Catena aurea ES 6421


MARCOS 4,26-29


6426 (Mc 4,26-29)

Decía asimismo: "El reino de Dios viene a ser a manera de un hombre que siembra su heredad; y ya duerma, o vele noche y día, el grano va brotando y creciendo sin que el hombre lo advierta. Porque la tierra de suyo produce primero el trigo en yerba, luego la espiga, y por último, el grano lleno en la espiga. Y después que está el fruto maduro, inmediatamente se le echa la hoz, porque llegó ya el tiempo de la siega". (vv. 26-29)

San Juan Crisóstomo. Presentó primero la parábola de las tres semillas, perdidas de diverso modo, y otra aprovechada, en lo cual se manifiestan tres grados diferentes, según la fe y las obras. Aquí, sin embargo, trata sólo de la semilla aprovechada. "Decía asimismo -prosigue-: El reino de Dios viene a ser a manera de un hombre que siembra", etc.

San Jerónimo. El reino de Dios es la Iglesia, la cual es regida por Dios, y ella rige a los hombres, destruyendo los vicios y lo que le es contrario.

San Juan Crisóstomo. O bien el reino de Dios es la fe en El y en el misterio de su encarnación. Este reino viene a ser a manera de un hombre que siembra su heredad, porque siendo Dios e Hijo de Dios, y haciéndose hombre sin cambiar de existencia, sembró por nosotros la tierra, esto es, iluminó todo el mundo con la palabra del conocimiento divino.

San Jerónimo. La semilla es la palabra divina, la tierra el corazón humano, y el sueño del hombre la muerte del Salvador. La semilla crece día y noche, porque después del sueño de Cristo en el sepulcro germinó más y más en la fe el número de los creyentes, tanto en la prosperidad como en la adversidad, y se desarrolló con las obras.

San Juan Crisóstomo. O bien el que se levanta es el mismo Cristo, que estaba sentado, esperando por su magnanimidad que fructificasen los que habían recibido la semilla. Se levanta, pues, es decir, nos hace capaces de fructificar por la benevolencia de su palabra con las armas de la justicia en la diestra, que significa el día, y en la izquierda, que significa la noche de las persecuciones: así es como germina y no se seca la semilla.

Teofilacto. O Cristo duerme, esto es, sube al cielo, o, pareciendo que duerme, se levanta con todo de noche, cuando nos llama a su conocimiento por las tentaciones, o de día, cuando a causa de nuestras oraciones dispone nuestra salvación.

San Jerónimo. La expresión: "Sin que el hombre lo advierta", es una figura, y quiere decir que hace que ignoremos quién llevará el fruto hasta el fin.

San Juan Crisóstomo. O dice: "Sin que el hombre lo advierta", para manifestar la libre voluntad de los que reciben la palabra, pues confía la obra a nuestra voluntad, no completándola El solo, para que no parezca un bien hecho involuntariamente. Por tanto, pues, dice: "Porque la tierra de suyo produce", es decir, no como obligada contra su condición natural, sino por esta misma condición, "primero el trigo en yerba".

San Jerónimo. Esto es, el temor, porque el principio de la sabiduría es el temor de Dios (Ps 110,10) "Luego la espiga", es decir, la penitencia que llora; "y, por último, el grano lleno en la espiga", o la caridad, porque la caridad es la plenitud de la ley (Rm 13,10)

San Juan Crisóstomo. O produce primero la hierba, según la ley natural, creciendo poco a poco hasta la perfección. Después las espigas que han de juntarse en haz y deben ofrecerse al altar del Señor, conforme a la ley de Moisés. Y por último, el grano lleno en el Evangelio. O porque importa que, no sólo florezcamos por la obediencia, sino que seamos prudentes, y nos mantengamos firmes como las espigas en sus cañas, no cuidándonos de los encontrados vientos. También debemos cuidar de nuestro corazón con el constante auxilio de la memoria, para que fructifiquemos, como fructifican las espigas, demostrando una virtud completa.

Teofilacto. Germinamos como la hierba, cuando empezamos a obrar el bien; como la espiga, cuando podemos resistir las tentaciones; y como el fruto, cuando llegamos a la perfección.

"Y después que está el fruto maduro -continúa- inmediatamente se le echa la hoz", etc.

San Jerónimo. La hoz que todo lo siega, es la muerte o el juicio, y el fin del tiempo es la mies.

San Gregorio Magno, Moralium 22, 20. O de otro modo: el hombre echa la semilla en la tierra, cuando pone una buena intención en su corazón; duerme, cuando descansa en la esperanza que dan las buenas obras; se levanta de día y de noche, porque avanza entre la prosperidad y la adversidad. Germina la semilla sin que el hombre lo advierta, porque, en tanto que no puede medir su incremento, avanza a su perfecto desarrollo la virtud que una vez ha concebido. Cuando concebimos, pues, buenos deseos, echamos la semilla en la tierra; somos como la yerba, cuando empezamos a obrar bien; cuando llegamos a la perfección somos como la espiga; y, en fin, al afirmarnos en esta perfección, es cuando podemos representarnos en la espiga llena de fruto.


