Catena aurea ES 9918

LUCAS 9,18-22


9918 (Lc 9,18-22)

Y aconteció que estando solo orando se hallaban con El sus discípulos, y les preguntó, diciendo: "¿Quién dicen las gentes que soy yo?" Y ellos respondieron, y dijeron: "Los unos que Juan el Bautista, otros Elías, y otros que resucitó alguno de los primeros profetas". Y les dijo: "¿Y vosotros, quién decís que soy?" Respondiendo Simón Pedro, dijo: "El Cristo de Dios". Mas El, increpándolos, mandó que no dijesen de esto nada a nadie, añadiendo: "Porque conviene que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea entregado a la muerte, y que resucite al tercer día". (vv. 18-22)

San Cirilo.Separado el Señor de los pueblos y colocado aparte, se consagró a la oración. Por esto dice: "Y aconteció que estando solo orando", etc. Se constituía así en modelo de sus discípulos, enseñándoles la dulce práctica de los dogmas doctrinales. Comprendo en esto que es muy conveniente que los obispos precedan también en méritos a sus diocesanos, ocupados asiduamente en las cosas necesarias y tratando aquellas que agradan a Dios.

Beda. Los discípulos estaban con el Señor, pero El oró solo al Padre. Porque los santos pueden unirse al Señor por medio de la fe y de la caridad, pero sólo el Hijo puede penetrar los misterios incomprensibles de la misericordia del Padre. En todas partes estaba solo, porque las oraciones del hombre no pueden comprender los designios de Dios, ni nadie puede participar de los sentimientos interiores de Cristo.

San Cirilo.La causa de la oración pudo asustar a los discípulos. Veían con los ojos de la carne que oraba Aquel a quien antes habían visto hacer milagros con autoridad divina. Y con objeto de quitarles la turbación, les pregunta, no porque ignorara las alabanzas de los de fuera, sino para separarlos de la opinión de los demás e infundirles la verdadera fe. Por ello sigue el Evangelista: "Y les preguntó, diciendo: ¿Quién dicen las gentes que soy?"

Beda. Con toda oportunidad se proponía el Salvador explorar la fe de sus discípulos, preguntando primero por el parecer de la muchedumbre, para que la confesión de ellos no parezca formada por la opinión del vulgo, sino por el conocimiento de la verdad, o que no parezcan vacilantes como Herodes acerca de lo que ha oído decir, sino que crean lo que han visto.

San Agustín, de cons. Evang. 2, 80. Puede preguntarse cómo San Lucas pudo decir que el Señor preguntó a sus discípulos quién decían los hombres que era El cuando estaba orando y los discípulos presentes. Mientras que San Marcos dice que les preguntó en el camino. Pero esto sólo puede inquietar al que piensa que jamás oró en el camino.

San Ambrosio. No es sin razón la opinión de la muchedumbre que los discípulos refieren, cuando se añade: "Mas ellos respondieron y dijeron: unos Juan el Bautista (quien sabían había sido degollado), y otros Elías (quien creían había de venir), y otros que resucitó alguno de los antiguos profetas". Pero que otra sabiduría profundice estas palabras, porque si al apóstol San Pablo le bastaba no saber más que a Jesucristo, y Este crucificado (1Co 2), ¿qué más deseo yo saber que a Jesucristo?

