Catena aurea ES 4011

MATEO 10,11-15


4011 (Mt 10,11-15)

"En cualquier ciudad o villa en que entrareis, preguntad qué persona digna se encuentra en ella, y permaneced en ella hasta vuestra marcha. Saludad, al entrar en la casa, con las palabras: La paz sea en esta casa. Y si efectivamente fuere digna aquella casa, vuestra paz vendrá sobre ella, y si no lo fuera, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, sacudid el polvo de vuestros pies, y marchaos de la casa o de la ciudad. Os digo en verdad, que Sodoma y Gomorra serán tratadas en el día del juicio con menos rigor que esta ciudad". (vv. 11-15)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5. No debe creerse de que por las anteriores palabras del Señor: "Digno es el operario de su sustento", ya todas las puertas quedaban abiertas a los discípulos. Les manda, por el contrario, que tengan mucha prudencia en la elección de la hospitalidad, por las palabras: "En cualquier ciudad o aldea en que entrareis, informáos primero de quién habita en ella".

San Jerónimo. No podían los Apóstoles al entrar en una ciudad nueva para ellos, saber lo que esa ciudad era; por esta razón debían fijarse para la elección de la hospitalidad en la opinión del pueblo y en el juicio de los vecinos, a fin de que no fuese comprometida la dignidad apostólica, por parte de aquel que los recibía.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5. ¿Por qué razón, pues, permaneció el Señor en casa de un publicano? Sin duda, porque lo merecía el publicano por su conversión. Y no sólo cedió en utilidad de los Apóstoles esta determinación del Señor, sino que contribuyó hasta en el modo de ser tratados. Porque si es digno del Evangelio el dueño de la casa, indudablemente dará a los Apóstoles cuanto necesiten, especialmente si éstos no exigen más que lo puramente necesario. Observemos, pues, cómo al mismo tiempo que Jesús despoja a sus discípulos de todas las cosas se las da todas, permitiéndoles la estancia en la casa de aquellos a quienes enseñaban. De esta manera quedaban los Apóstoles libres de todo cuidado y persuadían a los demás de que el objeto de su venida a sus casas era su salvación, puesto que si ellos nada llevaban consigo, tampoco exigían más que lo necesario, ni entraban indistintamente en todas las casas: quería el Señor que se distinguiesen sus discípulos más bien por la virtud, que por el poder de hacer milagros y no hay cosa en que más brille la virtud, que en no usar de lo superfluo.

San Jerónimo. El que recibe en su casa como huésped a una persona, no le hace favor alguno, sino que lo recibe porque es considerado como persona digna y porque crece más la dignidad que recibe, que la gracia que da.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5. Es digno de observación el no haber dado Jesús todas las cosas a sus discípulos, puesto que no les dio el conocimiento de las personas dignas, sino que les manda las examinen. Y no sólo les manda que las examinen, sino que, una vez hecha la elección, les prohibe el cambiar de casa, por aquellas palabras: "Y permaneced allí hasta vuestra marcha", a fin de no entristecer al que os recibe y de que no os tengan por ligeros y aficionados a la gula.

San Ambrosio, in Lucam, 6,66. Los apóstoles no deben cambiar la casa a la que han ingresado y que ha de ser elegida discerniendo, para que no haya suficiente motivo para cambiar de hospedaje. Sin embargo esta misma prudencia (la de elegir quien los hospede) no es mandada al que recibe, a fin de que no pierda la hospitalidad todo su valor por las dudas de su elección.

Sigue: Saludad al entrar en una casa con las palabras: "La paz sea a esta casa".

Glosa. Como si dijera: pedid la paz para vuestro huésped, a fin de adormecer toda repugnancia en contra de la verdad.

