Catena aurea ES 4238

MATEO 12,38-40


4238 (Mt 12,38-40)

Entonces le respondieron ciertos escribas y fariseos diciendo: "Maestro, queremos ver señal de ti"; y les respondió diciendo: "la generación mala y adulterina, señal pide: mas no le será dada señal sino la señal de Jonás el profeta: porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra". (vv. 38-40)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,1. Como el Señor había hecho ya muchas veces enmudecer la lengua impertinente de los fariseos por las respuestas que les había dado, acuden ahora a las obras, que es lo que el evangelista admirado dice: "Entonces le respondieron ciertos escribas", etc. Entonces, es decir, cuando les convenía doblegarse, admirarse y quedarse estupefactos. Pero aun entonces no desisten de su malicia; porque dicen: "Queremos ver de ti una señal", para prenderle.

San Jerónimo. Exigen una señal como si no fueran señales las obras que habían visto. San Lucas expresa de una manera más explícita las señales que pedían (Lc 11,15) Nosotros deseamos ver de ti un milagro del cielo. O un fuego como el de Elías, que bajó del cielo (2R 1), o bien un milagro como el de Samuel, que a pesar de la temperatura del clima hizo tronar, relampaguear y llover. (1S 7-12) Como si no pudieran ellos llevar su calumnia sobre semejantes milagros, diciendo que eran resultados de influencias ocultas y distintas de la atmósfera. Porque si tú calumnias lo que ves con los ojos, lo que tocas con las manos y de lo que conoces su utilidad, ¿qué harías de lo que viniera del cielo? Contestarías sin duda que también los Magos en Egipto han hecho muchos prodigios en los aires (Ex 7-8)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,1. Sus palabras respiran adulación e ironía. Antes injuriaban al Señor, llamándolo endemoniado y ahora lo adulan denominándolo maestro, por eso les arguye el Señor con energía, y al contestarles les dice: "Generación perversa". Cuando ellos ultrajaban al Señor, éste les contestaba con dulzura; y cuando lo adulan les responde con energía, manifestándonos con esto que El es superior a la adulación, y que el ultraje no enciende en El la cólera. Todo lo que dice el Señor se reduce a lo siguiente: ¿Qué extraño es que vosotros, que no me conocéis, hagáis todas estas cosas contra mí, cuando lo hacéis también contra el Padre, y a pesar de que tenéis de El una grande experiencia, lo abandonáis y corréis tras del demonio? Por eso los llama "generación perversa", porque han sido ingratos con sus bienhechores, y se han vuelto peores con los beneficios, que es el último grado de la malicia.

San Jerónimo. Y los llamó también con mucha razón "adulterina", porque había abandonado a su marido, y según Ezequiel (Ez 16) se había entregado a muchos amantes.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,1. De esta manera se manifiesta El igual al Padre, porque el no creerlo así los hace generación adúltera.

Rábano. Empieza en seguida a contestarles, no dándoles una señal del cielo (de que eran indignos), sino del profundo infierno. Mas dio una señal del cielo a sus discípulos, a quienes enseñó sobre la montaña un símbolo de su gloria eterna (Mt 17), y después la realidad de verlo elevarse al cielo (Mc 16) Por eso sigue: "Y no será dada la señal".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,1. No hacía El los milagros para atraerlos (porque conocía que eran de piedra) sino para convertir a los demás. O también, no les dio la señal que ellos pedían porque no la recibirían; pero se la dio después haciéndoles conocer su poder por aquello que ocurrió posteriormente. Esto es lo que quiso decir, aunque de una manera algo encubierta, con las palabras: "Y no será dada la señal a ellos" que equivale a decir: os he manifestado muchos beneficios, ninguno de ellos ha sido suficiente para inclinaros a que respetéis mi virtud, que conoceréis cuando veáis destruida vuestra ciudad. En seguida intercala el evangelista algunas palabras del Señor sobre su resurrección, de que ellos tendrían conocimiento por los castigos que tenían que sufrir; y así dice: "sino la señal de Jonás profeta": Nadie en realidad hubiera tenido fe en la Cruz, si no hubiera estado apoyada en los milagros, y si no hubiera sido creída la cruz, tampoco lo hubiera sido la resurrección. Por eso la llama señal, y para que se tenga como una verdad, la presenta como una figura profética. Por eso sigue: "Como estuvo Jonás en el vientre de la ballena", etc.