MARCOS 4,30-34


6430 (Mc 4,30)

"Y proseguía diciendo: "¿A qué cosa compararemos aun el reino de Dios? ¿O con qué parábola le representaremos? Es como el granito de mostaza, que cuando se siembra en la tierra es la más pequeña entre las simientes que hay en ella. Mas después de sembrado, sube y se hace mayor que todas las legumbres, y echa ramas tan grandes, que las aves del cielo pueden reposar debajo de su sombra". Con muchas parábolas semejantes a ésta les predicaba la palabra de Dios, conforme a la capacidad de los oyentes. Y no les hablaba sin parábolas: bien es verdad que aparte se lo descifraba todo a sus discípulos". (vv. 30-34)

Glosa. Después de la parábola de la fecundidad de la semilla del Evangelio, nos manifiesta en otra la excelencia de la doctrina evangélica sobre todas las demás doctrinas, diciendo: "¿A qué cosa compararemos el reino de Dios?" Teofilacto. Pequeñísima es, es verdad, la palabra de la fe: Cree en Dios, y serás salvo; pero, predicada en la tierra, de tal modo se ha dilatado y aumentado, que las aves del cielo, esto es, los hombres contemplativos y de verdadero entendimiento, habitaban a su sombra. ¡Cuántos sabios, abandonando la sabiduría de los gentiles, han encontrado su reposo en el Evangelio anunciado! Por esto, pues, la predicación de la fe se ha hecho lo más grande de todo.

San Juan Crisóstomo. Y también porque lo que en breves palabras se anunció a los hombres, que es la sabiduría entre los perfectos, dice más que todos los discursos posibles, puesto que nada hay más grande que esta verdad.

Teofilacto. Este árbol, pues, ha echado grandes ramas, siendo una de ellas los Apóstoles que mandó a Roma, otra los que mandó a la India, y otras los que mandó a diversas partes de la tierra.

San Jerónimo. O esta semilla permanece pequeña por el temor, y se hace grande por la caridad, que es la mayor de todas las legumbres. Porque Dios es la caridad (1Jn 4), y toda carne es como el heno (Is 4) Hizo, pues, las ramas de la misericordia y de la compasión, a cuya sombra se deleitan los pobres de Cristo, como las aves del cielo.

Beda. Muchos entienden que el hombre que siembra es el Salvador, y otros que es el mismo hombre sembrando en su corazón.

San Juan Crisóstomo, non occ. sed v. Cat. in Marc. San Marcos, que gusta de la brevedad, añade mostrando la naturaleza de las parábolas: "Con muchas parábolas semejantes a ésta les predicaba", etc.

Teofilacto. Como las muchedumbres eran ignorantes, las instruía de este modo, con explicaciones sencillas. Y por esto añade: "Y no les hablaba sin parábolas", etc. , para hacer que se acercasen y preguntasen. "Bien es verdad, prosigue, que aparte se lo descifraba todo a sus discípulos", es decir, todo aquello sobre lo cual le preguntaban; si bien no todo en absoluto, sino lo que no estaba manifiesto.

San Jerónimo. Ellos eran dignos de oír aparte los misterios por el profundo respeto que les inspiraba la sabiduría, estando como estaban en la soledad de las virtudes, lejos del tumulto de los malos pensamientos. Porque es en el reposo en donde se percibe la sabiduría.


MARCOS 4,35-41


6435 (Mc 4,35-41)

"En aquel mismo día, siendo ya tarde, les dijo: "Pasemos a la ribera de enfrente". Y despidiendo al pueblo, estando Jesús como estaba en la barca, se hicieron con El a la vela; y le iban acompañando otros barcos. Levantóse entonces una gran tempestad de viento, que arrojaba las olas en la barca, de manera que ésta se llenaba de agua. Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal. Despiértanle, pues, y le dicen: "¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?" Y El, levantándose, amenazó al viento, y dijo al mar: "Calla tú, sosiégate"; y al instante se calmó el viento y sobrevino una grande bonanza. Entonces les dijo: "¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?" Y quedaron sobrecogidos de grande espanto, diciéndose unos a otros: "¿Quién es Este, a quien aun el viento y la mar prestan obediencia?" ".(v. 35-41)

San Jerónimo. Después de la doctrina van al mar, cuyas olas se encrespan. "En aquel mismo día -dice- siendo ya tarde, les dijo: Pasemos a la ribera de enfrente", etc.

Remigio. Se lee que el Señor tuvo tres refugios, a saber: la barca, el monte y el desierto. Cuantas veces le asediaba el gentío, se refugiaba en uno de ellos. Por tanto, cuando vio el Señor tal muchedumbre en torno suyo, queriendo librarse, como hombre, de tanto agobio, mandó a sus discípulos que remasen hacia la ribera de enfrente.

