Catena aurea ES 6714


MARCOS 7,24-30


6724 (Mc 7,24-30)

Y levantándose de allí se fue a los confines de Tiro y de Sidón, y habiendo entrado en una casa, quiso que nadie supiese que estaba allí: mas no pudo encubrirse, porque luego que lo supo una mujer, cuya hija estaba poseída del espíritu inmundo, entró dentro, y se arrojó a sus pies. Era esta mujer gentil y sirofenicia de nación, y le suplicaba que lanzase de su hija al demonio. Díjole Jesús: "Aguarda que primero se sacien los hijos: que no parece bien hecho el tomar el pan de los hijos para echarle a los perros". A lo que le replicó ella y le dijo: "Es verdad, Señor; pero a lo menos los cachorrillos comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos". Díjole entonces Jesús: "Por eso que has dicho, anda, ve, que ya el demonio salió de tu hija". Y habiendo vuelto a su casa, halló a la muchacha reposando sobre la cama, y libre ya del demonio. (vv. 24-30)

Teofilacto. Después que hubo enseñado el Señor lo que respecta a los alimentos, viendo la incredulidad de los judíos, se dirigió hacia los confines de la idolatría, pues siendo infieles aquéllos, se torna la salvación del lado de las naciones. Y así dice: "Partiendo de aquí se dirigió hacia los confines de Tiro y de Sidón".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Tiro y Sidón eran lugares de los cananeos: a ellos fue el Señor, no como a pueblo de amigos, sino como a un pueblo que nada tiene de común con los ascendientes del Señor, a quienes habían sido hechas las promesas. Y fue sin que los de Tiro y Sidón se dieran cuenta de su llegada. "Y habiendo entrado en una casa, dice, deseaba que nadie supiese"; porque aún no había llegado el tiempo de que habitase entre las naciones, y de que las guiase a la fe. Este tiempo debía suceder a su cruz y su resurrección.

Teofilacto. O bien: entró ocultamente, para no dar motivo a los judíos contra El por haber pasado a pueblos impuros.

"Mas no pudo encubrirse".

San Agustín, De cuest. sob. el nuev. y ant. Testam. , cap. 77. Pues si quiso y no pudo, se deduce que su voluntad no era poderosa. Y como es imposible que no se cumpla la voluntad del Salvador, y no puede querer lo que no debe suceder, debemos decir que lo que ha querido es lo que ha sido hecho. Hay que advertir que esto sucedió en los confines de la gentilidad, a la que no era tiempo aún de anunciar la fe; pero viniendo espontáneamente a ella, sólo la envidia podía oponerse a que la recibiera. Así que convenía que los discípulos no divulgaran la presencia del Señor; sin embargo fue divulgada por otros que lo vieron entrar en la casa, y se supo que estaba en ella. No quiso que lo anunciaran los suyos, sino que lo buscasen los que quisieran, y así sucedió.

Beda, in Marcum, 2, 30. Habiendo entrado en la casa, mandó a sus discípulos que no dijesen quién era a nadie de aquel país desconocido; enseñándoles de este modo con el ejemplo que ellos, a quienes confería la gracia de curar a los enfermos, debían declinar cuanto pudieran la gloria humana que recibiesen por los milagros que hicieran. No debían cesar por eso en la piadosa obra de hacerlos cuando lo mereciese la fe de los buenos, o los obligare a ello la incredulidad de los perversos. El mismo, sin embargo, hizo conocer su entrada allí a una mujer pagana y a quien consideró oportuno.

