Catena aurea ES 6114


MARCOS 1,16-20


6116 (Mc 1,16)

Y pasando por la ribera del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano suyo, que estaban echando las redes en el mar, pues eran pescadores, y Jesús les dijo: "Venid en pos de mí, y yo haré que vosotros seáis pescadores de hombres". Y dejando en seguida las redes, le siguieron. Y habiendo pasado un poco adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo y a su hermano Juan, remendando sus redes en la barca, y al punto les llamó. Ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron. (vv. 16-20)

Glosa. Expuesta la predicación de Cristo a las gentes, trata el evangelista de la vocación de los discípulos, a aquellos que hizo ministros de su predicación. Dice: "Y pasando adelante cerca del mar de Galilea, vio a Simón", etc.

Teof. Como refiere San Juan evangelista, Pedro y Andrés eran discípulos del precursor, y viendo el testimonio que San Juan había dado de Jesús, se unieron a El. Condolidos después por haber sido apresado San Juan, volvieron a trabajar en su oficio de pescadores. Por lo que sigue: "Echando las redes en el mar, pues eran pescadores". Ved, pues, que ellos viven de su propio trabajo y no de la iniquidad. Eran por tanto dignos de ser los primeros discípulos de Cristo. Y Jesús les dijo: "Seguidme a mí". Los llama ahora por segunda vez, siendo ésta la segunda vocación con respecto a aquélla que se lee en San Juan. Les manifiesta para qué son llamados con las siguientes palabras: "Haré que vengáis a ser pescadores de hombres".

San Remigio. Porque por la red de la santa predicación sacaron a los hombres del mar profundo de la infidelidad a la luz de la fe. Y es muy admirable esta pesca, porque los peces cogidos mueren lentamente, mientras que los hombres prendidos por la palabra de la predicación son vivificados.

Beda. Pescadores e ignorantes, son enviados a predicar, para que se comprenda que la fe de los creyentes está en el poder de Dios y no en la elocuencia ni en la doctrina.

"Y, dejando en seguida las redes, le siguieron".

Teof. Así pues, no conviene tardarse, sino seguir a Dios inmediatamente. Después de éstos aparecen los pescadores Santiago y Juan, quienes, aunque eran pobres, sostenían a su anciano padre. "Y habiendo pasado un poco adelante, prosigue, vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a Juan", etc. Dejaron, pues, a su padre, porque les hubiera servido de impedimento para seguir a Cristo. Así vosotros, cuando para seguir al Señor encontréis algún impedimento en vuestros padres, dejadlos y acercaos a Dios. Con esto se manifiesta que Zebedeo no creyó, aunque creyó la madre de estos dos apóstoles. Ella, una vez muerto Zebedeo, siguió a Cristo.

Beda. Pero se preguntará alguno: ¿Cómo llamó de sus barcas de dos en dos a los pescadores, primeramente a Pedro y Andrés, después, avanzando un poco más, a los dos hijos de Zebedeo, cuando San Lucas dice (Lc 5,1-11) que Santiago y Juan fueron llamados para ayudar a Pedro y a Andrés, y que Cristo sólo a Pedro dijo: "No temas; ya desde este momento serás pescador de hombres", y que sin embargo, conducidas las barcas a tierra, ambos lo siguieron? Por lo que entendemos, ocurrió primero lo que dice San Lucas, y después, cuando regresaron a la pesca según su costumbre, lo que refiere San Marcos. Entonces siguieron al Señor conduciendo las barcas a tierra, no ya con el pensamiento de volver a ellas, sino de seguir al que los llamaba y mandaba que lo siguiesen.

San Jerónimo. Místicamente: somos conducidos al cielo, como Elías, en esta carroza de los cuatro pescadores. La primera Iglesia se construye sobre estos cuatro vértices. Por las cuatro letras hebreas conocidas como tetragrammaton1, reconocemos el nombre del Señor. A nosotros se nos aconseja con este ejemplo a que oigamos la voz de Dios que nos llama, y que olvidemos al pueblo de los vicios y la casa del trato paterno. Todo esto es necedad para Dios, y es como una red de telas de araña en la que -como a los mosquitos apenas caídos en ella- nos sostenía el aire, que está suspendido sobre la nada. De este modo debemos rechazar la barca del antiguo trato del mundo. Adán, que es nuestro padre según la carne, se cubría con pieles de animales muertos. Ahora, habiendo depuesto al hombre viejo con sus obras, y siguiendo al nuevo, nos cubrimos con las pieles de Salomón, con las cuales se vanagloriaba la esposa de parecer hermosa. Simón significa obediente, Andrés viril, Santiago suplidor, Juan gracia. Por estos cuatro nombres nos convertimos en imagen de Dios. La obediencia para que oigamos; la virilidad para que luchemos; el suplemento para que perseveremos; la gracia para que nos conservemos. Estas cuatro virtudes son llamadas cardinales, pues por la prudencia obedecemos, por la justicia obramos virilmente, por la templanza pisamos a la serpiente, y por la fortaleza merecemos la gracia de Dios.

Teof. Es de saber también que primeramente es llamada la acción, después la contemplación. El que en verdad está cerca de Pedro significa acción; el que está cerca de Juan, contemplación; Pedro es fervorosísimo y más solícito que los otros, pero Juan fue excelentísimo teólogo.


MARCOS 1,21-22


6121 (Mc 1,21-22)

Y entran en Cafarnaúm; y luego entrando los sábados en la Sinagoga, los enseñaba. Y se pasmaban de su doctrina, porque los enseñaba como teniendo potestad, y no como los escribas. (vv. 21-22)

San Jerónimo. Al redactar San Marcos el texto de su Evangelio, no siguió el orden de la historia, pero guardó el de los misterios. De aquí que refiera como primero la santificación de los sábados diciendo: "Y entran en Cafarnaúm".

