Catena aurea ES 5751

MATEO 27,51-56


5751 (Mt 27,51-56)

Y he aquí se rasgó el velo del templo en dos partes de alto a bajo. Y tembló la tierra y se hendieron las piedras. Y se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de El, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. Mas el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, visto el terremoto y las cosas que pasaban tuvieron grande miedo y decían: "Verdaderamente Hijo de Dios era Este". Y estaban allí muchas mujeres a lo lejos, que habían seguido a Jesús desde Galilea sirviéndole. Entre las cuales estaba María Magdalena, y María madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos del Zebedeo. (vv. 51-56)

Orígenes, in Mattaheum, 35. Sucedieron grandes cosas desde que Jesús clamó con aquella gran voz. Por esto sigue: "Y he aquí que se rasgó el velo del templo", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,19. Se da a conocer con bastante claridad que se rasgó el velo en cuanto Jesús entregó su espíritu. Si San Mateo no hubiese añadido: "Y he aquí", sino que sencillamente hubiese dicho: "Y el velo del templo se rasgó", sería dudoso si era éste o San Marcos recapitulando lo que había recordado. San Lucas, sin embargo, se había atenido al orden porque dijo: "El sol se oscureció" (Lc 23,45) y a continuación creyó oportuno añadir: "Y el velo del templo se rasgó". Parece que San Lucas recapituló cuanto aquellos habían dicho por su orden.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Se sabe que había dos velos en el templo; uno que cubría el Sancta Sanctorum y otro exterior que cubría el tabernáculo o la entrada del templo. En la pasión de nuestro Salvador, se rasgó el velo que estaba fuera desde lo alto hasta lo bajo para que se publicasen todos los misterios que desde el principio del mundo hasta entonces estaban ocultos con el velo del misterio y que con razón habían permanecido ocultos hasta la venida de nuestro Señor. Cuando llegue la perfección de todas las cosas, entonces también se quitará el segundo velo para que podamos ver hasta lo que hay oculto en el interior (esto es, la verdadera arca del testamento) y la naturaleza de las cosas tal y como son, viendo los querubines y todo lo demás.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Se rasga el velo del templo, porque el pueblo quedaba dividido en dos partes y se le quita el honor de este velo con la defensa del ángel de la guarda.

San León Magno, 55,4. La súbita perturbación de todos los elementos es un testimonio suficiente en favor de esta adorable pasión. "Y tembló la tierra y las piedras", etc.

San Jerónimo. Nadie debe dudar de lo que representa la grandeza de estas señales (aun ateniéndonos a la letra), puesto que el cielo, la tierra y el universo probaban que su Señor era a quien habían crucificado.

San Hilario, in Matthaeum, 33. La tierra se mueve porque no era capaz de recibir a este muerto. Las piedras se rompieron porque la palabra de Dios penetra todas las cosas por duras y fuertes que sean y la potestad de su eterno poder las hizo chocarse. Las sepulcros se abrieron porque los sepulcros de la muerte estaban abiertos. "Y muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron". Habiendo Jesús desterrado las tinieblas de la muerte e iluminado las oscuridades de los abismos, quitaba a la muerte sus despojos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,2. Cuando el Salvador estaba en la cruz, los que se burlaban de El decían: "Salvó a otros y a sí mismo no puede salvarse"; pero lo que no quiso hacer consigo lo hizo con los cuerpos de sus siervos como lo demostró ampliamente. Si bien es verdad que hizo un gran milagro resucitando a Lázaro después de cuatro días de muerto, mucho más hizo ahora resucitando de repente a los que habían muerto mucho tiempo antes y haciéndolos aparecer vivos. Esto era una figura de la futura resurrección. Y para que no se creyese que era pura fantasía lo que sucedió, el Evangelista añade: "Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de El, vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos".

San Jerónimo. Del mismo modo que Lázaro resucitó, así resucitaron muchos cuerpos de santos, demostrando que el Señor había resucitado. Sin embargo, cuando se abrieron los sepulcros, no salieron de ellos los difuntos antes de que resucitase el Señor para que El fuera el primogénito de la resurrección de entre los muertos. Entendamos por santa ciudad en la que fueron vistos los resucitados o a la Jerusalén celestial o a esta tierra que antes había sido santa. Porque santa se llamaba la ciudad de Jerusalén por el templo y por el Sancta Sanctorum y por la preeminencia sobre otras ciudades en que se adoraban ídolos. Pero cuando se dice que aparecieron a muchos, se da a entender que la resurrección no fue general, sino especialmente a muchos que merecían conocer lo que veían.

