Catena aurea ES 5808

MATEO 28,8-10


5808 (Mt 28,8-10)

Y salieron al punto del sepulcro, con miedo y con gozo grande, y fueron corriendo a dar las nuevas a los discípulos. Y he aquí, Jesús les salió al encuentro diciendo: "Dios os guarde". Y ellas se llegaron a El, y abrazáronle sus pies y le adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos para que vayan a la Galilea; allí me verán". (vv. 8-10)

San Hilario, in Matthaeum. Las mujeres fueron instruidas por medio del ángel. En seguida les salió al encuentro el Salvador, para que al anunciar la resurrección a los ansiosos discípulos, no pudiesen decir que hablaban únicamente porque el ángel se lo había dicho, sino porque lo habían oído de boca del mismo Salvador. Por esto sigue: "Y salieron al punto del sepulcro con miedo y con gran gozo".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 23-24. Se dice que salieron del sepulcro, esto es, de aquel lugar donde estaba el espacio del huerto que se había cavado delante de la piedra.

San Jerónimo. Dos sentimientos agitaban a aquellas mujeres: el del gozo y el del temor. El primero por el deseo de que resucitase y el segundo por la magnificencia del milagro y los dos adquirían mayores proporciones, porque tenían lugar en mujeres. Por esto sigue: "Y fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos". Se dirigían, pues, a los Apóstoles, para que empezase a esparcirse por medio de ellos la semilla de la fe. Y las que así buscaban y las que así corrían merecieron que el Salvador resucitado les saliese al encuentro. Por esto sigue: "Y he aquí Jesús les salió al encuentro, diciendo: Dios os guarde".

Rábano. Con esto da a conocer que sale siempre al encuentro ayudando a todos aquellos que emprenden el camino de las virtudes para que puedan llegar a la eterna salvación.

San Jerónimo. Las primeras mujeres merecieron oír: "Que Dios os guarde", porque así quedaba deshecha la maldición de la mujer Eva, en estas mujeres.

Crisólogo, sermon 76. Estas mujeres son figura de la Iglesia porque Jesucristo reprende a sus discípulos cuando dudan acerca de su resurrección y los confirma cuando vacilan. Cuando sale al encuentro de estas mujeres, no las asusta con su poder, sino que las previene con el ardor de su caridad. Porque Jesucristo se saluda en su Iglesia, que ha recibido en su propio cuerpo.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 23-24. Deducimos que estas mujeres hablaron dos veces con los ángeles. La primera cuando iban al sepulcro, es decir, cuando vieron un solo ángel (de quien hablan San Mateo y San Marcos) y la segunda cuando después vieron dos (como dicen San Lucas y San Juan) También encontraron al Señor dos veces; una en aquel sitio en que María lo confundió con un hortelano y la otra ahora, cuando sale al encuentro de las mujeres en el camino, para confirmarlas por segunda vez, separando de ellas todo temor.

Crisólogo, sermon 76. Allá no les permitió que lo toquen. Pero aquí no sólo se lo permite, sino que incluso lo detengan y lo abracen. Por esto sigue: "Y ellas se llegaron a El y abrazáronle los pies y le adoraron".

Rábano. Ya se ha dicho antes que resucitó estando cerrado el sepulcro, dando a conocer así que su cuerpo era inmortal a pesar de haber sido muerto y encerrado en el sepulcro. Quiso detener a las mujeres para demostrarles claramente que tenía carne, la misma que era tocada por los mortales.

Crisólogo, sermon 76. Las mujeres, como tipo de la Iglesia, abrazan los pies de Jesucristo, que representan la predicación evangélica y obtienen con su prisa que el Salvador detenga también sus pasos para que ellas puedan honrar a la divinidad entera. Pero aquella otra que sobre la tierra llora a su Señor y por esto lo busca muerto en el sepulcro ignorando que reina en el cielo con el Padre, merecidamente oyó estas palabras: "No me toques" (Jn 20,17) Nosotros cuando conocemos las cosas divinas vivimos para Dios y cuando gustamos de las cosas humanas nos cegamos a nosotros mismos. Detuvieron los pies del Señor, para poder conocer en El mismo que era hombre y que ellas estaban a sus pies y que se les había concedido seguirlo y no preceder a Jesucristo. Lo mismo que había dicho el ángel dijo el Señor y así confirmó todavía más a aquéllas a quienes el ángel había confirmado ya.