San Cirilo.Observa, pues, la prudencia de la pregunta. Los dirige primero a las alabanzas exteriores, a fin de refutarlas y producir en ellos la verdadera opinión; por esto, habiendo los discípulos expuesto la opinión del pueblo, les pregunta por la suya, cuando añade: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" ¡Oh! y cuán importante es aquella palabra vosotros. Los distingue de la muchedumbre, a fin de que eviten sus opiniones, como diciendo: Vosotros, que habéis sido llamados por Mí al apostolado, y que sois testigos de mis milagros, ¿quién decís que soy yo? San Pedro se anticipó a los demás y se convierte en representante de todo el Colegio Apostólico, y pronuncia palabras de amor divino, y hace la profesión de su fe, cuando dice: "Respondiendo Simón Pedro, dijo: el Cristo de Dios". No dijo sencillamente que era Cristo de Dios, sino con el artículo el Cristo, como dice el texto griego. Pues muchos, divinamente ungidos, fueron llamados cristos, en diversos sentidos. Los unos recibieron la unción de reyes, los otros de profetas. Nosotros mismos, que recibimos la unción del Espíritu Santo por el Cristo, hemos obtenido el nombre de Cristo. Mas uno sólo es el Cristo de Dios y del Padre, como que tiene sólo por Padre propio a Aquel que está en los cielos. Y así San Lucas concuerda con este pasaje de San Mateo, que hace decir a Pedro: "Tú eres el Cristo, Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16); pero, abreviando, le hace decir: "Tú eres el Cristo de Dios".

San Ambrosio. En este solo nombre se halla la expresión de la divinidad de la encarnación, y la fe de la pasión. Así lo comprende todo, expresando la naturaleza y el nombre, que es el compendio de los atributos.

San Cirilo.Mas debe advertirse que San Pedro obró con mucha prudencia, confesando que Jesucristo era uno solo, contra aquellos que presumen dividir al Emmanuel en dos cristos1. Además, no les preguntó diciendo: "¿Quién dicen los hombres que es el Divino Verbo?", sino el Hijo del hombre. A quien San Pedro confesó que era el Hijo de Dios. Por ello fue tan admirado y considerado digno de especiales honores, porque, aunque sólo veía en el Salvador una persona como nosotros, creyó que era el Hijo del Padre. Es decir, que el Verbo, que procede de la sustancia del Padre, se hizo hombre.

San Ambrosio. Nuestro Señor Jesucristo no quiso ser predicado para que no se produjese algún alboroto. Por lo que sigue: "Mas El, reprendiéndolos, les mandó que no dijesen esto a nadie". Por muchas razones mandó callar a sus discípulos: para engañar al príncipe del mundo, declinar la jactancia y enseñar la humildad. Luego Cristo no quiso ser glorificado. Y tú, que has nacido innoble, ¿quieres gloriarte? Además, no quería que sus discípulos, rudos aún e imperfectos, fuesen oprimidos por la mole de tan sublime predicación. Les prohíbe, pues, anunciarlo Hijo de Dios, a fin de que lo anuncien después crucificado.

Crisóstomo in Mat. hom. 55. Con toda oportunidad prohibió el Señor a los apóstoles que dijesen a alguien que El era el Cristo, hasta que, quitados de en medio los escándalos y consumado el sacrificio de la Cruz, se imprimiese habitualmente en la mente de los oyentes la conveniente opinión de El. Pues lo que una vez toma raíces y luego se arranca, apenas se sostiene alguna vez, si se planta de nuevo. Mientras que lo que una vez plantado permanece, crece con facilidad. Porque si Pedro se escandalizó solamente por lo que había oído, ¿qué hubiese sucedido a los demás cuando hubiesen oído que Jesús era Hijo de Dios, y le hubiesen visto después crucificado y escupido?

San Cirilo.Convenía que los discípulos lo predicasen por todas partes. Esta era la misión de los escogidos por el Señor para el ministerio del apostolado. Mas como dice la Sagrada Escritura: "Hay un tiempo para cada cosa" (Si 6), convenía que la cruz y la resurrección se cumpliesen y luego siguiese la predicación de los apóstoles. Y prosigue diciendo: "Porque conviene que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas", etc.

San Ambrosio. Acaso porque sabía el Señor que el misterio de la pasión y de la resurrección era difícil de creer, aun para sus discípulos, quiso El mismo ser el anunciador de su pasión y resurrección.

