Catena aurea ES 4331

MATEO 13,31-32


4331 (Mt 13,31-32)

Otra parábola les propuso diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza que tomó un hombre y sembró en su campo: ésta en verdad es la menor de todas las simientes: pero después que crece, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas". (vv. 31-32)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2. Había dicho el Señor que se pierden tres partes de la simiente, y sólo una se conserva, y en esta última hay también mucha pérdida a causa de la cizaña que sobre ella se siembra. Y a fin de que sus discípulos no le dijeran: ¿Quiénes y cuántos serán, pues, los fieles? les quita ese temor con la parábola del grano de mostaza. Y por eso se dice: "Otra parábola les propuso, diciendo: semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza", etc.

San Jerónimo. Se entiende por reino de los cielos la predicación del Evangelio y el conocimiento de las Escrituras que conduce a la vida, sobre la cual se dice a los judíos: "Se os quitará el reino de Dios" (Mt 21,43); semejante es, pues, este reino de los cielos al grano de mostaza.

San Agustín, quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12. El grano de mostaza figura el fervor de la fe, porque se dice de ella que arroja los venenos, esto es, las doctrinas depravadas.

Sigue: "Que tomó un hombre y sembró en su campo".

San Jerónimo. Entienden muchos por el hombre que sembró en su campo al Salvador, que es quien siembra en las almas de los fieles; otros dicen que es el hombre mismo el que siembra en su campo, es decir, en su corazón. ¿Y quién es ése que siembra, sino nuestros sentimientos y nuestra alma? Porque ésta recibe el grano de la predicación, aumenta la simiente con el riego de la fe, y la fecunda en el campo de su pecho. Sigue: "Esta, en verdad, es la menor de todas las simientes". La predicación del Evangelio es la menor de todas las enseñanzas, porque no tiene a primera vista el aspecto de la verdad, predicando a un hombre Dios, a un Dios muerto, y el escándalo de la cruz. Comparad semejante doctrina con los dogmas de los filósofos, con el brillo de su elocuencia y con el arte tan estudiado de sus discursos y veréis cómo efectivamente es menor que las demás simientes la predicación del Evangelio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2. O también es la más pequeña la simiente del Evangelio porque los Apóstoles eran los menos poderosos de entre los hombres, pero sin embargo, como tenían una gran virtud, por eso se extendió su predicación por todas las partes del mundo. Por eso sigue: "Pero después que crece es mayor que todas las legumbres", esto es, que todos los dogmas.

San Agustín, quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12. Los dogmas de las sectas no son más que sus propios sentimientos, es decir, lo que les conviene.

San Jerónimo. Cuando se han desarrollado los dogmas de los filósofos, no presentan ni energía ni vitalidad alguna, sino que todos ellos son débiles y macilentos y producen legumbres y yerbas que pronto se desecan y mueren. Pero la predicación del Evangelio (que al principio parecía cosa de poca importancia), bien se la considere en las almas de los fieles, bien se la mire en todo el mundo, no se levanta en legumbres, sino que crece en un árbol, de suerte que las aves del cielo, es decir, las almas de los fieles o las virtudes, que combaten por el servicio de Dios, vienen y habitan sobre sus ramas. Por eso sigue: "se hace un árbol de manera que las aves del cielo vienen y anidan entre sus ramas". Yo pienso que por los ramos del árbol evangélico que crecieron del grano de mostaza debe entenderse la variedad de dogmas, sobre los cuales descansan la multitud de aves de que acabamos de hablar. Tomemos, pues, nosotros, las plumas de la paloma, a fin de que volando a las cosas más altas podamos habitar en las ramas de ese árbol, colocar nuestros nidos en las verdades, y huyendo de la tierra subir con prontitud al cielo.

San Hilario, in Matthaeum, 13. O también, el Señor se compara a sí mismo al grano de mostaza, semilla pequeña, pero picante, y que tiene la propiedad de encenderse con la presión.

San Gregorio Magno, Moralia, 19,1. Es, en verdad, El mismo el grano de mostaza que, plantado en el huerto de la sepultura, se elevó como un árbol grande. Fue grano cuando murió; árbol cuando resucitó; grano por la humildad de la carne, árbol por el poder de la majestad.