Sigue: "Entonces les dice Jesús: no temáis".

San Jerónimo. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, ha de observarse que cuando ha habido alguna aparición extraordinaria, se ha cuidado siempre de quitar el temor, para que así, calmada la inteligencia, se pueda oír lo que se dice.

San Hilario, in Matthaeum. Por el contrario, el orden de la causa principal se transforma, porque como la muerte había venido por medio de una mujer, debió ser una mujer la primera que viese y anunciase la gloria de la resurrección. Por esto el Señor añade: "Id, dad las nuevas a mis hermanos para que vayan a Galilea: allí me verán".

Crisólogo, sermon 76. Llama hermanos a aquellos a quienes hizo participantes de su cuerpo. Llama hermanos a aquellos quienes el bondadoso heredero constituyó consigo mismo como coherederos y llama hermanos a aquellos a quienes adoptó por hijos del Padre.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 23-25. El Señor no había de darse a conocer en el lugar en donde se había dejado ver por vez primera, sino en Galilea (en donde fue visto después) y donde mandó que podía ser visto, tanto por medio del ángel, como por sí mismo. Esto es un misterio cuya comprensión todo fiel debe buscar. Galilea quiere decir migración o revelación. En el primer sentido, ¿qué otra cosa puede entenderse sino que la gracia de Jesucristo había de salir del pueblo de Israel, para emigrar a los gentiles, quienes de ningún modo hubieran creído a los Apóstoles cuando les predicaban el Evangelio, si el mismo Dios no hubiese preparado el camino de los corazones de los hombres? Y en este sentido se toman aquellas palabras: "Va delante de vosotros a Galilea". Y cuando se añade: "Allí le veréis", se entiende: "allí encontraréis a sus miembros", o lo que es lo mismo, "le veréis allí vivo en cuerpo, en todo lo que podréis conocerle". Pero en el segundo sentido, según el cual Galilea significa "revelación", la idea puede ser que El no iba a estar más en la forma de siervo, sino en aquella en que es igual al Padre. Aquélla será una revelación que se puede entender como una verdadera Galilea, cuando seamos semejantes a El y le veamos como es (1Jn 3,2) Entonces, también, será cuando se realizará el más feliz paso desde este mundo a la eternidad.

MATEO 28,11-15


5811 (Mt 28,11-15)

Y mientras ellas iban, he aquí algunos de los guardas fueron a la ciudad, y dieron aviso a los príncipes de los sacerdotes de todo lo que había pasado. Y habiéndose juntado con los ancianos y tomado consejo, dieron una grande suma de dinero a los soldados, diciendo: "Decid que vinieron de noche sus discípulos y lo hurtaron, mientras que nosotros estábamos durmiendo. Y si llegase esto a oídos del presidente, nosotros se lo haremos creer, y miraremos por vuestra seguridad". Y ellos tomando el dinero lo hicieron conforme habían sido instruidos. Y esta voz que se divulgó entre los judíos dura hasta hoy día. (vv. 11-15)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 91. De las señales que aparecieron acerca de Jesucristo, unas fueron conocidas en todo el mundo, como las tinieblas, y otras sólo por los soldados que guardaron el sepulcro, como la admirable aparición del ángel y el terremoto. Las que se verificaron para los soldados sucedieron así para que se asustasen y diesen ellos mismos testimonio de la verdad. La verdad cuando es publicada por los que la contradicen brilla más, lo cual sucedió en este caso. Por esto dice: "Y mientras ellas iban (esto es, las mujeres), he aquí que algunos de los guardas fueron a la ciudad y dieron aviso a los príncipes de los sacerdotes", etc.

Rábano. La sencillez del alma y la ignorancia de los hombres es la que manifiesta en muchas ocasiones la verdad de una cosa tal y como es, sin engaño de ninguna especie. Por el contrario, la astuta malicia pugna por hacer pasar lo falso por verdadero.