San Agustín, De cuest. sob. el nuev. y ant. Testam. , cap. 77. Finalmente, oyendo hablar de El, entró la mujer cananea, la cual no hubiera conseguido el beneficio que deseaba si no se hubiese sometido antes al Dios de los judíos. "Porque luego que lo supo una mujer", etc.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Quiso el Señor mostrar con esto a sus discípulos que había abierto también a los gentiles la puerta de la salvación. Por esta razón se nombra el país de esta mujer: "era una mujer pagana, sirofenicia de nación", esto es, de la Siria de Fenicia. "Y le suplicaba, prosigue, que lanzase de su hija al demonio", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 49. Parece que hay alguna contradicción entre que el Señor estaba en la casa cuando entró la mujer rogándole por su hija, y que los discípulos, según San Mateo dijeron al Señor: "Despídela, porque grita detrás de nosotros" (Mt 15,23) Pero lo que esto parece indicar, es que aquella mujer iba detrás del Señor, que andaba paseándose, haciéndole oír sus súplicas. Pero entonces, ¿cómo estaba en la casa? Esta dificultad puede aclararse diciendo que entró la mujer, como dice San Marcos, en la casa en que le habían dicho que estaba Jesús y que Jesús salió de ella sin contestar palabra, que es lo que dice San Mateo: "No le respondió palabra" (Mt 15,23) Todo lo demás, que no ofrece ninguna discordancia, se explica de este modo.

"Díjole Jesús: Aguarda que primero se sacien los hijos".

Beda, in Marcum, 2, 30. Que es como si dijera: Vendrá el tiempo en que también vosotros los gentiles consigáis la salvación, pero antes conviene que los judíos, que son llamados el pueblo de Dios, en virtud de su antigua elección, sean restaurados con el pan celestial y que el sustento de la vida se administre así a los gentiles. "Que no parece bien hecho, continúa, el tomar el pan de los hijos para echarle a los perros", etc.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Dijo esto, no porque no pueda colmar de beneficios a todos sino porque, distribuyéndolos entre los judíos y los gentiles, que no tenían comunicación entre sí, provocaba más su emulación.

Teofilacto. Llama perros a los gentiles, juzgados réprobos por los judíos, y señala por el pan el beneficio que prometió el Señor a sus hijos, esto es, a los judíos. El sentido, en fin, es que no convenía que los gentiles fuesen partícipes del beneficio antes que los judíos, a los cuales principalmente había sido prometido. Por tanto, el Señor no oye en seguida a la mujer y difiere la gracia que le pide, para que se manifieste su fe constante, y también para que aprendamos a no desmayar cuando oremos y a insistir hasta que recibamos.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. De este modo manifestaba también a los judíos que no daba la salud a los gentiles igualmente que a ellos. Y con la fe de la mujer hacía resaltar más la infidelidad de los judíos. La mujer, pues, se resignó, confirmando con sumo respeto lo que el Señor le dijo: "A lo que le replicó ella, y le dijo: Es verdad, Señor, pero a lo menos los cachorrillos comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos".

Teofilacto. Es como si dijera: los judíos tienen todo el pan, esto es, el que baja del cielo, y también tus beneficios; yo pido las migajas, es decir, una parte pequeña del beneficio.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Se confunde con los perros por respeto al Señor; en suma viene a decir: tengo a favor el ser considerada entre los perros y comer, no en mesa ajena, sino en la de mi Señor.

Teofilacto. Esta mujer obtuvo lo que deseaba, por la mucha sabiduría con que contestó. Y continúa: "Díjole entonces Jesús", etc. No dijo: Mi poder te ha salvado; sino: por lo que has dicho -esto es, por la fe que han demostrado tus palabras- anda, que el demonio ha dejado ya a tu hija.

"Y habiendo vuelto a su casa, halló a la muchacha reposando sobre la cama y libre ya del demonio".

Beda, in Marcum, 2, 30. Por las palabras de la madre, llenas de humildad y de fe, el demonio dejó a la hija. Con ello se nos da el ejemplo de catequizar y bautizar a los niños, porque por la fe y confesión de los padres, los niños se libran sin duda del diablo en el bautismo, ya que ellos no pueden saber ni hacer por sí nada de bueno ni de malo.

Pseudo-Jerónimo. En sentido místico, esta mujer pagana que ruega por su hija, es nuestra madre la Iglesia romana, y el pueblo de occidente -nacido bajo el poder del demonio y de la barbarie- de perro que era, se convierte en oveja, puesto que desea tomar, no el pan partido de la letra, sino las migajas de la inteligencia espiritual.

