Catena aurea ES 5645

MATEO 26,45-46


5645 (Mt 26,45-46)

Entonces vino a sus discípulos, y les dijo: "Dormid ya y reposad: ved aquí llegada la hora, y el Hijo del hombre será entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos, ved que ha llegado el que me entregará". (vv. 45-46)

San Hilario, in Matthaeum, 31. Después de la oración frecuente, después de las muchas idas y venidas, quitó el miedo y volvió la seguridad, invitando a descansar, por esto dice: "Entonces vino a sus discípulos", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,1. Y en realidad que entonces convenía vigilar. Pero dijo esto para dar a entender que no podrían soportar la vista de los males que estaban por venir, y que no necesitaba de su ayuda, y que era absolutamente necesario que sea entregado.

San Hilario, in Matthaeum, 31. O esto lo dice porque ya estaba seguro de la voluntad de su Padre respecto de sus discípulos, acerca de la cual había dicho: "Hágase tu voluntad" (Mt 26,42) Porque al beber el cáliz que había de pasar a nosotros, absorbió la debilidad de nuestro cuerpo, el cuidado de nuestro temor, y la agonía de la muerte.

Orígenes, in Matthaeum, 35. O el sueño con que ahora manda a los discípulos dormir no es aquel mismo sueño que arriba se dice les abrumó. Allí los encontró durmiendo, no descansando, sino teniendo los ojos cargados. Ahora les manda, no que duerman simplemente, sino con descanso, para que se conserve el orden, y que en primer lugar velemos orando para no entrar en tentación, y así después durmamos y descansemos, para que cuando alguno encuentre lugar a propósito para el Señor, tabernáculo para el Dios de Jacob, suba sobre el lecho de su estrado y deje dormir a sus ojos. Acaso el alma no pudiendo sufrir siempre los trabajos como hallándose encorvada, conseguirá algún descanso sin reprensión, lo que moralmente hablando se llama sueño, y hasta que teniendo este descanso por algún tiempo resucite renovada (Ps 131,3-4)

San Hilario, in Matthaeum, 31. Mas en el hecho de que al volver a ellos el Salvador y encontrarlos dormidos, a la primera vez los reprende, a la segunda calla y a la tercera les manda descansar, existe esta razón: primero, que después de la resurrección los encontrará dispersos, desconfiados y asustados; segundo, que después de enviarles el Espíritu Santo, los visitará teniendo los ojos todavía cargados, para conocer la libertad del Evangelio, porque detenidos algún tiempo por el afecto de la ley, estarán ocupados por el sueño de la fe; y en tercer lugar (esto es, en la vuelta de su claridad), les devolverá la seguridad y el descanso.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Y después que los hubo despertado de aquel sueño viendo en espíritu que se acercaba Judas a entregarle, aun cuando éste no era visto todavía por los apóstoles, Jesús les dijo: "He aquí que se acerca", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,1-2. Cuando dice: "Ved aquí llegada la hora", manifiesta que todo lo que sucedía, era por disposición divina, y en cuanto a lo que dice: "Y el Hijo del hombre será entregado en mano de los pecadores", da a conocer que era necesaria la maldad de estos, y no que El fuese criminal.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Pero también ahora Jesús es entregado en manos de pecadores, cuando los que parece que creen en Jesucristo, lo tienen en sus manos, siendo pecadores, y también cuantas veces el justo que tiene a Jesús en sí mismo, es entregado en poder de los pecadores, Jesús es entregado en manos de los mismos.

San Jerónimo. Después que oró por tercera vez e impetró la corrección del temor de los apóstoles, por la consiguiente penitencia, seguro de su pasión, se encamina hacia sus enemigos, ofreciéndose a que le crucifiquen. Por esto sigue: "Levantaos, vamos", como diciendo, para que no os encuentren como temerosos, marchemos voluntariamente a la muerte, para que se vean la confianza y el gozo del que ha de padecer. Sigue, pues: "He aquí que se aproximó el que me entregará".

Orígenes, in Matthaeum, 35. No dice: se aproximó a mí, porque no se acercaba a El el traidor, que se había alejado de El por sus pecados.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,4. Parece que este razonamiento, según San Mateo, es contradictorio. Porque ¿cómo dijo: dormid ya y descansad, y ahora añade: "Levantaos, vamos"? (Mc 11,41) Por lo cual, como contradicción algunos procuran entender esto así: dormid ya y descansad, como si hubiera sido dicho más bien como reprensión que como aprobación; cuya explicación sería genuina si hubiera necesidad de ella. Pero como San Marcos recuerda que habiendo dicho: "Dormid ya, y descansad", añadió "bastante es"; y después: "llegada es la hora. Y el Hijo del hombre será entregado", se entiende que después de aquello que les dijo: "Dormid ya, y descansad", calló el Señor algunos instantes, hasta que sucediera lo que había ofrecido. Pero ahora añade: "Ved aquí llegada la hora". Por esto dijo San Marcos: "Bastante es", esto es, porque ya habéis descansado.

