Catena aurea ES 4351

MATEO 13,51-52


4351 (Mt 13,51-52)

"¿Habéis entendido todas estas cosas?" Ellos dijeron: "sí". Y les dijo: "Por eso todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas". (vv. 51-52)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. Después de haberse retirado las gentes, habla el Señor a sus discípulos en parábolas, de las que habían adquirido conocimientos suficientes para comprender lo que El les decía. Por eso les pregunta: "¿Habéis entendido todas estas cosas?" Y ellos dijeron: "Sí".

San Jerónimo. Este discurso es propiamente para los Apóstoles, a quienes el Señor exige no sólo el que oigan lo que El dice a los pueblos, sino que lo comprendan de manera que puedan enseñarlo a los pueblos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2. En seguida los alaba el Señor porque le han comprendido y por eso dice: "Todo escriba saca de un tesoro cosas nuevas y viejas", etc.

San Agustín, de civitate Dei, 20,4. Y no dijo el Señor cosas viejas y nuevas, cosa que indudablemente hubiera dicho si hubiera preferido el orden de los tiempos al de los méritos. Los maniqueos, que pretenden admitir sólo las nuevas promesas de Dios, permanecen como enclavados en los antiguos errores carnales, e introducen un nuevo error.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,16. Yo no sé si el Señor quiso en este pasaje sacar la conclusión de lo que dijo antes sobre el tesoro escondido en el campo (porque bajo el nombre de Escrituras Santas están comprendidos el Nuevo y Antiguo Testamento), o si quiso dar a entender que debe tenerse por docto en la Iglesia a aquel que comprende las Antiguas Escrituras explicadas por parábolas, a fin de que en Aquel que aún habla por parábolas, todas las cosas de la Escritura reciban su cumplimiento y manifestación hasta que por su pasión rompa el velo (porque nada hay oculto que no sea revelado) y conozcamos mejor todas aquellas cosas que desde tanto tiempo están escritas de El, y envueltas en parábolas, que los judíos toman a la letra, y pretenden ser sabios en el reino de los cielos.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 11Si por cosas nuevas y viejas se entiende, como quieren algunos, los dos Testamentos, es preciso negar que fue docto Abraham, quien , aunque conoció los hechos del Nuevo y Antiguo Testamento, sin embargo, no supo expresarlo. Tampoco podemos comparar a Moisés con el docto padre de familia, porque, aunque él enseñó el Antiguo Testamento, nada dijo del Nuevo. Pero las palabras del Señor deben aplicarse, no a ellos, sino a los que pertenecerán a la Iglesia. Estos sacan de su tesoro las cosas nuevas y antiguas cuando por sus costumbres y sus palabras predican los dos Testamentos.

San Hilario, in Matthaeum, 13. Habla el Señor aquí a sus discípulos y los llama escribas a causa de su saber, porque comprendieron lo que El dijo sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, esto es, sobre el Evangelio y sobre la ley, pues los dos pertenecen al mismo padre de familias y los dos forman un sólo tesoro; bajo el nombre de padre de familias compara a sus discípulos con El mismo, porque han encontrado en ellos las doctrinas de las cosas antiguas y nuevas en el Espíritu Santo.

San Jerónimo. O también llama escribas a los Apóstoles, porque eran como notarios del Salvador y escribían sus palabras y sus preceptos sobre las tablas de carne del corazón humano (2Co 3) mediante los sacramentos del reino de los cielos, y gozaban de las riquezas del padre de familias y sacaban del tesoro de su ciencia las cosas nuevas y antiguas, de suerte que comprobaban cuanto predicaban en el Evangelio con citas de la ley y de los profetas. Por eso dice también la esposa en el Cantar de los Cantares: "Te he reservado para ti, amado mío, las cosas nuevas juntamente con las antiguas" (Ct 7,13)

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 11. O de otra manera, la cosa antigua es el género humano pereciendo por su culpa en el suplicio eterno; y la nueva es el que vive en el reino después de convertido. Primeramente nos propuso como figura del reino el tesoro hallado y la perla preciosa. Después nos ha dicho las penas del infierno y el fuego que sufrirán los malvados, y por vía de conclusión añade: "Por eso el escriba sabio saca de su tesoro las cosas nuevas y antiguas", etc. , como si dijera: Aquél es en la Santa Iglesia predicador sabio, que sabe sacar de la suavidad del reino las cosas nuevas, y decir por el terror del castigo las cosas antiguas, a fin de aterrar con los castigos a aquellos a quienes no convencen los premios.