Teofilacto. También cuando peca cada uno de nosotros, representa en su alma a esta mujer; así como sus malas acciones a la hija enferma, a la que posee el demonio, porque suyas son las acciones malas. Se llama cachorrillos llenos de impureza a todos los pecadores que no somos dignos por lo mismo de recibir el pan de Dios o de participar de sus santos misterios. Pero si por la humildad nos reconocemos como cachorrillos y confesamos nuestros pecados, entonces cura la hija, esto es, nuestra mala acción.


MARCOS 7,31-37


6731 (Mc 7,31)

Dejando Jesús otra vez los confines de Tiro, se fue por los de Sidón, hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Y presentáronle un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese sobre él su mano (para curarle) Y apartándole Jesús (del bullicio) de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con la saliva le tocó la lengua, y alzando los ojos al cielo arrojó un suspiro y díjole: "Efetá", que quiere decir: "abríos". Y al momento se le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de la lengua, y hablaba claramente. Y mandóles que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, con tanto mayor empeño lo publicaban, y tanto más crecía su admiración, y decían: "Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos". (vv. 31-37)

Teofilacto. No quería el Señor detenerse entre los gentiles, ni dar motivo a los judíos de que lo creyeran transgresor de la ley por mezclarse con aquéllos, por lo cual se vuelve luego, según estas palabras: "Dejando Jesús otra vez", etc.

Beda, in Marcum, 2, 31. Decápolis es el país de las diez ciudades al otro lado del Jordán, al oriente, frente a Galilea. Cuando dice que el Señor llegó al mar de Galilea hacia el centro de Decápolis, no quiere decir que entró en Decápolis ni que atravesó el mar, sino más bien que en el mar llegó hasta un punto desde donde alcanzaba a ver el centro de Decápolis a lo lejos, más allá del mar.

"Y presentáronle un hombre sordo", etc.

Teofilacto. Lo cual se pone con razón después que fue librado el poseído, porque aquella enfermedad procedía del demonio.

"Y apartándole Jesús", etc.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Separa de la gente al sordo y mudo, para no hacer públicos sus milagros divinos, enseñándonos así a despojarnos de la vanidad y del orgullo; porque no hay nada en el poder de hacer milagros que equivalga a la humildad y a la modestia. Le metió los dedos en las orejas, pudiendo curarle sólo con su voz, para manifestar que su cuerpo unido a la Divinidad estaba enriquecido con el poder divino, así como sus obras. Y como por el pecado de Adán la naturaleza humana cayó en muchas enfermedades y en la debilidad de los miembros y los sentidos, Cristo demostró en sí mismo la perfección de esta naturaleza, abriendo los oídos con su dedo y dando el habla con su saliva: "Y con la saliva le tocó la lengua".

Teofilacto. Esto demuestra que todos los miembros de su sagrado cuerpo son santos y divinos, como la saliva con que dio flexibilidad a la lengua del mudo. Porque es cierto que la saliva es una superfluidad; pero todo fue divino en el Señor.

"Y alzando los ojos al cielo, arrojó un suspiro", etc.

Beda, in Marcum, 2, 31. Alzó los ojos al cielo, para enseñarnos que es de allí de donde el mudo debe esperar el habla, el sordo el oído y todos los enfermos la salud. Y arrojó un gemido, no porque para demandar algo a su Padre tuviera necesidad de ello, El que satisface, con su Padre, a todos los que lo piden, sino para hacernos ver que es con gemidos como debemos invocar su divina piedad por nuestros errores o los de nuestros prójimos.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. O bien: gimió tomando a su cargo nuestra causa y compadecido de nuestra naturaleza, viendo la miseria en que había caído el género humano.