San Hilario, in Matthaeum, 13. Después que el grano fue lanzado al campo (es decir, cuando el Salvador cayó en poder del pueblo y entregado a la muerte, fue enterrado como en el campo, y como sembrado su cuerpo), creció más que el tallo de todos los frutos, y excedió a la gloria de todos los profetas. Como una suerte de hortaliza fue dada la predicación de los profetas fue al enfermo Israel. Pero ahora, las aves del cielo habitan las ramas del árbol. Es decir, entendemos por ramas del árbol a los apóstoles extendidos por el poder de Cristo, y dando sombra al mundo, volarán hacia todas las naciones para hallar la vida y, maltratados por los huracanes -esto es, por el espíritu y las tentaciones del diablo-, en las ramas de ese árbol encontrarán el descanso.

San Gregorio Magno, Moralia, 19,1. Sobre estas ramas descansan las aves, porque las almas justas que se elevan de los pensamientos mundanos con las alas de las virtudes respiran lejos de esas fatigas, recibiendo las palabras y consuelos sobrenaturales.

MATEO 13,33


4333 (Mt 13,33)

Les dijo otra parábola: "Semejante es el reino de los cielos a la levadura que toma una mujer, y la esconde en tres medidas de harina hasta que todo ha fermentado". (v. 33)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2. El Señor para demostrar la misma verdad les pone la siguiente parábola: "Semejante es el reino de los cielos a la levadura", que es como si dijera: a la manera que la levadura cambia toda la harina en su sustancia, así también vosotros cambiaréis todo el mundo. Y reparad aquí la prudencia de Cristo: alega como ejemplo una cosa natural, a fin de hacernos ver que así como es imposible el que no se verifique ese cambio, así también es imposible el que no suceda lo otro. No dijo el Señor simplemente: "Que puso", sino que "esconde"; que es como si hubiera dicho: de la misma manera vosotros, después que hubiéreis estado sometidos a vuestros enemigos, triunfaréis sobre ellos. Y así como el fermento se va corrompiendo pero no se destruye, sino que poco a poco cambia toda la masa en su propia naturaleza, así sucederá en vuestra predicación. No temáis las muchas persecuciones que os he anunciado vendrán sobre vosotros. Ellas os servirán para que brilléis más y triunfaréis de todas. El Señor habla aquí de tres medidas, pero este número debe tomarse en sentido indeterminado.

San Jerónimo. La medida de que aquí habla es una medida que estaba en uso en Palestina, y equivale a un modio y medio.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,12. O también, el fermento significa la caridad, porque la caridad estimula y excita el fervor. La mujer figura la sabiduría; las tres medidas los tres grados de caridad manifestados en estas palabras: "Con todo el corazón, con toda el alma y con toda la inteligencia" (Mt 22), o también aquellas tres recolecciones que han producido: "El ciento, el sesenta y el treinta". O aquellas tres clases de hombres: Noé, Daniel y Jacob (Ez 14)

Rábano. Y se dice: "Hasta que ha fermentado todo". Porque la caridad escondida en nuestra alma debe crecer hasta que la haga perfecta. Lo que tiene principio en esta vida adquiere su perfección en la venidera.

San Jerónimo. O de otra manera, me parece que la mujer que toma el fermento y lo esconde, representa la predicación apostólica, o la Iglesia formada de diversas naciones. Ella toma el fermento, es decir, la inteligencia de las Escrituras, y lo esconde en las tres medidas de harina: el espíritu, el alma y el cuerpo, a fin de que, reducidos a la unidad, no haya divergencia entre ellos. O de otra manera. Leemos en Platón, que en el alma hay tres facultades: la parte racional, la parte irascible y la concupiscencia. Y nosotros, si hemos recibido la levadura del Evangelio, poseemos la prudencia en la razón; en la ira el odio contra los vicios; en la concupiscencia el deseo de las virtudes, y todo esto es resultado de la doctrina evangélica que nos dio nuestra madre la Iglesia. Diré también la interpretación que dan algunos. Dicen que la referida mujer figura la Iglesia que mezcla la fe del hombre con las tres medidas de harina, es decir, la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y cuando toda esta fe ha fermentado, nos encontramos no con tres creencias en Dios, sino con una sola y en un solo Dios. Esta es a la verdad una interpretación piadosa, pero nunca estas interpretaciones dudosas y parábolas pueden servir de punto de apoyo para probar los dogmas.

