Catena aurea ES 5430

MATEO 24,30


5430 (Mt 24,30)

"Y verán al Hijo del hombre que vendrá en las nubes del cielo con gran poder y majestad". (v. 30)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76,3. Como habían oído mentar la cruz, para que no presumiesen que por segunda vez había de suceder algo cruel, añade: "Y verán al Hijo del hombre", etc.

San Agustín, epist. 80. El sentido más patente de este pasaje es que, al oír o leer cada cual esto, entienda que se trata de aquella misma venida en que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, en su cuerpo, en el cual está sentado a la diestra del Padre, y en el cual también murió y resucitó, y subió al cielo. Y así como en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Ac 1,9) se lee: "Y le recibió una nube que le ocultó a sus ojos" (de los apóstoles), y porque en el mismo lugar dijeron los ángeles: "Así vendrá, como le habéis visto ir al cielo" (Ac 1,11) Con razón se ha de creer que ha de venir no solamente en el mismo cuerpo, sino que también en la nube.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Verán, pues, con los ojos del cuerpo al Hijo del hombre en forma humana, que vendrá en las nubes del cielo, esto es, desde lo alto, porque así como cuando se transfiguró, la voz vino de una nube (Mt 17), así sucederá también cuando vendrá otra vez en forma gloriosa; y no tan solamente sobre una nube, sino sobre muchas, que serán su vehículo. Y a la verdad, si cuando el Hijo de Dios subía a Jerusalén, los que le amaban tendieron sus vestiduras en el camino para que no tocase el suelo (Mt 21), y ni aun querían que pisara la tierra el asnillo que le llevaba, ¿debe sorprendernos que el Padre y Dios de todas las cosas extienda las nubes celestes debajo del cuerpo de su Hijo, cuando descienda a la obra de la consumación del mundo? Mas podrá decirse: que así como en la creación del hombre tomó Dios el lodo de la tierra y formó al hombre, así también para revelar la gloria de Jesucristo, vistió el Señor del cielo un cuerpo celestial, primero en la transfiguración sobre una nube esplendorosa; y después en la consumación del mundo, lo exhibirá sobre nubes brillantes, por lo cual son llamadas nubes del cielo, de la misma manera que el barro es llamado de la tierra. Y es muy justo que el Padre conceda tales y tan admirables cosas a su Hijo que se humilló, y por esta causa le exaltó, no sólo según el espíritu, sino que también en cuanto al cuerpo, para que viniese sobre tales nubles. Y quizá sobre nubes dotadas de razón, para que no fuese irracional el vehículo del Hijo del hombre glorificado. Y ciertamente, vino Jesús primeramente con el poder, por el cual obraba los milagros y los prodigios en el pueblo. Mas todo aquel poder, en comparación de la gran majestad con que ha de venir en el fin del mundo, era pequeño, pues era el poder del que se anonada a sí mismo. Y es consiguiente que se transforme en mayor gloria que en la que se transformó en el monte, porque entonces se transformó en presencia de tres hombres tan solamente, mas en el fin del mundo, aparecerá rodeado de mucha gloria, para que todos le vean glorificado.

San Agustín, epist. 80. Mas, puesto que las Escrituras han de ser profundizadas y no debemos contentarnos con examinarlas superficialmente, se ha de fijar la consideración diligentemente en lo que sigue. Poco después añade: Cuando viereis todo esto, sabed que está cerca a las puertas. Entonces sabremos que está cerca, no cuando veamos que existe algo de lo que ha de preceder, sino todo esto (en lo cual está comprendido, que se verá venir al Hijo del hombre) Y enviará a sus ángeles de las cuatro partes del mundo (esto es, de toda la redondez de la tierra), para congregar a sus escogidos: todo lo cual hará en la hora última, cuando venga sobre los miembros de su Iglesia, como sobre las nubes. O sobre toda la misma Iglesia como sobre una gran nube, al modo que ahora no cesa de venir; y por tanto, vendrá con gran poder y majestad, porque su mayor poder y majestad se reflejará en los escogidos, a los cuales fortalecerá en gran manera para que no sean vencidos en tan grande persecución.