Teof. Cuando se reunían el sábado los escribas, entró a enseñar en la sinagoga. Por lo cual sigue: "Y entrando los sábados en la sinagoga les enseñaba". La ley mandaba celebrar el sábado reuniéndose todos para consagrarse a la lectura. Cristo enseñaba argumentando, no adulando como los fariseos. Y continúa: "Y se admiraban de su doctrina, porque los enseñaba como teniendo potestad, y no como los escribas". Enseñaba con potestad, convirtiendo a los hombres al bien y advirtiendo con penas a los que no creían.

Beda. Los escribas enseñaban también a los pueblos lo que está escrito en Moisés y los Profetas. Pero Jesús, como Dios y Señor del mismo Moisés, con la libertad de su voluntad añadía a la ley lo que le parecía que le faltaba, o variándola predicaba al pueblo, según leemos en San Mateo (Mt 5,21-44): "Se dijo a los antiguos; pero yo os digo".


: MARCOS 1,23-28
6123 (Mc 1,23)

Y estaba en su Sinagoga un hombre poseído del espíritu impuro y exclamó diciendo: "¿Qué hay entre nosotros y tú, Jesús Nazareno? ¿Viniste a perdernos? Sé quién eres, el Santo de Dios". Y Jesús le amenazó diciendo: "Enmudece, y sal de ese hombre". Y agitándole extraordinariamente el espíritu inmundo, y dando una gran voz, salió de él. Y todos se admiraron de tal modo, que unos a otros se preguntaban diciendo: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? ¿Por qué manda con imperio a los espíritus impuros y le obedecen?" Y su fama se difundió rápidamente por toda la región de Galilea. (vv. 23-28)

Beda. Puesto que por envidia del diablo entró la muerte en el mundo (cap. 2), debió obrar la medicina de salvación contra el mismo autor de la muerte. Por eso dice: "Y había en su Sinagoga un hombre poseído del espíritu impuro".

San Crisóstomo. Se llama espíritu al ángel, al aire y al alma, y también al Espíritu Santo. Así, para que no caigamos en error por ser uno mismo el nombre, añade impuro, porque es impuro a causa de la impiedad y de su alejamiento de Dios, y porque se mezcla en todas las obras impuras y malas.

San Agustín, De la ciudad de Dios, lib. 9, cap. 20-21. Cuánta fuerza tiene verdaderamente contra la soberbia de los demonios la humildad de Dios, quien ha venido entre nosotros como siervo. Esto lo saben también los demonios, quienes se lo han expresado al mismo Señor revestido de la debilidad de la carne: "Y exclamó diciendo: ¿Qué hay entre nosotros y Tú Jesús Nazareno?", etc. En estas palabras se ve claramente que había en ellos ciencia, más no caridad.

Beda. Viendo al Señor en la tierra, creían los demonios que habían de ser juzgados al momento.

San Crisóstomo. Habló así como si dijera (el espíritu inmundo): Arrojando la impureza de los corazones de los hombres y depositando en ellos tu pensamiento divino, no nos das lugar en ellos.

Teof. El demonio decía que era su perdición salir del hombre, porque los demonios carecen de caridad y juzgan que sufren algún mal cuando no dañan a los hombres.

Y sigue: "Sé quién eres, el Santo de Dios".

San Crisóstomo. Es como si dijese: Tengo puesta la atención en tu venida, pues no tenía noticia segura y cierta de la venida de Dios. Le dice Santo, no como a uno de tantos, porque santo era también cada uno de los profetas. Le dice que es el único Santo (así lo expresa el artículo que se pone en griego), y verdaderamente por temor lo reconoce Señor de todo.

San Agustín, ut sup. De la ciudad de Dios, lib. 9, 21. Se dio a conocer a ellos según quiso, y quiso cuanto convino. No se dio a conocer como a los santos ángeles que, participando de su eternidad, gozan de El como Verbo que es. Se dio a conocer como debía para aterrarlos y librar de su tiránico poder a los predestinados. No se dio a conocer a los demonios como Vida eterna, sino por ciertos efectos temporales de su poder que, más que a la debilidad de los hombres, eran sensibles a los ángeles y aún a los espíritus malignos.

San Crisóstomo. La Verdad no quería el testimonio de los espíritus impuros, y por esto dice: "Y Jesús le amenazó diciendo", etc. Con esto se nos da la saludable enseñanza de que no creamos a los demonios aunque anuncien la verdad. Y sigue: "Y agitándole extraordinariamente el espíritu", etc. Y para que no se juzgase que las palabras de aquel hombre que hablaba discreta y sabiamente nacían de su corazón sino del demonio, permitió a éste que agitase extraordinariamente al hombre. De este modo se demostraba que era el demonio quien hablaba.

Teof. Para que los que lo presenciaban considerasen el mal de que se libraba el hombre, y creyesen a causa del milagro.

