Catena aurea ES 9508

LUCAS 5,8-11


9508 (Lc 5,8-11)

Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador". Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían cogido. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: "No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres". Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron. (vv. 8-11)

San Ambrosio. San Pedro se admiraba de los dones de Dios; y cuanto más tenía, menos presumía. Por lo que dice: "Y cuando esto vio Simón, Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador".

San Cirilo.Trayendo a la memoria todos los pecados que había cometido, tiembla y se estremece, como sucede generalmente que el que está manchado no cree que pueda ser aceptable delante del que está limpio. Sabía por la ley -o había aprendido por la ley-, que debe distinguirse entre el bueno y el malo.

San Gregorio Niceno. Cuando mandó arrojar las redes, se cogió tanta cantidad de peces, cuanta quiso el Señor del mar y de la tierra. La palabra del divino Verbo siempre es la palabra del poder, a cuyo mandato habían nacido la luz y todas las demás criaturas en el principio del mundo. San Pedro se admira de todo esto: "Porque él, y todos los que con él estaban, quedaron atónitos", etc.

San Agustín, de cons. evang. 4, 17. No nombra a San Andrés, el cual debía estar en la misma barca, como dicen San Mateo y San Marcos. Prosigue: "Y Jesús le dijo a Simón: 'No temas'.

San Ambrosio. Di tú también: Señor, apártate de mí, porque soy un hombre pecador, para que Dios responda: "No temas". Debemos confesar nuestros pecados al Señor para que nos trate con indulgencia. Ve cuán bueno es el Señor, cuando concede a los hombres el gran poder de vivificar. Prosigue: "De aquí en adelante serás pescador de hombres".

Beda. Esto se refería a San Pedro de una manera especial, porque así como entonces cogía los peces por medio de sus redes, más adelante habría de coger a los hombres por medio de la palabra. Le da a conocer, a la vez, el orden de todo lo que había de suceder en la Iglesia -cuyo tipo era él- y que todos los días se viene verificando.

Crisóstomo. Observa también la fe y la obediencia de los apóstoles.Teniendo entre manos el trabajo de la apetecida pesca, no se detuvieron en cuanto oyeron la voz del Señor que les mandaba sino que, abandonadas todas las cosas, lo seguían. Una obediencia igual exige Jesucristo de nosotros. Y debemos dejar todas las cosas cuando nos llama, aun cuando nos apremie algo muy necesario; de donde prosigue: "Y acercadas las barcas a tierra", etc.

San Agustín, de cons. evang. 2, 17. San Mateo y San Marcos refieren cómo sucedió esto de una manera breve. San Lucas lo explica de una manera más clara; en lo cual parece que hay alguna diferencia, porque recuerda que únicamente a San Pedro dijo el Señor: "Desde aquí en adelante serás pescador de hombres", y los otros dos Evangelistas dicen que el Señor dijo esto mismo, pero a los dos hermanos. Sin embargo, pudo suceder que primero se lo dijese a San Pedro, porque se había admirado de la gran cantidad de peces que había cogido, según insinúa San Lucas, y a los dos después, lo cual contaron los dos primeros Evangelistas. También puede entenderse que primero medió lo que dijo San Lucas, porque entonces todavía no habían sido llamados por el Señor, sino que solamente se había dicho a San Pedro que sería pescador de hombres; pero no que nunca habría de pescar peces. De aquí se da a entender que aquéllos volverían a pescar peces, y que después sucedería lo que refieren San Mateo y San Marcos. Entonces no habían sacado las barcas a tierra, como con el cuidado de volver a lo mismo, sino que le siguieron, como que los llamaba o mandaba. Pero si, según San Juan, San Pedro y San Andrés habían seguido a Jesús desde las orillas del Jordán, ¿cómo dicen otros Evangelistas que los encontró en Galilea pescando, y los llamó para discípulos suyos? Pero debe entenderse que vieron al Señor junto al Jordán, sin unirse a El inseparablemente, sino que tan sólo conocieron quién era, y habiéndole admirado, se retiraron a sus lugares.

San Ambrosio. En sentido místico, diciendo: "Señor, apartaos de mi", Pedro niega que los que coge con la palabra sean su conquista y su botín. Tampoco tú temas referir a Dios lo que tienes, porque El nos ha concedido lo que era suyo.

