Catena aurea ES 4923

MATEO 19,23-26


4923 (Mt 19,23-26)

Y dijo Jesús a sus discípulos: "En verdad os digo que con dificultad entrará un rico en el reino de los cielos. Y además os digo: Que más fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de los cielos". Los discípulos, cuando oyeron estas palabras, se maravillaron mucho, y dijeron: "¿Pues quién podrá salvarse?" Y mirándolos Jesús, les dijo: "Esto es imposible para los hombres, mas para Dios todo es posible". (vv. 23-26).

Glosa. El Señor, con ocasión del avaro del que se ha tratado, habló sobre todos los avaros. Por eso sigue: "Y dijo Jesús a sus discípulos: En verdad os digo", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. El Señor no dijo estas palabras para condenar las riquezas, sino a aquellos que son esclavos de ellas y para que sus discípulos, al verse pobres, no se avergonzaran de la pobreza.

San Hilario, in Matthaeum, 19. No es un crimen el tener riquezas, pero es preciso que en su posesión haya moderación. Porque, ¿cómo ha de atender a las necesidades de los santos aquel a quien no le queda con qué atenderlos?

Rábano. Hay diferencia entre tener riquezas y amar las riquezas. Lo más seguro es no tenerlas ni amarlas.

Remigio. Explicando el mismo Señor el sentido de este pasaje, según San Marcos dijo (Mc 10,24): "Difícil es a los que confían en sus riquezas entrar en el Reino de los Cielos". Confían en sus riquezas los que tienen puestas en ellas todas sus esperanzas.

San Jerónimo. Como es difícil despreciar las riquezas que se poseen, el Señor dijo que era difícil, pero no imposible, que un rico entrara en el Reino de los Cielos, porque cuando se dice que una cosa es difícil, no se pretende que haya imposibilidad, sino lo que se quiere dar a entender es lo raro que es esa cosa.

San Hilario, in Matthaeum, 19. Es un cuidado peligroso el querer enriquecerse y una carga muy pesada para la inocencia el ocuparse en aumentar las riquezas. Porque no se adquieren los bienes del mundo sirviendo a Dios sin exponerse a los vicios del mundo. Y ésta es la dificultad que tiene el rico de entrar en el Reino de los Cielos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. Después de haber dicho el Señor lo difícil que es a un rico entrar en el Reino de los cielos, pasa a manifestar una cosa que es imposible. Por eso sigue: "Y además os digo: Que más fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de los Cielos".

San Jerónimo. Según esto ningún rico se salvaría; pero si leemos a Isaías (Is 30), veremos cómo los camellos de Madián y de Efa llegan a Jerusalén cargados de dones y presentes y cómo los que en otro tiempo estaban encorvados y torcidos bajo el peso de las riquezas, entran por las puertas de Jerusalén. Y veremos también cómo esos camellos, símbolo de los ricos, cuando han descargado la pesada carga de los vicios y de todas las depravaciones sensuales, pueden entrar por el angosto y difícil camino que conduce a la vida.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 33. En este lugar se comparan las almas de los gentiles a los camellos tortuosos sobre quienes estaba la giba de la idolatría, porque sólo el conocimiento de Dios levanta las almas. La aguja es el Hijo de Dios, la primera porción de esta aguja, que es la divinidad, es fina, mientras que la otra porción, que viene de la humanidad, es más gruesa. Esta aguja es recta y sin ninguna curvatura y por las heridas de su pasión entraron en la vida eterna todas las naciones. Con esta aguja ha sido cosida la túnica de la inmortalidad, el cuerpo al espíritu; ha sido unido el pueblo judío al de los gentiles y ha quedado enlazada la amistad de los ángeles y la de los hombres. Es, pues, más fácil que los gentiles pasen por el agujero de una aguja que el que los judíos ricos entren en el Reino de los Cielos. Porque si con tanta dificultad son separadas las naciones del culto brutal de los ídolos, ¿no habrá mucha más dificultad en separar a los judíos del culto de Dios, que ha tenido su razón de ser?

Glosa. También se puede explicar este pasaje de esta otra manera. Había en Jerusalén una puerta llamada agujero de la aguja por la que no podían pasar los camellos, a no ser que se los descargase y se los pusiese de rodillas. Y en este pasaje, aludiendo a esta puerta, se da a entender la imposibilidad en que se encuentran los ricos de pasar por el camino estrecho que conduce a la vida, a no ser que antes no se despojen, al menos con el corazón, de las inmundicias, de los pecados y de las riquezas.

San Gregorio Magno, Moralia, 35,16. O también, con la palabra rico se significa todo hombre orgulloso y con la palabra camello se da a entender la condescendencia del Señor. El camello entra por el agujero de la aguja desde el momento en que nuestro Redentor penetró hasta la muerte por la puerta estrecha de su pasión, que fue como una aguja que traspasó su cuerpo de dolor. Y entra más fácilmente el camello por el agujero de una aguja que el rico en el Reino de los Cielos; porque si el Señor no nos hubiera manifestado su humildad mediante su pasión, jamás nuestra intransigente soberbia se hubiera inclinado hacia la humildad del Señor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. Los discípulos, que vivían en la pobreza y que ya tenían entrañas de predicadores, se conturban y se afligen por la salud de los hombres. Por eso hacen la siguiente pregunta: "¿Pues quién podrá salvarse?"