Orígenes, in Matthaeum, 30. O viene diariamente con gran poder al alma del hombre que cree en las nubes proféticas, esto es, en las Escrituras de los profetas y de los apóstoles, los cuales, según su modo de entender declaran al Verbo de Dios superior a la naturaleza humana. Así decimos también que se revela gran gloria a aquéllos que entienden; gloria que se verá por cierto en la segunda venida del Verbo: que es la de las almas perfectas. Todas las cosas que acerca de la venida de Jesucristo se dijeron por los tres evangelistas (cuidadosamente comparadas entre sí y bien discutidas), se hallará que van encaminadas a que todos los días viene a su cuerpo, que es la Iglesia, de cuya venida dijo en otro lugar: "Veréis desde aquí a poco al Hijo del hombre sentado a la derecha del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Mt 26,64) Omítense los lugares en donde Jesucristo promete aquella última venida en su persona misma.

MATEO 24,31


5431 (Mt 24,31)

"Y enviará sus ángeles con trompetas y con grande voz: y allegarán sus escogidos de los cuatro vientos, desde lo sumo de los cielos hasta los términos de ellos". (v. 31)

Orígenes, in Matthaeum, 30. Como había hecho antes mención del llanto, el cual será para que los malos pronuncien espontáneamente su sentencia y se condenen a sí mismos, a fin de que no se crea que en este llanto han de terminar sus males, añade: "Y enviará sus ángeles con trompetas", etc.

Remigio. Mas esta trompeta no se ha de entender que realmente será material, sino la voz de los arcángeles, la cual será tan grande, que a sus clamores todos los muertos resuciten del polvo de la tierra.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76,4. Mas el sonido de la trompeta hace referencia a la resurrección, para dar una idea del gozo, del estupor que entonces habrá, y del dolor de aquéllos que serán separados y no serán llevados en las nubes.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Pues escrito está en el libro de los Números (Nb 10,1-10) que haciendo sonar los sacerdotes las trompetas congregaban de los cuatro vientos a aquéllos que fueron de los campamentos de Israel, en comparación a los cuales se dice consiguientemente de los ángeles de Cristo: Y allegarán sus escogidos de los cuatro vientos, etc.

Remigio. Esto es, de las cuatro regiones del mundo, o sea el Oriente, el Occidente, el Norte y el Sur.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Y opinan, los más sencillos por cierto, que tan sólo han de ser reunidos aquéllos que entonces tengan vida corporal. Pero mejor es afirmar que han de ser congregados todos por los ángeles de Jesucristo no solamente los llamados y escogidos desde la venida de Jesucristo hasta la consumación del mundo, sino que también todos los que hayan existido desde el principio del mundo; los que vieron, como Abraham (Jn 8) el día de Jesucristo; y se regocijaron en él. Y que no tan sólo dice que han de ser congregados los escogidos de Cristo que entonces existan corporalmente, sino también los que salieron de sus cuerpos, lo manifiesta la frase que dice: "Allegarán sus escogidos", no sólo de los cuatro vientos, sino que aun añade: "Desde lo alto de los cielos hasta los confines de ellos". Lo cual me parece que no conviene a nada de lo que existe sobre la tierra. O los cielos son las Escrituras divinas, o los testimonios de ellas, en las cuales habita Dios; las cimas de las Escrituras son sus principios; y los términos, los cumplimientos de las mismas. Se congregarán, pues, los santos desde lo más alto de los cielos (esto es, desde los que viven en los principios de las Escrituras) hasta los términos de ellos, esto es, hasta los que vivan cuando tenga lugar el cumplimiento de ellas. Y serán congregados con trompetas y grande voz, para que los que hayan oído y atendido, se preparen para el camino de la perfección que conduce al Hijo de Dios.

