta historia antigua: cuando nuestro linaje en el diluvio, apareció también la paloma para señalar el final de la tormenta y, llevando un ramo de olivo, anunció la buena nueva de paz sobre la tierra. Todo lo cual era figura de lo que después había de suceder. Pues ahora aparece la paloma para señalarnos al que venía a librarnos de todos nuestros males y trae, en vez del ramo de olivo, la filiación divina para todo el género humano.

San Agustín, de Trinitate, 2,5. Extraña comprender por qué se diga que el Espíritu Santo haya sido enviado, cuando desciende sobre el mismo Dios de una manera visible en forma de paloma. Se formó en el principio una especie de creatura, en la que se representasen las propiedades del Espíritu Santo. Esta operación, manifestada en el exterior y ofrecida a la vista de los mortales, se llama misión del Espíritu Santo, no porque apareciese su esencia invisible, sino para que el corazón humano, estimulado por las cosas visibles, se mueva al deseo de la oculta eternidad. Pero el Espíritu Santo no tomó esta creatura en quien apareció, en unión de la persona, como el Hijo tomó la forma humana en el seno de una Virgen; ni el Espíritu Santo ha santificado la paloma, ni la ha unido a su persona para siempre. Por lo tanto, aunque aquella paloma se llama Espíritu, para que se manifieste por la paloma el Espíritu patentizado, no podemos llamar al Espíritu Santo, Dios y paloma, como decimos Hijo, Dios y Hombre; ni como decimos al Hijo, Cordero de Dios. No sólo por lo que nos dice San Juan Bautista predicando, sino también San Juan evangelista viendo en su Apocalipsis el Cordero santificado. Aquella visión profética no se patentiza a los ojos de la carne por medio de formas corpóreas, sino en espíritu, por medio de imágenes espirituales de los cuerpos. De aquella paloma, en cambio, nadie ha dudado jamás que haya sido vista con los ojos. Ni como llamamos al Hijo piedra (porque está escrito: Cristo era piedra), podemos llamar paloma al Espíritu Santo; porque la piedra ya existía y metafóricamente se le designa con el nombre de Cristo a quien significaba. No sucede lo mismo con la paloma, que para significar estas cosas existió momentáneamente. Esto se asemeja, a mi modo de entender, a aquella llama que apareció a Moisés a quien el pueblo seguía por el camino del desierto y a los truenos y rayos que se percibieron en el monte mientras se daba la Ley. Estas formas corpóreas sólo existieron para explicar algunas cosas que tenían su significado, pero desaparecieron en seguida. Por medio de estas formas corporales se dice que fue enviado el Espíritu Santo, por ello estas formas aparecieron en un momento y desaparecieron después.

San Jerónimo, in Matthaeum, 3. Posó la paloma sobre la cabeza de Jesús, para que no hubiese quien pudiera creer que la voz del Padre se dirigía al Bautista y no al Señor. De donde se siguen estas palabras: se posaba sobre El.

MATEO 3,17


3317 (Mt 3,17)

Y he aquí la voz del cielo que dice: "Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias". (v. 17)

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. El Padre enseñó que el Hijo no habría de venir por medio de Moises, ni por los profetas, ni por otros tipos o figuras, sino que demuestra claramente que vino en persona, diciendo: "Este es mi Hijo".

San Hilario, in Matthaeum, 2. Para que en estas cosas que se verificaban en Cristo, especialmente después del bautismo, conociésemos que no vivía en figuras, bajó el Espíritu Santo al abrirse las puertas del cielo y descendió sobre nosotros para que en ello viésemos que se nos abrían las puertas del cielo y se nos inundaba de gloria, haciéndonos hijos de Dios, adoptados por la voz del Padre.

San Jerónimo, in Matthaeum, 3. El misterio de la Santísima Trinidad se demuestra en el bautismo. Jesucristo (el Hijo), es bautizado, el Espíritu Santo baja en forma de paloma y se oye la voz del Padre, dando testimonio del Hijo.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. No debe admirar que se patentice el misterio de la Santísima Trinidad en el bautismo de Nuestro Señor, puesto que nuestro bautismo no es otra cosa que la representación de tan augusto misterio. Quiso Dios que primero se verificase en El lo que después había de mandar a todo el género humano.

Fulgencio de Ruspe, de fide ad Petrum, 9.

Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean una misma naturaleza, cree firmemente que subsiste en tres personas: El Padre, quien dijo, éste es mi Hijo muy amado; el Hijo, sobre quien se oye la voz del Padre; y el Espíritu Santo, quien aparece en forma de paloma sobre el Hijo bautizado.