San Jerónimo. Estas palabras son las que usaban los griegos y los sirios al saludar, porque la palabra hebrea y siríaca a la vez salamalach o salemalach, esto es, la paz sea contigo, corresponde a la griega Jaire (Xaire) y a la latina Ave. Este es el precepto del Señor: al entrar en una casa pedid la paz para esta casa y (en cuanto está de vuestra parte), calmad las luchas y las discordias. Si sufrís alguna contradicción, vosotros tendréis la recompensa por la paz que habéis ofrecido, mientras que los que rehusaron la paz, tendrán la guerra, según las palabras: "Y si la casa fuere ciertamente digna, la paz vendrá sobre ella y si no lo fuere, la paz volverá a vosotros.

Remigio. Porque indudablemente será predestinado para la vida aquel que escucha y sigue al Verbo Divino y si ninguno quisiere oírle, no por eso la palabra del predicador será inútil; porque volverá a éste la paz, cuando le recompense el Señor por su trabajo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5. Les enseña el Señor que no esperen, fundados en que son los predicadores, que se adelanten otros a saludarlos, sino que ellos para honrarlos deben adelantarse. Les hace ver en seguida que su saludo es una verdadera bendición, según aquellas palabras: "Y si no fuere digna".

Remigio. Manda el Señor a sus discípulos que hagan primero el saludo de paz al entrar en una casa, a fin de que conozcan por este saludo si la casa o el hospedaje es digno de ellos: que es como si dijera claramente: ofreced la paz porque los que la reciban manifestarán que son dignos de ella, e indignos los que la rehusaren. Debe hacerse este saludo siempre a la entrada de la casa, aun cuando se haya hecho una elección digna según la opinión general, a fin de que parezca que los predicadores son más bien llamados por su dignidad, que recibidos, por haberse metido ellos. Basta decir la palabra paz, para comprender si la casa es un hospedaje digno.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Los Apóstoles saludan la casa con el deseo de la paz; pero no la dan, sino más bien la expresan. Es ciertamente propio de las entrañas misericordiosas del Señor, el que no vaya la paz, sino a aquella casa que es digna de ella. Pero si la casa no merece recibirla, el ministerio de la paz divina quedará encerrado dentro de la conciencia de los Apóstoles y sobre aquellos que despreciaron los mandatos divinos de Cristo, caerá la maldición eterna, significada por la salida de los Apóstoles y por el acto de sacudir el polvo de sus pies, de donde sigue: "Y si alguno no os recibiere y no oyere vuestras palabras, salid fuera de su casa y de su ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies". Porque continuando en el mismo lugar, parecerá que conserváis relaciones con los que viven en él y sacudiendo el polvo de los pies, todo su pecado queda en su casa y ningún resultado tendrá para su salvación el seguir habitando en ella los Apóstoles.

San Jerónimo. El polvo que se sacude de los pies es un testimonio de celo apostólico, de su entrada en la ciudad y de que la predicación ha llegado hasta ellos.

Rábano. O de otro modo: los pies de los Apóstoles señalan la obra y marcha de la predicación. El polvo de que se manchan, es una figura de la ligereza del pensamiento humano, de la que no están exentos los más grandes sabios, puesto que están continuamente preocupados e intranquilos del modo de dirigir convenientemente a sus oyentes y marchando por todas las sendas del mundo, no hacen más que recoger con sólo los pies el polvo de la tierra. Y aquellos que desprecian la enseñanza de los Apóstoles, convierten en testimonio de su propia condenación, sus trabajos, sus peligros y sus preocupaciones. Lo contrario sucede a los que reciben la palabra: sacan lecciones de humildad de las aflicciones y cuidados que sufren por ellos, quienes les evangelizan. Y para que no piensen, de que es una falta ligera el no recibir a los Apóstoles, añade: "En verdad os digo, que Sodoma y Gomorra, serán tratadas con menos rigor en el día del juicio, que esa ciudad".

San Jerónimo. Porque no se predicó a Sodoma y Gomorra y a esta ciudad se predicó y no quiso recibir el Evangelio.

Remigio. O también: porque los Sodomitas y los de Gomorra a pesar de que eran viciosos, tenían hospitalidad (Gn 19), según se dice, aun cuando los huéspedes, que se cuenta haber ellos recibido, no fueron Apóstoles.

