Catena aurea ES 5630

MATEO 26,30-35


5630 (Mt 26,30-35)

Y dicho el himno salieron al monte del Olivar. Entonces Jesús les dijo: "Todos vosotros padeceréis escándalo en mí esta noche. Porque escrito está: Heriré al Pastor, y se descarriarán las ovejas del rebaño. Mas después que resucitare, iré delante de vosotros a la Galilea". Respondió Pedro y le dijo: "Aunque todos se escandalizaren en ti, yo nunca me escandalizaré". Jesús le dijo: "En verdad te digo que esta noche, antes que cante el gallo, me negarás tres veces". Pedro le dijo: "Aunque sea menester morir yo contigo, no te negaré". Y todos los otros discípulos dijeron lo mismo. (vv. 30-35)

Orígenes, in Matthaeum, 35. Enseñaba el Señor a los discípulos que habían recibido el pan de bendición, comido el cuerpo del Verbo y bebido el cáliz de acción de gracias, que por estos dones debían entonar un himno a su Padre; por esto se afirma: "Y dicho el himno, salieron al monte de los Olivos". Para que de lo alto pasasen a lo alto, porque el fiel no puede hacer cosa alguna en el llano.

Beda. Sabia y magníficamente conduce el Señor a sus discípulos al monte de los Olivos, después de haberles administrado el sacramento de su cuerpo y de su sangre, y de recomendarlos a su Padre con el himno de piadosa intercesión, para señalarnos simbólicamente que por la acción de sus Sacramentos, y por su intercesión debemos ascender a virtudes más altas, y a los dones y carismas del Espíritu Santo, con los que dulcísimamente está perfumado nuestro corazón.

Rábano. También puede entenderse aquel himno que el Señor cantaba, según San Juan, dando gracias a su Padre; en el que rogaba, con los ojos elevados al cielo, por sí mismo, por sus discípulos y por aquéllos que habían de creer en El, por las palabras de los mismos.

Glosa. Esto es lo que dice el Salmo (Ps 21): "Comerán los pobres, y se saciarán y alabarán al Señor", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 82, 2. Oigan todos, los que (semejantes a los puercos) sólo se preocupan en solazarse en la comida y terminar con la embriaguez, en lugar de levantarse de la mesa con la acción de gracias; oigan también los que no escuchan la última oración en los sagrados misterios: la última oración (de la Misa) es figura de aquel himno. Dio gracias, pues, antes de administrar los sagrados misterios a sus discípulos, para enseñarnos también a dar gracias, dijo el himno, después que comió, para que nosotros hagamos lo mismo.

San Jerónimo. Según este ejemplo del Salvador, todo aquél que estuviese satisfecho del pan de Cristo y embriagado con su sangre, puede alabar a Dios y subir al monte de los Olivos, en donde está el premio de los trabajos, el consuelo del dolor y el conocimiento de la verdadera luz.

San Hilario, in Matthaeum, 30. Por esto se manifiesta también, que una vez consumadas todas las virtudes de los divinos misterios, los hombres serán elevados a la gloria celestial con un gozo y alegría común.

Orígenes,in Matthaeum, 35. Muy oportunamente es elegido el monte de la misericordia, en donde había de manifestar la debilidad escandalosa de los discípulos; preparado ya entonces a no rechazar a los discípulos que se separasen, sino a recibir los que volviesen. Por esto sigue: "Entonces Jesús les dijo: todos vosotros padeceréis escándalo en mí esta noche".

San Jerónimo. Les predice lo que han de padecer, para que cuando esto suceda, no desesperen de la salvación, sino que se salven haciendo penitencia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 82, 2. En lo cual nos da a conocer lo que fueron sus discípulos antes de la pasión y después de ella, porque los que no podían estar con Cristo (cuando era crucificado) después de su muerte eran más fuertes que el diamante. La huida, pues, de sus discípulos y su temor, son una demostración de la muerte de Cristo, para confusión y vergüenza de los marcionistas. Porque si no fue apresado ni crucificado, ¿cómo y por qué se apoderó tan gran temor de San Pedro y de los demás apóstoles?

San Jerónimo. Y añade claramente: "Esta noche", porque a la manera de los que se embriagan, que prefieren la noche, así los que se escandalizan huyen de la luz y buscan las tinieblas.

San Hilario, in Matthaeum, 30. La fe de esta predicción estaba fundada en la autoridad de una antigua profecía; por esto añade: "Porque escrito está: heriré al Pastor y se descarriarán las ovejas del rebaño".