San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2. O de otro modo, Pedro, en representación de la Iglesia, llena de hombres pecadores, dice: "Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador"; como si la Iglesia, llena de una multitud de hombres pecadores, y casi sumergida por sus costumbres, alejase de ella en cierto modo el reino de las cosas espirituales, en las que sobresale especialmente la persona de Jesucristo. Los hombres no dicen esto con palabras a los buenos ministros del Señor para alejarlos de sí; pero, con la palabra de sus costumbres y de sus acciones, los obligan a que se separen de ellos, para no ser dirigidos por buenos, y con tanto mayor motivo cuanto que así los honran; como San Pedro figuraba su respeto, postrándose a los pies del Señor, al recordar su vida pasada, diciendo: "Señor, apartaos de mí".

Beda. Conforta el Señor el temor de los carnales, para que ninguno, temblando a causa de su conciencia culpable, o desalentado a la vista de la inocencia de otros, tema entrar en el camino de la santidad.

San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2. El Señor, no separándose de ellos, da a entender que hombres buenos y espirituales no deben asustarse por los pecados de las turbas, ni tener la voluntad -para vivir con más seguridad y paz- de abandonar el ministerio eclesiástico. En cuanto a que sacaron los barcos a tierra y, dejando todas las cosas, lo siguieron, puede significar el fin del tiempo, en el cual los que hayan continuado unidos a Cristo se apartarán enteramente de la mar de este mundo.

LUCAS 5,12-16


9512 (Lc 5,12)

Y aconteció que, estando en una de aquellas ciudades, vino un hombre cubierto de lepra; y cuando vio a Jesús, se prosternó contra tierra y le rogó, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús, extendiendo la mano, le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio". Y luego desapareció de él la lepra. Y le mandó que no lo dijese a ninguno: "Mas ve, le dijo, y muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, en testimonio a ellos". Y tanto más se extendía su fama: Y acudían muchas turbas para oírle y para ser curados de sus enfermedades. Mas El se retiraba al desierto y oraba. (vv. 12-16)

San Ambrosio, in Lucam lib. 5. El cuarto milagro que hizo el Señor desde que vino a Cafarnaúm fue sanar al leproso. Si en el principio alumbró el día cuarto por medio del sol, y lo hizo más claro que los demás, debemos considerar que este cuarto milagro es más evidente que los otros, del cual se dice: "Y aconteció que estando en una de aquellas ciudades, vino un hombre cubierto de lepra", etc. No se expresa el lugar donde fue curado el leproso, para demostrar que no es un sólo pueblo de una ciudad particular, sino que todos los pueblos habían sido sanados.

San Atanasio, in Cat. graec. Patrum. Adoró el leproso al Señor Dios existente en un cuerpo; y no por la carne creyó que el Verbo de Dios fuese creatura, ni porque era Verbo despreció la carne que vestía; sino por el contrario, se postra contra tierra, adorando en un templo creado al Creador de todas las cosas; pues sigue: "Y viendo a Jesús, se postró, el rostro contra tierra y le suplicó".

San Ambrosio. El acto de arrodillarse delante del Señor da a entender su humildad y su pudor, con el fin de que cada uno se avergüence de los pecados de su vida; pero la vergüenza no detuvo su confesión, sino que mostró su herida y pidió la curación, diciendo: "Señor, si quieres puedes limpiarme". No dudó de la bondad del Señor porque desconociese su gran caridad, sino que, siendo consciente de su propia iniquidad, no presumió, pues rica es de religión y de fe la confesión, que se entrega a la voluntad de Dios.

San Cirilo.Conocía que la lepra no cedía a los experimentos de los médicos; pero vio que los demonios eran arrojados por la Majestad divina -y que todos los demás enfermos se curaban de otras enfermedades- y conjeturó que la diestra de Dios era la que hacía aquellas cosas.

Tito, Bostrense. Aprendamos también de las palabras del leproso a no buscar el remedio de las enfermedades sino por medio de la voluntad de Dios, a quien todo está sometido, que conoce el tiempo oportuno, y lo dispone todo en justicia.

San Ambrosio. Lo cura en la forma que había pedido; y prosigue: "Y el Señor, extendiendo la mano, le tocó, diciendo: Quiero", etc. La ley prohibía tocar a los leprosos; pero como el Señor era el autor de la ley, no estaba sujeto a ella. No lo tocó precisamente porque no pudiese curarlo sin tocarlo, sino para demostrar que no estaba obligado a la ley ni temía contagiarse como los hombres. No podía contaminarse quien curaba a los demás. Antes al contrario, la lepra, que ordinariamente mancha al que la toca, desapareció al contacto del Señor.

Teofilacto. La carne del Señor purifica y da la vida por el sólo hecho de ser la carne del Hijo de Dios.

San Ambrosio. Y en las palabras que añade: "Quiero, límpiate", puedes conocer la bondad del Salvador y el efecto de su piedad.

