Catena aurea ES 5223

MATEO 22,23-33


5223 (Mt 22,23-33)

En aquel día se llegaron a El los saduceos, que dicen no haber resurrección, y le preguntaron, diciendo: "Maestro: Moisés dijo: si muriere alguno que no tenga hijo, su hermano se case con su mujer y levante linaje a su hermano. Pues había entre nosotros siete hermanos; y habiéndose casado el primero, murió, y por no haber tenido sucesión, dejó su mujer a su hermano. Y lo mismo el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos, murió también la mujer. ¿Pues en la resurrección de cuál de los siete será mujer? Porque todos la tuvieron". Y respondiendo Jesús, les dijo: "Erráis no sabiendo las Escrituras ni el poder de Dios. Porque en la resurrección, ni se casarán ni serán dados en casamientos; sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo. Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído las palabras que Dios os dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos, sino de vivos". Y oyendo esto las gentes, se maravillaban de su doctrina. (vv. 23-33)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 70,2. Una vez confundidos los discípulos de los fariseos con los herodianos, se presentan los saduceos cuando les convenía aparecer más retraídos por la confusión de los primeros. Pero la presunción proyecta muchas veces cosas descabelladas, y es pertinaz en intentar cosas imposibles. Por esto el Evangelista, asombrado de su audacia, significa esto mismo, diciendo: "En aquel día se llegaron a él", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Cuando se retiraban los fariseos vienen los saduceos, sin duda porque disputaban acerca de cuál de ellos atraparía más pronto al Salvador en alguna contradicción. Si no podían superar al Señor con argumentos, al menos podrían molestarlo con su insistencia.

San Jerónimo. Había dos sectas entre los judíos1: una de los fariseos y otra de los saduceos. Los fariseos hacían ostentación de la justicia de las tradiciones y de las observancias, por lo que el pueblo los llamaba divididos. Pero los saduceos, tomando este nombre que significa justos, pretendían ser lo que no eran. Mientras que los fariseos creían y confesaban la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma, como también los ángeles y el espíritu, según se lee en el libro de los Hechos de los apóstoles, los saduceos lo negaban todo. Por esto se dice aquí: "Que dicen no haber resurrección".

Orígenes, homilia 22 in Matthaeum. No sólo negaban la resurrección de la carne, sino también la inmortalidad del alma.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Viendo, pues, el diablo, que no podía extinguir el conocimiento de Dios, introdujo la herejía de los saduceos, que negaban la resurrección de los muertos, lo que estorbaba todo propósito de obrar bien. ¿Quién estará contento al tener que luchar todos los días contra sí mismo, si no esperase resucitar?

San Gregorio Magno, Moralia. 14,39. Hay también algunos que creen que el espíritu desaparece con la carne, que la carne se pudre y que la podredumbre se reduce a polvo, y como los elementos del polvo se disuelven -de modo que ya nunca pueden ser vistos por los ojos humanos- desconfían de que pueda tener lugar la resurrección.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Para defender su error, creían los saduceos que habían encontrado un argumento muy poderoso2. Sigue: "Y le preguntaron, diciendo: "Maestro, dijo Moisés", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. non. occ. Como la muerte era un mal insoportable entre los judíos, todo lo reducían a la vida presente. Había ordenado Moisés en la ley que la mujer viuda sin hijos, debía casarse con el hermano del difunto, para que naciese a éste un hijo de su hermano y así no se extinguiese su nombre. Esto representaba cierto consuelo respecto de la muerte. Ningún otro mejor que el hermano o el pariente debía tomar la mujer del difunto. Porque de otra manera no podría suponerse, que el hijo que había nacido de tal unión fuese hijo del que había muerto. Por lo tanto no se le consideraba como un extraño que no tenía obligación de sostener la casa del difunto, sino como su hermano a quien tocaba hacerlo así por el parentesco.

Prosigue: "Había entre nosotros siete hermanos", etc.

San Jerónimo. Los que no creían en la resurrección de los cuerpos y creían y admitían que el alma moría con el cuerpo, inventan una fábula que pone de relieve su desvarío respecto de lo que dicen acerca de la resurrección. Por esto concluyen: "¿Pues en la resurrección, de cuál de los siete será mujer?" Pudo suceder que esto acaeciese alguna vez entre ellos.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,32. Estos siete hermanos representan místicamente a los hombres impíos que no pudieron practicar la virtud en la tierra durante los siete períodos que dura su existencia. Y después la tierra por la que aquellos siete habían pasado estérilmente también pasará.