San Jerónimo. Lo mismo que, con diversas palabras, y hablando de Dios en la persona del profeta, Zacarías manifiesta diciendo: "Hiere al Pastor, y las ovejas se descarriarán (Za 13,7)". El Pastor bueno es herido, para que dé su alma por sus ovejas, y de muchos rebaños de errores, resulte un solo rebaño y un solo pastor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 82,2. Cita, pues, esta profecía, aconsejándoles, al mismo tiempo que crean siempre lo que está escrito, manifestando a la vez, que iba a ser crucificado por determinación de Dios, y revelando en todos conceptos, que El no era ajeno al Antiguo Testamento, y a aquel Dios que en él se anunciaba. Sin embargo, no quiso que continuasen apesadumbrados, y les vaticina cosas alegres, diciendo: "Mas después que resucitare iré delante de vosotros a la Galilea". Después de su resurrección no se apareció a ellos inmediatamente en el cielo, ni eligió un lugar lejano para aparecérseles, sino los mismos lugares y hasta las personas mismas, para que con esto comprendiesen que Aquél que había expirado en el patíbulo de la cruz, era el mismo que resucitó. Por esto les asegura que El irá también a Galilea, para que, libres del temor de los judíos, creyesen lo que les decía.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Les predice también, que los que se separan un poco escandalizándose, nuevamente se reunirán cuando resucite Jesucristo y vaya delante de ellos a la Galilea de los gentiles. O de otro modo, si alguno pregunta cómo se escandalizan sus discípulos después de tantas señales y prodigios, sepa que quiere demostrar, por medio de esto, que así como ninguno puede llamar Dios a Jesús, sino en el Espíritu Santo, así ninguno puede vivir sin escandalizarse (o estar libre de escándalos), sino por el Espíritu Santo. Cuando se cumplía esto, que anunciaba Jesucristo: "Todos vosotros padeceréis escándalo en mí esta noche", todavía no había venido el Espíritu Santo, puesto que Jesucristo aun no había sido glorificado. Pero nosotros, después de haber confesado a Jesucristo Nuestro Señor, en el Espíritu Santo, si después nos escandalizamos o lo negamos, no tenemos excusa. Y aquéllos se escandalizaron, como quiera que todavía estaban en las tinieblas de la noche. Mas de nosotros se alejó la noche con su oscuridad, y vino el día con su luz. Todavía más. Aquéllos se escandalizaron en aquella noche, porque el Padre no perdonó a su único Hijo, sino que lo entregó para padecer por nosotros, a fin de que las ovejas del rebaño que padezcan escándalo, se alejen para poco tiempo. Y luego Cristo, que va delante a Galilea, reúna o congregue a todos los que quieran seguirle, como el pueblo gentil que de las tinieblas del error fue sacado a la luz de la fe.

San Hilario, in Matthaeum, 30. Pero San Pedro entre tanto, arrastrado por el afecto y amor de Jesucristo, sin atender a la debilidad de su carne, ni dar fe a las palabras del Salvador, como si no hubiera de realizarse lo que había dicho: "Respondió Pedro y dijo: Aunque todos", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 82,3. ¿Qué dices, oh Pedro? El profeta vaticinó la dispersión de las ovejas (Za 13,7), y Jesucristo confirmó la profecía. Tú, sin embargo, replicas: de ningún modo. Cuando dijo: uno de vosotros me entregará (Mt 26,21), temías ser el traidor, aunque de nada te acusaba la conciencia. Ahora terminantemente anuncia que todos os escandalizaríais y le contradices. Pero como había sido sacado de la ansiedad que tenía, acerca de la traición, confiado de lo demás decía: "Yo nunca me escandalizaré".

San Jerónimo. No había, sin embargo, ni mentira ni temeridad en el Apóstol San Pedro, sino una fe y amor ardentísimo hacia el Señor nuestro Salvador.

Remigio. Lo que Jesucristo dice como profeta, San Pedro lo niega como amante. En lo que se nos enseña moralmente, que cuanto confiamos en el ardor de la fe, tanto debemos temer en la fragilidad de la carne. Sin embargo, Pedro parece digno de censura, porque contradijo, porque se antepuso a los demás y porque todo se lo atribuyó a sí mismo, confiado en la fortaleza de su perseverancia. Para curar esto en él, permitió su caída, no impulsándole para que negara, sino dejándolo abandonado a sus propias fuerzas, y convenciendo de fragilidad a la humana naturaleza.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Los otros discípulos se escandalizaron en Jesús, pero San Pedro lo hizo a tal punto que negó hasta tres veces. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: en verdad te digo, que esta noche, antes que cante el gallo me negarás tres veces".

