Catena aurea ES 5415

MATEO 24,15-22


5415 (Mt 24,15-22)

"Por tanto, cuando viereis que la abominación de la desolación, que fue dicha por el profeta Daniel, está en el lugar santo, el que lee entienda. Entonces los que estén en la Judea, huyan a los montes. Y el que en el tejado, no descienda a tomar alguna cosa de su casa. Y el que en el campo, no vuelva a tomar su túnica. ¡Mas ay de las preñadas y de las que crían en aquellos días! Rogad, pues, que vuestra huida no suceda en invierno o en sábado. Porque habrá entonces grande tribulación, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora ni será. Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva; mas por los escogidos aquellos días serían abreviados". (vv. 15-22)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 75, 2. Como el Señor había insinuado ya, aunque de una manera oculta, la destrucción de Jerusalén, les da a conocer esto mismo de una manera evidente, aduciendo la profecía que prueba la destrucción de los judíos. Por esto dice: "Por tanto, cuando viereis la abominación de desolación", etc.

San Jerónimo. Esto que dice: "El que lee entienda", se expresa para que busquemos el sentido místico. Leemos, pues, en Daniel de este modo: "Y en medio de la semana cesará el sacrificio y las ofrendas; y en el templo habrá abominación de desolaciones hasta la consumación del tiempo, y la consumación se dará sobre la soledad" (Da 9,27)

San Agustín, Epístola, 199, 31. San Lucas, para probar que había acontecido la abominación de la desolación predicha or Daniel, cuando fue destruida Jerusalén, recuerda las palabras del Salvador en este mismo lugar: "Cuando veáis que Jerusalén es sitiada por un ejército, sabed que entonces se acerca su desolación" (Da 21,20)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 49. Por lo que me parece que llamaba abominación de desolación al ejército por el cual fue destruida la santa ciudad de Jerusalén.

San Jerónimo. También puede entenderse respecto de la estatua del César, que Pilato colocó en el templo; o de la estatua ecuestre de Adriano, que ha permanecido hasta hoy en el mismo lugar donde estuvo el Sancta Sanctorum, pues la abominación, según la antigua Escritura, es llamada ídolo. Y por lo tanto, se añade la desolación, porque el ídolo fue puesto en el templo desolado y desierto.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 75, 2O porque el mismo que desoló la ciudad y el templo, colocó la estatua en el interior.

Y para que sepan que sucederán estas cosas viviendo aun algunos de ellos, dijo: "Cuando, por tanto, viereis", etc. En lo que debe admirarse el poder de Jesucristo y la fortaleza de sus discípulos, que predicaban en aquellos tiempos, en que se perseguía todo lo que era judío. Los apóstoles, como procedentes de los judíos, introdujeron leyes nuevas contra los romanos, que mandaban entonces. Los romanos vencieron a muchos miles de judíos, pero no pudieron vencer a doce hombres desnudos y desarmados. Como muchas veces había sucedido que los judíos habían sido rehabilitados después de grandes guerras (como sucedió en los tiempos de Senaquerib y Antíoco), para que nadie crea que entonces sucedería lo mismo, ordena el Salvador a sus discípulos que huyan, cuando añade: "Entonces los que están en la Judea", etc.

Remigio. Todo esto consta que sucedió cuando empezaba la desolación de Jerusalén. Cuando se aproximaba el ejército romano, todos los cristianos que había en aquella provincia (como refiere la historia eclesiástica) avisados por un milagro del cielo, se marcharon bien lejos. Atravesando el Jordán, vinieron a la ciudad de Pela, y allí bajo la protección del rey Agripa (de quien se hace mención en el Libro de los Hechos de los Apóstoles), permanecieron algún tiempo. Este mismo Agripa, con la parte de judíos que le obedecían, estaba sujeto al imperio romano.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 1. Después, manifestando los inevitables males y la calamidad sin límites que habían de venir sobre los judíos, añade: "Y el que esté en el tejado no descienda", etc. Porque era preferible salvarse con el cuerpo desnudo, que entrar en la casa a tomar vestido, y ser muerto. Por lo que dice también respecto del que está en el campo: "Y el que está en el campo no vuelva", etc. Porque si los que están en la ciudad huyen, con mucha más razón no deben volver a la ciudad los que están fuera. Y en verdad que es fácil despreciar el dinero, y no es difícil proveerse de vestidos; pero lo que atañe a la vida ¿cómo se podrá prescindir de ello? ¿Cómo podrá suceder que la que esté embarazada se encuentre ligera para huir? ¿Y cómo la que está criando abandonará al que parió? Por esto añade: "Mas ¡ay de las preñadas y de las que crían!", etc. Aquéllas, porque están más pesadas y no podrán huir con facilidad, cargadas con el peso de su concepción; y éstas, porque son detenidas por el vínculo de la compasión hacia sus hijos, y no pueden al mismo tiempo salvar a los que lactan.