San Hilario, in Matthaeum, 13. El Señor se compara a sí mismo con la levadura. Porque la levadura, que es hecha de harina, tiene la propiedad de comunicar a todas las harinas de su especie la virtud que ha recibido; y la mujer, esto es, la sinagoga, esconde esta levadura mediante su condenación a morir; y la levadura echada en tres medidas de harina, es decir, en la de la ley, en la de los profetas y en la de los Evangelios, no forma de los tres elementos más que una sola creencia, de manera que en los progresos del Evangelio están cumplidos lo que estableció la ley y anunciaron los profetas. Aun cuando ya he hecho mención de que muchos entienden por las tres medidas de harina la vocación de las tres naciones formadas por Sem, Cam y Jafet, no sé, sin embargo, si es conforme a razón esta opinión, porque aun cuando todas las naciones han sido llamadas al Evangelio, no se puede decir que todas han ocultado a Cristo. Al contrario, lo han esclarecido, y desde luego no ha fermentado en tanta multitud de naciones toda la levadura.

MATEO 13,34-35


4334 (Mt 13,34-35)

Todas estas cosas habló Jesús al pueblo por parábolas y no les habló sin parábolas, para que se cumpliese lo que había dicho el profeta, que dice: Abriré en parábolas mi boca: rebosaré cosas escondidas desde el establecimiento del mundo. (vv. 34-35)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1. Después de las anteriores parábolas, y para que nadie creyese que Cristo introducía novedades, el evangelista alega al profeta que había profetizado hasta esta misma manera de predicación. Y por eso dice: "Todas estas cosas habló", etc. , y San Marcos, dice: "Por lo mismo que podían comprender, les hablaba por parábolas" (Mc 4,33) No es de admirar, por consiguiente, si al tratar de su reino hace mención del grano de mostaza y de la levadura, porque se dirigía a hombres ignorantes y a quienes era preciso persuadir de esta manera.

Remigio. La palabra griega parábola significa en latín comparación, la cual sirve para demostrar la verdad. Porque con la comparación se manifiestan ciertas figuras de palabra e imágenes de la verdad.

San Jerónimo. Mas no hablaba el Señor en parábolas a los discípulos, sino a las turbas, y aun hoy día escuchan las turbas las parábolas, y por esta razón se dice: "Y no les hablaba sino en parábolas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1. Aunque en muchas ocasiones habló a las turbas sin parábolas, pero no en esta circunstancia.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,14. O bien, el evangelista puso esto, no porque el Señor no haya hablado nunca en términos propios, sino porque no hay discurso suyo en que no haya expresado algunas cosas por algunas parábolas, y aun haya mezclado el sentido propio con el parabólico de tal manera que frecuentemente todo su discurso no es más que un tejido de parábolas, y no se encuentra uno solo en que no entre la parábola. Entiendo por discurso entero cuando el Señor habla de una cosa y no pasa a otra hasta que la ha desenvuelto completamente. Algunas veces, efectivamente, un evangelista presenta en un solo discurso lo que otro refiere como acontecido en distintas circunstancias, siguiendo en esta relación no el orden real de los acontecimientos, sino el de sus recuerdos.

La razón de por qué el Señor hablaba en parábolas, la da el mismo evangelista, cuando añade: "Para que se cumpliese lo que había sido anunciado por el profeta", etc.

San Jerónimo. Este testimonio está tomado del Salmo 77 (Ps 77,2) En algunos ejemplares, en lugar de lo que dice la Vulgata: "Para que se cumpliese lo que había sido anunciado por el profeta", se lee: "Lo que había sido dicho por el profeta Isaías".