San Jerónimo. Por lo tanto, los príncipes de los sacerdotes, que debieron hacer penitencia y buscar a Jesucristo resucitado, persisten en su malicia y malversan el dinero que han recibido para las necesidades del templo en comprar una mentira, como antes habían entregado a Judas las treinta monedas de plata. Por esto sigue: "Y habiéndose juntado con los ancianos y tomado consejo, dieron una grande suma de dinero", etc.

Crisólogo, sermon 76. No se contentaron con matar al Maestro, sino que ahora intentan el modo de perder a los discípulos, haciendo aparecer como crimen de éstos lo que es un poder del Maestro. Es incontestable que los soldados se habían dejado perder. Los judíos habían perdido su víctima y los discípulos habían recobrado su Maestro, no por medio del hurto sino por la fe; no por el engaño, sino por la virtud; no por el crimen, sino por la santidad; no muerto, sino vivo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90,1. ¿Cómo podían robarlo los discípulos, siendo así que eran pobres, ignorantes y que ni se atrevían a presentarse en público e inclusive viéndole vivo huyeron? ¿Cómo no hubiesen temido a tantos soldados después de muerto? ¿Acaso hubieran podido haber destruido la puerta del sepulcro? Esta era una piedra grande, necesitaba de muchas manos. ¿Y acaso no tenía también puesto un sello? ¿y por qué no lo robaron en la primera noche cuando nadie guardaba el sepulcro? En el sábado fue cuando pidieron a Pilatos la guardia. ¿Y qué querían decir después aquellos sudarios que San Pedro vio caídos en el suelo? Por lo tanto, si hubiesen querido robarlo, no hubieran robado el cuerpo desnudo, no sólo por no injuriarle, sino también por no tardar en la salida, dando lugar a que los soldados los detuviesen. Además, la mirra estaba adherida al cuerpo y a los vestidos y siendo tan pegajosa, no podrían fácilmente separarse los vestidos del cuerpo. Por lo tanto, no puede admitirse lo que dicen respecto del robo. Los que se empeñan en decir esto para oscurecer la resurrección, colaboran haciéndola brillar más. En efecto, cuando dicen que los discípulos lo han robado, confiesan que no está el cuerpo en el sepulcro. Manifiestan que es falso el robo tanto la guardia de los soldados, como el temor de los discípulos.

Remigio. Y si los guardias se durmieron, ¿cómo vieron el robo? Y si no lo vieron, ¿cómo pudieron probarlo? Y por lo tanto, no pudieron probar lo que quisieron.

Glosa. Y para que no se desdijesen los soldados, por temor a que el procurador castigase su descuido, añadieron: "Y si llegase esto a oídos del presidente, nosotros se lo haremos creer y miraremos por vuestra seguridad".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90,2. Véase aquí cómo todos fueron corrompidos: Pilatos fue engañado, el pueblo judío excitado y los soldados sobornados. Por esto sigue: "Mas ellos tomando el dinero, lo hicieron conforme habían sido instruidos". Si el dinero tuvo tanto poder respecto del discípulo al punto que lo hizo entregar a su Maestro, no te admire que los soldados también sean vencidos por el dinero.

San Hilario. Por lo tanto, por dinero se compra el silencio de la resurrección y la mentira de un robo, porque apegados a las cosas del mundo, los que viven en la codicia del dinero niegan la gloria de Jesucristo.

Rábano. Así como el crimen de sangre que ellos se habían atraído pesaba como carga insoportable de pecado sobre su posteridad, así el soborno de una mentira para negar la verdad de la resurrección los abruma con perpetua condenación. Por lo que sigue: "Y esta voz, que se divulgó entre los judíos, dura hasta hoy día".

San Severo. Se divulgó esto entre los judíos, mas no entre los cristianos. Lo que en la Judea encubría el judío con el oro, brilló en todo el mundo por medio de la fe.

San Jerónimo. Todos los que abusan de lo que se da para beneficio del templo y para las necesidades de la Iglesia dedicándolo a otros usos, para satisfacer su propia voluntad, son semejantes a los escribas y a los sacerdotes, que compran la mentira y la sangre del Salvador.