Prosigue: "Respondiendo Jesús les dijo: Erráis no sabiendo las Escrituras, ni el poder de Dios" Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. En primer lugar, confunde muy sabiamente su necedad, porque no leían; en segundo lugar, su ignorancia, porque no conocían a Dios. Cuando se lee mucho, se conoce a Dios; la ignorancia es hija de la pereza.

San Jerónimo. Por lo tanto, se equivocan los que no conocen las Escrituras, y cuando las desconocen, desconocen también el poder de Dios.

Orígenes, homilia 22 in Matthaeum. Dice el Señor que desconocen dos cosas: las Escrituras y el poder de Dios, por el cual se verifica la resurrección y empieza en ella una nueva vida. El Señor, arguyendo a los saduceos, porque desconocían el poder de Dios, les enseñaba que también a El le desconocían. El era la virtud de Dios, y no le conocían, porque ignoraban lo que decían las Escrituras acerca de El; por lo tanto, no creían en la resurrección que El había de inaugurar. Se pregunta cuando dice el Salvador: "Erráis desconociendo las Escrituras", si se refiere a algunas Escrituras en que se dice: "En la resurrección, ni se casan", etc. Esto no está escrito en el Antiguo Testamento, pero nosotros decimos que sí está escrito, aun cuando no se expresa con las mismas palabras, porque se indica entre misterios, para que pueda entenderse moralmente. Porque como la ley es la figura de los futuros beneficios, cuando dice algo de los hombres o de las mujeres, se refiere especialmente a las nupcias espirituales. Mas yo no encuentro en ninguna parte Escritura alguna que diga que los santos, después de su muerte, estarán como los ángeles de Dios, a no ser que se entienda en sentido moral aquello que se dice en las Escrituras: "Y tú irás a tus padres" (Gn 15,15); y en otro lugar: "Ha sido agregado a su pueblo" (Gn 25,8) Pero dirá alguno: les reprendía porque no leían las demás Escrituras que no hablan de la ley, y que por eso erraban. Otro dice que desconocían la Escritura de la ley mosaica desde que no se les explicaba el sentido espiritual de ella.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Cuando dice: "En la resurrección ni se casan ni serán casados", etc. , se refiere a lo que había dicho: desconocéis el poder de Dios que dijo: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob", se refiere a lo que les dijo después; desconocéis las Escrituras. Y en realidad conviene en las cuestiones alegar primero la autoridad de las Sagradas Escrituras contra los calumniadores y explicar después el motivo. A los que preguntan por ignorancia, primero respondemos exponiendo las razones y confirmándolas después con la autoridad; porque conviene confundir a los calumniadores y enseñar a los que preguntan de buena fe. Por eso el Señor contestó primero a los que le preguntaban por ignorancia y les expuso antes la razón diciendo: "En la resurrección".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Así como morimos en este mundo también nacemos en él, por eso existe el matrimonio, para que el número que se pierde con la muerte se compense con los que nacen.

San Hilario, in Matthaeum, 23. Se había atribuido a los saduceos la opinión de que los halagos de la vida corporal, una vez terminada la misión de cada uno en esta vida, se desvanecían. Por esto añade: "Sino que serán como ángeles de Dios en el cielo".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 70,3. Con lo que contesta muy oportunamente a lo que se le pregunta. Esta era la causa que tenían para creer que no era posible la resurrección: porque creían que los que resucitasen resucitarían del mismo modo, lo cual rechazó el Salvador demostrando que resucitarían en diferente estado.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Debe advertirse que cuando hablaba de los ayunos y de las limosnas y de las demás virtudes espirituales, nunca hacía comparación con los ángeles; a no ser cuando hablaba de que no podrían cohabitar. Porque así como todos los actos de la carne son propios de los animales, especialmente los actos carnales, así todas las virtudes son propias de seres espirituales, especialmente la castidad, en la que se manifiesta que la naturaleza es vencida por las virtudes.

San Jerónimo. En cuanto a lo que sigue: "Serán como los ángeles de Dios en el cielo", se entiende que habla en sentido espiritual.

