Catena aurea ES 7538


MARCOS 15,42-47


7542 (Mc 15,42)

Al ponerse el sol (por ser aquel día la parasceve, o día de preparación que precede el sábado), fue José de Arimatea, persona ilustre y senador, el cual esperaba también el reino de Dios, y entró denodadamente a Pilatos, y pidió el cuerpo de Jesús. Pilatos, admirándose de que tan pronto hubiese muerto, hizo llamar al centurión, y le preguntó si efectivamente era muerto. Y habiéndole asegurado que sí el centurión, dio el cuerpo a José. José, comprada una sábana, bajó a Jesús de la cruz y le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro abierto en una peña, y arrimando una gran piedra, dejó así con ella cerrada la entrada. Entretanto María Magdalena y María de José, estaban observando dónde le ponían. (vv. 42-47)

Glosa. Después de la pasión y muerte de Cristo se ocupa el Evangelista de su sepultura diciendo: "Al ponerse el sol, por ser aquel día la parasceve", etc.

Beda, in Marcum 4, 44. La palabra griega parasceve quiere decir preparación. Con este nombre los judíos que moraban entre los griegos indicaban el sexto día de la semana, porque acostumbraban preparar en él lo que necesitaban para el sábado, día de descanso. Y como fue el sexto día cuando fue creado el hombre y el séptimo en el que el Creador de todo descansó, el Salvador realizó el misterio de la restauración humana siendo crucificado el día sexto, descansando en el sepulcro el sábado y esperando la resurrección que había de tener lugar el día octavo. Así nosotros en esta edad del siglo debemos ser crucificados al mundo, en tanto que en el día séptimo, esto es, cuando cada cual pague su deuda con la muerte, deberán descansar nuestros cuerpos en la tumba y nuestro espíritu, después de sus buenas obras, en paz íntima con el Señor, hasta que en la octava edad reciban nuestros cuerpos la incorruptibilidad con nuestro espíritu en una resurrección gloriosa. "Fue José de Arimatea, persona ilustre", etc. Convenía que él fuera quien sepultara el cuerpo del Señor, pues era digno de tal ministerio el que por la justicia de sus obras y por la nobleza de su poder temporal podía obtener la autorización para ejercer este ministerio. "Ilustre senador, prosigue, el cual esperaba también el reino de Dios". Se llama senador porque era de este orden y desempeñaba el cargo de tal. También suele llamarse curial, oficio que tenía a su cargo procurar los cargos civiles. Arimatea es lo mismo que Ramathain-Sofim, ciudad de Elcana y de Samuel (1R 1,1)

Pseudo - Jerónimo. Arimatea significa el que descuelga, y era natural de allí José, el cual descolgó al Señor de la cruz. "Y entró denodadamente a Pilatos, y pidió el cuerpo de Jesús".

Teofilacto. ¡Atrevimiento laudable! porque no se detuvo a pensar que, pidiendo el cuerpo de un hombre que había sido condenado por blasfemo, se exponía a perder sus riquezas y a que los judíos le arrojaran de sí. "Pilatos, admirándose de que tan pronto hubiera muerto", etc. porque pensaba que había de haber vivido mucho tiempo en la cruz, como sucedía a los ladrones en el patíbulo. "Hizo llamar al centurión, continúa, y le preguntó si efectivamente era muerto", es decir, antes del tiempo en que solían morir los demás. "Y habiéndole asegurado que sí el centurión (es decir, que había muerto) dio el cuerpo a José".

Beda, in Marcum 4, 44. Porque un hombre desconocido y de mediana posición no hubiera podido llegar al procurador y obtener de él el cuerpo del crucificado. "José, comprada una sábana, bajó a Jesús de la cruz, y le envolvió en la sábana", etc.

Teofilacto. Como discípulo del Señor, sabía de qué modo debía honrar su cuerpo, y sus circunstancias le hacían digno de ser él quien le diese sepultura.

Beda, in Marcum 4, 44. En sentido espiritual, podemos decir que el cuerpo del Señor debía ser amortajado, no en oro, ni en piedras preciosas, ni en seda, sino en un lienzo nuevo. De aquí la costumbre de la Iglesia de celebrar el sacrificio del altar no sobre seda, ni sobre un paño de color, sino sobre el lino que viene de la tierra, en memoria del cuerpo del Señor, que fue envuelto y sepultado con una sábana blanca, costumbre consagrada por decreto pontificio de San Silvestre, papa. Puede tomarse también en el sentido de que quien recibe al Señor con alma pura le envuelve en un lienzo blanco. "Y le puso en un sepulcro", etc. Se dice que el sepulcro del Señor era de forma circular, abierto en una peña, tan alto que un hombre de pie apenas podía tocar el techo con la mano, y tenía la entrada hacia oriente, hallándose al lado del norte una gran piedra movediza, que fue con la que se cerró. Este sepulcro, o el lugar en que se colocó el cuerpo del Señor, estaba abierto en una peña, y tenía siete pies de longitud y tres palmos de altura contados desde el piso, abierto en toda su longitud, no por encima, sino por el lado sur, que fue por donde se introdujo el cuerpo. El color de este monumento era, según se dice, una mezcla de blanco y rojo.