Orígenes, in Matthaeum, 29. O porque entonces no habrá lugar a tener compasión ni de las preñadas, ni de las que crían, ni de sus infantes. Y como que hablaba a los judíos, los cuales decían que en el sábado no debía recorrerse más camino que el de un sábado, añade: "Rogad, pues, que vuestra huida no suceda en invierno o en sábado".

San Jerónimo. Porque en el primero, la crudeza de la estación impide andar por las soledades y ocultarse en los montes del desierto. Y en el segundo, porque era quebrantar la ley el querer huir, y les amenazaba la muerte si se quedaban.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 1. Véase cómo se habla aquí en contra de los judíos, porque los apóstoles no habían de guardar el día sábado, ni habían de permanecer allí cuando Vespasiano hizo esto, porque muchos de ellos ya habían muerto antes; y si alguno quedaba entonces, vivía en otras partes del mundo. Por qué dijo que debía orarse, lo explica cuando añade: "Porque habrá entonces grande tribulación", etc.

San Agustín, epistola, 80. Se lee en San Lucas: "Y habrá grande aflicción sobre la tierra, e ira contra este pueblo; y caerán degollados unos, y serán llevados cautivos por los gentiles otros" (Lc 21,23-24) Y después Josefo, que escribió la historia de los judíos, dice que sucedieron a este pueblo unos males tan grandes, que apenas pueden creerse; por esto se ha dicho con razón que no hubo semejante tribulación desde el principio del mundo, ni la habrá. Pero aunque en tiempo del Anticristo acaso la habrá igual o mayor, por lo dicho respecto de este pueblo debe entenderse que no será para ellos de tal magnitud. Así pues, aunque ellos reciban al Anticristo muy grandemente y de manera singular, en aquel tiempo experimentaron una tribulación mayor que la que habrá de acontecer.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 1. Yo pregunto a los judíos: ¿de dónde ha venido sobre ellos un castigo divino tan intolerable, que es mucho peor que cuantos anteriormente habían recibido? Porque desde luego se comprende que les vino aquella desgracia por el crimen cometido sobre la cruz. Pero aun manifiesta que eran dignos de mayor castigo en esto que añade: "Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva", etc. Como diciendo: Si hubiese durado más aquella batalla de los romanos contra la ciudad, hubiesen perecido todos los judíos. Dice que toda carne judía, todos los que están fuera, y todos los que están dentro, porque no solamente a aquéllos que estaban en Judea atacaban los romanos, sino que perseguían también a los que andaban dispersos.

San Agustín, epistola, 80. Algunos me parece que han entendido bien, considerando que aquellos males estaban designados con el nombre de días, de la misma manera que se habla de días malos en otros lugares de la Escritura (Gn 47 Ps 93 Ep 5) Pues los días no son malos ellos mismos, sino lo que sucede en ellos. Y se dice que estos días serán abreviados para que, concediendo Dios alguna tolerancia, se sientan menos. Así pues, si bien serán largos, serán abreviados.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 2. Para que los judíos no dijesen que les sucedían estas cosas por la predicación de Jesucristo o por sus discípulos, manifiesta que si no hubieran estado allí ellos, hubieran perecido en absoluto. Por esto añade: "Mas por los elegidos, aquellos días serán abreviados".

San Agustín, epistola 80. No debemos dudar de que cuando fue destruida Jerusalén, había en aquel pueblo escogidos de Dios, que se habían convertido de entre los circuncidados, los cuales creían, o habían de creer, siendo elegidos antes de la constitución del mundo, en gracia a los cuales se acortarían aquellos días, y se harían un tanto tolerables aquellas desgracias. No faltan, sin embargo, quienes crean que se han de abreviar aquellos días, porque la carrera del sol será más corta, como fue más larga en tiempo de Josué.

San Jerónimo. Pero no recuerdan que está escrito: "El día persevera según tu orden" (Ps 118,91), por esto es que debemos admitir que se abrevian según las circunstancias de los tiempos, esto es, que se abreviarán, no por la medida, sino por el número, con el fin de que no desaparezca la fe de los que creen, por la tardanza.

San Agustín, epistola 80. Y no creamos que las semanas de Daniel se trastornaron abreviándose los días, ni que se concluyeron en menos tiempo, sino que serán completadas en el fin de los tiempos. Dice San Lucas muy terminantemente que la profecía de Daniel se completó cuando Jerusalén fue destruida.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 2. Obsérvese la ordenación del Espíritu Santo, porque San Juan nada escribió acerca de esto, para que no pareciese que escribía aquellas cosas que refería la historia, porque todavía vivió mucho tiempo después de la destrucción de Jerusalén. Pero los que murieron antes y nada vieron de esto, son los que escriben para que brille por todas partes la verdad de la profecía.