Beda. Puede parecer que las palabras de San Marcos, agitándole extraordinariamente, o, como dicen algunos códices, atormentándole, se oponen a las de San Lucas, aunque no le hizo daño. Pero el mismo San Lucas dice (Lc 4,25): "Habiéndole arrojado al suelo en medio de todos, salió de él, sin hacerle daño alguno". De donde se deduce que dijo lo mismo San Marcos con la frase: "Agitándole extraordinariamente o atormentándole", que San Lucas con esta otra: "Habiéndole arrojado al suelo en medio de todos". En cuanto a las palabras que siguen: "Sin hacerle daño alguno", dan a entender que aquel fuerte estremecimiento y maltrato corporal no lo debilitó ni le hizo perder ningún miembro, como suele suceder a aquéllos de quienes sale el demonio. Vista, pues, la fuerza del milagro, y admirando la novedad de la doctrina del Señor, se apresuran a indagar las cosas que oían por las que veían. Y continúa: "Y todos se admiraron", etc. Este era el objeto de los milagros: que se creyese con más certidumbre lo que se anunciaba en el Evangelio del reino de Dios, viendo que los que prometían goces celestiales a los hijos de la tierra, hacían ver en ella obras celestiales y divinas. Antes, según el evangelista, estaba enseñando a éstos como quien tiene potestad. Ahora, según el testimonio de la gente, manda con poder sobre los espíritus inmundos, quienes lo obedecen. Luego dice: "Y su fama pasó", etc.

Glosa. Lo que admiran mucho los hombres lo divulgan inmediatamente, porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12,34)

San Jerónimo. Cafarnaúm en sentido místico significa granja de consuelo, y sábado descanso. Así, pues, el hombre con el espíritu inmundo sana con el descanso y el consuelo, de modo que el lugar y el tiempo convienen a la salvación. El hombre con el espíritu impuro es el género humano, en el cual reinó la impureza desde Adán hasta Moisés, porque sin ley pecaron, y sin ley perecieron (Rm 2) Se manda callar al que conoce al Santo de Dios, porque los que conocieron verdaderamente a Dios no lo glorificaron como a Dios, sino que sirvieron más bien a la creatura que al Creador (Rm 1) El espíritu que atormentaba al hombre salió de él. Acercándose la salvación, se acercó también la tentación. El faraón, que habría de dejar ir a Israel, persigue a Israel (Ex 14) El diablo menospreciado se alza para hacer caer.


MARCOS 1,29-31


6129 (Mc 1,29-31)

Y luego que salieron de la sinagoga fueron a casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan. Hallábase en la cama con calentura la suegra de Simón, y al punto le hablan de ella. Y acercándose la levantó tomándola de la mano, y en el momento se le quitó la calentura, y se puso a servirlos. (vv. 29-31)

Beda. Primeramente debió cerrar aquella boca de serpiente para que no esparciese más veneno. Después curó a la mujer, que fue seducida antes, de la fiebre de la concupiscencia carnal. Por esto dice: "Y luego que salieron de la sinagoga fueron", etc.

Teof. Se retiró cerca del anochecer del sábado, como era costumbre, para ir a casa de sus discípulos. Pero la mujer que debía servirles estaba con fiebre. Y sigue: "Hallábase con calentura la suegra de Simón".

San Crisóstomo. Como esperaban que habían de obtener por ello alguna utilidad, le rogaban los discípulos, sin esperar a la noche, que curase a la suegra de Pedro. Y continúa: "Y al punto le hablan de ella".

Beda. En el Evangelio de San Lucas se lee que le rogaron por ella (Lc 4,38) Tan pronto como ruegan al Salvador, cura El espontáneamente a los enfermos. De este modo muestra que las pasiones y los vicios se mitigan siempre con los ruegos de los fieles, y que a veces da a entender a los mismos lo que no entienden absolutamente. O perdona también lo no entendido a los que piadosamente le ruegan con insistencia, como pide el salmista (Ps 18,13): "Purifícame, Señor, de mis yerros ocultos". Por esto cura cuando se le ruega. Continúa, pues: "Y acercándose la levantó tomándola de la mano".

Teof. Esto quiere significar que si alguno enferma, será curado por Dios si sirviere a los santos por amor de Cristo.

Bed, super Lucam, cap. 4. La frecuencia con que reparte sus dones de medicina y doctrina, principalmente los sábados, enseña que El no está bajo la ley, sino sobre ella, y que no ha elegido el sábado judío, sino el verdadero sábado. El descanso es querido por el Señor, si atendiendo a la salvación de las almas nos abstenemos de obras serviles, esto es, de todas las ilícitas. "Y en el momento, prosigue, se le quitó la calentura". La salud que se da por mandato del Señor vuelve toda a la vez y acompañada de tanta fuerza, que basta para que pueda ponerse a servir a los que la asistían. Si dijéremos que el varón librado del demonio significa el ánimo purificado moralmente de todo pensamiento inmundo, habremos de decir que la mujer curada de la fiebre a la voz del Señor significa la carne preservada del fuego de la concupiscencia por los preceptos de la continencia.

San Jerónimo. La fiebre significa incontinencia, de la cual sanamos los que no somos hijos de la sinagoga por mano de la templanza con la elevación del deseo, sirviendo a la voluntad del que nos sana.
Teof. Tiene fiebre el que se irrita, puesto que por la ira muestra desenfrenadamente las manos. Pero si detiene la razón su mano, se levanta y de este modo le sirve.


MARCOS 1,32-34


6132 (Mc 1,32)

Por la tarde, puesto ya el sol, le traían todos los enfermos y endemoniados, y toda la ciudad se había juntado delante de la puerta. Y curó a muchas personas afligidas por varias dolencias, y lanzó a muchos demonios, sin permitirles decir que sabían quién era. (vv. 32-34)

Teof. Como las gentes consideraban que a nadie era permitido curar en sábado, esperaban el ocaso del sol para llevar a Jesús a los que había de curar. Así dice: "Por la tarde, puesto ya el sol, le traían todos los enfermos", etc. Y después: "Y curó a muchas personas afligidas por varias dolencias".

San Crisóstomo. En donde dice muchas debe entenderse todas, según la costumbre de la Escritura.

Teof. O dice muchas, porque hubo algunos que no fueron curados a causa de su incredulidad. Pero curó a todos aquellos que de entre los presentados tenían fe. "Y lanzó, continúa, a muchos demonios".

