Catena aurea ES 9826

LUCAS 8,26-39


9826 (Lc 8,26-39)

Y abordaron a la tierra de los Gerasenos, que está enfrente de la Galilea. Y luego que saltó en tierra fue a El un hombre que tenía el demonio hacía largo tiempo, y no vestía ropa ninguna, ni habitaba su casa, sino en los sepulcros. Este, luego que vio a Jesús, se postró delante de El, y exclamando en alta voz, dijo: "¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo del Dios Altísimo? Ruégote que no me atormentes". Pues mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, que agitaba con violencia mucho tiempo hacía. Y aunque le tenían encerrado y atado con cadenas y con grillos, rompía las prisiones y era llevado por el demonio a los desiertos. Y Jesús le preguntó, diciendo: "¿Qué nombre tienes tú?" Y él respondió: "Legión": porque habían entrado en él muchos demonios. Y le rogaron, que no les mandase ir al abismo. Andaba allí una grande piara de cerdos paciendo en el monte, y le rogaban que les permitiese entrar en ellos. Y se lo permitió. Salieron, pues, los demonios del hombre y entraron en los cerdos, y luego los cerdos se arrojaron por un despeñadero impetuosamente en el lago y se ahogaron. Cuando esto vieron los pastores, huyeron y lo dijeron en la ciudad y por las granjas. Y salieron a ver lo que había sido, y vieron a Jesús, y hallaron sentado al hombre de quien habían salido los demonios, que estaba vestido, y en su juicio, a los pies de El y temieron. Y les contaron, los que lo habían visto, cómo había sido librado de la legión. Y le rogó toda la gente del territorio de los Gerasenos que se retirase de ellos, porque tenían grande miedo, y El subió en el barco y se volvió. Y el hombre de quien habían salido los demonios, le rogaba por estar con El. Mas Jesús le despidió, diciendo: "Vuelve a tu casa, y cuenta cuán grande merced ha hecho Dios contigo". Y fue diciendo por toda la ciudad cuánto bien le había hecho Jesús. (vv. 26-39)

Crisostomo. Navegando el Salvador con sus discípulos, llegó al puerto. Y por esto dice: "Y navegaron a la tierra de los gerasenos, que está enfrente de la Galilea".

Tito Bostrense in Mat. Los ejemplares más correctos no dicen ni gerasenos ni gádaros, sino gergesenos; en efecto, Gádara es una ciudad que hay en la Judea; no hay junto a ella lago ni mar alguno. Gerasa es una ciudad de la Arabia, que tampoco tiene lago ni mar. Pero Gérgesa, de donde proceden los gergesenos, es una ciudad antigua junto al lago de Tiberíades, cerca de la cual hay una roca próxima al lago, donde se muestra el lugar por el que los demonios precipitaron a los puercos. Sin embargo, como Gerasa y Gádara confinan con la tierra de los gergesenos, es verosímil que los puercos hubieran sido llevados desde el territorio de los primeros a los de éstos.

Beda. Gerasa es una ciudad insigne de la Arabia a la otra parte del Jordán situada en la falda del monte Galaad, que ocupó la tribu de Manasés, no lejos del lago de Tiberíades, en el que fueron sumergidos los puercos.

Crisóstomo in Mat. hom. 29. Habiendo salido el Señor del mar, le ocurrió otro milagro más terrible; pues un endemoniado, como un siervo en presencia de su Señor, confesó delante de El su sujeción. De donde sigue: "Y luego que saltó en tierra fue a El un hombre", etc.

San Agustín de cons Evang. 2, 24. Aunque San Mateo dice que fueron dos endemoniados y San Marcos y San Lucas hacen mención solo de uno, debe entenderse que uno de ellos fue persona más considerable y conocida, a quien toda aquella comarca compadecía más, y por cuya curación rogaba mucho. Queriendo los dos Evangelistas dar esto a conocer, creyeron oportuno hacer mención de este suceso cuya fama se había extendido mucho y de una manera evidente.

Crisóstomo ut sup. Acaso San Lucas escogió el más furioso de aquellos dos endemoniados. Por eso cuenta más tristemente su infortunio, cuando añade: "Y no vestía ropa alguna, ni habitaba en casa, sino en los sepulcros", etc. Los demonios frecuentan los sepulcros de los muertos para inspirar a los hombres doctrinas peligrosas, a saber, que las almas de los muertos se hacen demonios.