Remigio. Preguntan algunos qué ocurrió con aquéllos que resucitaron cuando resucitó el Señor. Es de creer que habían resucitado para ser testigos de la resurrección del Señor. Algunos afirman que volvieron a morir y a convertirse en polvo, como sucedió a Lázaro y a los demás a quienes el Señor resucitó. Pero no puede darse crédito a lo que éstos dicen. Porque entonces les hubiese servido de mayor tormento a aquéllos que resucitaron si hubiesen vuelto a morir en seguida, que si no hubiesen resucitado. Lo que debemos creer es que resucitaron cuando resucitó el Señor y que cuando El subió a los cielos se subieron ellos también.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Estos grandes misterios suceden todos los días pues el velo del templo se abre a los santos para que vean los misterios que encubre, la tierra se mueve (esto es, toda carne) a impulsos de la divina palabra de los misterios del nuevo Testamento, las peñas se abren para que lo que fueron misterios para los profetas sean realidad de sacramentos espirituales para nosotros. Los cuerpos de las almas pecadoras que están muertas a Dios son llamadas sepulcros. Cuando estas almas son resucitadas por la gracia de Dios, sus cuerpos que antes fueron sepulcros de muertos, se convierten en cuerpos de santos y los ven salir de los mismos y seguir a Aquél que resucitó y que andan con El en su nueva vida. Los que son dignos de tener trato en los cielos entran en la santa ciudad en todos los tiempos y se aparecen a muchos de los que ven sus buenas obras.

"Mas el Centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, visto el terremoto y los portentos que pasaban, tuvieron grande miedo y decían: Verdaderamente Hijo de Dios era Este".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,20. No se opone a esto lo que dice San Mateo, que el centurión se admiró, así como los que estaban con él. Porque también San Lucas dice que se admiró cuando dio aquel fuerte grito al espirar. Respecto a esto, San Mateo no sólo dijo que "visto el terremoto", sino que también añadió: "Y lo que sucedía", demostrando con esto lo mismo que San Lucas, quien dice que el centurión se admiró con la muerte de Salvador porque todo lo que entonces sucedía fue prodigioso.

San Jerónimo. Debe considerarse que el centurión al presenciar el escándalo de la pasión del Señor, ya confiesa que es verdadero Hijo de Dios, mientras que Arrio, en el seno de la Iglesia, le llama sólo hombre.

Rábano. Con razón el centurión representa la fe de la Iglesia. Habiéndose desgarrado el velo de los misterios del cielo por la muerte del Salvador, la confirma dogmáticamente mientras la sinagoga calla que Jesús, verdadero y justo hombre, es también verdadero Hijo de Dios.

San León Magno, 66,3. Tiemble toda la humanidad por la crucifixión de su Redentor con el ejemplo del centurión, rómpanse las piedras de las almas infieles y los que están encerrados en los sepulcros de la mortalidad salgan venciendo los obstáculos que los detienen; preséntense también ahora en la ciudad santa (esto es, en la Iglesia de Dios), anticipo de la futura resurrección y lo mismo que debe creerse respecto de los cuerpos, hágase en los corazones.

"Y estaban allí muchas mujeres a lo lejos, que habían seguido a Jesús desde Galilea sirviéndole", etc.

San Jerónimo. Era costumbre entre los judíos (y no se tomaba a mal en los tiempos antiguos) que las mujeres suministrasen de su propio peculio alimento y vestido a sus maestros, pero como esto podría servir de mal ejemplo para los gentiles, San Pablo recuerda que él lo prohibió. Servían, pues, al Señor de lo que les pertenecía a fin de que recibiendo de ellas el alimento corporal, anunciasen ellas el espiritual, no porque el Señor necesitase de los alimentos de sus criaturas, sino para mostrar un verdadero modelo de maestro que se contenta con percibir de sus discípulos la comida y el vestido. Pero veamos qué compañeros tuvieron. "Entre las cuales estaba María Magdalena y María madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo".

Orígenes, in Matthaeum, 35. San Marcos dice que la tercera se llamaba Salomé.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,2. Pero estas mujeres contemplaban lo que entonces sucedía (porque eran sumamente compasivas) Y véase la constancia con que continuaron asistiéndole hasta en los mismos peligros, manifestando así su gran fortaleza, pues mientras los discípulos habían huido, ellas no se separaron de su lado.