Remigio. Porfirio se vale de esto para hacer la siguiente objeción a los fieles: "Vuestro evangelista ha sido tan ignorante, que ha atribuido a Isaías lo que se lee en los salmos", es decir, que acusa a la Iglesia como si hubiera referido ese pasaje tomándolo de la profecía de Isaías.

San Jerónimo. Pero como este pasaje no se encontraba en Isaías, creo que algunas personas prudentes habrán hecho desaparecer del texto el nombre del profeta. Soy del parecer que se escribió al principio de esta manera. Fue escrito por el profeta Asaph, porque el Salmo 77, de donde está tomado este pasaje, lleva la inscripción: "Al profeta Asaph". Los primeros copistas no comprendieron el nombre de Asaph, y creyendo que era un error del escritor, sustituyeron el nombre de Asaph por el de Isaías, que era más conocido. Es de observar que no sólo David debe llamarse profeta, sino todos los demás cuyos nombres están escritos en los salmos, en los himnos y en los cánticos divinos, tales son, Asaph, Idithum, Emma y todos los demás de que hacen mención las Escrituras. Y con respecto a lo que se dice de la persona de Cristo: "Abriré mi boca en parábolas", es preciso considerarlo con mucha atención, y de esta manera veremos descrita la salida de Israel de Egipto, y referidos los milagros contenidos en el Exodo. De donde podemos colegir que todo lo que se dice en este libro divino debe entenderse en sentido parabólico y como manifestando cosas misteriosas. Estas verdades misteriosas son las que promete el Señor revelar cuando dice: "Abriré mi boca en parábolas".

Glosa. Como si dijera: puesto que primeramente os he hablado por los profetas, ahora en mi propia persona abriré mi boca en parábolas y haré salir del tesoro de mi corazón los misterios que estaban ocultos desde el principio del mundo.

MATEO 13,36-43


4336 (Mt 13,36-43)

Entonces, despedidas las gentes, se vino a casa: y llegándose a El sus discípulos, le dijeron: "explícanos la parábola de la cizaña del campo". El les respondió y dijo: "El que siembra la buena simiente, es el Hijo del hombre. Y el campo es el mundo. Y la buena simiente son los hijos del reino. Y la cizaña son los hijos de la iniquidad. Y el enemigo, que la sembró, es el diablo. Y la siega es la consumación del siglo. Y los segadores, son los ángeles. Por manera que así como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en la consumación del siglo. Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y a los que obran iniquidad, y echarlos han en el horno del fuego. Allí será el llanto, y el crujir de los dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene orejas para oír, oiga". (vv. 36-43)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1. El Señor había hablado a las gentes en parábolas con el objeto de excitarlas a que le preguntaran; y aunque dijo el Señor muchas cosas en parábolas, ninguno, sin embargo, le preguntó, y por eso los despidió. Por eso sigue: "Entonces, despedidas las gentes, se vino a su casa". Pero no lo siguió ninguno de los escribas, de donde resulta claramente, que al seguir al Señor no tenían más objeto que el sorprenderlo en sus discursos.

San Jerónimo. Mas Jesús despide a las gentes y se vuelve a su casa, a fin de que se acerquen sus discípulos y le pregunten en secreto lo que no merecía ni podía entender el pueblo.

Rábano. En sentido místico, despedida la gente de los judíos que se agolpaban, entra en la Iglesia de todas las naciones y expone en ella a los fieles los misterios celestiales. Por eso sigue: "Y se le acercaron sus discípulos".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1. Otras veces deseaban saber los discípulos, y temían preguntar; mas ahora le preguntan con toda libertad, y tienen confianza a causa de aquellas palabras: "A vosotros os ha sido dado el conocer el misterio del reino de Dios" (Mc 4,10) Por eso cada uno en particular o separadamente le preguntan, a fin de no parecerse a la muchedumbre, a quienes no fue concedido este don. Y dejan la parábola de la levadura y de la mostaza, como más claras, y le preguntan sobre la parábola de la cizaña, porque tiene más relación con la parábola de la simiente y dice alguna cosa más. El mismo Señor les dice el sentido de esta parábola diciéndoles: "El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre".