Pseudo - Jerónimo. Resucitamos, pues, de la sepultura de Cristo, y su bajada a los infiernos es nuestra ascensión a los cielos: aquí es donde se encuentra la miel en la boca del león muerto.

Teofilacto. Imitemos nosotros a José recibiendo unidos el cuerpo de Cristo, y pongámosle en un monumento abierto en la peña, esto es, en el alma que recuerda y no puede olvidar a Dios, porque ella está abierta en la peña, es decir, en Cristo, que es la piedra porque es el fuerte. Y debemos envolverle en una sábana, esto es, recibirle en un cuerpo puro, porque la sábana representa al cuerpo que es la cubierta del espíritu; debiendo recibir el cuerpo de Cristo no solamente con espíritu puro, sino en cuerpo puro también. Es preciso envolverle, y no ponerle al descubierto, porque en El se contiene un secreto cerrado y oculto. "Entretanto María Magdalena y María de José", etc.

Beda, in Marcum 4, 44. Leemos en San Lucas que los amigos de Jesús y las mujeres que le habían seguido se mantenían a bastante distancia. Pero habiéndose retirado a sus casas los hombres después del descendimiento del cuerpo de Jesús, sólo las mujeres, animadas de un amor más profundo, siguieron al cortejo fúnebre, procurando ver cómo lo colocaban, para ofrecerle después cuando les fuera posible los dones de su devoción. En el día de la preparación de la Pascua, las mujeres santas, esto es, las almas humildes, hacen lo mismo buscando con diligencia en su ferviente amor al Salvador las huellas de su pasión en este siglo, que es donde ha de prepararse el descanso futuro. Consideran atentamente el orden con que se consumó dicha pasión para imitarla si pueden por ventura.

Pseudo - Jerónimo. También puede referirse esto al pueblo judío, que creerá al fin del mundo. Se ennoblece por la fe, volviendo a ser hijo de Abraham, y depone su desesperación, esperando el reino de Dios. Entra para ser bautizado entre los cristianos, significados aquí por Pilatos, cuyo nombre quiere decir herrero, el que doma a los pueblos que son de hierro, y con una vara de hierro los gobierna. El pide el sacrificio que se da al fin de su vida al penitente: el viático; y lo recibe en un corazón puro y muerto al pecado y resguardado en la fortaleza de la fe, y lo guarda bajo el manto de la esperanza por sus obras de caridad, pues el fin de la enseñanza es la caridad (1Tm 1,5) Los elegidos, que son las estrellas del mar, miran desde lejos, cuando, si fuera posible, se escandalizarían también ellos.


MARCOS 16,1-8


7601 (Mc 16,1-8)

Y pasada la fiesta del sábado, María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y partiendo muy de madrugada el domingo o primer día de la semana, llegaron al sepulcro salido ya el sol. Y se decían una a otra: "¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?" La cual realmente era muy grande. Mas echando la vista, repararon que la piedra estaba apartada. Y entrando en el sepulcro, o cueva sepulcral, se hallaron con un joven sentado al lado derecho, vestido de un blanco ropaje, y se quedaron pasmadas. Pero él les dijo: "No tenéis que asustaros: vosotras venís a buscar a Jesús Nazareno, que fue crucificado: ya resucitó: no está aquí: mirad el lugar donde le pusieron. Pero id, y decid a sus discípulos, especialmente a Pedro, que El irá delante de vosotros en Galilea, donde le veréis, según os lo tiene dicho". Ellas, saliendo del sepulcro echaron a huir, como que estaban sobrecogidas de pavor y espanto; y a nadie dijeron nada en el camino, tal era su pasmo. (vv. 1-8)

Pseudo - Jerónimo. Después de la tristeza del sábado brilla un día feliz, el primero entre todos, iluminado con la primera de las luces, pues en él se realiza el triunfo de la resurrección del Señor. "Y pasada, dice, la fiesta del sábado, María Magdalena", etc.

Glosa. Sepultado el Señor, se ocuparon religiosamente las mujeres todo el tiempo que pudieron, es decir, hasta la puesta del sol, en preparar aromas, como dice San Lucas. Pero como no pudieron concluir en tan corto tiempo, pasado el sábado, esto es, al ponerse el sol y pudiendo ya trabajar, se apresuraron a comprar aromas, según refiere San Marcos, para ir por la mañana a ungir el cuerpo del Señor. No querían ir al monumento el mismo sábado porque se hacia ya de noche. "Y partiendo muy de madrugada el domingo", etc.