San Cirilo, ex Thesauri, lib. 12, cap. 14. El mandato supremo procede de la Majestad: ¿cómo, pues, se computa el Hijo Unigénito, que, con sólo querer, lo puede todo? Se dice de Dios Padre: "Que hizo todas las cosas que quiso" (Ps 113,3) Y el que goza de la potestad del Padre ¿cómo podrá distinguirse de El en la naturaleza? Todo lo que tiene el mismo poder suele ser de la misma sustancia. Además, admirad a Cristo, obrando divina y humanamente. Porque querer y hacer al punto todas las cosas es divino, pero extender la mano es humano. Pues bien, Cristo uno consta de ambas cosas, porque "el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14)

San Gregorio Niceno, Orat. 1, in Resur. Christi. Y como la divinidad se había unido a la pequeñez del hombre (esto es, con su alma y su cuerpo) en una y otra se manifestaban indicios de la naturaleza celestial. El cuerpo revelaba la divinidad oculta en El porque, con sólo palpar, prestaba los remedios; y el alma mostraba la virtud de Dios por medio de su voluntad omnipotente. Así como el sentido del tacto es propio del cuerpo, así la voluntad es propia del alma: el alma quiere, el cuerpo toca.

San Ambrosio. Dice pues "quiero", a causa de Fotino. Manda, a causa de Arrio. Toca, a causa de Maniqueo. No hay distancia alguna entre la obra de Dios y su mandato, para que conozcas el afecto del que cura y el poder de la obra. Y prosigue: "Y luego desapareció de él la lepra". Y para que la lepra no pueda pasar a otra cosa, cada uno debe tomar ejemplo en la humildad del Salvador, para evitar la vanagloria; porque sigue: "Y le mandó que no lo dijese a ninguno", enseñándonos que no debemos divulgar nuestros beneficios; sino que debemos abstenernos no solamente de obtener la recompensa del dinero, sino también la de la gracia. Puede que le mandase el silencio, porque estima que los que creen con una fe espontánea son mejores que los que creen por la esperanza de los beneficios.

San Cirilo.Aun callando el leproso, bastaba la voz del acontecimiento para contar a todos los que lo conocían el poder del que le había curado.

Crisóstomo, hom. 26, in Matth. Y como de ordinario cuando los hombres están enfermos se acuerdan más de Dios, y cuando se curan ya se olvidan de El, manda que tenga siempre presente a Dios, dándole gloria. Y prosigue: "Mas ve, muéstrate al sacerdote", para que el leproso, una vez curado, se presentase al sacerdote, y así, por medio del certificado de aquél, fuese contado entre los sanos.

San Ambrosio. Y para que el sacerdote entendiese también que aquel hombre no había sido curado en virtud de la ley, sino por la gracia del Señor que está sobre la ley. Ordenando ofrecer el sacrificio prescrito por Moisés, el Señor mostró que no disolvía la ley sino que la cumplía, de donde sigue: "Y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés".

San Agustín, de quae. evang. 2, 3. Parece que aquí aprueba el sacrificio establecido por Moisés, a pesar de que la Iglesia no lo acepta. Se entiende que lo ha mandado, porque el sacrificio del santo de los santos, que es Su Cuerpo, no había empezado aún; pues los sacrificios figurativos no debían ser abolidos antes que Aquel que figuraban no se estableciese por el testimonio de la predicación de los apóstoles y por la fe de los pueblos fieles.

San Ambrosio. También puede decirse que como la ley era espiritual, debía establecer un sacrificio espiritual. Y por esto dice: "Como mandó Moisés". Y a continuación añade: "En testimonio a ellos".

Tito. Los herejes interpretan esto mal, diciendo que fue dicho en menosprecio de la ley. ¿Cómo podía mandar que se ofreciese un sacrificio por la curación según había establecido Moisés, si esto lo mandaba en contra de la ley?

Crisóstomo, in hom 26, in Mat. Por tanto dice: "En testimonio a ellos", porque en este hecho se manifiesta que Jesucristo es muy superior en excelencia a Moisés; pues como Moisés era insuficiente para curar a su hermana de la lepra, pedía al Señor que la curase; pero el Salvador, haciendo uso de su divino poder, dijo: "Quiero, sé limpio".

San Cirilo.O de otro modo, "En testimonio contra ellos", esto es para reprender a aquéllos, y para probar que respetaba la ley. Cuando yo te haya curado, te mando a la presencia de los sacerdotes, para que atestigües que no he pecado contra la ley. Y aun cuando el Señor, a la vez que aplicaba el remedio decía que no se lo contase a nadie -enseñándonos a huir de la soberbia-, su fama volaba por todas partes, llevando aquél las noticias de sus milagros para que fuesen conocidos de todos. Y prosigue: "Y tanto más se extendía su fama", etc.

