Catena aurea ES 9637

LUCAS 6,37-38


9637 (Lc 6,37)

"Y no juzguéis, y no seréis juzgados: no condenéis y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará. Buena medida, y apretada, y remecida y colmada darán en vuestro seno. Porque con la misma medida con que midiereis se os volverá a medir". (vv. 37-38)

San Ambrosio. Añade el Señor que no debemos juzgar temerariamente, con el fin de que conociendo tu propio delito, no te atrevas a dar tu parecer sobre otro. Por lo que dice: "No juzguéis".

Crisóstomo in Mat. hom. 24. No juzgues a los que te preceden, esto es, el discípulo al maestro, el pecador al inocente, a quienes no se debe reprender, sino aconsejar y corregir con caridad; tampoco debe juzgarse sobre las cosas inciertas y de poca importancia que no tienen ni apariencia de pecados, o que no son graves ni están prohibidas.

San Cirilo.Apacigua aquí la pésima pasión de nuestras conciencias, o de nuestro espíritu, que es el principio y el origen del soberbio desprecio, pues aunque conviene que algunos sean circunspectos y hablen como Dios desea, no lo hacen así, sino que censuran la conducta ajena; y cuando ven que algunos obran mal, olvidándose de sus propios defectos, murmuran de ellos.

Crisóstomo. Y difícilmente se encontrará alguno -ni padre de familia, ni religioso- que no incurra en este error; son también éstas, insidias de tentación diabólica, porque el que se ocupa en juzgar los defectos ajenos con severidad, nunca se hará acreedor al perdón de sus propios pecados; por lo que dice: "Y no seréis juzgados". Así como el piadoso y manso reprime el temor de los pecados, así el severo y cruel lo aumenta con sus propios crímenes.

San Gregorio Niceno. No pronunciéis vuestra sentencia sobre vuestro siervo con acritud, para que no sufráis un castigo semejante; el juicio provoca una condenación más rigurosa. De donde prosigue: "No condenéis y no seréis condenados". No prohibe, por tanto, el juicio en el perdón.

Beda. En esta breve sentencia, condensa todo lo que había mandado hacer respecto de los enemigos, y concluye diciendo: "Perdonad y seréis perdonados". En lo cual nos manda perdonar las injurias y dispensar beneficios, para que se nos perdonen los pecados, y se nos conceda la vida eterna.

San Cirilo.Que recibiremos una recompensa abundante de Dios -que da con largueza a los que le aman- lo demuestra añadiendo: "Buena medida, y apretada, y remecida, y colmada darán en vuestro seno".

Teofilacto. Como diciendo: Así como cuando quieres medir la harina sin tasa, llenas la medida grande y dejas que se derrame, así el Señor la dará en vuestro seno.

San Agustín, de quaest. evang. 2,8. Dice, pues, darán, porque sus discípulos recibirán la recompensa celestial por los méritos de aquellos a quienes hayan dado siquiera un vaso de agua en su nombre. Sigue: "Porque con la misma medida con que midiereis, se os medirá".

San Basilio. Con la misma medida con que cada uno de vosotros mide a los demás, obrando bien, o pecando, con la misma llevará los premios a los castigos.

Teofilacto. Alguno que sea sutil, preguntará: Si se da con sobreabundancia, ¿cómo puede ser la misma medida? A lo cual contestamos que no dijo: Se os dará la misma medida, sino en la misma medida. Hará bien al que hizo bien, lo cual significa ser medido con la misma medida. Pero dice medida sobreabundante, porque le hará mil veces más de bien. Así en el juicio: el que juzga y es juzgado después, recibe la misma medida; mas como será juzgado más severamente que lo que él juzgó a sus semejantes, la medida será en eso sobreabundante.

San Cirilo.Esto lo explica el Apóstol diciendo: "El que siembra poco (esto es, con mano avara), segará poco (esto es, no con abundancia), y el que siembra en bendiciones, segará también en bendiciones" (2Co 9,6) (esto es, en abundancia) Y si alguno no tiene, si no siembra, no peca. Se acepta el que tiene, no en el que carece.

LUCAS 6,39-42


9639 (Lc 6,39-42)

Y les decía también una semejanza: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? No es el discípulo sobre el maestro; mas será perfecto todo aquel que fuere como su maestro. ¿Y por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que tienes en tu ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo, no viendo tú la viga que hay en tu ojo? Hipócrita, saca primera la viga de tu ojo, y después verás para sacar la mota del ojo de tu hermano". (vv. 39-42)

San Cirilo.El Señor añadió a lo ya dicho una parábola muy necesaria; por lo que dice: "Y les decía también una semejanza". Sus discípulos habían de ser maestros de las generaciones venideras, por lo que convenía que ellos supiesen el camino de la conducta correcta, como teniendo la inteligencia iluminada por el brillo divino, a fin de que unos ciegos no guiasen a otros ciegos; y por esto añade: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el foso?". Mas si acontece que algunos llegan al mismo grado de virtud que los que la enseñan, deténganse en la medida de los que la enseñan y sigan sus huellas; de donde sigue: "No es el discípulo sobre el maestro". Por esto dice San Pablo: "Imitadme como yo imito a Jesucristo" (1Co 4,16) No juzgando Jesucristo, ¿por qué juzgas tú? No vino al mundo a juzgar, sino a tener compasión.