San Jerónimo. Si los Sodomitas han de ser tratados con menor rigor que esa ciudad, que no recibió el Evangelio, síguese de aquí, que los castigos no son iguales para todos los pecadores.

Remigio. Pone especialmente el ejemplo de los habitantes de Sodoma y de Gomorra, para darnos a entender que los pecados más detestables a los ojos de Dios, son los pecados contra la naturaleza, pecados que motivaron la destrucción del mundo entero (Gn 6), mediante las aguas del diluvio (Gn 19) y de los cuales proceden diferentes males que afligen el mundo todos los días.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Nos enseña el Señor en sentido místico, que no debemos tener intimidad entrando en las casas de aquellos que, o se declaran contra Cristo, o le ignoran y . Y debemos preguntar en todas las ciudades, qué personas hay en ellas dignas de recibirnos, esto es, si hay en ellas alguna iglesia y si en esta iglesia habita Cristo, a fin de no ir a otra; porque merece ésta el que os detengáis en ella, pues su dueño es justo. Encontraréis muchos entre los judíos, cuyo respeto a la ley será tal, que a pesar de creer en Cristo a causa de la admiración que produce en ellos la grandeza de los milagros, continuarán, sin embargo, practicando las obras de la ley. Otros, por el contrario, atraídos por la curiosidad de la libertad que les promete Cristo, simularán que abrazan la ley del Evangelio. Finalmente, habrá otros muchos que, guiados por la perversidad de su inteligencia, caerán en el error. Y como casi todos éstos presumen que en ellos está la verdad católica, es preciso tener mucha prudencia hasta en esta misma casa, esto es, en esta Iglesia católica.

MATEO 10,16-18


4016 (Mt 10,16-18)

"Mirad yo os envío como a ovejas en medio de los lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os harán comparecer en sus asambleas, y os azotarán en sus sinagogas: os conducirán a los gobernadores y a los reyes por causa mía, y para que sirváis de testimonio a ellos y a las naciones". (vv. 16-18)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,1 Cristo, después de haber alejado de los Apóstoles todo género de preocupaciones y de haberlos armado con el brillo de sus milagros, les anunció con anticipación los males que les amenazaban. Lo hace así: primero para que aprendieran la virtud de su presciencia; en segundo lugar para que no sospecharan que los males que experimentaban eran resultado de la incapacidad del maestro; tercero, para que no quedasen ellos al sufrir esos males, admirados, como si dichos tormentos les acontecieran inopinadamente y fuera de lo que esperaban y finalmente, para que oyéndolo ahora no tuvieran miedo en los días de los tormentos. Les da en seguida las reglas para este combate, enviándolos desprovistos de todo y mandándoles exijan su alimento de aquellos a quienes evangelizan y no se para en esto, sino que pasa más adelante y les hace ver su poder con las palabras: "He aquí que yo os mando como a ovejas en medio de los lobos, etc". En estas palabras debemos considera, que no los manda simplemente a donde están los lobos, sino en medio de los lobos. De esta manera, venciendo las ovejas a los lobos y existiendo en medio de ellos y no pereciendo a pesar de sus mordeduras, sino atrayéndolos a sí mismos, hace ver de un modo más claro su poder. Y ciertamente causa más admiración la transformación de sus mentes, que el hacerlas perecer. La dulzura, les dice, es lo que debéis desplegar en medio de los lobos.