Beda. La perfecta curación de uno sólo excita a muchas turbas a seguir al Señor. De aquí prosigue: "Y acudían muchas turbas para ser curados", etc. Para dar a conocer que el leproso había sido curado interior y exteriormente, le mandó que ocultase el beneficio recibido, pero como dice San Marcos él no calla.

San Gregorio, Moralium 6, 17 super Job 5, 26. De día nuestro Redentor hace milagros en las ciudades, y dedica la noche a la oración. Prosigue: "Mas El se retiraba al desierto a orar"; para dar a entender a los buenos predicadores que no abandonen enteramente la vida activa, por amor a la contemplativa; y a no despreciar los goces de la contemplación por una actividad excesiva, sino que beban en la quietud de la contemplación lo que derramaron hablando, ocupados en el prójimo.

Beda. Cuando se retira a orar, no lo atribuyas a la naturaleza, que dice: "Quiero, sé limpio"; sino a aquélla que, extendiendo la mano, toca al leproso. No porque, según Nestorio, haya dos personas del Hijo, sino que en El se dan dos operaciones en una misma persona (porque consta de dos naturalezas)

San Gregorio Naz., Or. 28. De ordinario hacía sus obras en poblado y sus oraciones en el desierto, para autorizarnos a tomar algún descanso, a fin de que hablemos a Dios con la sinceridad de nuestra alma. El no necesitaba ni de retiro ni de soledad porque, siendo Dios, no tenía ni qué expiar ni por qué recogerse, sino que quería mostrarnos la hora de las obras y la de la contemplación, y enseñarnos el tiempo oportuno de la acción y el de otra ocupación más sublime.

Beda. El leproso representa típicamente al género humano debilitado por los pecados, lleno de lepra "porque todos pecaron y necesitan de la gracia de Dios" (Rm 3,23); para que extendida la mano (esto es, tocando el Verbo de Dios la naturaleza humana), se purifiquen de sus viejos errores y ofrezcan por la purificación la hostia viva de su cuerpo.

San Ambrosio. Si, pues, el divino Verbo es la medicina de la lepra, el menosprecio del Verbo es la lepra del alma.

Teofilacto. Considera que, cuando alguno es purificado, entonces es hecho digno para ofrecer este sacrificio, esto es, el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del Señor.

LUCAS 5,17-26


9517 (Lc 5,17-26)

Y aconteció que un día, El estaba sentado enseñando, y había también sentados unos fariseos y doctores de la ley, que habían venido de todos los pueblos de la Galilea y de la Judea y de Jerusalén: y la virtud del Señor obraba para sanarlos. Y vinieron unos hombres, que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico, y le querían meter dentro y ponerle delante del Señor: mas no hallando por dónde poderlo meter por el tropel de la gente, subieron sobre el tejado y le descolgaron con su cama, poniéndole en medio delante de Jesús. Y cuando vio la fe de ellos dijo: "Hombre, perdonados te son tus pecados". Y los escribas y fariseos comenzaron a decir: "¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" Y Jesús, como entendió los pensamientos de ellos, les respondió y dijo: "¿Qué pensáis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Perdonados te son tus pecados; o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dijo al paralítico), a ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa". Y se levantó luego a vista de ellos, y tomó el lecho en que yacía, y se fue a su casa, dando gloria a Dios. Y quedaron todos pasmados, y daban gloria a Dios. Y penetrados de temor, decían: "Maravillas hemos visto hoy". (vv. 17-26)

San Cirilo.Los escribas y los fariseos, que eran testigos de los milagros de Jesús, le oían también cuando predicaba. Por esto dice el Evangelista: "Y aconteció que un día El estaba sentado enseñando, y había también sentados allí unos fariseos", etc. Y el poder del Señor obraba para curarlos, no porque hubiese recibido el poder de otro, sino porque, como Dios y Señor, obraba con autoridad propia. Muchas veces los hombres se hacen dignos de las gracias espirituales, pero se apartan ordinariamente del fin que se propone el Autor de los dones. Esto no sucedió en Jesucristo, porque la gracia divina abundaba en El, para remedio de todos los males. Mas como era necesario hacer algo extraordinario en presencia de tantos escribas y fariseos como allí estaban reunidos, para demostrar su gran poder, quiso hacer el milagro del paralítico en presencia de los que le menospreciaban; en cuyo milagro, como la medicina era insuficiente, el enfermo era llevado por sus amigos a la presencia del Médico celestial. Por lo cual sigue: "Y vinieron unos hombres que traían sobre un lecho", etc.