Remigio. O de otro modo: para que alguno no crea, tal vez, que tan sólo se han de congregar de las cuatro partes del mundo, y no de las regiones y de los lugares mediterráneos. Añade, por lo mismo: "Desde lo sumo de los cielos", etc. Se entiende por lo sumo del cielo, al centro del orbe; porque lo sumo del cielo preside al centro del orbe. Cuando habla de los términos de los cielos quiere significar los confines de la tierra, pues a lo lejos parece que los círculos celestes tienen su asiento en la tierra.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76,4. Mas esto se refiere a que el Señor llama a los escogidos por medio de los ángeles, al honor de los escogidos: pues, San Pablo (1Th 4,16) dice que serán arrebatados en las nubes, porque los ángeles congregarán a aquéllos que en verdad hayan resucitado, mas las nubes recibirán a los congregados.

MATEO 24,32-35


5432 (Mt 24,32-35)

"Aprended de la higuera una comparación: cuando sus ramos están ya tiernos, y las hojas han brotado, sabéis que está cerca el estío: pues del mismo modo, cuando vosotros viereis todo esto, sabed que está cerca, a las puertas. En verdad os digo, que no pasará esta generación, que no sucedan todas estas cosas: el cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". (vv. 32-35)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,1. Porque había dicho que inmediatamente después de la tribulación de aquellos días acontecerá todo lo que estaba predicho, los discípulos podían tratar de averiguar el tiempo que había de transcurrir; por lo mismo lo declara, poniendo el ejemplo de la higuera, cuando dice: "Aprended de la higuera una comparación", etc.

San Jerónimo. Como diciendo: Así como cuando están tiernos los brotecillos en la higuera, y de la yema está naciendo la flor y la corteza da a luz las hojas, entendéis que viene el estío, y con la entrada del céfiro la primavera; así también cuando veáis todo lo que está escrito, no creáis que es llegado ya el fin del mundo, sino que vienen como ciertos precedentes o precursores para manifestar que está cerca, y a las puertas: por lo que sigue diciendo: Pues del mismo modo, cuando vosotros viereis todo esto, etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,1. Con lo cual demuestra que no mediará mucho tiempo, sino que inmediatamente acontecerá la venida de Jesucristo. Y otra cosa predice también con esto, a saber, el estío espiritual y la tranquilidad que ha de suceder a los justos después del invierno; mas a los pecadores por el contrario, el invierno después del estío.

Orígenes, in Matthaeum, 30. La higuera en la temporada de invierno tiene la virtud vital escondida en sí misma, y después cuando la misma virtud vital principia a manifestarse pasado el invierno, por su misma pujanza sus ramas se ponen tiernas y producen hojas. Así también el mundo, y cada uno de los que se salvan, tienen la virtud vital escondida en sí (como en el invierno) antes de la venida de Jesucristo. Mas soplando sobre ellos Jesucristo, se convierten en tiernos ramos, y de corazón no duro; y lo que estaba oculto en ellos se manifiesta en hojas, y muestran evidentes frutos: para estos tales está cerca el estío y la venida de la gloria del Verbo de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77. 1. Por esto también puso el referido ejemplo, para hacer creer que este discurso así ha de suceder realmente: porque en todos los lugares donde predice lo que en realidad ha de suceder, toma para ejemplo las necesidades de la naturaleza.

San Agustín, epist. 80. Mas, ¿quién niega que debemos esperar la pronta venida del Señor cuando veamos cumplirse los anuncios de los evangelistas y de los profetas? Ciertamente, cada día se aproxima más y más: ¿pero qué transcurso ha de mediar hasta que llegue? Sobre esto se ha dicho: "No toca a vosotros saber los tiempos o los momentos" (Ac 1,7) Observa cuando dijo el Apóstol: "Ahora está más cerca nuestra salud que cuando creímos" (Rm 13,11); y he aquí que pasaron tantos años, y sin embargo lo que dijo no es falso, ¿con cuánta mayor razón se ha de decir al presente que se acerca la venida del Señor, cuando tanto se ha recorrido para llegar al fin?

San Hilario, in Matthaeum, 26. La sinagoga es comparada, en un sentido místico, a la higuera: las ramas de la higuera se entienden que son el Anticristo hijo del diablo, porción del pecado, usurpador de la ley; el cual cuando principiara a reverdecer y a cubrirse de hojas a causa del verdor de los pecadores soberbios, entonces está próximo el estío, esto es, se advertirá el día del juicio.