"Y despidiendo al pueblo, prosigue, estando como estaba", etc.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum 28. Tomó el Señor a sus discípulos, para que fuesen testigos de los milagros que iba a obrar. Pero fue sólo con ellos, a fin de que nadie viera su poca fe. De aquí que para manifestar que otros remaban aparte, dice: "Y le iban acompañando otros varios barcos". Y para que no se enorgullecieran sus discípulos porque los llevaba a ellos solos, permitió el peligro en que se vieron, a la vez que les enseñaba con él a resistir varonilmente las tentaciones: "Levantóse entonces una gran tempestad". Con objeto, pues, de que los impresionase más el milagro que iba a obrar, da tiempo al temor entregándose al sueño: "Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal". Si hubiese estado despierto, no habrían temido ni rogado por la tempestad que se levantó, o no habrían creído que pudiera hacer tal milagro.

Teofilacto. Los dejó caer en el peligro de la prueba, para que experimentasen en sí mismos su virtud, cuyos beneficios habían visto en los otros. Dormía, pues, sobre la popa de la barca reclinada la cabeza en una tabla.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum 28. De este modo nos manifestaba su humildad, y nos enseñaba una gran sabiduría. Todavía no conocían su gloria los discípulos que estaban con El, y aunque creían que despierto podía mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo estando dormido o descansando. "Despiértanle, pues, y le dicen: ¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?" Teofilacto. Levantándose entonces, manda desde luego al viento que formaba las olas y la tempestad, como dicen las palabras siguientes: "Y levantándose amenazó al viento". En seguida mandó al mar. "Y le dijo a la mar: Calla tú, sosiégate".

Glosa. Del movimiento del mar se levanta cierto sonido o ruido que parece ser como su voz que anuncia el peligro que amenaza. Por esto, usando de una metáfora, le manda que se sosiegue con la palabra "calla", así como usa el Evangelista de la palabra "amenazó" para refrenar la violencia de los vientos que alborotan el mar, porque los que tienen poder suelen refrenar con la amenaza del castigo a los que alteran violentamente la paz de los hombres. De este modo se nos da a entender que, así como un rey puede reprimir a los revoltosos con amenazas y contestar con leyes a los murmullos de sus súbditos, así también Cristo, Señor de todas las creaturas, sujetó la violencia de los vientos con su amenaza e indicó silencio al mar. El efecto vino en seguida. "Y al instante calmó el viento (que había sido amenazado) y sobrevino una gran bonanza" en el mar, al que había impuesto silencio.

Teofilacto. Reprendió también a sus discípulos por su falta de fe: "Y les dijo: ¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?" Si hubieran tenido fe, hubiesen creído que aun durmiendo podía conservarlos incólumes. "Y quedaron sobrecogidos -continúa- de grande espanto, diciéndose unos a otros: ¿Quién es éste?", etc. Dudaban, por tanto, acerca de El. Calmando, pues, el mar con su mandato, no como Moisés con la vara (Ex 14), ni con la oración como Eliseo en el Jordán (2R 2), ni por medio del arca como Josué (Jos 3), se mostró a ellos como Dios, y como hombre, por cuanto se rindió al sueño.

San Jerónimo. 1 La popa en sentido místico es el principio de la Iglesia, y en ella duerme el Señor corporalmente, puesto que jamás duerme el que guarda a Israel (Ps 120) La popa, bajo una apariencia exterior de muerte, alberga a los vivos, rompe las olas y está reforzada con leños; esto quiere decir que la Iglesia es salvada por la muerte del Señor en la cruz. El cabezal es el cuerpo del Señor, sobre el cual está reclinada la Divinidad como la cabeza; el viento y el mar son los demonios y los perseguidores, a los cuales dice: "Callaos", cuando quiere hacer cesar los edictos de los reyes injustos; la gran bonanza es la paz de la Iglesia después de la persecución, o la vida contemplativa después de la activa.

Beda. Por la barca en que entró se entiende el árbol de la Pasión, por la cual llegan los fieles a la patria celestial como al descanso de un puerto seguro. Las demás barcas que se dice estaban con el Señor, representan a los que llenos de fe en su cruz están al abrigo del aguacero de las tribulaciones, o gozan de la bonanza de la paz después de las tormentas de las tentaciones. Se entrega Cristo al sueño en tanto que bogan los discípulos, porque llega el tiempo de la Pasión del Señor para los fieles que meditan en el descanso del reino futuro. Sucedió por la tarde, para significar que el sueño del Señor, no sólo es el ocaso del verdadero sol, sino que se verificó en la misma hora que la luz desaparece. Mientras que El se levanta en la popa de la cruz, se encrespan las olas de los perseguidores blasfemos, movidos por las tormentas infernales, que no alteran la paciencia del Señor, pero sí a sus ignorantes discípulos. Despiertan éstos al Señor, porque pedían con los mayores votos la resurrección de aquel cuya muerte veían. Levantándose amenaza al viento, porque después de su resurrección aplasta la soberbia del diablo y manda callar al mar, porque, resucitado combate el furor de los judíos. Reprende a sus discípulos porque después de la resurrección ha de reprenderlos por su incredulidad. Y a nosotros también cuando, instruidos en la doctrina del Crucificado, nos disponemos a abandonar el mundo, subimos con Jesús a la barca, y nos esforzamos por pasar el mar. Pero mientras navegamos se entrega al sueño entre los bramidos del mar, cuando en medio de los esfuerzos de las virtudes languidece la llama del amor combatida por los espíritus inmundos, por los hombres depravados o por el ímpetu de nuestros mismos pensamientos. Mas si en medio de estas tormentas nos apresuramos a despertarle, bien pronto calmará la tempestad, restablecerá la tranquilidad y nos dará el puerto de salvación.