San Agustín, de consensu evangelistarum 3,2. Pueden causar extrañeza y aun mover la curiosidad las diversas palabras y sentencias de los evangelistas acerca de que, avisado Pedro, alardeó presuntuosamente que moriría con el Señor o por el Señor. De manera que fuerzan se entienda haber expresado Pedro esta presunción en diferentes ocasiones con Cristo; y que tres veces el Señor le respondió que su triple negación precedería al canto del gallo. Del mismo modo, después de su resurrección le pregunta tres veces si le ama, y otras tantas le manda apacentar sus ovejas. ¿Qué hay, pues, en las palabras de San Mateo, o en sentencias semejantes a aquellas, o en las que, según San Juan (Jn 13) o San Lucas (Lc 22), Pedro dio a conocer su presunción? San Marcos (Mc 14,30), a la verdad, hace conmemoración de esto casi con las mismas palabras que San Mateo; si no es que expresa más distintamente que el Señor había manifestado cómo sucedería. "En verdad te digo, que tú, hoy, en esta misma noche, antes que el gallo haya dado dos cantos, me has de negar tres veces"; por lo cual parece a algunos pocos reflexivos, que Marcos no está conforme con los otros evangelistas. Triple es toda la negación de Pedro. Si, pues, ésta empezase después del primer canto del gallo, aparecerían con nota de falsedad los tres evangelistas que afirman que el Señor dijo que antes del canto del gallo Pedro le negaría. Además, si Pedro hiciera toda la negación antes de que el gallo comenzara a cantar, vanamente afirmaría Marcos que el Señor había penetrado lo que sucedería, es decir, que antes de los dos cantos del gallo lo negaría tres veces. Pero como quiera que aquella triple negación empezó antes del primer canto del gallo, los tres evangelistas atendieron, no a cuándo había de completarla, sino a cuántas habían de ser y cuándo habían de comenzar, esto es, antes del canto del gallo. Aunque podría entenderse que la negación ya estaba realizada en Pedro antes del primer canto del gallo, puesto que antes del canto del gallo era tan grande el temor que ofuscaba su mente que pudo conducirle a las tres negaciones. Mucho menos, por lo tanto, debe hacer dudar que la triple negación, con las tres voces del que niega, que comienza antes del canto del gallo, no termina antes del primer canto del gallo. Es como si a alguno se le dijese: Antes de cantar el gallo me escribirás una carta, en la que me injuriarás tres veces. La predicción no sería falsa porque empezara a escribirle antes de cantar el gallo, y la terminara después del primer canto.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Preguntarás acaso si era posible que San Pedro no se escandalizase, habiendo dicho el Salvador que todos se escandalizarían respecto de El (Mt 26,31); a lo que alguno contestará que era necesario se realizase lo que había predicho el Salvador. Pero otro dice, que quien hizo, rogado por los Ninivitas, que no se realizase la predicción de Jonás (Jon 3), podía también evitar el escándalo de San Pedro por su petición. Sin embargo su promesa, audaz por efecto de la vehemencia de su afecto, pero también imprudente, fue la causa, no sólo de su escándalo, sino de su triple negación. Mas después de haber jurado, replicará alguno que no era posible el que dejase de negarle. Pues si Jesucristo juraba diciendo "En verdad" (Amén), ciertamente hubiese mentido diciendo: "En verdad te digo" si Pedro hubiese estado en lo cierto al decir "no te negaré". Parécenme los demás discípulos meditando en lo primero que les había dicho: "Todos vosotros sufriréis escándalo". Pero en cuanto a aquello que dijo a San Pedro: "En verdad te digo", etc. , a él solo lo anunciaba igualmente, toda vez que los demás no estaban comprendidos en aquella profecía. Por esto sigue: "Pedro le dijo: Aunque sea menester morir yo contigo, no te negaré". Del mismo modo dijeron todos los demás discípulos. Tampoco sabe San Pedro lo que dice aquí; no había de morir con Jesús, que moría por todos los hombres, puesto que todos vivían en el pecado, y todos necesitaban que otro muriese por ellos, y no ellos por los demás.

Rábano. San Pedro entendía que el Señor había predicho que le negaría por el temor de la uerte, y por lo mismo replicaba que aun cuando le amenazase peligro de muerte, de ningún modo podría separarse de su fe. Del mismo modo los otros apóstoles por el afecto de su corazón no temían el peligro de muerte, pero su humana presunción fue vana sin la protección divina.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 82,3. Opino que San Pedro dijo aquellas palabras por ambición y por jactancia, y por eso cayó. Porque ya en la cena disputaban cuál de ellos sería el mayor; tal alucinación les producía ya el vano deseo de gloria y Jesucristo, deseando librarle de estas pasiones le retiró su auxilio. Véase cómo, aleccionado por esto, habla a Cristo con mayor humildad después de la resurrección y no vuelve a replicarle. Todo esto lo perfeccionó aquella caída. Pues antes, todo se lo atribuía a sí mismo, habiendo debido decir más bien: yo no te negaré si me ayudas con tu favor. Por el contrario, manifiesta después que todo debe atribuirse a Dios: "¿por qué os fijáis en nosotros, dice, (Ac 3) como si hubiésemos hecho andar a éste en virtud de nuestro propio mérito?". He aquí, por tanto, la gran lección que se nos da, a saber, la insuficiencia del humano deseo destituido o privado del auxilio divino.