Teofilacto. Si tú juzgas a otro, pecarás con los mismos defectos, ¿y entonces no te parecerás al ciego que guía a otro ciego? ¿Cómo enseñarás a obrar bien, si tú obras mal? El discípulo no es mejor que el maestro. Porque si tú, que te consideras como maestro y como guía, pecas, ¿cómo obrará el que es enseñado y guiado por ti? Será perfecto el discípulo, cuando se parezca a su maestro.

Beda. El sentido de esta sentencia pende de las precedentes, en las cuales se manda dar limosnas y perdonar las injurias. Si te cegó -dice- la ira, contra el violento y la avaricia contra el que pide, ¿acaso con tu mente viciada podrás curar el vicio de él? Si Cristo nuestro Maestro -que como Dios pudo vengar sus injurias- prefirió amansar a sus perseguidores con la paciencia, preciso es que sus discípulos -que son puros hombres- sigan la misma regla.


San Agustín, de quaest. evang. 2,9. O lo que dice: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?", lo añadió para que no esperasen recibir de los levitas aquella medida, de la cual dice: darán en vuestro seno; pues pagaban décimas a aquellos que llama ciegos, porque no seguían el Evangelio. Y también lo añadió, a fin de que el pueblo comenzase a esperar más bien aquella recompensa de los discípulos del Señor, a quienes quería señalar como imitadores suyos, diciendo: "No es el discípulo sobre el maestro".

Teofilacto. También el Señor dice otra parábola sobre esto, añadiendo: "¿Y por qué miras la mota (esto es, una leve falta) en el ojo de tu hermano? ¿Y la viga que está en tu ojo (esto es, tus grandes pecados) no la observas?"

Beda. Esto se relaciona con lo que precede, donde nos dice que un ciego no podía guiar a otro ciego (esto es, que un pecador reprenda a otro) De donde se dice: "¿Cómo puedes tú decir a tu hermano: Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo, no viendo tú la viga que hay en el tuyo?". Como diciendo: el que comete pecados graves (a lo que llama viga), ¿cómo condena a otro que comete pecados leves, y en ocasiones no comete pecado alguno? Pues esto es lo que la mota significa.

Teofilacto. Esto conviene a todos, y especialmente a los doctores, que castigan los pecados más leves de sus súbditos, dejando impunes los suyos; por esto el Señor los llama hipócritas, porque juzgan los pecados de otros, para aparecer ellos como justos. Y prosigue: "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y después verás para sacar la mota del ojo de tu hermano".

San Cirilo.Esto es, purifícate tú primero de tus grandes pecados, y después verás el modo de salvar a tu hermano, que sólo comete pecados leves.

San Basilio. Parece, en verdad, que el conocimiento de sí mismo es el más difícil de todos. Ni el ojo que ve las cosas exteriores se ve a sí mismo, y hasta nuestro propio entendimiento, pronto para juzgar el pecado de otro, es lento para percibir sus propios defectos.

LUCAS 6,43-45


9643 (Lc 6,43)

"Porque no es buen árbol el que cría frutos malos, ni mal árbol el que lleva buenos frutos: pues cada árbol es conocido por su fruto: porque ni cogen higos de espinos, ni vendimian uvas de zarzas. El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca bien, y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca mal: porque de la abundancia del corazón habla la boca". (vv. 43-45)

Beda. El Señor prosigue hablando contra el hipócrita de este modo: "Porque no es buen árbol el que produce malos frutos", etc. Como diciendo: Si quieres obtener la verdadera virtud y no la falsa, que ostentas por medio de tus palabras, dalo a conocer también por medio de tus obras; porque si el hipócrita quiere aparecer como bueno, no puede considerarse como bueno el que obra mal; del mismo modo que si reprende al inocente, no por eso es malo el que hace buenas obras.

Tito Bostrense. Oyendo esto, no esperes obtener premio por tu pereza; el árbol se mueve naturalmente, pero tú gozas de libre albedrío; todo árbol estéril está destinado para algo, y tú has nacido para practicar la virtud.

Isidoro, Abad. No excluye, pues, la penitencia, sino la insistencia en obrar mal; y como es mala, no puede producir buenos frutos; pero convertida a la virtud, fructificará. Lo que en el árbol es naturaleza, en nosotros es pasión. Y así, aunque el árbol malo no puede producir buen fruto, sin embargo podrá hacerlo en el futuro.

Crisóstomo, hom. 43, in Matth. Aunque el fruto nazca del árbol, sin embargo, la especie del árbol se conoce por su fruto; por lo que sigue: "Cada árbol es conocido por su fruto".

San Cirilo.Se conoce a cada uno por su vida y sus costumbres; pues no con adornos exteriores y fingidas humildades es como se da a conocer la honestidad de la verdadera virtud, sino por medio de las obras que cada uno practica. Poniendo el Salvador un ejemplo sobre esto, dice: "Porque no se cogen higos de espinos".