MATEO 26,47-50


5647 (Mt 26,47-50)

Y estando El aún hablando, he aquí que llegó Judas, uno de los doce, y con él una grande tropa de gente armada de espadas y palos, que habían enviado los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo. Y el que lo entregó les dio la señal diciendo: "El que yo besare, el mismo es, prendedlo". Y se llegó luego a Jesús, y dijo: "Dios te guarde, Maestro". Y lo besó. Y Jesús le dijo: "¿Amigo, a qué has venido?" Al mismo tiempo llegaron, y echaron mano de Jesús, y le prendieron. (vv. 47-50)

Glosa. Como queda dicho arriba, que el Señor se presentaba espontáneamente a sus perseguidores, el Evangelista explica a continuación el modo cómo fue detenido por ellos. Así dice: "Estando aun El hablando, he aquí que uno".

Remigio. Uno ciertamente por el número, no por la dignidad; dijo esto para demostrar la inhumanidad del crimen de aquél que de Apóstol se había convertido en traidor. "Y con él una grande turba con espadas y palos". Para manifestar el Evangelista que era la envidia la causa de la prisión, añade: "Enviados por los príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo".

Orígenes. Puede alguno decir que por ser muchos los creyentes en Jesús, fueron también muchos los que se reunieron contra El, temerosos de que la multitud de los primeros se lo arrebatasen de las manos. Yo creo que también hubo otra causa, porque como creían que solía echar los demonios en nombre de Beelzebub, se imaginaban que se les escaparía por arte diabólico. Muchos son también ahora los que se arman contra Jesús con las espadas espirituales de la herejía. "Y el que lo entregó, les dio la señal, diciendo: Al que bese", etc. Digno es de investigarse ¿cómo siendo Jesús conocido de todos los habitantes de la Judea, les dio esta señal como si no le conociesen? Pero sabemos por tradición, que no sólo usaba de dos formas (a saber, una según la cual todos lo veían; y otra como se transfiguró delante de sus discípulos en el monte); sino que también se mostraba a cada uno según merecía, como está escrito sucedía con el maná, que tenía el sabor según el uso que de él se hacía; y el Verbo de Dios no a todos se muestra del mismo modo. Por estas transfiguraciones necesitaban una señal.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 83,2. Por tanto, les dio la señal, porque habiendo sido detenido muchas veces por los mismos, pasaba sin que le conociesen; como habría sucedido entonces si hubiera querido.

Sigue: "Y acercándose apresuradamente a Jesús, dijo: Dios te guarde, Maestro. Y lo besó".

Rábano. Recibió el Señor el beso del traidor, no para enseñarnos a fingir, sino para que se vea que no huye de la traición.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Pero si alguno pregunta por qué Judas entregó a Jesús por medio de un beso, diré, que según algunos, porque quiso guardar esta muestra de respeto a su Maestro, no atreviéndose a lanzarse sobre El. Y según otros, hizo esto temiendo que si se presentaba como enemigo descubierto, daría motivo a que se desapareciera. Y yo juzgo que todos los traidores a la verdad usan del beso, fingiendo amarla. Todos los herejes (como Judas) dicen a Jesús: Maestro. Pero Jesús mansamente responde. Por lo que sigue: "Y le dijo Jesús: Amigo, ¿a qué has venido?" Dícele, pues, amigo, vituperando su falsedad. Ciertamente no hallamos en las Escrituras a ninguno de los buenos llamado así; pero sí al malo se le dice: "Amigo, ¿cómo entraste aquí?" (Mt 22,11); "Amigo, no te hago agravio" (Mt 20,13)

San Agustín, in sermone de Passione. Pero dice: ¿A qué has venido? como si dijera: Abrazas y vendes; sé por qué vienes. Te finges amigo, siendo traidor.

Remigio. Amigo, ¿a qué viniste? Haz lo que has de hacer. "Entonces se acercaron y echaron mano de Jesús, y le prendieron", esto es, cuando El lo permitió; porque muchas veces lo habían intentado y no pudieron.

Rábano. ¡Alégrate, cristiano! porque en el tráfico de tus enemigos, venciste tú, pues lo que vendió Judas, y los judíos compraron, tú lo adquiriste.

MATEO 26,51-54


5651 (Mt 26,51-54)

Y uno de los que estaban con Jesús, alargando la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del Pontífice, le cortó la oreja. Entonces le dijo Jesús: "Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomaren espada, a espada morirán. ¿Por ventura piensas que no puedo rogar a mi Padre, y me dará ahora mismo más de doce legiones de ángeles? ¿Pues cómo se cumplirán las Escrituras de que así conviene que se haga?" (vv. 51-54)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,1. Según refiere San Lucas, el Señor había dicho a sus discípulos en la cena: "El que tiene saco, tome también la alforja; y el que no, venda su túnica y compre espada" (Lc 22,36) y los discípulos respondieron: "He aquí dos espadas" (Lc 22,38) Era conveniente que allí hubiera espadas, porque habían de comer el cordero pascual. Oyendo que habían de venir los perseguidores para prender a Cristo, al salir de la cena, se armaron de espadas como si hubieran de pelear en su defensa contra sus enemigos. He aquí que uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, esgrimió su espada.

