Catena aurea ES 4001

MATEO 10,1-4


4001 (Mt 10,1-4)

Y llamados sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para que los arrojasen y curasen todo decaimiento y toda enfermedad. Estos son los nombres de los doce Apóstoles: el primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón Cananeo y Judas Iscariote, que fue el que entregó a Jesús. (vv. 1-4)

Glosa. Desde la curación de la suegra de Pedro hasta aquí se cuenta una serie ininterrumpida de milagros que hizo Jesús antes de su discurso de la montaña. Indudablemente debemos contar entre ellos la elección de San Mateo (que se refiere como uno de tantos), puesto que fue mencionado en la montaña como uno de los doce para el apostolado. Y ordena los hechos de Jesús tomando como punto de partida, la curación del esclavo del Centurión, diciendo: "Y llamando sus doce discípulos".

Remigio. El Evangelista nos dijo más arriba que exhortó el Señor a sus discípulos a que suplicasen al señor de la mies, a fin de que mandara operarios a su mies; su exhortación obtuvo cumplimiento ahora. Porque el número doce es número perfecto, porque viene del número seis que también lo es, puesto que sus funciones uno, dos y tres forman en sí mismas un todo perfecto y el número doce no es más que el doble de seis.

Glosa. La duplicación de este número representa los dos preceptos de la caridad o los dos Testamentos.

Rábano. El número doce, que viene del tres y del cuatro, nos dice que los Apóstoles predicarán la fe de la Santa Trinidad por las cuatro regiones de la tierra. Muchas figuras tenemos en el Antiguo Testamento de este número doce; los doce hijos de Jacob (Gn 35); los doce príncipes de los hijos de Israel (Nb 1); las doce fuentes vivas en Elim (Ex 15); las doce piedras en el pectoral de Aarón (Ex 39); los doce panes de la proposición (Lv 24); los doce exploradores enviados por Moisés (Nb 13); las doce piedras de que se formó el altar (Jos 41R 7) y en el Nuevo Testamento: las doce estrellas que brillaban en la corona de la Mujer (Ap 12); los doce fundamentos de Jerusalén que vio San Juan y las doce puertas (Ap 21)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3. No sólo les inspira confianza llamando a su ministerio misión para la mies, sino también dándoles poder para el desempeño de este ministerio, según aquellas palabras: "Les dio potestad sobre los espíritus inmundos para que los arrojaran y para que curasen todo decaimiento y toda enfermedad".

Remigio. Nos demuestra en este lugar Jesús que no era uno solo y leve el sufrimiento de la multitud, sino de muchas maneras y por esto se compadeció de ellos y dio poder a sus discípulos para que los curasen y les dieran la salud.

San Jerónimo. El Señor, Maestro benigno y clemente, no envidia el poder de sus discípulos y servidores y da poder a sus Apóstoles para curar todo abatimiento y toda enfermedad. Pero hay gran diferencia entre tener y atribuir, entre dar y recibir; el que recibe todo cuanto hace, lo hace por el poder de Dios y los Apóstoles confiesan en todas las obras que hacen su debilidad y el poder del Señor por estas palabras: "En el nombre de Jesús levántate y anda" (Ac 3,6) En el hecho de poner el Evangelista el catálogo de los Apóstoles, quedan excluidos de él todos los que se tenían por apóstoles y en realidad no eran más que falsos apóstoles. Por eso se dice: "Estos son los nombres de los doce Apóstoles". El primero Simón, conocido con el nombre de Pedro y su hermano Andrés; sólo el que ve el fondo de los corazones puede hacer la clasificación de los Apóstoles según el mérito de cada uno. Pone en primer término a Simón, por sobrenombre Pedro, para distinguirle de aquel otro Simón, llamado el Cananeo, natural de Caná, villa de la Galilea, en donde convirtió Jesús el agua en vino (Jn 2)

Rábano. La palabra petro(, en latín Petrus, tiene el mismo significado que la siríaca cephas; en ambos idiomas se deriva dicha palabra de la de piedra, según aquello de San Pablo: "La piedra era Cristo" (1Co 10,4)