San Ambrosio. Entre los espinos de este mundo no puede encontrarse aquella higuera que, por lo mismo que es mejor en sus segundos frutos, es una imagen de la resurrección; o porque, como se lee: "Las higueras dieron sus primeros frutos" (Ct 2,13), su fruto no era ni maduro, ni sano, ni útil en la Sinagoga; o porque nuestra vida no madura en el cuerpo, sino en la resurrección; y que así debemos alejar de nosotros las solicitudes terrenas, que desgarran el alma y consumen el espíritu, a fin de obtener frutos maduros con nuestros cuidados diligentes. Esto se refiere al mundo y a la resurrección. Al alma y al cuerpo se refiere lo otro, cuando añade: "Ni vendimian uvas de las zarzas". O porque ninguno puede adquirir con pecado el fruto de su alma, la cual se corrompe próxima a la tierra, como la uva, y madura en las alturas; o porque ninguno puede evitar la condenación de la carne, sino únicamente aquel a quien Jesucristo ha redimido, quien, como uva, pendió del madero de la cruz.

Beda. O acaso las espinas y la zarza son los cuidados del siglo y las picaduras de los vicios; mientras que el higo y la uva representan la dulzura de la nueva vida y el fervor de la caridad. No salen los higos de los espinos ni se coge la uva de la zarza; porque la inteligencia del hombre viejo, obligada por la costumbre, podrá afectar lo que no es, pero no podrá producir el fruto del hombre nuevo. Sépase, sin embargo, que así como el fértil sarmiento se apoya y enlaza en las zarzas, de suerte que la espina conserva para el uso del hombre un fruto que no es suyo, así los dichos y las acciones de los malos pueden alguna vez aprovechar a los buenos, lo cual no sucede por la voluntad de los malos, sino que se hace de ellos por disposición de Dios.

San Cirilo.Después que nos ha enseñado que por las obras se puede distinguir al hombre bueno del malo, como el árbol se conoce por sus frutos, ahora nos da a conocer esto mismo por medio de otra figura, diciendo: "El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca bien; y el hombre malo del mal tesoro saca mal".

Beda. Lo mismo es el tesoro del corazón que la raíz del árbol. Todo aquel que en su corazón tiene el tesoro de la paciencia y del amor perfecto, produciendo sus óptimos frutos, ama a su enemigo y hace todo lo que el Señor manda, por el contrario el que mantiene un tesoro inútil en su corazón, obra perniciosamente.

San Basilio. El estilo de la palabra da a conocer el corazón de quien procede, manifestando claramente la disposición de nuestros sentimientos; por lo que sigue: "Porque de la abundancia del corazón habla la boca".

Crisóstomo in Mat. hom. 43. Es una consecuencia natural que cuando la malicia vive en nuestro interior, las palabras inoportunas salgan por nuestra boca; por lo que, cuando oigas a alguna persona que profiere palabras poco honestas, no creas que se oculta en él menos malicia, que la que expresa por medio de la palabra; antes bien entiende que la fuente es más caudalosa que el arroyo.

Beda. Por la boca el Señor quiso significar todo lo que de palabra, de obra, o de pensamiento, sale de nuestro corazón. Es costumbre de las Sagradas Escrituras expresar con palabras las obras.

LUCAS 6,46-49


9646 (Lc 6,46-49)

"¿Por qué, pues, me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo? Todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las cumple, os mostraré a quién es semejante: semejante es a un hombre, que edifica una casa, el cual cavó, y ahondó, y cimentó sobre la piedra; y cuando vino una avenida de agua, dio impetuosamente la inundación sobre aquella casa, y no pudo moverla, porque estaba fundada sobre piedra. Mas el que oye y no hace, semejante es a un hombre que fabrica su casa sobre tierra, sin cimiento, y contra la cual dio impetuosamente la corriente, y luego cayó: y fue grande la ruina de aquella casa". (vv. 46-49)

Beda. Para que alguno no se crea excluido de lo que ha dicho: "De la abundancia del corazón habla la boca", como si solamente las palabras y no las obras fuesen las que se piden al verdadero cristiano, el Señor añade a continuación: "¿Por qué, pues, me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?". Como diciendo: ¿Por qué os jactáis de producir hojas de buena vida, vosotros que no producís fruto alguno de buenas obras?

San Cirilo.Unicamente conviene a la naturaleza divina el nombre y la realidad de la dominación de todas las cosas.

San Atanasio. No es, pues, un hombre el que habla así, sino Dios que muestra que procede del Padre, porque aquél sólo es Señor que nace del Señor. No temas dualidad sin embargo, porque en la naturaleza no se distingue.

San Cirilo.Cuál sea la utilidad que nos reporta el cumplimiento de la ley, y cuánto sea el perjuicio que pueda venirnos por su desobediencia, lo da a conocer el Señor, cuando dice: "Todo el que viene a mí, y oye mis palabras, y las cumple, os mostraré a quién es semejante: es semejante a un hombre que edifica una casa y la cimentó sobre piedra".

Beda. La piedra es Jesucristo. Ahonda en el cimiento el que por medio de los preceptos de la humildad arranca de los corazones de los fieles todo lo que es terrestre, para que no sirvan a Dios por interés temporal.