San Agustín, De cuest. sobre el antiguo y nuevo Testamento, cap. 66. Los demonios sabían que El era el Cristo que había sido prometido por la ley, pues veían en El todas las señales que habían anunciado los profetas. Aún así, tanto ellos como sus príncipes, desconocían el misterio de su divinidad, ya que si lo hubieran conocido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la majestad (1Co 2,8)

Beda. El diablo comprendió (o más bien sospechó) que era el Hijo de Dios por las señales tan portentosas que realizaba aquel hombre, a quien había visto en el pesado ayuno de cuarenta días, pero que ni aun en medio de la tentación le permitió experimentar que era el Hijo de Dios. Por tanto, indujo a los judíos a que lo crucificaran, no porque no juzgara que era el Hijo de Dios, sino porque no previó que con su muerte había de ser él condenado.

Teof. El Señor no dejaba hablar a los demonios porque así nos enseñaba a no creerles aunque digan la verdad, pues la mezclarán con la mentira cuando encuentren alguno que les crea.

San Crisóstomo. No se opone lo que se consigna aquí a lo que dice San Lucas (Lc 4,41) en cuanto a que salían los demonios de muchos clamando y diciendo: "Tú eres Cristo, Hijo de Dios", porque añade: "Y reprendiéndolos no les dejaba hablar". Omitiendo muchos detalles para mantener la brevedad, habla San Marcos acerca de la finalidad de dichas palabras.

Beda. El ocaso del sol significa místicamente la pasión y muerte de Aquel que dijo (Jn 9,4): "En tanto que estoy en el mundo, soy la luz del mundo". Es al ocaso del sol cuando es curada la mayor parte de los enfermos y poseídos, porque Aquel que durante su estancia en este mundo enseñó a unos cuantos judíos, les transmitió los dones de la fe y de la salvación a todos los pueblos de la tierra.

San Jerónimo. En sentido moral, la puerta del reino es la penitencia con la fe, que da la salud en diversas enfermedades, porque son varios los vicios que enferman la ciudad del mundo.


MARCOS 1,35-39


6135 (Mc 1,35-39)

Y levantándose muy de mañana, salió y fue a un lugar solitario, y hacía allí oración. Y le siguieron Simón y los que con él estaban. Y cuando llegaron a El, le dijeron: "Todos te andan buscando"; y El les dijo: "Vamos a las aldeas y ciudades próximas, para que predique allí, porque para esto he venido". Y predicaba en las sinagogas de ellos y por toda la Galilea, y lanzaba los demonios. (vv. 35-39)

Teof. El Señor, después de curar a los enfermos, se retiró a un sitio apartado: "Por la mañana muy de madrugada salió fuera a un lugar solitario". Con lo cual nos enseñó a no hacer nada por ostentación y a no publicar lo bueno que hagamos. Y continúa: "Y hacía allí oración".

San Crisóstomo. Porque obrando de este modo se nos ofrece verdaderamente como modelo con el que debemos configurarnos por nuestras buenas obras.

Teof. También nos muestra que es a Dios a quien debemos atribuir todo lo bueno que hagamos, y a quien debemos decir: Todo el bien de que gozamos nos viene de Ti desde el cielo (Jc 1) "Y le siguieron Simón y los que con él estaban".

San Crisóstomo. San Lucas dice que las muchedumbres se acercaron a Cristo y le dijeron lo que San Marcos pone en boca de los apóstoles en los siguientes términos: "Y cuando llegaron a El, le dijeron: todos te andan buscando". Pero no hay contradicción entre ambos evangelistas, pues permitió el Señor que la muchedumbre, anhelante por llegar a los pies de Cristo, se juntase a El después de los apóstoles. Y aunque la recibió con gozo, quiso despedirla como si no hubiera de permanecer mucho tiempo en este mundo, para que también otros fuesen partícipes de su doctrina. Así continúa: "Y El les dijo: Vamos a las aldeas y ciudades próximas para que predique allí".

Teof. Se dirige a aquellos que más lo necesitan, porque conviene extender por todas partes sus rayos y no circunscribir su doctrina a un solo lugar. Y prosigue: "Porque para esto he venido".

San Crisóstomo. En lo cual manifiesta el misterio de la encarnación y el señorío de su divinidad confirmando que había venido al mundo por su voluntad. Y San Lucas dice (Lc 4,43): "Para esto soy enviado", manifestando la buena voluntad de Dios Padre sobre la disposición de la encarnación del Hijo.

"Y predicaba en sus sinagogas por toda la Galilea".

San Agustín, De cons. Evang. , lib. 2, cap. 19. En esta predicación que tuvo lugar en toda la Galilea está comprendido también el sermón que pronunció el Señor en el monte, como lo refiere San Mateo. Ni de éste ni de alguno semejante hace mención San Marcos, si se exceptúan algunas sentencias sueltas que dijo el Señor en otros lugares y que él consignó aunque no consecutivamente.

Teof. Juntó la obra a la palabra, porque después de predicar ahuyentó los demonios conforme a estas palabras: "Y echaba a los demonios". Si Cristo no hubiese hecho milagros, no se hubiera creído su doctrina. Del mismo modo, el que enseña debe obrar en consonancia con lo que enseña, a fin de que no se pierdan sus palabras.

Beda. Si la muerte del Salvador se expresa místicamente por el ocaso del sol, ¿por qué no ha de expresar la vuelta de la aurora su resurrección? Y así, al rayar la aurora fue al desierto de las gentes donde oraba en sus fieles, porque por la gracia del Espíritu Santo excitaba sus corazones a la virtud de la oración.