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,26. Siendo los ricos muy pocos en comparación de los pobres, es necesario tener presente que los discípulos cuentan entre los pobres a todos los que ambicionan las riquezas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. El evangelista demuestra, como consecuencia de lo dicho, la necesidad que tenemos del auxilio de Dios y de su gracia abundante, para que podamos dirigirnos bien en el uso de las riquezas. De aquí lo que sigue: "Y mirándolos Jesús, les dijo: Esto es imposible para los hombres, mas para Dios todo es posible". Significa el evangelista por las palabras: "Y mirándolos Jesús", que el Señor mitigó con la dulzura de sus ojos el temor que abrigaban las almas de los discípulos.

Remigio. No debe tomarse el pasaje del que hablamos en el sentido de que es posible para Dios que entre en el Reino de los Cielos el hombre codicioso, avaro y soberbio, sino en el sentido de que es posible que se convierta y de esta manera entre en el Reino de los Cielos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. No dice el Señor todo esto con el objeto de que permanezcamos en la inacción y nos abstengamos de obrar porque se nos figuren las cosas como imposibles, sino para que levantemos los ojos hacia la grandeza de la justicia de Dios y saltemos por encima de todo después de haber invocado a Dios.

MATEO 19,27-30


4927 (Mt 19,27-30)

Entonces, tomando Pedro la palabra, le dijo: "He aquí que nosotros todo lo hemos dejado, y te hemos seguido: ¿qué es, pues, lo que tendremos?" Y Jesús les dijo: "En verdad os digo que vosotros, que me habéis seguido, cuando en la regeneración se sentará el Hijo del Hombre en el trono de su Majestad, os sentaréis también vosotros sobre doce sillas, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que dejare casa, o hermanos, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras por mi nombre, recibirá ciento por uno, y poseerá la vida eterna. Mas muchos primeros, serán postreros; y postreros, primeros". (vv. 27-30)

Orígenes, homilia 9 in Matthaeum. Pedro había entendido las palabras del Señor: "Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que tienes" (Mt 15,21), etc. Después vio que se marchaba triste el joven y comprendió la dificultad de que los ricos entraran en el Reino de los Cielos; de aquí la pregunta que hizo lleno de confianza que inspira a un hombre que ha puesto término a una empresa difícil. Porque si bien es cierto que lo que él y su hermano habían dejado valía muy poco, sabían, sin embargo, que Dios lo tenía en mucho a causa de la gran plenitud de caridad que dio origen a su desprendimiento. Y yo opino que el gran amor que profesaba al Señor y no la cantidad de las cosas que dejaba, fue la causa de la pregunta tan confiada que hizo al Señor: "Entonces, tomando Pedro la palabra, le dijo: He aquí que nosotros todo lo hemos dejado".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,1. Buen Pedro, ¿cuáles son tus bienes? Una caña, una red y una barca. A esto llama Pedro todo lo nuestro, no por vanidad, sino para mover con su pregunta al pueblo pobre a que hiciera lo mismo. Porque dijo el Señor: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes", etc. ¿Cómo, pues, si no tengo no puedo ser perfecto? Pedro hace la pregunta a fin de que sepáis que, aunque seáis pobres, no por eso desmerecéis. Porque el que recibió las llaves del Reino de los Cielos pregunta aquí por todo el género humano y toma la palabra por todos aquellos que ya le habían sido confiados y por todas las gentes de la tierra. Mirad, pues, con qué cuidado y cómo hace su pregunta en armonía con las palabras de Cristo. Mandó Cristo dos cosas al rico: el que diera a los pobres lo que tenía y el que le siguiera. Esto mismo dice Pedro: "Y te hemos seguido".

Orígenes, homilia 8 in Matthaeum. Puede decirse según todo lo que el Padre reveló a Pedro sobre su Hijo: te hemos seguido a ti que eres la justicia, la santidad y otras cosas semejantes. Por eso pregunta Pedro, como el atleta victorioso, cuáles son los premios del combate.

San Jerónimo. Como no era suficiente el dejarlo todo, añade lo que constituye la perfección: "Y te hemos seguido"; hemos hecho lo que mandaste, ¿qué premio nos darás, pues? Sigue: "Y Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros que me habéis seguido", etc.

San Jerónimo. No dijo: Que lo dejasteis todo (porque esto también lo hizo el filósofo Crates y otros muchos que despreciaron las riquezas), sino y que "me habéis seguido", que es propiamente de los apóstoles y de los creyentes.

San Hilario, in Matthaeum, 20. Los discípulos han seguido a Cristo por la regeneración, es decir, por las aguas bautismales y por la santificación de la fe. Esta regeneración que han seguido los apóstoles no la pudo otorgar la Ley.

San Jerónimo. De este otro modo puede construirse este pasaje. Vosotros, que me habéis seguido, os sentaréis en la regeneración, esto es, en el día de la resurrección de los muertos (1Co 15), os sentaréis en los asientos de los jueces para juzgar a las doce tribus de Israel, porque no quisieron creer lo que creéis vosotros.