MATEO 13,53-58


4353 (Mt 13,53-58)

Y cuando Jesús hubo acabado estas parábolas, se fue de allí. Y vino a su patria, y los instruía en la sinagoga de ellos, de modo que se maravillaban y decían: "¿De dónde este saber y maravillas? ¿Por ventura no es Este el Hijo del artesano? ¿No se llama su Madre María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? ¿Y sus hermanas no están todas entre nosotros? ¿Pues de dónde a Este todas estas cosas?" Y se escandalizaban en El. Mas les dijo Jesús: "No hay Profeta sin honra sino en su patria y en su casa". Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. (vv. 53-58)

San Jerónimo. El Señor, después de las parábolas en que habló al pueblo y que sólo comprendieron los Apóstoles, pasó a su patria a fin de hablar en ella con más claridad, y esto es lo que quiso dar a entender en las palabras: "Y cuando Jesús hubo acabado estas parábolas", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,42. El evangelista pasa de las parábolas a otra cosa, dándonos a entender de esta manera que no hay necesidad de seguir un orden riguroso en la exposición de los hechos. San Marcos (Mc 4), lo que no hace San Mateo, a quien sigue San Lucas (Lc 8), ha tejido la narración en tal forma que parece más probable que los acontecimientos se hayan desarrollado en el orden en que los ponen San Marcos y San Lucas. Tal es el hecho de Jesús durmiendo en la nave y el milagro de la expulsión de los demonios, cosas que interpone San Mateo y ha dejado en un orden diferente.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,1. Nazaret es la población a quien Jesús llama su patria, no porque hiciera en ella muchos milagros (como diremos más abajo), puesto que en Cafarnaúm es donde los hizo, sino porque en ella es donde expuso su doctrina, que causó no menos admiración que los milagros.

Remigio. Y el Señor enseñaba en las sinagogas, donde se reunía mucha gente, porque El bajó del cielo a la tierra para salvar a muchos. Sigue: "De modo que se maravillaban y decían: ¿De dónde a Este este saber y maravillas?". La sabiduría se refiere a la doctrina y el poder a los milagros.

San Jerónimo. Maravillosa necedad la de los nazarenos. Se admiran de que la Sabiduría posea la sabiduría, y el Poder poder. Pero viene en seguida el error, porque miran ellos a Jesús como al hijo de un carpintero, por eso dicen: "¿Por ventura no es Este hijo de un artesano?".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,1. En todo eran ellos insensatos, rebajándole por el oficio que tenía el que juzgaban era su padre, a pesar de que sabían por la historia antigua muchos ejemplos de hombres nobles cuyos padres eran de baja esfera. David fue hijo de un labrador, de Jesé; Amós, de un pastor, y él mismo fue también pastor. Precisamente por esto tenía más mérito, porque a pesar de la humildad de su padre hablaba cosas tan sublimes; lo cual da a entender con toda claridad que lo que El era, no era resultado de la educación humana, sino de la gracia de Dios.

San Agustín, en el ser. Dom. Infra oct. Epiph. El Padre de Cristo es el Artesano Dios, que ha fabricado a todo el mundo, dispuso el arca de Noé, comunicó a Moisés la orden del tabernáculo e instituyó el Arca de la Alianza. Artesano he dicho, porque allana las inteligencias robustas y quebranta los pensamientos orgullosos.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Era Hijo de un Artesano que vence la resistencia del hierro por el fuego, disuelve todo el poder del siglo con el ardor de su juicio, da forma para utilidad del hombre a todo lo material, es decir, que hace servir a todas las criaturas en los distintos deberes a los que están destinadas y las hace concurrir a las obras de la vida eterna.

San Jerónimo. No es de extrañar que errando ellos con respecto al Padre, se equivoquen también con respecto a los hermanos. Por eso añade: "¿Por ventura no se llama su Madre María y sus hermanos Santiago y Joseph?", etc.