San Gregorio, in Matthaeum, 17,4. Porque aquel que ejerce el ministerio de la predicación no debe hacer el mal, sino sufrirlo, a fin de aplacar con su mansedumbre el furor de aquellos que se ensañan con él y para que vean que a pesar de estar cubiertos de otras heridas, curan las de los pecadores. Si bien es cierto que en muchas ocasiones el celo por la justicia enciende en el apóstol la ira contra sus discípulos, esta ira debe tener origen en el amor y no en la crueldad y manifestar exteriormente la regla de disciplina: amad con amor paternal en el fondo de vuestros corazones a aquellos que castigáis exteriormente. Hay muchos, que en cuanto reciben el poder de gobernar, se muestran ansiosos de castigar a los que están a su cargo, hacen ver el terror del poder, quieren parecer dominadores, no se reconocen como verdaderos padres y cambian la humildad por el orgullo de dominar. Y aun cuando alguna vez se muestran bondadosos, interiormente arden en deseos de castigar. De éstos se dice: "Vienen a vosotros vestidos de ovejas; pero en su interior son lobos rapaces" (Mt 7,15) Es preciso no olvidar que es contra éstos, contra quienes somos enviados como a ovejas en medio de los lobos, a fin de que nos preservemos de la mordedura del mal, conservando el sentido de la inocencia.

San Jerónimo. Llama lobos a los escribas y fariseos, que eran los clérigos de la religión judía.

San Hilario, in Matthaeum, 10 También se llama lobos a todos aquellos que se habían de ensañar con un odio implacable contra los Apóstoles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,1-2. El consuelo de todos los males lo tenían ellos en el poder de aquel que los enviaba, por eso les dijo lo primero de todo: "Mirad, yo os envío" que equivale a si dijera: No os asustéis porque os envíe en medio de los lobos; porque puedo yo hacer que no sufráis daño alguno y no sólo el que vosotros os mostréis superiores a los lobos, sino el que seáis más terribles que los leones. Y conviene que así suceda, porque de esta manera os haréis más ilustres y se extenderá más mi poder. En seguida, a fin de que ellos pusieran algo de su parte y no creyesen que serían coronados sin mérito alguno, añade: "Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas".

San Jerónimo. A fin de evitar con la prudencia las emboscadas y con la sencillez el mal. Y pone por ejemplo a la serpiente, porque este animal, con objeto de defender su cabeza, donde tiene la vida, la oculta con todo su cuerpo; de la misma manera debemos nosotros proteger aun con peligro de todo nuestro cuerpo a nuestra cabeza, que es Cristo, esto es, debemos conservar pura y sin mancha nuestra fe.

Rábano. Acostumbra la serpiente a elegir, a fin de dejar su piel vieja, escondrijos estrechos, para que al pasar por ellos, el roce la despoje de su piel; de la misma manera deja el predicador al hombre viejo, pasando por el camino estrecho.

Remigio. Es una palabra hermosa aquella, por la que manda el Señor a los predicadores tener la astucia de la serpiente; porque el primer hombre fue engañado por la serpiente, que es como si dijera: Así como la serpiente fue astuta para perdernos, así debéis ser vosotros astutos para salvaros. Ella alabó al árbol, ensalzad vosotros la virtud de la Cruz.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Ella atacó primero al sexo débil, lo engañó después por la esperanza y le prometió participar de la inmortalidad; así igualmente debéis vosotros (teniendo en cuenta la naturaleza y disposición de cada uno), emplear palabras prudentes y revelar la esperanza de los bienes eternos, para que lo que ella negó, lo anunciemos nosotros con toda verdad según la promesa del Señor (Mt 22), a saber: que los que tienen fe, serán semejantes a los ángeles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,2. Así como para no ser heridos en cosas de importancia, conviene tener la astucia de la serpiente, así también cuando nos vemos precisados a sufrir cosas injustas, no debemos abrigar el deseo de la venganza, sino desplegar la sencillez de la paloma.

Remigio. Enlazó el Señor ambas cosas; porque la sencillez sin la prudencia puede ser engañada con facilidad y la prudencia, si no está suavizada por la sencillez, da origen a grandes peligros.

San Jerónimo. La figura de que se reviste el Espíritu Santo nos da a entender la sencillez de la paloma: por eso dice el Apóstol: "Sed pequeños en malicia" (1Co 14)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,2. ¿Qué puede haber más duro que estos mandatos? Porque no basta sufrir los males, sino que es preciso no alterarse por ellos como hace la paloma. No se quita la ira con la ira sino con la dulzura.