Remigio. No faltaron algunos que, buscando en el hebreo la significación de la palabra griega y latina Pedro, sostuvieron que dicha palabra significa el que descalza, o el que disuelve, o el que conoce. Pero no se puede sostener semejante opinión sin venir a parar en estas dos contradicciones. La primera está basada en la propiedad de la lengua hebrea, en la que no aparece la letra P y vemos en su lugar la F; de ahí el llamar a Pilatos, Filatos o Philatos y la segunda es el sentido que le dio el Evangelista cuando nos hace mención de aquellas palabras de Jesús: "Y tú te llamarás Cephas"; palabra que interpreta el mismo evangelista por Pedro (Jn 1,42) El nombre de Simón significa obediente, porque obedeció él a la voz de Andrés y en su compañía se presentó a Cristo (Jn 1); o también porque obedeció los preceptos de Dios y le bastó para seguir a Cristo un solo mandato del Señor (Mt 4); o también, según algunos opinan, significa dicha palabra el que olvida la pena y acepta el sacrificio, porque Pedro, con la resurrección del Señor, dejó en efecto la pena que le habían causado la pasión del Señor y su propia negación y comprendió con tristeza aquellas palabras del Señor: "Otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras" (Jn 21,18) Sigue: "Y Andrés, su hermano".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3. No es pequeña la alabanza de que Pedro haya sido designado por su virtud y Andrés por su nobleza, es decir, por el parentesco que tenía con su hermano. San Marcos pone a Andrés en tercer lugar, esto es, después de Pedro y de Juan, San Mateo no los coloca en ese orden. Esto se entiende porque San Marcos los puso en el orden que cada uno tiene según su dignidad.

Remigio. El nombre de Andrés significa viril, porque así como viril viene de la palabra latina vir, así también Andrés se deriva de la griega andros (andros) Merece efectivamente el nombre de varonil, porque después de haber abandonado todas las cosas por seguir a Cristo, perseveró varonilmente en los preceptos del Señor.

San Jerónimo. El Evangelista nos da a conocer cierta paridad entre los diferentes Apóstoles, porque une a Pedro y Andrés, hermanos, no sólo en la carne, sino en el espíritu; a Santiago y a Juan, que, dejando al padre del cuerpo, siguieron al verdadero Padre (Mt 4) Y dice el evangelista: "Santiago, hijo de Zebedeo y su hermano Juan"; llama a Santiago hijo de Zebedeo, porque había otro Santiago, hijo de Alfeo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3. Ve aquí la razón de por qué no los coloca en orden según su dignidad. En mi concepto no es más que porque Juan, no sólo es de más edad que los otros, sino también más que su hermano.

Remigio. El nombre de Santiago se interpreta el que suplanta o suplantador, porque, no sólo suplantó los vicios carnales, sino que despreció hasta su propia carne, martirizada por Herodes (Ac 12) Juan significa gracia de Dios, porque mereció ser más amado que ningún otro Apóstol por el Señor; amor grandísimo que le valió recostarse durante la cena sobre el pecho del Señor (Jn 13) Siguen Felipe y Bartolomé: Felipe es como decir boca de una lámpara, o de las lámparas, porque procuró extender por medio de sus labios la luz que recibió del Señor y esclarecer después con ella a su hermano (Jn 1) El nombre de Bartolomé no es de origen hebreo, sino del sirio: se interpreta hijo del que suspende las aguas, esto es, de Cristo, que levanta de las cosas terrenales y suspende de las celestiales los corazones de los predicadores, a fin de que, penetrados más y más de las cosas divinas, derramen y llenen el corazón de sus oyentes de una gracia más abundante.

Siguen Tomás y Mateo el publicano.