MATEO 26,36-38


5636 (Mt 26,36-38)

Entonces fue Jesús con ellos a una granja llamada Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras que yo voy allí y hago oración". Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y angustiarse. Y entonces les dijo: "Triste está mi alma hasta la muerte: esperad aquí y velad conmigo". (vv. 36-38)

Remigio. Poco antes el Evangelista había referido que una vez terminado el himno, salió con sus discípulos al monte de los Olivos, y para manifestar a qué sitio del expresado monte se dirigió, dijo a continuación: "Entonces fue Jesús con ellos a una granja", etc.

Rábano. San Lucas dice: "Al monte de los Olivos" (Lc 22,40), y San Juan "Al otro lado del orrente Cedrón" (Jn 18,1), que es lo mismo que Getsemaní, y éste es el lugar en que oró, a la falda del monte de los Olivos, en donde existe un huerto, y en donde también está edificada la iglesia.

San Jerónimo. Getsemaní quiere decir valle riquísimo, en el que mandó que sus discípulos se detuviesen un poco y esperasen su vuelta, hasta que solo el Señor orase por todos.

Orígenes, in Matthaeum, 35. No convenía que fuese apresado allí donde había cenado con sus discípulos; pero sí convenía que orase antes de ser apresado y eligiese un lugar solitario a propósito para orar. Por esto sigue: "Y dijo a sus discípulos: sentaos aquí mientras que yo voy allí y hago oración".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,1Dice esto, porque los discípulos seguían a Jesucristo todos juntos, y acostumbraba a orar separado de sus discípulos. Esto lo hacía instruyéndonos para que en la oración busquemos el reposo y la soledad.

San Juan Damasceno, de fide orth. 3,24. Y como la oración es la elevación del alma hacia Dios y la petición de lo que se necesita de Dios, ¿de qué manera oraba el Señor? Porque su alma no necesitaba elevarse a Dios, pues era una persona con el Verbo de Dios1; ni tampoco pedir lo que viene de Dios, porque Jesucristo es Dios y hombre a la vez. Pero haciéndose semejante a nosotros, nos enseñó a pedir a Dios Padre por mediación de El mismo, a la manera que dominó sus pasiones, para que triunfando nos alcanzase la victoria contra ellas. De este modo ora allanándonos el camino que nos lleva a Dios, cumpliendo toda justicia por nosotros, reconciliándonos con su Padre y honrándole como a su mismo principio y demostrándonos que no es distinto a Dios.

Remigio. Cuando el Señor oró en el monte, nos enseñó en su oración a rogar al Señor por las cosas del cielo. Y cuando oró en Getsemaní, nos enseñó que procuremos perseverar humildes en la oración.

Rábano. Sabiamente se dice que ora en el valle de la abundancia al aproximarse la pasión, para manifestar que sufría la muerte por nosotros en el valle de su humildad y en la abundancia de su caridad. También nos dio a conocer, en sentido espiritual, que no llevemos un corazón destituido de la abundancia de la Caridad.

Remigio. Y como había escuchado la fe de los discípulos y la constancia de su devota voluntad para con El, pero sabía ya que se turbarían y dispersarían. Por lo mismo les mandó que se sentaran en aquel lugar, porque el sentarse es propio del que descansa, y habían de trabajar los que le habían de negar. De qué manera salió, lo da a entender cuando añade: "Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo, empezó a contristarse y angustiarse". Esto es, tomó a aquéllos a quienes había manifestado en el monte el esplendor de su majestad.

San Hilario, in Matthaeum, 31. Pero como dice: "Empezó a contristarse y a angustiarse", los herejes creen que el Hijo de Dios tuvo miedo a la muerte. Porque afirman que no era eterno, ni existía de la infinidad de la esencia del Padre, sino que fue hecho de la nada por Aquél que crió todas las cosas. Que por lo tanto había en El la ansiedad del dolor y el miedo consiguiente de la muerte, como quien pudo temer la muerte y pudo morir y entonces, el que pudo morir aun cuando haya de existir siempre en lo futuro, no por esto es eterno en Aquél que se engendró a sí mismo. Si los herejes fuesen capaces de dar fe a los Evangelios, sabrían que el Verbo en el principio era Dios, que desde el principio estaba en Dios, y que era igual la eternidad del que engendra que la del engendrado. Pero si el haber tomado carne con todas sus propias flaquezas contaminó o afectó la virtud de su incorruptible sustancia, de manera que sea débil para sufrir, temerosa para morir, también estará sometida a la corrupción. Y de este modo cambiada la eternidad en miedo, lo que en ella es, podría alguna vez no ser. Dios siempre existe sin medida de tiempo; y como es, tal es eternamente. Nada pudo, por tanto, morir en Dios, ni en sí puede haber miedo alguno en Dios.

San Jerónimo. Pero nosotros decimos que de tal manera tomó el Hijo de Dios al hombre pasible, que la divinidad permaneció impasible; padeció, en realidad, el Hijo de Dios (no de una manera aparente, sino real), todo aquello que atestigua la Sagrada Escritura, según aquello en lo que podía padecer, a saber, en cuanto a la naturaleza que tomó.