MARCOS 5,1-20


6501 (Mc 5,1)

"Pasaron después al otro lado del lago, al territorio de los gerasenos. Apenas desembarcado, le vino al encuentro un energúmeno salido de los sepulcros, el cual tenía su morada en ellos, y no había hombre que pudiese refrenarle, ni aun con cadenas: pues muchas veces, aherrojado con grillos y con cadenas, había roto las cadenas y despedazado los grillos, sin que nadie pudiese domarle. Y andaba siempre día y noche por los sepulcros y por los montes gritando y sajándose con piedras. Este, pues, viendo de lejos a Jesús, corrió a El y le adoró; y clamando en alta voz dijo: "¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Altísimo Dios? En nombre del mismo Dios te conjuro que no me atormentes". Y es que Jesús le decía: "Sal, espíritu inmundo, de ese hombre". Y preguntole Jesús: "¿Cuál es tu nombre?" Y él respondió: "Mi nombre es legión, porque somos muchos": y suplicábale con ahínco que no le echase de aquel país. Estaba paciendo en la falda del monte vecino una gran piara de cerdos. Y los espíritus le rogaban diciendo: "Envíanos a los cerdos para que vayamos y estemos dentro de ellos". Y Jesús se lo permitió al instante. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos: y con gran furia toda la piara, en la que se contaban más de dos mil, corrió a despeñarse en el mar, en donde se anegaron. Los que los guardaban huyeron, y trajeron las nuevas a la ciudad y a las alquerías. Las gentes salieron a ver lo acontecido; y llegando a donde estaba Jesús, ven al que antes era atormentado del demonio, sentado, vestido y en su sano juicio, y quedaron espantados. Los que se habían hallado presentes les contaron lo que había sucedido al endemoniado y el azar de los cerdos. Y comenzaron a rogarle que se retirase de sus términos. Y al salir Jesús a embarcarse se puso a suplicarle el que había sido atormentado del demonio que le admitiese en su compañía. Mas Jesús no le admitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa y con tus parientes, y anuncia a los tuyos la gran merced que te ha hecho el Señor, y la misericordia que ha usado contigo". Fuese aquel hombre, y empezó a publicar en Decápolis cuántos beneficios había recibido de Jesús; y todos quedaban pasmados". (vv. 1-20)

Teofilacto. Porque los que estaban en la barca preguntaban uno después de otro: ¿Quién pensáis que es éste?, se confirma quién era por el testimonio de los enemigos, puesto que llegó un endemoniado confesando que aquél era verdaderamente Hijo de Dios. Y para llegar a referir este suceso dice el evangelista: "Pasaron después al otro lado del lago, al territorio de los gerasenos".

Beda, in Marcum 2,21. Geraza es una villa notable de Arabia, cerca del monte Galaad, que fue habitada por la tribu de Manasés, no lejos del lago de Tiberíades, en el que fueron precipitados los puercos.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Sin embargo, los escritos corregidos no dicen gerasenos ni geradenos, sino gergesenos. Geraza es una villa de Judea, pero no hay allí mar. Geraza es también una villa de Arabia, pero tampoco hay ni mar ni lago próximo a ella. Y es claro que no han podido engañarse así los evangelistas, tan conocedores como eran de Judea, puesto que Gergesa, de donde viene el nombre de gergesenos, era una villa antigua no lejos de la que ahora se llama Tiberíades, cerca de la cual se encuentra el principal lago de Judea.

"Apenas desembarcado, prosigue, le vino al encuentro un endemoniado salido de los sepulcros".

San Agustín, De Cons. Evang. , lib. 2, cap. 24. Citando San Mateo a dos, y San Marcos y San Lucas sólo a uno, debemos entender que uno de ellos era más notable en el país, y del que más compasión se tenía.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum 29. O bien es de creer que San Marcos y San Lucas hablaron del más miserable de los dos, y por lo mismo han sido en esto más difusos que de costumbre. "Y no había hombre, continúa, que pudiese refrenarle, ni aun con cadenas". Dijeron, pues, un endemoniado simplemente, no ocupándose del número, para hacer brillar más el poder del que había obrado así, puesto que el que había curado a un hombre semejante podía curar igualmente a otros muchos. Por otra parte, no hay discordancia en esto, porque no dijeron que era uno solo, en cuyo caso solamente se hubiesen puesto en contradicción con San Mateo. O bien: moraban los demonios entre los sepulcros para propagar la falsa creencia de que los espíritus de los que mueren se convierten en demonios.