San Jerónimo. Helvidio1 dijo que Santiago y José son hijos de María, la Madre del Señor. A éstos los judíos los llamaron hermanos de Jesucristo. Habla de Santiago el Menor para distinguirlo de Santiago el Mayor, que era hijo del Zebedeo. Dice Helvidio que es erróneo pensar que no hubiese estado allí la Madre del Señor estando también las otras mujeres, o inventar no sé qué otra María, cuando el evangelio de San Juan asegura que la Madre del Señor estaba allí. ¡Oh ciego furor y alma maliciosa para su propio daño! Oiga, pues, lo que dice el evangelista San Juan: "Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre María Cleofé y María Magdalena". Ninguno duda que hubo dos apóstoles llamados Santiago: el hijo de Zebedeo y el hijo de Alfeo. Sin embargo, acerca de aquel Santiago el menor de quien la Escritura dice que era hijo de María, podemos decir que es el hijo de Alfeo si se trata realmente de uno de los apóstoles. Pero si no es apóstol sino un tercer Santiago, ¿cómo puede considerarse como pariente del Señor? ¿Y cómo el tercero se llamará menor para distinguirle del mayor? Las palabras mayor y menor no se citan cuando se habla de tres sino cuando se quiere distinguir entre dos. El hijo de Alfeo fue llamado pariente del Señor, según afirma San Pablo (Ga 1,19): "Yo no vi a ningún otro de los apóstoles más que a Santiago, pariente del Señor". Y para que no se crea que éste era el hijo del Zebedeo, léase los Hechos de los Apóstoles, en donde se dice que ya había sido muerto por Herodes (Ac 12) De esto se deduce que aquella María a quien la Escritura llama madre de Santiago el Menor, fue la esposa de Alfeo, hermana de Santa María, la Madre del Señor, y la misma a quien San Juan llama María de Cleofás. Pero si te parece que se trata de dos distintas Marías, porque una vez es llamada María, madre de Santiago el Menor y otra vez María de Cleofás, estudia la costumbre de la Escritura de designar a la misma persona con nombres diferentes. Así como el suegro de Moisés es llamado Reuel y Jetró2, del mismo modo la esposa de Alfeo es llamada María de Cleofás y María, madre de Santiago el Menor. Si ésta fuera la Madre del Señor, el Evangelista hubiese preferido llamarla así, como lo hace en todos los lugares. Y aunque María de Cleofás fuera distinta de María, madre de Santiago y José, consta ciertamente que esta última no puede ser la Madre del Señor.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,21. Se podría decir tanto que habían otras mujeres a lo lejos (como aseguran tres evangelistas), como otras junto a la cruz, como dijo San Juan, si San Mateo y San Lucas no hubiesen nombrado a Santa María Magdalena entre las que estaban a lo lejos y San Juan entre las que estaban junto a la cruz. No puede entenderse esto de otro modo sino diciendo que estaban a una distancia tal que se puede decir tanto que estaban junto a la cruz por encontrarse prontas en su presencia, como que estaban a lo lejos en comparación de la multitud que estaba más cerca rodeando al Salvador con el centurión y con los soldados. También podemos entender que aquéllas que estaban con la Madre del Salvador empezaron a marcharse después que la encomendó a su discípulo para salir de la aglomeración de la muchedumbre y para contemplar todo lo demás que sucedió desde mayor distancia. Por esto los evangelistas que hacen mención de ellas después de la muerte del Señor las citan como estando a lo lejos.

MATEO 27,57-61


5757 (Mt 27,57-61)

Y cuando fue tarde vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual era también discípulo de Jesús. Este llegó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, le envolvió en una sábana limpia. Y lo puso en un sepulcro suyo nuevo, que había hecho abrir en una peña. Y revolvió una grande losa a la entrada del sepulcro, y se fue. Y María Magdalena y la otra María, estaban allí sentadas enfrente del sepulcro. (vv. 57-61)

Glosa. Después que el Evangelista refirió el orden de la pasión y muerte del Señor, se ocupa ahora de su sepultura diciendo: "Y cuando fue tarde".

Remigio. Arimatea es la misma ciudad llamada Rámata, de Elcana y de Samuel y se encuentra en el territorio de Canaán, junto a Dióspolis. 1 Este José fue de elevada posición según el mundo pero es alabado por tener aun mayor mérito delante de Dios y por esto se considera como justo. Convenía también que fuese él mismo quien diese sepultura al cuerpo del Señor porque en atención a sus virtudes fue digno de prestar aquel servicio. "Este llegó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús".

San Jerónimo. Se considera como rico, no para jactancia del que escribe para que pueda decir que un hombre noble y riquísimo era discípulo del Señor, sino para manifestar por qué pudo pedir a Pilato el cuerpo del Señor. Los pobres y los desconocidos no se hubiesen atrevido a presentarse a Pilato -que era el representante del poder romano- a pedir el cuerpo del crucificado. En otro evangelio este José se llama buleutes (consejero) y respecto de él parece que habló el primer salmo diciendo: "Bienaventurado aquel hombre que no toma parte en las determinaciones de los impíos" (Ps 1), etc.

"Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,2. Véase el valor de este hombre que se pone en peligro de muerte atrayendo hacia sí las enemistades de todos por su afecto hacia Jesucristo. Además, no sólo se atreve a pedir su cuerpo, sino también a sepultarlo.

San Jerónimo. Por la sepultura sencilla del Salvador, es condenada la ambición de los ricos que ni aun en el sepulcro quieren carecer de sus riquezas. Podemos también comprender en sentido espiritual que el cuerpo del Señor no se ha de envolver en telas de oro ni en piedras preciosas ni aun de seda, sino en un lienzo puro; aun cuando esto signifique que envuelve a Jesús en una sábana limpia el que lo recibe con conciencia pura.

Remigio. La sábana2 es un paño de lino. Así como el lino proviene de la tierra y con mucho trabajo es conducido a su blancura; de este modo se quiere significar que el cuerpo del Señor, asumido de la tierra -esto es, de la Virgen- a través de los sufrimientos de la pasión es conducido a la blancura de la inmortalidad.

Rábano. De aquí viene el uso en la liturgia de la Iglesia de no celebrar el santo sacrificio del altar sobre seda ni paño teñido sino sobre lino de la tierra, como leemos que fuera ordenado por el Papa San Silvestre.

"Y lo puso en un sepulcro suyo nuevo, que había hecho abrir en una peña".