MARCOS 1,40-45


6140 (Mc 1,40)

Y vino también a El un leproso rogándole, e hincándose de rodillas, le dijo: "Si Tú quieres, puedes limpiarme". Jesús, compadeciéndose de él, extendió la mano, y tocándole, le dice: "Quiero; sé limpio". Y acabando de decir esto, al instante desapareció de él la lepra y quedó limpio. Y Jesús le despachó luego, conminándole y diciéndole: "Mira que no lo digas a nadie; pero ve, y preséntate al príncipe de los Sacerdotes, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para que esto les sirva de testimonio". Mas aquel hombre, así que salió, comenzó a publicar su curación, y a divulgarla por todas partes; de modo que ya no podía Jesús entrar manifiestamente en la ciudad, sino que andaba fuera por lugares solitarios, y acudían a El de todas partes. (vv. 40-45)

Beda. Después de ser reducida a silencio la lengua de serpiente de los demonios, y después de ser curada de la fiebre la mujer primeramente seducida, fue curado de la lepra de su error aquel hombre que por las palabras de su mujer se dejó llevar al mal, a fin de que existiese el mismo orden en la restauración del Señor y en la caída de los dos primeros seres formados de barro. "Vino también a El, continúa, un leproso a pedirle favor".

San Agustín, De cons. Evang. , lib. 2, cap. 19. Lo que dice San Marcos de este leproso curado, hace que por sus muchas coincidencias deba considerársele el mismo de quien San Mateo dice (Mt 5,17) que fue curado después de que bajó el Señor de predicar en el monte.

Beda. Dice el Señor: "No he venido a destruir la ley, sino a darle cumplimiento". De este modo, al haber curado por el poder de Dios a aquel que como leproso estaba excluido de la ley, anunció que la gracia, que pudo lavar la mancha del leproso, no estaba en la ley, sino sobre ella. Y en verdad que así como se declara en el Señor la autoridad de la potestad, así también se declara en aquél la constancia de la fe. "E hincándose de rodillas, le dijo: Señor, si Tú quieres, puedes limpiarme". El se arrodilla cayendo sobre su faz, lo que es señal de humildad y vergüenza, para que cada cual se avergüence de las manchas de su vida. Pero esta vergüenza no impide su confesión; muestra la llaga y pide el remedio. Ya la misma confesión está llena de piedad y de fe. Si quieres, dice, puedes. Esto es, puso la potestad en la voluntad del Señor.

Teof. No dijo: Si rogares a Dios, sino: Si quieres, como creyéndolo Dios mismo.

Beda. No dudó de la voluntad de Dios como cualquier impío, sino como aquel que sabe lo indigno que es por las manchas que lo afean.

"Jesús, compadecido de él, extendió la mano, y tocándole, le dice: Quiero: sé limpiado".


San Jerónimo. No se debe entender y leer: quiero curar, como lo entiende la mayor parte de los latinos, sino separadamente, esto es, diciendo primero quiero, y mandando después sé curado.

San Crisóstomo, hom. 26, sobre San Mateo, y en la obra incompleta, hom. 21. Aunque podía curar al leproso sólo con la palabra, lo toca, porque la ley de Moisés decía (Lv 22,4-6): "El que tocase al leproso quedará impuro hasta la noche". Con esto quería mostrar que esta impureza era según la naturaleza. Y como no se había dictado la ley para El, sino sólo para los hombres, y como era El mismo propiamente el Señor de la ley, y curaba como Señor y no como siervo, tocó con razón al leproso, aunque no era necesario el tacto para que se operase la cura.

Beda. Lo tocó también para probar que no podía contaminarse el que libraba a los otros. Es de admirar, al mismo tiempo, que lo curó del mismo modo como éste le había rogado: "Si tú quieres, dijo el leproso, puedes curarme". "Quiero", contestó Cristo, he aquí la voluntad. "Sé curado", he aquí el efecto de la piedad.

San Crisóstomo. No sólo no destruye la creencia del leproso, sino más bien la confirma, puesto que la enfermedad huye de la palabra, y lo que dijo el leproso de palabra, El lo cumplió con la obra. Por esto dice: "Y acabando de decir esto, al instante desapareció de él la lepra", etc.

Beda. No hay mediación, pues, entre la obra de Dios y el mandato, porque en el mandato está la obra (Ps 148,4): dijo, pues, y todo fue hecho.

"Y Jesús le despachó luego conminándole y diciéndole: Mira que no lo digas a nadie".

San Crisóstomo. Como si dijera: No es tiempo ahora de publicar mi obra, ni necesito que tú la divulgues. De este modo nos enseña a no buscar la honra entre los hombres como retribución por nuestras obras. "Pero ve, prosigue, y preséntate al príncipe de los sacerdotes". El Salvador lo manda al sacerdote para que testifique la curación y para que no estuviera más fuera del templo, pudiendo orar en él con los demás. Lo mandó también para cumplir con lo prescrito por la ley, y para acallar la maledicencia de los judíos. Así pues, completó la obra mandándoles la prueba de ella.

Beda. Para que viera con toda evidencia el sacerdote que había sido curado no por orden de la ley, sino por gracia de Dios que está sobre ella.

"Y ofrece por tu curación lo que tiene Moisés ordenado, para que esto les sirva de testimonio".

teof. Le manda que dé lo que tenían costumbre de dar los que eran purificados. Con ello demuestra que, en vez de oponerse a la ley, la confirma más, puesto que El mismo guarda sus preceptos.

Beda. Pero si alguno se admira de que el Señor aprobase el sacrificio judío, no recibido por la Iglesia, tenga presente que aún no había ofrecido su holocausto en la pasión. Pues no convenía mostrar la fuerza significativa de los sacrificios antes que aquel que había sido anunciado fuese confirmado por el testimonio de la predicación apostólica y de la fe de los pueblos creyentes.