Dionisio, de divinis nominibus, 1.

Cuando seamos incorruptibles e inmortales nos veremos en presencia de Dios mismo, inundados de purísimas contemplaciones; participaremos del don de la luz de la inteligencia en una disposición impasible y espiritual, a modo de las inteligencias celestiales; por esto dice que seremos iguales a los ángeles.

San Hilario, in Matthaeum, 23. La misma falsedad que exponen los saduceos acerca del matrimonio, la suelen presentar muchos otros, a saber, de qué manera aparecerá en la resurrección el sexo femenino. Lo mismo que debe opinarse respecto de los ángeles según las Sagradas Escrituras, conviene opinar, a nuestro modo de entender, respecto de las mujeres en la resurrección.

San Agustín, de civitate Dei, 22,17. Pero me parece más prudente que no debe dudarse que resucitará uno y otro sexo. Allí no habrá impureza, que es la causa de la confusión; porque antes que pecase la primera pareja, andaban desnudos. Por lo tanto la naturaleza se conservará, pero entonces no habrá unión carnal ni parto. Los miembros de la mujer no estarán acomodados al uso antiguo, sino que tendrán una nueva decencia, que no excitará la concupiscencia del que mire (la que estará anulada), pero se alabará la sabiduría y la clemencia de Dios, que hizo lo que no existía, y libró de la corrupción lo que hizo.

San Jerónimo. Nadie dice respecto de las piedras y de los árboles y de las demás cosas que no se reproducen naturalmente, que ni se casan ni son casados. Esto se dice de aquellos que, pudiendo casarse, no se casan por alguna razón.

Rábano. Todo esto que se ha dicho de las condiciones de la resurrección, resuelve la cuestión propuesta; habla, pues, de la resurrección muy oportunamente en contra de la infidelidad de aquéllos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 70,3. Y como citando aquéllos a Moisés habían argüido al Salvador, los confunde por medio de Moisés. Por esto añade: "Y de la resurrección de los muertos ¿no habéis leído, yo soy el Dios de Abraham?" etc.

San Jerónimo. Para comprobar la verdad de la resurrección, pudo utilizar otros ejemplos más evidentes, uno de ellos el de Isaías, que dice: "Resucitarán los muertos y se levantarán los que estaban en los sepulcros" (Is 26,9); y en otro lugar dice Daniel: "Muchos de los muertos resucitarán del polvo de la tierra" (Da 12,2) Se pregunta, pues, por qué querría el Señor dar la preferencia a este testimonio que parece ambiguo y sin relación directa con la verdad de la resurrección. Y como si el aducido probase lo que se proponía, añadió en seguida: "No es Dios de muertos, sino de vivos". Ya hemos dicho antes que los saduceos no admitían ni la existencia de los ángeles ni la de los espíritus, ni la de la resurrección de los cuerpos, y que por el contrario, predicaban hasta la muerte de las almas. Estos únicamente admitían los cinco libros de Moisés, menospreciando los vaticinios de los profetas; era, pues, inútil alegar testimonios, cuya autoridad no admitían. Por lo tanto, para probar la inmortalidad de las almas, pone el ejemplo de Moisés: "Yo soy el Dios de Abraham", etc. , e inmediatamente añade: "No es Dios de muertos, sino de vivos". Porque, después de haber probado que las almas subsisten después de la muerte (no podía ser que fuese Dios de ellas si no existiesen), por lo tanto, se trataría de la resurrección de los cuerpos que con sus almas habrían obraron bien o mal.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 70,3. Pero ¿cómo se dice en otro lugar que: "ha de ser Señor de vivos muertos" (Rm 14,9)? Y esto no se parece a lo que se dice aquí, pues se dice que existe el Dios de los muertos, a saber, de aquellos que habrán de vencer, y no de aquellos que vencidos una vez, no volverán a resucitar más.

San Jerónimo. Debe considerarse que estas palabras habían sido dirigidas a Moisés después de haber muerto los santos patriarcas, que ya descansaban en el sepulcro, de los cuales el Señor era Dios: Y nada podían tener si no existían, porque en la naturaleza de la cosa está el ser necesariamente lo que es el otro de quien procede; y así tener Dios, es pertenecer al número de los vivos. Y como Dios es la eternidad (y no es propio de las cosas que han muerto poseer lo que es eterno), ¿cómo se negará que existen y existirán siempre, aquellos de quienes se confiese ser la eternidad?