San Jerónimo, contra Helvidium, 14. Se llaman aquí hermanos del Señor a los hijos de su tía materna, María Cleofé, mujer de Alfeo y madre de Santiago y de Joseph. Esta María es también la madre de Santiago el Menor.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,17. Nada tiene de extraño que los que tenían a José por padre del Señor llamaran hermanos de éste a todos los de la parentela de José y de María.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Se empeñan en rebajar al Señor a causa de sus parientes, y aunque el brillo de su doctrina y de sus milagros los llenaba de admiración no podían persuadirse de que era Dios el que hacía todo esto en el hombre, y acuden al oficio del padre para ultrajarle. Entre tantas cosas magníficas como hacía, sólo se dejan arrebatar contemplando su humanidad y por eso dicen: "¿De dónde a este hombre todas estas cosas?".

Sigue: "Y se escandalizaban en El".

San Jerónimo. Este error de los judíos es la causa de nuestra salvación, y la condenación de los herejes. Consideraban como hombre a Jesucristo, en cuanto lo juzgaban únicamente como hijo de un artesano.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,1. Pero mirad la mansedumbre de Cristo: no los ultraja, sino que les responde con mucha dulzura; y por eso sigue: "No hay profeta sin honra, sino en su patria y en su casa".

Remigio. Se llama a sí mismo profeta, nombre que había ya anunciado Moisés en estos términos: "Dios os levantará a un profeta de en medio de vuestros hermanos" (Dt 18,15 Dt 18,18) Y es necesario tener presente, que no sólo Cristo, cabeza de todos los profetas, sino también Jeremías y Daniel y los demás profetas menores fueron más honrados y respetados entre los extraños que entre sus conciudadanos.

San Jerónimo. Porque es casi natural el que los ciudadanos tengan envidia a sus conciudadanos, ya que generalmente no miran lo que hacen en la actualidad y se fijan sólo en las fragilidades de su infancia, como si ellos para llegar a la edad madura no hubieran pasado por los mismos grados.

San Hilario, in Matthaeum, 14Declara el Señor que el profeta está sin honra en su patria, porque El había de ser condenado en Judea a la sentencia de cruz y porque la fuerza de Dios está sólo en poder de los fieles. A causa de la incredulidad de los judíos se abstiene de hacer milagros entre ellos. Por eso sigue: "Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad de ellos".

San Jerónimo. No porque no pudiera hacer muchos milagros entre aquellos incrédulos, sino para no condenar con sus muchos milagros la incredulidad de sus conciudadanos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,1. Y si le convenía que lo admiraran por sus milagros, ¿por qué no los hizo? Porque El no hacía milagros por pura ostentación, sino para utilidad de otros. Mas no resultando ninguna utilidad, despreció lo que le era personal, a fin de no aumentar la culpabilidad de ellos. ¿Y por qué hizo algunos? Para que no dijeran: indudablemente hubiéramos creído si hubiera hecho milagros.

San Jerónimo. También puede entenderse de otro modo, diciendo que despreciado Jesús en su casa y en su patria, esto es, en el pueblo judío, no quiso hacer más que unos cuantos milagros, a fin de que no fuesen completamente irresponsables. Todos los días está haciendo el Señor milagros asombrosos en las naciones mediante los apóstoles, no tanto para dar la salud a los cuerpos, cuanto a las almas.

MATEO 14,1-5


4401 (Mt 14,1-5)

En aquel tiempo, Herodes el Tetrarca, oyó la fama de Jesús, y dijo a sus criados: "Este es Juan el Bautista, que resucitó de entre los muertos, y por eso virtudes obran en El". Porque Herodes había hecho prender a Juan, y atado, ponerle en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano. Porque le decía Juan no es lícito tenerla. Y queriéndole matar, temió al pueblo porque le miraban como a un profeta. (vv. 1-5)