Rábano. Las palabras: "Guardáos de los hombres", nos dan a entender de una manera clara, que los lobos de que se ha hablado arriba, son los hombres.

Glosa. Por eso es preciso que seáis como las serpientes, es decir, astutos; porque según ellos acostumbran, os prohibirán primero el que prediquéis en mi nombre, después si no hacéis caso, os azotarán y finalmente, os presentarán a los reyes y a los gobernadores.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Los que intentan imponeros silencio o haceros cómplices.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3. Causa admiración el que unos hombres, que jamás se habían separado del lago donde se ocupaban en pescar, no se marcharan inmediatamente que oyeron semejantes cosas. Pero esto no era efecto sólo de su valor, sino resultado de la sabiduría del Doctor, que puso el remedio a cada uno de los males. Por eso dice: "A causa mía"; porque no es pequeño el consuelo de sufrir por Cristo y el de no ser perseguidos como hombres malvados y perjudiciales. También les dice el motivo de sus persecuciones con aquellas palabras: "Para que les sirva de testimonio":

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 35. Es decir, para aquellos que quitaron la vida con las persecuciones, o que mientras vivieron no cambiaron de conducta, porque la muerte del justo edifica a los buenos y condena a los malos; por eso los elegidos ven en ella un ejemplo que les conduce a la vida, mientras los males perecen sin excusas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3. Esto les servía de consuelo, no porque desearan ellos el castigo de otros, sino porque tenían la convicción de que Cristo estaba con ellos y lo presenciaba todo.

San Hilario, in Matthaeum, 10. No solamente quita este testimonio a los perseguidores la excusa de haber ignorado a Dios, sino que abre el camino a las naciones para que crean en Cristo, predicado por la voz inflexible de los que le confesaban en medio de los tormentos; a esto se alude con la palabra "a las Naciones".

MATEO 10,19-20


4019 (Mt 10,19-20)

"Y cuando os entregaren, no penséis en el modo y en lo que habéis de hablar; porque os será dado en aquella hora lo que habéis de hablar: porque no sois vosotros los que habláis, sino que el Espíritu de vuestro Padre habla en vosotros". (vv. 19-20)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3. A los consuelos anteriores añade el Señor otro nuevo y no pequeño. Por si los Apóstoles decían: ¿Cómo es posible que nosotros podamos persuadir en medio de tales persecuciones?, les manda que no se preocupen con las respuestas y les dice: "No penséis, cuando os entregaren, en el modo de hablar y en lo que habéis de decir".

Remigio. Dos cosas les dice el Señor en estas palabras: el modo de hablar y lo que han de hablar. Lo primero, se refiere a la sagacidad y lo segundo, es propio de la palabra. Pero como El les había de dar las palabras que debían decir y el modo con que las habían de decir, resulta que los predicadores justos no debían preocuparse ni de los pensamientos ni de las palabras.

San Jerónimo. Cuando nosotros seamos conducidos, por la causa de Cristo, delante de los jueces, tan solamente debemos ofrecer nuestra voluntad a Cristo; por lo demás, el mismo Cristo que habita dentro de nosotros, hablará en nuestro favor y el Espíritu Santo nos asistirá con su gracia en las contestaciones.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Porque nuestra fe regularizada por los preceptos divinos, nos enseñará lo que debemos responder: tenemos un ejemplo en Abraham, a quien (después de haberle exigido para el sacrificio a su hijo Isaac) no le faltó un carnero que sirviera de víctima (Gn 22) Y por esta razón sigue: "Porque no sois vosotros los que habláis", etc.