San Cirilo.Como andaba desnudo por los sepulcros de los muertos, representaba la fiereza de los demonios. Dios permite, pues, que algunos estén sometidos a los demonios, para que conozcamos lo que éstos son respecto de nosotros y evitemos someternos a ellos, escarmentando muchos con el ejemplo de uno2.


Crisóstomo ut sup. Como los pueblos le confesaban un hombre, vinieron los demonios a publicar su divinidad, que el mar apaciguándose había proclamado también. Por esto sigue: "Este, luego que vio a Jesús, se postró delante de El, y exclamó en alta voz", etc.

San Cirilo.Nótese aquí el temor, unido al atrevimiento y a una desesperación grande. El signo de la desesperación diabólica consiste en atreverse a decir: "¿Qué hay entre tú y yo, Jesús, Hijo del Altísimo?". Y de temor, cuando ruega diciendo: "Ruégote que no me atormentes". Pero si has conocido que es el Hijo de Dios Altísimo, confiesas también que es Dios del cielo y de la tierra y de todas las cosas que en ellos se contienen. ¿Cómo, pues, usurpas lo que no es tuyo sino suyo, y dices: "¿Qué hay entre ti y mí?". ¿Y quién de los reyes de la tierra podrá permitir que los súbditos de su imperio sean mortificados por los bárbaros? Por esto sigue: "Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre". Y manifestaba la necesidad de este precepto, añadiendo: "Porque mucho tiempo había que le atormentaba", etc.

Crisóstomo ut sup. De aquí que como ninguno se atrevía a sujetar al endemoniado, el mismo Jesucristo se acercó a él hablándole.

Prosigue: "Y Jesucristo preguntó y le dijo: ¿Qué nombre tienes tú?"

Beda. No le preguntó esto como ignorando su nombre, sino para que confesase la malicia que encerraba y brillase mejor la virtud del que curaba. También los sacerdotes de nuestra época, que pueden arrojar a los demonios en virtud del exorcismo, suelen decir a los poseídos que no pueden curarse sino después de haberse confesado claramente de todo lo que han sufrido de los espíritus inmundos, ya velando, ya durmiendo; sobre todo cuando tratan de introducirse entre varios al cuerpo humano y lo logran. De donde aquí se añade la confesión: "Y respondió, diciendo: Legión, porque habían entrado en él muchos demonios".

San Gregorio Niceno. Imitando los demonios las milicias celestes y las legiones de los ángeles, se llaman algunas veces legiones, así como su jefe decía que pondría su trono sobre los astros para hacerse semejante al Altísimo.

Crisóstomo ut sup. Después que Jesucristo vino al mundo, perturbaban a los demonios a las criaturas de Dios, creyendo, por la importancia de los acontecimientos que sucedían, que no debía tardar el tiempo de su humillación, y como no podían confesar su culpa, instaban para que no se les impusiese la pena. Por esto sigue: "Y le rogaban que no les mandase ir al abismo".

Teofilacto. Esto lo pedían los demonios, queriendo habitar en el hombre todavía.

San Cirilo.Aquí nos hace ver que las tropas enemigas de la Majestad Divina eran arrojadas al infierno por el poder inefable del Salvador.

Máximo. Dios ha establecido ya una pena acomodada a la naturaleza de cada pecado. El fuego del infierno para el ardor de la carne; el rechinar de dientes para la risa lasciva; la sed intolerable para la voluptuosidad y la crápula; el gusano que siempre roe para el corazón torcido y maligno; las tinieblas perpetuas para la ignorancia y el engaño; la profundidad del abismo para la soberbia. Por esto el abismo está destinado a los demonios soberbios.

Prosigue: "Andaba allí una gran piara de cerdos", etc.

San Agustín de cons. Evang. 2, 24. San Marcos dijo que esta piara estaba cerca del monte, y San Lucas que estaba en el monte, y en ello no hay contradicción. La piara de cerdos era tan grande, que parte de ellos estaba en el monte y parte cerca del monte; eran como unos dos mil puercos, según dice San Marcos (Mc 5)

San Ambrosio. Los demonios no podían resistir el resplandor de la luz celestial, como los que tienen enferma la vista no pueden tolerar los rayos solares.