San Agustín, de civitate Dei, 20,5. Porque vuestro cuerpo será regenerado por la incorrupción, de la misma manera con que será regenerada vuestra alma por la fe.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 33. Acontecerá que en el día del juicio responderán los judíos: Señor, no te hemos conocido como Hijo de Dios en carne mortal, ¿qué hombre podría ver un tesoro escondido en la tierra o al sol cubierto de nubes? Y los discípulos contestarán: Nosotros fuimos hombres sencillos e ignorantes del pueblo; vosotros sacerdotes y escribas. Pero nuestra buena voluntad ha venido a ser en nosotros como una lámpara que ha iluminado nuestra ignorancia, mientras que vuestra malicia ha sido para vosotros la noche donde quedó abismada vuestra ciencia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 64,2. No dijo el Señor: y a las naciones de todo el mundo, sino a las tribus de Israel; porque tanto los apóstoles como los judíos habían sido educados bajo las mismas leyes y costumbres. Por consiguiente, cuando digan los judíos que no pudieron creer en Cristo porque se los prohibía la ley, se presentarán los discípulos que recibieron la misma ley. Pero dirá alguno: ¿qué cosa considerable les ha prometido el Señor si tendrán ellos lo mismo que tienen los ninivitas y la reina del sur? El Señor les promete otras recompensas superiores a las que deben recibir los primeros, pero aquí insinúa veladamente algo más para ellos. Acerca de los judíos dijo simplemente que se levantarán y condenarán a esta generación, mientras que a ellos les dice: "Cuando se sentará el Hijo del hombre, os sentaréis también vosotros". Es, pues, bien manifiesto que participarán de la gloria y del Reino del Señor y esta gloria y este Reino es lo que el Señor significó con la palabra tronos. ¿Mas cómo se ha cumplido esta promesa? ¿Por ventura se sentará también Judas? De ninguna manera. Porque dice la Ley de Dios, promulgada por el profeta Jeremías (Jr 18,9-10): "Yo hablaré sobre una nación y sobre un reino, para edificar y plantarlo; pero si hiciere el mal en mi presencia, yo me arrepentiré de los bienes de que he hablado para hacérselos"; que equivale a decir: Si se hacen indignos de mi promesa, no haré lo que he prometido, y Judas se hizo indigno del apostolado. Por esta razón, al dirigirse el Señor a sus discípulos, no dijo simplemente: "Vosotros os sentaréis", sino que añadió: "que me habéis seguido", para de este modo excluir a Judas y atraer a todos los que después debían seguir al Señor. De manera que las palabras del Señor fueron dirigidas no sólo a los apóstoles y excluyen a Judas, que ya era indigno.

San Hilario, in Matthaeum, 20. Cristo, al colocar a sus doce apóstoles sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel, unió su gloria con la de los doce patriarcas.

San Agustín, de civitate Dei, 20,5. De aquí debemos sacar como consecuencia que Jesús juzgará juntamente con sus discípulos. Por esto se dice a los judíos en otro lugar (Mt 12,27 Lc 11): "Y serán jueces vuestros". No debemos creer que porque el Señor dice que se sentarán sus discípulos sobre doce tronos, no juzgarán en unión con el Señor más que sólo doce hombres a todo el género humano, porque el número doce expresa toda una multitud de jueces, tomando en cuenta que las dos fracciones que constituyen el número siete -esto es, tres y cuatro- significan con frecuencia la universalidad de las cosas; y multiplicadas esas dos fracciones forman el número doce. De otro modo Matías, que fue elegido en lugar del traidor Judas, ni el apóstol San Pablo, que trabajó más que todos los otros, no tendrían donde sentarse en el tribunal. El mismo Pablo no deja lugar a dudas de que él, en unión con los otros santos, serán jueces, cuando dice (1Co 6,3): "¿Ignoráis que nosotros juzgaremos a los ángeles?"

San Agustín, sermones, 351,8. Se cuentan, pues, en el número de jueces todos los que, por el Evangelio, han dejado todas sus cosas y han seguido al Señor.

San Gregorio Magno, Moralia, 10,30. Todo el que movido por el estímulo del amor de Dios dejare aquí cuanto posee, indudablemente obtendrá luego lo más elevado de la potestad judiciaria, de suerte que el que por consideración del juicio se someta a la dura necesidad de una pobreza voluntaria, vendrá entonces a juzgar con el que juzga.

San Agustín, de civitate Dei, 20,5. Las mismas observaciones se deben hacer sobre el número doce en lo que concierne a aquellos que deben ser juzgados. Es indudable que el Señor no excluye de este número a la tribu de Leví, así como tampoco quiso comprender sólo al pueblo judío, con exclusión de los demás pueblos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 33. O bien por las palabras: "En la regeneración", Cristo quiso expresar la primera época del cristianismo, que siguió inmediatamente después de la Ascensión, porque realmente en esa época fueron regenerados los hombres por el bautismo y El estuvo sentado en el trono de su Majestad. Ved cómo no se refieren sus palabras al último juicio sino a la vocación de todas las naciones. Porque no dijo: Cuando viniere el Hijo del hombre sentado sobre el trono de su Majestad; sino: En la regeneración cuando se sentare en el trono de su Majestad. Cosa que se verificó desde que comenzaron las gentes a creer en Cristo, según aquellas palabras (Ps 46,9): "Reinará el Señor sobre las naciones, Dios está sentado sobre su trono santo". Desde entonces comenzaron los apóstoles a sentarse sobre sus doce tronos, es decir, sobre todos los cristianos. Porque todo cristiano que recibe la palabra de Pedro forma el trono de Pedro, y así de los demás apóstoles. Porque los apóstoles están sentados sobre tronos divididos en doce categorías, según las diferencias de las almas y la diversidad de los corazones, que sólo Dios conoce. Porque así como el pueblo judío estuvo dividido en doce tribus, así también todo el pueblo cristiano está dividido en doce tribus, de suerte que unas almas pertenecen a la tribu de Rubén, y así las demás, según sus distintas virtudes. No todas las virtudes son iguales en todos, sino que unos sobresalen en una y otros en otra. Los doce apóstoles juzgarán a las doce tribus de Israel, esto es, a todo el pueblo judío, en el mismo hecho de haber sido recibidas sus palabras por todas las naciones. Y todos los cristianos constituyen los doce tronos de los apóstoles. Pero para Cristo no hay más que un solo trono, porque todas las virtudes son como un solo trono de Cristo, pues sólo El es perfecto en todas las virtudes. Entre los apóstoles cada uno sobresale en alguna virtud en particular, como Pedro en la fe, Juan en la inocencia. Por esta razón Pedro tiene su trono en la fe y Juan en la inocencia y de este modo los otros apóstoles. Las palabras siguientes demuestran que Cristo se ocupaba también de la recompensa de los apóstoles en este mundo: "Y todo el que dejare su casa, o a sus hermanos", etc. Porque si reciben un céntuplo en este mundo, claro está que a los apóstoles también les estaba prometida, aun en este mundo, esta recompensa.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 64,2. O también esta promesa se hacía a los discípulos que estaban allí presentes, porque los apóstoles eran ya superiores a tales promesas, no buscaban nada que fuese terrenal.