San Agustín, in serm. 2 de Sabbato sancto. Por lo tanto, el Salvador fue depositado en un sepulcro que no era suyo, dando a conocer que moría por la salvación de los demás. ¿Por qué habría de ser colocado en un sepulcro propio el que no había muerto para sí? ¿Por qué habría de tener tumba en la tierra aquél cuyo trono permanecía en el cielo? ¿Por qué habría de tener sepultura propia quien no estuvo en el sepulcro más que tres días, no como muerto, sino como descansando en un lecho? El sepulcro es la habitación de la muerte. No era necesario, pues, que Cristo, que es la vida, tuviese habitación de muerte ni necesitaba habitación de difunto el que nunca muere.

San Jerónimo. Es colocado en un sepulcro nuevo para que no se creyera que después de la resurrección había resucitado uno cualquiera de los demás cuerpos que allí descansaban. También puede significar este sepulcro nuevo las entrañas virginales de María. Fue depositado en el sepulcro que había sido abierto en una piedra porque si hubiese sido edificado con muchas piedras, se hubiese podido decir que había sido robado minando los cimientos.

San Agustín, in serm. 2 de Sabbato sancto. Y aun cuando el sepulcro hubiese estado hecho en la tierra, siempre hubieran podido decir que habían minado la tierra y lo habían robado. Si hubiese sido una piedra pequeña la que cerrase la sepultura, podían decir: cuando nosotros dormíamos nos lo han robado. Por esto sigue: "Y revolvió una gran losa a la entrada del sepulcro y se marchó".

San Jerónimo. Manifiesta que era grande la piedra con que cerró para que no pudiese abrirse el sepulcro sin el auxilio de muchos.

San Hilario, in Matthaeum, 33. En sentido espiritual puede decirse que José fue una especie de apóstol porque éste envolvió el cuerpo en una sábana limpia. Y en otro lugar encontramos que a San Pedro se le mandó desde el cielo un gran lienzo en el que se encontraba todo género de animales. 3 De esto se desprende que la Iglesia está sepultada con Cristo bajo el aspecto de aquel lienzo. Además, el cuerpo del Señor es colocado en un sepulcro vacío y nuevo, abierto en una roca. Porque por medio de la predicación de los apóstoles, debía introducirse al mismo Jesucristo en el duro corazón de la gentilidad por la influencia de los esfuerzos de su doctrina. Verdaderamente duro y nuevo, en el cual no había penetrado aun el temor de Dios y como ninguna otra cosa debe entrar mejor en nuestros corazones sino Dios, una piedra grande cierra la puerta, para que nadie nos traiga el conocimiento de la divinidad antes ni despues que El.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Quizás se escribió que el cuerpo fue envuelto en una sábana limpia y se puso en un sepulcro nuevo, cerrándolo con una piedra grande porque todo lo que se encuentra cerca del cuerpo del Señor es limpio, nuevo y grandioso.

Remigio. Después que el cuerpo del Señor quedó sepultado (los demás se marcharon a sus propias casas), únicamente continuaron allí las mujeres que más lo habían amado y con cuidado extremo se fijaron bien en el lugar donde el Salvador quedó sepultado. Porque en tiempo oportuno debían ofrecerle el testimonio de su devoción. "Y María Magdalena y la otra María estaban allí sentadas enfrente del sepulcro".

Orígenes, in Matthaeum, 35. No se dice que la madre de los hijos de Zebedeo estuviese sentada junto al sepulcro porque quizás no haya podido llegar sino hasta la cruz; mas éstas, dada su gran caridad, no faltaron tampoco en lo que sucedió después.

San Jerónimo. Habiendo abandonado todos al Señor, las mujeres perseveraron en su deber, esperando lo que Jesús había ofrecido. Por esta causa merecieron ser de las primeras que vieron la resurrección, porque "Quien persevere hasta el fin, se salvará" (Jn 22 Jn 24,13)

Remigio. Esto es lo que hacen hasta hoy las santas mujeres en este mundo (esto es, las almas humildes de los santos) y observan con piadosa curiosidad cómo se completa la pasión de Cristo.

MATEO 27,62-66


5762 (Mt 27,62-66)

Y otro día, que es el que se sigue al de la Parasceve, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos acudieron juntos a Pilato, diciendo: "Señor, nos acordamos que dijo aquel impostor cuando todavía estaba en vida: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se guarde el sepulcro hasta el tercero día; no sea que vengan sus discípulos y lo hurten, y digan a la plebe: Resucitó de entre los muertos: y será el postrer error peor que el primero". Y Pilato les dijo: "Guardas tenéis, id, y guardadlo como sabéis". Ellos, pues, fueron, y para asegurar el sepulcro, sellaron la piedra y pusieron guardas. (vv. 62-66)

San Jerónimo. No contentos los príncipes de los sacerdotes con haber crucificado al Señor, quisieron guardar su sepultura e impedir en cuanto estuviese de su parte la resurrección. Por esto dice: "Y otro día, que es el que sigue al de la Parasceve", etc.

Rábano. Parasceve quiere decir preparación. Con este nombre se entiende el sexto día que precede al sábado en el cual preparaban lo necesario para este día, como se dice respecto del maná: "En el sexto día recogeréis doble" (Ex 16,22) y como en el sexto día fue hecho el hombre y en el séptimo descansó Dios, por esto muere Jesús en el día sexto por el hombre y descansa el sábado en el sepulcro.