San Jerónimo. Se lee en el Evangelio de San Juan, que esto lo hizo Pedro con el denuedo que hizo las demás cosas. Y sigue: "E hiriendo al criado del príncipe de los sacerdotes, le cortó la oreja" (Jn 18,10) Este criado, llamado Malco, a quien le fue cortada la oreja derecha, y cuyo nombre diré de paso que significa rey caído del pueblo judío, vino a ser el esclavo de la impiedad y de la avaricia de los sacerdotes. Y perdió la oreja derecha, quedándole sólo la izquierda para que oyese las vanas palabras de la ley.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Porque aunque parezca que oyen la Ley, con el oído izquierdo, no oyen más que la sombra de la tradición de la ley, pero no la verdad. El pueblo de los gentiles, que creyeron está significado por Pedro; y por lo mismo que creyeron en Cristo, fueron causa de que les fuese quitada a los judíos la recta interpretación de la Ley.

Rábano. O bien, Pedro no privó a los creyentes de la inteligencia de la verdad, pero como ejecutor de la justicia de Dios, privó de ella a los negligentes, mientras que a aquéllos que creyeron, les fue restituida como antes, por la divina misericordia.

San Hilario, homiliae in Matthaeum, hom. 32. O de otro modo, le es cortada la oreja al criado del príncipe de los sacerdotes, esto es, al pueblo desobediente que servía a éstos, se le priva de oír y entender la verdad, que era como cortarle la oreja.

San León Magno, in sermone. 1 de Passione. El Señor no permite que pase adelante el piadoso celo del Apóstol. Y por eso sigue: "entonces Jesús le dice: envaina tu espada". El no permitir que fuera prendido el que había venido para morir por todos, era contra el misterio de nuestra redención. Da, pues, a sus enemigos licencia para ensañarse, a fin de que no se postergue por más tiempo el glorioso triunfo de la cruz, prolongando el reinado del demonio, y la humana cautividad.

Rábano. Convenía también que el autor de la gracia diese a los fieles ejemplo de su paciencia, enseñándoles más bien a sufrir con fortaleza, que excitándolos a pelear.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,1. Para persuadir más fácilmente a su discípulo, añade la conminación diciendo: "todos los que tomaren la espada, a espada perecerán".

San Agustín, Contra Faustum 22,70. Esto es, todo el que usare de espada. Usa de espada todo aquél, que sin autoridad superior, ni legítima potestad, manda o consiente que se derrame sangre. Pues aunque el Señor había mandado a sus discípulos que se armaran, no les había mandado que hirieran. ¿Qué tenía, pues, de indigno el que Pedro, después de este hecho, fuese constituido pastor de la Iglesia, como Moisés, después de haber muerto al egipcio, fue hecho príncipe de la Sinagoga, si ambos pecaron, no por detestable inhumanidad, sino por celo y odio a la injusticia; el uno, por amor de su hermano, y el otro, aunque carnal, por el amor de su Señor?

San Hilario. Pero no todos los que usan de espada suelen morir a espada; pues son víctimas de calenturas o de otro accidente, muchos que por ser jueces y por la necesidad de resistir a los ladrones han usado de ella. Y si, según la misma sentencia, todo el que usa de espada, por ella debe ser muerto, con razón se blandía para matar a aquéllos que se valían de ella para cometer un crimen.

San Jerónimo. ¿Con qué espada, pues, será muerto aquél que se arma con ella? Con aquélla de fuego que brilla delante del paraíso, y con aquella espada espiritual, que se describe en la armadura divina.

San Hilario, in Matthaeum, 23. El Señor mandó envainar la espada, porque El era quien les había de matar, no con espada material, sino con la de su palabra.

Remigio. O de otro modo. El que usa de espada para matar a un hombre, él mismo es antes víctima de su malicia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,1. No sólo contuvo a los discípulos, amenazándolos con la pena, sino también manifestando que se entregaba voluntariamente. Y por esto dijo: "¿Crees, por ventura, que no puedo yo acudir a mi Padre y me enviará más de doce legiones de ángeles?" Como había dejado ver las muchas flaquezas de su humanidad, no le pareció que le creerían si dijera que podía perderles. Y por eso dice: "¿Por ventura crees que no puedo pedir auxilio?"

San Jerónimo. Como si dijera; no necesito el auxilio de los doce apóstoles, aunque todos me defendieran porque puedo tener doce legiones del ejército angélico. Una legión se componía antiguamente de seis mil hombres, de modo que doce legiones formaban setenta y dos mil ángeles, que es el número de lenguas en que están divididas las naciones.