San Basilio, in princ. Proverb. Cimentar sobre piedra quiere decir apoyarse en la fe de Jesucristo, para poder sostenerse firme en los días de la contrariedad, ya venga ésta del cielo, ya de la tierra.

Beda. Se entiende también por cimiento de la casa la buena intención en el obrar, porque el que oye con buen fin, firmemente cumple los mandamientos del Señor.

San Ambrosio. También nos da a conocer que el fundamento de todas las virtudes se encuentra en la obediencia de la ley divina, la cual hace que la casa que edificamos no se conmueva por el torrente de las pasiones, ni por el desbordamiento del error espiritual, ni por la lluvia mundana, ni por las nebulosas disputas de los herejes. Por lo que prosigue: "Y cuando vino una avenida de aguas", etc.

Beda. La inundación puede verificarse de tres modos: o por medio de los espíritus inmundos, o por medio de los hombres impíos, o por medio de la inquietud del alma o del cuerpo. Y cuando los hombres confían en sus propias fuerzas, sucumben; mas cuando se adhieren a la piedra firmísima no pueden ser arrollados.

Crisóstomo in Mat. hom. 25. Demuestra también el Señor que la fe por sí sola para nada sirve si no la acompañan las obras. Por lo que sigue: "Mas el que oye y no hace es semejante a un hombre que fabrica su casa sobre tierra, sin cimiento", etc.

Beda. La casa del diablo es todo el mundo que vive y obra el mal, la cual edifica sobre tierra, porque retrae del cielo a la tierra a los que le siguen. Edifica sin cimiento porque el pecado no tiene fundamento puesto, pues no subsiste por sí mismo; el mal no tiene razón de ser, todo lo que se hace estriba en la naturaleza del bien. Además, como la palabra fundamento viene de fondo, podemos tomarle también en el sentido de esta palabra, pues del mismo modo que el que cae en un pozo se detiene en su fondo, así el alma que cae se detiene también como en un fondo, si se detiene en alguna medida de pecado; pero como no puede contentarse con el pecado en que cae, puesto que cada día es peor, no encuentra -por decirlo así- fondo que la detenga en el pozo en que ha caído. Así los malos y los que no son buenos más que en apariencia, resultan peores después de cada tentación que los asalta, hasta que caigan en la pena eterna. De donde prosigue: "Y contra la cual dio impetuosamente la corriente", etc. También puede entenderse por ímpetu del río el discernimiento del juicio final, cuando, destruidas ambas casas, irán los impíos al fuego eterno y los justos a la vida eterna (Mt 25)

San Cirilo.O edifican sobre tierra sin cimiento todos aquellos que fijan el cimiento de su fe sobre la arena de la duda que sólo tiene por base la opinión- para destruir la cual bastan pequeñas chispas de tentaciones.

San Agustín, de cons. evang. 2,14. San Lucas y San Mateo empezaron del mismo modo este largo discurso del Señor, pues uno y otro dicen: "Bienaventurados los pobres". Además, muchas cosas que siguen en el Evangelio de uno y otro se parecen en mucho; y hasta la conclusión final del sermón viene a ser exactamente la misma, a saber: el hombre que edifica sobre piedra o sobre arena. Podría creerse fácilmente que San Lucas puso aquí el mismo sermón del Señor, omitiendo algunas sentencias que San Mateo puso, y poniendo otras que San Mateo no dijo, si no moviese a dudar el hecho de que San Mateo dice que Jesús predicó un sermón, sentado en el monte, y San Lucas que le predicó en un lugar campestre y de pie. Es, sin embargo probable que estos discursos no se separan con larga distancia de tiempo, por la razón de que los dos refieren antes y después muchas cosas parecidas o idénticas. Pudo suceder que primeramente estuviese solo el Señor con sus discípulos en la parte más alta del monte, cuando eligió a doce de entre los que le oían, y después bajase con ellos del monte -esto es, de la misma cumbre del monte- a un lugar campestre, esto es, algún llano que había en la ladera del monte y que podía contener muchas turbas; y que allí estuvo de pie hasta que las turbas se reunieron en torno de El, y que después, habiéndose sentado y aproximándose sus discípulos a ellos y a las demás turbas presentes, predicase un solo sermón.

LUCAS 7,1-10


9701 (Lc 7,1)

Y cuando acabó de predicar aquel sermón al pueblo, que le escuchaba, entró en Cafarnaúm. Y había allí, muy enfermo y casi a la muerte, un criado de un Centurión, que era muy estimado de él. Y cuando oyó hablar de Jesús, envió a El unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a sanar a su criado. Y ellos, luego que llegaron a Jesús, le hacían grandes instancias, diciéndole: "Merece que le otorgues esto, porque ama a nuestra nación, y él nos ha hecho una Sinagoga". Y Jesús iba con ellos. Y cuando estaba cerca de la casa, envió a El el Centurión sus amigos, diciéndole: "Señor, no te tomes este trabajo, que no soy digno de que entres dentro de mi casa; por lo cual, ni aun me he creído digno de salir a buscarte; pero mándalo con una palabra, y será sano mi criado: porque, aunque soy un hombre subalterno, teniendo soldados a mis órdenes, digo a éste: Ve y va, y al otro: Ven y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace". Cuando lo oyó Jesús, quedó maravillado; y vuelto hacia el pueblo, que le iba siguiendo, dijo: "En verdad os digo, que ni en Israel he hallado una fe tan grande". Y cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al criado, que había estado enfermo. (vv. 1-10) Tito Bostrense. Después de haber alimentado a sus discípulos con sublimes enseñanzas, se fue a Cafarnaúm para hacer nuevos prodigios. Por lo que sigue: "Y cuando acabó de decir todas estas palabras, entró en Cafarnaúm".