Remigio. O cuando esta higuera brote nuevamente (esto es, cuando la Sinagoga reciba la palabra de la predicación santa, predicándola Enoc y Elías), debemos entender que está cerca el día de la consumación.

San Agustín, de quaestiones evangeliorum, 1,39. O por la higuera entiende el linaje humano, a causa del prurito de la carne. Cuando su ramo se ha puesto ya tierno, esto es, cuando los hijos de los hombres lleguen a producir, por la fe de Jesucristo, frutos espirituales, y brille en ellos el honor de ser adoptados como hijos de Dios.

San Hilario, in Matthaeum, 26. Y para que fuese firme la fe, acerca de lo que había de suceder, añadió: En verdad os digo, etc. Pues al decir "en verdad" añadió una declaración de veracidad.

Remigio. Y los ignorantes, ciertamente, refieren estas palabras a la destrucción de Jerusalén, y opinan como dicho a aquella generación, que vio la pasión de Jesucristo, el que no había de pasar antes de que aconteciese la destrucción de aquella ciudad. Mas no sé si palabra por palabra podrán explicarlo, por aquello que dice: "No quedará aquí piedra sobre piedra" (Mt 24,2), hasta aquello: "Cerca está a las puertas" (Mt 24,33), porque tal vez en algunos lugares podrán, mas en otros absolutamente no podrán.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,1. De consiguiente, todas estas cosas fueron dichas acerca de la destrucción de Jerusalén. Así como las que dijimos de los falsos profetas y de los falsos cristos, y de todo lo demás que ha de acontecer hasta la venida de Cristo. Mas cuando dijo: "Esta generación", no lo dijo por aquella generación que entonces existía, sino por la que constituyen los fieles. Pues la Escritura acostumbró a designar la generación, no solamente por el tiempo, sino también por el lugar, por el culto y por el lenguaje. Así como cuando se dice: "Esta es la generación de los que buscan al Señor" (Ps 23,6) Con esto indica que perecerá Jerusalén y que será destruida la mayor parte de los judíos; mas ninguna prueba vencerá a la generación de los fieles.

Orígenes, in Matthaeum, 30. Sin embargo, la generación de la Iglesia pasará alguna vez todo este siglo, para que herede el futuro: no obstante, hasta que sucedan todas estas cosas, no pasará, y cuando sucedieren todas estas cosas, pasará, no tan sólo la tierra, sino también el cielo. Por esto sigue diciendo: "El cielo y la tierra", esto es, no solamente los hombres, cuya vida es terrena, y por lo mismo son llamados tierra, sino que también aquéllos cuya guarda está en los cielos, y por tanto son llamados cielo: y pasarán a las cosas venideras para que alcancen otras mejores. Pero las palabras pronunciadas por el Salvador no pasarán, porque, siendo suyas propias, producen su efecto y siempre lo producirán: mas los hombres perfectos que no pueden en este mundo completar su perfección para que se hagan mejores, pasando de lo que son a lo que no son; y esto es lo que se añade: "Mas mis palabras no pasarán". Y quizá pasen en realidad las palabras de Moisés y de los profetas; porque las cosas que eran profetizadas por aquéllos se han cumplido, mas las palabras de Jesucristo siempre se cumplieron y se cumplen todos los días, y se han de cumplir todavía en los escogidos. O por mejor decir, quizás no debemos afirmar que las palabras de Moisés o de los profetas se han cumplido enteramente; porque propiamente también aquellas palabras son del Hijo de Dios, y siempre se cumplen.

San Jerónimo. O aquí da a entender, bajo el nombre de generación, a toda la raza humana, o especialmente la de los judíos. Después los induce a la fe en lo que ha de preceder, añadiendo: "El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". Como quien dice: Más fácil es que sean destruidas las cosas fijas e inmóviles, que el que falte cosa alguna de mis palabras.

San Hilario, in Matthaeum, 26. Porque el cielo y la tierra, por condición de su creación, nada tienen en sí que haga necesaria su existencia; mas las palabras de Jesucristo, deducidas de la eternidad, contienen en sí la virtud de ser permanentes.