Glosa. Después de habernos manifestado el evangelista las calumnias que los fariseos levantaron contra Cristo a propósito de sus milagros y la admiración que le profesaban por razón de estos milagros, y que sin embargo, a pesar de esta admiración le despreciaban, pasa ahora a referirnos la opinión que de El había formado Herodes por los milagros que había oído contar; y por eso dice: "En aquel tiempo oyó Herodes", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,2. No sin causa marca el evangelista en este pasaje la época: es para darnos a conocer el orgullo y la indiferencia de este tirano, quien no trató de informarse en seguida de quién era Cristo, sino después de pasado muchísimo tiempo. Es precisamente lo que acontece a aquellos que están en el poder, que rodeados de aduladores y entregados al orgullo, miran su salvación como un negocio de escaso interés.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,43. Dice San Mateo: "En aquel tiempo", no en aquel día ni en aquella hora; también San Marcos lo refiere así, y de la misma manera aunque no con el mismo orden (Mc 6) puesto que lo cuenta después de haber dicho que el Señor mandó a sus discípulos a predicar, sin dejarnos lugar a suponer que El trató de hacernos ver una continuación de tiempo. De la misma manera está puesta la narración de San Lucas (Lc 9) que la de San Marcos, quien únicamente nos hace suponer que El no quizo seguir el orden cronológico de los hechos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,2. Mirad cuán grande cosa es la virtud. Herodes tuvo miedo de Juan a pesar de estar muerto, y por eso habla de su resurrección: "Y dijo a sus criados: Este es Juan", etc.

Rábano. Por este pasaje podemos comprender la envidia grandísima que tenían los judíos a Jesús. El extranjero Herodes, a pesar de que no tenía testigo alguno que lo asegurase, dice que Juan había resucitado de entre los muertos; y los judíos, no obstante de tener profetas que les dijeron que Jesucristo resucitaría, prefirieron negar la resurrección del Salvador y sostener que había sido arrebatado clandestinamente del sepulcro, lo que nos muestra que entre los gentiles hubo más docilidad para creer que entre los judíos.

San Jerónimo. Un intérprete ortodoxo pregunta por qué razón sospechó Herodes que Juan había resucitado de entre los muertos, como si quisiera darnos a nosotros mismos la razón de la inconsecuencia de nuestros enemigos, o como si de sus palabras quisiera dar a entender que creía en la metempsicosis, que admite que después de muchas evoluciones de tiempo, las almas pasan a diversos cuerpos, puesto que el Señor tenía treinta años cuando Juan fue decapitado.

Rábano. Con razón todos los que admiten la resurrección de los muertos se ven precisados a admitir que los santos tendrán más poder después de la resurrección que el que tuvieron con la debilidad de la carne; y por eso dice: "Y por eso virtudes obran en El".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,43. Mas San Lucas dice: "Y dijo Herodes: Yo he decapitado a Juan: ¿quién es éste de quien oigo hablar tanto?" (Lc 9,9) Puesto que Lucas nos presenta a un Herodes dubitativo, debe entenderse que, después de haber estado perplejo, se convenció en la creencia de lo que le referían sus cortesanos, lo cual manifiesta San Mateo en estos términos: "Este es Juan Bautista". A no ser que fueran pronunciadas esas palabras para indicar la perplejidad que las acompañaba. No hay dificultad en tomarlas en ambos sentidos: o como convencimiento ante las palabras de los que le rodeaban, o como expresión de su perplejidad, como refiere San Lucas.

Remigio. Quizá pregunte alguno, ¿por qué San Mateo dice: "En aquel tiempo" habiendo dicho mucho más arriba que el Señor, después de la muerte de Herodes, se volvió desde Egipto? Pero se desvanece esta dificultad teniendo presente que hubo dos Herodes. Y muerto el primer Herodes, le sucedió su hijo Arquelao, que después de diez años, fue desterrado a Viena, ciudad de la Galia. Después César Augusto mandó que fuese dividido este reino en Tetrarquías y dio tres partes a los hijos de Herodes. El Herodes, pues, que decapitó a Juan es el hijo de Herodes el mayor, en cuya época nació el Salvador; y esto mismo lo da a entender el Evangelio al usar la palabra tetrarca.