San Gregorio Niceno. La asamblea de los demonios se había preparado para resistir al poder divino. Al aproximarse, pues, a Aquel que tiene potestad sobre todo, proclaman su potestad eminente, según estas palabras: "Este, pues, viendo de lejos a Jesús, corrió a El y le adoró, y clamando en alta voz dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Altísimo Dios?".

San Cirilo. Ved al demonio dividido en dos pasiones, la audacia y el temor. Resiste y ruega, y como intentando alguna cuestión, quiere saber qué hay de común entre Jesús y él. Con lo cual viene a decir: ¿Por qué me echas de los hombres cuando son míos?

Beda. ¡Cuán grande es, pues, la impiedad de los judíos al decir que es por el príncipe de los demonios por quien echa a los demonios, cuando los demonios mismos confiesan que nada tienen de común con El!

San Cirilo. Rogando después añade: "Te conjuro en nombre del mismo Dios que no me atormentes", pues consideraba tormento el ser echado de aquel hombre, o es que invisiblemente también era atormentado.

San Juan Crisóstomo, in Mat. hom. 29 super Venistrante tempus perdere. A pesar de su perversidad, los demonios no pueden ignorar que a causa de sus pecados les espera alguna pena al fin. Y sabían sin ninguna duda que aún no había llegado para ellos el tiempo de la última pena, sobre todo porque les era permitido mezclarse entre los hombres. Pero como los había sorprendido el Señor en tantas maldades, juzgaban que, a causa de lo extremado de sus hechos, no podía tardar el tiempo del último castigo. Este es el motivo de que le supliquen que no los atormente.

Beda. Gran tormento es para el demonio el cesar de hacer daño al hombre, y deja tanto más difícilmente de hacerlo, cuanto más tiempo hace que lo posee.

"Y le decía: Sal de ese hombre, espíritu inmundo".

San Cirilo. Observemos el invencible poder de Cristo: castiga a Satanás, para el cual son fuego y llama sus palabras, según el salmista: "Derritiéronse como cera los montes a la presencia del Señor" (Ps 96,5), esto es, los poderes sublimes y magníficos.

"Y preguntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre?" Teofilacto. Le pregunta el Señor, no para saber El, sino para que sepan los demás, la multitud de demonios que había en el poseído.


Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Porque si no hubiese dicho El mismo que eran muchos, se hubiera hecho increíble. Quiere, por tanto, que los mismos confiesen que eran muchos. "Y él respondió: Mi nombre es legión, porque somos muchos". No dice un número determinado, sino muchos, puesto que importaba poco el número.

Beda. Confesada públicamente la plaga que atormentaba al endemoniado, aparece más grande el poder del que lo cura. Y aun los sacerdotes de nuestro tiempo, que por la gracia del exorcismo pueden echar al mal espíritu, suelen decir a los pacientes que sólo pueden curar exponiendo por una confesión pública todo lo que en sueño o en vigilia tienen que sufrir de los espíritus inmundos en cuanto a la vista, al oído, al gusto, al tacto u otra parte del cuerpo, o en lo que al alma se refiere.

"Y suplicábale con ahinco que no le echara de aquel país".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Luke 8,3. San Lucas dice: "En el abismo". El abismo es la separación de este mundo, y los demonios merecen ser arrojados a las tinieblas exteriores preparadas para el diablo y sus ángeles. Cristo, pues, podía hacerlo así, pero les permitió estar en la tierra, para que la ausencia del tentador no privase a los hombres de la corona de la victoria.

Teofilacto. Y para que nos hagamos fuertes luchando con ellos.

"Estaba paciendo en aquel lugar alrededor del monte una gran piara de cerdos".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 24. Que San Marcos diga que la piara estaba alrededor del monte, no se opone a que San Lucas diga que estaba en el monte, porque, como era grande la piara, parte de ella podía estar en el monte y parte cerca de él.

"Y los espíritus infernales le rogaban diciendo: Envíanos a los cerdos, para que vayamos y estemos dentro de ellos".

Remigio. , super Matthaeum. Así, pues, entraron en los puercos, no espontáneamente, sino pidiendo que les fuese concedido, para demostrar que no pueden dañar a los hombres sin el consentimiento divino. Por tanto, no pidieron entrar en los hombres, porque veían que estaban representados por aquel hombre por cuyo poder eran atormentados. Y si no pidieron entrar en otra clase de rebaños fue porque los animales limpios se ofrecían en el templo del Señor, mientras que los puercos, en los que pedían entrar, son los animales más inmundos, y los demonios se deleitaban siempre en todo lo que es inmundo.