MATEO 28,16-20

5816 (Mt 28,16-20)

"Y los once discípulos se fueron a la Galilea al monte, a donde Jesús les había mandado. Y cuando lo vieron, le adoraron: mas algunos dudaron. Y llegando Jesús les habló diciendo: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado: y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo". (vv. 16-20)

Beda. Después que fue anunciada la resurrección por el ángel, San Mateo aseguró que los discípulos también se encontraron con el Señor, diciendo: "Y los once discípulos se fueron a Galilea, al monte, a donde Jesús les había mandado". Porque cuando el Señor iba a padecer había dicho a sus discípulos: "Después que resucite os precederé a Galilea" (Mt 26,32) El ángel también había dicho a las mujeres: "Decid a sus discípulos, que va delante de vosotras a Galilea" (Mc 16,7) Por lo que los discípulos obedecieron el mandato del Maestro. Puntualmente los once se presentan y le adoran; uno de los discípulos ya había perecido y fue el que había entregado a su Señor y Maestro.

San Jerónimo. Por lo tanto, Jesús fue visto en el monte de Galilea después de su resurrección y allí fue adorado y aun cuando algunos lo duden, su duda aumentará nuestra fe: "Y cuando lo vieron, le adoraron; mas algunos dudaron".

Remigio. Esto lo refiere más extensamente el evangelista San Lucas. Dice, pues, que cuando el Señor resucitó de entre los muertos y se apareció a sus discípulos, ellos asustados creían que veían un espíritu.

Beda. El Señor se les apareció en un monte, para dar a entender que el cuerpo que había tomado de la tierra al nacer -como sucede con todos los hombres- ya estaba elevado sobre todas las cosas terrenas cuando resucitó y enseñaba a los fieles que si deseaban allí ver la magnificencia de su resurrección, debían esforzarse por pasar de las más bajas pasiones a los más elevados deseos. Además, Jesús precede a sus discípulos en Galilea porque Jesucristo resucitó de entre los muertos constituyéndose en primicias de los que mueren. Siguen también los que son de Jesucristo y pasan a su imitación, de la muerte a la vida, contemplando a la divinidad en su esencia. Por esta razón sucedió todo esto en Galilea, que quiere decir revelación.

San Agustín, de consensu evangelistarum 3,25. Pero debe considerarse cómo pudo ser visto el Señor en Galilea de una manera corporal, siendo así que no fue visto en el mismo día en que resucitó, a no ser que alguien diga que no fueron los once discípulos que ya entonces se llamaban apóstoles, sino que estuvieron allí otros once discípulos del gran número de los que Jesús tenía. Porque el Señor fue visto en Jerusalén el mismo día, pero fue al principiar la noche, como dicen claramente San Lucas y San Juan, que en esto están conformes. Tampoco fue visto en los ocho días siguientes, después de los cuales dice San Juan que el Señor se apareció a sus discípulos. Esto fue cuando se apareció por primera vez a Santo Tomás que no le había visto en el día de su resurrección. Pero en todo esto hay una dificultad. San Juan cuando lo refiere, no dice que estaban los once en el monte, sino junto al mar de Tiberíades y que fueron siete los que vieron al Señor cuando estaban pescando: "Ya era ésta la tercera vez en que Jesús se aparecía a sus discípulos" (Jn 21,14) Esto debe entenderse respecto del número de días y no respecto del número de manifestaciones y si queremos entender que dentro de los ocho días antes que Santo Tomás le viese, el Señor fue visto por los once discípulos, ésta no era la tercera manifestación, la que tenía lugar junto al mar de Tiberíades, sino la cuarta y por esto debemos comprender que después de todas estas cosas sucedió el hecho de los once discípulos que vieron al Salvador en el monte de Galilea. Encontramos también que los cuatro evangelistas están conformes en decir que el Señor fue visto diez veces después de su resurrección: una por las mujeres en el sepulcro; otra por las mismas cuando salían del sepulcro y en el camino; la tercera vez por San Pedro; la cuarta, por los dos discípulos que iban a Emaús; la quinta por muchos en Jerusalén donde no estaba Santo Tomás; la sexta, cuando fue visto por Santo Tomás; la séptima, junto al mar de Tiberíades; la octava, en el monte de Galilea, como refiere San Mateo; la novena, cuando estaban a la mesa, -como cuenta San Marcos- porque ya no pertenecían a la tierra sino que debían ser invitados por el Señor; la décima, en el mismo día, no ya sobre la tierra sino elevado en las nubes cuando subía a los cielos, como refieren tanto San Marcos como San Lucas. Es importante tener presente en todo esto lo que dice San Juan, que no fueron escritas todas las cosas, de donde se deduce que el trato del Salvador con sus discípulos era frecuente en el espacio de cuarenta días antes de su ascensión a los cielos.