Severiano. Aquí las mujeres obran con la devoción propia de ellas, llevando los aromas al sepulcro, no por su fe en Cristo vivo, sino para embalsamar su cuerpo, al que, muerto, obsequian con su tristeza, y no con la alegría de los triunfos divinos del que va a resucitar.

Teofilacto. Porque ellas no conocen la grandeza y dignidad de la Divinidad de Cristo. Fueron, conforme a la costumbre de los judíos, a ungir el cuerpo de Jesús, para embalsamarle y preservarle de la humedad, porque los aromas tienen propiedades desecativas, y conservan incorrupto el cuerpo absorbiendo sus humores.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 21. Por lo que a nosotros toca, cuando buscamos al Señor llenos del olor de las virtudes con las buenas obras, vamos también con aromas a su sepulcro. "Y partiendo muy de madrugada el domingo", etc.

San Agustín, De consensu Evangelistarum 3, 24. San Lucas (Lc 24,1) dice que estas mujeres fueron muy de mañana, y San Juan (Jn 20,1) que fueron al amanecer, cuando todavía estaba oscuro. Con ambas versiones se ajusta la de San Marcos, que dice fue muy de mañana, salido ya el sol, esto es, cuando empieza a clarear el cielo por oriente, que es cuando se aproxima la salida del sol, porque es su luz la que produce lo que llamamos aurora. Así es que no es otro el sentido de las palabras (Jn 20,1) cuando estaba aún oscuro, porque, al salir el sol, hay todavía un resto de tinieblas, que disminuye gradualmene a medida que avanza el sol, y porque el muy de mañana, salido ya el sol, de San Marcos, no quiere decir que se viera ya el sol sobre el horizonte, sino que estaba cerca de él, y empezaba por tanto su luz naciente a iluminar el cielo.

Pseudo - Jerónimo. San Marcos llama muy de mañana al momento que otro Evangelista (Lc 24,1) llama amanecer. El amanecer es el instante que media entre las tinieblas de la noche y la claridad del día, en cuyo instante vino la salvación del género humano, y se anunció su dichosa proximidad en la Iglesia. Así como el sol hace preceder su luz naciente de una rosada aurora, así el Señor prepara nuestros ojos para que puedan ver la gracia de su notable esplendor, cuando brille la luz de su resurrección. La Iglesia toda, a semejanza de aquellas mujeres, cantará entonces las alabanzas de Cristo, cuando la primicia de su resurrección anime al género humano, le dé vida, y le ilumine con la luz de la fe.

Beda, in Marcum 4, 45. Así como estas mujeres, que van al amanecer al sepulcro, según la historia, muestran una ferviente caridad; así en sentido místico, nos dan un ejemplo para que, iluminada la faz y despejadas las tinieblas de los vicios, veamos el modo de ofrecer al Señor el aroma de las buenas obras y la suavidad de las oraciones.

Teofilacto. Dice el primer día de los sábados, o de la semana, porque a toda la semana se le llamaba sábado, y al primer día se le llamaba el primer día del sábado.

Beda, in Marcum 4, 45. O bien, el primer día de los sábados era el primero contando desde el descanso, que se observaba el sábado. "Y se decían una a otra: ¿Quién nos quitará la piedra?", etc.

Severiano. Se han cerrado vuestros corazones y vuestros ojos, y no podéis ver la gloria del sepulcro abierto. "Mas echando la vista, repararon que la piedra estaba apartada".

Beda, in Marcum 4, 45. San Mateo refiere minuciosamente cómo fue separada la piedra por el Angel. En sentido místico, la separación de la piedra significa la aclaración de los misterios de Cristo, que se mantenían velados por la letra de la ley, y la ley estaba escrita en la piedra. "La cual realmente era muy grande".

Severiano. Y más grande por su mérito que por su volumen, puesto que fue suficiente para encerrar y ocultar el cuerpo del Creador del mundo.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 21. Las mujeres que fueron con los aromas ven a los ángeles, porque aquellos que en santos deseos van con sus virtudes al Señor, son los que ven a los seres de arriba. "Y entrando en el sepulcro, se hallaron con un joven sentado", etc.

Teofilacto. No es de admirar que San Mateo diga que el ángel estaba sentado sobre la piedra, mientras que San Marcos dice que las mujeres que entraron en el sepulcro vieron sentado allí al joven, porque vieron sentado antes en la piedra al mismo que vieron también después dentro del sepulcro.