San Jerónimo. El cielo y la tierra pasarán por transformación y no por su extinción. De otra manera, ¿cómo se oscurecerá el sol, y la luna no dará su lumbre, si el cielo (en el que éstos se hallan) y la tierra no existieren?

Rábano. Debemos entender, sin embargo, que el cielo que pasará no es el sidéreo, sino el aéreo, que pereció antiguamente en el diluvio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,1. Y aduce a vista de todos los elementos del mundo, demostrando que la Iglesia es más apreciable que el cielo y la tierra; y con este motivo se da a conocer al propio tiempo como Criador de los hombres.

MATEO 24,36-41


5436 (Mt 24,36-41)

"Mas de aquel día ni de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, sino sólo el Padre. Y así como en los días de Noé, así será también la venida del Hijo del hombre; porque así como en los días antes del diluvio se estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no lo entendieron hasta que vino el diluvio, y los llevó a todos; así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces estarán dos en el campo: el uno será tomado y el otro será dejado; dos mujeres molerán en un molino: la una será tomada y la otra será dejada: dormirán dos en un lecho: el uno será tomado y el otro será dejado". (vv. 36-41)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,2. Habiendo indicado el Señor todas las cosas que precederán a la venida del Cristo, y habiendo llevado la narración hasta las mismas puertas, quiso guardar silencio acerca del día; por esto dice: "Mas de aquel día ni de aquella hora nadie sabe", etc.

San Jerónimo. Mas en algunos códices latinos se ha añadido: "Ni el Hijo", mientras que en los ejemplares griegos, especialmente en los de Ademancio y Pierio no se encuentra añadido esto. Mas como quiera que se lee en algunos, parece que debe discutirse acerca de ello.

Remigio. El evangelista San Marcos (Mc 13,32), dice que no solamente lo ignoran los ángeles, sino que también el Hijo.

San Jerónimo. En lo que se regocijan Arrio y Eunomio: pues dicen, no puede ser igual el que sabe y el que ignora. Contra ellos diremos brevemente, que habiendo hecho Jesús, es decir, el Verbo de Dios, todos los tiempos (pues todas las cosas fueron hechas por El), y sin El nada se hizo (Jn 1,3) y hallándose contenido el día del juicio en todos los tiempos, ¿cómo puede deducirse que ignora una parte del mismo el que conoce el todo? También hay que decir esto. ¿Qué es más, el conocimiento del Padre o el conocimiento del juicio? Si conoce lo que es más, ¿cómo ignora lo que es menos?

San Hilario, in Matthaeum, 26. ¿Acaso también Dios Padre pudo denegar al Hijo el conocimiento de aquel día, habiendo dicho éste: "Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre" (Lc 10,22)? Luego no le han sido entregadas todas las cosas, si hay alguna que se le niega.

San Jerónimo. Así, pues, habiendo probado que el Hijo no ignora el día de la consumación, se ha de manifestar la causa por qué se diga que lo ignora. Interrogado después de la resurrección por los apóstoles acerca de este día, bien claramente respondió (Ac 1): No toca a vosotros saber los tiempos y los momentos que puso el Padre en su propio poder. Con ello da a entender que El lo sabe, pero que no conviene sea conocido por los apóstoles, para que estando siempre inciertos de la venida del Juez, vivan de tal manera todos los días como si hubiesen de ser juzgados en el mismo día.

San Agustín, de Trinitate, 1,12. De consiguiente cuando dice que ignora, se ha de entender que lo hace para que queden ignorantes, esto es, que no lo sabía para darlo a conocer entonces a sus discípulos. Como fue dicho a Abraham (Gn 22,12): Ahora conozco que temes a Dios, esto es, ahora he hecho que lo conocieras. Porque también él mismo se conoció por medio de aquella prueba.

San Agustín, sermones, 97,1. Al decir que el Padre sabe, dijo que en el Padre también el Hijo sabe, pues ¿qué puede haber en el día que no esté hecho en el Verbo, por quien se hizo el día?