Remigio. Y cuando los discípulos vieron al Señor, lo reconocieron y postrándose en tierra lo adoraron. Por esto el piadoso y clemente Maestro, se aproximó a ellos para arrancar de sus corazones toda clase de dudas y los confirmó en la fe. "Y llegando Jesús les habló diciendo: se me ha dado toda potestad en los cielos y en la tierra".


San Jerónimo. Le había sido dada esta potestad a Aquél que poco antes había sido crucificado, que había sido encerrado en su sepulcro y que resucitó después.

Beda. No puede decirse esto en cuanto a la divinidad, por la que es coeterno con el Padre, sino respecto de la humanidad que había tomado en la tierra y en virtud de la cual se había rebajado hasta ser poco menos que los ángeles.

San Severo. Por lo tanto, el Hijo de Dios comunicó al Hijo de la Virgen, Dios al hombre, la divinidad a la carne, lo que siempre posee con el Padre.

San Jerónimo. Se le dio toda potestad en el cielo y en la tierra, porque Aquél que antes sólo reinaba en el cielo, por la fe de los creyentes debía reinar ahora en la tierra.

Remigio. Esto ya lo había dicho el Salmista cuando se refería a la resurrección del Señor: "Lo has constituido sobre todas las obras de tus manos" (Ps 8,7) y esto es lo que ahora dice el Señor: "Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra". Y aquí debe entenderse que los ángeles ya sabían que estaban sujetos al Dios hombre antes que el Señor resucitase de entre los muertos. Y queriendo Jesucristo dar también a conocer a los hombres que se le había dado toda potestad en el cielo y en la tierra, les mandó predicadores para que anunciasen la palabra divina a todas las naciones. Por esto sigue: "Id, pues y enseñad a todas las gentes".

Beda. El que había dicho antes de su pasión: "No vayáis por el camino de los gentiles" (Mt 10,5), cuando resucitó de entre los muertos, les dijo: "Id y enseñad a todas las gentes", por lo que se equivocan los judíos diciendo que Jesucristo había de venir únicamente para su salvación. Avergüéncense también los donatistas1, que deseando encerrar en una localidad la misión de Jesucristo, dijeron que únicamente había venido para salvar a los africanos y no a los habitantes de las demás naciones.

San Jerónimo. En primer lugar enseñan a todas las gentes y después de instruirlas las bautizan con agua. No puede suceder que el cuerpo sea quien reciba el sacramento del bautismo, a no ser que el alma reciba antes la verdad de la fe2. Por esto dice: "Bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Porque siendo una misma la divinidad de las Personas, debía ser una misma la gracia que concediesen. La palabra Trinidad significa un solo Dios.

San Severo. Por lo tanto, todas las naciones son dirigidas hacia su salvación por la misma potestad que las creó para la felicidad eterna.

Dídimo, De Spiritu sancto, l. 2. Aun cuando puede existir algún demente que se empeñe en bautizar suprimiendo algunos de los tres nombres antedichos -esto es, oponiéndose a la ley de Jesucristo- bautizará pero sin validez y por eso no podrá librar del pecado a aquellos a quienes creyese bautizados. De esto se deduce cuán indivisible es la esencia de la Trinidad y que el Padre es verdadero Padre del Hijo, que el Hijo es verdadero Hijo del Padre y que el Espíritu Santo es verdaderamente el Espíritu del Padre y de Dios Hijo y que además lo es de la Sabiduría y de la Verdad, que es el Hijo. Este es el fundamento de la felicidad de los creyentes y todo el Plan de la salvación está basado en esta Trinidad.