Teof. Aunque el Señor se lo prohibió, el leproso divulgó el beneficio. "Mas aquel hombre, dice, así que se fue, comenzó a hablar de su curación y a publicarla por todas partes". Conviene que el favorecido sea agradecido y dé las gracias, aunque no necesite de ello el bienhechor.

San Gregorio, 19 Moral. , cap. 18. Pero se pregunta uno con razón cómo no pudo permanecer en secreto ni por una hora lo que mandó el Señor que no se dijera a nadie. Es de notar que se divulgó el milagro que había hecho y que mandó no decir a nadie, para que sus elegidos sigan el ejemplo dado en esta doctrina, ocultando voluntariamente las grandes cosas que hagan, pero para que sean divulgadas, aunque contra su voluntad, en provecho de los demás. No es que habiendo querido hacer una cosa no pudiese hacerla, sino que como maestro dio un ejemplo de su doctrina sobre lo que deben querer sus discípulos, y de lo que aun contra su voluntad debe hacerse.

Beda. La perfecta salud de uno solo conduce a multitud de gentes hacia el Señor. "De modo que, prosigue, ya no podía Jesús entrar manifiestamente en la ciudad, sino que andaba fuera por lugares solitarios".

San Crisóstomo. El leproso, pues, publicaba por todas partes la admirable cura, de modo que todos corrían para ver al que lo había curado y para creer en El. Esto hizo imposible que el Señor predicase en las ciudades, teniendo que hacerlo en los desiertos.

San Jerónimo. En sentido místico, nuestra lepra es el pecado del primer hombre, en quien empezó cuando deseó los reinos del mundo. Porque la raíz de todos los males es la codicia (1Tm 6,10) siendo un ejemplo de ello Giezi, quien se vio cubierto de lepra por haberse dejado dominar de la avaricia (2R 5,27) Bed, cap. 9. Extendida verdaderamente la mano del Salvador, esto es, encarnado el Verbo de Dios y tocando a la naturaleza humana, purifica a ésta de los diversos y antiguos errores.

San Jerónimo. La lepra manifestada al verdadero sacerdote, según el orden de Melquisedec, se limpia con la limosna. Dad limosna, y todo lo bueno será para vosotros (Lc 11,41) Que Jesús no podía entrar manifiestamente en la ciudad, etc. , significa que Jesús no se manifiesta a todos los que buscan alabanzas en las plazas públicas y que sirven a sus propias voluntades. Se manifiesta a los que salen fuera con Pedro y están en lugares desérticos, como los que eligió el Señor para orar y alimentar al pueblo. Se manifiesta a los que abandonan verdaderamente los placeres del mundo y todo lo que poseen, diciendo: Mi porción es el Señor. La gloria del Señor se manifiesta verdaderamente a los que vienen de todas partes, por las llanuras y montañas, y a quienes nada puede separar de la caridad de Cristo.

Beda. Después de realizado el milagro en la ciudad, el Señor se retira al desierto para manifestar que prefiere la vida tranquila y separada de las preocupaciones del mundo, y que por esta preferencia se consagra al cuidado de sanar los cuerpos.


MARCOS 2,1-12


6201 (Mc 2,1-12)

Y después de algunos días volvió a entrar en Cafarnaúm. Y se oyó la voz de que estaba en una casa, y acudieron muchos, en tanto número, que no cabían ni dentro, ni aun fuera delante de la puerta; y El les anunciaba la palabra de Dios. Entonces llegaron unos conduciendo a cierto paralítico, que llevaban entre cuatro. Y no pudiendo presentárselo a causa del gentío que estaba alrededor, descubrieron el techo por la parte bajo la cual estaba Jesús, y por su abertura descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Estaban allí sentados algunos de los escribas, y decían en su interior: "¿Qué es lo que éste habla? ¡Este hombre blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" Mas como Jesús penetrase al momento con su espíritu esto mismo que interiormente pensaban, díceles: "¿Por qué pensáis esto dentro de vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate, toma tu camilla, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados: "Levántate (dijo al paralítico): A ti digo: coge tu camilla, y vete a tu casa". Y al instante se puso en pie, y cargando con su camilla, se marchó a vista de todo el mundo; de forma que todos estaban pasmados, y dando gloria a Dios decían: "Jamás habíamos visto cosa semejante". (vv. 1-12)

Beda. Porque la misericordia divina no abandona ni aun a los hombres carnales, antes bien les concede la gracia de visitarlos, para que por ella puedan hacerse espirituales. Desde el desierto vuelve el Señor a la ciudad. "Y entró de nuevo en Cafarnaúm, etc. "

San Agustín, de consensu Evangelistarum, 2, 25. San Mateo (9,2) habla del milagro que sigue como ocurrido en la ciudad del Señor y San Marcos en la de Cafarnaúm; pero lo que ofrece verdadera dificultad es resolver si San Mateo la llama también Nazaret. Mas como la misma Galilea podría llamarse la ciudad de Cristo, porque Nazaret estaba en Galilea, ¿quién podrá dudar que el Señor hiciera este milagro en su ciudad, cuando lo hizo en Cafarnaúm, ciudad de Galilea? Y sobre todo siendo tan notable Cafarnaúm en Galilea, que se la consideraba como su capital. O bien omite San Mateo lo que ocurrió desde que llegó a su ciudad hasta que fue a Cafarnaúm, y así, después de decir que llegó a su ciudad, añade hablando del paralítico curado. "Y he aquí que le presentaban un paralítico".