Beda, in Marcum, 2, 31. La palabra epheta, que significa abríos, corresponde propiamente a los oídos, porque han de abrirse para que oigan, así como para que pueda hablar la lengua hay que librarla del freno que la sujeta. "Y al momento se le abrieron los oídos", etc. Aquí se ven de un modo manifiesto las dos distintas naturalezas de Cristo; porque alzando los ojos al cielo como hombre, ruega a Dios gimiendo y, en seguida, con divino poder y majestad cura con una sola palabra.

"Y mandóles, continúa, que no lo dijeran a nadie".

San Jerónimo. Con esto nos enseñó a no glorificarnos en nuestro poder, sino en la cruz y la humillación.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. Mandó, pues, que callaran el milagro, a fin de no hacer que los judíos perpetrasen por envidia su homicidio antes de tiempo.

Pseudo-Jerónimo. Una ciudad situada en la cima de un monte, y que se ve de todas partes, no puede ocultarse; y la humildad precede siempre a la gloria (Pr 15,33) "Pero cuanto más se lo mandaba, prosigue, con tanto mayor empeño lo publicaban", etc.

Teofilacto. En esto debemos aprender, cuando hagamos un beneficio a cualquiera, a no buscar el menor aplauso o alabanza; a alabar a nuestros bienhechores y publicar sus nombres, aunque ellos no quieran.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 4, 4. ¿Para qué, pues, El, que conoce la voluntad de los hombres tanto la presente como la futura, les mandaba que no dijeran nada, sabiendo que habían de decirlo tanto más cuanto más les encargaba el secreto, si no fuera para mostrar a los perezosos con cuánto estudio y fervor deben anunciarle ellos, a quienes manda que lo anuncien, cuando así lo hacen aquellos a quienes ordena el secreto?

Glosa. La fama de las curas que Jesús había obrado aumentaba la admiración de las gentes y el rumor de los beneficios que había hecho. "Y tanto más, sigue, crecía su admiración, y decían: Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos".

Pseudo-Jerónimo super Et iterum exiens de finibus. En sentido místico, Tiro, que significa lugar estrecho, simboliza la Judea, a quien dice el Señor: "Porque el lecho es angosto" (Is 28); por lo cual se traslada a otras naciones. Sidón significa caza: la bestia salvaje es nuestra nación y el mar la inconstancia que nunca cesa. Porque es en medio de Decápolis, en cuya palabra se interpretan los mandamientos del Decálogo, a donde fue el Salvador para salvar a las naciones. El género humano, compuesto de tantos miembros y consumido por tan diversas enfermedades como si fuera un solo hombre, se encuentra todo en el primer hombre: no ve teniendo ojos, no oye teniendo oídos, y no habla teniendo lengua. Le rogaban que pusiera su mano sobre él, porque muchos justos y patriarcas querían y deseaban la Encarnación del Señor.

Beda, in Marcum, 2, 31. O bien es sordo y mudo el que no tiene oídos para oír la palabra de Dios, ni lengua para hablarla; y es necesario que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan al Señor a los que ha de curar.

Pseudo-Jerónimo. Porque siempre el que merece ser curado es conducido lejos de los pensamientos turbulentos, de las acciones desordenadas y de las palabras corrompidas. Los dedos que se ponen sobre los oídos son las palabras y los dones del Espíritu Santo, de quien se ha dicho: "El dedo de Dios está aquí" (Ex 8,19) La saliva es la divina sabiduría, que abre los labios del género humano para que diga: Creo en Dios, Padre omnipotente, y lo demás. Gimió mirando al cielo, así nos enseñó a gemir y a hacer subir hasta el cielo los tesoros de nuestro corazón; porque por el gemido de la compunción interior se purifica la alegría frívola de la carne. Se abren los oídos a los himnos, a los cánticos y a los salmos. Desata el Señor la lengua, para que pronuncie la buena palabra, lo que no pueden impedir las amenazas ni los azotes.