San Jerónimo. Los demás evangelistas, al tratar de la unión de los nombres de los Apóstoles, ponen primero a Mateo y después de él a Tomás. No le llaman el publicano, a fin de que no se crea que ultrajaban al evangelista recordándole su antigua profesión. Pero San Mateo se coloca después de Tomás y se llama a sí mismo publicano para manifestar que sobreabundó la gracia allí mismo donde sobreabundó el pecado (Rm 5)

Remigio. El nombre de Tomás se interpreta por abismo o gemelo y en griego por Dídimo: merece, con razón, el nombre de abismo o de Dídimo, porque cuanto más tiempo perseveró en la duda, tanto más arraigada tuvo después la fe en la pasión y en la divinidad de Cristo; fe que le hizo decir: "Mi Señor y mi Dios" (Jn 20,28) El nombre de Mateo significa dado, porque por la gracia de Dios llegó a ser de publicano evangelista.

Siguen Santiago, hijo de Alfeo y Tadeo.

Rábano. Este Santiago es aquel que en los Evangelios y en la Epístola a los gálatas es llamado hermano o pariente del Señor. Porque su madre María, mujer de Alfeo, fue hermana o parienta de Santa María, Madre del Señor. San Juan evangelista la llama María de Cleofás, quizá por llevar Alfeo también el nombre de Cleofás, o también porque muerto Alfeo, después del nacimiento de Santiago, se casó María con Cleofás.

Remigio. Y con razón se le llama hijo de Alfeo, esto es, del justo o del sabio, porque él, no sólo se despojó de los vicios carnales, sino que despreció todo goce temporal. Los mismos Apóstoles que le eligieron para Obispo de Jerusalén, son testigos del mérito de este Apóstol. Por esta razón dice la Historia Eclesiástica de él, que no comió carne, ni bebió vino ni cerveza, ni se bañó, ni vistió de lino y que pasaba noches y días de rodillas en oración. Y fue tal su mérito que todos lo conocían con el nombre del justo. Tadeo es aquel mismo a quien San Lucas llama Judas de Santiago, esto es, hermano de Santiago. Su Epístola es contada entre los libros canónicos y él mismo se llama en ella hermano de Santiago.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,30. En algunos ejemplares se le da el nombre de Lebbaeum; pero ¿qué se opone el que un hombre tenga dos nombres?

Remigio. Judas significa confeso, porque confesó al Hijo de Dios.

Rábano. El nombre de Tadeo se interpreta por prudente, esto es, cultivador del corazón.

Siguen Simón Cananeo y Judas Iscariote, que entregó a Jesús.

San Jerónimo. Simón el Cananeo es el mismo a quien otro evangelista llama Zelotes. Y Judas Iscariote toma este nombreo del pueblo de su nacimiento o de la tribu de Isacar. En su mismo nombre lleva escrita de una manera profética su condenación. Porque Isacar significa recompensa, palabra que parece anunciar el precio de su traición.

Remigio. También scarioth significa memoria del Señor, porque persiguió al Señor. O también memorial de la muerte, palabra que indica todo el tiempo que estuvo meditando en su corazón el modo de entregar al Señor. También puede significar sofocación, porque se estranguló a sí mismo. Es digno de observación el que dos de los Apóstoles del Señor tuvieran el mismo nombre de Judas; en estos dos Judas están representados todos los cristianos: Judas de Santiago figura a todos aquellos cristianos que continúan constantemente confesando la fe y Judas Iscariote a todos aquellos que abandonan la fe y se vuelven atrás.

Glosa. Se ponen expresamente de dos en dos, como aprobación de la sociedad conyugal.

San Agustín, de civitate Dei, 18,49. Eligió por Apóstoles a aquellos hombres que eran plebeyos, sin dignidad y sin educación, a fin de que se viera que cuanto de grande fuesen o hicieren, era por el Señor que está en ellos y obra en ellos. Hubo entre ellos uno malo, que con su mal contribuyó a que se realizase el misterio de la pasión y a que dejara Jesús a su Iglesia un ejemplo de paciencia en los sufrimientos.