San Hilario, in Matthaeum, 25. O de otro modo, el Señor da a conocer un indicio seguro de su venida futura diciendo: "Cuando viereis que la abominación". Esto lo dijo el profeta refiriéndose a los tiempos del Anticristo. Fue llamada abominación, porque viniendo contra Dios, reclama para sí el honor de Dios; y abominación de desolación, porque ha de desolar toda la tierra con guerras y mortandades, y por esto, recibido por los judíos, se instalará en el lugar de santificación, para que donde se invocaba a Dios por las súplicas de los santos, recibido por los infieles, sea venerado con los honores de Dios. Y porque este error será más propio de los judíos, que por haber menospreciado la verdad abracen la falsedad, les aconseja que abandonen Judea y se marchen a los montes, no sea que mezclándose con aquellas gentes crean en el Anticristo y no puedan escapar de la perdición. Y lo que dice: "Y el que esté en el tejado no descienda", etc. , se entiende de este modo: El techo es lo más alto de la casa y la conclusión más elevada de toda habitación; por lo tanto, todo aquél que se esforzare en la conclusión de su casa (esto es, en la perfección de su corazón), y en hacerse nuevo por la regeneración, y elevado según el espíritu, no deberá rebajarse por la codicia de bienes mundanos. "Y el que estará en el campo", etc. , esto es, cumpliendo con su deber, no vuelva a los cuidados antiguos, por los que habrá de volver a tomar el vestido formado por los pecados viejos con que se cubría.

San Agustín, epistola 80. En las tribulaciones debe evitarse que nadie sea vencido y descienda de la sublimidad de las cosas espirituales a la vida carnal, y que aquél que antes adelantaba progresando por el camino de la virtud, desmayando mire hacia atrás.

San Hilario, in Matthaeum, 25. Cuando dice: "¡Ay de las preñadas y de las que críen en aquellos días", no debe creerse que el Señor decía esto por el peso del embarazo, sino que dio a conocer la grave situación de las almas, abrumadas de pecados, porque ni las que estén en el techo, ni las que se hallen en el campo, podrán evitar los ímpetus de la justicia, que pesará sobre ellas. También serán desgraciadas aquéllas que críen. Manifiesta por medio de estas palabras la debilidad de aquellas almas que se amamantan en el conocimiento de Dios, y por lo tanto también hay que temer por ellas, porque siendo pesadas para huir del Anticristo e incapaces para hacerle frente, no huyeron de los pecados, ni tomaron el alimento del verdadero pan.

San Agustín, de verb. Dom. serm. 20. También se dice que está embarazado aquél que desea las cosas ajenas, y nutriéndose el que ya robó lo que deseaba; a éstos se les considera como desgraciados en el día del juicio. En cuanto a lo que dijo el Señor: "Rogad, pues, para que vuestra huida no tenga lugar ni en invierno ni en sábado", etc.

San Agustín, quaestiones evangeliorum. 1, 37. Esto es, que nadie debe tener alegría ni tristeza en aquel día por las cosas temporales.

San Hilario, in Matthaeum, 25. Ni seamos hallados en la frialdad de los pecados, o en el ocio de las buenas obras, porque nos amenaza una desgracia grave, a no ser que se abrevien aquellos días en gracia a los escogidos de Dios, para que la brevedad del tiempo venza la fuerza de los males.

Orígenes, in Matthaeum, 29. Hablando en sentido místico, diremos que en todo el lugar santo de las Sagradas Escrituras (tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento) se halla con frecuencia el Anticristo, que es la predicación falsa; y los que esto entienden, huyen desde la Judea de la letra a los elevados montes de la verdad. Y si se encuentra alguno que haya subido sobre el techo de la palabra, y que está sobre la cubierta, no baje de allí, con el fin de tomar algo de su casa. Y si está en el campo, en donde se halla escondido el tesoro, y volviese hacia atrás, caerá en el lazo de la mentira, y especialmente si ya se había quitado el vestido antiguo (esto es, el hombre viejo), y otra vez vuelve a tomarlo; entonces el alma que tenía en su seno, y que todavía no había dado frutos por medio de la palabra, incurre en esa misma amenaza; pues arroja lo que concibió, y pierde la esperanza que podía tener en los actos de la verdad; del mismo modo, cuando parezca que se ha formado y que fructifica la palabra, pero que en realidad no está suficientemente robustecida. Rueguen, por lo tanto, los que huyen a los montes, no sea que su fuga tenga lugar en invierno o en sábado. Porque en virtud de la tranquilidad del alma así constituida, pueden alcanzar el camino de la salvación. Pero si les coge en invierno, caerán en manos de aquéllos de quienes huyen. Oren, por lo tanto, para que su huida no tenga lugar ni en invierno ni en sábado. Algunos aun cuando nada malo hacen en sábado, sin embargo, nada hacen bueno; en semejante sábado, cuando el hombre no hace buenas obras, tampoco debe tener lugar vuestra huida, porque ninguno es vencido fácilmente amenazado por un falso dogma, sino el que está desnudo de buenas obras. ¿Qué tribulación hay mayor que ver seducir a nuestros hermanos y que alguno se vea a sí mismo agitado y dudoso? Por días se entiende los preceptos y los dogmas de la verdad. Todos los entendimientos que vienen abandonando la ciencia de falso nombre, son como añadidura de los días, que Dios abrevia en favor de los que quiere.