MARCOS 8,1-9


6801 (Mc 8,1-9)

"Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez un gran concurso de gentes, y no teniendo qué comer, convocados sus discípulos, les dijo: "Me da compasión esta multitud de gentes, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos". Respondiéronle sus discípulos: "Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?" El les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?" Respondieron: "Siete". Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra; y tomando los siete panes, dando gracias, los partió; y dábaselos a sus discípulos para que los distribuyesen entre la gente, y se los repartieron. Tenían además algunos pececillos: bendíjolos también, y mandó distribuírselos. Y comieron hasta saciarse; y de las sobras recogieron siete espuertas; siendo al pie de cuatro mil los que habían comido; en seguida Jesús los despidió". (vv. 1-9)

Teofilacto. Después del referido milagro de la multiplicación de los panes, obra el Señor otro semejante en una nueva ocasión que se le ofrece. "Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez una gran cantidad de gente", etc. Los milagros que hacía no eran siempre acerca del sustento, para que no fuera ésta la causa de que lo siguiese la multitud; y no haría ahora este milagro, si no la viera en peligro. "Y si los envío a sus casas en ayunas, prosigue, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos".

Beda, in Marcum, 2, 32. San Mateo explica más extensamente por qué viniendo de lejos esperaron tres días, diciendo: "Y subiendo a un monte, sentóse en él. Y se llegaron a El muchas gentes, trayendo consigo infinidad de enfermos, y los pusieron a sus pies, y curólos" (Mt 15,19-20)

Teofilacto. Los discípulos no comprendían todavía, ni los milagros anteriores les hacían creer en su poder; por lo cual dice: "Respondiéronle sus discípulos: Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?". Pero el Señor no los reprende por esto, pues quiere enseñarnos a no airarnos contra los que no saben y los que no comprenden, de cuya ignorancia, más bien nos debemos compadecer. "Y El les preguntó, continúa: ¿Cuántos panes tenéis? Respondieron: Siete".

Remigio, sobre San Mateo. No les preguntó porque ignorara cuánto tenían, sino porque contestándole que siete, cantidad bien pequeña, hacían más notable y famoso el milagro. Y sigue: "Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra". En la primera comida los manda sentar sobre la yerba, y aquí sobre la tierra. "Y tomando, continúa, los siete panes, dando gracias, los partió", etc. En esta acción de gracias nos dio ejemplo para que se las demos a Dios por todos los beneficios que nos hace. Y es de notar que el Señor no dio los panes a la multitud, sino a sus discípulos, los cuales se los dieron a aquélla: "Y dábaselos a sus discípulos", etc. Les manda distribuir no solamente los panes, sino también los peces, después de haberlos bendecido. "Tenían además algunos pececillos", etc.

Beda, in Marcum, 2, 32. En este pasaje es de considerar la distinta operación de la divinidad y de la humanidad en la sola persona de nuestro Redentor, y por consiguiente el error de Eutiques, que pretendió enseñar que no había más que una operación en Cristo, y que por tanto debe ser rechazado más allá de los confines del cristianismo. ¿Quién no ve, pues, que el moverse a piedad por aquella gente revela en el Señor el afecto y compasión que le inspira la fragilidad humana? Y el milagro de dar de comer a cuatro mil personas con siete panes y algunos peces, ¿no es la obra de su divinidad? "Y de las sobras, continúa, recogieron siete espuertas", etc.

Teofilacto. No son las muchedumbres, que comieron hasta saciarse, las que se llevan los restos del pan, sino los discípulos, como se ha dicho antes; lo cual nos enseña a contentarnos con tener lo necesario, que es lo conveniente, y a no pretender más. Se hace mención después del número de los que comieron. "Siendo alrededor, dice, de cuatro mil los que habían comido", etc. Aquí debemos de observar que Jesús no despidió a nadie sin comer, porque quiere que todos se alimenten de su gracia.

Beda, in Marcum, 2, 32. En sentido figurado, entre esta comida y la de los cinco panes y dos peces hay la diferencia de que en aquélla se figura el Antiguo Testamento, y en ésta la verdad y la gracia del Nuevo Testamento que se han de administrar a los fieles. La muchedumbre que espera tres días al Señor por la cura de los enfermos, como refiere San Mateo (cap. 15), son los elegidos en la fe de la Santísima Trinidad, que suplican por sus pecados con instancia y perseverancia; o porque se convierten al Señor de pensamiento, palabra y obra.