San Ambrosio, in Lucam, 6. No hubo imprudencia en haberle elegido entre sus discípulos, porque la verdad es grande y no pierde su fuerza por la oposición de uno de sus ministros.

Rábano. Quiso ser entregado por uno de sus discípulos, a fin de que llevemos con paciencia, si somos entregados por un amigo, el habernos engañado en la elección y el haber perdido nuestros beneficios.

MATEO 10,5-8


4005 (Mt 10,5-8)

Envió Jesús a estos doce, dándoles las instruccines siguientes: "No vayáis a donde están los gentiles, no entréis en las casas de los samaritanos; id principalmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel; id y predicadles que el reino de Dios está próximo; curad los enfermos; resucitad los muertos; limpiad los leprosos, y arrojad los demonios; dad gratuitamente lo que gratuitamente recibisteis". (vv. 5-8)

Glosa. Como toda manifestación del Espíritu es concedida, según expresión del Apóstol (1Co 12) para utilidad de la Iglesia, el Salvador, después de conceder su poder a los Apóstoles, los envía a que ejerzan ese poder en provecho de los demás hombres, según aquellas palabras: "Jesús envió a estos doce".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3. Mirad la oportunidad de la misión: los envía precisamente después que vieron resucitar a un muerto, increpar al mar y otras obras parecidas y después que recibieron de palabra y de obra una demostración suficiente de la divinidad de Jesús.

Glosa. Al mismo tiempo que los envía, les enseña por dónde deben ir o lo que deben predicar y lo que deben hacer; por eso les ordena y les dice: "No vayáis por los caminos de los gentiles ni entréis en las casas de los samaritanos, sino id principalmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel".

San Jerónimo. No es contrario este precepto al que les impone después: "Id y enseñad a todas las naciones" (Mt 28,19), en atención a que les fue impuesto este último después y el otro antes de la resurrección. Convenía que se anunciase primero el Evangelio a los judíos, a fin de que no se excusasen diciendo que el Señor los había alejado de El enviando a sus Apóstoles a los gentiles y a los samaritanos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,2. Los envía el Señor primeramente a la Judea, como a una escuela, para que, ejercitados en ella, aprendieran a luchar contra todas las naciones y por eso los trata como a débiles pajarillos a quienes excita la madre al vuelo.


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 4,1. O también quiso ser predicado primero sólo a los judíos y después a los gentiles, para parecer se dirigía a los pueblos gentiles como a extraños, por haber sido rechazado por los suyos propios. Había entonces ciertamente entre los judíos algunos que debían ser llamados y entre los gentiles algunos que ni debían ser llamados ni merecían ser devueltos a la vida, y, sin embargo, no deberían ser juzgados con más severidad por haber despreciado la predicación.

San Hilario, in Matthaeum, 10. La Ley debía tener la preferencia del Evangelio, e Israel debía ser menos excusado con respecto a su crimen, por cuanto él había sido con más frecuencia y diligencia exhortado a la corrección.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3-4 Para que no creyeran los judíos que Jesús les tenía odio por haberle ellos ultrajado y haberle llamado poseído del demonio, tuvo El particular empeño en corregirles, prohibiendo a sus discípulos cualquier otro ministerio y enviándoles médicos y doctores. No sólo prohibió a sus discípulos el que anunciaran el Evangelio a otros antes que a los judíos, sino que ni les permitió el que viajaran por los caminos que van a donde estaban los gentiles, por las palabras: "No vayáis por los caminos de los gentiles". Y aunque los samaritanos eran más fáciles de convertir al Evangelio, sin embargo, porque eran enemigos de los judíos no quiso que se predicase el Evangelio a los samaritanos antes que a los judíos. "Y no entraréis, dice, en las ciudades de los samaritanos"

Glosa. Los samaritanos eran aquellos gentiles que el rey de Asiria dejó en Israel después de haberlos hecho cautivos. Cediendo ellos a la presión de multitud de peligros, se convirtieron al judaísmo (2R 17), admitieron la circuncisión y los cinco libros de Moisés y se opusieron constantemente a todo lo demás; ésta es la razón por la que no querían mezclarse con ellos los judíos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4. Separando él sus discípulos de los samaritanos y mandándoles a los hijos de Israel, a quienes llama ovejas que perecen y no ovejas que se separan, nos significa el Señor cómo El puso en juego todos los medios para perdonarles y atraerlos.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Aunque El los llama ovejas, ellos, sin embargo, se ensañaron contra Cristo con sus lenguas y sus mordeduras, como si fueran lobos o víboras.