Orígenes, homilia 9 in Matthaeum. O de otro modo, si alguno lo dejare todo y siguiere a Cristo, recibirá lo que se prometió a Pedro; pero si no lo dejare todo, sino solamente ciertas cosas que se mencionan especialmente, éste recibirá un céntuplo y poseerá la vida eterna.

San Jerónimo. Valiéndose de estas palabras dicen algunos que, pasados mil años después de la resurrección, recibiremos el céntuplo de lo que hemos dejado y la vida eterna; no comprendiendo que si en todo es aceptable y digna esta promesa, con respecto a las esposas es vergonzosa, porque el que dejare una esposa por el Señor, no va a recibir después cien. Consiguientemente el sentido del pasaje es este: El que dejare por Cristo los bienes de la carne, recibirá los del espíritu, que serán con respecto a los primeros, por su valor y mérito, lo que es el número cien a un número pequeño.

Orígenes, homilia 9 in Matthaeum. Además en esta vida, en lugar de los hermanos carnales, encontrará un gran número de hermanos en la fe y tendrá por padres a los obispos y a los presbíteros; y por hijos, a todos los que estuvieren en la edad de la infancia. Los ángeles serán también sus hermanos, y sus hermanas todas las vírgenes que han consagrado su virginidad al Señor, tanto las que viven sobre la tierra como las que ya están en el cielo. Comprended que en la eternidad y en la ciudad de Dios tendrá él muchos campos y casas y sobre todo, poseerá la vida eterna.

San Agustín, de civitate Dei, 20,7. El apóstol hace un comentario de las palabras: "Recibirá centuplicado", diciendo (2Co 6,10): "Vivamos como si nada tuviéramos y como si lo poseyéramos todo". La palabra ciento se pone muchas veces por un número universal e indeterminado.


San Jerónimo. Las palabras: "Y todo el que dejare", etc. , están íntimamente relacionadas con aquellas otras (Mt 10,35): "He venido a separar al hombre de sus padres", etc. Porque el que por la fe de Cristo y la predicación del Evangelio despreciare todos los afectos del corazón, las riquezas y los placeres del siglo, éste recibirá centuplicado y poseerá la vida eterna.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 64,2. Cuando dice el Señor: "El que dejare a su mujer", no quiere decir que se rompa el lazo del matrimonio, sino que debemos preferir el sentimiento de la fe a todo lo que existe y aun me parece que va envuelto en esas palabras de una manera insinuante el tiempo de la persecución, en el que habrá muchos padres que arrastrarán a sus hijos a los templos de la idolatría. Quien hiciere tal cosa no debe reputarse ni como hombre.

Rábano. Como sucede con frecuencia que el hombre no continúa en la virtud con el mismo celo con que principió, sino que, o se entibia o se deja caer con rapidez, añade el Señor: "Muchos que están los últimos serán los primeros y muchos que están los primeros serán los últimos".

Orígenes, homilia 9 in Matthaeum. El Señor exhorta por estas palabras a quienes se han acercado a la Palabra divina hace poco tiempo, a que se apresuren a llegar a la perfección mucho más que aquellos que parece que han envejecido en la fe. También pueden servir estas palabras para educar en la humildad a aquellos que se glorían de haber sido educados en el cristianismo por sus padres cristianos y para dar valor a aquellos que han sido recientemente iniciados en los dogmas del cristianismo. También se puede dar a este pasaje el sentido de que los israelitas, que fueron los primeros, llegaron a ser por su infidelidad los últimos; y los gentiles, que eran los últimos, los primeros. Con toda precaución dice el Señor: "Muchos", porque no todos los primeros serán los últimos, ni todos los últimos los primeros. Aún hay hombres que siendo inferiores a los ángeles por su naturaleza, se han hecho superiores a algunos ángeles por su vida angelical; y algunos ángeles que fueron los primeros, son los últimos por su culpa.

Remigio. Estas palabras también pueden referirse especialmente a la tristeza del rico, que creía ser el primero porque había cumplido los mandamientos y luego fue el último por haber preferido sus riquezas terrenales a Dios. Y los santos apóstoles, que eran tenidos por los últimos, fueron hechos los primeros, dejándolo todo por efecto de la gracia de la humildad. Hay, en fin, muchos que después de tener mucho celo por las buenas obras, se abstienen de ellas y son los últimos después de haber sido los primeros.