San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 60. Bien, por tanto, se interpreta lo que se dijo (que sólo el Padre lo sabe) según el predicho modo de saber, porque hace que el Hijo lo sepa. Pero se dice que el Hijo ignora, porque no hace que los hombres sepan.

Orígenes, in Matthaeum, 30. O de otro modo: hasta la Iglesia (que es el cuerpo de Cristo) ignora el día aquel y la hora, y por lo tanto, se dice que ni el mismo Hijo sabe aquel día y la hora. Mas se dice que lo sabe en un sentido propio, según la costumbre de las Escrituras: pues el Apóstol (2Co 5) presenta al Salvador, no conociendo el pecado porque no pecó. Mas el Hijo prepara el conocimiento de aquel día y la hora, a los coherederos de sus promesas, para que todos a un mismo tiempo lo sepan (esto es, lo experimenten por la misma cosa) en la hora y en el día que preparó Dios para los que le aman (1Co 2)

San Basilio. He leído también, en cierto libro, que este Hijo se debe entender que es, no unigénito, sino adoptivo, pues no hubiera antepuesto los ángeles al Hijo unigénito. Porque dice así: ni los ángeles de los cielos ni el Hijo1.

San Agustín, epistola 80. Dice por tanto el Evangelio de este modo: "De aquel día y hora nadie sabe". Y tú dices: Pero yo digo, que ni puede saberse el mes ni el año de su venida. Pues esto parece indicar que no se puede saber en qué año ha de venir, pero que se puede saber en qué semana de años, o en qué década; como si pudiera decirse y darse por sentado que ha de venir en el periodo de siete años, o de diez, o de cien, o de cualquier otro, bien sea de mayor o menor número. Y si presumes que no has comprendido esto, estás acorde conmigo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,2. Y para que comprendas que no es efecto de su ignorancia lo que calla, acerca del día y de la hora del juicio, aduce otro pronóstico cuando añade: "Y así como sucedió en los días de Noé, así será también la venida del Hijo del hombre". Esto lo dijo dando a entender que vendrá repentina e inopinadamente, y cuando muchos estarán entregados al pecado. Esto mismo dice San Pablo (1Th 5): porque cuando digan: paz y seguridad, entonces les sobrecogerá una muerte repentina. Por lo que añade también aquí: "Porque así como en los días antes del diluvio se estaban comiendo y bebiendo", etc.

Rábano. Y no es que aquí se condenen los matrimonios o las comidas, según el error de Marción y de Manes (siendo así que en los primeros están establecidos los auxilios de la sucesión, y en las segundas los de la conservación de la naturaleza), sino que lo que se increpa es el uso inmoderado de lo que es permitido.

San Jerónimo. Se trata de averiguar, cómo se ha dicho anteriormente: "Se levantará gente contra gente y reino contra reino, y habrá pestilencia, y hambres, y terremotos". Y al mencionar ahora las cosas que han de suceder, se diga que son indicios de paz. Pero hay que tener en cuenta que, después de las guerras y de todo lo demás que ha de desolar al género humano, ha de seguir una paz corta, que aparente estar ya tranquilo todo, para que sea probada la fe de los creyentes.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,2. O bien paz y disipación para aquéllos que insensiblemente están dispuestos al placer. Por este motivo no dijo el Apóstol: cuando haya paz, sino cuando digan: paz y seguridad (1Th 5,3), indicando la insensibilidad de aquéllos semejantes a la de los que vivieron en los días de Noé, cuando los malos se entregaban a la disolución. Mas no así los justos que vivían constantemente en la tribulación y en la tristeza. Con esto da a entender que, cuando venga el Anticristo, los apetitos más indecentes tendrán aceptación en aquéllos que a la sazón serán hombres inicuos, quienes desesperarán de su propia salvación. Y por lo mismo pone un ejemplo que viene muy a propósito a este caso: cuando, pues, se construía el arca estaba puesta a la vista de todos, prediciendo los males futuros. Mas los hombres malos no lo creían, y se entregaban a la disipación (como si ningún mal hubiese de venir) Y dado que muchos no dan crédito a las cosas futuras, el ejemplo de las pasadas hace creíble lo que se predice.