San Jerónimo. En sentido figurado se nos manda a nosotros, que somos tenidos como cristianos, el que no vayamos por el camino de los gentiles o de los herejes y puesto que estamos lejos de ellos por nuestras creencias, lo estemos también con nuestra conducta.

Glosa. Después de haber enseñado a sus discípulos el camino por donde deben ir, les dice lo que deben enseñar: "id y predicad diciendo que se aproxima el reino de los cielos".

Rábano. Se dice aquí que se aproxima el reino de los cielos, no por algún movimiento de los elementos, sino por la fe que se nos ha dado de un Criador invisible. Con razón se llaman santos del cielo los que poseen a Dios por la fe y le aman por la caridad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4. Vosotros veis la grandeza del ministerio; veis la dignidad de los apóstoles; no les manda, como a Moisés y a los profetas que nos anuncien cosas sensibles, sino cosas nuevas y fuera de la opinión de los hombres. Porque aquellos anunciaron los bienes de la tierra y éstos el reino del cielo y cuantos bienes se encierran en él.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 4,1. Fue dado a los apóstoles el poder de hacer milagros, a fin de que el brillo de este poder diera más crédito a sus palabras y pudieran acompañar con obras nuevas la nueva doctrina que predicaban. Por eso se les dice: "Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios".

San Jerónimo. Les da la potestad de hacer milagros, para que todos creyeran a aquellos hombres campesinos, sin gracia ni elocuencia, ignorantes y sin letras que prometían el reino de los cielos; a fin de que la grandeza de las obras fuera una prueba de la grandeza de las promesas.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Todo el poder del Señor pasa a los Apóstoles, a fin de que todos los que estaban prefigurados en Adán y en la semejanza de Dios, consiguiesen ahora la imagen perfecta de Cristo y corrigiesen ellos mismos por la comunicación del poder divino todos cuantos males había introducido el instinto de Satanás en el cuerpo de Adán.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 29,4. Estos milagros fueron necesarios en el principio de la Iglesia, a fin de que la semilla de la fe creciera y se desarrollara con ellos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,7. Pero después que el respeto a la fe se extendió por todas partes, fueron, si efectivamente los hubo también después, menos y más raros. Dios suele hacer esos prodigios cuando los males han adquirido toda su manifestación, porque entonces es cuando hace ver su poder.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 29,4. Sin embargo, la Santa Iglesia hace todos los días espiritualmente lo que entonces hacían los Apóstoles corporalmente. Y son ciertamente esos milagros tanto mayores, cuanto que por ellos resucita el espíritu y no el cuerpo.

Remigio. Los enfermos son los indolentes, que no tienen fuerzas para hacer buenas obras; los leprosos son los sucios o por sus acciones, o por sus deleites carnales; los muertos los que practican obras de muerte; endemoniados los que están sujetos al imperio del demonio.

San Jerónimo. Y puesto que los dones sobrenaturales pierden su valor cuando media alguna recompensa temporal, por eso condena la avaricia en los términos siguientes: "Dad gratuitamente lo que gratuitamente recibisteis; yo vuestro maestro y Señor, os he repartido todos estos dones sin recompensa; luego dadlos también vosotros sin recompensa".