San Agustín, De consensu evangelistarum 3, 24. Podemos entender que San Mateo guardó silencio sobre el ángel que vieron una vez que entraron, y San Marcos sobre el que vieron fuera sentado en la piedra. Vieron, por tanto, a los dos, y oyeron a uno y otro separadamente lo que dijeron de Jesús. También podemos suponer que las mujeres entraron en un recinto del sepulcro cercado entonces de tapias, que estaba delante de la peña en que fue abierto el sepulcro; de modo que vieron sentado en aquel espacio a la derecha al ángel que, según San Mateo, se hallaba sentado en la piedra.

Teofilacto. Algunos suponen que las mujeres de las que habla San Mateo, no eran las mismas que cita San Marcos; pero, sea como fuere, siempre entre ellas aparece María Magdalena, llena de ardiente afecto y de ferviente diligencia.

Severiano. Entraron, pues, las mujeres en el sepulcro, a fin de resucitar con Cristo, sepultándose antes con El. Y es un joven al que ven, porque consideran la edad de nuestra resurrección, no admitiendo edad el estado del que resucita. Donde el hombre no debe nacer ni morir no admite cambio la edad, ni necesita incremento. Por tanto, pues, vieron aquellas mujeres, no a un viejo ni a un niño, sino a un joven, que es la edad en flor.

Beda, in Marcum 4, 45. Vieron sentado al joven a la derecha, esto es, a la parte sur del sepulcro; pues yaciendo boca arriba el cuerpo, tenía la cabeza a occidente, y por consecuencia, su derecha al sur.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 21. ¿Qué significa la izquierda, sino la vida presente; qué la derecha, sino la vida eterna? Y como el Redentor había pasado ya de esta vida corruptible, el ángel, que había venido a anunciar su vida eterna, se sentaba con razón a la derecha.

Severiano. Ven al joven sentado a la derecha, porque en la resurrección no hay nada de la izquierda, y estaba cubierto con túnica blanca, que no era un tejido de vellón de lana, sino toda de fuerza vital, de esplendente de luz celestial, no de color terreno. Por lo que dice el Profeta: "Cubierto estás de luz como de un ropaje" (Ps 103,2); y hablando de los justos: "Entonces los justos resplandecerán como el sol" (Mt 13,43)

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 21. O apareció cubierto de una túnica blanca, porque nos anunciaba las alegrías de nuestra festividad, y porque la blancura de su vestido anunciaba el esplendor de nuestra solemnidad.

Pseudo - Jerónimo. Este vestido blanco es también la verdadera alegría, una vez expulsado el enemigo y conquistado el reino, y buscado y encontrado el rey de la paz para no volver a perderle. Este joven, pues, manifiesta la forma de la resurrección a los que temen la muerte, y si quedaron pasmadas, fue porque no vio el ojo, ni oyó el oído, ni subió al corazón del hombre lo que tiene Dios preparado a los que le aman (Is 64,4 1Co Is 2,9) "Pero él les dijo", etc.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 21. Como si dijera: Que teman los que no aman la venida de los habitantes del cielo, y tiemblen los que, presos en las redes de sus carnales deseos, desesperan de poder llegar a su compañía. Pero en cuanto a vosotras ¿por qué ha de haceros temblar la vista de vuestros conciudadanos?

Pseudo - Jerónimo. No hay temor en la caridad (Jn 1,4) ¿Por qué habían de pasmarse las que encontraban lo que buscaban?

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 21. Pero oigamos al ángel: Vosotras venís a buscar a Jesús Nazareno. Jesús significa saludable, esto es, Salvador. Pero como muchos podían llamarse Jesús, no sustancial, sino nominalmente, le junta el nombre patronímico nazareno, para indicar de qué Jesús se trata. Añade la razón de que le busquen diciendo que fue crucificado.

Teofilacto. No nos avergoncemos, pues, de la cruz; que en ella está la salvación del hombre y el principio de la bienaventuranza.

Pseudo - Jerónimo. Ha desaparecido, pues, la raíz amarga de la cruz: la flor de la vida brotó con el fruto, es decir, el que yacía en la muerte se ha levantado glorioso. "Ya resucitó; no está aquí".

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 21. No está aquí, dice, en cuanto a su presencia corporal, porque en cuanto a su majestad divina nunca falta en ninguna parte.

Teofilacto. Es como si dijera: ¿Queréis cercioraros de su resurrección? "Mirad, dice, el lugar donde le pusieron". Y para mostrar que estaba vacío el sepulcro había dado vuelta a la piedra.