Fija después otra señal, por la que da a conocer también que aquel día vendrá de una manera impensada, y que no ignora aquel día, cuando dice: "Entonces estarán dos en el campo: el uno será tomado, y el otro será dejado". Con estas palabras da a entender que serán tomados y dejados los siervos y los señores, los ociosos y los que trabajan.

San Hilario, in Matthaeum, 26. O el día del Señor sorprenderá a dos en el campo, a saber, los dos pueblos de los fieles y de los infieles en el siglo, como en el trabajo de esta vida. Serán, con todo, separados, y el uno dejado y tomado el otro; en lo cual se da a conocer la separación de los fieles e infieles. Porque al agravarse la ira de Dios, los escogidos se ocultarán en sus moradas; mas los pérfidos serán dejados para combustible del fuego del cielo. Lo mismo hay que decir, respecto de los que muelen; de donde sigue diciendo: "Dos mujeres molerán, etc. " La muela es la obra de la ley, mas, porque una parte de los judíos, así como creyó por los apóstoles, ha de creer también por Elías y ha de ser justificada por la fe; por eso, una parte será tomada por la misma fe, a causa de sus buenas obras, y la otra será dejada en el trabajo infructuoso de la ley, moliendo en vano, y no amasará el pan del manjar celestial.

San Jerónimo. O dos se encontrarán a un tiempo en el campo, teniendo la misma labor, y como igual sementera; pero no recibirán igualmente el fruto de su trabajo. También en las dos que muelen a un tiempo, debemos entender la sinagoga y la Iglesia, que parecen moler a un tiempo en la ley, y obtener de las mismas Escrituras santas la harina de los preceptos de Dios. O las demás herejías que, o bien de ambos testamentos, o bien de uno de ellos, parecen moler la harina de sus doctrinas.

Continúa: "Dos en un mismo lecho: uno será tomado y otro será dejado".

San Hilario, in Matthaeum, 26. Mas dos en un lecho son los que predican el descanso de la pasión del Señor, acerca de la cual es una misma la confesión de los herejes y de los católicos. Pero como quiera que la fe de los católicos predicará la unidad de la Divinidad del Padre y del Hijo, e impugnará la falsedad de los herejes, el juicio de la voluntad divina comprobará la fe en la confesión de unos y otros, dejando a los unos y tomando a los otros.

Remigio. O por estas palabras se da a conocer los tres órdenes de la Iglesia. Por dos en el campo, el orden de los predicadores, a quienes se ha confiado el campo de la Iglesia; por dos en el molino, el orden de los casados, que cuando por sus diversos cuidados son llamados ora a estos asuntos, ora a los otros, parece que llevan a su alrededor piedras de molino; por dos en el lecho el orden de los que guardan continencia, cuyo descanso es designado con el nombre de lecho. En estos órdenes están los buenos y los malos, los justos y los injustos, y de consiguiente unos de ellos serán dejados y otros serán tomados.

Orígenes, in Matthaeum, 31. O de otro modo: el cuerpo está como enfermo en el lecho de las pasiones carnales; y el alma muele en la pesada muela de este mundo; mas los sentidos corporales obran en el campo del mundo.

MATEO 24,42-44


5442 (Mt 24,42-44)

"Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Mas sabed que si el Padre de familias supiese a qué hora había de venir el ladrón, velaría, sin duda, y no dejaría minar su casa. Por tanto, estad apercibidos también vosotros, porque a la hora que menos pensáis, ha de venir el Hijo del hombre". (vv. 42-44)

San Jerónimo. El Señor manifiesta claramente lo que ya dijo antes: "Mas de aquel día nadie sabe sino sólo el Padre" (Mt 24,36) Esto es, porque no convenía que los apóstoles tuvieran conocimiento de ello, para que vacilando como pendientes de expectación, crean constantemente que ha de venir aquél, cuya venida ignoran en qué tiempo ha de suceder. Y por lo mismo, como sacando la conclusión de las anteriores premisas, dice: "Velad, pues, porque no sabéis", etc. ; y no dijo: Porque no sabemos, sino sabéis, para hacer comprender que El no ignora el día del juicio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,2. Quiere, pues, que los discípulos siempre anden solícitos. Por esto les dice: "Velad".