Rábano. Da a entender que los judíos eran tan criminales como los ninivitas y estaban próximos a ser destruidos si no hacían penitencia, pero así como les anuncia Jonás el castigo y el modo de evitarlo (Jon 3), así también los judíos no deben desesperarse creyendo que no obtendrán perdón, si al menos después de la resurrección del Señor hacen penitencia. Porque Jonás (palabra que significa paloma o el que gime), es señal de aquél sobre quien desciende el Espíritu Santo en forma de paloma (Lc 3), y del que cargó con nuestros pecados (Is 53) El pez que tragó a Jonás en el mar (Jon 2), significa la muerte que sufrió Cristo en el mundo. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de la ballena y Cristo en el sepulcro. Jonás fue lanzado sobre la playa árida y Cristo resucitó en la gloria.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,24. Quieren algunos, que no comprenden el modo en que se expresa la Escritura, contar por una noche aquellas tres horas desde las seis hasta las nueve en que estuvo obscurecido el sol, y por día aquellas otras tres horas durante las cuales el sol volvió a iluminar la tierra, esto es, desde las nueve hasta la postura del sol. Sigue la noche del sábado con su correspondiente día, da por resultado dos noches y dos días, porque después del sábado sigue la noche del primer día (esto es, del amanecer del domingo) en que resucitó el Señor. Serán, pues, dos días y dos noches, más otra noche, que podría tomarse en toda su extensión, aun cuando no contemos la aurora de la resurrección como la parte extrema de esta noche, por lo cual contando seis horas, tres de tinieblas y tres de luz, resultan tres días y tres noches. Nos resta, pues, como solución para la inteligencia el modo de expresarse las Escrituras, al tomar la parte por el todo.

San Jerónimo. No quiere decir que estuviera el Señor tres días y tres noches en el infierno, sino para que se entienda en parte la Pascua y una parte del domingo, y todo el día sábado.

San Agustín, de Trinitate, 4,6. La misma Escritura nos asegura que no fueron completos estos tres días, sino que la tarde del primer día se cuenta como día entero, al igual que la mañana del tercer día. El segundo día divide las veinticuatro horas en doce de día y doce de noche. La noche que termina en la aurora que anunció la resurrección del Señor pertenece al tercer día. Así como los días primeros fueron contados desde la luz hacia la noche, a causa de la caída del hombre, así estos días son contados desde las tinieblas hacia la luz, a causa de la reparación del hombre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,1-2. No dijo de una manera clara que resucitaría, porque serviría esto de burla a los fariseos, sino que lo hizo con palabras encubiertas, para que aceptaran ellos por la fe lo que El preveía. Y no dijo en la tierra, sino en el corazón de la tierra, a fin de anunciarles su sepulcro, y de que nadie creyera que había sido aparente su muerte. Y puso tres días para no dar lugar a la menor duda de que realmente había muerto. Pero hasta la misma figura demuestra la verdad, porque Jonás no estuvo de una manera aparente tres días en el vientre de la ballena, sino que estuvo en realidad; de donde resulta bien claro que son hijos del diablo los que siguen la doctrina de Marción, quien sostuvo que fue una quimera la pasión de Cristo. Al decir que la señal del profeta Jonás se daría a aquella generación, el Señor indica que había de padecer por ellos, aunque no les aprovecharía su pasión.

MATEO 12,41-42


4241 (Mt 12,41-42)

"Los Ninivitas se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán: porque hicieron penitencia por la predicación de Jonás. Y he aquí en este lugar más que Jonás. La reina del Austro se levantará en juicio con esta generación, y la condenará: porque vino desde los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón. Y he aquí más que Salomón". (vv. 41-42)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,2. El Señor, a fin de que nadie creyera que los judíos habían de tener el mismo fin que los ninivitas, es decir, que así como éstos se convirtieron por la predicación de Jonás y salvaron su ciudad del peligro que los amenazaba, también aquéllos se convertirían vista la resurrección, nos hace ver todo lo contrario y nos dice que ningún fruto sacaron ellos de la pasión, y que por lo mismo sufrirán más severamente por su pecado, como dice más abajo valiéndose del ejemplo del demonio. Entretanto nos manifiesta la justicia de su condenación con las palabras: "Los ninivitas se levantarán en juicio con esta generación".

Remigio. En estas palabras dice bien claro el Señor que no habrá más que una sola resurrección para los buenos y los malos, y refuta a los herejes que sostuvieron que había dos resurrecciones: una para los buenos y otra para los malos. También destruye con estas palabras la fábula de los judíos de que se celebraría la resurrección mil años antes que el juicio, puesto que nos demuestra que en seguida de la resurrección, se celebrará también el juicio. "Y ellos la condenarán".

San Jerónimo. No por el poder de su sentencia sino por el ejemplo de su conducta, por lo que añade: "Porque hicieron penitencia por la predicación de Jonás". "Y he aquí en este lugar más que Jonás": La palabra hic es adverbio de lugar, y no pronombre. Jonás predicó tres días, según interpretación de los Setenta; yo durante un tiempo más largo. Aquél a los Asirios, gente incrédula; yo a los judíos, pueblo de Dios. Aquél no hizo más que predicar simplemente y sin hacer milagro alguno; y yo después de haber hecho tantos, sufro la calumnia de que me llamen Beelzebub.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,3. No se contenta el Señor con lo dicho sino que añade la cita de "la Reina de Sabá", etc. Esta cita da aún más fuerza que la anterior. Porque Jonás marchó a los ninivitas; pero la Reina de Sabá no esperó que Salomón fuese a donde estaba ella, sino que ella misma marchó a donde estaba Salomón a pesar de ser mujer y extranjera, y de países lejanos, y sin tener miedo a la muerte, llevada sólo del atractivo de las palabras llenas de sabiduría. Llegó allí, pues, la mujer, y yo he llegado aquí; venía ella de los confines de la tierra, y yo recorro las ciudades y las aldeas; disputó ella sobre los árboles y las maderas, yo sobre los inefables misterios.