MATEO 20,1-16


5001 (Mt 20,1-16)

"Semejante es el reino de los cielos a un hombre, padre de familias, que salió muy de mañana a ajustar trabajadores para su viña. Y habiendo concertado con los trabajadores darles un denario por día, los envió a su viña. Y saliendo cerca de la hora de tercia, vio otros en la plaza que estaban ociosos, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron. Volvió a salir cerca de la hora de sexta y de nona, e hizo lo mismo. Y salió cerca de la hora de vísperas, y halló otros que se estaban allí, y les dijo: ¿Qué hacéis aquí todo el día ociosos? Y ellos le respondieron: Porque ninguno nos ha llamado a jornal. Díceles: Id también vosotros a mi viña. Y al venir la noche, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: Llama a los trabajadores, y págales su jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Cuando vinieron los que habían ido cerca de la hora de vísperas, recibió cada uno su denario. Y cuando llegaron los primeros, creyeron que les daría más, pero no recibió sino un denario cada uno. Y tomándole, murmuraban contra el padre de familias, diciendo: Estos postreros sólo una hora han trabajado, y los has hecho iguales a nosotros que hemos llevado el peso del día y del calor; mas él respondió a uno de ellos, y le dijo: Amigo, no te hago agravio. ¿No te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo, y vete: pues yo quiero dar a este postrero tanto como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero? ¿Acaso tu ojo es malo porque yo soy bueno? Así serán los postreros primeros, y los primeros postreros. Porque muchos son los llamados, mas pocos los escogidos". (vv. 1-16)

Remigio. Habiendo dicho el Señor: "Que muchos de los que están los primeros serán los últimos y los últimos los primeros" (Mt 19,29), añade, en apoyo de esta verdad, la siguiente parábola: "Semejante es el Reino de los Cielos", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. El padre de familia es Cristo, y el cielo y la tierra son como su única casa y su familia todas las criaturas. Su viña es la justicia, en la que se encuentran todas las clases de justicia, como plantas distintas de una misma viña; por ejemplo, la mansedumbre, la castidad, la paciencia y otras virtudes, todas las cuales están comprendidas en el nombre general de justicia y los cultivadores de esta viña son los hombres. Por eso se dice: "Que salió muy de mañana a ajustar trabajadores", etc. Dios ha grabado la justicia en nuestras facultades, no para su utilidad, sino para la nuestra. Sabed, pues, que nosotros somos conducidos a la viña como asalariados. Y así como nadie lleva a un asalariado a su viña con el objeto único de que coma, así también nosotros hemos sido llamados por Cristo al trabajo, no sólo para que obtengamos nuestra utilidad personal, sino para la mayor gloria de Dios; y así como el asalariado se ocupa primero de su trabajo y después de su alimentación diaria, así también nosotros debemos ocuparnos primero de lo que se refiere a la gloria de Dios y después de lo que concierne a nuestra utilidad. Así como el mercenario emplea todo el día en las obras de su señor y sólo consagra una hora para su alimentación, así también nosotros debemos emplear todo el tiempo de nuestra vida en la gloria de Dios y no conceder más que un poco de tiempo a nuestras necesidades temporales y así como el mercenario se avergüenza de entrar en la casa de su señor y de pedirle pan el día en que no trabaja, ¿cómo vosotros no os avergonzáis de entrar en la Iglesia y de estar delante de Dios el día en que no practicáis una obra buena?

San GregorioMagno, homiliae in Evangelia, 19,1. O también el Padre de familia, es decir, nuestro Creador, tiene una viña, esto es, la Iglesia universal, que ha arrojado tantos sarmientos cuantos son los santos que ha producido, desde el justo Abel hasta el último santo que produzca hasta el fin del mundo. En ningún tiempo ha dejado el Señor de mandar predicadores como trabajadores que enviaba para cultivar su viña a fin de que instruyeran a su pueblo. Porque El ha trabajado en el cultivo de su viña, primeramente por los patriarcas, después por los doctores de la Ley y los profetas y últimamente por los apóstoles, como sus operarios. Se puede decir que todo hombre que obra con recta intención es de alguna manera y en cierta medida trabajador de su viña.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. Podemos decir que todo el siglo presente no es más que un solo día. Porque aunque para nosotros es mucho un siglo, para la vida de Dios es un tiempo muy corto.

San GregorioMagno, homiliae in Evangelia, 19,1. La mañana del mundo es el tiempo trascurrido desde Adán hasta Noé y por eso se dice: "Que salió muy de mañana a ajustar trabajadores para su viña". Y añade el modo de ajustarlos en estas palabras: "Y habiendo concertado, etc. "

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. Yo soy de opinión, que la palabra denario se aplica a la salud.