MATEO 24,23-28


5423 (Mt 24,23-28)

"Entonces si alguno os dijere: Mirad, el Cristo está aquí o allí, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y prodigios, de modo que (si puede ser) caigan en error aun los escogidos. Ved que os lo he dicho de antemano. Por lo cual si os dijeren: He aquí que está en el desierto, no salgáis; mirad que está en lo más retirado de la casa, no lo creáis. Porque como el relámpago sale del Oriente, y se deja ver hasta el Occidente, así será también la venida del Hijo del hombre. Donde quiera que estuviese el cuerpo, allí se juntarán también las águilas". (vv. 23-28)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 2. Habiendo concluido de hablar el Salvador de lo que había de suceder a Jerusalén, se ocupa de lo que había de preceder a su venida, e indica las señales, no sólo para utilidad de ellos, sino también para nosotros y para los que habrán de venir después; por esto dice: "Entonces si alguno os dijere", etc. Porque así como al decir antes el Evangelista: "En aquellos días vino Juan Bautista" (Mt 3,1), no designó el tiempo que había de venir a continuación (porque había treinta años de por medio), así ahora cuando dice "entonces" da a conocer todo el tiempo que había de mediar, y que abarcaría desde la destrucción de Jerusalén hasta los principios de la destrucción del mundo. Mas dándoles las señales de su segunda venida, les advierte cuál será el lugar y quiénes los seductores; porque no sucederá entonces lo que en su primera venida, que apareció en Belén, y en un pequeño ángulo de la tierra, ignorándolo todos al principio, sino que vendrá de una manera visible, sin necesidad de que nadie anuncie su venida, por lo que dice: "Y si alguno dijere: aquí o allí está el Cristo, no lo creáis".

San Jerónimo. En lo que da a conocer que su segunda venida no se conocerá por la humildad (como la primera), sino por la gloria que la acompañará. Es muy necio, por lo tanto, buscar entonces en un lugar humilde o escondido, al que es la luz que alumbra a todo el mundo.

San Hilario, in Matthaeum, 25. Y sin embargo, como habrá gran conmoción entre los hombres y los falsos profetas, como para indicar el poder que es propio de Jesucristo, fingirán que el Cristo está y se encuentra en muchas partes, para llevar engañados y abatidos a muchos al servicio del Anticristo. Por lo tanto, añade: "Se levantarán falsos cristos y falsos profetas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 2. Aquí se habla del Anticristo y de algunos de sus ministros, a quienes llama falsos cristos y falsos profetas, los cuales fueron muchos en tiempo de los apóstoles. Pero los que habrá antes de la segunda venida de Jesucristo serán mucho más funestos que los primeros. Por esto añade: "Y darán grandes señales y prodigios".

San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 77. El Señor nos advierte aquí, para nuestra inteligencia, que los hombres malvados pueden hacer ciertos milagros que no pueden hacer los buenos. Mas no por ello han de ser considerados como en lugar preferido por Dios, pues los magos de Egipto no eran más aceptos a Dios que el pueblo de Israel, porque este pueblo no podía hacer lo que aquéllos hacían, aunque Moisés pudo obrar cosas mayores por virtud divina. No se encomiendan a todos los buenos estas cosas maravillosas, para que no sean engañados los débiles con el perjudicial error de creer que en tales hechos hay mayores dones que en las obras de justicia, por las que se consigue la vida eterna. Pues cuando los magos obran cosas que algunas veces no pueden obrarlas los buenos, lo hacen con diverso poder. Aquéllos lo hacen buscando su gloria; éstos buscando la gloria de Dios. Aquéllos lo hacen con potestad concedida según su orden, para algún negocio o beneficio, como privados; éstos lo hacen públicamente y por mandato de aquél a quien están sujetas todas las criaturas. Pues de distinto modo da el posesor su caballo al soldado cuando es obligado, y de distinto modo lo entrega al comprador o a aquél a quien lo regala o lo presta. Y de la misma manera que la mayor parte de los soldados, a los cuales condena la disciplina imperial, amedrentan a algunos posesores simulando órdenes de su emperador, y les arrebatan violentamente lo que no está mandado por autoridad pública; así algunas veces los malos cristianos, ora cismáticos, ora herejes, por el nombre de Jesucristo, o por las palabras, o por los sacramentos cristianos, exigen algo de las potestades. Mas cuando obedecen a las órdenes de los malos, obedecen para seducir a los hombres, en cuyo error se alegran. Por lo cual, de una manera obran los milagros los magos, de otra los buenos cristianos y de otra los malos cristianos. Los magos por contratos ocultos, los buenos cristianos por la pública justicia; los malos cristianos por la simulación de la justicia pública. Y aun esto no debe causarnos admiración, porque todas las cosas que se hacen visiblemente, aun por las potestades inferiores de los aires, no es absurdo creer que pueden hacerse.