San Hilario. ¿Qué hay que pueda contribuir a la salvación de los hombres que no esté contenido en este sacramento? Todo lo necesario está pleno en él, pues proviene de Aquel que es pleno y perfecto. En efecto, dicho sacramento tiene el nombre de su naturaleza en el Padre, en el sentido en que sólo el Padre es padre, porque su paternidad no proviene de otro al modo humano: El es ingénito, eterno y subsiste siempre en sí de modo que sólo es conocido por el Hijo. Y el Hijo es como la descendencia del ingénito, uno del uno, verdadero del verdadero, vivo del vivo, perfecto del perfecto, potencia de la potencia, sabiduría de la sabiduría, gloria de gloria, imagen de Dios invisible, forma3 del Padre ingénito. El Espíritu Santo no puede separarse de la confesión esencial del Padre y del Hijo y en verdad, en ninguna parte falta este consuelo de nuestra esperanza. En los efectos de sus dones está la prenda de las futuras promesas. Es la luz de las inteligencias y el esplendor de las almas. Todo esto, aun cuando los herejes no pueden cambiarlo, lo quieren acomodar a la humana inteligencia, porque Sabelio4 dice que el Padre está en el Hijo y cree que la distinción entre el Padre y el Hijo es cuestión de nombres más que de realidades, porque imagina que el Hijo es el mismo que el Padre. Ebión5 se esfuerza en demostrar que en María está exclusivamente el origen del Hijo de Dios, y en realidad no hace proceder al hombre de Dios sino a Dios del hombre. Los arrianos dicen que la forma, la sabiduría y el poder de Jesucristo, en cuanto Dios, proceden de la nada y han principiado en el tiempo. ¿Qué de extraño tiene que piensen también del Espíritu Santo de diferente modo, si son tan temerarios que invierten y cambian tales cosas respecto del Hijo de quien también procede el Espíritu Santo?

San Jerónimo. Este orden se considera como esencial. Mandó a sus Apóstoles que enseñasen primero a todas las gentes, después que los bautizasen con el sacramento de la fe y que después de la fe y del bautismo les enseñasen todo lo que debían hacer. Por esto sigue: "Enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado".

Rábano. Así como el cuerpo está muerto cuando carece de espíritu, la fe está muerta cuando carece de obras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90,2. Y como les había hecho encargos de mucha importancia, queriendo animarlos les dice: "Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos". Como diciendo: "y no digáis que es difícil cumplir lo que se os manda, porque estoy yo con vosotros, que todo lo facilito". No dijo que estaría con ellos, sino con todos los que creyesen después de ellos. Por lo tanto, hay que decir que los Apóstoles no vivirían hasta la consumación de los siglos, en atención a que estas palabras deben entenderse como dirigidas a todo el cuerpo de fieles.

Rábano. De aquí se desprende que no habrán de faltar fieles que sean dignos de la eterna felicidad hasta la consumación de los siglos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90,2. Les recuerda la consumación de los siglos para atraerlos mejor y para que no sólo vean lo presente, sino que además conozcan aquellos beneficios que habrán de permanecer siempre, como diciendo: "la aflicción que sufriréis concluirá con esta vida, pero vendrá después la otra que no tendrá fin y los beneficios de que disfrutaréis, subsistirán siempre".

Beda. Se pregunta cómo dice: "Yo estoy con vosotros", cuando dice en otro lugar: "Voy a Aquél que me envió" (Jn 16,5) Porque unas cosas son las que pertenecen a la humanidad y otras las que pertenecen a la divinidad. Irá al Padre por la humanidad y permanece con sus discípulos, en cuanto a la divinidad. Respecto de lo que dijo: "Hasta la consumación del siglo", pone lo finito por lo infinito. Porque el que en la vida presente permanece con sus escogidos protegiéndolos, también estará con ellos después que ésta haya concluido, premiándolos.

San Jerónimo. El que promete estar con sus discípulos hasta el fin de los tiempos, manifiesta que ellos habrán de vencer siempre y que El nunca se habrá de separar de los que crean.

San León Magno, sermones 72. Y el que sube a los cielos, no abandona a los adoptados ino que los alienta a la paciencia, a la vez que los invita a la gloria; de cuya gloria nos haga participantes el mismo Jesucristo, Rey de la gloria, que es Dios bendito, por todos los siglos. Amén.