San Cirilo.Por eso la multitud de aquellos espíritus inmundos pidió introducirse en el rebaño de aquellos puercos inmundos, semejantes a ellos. Prosigue, pues: "Y le rogaban que les permitiese entrar en ellos".

San Atanasio in vita antonii. Si los demonios no tienen poder sobre los puercos, mucho menos pueden tenerlo sobre los hombres formados a imagen de Dios. Conviene, pues, temer sólo a Dios y despreciar los demonios.

San Cirilo.El Señor, pues, les concedió lo que pedían para que entre otras cosas fuese un motivo de felicidad, de esperanza y de valor para nosotros. Prosigue: "Y se lo permitió". Conviene, pues, considerar que los demonios son malos y que ofenden a los que les están subordinados. Puede conocerse esto en el mero hecho de haber precipitado a los puercos y haberlos ahogado en las aguas. De donde sigue: "Salieron, pues, los demonios del hombre y entraron en los cerdos, y el rebaño se arrojó con ímpetu por un despeñadero en el lago", etc. Jesucristo concedió esto a los que se lo pedían, para que se conozca por medio de este suceso cuán crueles eran. También era necesario demostrar que el Hijo de Dios no tiene menos poder que el Padre en todas las cosas, para que aparezca igual resplandor en ambos.

Tito Bostrense. Los pastores huyeron precipitadamente, temerosos de sucumbir con los puercos. Por esto sigue: "Cuando esto vieron los pastores, huyeron y lo dijeron en la ciudad y por las granjas", y sembraron este temor entre aquellos habitantes. El perjuicio que habían experimentado, los llevó a ver al Salvador. Prosigue: "Y salieron a ver lo que había sucedido, y vinieron a Jesús". En lo cual debemos considerar que cuando Dios castiga a los hombres en las cosas materiales, hace beneficios a sus almas. Y habiendo venido, vieron curado a aquel a quien los demonios maltrataban. Prosigue: "Y hallaron sentado al hombre, de quien habían salido los demonios, que estaba vestido (porque antes estaba desnudo), y teniendo ya su juicio sano, estaba sentado a sus pies ". No se separaba de los pies de Aquel que lo había curado, y así a la vista de aquel signo admiraron el remedio del mal y se llenaron de asombro por lo que había sucedido. Sigue pues: "Y temieron". Esto lo vieron en parte por sus propios ojos y en parte lo habían oído de palabra. Sigue: "Y les contaron los que lo habían visto, cómo había sido librado de la legión". Convenía, pues, que ellos rogasen al Señor que no se marchase de allí, para que defendiese aquella región y evitase que los demonios volviesen a entrar en ella. Pero por el temor perdieron su propia felicidad, rogando al Salvador que se marchase.

Prosigue: "Y le rogó toda la multitud del territorio de los gerasenos que se retirase de ellos; porque tenían grande miedo".

Teofilacto. Ellos temían que les sobreviniese un nuevo daño, como les había sucedido en la sumersión de los puercos.

Crisóstomo ut sup. Veamos aquí la humildad del Señor. Después que les ha concedido tan grandes beneficios, lo despiden, y no se opone, sino que se marcha, dejando a aquellos que se habían declarado indignos de su doctrina.

Prosigue: "Y El subió al barco y se volvió".

Tito Bostrense. Pero cuando El se marchaba, aquel que había estado poseído del demonio no se separaba del Salvador. Sigue pues: "Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con El".

Teofilacto. Así, el que fue curado, temía que, al alejarse Jesús, podría otra vez caer en poder de los demonios. Pero el Señor le manifestó que, aunque no estuviese con él personalmente, lo podía proteger con su gracia. Sigue pues: "Mas Jesús le despidió, y le dijo: Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grande merced ha hecho Dios contigo". No dijo, pues, cuánto he hecho contigo, enseñándole a ser humilde, para que nosotros dirijamos a Dios todas nuestras buenas acciones.

Tito Bostrense. Y en ello no peca contra la ley de la verdad, porque lo que hace el Hijo, lo hace el Padre. Mas ¿por qué el que antes decía a todos los que libraba que no se lo dijeren a nadie, después de haber librado de la legión a este hombre, le dice: "Cuenta cuán grande merced ha hecho Dios contigo"? Porque toda aquella región ignoraba a Dios y daba culto a los demonios. O mejor, cuando refiere un milagro al eterno Padre, dice: "Cuenta"; pero cuando habla de sí mismo, manda que no se diga a nadie. Mas aquel que había sido librado de los demonios, había conocido que Jesús era Dios, y por eso publicó todo lo que Jesús había hecho con él. Sigue pues: "Y fue diciendo por toda la ciudad", etc.