San Agustín, de Trinitate 3, 8. No se ha de creer que esta materia de las cosas visibles está al arbitrio de los ángeles rebeldes, sino sólo al de Dios, por quien se da a aquéllos la potestad. Ni tampoco han de ser llamados creadores aquellos ángeles malos, sino que por su sutileza conocieron los semilleros de estas cosas más ocultas a nosotros, que esparcen secretamente por medio de combinaciones congruentes a las estaciones, y de este modo tienen ocasión de producir las cosas y de acelerar los incrementos. Porque muchos hombres conocen de qué hierbas o carnes, o jugos o humores, aunque estén sepultados o confundidos, provienen las cosas que suelen suceder en los animales. Pero esto se hace tanto más difícil a los hombres, cuanto más abandonan las sutilezas de los sentidos y la actividad de los cuerpos, cambiándolas en pesadez y negligencia de los miembros.

San Gregorio Magno, Moralia, 15, 30. Cuando el Anticristo haya obrado prodigios admirables a la vista de los hombres carnales, los arrastrará en pos de sí. Porque los que se deleitan en los bienes presentes, se sujetarán sin resistencia alguna a la potestad de aquél. Por lo que continúa: "De modo que, si puede ser, aun los escogidos caigan en error".

Orígenes, in Matthaeum, 25. Elevada es la locución que dice: "Si es posible". No pronunció ni dijo, que aun los escogidos caigan en error, sino que quiere demostrar que los razonamientos de los herejes son frecuentemente muy persuasivos, y poderosos para conmover aun a los que obran con sabiduría.

San Gregorio Magno, Moralia 33, 36. O porque el corazón de los escogidos es agitado por pensamientos de consternación aun cuando su constancia no se altere. El Señor comprendió ambas cosas en una sola sentencia. Vacilar en el pensamiento, es ya lo mismo que errar. Y añade: "si puede ser", porque no puede ser que los escogidos caigan en error.

Rábano. O no dice esto, porque la elección divina quede frustrada, sino porque los que según el juicio humano parecían escogidos, caerán en el error.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 35. Mas los dardos que se ven de antemano hieren menos, y por esto añade: "De antemano os lo dije", pues nuestro Señor denuncia los males precursores de la destrucción del mundo, para que, siendo sabidos de antemano, perturben menos cuando lleguen. Por lo cual concluye: "Luego si os dijeren: He aquí que está en el desierto, etc. " San Hilario, in Matthaeum, 25. Porque los falsos profetas (de los cuales había hablado antes), ora dirán que el Cristo está en los desiertos, para corromper a los hombres en el error, ora afirmarán que está en los lugares más recónditos de la casa, para aprisionarlos bajo el poder del Anticristo dominante. Mas el Señor declara que ni se ha de ocultar en lugar alguno, ni que ha de ser visto por algunos en particular, sino que declara terminantemente que ha de venir estando presente en todas partes y a vista de todos. Por esto sigue diciendo: Así como el relámpago sale del Oriente y se deja ver hasta el Occidente, así, etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 3. Así como anteriormente predijo de qué manera ha de venir el Anticristo, así también por este pasaje manifiesta cómo ha de venir El. Así como el relámpago no necesita de anunciador o de pregonero, sino que se manifiesta en cualquier instante a todo el orbe, aun a aquéllos que están descansando en sus lechos, así también la venida de Jesucristo se manifestará a un mismo tiempo en todas partes por el brillo de su gloria. A continuación indica otra señal de su venida, cuando añade: "Donde quiera esté el cuerpo se congregarán las águilas, etc. ," designando por las águilas a la multitud de ángeles, mártires y de todos los santos.

San Jerónimo. Por el ejemplo natural que vemos diariamente, somos instruidos en el sacramento de Cristo. Porque se dice que las águilas y los buitres, aun cuando estén al otro lado del mar, perciben el olor de los cadáveres y se congregan para comerlos. Si, pues, las aves que carecen de razón, por instinto natural (aun estando tan alejadas) perciben en qué lugar hay un pequeño cadáver, ¿con cuánta mayor razón la multitud de creyentes debe apresurarse a llegar a Jesucristo cuyo esplendor sale del Oriente y se deja ver hasta el Occidente? Mas por el cuerpo (esto es, swma; o ptwma, lo cual en latín con más claridad se llama cadáver, por lo mismo que la muerte le hace caer), podemos entender la pasión de Jesucristo.