San Hilario, de Trinitate, 10. Opino que algunos pretenden que no hubo cosa alguna para temer, sino por causa de la pasión y de la muerte. Mas yo pregunto a los que así juzgan, si es razonable que pudiera temer la muerte aquél que, quitando a los apóstoles todo temor de la muerte, les exhortó a la gloria del martirio. Porque, ¿qué pudo temer en la muerte quien devuelve la vida a los que mueren por El? Además, ¿qué dolor de muerte podía temer el que iba a morir por su propia voluntad? Si aun la pasión había de honrarle, ¿cómo había de entristecerle el temor de ella?

San Hilario, in Matthaeum, 31. Pero como ya hemos visto que el Señor se entristeció, veamos las causas de su tristeza. Había dicho antes a sus discípulos que se escandalizarían; advirtió que San Pedro le negaría tres veces; y habiendo tomado con El a Santiago y a San Juan, empezó a entristecerse. Por tanto, no se entristeció hasta que los tomó, sino que todo el miedo empezó después de haberlos tomado, y así la tristeza no nació de lo que El podría sufrir, sino de lo que sucedería a aquéllos a quienes tomó. 2

San Jerónimo. Se entristecía el Señor, no por el temor de padecer, porque había venido a esto, y había reprendido a Pedro porque temía, sino por la infidelidad de Judas, el escándalo de sus apóstoles, la repulsión y reprobación del pueblo judío y la destrucción de la desgraciada Jerusalén.

San Juan Damasceno, de fide orth. 3,23. O de otro modo, todas las cosas que no han recibido antes el ser del Creador, tienen deseo de existir por naturaleza y rehuyen naturalmente el no existir. Por tanto, Dios Verbo, hecho hombre, tuvo este deseo que demostró apeteciendo la comida, bebida y el sueño (por medio de lo que se conserva la vida), y tuvo naturalmente la experiencia de estas cosas. Y por el contrario, deseó el alejamiento de todo lo corruptible. De aquí que en el tiempo de su pasión, la que sufrió voluntariamente, tuvo el temor natural de la muerte y de la tristeza; porque se teme naturalmente la separación del alma y el cuerpo, por la unión natural que Dios ha establecido desde el principio, entre estas dos sustancias.

San Jerónimo. Por lo tanto, para probar nuestro Señor que verdaderamente asumió la humanidad, se entristeció verdaderamente, y para que la pasión no dominase su alma, empezó a entristecerse por causa de la misma pasión. Una cosa es entristecerse, y otra empezar a entristecerse.

Remigio. En este lugar quedan vencidos los maniqueos que decían que el Salvador había tomado un cuerpo fantástico; del mismo modo que aquéllos que dijeron que no tuvo verdadera alma, sino que en lugar de ella estuvo la divinidad.

San Agustín, in lib. 83 Quaest. qu. 80. Tenemos las exposiciones de los evangelistas, por medio de las que sabemos que Jesucristo nació de la Santísima Virgen; fue apresado por los judíos, azotado, crucificado y muerto, y colocado en un sepulcro, lo cual nadie puede entender que sucediera, si no hubiese tenido cuerpo. Ni nadie que no sea un loco podrá entender en sentido figurado estas cosas, puesto que han sido contadas por aquéllos que tenían presente cuanto había sucedido. Así, pues, del mismo modo que todas estas cosas atestiguan que tuvo cuerpo, así también demuestran que tuvo su alma aquellas afecciones, que no pueden encontrarse sino en el alma, las cuales encontramos descritas o mencionadas en los mismos evangelistas: y se admiró Jesús, y se irritó y se entristeció.

San Agustín, de civitate Dei 14,9. Luego, cuando se refieren todas estas cosas en el Evangelio, no se refieren falsamente, sino que Jesucristo recibió con el alma humana estos movimientos (cuando fue su voluntad), por dispensación ciertísima, del mismo modo que cuando quiso se hizo hombre. Nosotros tenemos estos afectos por debilidad de nuestra humana condición; pero no así el Señor Jesús, cuya debilidad fue por su propia virtud.

San Juan Damasceno, de fide orth. 9,20. Por lo cual nuestras pasiones naturales estuvieron en Cristo, según la naturaleza y sobre la naturaleza. Según la naturaleza, porque consentía a su carne padecer lo que es propio de ella; y sobre la naturaleza, porque no precedían en El las cosas naturales a la voluntad. Pues nada se considera violento en Jesucristo, sino que todo es voluntario, porque voluntariamente tuvo hambre, temió y se entristeció. Por lo tanto, acerca de la manifestación de su tristeza añadió: "Y entonces les dijo: triste está mi alma hasta la muerte".

San Ambrosio, super Lucam I. 10, De tristitia Christi. Triste, pues, está, no El, sino su alma, porque no está triste la sabiduría, ni tampoco la divina esencia, sino el alma. Porque tomó mi alma y tomó mi cuerpo.