San Jerónimo. A pesar de haber cometido un horrendo crimen con la muerte del Salvador, a los príncipes de los sacerdotes todavía no les resultaba suficiente y buscaban derramar todo el veneno de la perfidia contraída hiriendo la honra del Salvador después de su muerte. Por esto llaman impostor a aquél que sabían que era inocente. Por esto dicen: "Señor, recordamos que dijo aquel impostor", etc.

Remigio. El Señor había ofrecido que resucitaría al tercer día porque había dicho: "Así como estuvo Jonás tres días y tres noches en el vientre de una ballena", etc. (Mt 12,40) Pero debe observarse de qué modo resucitó después de tres días, porque algunos quieren decir que fueron las tres horas, a saber: una la de tinieblas; otra la de la aurora y del día. Sin embargo, éstos desconocen el significado de la locución figurada. Porque en sentido figurado se entienden la feria sexta en que padeció y comprende la noche precedente. Sigue después la noche del sábado con su día y la noche del día del domingo, que ya forma parte de este día. Por esto es verdad que resucitó al tercer día.

San Agustín, in serm. de Passione. Por lo tanto, resucitó después de tres días, para que en la pasión del Hijo se diese a conocer el asentimiento de toda la Trinidad. Los tres días son una figura, porque la Trinidad que en un principio hizo al hombre, es la misma que repara al hombre por la pasión de Jesucristo.

Sigue: "Manda, pues, que sea custodiado el sepulcro hasta el tercero día".

San Hilario, in Matthaeum, 33. El miedo de que fuese robado el cuerpo, y su guardia y sello es un testimonio de necedad y de infidelidad, porque quisieron sellar el sepulcro de aquél por cuyo mandato habían visto levantarse a Lázaro del sepulcro.

Rábano. Y cuando dicen: "Y este error será peor que el primero", dicen la verdad aunque por ignorancia. Porque fue mucho peor el menosprecio del arrepentimiento en los judíos que el error de su ignorancia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 89,1. Véase cómo sin querer se conciertan para probar la verdad. Se demostró la verdad de la resurrección precisamente por las disposiciones que adoptaron. Porque habiendo sido custodiado el sepulcro, no pudo haber engaño alguno y si no pudo haber engaño, es evidente e irreprochable que el Señor resucitó. Veamos lo que Pilato contestó: "Guardas tenéis, id y guardadlo como sabéis".

Rábano. Como diciendo: Ya tenéis bastante con que os haya permitido matar a un inocente; en cuanto a lo demás, continuad en vuestro error. "Ellos, pues, fueron y para asegurar el sepulcro sellaron la piedra y pusieron guardas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 89,1. Pilato no quiso que fuesen sólo los soldados los que sellaran el sepulcro, porque si lo hubiesen sellado los soldados únicamente, se habría podido decir que habían permitido a los discípulos que robasen el cuerpo del Señor y así hubiera quedado quebrantada la creencia de la resurrección. Pero en este caso ya no podían decirlo porque ellos mismos habían sellado el sepulcro.

MATEO 28,1-7


5801 (Mt 28,1-7)

Mas en la tarde del sábado, al amanecer el primer día de la semana, vino María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y había habido un gran terremoto: porque un ángel del Señor descendió del cielo, y llegando, revolvió la piedra, y se sentó sobre ella. Y su aspecto era como un relámpago, y su vestidura como la nieve. Y de temor de él se asombraron los guardas, y quedaron como muertos. Mas el ángel, tomando la palabra, dijo a las mujeres: "No tengáis miedo vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como dijo: Venid, y ved el lugar donde había sido puesto el Señor. E id luego, decid a sus discípulos que ha resucitado; y he aquí va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. He aquí os lo he avisado de antemano". (vv. 1-7)

San Agustín, in sermonibus de resurrectione. Después de las burlas y los azotes, de la hiel y vinagre mezclados, de los tormentos y las llagas sufridas en la cruz y, finalmente, después de la muerte y la bajada a los infiernos, resucitó de su tumba la nueva carne, brotó de lo caduco la nueva vida y resucitó la salvación de la misma muerte, para volver más pura después del sepulcro.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,24. La cuestión acerca de la hora en que las mujeres fueron al sepulcro no resulta trivial. San Mateo dice aquí: "Mas en la tarde del sábado" (Mt 16,2) etc. , a diferencia de lo que dice San Marcos: "Y muy de mañana, el primero de los sábados vienen María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro" (Mc 16,2)1. Cuando San Mateo se refiere a la noche, quiere abarcar desde la primera parte de la noche (que se llama víspera) hasta el final de la misma, en la que fueron al sepulcro. Y como en el sábado no les estaba permitido hacer esto, llamó noche a aquel tiempo en que se podía trabajar y por esto hicieron cuanto pudieron durante lo que podía llamarse noche.