Pseudo - Jerónimo. Se manifiesta la inmortalidad a los mortales para que rindan la debida acción de gracias y para que conozcamos lo que hemos sido y sepamos lo que hemos de ser. "Pero id, y decid a sus discípulos", etc. Es a las mujeres a las que dice que se lo anuncien a los Apóstoles, porque por la mujer fue por quien se anunció la muerte, y la mujer debe anunciar la vida. "Y especialmente a Pedro", añade, porque por haber negado tres veces a su Maestro se juzgaba el más indigno de ser Apóstol, pero no dañan los pecados pasados cuando no agradan.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 21. Si no le hubiera nombrado especialmente el ángel, no se hubiese atrevido a volver entre sus discípulos por haber negado a su Maestro, y nombrándole así, le libra de la desesperación en que había de caer por su negación.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,25. Las palabras "que El irá delante de vosotros a Galilea", dan a entender que no había de presentarse Jesús a sus discípulos después de la resurrección, sino en Galilea. San Marcos no hace mención de esta aparición. Primero dice que muy de madrugada el primer día del sábado se apareció a María Magdalena, y después a otros dos discípulos que iban al campo, lo que sucedió en Jerusalén el mismo día de la resurrección. Después refiere la última aparición, que sabemos tuvo lugar en el monte de los Olivos, no lejos de Jerusalén. San Marcos, pues, no habla nunca de la realización de la promesa que refiere del ángel. Por el contrario, San Mateo no refiere ninguna otra aparición del Señor a sus discípulos después de la resurrección, sino la ocurrida en Galilea, según la predicción del ángel. Pero como no dijo cuándo había de ocurrir, ni expresa tampoco San Mateo el día ni el orden de los hechos cuando dice que los discípulos fueron a un monte en Galilea, lejos de perjudicar su relato al de los otros Evangelistas, da lugar a que sean entendidos y aprobados. Pero todo fiel debe indagar el misterio que se encierra en la seguridad que da el Señor de que no se presentará a sus discípulos en ninguna parte antes que en Galilea, en donde le vieron luego.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 21. La palabra Galilea significa migración: y verdaderamente que nuestro Redentor pasó de la pasión a la resurrección, de la muerte a la vida. Nosotros llenos de júbilo contemplaremos después la gloria de su resurrección, si pasamos ahora de los vicios a la altura de las virtudes. El que se anuncia, pues, en el sepulcro, se manifiesta en la transformación, porque es en la transformación de la mente en donde se reconoce al que se ha reconocido en la mortificación de la carne.

Pseudo Jerónimo. Palabra insignificante por sus sílabas, pero muy importante por la promesa que anuncia: allí está el manantial de nuestra alegría y el origen de la salvación eterna; allí se congregarán los dispersos y sanarán los de corazón contrito (Ps 146) Allí le veréis, dice el ángel, pero no como le visteis.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,24. Se significa también que la gracia de Cristo había de pasar del pueblo de Israel a los gentiles, los cuales no hubieran podido de ningún modo recibir la predicación de los Apóstoles, si antes el Señor no les hubiese abierto camino preparando los corazones. "Que El irá delante de vosotros a Galilea, donde le veréis", esto es, donde encontraréis sus miembros. "Ellas, saliendo del sepulcro, echaron a huir como sobrecogidas que estaban de temor y espanto".

Teofilacto. Esto es, el estupor que les causaba la vista del ángel y la resurrección.

Severiano. El ángel está sentado en el sepulcro, del cual huyen las mujeres. El confía en su sustancia celestial, y ellas temen por su condición terrena: pues no sabe temer al sepulcro quien no puede morir. Pero estas mujeres tiemblan por lo que ven, y como mortales, sienten el frío de la muerte al aspecto de esta tumba.

Pseudo Jerónimo. Se refiere esto también a la vida futura, de la que huirán el dolor y el gemido. Huyendo de la muerte y del pavor, nos ofrecen las mujeres, antes de la resurrección, una idea de lo que hacen después de ella. "Y a nadie dijeron nada: tal era su pasmo".

Teofilacto. Sea a causa de los judíos, sea por el temor que les produjo aquella visión, no decían nada de lo que habían oído.


San Agustín. de consensu evangelistarum, 3,24. Acaso se pregunte cómo dice esto San Marcos, siendo así que dice San Mateo "que salieron del sepulcro con temor y grande alegría para anunciarlo a los discípulos" (Mt 28,8) Tal vez, sin embargo, consiste en que no se atrevieron ellas a decir a nadie lo que habían oído a los ángeles, ni aún a los guardias que estaban echados allí. Porque la alegría que dice San Mateo, no se opone al temor del que habla San Marcos, y deberíamos entender que ambos sentimientos dominaron en el ánimo de las mujeres, aunque no hablara San Mateo del temor. Mas como dice él mismo que salieron del sepulcro con temor y grande alegría, no hay lugar a cuestionar este asunto.

Severiano. Es significativo también que las mujeres no dijeran nada a nadie, puesto que las mujeres deben oír y no hablar, aprender y no enseñar.