Glosa. Dice esto para que Judas, que llevaba la bolsa, no tratara, valiéndose de este poder, de aumentar el dinero y lo dice también con el objeto de condenar aquí la perfidia herética de la simonía.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 5. Preveía que no faltarían algunos que mirando el don del Espíritu Santo y el poder de hacer milagros como objetos de comercio, se servirían de ellos para satisfacer su avaricia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4. Ved aquí, cómo el Señor atiende a las costumbres no menos que a los milagros, para darnos a entender que sin las costumbres, de nada valen los milagros y cómo abate el orgullo de sus discípulos con las palabras: "Recibisteis gratuitamente y os mando que estéis limpios de toda afición al dinero". O también para demostrarles que ellos nada dan de sí mismos, les dice: "Recibisteis gratuitamente", que es como si dijera: "Nada dais vosotros de lo vuestro en aquello que distribuís, porque no lo habéis recibido ni por vuestro trabajo, ni como por salario vuestro y puesto que es una gracia mía, dadla como tal a los otros, porque no es justo recibáis por ella precio alguno".

MATEO 10,9-10


4009 (Mt 10,9-10)

"No queráis poseer en vuestros cintos oro, ni plata, ni dinero: no llevéis en vuestros viajes alforja, ni dos túnicas, ni calzado, ni báculo, porque el operario merece que se le alimente". (vv. 9-10)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4. El Señor después de prohibir el comerciar con las cosas divinas, arranca la raíz de todos los males con las palabras: "No queráis poseer oro, ni plata".

San Jerónimo. Porque si ellos al predicar no reciben salario, demás está el poseer oro, plata o dinero. Si efectivamente lo poseyesen, darían lugar a creer que ellos predicaban, no por salvar a los hombres, sino por amor a la ganancia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4. Este precepto tiene por objeto, primero elevar a sus discípulos sobre toda sospecha; segundo, dejarles libres de todo cuidado, a fin de que puedan emplear todo el tiempo en la predicación; tercero el manifestarles su poder, por lo que después les dijo: "¿Por ventura cuando os mandé sin saco y sin bolsillo os faltó cosa alguna?" (Lc 22,35)

San Jerónimo. Aquel que prohibió las riquezas representadas por el oro, la plata y el cobre, viene a prohibir casi hasta lo necesario para la vida, a fin de que los apóstoles de la verdadera religión, que establecía que todo era dirigido por la divina Providencia, se manifestasen sin preocupación de ningún género por su porvenir.

Glosa. Por eso añade: "ni dinero en vuestros cintos". De dos maneras son las cosas necesarias: o porque son indispensables para comprar y en este sentido se toman las palabras "ni dinero en vuestros cintos", o porque las mismas cosas en sí son de absoluta necesidad y esto es lo que significa la alforja.

San Jerónimo. Con las palabras "ni alforja para el camino" confunde a los filósofos conocidos vulgarmente con el nombre de bactroperatas, que despreciando al mundo y teniendo como de ningún valor todas las cosas, viajan bien provistos de toda clase de provisiones. Sigue: "Ni dos túnicas", esto es, dos vestidos completos; no quiere que lleven dos vestidos, no porque crea que en la Escitia y en los climas fríos baste un solo vestido, sino que les prohibe el llevar más vestido que el puesto, a fin de que no se preocupen con las contingencias del porvenir. Sigue: "Ni calzado". El mismo Platón sostiene, que para evitar la molicie, es preciso dejar al descubierto las dos extremidades del cuerpo, la cabeza y los pies: porque cuanta más firmeza tienen estas dos partes, más robustez adquieren las demás. Sigue: "Ni báculo". ¿Para qué necesitan la defensa del báculo los que están protegidos por Dios?