San Jerónimo. Del mismo modo condenará la Reina de Sabá al pueblo de los judíos, con que los ninivitas condenarán al incrédulo Israel. Esa Reina es la Reina de Sabá, de que se habla en el libro de los Reyes (1R 10), y en las Crónicas (2Ch 9), que llegó a Jerusalén después de haber abandonado su reino, pasando por tantas dificultades, con el objeto de oír la sabiduría de Salomón y ofrecerle muchos regalos. En la figura de Ninive y de la Reina de Sabá vemos la fe de las naciones, que fueron preferidas a Israel.

Rábano. Los ninivitas representan a todos los que dejan de pecar y la Reina a los que no saben pecar, porque la penitencia borra el pecado y la sabiduría lo evita.

Remigio. Con razón se aplica el nombre de Reina a la Iglesia, compuesta de muchas naciones; porque sabe ella gobernar sus costumbres. De ella dice el Salmista: "La Reina ha estado sentada a nuestra derecha" (Ps 44,10) La Reina de Sabá, porque superabunda en ella el fuego del Espíritu Santo, y el viento cálido del Sur es figura del Espíritu Santo. Y Salomón, que significa pacífico, representa a aquel de quien se ha dicho: "El es nuestra paz" (Ep 2,14)


MATEO 12,43-45


MATEO 12, 43-45

4243 (Mt 12,43-45)

"Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por los lugares secos buscando reposo, y no le halla. Entonces dice: Me volveré a mi casa, de donde salí. Y cuando viene, hállala desocupada, barrida y alhajada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entran dentro, y moran allí; y lo postrero de aquel hombre es peor que lo primero. Así también acontecerá a esta generación muy mala". (vv. 43-45)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,3. Después de haber dicho el Señor a los judíos: "Los ninivitas se levantarán en juicio y condenarán a esta generación", a fin de que no desprecien sus amenazas por la tardanza de su realización y se hagan más perezosos para convertirse, les manifiesta que no sólo en el otro mundo, sino también en éste, sufrirán grandísimas desgracias, y les presenta la pena que les está reservada bajo cierto velo. Por eso dice: "Cuando el espíritu inmundo", etc.

San Jerónimo. Opinan algunos que este pasaje dice relación a los herejes, a quienes abandona el demonio de que antes estaban poseídos, cuando pasan de la incredulidad a la fe; pero después, cuando se vuelven a la herejía y adornan su casa con fingidas virtudes, el diablo se va a ellos en compañía de otros siete espíritus malos, habita en ellos y es su fin peor que su principio. Son efectivamente los herejes de peor condición que los incrédulos, porque de éstos hay esperanza de que crean, pero en los otros lucha y discordia. Y aunque sus explicaciones tengan alguna vez algún aplauso o visos de probabilidad, no sé si tengan la verdad. Por esta razón termina la parábola o el ejemplo que precede, con las siguientes palabras: "Así acontecerá a esta generación muy mala". Sin embargo, nos vemos obligados a aplicar este pasaje, no a los herejes y a otros hombres de cualquier clase que sean, sino al pueblo judío, porque no es el contexto de este lugar vago, indeterminado y susceptible, como acostumbran a hacer los necios, hablando de distintos sentidos; sino que ofrece una unidad compacta y forma con lo que antecede y con lo que sigue, desde el principio hasta el fin, un todo. De donde resulta, que cuando los judíos recibieron la ley salió de ellos el espíritu inmundo. Arrojado de los judíos anduvo por las soledades de las naciones.

Remigio. Los lugares secos son los corazones de los gentiles, que no están humedecidos por las aguas saludables, es decir, que son extraños a las Escrituras, a los dones espirituales y al Espíritu Santo.

Rábano. O también son lugares secos los corazones de los fieles que después de haber sido despojados de la molicie de los pensamientos disolutos, explora el enemigo astuto, a fin de fijar en ellos sus pasos; pero no podrá el diablo, que huye de los espíritus castos, encontrar el descanso que apetece, más que en el corazón de los malvados. Por eso sigue el evangelista: "Y no encuentra".

Remigio. Creía el diablo que podía tener un descanso eterno en el corazón del pueblo gentil. "Y no lo encontró". Porque la gentilidad creyó en el Hijo de Dios cuando apareció por el misterio de la Encarnación.