Orígenes , in Matthaeum, 35. En esto demostraba que a la manera de las legiones de la milicia humana, son las de los ángeles de la milicia celeste, que pelean contra las legiones de los demonios, pues toda milicia se entiende formada contra enemigos. No decía esto como quien necesita el auxilio de los ángeles, sino según lo entendía Pedro, queriendo prestarle auxilio, pues más necesidad tienen los ángeles del auxilio del Hijo unigénito de Dios, que El mismo de ellos.

Remigio. Podemos entender también por ángeles, los ejércitos romanos, pues con Tito y Vespasiano se levantaron contra Judea todas las lenguas, y se cumplió la profecía de que pelearía por El toda la tierra contra los insensatos ()

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,1. No sólo calma con esto el temor de los discípulos, sino que también hace patente la Escritura, diciendo: "¿Cómo, pues, se cumplirán las Escrituras, de que así conviene que se haga?"

San Jerónimo. Esta sentencia prueba la voluntad pronta a padecer, lo cual inútilmente hubieran anunciado los profetas, si el Señor no lo hubiera confirmado con su pasión.

MATEO 26,55-58


5655 (Mt 26,55-58)

En aquella hora dijo Jesús a aquel tropel de gente: "como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme; cada día estaba sentado en el templo con vosotros enseñando, y no me prendisteis. Mas esto todo fue hecho para que se cumplieran las Escrituras de los profetas". Entonces le desampararon todos los discípulos y huyeron. Mas los que tenían preso a Jesús, le llevaron a casa de Caifás, el príncipe de los sacerdotes, en donde se habían juntado los Escribas y los ancianos. Y Pedro le seguía de lejos, hasta el palacio del príncipe de los sacerdotes. Y habiendo entrado dentro, se estaba sentado con los sirvientes para ver el fin. (vv. 55-58)

Orígenes, in Matthaeum, 35. Después que dijo a Pedro: "envaina tu espada" (Mt 26,52), que es un ejemplo de paciencia; después que había sanado la oreja cortada, según refiere otro evangelista, como una muestra de su inmensa benignidad y divina virtud; añade: "En aquella hora, dijo el Señor a aquel tropel de gente" para que si hubieran olvidado los beneficios pasados, por lo menos reconozcan los presentes, "Como a un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme. "

Remigio. Como si dijera: el oficio de ladrón es dañar y esconderse. Pero yo no daño a nadie, sino que curé a muchos y siempre enseñé en las Sinagogas. Y así continúa: "Todos los días me sentaba con vosotros en el templo a enseñar, y no me prendisteis".

San Jerónimo. Como diciendo que es una necedad perseguir con espadas y palos al que espontáneamente se entrega en vuestras manos y buscar en la noche traidoramente, como si se ocultara, a Quien todos los días enseñaba en el templo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,2. En verdad, no le prendieron en el templo, porque no se atrevieron por temor a las turbas. Y por esta razón el Señor salió fuera, a fin de darles lugar y tiempo más oportuno para prenderle. Y esto prueba que no hubieran podido prenderle en manera alguna, si espontáneamente no lo hubiera permitido. El Evangelista da la razón del por qué el Señor quiso dejarse prender, cuando añade: "Pero todo esto se hizo para que se cumplieran los escritos de los profetas".

San Jerónimo. "Taladraron mis manos y mis pies" (Ps 21,17) y en otro lugar: "Como oveja fui llevado al sacrificio" (Is 53,17); y en el mismo lugar: "Por las iniquidades de mi pueblo fue llevado a la muerte" (Is 53,5-8)

Remigio. Porque como todos los profetas habían vaticinado la pasión de Cristo, por eso no citó un testimonio determinado, sino que dice en general para cumplir los vaticinios de los profetas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,2. Los discípulos que permanecieron mientras fue detenido Jesús, cuando dijo esto a las turbas, huyeron. Por eso dice: "Entonces todos los discípulos, abandonándole, huyeron", pues conocían, que entregándose voluntariamente a los enemigos no era posible escapar.

Remigio. Este hecho demuestra la cobardía de los apóstoles, pues los que en el ardor de la fe habían prometido morir con El, ahora huyen olvidados de su promesa. Es lo que vemos realizarse en aquéllos que por su amor a Dios prometen hacer grandes cosas y después no las cumplen. Sin embargo, no deben desesperar, sino levantarse como los apóstoles y rehabilitarse por la penitencia.

Rábano. En sentido místico, así como Pedro que lavó con lágrimas el pecado de la negación, enseñó la rehabilitación de aquéllos que se doblegan en el martirio, así también, huyendo los demás discípulos, enseñan a guardarse aquéllos que no se sienten fuertes para sufrirlo.

Sigue: "Otros, deteniendo a Jesús, le llevaron a casa de Caifás".

San Agustín, de consenso evangelistarum 3,6. Pero antes fue llevado a Anás, suegro de Caifás, según dice San Juan. Fue llevado pues, atado, porque en aquella turba iba un tribuno y una cohorte, como cuenta San Juan.

San Jerónimo. Refiere Josefo que este Caifás había comprado solo por aquel año el pontificado. Habiendo dispuesto Moisés, por orden de Dios, que los pontífices sucediesen a sus padres, de generación en generación, no es, pues, de extrañar que un pontífice inicuo juzgue inicuamente.