"Y Jesús se lo permitió al instante".

Beda. Y se lo permitió en verdad, para dar a los hombres ocasión de salvarse con la muerte de los cerdos.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 28,3. Queriendo mostrar a todos el furor de los demonios contra los hombres, y que les harían mucho más daño si no se lo impidiese el poder divino, y como no consentía su piedad que esta manifestación se hiciese en los hombres, permitió que entrasen en los cerdos, para que se viera en ellos su fuerza y su furor.

"Y saliendo, continúa, los espíritus inmundos".

Tito Bostrense, sobre Mateo. Huyeron los pastores para no perecer con los cerdos, y de este modo llevaron el terror a los pueblos. "Los que los guardaban se huyeron", y por esta pérdida los habitantes del país acuden al Salvador. Con frecuencia llena Dios de beneficios espirituales a aquellos que sufren algún daño en los bienes temporales. "Y llegando a donde estaba Jesús, prosigue, ven al que antes era atormentado del demonio, sentado". Es decir, a los pies del que lo había salvado, estaba aquel a quien antes ni las cadenas podían sujetar, y vestido el que andaba desnudo, y en su sano juicio. Por ello se llenaron de admiración. "Y quedaron espantados". Unos por haberlo presenciado y otros por haber oído referirlo, fueron muchos los que hicieron constar este milagro. "Los que se habían hallado presentes, sigue, les contaron lo que había sucedido".

Teofilacto. Se llenaron de asombro y de temor por el milagro que les referían, y por esto le rogaban que se retirase de sus territorios, según estas palabras: "Comenzaron a rogarle que se retirase de sus términos", temiendo si tendrían que sufrir de nuevo algo semejante. Afligidos, pues, por la pérdida de los cerdos, rechazaron la presencia del Salvador.

Beda. O conociendo su propia fragilidad, se juzgaban indignos de la presencia del Señor.

"Y al ir Jesús a embarcarse, se puso a suplicarle el que había sido atormentado del demonio que le admitiese en su compañía", etc.

Teófilato. Temía pues que, volviendo los demonios a encontrarlo, entrasen en él. Pero el Señor lo manda a su casa, haciéndole comprender que, aunque El no estuviese presente, lo defendería con su poder, para que curado como estaba fuera útil a los demás. Por eso dice: "Mas Jesús no le admitió, sino que le dijo: Vete a tu casa y con tus parientes, y anuncia a los tuyos el gran beneficio que te ha hecho el Señor, y la misericordia que ha usado contigo". Observemos la humildad del Salvador, quien no dice: Anuncia el gran beneficio que te he hecho, sino el que te ha hecho el Señor. Así, pues, cuando hagamos algo bueno, no nos lo atribuyamos a nosotros, sino a Dios.

San Juan Crisóstomo. Aunque mandó a los demás que había curado que no hablasen de ello, manda, sin embargo, a éste que lo divulgue, porque todo aquel país, ocupado por los demonios, permanecía sin Dios.

Teófilato. El mismo empezó a difundirlo y todos quedaban pasmados. "Y empezó a publicar", dice.

Beda. Geraza en sentido místico, o Gergesa, como leen algunos, significa el que despide al inmigrante, o al extranjero que se aproxima, porque el pueblo de los gentiles lanzó al enemigo de su corazón, y el que estaba lejos vino a estar cerca.

Pseudo - Jerónimo. Este endemoniado era, pues, el tan desesperado pueblo de los gentiles que no reconocía la ley natural, ni la de Dios, ni tenía temor humano alguno.

Beda. Habitaba entre los sepulcros, porque se complacía en las obras hechas en la sombra, esto es, en el pecado. Y andaba siempre día y noche por los sepulcros, porque ni en la prosperidad ni en la adversidad se separaba del servicio de los espíritus malignos, y yacía como en medio de los sepulcros por la corrupción de sus obras. Vagaba por los montes por el hecho de su soberbia y se cortaba como con agudas piedras por las palabras de su durísima infidelidad. "Mi nombre es legión", responde, porque el pueblo de las naciones era esclavo de diversos cultos idolátricos. El salir del cuerpo del hombre los espíritus inmundos y, entrando en los cerdos, precipitarse en el mar, significa que, libre de la dominación de los demonios, el pueblo de las naciones, que no quiso creer en Cristo, celebra sus ritos sacrílegos en lugares ocultos.

Teófilato. O se significa por esto que los demonios entran en los hombres que viven como los puercos, revolcándose en el barro de la voluptuosidad, los despeñan en el precipicio de la perdición, y los ahogan en el mar de esta vida.

Pseudo - Jerónimo. O los ahogan en el infierno sin respeto a la misericordia por la impetuosidad de la muerte consumada, de la que tantos huyen, porque el castigo del loco hace más prudente al sabio.