San Jerónimo. No hallando el demonio lugar alguno entre los gentiles después de su conversión al Señor, dijo: Volveré a mi casa, de donde salí; tengo a los judíos, a quienes había dejado. Y cuando llegó, encontró su casa vacía, barrida y adornada; en efecto, estaba vacío el templo de los judíos, y no hospedaba a Cristo que decía: "Levantaos, y salgamos de aquí" (Jn 14,31) Y como estaba vacío de Dios y de los ángeles protectores y estaba adornado con las observancias superfluas de la ley y las tradiciones de los fariseos, el diablo volvió a este lugar, que ya había ocupado otras veces y tomó posesión de su antigua casa en compañía de otros siete demonios. Y lo postrero de este pueblo es peor que lo primero, porque están poseídos de mayor número de demonios los que blasfeman en sus sinagogas contra Cristo Jesús, que aquellos que lo estaban en Egipto antes de conocer la ley, porque es más culpable no creer en Cristo después de su llegada al mundo, que el no creer en El antes de venir. El número de siete demonios que se unieron al diablo, significa o el día del sábado, o los siete dones del Espíritu Santo, porque, así como se lee en Isaías (Is 11) que bajaron siete especies de virtudes sobre la flor de la vara de Jesé, así también por contraposición se consagró al diablo el número de siete vicios. Con razón, pues, se puede decir, que él tomó siete espíritus, o por razón de la violación del sábado, o a causa de los siete pecados capitales contrarios a los siete dones del Espíritu Santo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,3-4. O también es expresión del castigo de los judíos; porque dice el Salvador que atraerán sobre sí gravísimos males todos aquellos que después de haber estado poseídos del demonio y haber sido librados de él cayeron en una grande desidia. Así os sucederá a vosotros mismos, porque cuando adorabais a los ídolos y sacrificabais vuestros hijos a los demonios estabais antes apresados por el demonio, y sin embargo no os abandoné, sino que lancé de vosotros al demonio por mis profetas, y yo después he venido para libraros mucho mejor. Pero no queréis hacerme caso, caísteis en un crimen mayor (porque es más grave quitar la vida a Cristo que a su profeta) Por esta razón experimentaréis castigos más afrentosos. Porque los castigos que experimentó en tiempos de Vespasiano y Tito este pueblo miserable, fueron mucho más terribles que los que sufrió en Egipto y en Babilonia, y en tiempo de Antíoco. Y no sólo les hace ver el Señor todo esto, sino la desolación de sus almas, destituidas de toda clase de virtud, y más accesibles ahora que antes al demonio. Esta doctrina tiene aplicación no solamente a los judíos, sino también a nosotros, si después de haber sido iluminados y arrancados de nuestros primeros pecados nos entregamos a la corrupción, y el castigo de estos últimos pecados será más terrible que el de los primeros, por eso dijo Cristo al paralítico "Mira, ya estás curado; no vuelvas a pecar, no te acontezca otra cosa peor" (Jn 5)

Rábano. Todo hombre convertido a la fe abandona al demonio, del que queda libre por el bautismo. Y el demonio, viéndose arrojado del hombre, recorre los lugares áridos, esto es, los corazones de los fieles.

San Gregorio Magno, Moralia, 33,3. Los lugares áridos y secos son los corazones de los justos. La fortaleza de la disciplina los ha secado de los humores de las concupiscencias carnales. Los lugares húmedos son las almas de los hombres terrenales, a quienes, llenándoles de humores la concupiscencia carnal, les hace caer en la corrupción. En éstos es en quienes imprime el diablo su perversa huella con tanta más profundidad, cuanto más desciende al terreno húmedo de esas desgraciadas almas.

Rábano. Y volviendo a su casa, de donde había salido, la halló vacía de todo acto bueno, a causa de los efectos de la negligencia. Limpia de la inmundicia (esto es, de los antiguos vicios), mediante el bautismo, adornada de falsas vestiduras a causa de la hipocresía.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,8. Significó el Señor por esas palabras, que creerán algunos de tal manera, que volverán al mundo por no poder sufrir las fatigas de la continencia. Las palabras: "Tomó consigo otros siete espíritus", significan que aquel que cayere de la justicia, tendrá la hipocresía, porque expulsados los apetitos de la carne por las obras ordinarias de la penitencia , y no encontrando donde reposar, vuelven con mayores deseos y ocupan otra vez las almas negligentes, a fin de que la palabra de Dios, predicada por la sana doctrina, no pueda entrar nuevamente en esas almas como habitante de una casa limpia de toda inmundicia. Y no sólo porque habitarán en ellas los siete vicios contrarios a las siete virtudes espirituales, sino porque fingirá por medio de la hipocresía tener esas siete virtudes. Por eso la concupiscencia, a fin de hacer peores los extremos de esas almas que sus principios, vuelve acompañada de otros siete espíritus más perversos (esto es, de los mismos siete fingimientos)

San Gregorio Magno, Moralia, 7,8. Sucede con frecuencia, que cuando las almas se engríen por sus primeros progresos, presentan, desde el momento en que se dejan llevar de la vanidad, una puerta abierta al terrible enemigo, por donde él se precipita en las almas con tanto más estrago cuanto mayor fue su dolor durante el tiempo en que estuvo privado de su dominio.