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 13. Vela el que tiene los ojos abiertos en presencia de la verdadera luz; vela el que observa en sus obras lo que cree; vela el que ahuyenta de sí las tinieblas de la indolencia y de la ignorancia.

Orígenes, in Matthaeum, 31. Pero dice algún sencillo que este discurso lo refería a la segunda vez que había de venir. Y algún otro, que hablaba de la futura venida del Verbo, en un sentido inteligible a la capacidad de sus discípulos, porque todavía no podían ellos comprender de qué manera había de venir.

San Agustín, epistola 80. No dijo: velad, tan sólo a aquéllos a quienes entonces hablaba y le oían, sino también a los que existieron después de aquéllos y antes que nosotros. Y a nosotros mismos, y a los que existirán después de nosotros hasta su última venida (porque a todos concierne en cierto modo), pues ha de llegar aquel día para cada uno. Y cuando hubiera llegado, cada cual ha de ser juzgado así como salga de este mundo. Y por esto ha de velar todo cristiano, para que la venida del Señor no le encuentre desprevenido; pues aquel día encontrará desprevenido a todo aquel a quien el último día de su vida le haya encontrado desprevenido.

Orígenes. Falaces son, pues, todos; ora los que declaran que saben cuándo tendrá lugar el fin del mundo; ora los que se glorían de saber el fin de su propia vida, el cual nadie puede conocer como no sea por las luces del Espíritu Santo.

San Jerónimo. Después de haber puesto el ejemplo del Padre de familia, hace saber claramente el motivo de guardar reserva acerca del día de la consumación, cuando añade: "Mas sabed que, si el Padre de familia supiese", etc.

Orígenes, in Matthaeum, 31. El padre de familia es el entendimiento del hombre, y la casa de éste es el alma, mas el ladrón es el diablo. Es, pues, contrario todo razonamiento que no penetra en el alma del hombre negligente, por la entrada natural, sino como quien mina la casa, destruyendo primero ciertas defensas naturales del alma (esto es, su inteligencia natural) y habiendo penetrado por la misma brecha, despoja al alma. Algunas veces encuentra alguno al ladrón en la misma perforación, y asiéndole, y dirigiéndole palabras agresivas, lo mata. El ladrón no viene durante el día, cuando el alma del hombre solícito está iluminada por el sol de la justicia, sino por la noche; esto es, en el tiempo en que todavía permanece su malicia. En la que encontrándose alguno, es posible, que aun cuando carezca de la eficacia del sol, esté, sin embargo, ilustrado con algún esplendor del Verbo, que es la lumbrera; permaneciendo, ciertamente, aun en la malicia, pero teniendo, sin embargo, resolución formada de hacerse mejor, y vigilancia, para que no sea barrenado su propósito; cuando el ladrón quiere minar la casa del alma, suele venir principalmente, en el tiempo de las tentaciones o de cualesquiera otras calamidades.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 13. O el ladrón mina la casa sin saberlo el padre de familia, porque mientras el espíritu duerme sin tener cuidado de guardarla, viene la muerte repentina y penetra violentamente en la morada de nuestra carne, y mata al Señor de la casa, a quien halló durmiendo. Porque mientras el espíritu no prevé los daños futuros, la muerte, sin él saberlo, le arrastra al suplicio. Mas resistiría al ladrón, si velase, porque precaviendo la venida del Juez, que insensiblemente arrebata a las almas, le saldría al encuentro por medio del arrepentimiento, para no morir impenitente. Quiso, pues, el Señor, que la última hora sea desconocida, para que siempre pueda ser sospechosa; y mientras no la podamos prever, incesantemente nos prepararemos para recibirla. Por lo que sigue: "Y así, estad preparados, porque ignoráis en qué hora", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77,3. Con esto parece confundir aquéllos que no ponen tanto cuidado en guardar su alma, como en guardar sus riquezas del ladrón que esperan.


Catena aurea ES 5430