Remigio. Este es el sentido: Vosotros marcháis al combate; pero yo soy el que combato: vosotros decís las palabras; pero yo soy el que hablo: por eso dice San Pablo. "¿Es que vosotros queréis tener la experiencia de aquel que habla en mí, Cristo?" (2Co 13,3)

San Jerónimo. De esta manera los eleva a la dignidad de los profetas, que hablaron animados por el Espíritu de Dios:

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,5. Cuando el Señor dice aquí: "No os preocupéis con lo que habéis de hablar", estas palabras no están en oposición con las que dice en otro lugar: "Estad siempre preparados a satisfacer a los que os pregunten y a exponerles los motivos de vuestra esperanza" (1P 3,15) Porque cuando la lucha es entre amigos, debemos preocuparnos de lo que debemos decir; pero delante de un tribunal terrible y de una turba exaltada y cuando nos vemos rodeados de peligros por todas partes, Cristo nos da un auxilio, para que hablemos con confianza y para que no cedamos al miedo.

MATEO 10,21-22


4021 (Mt 10,21-22)

"Y el hermano entregará a su hermano, y el padre a su hijo, y los hijos se insurreccionarán contra sus padres, y los harán morir; y os tendrán odio todos los hombres, a causa de mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo". (vv. 21-22)

Glosa. Después de haber expuesto los consuelos, les propone a continuación los peligros más graves, diciéndoles: "Y el hermano entregará a su hermano y el padre a su hijo y los hijos se levantarán contra los padres, etcétera".

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 35,3. Son menores los tormentos que experimentamos, cuando provienen de los extraños, que los que sufrimos cuando proceden de aquellos que creíamos nos tenían cariño y buena voluntad; porque en este segundo caso, los tormentos del cuerpo se unen a la pena de haber perdido el cariño.

San Jerónimo. Acontece esto con frecuencia en las persecuciones, porque no hay en ellas cariño entre los que profesan diferente fe.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3. Añade en seguida lo más horrible de todo, diciendo: "Y a vosotros os tendrán odio todos los hombres"; porque se empeñarán en arrojaros de todas partes, como si fuerais enemigos del género humano. Pero en seguida los consuela con las palabras "a causa de mi nombre" y con aquellas otras: "El que perseverare hasta el fin, será salvo". Dice hasta el fin, porque acostumbran muchos a tener mucho fervor al principio y luego decaen completamente; porque ¿qué utilidad se saca de las semillas que dan flores al principio y después se secan? Por esta razón les exige una perseverancia suficiente.

San Jerónimo. No consiste la virtud en principiar, sino en concluir.

Remigio. Y no se da el premio a los que principian, sino a los que perseveran.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,5. A fin de que nadie pueda decir: Que todo lo hizo Cristo en los Apóstoles y que nada tiene de particular el que ellos hicieran tales cosas, puesto que ninguna incomodidad sufrieron, les dice, que tenían necesidad de perseverar. Porque, si bien es cierto que habían salido bien de los primeros peligros, aun tenían reservados otros mayores y después vendrían otros nuevos y no tendrían durante su vida momento alguno sin estar rodeados de emboscadas: y esto es lo que les da a entender, aunque de una manera oculta, por las palabras "El que perseverare hasta el fin, será salvo".

Remigio. Esto es, aquel que no abandonare los preceptos de la fe y no desfalleciere en las persecuciones, será salvo; porque recibirá el reino de los cielos como premio de las persecuciones de los hombres. Y es de notar, que la palabra fin no siempre significa conclusión, sino perfección, conforme con aquellas palabras: "El fin es Cristo" (Rm 10,4), de donde resulta, que las anteriores palabras pueden tener el siguiente sentido: El que perseverare hasta el fin, esto es, en Cristo.

San Agustín, de civitate Dei, 21,25. Porque perseverar en Cristo, es perseverar en su fe, en aquella fe que se realiza por la caridad (Ga 5)


MATEO 10,23


MATEO 10, 23

4023 (Mt 10,23)

"Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra. Porque os digo, en verdad, que no habréis acabado de instruir todas las ciudades, antes de que llegue el Hijo del hombre". (v. 23)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1. Después de haberles hecho las terribles profecías de lo que había de acontecer después de su crucifixión, de su resurrección y de su ascensión, les conduce a otros pensamientos más dulces; porque no les mandó el que fueran con arrogancia a la persecución, sino que huyeran de ella. Por eso les dice: "Y cuando os persiguieren, huid"; usa este lenguaje condescendiente porque estaban ellos aún al principio de su conversión.