CATENA AUREA Exposición sobre el Evangelio según San Marcos

Prefacio

Glosa, super Formans me. El profeta Isaías predice de manera bien clara la vocación de los gentiles y la causa de su salvación con estas palabras: Mi Dios se ha hecho mi fortaleza y me ha dicho: Poco es que seas mi siervo para despertar a las tribus de Jacob y convertir los desperdicios de Israel. Te he dado por luz de las gentes, para que seas salud mía hasta los confines del mundo (Is 49).

San Jerónimo, sobre Isaías, lib. 13. n sus palabras también se manifiesta que Cristo se llama siervo por cuanto nació de mujer, pues estas palabras van precedidas de las siguientes: "Esto dice el Señor, formándome siervo suyo desde las entrañas de mi madre". La voluntad del Padre fue ciertamente que los perversos vendimiadores recibieran al hijo enviado. Por esto dice de ellos Cristo a sus discípulos: "No vayáis ahora a tierra de gentiles, sino id antes en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 10,5-6) Y porque Israel no se ha humillado ante Dios, el Hijo de Dios habla a los judíos incrédulos, diciendo: "Mi Dios se ha hecho mi fortaleza", el cual ha consolado mi tristeza por la abyección de mi pueblo, y me ha dicho: "No basta que me sirvas despertando a las tribus de Jacob", que cayeron por su vicio, "y convirtiendo a los desperdicios", o despojos, "de Israel". Por ellos te he dado como luz de todas las gentes, para que ilumines al mundo, y hagas llegar mi salud, por la cual se salven los hombres, hasta los confines del mundo.

Glosa. De las anteriores palabras podemos derivar dos cosas, de las cuales la primera es el poder divino que hubo en Cristo, y que fue eficaz para iluminar a las gentes, porque se dice: "Mi Dios se ha hecho mi fortaleza". "Por tanto Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo", como dice el Apóstol a los Corintios (2Co 5,19) De donde el Evangelio que salva a los creyentes "es el poder de Dios para la salvación de todo creyente", como dice el mismo Apóstol a los Romanos (Rm 1,16) La segunda es dar luz y salvación al mundo, según la disposición del Padre cumplida por Cristo, porque se dice: "Te di por luz de las gentes"; por ello, después de la resurrección del Señor, y para cumplir con la disposición del Padre, envió a los discípulos a predicar diciéndoles: "Enseñad a todas las gentes" (Mt 28,18) De ellos, unos recibieron el ministerio de predicar a los judíos, y otros a los gentiles. Y porque convenía no sólo predicar el Evangelio a las generaciones presentes, sino escribirlo para las futuras, se observa igual distinción entre los escritores del Evangelio escribiendo San Mateo en hebreo para los judíos y San Marcos el primero para los gentiles.

Euseb. , Hist. eccl. , lib. 2, cap. 15. Cuando la clara luz del Verbo de Dios se anunció a la ciudad de Roma, la palabra de verdad y luz predicada por Pedro llenó la mente de todos con plácido sonido y en tal manera que, oyéndole todos los días, jamás llegó a saciarlos. Antes por el contrario, no satisfechos con oírle, rogaban encarecidamente a su discípulo Marcos que, aquellas cosas que Pedro les decía de palabra, las escribiese él para recordarlas perpetuamente, y para meditar sin cesar en ellas dentro y fuera de casa. No dejaron de rogarle hasta que lograron lo que pedían, y ésta fue la causa del Evangelio según San Marcos. Pedro, reconociendo en sí la acción del Espíritu Santo, quien le había arrebatado piadosamente, se lleno de júbilo, considerando la devoción y la fe de aquel pueblo en esto; confirmó el hecho, y dio la Escritura a la Iglesia para que sea siempre leída.

San Jerónimo, super Marcum in praefat. Da principio por la predicación de Cristo en la edad más perfecta, pues el que habla de la perfección del Hijo de Dios no se detiene en la natividad del niño.

San Crisóstomo, hom. in Mat. Hace una compendiosa y breve narración, en lo cual imita la brevedad de su maestro San Pedro.