Glosa. Después de habernos dicho la opinión de Herodes sobre la resurrección de Juan, vuelve el evangelista a hablarnos sobre el modo como murió Juan, de quien nada había dicho antes.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,2. Y no nos refiere el evangelista esta historia como una cosa principal, puesto que su objeto es hablarnos solamente de Cristo, sino porque este hecho está relacionado con la historia del Salvador. Dice, pues: "Herodes mandó prender a Juan, y atado", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,44. San Lucas no refiere este hecho en el mismo orden, sino que lo une a la narración del autismo del Señor (Lc 3); por donde se ve que lo que preocupó al evangelista fue el referirnos lo que aconteció mucho después. Porque después de hacer mención de las palabras de Juan, que nos presentan al Señor con el bieldo en la mano, añade a continuación lo que el evangelista San Juan refiere, que no sucedió inmediatamente. Puesto que nos dice que Jesús, después del bautismo, se fue a Galilea, que después se volvió a Judea, donde bautizó cerca del Jordán; y todo esto antes de que Juan fuese encarcelado. Ni San Mateo ni San Marcos refieren el encarcelamiento de Juan en este orden, como se ve por sus escritos, porque ellos dicen que después de encarcelado Juan, el Señor estaba en Galilea, y después de los muchos milagros que allí hizo, que fueron causa de que su fama llegara a oídos de Herodes, refieren cuanto dice relación con la prisión y muerte de Juan. El motivo que hubo para que Juan fuese aprisionado lo dice en las palabras siguientes: "A causa de Herodías, mujer de su hermano; porque le decía Juan: no te es lícito tenerla".

San Jerónimo. Cuenta una historia antigua que Filipo, hijo de Herodes el mayor y hermano de este Herodes, se casó con Herodías, hija de Aretas, rey de la Arabia; y que después el suegro, por ciertas desavenencias contra el cuñado, se llevó a su hija, y para mortificar al primer marido la casó con Herodes, su enemigo. Luego, Juan Bautista, que había venido con el espíritu y la virtud de Elías (Lc 1), con la misma autoridad con que éste había reprendido a Acab y a Jezabel (1R 21), reprendió a Herodes y a Herodías por su matrimonio ilegítimo. El les dijo que no era lícito, mientras viviera su hermano, tomar por esposa a su mujer, prefiriendo correr los perjuicios de un rey que olvidar en la adulación los mandamientos de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,2. No se dirige, sin embargo, a la mujer, sino al hombre, porque éste era la causa más principal.

Glosa. Probablemente profesaba la ley judaica, y por eso Juan en nombre de esta ley le prohibió el adulterio. Sigue: "y queriéndole matar temió al pueblo".

San Jerónimo. Temía él una sedición popular por causa de Juan, que, como él sabía, había bautizado ya un gran número de judíos; pero él era esclavo del amor por su mujer y esta pasión le había hecho despreciar los preceptos de Dios.

Glosa. El temor de Dios corrige y el temor de los hombres aplaza pero no cambia la voluntad, y los que se detienen en el borde del crimen, vuelven con más furor al mismo crimen.

MATEO 14,6-12


4406 (Mt 14,6-12)

Mas el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y agradó a Herodes. Por lo que prometió con juramento, que le daría todo lo que le pidiese. Y ella, prevenida por su madre, dijo: "Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista". Y el rey se entristeció: mas por el juramento, y por los que estaban con él a la mesa, se la mandó dar. Y envió e hizo degollar a Juan en la cárcel. Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha, y ella la llevó a su madre. Y vinieron sus discípulos y tomaron su cuerpo y lo enterraron, y fueron a dar la nueva a Jesús. (vv. 6-12)

Glosa. Después de haber referido el evangelista la prisión de Juan, nos habla de su muerte diciendo: "Mas el día del nacimiento", etc.

San Jerónimo. De nadie más que de Herodes y del Faraón sabemos que celebraran el día de su nacimiento (Ex 40), sin duda para que así como estaban unidos por la impiedad, lo estuvieran también por la festividad.

Remigio. Es necesario tener presente que la costumbre, no sólo de las mujeres ricas, sino también de las pobres, es el educar a sus hijas con tal recato que apenas son vistas por los extraños; pero esta mujer impúdica educó a su hija con tan poco pudor que no solamente no le enseñó la modestia, sino que le enseñó la danza. Y no es menos digno de reprensión Herodes, que olvidando que su casa era un palacio real, permitió que la dicha mujer la hiciera un teatro. Por eso sigue: "Y agradó a Herodes".