Crisóstomo. Son dignos de admiración los que llevaban al paralítico porque, no habiendo podido meterlo por la puerta, inventaron un medio nuevo y extraño. De aquí prosigue: "Mas no hallando por dónde poderlo meter, subieron sobre el techo", etc. Rompiendo el techo, descendieron la camilla y colocaron al paralítico en medio de la casa. De aquí prosigue: "Y por el tejado le descolgaron". Alguno dirá que era poco elevado el lugar por el cual descendieron el lecho del paralítico.

Beda. Cuando el Señor se disponía a curar al paralítico, le perdona primero los pecados, dando a conocer que por sus culpas estaba enfermo, y que sin el perdón de sus pecados no podía recobrar el uso de sus miembros. De donde prosigue: "Y cuando vio la fe de ellos", etc.

San Ambrosio. Grande es el Señor que, por los méritos de unos, perdona a otros; y mientras prueba a unos, perdona a otros sus errores. ¿Cómo puede suceder, respecto de ti, que eres hombre, que tu compañero no tenga valimiento, cuando respecto de Dios, un simple esclavo tiene derecho de presentar sus méritos, y alcanzar el perdón? Si desconfías del perdón de tus graves pecados, encomiéndate a las oraciones de otros, acude a la Iglesia para que rueguen por ti, a fin de que el Señor te perdone por sus méritos lo que pudiera negarte a ti.


Crisóstomo, in Mat hom 30. Ocurría también que el paciente había tenido gran fe, pues no hubiera permitido que le introdujesen por el techo, si no hubiese creído.

San Agustín, , de cons. evang. 2, 45. Respecto de lo que dice: "Hombre, perdonados te son tus pecados", equivale a decir que se le perdonaban los pecados, pues, por ser hombre, no podía decir "no he pecado". También para que se entendiese que Aquel que perdonaba al hombre era Dios.

Crisóstomo. Cuando sufrimos corporalmente, procuramos separar de nosotros lo que nos daña; y por el contrario, cuando el alma está enferma diferimos el remedio, y por eso no somos curados aun de las enfermedades del cuerpo. Sequemos la fuente del mal y cesará la corriente de las enfermedades. Los fariseos no se atrevían a dar a conocer sus intenciones, porque temían a las turbas, y así solamente meditaban en su corazón. De donde prosigue: "Y los escribas y fariseos comenzaron a pensar y decir: ¿Quién es éste que habla blasfemias?".

Crisóstomo. Y en esto casi deciden darle muerte. Estaba mandado en la ley que se castigase con pena de muerte a todo el que blasfemase contra Dios.

San Ambrosio. Así el Hijo de Dios recibía de ellos un testimonio en favor de sus obras. Y en verdad que nada hace más fe que lo que se confiesa por fuerza, ni confirma tanto la prueba de culpabilidad como la negación de los que no dicen verdad. Y prosigue: "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" Gran locura de aquellas gentes sin fe se encuentra en este testimonio, porque mientras confiesan que sólo Dios puede perdonar los pecados, no creen en Dios, que es quien los perdona.

Beda. Bien dicen: sólo Dios puede perdonar los pecados, el cual los perdona también por medio de aquéllos a quienes da su poder. Y por lo tanto, se prueba que Cristo es verdaderamente Dios, porque puede perdonar los pecados como Dios.

San Ambrosio. El Señor, queriendo salvar a los pecadores, les da a conocer que es Dios, aclarándoles las cosas ocultas. Y prosigue: "Y para que conozcáis", etc.

San Cirilo.Como diciendo: Oh fariseos, vosotros decís: ¿quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? Os respondo: ¿Quién puede conocer los secretos del corazón, sino sólo Dios? El dice por medio de sus profetas (Jr 17,10) "Yo soy el Señor, que escudriña los corazones y reconozco las entrañas".

Crisóstomo, ut sup. Si sois incrédulos respecto de lo primero (esto es, en cuanto a la remisión de los pecados), añado: descubro vuestros pensamientos más íntimos. Más todavía, consolido el cuerpo del paralítico. Y prosigue el Salvador: "¿Qué es más fácil?", etc. Es claro que es más fácil fortalecer el cuerpo del paralítico; pues cuanto más noble es el alma que el cuerpo, tanto más excelente es la absolución de los pecados. Pero como aquello no lo creéis, porque está oculto, añadiré lo que es de menos importancia, pero más ostensible, a fin de que por ello se demuestre lo que está oculto. Y en verdad, cuando habló al enfermo no dijo: Te perdono tus pecados, dando a conocer así su autoridad propia, sino se te perdonan tus pecados. Pero como ellos le obligasen, declara terminantemente su propia autoridad, diciendo: "Pues para que sepáis", etc.