San Hilario. Para que no estuviésemos ignorantes siquiera del lugar a donde ha de venir, dice: "Donde quiera que se encuentre el cuerpo, allí se congregarán las águilas". Llamó águilas a los escogidos, a motivo del vuelo de su cuerpo espiritual, cuya reunión demuestra que ha de acontecer en el lugar de su pasión, cuando se congreguen los ángeles. Y con razón se ha de esperar la venida del esplendor, en el mismo lugar donde nos abrió la gloria de la eternidad por la pasión de su cuerpo abatido.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Y téngase presente que no dijo: Donde quiera estuviere el cuerpo allí se congregarán los buitres o los cuervos, sino las águilas1, queriendo demostrar que son como nobles y de estirpe regia, los que creyeron en la pasión del Señor.

San Jerónimo. Son llamados águilas, aquéllos cuya juventud se renueva, como la del águila (Ps 102), y los que toman plumas, para llegar a la pasión de Cristo.

San Gregorio, Moralia 14, 31. Donde quiera estuviere el cuerpo se congregarán las águilas, puede entenderse también como diciendo: Porque presido, encarnado, a la corte celestial, cuando separare las almas de los escogidos con sus cuerpos, las elevaré a las regiones celestiales.

San Jerónimo. O de otro modo, lo que aquí se dice, puede entenderse de los falsos profetas, pues hubo muchos príncipes en tiempo de la conquista del pueblo judío que a sí mismos se daban el nombre de cristos. Tanto era así, que, cuando estaban sitiados por los romanos, estaban al mismo tiempo divididos en tres bandos. Pero como queda ya dicho anteriormente, mejor aplicado está a la consumación del mundo. Puede entenderse también, en tercer lugar, de la guerra de los herejes contra la Iglesia, y de esos Anticristos que, apoyándose en la opinión de una ciencia falsa, pelean contra Jesucristo.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Hablando en general, uno solo es el Anticristo, mas sus variedades son muchas, como cuando decimos: una mentira en nada se diferencia de otra mentira. A la manera que los profetas santos fueron verdaderos cristos, debemos entender también que cada uno de los falsos cristos tiene muchos falsos profetas, los cuales publican como verdaderos los sermones falsos de algún Anticristo. Por consiguiente, cuando alguno diga: Ved aquí al Cristo, vedle allí, no se ha de mirar fuera de las Escrituras, porque de la Ley, de los profetas y de los apóstoles sacan los testimonios que parecen defender la mentira. O al decir: Mirad aquí al Cristo, miradle allí, demuestra, no al Cristo sino a alguno que finge su nombre, como aconteció, por ejemplo, con la doctrina de Marción, con la de Valentino y con la de Basilides.

San Jerónimo. Por tanto, si alguno afirmare que el Cristo mora en el desierto de los gentiles y filósofos, o en lo más recóndito de los antros de los herejes que prometen los misterios de Dios, no lo creáis, porque la fe católica brilla en todas las iglesias, desde el Oriente hasta el Occidente.

San Agustín, quaestiones evangeliorum. 1, 38. Bajo el nombre de Oriente y Occidente, quiso significar todo el mundo por el cual se había de extender la Iglesia. Y según el sentido en que dijo: "De aquí a poco veréis al Hijo del hombre venir en las nubes" (Mt 26,64); oportunamente hace ahora mención del relámpago, que suele resplandecer especialmente en las nubes. Constituida, pues, la autoridad de la Iglesia en toda la redondez de la tierra de una manera brillante y manifiesta, previene oportunamente a sus discípulos y a todos los fieles que no den crédito a los cismáticos y a los herejes. Porque cada cisma y cada herejía tiene su lugar en la redondez de la tierra, dominando en alguna parte, o engañando la curiosidad de los hombres en conciliábulos tenebrosos y ocultos. A esto se refiere cuando que dice: Si alguno os dijere: Mirad el Cristo está aquí o allí (lo cual indica las partes de la tierra o de las provincias), o en lo más retirado de la casa, o en el desierto; lo cual significa los conciliábulos secretos y oscuros de los herejes.

San Jerónimo. O por esto que dice: En el desierto y en lo más retirado de las casas, se da a conocer que los falsos profetas, en el tiempo de la persecución y de las angustias, siempre hallarán ocasión de engañar.