Crisóstomo ut sup. Y así al abandonar a todos aquellos que se habían manifestado indignos de su celestial doctrina, les dejó, como maestro, al que El había librado de los demonios.

Beda. Gerasa representa las naciones de los gentiles, hablando en sentido espiritual, a quienes el Señor visitó después de su pasión y resurrección por medio de sus predicadores. Por esto Gerasa o Gergesa como algunos leen, significa arrojar al habitante, esto es, al diablo, por quien había sido ocupada antes; o también forasteros que se acercan y que antes estaban lejos.

San Ambrosio. Aún cuando no hay conformidad respecto del número de los curados por Jesucristo entre San Lucas y San Mateo, sin embargo, están conformes en el misterio. Pues del mismo modo que éste, que tenía el demonio, es figura del pueblo gentil; del mismo modo también los dos eran figura de dos pueblos gentiles porque, aunque Noé engendró tres hijos, Sem, Cam y Jafet, sola la familia de Sem fue llamada a la posesión de Dios, y de los otros dos salieron los pueblos de diversas naciones. El pueblo tenía desde mucho tiempo el demonio, puesto que desde el diluvio hasta la venida del Señor era cruelmente atormentado. Estaba también desnudo, porque había perdido el manto de su naturaleza y de la virtud.

San Agustín, de quaest. evang. 2, 13. No habitaba en la casa, esto es, no descansaba en su conciencia; residía en los sepulcros, porque se gozaba en las obras muertas (esto es, en los pecados)

San Ambrosio. ¿O qué son los cuerpos de los malos, sino ciertos sepulcros, en donde no mora la palabra de Dios?

San Agustín ut sup. Los grillos y las cadenas de hierro que ligaban sus miembros, representan las leyes duras y pesadas de los gentiles, que reprimen también el crimen en sus repúblicas. Que, rotos tales vínculos, era llevado por los demonios al desierto, significa que, traspasadas también aquellas leyes, era llevado por la pasión a tales crímenes que ya excedían la costumbre vulgar. La legión de demonios que había en él es figura de los gentiles, que adoraban a muchos demonios. Y el permiso que se concedió a los demonios para que entrasen en los cuerpos de los puercos, que pacían en el monte, representa a los hombres inmundos y soberbios, a quienes domina el diablo por medio del culto de los ídolos.

San Ambrosio. Son puercos todos aquellos que, parecidos a animales inmundos, privados de razón y de la palabra, manchan el brillo de sus virtudes naturales con los actos impuros de su vida.

San Agustín ut sup. Fueron precipitados en el lago para significar que la Iglesia está ya purificada y que, librado el pueblo gentil de la dominación de los demonios, los que no quisieron creer en Cristo, sumergidos en una ciega y profunda necedad, se van a los abismos a celebrar sus ritos sacrílegos.

San Ambrosio. Se precipitan con ímpetu, porque no son retenidos por la consideración de ningún mérito; sino que como arrojados de lo alto por la pendiente de la iniquidad, perecen ahogados en las olas de este mundo. Ni puede haber comercio vital de espíritu alguno en aquellos que son llevados de aquí para allá por las agitadas olas de la voluptuosidad. Vemos, pues, que el hombre es el autor de su desgracia; porque si no viviese como los puercos, nunca el demonio recibiría poder sobre él; y si le recibiera, no sería para perderle sino para probarle. Y acaso el demonio que, después de la venida del Señor, no puede seducir a los buenos, no busca ya la ruina de todos los hombres, sino tan sólo la de los más débiles, así como el ladrón no ataca a los armados, sino a los inermes. Los pastores de aquellos, rebaños apenas, vieron esto huyeron. Ni los filósofos, ni los príncipes de la sinagoga pueden traer remedio a los pueblos que perecen. Sólo Jesucristo es quien puede librar a los pueblos del pecado.