Y así, se dice: "Mas en la tarde del sábado", como si se dijese: En la noche del sábado; esto es, en la noche que sigue al día del sábado2. Las mismas palabras así lo indican: "Al amanecer el primer día de la semana". Lo que no comprenderíamos si la palabra víspera significase tan sólo la primera parte (esto es, el comienzo) de la noche. Pues no puede decirse que el principio de la noche es la hora que empieza a brillar antes de amanecer sino más bien la misma noche, que empieza a desaparecer cuando viene la luz. Es un modo de hablar común en la Escritura el tomar el todo por la parte. Por lo tanto, se debe entender noche cuando se trata de la víspera, la cual termina al amanecer y al amanecer fue cuando vinieron al sepulcro.

Beda. O de otro modo, cuando se dice que las mujeres vinieron en la tarde del sábado a ver el sepulcro debe entenderse que empezaron a venir en la víspera y cuando empezó a lucir la mañana del sábado, llegaron al sepulcro. Esto es, prepararon en la víspera las aromas con que se proponían ungir el cuerpo del Señor, pero los trajeron al sepulcro a la mañana siguiente. San Mateo dijo esto mismo, pero con oscuridad, por querer abreviar. Pero los otros evangelistas lo refieren todo y por orden, explicándolo mejor. El día viernes el Señor fue colocado en el sepulcro. Cuando las mujeres regresaron de haberlo dejado sepultado, prepararon los aromas y los ungüentos, mientras les era lícito trabajar. Durante el sábado no hicieron nada, según estaba mandado en la Ley y así lo dice claramente San Lucas. Pero una vez pasado el sábado y terminada la víspera, cuando ya llegaba el momento de poder obrar, compraron con celeridad lo que les faltaba para satisfacer su devoción (como refiere San Marcos) para ir a ungir al Señor y muy de mañana fueron al sepulcro (Mc 16,1-2)

San Jerónimo. No debemos creer, como quieren los impíos, que la aparente divergencia entre los relatos de los evangelistas al citar la hora en que las mujeres vinieron al sepulcro es una prueba de la falta de historicidad de estos relatos. Más bien debemos ver en ello una gran ansiedad en las mujeres, repitiendo las visitas, yendo y viniendo y no decidiéndose a abandonar el sepulcro del Señor, ni ausentarse de él.

Remigio. Debe saberse que hablando en sentido espiritual, San Mateo se propuso demostrarnos la gran dignidad con que el honor de la resurrección del Señor favoreció a aquella sacratísima noche después de vencida la muerte. Por esto dijo: "Mas en la tarde del sábado", etc. Se expresa de este modo porque tiene en cuenta el orden observado en aquellos tiempos, en que las vísperas se consideraban pertenecientes a la noche y no al día. En estas palabras se demuestra que el Señor convirtió esta noche en festiva y brillante por la luz de su resurrección.

Beda homilia Aest. I. Desde el principio del mundo hasta nuestros días, se divide el día de tal modo, que la noche precede a la mañana. Porque el hombre, por el pecado, cayó de la luz del paraíso a las enfermedades y tinieblas. Ahora sigue muy oportunamente el día a la noche, cuando por la fe en la resurrección, hemos vuelto de las tinieblas del pecado y de la sombra de la muerte, a la luz de la vida que nos ha concedido el Señor.

Crisólogo salmo 75. No desaparece el sábado sino que es santificado por Jesucristo. No dijo vine a disolver la ley, sino a cumplirla (Mt 5,17) Es iluminado para que brille en el día del Señor y resplandezca en la Iglesia lo que se oscureció en la inagoga por la obcecación de los judíos. Sigue: "Vino María Magdalena", etc. Tarde busca el perdón la que temprano corrió a la culpa. La que había caído en el paraíso, se apresura a recobrar la fe en el sepulcro. Se precipita a sacar la vida de la muerte, la que había sacado la muerte de la vida. No dijo, pues, vinieron, sino vino. Bajo un solo nombre vienen dos, no por casualidad sino misteriosamente: viene la misma, pero distinta, de modo que se moviese por la virtud y no ya según su vida pasada. Estas dos mujeres, María Magdalena y la otra María3, son figuras de la Iglesia que precede a los apóstoles en el sepulcro del Señor, a saber, María es el nombre de la Madre de Cristo, mas este nombre pertenece a dos mujeres. Porque aquí está figurada la unidad de la Iglesia compuesta de los dos pueblos, el gentil y el judío. Vino María al sepulcro como si viniese al seno de la resurrección, como si Jesucristo naciese otra vez del sepulcro de la fe. Antes había sido engendrado en un vientre según la carne. Ahora, Aquél a quien la virginidad cerrada había traído a esta vida, un sepulcro cerrado lo devolvía a la vida eterna. Es un prodigio de la divinidad el haber dejado íntegra la virginidad después del parto y haber salido del sepulcro cerrado con su propio cuerpo.

Sigue: "Y he aquí que hubo un gran terremoto", etc.

San Jerónimo. Dios nuestro Señor, Hijo al mismo tiempo de Dios y del hombre, demostrando que participa de estas dos naturalezas, divina y humana, dio un notable ejemplo de su grandeza y de su humildad. Por esto, aunque como hombre es crucificado y sepultado, sin embargo, lo que sucede exteriormente da a conocer que es Hijo de Dios.