Remigio. El denario era una moneda que valía antiguamente diez ases y que tenía la efigie del emperador. Con razón, pues, el denario representa en este pasaje la recompensa por la observancia del Decálogo. Por eso el Señor dice de una manera significativa: "Y habiendo concertado, etc. ". Porque en el campo de la Iglesia trabajan todos por la esperanza de una recompensa futura.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. La hora de tercia, de la que se dice: "Y habiendo salido cerca de la hora de tercia, vio otros en la plaza que estaban ociosos" comprende el tiempo que media desde Noé hasta Abraham.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. La plaza es todo lo que está fuera de la viña, esto es, de la Iglesia de Cristo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. Los hombres viven en este mundo vendiendo y comprando y sustentan sus vidas con sus recíprocos engaños.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1Con razón se llama ocioso a aquel que vive para sí y se recrea en los placeres de su carne, porque ése no trabaja para recoger los frutos de las obras de Dios.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. O también es ocioso, no el pecador, porque ése está muerto, sino el que no trabaja en las obras de Dios. ¿Queréis, pues, no estar ociosos? No toméis los bienes de otros y dad los que son vuestros y cultivando la planta de la misericordia, habréis trabajado en la viña del Señor. Sigue: "Y les dijo: Id también vosotros a mi viña". Es de advertir que sólo a los primeros les fija un denario, mientras que somete a los otros a un precio indeterminado, diciéndoles: "Os daré lo que es justo". El Señor sabía que Adán pecaría y que después de él perecerían todos los hombres en el diluvio y para que en ninguna ocasión se pudiese decir que Adán había abandonado la justicia porque ignoraba la recompensa que había de recibir, se concertó con él. Mas no hizo convenio con los otros, porque estaba dispuesto a retribuirles de una manera superior a lo que podía esperar un asalariado.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. O también, porque El había invitado a los trabajadores de la hora de tercia para toda la obra y se reservó el distribuirles la recompensa justa hasta después de ver lo que habían trabajado. Porque podían haber trabajado lo mismo que los que estaban desde por la mañana muy temprano, desplegando en poco tiempo una energía de trabajo que compensase la falta de trabajo de por la mañana.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. La hora de sexta comprende desde Abraham hasta Moisés y la de nona desde Moisés hasta la venida del Señor. Por eso sigue: "Volvió a salir", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. Y unió la hora de sexta con la de nona, porque en ese tiempo llamó al pueblo judío y se reveló con más frecuencia a los hombres para dar todas las disposiciones, porque ya se aproximaba el tiempo como definitivo de la salvación de todos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. La hora undécima comprende el tiempo que media desde su venida hasta el fin del mundo. El trabajador de la mañana, de la hora de tercia, de sexta y de nona, es el pueblo judío, que por sus elegidos no cesa de trabajar en la viña del Señor, desde el principio del mundo, esforzándose en honrar a Dios con la rectitud de su fe. Los gentiles son los llamados a la hora undécima. Por eso sigue: "Y salió cerca de la hora de vísperas". Porque estaban ociosos todo el día, sin haber hecho esfuerzo alguno en ninguna de las tan largas épocas del mundo para cultivar su viña; pero reparad en la respuesta que dan cuando fueron preguntados: "Y ellos le respondieron. Porque ninguno nos ha llamado a jornal". Efectivamente, ningún patriarca, ni ningún profeta se había acercado a ellos. ¿Y qué otra cosa significa la contestación: "Ninguno nos ha llamado a jornal", sino el que nadie les había predicado el camino de la vida.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. ¿Qué es lo que ha concertado con nosotros y cuál el precio de este contrato? La promesa de la vida eterna. Las naciones estaban solas y no conocían a Dios, ni sus promesas.

San Hilario, in Matthaeum, 20. Por eso son mandados a la viña: "Díceles: Id también vosotros", etc.

Rábano. Es justo que, después de haberles tomado el Señor cuenta de los trabajos del día, llegue el momento tan deseado de la recompensa: "Y al venir la noche"; esto es, cuando el día de todo el universo se fuere inclinando hacia la tarde de la consumación de todas las cosas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. Advertid que, cuando da la recompensa, es por la tarde y no a la otra mañana. Por consiguiente, tendrá lugar el juicio dentro del presente siglo y entonces se dará a cada uno su recompensa. Y esto por dos razones: primera, porque la recompensa de la justicia es la misma bienaventuranza eterna; de donde resulta, que antes de la eternidad, esto es, en esta vida, tendrá lugar el juicio. Y la segunda, porque el juicio precederá al día de la eternidad, a fin de que los pecadores no vean la felicidad de aquel día.

Sigue: "Dice el Señor a su mayordomo", es decir, el Hijo al Espíritu Santo.

Glosa. O también, si os parece bien, dice el Padre al Hijo, porque el Padre obra por el Hijo y el Hijo por el Espíritu Santo, sin que por esto haya entre las tres personas diferencia alguna de sustancia o de dignidad.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. O también dice a su mayordomo, esto es, a alguno de los ángeles destinado a distribuir las recompensas o también a uno de los numerosos administradores, según aquellas palabras de San Pablo (Ga 4,2): "Que el heredero, mientras es pequeño, está bajo el poder de los administradores y tutores".

Remigio. O también, Nuestro Señor Jesucristo es el Padre de familia y el mayordomo de la viña; como también es El mismo la puerta y el portero. Porque El es quien ha de venir a juzgarnos y a dar a cada uno según sus obras y cuando reuniere a todos en su juicio, para que cada uno reciba según sus obras, entonces es cuando llama a los trabajadores y les da la recompensa.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. Mas los primeros trabajadores, que no tienen más testimonio que el de su fe, no recibieron la promesa de Dios porque el Padre de familia nos ha reservado a nosotros alguna cosa mejor, no queriendo que sean terminadas sus obras sin nuestros trabajos. Nosotros que somos de Cristo y que hemos alcanzado su misericordia, esperamos recibir la recompensa antes que los demás, mientras que los que trabajaron inicialmente, la tendrán después que nosotros, por eso se dice: "Llama los trabajadores y págales su jornal".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. Siempre damos con más gusto a aquéllos a quienes damos alguna cosa gratuitamente, porque entonces concedemos las cosas sólo por nuestra honra. Por consiguiente, dando Dios su recompensa a todos los santos, se muestra justo, y dándosela a los gentiles, misericordioso; según las palabras de San Pablo (Rm 15,9): "En cuanto a los gentiles, no tienen ellos más que alabar a Dios por su misericordia". Y por eso se dice: "Comenzando desde los últimos hasta los primeros". El Señor efectivamente, a fin de manifestar su inefable misericordia, da su recompensa; primeramente a los últimos y a los más indignos y después a los primeros. Su excesiva misericordia no tiene en cuenta el orden.