MATEO 12,46-50


4246 (Mt 12,46-50)

Cuando estaba todavía hablando a las gentes, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera, que le querían hablar. Y le dijo uno: "Mira que tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan". Y El, respondiendo al que le hablaba, le dijo: "¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?" Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: "Ved aquí mi Madre y mis hermanos: Porque todo aquél que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y Madre". (vv. 46-50)

San Hilario, in Matthaeum, 12. Como había anunciado todo lo que precede en nombre de la majestad de su Padre, ahora el evangelista nos manifiesta lo que contestó al que le dijo que su Madre y sus hermanos le estaban esperando a la parte de afuera: "Cuando estaba todavía hablando a las gentes".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,40. Es indudable que sucedió a continuación de lo anterior lo que aquí nos refiere el evangelista, quien se vale, antes de referirlo, de la transición siguiente: "Cuando estaba todavía hablando a las gentes". ¿Y qué quiere decir la palabra todavía, sino que El estaba hablando aun las cosas que hemos referido? También San Marcos, después de habernos contado todo lo concerniente a la blasfemia contra el Espíritu Santo, dijo: "Y llegan su Madre y sus hermanos" (Mc 3,31) San Lucas no siguió este orden, sino que puso primero el hecho, y lo refirió según (Lc 8) lo iba recordando.

San Jerónimo. De aquí, esto es, de decir el Evangelio los hermanos del Señor, deduce Helvidio su error. ¿Cómo, dice él, se llaman en el Evangelio hermanos del Señor los que no eran hermanos suyos? Pero es necesario tener presente que el nombre de hermanos se toma bajo cuatro sentidos en las Sagradas Escrituras: hay hermanos de naturaleza, de nación, de parentesco y de cariño. Por naturaleza, como Esaú y Jacob (Gn 25); por nacionalidad, así todos los judíos se llaman entre sí hermanos, como en el Deuteronomio (Dt 17,15); "No podrás constituir como rey sobre ti un hombre extranjero que no es tu hermano". Además, se llaman hermanos los que son de una misma familia, como en el Génesis: "Y dijo Abraham a Lot: no haya disputa entre tú y yo, porque somos hermanos" (Gn 13,8) Los hermanos de cariño lo son, o de una manera general, o de una manera individual. Así se llaman de una manera más especial hermanos todos los cristianos, como dice el Salvador: "Ve y di a mis hermanos" (Jn 20,17), y de una manera general, porque todos los hombres reconocen un solo padre y están unidos entre sí por un parentesco común y esto es lo que se lee en Isaías: "Decid a los que os aborrecieron: Vosotros sois nuestros hermanos" (Is 66,9) Pregunto yo ahora: ¿de qué manera son hermanos del Señor los que así llama el Evangelio? ¿Por naturaleza? Pero la Escritura no lo dice ni los llama hijos de María ni de José. ¿Por la nacionalidad? Pero esto es un absurdo, porque sería llamar hermanos a unos cuantos judíos, y no a los demás; siendo así que todos los judíos que estaban allí presentes tenían derecho a la misma denominación. ¿Es según el sentimiento humano o sobrenatural? Pero en este sentido ¿quién mejor que los Apóstoles, a quienes daba el Señor instrucciones íntimas, merecía llamarse hermano? O si todos (porque son hombres) son hermanos, fue una cosa necia anunciar como cosa propia a los que lo esperaban fuera diciendo: "Mira, tus hermanos te buscan". Resulta, pues, que la palabra hermano debe tomarse no en el sentido de la naturaleza, ni en el de la nacionalidad, ni en el de afecto, sino en el de parentesco.

San Jerónimo. Las palabras "hermanos del Señor" hacen suponer a algunos, siguiendo las locuras de algunos apócrifos, y fingiendo la existencia de una mujerzuela llamada Esca, que José había tenido otros hijos de una esposa anterior. Pero nosotros comprendemos bajo la palabra hermano, no los hijos de José, sino a los consobrinos del Salvador, a los hijos de la tía materna del Señor, la cual es llamada en el Evangelio madre de Santiago el menor, de José y de Judas, a quienes en otro lugar del Evangelio (Mc 6 Gál Mc 1), se les llama hermanos del Señor. Toda la Escritura nos da testimonio de que el nombre de hermanos se extiende hasta los consobrinos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,1. Ved ahí el orgullo de sus parientes, porque debían entrar y mezclarse con las turbas para oírle, o si no querían esto, esperar hasta el final del discurso y acercársele entonces. Pero ellos lo llaman afuera y lo hacen en presencia de todos para manifestar su vanidad y hacer ver a todos que mandan con autoridad a Cristo, cosa que manifiesta el evangelista e insinúa bajo cierto velo, cuando dice: "Cuando estaba todavía hablando", que es como si dijera: ¿No lo podían haber hecho en otra ocasión? ¿Y qué deseaban ellos hablar? Si era en favor de los dogmas de la verdad, debían de haberse contentado de una manera ordinaria a fin de ganar de este modo las almas de sus oyentes; y si era de cosas pertenecientes a ellos no era oportuno llamarle con tanta prontitud, de donde resulta que lo hacían llevados de la vanagloria.