Orígenes, homilia 22 in Matthaeum. Dios es también quien dice: "Yo soy el que soy" (Ex 3,14) Por lo tanto, es imposible que sea Dios de los que no existen. Y obsérvese que no dijo: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, sino: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; pero en otro lugar dice: "El Dios de los hebreos me ha enviado a ti" (Ex 7,16) Todos los que están perfectísimamente cerca de Dios, en cuanto se refiere a los demás hombres, llevan a Dios en sí: por lo tanto, no se llama Dios de ellos en general, sino en particular. Como cuando decimos: aquel campo es de aquéllos, damos a entender que cada uno de aquéllos no es el dueño absoluto de todo el campo. Si decimos este campo es de aquél, damos a entender que lo posee en absoluto. Cuando dice: "el Dios de los hebreos". Se manifiesta la pequeñez de éstos; porque cada uno de ellos sólo tiene algún poco de Dios. Pero se llama Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, porque cada uno de ellos tenía a Dios en absoluto; esto cede en no pequeña alabanza de los patriarcas, porque vivían para Dios.

San Agustín, contra Faustum 16, 24. Los maniqueos son confundidos aquí del mismo modo que antes lo habían sido los saduceos. Porque negaban también la resurrección como aquéllos, aunque de un modo diferente.

San Agustín, in Ioannem, 11. Por lo tanto, se llama Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, porque en estos tres se encuentran representados de cierto modo todas las generaciones de los que se llaman hijos de Dios. Dios engendra muchas veces por medio de un buen predicador a un buen hijo, o de un mal predicador un mal hijo. Esto se da a conocer por medio de Abraham, quien tuvo un hijo fiel, Isaac, de su mujer libre, Sara, y un hijo infiel, Ismael, de su esclava, Agar. Alguna vez sucede que Dios engendra por medio de un buen predicador un hijo bueno y uno malo; lo cual se da a conocer por medio de Isaac, que de la mujer libre, Rebeca, tuvo un hijo bueno, Jacob, y otro malo, Esau. También sucede que en algunas ocasiones engendra hijos buenos, por medio de un predicador bueno y malo; lo cual se demuestra por medio de Jacob, que engendró hijos buenos de las libres (Lía y Raquel), y de sus esclavas (Zelfa y Bala)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Y véase cómo la agresión de los judíos en contra de Jesucristo se va haciendo más débil: la primera, fue presentada por medio del terror, diciendo: "¿En virtud de qué poder haces estas cosas?" (21,23) Contra la que fue necesaria la fortaleza del corazón del Salvador; la segunda, fue con engaño, contra la que fue necesaria sutil sabiduría, y ésta fue con presunción e ignorancia, y por lo tanto, de menos fuerza que la anterior. Cuando es un ignorante el hombre que tiene la presunción de saber algo, le es muy fácil al varón sabio el convencerle. La oposición del enemigo es de importancia al principio; pero si alguno resiste con ánimo varonil, encontrará que su enemigo es más débil.

Prosigue: "Y cuando esto oyeron las turbas, se maravillaron", etc.

Remigio. No eran los saduceos, sino las turbas las que se admiraban. Esto sucede también todos los días en la Iglesia, porque cuando son vencidos sus enemigos en virtud de la divina inspiración, los fieles se alegran.

Notas 1. Ya San Juan Crisóstomo decía, como que era cierto: "Porque es de saber que entre los judíos había muchas sectas". Flavio Josefo en sus esfuerzos apologéticos por presentar al judaísmo como una filosofía, señala a lo que se llama "sectas", bajo el nombre de hairesis, distinguiendo tres principales: los fariseos -a la que él pertenecía-; los saduceos; y los esenios.

2. (Reboli) Los saduceos presentan un caso por el que siete hermanos se casaron sucesivamente con la misma mujer, según la ley. Con ello buscaban argumentar contra la resurrección de los muertos. "Como ya en esta vida la poliandria es cosa repugnante, y como los siete hermanos tienen derecho a la misma mujer, y ésta no puede darse solamente a uno de ellos, sin que se violen los derechos de los demás, no puede darse la resurrección de los muertos; porque entonces, o habría poliandria o violación de los derechos de los demás". Jesús les hace manifiesta su ignorancia sobre la Escritura y el poder de Dios. Les evidencia su concepción materialista de la resurrección, y les abre la posibilidad de comprender su auténtico sentido.