Teofilacto. O bien los que esperan durante tres días son los bautizados, puesto que el bautismo, que se llama iluminación, se completa con tres inmersiones.

San Gregorio Magno, Moralia, 1, 9. Quiere que coman antes de que se vayan, para que no desfallezcan en el camino; porque conviene que reciban en la predicación la palabra de consuelo, a fin de que, privados del alimento de la verdad, no sucumban en el continuo trabajo de esta vida.

San Ambrosio, in Lucam, 6, 73. Dios, bondadoso en extremo, exige celo, da las fuerzas, no quiere despedirlos sin que coman antes para que no desfallezcan en el camino. Es decir, o en el curso de la vida, o antes que lleguen al término de ella, que es el Padre, y a entender que Cristo viene del Padre. Y, al mismo tiempo, para que después de haber admitido que ha nacido de una Virgen, no juzguen acaso que su poder es de hombre y no de Dios. Jesús nuestro Señor distribuye la comida, y a ninguno se la niega; porque, siendo dispensador de todos, a todos quiere dársela. Pero cuando parte el pan y se los da a sus discípulos, si no extiendes tus manos para recibir tu parte, desfallecerás en el camino y no podrás culpar por ello al que, lleno de misericordia ha repartido el pan.

Beda, in Marcum, 2, 32. Los que vuelven a la penitencia después de las plagas de la carne, de los robos, de las violencias y homicidios, esos vienen de lejos al Señor; porque cuanto más ha errado uno en malas obras, tanto más se aleja de Dios omnipotente. Los creyentes entre los gentiles vinieron de lejos a Cristo, en tanto que los judíos, instruidos acerca de El por la ley y los profetas, vinieron de cerca. En la comida de los cinco panes se sienta la muchedumbre sobre la verde yerba, y en ésta sobre la tierra, porque si la ley prescribía que se reprimiesen los deseos de la carne, por el Nuevo Testamento se nos manda menospreciar al mundo y los bienes temporales.

Teofilacto. Los siete panes son las palabras espirituales, puesto que el número siete es figura del Espíritu Santo, que lo perfecciona todo, como se perfecciona o completa nuestra vida en siete días.

Pseudo-Jerónimo. O bien los siete panes son los dones del Espíritu Santo y los restos la significación mística de sus siete formas.

Beda, in Marcum, 2, 32. El partir el pan el Señor significa la manifestación de los misterios. Su acción de gracias el gozo que le causa la salvación del género humano. La entrega del pan a sus discípulos para que lo repartan significa, en fin, que ha dado a los Apóstoles los dones espirituales de la ciencia y que por su ministerio quiere distribuir a su Iglesia el sustento de vida.

Pseudo-Jerónimo. Los pececillos benditos son los libros del Nuevo Testamento, puesto que después de su resurrección el Señor pide una parte del pez asado. O bien por los peces hemos de entender a los santos, cuya fe, vida y pasiones están contenidas en el Nuevo Testamento; estos, librados de las turbulentas borrascas de este mundo, nos han mostrado con su ejemplo el alimento del espíritu.

Beda, in Marcum, 2, 32. Los apóstoles se llevan lo que había sobrado después de saciarse la multitud, porque los preceptos más elevados de la perfección, que no puede alcanzar el pueblo, pertenecen a los que se han aventajado entre los que sirven a Dios. Y sin embargo dice el Evangelista que se sació la muchedumbre, porque aunque no pueda abandonar lo suyo ni cumplir lo que se dice de las vírgenes, llega con todo a la vida eterna cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios.

Pseudo-Jerónimo. Los siete cestos son las siete iglesias, y las cuatro mil personas son el año del Nuevo Testamento con cuatro estaciones. Y hay motivo para que sean cuatro mil personas, pues por este número se enseña que su alimento está en el pasto de los Evangelios.