San Agustín, de natura et gratia, 36. Cuanto se diga de los parientes del Señor, si se trata del pecado, bajo ningún concepto quiero que se diga de la Virgen María (por el honor de Cristo) Nosotros sabemos que le fueron concedidas las mayores gracias para triunfar de todo pecado, porque ella era la destinada a concebir y a dar a luz a quien nos consta que jamás tuvo pecado alguno.

Sigue: le dijo un cierto hombre: "Mira, tu Madre y tus hermanos están afuera buscándote".

San Jerónimo. Se me figura que el anunciante no habla por casualidad ni con sinceridad, sino para tenderle algún lazo, sin duda para ver si prefería a la obra espiritual la carne y la sangre. Por eso el Señor, sin negar a su Madre y a sus parientes, sino para contestar al que le avisaba, rehusó el salir.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,1. Y no dijo: "Marcha, dile que no es mi Madre", sino que se dirigió al que le avisaba, y contestándole cuando le hablaba, le dijo: "¿Cuál es mi Madre, y cuáles son mis hermanos?1" San Hilario, in Matthaeum, 12. No se debe juzgar por estas palabras que en ellas dio El un testimonio de desaire hacia su Madre, puesto que desde lo alto de la cruz le dio pruebas de solicitud y amor filial (Jn 19)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,1. Si hubiera El querido negar a su Madre, lo hubiera hecho cuando los judíos se mofaban de El con ocasión de su Madre (Mc 6)

San Jerónimo. No negó El, pues, como pretenden Marción y Maniqueo, a su Madre, de quien nació, para no dar lugar a que se creyese que era hijo de un fantasma, sino que quiso destacar el vínculo con los discípulos sobre el vínculo de parentesco, para enseñarnos a preferir el vínculo del espíritu al de los parientes.

San Ambrosio, In Lucam, 6. Es propio del Maestro ofrecer a los demás un ejemplo en su persona cuando dicta un precepto. Así, el comienza por cumplirlo. Antes de determinar que quien no deja a su padre y a su madre no es digno del Hijo de Dios (Lc 14,26) El se somete al principio señalado. Ciertamente, no reprueba el cariño filial debido a su madre, pues de El viene el mandamiento: "Honra a tu padre y a tu madre" (Ex 50) Más bien quiere enseñar que más que los piadosos sentimientos y cariño para su madre por ser físicamente tal, los que no descarta, busca destacar la unión a la voluntad de su Padre celestial, en la que se da la mayor unión de las almas2.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 3,2. El Señor se dignó llamar hermanos a los discípulos, diciendo: "Id y anunciad a mis hermanos" (Mt 28,10) Pero se preguntará: ¿Cómo el que por la fe se ha hecho hermano de Cristo, puede llegar a ser madre? Para contestar a esta pregunta debemos tener presente que el que por la fe se hace hermano o hermana de Cristo, se hace madre por la predicación, porque viene como a dar a luz al Señor infundiéndolo en el corazón de los oyentes. Y se hace madre de El, si mediante su voz engendra en el alma del prójimo el amor del Señor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2. Lo que se acaba de decir nos enseña también otra cosa, a saber: que no se debe despreciar la virtud dejándose llevar de la confianza que puede inspirar el parentesco; porque si nada aprovecha a la Madre el ser Madre, si no tiene virtud, ¿quién podrá gloriarse de encontrar su salvación en el parentesco? Porque no hay más que una sola nobleza, el hacer la voluntad de Dios, y por eso sigue: "Cualquiera, pues, que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, es mi hermano, mi hermana y mi Madre". Muchas mujeres glorificaron a aquella Virgen santa, y a su vientre, y desearon ser madres parecidas a ella. ¿Quién se lo impide? Abierto tenéis el camino, y no sólo las mujeres, sino también los hombres pueden llegar a ser Madre de Dios.

San Jerónimo. Digámoslo de otra manera, el Salvador habla a las turbas, y en sentido más íntimo, enseña a las naciones: su Madre y sus parientes, esto es, la sinagoga y el pueblo de los judíos, están a la parte de afuera.


San Hilario, in Matthaeum, 12. Tenían ellos, lo mismo que los demás, la facultad de entrar hasta El; pero porque había venido entre los suyos y no le recibieron (Jn 1,2), se abstienen de entrar y de aproximarse a El.