Rábano. Conviene, pues, el nombre con la acción. Caifás, esto es, espía sagaz, dispuesto a consumar su maldad, vomita por su boca una desvergonzada mentira para perpetrar un homicidio. Por esto le llevaron allí, a fin de obrar según su consejo. Y sigue: "En donde los escribas, los fariseos y los ancianos se habían reunido. "

Orígenes, in Matthaeum, 35. Con Caifás y los príncipes de los sacerdotes se congregan también los escribas, esto es, los letrados que enseñan la letra que mata; los ancianos, no de la verdad, sino de la decrepitud de la letra.

Sigue: Pero Pedro le seguía a lo lejos, pues no podía de cerca sino de lejos, pero sin abandonarle enteramente.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,2. Mucho era el fervor del apóstol San Pedro, que aun viendo huir a los demás no huyó, sino que permaneció y entró. Si San Juan entró también, era porque conocía al príncipe de los sacerdotes. Pedro seguía de lejos, porque había de negar al Señor.

Remigio. Pero no hubiera podido negarle si hubiera estado cercano al Señor. Esto también significa que Pedro había de seguir al Señor en la pasión.

San Agustín, quaestiones evangeliorum 1,42. Y que la Iglesia seguiría e imitaría los padecimientos del Salvador, pero de muy diferente modo; pues la Iglesia padece para sí misma, y Aquél por la Iglesia.

Sigue: "Y habiendo entrado, se sentó entre los criados para ver en qué paraba".

San Jerónimo. Bien fuera por amor de discípulo o bien por humana curiosidad, deseaba saber la sentencia del pontífice contra el Señor; si le condenaba a muerte, o azotado le daba libertad.

MATEO 26,59-68


5659 (Mt 26,59-68)

Mas los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban algún falso testimonio contra Jesús para entregarle a la muerte; y no le hallaron aunque se habían presentado muchos falsos testigos. Mas por último llegaron dos testigos falsos y dijeron: "Este dijo: puedo destruir el templo de Dios y reedificarlo en tres días". Y levantándose el príncipe de los sacerdotes, le dijo: "¿No respondes nada a lo que éstos deponen contra ti?" Y Jesús callaba. Y el príncipe de los sacerdotes le dijo: "Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios". Jesús le dice: "Tú lo has dicho. Y aun os digo que veréis desde aquí a poco al Hijo del hombre sentado a la derecha de la virtud de Dios, y venir en las nubes del cielo". Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus vestiduras y dijo: "Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de testigos? He aquí ahora acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?" Y ellos respondiendo dijeron: "reo es de muerte". Entonces le escupieron en la cara y le maltrataron a puñadas, y otros le dieron bofetadas en el rostro, diciendo: "Adivínanos, Cristo, ¿quién es el que te ha herido?" (vv. 59-68)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,2. Congregados los príncipes de los sacerdotes, quería todo aquel asqueroso conciliábulo dar forma de juicio a sus asechanzas contra el Salvador. Por lo que se dice: "Los príncipes, pues, de los sacerdotes, y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús", etc. Pero que el tribunal era incompetente y todo tumulto y confusión, se manifiesta por lo que sigue, "y no hallaron prueba a pesar de haberse acercado muchos testigos falsos".

Orígenes, in Matthaeum, 35. Los falsos testimonios tienen cabida cuando se presentan con cierto colorido. Pero ni color se encontraba en las mentiras que proferían contra Jesús, aunque eran muchos los que querían congraciarse con los príncipes de los sacerdotes. De lo que resulta gran gloria a Jesús, que tan irreprensiblemente habló y obró en todo, que aun los hombres más malos y astutos no pudieron hallar ni en la apariencia cosa digna de reprensión.

Sigue: "Por último llegaron dos falsos testigos", etc.

San Jerónimo. ¿Cómo pueden llamarse testigos falsos si dicen aquello mismo que leemos que dijo el Señor? Pero es falso el testigo que no da su verdadero sentido a lo que se ha dicho. El Señor, pues, había hablado del templo de su cuerpo. Pero en sus mismas palabras le calumnian añadiendo o mudando algo, para que resulte justificada la acusación. El Salvador había dicho: "Destruid este templo" (Jn 2,19), y los testigos lo tergiversan diciendo: puedo destruir el templo de Dios. Vosotros, dice, destruid, no yo; pues no nos es lícito atentar contra nosotros mismos. Después ellos inventan: "Y después de tres días lo reedificaré", para que pareciese que hablaba del templo judío. Pero el Señor para manifestar que hablaba del templo vivo y animado, había dicho: y yo en tres días lo resucitaré1; una cosa es edificar, y otra resucitar.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,3. ¿Mas por qué no adujeron la acusación sobre la violación del sábado? Porque muchas veces los había convencido sobre este punto.