San Agustín, de spiritu et littera, 24. O también los últimos son considerados como los primeros porque se les ha diferido su recompensa por menos tiempo.

Sigue: Cuando vinieron los que, etc.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. El mismo denario, que con tanto deseo estuvieron esperando todos, reciben tanto los que trabajaron a la hora undécima, como los que trabajaron desde la primera hora, porque igual recompensa, la de la vida eterna, consiguen los que fueron llamados desde el principio del mundo, como los que vengan a Dios hasta el fin del mundo.


Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. Y esto es justo. Porque el que nació al principio del siglo, no vivió más que el tiempo marcado a su vida; ¿y qué perjuicio le ha resultado con que continuara después de su muerte el mundo? Y los que nacen al final, no viven menos tiempo que los días que les han sido destinados; ¿y qué utilidad les reporta, con respecto al cómputo de su trabajo, que el mundo termine pronto, puesto que cumplen con la tarea de su vida antes del fin del mundo? Además, no depende del hombre el haber nacido antes o después, porque esto depende de la voluntad divina. Y ciertamente, no debe reivindicar para sí el primer puesto el que ha nacido primero, ni debe considerarse como más despreciable al que ha nacido después. Sigue: "Y tomándole, murmuraban contra el Padre de familia diciendo: etc. " Mas si es verdad lo que hemos dicho, que los primeros y últimos no han vivido ni más ni menos tiempo que el que tenían marcado y a unos y otros ha arrebatado la muerte, ¿qué razón tienen para decir: "¿Hemos llevado el peso del día y del calor?" Sin duda conocer que está cerca el fin de los tiempos nos da fuerza para alcanzar la justicia. Por ello el Señor, dándonos un arma para la lucha, decía (Mt 4,17): "El Reino de los Cielos está próximo". Para ellos era motivo de debilidad saber que el mundo duraría aún mucho tiempo. Por esto, si bien no han vivido todo un siglo, sin embargo parece que hubieran soportado el peso de sus cien años. O bien: "el peso de todo el día", son los mandamientos pesados de la ley; "el calor" es la abrasadora tentación del error, inflamada por los espíritus malignos en sus corazones, a fin de irritarlos para emulación de todos estos gentiles. De estos, los que creen en Cristo, salieron libres de los lazos y están a salvo por la plenitud de gracia, que lo resume todo.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. O también: "el llevar el peso del día y del calor" es estar fatigado durante el tiempo de una larga vida, por la lucha contra los estímulos de la carne. Pero se puede preguntar: ¿Cómo es posible que murmuren los que son llamados al Reino de los Cielos? Porque el que murmura, no recibe el Reino de los Cielos y el que recibe, no puede murmurar.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 64,3. No es conveniente examinar las parábolas hasta en sus más pequeños detalles, sino penetrarse de la intención del que la ha dicho y no pasar más adelante. Por consiguiente, en la parábola de que tratamos, no se propuso el Señor el manifestar que había algunos envidiosos, sino el de hacer ver que todos ellos gozaban de tantos honores, que sus mismos honores podían engendrar en otros el vicio de la envidia.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. O también: "el murmurar" quiere decir que todos los antiguos patriarcas, a pesar de haber vivido en la justicia, no pudieron entrar en el reino, hasta la venida del Señor y por eso es propio de ellos el haber murmurado. Mientras que nosotros no podemos murmurar, porque a pesar de haber venido a la hora undécima y de haber nacido después de la venida del Mediador, entramos en el reino en seguida que abandonamos nuestros cuerpos.

San Jerónimo. O también el pueblo judío, que es llamado antes, tiene envidia de los gentiles y encuentra su tormento en la gracia del Evangelio.

San Hilario, in Matthaeum, 20. El murmurar de los trabajadores, se vio bien claro en tiempo de Moisés, por la boca insolente del pueblo.

Sigue: "Mas él respondió a uno de ellos y le dijo: Amigo, no te hago agravios":

Remigio. Por este "uno" pueden entenderse todos los judíos, que recibieron la fe y a quienes el Señor llama, por razón de esta misma fe "amigos".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. Mas no se quejan de no haber recibido lo que se les había prometido, sino de que los otros hubiesen recibido más de lo que merecían. Esto es propio de los envidiosos, que siempre se quejan de lo que se da a otros como si se les quitara a ellos; de donde resulta que la envidia es hija de la vanagloria y por eso, el que aquí se queja, no se queja de ser el segundo más que por los vivos deseos que tiene de ser el primero. Por esta razón, rechaza el Señor este movimiento de la envidia diciendo: "¿No te concertaste conmigo por un denario?"

San Jerónimo. El denario tiene la efigie del rey. Habéis recibido, pues, la recompensa que os he prometido, es decir, mi imagen y semejanza, ¿qué más queréis? Y vosotros deseáis, no tanto el recibir más, como el que otro no reciba nada. Tomad lo vuestro y marchaos.