MARCOS 16,9-13

7609 (Mc 16,9)

Jesús, habiendo resucitado de mañana, el domingo primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena, de la cual había lanzado siete demonios. Y Magdalena fue luego a dar las nuevas a los que habían andado con El, que no cesaban de gemir y llorar. Los cuales, al oírla decir que vivía, y que ella le había visto, no la creyeron. Después de esto se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos que iban de camino a una casa de campo. Los que, viniendo luego, trajeron a los demás la nueva; pero ni tampoco los creyeron. (vv. 9-13)

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,24. Es preciso considerar el modo como se apareció el Señor después de la resurrección. Dice, pues, San Marcos: "Jesús, habiendo resucitado, se apareció primeramente a María Magdalena".

Beda, in Marcum, 4, 45. Cómo y dónde fue esta aparición nos lo dice textualmente San Juan. Se alzó el Señor de mañana del sepulcro, en que fue depositado por la noche, para que se cumpliesen las palabras del Salmo: "Hasta la tarde durará el llanto, y al salir la aurora será la alegría" (Ps 29,6)

Teofilacto. O de otro modo: después de las palabras Jesús resucitó pongamos punto, y a continuación las que siguen: "El primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena".

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 21. Así como Sansón no sólo salió de Gaza a medianoche, sino que se llevó las puertas, así resucitando antes del día nuestro Redentor no solamente salió libre del infierno, sino que también destruyó sus barreras. San Marcos dice que el Señor lanzó siete demonios de María, y ¿qué significan estos siete demonios sino los todos los vicios del mundo? Porque así como se comprende todo el tiempo en siete días, se comprenden o representan todas las cosas en el número siete. Por eso los siete demonios que tuvo María significan todos los vicios de que estuvo llena.

Teofilacto. O es que representa el Evangelista en estos demonios a los siete espíritus contrarios a las virtudes, como el espíritu sin temor de Dios, sin sabiduría, sin entendimiento, o sin otro cualquiera de los dones del Espíritu Santo.

Pseudo Jerónimo. Así pues, se manifiesta primero a ella, de quien había lanzado siete demonios, porque las meretrices y los publicanos precederán a la sinagoga en el reino de Dios, como el ladrón precedió a los Apóstoles.

Beda. Al principio la mujer fue también como la conductora de Adán al pecado. Ahora, habiendo sido la primera en gustar la muerte, será la primera que verá la resurrección, a fin de que en su vergüenza no sea perpetuamente culpable ante el hombre, y para que la que le había trasmitido la culpa le trasmitiese la gracia. "Y Magdalena fue a dar las nuevas a los que habían andado con El", etc.

Pseudo Jerónimo. Gimen y lloran, porque todavía no han visto, pero pronto serán consolados: "bienaventurados los que ahora lloran, porque ellos serán consolados" (Mt 5,4)

Beda. Con razón, pues, se recuerda que esta mujer, que fue la primera que anunció la alegría de la resurrección del Señor, había sido librada de siete demonios, para que no desespere del perdón de sus pecados ninguno que haga verdadera penitencia, y para hacer ver que donde abundó el pecado sobreabunda la gracia.

Severiano. Anuncia, pues, María, porque ya no es una mujer, sino la figura de la Iglesia y como ésta, anuncia y habla, habiendo callado antes como mujer. "Los cuales al oírla decir", etc.

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 26. La razón de que tardaran en creer los discípulos en la resurrección del Señor no dependió tanto de su flaqueza, como de nuestra futura fortaleza, o por mejor decir, seguridad. ¿Qué otra cosa significa aquí la duda de los Apóstoles sobre la resurrección, que les fue demostrada con multitud de argumentos, que conocemos ahora nosotros por la Historia Sagrada, sino nuestra fe fortalecida en su duda? "Después de esto se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 24. De estos dos, de los cuales uno era Cleofás, hace una completa narración San Lucas y muy breve San Marcos. El castillo de que habla San Lucas creemos, no sin razón, que podía llamarse granja, y en los códices griegos se encuentra más la palabra campo que granja. Debe tenerse presente que con el nombre de campo se entiende no solamente los castillos, sino también los municipios y las colonias inmediatas a la ciudad, que era como cabeza y madre de las demás. Lo que dice San Marcos, que el Señor se les apareció con otra figura, lo refiere San Lucas (Lc 24,16) diciendo que sus ojos estaban retenidos y no podían reconocerle. Debió pues, suceder a sus ojos algo, que duró hasta que fue partido el pan.

Severiano. No debemos juzgar, por tanto, que el semblante de Cristo cambió en su resurrección, aunque sí su figura, pues de mortal se había hecho inmortal. Su semblante, que había adquirido la gloria, no había perdido la sustancia. Fueron dos los discípulos que le vieron, porque eran dos los pueblos a quienes había de ser predicada la fe en su resurrección, a saber, el gentil y el judío.