Remigio. Nos manifiesta el Señor con estas palabras, que El llama a los santos predicadores a la dignidad del primer hombre, que mientras poseyó los bienes celestiales, jamás deseó los terrenales y sólo pensó en éstos cuando perdió aquellos por el pecado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4. ¡Dichoso cambio! en lugar del oro, de la plata y de otras cosas parecidas, recibieron el poder de dar la salud a los enfermos, de resucitar a los muertos y de otras cosas semejantes: por eso no les dice desde el principio: "No poseáis oro ni plata"; sino después de haberles dicho: "Limpiad los leprosos, arrojad los demonios". Por donde se ve que de hombres, por decirlo así, hizo ángeles, dejándoles libres de toda solicitud por las cosas de esta vida, a fin de que no tuvieran más cuidado que el de la predicación y aun quitándoles este cuidado con aquellas palabras: "No estéis inquietos por lo que habéis de hablar", porque lo que os parece pesado y difícil, os será muy ligero y fácil. Nada hay más dulce, que el no tener cuidado de ningún género y sobre todo si se puede tener la confianza de que lo podemos poseer todo sin desear nada, con la presencia de Dios que siempre está atento a todas nuestras necesidades.

San Jerónimo. Y porque mandó a los apóstoles casi desnudos y desembarazados para la predicación. Y porque parecía dura esta condición de los maestros, por eso suavizó la severidad de este mandato con las siguientes palabras: "Porque es digno el operario de su alimento"; que vale tanto como decir: No recibáis más que lo necesario para el vestido y para el alimento. Es lo que nos dice el Apóstol: "Teniendo qué vestir y qué comer estemos contentos" (1Tm 6,8) y en otra parte: "Aquel que es catequizado, debe dar de todo lo que posee al que le catequiza" (Ga 6,6), a fin de que los discípulos que reciben los bienes espirituales, hagan a sus maestros partícipes de sus bienes temporales, no para enriquecerlos, sino para atender a sus necesidades.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5. Era conveniente que los discípulos alimentasen a los Apóstoles, de quienes recibían la enseñanza, para que no despreciasen a estos últimos, con el pretexto de que ellos nada recibían y lo daban todo y para que no los abandonasen como cosa despreciable. Y para que los Apóstoles no dijeran que se les manda a vivir mendigando y de esta manera no se avergüencen, los llama operarios y les dice que el operario es digno de un salario. Y para que no se formasen ellos la idea de que porque su ministerio era verbal, carecía de importancia, les dice: "El operario es digno de su alimento". No determinan estas palabras la clase de recompensa de que es digno el trabajo apostólico, sino que dan una regla de conducta a los apóstoles, a fin de que puedan convencer a los que atienden a sus necesidades, que todo lo que dan lo dan por un derecho de justicia.