Remigio. Es decir, recibid vuestra recompensa y marchaos a la gloria. Yo quiero dar a este último, esto es, al pueblo gentil (según sus méritos) tanto como a vosotros.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. Pueda ser que dirigiera a Adán estas palabras: "Amigo, no te hago agravio: ¿No te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo y vete". El denario, esto es, la salvación es lo tuyo; yo quiero dar a este último tanto como a ti. Se puede creer, sin faltar a la verdad, que este último, que trabajó una hora y sin duda más que los que le precedieron, es el apóstol San Pablo.

San Agustín, de sancta virginitate, 26. Da a todos un denario, recompensa de todos, porque a todos será igualmente dada la misma vida eterna. Habrá en la vida eterna, en la casa del Padre, muchas moradas y resaltará en ellas, de un modo diferente, el brillo de los méritos de cada uno. El denario, que es el mismo para todos, significa, que todos vivirán el mismo tiempo en el cielo y la diferencia de mansiones, indica la gloria distinta de los santos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. Y como nosotros recibimos la corona de la bienaventuranza por efecto de la bondad del Señor, añade: "¿No me es lícito hacer lo que quiero?". Grande insensatez del hombre es murmurar contra la bondad de Dios. Porque podría quejarse de Dios cuando no le diera lo que le debe; pero no tiene motivo para formular sus quejas cuando El no da lo que no le debe. Por eso añade con tanta claridad: "¿Acaso tu ojo es malo, porque yo soy bueno?"

Remigio. El ojo significa la intención. Los judíos tuvieron un ojo malvado, es decir, una intención perversa, porque tenían envidia de la salud de los gentiles. Las palabras del Señor: "Así serán los postreros, primeros y los primeros postreros". Nos dan a entender el objeto que se propuso el Señor en esta parábola, es decir, manifestarnos el tránsito de los judíos, desde la cabeza a la cola y el tránsito nuestro, desde la cola a la cabeza.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 34. O también llama a los primeros postreros y a los postreros primeros, no porque los postreros sean más dignos que los primeros, sino para manifestar que la época diferente de su vocación no establece entre ellos diferencia alguna. Las palabras: "Muchos son los llamados y pocos los escogidos"; no se refieren a los santos de que hemos hablado arriba, sino a las naciones, entre las que habrá muchos que serán llamados y pocos los que serán escogidos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. Muchos vienen a la fe, pero son pocos los que llegan al Reino de los Cielos, porque son muchos los que siguen a Dios con los labios y huyen de El con sus costumbres. De todo esto, podemos sacar dos consecuencias. Primera, que nadie debe presumir de sí mismo. Porque aunque uno haya sido llamado a la fe, no sabe si estará elegido para el Reino; y segunda, que nadie debe desconfiar de la salvación del prójimo, aunque lo vea entregado al vicio, porque todos ignoramos los tesoros de la misericordia de Dios. O de otra manera, nuestra mañana es la niñez; la hora de tercia la adolescencia, porque el calor que en esa edad se desarrolla, es como el del sol cuando sube a lo más elevado de su carrera; la hora de sexta es la juventud, época en que el hombre adquiere toda su robustez y la de nona es la vejez, edad en que falta el calor de la juventud, como al sol cuando se retira de los puestos elevados de su carrera. Por último, la hora undécima, es la edad que se llama decrepitud o veterana.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 64,3. La diferencia de las almas de los trabajadores está bien marcada en el hecho de ser llamados unos por la mañana, otros a la hora de tercia y así sucesivamente. El Señor los llamó a todos cuando estaban en disposición de obedecer, cosa que hizo con el buen ladrón, a quien llamó el Señor cuando vio que obedecería. Mas si dicen: "Porque ninguno nos ha llamado a jornal" (Mt 20,7), es preciso tener presente, como ya hemos dicho antes, que no debemos investigar todos los detalles de la parábola, además de que no es el Salvador quien dice eso, sino los trabajadores. Y en el mismo hecho del Salvador, en cuanto está de su parte, llamar a todos a la primera hora, significa que el Salvador no excluyó a nadie como lo indican las siguientes palabras: "Salió muy de mañana a ajustar trabajadores" (Mt 20,1)

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 19,1. Estuvieron ociosos hasta la hora undécima todos los que se retrasaron en vivir, según Dios, hasta la hora última. A éstos, sin embargo, los llama el padre de las familias y muchas veces los recompensa en primer lugar, porque mueren y van al reino antes que aquellos, que son llamados desde los primeros años de su infancia.

Orígenes, homilia 10 in Matthaeum. Las palabras: "¿Qué hacéis ociosos todo el día?" (Mt 20,6) no se dirigen a los que habiendo comenzado por el espíritu, concluyen por la carne, si después vuelven al espíritu para vivir otra vez espiritualmente. Y no decimos esto para disuadir a los hijos lascivos, que han gastado con su vida lujuriosa todos los tesoros evangélicos, a que vuelvan a la casa de su Padre, sino para hacer ver que hay una gran diferencia entre ellos y aquellos que pecaron en su juventud, cuando aún no tenían conocimiento de lo que enseña la fe.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 64,4. En las palabras: "Los primeros serán los postreros y los postreros serán los primeros" (Mt 20,16) indica el Señor de una manera encubierta que se refería a los que resplandecieron primero en la virtud y después la despreciaron; y además, a aquellos que se separaron del mal y se sobrepusieron a muchos. Esta parábola fue, pues, compuesta con el objeto de avivar más los deseos de aquellos que se convertían al Señor en sus últimos años y que por lo mismo tenían la idea de que ellos recibirían menos recompensa que los demás.


Catena aurea ES 4923