"Los que, viniendo luego, trajeron a los demás la nueva; pero ni tampoco les creyeron".

Beda. Dice San Marcos que "trajeron a los demás la nueva; pero ni tampoco les creyeron". Cuando nos refiere San Lucas que desde entonces decían los discípulos que el Señor había resucitado verdaderamente, y se había aparecido a Simón, no puede entenderse de otro modo sino que había allí algunos que no quisieron creerlo.

Teofilacto. No dice esto de los once Apóstoles, sino de algunos otros a quienes designa con el pronombre los demás.

Pseudo Jerónimo. En sentido místico, se ha de dar a este pasaje la interpretación de que la fe trabaja durante la vida activa en el mundo, y reina en el otro contemplando la visión segura ya. Aquí no vemos más que la imagen de las cosas como en un espejo; allí veremos frente a frente la verdad. Por esto se mostró en otra figura a los que iban de camino, esto es, a los que trabajan. Y no se cree a los que traen la nueva, porque vieron como Moisés lo que no bastaba a éste, por lo que dice: "Muéstrame tu gloria" (Ex 33,18) Olvidado de su carne pide en esta vida lo que esperamos recibir en la otra.


MARCOS 16,14-18


7614 (Mc 16,14-18)

En fin, apareció a los once apóstoles cuando estaban a la mesa, y les dio en rostro con su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Por último, les dijo: "Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere, será condenado. A los que creyeren acompañarán estos milagros: en mi nombre lanzarán los demonios; hablaran nuevas lenguas; manosearán las serpientes, y si algún licor venenoso bebieren, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados". (vv. 14-18)

Glosa. Para terminar su narración evangélica, refiere San Marcos la última aparición de Jesús a sus discípulos después de la resurrección, diciendo: "En fin, apareció", etc.

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29. Es de notar lo que dice San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: "Y por último, comiendo con ellos, les mandó que no partiesen de Jerusalén" (Ac 1,4), y poco después: "Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos por los aires" (Ac 1,9). Comió y se elevó, para hacer ver, comiendo, la realidad de su carne, que es por lo que dice el Evangelista que se apareció a los once Apóstoles cuando estaban a la mesa.

Pseudo Jerónimo. Se apareció a los once cuando estaban reunidos, para que todos fuesen testigos, y refiriesen a todo el mundo lo que habían visto y oído.

"Y les dio en rostro su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,25. ¿Cómo, pues, pasó esto en el último día? El último día fue aquel en que vieron los Apóstoles al Señor por última vez en la tierra, que fue el cuadragésimo después de la resurrección. ¿Cómo, pues, se les tacha de no haber creído a los que vieron su resurrección, siendo así que ellos mismos le habían visto tantas veces después de ella? Debemos entender por tanto que, por abreviar, dijo San Marcos el último día, porque en él, a la entrada de la noche, tuvo lugar el último hecho, después que volvieron los discípulos del campo a Jerusalén, y encontraron, como dice San Lucas, a los once y a los que con ellos estaban hablando de la resurrección del Señor. Pero se encontraban allí también otros que no creían. En medio de los que estaban a la mesa, como dice San Marcos, y de los que hablaban del asunto, según nota San Lucas, se presentó el Señor y les dijo: "La paz sea con vosotros", palabras citadas por San Lucas (Lc 24,36) y San Juan (Jn 20,19) Y bien: entre las palabras que, según estos Evangelistas, dirigió el Señor a sus discípulos, se interpone el reproche del que habla San Marcos. Pero aquí se presenta otra dificultad, y es que no podrían estar comiendo juntos los once. Dice San Marcos que se apareció, a la entrada de la noche del día del Señor, siendo así que San Juan dice en términos precisos que no estaba con ellos Tomás, el cual debió salir de allí antes que entrara el Señor, y después que se unieron a los once los dos que volvieron del campo, como hallamos en San Lucas. Pero este Evangelista da lugar en su narración a suponer que había salido ya Tomás cuando hablaron del asunto, y que después entró el Señor. Y como San Marcos dice que se apareció a los once Apóstoles cuando estaban a la mesa, nos obliga a pensar que estaba Tomás allí, a menos que se refiriera a todos los Apóstoles, aunque estuviera uno ausente, puesto que con el número once se designaba a todo el colegio apostólico antes de que Matías ocupase el lugar de Judas. Y si esto es inadmisible, convengamos en que, después de haberles dado tantas pruebas de su resurrección, se apareció a los once reunidos en la mesa el día cuadragésimo. Y antes de subir al cielo, quiso reprocharles más en aquel día el que no hubiesen creído a los que habían visto su resurrección antes de verla ellos mismos, tanto más, cuanto que después de la ascensión habían de predicar el Evangelio a gentes que debían creer sin haber visto. Después de citar este reproche, dice San Marcos: "Por último, les dijo: Id por todo el mundo", y más adelante: "Pero el que no creyere será condenado". Y ¿acaso no era preciso que los que habían de predicar el Evangelio fueran reprendidos antes fuertemente porque, no viéndolo, no habían querido creer que se hubiese aparecido a otros el Señor?