MATEO 22,34-40


5234 (Mt 22,34-40)

Mas los fariseos cuando oyeron que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a consejo; y le preguntó uno de ellos, que era doctor de la ley, tentándole: "Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento en la ley?" Jesús le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón y de toda tu alma y de todo tu entendimiento. Este es el mayor y el principal mandamiento. Y el segundo, semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas". (vv. 34-40)

San Jerónimo. Como los fariseos habían sido confundidos en la presentación de la moneda, y vieron que se había levantado una facción en la parte contraria, debían con esto haberse decidido a no presentar nuevas asechanzas. Pero la malicia y la envidia fomentan muchas veces el atrevimiento. Por esto dice: "Mas los fariseos cuando oyeron que había hecho callar", etc.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Jesús impuso silencio a los saduceos, queriendo demostrar que la luz de la verdad había hecho enmudecer la voz de la mentira. Así como es propio del hombre justo callar cuando es tiempo de callar, y hablar cuando se debe hablar, pero nunca enmudecer, así también es propio de los doctores de la mentira, enmudecer en cuanto a la cuestión, pero no callar.

San Jerónimo. Los fariseos, por lo tanto, y los saduceos que eran enemigos entre sí, están conformes en cuanto se trata de tentar a Jesucristo, unidos por un mismo fin.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Sin duda se pusieron de acuerdo los fariseos para vencer por medio del número a quien no habían podido vencer por medio de razones y se confiesan destituidos de verdad cuando apelan a la muchedumbre. Decían, pues, entre sí: que hable uno solo por nosotros, y nosotros hablemos por medio de él, y si vence, apareceremos como que hemos vencido todos. Y si queda confundido, lo será él solo. Por esto sigue: "Y le preguntó uno de ellos", etc.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Todo el que pregunta a algún sabio, no para aprender, sino para examinarlo, debemos creer que es hermano de aquel fariseo, según lo que dice por San Mateo: "Lo que hicisteis con uno de mis pequeñuelos, lo hicisteis conmigo" (Mt 25,40)

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,73. No llame la atención que San Mateo diga aquí que hubo un tentador que interrogó a Jesús. San Marcos omite esta parte, pero al final del pasaje concluye diciendo que el Señor Jesús le dijo con toda sabiduría: "No estás lejos del reino de Dios" (Mt 12,34) Pues puede suceder muy bien que, aun cuando alguien se aproxime al Señor con intención de tentarlo, obtenga de El una respuesta que le aproveche. Y verdaderamente no debemos mirar a la tentación como mala e hija de uno que quiere engañar a su enemigo, sino más bien como causa con que se quiere examinar a quien no se conoce; no en vano está escrito: "Que el que cree fácilmente, es porque tiene un alma ligera" (Si 18,4) Lo que pregunta, es lo que se dice a continuación: "Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento de la ley?"

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Decía Maestro, como tentándolo, porque no pronunciaba estas palabras como discípulo del Salvador. Por lo tanto, si alguien no aprende algo del divino Verbo, ni se entrega a El con toda su alma, aunque le dice Maestro, es hermano del fariseo, que tienta a Jesucristo. Cuando se leía la ley antes de la venida del Salvador, quizá se inquiría cuál era el mandamiento grande en ella; y no lo hubiese preguntado el fariseo si no se hubiese cuestionado esto mucho tiempo, no habiéndole encontrado solución hasta que viniese Jesucristo a enseñarlo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Le preguntaba acerca del mandato grande quien no cumplía ni aun el más pequeño. Debe preguntar acerca del progreso de la santidad, aquel que ya viene observando algo que pueda conducir a ella.