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, 30. O tal vez San Mateo llama a Cafarnaúm su ciudad, porque iba allí con frecuencia y hacía muchos milagros en ella. "Y corriendo la voz de que estaba en la casa, acudieron muchos, etc. ". El deseo de oír superaba al trabajo que costaba acercarse. Después introducen al paralítico, de quien dicen San Mateo y San Lucas: "Entonces llegaron unos conduciendo a cierto paralítico, que llevaban entre cuatro". Al encontrar obstruida la puerta por la multitud, no pudieron introducirlo de ningún modo por ella. Esperando, pues, los que lo llevaban que podría merecer la gracia de su cura, descubrieron el techo y, levantando la camilla, la introdujeron con el paralítico hasta ponerla delante del Salvador. Y añade: "Y no pudiendo presentárselo, etc. ". Viendo Jesús, continúa, la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Es de notar que no dijo la fe del paralítico, sino la de los que lo llevaban, pues a veces ocurre que alguno recobra la salud por la fe de otro.

Beda. Ciertamente es digno de meditación cuánto debe valer para Dios la propia fe de cada uno, cuando vale tanto la ajena, que por ella se levanta un hombre de repente curado interior y exteriormente, y por el mérito de unos se perdonan a otros sus pecados.

Teofilacto. Vio también la fe del mismo paralítico, puesto que él no hubiera dejado que le llevasen si no hubiese tenido fe en la cura.

Beda. Para curar, pues, a aquel hombre de la parálisis, el Señor empezó por desatar los lazos de sus pecados. De este modo le manifestó que a causa de ellos estaba sufriendo la inutilización de sus miembros, cuyo uso no podía recobrar sino desatando aquellos lazos. ¡Admirable humildad! Llama hijo a este hombre menospreciado y débil, cuyas fibras todas se hallaban relajadas y a quien los sacerdotes no se dignaban tocar ni ligeramente. Lo llama hijo con verdad, porque le son perdonados sus pecados.

"Estaban allí sentados algunos de los escribas, y decían en su interior: ¿Qué es lo que éste habla? Este hombre blasfema".

San Cirilo de Alejandría. Lo acusan de blasfemia, precipitando así su sentencia de muerte, porque mandaba la ley que fuese castigado de muerte cualquiera que blasfemase. Y lanzaban sobre El esta sentencia, porque se atribuía la potestad divina de perdonar los pecados: "¿Quién puede perdonar los pecados, continúa, sino sólo Dios?" El que es único juez de todos es, pues, el que tiene potestad de perdonar los pecados.

Beda. El que perdona también por medio de aquéllos a quienes dio poder de perdonar. Por lo tanto se prueba que Cristo es verdaderamente Dios, porque puede como Dios perdonar los pecados. Se engañan los judíos quienes creyendo que el Cristo es Dios y que puede perdonar los pecados, no creen, sin embargo, que sea Jesús. Pero se engañan aún más los arrianos que obligados por las palabras del Evangelio, no se atreven a negar que Jesús es el Cristo, y que puede perdonar los pecados, pero sin embargo no temen negar que es Dios. Mas deseando salvar a estos hombres maliciosos, manifiesta que es Dios por el conocimiento que tiene de las cosas ocultas y por el poder de sus obras. Por esto dice: "Mas como Jesús penetrase al momento con su espíritu esto mismo que interiormente pensaban, díceles: ¿Qué andáis revolviendo esos pensamientos en vuestros corazones?" En lo cual manifiesta Dios, que es quien puede conocer los secretos del corazón y habla en cierta manera callando: con la misma majestad y poder con que veo vuestros pensamientos, puedo perdonar a los hombres sus delitos.

Teofilacto. Pero aunque fueron revelados sus pensamientos, no obstante permanecen insensibles, no admitiendo que pueda perdonar los pecados el que conoce sus corazones. Por esto el Señor certifica la cura del espíritu por la del cuerpo; demostrando por lo visible lo invisible, lo más difícil por lo fácil, aunque no lo crean ellos así. Porque los fariseos suponían más difícil sanar el cuerpo, como cosa manifiesta que es, y más fácil la cura del espíritu, como invisible que es la medicina. Así es que discurrían de este modo: he aquí que renuncia a curar el cuerpo y cura el espíritu invisible. Y es claro que, si hubiese podido, hubiera curado el cuerpo y no se hubiera refugiado en lo invisible. Pero el Salvador, mostrando que puede hacer ambas cosas, dice: "¿Qué es más fácil?" Es como si dijera: curando el cuerpo, que aunque os parezca más difícil es en realidad más fácil, yo os mostraré la curación del espíritu, que es la que verdaderamente ofrece dificultad.

Pseudo- Crisóstomo. Y porque es más fácil decir que hacer, existía aún la oposición, porque todavía no se había hecho notoria la obra. Por esto dice: "Pues para que sepáis", etc. Esto es como si dijera: puesto que desconfiáis de las palabras, consumaré la obra que ha de confirmar lo invisible. Dice, pues, expresamente: "Potestad en la tierra de perdonar los pecados", para demostrar que a su potestad divina se ha unido de un modo indivisible la naturaleza humana. Porque, aunque se ha hecho hombre, sigue siendo el Verbo de Dios. Y por más que esté en la tierra en trato con los hombres, no deja por eso de hacer milagros y de conceder la remisión de los pecados. La humanidad, pues, no disminuye en nada las propiedades de la Divinidad, ni la Divinidad impide que el Verbo de Dios verdadera e inmutablemente se haga Hijo del hombre, según la carne.

Teofilacto. Y dice: "Coge tu camilla" para hacer más evidente el milagro, mostrando que no es cosa que se opere en la fantasía, sino un hecho positivo y patente. Y para demostrar a la vez que no sólo curaba, sino que devolvía la fuerza al enfermo. Así, no solamente separa a los hombres del pecado, sino que les da virtud para cumplir los mandamientos.