San Hilario, in Matthaeum. El terremoto indica el poder de la resurrección. Porque una vez vencida la pena de muerte y desterradas sus tinieblas, se conmovió el infierno cuando resucitó el Señor de los poderes celestiales.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 90. Sucedió el terremoto para que se levantasen y velasen las mujeres, porque como se proponían ir y llevar ungüento, debían de haberse pasado la noche preparando los aromas y probablemente se habían quedado dormidas.

Beda. , in homilia super Venid Maria Magdalene. Cuando el Señor salió del sepulcro hubo un gran terremoto (lo mismo que cuando murió en la cruz) y ello da a entender que los corazones humanos se conmovieron, primero por la fe en la pasión y fueron incitados después a hacer penitencia por el santo temor de la resurrección.

Crisólogo, sermon 77 y 74. Si la tierra tembló así cuando el Señor resucitó para salvación de los santos, ¿cuánto temblará cuando vuelva para juzgar a los malvados? Dice el Profeta: "La tierra tembló cuando Dios se levantó a juzgar" (Ps 75,9) ¿Cómo podrá soportar la presencia de Dios quien no pudo soportar la presencia de un ángel? Y sigue: "Porque un ángel del Señor bajó del cielo". Al resucitar el Señor y destruir la muerte, vuelve a relacionarse el cielo con la tierra y así como en el principio trató la mujer con el ángel para perdición de la humanidad, ahora otra mujer trata con otro ángel para la felicidad.

San Hilario, in Matthaeum. Verdaderamente es grande la prueba que tenemos de la misericordia de Dios Padre, porque cuando resucita el Hijo, lo honra con el servicio de los ángeles y por lo tanto, antes de la resurrección uno es enviado para que la resurrección sea anunciada por un siervo de la voluntad del Padre.

Beda, in homilia super Venid Maria Magdalene. Como Jesucristo es Dios y hombre, incluso en los actos de pura humanidad, no le falta nunca la asistencia de los ángeles que únicamente se debe a Dios. "Y llegando revolvió la piedra". No porque fuera necesario abrir la puerta para que saliera el Señor sino para que su salida demuestre a los hombres la realidad del hecho. El que dentro del seno de una Virgen, siendo mortal, pudo entrar en el mundo naciendo, estando cerrado el sepulcro, hecho inmortal pudo salir del mundo resucitado.

Remigio. La piedra rodada del sepulcro es figura de los Sacramentos de Cristo que ya venían prefigurándose en el contexto de la Ley. En efecto, la Ley había sido escrita en piedra y por ello está representada en ella.

Crisólogo, sermon 74. No dice volvió, sino revolvió la piedra. Porque la vuelta de la piedra era únicamente señal de muerte; pero el revolver la piedra daba a conocer la resurrección. Aquí se transforma el orden de las cosas. El sepulcro destruye la muerte y no descompone al muerto, la casa de la muerte se transforma en habitación de la vida, aparece la clausura de un modo nuevo, recibe un muerto y lo devuelve vivo. Sigue: "Y se sentó sobre ella". No se sentó por cansancio sino como doctor de la fe y heraldo de la resurrección. Y se sentó sobre la piedra para que la consistencia del asiento fuese motivo de firmeza para los creyentes. El ángel colocaba sobre la piedra los cimientos de la fe sobre la que Jesucristo había de fundar su Iglesia. También puede decirse que la piedra del sepulcro es figura de la muerte con que todos estaban oprimidos y en cuanto a que el ángel se sentó sobre la piedra, se da a entender, que Jesucristo venció la muerte con su poder.

Beda, in homilia super Venid Maria Magdalene. Y apareció estando de pie el ángel que anunciaba la venida del Salvador al mundo, porque estando así, manifestaba que el Señor venía a vencer al príncipe de este mundo. Se dice que se sentó el que anunciaba la resurrección porque así daba a conocer que representaba a Aquél que una vez vencido el autor de la muerte, ya se había sentado en el trono de su reino eterno. Se sentó, pues, sobre la piedra rodada con la que se había cerrado la puerta del sepulcro dando a conocer que el Señor había destruido con su poder los antros del infierno.

San Agustín, de consensu evangelitarum 3,24. Puede también llamar la atención que San Mateo diga que el ángel se sentó sobre la piedra separada del sepulcro y que San Marcos diga que cuando entraron las mujeres, vieron a un joven sentado a la derecha. Pero debemos entender que San Mateo no habló del ángel que vieron las que entraron y que San Marcos se ocupó sólo del que vieron sentado sobre la piedra. Como vieron dos ángeles, oyeron lo que cada uno de ellos dijo acerca de Jesús. O bien cuando dice que "entraban en el sepulcro" (Mc 16,5), debemos entender que lo hacían a alguna parte cercada que protegía el sepulcro, o sea, algún espacio que había ante la piedra del sepulcro y en cuya cavidad se había hecho la excavación para la sepultura. Por lo tanto, pudieron ver al ángel también en el mismo lugar, pero a la derecha y sentado sobre la piedra, como dice San Mateo.

Sigue: "Y su aspecto era", etc.