San Jerónimo. No le pregunta acerca de los mandamientos, sino cuál sea el mandato primero y más grande. Porque como todo lo que Dios manda es grande, cualquier cosa que responda servirá para calumniarle.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. El Señor, para humillar con su primera contestación la conciencia engañosa del que le preguntaba, respondió así: "Amarás al Señor tu Dios", etc. Amarás, dijo, y no temerás, porque amar es más que temer; temer es propio de los siervos, y amar es propio de los hijos. El temor procede de la necesidad, el amor, de la libertad; el que sirve a Dios por temor, evita el castigo, es verdad, pero no tiene la gracia de la santidad, puesto que obligado, practica el bien por miedo. No quiere el Señor que le teman los hombres de un modo servil, y como a amo, sino que se le ame como padre, puesto que ha concedido a los hombres el Espíritu de adopción. Amar a Dios de todo el corazón, es tanto como no tener su corazón inclinado al amor de alguna cosa, sino al amor de Dios. Amar a Dios con toda el alma, es tanto como tener un conocimiento ciertísimo de la verdad, y estar firme en la fe; por lo tanto, una cosa es el amor del corazón, y otra el amor del alma. El amor del corazón, es carnal en cierto sentido; en tal concepto amamos a Dios de una manera carnal, lo que no podemos hacer sin abstenernos del amor de las cosas terrenas; por lo tanto, el amor del corazón se siente en el corazón. Pero el amor del alma no se siente, sino que se comprende, porque consiste en el juicio del alma. El que cree que todo bien está en Dios, y que nada bueno está fuera de El, éste le ama con toda su alma. Amar a Dios con toda la mente, es tanto como consagrarle todos los sentidos, y aquél cuyo entendimiento sirve a Dios, y cuya sabiduría se fija en Dios, y cuya inteligencia se ocupa de las cosas de Dios, cuya memoria recuerda lo bueno, puede decirse que ama a Dios con toda su mente.

San Agustín, de doctrina christiana, 1,22. Se te manda que ames a Dios de todo corazón, para que le consagres todos tus pensamientos; con toda tu alma, para que le consagres tu vida; con toda tu inteligencia, para que consagres todo tu entendimiento a Aquel de quien has recibido todas estas cosas. No deja parte alguna de nuestra existencia que deba estar ociosa, y que dé lugar a que quiera gozar de otra cosa. Por lo tanto, cualquier otra cosa que queramos amar, conságrese también hacia el punto donde debe fijarse toda la fuerza de nuestro amor. Un hombre es muy bueno, cuando con todas sus fuerzas se inclina hacia el bien inmutable.

Glosa. De todo tu corazón, esto es, con tu entendimiento; con tu alma, esto es, con tu voluntad; con tu inteligencia, esto es, con tu memoria, a fin de que nada quieras, sientas ni recuerdes, que pueda contrariarle.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Con todo tu corazón, esto es, con toda tu memoria, todas tus acciones y todos tus deseos. Con toda tu alma, esto es, que estén preparados a ofrecerla por la gloria de Dios. Con toda tu inteligencia, esto es, no profiriendo más que lo que pertenezca a Dios. Y ve si puedes someter tu corazón a tu entendimiento por medio del cual conocemos las cosas inteligibles; también tu inteligencia, para manifestarlas, pues con ella las explicamos todas. Por cada una de estas cosas que se dan a conocer, como que crecemos y avanzamos en nuestra mente.

Si el Señor, no hubiese contestado al fariseo que le tentaba, podríamos creer que un mandamiento no es mayor que el otro. Pero el Señor le responde: "Este es el mayor y el primer mandamiento"; en lo que comprendemos que hay diferencia entre los mandamientos, que hay uno mayor y otros inferiores hasta el último. Le responde el Señor, no sólo que éste es el mandamiento grande, sino también el primero: no según el orden con que está escrito, sino según su mayor importancia. Unicamente reconocen la magnificencia y el primado de este mandamiento, aquellos que no sólo aman al Señor su Dios, sino que también le aman con aquellas tres condiciones, a saber: con todo su corazón, con toda su alma y con todo su entendimiento. Le enseñó que no sólo es grande y el primero, sino que también tiene un segundo que se parece a éste. Por esto sigue: "Y el segundo semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Por lo tanto, si el que ama la iniquidad aborrece su alma (Ps 10,6), claro está que no ama a su prójimo como a sí mismo, porque ni aun a sí mismo se ama.