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29. Increpó también el Señor a sus discípulos cuando iba a dejarlos corporalmente, para que sus palabras quedasen impresas más profundamente en sus corazones.

Pseudo Jerónimo. Reprueba la incredulidad, para que la reemplace la fe; reprueba la dureza del corazón de piedra, para que le reemplace otro de carne lleno de caridad.

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29. Increpa, pues, su dureza, para que oigamos nosotros sus avisos. "Por último, les dijo: Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas". Con el nombre de toda criatura señala al hombre, puesto que tiene algo de todas ellas, como el ser con las piedras, el vivir con los árboles, el sentir con los animales, el entender con los ángeles. Así que se predica el Evangelio a toda criatura cuando se predica para el hombre solo. Porque sólo él es enseñado, y para él ha sido creado todo, no siéndole extraño nada por cierta semejanza que tiene con todo. También se puede entender por todas las criaturas a todas las naciones. Antes había sido dicho: "No vayáis ahora a tierra de gentiles" (Mt 10,5); ahora se dice: "Predicad el Evangelio a todas las criaturas"; para que la predicación apostólica, que antes fue rechazada por los judíos, venga en nuestro auxilio cuando, por haberla rechazado éstos en su soberbia, sea un testimonio de su condenación.

Teofilacto. O bien: a todas las criaturas, esto es, creyentes e incrédulos. "El que creyere, prosigue, y se bautizare", etc. Porque no basta creer; que el que cree y no está bautizado todavía, el catecúmeno, no ha alcanzado aún la salvación, sino imperfectamente.

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29. Pero se dirá tal vez cada cual a sí mismo: Yo seré salvo porque he creído. Y así será en efecto, si une las obras a la fe; porque la verdadera fe consiste en que no contradiga la obra lo que dice la palabra.

"Pero el que no creyere será condenado".

Beda, in Marcum, 4,45. ¿Y qué podremos decir de los niños que por su edad no pueden todavía creer? Que en cuanto a los mayores no hay nada que decir. Porque en la Iglesia de Jesucristo los niños creen por la fe de los otros, así como por los otros contrajeron los pecados que les son borrados en el bautismo.

"A los que creyeren, continúa, acompañarán estos milagros: en mi nombre lanzarán los demonios".

Teofilacto. Esto es, dispersarán las potencias sensibles e intelectuales, conforme al sentido de estas palabras: "Hollaréis con vuestros pies a las serpientes y los escorpiones" (Lc 10,19) Puede entenderse también de las serpientes ordinarias, como la víbora que mordió a Pablo sin causarle daño. "Y, si algún licor venenoso bebieren, no les hará daño". Muchos hechos semejantes encontramos en las historias de hombres a quienes, defendidos bajo el estandarte de Cristo, no ha podido causar daño el veneno que habían bebido.

"Pondrán las manos sobre los enfermos", etc.

San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29. ¿Pero es que, porque no hacemos estos milagros, creemos menos nosotros? Mas estas cosas fueron necesarias en los principios de la Iglesia. Ha sido preciso, para que creciera la fe de los creyentes, que fuese nutrida por los milagros. Porque cuando plantamos un arbusto lo regamos hasta que crece suficientemente, y suspendemos el riego cuando conocemos que ha arraigado bien. Pero nos es preciso considerar más atentamente otros milagros especiales, que hace todos los días ahora la santa Iglesia, y que hacía entonces corporalmente por medio de los Apóstoles. Cuando los sacerdotes imponen sus manos sobre los creyentes, y se oponen, con la gracia que se les ha dado de exorcizar, a la permanencia del espíritu maligno en el corazón de aquéllos, no hacen otra cosa que lanzar de ellos a los demonios. Y el fiel que abandona el espíritu mundano y canta los santos misterios, hablará nuevas lenguas; dominará las serpientes, si con sus buenas exhortaciones quita la malicia del corazón de su prójimo; beberá licor venenoso y no le hará daño, si oye malos consejos y no se deja llevar al mal por ellos; pondrá, en fin, las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados, todas las veces que, viendo vacilar a su prójimo en el camino del bien, le fortifica con el ejemplo de sus buenas obras. Y sus milagros, son tanto mayores, cuanto que son espirituales, y cuanto que por ellos despiertan de su sueño, no los cuerpos, sino las almas.


Catena aurea ES 7538