San Jerónimo. Todo esto se refiere a aquel tiempo en que los Apóstoles eran enviados a predicar; por eso les dijo con toda propiedad: "No vayáis por el camino de los gentiles". Porque no debían tener miedo a la persecución, pero sí debían evitarla. Es precisamente lo que hicieron los primeros fieles, cuando se levantó en Jerusalén la persecución contra ellos; en seguida se dispersaron por toda Judea (Ac 8) y de esta manera la persecución vino a ser la escuela del Evangelio.

San Agustín, contra Fausto, 22, 39. La razón de por qué el Salvador les manda huir y dio El mismo primero el ejemplo, no es porque fuera incapaz de defenderlos, sino para enseñarles la debilidad humana y para que no se atrevieran a tentar a Dios en cosas que ellos podían y era conveniente que evitaran.

San Agustín,de civitate Dei, 1, 22. Pudo muy bien haberles aconsejado que se valiesen de sus manos, para no caer en las manos de sus perseguidores. Pero esto ni lo mandó ni lo aconsejó, porque quiso que no dejaran esta vida de esa manera aquellos a quienes prometió que El mismo iría a prepararles la mansión eterna y es bien claro, que, a pesar de los muchos ejemplos que puedan oponer los que no conocen a Dios, esto no es lícito a los que creen en un solo Dios verdadero.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1. A fin de que no se pueda decir: ¿A qué viene esto, si cuando nos persiguen nos vamos a otro país y de éste nos arrojan también?, el Señor desvanece esta creencia, diciéndoles: "En verdad os digo, que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel, hasta que llegue el Hijo del hombre". Es decir, no llegaréis antes que yo cuando venga por vosotros, aun cuando recorráis toda la Palestina.

Rábano. O bien les predice, que no todas las ciudades de Israel habrán adoptado la fe que ellos predicaban, antes de la resurrección del Señor y de que les sea permitido predicar el Evangelio en todo el mundo.

San Hilario, in Matthaeum, 10. O de otro modo: les aconseja huir de ciudad en ciudad, porque la predicación de su palabra pasó huyendo de Judea a Grecia y diseminada por todas las ciudades de Grecia por diferentes persecuciones de los Apóstoles, se detiene al fin en todas las naciones. Mas, a fin de hacer ver que todas las naciones, convertidas al Evangelio por las palabras de los Apóstoles, lo mismo que todo el resto de Israel, no debían la fe que tenían más que a su venida, dice: "Vosotros no recorreréis todas las ciudades"; es decir, después de la plenitud de las naciones, lo que quedare de Israel para completar el número de los Santos, vendrá a reunirse a la Iglesia en la futura venida de la resurrección de Cristo.

San Agustín, epístola 228. Hagan, pues, los servidores de Cristo lo que El les ha mandado, o les ha permitido: así como El huyó a Egipto, huyan también ellos de ciudad en ciudad, especialmente cuando sea buscado alguno de ellos por los perseguidores. Pero no abandonen la Iglesia aquellos que no son buscados, sino que permanezcan al frente de ella, a fin de dar el alimento a aquellos que no podrían vivir sin ellos. Y cuando fuere el peligro común a todos (a los obispos, a los clérigos y a los laicos), los que necesitan de los otros no sean abandonados por los que les pueden ayudar, o refúgiense todos reunidos en sitios seguros, sin que sean abandonados los que tienen precisión de permanecer, de aquellos que deben atender a sus necesidades espirituales, a fin de vivir todos reunidos, o de sufrir todos reunidos los tormentos que el Padre de familia les enviare.