Beda. Que el Señor no lo admitiese con El significa que cada uno de nosotros, después de la remisión de nuestros pecados, ha de entrar en su buena conciencia y ha de servir al Evangelio para la salvación de los demás, a fin de encontrar después el descanso en Cristo.

San Gregorio Magno, Moralia, 6, 17. Desde el momento en que alcanzamos algún conocimiento de las cosas divinas, no queremos volver a las humanas, buscando el reposo de la contemplación. Pero el Señor manda derramar el sudor en el trabajo antes de restaurarnos por la contemplación.

Pseudo - Jerónimo. El hombre curado predica, pues, en el distrito de Decápolis, y de este modo son convertidos por Roma los judíos, cuya ley se contiene toda en el Decálogo.


MARCOS 5,21-34


6521 (Mc 5,21-34)

Habiendo pasado Jesús otra vez con el barco a la opuesta orilla, concurrió gran muchedumbre de gente a su encuentro; y estando todavía en la ribera del mar, vino en busca de El uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, el cual luego que le vio se arrojó a sus pies, y con muchas instancias le hacía esta súplica: "Mi hija está a los últimos; ven y pon sobre ella tu mano para que sane y viva". Fuése Jesús con él, y en su seguimiento mucho tropel de gente que le apretaba. En esto una mujer, que padecía flujo de sangre doce años hacía, y había sufrido mucho en manos de varios médicos, y gastado toda su hacienda sin el menor alivio, antes lo pasaba peor, oída la fama de Jesús, se llegó por detrás entre la muchedumbre de gente, y tocó su ropa, diciendo para consigo: "Como llegue a tocar su vestido, sanaré". En efecto, de repente aquel manantial de sangre se le secó, y percibió en su cuerpo que estaba ya curada de su enfermedad. Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circunstantes, decía: "¿Quién ha tocado mi vestido?" A lo que respondían los discípulos: "Estás viendo la gente que te comprime por todos lados, y dices: ¿quién me ha tocado?" Mas Jesús proseguía mirando a todos lados para distinguir a la que había hecho esto. Entonces la mujer, sabiendo lo que había experimentado en sí misma, medrosa y temblando se descubrió: y postrándose a sus pies, le confesó toda la verdad. El entonces le dijo: "Hija, tu fe te ha curado; vete en paz, y queda libre de tu mal". (vv. 21-34)

Teófilato. Después del milagro del endemoniado, obró el Señor otro curando a la hija de uno de los jefes de la sinagoga, cuyo milagro cita el evangelista en estos términos: "Habiendo pasado Jesús otra vez con el barco a la opuesta orilla", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 28. Es de observar que lo que se dice de la hija del jefe de la sinagoga lo hizo Jesús cuando pasó a la orilla opuesta. Pero no consta si lo hizo enseguida, o si tardó en hacerlo. Es de creer, sin embargo, que medió algún tiempo, pues de otro modo no hubiera podido celebrarse antes en su casa el convite del que habla San Mateo, y después del cual refiere lo acontecido con la hija de dicho jefe. Así, pues, el evangelista ha tejido su narración de un modo tan ordenado, que lo que ha sucedido después lo refiere después.

"Vino en busca de El, continúa, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Cita el nombre a causa de los judíos contemporáneos, para que fuese una prueba del milagro. "El cual, sigue, luego que le vio se arrojó a sus pies, y con muchas instancias le hacía esta súplica: Mi hija está en las últimas". San Mateo dice que el jefe de la sinagoga anuncia a su hija muerta, y San Marcos como muy grave, pero después vinieron a anunciar al jefe de la sinagoga, con quien debía ir el Señor, que la joven había muerto. San Mateo, pues, viene a decir lo mismo, dando por abreviar como muerta a la que consta que revivió el Señor.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 28. Toma, pues, en consideración no las palabras del padre, sino la voluntad, que es mucho más poderosa, porque lo que quería en realidad era que reviviera a su hija, creyendo que no podría encontrar ya viva a la que había dejado moribunda.

Teofilacto. Este hombre se manifiesta lleno de fe, por cuanto cayó a los pies de Jesús. Pero no manifestó toda la que convenía que tuviese, por cuanto pidió al Señor que fuese El mismo, bastando que le hubiese dicho: Di una palabra y sanará mi hija.

"Fuese Jesús con él", etc. "Y una mujer que padecía flujo de sangre", etc.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 31, 2. Esta mujer, famosa y conocida por todos, no se atrevía por lo mismo a acercarse descaradamente al Salvador, ni menos a ponerse delante de El, porque era impura según la ley. Así que lo tocó por detrás y no por delante, porque ni a esto se atrevía. Y no tocó el vestido, sino su franja, llegando a curar no por la franja, sino por su pensamiento.

"Diciendo para consigo, continúa: Como llegue a tocar su vestido, sanaré".