Beda. Hace un milagro visible para probar otro invisible, aunque sea obra de igual poder el curar los vicios del cuerpo y los del espíritu, por lo cual dice: "Y al instante se puso en pie, y cargando con su camilla, se marchó a vista de todo el mundo".

San Juan Crisóstomo. Primeramente curó perdonando los pecados, que era por lo que había venido, esto es, por el espíritu. Y para que no dudasen los incrédulos, hace un milagro manifiesto para confirmar la palabra con la obra y para demostrar el milagro oculto, o sea la cura del espíritu por la medicina del cuerpo.

Beda. Se podría entender también que el pecado puede ser causa de enfermedades del cuerpo. Tal vez por ello se perdonan antes los pecados1, a fin de restituir la salud plena. Principalmente son cinco las causas de las enfermedades que afligen a los hombres: la de aumentar sus méritos, como aconteció con Job (Jb 1) y los mártires; la de conservar su humildad, de lo que es ejemplo San Pablo combatido por Satanás (2Co 12); la de que conozcamos nuestros pecados y nos enmendemos, como sucedió a María, hermana de Moisés (Nb 12) y a este paralítico; la de la mayor gloria de Dios, como ocurrió con el ciego de nacimiento (Jn 9) y con Lázaro (Jn 11); y la que es, en fin, un principio de condenación, como se demuestra en Herodes (Ac 12) y en Antíoco (2M 9) Digna de admiración es, pues, la virtud del poder divino, que hace que a la orden del Salvador acompañe instantáneamente la cura. "De forma que todos estaban pasmados", etc.

Víctor Antiqueno. No dando importancia a la remisión de los pecados, que era lo más importante, se admiran tan sólo de lo que salta a la vista, o sea de la cura del cuerpo.

Teofilacto. No es éste el paralítico de cuya cura habla San Juan: a aquél no lo acompañaba nadie, en tanto que a éste lo llevaban cuatro hombres; el primero fue curado en la piscina probática2, el último en una casa (Jn 5) Es el mismo pues, cuya cura refieren San Mateo y San Marcos. En sentido místico, Cafarnaúm, en donde está ahora Cristo, significa casa de consuelo; esto es, en la Iglesia, que es la casa del paralítico.

Beda. Predicando el Señor en la casa, son muchos los que por el gentío no pueden ni llegar a la puerta, porque ni siquiera pudieron, predicando en Judea, entrar a oírle los gentiles. A estos, aunque hallándose fuera, dirigió su palabra por medio de predicadores.

Pseudo-Jerónimo. La parálisis es imagen del entorpecimiento por el cual yace el perezoso en las comodidades de la carne, deseando la salud.

Teofilacto. Si, pues, relajadas las potencias del espíritu, voy yo al bien como el pecador paralítico y soy conducido hasta Cristo por los cuatro Evangelistas, entonces oiré las palabras: "Hijo, tus pecados te son perdonados", porque se hace hijo de Dios el que cumple sus mandamientos.

Beda. O porque son cuatro las virtudes con las que se eleva el hombre confiando en hacerse digno de recobrar la salud y a las que llaman algunos prudencia, fortaleza, templanza y justicia. Desean, pues, presentar al paralítico a Cristo, pero la turba que se interpone les cierra por todas partes el paso, porque muchas veces el hombre, deseando renovarse por medio de la gracia divina después de luchar con la enfermedad del cuerpo, se ve detenido por el obstáculo que le oponen antiguas costumbres. Muchas veces también, en medio de las dulzuras de la oración mental y de un tierno coloquio con el Señor, interviniendo una multitud de pensamientos, embotan el entendimiento para que no pueda ver a Cristo. Por tanto, no debemos detenernos en los lugares bajos, en que se agitan las turbas, sino subir al techo de la casa, esto es, desear elevarnos a la sublimidad de la Sagrada Escritura y meditar la ley del Señor.

Teofilacto. ¿Mas de qué modo seré llevado a Cristo si no se abre el techo? El techo es el entendimiento, que se sobrepone a todo lo que hay en nosotros. Este tiene mucho de tierra en cuanto a los ladrillos quebradizos, o sea, las cosas terrenas; pero si se levantan éstas, entonces brilla en nosotros con toda su fuerza la luz del entendimiento. Después de esto sometámonos, mejor dicho, seamos humildes, porque conviene que no nos envanezcamos de ver libre a nuestro entendimiento, sino que seamos muy humildes.

Beda. O bien el enfermo baja por la abertura del techo, porque aclarados los misterios de las Escrituras se llega al conocimiento de Cristo; esto es, se baja a su humildad por una fe piadosa. Que el enfermo sea depositado en tierra con la camilla significa que Cristo debe ser conocido por el hombre, aún constituido en carne mortal. El levantarse de la camilla es apartarse el hombre de los deseos carnales entre los que yacía enfermo. El coger la camilla da a entender que la misma carne orientada por el freno de la continencia, se aparta de los deleites terrenos con la esperanza de los premios celestiales. El irse a su casa tomando la camilla es volver al paraíso. O bien: el enfermo curado vuelve la camilla a su casa, cuando el espíritu, después de recibir la remisión de los pecados, se consagra con su mismo cuerpo a la vigilancia interior.

Teofilacto. Importa también llevar la camilla, esto es, el cuerpo, a hacer el bien. Entonces podremos llegar a la contemplación de modo que digamos en nuestro pensamiento: Nunca hemos visto, es decir, nunca hemos entendido como ahora que hemos sido curados de la parálisis, porque el que ha sido purificado de sus pecados ve con más claridad.


Catena aurea ES 6114