Teofilacto. O bien los cuatro mil son los perfectos en las cuatro virtudes, y por esto, los más fuertes -por así decirlo-, comieron más de lo que dejaron. En este milagro quedan siete cestas de pan, y doce en el de los cinco panes, porque los cinco mil, llenos sus sentidos hasta la saciedad no pudieron comer todo y se contentaron dejando muchos restos.


MARCOS 8,10-21


6810 (Mc 8,10)

E inmediatamente embarcándose con sus discípulos, pasó al territorio de Dalmanutá, donde salieron los fariseos, y empezaron a disputar con El, pidiéndole, con el fin de tentarle, que hiciese algún prodigio del cielo. Mas Jesús, arrojando un suspiro de lo íntimo del corazón, dijo: "¿Por qué pedirá esta raza de hombres un prodigio? En verdad os digo que a esa gente no se le dará el prodigio". Y dejándolos, se embarcó otra vez, pasando a la ribera opuesta. Habíanse olvidado los discípulos de hacer provisión de pan, ni tenían más que un solo pan consigo en la barca. Y Jesús los amonestaba diciendo: "Estad alerta, y guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes". Mas ellos discurriendo entre sí se decían uno al otro: "En verdad que no hemos tomado pan". Lo cual, habiéndolo conocido Jesús les dijo: "¿Qué andáis discurriendo sobre que no tenéis pan? ¡Todavía estáis sin conocimiento ni inteligencia! ¡Aún está oscurecido vuestro corazón! ¡Tendréis siempre los ojos sin ver y los oídos sin percibir! Ni os acordáis ya de cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres: ¿Cuántos cestos llenos de las sobras recogisteis entonces?" Dícenle: "doce". "Pues cuando yo dividí siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas sacasteis de los fragmentos?" Dícenle: "Siete". "¿Y cómo es, les añadió, que todavía no entendéis lo que os decía?" (vv. 10-21)

Teofilacto. Después que el Señor obró el milagro de los panes, se fue inmediatamente a otro lugar, a fin de que la muchedumbre no lo tomase para hacerlo rey. "E inmediatamente -dice- embarcándose con sus discípulos, pasó al territorio de Dalmanuta".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 51. Se lee en San Mateo (Mt 15,39) que fue al territorio de Magedan; pero no se puede dudar que sea el mismo lugar con ambos nombres, puesto que la mayor parte de los códices, también según San Marcos, no dicen sino Magedan.

"Salieron los fariseos, y empezaron a disputar con El, pidiéndole, con el fin de tentarle, que hiciese algún prodigio del cielo".

Beda, in Marcum, 2, 33. Los fariseos le piden ciertamente un prodigio del cielo para que, como había hartado por segunda vez con pocos panes a muchos miles de hombres, renueve ahora a imitación de Moisés el milagro del maná haciéndolo caer del cielo sobre todo el país para alimentar a todo el pueblo. De esta petición habla San Juan en su Evangelio diciendo: "¿Pues qué milagro haces tú para que nosotros veamos y creamos? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Dióles a comer pan del cielo" (Jn 6,30-31)

Teofilacto. O bien quieren que el prodigio que piden del cielo sea que haga parar al sol y a la luna, que caiga granizo y que cambie el aire, porque creían que, animado por el espíritu de Beelzebub, no podía hacer prodigios del cielo, sino solamente de la tierra.

Beda, in Marcum, 2, 33. Así como había dado gracias al dar de comer a la muchedumbre creyente, así gime ahora por la petición insensata de los fariseos. Porque abrazando en su afecto a toda la humanidad, así como se complace con la salvación de los hombres, así también se conduele de sus errores. "Mas Jesús -continúa- arrojando un suspiro de lo íntimo del corazón, dijo: ¿Por qué pedirá esta raza de hombres un prodigio? En verdad os digo que a esa gente no se le dará el prodigio". Esta negación es conforme al Salmo 88 (v. 36): "Una vez para siempre juré por mi santo nombre, que no faltaré a lo que he prometido a David".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 51. No debe llamar la atención que no diga San Marcos que respondió a los que pedían un prodigio del cielo lo mismo que San Mateo de Jonás, y que se limite a decir que contestó el Señor: "Mas no se le dará el prodigio que pide" (Mt 12,39) Esto es, el prodigio tal cual lo piden, porque omite decir de Jonás lo que refiere San Mateo.