Remigio. Se llama el Señor a sí mismo Hijo del hombre, para darnos un ejemplo de humildad, o también, ya porque sabía que los herejes habían de negar que El fuera hombre, o ya porque mediante la fe en su humanidad pudiéramos ascender al conocimiento de la divinidad.

Sigue: Y el campo es el mundo.

Glosa. Siendo El mismo el que siembra su campo, es indudable que el mundo actual es de El. Sigue: "La buena simiente son los hijos del reino".

Remigio. Es decir, los hombres santos y los elegidos, que son los que se cuentan entre sus hijos.


San Agustín, contra Faustum, 18,7. El Señor entiende por cizaña no algunos errores introducidos en las verdaderas Escrituras (según interpretan los maniqueos), sino todos los hijos perversos, esto es, los imitadores de los errores del diablo. Mas la cizaña son los hijos malos, por los cuales entiende los impíos y perversos.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,11. Todo lo que es impuro en la mies es cizaña. Sigue: "El enemigo que la ha sembrado es el diablo".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. Es, en efecto, obra del diablo el mezclar el error con la verdad. Sigue: "La mies es la consumación del siglo". Dice en otro lugar, pero hablando de los samaritanos: "Levantad vuestros ojos y considerad las regiones que ya están blancas para la siega" (Jn 4,35) Y: "la mies, en verdad, es mucha, sus operarios pocos" (Mt 9,37 Lc 10), en cuyas palabras expresa que la siega ha llegado ya. ¿Cómo, pues, dice aquí que llegará? Porque está tomada en sentido diferente la palabra siega. Allí (Jn 4) se dice: "Uno es el que siembra, y otro es el que siega"; y aquí se dice que es uno mismo el que siembra y el que siega. Cuando establece la distinción entre el que siembra y el que siega, diferencia a los apóstoles, no de si mismo, sino los profetas, porque el mismo Cristo es el que sembró por medio de los profetas entre los judíos y los samaritanos. El toma, pues, bajo dos aspectos en este pasaje, las palabras simiente y siega. Así, cuando habla de la obediencia y de la persuasión a la fe, usa la palabra siega, porque es la perfección de las cosas. Pero cuando trata del fruto que se saca de oír la palabra de Dios, llama a la siega consumación, como sucede en este lugar.

Remigio. Por siega se entiende el día del juicio en que serán separados los buenos de los malos por el ministerio de los ángeles. Por eso se dice más abajo: "Cuando vendrá el Hijo del hombre con sus ángeles a juzgar" (Mt 25) Por eso sigue: "y los segadores son los ángeles".

Sigue: "Y así como se coge la cizaña, etc. , del mismo modo cogerán los ángeles todos los escándalos de su reino".

San Agustín, de civitate Dei, 20,9. ¿Acaso de aquel reino donde no hay escándalos? Serán recogidos de su reino de aquí, es decir, de la Iglesia.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,10-11. La cizaña, que es lo primero que se separa, nos indica las persecuciones que precederán al día del juicio, y separarán a los buenos de los malos mediante el ministerio de los ángeles buenos, que tendrán la misma intención de cumplir que la que tiene la misma ley y el mismo juez. Los (ángeles) malos son incapaces de realizar el ministerio de la misericordia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. También puede entenderse del reino de la Iglesia celestial, y entonces el castigo es doble, a saber: la pérdida de la gloria, según las palabras: "Y cogerán todos los escándalos de su reino (es decir, para que los escándalos no entren en su reino)" y el suplicio del fuego según estas otras: "Y los echarán en el horno del fuego".

San Jerónimo. Todos los escándalos provienen de la cizaña. En las palabras: "Y cogerán del reino", etc. , quiso el Señor distinguir entre herejes y cismáticos, de manera que los que dan escándalos son los herejes y los que cometen iniquidades los cismáticos.

Glosa. O de otro modo: por la palabra escándalos pueden entenderse aquellos que dan al prójimo ocasión para pecar o para perderse, por lo que cometen maldades todos los que pecan.