San Agustín, de Trinitate, 4,21. Esta obra es la de toda la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existen en una misma esencia, sin diferencias de tiempo ni de lugares. En estas palabras se distinguen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y no puede decirse que se presenten en una misma esencia. En cuanto a lo que se dice visiblemente en las sagradas letras, aparecieron separadamente en cuanto a los espacios que cada persona ocupaba. Desde luego se sabe que la Santísima Trinidad se conoce en sí misma inseparable, pero se puede mostrar separadamente por medio de aspectos materiales. Que sea sólo la voz propia del Padre, se demuestra por las palabras que dijo: Este es mi Hijo.

San Hilario, de Trinitate, 3,11. No sólo ha demostrado que es su Hijo con el nombre, sino con la propiedad. Muchos somos hijos de Dios, pero el Hijo de quien hablamos no es de esta clase. Este es su Hijo propio y verdadero, por origen, no por adopción; en verdad, no en apariencia; por natividad, no por creación.

San Agustín, in Ioannem, 14,11. El Padre, pues, ama al Hijo, pero como un padre ama a un hijo, no como un amo quiere a su siervo; como unigénito, no como adoptado y por ello añade: En El me complazco.

Remigio. Se refería a la humanidad de Cristo. Si se lee: en quien me he complacido, el sentido es éste: En quien me complazco, porque sólo a El he encontrado justo y sin pecado. Si se leyese: en quien me he complacido, se entendería: establecer en El mi designio de hacer por medio de El lo que ha de hacerse, esto es, la redención del género humano.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,14. Los dos otros evangelistas, San Marcos y San Lucas, lo dicen con las mismas palabras, pero en cuanto a las palabras de la voz que se percibió desde el cielo, varían en cuanto a la forma, aunque dice lo mismo en la esencia. San Mateo dice: ''Este es mi Hijo amado y los otros dos ponen: Tú eres mi Hijo amado, para declarar esta misma sentencia. La voz del cielo dijo una de estas cosas, pero San Mateo quiso demostrar que venía a decir lo mismo. Este es mi Hijo, para que se indicase especialmente a aquellos que oían, que Aquél mismo era el Hijo de Dios. Por ello quiso referir el hecho. Tú eres mi Hijo, como si se le dijese: Este es mi Hijo, no indicándoselo a Jesucristo, porque lo sabía, sino para que lo oyesen los que estaban presentes, por quienes se pronunciaron aquellas palabras. Otro dice: En quien me complazco; otro, en quien te he complacido; otro, en ti me ha complacido. Si se desea saber cuál es el sentido de aquella voz que sonó, nótese que aunque los tres evangelistas no refieren las mismas palabras, sí dicen la misma sentencia. Que el Padre se complacía en el Hijo, se conoce desde luego en las palabras: "En ti me he complacido". Que el Padre se complaciese en los hombres, al decir que se ha complacido en el Hijo, se desprende de aquellas palabras, "en ti me ha complacido", para que se entienda, que esto se ha dicho para todos los evangelistas, como si se dijese: En El he constituído todas mis complacencias, esto es, ha colmado cuanto puede complacerme.

MATEO 4,1-2


3401 (Mt 4,1-2)

Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu, para que fuese tentado por el diablo, y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre. (vv. 1-2)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. Después que Jesús fue bautizado por San Juan en agua, fue llevado por el Espíritu al desierto, para que allí fuese bautizado con el fuego de la tentación. De donde se dice que entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu. Fue entonces cuando el Padre clamó desde el cielo: Este es mi hijo muy amado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1. Cualquiera que seas, por grandes que sean las tentaciones que sufras después del bautismo, no te turbes por ello, más bien permanece firme. Pues has recibido las armas para combatir, no para estar ocioso. Y esa es la razón por la que Dios no te exceptúa de las tentaciones. Primero, para que te des cuenta que ahora eres mucho más fuerte. Segundo, para que te mantengas en moderación y humildad y no te engrías por la grandeza de los dones recibidos. Tercero, para que el demonio que acaso duda si realmente lo has abandonado, por la prueba de las tentaciones, puede tener seguridad de que te has apartado de él. Cuarto, la resistencia te hace más fuerte que el hierro mejor templado. Quinto, las tentaciones te dan la mejor prueba de los preciosos tesoros que se te han confiado. Pues, si no hubiera visto el diablo que estás ahora constituido en más alto honor y altura, no te tentaría.