San Jerónimo. Yo no excuso a Herodes que cometió homicidio, resistiéndose y sin quererlo, a causa del juramento que había hecho, porque ese mismo juramento fue quien preparó la muerte; porque -si cometió el crimen a causa del juramento- ¿si se le hubiera exigido la muerte de su padre o de su madre, los hubiera matado, sí o no? Luego, debió rechazar contra el profeta lo que hubiera rechazado en contra suya.

San Isidoro, lib. syn, 2,10. Las promesas, cuando son malas, no debéis cumplirlas; y es una promesa impía la que se cumple mediante un crimen; y no se debe observar un juramento en el que, sin pensarlo, se promete una cosa mala.

Sigue: "Y ella, prevenida por su madre, dijo: dame aquí en un plato la cabeza de Juan", etc.

San Jerónimo. Herodías, temiendo que Herodes se arrepintiese, o de que volviera a la amistad de su hermano Filipo, y de que su matrimonio ilegítimo terminase con el divorcio, previene a su hija que en seguida en el mismo convite pidiese la cabeza de Juan; la sangre era el precio digno de una danza.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,2. Dos son los crímenes de esta joven: el danzar y el haber danzado de manera que, agradando al rey, pudiese pedir como recompensa la muerte. Y ved aquí la crueldad de la obscena bailarina y la molicie de Herodes, porque se hace a sí mismo responsable de un juramento y la hace a ella dueña de la demanda, y si se entristeció, fue porque sabía que en esa demanda iba envuelto un crimen. Por eso sigue: "Y el rey se entristeció", etc. Aun entre los malos es digna de admiración y de alabanza la virtud.

San Jerónimo. O de otro modo, es costumbre de las Escrituras el que el escritor cuente, no como opinión sino como un hecho, la opinión de gran parte de los contemporáneos del hecho que refiere. Así, como José era llamado por María padre de Jesús (Lc 2), así también Herodes se nos presenta ahora triste, porque así lo juzgaban los convidados. Este disimulo de su alma y artificio del homicidio hacía aparecer la tristeza en su rostro, pero la alegría estaba en su corazón. Sigue: "Por causa del juramento", etc. Excusa su maldad con el juramento y se hace más impío bajo el velo de la piedad. Por las palabras: "Y por los que estaban en la mesa", nos significa que todos los que allí se entregaban a las delicias del convite impuro eran participantes de su crimen y de los sangrientos manjares.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 48,2. Y si él temía tener testigos de su perjurio, ¡cuánto más debió temer tener tantos testigos de una muerte impía!

Remigio. Un pecado conduce a otro pecado más grave, porque el que no arranca de su corazón un deseo licencioso, pronto llega hasta la lujuria, y si no reprime la lujuria, desciende hasta el crimen del homicidio. Por eso sigue: "Y envió e hizo degollar a Juan".

San Jerónimo. Leemos en la historia romana que Flaminio, general romano, que estaba recostado en un festín junto a una cortesana que decía que ella jamás había visto decapitar a un hombre, mandó que un criminal, condenado a pena capital, fuese decapitado en la sala del festín. Los censores le arrojaron del senado por haber derramado sangre humana en un festín, y haber ofrecido la muerte, aunque de un criminal, delante de los espectadores mezclando de esta manera el libertinaje con el homicidio. ¿Cuánto más criminales son Herodes y Herodías y la muchacha que danzaba, por haber exigido como recompensa la cabeza de un profeta, con el objeto de tener en su poder la lengua que reprendía su matrimonio ilegítimo? Sigue: "Y fue dada a la muchacha", etc.

Glosa. Con el fin de que tuviera poder sobre la lengua que reprendía su matrimonio ilegítimo.


San Gregorio Magno, Moralia, 3,7. No es de extrañar que me cause una admiración profunda el ver que aquel que fue lleno del espíritu de profecía en el vientre de su madre (Lc 1) y que no ha tenido superior entre los hijos de mujer (Mt 12), sea decapitado por la danza de una muchacha, y un varón de tan grande santidad muera por la risa de una mujer infame. ¿Es por ventura para expiar algún crimen de su vida pasada la razón de sufrir una muerte tan despreciable? No, porque si Dios oprime a los suyos en las cosas pequeñas, es porque al mismo tiempo está viendo el modo de premiarlos en las cosas grandes. De aquí debemos sacar la conclusión de cuán grande será el castigo de los réprobos, cuando de esta manera prueba a los justos.