Rábano. Observad lo que dice: Y aquellos que cometen iniquidades, no los que las cometieron, porque no han de ser entregados a los eternos tormentos los que se han convertido y han hecho penitencia, sino sólo los que continúan en el pecado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1. Mirad el amor inefable de Dios para con los hombres. El está pronto para conceder gracias y es tardo para castigar. Cuando siembra lo hace por sí mismo y cuando castiga lo hace por otros, por los ángeles que manda al efecto.

Sigue: "Allí será el llanto y el crujir de dientes".

Remigio. En estas palabras está demostrada la verdadera resurrección de los cuerpos. Sin embargo, también se da a entender por ellas dos clases de castigos que sufrirán los condenados en el infierno, esto es, un calor excesivo, y un frío intensísimo. Porque así como los escándalos se refieren a la cizaña, así también los justos son reputados hijos del reino. De ellos dice el Señor: "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre", porque en esta vida resplandece la luz de los santos delante de los hombres, pero después de la consumación del mundo brillarán como el sol en el reino de su Padre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1. No porque brillen sólo como el sol, sino que el Señor se vale de estos ejemplos conocidos, porque el sol es el astro que brilla más que todos los demás.

Remigio. Y cuando dice: "Entonces resplandecerán" se refiere a que ahora brillan para ejemplo de otros, y entonces brillarán como el sol para alabar a Dios.

Sigue: "El que tenga orejas para oír, oiga".

Rábano. Esto es, el que tiene entendimiento entienda, porque todas estas palabras tienen un sentido místico.

MATEO 13,44


4344 (Mt 13,44)

"Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, que cuando lo halla un hombre, lo esconde: y por el gozo de ello va, y vende cuanto tiene, y compra aquel campo". (v. 44)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. Las parábolas que el Señor puso arriba de la levadura y de la mostaza, dicen relación al poder de la predicación del Evangelio, que debía someter a todo el mundo. Ahora, para manifestar la hermosura y brillo de esa predicación, se vale de la parábola del tesoro y de la piedra preciosa diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo". Porque la predicación del Evangelio está oculta en el mundo, y si no vendiereis todo no lo compraréis, y esto lo debéis hacer con alegría, y por eso sigue: "Que cuando halla el hombre, lo esconde. " San Hilario, in Matthaeum, 13. Este tesoro se halla gratuitamente, porque la predicación del Evangelio es sin condición. Pero el usar y poseer con el campo este tesoro no puede hacerse sin condición, porque no se pueden poseer las riquezas del cielo sin el sacrificio de algunas cosas de la tierra.

San Jerónimo. Mas cuando se esconde una cosa no lo hace por miedo a la envidia, sino por el temor de perder una cosa que se prefiere a las antiguas riquezas y se desea conservar.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 12. O de otra manera, el tesoro escondido en el campo significa el deseo del cielo, y el campo en que se esconde el tesoro es la enseñanza del estudio de las cosas divinas: "Este tesoro, cuando lo halla el hombre, lo esconde", es decir, a fin de conservarlo; porque no basta el guardar el deseo de las cosas celestiales y defenderlo de los espíritus malignos, sino que es preciso además el despojarlo de toda gloria humana. Porque esta vida es como el camino que nos conduce a la patria, y los espíritus malignos, a la manera de ciertos rateros, están continuamente acechando nuestro camino, y desean despojar a los que llevan públicamente por el camino ese tesoro. Y os digo esto no con el fin de que nuestros prójimos no vean nuestras obras buenas, sino a fin de que no busquemos las alabanzas exteriores en nuestras buenas obras. Y el reino de los cielos es semejante a las cosas de la tierra en el sentido de que el alma debe elevarse de las cosas conocidas a las desconocidas, y del amor a las cosas visibles al de las invisibles. Sigue: "Y a causa del gozo". Compra sin duda el campo después de haber vendido todo lo que posee aquél que renunciando a los placeres de la carne echa debajo de sus pies todos sus deseos terrenales por guardar las leyes divinas.