Orígenes, in Matthaeum, 29. O que cuando sacan a luz las Escrituras secretas y no divulgadas, en confirmación de su mentira, parecen decir: He aquí que la palabra de verdad está en el desierto. Mas cuantas veces mencionan las Escrituras canónicas a las cuales presta fe todo cristiano, parecen decir: He aquí que la palabra de verdad está en las casas. Pero nosotros no debemos abandonar la primitiva tradición eclesiástica. Quizá también, queriendo dar a conocer los razonamientos que no se hallan en las Escrituras, dijo: Si os dijeren: He aquí que está en la soledad, no queráis alejaros de la regla de fe. Mas queriendo dar a conocer a aquéllos que simulan las Escrituras divinas, dijo: Si os dijeren: He aquí que está en lo más recóndito de las casas, no lo creáis. Porque la verdad es semejante al relámpago que sale del Oriente y se deja ver hasta el Occidente. O dice esto porque la luz de la verdad es defendida en todos los lugares de la Escritura. Sale, pues, el relámpago de la verdad desde el Oriente, es decir, desde el nacimiento de Cristo, y se deja ver hasta su pasión en la cual tuvo lugar su muerte. O desde el primer principio de la creación del mundo hasta la novísima Escritura de los apóstoles. O también, el Oriente es la ley y el Occidente el fin de la ley y de la profecía de San Juan. Unicamente la Iglesia no quita la palabra ni el sentido de este relámpago, ni añade, a manera de profecía, ninguna otra cosa. O dice esto, porque no debemos prestar atención a aquéllos que dicen: mirad aquí al Cristo. Pues no lo dan a conocer en la Iglesia, a toda la cual ha llegado el Hijo del hombre, como El mismo lo dice: "Mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos" (Mt 28,20)

San Jerónimo. Somos invitados a tomar parte en la pasión de Jesucristo, para que nos congreguemos en donde quiera que se lea en las Escrituras, a fin de que por ella podamos llegar al Verbo de Dios.

MATEO 24,29-30



5429 (Mt 24,29-30)

"Y luego después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará su lumbre, y las estrellas caerán del cielo y las virtudes del cielo serán conmovidas: y entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, y entonces plañirán todas las tribus de la tierra". (vv. 29-30)

Glosa. Después que el Señor previno a los fieles contra la seducción del Anticristo y de sus ministros, haciendo comprender que vendrá de una manera manifiesta, ahora da a conocer el orden y el modo de su venida, diciendo: "Y luego después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 3. Dice tribulación de aquellos días, a motivo del Anticristo y de los falsos profetas; porque la tribulación será grande entonces existiendo tantos engañadores. Mas no se alargará por mucho tiempo, pues si la guerra judía fue acortada por causa de los escogidos, mucho más se abreviará esta tribulación por causa de aquéllos. Por esto no dijo sencillamente: Después de la tribulación sino que añadió, inmediatamente, porque El se presentará sin dilación.

San Hilario, in Matthaeum, 26. Indica la gloria de su venida por la oscuridad del sol, por el eclipse de la luna y por la caída de las estrellas, pues sigue diciendo: Y la luna no dará su lumbre, y las estrellas, caerán del cielo.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Mas dirá alguno: así como en el principio de los grandes fuegos se forman las tinieblas a causa del mucho humo, así también en el fin del mundo, por el fuego que se ha de encender, serán oscurecidas las grandes lumbreras. Y languideciendo la luz de las estrellas, no pudiendo el restante cuerpo de las mismas remontarse como antes cuando las levantaba la misma lumbre, caerán del cielo. Cuando sucedan estas cosas, es consiguiente que las virtudes racionales de los cielos susceptibles de estupor, se conturben y padezcan alguna conmoción. Las alejadas, se entiende, de sus primitivas funciones. Por esto sigue diciendo: Y las virtudes del cielo serán conmovidas; y entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, a saber, por la cual se han obrado las maravillas celestiales, o lo que es lo mismo, aparecerá el prodigio que obró el Hijo pendiente del leño. Y en el cielo aparecerá principalmente su señal, para que los hombres de todas las tribus que no creyeron antes en la anunciada cristiandad, reconociéndola entonces por la señal aparecida, lloren y se lamenten de su ignorancia y de sus pecados. Por lo que continúa: "Y entonces plañirán todas las tribus de la tierra". Mas cada cual juzgará de diferente manera, porque así como poco a poco se extingue la lumbre de la antorcha, así faltando el sustento de las lumbreras celestes, el sol se oscurecerá y también la luna, y faltará la luz de las estrellas. Y lo que quedare en éstas, como terreno caerá del cielo. Mas, ¿cómo puede decirse que será oscurecida la luz del sol, declarando el profeta (Is 30) que en el fin del mundo será más intensa? Igualmente refiere (Is 36), de la luz de la luna, que será como la del sol. Algunos intentan probar que todas o la mayor parte de las estrellas son más grandes que toda la tierra, luego ¿cómo podrán caer del cielo, si la tierra no basta a contener su magnitud?