San Gregorio Magno, Moralia, 29,4. Juan no murió como confesor de Cristo, sino como confesor de la verdad y de la justicia; pero como la verdad es Cristo, luchó hasta morir por Cristo, y a El debe el haber sido mártir de la verdad.

Sigue: "Y acercándosele sus discípulos", etc.

San Jerónimo. Bajo la palabra discípulos, podemos comprender los de Juan y los del Salvador.

Rábano. Josefo cuenta, que Juan fue cargado de cadenas y conducido al castillo de Maqueronte donde fue decapitado, pero la historia eclesiástica nos dice que fue enterrado en Sebaste, ciudad de la Palestina, llamada en otro tiempo Samaria.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1. Observad cómo los discípulos de Juan tienen más familiaridad con Jesús. Ellos son los que le anunciaron lo acontecido a Juan. Por eso sigue: "Y vinieron sus discípulos a dar la noticia a Jesús". Renunciando a todos los otros, se acogen a El y de esta manera se dirigen a El poco a poco después de la desgracia y de la respuesta dada por el Señor.

San Hilario, in Matthaeum, 14. En sentido místico, Juan es la figura de la ley, porque la ley fue quien anunció a Cristo, y Herodes es el rey del pueblo y el representante del nombre y de la causa del pueblo que estaba bajo sus órdenes. Juan prevenía a Herodes que no se casara con la mujer de su hermano. Son, pues, y eran dos pueblos: el de la circuncisión y el de los gentiles. Los dos son hermanos y descienden del mismo tronco, del padre del género humano. Pero la ley mandaba al pueblo de Israel que no se mezclase con las obras y la incredulidad de los gentiles, cosas que unían a las naciones como por un lazo de íntimo maridaje. Mas en el día del nacimiento de Herodes, es decir, entre los goces terrenales danzó la hija de Herodías. La voluptuosidad, que es como hija de la incredulidad, mezcla todos los goces de Israel con los movimientos desordenados de una bailarina, a quien es vendido el pueblo de Israel mediando un juramento. Esta bailarina por instigación de su madre, esto es, de la infidelidad, suplicó que se le entregase la cabeza de Juan, esto es, la gloria de la ley. Pero el pueblo que tenía conciencia del bien que contenía la ley, no accede a las condiciones de la voluptuosidad sin una impresión dolorosa del perjuicio que se le sigue. El sabe que no le es lícito abandonar a esta gloria de sus maestros, pero precisado por sus pecados y por el juramento, viciado y vencido por el temor y el ejemplo de los príncipes vecinos, obedece triste a las seducciones de la licencia. Y en seguida es llevada en un plato la cabeza de Juan en medio de las risotadas de un pueblo disoluto. Siempre por la infracción de la ley se desarrolla la voluptuosidad de los sentidos, y el lujo del mundo. La cabeza pasa de la hija a la madre, de esta manera el vil Israel arroja la gloria de su ley a los pies del placer y de la incredulidad. Terminados los tiempos de la ley y sepultados con Juan, sus discípulos anuncian al Señor lo acontecido y pasan de la ley al Evangelio.

San Jerónimo. O de otro modo, vemos nosotros en el día de hoy, que los judíos perdieron en la cabeza de Juan a Cristo, cabeza de todos los profetas.

Rábano. Y también se ha perdido para ellos la lengua y la voz del profeta.

Remigio. O de otro modo, la decapitación de Juan significa la disminución de su fama entre los judíos que lo tenían por Cristo (Lc 8), así como la exaltación del Señor sobre la cruz anuncia el avance de la fe. Por eso dijo Juan: "Es necesario que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30)



MATEO 14, 13-14

4413 (Mt 14,13-14)

Y cuando lo oyó Jesús se retiró de allí en un barco a un lugar desierto apartado; y habiéndolo oído las gentes, le siguieron a pie de las ciudades. Y cuando salió, vio una grande multitud de gente, y tuvo de ellos compasión, y sanó los enfermos de ellos. (vv. 13-14)

Glosa. El Salvador, cuando oyó la muerte del que le había bautizado, se retiró a un lugar desierto. Por eso sigue: "Y cuando lo oyó Jesús se retiró de allí en un barco a un lugar desierto apartado".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,45. El evangelista refiere esto a continuación de la pasión de Juan; de donde resulta que después de estas cosas se verificaron las que se refirieron arriba y que movieron a Herodes a decir: "Este es Juan" (Mt 14,2) Se debe mirar como posterior lo que la fama llevó a oídos de Herodes (lo cual refiere San Lucas) y le hizo dudar, y le obligó a preguntar quién era ése de quien había oído tantas maravillas, habiendo él mismo quitado la vida a Juan.