San Agustín ut sup. O los pastores de los puercos, que huyendo anunciaron todo esto, representan ciertos jefes de los impíos que, aunque no observan la ley del cristianismo admiran, sin embargo, y anuncian con asombro su poder entre los gentiles. Los gerasenos que, conociendo lo que había pasado, sobrecogidos de espanto, ruegan a Jesús que se aleje de ellos, representan a la multitud encenegada en sus inveteradas pasiones, que honra la ley cristiana, pero que no quiere abrazarla, diciendo que no la puede cumplir, admirando, no obstante, al pueblo fiel, curado en su perdido estado antiguo.

San Ambrosio. O la ciudad de los gerasenos representa la sinagoga, que le rogaba se alejase, porque era grande su temor; pues el espíritu enfermo no comprende la palabra de Dios, ni puede resistir el peso de la sabiduría. Y por lo tanto el Señor no molestó por más tiempo, sino que subió de las cosas inferiores a las superiores; esto es, de la sinagoga a la Iglesia. Se volvió por el lago, porque ninguno pasa sin peligro de condenación de la Iglesia a la sinagoga; mas el que quiera pasar de la sinagoga a la Iglesia, que lleve su cruz para evitar el peligro.

San Agustín ut sup. Por aquel hombre curado, que quería permanecer con Cristo, y a quien se dice: "Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grande merced ha hecho Dios contigo", hay que entender que cada uno, después del perdón de los pecados, debe volver a entrar en la buena conciencia como en una casa y servir al Evangelio para la salvación de los demás a fin de descansar un día con Cristo, no sea que, queriendo estar con El antes de tiempo, descuide el ministerio de la predicación, acomodado a la salvación de sus hermanos.

LUCAS 8,40-48


9840 (Lc 8,40)

Y aconteció que, habiendo vuelto Jesús, le recibió la muchedumbre, pues todos le estaban esperando. Y vino un hombre, llamado Jairo, que era príncipe de la sinagoga; y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa, porque tenía una hija única, como de doce años, y ésta se estaba muriendo. Y mientras que El iba, apretaban las gentes. Y una mujer padecía flujo de sangre doce años hacía, y había gastado cuanto tenía en médicos, y de ninguno pudo ser curada. Acercóse a El por detrás, y le tocó la orla de su vestido; y al punto cesó el flujo de su sangre. Y dijo Jesús: "¿Quién me ha tocado?" Y negándolo todos, dijo Pedro, y los que con él estaban: "Maestro, las gentes te aprietan y oprimen, y dices: ¿Quién me ha tocado?" Y dijo Jesús: "Alguno me ha tocado: porque yo he conocido que ha salido virtud de mí". Cuando la mujer se vio así descubierta, vino temblando, y se postró a sus pies; y declaró delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo había sido luego sanada. Y El le dijo: "Hija tu fe te ha sanado: vete en paz". (vv. 40-48)

San Agustín, de cons Evang. 2, 28. Después de referido aquel milagro entre los gerasenos, pasa el evangelista a referir el de la hija del príncipe de la sinagoga; diciendo: "Y aconteció, que habiendo vuelto Jesús le recibieron las gentes, pues todos le estaban esperando".

Teofilacto. Tanto por su predicación como por sus milagros.

San Agustín ut sup. Respecto a lo que añadió: "Y vino un hombre llamado Jairo", no se ha de entender que esto sucedió en seguida, sino que primero se verificó el convite de los publicanos, como refiere San Mateo; a lo cual unió esto, para que no pueda entenderse otro hecho después.

Tito Bostrense. Se ha puesto el nombre, por causa de los judíos -que conocieron entonces lo que sucedió- para que el nombre conserve siempre el recuerdo de aquel suceso. Se acercó al Salvador, no un enfermo cualquiera, sino un príncipe de la sinagoga, para que se pudiesen cerrar mejor las bocas de los judíos. De aquí prosigue: "Que era príncipe de la sinagoga". Se aproximó a Jesús por necesidad. Alguna vez nos obliga el dolor a hacer las cosas que convienen, según aquello del: "Cierra sus mandíbulas con el bocado y con el freno a aquellos que no se acercan a ti" (Ps 31,9)

Teofilacto. Por lo que, urgido por la necesidad, cayó a sus pies. Por esto sigue: "Y postrándose a los pies de Jesús". Más regular era que, sin ser obligado por la necesidad, hubiese caído a sus pies, y reconocido que era Dios.