Teofilo. Observa que perdona los pecados en la tierra. Mientras estamos, pues, sobre la tierra, podemos obtener el perdón de nuestros pecados; pero en cuanto salimos de este mundo, no podemos confesar; se cierra la puerta.

Crisóstomo, in Mat hom 30. Demuestra el perdón de los pecados por medio de la curación del cuerpo. Por lo que prosigue: "Dice al paralítico: Te digo: Levántate". Demuestra la curación del cuerpo cuando le manda que lleve sobre sí su propio lecho, para que así no se crea fantasía lo que es una realidad. Y prosigue: "Toma tu lecho", como diciendo: Yo quería sanar por medio de tu enfermedad a los que parece que están sanos, pero que en realidad están enfermos del alma; pero como no quieren, enseña tú a los que viven contigo.

San Ambrosio. Y la curación no se hace esperar: a un mismo tiempo se oyen las palabras del Salvador, y se presencia la curación. De donde prosigue: "Y se levantó inmediatamente", etc.

San Cirilo.Con lo cual se demostró que podía perdonar los pecados sobre la tierra, diciendo esto por sí y para nosotros. El, pues, como Dios hecho hombre, perdona los pecados como Señor de la ley. Nosotros hemos recibido de El esta gracia tan admirable. Por eso dijo a sus discípulos: "Aquéllos de quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados" (Jn 20,23) ¿Cómo no perdona El más bien los pecados, que dar a otros ese poder? Los Reyes y los Príncipes de la tierra pueden perdonar a los criminales los castigos terrenos, pero no pueden perdonar los pecados.

San Ambrosio. Los incrédulos miran al que se levanta y se admiran de que se marche. Por lo que prosigue: "Y quedaron todos pasmados", etc.

Crisóstomo, in Mat hom 30. Poco a poco los judíos empiezan a alabar a Dios, pero no creen que Jesús sea Dios; se lo estorbaba la carne, y no creían que era poco considerarle como el más sublime de los mortales, y creer que descendía de Dios.

San Ambrosio. Quieren más bien temer los milagros de la mano de Dios, que creer en El. Y prosigue: "Y penetrados de temor", etc. Si hubieran creído, no hubiesen temido, sino que hubiesen amado; porque el amor perfecto expele al temor. La curación de este paralítico no es vana ni oscura, porque procedió la oración del Señor; pues no oró por necesidad, sino para dar ejemplo.

San Agustín, de cuest. evang., 2, 4. Puede verse en ese paralítico una imagen del alma, privada del uso de sus miembros, esto es, de sus operaciones para buscar a Jesucristo (esto es, la voluntad del Divino Verbo) Es impedida por las turbas, a saber, de sus pensamientos, hasta que levanta el techo -esto es, el velo de las Escrituras- y por esto llegan a conocer a Cristo, esto es, a descender piadosamente hasta la humildad de la fe.

Beda. Y se dice bien que la casa de Jesús estaba cubierta de tejas, porque bajo el velo despreciable de las letras se encuentra la virtud de la gracia espiritual.

San Ambrosio. Cada enfermo debe procurar quiénes pidan por su salud, para que por medio de sus oraciones se desligue la enfermedad de nuestra vida, y los pasos vacilantes de sus actos se reformen con el remedio del Verbo Divino. Haya pues, directores de las almas que eleven hacia el cielo el espíritu del hombre, entorpecido por la debilidad del cuerpo exterior, y cuyo auxilio le halle dócil, lo levante, lo humille para colocarle delante de Jesús, resultando digno de la mirada de Dios, pues el Señor mira a la humildad.

San Agustín, De quaest. Evang., 2, 4. Aquellos que depositan al paralítico, pueden significar los buenos doctores de la Iglesia. El lecho sobre el cual está depositado, significa que Cristo debe ser conocido por el hombre, constituido aun en esta carne.

San Ambrosio. Dando a conocer el Señor la verdadera esperanza de la resurrección, perdona los pecados de las almas y hace desaparecer la debilidad de los cuerpos. Esto es, pues, que todo el hombre ha sido curado. Aunque es grande perdonar los pecados a los hombres, es más divino resucitar los cuerpos, porque Dios es la resurrección; y el lecho que se manda recoger no es otra cosa que el cuerpo humano.