San Jerónimo. Dice que se entristeció, no por la muerte, sino hasta la muerte, hasta librar a sus apóstoles por medio de su pasión. Expliquen, pues, los que aseguran que Jesús tomó alma irracional, cómo se entristece y cómo conoce el tiempo de su tristeza. Pues aun cuando también los brutos animales se entristecen, no conocen ni las causas ni el tiempo que durará su tristeza.

Orígenes, in Matthaeum, 35. O de otro modo: "Mi alma está triste hasta la muerte", como diciendo: ha empezado la tristeza en mí, pero no durará siempre, sino hasta la muerte; porque cuando hubiese muerto al pecado, moriré también a toda clase de tristezas, que tan gran principio tuvieron en mí. "Esperad aquí", etc. Como si dijese: a los demás les he mandado permanecer allí como más débiles, preservándoles tranquilos de esta agonía; pero a vosotros, como más fuertes, os he traído para que trabajéis conmigo en las vigilias y en las oraciones. Sin embargo, quedaos también aquí vosotros, para que cada uno permanezca firme en el grado de su vocación, porque toda gracia, por grande que sea, tiene otra mayor.

San Jerónimo. O de otro modo, no les impide el sueño, para el cual no había tiempo por la inminencia del peligro, sino que les prohibe entregarse al sueño de la infidelidad y entorpecimiento de la inteligencia.

MATEO 26,39-44


5639 (Mt 26,39-44)

Y habiendo dado algunos pasos, se postró sobre su rostro, e hizo oración y dijo: "Padre mío, si es posible pase de mí este cáliz. Mas no como yo quiero, sino como Tú". Y vino a sus discípulos y los halló dormidos, y dijo a Pedro: "¿Así no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para que no entréis en tentación. El espíritu, en verdad, pronto está, mas la carne enferma". Se fue de nuevo segunda vez, y oró diciendo: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, hágase Tu voluntad". Y vino otra vez y los halló dormidos; porque estaban cargados los ojos de ellos. Y los dejó, y de nuevo fue a orar tercera vez, diciendo las mismas palabras. (vv. 39-44)

Orígenes, in Matthaeum, 35. A San Pedro, el de su mayor confianza, y a los otros los lleva consigo el Señor, para que le vean postrado en tierra y orando, con el fin de que aprendan, que de sí no pueden salir cosas grandes, sino humildes; y que no deben ser ligeros para ofrecer, sino solícitos para orar. Por esto dice: "Y habiendo dado algunos pasos". Porque no quería separarse mucho de ellos, sino orar cerca de ellos, y el que había dicho: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,29), humillándose a sí mismo laudablemente, cayó sobre su rostro. Por esto sigue: "Se postró sobre su rostro, e hizo oración y dijo: Padre mío, si es posible pase de mi este cáliz". Y manifestando en su oración la devoción correspondiente, como quien es amado, y a la vez quiere acomodarse a las disposiciones del Padre, añade: "Mas no como yo quiero, sino como tú", enseñándonos a orar, que no pidamos que se cumpla nuestra voluntad, sino la de Dios. Y según comienza a temer y a entristecerse, así ruega que pase de El aquel cáliz, y no como El quiere sino como quiera su Padre. Esto es, no según su esencia divina e impasible, sino según la naturaleza humana y débil. Porque al tomar nuestra carne, asumió todas sus propiedades, para que no se juzgase que había tenido fantásticamente nuestra carne, sino real y verdaderamente. Es propio del hombre fiel no querer al principio sufrir dolor alguno, especialmente aquél que lleva hasta la muerte, porque es hombre carnal; pero si es el plan de Dios, lo asume, pues es fiel. Así como no debemos confiar demasiado, para que no parezca que ensalzamos nuestro propio poder, así tampoco debemos desconfiar, para no valorar de impotente la ayuda que Dios nos presta. Y debe advertirse, que San Marcos y San Lucas escribieron esto del mismo modo. Pero San Juan omite la circunstancia de que Jesús ruega que pase de El aquel cáliz, porque aquéllos exponen su Evangelio refiriéndose más a su naturaleza humana que a la divina; pero San Juan se ocupa más de esta segunda. De otro modo, Jesús, viendo lo que habían de sufrir los judíos, por pedir su muerte, decía: "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz".

San Jerónimo. Dice terminantemente: este cáliz, esto es, el del pueblo de los judíos, los cuales no pueden tener excusa de ignorancia al quitarme la vida, porque tienen la ley y los profetas que me han anunciado.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Además, comprendiendo cuánto beneficio había de venir a todo el mundo por su pasión decía: "Mas no como yo quiero, sino como tú". Esto es, si es posible que vengan sin mi pasión todos estos beneficios, que son frutos de la misma, pase de mí esta pasión, para que el mundo se salve, y a la vez, los judíos no perezcan a causa de ella. Pero si sin la perdición de algunos no puede realizarse la salvación de muchos, (en cuanto a tu justicia) no pase. En muchos lugares la Sagrada Escritura hace mención de este cáliz, en que bebe su pasión el Salvador. Bebe todo el cáliz el que sufre, en testimonio de la fe, toda clase de violencias. Lo derrama al recibirlo, quien la niega para evitar los tormentos.