San Jerónimo. No caerán, por tanto, a motivo de la disminución de esta luz, pues leemos (Is 30) que el sol tendrá una luz siete veces mayor. Pero todas las cosas parecerán tenebrosas a la vista, comparadas con la verdadera luz.

Rábano. Nada, sin embargo, nos impide entender que el sol y la luna con los demás astros han de ser despojados entonces por cierto tiempo de su luz (como consta que aconteció con el sol en tiempo de la pasión del Señor) Por esto dice el profeta Joel (Jl 2,31): "El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día grande y manifiesto del Señor". Por lo demás, acabado el día del juicio y brillando la vida de la gloria futura, habiendo un nuevo cielo y una nueva tierra, entonces sucederá lo que el profeta Isaías predice (Is 30,26) Será la luz de la luna como la del sol, y la luz del sol será siete veces mayor. Respecto a lo que se dijo de las estrellas: "Y las estrellas caerán del cielo", en San Marcos está escrito de esta manera: "Y caerán las estrellas del cielo" (Mc 13,25), esto es, careciendo de su luz.

San Jerónimo. Por virtudes de los cielos entendemos el gran número de ángeles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 3. Los cuales con mucha razón se conmoverán o se turbarán, al ver que se obra tan gran trastorno, y que sus consiervos son castigados, y que todo el orbe de la tierra asiste al terrible juicio.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Así como cuando se verificó la consumación del sacrificio de la cruz, faltando el sol, la tierra se cubrió de tinieblas, así al aparecer la señal del Hijo del hombre en el cielo, faltarán las luces del sol, de la luna y de las estrellas, como consumidas por la magnitud de aquella señal. Por lo que sigue: Y entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo. Debemos entender que esta señal será la de la cruz, para que los judíos, según el profeta Zacarías (capítulo 12) y según San Juan (capítulo 13) vean al que traspasaron y la señal de su victoria.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76, 3. Si el sol se oscureciese realmente, la cruz no se dejaría ver, a no ser que fuera mucho más clara que los rayos solares. Y para que los discípulos no se avergüencen ni se duelan de la cruz, la llama "señal rodeada de cierta claridad". Aparecerá, pues, la señal de la cruz para que confunda la falta de pudor de los judíos. Vendrá, pues, Jesucristo al juicio, mostrando no solamente sus llagas, sino que también la muerte más reprochable. Por esto sigue diciendo: "Y entonces plañirán todas las tribus de la tierra", porque vista la cruz considerarán que nada ganaron con matarle, y que crucificaron a Aquél a quien se debía adorar.

San Jerónimo. Expresa muy bien las tribus de la tierra, porque llorarán los que no tienen ciudadanía en el cielo, sino que están inscritos en la tierra.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Mas dirá alguno en un sentido moral que el sol que se ha de oscurecer es el diablo, el cual ha de ser acusado en el fin del mundo. Porque siendo él tinieblas, simula ser verdadero sol; mas la luna que parece ser iluminada por este sol, es toda la sociedad de los hombres perversos, que frecuentemente afirma tener la luz y promete darla. Confundida entonces, con todos sus reprobados dogmas, perderá su claridad. Y todos los que, ora valiéndose de dogmas, ora de falsas virtudes, prometían la verdad a los hombres y los seducían con mentiras, éstos han de ser llamados, muy oportunamente, estrellas que caen (por decirlo así) de su cielo, en donde se encontraban encumbradas, sublevándose contra la sabiduría de Dios. Para mejor apreciar este modo de razonar, usaremos de un ejemplo del libro de los Proverbios que dice: "La luz de los justos siempre es inextinguible" (Pr 4,18 según la versión los Setenta); mas la luz de los impíos será apagada; entonces la claridad de Dios se manifestará en todo aquél que llevó la Imagen del hombre celeste, y los hombres celestes se alegrarán, mas los terrenos plañirán. O la Iglesia es el sol, la luna y las estrellas, a la cual se ha dicho: "Hermosa como la luna, escogida como el sol" (Ct 6)

San Agustín, epist. 80. Entonces se oscurecerá el sol y la luna no dará su luz, porque la Iglesia no se dejará ver entonces de sus perseguidores impíos y extraordinariamente crueles. Entonces las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de los cielos serán conmovidas. Porque muchos en los cuales parecía brillar la gracia de Dios, al ser perseguidos se dejarán vencer y caerán, y algunos fieles esforzadísimos, se perturbarán. Mas esto se dice que ha de acontecer después de la tribulación de aquellos días, no porque sucedan estas cosas pasada toda aquella persecución, sino porque precederá la tribulación para que se siga la deserción de algunos. Y como quiera que así acontecerá durante todos aquellos días, de consiguiente, también después de la tribulación de aquellos días, y aun en los mismos días, acontecerá esto.


Catena aurea ES 5415