San Agustín, de cuest. evang. 2, 4. Para que la enfermedad del alma no descanse ya en los goces terrenos, como en su propio lecho; sino que refrene más las afecciones carnales, y se encamine hacia su casa, esto es, hacia el descanso de los secretos de su corazón.

San Ambrosio. O volver a su casa, esto es, al paraíso. Aquélla es la verdadera casa que recibió la primera al hombre y que no perdió por derecho, sino por fraude. Con razón, pues, se restituye, puesto que había venido el que aboliría el fraude y reformaría el derecho.

LUCAS 5,27-32


9527 (Lc 5,27)

Y después de esto salió, y vio a un publicano, llamado Leví, sentado en la oficina de los impuestos, y le dijo: "Sígueme": Y levantándose, dejó todas sus cosas, y le siguió. Y le hizo Leví un gran banquete en su casa, y asistió a él un grande número de publicanos y de otros que estaban sentados con ellos a la mesa. Y los fariseos y los escribas de ellos murmuraban, diciendo a los discípulos de El: "¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Los sanos no necesitan de médico, sino los que están enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia". (vv. 27-32)

San Agustín, de cons. evang. 2, 26. Después de la curación del paralítico, sigue hablando de la conversión del publicano, diciendo: "Y después de esto, salió y vio a un publicano, llamado Leví, que estaba sentado al banco". San Mateo es ese Leví.

Beda. Pero San Lucas y San Marcos, queriendo honrar al Evangelista, callan su nombre vulgar. San Mateo al principio de su Evangelio, acusándose a sí mismo, se llama Mateo y publicano; para que ninguno desespere de su salvación por la enormidad de sus pecados, puesto que él, de publicano que era, fue mudado en Apóstol.

San Cirilo.Leví era, pues, publicano, hombre avaro, desenfrenado en cuanto a las cosas superfluas, apetecedor de lo ajeno (esto es, pues, el oficio de los publicanos) Mas de las oficinas de la malicia es arrancado por el llamamiento de Cristo; de donde sigue: "Y díjole: Sígueme".

San Ambrosio. Manda que le siga, no con el movimiento del cuerpo, sino con el afecto del alma. Y así, llamado él por medio de la palabra, abandona lo propio el que antes tomaba lo ajeno. De donde prosigue: "Y levantándose, dejó todas sus cosas y le siguió".

Crisóstomo, in Mat. hom 31. En lo que puede verse el poder del que llama y la obediencia del llamado. Y no se resistió, ni siquiera vaciló, sino que en seguida obedeció; y no quiso siquiera volver a su casa a contar a su familia lo que le sucedía, como tampoco lo hicieron los pescadores.

San Basilio. Y no sólo abandonó la recaudación de contribuciones, sino que también menospreció los peligros que podían venirle, tanto a él como a su familia, por no rendir en debida forma las cuentas de la recaudación.

Teofilacto. Y así Jesucristo recibió tributo del que lo cobraba a los que pasaban; no recibiendo dinero, sino asociándolo a sí enteramente.

Crisóstomo, ut sup. El Señor honró el llamamiento de Leví, aceptando inmediatamente el convite que éste le hizo; esto le inspiraba más confianza. Por lo que sigue: "Y le hizo Leví un gran convite en su casa". Y no estuvo solo con él, sino que había muchos más. Por lo que sigue: "Y asistió a él un grande número de publicanos y de otros que estaban sentados con ellos a la mesa". Habían venido los publicanos a casa de Leví, a ver a su compañero y a un hombre de su misma clase, pero Leví, gloriándose de la presencia de Jesucristo, los convidó a todos a comer. Jesucristo empleaba todo género de medios para obtener la salvación de los hombres; y así no sólo disputaba, y curaba las enfermedades, sino que también reprendía a los que tenían envidia. Y aun cuando estaba comiendo, corregía también los errores de alguno; enseñándonos así que cualquier ocupación y cualquier tiempo puede sernos útil. Ni evitó la sociedad de los publicanos, por la utilidad que seguiría; como un médico que no curaría la enfermedad si no tocase la llaga.

San Ambrosio. En el mero hecho de haber comido nuestro Señor con los pecadores, nos autoriza para asistir al convite con los gentiles.

Crisóstomo. Con todo, el Señor fue argüido por los fariseos, que le tenían envidia y querían separar los discípulos de Jesucristo. De donde prosigue: "Y los fariseos murmuraban, diciendo: ¿Por qué coméis con los publicanos?"

San Ambrosio. Voz de serpiente es ésta. La serpiente fue la primera que pronunció esta voz, diciendo a Eva: "¿Por qué os dijo Dios: No comáis" (Gn 3,1.), etc. Luego difunden el veneno de su padre.