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 3,2. De donde su Madre está afuera, como si no la conociese, pues no es reconocida la sinagoga por aquel que la fundó, en atención a que, ateniéndose a la observancia de la ley, perdió la inteligencia espiritual, y se quedó en la puerta guardando la letra.

San Jerónimo. Después de haber rogado, de haber buscado y de haber mandado un mensajero, recibieron la respuesta: tenéis libre albedrío; si queréis podéis entrar y creer.

MATEO 13,1-9


4301 (Mt 13,1-9)

En aquel día, saliendo Jesús de la casa, se sentó a la orilla del mar. Y se llegaron a El muchas gentes, por manera que entrando en un barco se sentó: y toda la gente estaba en pie a la ribera, y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: "He aquí que salió un sembrador a sembrar. Y cuando sembraba, algunas semillas cayeron junto al camino, y vinieron las aves del cielo y las comieron. Otras cayeron en lugares pedregosos, en donde no tenían mucha tierra; y nacieron luego, porque no tenían tierra profunda; mas en saliendo el sol se quemaron y se secaron, porque no tenían raíz; y otras cayeron entre espinas, y crecieron las espinas y las ahogaron; y otras cayeron en tierra buena, y rendían fruto: una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta: el que tenga orejas para oír, que oiga". (vv. 1-9)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2. Después de haber respondido a aquel que le había anunciado la presencia de su Madre y de sus parientes, hizo lo que deseaban ellos, es decir, salió de la casa, sanando primeramente a sus parientes de la enfermedad de la vanagloria, y dando, en segundo lugar, el honor que se debe a una Madre. Por eso dice: "En aquel día, saliendo Jesús", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,41. La palabra: "en aquel día" indica suficientemente que El salió inmediatamente después de lo que precede o poco tiempo después, a no ser que la palabra día se tome en el sentido que lo toma algunas veces la Escritura, es decir, como tiempo indefinido.

Rábano. No sólo las palabras y las acciones del Señor, sino hasta los caminos y los lugares que recorrió, están llenos de enseñanzas divinas. Porque después del discurso que tuvo en la casa donde se pronunció la horrible blasfemia de que tenía el demonio, se salió de allí, y enseñó en las riberas del mar, para manifestar que abandonando la Judea a causa de su perfidia, pasaría a otras naciones para salvarlas, porque los corazones de los gentiles, por mucho tiempo soberbios e incrédulos, se parecen a las soberbias y amargas olas del mar. ¿Quién ignora que la casa del Señor era la Judea consagrada a El por la fe?

San Jerónimo. Es necesario no olvidar que el pueblo no podía entrar en la casa de Jesús, ni estar en donde oían los Apóstoles los misterios. Por eso el Señor misericordioso sale de su casa y se sienta en la ribera del mar, a fin de que lo puedan rodear las numerosas turbas, y oigan en la ribera lo que no merecían escuchar en el interior de la casa. Por lo que sigue: "Y se llegaron a El muchas gentes".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2. No expresó todo esto el evangelista sin intención, pues quiso hacernos ver, al describirnos con tanta diligencia este espectáculo, que el plan del Señor era no dejar a nadie detrás de sí, sino el tenerlos a todos delante de sus ojos.

San Hilario, in Matthaeum, 13. Se ve por el contexto que el Señor se sentó en una nave y que las turbas se quedaron en la ribera. Les habló con parábolas para darnos a entender que los que están fuera de la Iglesia no pueden comprender las conversaciones divinas. La nave representa la Iglesia, dentro de la cual es depositada y predicada la palabra de vida, palabra que no pueden comprender quienes están fuera de la Iglesia, como si fueran arena estéril.


San Jerónimo. Jesús está en medio de las olas, que por todas partes golpean; pero, El tranquilo en su Majestad, aproxima la nave a la tierra, a fin de que no teniendo el pueblo de qué temer, ni viéndose rodeado de tentaciones que no pudiera vencer, se esté quieto en la ribera y oiga sus palabras.

Rábano. O también, al entrar en la nave y sentarse en el mar, significa que Cristo subiría por la fe hasta las almas de los gentiles y que colocaría la Iglesia en el mar, es decir, en medio de las naciones perseguidoras. La turba que se quedaba en la ribera, y no estaba ni en la nave ni en el mar, figura a los que reciben la palabra de Dios y por la fe están separados del mar, esto es, de los réprobos, pero que aún no están imbuidos en los misterios celestiales.

Sigue: "Y les habló muchas cosas en parábolas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2. Aunque no lo hizo así en la montaña, donde no fue su discurso un tejido de parábolas, porque no había allí más que el pueblo bajo e ignorante, mientras que aquí estaban los escribas y los fariseos. Mas no habló sólo en parábolas por esta razón, sino para dar más claridad a sus palabras, para que las grabasen más profundamente en su memoria y las tuviesen siempre delante de su vista.