San Jerónimo. La cólera y la impaciencia de no hallar lugar a la calumnia hizo saltar de su solio al pontífice, poseída su alma de furor y de agitación su cuerpo. Y por esto sigue: "Y levantándose el príncipe de los sacerdotes, le dijo: ¿no respondes nada a las acusaciones de éstos?"

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,2. Dijo esto queriendo obligar a Jesús a dar una respuesta para cogerle. Inútil era, pues, toda respuesta de excusa que no había de ser admitida. Y por eso sigue: "Pero Jesús callaba", pues aquello era tan sólo una farsa de juicio. En verdad no era sino una invasión de ladrones como en una caverna, y por esto calla.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Esto nos enseña a despreciar a los calumniadores y falsos testigos, para que ni siquiera consideremos dignas de respuesta las falsas acusaciones que nos imputan; mayormente cuando es más noble y valeroso callar que defenderse sin provecho alguno.

San Jerónimo. Sabía bien como Dios, que cuanto dijese se había de torcer en calumnia. Cuanto, pues, más callaba Jesús ante las acusaciones de los falsos testigos y sacerdotes impíos, con tanto mayor furor le provocaba el pontífice a contestar a fin de encontrar en su respuesta motivo de acusarle. Por lo que sigue: "Y el príncipe de los sacerdotes le dijo: te conjuro por Dios vivo que nos digas", etc.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Encontramos algunas veces en la ley el uso del juramento. Pero creemos, sin embargo, que el hombre que quiere vivir según el Evangelio, no debe permitirse el conjurar a otro. Porque si no es lícito jurar, tampoco es lícito provocar el juramento. El que contempla a Jesús imperando a los demonios y dando poder a sus discípulos sobre ellos, debe entender que la facultad concedida por el Salvador no es juramento.

Por tanto, el príncipe de los sacerdotes pecaba obligando insidiosamente a Jesús a contestar. Y así imitaba a su padre el demonio, que dudoso preguntó dos veces al Salvador: "Si tú eres Cristo Hijo de Dios" (Mt 4,3 Mt 4,6) de lo que lógicamente se deduce, que el dudar si el Hijo de Dios es el mismo Cristo, es obra del diablo. No era, pues, decoroso al Señor contestar al conjuro del príncipe de los sacerdotes, como obligado por fuerza. Por lo que ni negó ser Hijo de Dios, ni claramente lo confesó. "Dícele Jesús; tú dijiste"; pues no era digno de oír la doctrina de Cristo y así no le enseña, sino que tomando su palabra le contesta con ella. "Pero en verdad os digo que dentro de poco veréis al Hijo del hombre", etc. A mí me parece que el acto de sentarse significa en el Hijo del hombre cierta realeza, porque junto al trono de Dios -que es el único poderoso- ha sido constituido el que recibió del Padre toda potestad en el cielo y en la tierra. Y esto se cumplirá el día en que hasta sus mismos enemigos lo reconocerán, aunque ya empezó a cumplirse, pues sus discípulos le vieron resucitado de entre los muertos y sentado a la diestra del Todopoderoso. O porque en comparación de la eternidad que existe en Dios, desde la creación del mundo hasta su fin, hay un día. No es, pues, de admirar que dijera el Señor: "Dentro de poco" demostrando la brevedad del tiempo hasta el fin, y no sólo profetizaba que le verían sentado a la diestra del poder de Dios, sino que también sobre las nubes del cielo. Por eso sigue: "Y viniendo en las nubes del cielo". Estas nubes son los profetas y apóstoles de Cristo a los que les manda llover cuando quiere y son nubes del cielo que no pasan, porque llevan en sí la imagen del hombre celestial, y dignas de ser el trono de Dios como formadas de los herederos de El y coherederos de Cristo.

San Jerónimo. El pontífice, pues, a quien el furor había sacudido de su solio, rasga sus vestidos a impulsos de su ira. Y por eso dice: "Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus vestiduras, diciendo: blasfemó". Es costumbre judía rasgar los vestidos cuando se oye alguna blasfemia contra Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,2. Esto lo hizo para agravar más la acusación y expresar con hechos lo que decía de palabra.

San Jerónimo. El hecho de rasgar sus vestiduras, demostró que los judíos habían perdido su dignidad sacerdotal y que estaba vacante la sede del sumo sacerdote, roto ya el velo que cubría la ley.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 84,3. Habiendo rasgado sus vestiduras no pronuncia por sí mismo la sentencia, y busca hacer recaer la responsabilidad en los demás, preguntando: ¿qué os parece? Como se acostumbra a preguntar contra los reos confesos y de blasfemia manifiesta y como obligando y haciendo violencia, prepara al auditorio para proferir la sentencia diciendo: "¿Qué necesidad tenemos de testigos? He aquí ahora acabáis de oír la blasfemia", etc. ¿Qué blasfemia fue ésta? Porque ante ellos mismos reunidos había dicho: "Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha" (Mt 22,44) Y les dio la interpretación y callaron; ni le contradijeron en lo sucesivo. ¿Por qué pues, ahora llaman blasfemia a lo que ha dicho? "Pero ellos respondieron diciendo: Reo es de muerte"; eran los mismos los que acusaban, los que discutían y los que pronunciaban la sentencia.