San Agustín, De cons. Evang., lib. 2, cap. 27. Parece que San Lucas contó esto algún tanto diferente de los otros Evangelistas, porque no dice que el reproche de comer con los publicanos haya sido dirigido al Señor, sino a los discípulos, lo cual se entendía de uno y otros. San Mateo y San Marcos dicen que esto se refería a Jesucristo y a sus discípulos -porque todos comían con los publicanos y con los pecadores- pero que especialmente se dirigía al Señor, a quien imitaban siguiéndole en todo. Es una misma sentencia, tanto mejor insinuada, cuanto que -permaneciendo la verdad- varían las palabras.

Crisóstomo, ut sup. El mismo Señor les volvió el argumento contra ellos mismos, manifestando que no era pecado el tratar con los pecadores, sino conforme a la misericordia propia, de donde prosigue: "Y Jesús les respondió, y les dijo: Los sanos no necesitan de médico sino los enfermos". En lo cual les advierte que ellos también están enfermos, y demuestra que pertenecen al número de los paralíticos; pero que El es el verdadero médico. Prosigue: "Yo no he venido a llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores".

Gregorio Niceno. Como diciendo: No detesto a los pecadores, porque sólo he venido para bien de ellos; no para que sigan pecando, sino para que se conviertan y se hagan buenos.

San Agustín, de cons. evang. 2, 27. Por esto añadió, "A penitencia". Como para explicar mejor la frase, no fuese que se creyera que Jesucristo amaba a los pecadores por lo mismo que pecaban. Ya había dado a entender en aquella semejanza de la enfermedad, qué es lo que quería decir el Señor llamando a los pecadores como el médico llama a los enfermos, esto es, para curarlos de sus pecados como de una enfermedad.

San Ambrosio. ¿Pero cómo amó el Señor la justicia (Ps 10), y cómo David no vio jamás un justo abandonado, si el justo es abandonado y el pecador llamado? Debe entenderse que aquí llama justos a aquellos que presumen de la ley, y no buscan la gracia del Evangelio. Nadie se justifica por la ley, sino que se redime por la gracia. Por tanto, no llama a aquellos que se titulan justos, porque los usurpadores de la justicia no son llamados a la gracia; pues si la gracia viene de la penitencia, el que rechaza la penitencia abdica la gracia.

Beda. Llama pecadores a aquellos que, reconociéndose de malas acciones y no creyendo que pueden santificarse por medio de la ley, se someten a la gracia de Jesucristo, arrepintiéndose.

Crisóstomo, ut sup. Llama justos a aquéllos en sentido irónico, como cuando se dice: "He ahí Adán como uno de nosotros" (Gn 3,22) Que no había un justo en la tierra, lo demuestra San Pablo diciendo: "Todos pecaron y necesitan de la gracia de Dios" (Rm 3,23)

San Gregorio Niceno. O dice que no necesitan de médico los sanos y los justos, esto es, los ángeles, sino los que obran mal y son pecadores, esto es, nosotros, porque hemos adquirido la enfermedad del pecado, que no se conoce en el cielo.

Beda. Por la elección de San Mateo se expresa la fe de los gentiles, que antes suspiraban por las cosas mundanas, y ahora alimentan el cuerpo de Jesucristo con una tierna devoción.

Teofilacto. O publicano es el que sirve al príncipe del mundo, y paga su tributo a la carne: los manjares si es goloso, el placer si es adúltero, y lo demás si es otra cosa. Cuando el Señor le vio sentado en el banco de la recaudación, esto es, no dirigiéndose a cosas peores, lo separó del mal, siguió a Jesús, y le recibió en la casa de su alma.

San Ambrosio. El que recibe a Jesucristo en su alma experimenta toda clase de complacencia. Y así el Señor entra, y descansa en su afecto, pero enseguida se levanta la envidia de los malos, y se representa la pena eterna; cuando los justos coman en el reino de los cielos, sufrirán los pérfidos la pena del ayuno.

Beda. También se representa aquí la envidia de los judíos, que tanto sienten la salvación de los gentiles.

San Ambrosio. También se da a conocer la diferencia que hay entre los que hacen ostentación de cumplir con la ley y los que reciben la gracia, porque los primeros sufrirán hambre eterna intelectual, pero los que han recibido la palabra de Dios en lo más recóndito de sus almas, alimentados por la abundancia del manjar celestial y de la fuente divina, no podrán ya tener hambre ni sed. Por esto murmuraban los que ayunaban de espíritu.


Catena aurea ES 9508