San Hilario, in Matthaeum, 3. En los santificados se ceban más las tentaciones del diablo porque la victoria sobre los santos le es mucho más grata.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,1. Algunos suelen dudar por qué espíritu fue llevado Jesús al desierto. Por ello se añade: lo llevó el diablo a la santa ciudad. Pero verdaderamente y sin vacilación alguna se entiende por todos y se cree que fue llevado por el Espíritu Santo, para que su Espíritu lo llevase a aquel lugar, en donde el espíritu maligno habría de tentarlo.

San Agustín, de Trinitate, 4,13. ¿Por qué se ofreció a ser tentado? Para constituirse en mediador que venciese las tentaciones, no sólo con su auxilio, sino con su ejemplo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. Fue llevado por el Espíritu Santo, no como precepto del mayor al menor. No se dice que es llevado solamente, quien es llevado por la potestad de otro, sino también aquel que se complace en la exhortación racional de alguien. Como está escrito de San Andrés, que encontró a Simón su hermano y lo llevó a Jesús.

San Jerónimo. Fue llevado, no obligado, ni cautivo, sino por el deseo de combatir.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. El diablo busca a los hombres para tentarlos, pero como el demonio no podía ir contra el Señor, Este fue a buscarlo. Por ello se dice: que fue para ser tentado.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,1. Pero sépase que la tentación se hace de tres maneras: por sugestiones, por delectaciones y por consentimiento. Cuando nosotros somos tentados, empezamos por la sugestión, cayendo después en la delectación y en el consentimiento, pues obramos según las tendencias del pecado, propagado con la naturaleza, y por ello sufrimos las tentaciones. Pero Dios que se había encarnado en las entrañas de una Virgen, había venido al mundo sin pecado; por ello, ninguna lucha debía sentir en sí. Pudo ser tentado por sugestión, pero la delectación no pudo ofender su inteligencia y por ello, aquella tentación del diablo fue exterior y no afectó al interior.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1. Cuanto mayor es la soledad más tienta el diablo. Por ello tentó a la primera mujer cuando estuvo sola, sin su marido. De donde se le dio ocasión al demonio para que tentase. Por ello fue conducido al desierto.

La Glosa. Este desierto está entre Jerusalén y Jericó, en donde habitaban los ladrones, cuyo lugar se llama Dammaín, esto es, de la sangre, por el derramamiento de sangre que con tanta frecuencia hacían allí los ladrones. Es ahí donde aquel hombre que venía de Jerusalén a Jericó, se dice que cayó en poder de los ladrones, representando a Adán, que había caído en poder de los demonios. Era conveniente, pues, que Cristo venciese al demonio, en el sitio en que el demonio había vencido al primer hombre, bajo la figura de la serpiente.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. No sólo Jesucristo fue llevado por el Espíritu al desierto, sino que también lo son todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No se contentan con vivir ociosos, sino que el Espíritu Santo los insta para que emprendan alguna gran obra, lo cual equivale a ir al desierto a buscar al demonio, porque no hay injusticia allí, donde el diablo no se complace. Todo el bien existe fuera de la carne y fuera del mundo, porque el bien es superior a la carne y al mundo. Todos los hijos de Dios salen, pues, a tal desierto para ser tentados; por ejemplo: si te has propuesto no casarte, te lleva el Espíritu al desierto, esto es, más allá de los límites de la carne y del mundo, para que seas tentado por la concupiscencia de la carne. ¿Cómo puede ser tentado por la lujuria, el que todo el día está con su mujer? Pero debemos saber, que los verdaderos hijos de Dios, no son tentados por el demonio si no salen al desierto. Pero, los hijos del diablo, en la carne y en el mundo, son tentados y obedecen o consienten en la tentación. Así como el hombre de bien no fornica, sino que vive contento con su esposa, así el malo, aunque tenga su mujer, no se contenta con ella; esto se constata por regla general. Los hijos del diablo no salen a buscarlo para que los tiente; ¿qué necesidad tiene de salir a la pelea, quien no desea vencer? Los que son verdaderos hijos de Dios, salen más allá de los límites de la carne a combatir contra el demonio, porque arden en deseos de obtener la victoria. Por ello Jesús salió a buscar al diablo, para ser tentado por él.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1. Para que conozcas cuán útil y bueno es el ayuno y qué clase de escudo es contra el diablo y por qué después del bautismo conviene ayunar y no vivir sujetos a apetitos inmoderados, quiso ayunar Jesús, no porque El lo necesitase, sino para enseñarnos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. Y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, para expresar la medida de nuestros ayunos. De donde se sigue que, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,2. No ayunó más de lo que habían ayunado Moisés y Elías, para que no se creyese imposible que había tomado carne.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,5. El autor de todas las cosas no tomó comida alguna en cuarenta días. Nosotros también mortificamos nuestra carne, cuanto podemos por medio de la abstinencia, en el espacio de cuarenta días. Se conserva el Números cuadragésimo, porque se conserva la virtud del Decálogo, por los cuatro libros del Santo Evangelio. El Números diez, multiplicado por cuatro, da el Números cuarenta. O de otro modo, en el cuerpo contamos cuatro elementos, en los cuales podemos obedecer los preceptos del Decálogo, puesto que el Decálogo acepta la sumisión de los cuatro. Los que por los apetitos de la carne despreciamos los mandatos del Decálogo, es muy justo que mortifiquemos la carne, cuatro veces diez. También, así como en la ley se nos ordena dar a Dios la décima parte de los frutos, así debemos ofrecerle la décima parte de los días de cada año. Seis semanas transcurren desde el primer domingo de cuaresma, hasta las alegrías del tiempo pascual, cuyos días son cuarenta y dos: de los cuales, quitando los seis domingos de abstinencia, quedan treinta y seis. El año consta de trescientos sesenta y cinco días; y nosotros nos mortificamos en el espacio de treinta y seis días, que constituyen la décima parte del año, que es lo que ofrecemos como décimas al Señor.