Teofilacto. No los atiende el Señor, porque será otro el tiempo de los prodigios del cielo, a saber, cuando con el segundo advenimiento se conmuevan las potestades de los cielos, y se apague la luz de la luna. En el tiempo del primer advenimiento no hay nada semejante, que todo en él está lleno de mansedumbre.

Beda, in Marcum, 2, 33. No debía obrarse un prodigio del cielo para la generación de los que tentaban al Señor. Pero se manifestará ese prodigio a la de los que buscan al Señor, cuando suba al cielo a vista de sus apóstoles.

"Y dejándolos -prosigue- se embarcó otra vez, pasando a la ribera opuesta".

Teofilacto. El Señor despide como incorregibles a los fariseos, porque se debe insistir en donde hay esperanza de corrección; pero no donde no la hay.

"Habíanse olvidado los discípulos de hacer provisión de pan, ni tenían más que un solo pan consigo", etc.

Beda, in Marcum, 2, 33. Pero ¿cómo no tenían pan, preguntará alguno, cuando subieron a la barca inmediatamente después de haber llenado de él siete espuertas? Pero la Escritura nos testifica que se olvidaron de llevarlo consigo (Mt 16), indicio del poco cuidado que tenían de sus cuerpos, cuando no pensaban en proveer a su primera necesidad, ocupados solamente en el pensamiento de seguir a su Señor.

Teofilacto. Se olvidaron los discípulos de coger el pan, porque así, reprendidos por Cristo, se harían mejores y llegarían a conocer su poder. "Y Jesús -prosigue- los amonestaba diciendo: Estad alerta; y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum. San Mateo dice: De la levadura de los fariseos y saduceos (Mt 16,6); San Marcos de los fariseos y de Herodes; y San Lucas (Lc 12,1) de los fariseos solamente. Los tres Evangelistas nombran a los fariseos como a los principales, pero San Mateo y San Marcos los juntan con los saduceos y con Herodes, mencionando convenientemente a éste San Marcos; y dejando San Mateo a los herodianos para el suplemento de su narración. Hablando así, instruye paulatinamente a sus discípulos en el sentido y fin de sus palabras.

Teofilacto. Llama levadura de los fariseos y herodianos a su doctrina por lo dañina, fácil de corromperse y llena de la antigua malicia: los herodianos eran los doctores que decían que Herodes era Cristo.

Beda, in Marcum, 2, 33. O bien: la levadura de los fariseos es el posponer los decretos de la ley divina a las tradiciones de los hombres; predicar la ley con las palabras, e impugnarla con los hechos; tentar al Señor y no creer en su doctrina ni en sus obras. La levadura de Herodes es el adulterio, el homicidio, la temeridad del juramento, la hipocresía y el odio a Cristo y a su precursor.

Teofilacto. Los mismos discípulos creyeron que el Señor hablaba de la levadura del pan. "Mas ellos discurriendo entre sí se decían uno al otro: En verdad que no hemos tomado pan". Pero hablaban así porque no comprendían el poder de Cristo, que podía hacer pan con nada, y por esto los reprende el Señor. "Lo cual habiéndolo conocido Jesús, les dijo: ¿Qué andáis discurriendo sobre que no tenéis pan?"

Beda, in Marcum, 2, 33. Con el precepto: "Guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes", les enseña el Señor lo que significan los cinco y los siete panes, que les recuerda en las siguientes palabras: "Ni os acordáis ya de cuando repartí cinco panes?" etc. Si, pues, la levadura predicha significa las tradiciones perversas, ¿por qué el alimento que dio el Señor al pueblo no habrá de significar la verdadera doctrina?





Catena aurea ES 6714