San Jerónimo. O también, ese tesoro en que se ocultan todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, o es el Verbo-Dios que parece que está escondido en la carne de Cristo, o son las Santas Escrituras en que está contenido el conocimiento del Salvador.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,13. Este tesoro escondido en el campo son los dos Testamentos que hay en la Iglesia, de los cuales, cuando alguno llega a entender alguna parte, comprende que aun hay en ellos ocultas grandes cosas, y se marcha y vende cuanto tiene y los compra, es decir, compra con el desprecio de las cosas temporales la tranquilidad y se hace rico con el conocimiento de Dios.

MATEO 13,45-46


4345 (Mt 13,45-46)

"Asimismo es semejante el reino de los cielos a un hombre negociante, que busca buenas perlas, y habiendo hallado una de gran precio, se fue, y vendió cuanto tenía, y la compró". (vv. 45-46)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. La palabra de Dios no solamente reporta una gran ganancia como tesoro, sino que también es preciosa como una perla. Por esta razón pone el Señor a continuación de la parábola del tesoro la de la perla, diciendo: "Asimismo es semejante el reino de los cielos a un hombre que busca buenas perlas", etc. Dos cosas que están contenidas en la comparación del negociante deben tenerse presentes en la predicación, a saber: el estar separado de los negocios de la tierra, y el de estar siempre vigilante. La verdad es una y no está dividida, y por eso habla de una sola perla encontrada. Y así como el que posee la perla comprende que es rico y solo él conoce su valor, -y muchas veces, si la perla es pequeña , la aprieta con su mano-, así sucede en la predicación del Evangelio: los que la poseen saben que son ricos; pero los infieles, que no poseen este tesoro, ignoran nuestras riquezas.

San Jerónimo. También puede entenderse por buenas perlas la ley y los profetas. Escuchad, pues, Marción y Maniqueo, que la ley y los profetas son buenas perlas. Pero la más preciosa perla es la Ciencia del Salvador, y también su pasión y resurrección. Y cuando la ha hallado el hombre negociante, semejante al Apóstol San Pablo, desprecia como si fueran escoria todos los misterios de la ley y de los profetas y las antiguas prácticas, en las que sin culpa suya había vivido, a fin de ganar a Cristo (Ph 3) No porque el hallazgo de la buena perla sea una condenación de las antiguas perlas, sino porque éstas, comparadas con aquélla, son de un valor muy pequeño.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 11,2. O también se entiende por buena perla la dulzura de la vida del cielo, por cuya posesión quien la encuentra vende todo lo que tiene. Porque el que conoció una vez perfectamente, en cuanto es posible, la dulzura de la vida del cielo, abandona con gusto todo lo que antes había amado sobre la tierra, halla sin belleza cuanto le agradaba a sus ojos, y sólo brilla en su alma la claridad de la perla preciosa.


San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,12. O también, el hombre que busca las perlas buenas, halla una sola que es preciosa. Esto es, al buscar a los hombres buenos para vivir con utilidad con ellos, halla a uno solo, que está sin pecado, a Jesucristo. O al buscar los preceptos por los que puede vivir bien en medio de los hombres, halla el amor del prójimo, en el que, según palabras del Apóstol, están contenidas todas las cosas. O al buscar los buenos pensamientos, halla aquel Verbo que los abarca todos: "En el principio era el Verbo" (Jn 1,1), palabra que brilla con el candor de la verdad, que es sólida con la fuerza de la eternidad, que esparce por todas partes su luz con la hermosura de la Divinidad, y que cuando se la penetra deja ver a Dios bajo el velo de la carne. Pero sea cualquiera de esas tres cosas la que puede el hombre hallar, o sea cualquiera el significado que se dé a la perla preciosa, el valor de esa perla somos nosotros mismos, que no podemos poseerla más que poniendo en segundo lugar, por poseerla, todo lo que tenemos sobre la tierra. Y después de haberlo vendido todo no recibimos otro precio mayor que el que hallarnos a nosotros mismos (porque no nos pertenecíamos embebidos en tales cosas), a fin de que nos podamos entregar para obtener esa perla; no porque nuestro valor iguale al suyo, sino porque no podemos dar por ella más de lo que damos.