San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, q. 81. O de otro modo: toda la sabiduría consiste en conocer al Creador y a la creatura. El Creador es la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La creatura, es en parte invisible como el alma, que consta de tres potencias (se nos manda amar a Dios de tres maneras: con todo el corazón, con toda el alma y con toda la inteligencia) y parte visible como es el cuerpo. A éste debemos también el Números cuatro, por el frío y el calor, la sequedad y la humedad. El Números diez, que forma toda la ley, multiplicado por cuatro (esto es, es el Números que corresponde al cuerpo, multiplicado, porque el cuerpo ejerce sus funciones de cuatro modos), se forma el Números cuarenta, cuyas partes iguales que son diez, si se añade una de ellas, forma el Números cincuenta. Los números uno, dos, cuatro, cinco, ocho, diez y veinte, que son partes iguales del Números cuarenta, unidos, forman el Números cincuenta: y por ello, el tiempo que nos mortificamos y nos afligimos, se fija en el Números cuarenta. Además el estado de eterna felicidad, en el que habrá alegría, se prefigura en la celebración de la Quincuagésima, desde la Pascua hasta Pentecostés.

San Agustín, sermones, 210,3. Y porque Jesús ayunó inmediatamente después del bautismo, no debe entenderse que el precepto del ayuno obliga inmediatamente después del bautismo, para que sea necesario ayunar a continuación, como lo hizo Jesucristo, sino que debe ayunarse cuando somos atacados por el tentador, para que el cuerpo pague su malicia con el castigo y el alma consiga su victoria por la humillación.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. Sabía el Señor las intenciones del demonio cuando se proponía tentarle. El demonio sabía que Cristo había nacido en el mundo, según la predicación de los ángeles, la relación de los pastores, la búsqueda de los magos y la manifestación de San Juan. Por lo que el Señor se adelantó contra él no como Dios, sino como hombre; mejor aún, como Dios y como hombre, porque no tener hambre en el espacio de cuarenta días, no era propio de hombre y tener hambre alguna vez, no es propio de Dios. Por ello tuvo hambre para que no se crea que sólo es Dios, porque entonces hubiese destruido la esperanza del demonio que se proponía tentarle y hubiese impedido su propia victoria. De donde se sigue: después tuvo hambre.

San Hilario, in Matthaeum, 3. Después de cuarenta días. No tuvo hambre en el espacio de cuarenta días. Por lo tanto, el Señor cuando tuvo hambre, no fue víctima de la necesidad, sino que dejó el hombre a su naturaleza. No debía ser vencido el diablo por Dios, sino por la carne. En lo que se demuestra que habría de tener hambre después del trascurso de cuarenta días, en que había de habitar sobre la tierra. Habría de tener hambre de la salvación humana, en cuyo tiempo, habiendo esperado el premio del Padre, recobró al hombre a quien había redimido.


Catena aurea ES 3313