Crisóstomo. Pero considera su ignorancia y le pide a Cristo que venga a su casa; porque sigue: "Le rogaba que entrase en su casa", esto es, ignoraba que pudiese curar estando ausente, porque, si lo hubiese sabido, habría dicho como el centurión: Di una palabra, y se curará mi hija (Mt 8,8)

Expositor Griego. Se indica la causa de su venida, cuando se añade: "Porque tenía una hija única", que era la esperanza de la casa, la sucesión de su raza; "y tenía como doce años", esto es, en la flor de su edad; "y ésta se moría", esto es, en vez del casamiento se le presentaba la tumba.

Crisóstomo. Había venido el Salvador, no para juzgar al mundo, sino para salvarle, por lo que no mira la dignidad de la persona que pide y prosigue tranquilamente su obra, sabiendo que acontecería algo más grande que lo que se le pedía. En efecto, se le llamaba para curar a un enfermo; pero conoció que resucitaría a la que ya estaba muerta, y que sembraría en la tierra, la firme esperanza de la resurrección.

San Ambrosio. Antes de resucitar a la muerta, curó a la hemorroisa para inspirar la fe en el príncipe de la sinagoga. Y por esto se celebra la resurrección temporal en la pasión del Señor, para que se entienda perpetua. "Y medió que cuando iba era apretado por la turba".

San Cirilo.Lo que era una gran prueba de que había vestido verdadera carne, humillando toda soberbia, porque no le seguían de lejos, sino que le rodeaban.

Expositor Griego. Cierta mujer afectada por una enfermedad grave, en la que le habían consumido los médicos toda su fortuna, no halló otra esperanza en tan grande desaliento, que postrarse ante el Señor. Acerca de la cual dice: "Y una mujer que padecía flujo de sangre", etc.

Tito Bostrense. Es muy digna de alabanza esta mujer que, careciendo de fuerzas corporales por el continuo flujo de sangre, y en presencia de una concurrencia tan numerosa -fortificada por su amor y su fe- pedía a todos que le dejasen paso; y escondiéndose a la espalda del Salvador, le tocó la orla de su vestido.

San Cirilo.No les estaba permitido a los inmundos tocar a alguno de los santos, ni acercarse a un varón santo.

Crisóstomo. La enfermedad de esta clase era considerada como inmunda ante la ley. Por otra parte, ella no había formado todavía juicio cabal del Señor, porque no hubiera pensado esconderse; sin embargo, se acercó, confiando en que sería curada.

Teofilacto. Asimismo, cuando alguno acerca su vista a una antorcha encendida, o arroja espinas al fuego, al instante se produce el efecto; así, el que viene con fe a Aquél que le puede curar, al punto consigue la curación. Por esto sigue: "Y al punto cesó el flujo de su sangre".

Crisóstomo. Los vestidos solos del Señor no salvaron a la mujer, sino la intención de su fe, pues los soldados también los sortearon entre sí.

Teofilacto. Creyó, y fue salva; y como convenía, primero tocó a Jesucristo intelectualmente, y después corporalmente.

Expositor Griego. El Señor oyó las reflexiones interiores de aquella mujer, y callando, curó a la que callaba, permitiendo espontáneamente el robo de la salud; pero después publica el milagro. Por esto sigue: "Y dijo Jesús: ¿Quién me ha tocado?"

San Cirilo.No se le ocultó al Señor que había hecho un milagro; pero El, que todo lo sabe -como si no lo supiese- preguntó.

Expositor Griego. Ignorando los discípulos lo que preguntaba y creyendo que hablaba de un simple contacto, responden a la cuestión del Señor. Sigue, pues: "Y negando todos, dijo San Pedro y los que con él estaban: Maestro, las gentes te oprimen, y tú dices: ¿Quién me ha tocado?", etc. Por eso el Señor distingue el tacto con su respuesta. Prosigue, pues: "Y díjoles Jesús: Alguno me ha tocado". Así como también había dicho en otra ocasión: "El que tiene orejas de oír, oiga"; pues aunque todos tengan las orejas del cuerpo, no oye verdaderamente el que oye sin inteligencia; así como tampoco toca verdaderamente el que toca sin fe.