San Agustín, de doctrina christiana 1,30. Debe tenerse en cuenta que se ha de considerar como prójimo a todo hombre y que por lo tanto con nadie se debe obrar mal. Si se llama propiamente nuestro prójimo aquel a quien se debe dispensar o de quien debemos recibir oficios de caridad, se demuestra por medio de este precepto de qué modo tenemos obligación de amar al prójimo, y aun comprendiendo también a los santos ángeles, de quienes recibimos tantos oficios de caridad, como podemos ver fácilmente en las Escrituras. Así, el mismo Dios quiso llamarse nuestro prójimo, cuando Nuestro Señor Jesucristo se nos presenta como aquel tullido que se encontraba medio muerto y tendido en el camino (Lc 10)

San Agustín, de Trinitate, 8,6. El que ama a los hombres, debe amarlos, ya porque son justos, o ya para que lo sean. De este modo debe amarse al prójimo, y así es como se ama al prójimo como a sí mismo, sin peligro alguno; ya porque es justo, o ya para que sea justo.

San Agustín, de doctrina christiana, 1, 22. Si debes amarte a ti mismo, no es por ti, sino por aquél a quien debe encaminarse tu amor, como a fin rectísimo; no se extrañe nadie, si le amamos también por Dios. El que ama con verdad a su prójimo, debe obrar con él de modo que también ame a Dios con todo su corazón.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. El que ama al hombre es semejante al que ama a Dios, porque como el hombre es la imagen de Dios, Dios es amado en él como el rey es considerado en su retrato. Y por esto dice que el segundo mandamiento es semejante al primero.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. El hecho de ser semejante el segundo mandamiento al primero, demuestra que es uno mismo el proceder y el mérito de uno y de otro: no hay pues, amor que aproveche para salvarse como aquel que se tiene a Dios en Jesucristo, y a Jesucristo en Dios.

Prosigue: "De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,33. Dijo que depende; esto es, esta referida allí a donde tiene su cumplimiento.

Rábano. Todo el decálogo está comprendido en estos dos mandamientos: los preceptos primeros afectan al amor de Dios, y los segundos al del prójimo.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Aquel que cumplió todo lo que está mandado, respecto del amor de Dios y del prójimo, es digno de recibir gracias divinas, para que comprenda, que toda la Ley y los Profetas dependen de un solo principio: a saber, del amor de Dios y del prójimo.

San Agustín, de Trinitate, 8, 7. Siendo, pues, dos los preceptos de los cuales dependen la Ley y los Profetas -el amor de Dios y del prójimo- con razón la sagrada Escritura los presenta muchas veces como uno solo. Ya como amor de Dios, según aquello de San Pablo: "Sabemos que a los que aman a Dios todo les sale bien" (Rm 8,28), ya como amor del prójimo, como dice el mismo Santo; "Toda la ley está comprendida en un solo punto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Ga 5,14) Por lo tanto, como el que ama a su prójimo consiguientemente amará también a Dios, amamos a Dios y al prójimo con la misma caridad, aunque debemos amar a Dios por sí mismo, y al prójimo por Dios.

San Agustín, de doctrina christiana, 1,30,26. Mas, como la esencia divina es mucho más excelente que nuestra naturaleza, se le ama de una manera diferente a como amamos al prójimo, según está mandado. Y si te comprendes a ti mismo y si comprendes también a tu prójimo (esto es, alma y cuerpo), verás que no hay diferencia alguna entre estos dos preceptos: cuando va primero el amor de Dios y está circunscrito al modo con que se le puede amar, le sigue el amor del prójimo para que le ames como a ti mismo; por lo tanto, tu amor a ti no queda excluido de la cooperación a uno y otro amor.


MATEO 22,41-46


5241 (Mt 22,41-46)