San Agustín, de cons. evang. 2,20. Aquí debe entenderse que no entró antes de concluir el sermón; pero no se determina cuánto tiempo pasó desde que concluyó de hablar hasta que entró en Cafarnaúm. En ese mismo intervalo de tiempo fue curado aquel leproso de quien habla en su lugar San Mateo.

San Ambrosio. Después de haber dado sus preceptos, nos enseña la manera de cumplirlos; pues inmediatamente se pide al Señor la curación del siervo de un centurión, que era gentil. Por lo que sigue: "Y había allí muy enfermo un criado de un Centurión", etc. Cuando el evangelista dijo que estaba para morir, no mintió, pues hubiera muerto si Jesús no le hubiese sanado.

Eusebio . Este centurión era muy valiente en las guerras, y mandaba soldados romanos. Y como el criado principal de su casa estuviese enfermo, sabiendo que el Salvador curaba a muchos que estaban enfermos, y comprendiendo que esto no podría hacerse sólo por el humano esfuerzo, envió al Señor, no a aquellos que se distinguían de los demás hombres por su traje, sino a los ancianos; de donde prosigue: "Y cuando oyó hablar de Jesús, envió a El unos ancianos de los judíos", etc.

San Agustín, de cons. evang. 2,30 . ¿Cómo consideramos como verdadero lo que refiere San Mateo, cuando dice: "Se acercó a El un centurión" (Mt 8,5), siendo así que no fue él quien se acercó en persona? Observemos que San Mateo habla según el modo usual. En efecto, si se puede decir que uno llega por otros, ¿con cuánta más razón se puede decir que se acerca por medio de otros? Luego San Mateo no mintió cuando habló de la venida del centurión a la presencia del Señor, sin decir si vino en persona o si vino por medio de otros, pues sus palabras llegaron hasta Jesús; porque cuanto más se cree, más se acerca una persona a otra.

Crisóstomo in Mat. hom. 27. ¿Cómo además, dice San Mateo lo que aquel dijo: "No soy digno de que entres en mi casa" (Mt 8,8), y San Lucas dice en este mismo lugar que le rogaba que viniese? Me parece que San Lucas quiso representarnos las adulaciones de los judíos. Es, pues, creíble que, queriendo el centurión ir a buscar al Señor, se lo impidiesen los judíos, ofreciéndole que ellos le traerían. Y se observa que sus ruegos estaban llenos de adulación, porque sigue: "Y ellos, luego que llegaron a Jesús, le hacían grandes instancias, diciéndole: Merece que le otorgues esto". Convenía, pues, que ellos dijesen que el centurión había querido venir, y que le rogaba, pero nosotros lo hemos detenido, viendo su grande aflicción, y el cadaver de su siervo que estaba tendido en su casa, o manifestar lo inmenso de su fe; pero no querían descubrir la fe de aquel hombre por envidia, para que no pareciese grande a Aquel a quien dirigían sus ruegos. San Mateo da a entender que el centurión no era israelita; pero San Lucas dice que había edificado una sinagoga, lo cual no ofrece contradicción alguna, porque muy bien pudo edificar la sinagoga sin ser judío.

Beda. Esto significa que, así como nosotros acostumbramos a llamar iglesia, así ellos llamaban sinagoga no sólo a la reunión de fieles, sino al lugar en donde se reunían.

Eusebio . Los ancianos de los judíos piden para él esta gracia a causa de las módicas sumas que había dado para construir una sinagoga; pero el Señor no se resolvió por esto sino por una mayor causa, es decir, engendrar la fe en todos los hombres por medio de su poder; por lo que sigue: "Y Jesús iba con ellos".

San Ambrosio. Lo cual hacía no porque no pudiese curarle estando ausente, sino para enseñarnos a ser humildes. No quiso ir al hijo de Régulo, para que no pareciese haber sido obsequioso con los ricos, pero aquí El mismo fue para que no se creyese que en el criado del centurión despreciaba la condición servil. El centurión, depuesta la soberbia militar, se convirtió en reverente y pronto para creer y dispuesto a honrar al Salvador. Por lo que sigue: "Y cuando estaba cerca de la casa, envió a El el centurión a sus amigos, diciéndole: Señor, no te tomes este trabajo: no soy digno", etc. Porque conjeturó que Cristo daba la salud a los hombres no con poder de hombre, sino de Dios. Los judíos afirmaron que era digno; pero él dice que es indigno, no sólo del beneficio, sino también de recibir al Señor: "Yo no soy digno de que entres en mi casa".