San Agustín, De Cons. Evang. , lib. 1, cap. 3. San Mateo, que se propuso hablar de la persona real de Cristo, tuvo a San Marcos como imitador y compilador adjunto, que en cierto modo ha seguido sus pasos, puesto que es propio de reyes no estar sin séquito. Y como el sacerdote entraba solo en el Sancta Sanctorum, San Lucas, que se propuso ofrecer a nuestra consideración el sacerdocio de Cristo, no tuvo un socio igual y reverente que abreviase de cierto modo su narración.

Beda, quasi in princ. Comm. in Marc. Es de notar también que los santos Evangelistas han comenzado de diverso modo su narración, y de diverso modo la han concluido. Empezando San Mateo desde la Natividad del Señor, lleva su historia hasta su Resurrección; San Marcos comienza desde el principio de la predicación del Evangelio, y llega hasta la Ascensión del Señor y la predicación de sus discípulos a todas las naciones del orbe; San Lucas termina en la Ascensión, partiendo de la Natividad del Precursor; y San Juan, tomando el principio en la eternidad del Verbo de Dios, anuncia la Buena Nueva hasta el tiempo de la Resurrección.

San Ambrosio, super Lucam in praefat. San Marcos, pues, está representado bajo la figura de un león, porque empezó por la expresión del poder divino.

San Remigio, super Marcum. También se le representa por un león, porque así como éste hace resonar su terrible voz en el desierto, así San Marcos empieza clamando en el desierto: "Voz que clama en el desierto" (Mc 1,6)

San Agustín, De cons. Evang. , lib. 1, cap. 6. Aunque también podría interpretarse esta figura de otro modo. Marcos, pues, que no quiso narrar la estirpe real de Cristo como Mateo.

MARCOS 1,1

6101 (Mc 1,1)

Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. (v. 1)

San Jerónimo, en el prólogo. Marcos evangelista, levita según su linaje, siendo sacerdote en Israel, convertido al Señor, escribió el Evangelio en Italia1. En él mostraba lo que Cristo debía a su linaje. Señalaba el principio del orden de la elección levítica, al decir: "Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". Y comenzaba el Evangelio con una exclamación profética sobre Juan, hijo de Zacarías.

San Jerónimo, en el principio del comentario. Se llama Evangelio (euaggelion), en griego, lo que en latín significa buena nueva. Porque se refiere propiamente al reino de Dios y a la remisión de los pecados, y porque es por el Evangelio por donde viene la redención de los fieles y la bienaventuranza de los santos. Los cuatro Evangelios, en realidad, no forman más que uno, ya que en cada uno se contienen los cuatro. En hebreo se dice Jesús, en griego Soter (swthr), y en latín Salvador. Cristo se dice en griego cristoV, que en hebreo es Mesías y en latín Ungido, esto es, Rey Sacerdote.

Beda. Se ha de comparar, pues, el principio de este Evangelio con el principio del de San Mateo, que dice: "Libro de la generación de Jesucristo, Hijo de David, Hijo de Abraham". El es llamado en San Marcos: "Hijo de Dios". Pero debemos entender que Nuestro Señor Jesucristo es llamado indistintamente Hijo de Dios e Hijo del hombre. Y con razón lo llama Hijo del hombre el primer evangelista, y el segundo Hijo de Dios, a fin de que nuestro pensamiento se eleve poco a poco de lo menor a lo mayor y llegue por la fe y los sacramentos de la humanidad al conocimiento de la eternidad divina. Con razón también el que había de describir la generación humana empezó por el Hijo del hombre, esto es, David o Abraham. Igualmente, el que empezaba su libro desde el principio de la predicación evangélica quiso mejor llamar Hijo de Dios a Jesucristo, porque era de naturaleza humana el tomar verdaderamente la carne de la descendencia de los patriarcas, y fue de potencia divina predicar el Evangelio al mundo.

Hilar. , De la Trin. , lib. 2 ante medium. No confirmó, pues, a Cristo Hijo de Dios sólo en el nombre, sino también en su naturaleza. Nosotros somos hijos de Dios, pero no lo somos como El, ya que El lo era por principio, en sentido propio y verdadero, y no por adopción. Lo era por verdad, no por promesa; por origen, no por creación.


Catena aurea ES 5808