San Jerónimo. Y es de notar que no todas sino muchas cosas las habló en parábolas, porque si lo hubiera dicho todo en parábolas se hubiera retirado el pueblo sin sacar fruto alguno y mezcla las cosas que son muy claras con las oscuras, para que vengan en conocimiento por las cosas que entienden de las cosas que no entienden. Mas como el pueblo no tenía un solo modo de ver las cosas, sino que cada uno las veía a su modo, por eso les habla en muchas parábolas, a fin de que todos reciban diversas enseñanzas según sus diversos sentimientos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2. Y pone por primera parábola aquella en que el auditorio había de prestar más atención. Y puesto que El había de hablar por figuras, de ahí el excitar la atención de los que lo escuchaban con la primera parábola en estos términos: "He aquí que salió un sembrador a sembrar su semilla", etc.

San Jerónimo. Este sembrador es el Hijo de Dios, que ha venido a sembrar entre los pueblos la palabra de su Padre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,3. ¿De dónde o cómo salió el que está presente en todas partes? No salió de ningún lugar, pero por la encarnación se aproxima a nosotros revistiéndose de carne; y ha venido a nosotros porque no podíamos nosotros ir a El por impedírnoslo nuestros pecados.

Rábano. O también salió cuando, después de abandonar la Judea, pasó a otras naciones.

San Jerónimo. O también estaba adentro cuando se hallaba en la casa hablando con sus discípulos sobre los misterios. Y salió de su casa para sembrar su semilla en medio de las turbas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,3. Cuando oigáis las palabras: "El sembrador salió a sembrar", no creáis que hay identidad entre las palabras de esa frase; porque el sembrador sale muchas veces a otras cosas diferentes, como son para arar la tierra, arrancar las malas hierbas, quitar las espinas, o para cualquier otra operación que exige mucho conocimiento. Pero éste salió con el objeto único de sembrar. ¿Y qué resultó de la siembra? Se perdieron tres partes, y una sola se salvó, y esto no con igualdad, sino con cierta diferencia. Por eso sigue el evangelista: "Y cuando sembraba, algunas semillas cayeron cerca del camino", etc.

San Jerónimo. Valentín se vale de esta parábola para sentar su error sobre las tres naturalezas: espiritual, natural o animal y terrenal, siendo así que aquí se habla de cuatro: La una es el camino; la otra está cubierta de piedras; la tercera de espinas, y la cuarta es la tierra buena.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,3. ¿Pero qué razón habrá para sembrar entre espinas, sobre piedras y en los caminos? No tendría esto razón de ser si atendemos a las semillas y a la tierra, que son cosas materiales; porque no tiene la piedra poder para volverse tierra, ni el camino de no ser camino, ni la espina de no ser espina; pero sí tiene una laudable aplicación en las almas y en las doctrinas. Es posible que la piedra sea hecha una tierra pingüe, que el camino no vuelva a ser pisado y que queden destruidas las espinas. No es culpable el sembrador de que se pierda la mayor parte de la siembra, sino la tierra que la recibe, es decir, el alma, porque el sembrador, al cumplir su misión, no distingue al rico ni al pobre, ni al sabio ni al ignorante, sino que habla indistintamente a todos, en previsión, sin embargo, de lo que había de resultar. De esta manera puede decir: "¿Qué pude yo hacer y no hice?" (Is 5,4) Por esta razón no dice que los perezosos recibieron tal parte de la semilla y la dejaron perecer; que los ricos recibieron otra parte y la ahogaron; y los voluptuosos esta otra parte y la perdieron. No quiso El tocar a nadie en particular con energía, para no engendrar la desconfianza. Enseña también el Señor por esta parábola a sus discípulos que no abandonen su misión porque haya entre sus oyentes algunos que perezcan, puesto que el Señor, que todo lo prevé, no ha dejado por ese motivo de sembrar.

San Jerónimo. Reparad que ésta es la primera parábola y que ella está puesta con su explicación, y guardaos de dar a los discursos del Señor, explicados por El mismo, otra explicación, o añadir o quitar nada de lo que el Señor ha expuesto.

Rábano. Debemos recorrer ligeramente el camino que el Señor dejó a nuestra inteligencia. El camino es el alma llena de celo, pisoteada y desecada por el miedo de los malos pensamientos; la piedra, la dureza del alma procaz; la tierra, la facilidad del alma obediente; y el sol, el ardor de la persecución que se ensaña; la profundidad de la tierra es la probidad del alma formada según las enseñanzas divinas. Ya hemos dicho que unas mismas cosas no siempre tienen un mismo sentido en las interpretaciones alegóricas.

San Jerónimo. Hemos tratado de fijar nuestra atención siempre que hemos sido amonestados con las palabras siguientes: "El que tenga orejas para oír, oiga".

Remigio. Las orejas para oír son las orejas del alma, que deben servir para comprender y practicar los mandamientos de Dios.


Catena aurea ES 4238