Crisóstomo in Mat. hom 27. Después que quedó libre de las instancias de los judíos -o de sus molestias-, envió a sus amigos diciendo: No creas que yo no he ido a buscarte por pereza -o por negligencia-, sino que me he creído indigno de recibirte en mi casa.

San Ambrosio. San Lucas dice muy oportunamente que el centurión mandó a sus amigos, para que no creyese que quería excitar la benevolencia del Señor con su presencia y que trataba de obligarle en virtud de su alta categoría. Por lo que sigue: "Por lo cual ni aun me he creído yo digno de salir a buscarte; pero mándalo con una palabra, y será sano mi criado".

Crisóstomo ut sup. En esto puedes comprender que el centurión había formado del Salvador la opinión que debía. En efecto, no dijo ora, sino manda, dudando que el Salvador se negase cuando él se humillaba. Y sigue: "Porque yo soy un oficial subalterno", etc.

Beda. Se presenta como sometido a una autoridad superior, o al tribuno, o al presidente, pero que sin embargo, mandaba a los que estaban a sus órdenes. Esto para que se comprenda que Jesús, siendo mucho más -puesto que era Dios- no necesitaba venir personalmente para hacer lo que quisiere, sino que también podía hacerlo por medio de sus ángeles. Tanto las enfermedades cuanto la valentía de los enemigos, no sólo podían rechazarse por medio de la palabra divina, sino también por el ministerio de los ángeles.

Crisóstomo. Debe notarse aquí que la palabra "haz", expresa una orden dada a un siervo. Por esto Dios, cuando quiso crear al hombre, no dijo a su Unigénito: "Haz al hombre", sino "Hagamos al hombre" (Gn 1,26), para indicar la igualdad de honor por la forma del consentimiento. Porque reconocía en Jesucristo la excelencia de dominio, dice: "Di con tu palabra; porque yo digo a éste, ve, y va". Jesucristo no le reprendió por esto, antes al contrario, robusteció su intención. De donde sigue: "Oído lo cual, Jesús se admiró".

Beda. ¿Pero quién había introducido en el centurión aquella fe, sino El mismo que se admiraba? Y aun cuando otro se la hubiese inculcado, ¿por qué se admiraba quien todo lo sabe? Nuestro Señor nos da a entender cuando se admira, que nosotros somos los que debemos admirarnos. Todos debemos comprender que, cuando se dice que el Señor experimenta tales emociones, no debe entenderse que su ánimo se perturba, sino que nos enseña como maestro.

Crisóstomo ut sup. Para que te convenzas de que el Señor dijo esto para instruir a los demás, lo explica el evangelista cuando dice: "En verdad os digo, que ni en Israel he encontrado una fe tan grande".

San Ambrosio. Y ciertamente, si lees así: "En ninguno hallé tanta fe en Israel", ese sentido es sencillo y fácil: pero si lees, como los griegos: "Ni aun en Israel hallé tanta fe", entonces esta fe se antepone a los escogidos, y a los que ven a Dios.

Beda. No habla refiriéndose a todos los patriarcas y profetas que habían existido antes, sino a los hombres que vivían en aquel tiempo; ante cuya fe prefiere la del centurión, porque aquéllos habían sido instruidos con las enseñanzas de la ley y de los profetas, y éste creía espontáneamente sin que nadie le enseñase.


San Ambrosio. Se prueba la fe del amo y se obtiene la curación del siervo. Por lo que sigue: "Y cuando volvieron a su casa los que habían sido enviados, hallaron sano al criado que estaba enfermo". Luego el mérito del amo puede aprovechar a los criados, no sólo por razón de la fe, sino también por el celo de la disciplina.

Beda. San Mateo explica esto más, porque cuando el Señor dijo al centurión (Mt 8,13): "Ve, hágase como creíste", en aquella misma hora fue curado el siervo. Pero era costumbre de San Lucas abreviar y aun omitir enteramente lo que veía suficientemente expuesto por los demás evangelistas. Y lo que omitían o tocaban ligeramente lo dilucidaba con más cuidado.

San Ambrosio. En sentido místico, el siervo del centurión representa el pueblo de las naciones que, retenido por las cadenas de la esclavitud del mundo y enfermo de pasiones mortales, debía ser curado por la gracia del Señor.

Beda. El centurión cuya fe se prefería a toda la de Israel, representa a los gentiles que habían de ser elegidos, los que, rodeados de las virtudes espirituales, como de una cohorte de cien soldados, son sublimes en perfección. Pues el número cien que se escribe de izquierda a derecha es un signo de la vida celestial. Tales intercesores son necesarios a aquellos que aun viven bajo el temor con espíritu de servidumbre. Mas nosotros que creemos a causa de los gentiles, no podemos ir al Señor por ellos, a quien no es posible ver en la carne, sino que debemos acercarnos a El por la fe. Además debemos enviar a los ancianos de los judíos, esto es, a los hombres más eminentes de la Iglesia, que nos han precedido, rogándoles que sean nuestros defensores. Todo esto a fin de que, dándonos testimonio de que procuramos edificar la Iglesia, intercedan por nuestros pecados. Se dice bien que Jesús no estaba lejos de la casa, porque su salvación está cerca de los que le temen.Y el que observa bien la ley natural, cuanto más obra el bien, tanto más se acerca a Aquel que es el bien.