Teofilacto. Esta mujer, que esperaba su curación con sólo tocar la franja, estaba ciertamente llena de fe, y la consiguió por ello. Prosigue: "De repente aquel manantial de sangre se le secó".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Aquellos, pues, que tocan por la fe a Cristo, reciben de El sus virtudes con la buena voluntad que viene de El. "Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circundantes decía: ¿Quién ha tocado mi vestido?". Las virtudes del Salvador no salen de El local y materialmente, como si lo abandonaran de algún modo, porque, siendo incorpóreas, cuando salen para comunicarse a otros no abandonan a aquél de quien han salido, como las ciencias que se dan por el maestro a los discípulos. Dice pues: "Conociendo la virtud que había salido de sí", para darnos a entender que la mujer recibió la salud, no sin que El lo conociera, sino sabiéndolo. No obstante, preguntaba: "¿Quién ha tocado mi vestido?", para que se manifieste aquella mujer, se divulgue su fe, y no se pierda en el olvido el beneficio de aquel milagro. "A lo que respondían los discípulos: Estás viendo la gente que te comprime por todos lados, y dices ¿quién me ha tocado?". El Señor había preguntado: ¿Quién me ha tocado?, es decir, por la fe y el pensamiento, puesto que, no aproximándose a mí por el pensamiento y la fe, no me tocan las gentes que me oprimen.

"Mas Jesús proseguía mirando a todos lados para distinguir la persona que había hecho esto".

Teofilacto. Quería el Señor poner de manifiesto a esta mujer, primeramente para probar su fe, después para suscitar en el jefe de la sinagoga la confianza, con la cual curaría su hija y, por último, para disipar el temor de la mujer, que temía porque había robado la salud. Por esto dice: "Entonces la mujer, sabiendo", etc.

Beda, in Marcum, 2,22. He aquí a lo que la pregunta del Señor tendía a que confesase la mujer su larga infidelidad, su repentina fe y su cura, con lo que ella misma se confirmaba en la fe y daba ejemplo a los demás. "El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz, y queda libre de tu mal". No dijo, pues, tu fe te salvará, sino te ha salvado, que es como si dijese: desde que creíste fuiste curada.

San Juan Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Llama hija a la salvada por la fe, porque la fe en Cristo nos hace hijos de Dios.

Teofilacto. Le dijo: "Vete en paz", es decir, reposa, o anda y vive tranquila, porque hasta ahora has estado en angustia y tormento.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, 31. .

O le dice: Vete en paz, mandándola al fin de los buenos -pues Dios mora en la paz-, para hacernos ver que no sólo la curó en cuanto al cuerpo, sino también en la causa de su mal, es decir, en sus pecados.

San Jerónimo. En sentido místico, Jairo, jefe de la sinagoga, vino después de lo referido, porque, cuando entre la plenitud de las naciones, entonces será salvo todo Israel (Rm 11,25) Jairo quiere decir el que ilumina o el iluminado, es decir, el pueblo judío, depuesta la sombra del sentido literal, ilustrado e iluminado en el espíritu, cayendo a los pies de Cristo, esto es, humillándose ante la encarnación de Jesús, ruega por su hija, porque el que vive para sí hace vivir a los demás. Así Abraham, y Moisés y Samuel, ruegan por el pueblo muerto y Jesús acoge sus ruegos.

Beda, Beda, in Marcum, 2, 22. Yendo el Señor a curar a la joven se ve oprimido por la muchedumbre, porque dando consejos saludables a la gente de Judea, pesa sobre El el pecado de los pueblos carnales. La mujer vertiendo sangre y curada por el Señor es la Iglesia formada por la congregación de las gentes, y el flujo de sangre debe entenderse como los pecados de idolatría indignos de perdón y de los que son deleite de la carne y de la sangre. Pero mientras el Verbo de Dios quiere salvar a Judea, la muchedumbre de las naciones se procura, con esperanza cierta, de la salud preparada y prometida a otros.

Teofilacto. Por esta mujer se debe entender la naturaleza humana, de la que mana el pecado que nos mata, porque viene, por decirlo así, a derramar la sangre de su espíritu. No pudo ser curada por los hombres de ciencia del mundo, esto es, por los médicos, ni por la ley, ni por los profetas. Pero lo fue inmediatamente cuando tocó la franja de Cristo, es decir, su carne. El que cree en el Hijo de Dios encarnado es el que toca la franja de sus vestidos.

Beda, in Marcum, 2, 22. Una mujer llena de fe toca al Señor, y la muchedumbre lo oprime, porque el que se ve abrumado por las diversas herejías o por las costumbres perversas, es venerado solamente por la fiel Iglesia católica. La Iglesia de las naciones viene detrás, puesto que, no viendo al Señor presente en la carne, llega a la gracia de la fe después que se han cumplido los misterios de su Encarnación. Y así, cuando mereció verse libre de los pecados por la participación de los sacramentos, secó la fuente de su sangre como por el contacto de sus vestidos. Y el Señor miraba en torno suyo para ver a la que lo había tocado, porque juzga dignos de su mirada y de su misericordia a todos los que merecen la salvación.


Catena aurea ES 6421