San Agustín, de consensu evangelistarum 3,4. Y con el fin de que alguno no crea que El disminuyó la potestad del Padre, no dijo: si puedes hacer, sino "si puede hacerse", o si es posible, como dijera: si quieres. Puede suceder que aquél quisiera. De aquí que San Lucas especifica esto más claramente, porque no dice, si puede hacerse, sino "si quieres" (Lc 22,42) .

San Hilario, in Matthaeum, 31. O de otro modo. No dice, pase de mí este cáliz, porque esto sería tanto como orar por temor. Cuando ruega que pase de El, no pide que se prescinda del cáliz, sino que pase a otro aquello que pasa de El. Todo su miedo era por aquéllos que habían de padecer después que El, y por eso ora diciendo: pase de mí este cáliz, esto es, como yo lo bebo que sea bebido por ellos, sin desconfianza, sin dolor y sin miedo a la muerte. Por esto dice: si es posible, porque considera el temor que inspiran estos tormentos en el hombre, y es difícil que los cuerpos humanos no sean vencidos por la crueldad de los tormentos. Cuando dice: "No como yo quiero, sino como tú", quería, en verdad, que ellos no padeciesen, no fuera que desfalleciesen en la prueba, si merecían la gloria de su herencia, sin la dificultad de su pasión. "No como yo quiero, sino como tú", dice, porque el Padre quiere que la firmeza del Hijo al beber el cáliz pase a los demás, toda vez que es su voluntad que el diablo sea vencido, no sólo por Jesucristo, sino también por los discípulos.

San Agustín, Enchiridion. Representando Jesucristo así al hombre, manifiesta cierta voluntad privada del hombre, en la que figuró la suya y la nuestra, el que es nuestra cabeza, cuando dice: "Pase de mí". Esta era la voluntad humana deseando lo que le es propio, y cuasi privativo. Pero como quiere que el hombre sea recto y se dirija a Dios, añade: "Mas no como yo quiero sino como tú"; como si dijese: mírate en mí, porque puedes querer algo propio. Y aun cuando Dios quiera otra cosa se concede esta facultad a la fragilidad humana.

San León Magno, sermones, 58,5. Esta expresión de la cabeza, es la salvación de todo el cuerpo. Esta expresión instruye a todos los fieles, anima a los confesores y corona a todos los mártires. Porque ¿quién podría vencer los odios mundanales, el ímpetu de las tentaciones, y los terrores de la persecución, si Jesucristo no hubiera dicho a su Padre en todos y por todos: "Hágase tu voluntad"? (Mt 26,42) Aprendan, pues, esta voz todos los hijos de la Iglesia, para que cuando la adversidad sobreviene fuertemente, vencido el temor del espanto, soporten con resignación cualquier clase de sufrimientos.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Habiéndose separado un poco Jesús de sus discípulos, no pudieron velar siquiera una hora en su ausencia. Por cuya razón debemos rogar que no se separe de nosotros el Salvador, ni aun por poco tiempo.

Por esto sigue: "Y vino a sus discípulos y los halló dormidos".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,1. Porque además del silencio propio de la noche, sus ojos estaban abrumados por la tristeza.

San Hilario, in Matthaeum, 31. Cuando vino a sus discípulos y los encontró dormidos, reprendió especialmente a San Pedro. Por esto sigue: "Y dice a Pedro así: ¿no habéis podido velar una hora conmigo?" Reprendió a San Pedro con preferencia a los demás, porque se gloriaba especialmente de que no se escandalizaría.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,1. Pero como también los otros dijeron lo mismo, reprende la debilidad de todos. Los que habían ofrecido morir con Cristo, ni aun pudieron velar con El.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Y encontrándolos durmiendo los despierta con su palabra para que oigan, y les manda velar, diciendo: "Velad y orad para que no entréis en tentación", para que primero vigilemos, y vigilando oremos. Vigila aquél que practica buenas obras y el que procura con solicitud no caer en error alguno. Entonces es cuando es oída la oración del que vigila.

San Jerónimo. Es imposible que el alma humana viva exenta de tentaciones. Por esto no dice: Vigilad y orad, para que no seáis tentados, sino para que no caigáis en la tentación, esto es, para que la tentación no os venza.

San Hilario, in Matthaeum, 31. La razón de por qué quiso aconsejarles que orasen para que no cayesen en la tentación, la manifiesta diciendo: "El espíritu, en verdad, está pronto, mas la carne enferma". No decía esto de sí mismo, sino que se dirigían a sus discípulos estas palabras.