MATEO 13,47-50


4347 (Mt 13,47-50)

"También el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en la mar, allega todo género de peces. Y cuando está llena la sacan a la orilla, y sentados allí, escogen los buenos y los meten en vasijas, y echan fuera a los malos. Así será en la consumación del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los meterán en el horno del fuego: allí será el llanto y el crujir de los dientes". (vv. 47-50)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. Después de haber recomendado el Señor por las anteriores parábolas la predicación del Evangelio, a fin de que no nos confiemos solamente en esta predicación y de que no pensemos que para salvarnos basta la fe, añade otra parábola, diciendo: "También el reino de los cielos es semejante a una red".

San Jerónimo. Después de cumplida la profecía de Jeremías: "Yo os enviaré muchos pescadores" (Mt 16,16) y después que Andrés, Santiago y Juan oyeron aquellas palabras: "Seguidme y os haré pescadores de los hombres" (Mt 4,19), tejieron para sí del Nuevo y del Antiguo Testamento la red de los dogmas evangélicos, y la lanzaron al mar de este mundo. Y esta red está aún tendida en medio de las olas, cogiendo todo lo que cae entre los remolinos engañosos y amargos, es decir, los hombres buenos y malos. Y esto es lo que significa: "De toda clase", etc.


San Gregorio, homiliae in Evangelia, 11,4. O de otra manera, se compara la Iglesia Santa a una red porque ha sido entregada a unos pescadores, y todos mediante ella son arrastrados de las olas de la vida presente al reino eterno, a fin de que no perezcan sumergidos en el abismo de la muerte eterna. Esta Iglesia reúne toda clase de peces, porque llama para perdonarlos a todos los hombres, a los sabios y a los insensatos, a los libres y a los esclavos, a los ricos y a los pobres, a los fuertes y a los débiles. Estará completamente llena la red, esto es, la Iglesia, cuando al fin de los tiempos esté terminado el destino del género humano. Por eso sigue: "La cual cuando está llena", etc. , porque así como el mar representa al mundo, así también la ribera del mar figura el fin del mundo, y es en este momento cuando son escogidos y guardados en vasijas los buenos, y los malos son arrojados fuera. Es decir, los elegidos serán recibidos en los tabernáculos eternos, y los malos, después de haber perdido la luz que iluminaba el interior del reino, serán llevados a las tinieblas exteriores, porque ahora contiene la red de la fe igualmente, como a mezclados peces, a todos los malos y buenos. Pero luego en la ribera se verá los que estaban dentro de la red de la Iglesia.

San Jerónimo. Porque cuando esté en la ribera la red, se verá con claridad la separación de los peces.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. ¿En qué se diferencia esta parábola de la de la cizaña? Porque en ésta, lo mismo que en aquélla, unos se salvan y otros perecen. En esta última, a la verdad, perecen por la herejía de sus perversas doctrinas; en la primera parábola de la simiente, porque no hacían caso de las verdades que se les proponían, y en la parábola de la red por su mala vida. Porque, aunque han sido cogidos ellos en la red, esto es, aunque gozan del conocimiento de Dios, por sus iniquidades no pueden salvarse. Y con el objeto de que nadie juzgue que las palabras: "Los malos serán arrojados fuera" significan un castigo suave, el Señor demuestra la gravedad de ese castigo exponiendo las referidas palabras, cuando dice: "Así será en la consumación del siglo: saldrán los ángeles y separarán los malos de entre los justos", etc. Aunque en otro lugar diga (Mt 25) que El mismo los separará como separa el pastor las ovejas de los cabritos, dice aquí, sin embargo, lo mismo que en la parábola de la cizaña, que esto lo harán también los ángeles.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 11,4. Mas todo esto es más bien para temer que para exponer; porque con el objeto de que nadie pueda alegar la excusa de que ignoraba esta doctrina, apoyándose en la oscuridad de los suplicios eternos, el Señor dice sin rodeos los tormentos que experimentarán los pecadores.

Rábano. Cuando llegare el fin del mundo, entonces aparecerá con toda claridad la separación de los peces. Y los buenos, como en un tranquilísimo puerto, serán llevados a las vasijas de las mansiones celestiales, y la llama del infierno recibirá a los malos para tostarlos y desecarlos.


Catena aurea ES 4331