Crisólogo, sermon 75. Se diferencia el resplandor del rostro de la blancura de los vestidos y se compara el rostro del ángel con el relámpago y su vestido con la nieve. Porque el relámpago viene del cielo y la nieve de la tierra. Por esto dice el Profeta: "Alabad al Señor de la tierra, fuego, granizo, nieve" (Ps 148,7), etc. Por lo tanto, en el rostro del ángel se da a conocer la claridad de naturaleza espiritual y en su vestido está significada la gracia que ha unido la naturaleza humana a la divinidad y así se manifiesta la aparición del ángel que habla, con el fin de que los ojos de la carne puedan soportar el resplandor de la claridad, a la vez que por el resplandor del relámpago teman y respeten al Autor de cuanto existe.

Crisólogo, sermon 77. ¿Para qué aprovecha el vestido, cuando no hay necesidad de cubrirse? Pero el ángel prefigura nuestro vestido y nuestra forma en la resurrección, cuando el hombre se vestirá con el brillo mismo de su cuerpo.

San Jerónimo. También el ángel, con su blanco vestido, representa la gloria del que triunfa.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia. 21,4. O de otro modo, en el relámpago aparece el terror del que teme y en la nieve la tranquilidad del candor y como Nuestro Señor es poderoso y terrible para los pecadores y apacible para los justos, con mucha oportunidad aparece el ángel testigo de su resurrección con el resplandor de su semblante y con el candor del vestido blanco, aterrando así a los malvados y halagando a los buenos; por esto sigue: "Y de temor de él", etcétera.

Rábano. Los que no confían en su amor se aterran por la ansiedad del temor y los que no quieren creer la verdad de su resurrección quedan como muertos.

Crisólogo, sermon 75. Guardaban el sepulcro por crueldad y no por un acto de piedad. No puede sostenerse aquél a quien la conciencia abate y el remordimiento precipita. Por eso el ángel aterra a los impíos y habla y consuela a los buenos.

Sigue: "Mas el ángel tomando la palabra", etc.

San Jerónimo. Los guardias, aterrados, cayeron como muertos y el ángel, no los levanta sino que anima a las mujeres, diciendo: "No tengáis miedo vosotras"; como diciendo: Teman aquellos que permanecen en la incredulidad. Pero vosotras, como buscáis a Jesucristo crucificado, oíd que ya resucitó, cumpliendo lo ofrecido. Por esto sigue: "Porque sé que buscáis a Jesús el que fue crucificado".

Crisólogo, sermon 77. Buscaban al crucificado y muerto, a pesar de que los terribles acontecimientos de la pasión habían perturbado en parte su fe. Pero había sido tal el ímpetu de su amor, que buscaban al Señor del cielo aun en el sepulcro. "No está aquí".

Rábano. Esto es, en cuanto a presencia corporal porque en cuanto a la Divinidad, está en todas partes. "Porque ha resucitado como dijo".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90. Como diciendo: Y si no me creéis, acordaos de sus palabras. Y todavía añade una nueva razón, cuando dice: "Venid y ved el lugar donde había sido puesto el Señor".

San Jerónimo. Y si no creéis en mis palabras, creed en el sepulcro vacío.

Crisólogo, sermon 76. El ángel menciona primero el nombre, habla de la cruz y habla de la pasión. Pero luego reconoce la resurrección y a su Señor. Así el ángel, después de tanto tormento y del sepulcro, reconoce a su Señor. ¿Por qué el hombre ha de creer rebajado a su Dios cuando lo ve en carne mortal? ¿o ha de considerar que desfalleció su poder en la pasión? Dice que fue crucificado y muestra el lugar donde había sido enterrado el Señor para que no se creyese que era otro, sino el mismo, resucitado de entre los muertos. Y si el Señor volvió a su propia carne y da señales evidentes de su resurrección, ¿por qué ha de pensar el hombre que vendrá en otra carne? ¿O es que el siervo desdeña su propia carne, siendo así que el Señor no cambió la nuestra?.

Rábano. Por medio de estas palabras, no sólo se ofreció ocasión de alegría al alma interior, sino que se debió poner de manifiesto a los que verdaderamente lo amaban. Por ello sigue: "Y marchando pronto", etc.

Crisólogo, sermon 76. Como diciendo: Mujer ya santificada, vuelve al hombre; persuádelo a que crea, ya que antes le enseñaste a pecar; cuéntale cómo es verdad que Jesús ha resucitado, una vez que antes fuiste la causa de su ruina. "Y he aquí va delante de vosotros, etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90. Les dice esto para asegurarles que no corren peligro alguno, para que así el temor no enfríe su fe.

San Jerónimo. Estas palabras: "Va delante de vosotros, a Galilea" quieren decir en sentido espiritual que iba al país inmundo de los gentiles donde antes habitaba el error y la corrupción y el pie no hallaba vestigio firme y estable.

Sigue: "Allí le veréis; he aquí que os lo he avisado de antemano".

Beda, in homilia super Venid Maria Magdalene. El Señor fue visto en Galilea por sus discípulos cuando ya había pasado de la muerte a la vida, de la corrupción a la inmortalidad. Galilea quiere decir migración. ¡Felices las mujeres, que merecieron anunciar al mundo el triunfo de la resurrección! Y más felices las almas que en el día del juicio (mientras los réprobos se aterran) merezcan entrar en el goce de la bienaventurada resurrección.


Catena aurea ES 5751