San Cirilo.Publica en seguida lo que ha sucedido, cuando añade: "Porque yo he conocido que una virtud ha salido de mí". Responde de una manera material, conforme con la manera de entender de sus oyentes. Aquí se nos da a conocer que Jesús es verdadero Dios, tanto por sus milagros, cuanto por sus enseñanzas. Supera a nuestra naturaleza (y también a la de los ángeles), eso de poder dejar salir una virtud de sí mismo, como de su propia naturaleza. Esto únicamente es propio de la naturaleza divina. Ninguna criatura tiene poder de curar ni de hacer milagros semejantes, si no se le concede esta gracia por Dios. Si no quiso que quedase oculta aquella manifestación del poder divino, a diferencia de las muchas veces que mandó callar sus milagros, no fue por ambición de gloria, sino porque miraba a la utilidad de aquellos que son llamados por la fe a la gracia.

Crisóstomo in Mat. hom. 32. Primero calmó el temor de la mujer, para que no le remordiese la conciencia, como si hubiese robado la gracia; después le reprende de haber creído que se podía ocultar; y luego publica su fe delante de todos, para que otros la imiten. Así, cuando muestra que conoce todas las cosas, manifiesta un milagro no menor que el del estancamiento de la sangre.

San Cirilo.Además, invitaba al príncipe de la sinagoga a que creyese sin vacilar que arrancaría a su hija de los brazos de la muerte.

Crisóstomo ut sup. El Señor no había descubierto en seguida a esta mujer, a fin de que, demostrado que todo le era posible, ella publicase lo que había ocurrido, y así no se pudiese dudar del milagro. Por ello sigue: "Cuando la mujer se vio así descubierta, vino temblando", etc.

Orígenes. La misma curación que aquella mujer alcanzó con el contacto, la confirmó por medio de la palabra el Salvador. Por esto sigue: "Y El le dijo: Hija, tu fe te ha sanado: vete en paz"; esto es, queda buena de tu enfermedad. Sana primero su alma con la fe, y después del cuerpo.

Tito Bostrense. La llama hija, sanada ya a causa de su fe, porque la fe nos muestra la gracia de adopción.

Eusebio , Hist. Eccl., lib. 7, cap. 14. Dícese que esta mujer elevó un monumento insigne al beneficio que había recibido del Salvador, en Paneade (o Cesarea de Filipo, de donde era natural) Había a la entrada de su casa, sobre una alta base, una estatua de bronce, representando una mujer arrodillada, con las manos juntas y en actitud de súplica. Del lado opuesto se levantaba otra estatua del mismo metal, representando a un hombre vestido de una túnica, y extendiendo la mano hacia aquella mujer. A sus pies, sobre la base misma, nació una planta exótica, que llegaba hasta el borde del manto de metal, y que se decía era una medicina para todas las enfermedades. Decían que esta estatua, que destruyó Maximino, representaba a Cristo.

San Ambrosio. Místicamente, Cristo había dejado la sinagoga entre los gerasenos, y a Aquél, a quien los suyos no conocieron, nosotros, que somos extraños, lo recibimos.

Beda. O al fin de los tiempos, el Señor ha de volver a los judíos y le recibirán con gusto por la confesión de la fe.

San Ambrosio. ¿Quién pensamos que podrá ser el príncipe de la sinagoga, sino la ley, en consideración a la cual el Señor no dejó enteramente la sinagoga?

Beda. O por príncipe de la sinagoga se entiende a Moisés. Por esto se llama Jairo (esto es, que ilumina o iluminado), porque el que está encargado de darnos palabras de vida, por ese hecho ilumina a los demás y es iluminado por el Espíritu Santo. El príncipe de la sinagoga se postró a los pies de Jesús, porque el legislador, con toda la familia de los patriarcas, conoció que Jesucristo -que había de aparecer vestido de carne mortal- sería muy superior a ellos. Si Dios es la cabeza de Jesucristo, los pies deben representar su encarnación, por la cual tocó la tierra de nuestra mortalidad. Le rogó también que entrase en su casa. Porque deseaba ver su advenimiento. La hija de él era la sinagoga, única que estaba constituida en forma legal; la cual moría a los doce años de edad (esto es, cuando se aproximaba el tiempo de la pubertad), porque, educada noblemente por los profetas, después que había llegado a la edad de la inteligencia en que debía engendrar para Dios frutos espirituales, fue de repente invadida de la enfermedad de los errores y omitió entrar en el camino de la vida espiritual y si Jesucristo no hubiese venido en su socorro, hubiera muerto. Cuando el Señor marchaba a curar a la joven, era oprimido por la multitud, porque dando saludables consejos a la nación judaica, fue oprimido por la interpretación material que daban a sus enseñanzas.