Remigio. Debe tenerse presente, que así como el precepto de no huir en las persecuciones comprende especialmente a los Apóstoles y a los hombres fuertes que les sucedan, así también el permiso de huir fue conveniente a aquellos que estaban débiles en la fe, con los cuales tuvo mucha condescendencia el piadoso Maestro, no sea que al ofrecerse con gusto al martirio, una vez puestos en los tormentos, abjuraran de la fe. Mejor es huir que negar. Y aun cuando los que huyen no dan muestras de esa constancia de la fe perfecta, sin embargo, en la misma huida tienen su mérito; porque dan a entender con la huida, que están preparados a abandonar todas las cosas por Cristo. Y algunos, si no se les hubiera dado el permiso de huir, hubieran dicho que ellos eran declarados indignos de la gloria del reino celestial.

San Jerónimo. Podemos nosotros decir en sentido espiritual: Cuando fuéremos perseguidos en una ciudad (esto es, en un libro, o en un pasaje de las Escrituras), huyamos a otras ciudades (esto es, a otros pasajes); porque aunque fuere disputador el perseguidor, el auxilio del Señor nos vendrá antes de que los contrarios alcancen la victoria.

MATEO 10,24-25


4024 (Mt 10,24-25)

"No está el discípulo sobre el maestro; ni el siervo sobre su señor: le basta al discípulo el ser como su maestro, y al siervo como su Señor: Si al Padre de familia llamaron Beelzebub, ¿con cuánta más razón darán ese nombre a sus domésticos?" (vv. 24-25)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1. Como era natural que por las persecuciones ya anunciadas quedaran los discípulos en mal concepto (cosa sumamente bochornosa para muchos) El los consuela con su propio ejemplo y con lo mucho que de El dijeron, que es el mayor consuelo que podían tener.

San Hilario, in Matthaeum, 10. Porque el Señor, luz eterna, jefe de los creyentes y padre de la inmortalidad, anticipó a sus discípulos el consuelo de sus propios sufrimientos, a fin de que tuviéramos como una gloria el igualarnos al Señor, al menos en los padecimientos. Por esta razón dice: "No está el discípulo sobre el maestro", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1. Deben entenderse estas palabras: mientras fuere discípulo y siervo, no está sobre el maestro y sobre el amo, al menos en cuanto a la posición y no sirve oponer a esto algunas excepciones raras, sino que estas palabras deben aplicarse a lo que generalmente sucede.

Remigio. Se llama a sí mismo Maestro y Señor y por las palabras discípulo y siervo quiere que se entiendan los Apóstoles.

Glosa. Como si dijera: no os indignéis porque sufrís lo que yo sufro; porque haciendo yo lo que quiero, soy vuestro Señor y enseñándoos lo que sé que os es útil, vuestro Maestro.

Remigio. Y como esto parece que no concuerda con lo que antecede, a fin de manifestar el sentido de sus palabras, añade: "Si llamaron Belzebub al Padre de familias, ¿con cuánta más razón lo llamarán a sus domésticos?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1. No dijo siervos, sino domésticos, a fin de manifestar la familiaridad que tenía con ellos, según se lee en otro lugar: "No os diré siervos, sino amigos" (Jn 15,15)

Remigio. Como si dijera: No busquéis vosotros los honores temporales, ni la gloria humana, mientras veis que redimo yo al género humano por las burlas y los oprobios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1. Y no solamente dice: ellos han ultrajado al Maestro, sino que, diciendo que le llamaron Belzebub, marca hasta la misma clase de ultraje.

San Jerónimo. Belzebub es el ídolo de Acarón, que en el libro de los Reyes se le llama el ídolo de la mosca: Beel es lo mismo que Bel o Bal y Zebub significa mosca; de ahí es que el príncipe de los demonios es conocido por el nombre del ídolo más impuro, llamado mosca, a causa de su impureza, que destruye la suavidad del aceite (Qo 10,1)


MATEO 10,26-28



Catena aurea ES 4011