San Ambrosio. El centurión no quería que Jesús se molestase, porque el pueblo gentil desea preservar de toda injuria a Aquél, a quien el pueblo judío había crucificado, y (en cuanto al misterio), vio que Cristo no penetraría todavía en el corazón de los gentiles.

Beda. Los soldados y los siervos, que obedecían al centurión, representan las virtudes naturales, cuya práctica trae muchas riquezas cuando vienen al Señor.

Teofilacto. O de otro modo, el centurión representa el entendimiento que, en la malicia de muchos, es el príncipe, porque es el principal agente en esta vida (o se ocupa en muchas cosas y negocios) Tiene también un siervo, que es la parte irracional del alma (me refiero a la parte irascible y concupiscible) Y envía a Jesús intermediarios judíos, esto es, los pensamientos y las palabras de su confesión, y en seguida recibe sano a su siervo.

LUCAS 7,11-17


9711 (Lc 7,11-17)

Y aconteció después, que iba a una ciudad, llamada Naím: y sus discípulos iban con El, y una grande muchedumbre de pueblo. Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda: y venía con ella mucha gente de la ciudad. Luego que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo: "No llores". Y se acercó, y tocó el féretro (y los que lo llevaban, se pararon) Y dijo: "Mancebo, a ti digo, levántate". Y se sentó el que había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre, y tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre nosotros: y Dios ha visitado a su pueblo". Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea, y por toda la comarca. (vv. 11-17)

San Cirilo.El Señor obra prodigio sobre prodigio. Y mientras que antes había venido llamado, ahora viene sin que lo llamen. Por lo que se dice: "Y aconteció después que iba a una ciudad llamada Naim".

Beda. Naim es una ciudad de Galilea que dista dos leguas1 del monte Tabor. Por permisión divina acompañaba una gran turba al Señor para que presenciase el milagro tan grande que iba a hacer. Por lo que sigue: "Y sus discípulos iban con El, y una grande muchedumbre de pueblo".

San Gregorio Niceno Tract. de anima et resurrectione, post medim. Aprendamos del Salvador la experiencia de la resurrección no tanto en las palabras como en sus obras. Empieza por milagros menores a fin de preparar nuestra fe para otros mayores. Empieza a ejercer el poder de la resurrección en la enfermedad desesperada del siervo del centurión. Después, con un acto de mayor poder conduce a los hombres a la fe de la resurrección, resucitando al hijo de una viuda que era llevado al sepulcro. Por lo que se dice: "Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto, hijo único de su madre".

Tito Bostrense. Podría decirse del siervo del centurión que no había de morir. Pero para reprimir ese lenguaje temerario, Jesucristo salió al encuentro de aquel joven que ya era difunto, hijo único de una viuda. Por lo que sigue: "La cual era viuda. Y venía con ella mucha gente de la ciudad".

San Gregorio Niceno De homini opificio. Estas pocas palabras expresan la intensidad de su dolor. Era madre viuda y ya no esperaba tener más hijos ni tenía otro a quien mirar en lugar del difunto. Solamene había criado a éste, y él solo constituía la alegría de la casa. El solo era toda la dulzura y todo el tesoro de la madre.

San Cirilo.Digno era de compasión este dolor y bien capaz de excitar el llanto y las lágrimas. Por lo que sigue: "Y luego que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo: No llores".

Beda. Como diciendo: No le llores ya como muerto porque dentro de muy poco lo verás resucitar.

San Crisóstomo. Consolando así la tristeza y haciendo cesar las lágrimas nos enseña a consolarnos de la pérdida de nuestros difuntos esperando su resurrección. Toca, pues, el féretro, saliendo la vida al encuentro de la muerte. Por lo que sigue: "Y se acercó", etc.

San Cirilo.No hizo este milagro con sólo la palabra, sino que también tocó el féretro, para que comprendamos la eficacia del sagrado Cuerpo de Jesús para la salud de los hombres. Es, en efecto, el cuerpo de vida y la carne del Verbo omnipotente, de quien viene la virtud. Pues así como el hierro unido al fuego produce los efectos del fuego, así la carne, una vez unida al Verbo que da vida a todas las cosas, se hace también vivificadora y expulsiva de la muerte.

Tito Bostrense. El Señor no era semejante a Elías, que lloraba la muerte del hijo de la viuda de Sarepta (1R 17), ni como Eliseo, que aplicó su mismo cuerpo al cuerpo de un difunto, (2R 4) ni como San Pedro, que rogó por Thabita (Ac 9), sino que El es quien llama a lo que no existe como a lo que existe (Rm 4); que puede hablar a los muertos como a los vivos. Por lo que sigue: "Y dijo: Mancebo", etc.

San Gregorio Niceno. Esta palabra "mancebo" indica la flor de la edad, cuando empieza a apuntar la barba. Aquel que poco antes era la alegría y la dulzura de las miradas de su madre la cual suspiraba ya por la alegría de sus esponsales, y le contemplaba como el propagador de su raza, el vástago de su posteridad y el báculo de su vejez.