Orígenes, in Matthaeum, 35. ¿Cuán grande crees que no fue el error de condenar a muerte a la principal de todas las vidas, y no atender al testimonio de tantos resucitados por la fuente de la que fluía la vida de todos?

San Juan Crisóstomo, in Matth. hom. 85,1. Como el que se lanza sobre la presa, así demostraban su ciego furor.

Sigue: "Entonces escupieron en su rostro", etc.

San Jerónimo. Para que se cumpliera lo que estaba dicho: "Di mi mejilla a las bofetadas, y no aparté mi rostro del oprobio de las salivas" (Is 50,6) Sigue: "Otros le daban bofetadas en el rostro diciendo: profetiza", etc.

Glosa. Por escarnio se le dice esto al que había querido ser tenido por profeta de las naciones.

San Jerónimo. Necedad hubiera sido responder y profetizar al verdugo, cuando era patente su furor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 85,1. Observa cómo el Evangelista expone con suma exactitud todo lo que considera digno de reprobación, no ocultando nada ni avergonzándose; sino por el contrario, estimando como la mayor gloria el que el Señor del universo padeciese por nosotros tales afrentas. Esto, pues, leamos continuamente, esto en nuestra mente grabemos, y gloriémonos de ello.

San Agustín, quaestiones evangangeliorum 1,44. Lo que se ha dicho: "Escupieron sobre su rostro", habla de aquéllos que rechazan la presencia de la gracia; y asimismo le abofetean los que prefieren sus honores al de Dios; y dan palmadas en su rostro los que, obcecados por la perfidia, afirman que Jesucristo no ha venido, como queriendo exterminar y rechazar su presencia.

MATEO 26,69-75


5669 (Mt 26,69-75)

Pedro entretanto estaba sentado fuera en el atrio, y se llegó a él una criada, diciendo: "tú también estabas con Jesús el Galileo". Mas él lo negó delante de todos, diciendo: "no sé lo que dices". Y saliendo él a la puerta le vio otra criada, y dijo a los que estaban allí: "éste estaba también con Jesús Nazareno". Y negó otra vez con juramento diciendo: "no conozco tal hombre". Y de allí a un poco se acercaron los que estaban allí, y dijeron a Pedro: "seguramente tú también eres de ellos; porque aun tu habla te da a conocer". Entonces comenzó a hacer imprecaciones y a jurar que no conocía a tal hombre. Y cantó luego el gallo. Y Pedro se acordó de la palabra que le había dicho Jesús: "Antes que cante el gallo, me negarás tres veces". Y habiendo salido fuera lloró amargamente. (vv. 69-75)

San Agustín, de consensu evangelistarum 3,6. Entre las predichas afrentas del Señor, tuvieron lugar las tres negaciones de Pedro, las cuales no todos los evangelistas refieren en el mismo orden. San Lucas explica primero la tentación de Pedro, y después las afrentas del Señor; pero San Mateo y San Marcos las cuentan primero y después la tentación de Pedro. Así pues, dice: "Pero Pedro estaba sentado fuera en el atrio".

San Jerónimo. Estaba sentado fuera para ver la salida del preso; y no se acercaba a Jesús, para que los criados no concibieran sospecha alguna.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 85,1. El que cuando sólo vio prender a su maestro de tal modo se enardeció, que desenvainó la espada y cortó la oreja; al oír los ultrajes contra Cristo se convierte en negador y no resiste a las amenazas de una vil criada. Sigue: "Y se acercó a él una criada, diciendo: y tú estabas con Jesús Galileo".

Rábano. ¿Por qué primero le descubrió una criada habiendo tantos hombres que pudieron reconocerle; sino para que se viese que también este sexo pecaba en la muerte del Señor y era redimido por su pasión? Sigue: "Pero él negó delante de todos diciendo: no sé lo que dices". Manifiestamente y delante de todos negó, porque temió descubrirse; y al decir que no le conocía, dio a entender que aun no quería morir por el Salvador.

San León Magno, sermones 60,4. Según parece fue permitida esta vacilación para que en el príncipe de la Iglesia tuviese principio el remedio de la penitencia, y nadie se atreviera a confiar en su propia fortaleza, cuando ni el mismo San Pedro había podido evadirse del peligro de la inconstancia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 85,1. No sólo una vez, sino por segunda y tercera negó en breve rato; de aquí sigue: "Saliendo, pues", etc.

San Agustín, consensu evangelistarum 3,6. Se entiende que luego que salió fuera, habiéndole negado una vez, el gallo cantó primero, que es lo que San Marcos dice.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 85,1. Para manifestar que ni la voz del gallo le contuvo de la negación, ni le recordó su promesa.