Y estando juntos los fariseos, les preguntó Jesús, diciendo: "¿Qué os parece del Cristo? ¿De quién es hijo?" Dícenle: "de David". Díceles: "¿Pues cómo David en espíritu lo llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos por peana de tus pies. Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?" Y nadie le podía responde palabra: ni alguno desde aquel día fue osado más a preguntarle. (vv. 41-46)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Los judíos, creyendo que Jesús era únicamente hombre, le tentaban; no le hubiesen tentado si hubiesen conocido que era Hijo de Dios. Queriendo Jesucristo manifestar que conocía las torcidas intenciones de los judíos y que a pesar de ser El Dios, no quería decir claramente la verdad, para evitar que tomándolo los judíos como blasfemia se enfurecieran más; ni tampoco callar en absoluto, porque había venido a enseñar la verdad. Por esto, les preguntó de tal manera que la misma pregunta les manifestase quién era El; prosigue: "Y estando juntos los fariseos, les preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué os parece del Cristo?, etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 71,2. Primero había interrogado a sus discípulos, sobre qué decían otros del Cristo, y ahora les pregunta qué es lo que ellos dicen. Pero a éstos no les preguntaba del mismo modo, porque hubiesen dicho que era seductor y malo, como a El le consideraban, porque le creían únicamente hombre, le dijeron que era hijo de David. Y esto es lo que sigue: "Dícenle: de David". Y el Salvador, reprendiendo esto, cita al Profeta, manifestando su dominio y la propiedad de la filiación y el testimonio de autoridad procedente del Padre; por esto añade: "Díceles: ¿pues cómo David, en espíritu, lo llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor?", etc.

San Jerónimo. Este testimonio ha sido tomado del Salmo 109 (v. 1): es llamado Señor por David, no por haber nacido de él, sino porque nacido del Padre subsistió siempre, anticipándose a su padre según la carne. Y le llama su Señor, no por error de duda, ni por su propia voluntad, sino porque así se lo dicta el Espíritu Santo.

Remigio. Cuando dice: "Siéntate a mi derecha", no debe entenderse que Dios tenga cuerpo para que pueda tener derecha e izquierda, sino que estar sentado a la diestra de Dios, es tanto como tener un honor igual a aquél.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42. Creo también, que esta pregunta no la hizo contra los fariseos únicamente, sino también contra los herejes, porque según la carne, era hijo de David; pero era Dios, según la divinidad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 71,2. No se contenta con esto, sino que para que le teman, añade: "Hasta que ponga tus enemigos por peana de tus pies"; sin duda para que los guíe.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Dios ciertamente no pone precisamente a sus enemigos por peana a los pies de Cristo para su perdición, sino para su salvación.

Remigio. Cuando dice hasta, se refiere a lo infinito, como desde luego da a conocer: siéntate siempre, y tus enemigos estarán sujetos bajo tus pies eternamente.

Glosa. Que los enemigos sean sometidos por el Padre al Hijo, no manifiesta que haya debilidad en el Hijo, sino unidad de esencia: pues el Hijo sujeta sus enemigos al Padre, porque da a conocer al Padre sobre la tierra (Jn 17) Concluye hablando de este testimonio con estas palabras: "Pues si David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?"

San Jerónimo. Esta pregunta nos aprovecha hasta hoy contra los judíos; porque los que dicen que el Cristo ha de venir, afirman que es un simple hombre, aunque Santo, de la descendencia de David. Preguntémosles, por lo tanto, como nos enseñó el Señor: si es únicamente hombre, y tan sólo hijo de David, ¿cómo es que David le llama su Señor? Los judíos, para desvanecer la verdad de la pregunta, forjan muchas frivolidades asegurando que procedía de Abraham, cuyo hijo fue Damasco Eliezer (Gn 14 Gn 15), y acerca de su persona está escrita en el Salmo, que después de la muerte de los cinco reyes, el Señor Dios había dicho a Abraham: "Siéntate a mi derecha hasta que ponga", etc. Preguntémosles cómo dijo a Abraham, lo que sigue: de qué modo habría sido engendrado Abraham antes que Lucifer, y cómo hubiese sido sacerdote, según el orden de Melquisedec, por quien Melquisedec habría ofrecido el pan y el vino, y de quien además habría recibido los diezmos del botín.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 71,2. Esto dio por terminadas aquellas cuestiones, cerrando así sus bocas; por esto sigue: "Y nadie le podía responder palabra, ni alguno desde aquel día fue osado más a preguntarle". Callaron por entonces aunque contra su voluntad, porque no tenían ya qué decir.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Si la pregunta de los fariseos hubiese sido hija del deseo de saber nunca les hubiese propuesto tales cuestiones para que no volvieran a atreverse a preguntar.

Rábano. Por esto comprendemos que el veneno de la envidia puede ser vencido pero que difícilmente será extinguido.


Catena aurea ES 5223