San Ambrosio. Mientras el divino Verbo se dirigía a curar la hija del príncipe de la sinagoga, para salvar a los hijos de Israel, la Iglesia santa, formada de los gentiles -que perecía por la enfermedad de sus crímenes vergonzosos- obtiene por su fe la curación que estaba preparada para otros.

Beda. El flujo de sangre debe entenderse de dos maneras, esto es, o de la prostitución de la idolatría, o de aquellos que se entregaban a los placeres de la carne y de la sangre.

San Ambrosio. ¿Por qué esta hija del príncipe moría a los doce años y esta mujer padecía de flujo de sangre ya doce años, sino para que se entienda que todo el tiempo que la sinagoga estuvo en vigor padecía la Iglesia?

Beda. La sinagoga empezó a nacer entre los patriarcas, casi al mismo tiempo que la idolatría manchó al pueblo gentil.

San Ambrosio. Así como aquella mujer había gastado toda su fortuna en los médicos, así el pueblo gentil había perdido todos los dones de la naturaleza.

Beda. Por estos médicos deben entenderse los falsos teólogos, los filósofos y los doctores de las leyes temporales, que, disertando mucho sobre las virtudes y los vicios, prometían dar a los hombres enseñanzas útiles a la vida. O se deben entender los mismos espíritus inmundos, los cuales, como aconsejando a los hombres, se hacen adorar en lugar de Dios; y cuanto más había gastado la gentilidad de sus fuerzas naturales para oírles, tanto menos pudo curarse de la mancha de su iniquidad.

San Ambrosio. Oyendo que el pueblo judío estaba enfermo, empezó a esperar el medio de su salvación. Conoció que había llegado el tiempo en que el Médico bajaría del cielo, se levantó para salirle al encuentro, confiada por la fe, y tímida por el pudor. Es propio del pudor y de la fe reconocer la enfermedad, no desesperar del perdón. Pudorosa, tocó la orla; fiel, se acercó; religiosa, creyó; sabia, conoció que estaba curada; así la parte del pueblo santo de los gentiles, que creyó en Dios, se ruborizó del pecado para salir de él, abrazó la fe para creer, mostró su piedad para orar, vistió la sabiduría para sentir en sí mismo su curación, tomó confianza para confesar que había sustraído lo ajeno. Jesucristo es tocado por detrás, porque está escrito: "Andarás en pos de Dios tu Señor" (Dt 13,4)

Beda. Y El mismo dice: "Si alguno me sirve, que me siga" (Jn 12,26) O porque el que no ve al Señor presente en su carne, si practica los sacramentos de su misericordia temporal, empieza a seguir sus huellas por la fe.

San Gregorio Moralium 3, 14 super Job 2, 9. Oprimiendo las muchedumbres al Redentor, una sola mujer le tocó; porque en la Iglesia, todos los que son carnales, aunque le opriman, están lejos de El, y aquéllos que lo tocan, se le unen verdaderamente por la humildad. La muchedumbre, pues, lo oprime y no lo toca, porque es inconstante en cuanto a su presencia y ausente en cuanto a su vida.

Beda. O una mujer fiel toca al Señor, porque el que es afligido por el desorden de diversas herejías, sólo es buscado fielmente por el corazón de la Iglesia católica.

San Ambrosio. No creen los que oprimen, creen los que tocan. Con la fe se toca a Cristo, con la fe se le ve. Finalmente, para demostrar la fe de quien le toca, dice: "Yo he conocido que ha salido virtud de mí", lo cual es indicio evidente de que la divinidad no está limitada dentro de la posibilidad de la condición humana, ni dentro del claustro del cuerpo, sino que la virtud eterna desborda más allá de los límites de nuestra medianía. No se libra el pueblo gentil por auxilio humano, sino que es un don de Dios la reunión de las naciones, quienes con una fe, aun imperfecta, inclinan la misericordia eterna. Porque si consideramos cuál es nuestra fe y cuánta es la grandeza del Hijo de Dios, veremos por esta comparación que no tocamos sino la orla, y que no podemos alcanzar a la parte más alta de su vestido. Si queremos curarnos, toquemos la orla de Jesucristo por medio de la fe. Nadie lo toca sin que El lo sepa. Bienaventurado el que toca la menor parte del Verbo; pues ¿quién puede abarcarle todo?



Catena aurea ES 9826