San Agustín, sermones 46,2. No es, pues, el Evangelio una cosa venal, que se predica por un salario temporal. Porque si así fuera vendible, a muy bajo precio sería vendida una cosa tan grande. Exijan, pues, del pueblo los predicadores el sustento indispensable para las necesidades de la vida y de Dios la recompensa de su ministerio. Lo que el pueblo da a los que lo evangelizan, no lo hace por caridad, sino que se lo da como un deber, a fin de que atiendan a sus necesidades y de esta manera puedan continuar evangelizando.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,30. Cuando el Señor dice a los Apóstoles: "No queráis poseer oro" les añade a continuación: "porque es digno el operario de su sustento". Por estas palabras se ve claramente la razón de por qué no quiere el Señor que sus discípulos posean ni lleven dinero; no porque no sea éste necesario para las necesidades de la vida, sino para darles a entender que El los envía de tal manera, que sus necesidades debían cubrirlas aquellos a quienes anunciaban el Evangelio, como si fueran soldados a quienes se paga su justo estipendio. No fue la voluntad del Señor, en este pasaje, el que los Apóstoles viviesen pendientes únicamente de lo que les ofrecían aquellos a quienes evangelizaban, porque esto estaría en oposición con lo que practicaba San Pablo, que vivía del trabajo de sus manos. Sino que quiso darles un poder, e indicarles que este poder era la razón del deber en que estaban aquellos a quienes evangelizaban, de cubrir sus necesidades. Cuando el Señor impone un precepto, es preciso, si no se ha de cometer una falta por desobediencia, cumplirlo; pero no es lícito no usar o abandonar un derecho propio que el Señor ha concedido. Mandando, pues, el Señor que el que predica el Evangelio viva del Evangelio, estas palabras dirigidas a los apóstoles, tenían por objeto indicarles, que llenos ellos de seguridad, no poseyesen ni llevasen las cosas necesarias a la vida, ni grandes, ni pequeñas, o como dice el Señor: "ni bastón", puesto que los fieles estaban en la obligación de darles, no lo superfluo, sino todo lo que necesitasen. La palabra bastón significa autoridad, según aquellas palabras de San Marcos: No toméis para el camino más que el bastón (Mc 6), San Mateo no prohibió, al decir que se viajara descalzo, el uso del calzado, sino la preocupación de que no faltara el calzado. Esta misma interpretación debe darse a la prohibición de llevar para el camino más túnica que la puesta y la de poseer dos túnicas, que no necesitaban, puesto que tenían autoridad para recibir otra cuando la primera quedaba inservible. Las palabras de San Marcos, de que los Apóstoles se calzaran con sandalias, tienen un sentido místico: este calzado deja descubierto el pie por arriba y cubierto por abajo: de esta manera el Evangelio no se debe ocultar ni se debe apoyar en los intereses temporales. Y al prohibir que se lleven dos túnicas y más expresamente el cubrirse con ellas, nos aconseja que nuestra conducta debe ser sencilla y no debemos vivir con doblez. Es indudable que todo lo que el Señor dijo, lo dijo parte en sentido figurado, parte en sentido propio y que los evangelistas dan en sus escritos esos dos sentidos a las palabras del Señor. Quien tuviera la opinión de que el Señor no pudo hablar en un mismo pasaje ya en sentido figurado o ya en el propio, que mire las demás partes del Evangelio y verá cómo su opinión es atrevida e irreflexiva. Cuando el Señor dice que al dar la limosna o cualquiera otra cosa, debe hacerse con tanto sigilo que no se aperciba la mano izquierda de lo que hace la derecha (Mt 6), es indudable que estas palabras deben tomarse en sentido figurado.

San Jerónimo. Parte de estas palabras tienen un sentido histórico y parte un sentido anagógico. No es conveniente el que los maestros posean oro, plata, o el dinero que se suele llevar en los cintos: la palabra oro significa el sentido; la plata la palabra y el cobre el metal de la voz. No debéis, dice a los discípulos, tomar cosa alguna de éstas de los hombres, sino como venidas de Dios, así como no debéis dar oídos a la doctrina de los filósofos y a las perversas herejías de los herejes.

San Hilario, in Matthaeum, 10. El cinto es el medio de que nos servimos para guardar el dinero y prohibiéndonos el Señor llevar dinero en el cinto, nos aconseja que debemos evitar llevar cosa alguna temporal, por el ejercicio de nuestro ministerio. Nos previene que no llevemos alforja para el camino, es decir, que no tengamos solicitud por nuestra subsistencia material; porque todo tesoro en la tierra es perjudicial, porque donde esté nuestro tesoro, estará nuestro corazón. Dice también: "Ni dos túnicas". Porque a los que nos hemos vestido de Cristo una vez, nos basta una sola túnica y después de habernos envuelto en la verdad incontestable, debemos rechazar la vestidura de la herejía y de toda ley que no sea la de Dios. "Ni calzado", porque debemos caminar por una tierra santa y libre de las espinas y aguijones de los pecados, como se mandó a Moisés (Ex 3) y defender nuestros pies con las sandalias que hemos recibido de Cristo.

San Jerónimo. O bien: el Señor nos previene que no tengamos atados nuestros pies con las ligaduras de la muerte, a fin de estar desnudos al entrar en la tierra santa, ni llevar báculo, que se podría convertir en serpiente, ni apoyarnos en defensa alguna de la carne. Porque el bastón y semejantes apoyos son cañas frágiles, que se rompen al menor esfuerzo y hieren la mano que se apoya en ellos.

San Hilario, in Matthaeum, 10. No somos indignos de poseer el derecho de un poder extraño, si tenemos la vara de la raíz de Jesé.


Catena aurea ES 4001