San Agustín, consensu evangelistarum 3,6. No le negó la segunda vez estando fuera delante de la puerta, sino cuando volvía al fuego, pues aun no había salido ni le había visto fuera la otra criada, sino que al salir le vio. Esto es, que al levantarse para salir le conoció, y dijo a los que allí estaban, esto es, a los que se calentaban con él al fuego en el atrio: "Y éste estaba con Jesús Nazareno". Pero él, que había salido, oído esto, regresó, para excusarse negando. O como es más creíble no oyó lo que de él se había dicho al salir, y cuando volvió, le dijeron la criada y aquel otro de quien hace mención San Lucas: "Y tú eres de ellos". O como refiere San Juan: ¿acaso eres tú también de los discípulos de este hombre? Sigue: "Y volvió a negar con juramento", etc.

San Jerónimo. Sé que algunos, llevados de piadoso afecto hacia el apóstol San Pedro, interpretan este pasaje, diciendo que Pedro negó al hombre, no a Dios; y que el sentido es éste: no conozco al hombre, porque conozco a Dios. El lector prudente comprende cuán frívolo sea esto; porque si éste no negó, mintió el Señor cuando dijo: "Me negarás tres veces" (Mt 26,34)

Rábano. Decimos que no sólo niega a Cristo quien dice que no es Cristo, sino que también quien siendo cristiano niega serlo.

San Agustín, consensu evagelistarum 3,6. Hablemos ya de la tercera negación. Sigue pues: "Poco después se acercaron los que estaban y dijeron a Pedro: verdaderamente tú eres de ellos". Pero San Lucas dijo: "Y pasado un rato como de una hora" (Lc 22,59) Y como para convencerle, añaden enseguida: "Pues tu lenguaje te descubre".

San Jerónimo. No porque hablase otra lengua o fuese de otra nación, pues que todos eran hebreos, los que le acusaban y el que se defendía, sino porque cada provincia y región tenía sus dialectos, y no podían disimular el lenguaje de su origen.

Remigio. Observa cuán perjudicial es la conversación con hombres depravados; pues esta misma obligó a Pedro a negar al Señor a quien antes había confesado ser Hijo de Dios. Sigue pues: "Entonces empezó a maldecir", etc.

Rábano. Advierte que primero dijo: "No sé lo que dices" (Mt 26,70); después niega con juramento; y finalmente, maldice y jura que no conoce a aquel hombre. Perseverar en el pecado, da incremento a la maldad, y el que desprecia lo pequeño cae en lo grande.

Remigio. En sentido místico, son designados por la negación antes del primer canto del gallo aquéllos que, conturbados por la muerte del Señor, no creían antes de su resurrección que El fuese Dios; por la negación después del canto del gallo son designados aquéllos que yerran acerca de la naturaleza del Señor ya como Dios, ya como hombre. Por la primera criada se designa la avaricia y por la segunda la delectación carnal; por los que allí estaban se entienden los demonios, pues ellos son los que arrastran a los hombres a la negación de Cristo.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Por la primera criada se entiende la sinagoga de los judíos, que frecuentemente obligaron a los fieles a negar a Cristo; por la segunda, la congregación de las naciones perseguidoras de los cristianos; por los terceros que estaban en el atrio, los ministros de diferentes herejías.

San Agustín, quaestiones evangeliorum 1,45. Tres veces negó Pedro. El error, pues, de los herejes acerca de Cristo, se formula de tres maneras, pues yerran en cuanto a su Divinidad, o en cuanto a su humanidad, o en ambas cosas.

Rábano. Después de la tercera negación se deja oír el canto del gallo y esto es lo que sigue: "Y en seguida el gallo cantó", por lo que se significa al doctor de la Iglesia que increpa a los soñolientos diciendo: despertaos, justos, y no queráis pecar (1Co 15,34) Suele con frecuencia la Sagrada Escritura expresar el carácter de una cosa por el tiempo en que acontece; así es que Pedro, que negó a la media noche, se arrepintió al canto del gallo. "Y se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante, tres veces me negarás".

San Jerónimo. Se lee en el Evangelio de San Lucas, que después de la negación de Pedro y el canto del gallo, el Salvador miró a Pedro, y su mirada excitó en él amargo llanto; pues no podía ser que permaneciera en las tinieblas de la negación el que había sido mirado por la luz del mundo. "Y saliendo fuera, lloró amargamente"; pues sentado en el atrio de Caifás no podía hacer penitencia. Por eso que sale fuera del concilio de los impíos, para lavar con lágrimas amargas las manchas de su cobarde negación.

San León Magno, sermones 60,4. Felices tus lágrimas, santo Apóstol, que tuvieron la virtud del santo bautismo para borrar la culpa de la negación. Intervino, pues, la diestra de nuestro Señor Jesucristo, para impedir tu precipicio cuando ya caías; y recobraste la fortaleza de perseverar, en el mismo peligro de caer. Pronto, pues, se rehabilitó Pedro, como quien recibe una nueva fuerza; y en tanto grado, que el que entonces se había asustado de la pasión de Cristo, permaneció después constante sin temer su propio martirio.


Catena aurea ES 5645