Tito Bostrense. Inmediatamente se levanta aquel a quien se dirige esa orden. Al poder de Dios nada resiste; no hay ninguna tardanza, ni tampoco oraciones. Por lo que sigue: "Y se sentó el que había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre". Indicios son éstos de verdadera resurrección, pues un cuerpo muerto no puede hablar ni tampoco la mujer hubiese llevado a su casa un hijo muerto e inanimado.

Beda. Dice el evangelista que el Señor se movió primero a misericordia cuando vio a la madre y que después resucitó al hijo para darnos, por un lado, un modelo de misericordia y, por el otro, un motivo de creer en su poder maravilloso. Por lo que sigue: "Y tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios", etc.

San Cirilo.Este gran milagro se obró en un pueblo insensible e ingrato; porque poco tiempo después no creía que fuese profeta, ni que sirviera para utilidad del pueblo. Sin embargo, este milagro no se ocultó a ningún habitante de la Judea. Por lo que sigue: "Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea", etc.

Ambrosio.Es oportuno notar que se cuentan siete resurrecciones antes de la de Jesucristo. De las cuales la primera es la del hijo de Sarepta (1R 17); la segunda es la del hijo de la Sunamitis (2R 3); la cuarta, la que se verificó en Naim, como aquí se dice; la quinta es la de la hija del príncipe de la sinagoga (Mc 5); la sexta, la de Lázaro (Jn 50); la séptima, en la pasión de Cristo, durante la cual resucitaron muchos cuerpos de santos (Mt 27); la octava es la de Jesucristo, el cual, vencedor de la muerte, permanece siempre, para significar que la resurrección general que ha de tener lugar en la octava edad, no estará sujeta a la muerte sino que permanecerá indisoluble.

Beda. El difunto que se levantó a la vista de muchos fuera de las puertas de la ciudad, representa al hombre adormecido en el féretro de mortales culpas, y la muerte del alma, que no yace aun en el lecho del corazón, pero que se exhibe a noticia de muchos por sus palabras y sus obras (como por las puertas de la ciudad) Cada uno de los sentidos de nuestro cuerpo es como la puerta de una ciudad. El cual se llama hijo único de su madre, porque la Iglesia, compuesta de muchas personas, es sin embargo única madre. Que la Iglesia es viuda, lo reconoce toda alma que ha sido rescatada con la muerte del Señor.

San Ambrosio. Esta viuda, rodeada por una multitud de pueblo, nos parece algo más que una mujer; ella ha obtenido por sus lágrimas la resurrección del adolescente, su hijo único, el que es llamdo a la vida desde el cortejo fúnebre. A Ella se le prohibe llorar al que se le reservaba la resurrección .

Beda. O se confunde el dogma de Novato, el cual, queriendo abolir la purificación de los penitentes, niega que la Iglesia nuestra madre, llorando sobre la muerte espiritual de sus hijos, deba consolarse con la esperanza de devolverles la vida.

San Ambrosio. Este muerto era llevado en las cuatro materias elementales, sin embargo tenía la esperanza de resucitar porque iba al sepulcro en un lecho de madera -esta madera, aunque antes no nos aprovechaba, después de que Jesucristo murió sobre ella, empezó a darnos la vida-, para que sirviese de señal de que había de darse la salud al pueblo por medio del sacrificio de la cruz. En efecto, nosotros aisladamente yacemos sin vida, cuando el fuego de una pasión inmoderada nos consume, o el agua helada de la indiferencia nos inunda, o un estado perezoso de nuestro cuerpo terrestre amortigüa el vigor de nuestro espíritu.

Beda. O el féretro, en que es llevado muerto, representa la conciencia del pecador, que desconfía de la enmienda; los que le llevan al sepulcro son los deseos inmundos o las adulaciones de sus amigos, los cuales se detienen en cuanto Jesús toca el féretro . Su conciencia, tocada por el temor del juicio divino, vuelve sobre sí, refrenando sus pasiones, rechazando las alabanzas, y respondiendo al Salvador cuando le llama.

San Ambrosio. Si es tu pecado grave y no puedes lavarlo con las lágrimas de la penitencia, que llore por ti nuestra madre la Iglesia; que la turba te asista, y resucitarás de la muerte, dirás palabras de vida, todos temerán (con el ejemplo de uno se corrigen muchos), y también alabarán al Señor porque se ha dignado concedernos tan grandes remedios para evitar la muerte.

Beda. El Señor ha visitado a su pueblo no una vez sola revistiendo de carne a su Verbo, sino enviándole con frecuencia a los corazones de los hombres.

Teofilacto. Por esta viuda se puede también entender el alma que pierde a su esposo; esto es, la divina palabra. Su hijo es el entendimiento que es llevado fuera de la ciudad de los que viven. El lecho es su propio cuerpo a quien algunos han llamado sepulcro. Pero cuando el Señor lo toca, se levanta, se rejuvenece y, levantándose del pecado, empieza a hablar y a enseñar a otros, pues sin eso no se le creería.


Catena aurea ES 9637