San Jerónimo. Esto se refiere especialmente a aquellos temerarios, que creen conseguir todo lo que se imaginan. Y así cuanto más confiamos en el fervor de nuestra mente, tanto más debemos temer de nuestra propia fragilidad.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Aquí se ha de considerar si del mismo modo que la carne de todos es flaca, así el espíritu de todos está pronto. O si la carne de todos es flaca y no está pronto el espíritu de todos los hombres, sino únicamente el de los santos, porque el espíritu de los infieles es perezoso y su carne flaca. Está también de otra manera débil la carne solamente de aquéllos, cuyo espíritu se halla firme, a saber: aquéllos que mortifican con espíritu firme las obras de la carne. Y éstos son los que quiere el Señor que vigilen y oren, para que no caigan en tentación. Porque cuanto más espiritual es una persona, tanto más solícita debe andar para que no padezca grave detrimento el bien practicado.

Remigio. De otro modo. En estas palabras da a conocer el Salvador, que había tomado de la Virgen verdadera carne, y que tenía verdadera alma. Por lo que ahora dice que su espíritu está pronto para sufrir, pero que su carne está flaca porque teme los sufrimientos de la pasión.

Sigue: "Se fue de nuevo segunda vez, y oró diciendo: Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu voluntad".

Orígenes, in Matthaeum, 35. Creo que aquel cáliz de la pasión había de haber pasado de Jesús enteramente, pero con esta diferencia: que si lo hubiera bebido y hubiese pasado de El, también después hubiera pasado del género humano, mas si no lo hubiera bebido, acaso hubiese pasado de El, pero no de los demás hombres. Quería, por lo tanto, que pasase de El este cáliz de la pasión, pero sin gustar su amargura, si fuese posible en cuanto a la justicia de Dios; pero si esto no podía suceder, prefería beberlo, y que así pasase de El y de toda la humanidad, a rehuir beberlo contra la voluntad del Padre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,1. Cuando ora por segunda y por tercera vez (esto en virtud de la debilidad humana, con la que temía a la muerte), justifica que verdaderamente se ha hecho hombre, porque el hacerse una cosa por segunda y por tercera vez, es una demostración especialísima de la verdad en el lenguaje de las Escrituras. Por lo que José dijo a Faraón: "Lo que has visto por segunda vez perteneciente a la misma cosa, es señal de la realidad de tu sueño" (Gn 41,32)

San Jerónimo. Ora por segunda vez, para que si Nínive (esto es, la gentilidad), no puede salvarse de otro modo, si no se seca el arbusto (esto es, la Judea), hágase la voluntad del Padre, la cual no es contraria a la del Hijo, quien dice por medio del Profeta. "Para hacer tu voluntad: Dios mío, quíselo". (Ps 39,9)

San Hilario, in Matthaeum, 31. Como los discípulos habían de sufrir, tomó sobre sí toda la debilidad de nuestro cuerpo, y clavó en la cruz consigo mismo todas las causas de nuestra debilidad. Y por esto no puede pasar de El este cáliz sin que lo beba, porque no podemos padecer sino en virtud de su pasión.

San Jerónimo. Jesucristo solo ruega por todos, así como solo sufre por todos. "Y vino otra vez y los encontró dormidos, porque estaban cargados los ojos de ellos"; languidecían y eran oprimidos los ojos de los apóstoles, porque estaba próxima la hora de la negación.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Y creo, que todavía estaban más cargados los ojos del alma que los del cuerpo, porque aun no se les había concedido el Espíritu Santo. Por esto no les reprende, sino que marchándose, ora otra vez, enseñándonos a no desfallecer, sino a permanecer en la oración hasta alcanzar lo que hemos empezado a pedir. Por esto sigue: "Y los dejó, y de nuevo fue a orar tercera vez diciendo las mismas palabras".

San Jerónimo. Oró por tercera vez, para que toda palabra estuviese en la boca de dos o tres testigos.

Rábano. Por esto oró el Señor tres veces, para alcanzarnos el perdón de los pecados pasados, para defendernos de los males presentes, y para prevenir los peligros futuros. También para que dirijamos toda oración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Además para que se conserven íntegros nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo.

San Agustín, quaestiones evangeliorum 2,47. No será absurdo entender también que Jesús oró tres veces en razón a las tres tentaciones que sufrió; porque así como la tentación del deseo es de tres maneras, lo mismo es triple la tentación del temor. El miedo de la muerte se opone al apetito que existe en la curiosidad, porque así como hay cierta avidez en este apetito de conocer todas las cosas, así en la muerte se encuentra el miedo de perder su conocimiento. Al apetito del honor o alabanza se opone el temor de la ignominia y afrentas; y al apetito del placer, el temor del dolor.

Remigio. O de otro modo, ruega tres veces por sus apóstoles, y especialmente por San Pedro, que le había de negar tres veces.


Catena aurea ES 5630