San Jerónimo. Mas no se retiró a un lugar desierto por temor de que le quitaran la vida, como algunos se figuran, sino para perdonar a sus enemigos, no sea que añadiesen a un homicidio otro homicidio. O para diferir su muerte hasta el día de Pascua, día en que el cordero pascual era inmolado como figura, y las puertas de los fieles rociadas de sangre. O se retiró para darnos ejemplo de que no debemos exponernos con temeridad a la persecución, porque no todos los que se presentan a ella perseveran con la misma constancia. Por esta razón manda en otro lugar: "Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra" (Mt 10,23) La expresión del evangelista es admirable, no dice: Huyó a un lugar desierto, sino, se retiró, más bien por evitar que por temer a los perseguidores. Puede también haberse retirado a un desierto, después de saber la muerte de Juan, con el objeto de poner a prueba la fe de los fieles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1. O también hizo esto porque quiso hacer aun muchas cosas de una manera humana, no habiendo llegado aún el tiempo de descorrer el velo para descubrir su Divinidad. Y por esta razón, aunque El sabía el acontecimiento antes de que se lo dijeran (Mt 16), no se retiró, hasta que se lo anunciaron, para de esta manera demostrar la verdad de su Encarnación, y hacerla creer no sólo con palabras sino con obras. Y al retirarse no se fue a una ciudad, sino a un desierto, y en un barco para que nadie le siguiese; pero las gentes no le abandonan ni aun así, sino que le siguen, sin que les aterrase lo que había sucedido con Juan. Y por eso sigue: "Y habiéndolo oído las gentes le siguieron", etc.

San Jerónimo. Le siguieron las gentes a pie, no en caballerías ni en vehículos, sino afrontando los trabajos de una marcha a pie, a fin de manifestar el ardor de su alma.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1. Y por esta razón recibieron en seguida la recompensa. Por eso sigue: "Y cuando salió, vio una grande multitud de gente, y tuvo de ellos compasión, y sanó los enfermos de ellos". Aunque era mucho el cariño de aquellos que abandonaban las ciudades y le buscaban con ansiedad, sin embargo, lo que el Señor hizo en favor de ellos excede a cuanto pudieron merecer, y por eso nos pone su misericordia como causa de esas curaciones. Y es, en efecto, un rasgo de su grande misericordia el curar a todos sin exigirles la fe.

San Hilario, in Matthaeum, 14. En sentido místico el Verbo de Dios, terminado el tiempo de la ley, visita la Iglesia embarcado, y se dirige hacia el desierto, porque abandonando Judea, pasa a los corazones desiertos de los que no tenían conocimiento de Dios. Mas las gentes, al oír esto, siguen al Señor desde la ciudad al desierto, es decir, se dirigen desde la sinagoga a la Iglesia, y al ver esto el Señor se mueve a piedad y les cura todo abatimiento y toda enfermedad, esto es, los purifica dándoles los principios de la nueva predicación, a sus espíritus abatidos y sus cuerpos que estaban desfallecidos por el letargo de la incredulidad.

Rábano. Es de notar que las gentes siguieron al Señor después que El llegó al desierto; porque sólo un pueblo le adoraba antes de que llegase a la soledad de las naciones.

San Jerónimo. Mas las gentes abandonan sus ciudades, esto es, sus antiguas costumbres y sus diferentes creencias. Y la salida de Jesús significa que a pesar de que las gentes tenían deseos de ir a donde El estaba, se encontraban sin fuerzas para llegar allí, y por esta razón el Salvador sale de su lugar y marcha al encuentro de ellos.


Catena aurea ES 4351