LUCAS 9,23-27


9923 (Lc 9,23)

Decía, pues, a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame: porque el que quisiere salvar su alma, la perderá, y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará: Porque, ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si lo hace a sus expensas, y se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mi palabra, se avergonzará de él el Hijo del hombre cuando viniere con su majestad, y con la del Padre y de los santos Angeles. Mas dígoos, en verdad, que algunos hay aquí que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios". (vv. 23-27)

San Cirilo.Los superiores de entre los generales excitan a sus valientes al valor en el manejo de las armas, no ofreciéndoles únicamente los honores de la victoria, sino diciéndoles también que su memoria será gloriosa si sucumben en la pelea. Esto mismo hace y enseña Jesucristo. Había predicho a sus discípulos lo conveniente que era el que El sufriese las calumnias de los judíos, que fuese muerto y que resucitase al tercer día. Para que no creyesen que Jesús padecía todo esto por la salud del mundo y que a ellos les sería permitido pasar una vida cómoda, dice que es necesario que cada uno ascienda por los grados de la perfección, por medio de iguales sufrimientos, cuando desea participar de su gloria. Por ello sigue: "Y decía a todos".

Beda. Dijo muy bien "a todos", porque lo que precede, relativo a la fe del nacimiento y pasión del Señor, lo trató separadamente, sólo entre El y sus discípulos.

Crisóstomo in Mat. hom. 56. Como es bueno y piadoso el Salvador, no quiso tener ninguno que lo sirviese como obligado sino, por el contrario, quienes lo sirviesen espontáneamente y le agradeciesen el poderlo servir. No obligando ni imponiéndose a nadie, sino persuadiendo y haciendo bien, es como atrae a todos los que quieren venir, diciendo: "Si alguno quiere".

San Basilio in cons. mon cap. 4. Cuando dice: "Venir en pos de mí" propone -a los que quieren obedecerlo- su propia vida como modelo de una vida perfecta. No insinuando que lo siguiesen corporalmente -lo que sería imposible a todos estando ya el Señor en el cielo-, sino con una imitación fiel de su vida, según la medida de nuestras fuerzas.

Beda. Si alguno no renuncia a sí mismo, no se acerca al que está sobre él. Por lo que sigue: "Niéguese a sí mismo".

San Basilio in regulis fusius disputatis ad interrog. 6. La abnegación de sí mismo quiere decir el olvido absoluto de lo pasado y la renuncia de la propia voluntad.

Orígenes tract. 2 in Mat. Se niega a sí mismo uno cuando la vida pasada en el mal se convierte en un buen régimen de nuevas costumbres, o en una vida de oración. El que ha vivido la vida del pecado deshonesto se niega a sí mismo cuando se vuelve casto. Del mismo modo, se llama negarse a sí mismo abstenerse de cualquier clase de pecado.

San Basilio ut sup. El deseo de sufrir la muerte por Cristo, la mortificación de los sentidos corporales -mientras se vive en la tierra-, el estar dispuesto a enfrentar cualquier peligro en obsequio del Señor y no aficionarse a las cosas de esta vida, es lo que se llama tomar su cruz. Por lo cual prosigue: "Y tome su cruz cada día".

Teofilacto. Llama cruz a la muerte ignominiosa, advirtiendo que el que quiera seguir a Cristo no debe huir el padecer por El aun la muerte más ignominiosa.

San Gregorio in Evang. hom. 32. La cruz puede llevarse de dos modos: cuando se mortifica el cuerpo por medio de la abstinencia, o cuando se apena el alma por medio de la compasión.

Expositor Griego. Con razón reunió estas dos cosas: "Niéguese a sí mismo, y tome su cruz". Porque del mismo modo que el que está dispuesto a subir a la cruz se resigna a la muerte en su alma y marcha no pensando ya en vivir, así el que quiere seguir al Señor debe desde luego renunciar a sí mismo y después llevar su cruz, de suerte que su voluntad esté pronta a sufrir toda clase de penalidades.

San Basilio ut sup, ad interrog. 8. La perfección consiste, pues, en tener el afecto en la indiferencia -aun de la vida-, y en estar siempre dispuesto a sufrir la muerte, no confiando en sus propias fuerzas. La perfección reconoce como fundamento las acciones exteriores. Por ejemplo, la renuncia de lo que se posee y de la vanagloria. También la renuncia de las afecciones a las cosas inútiles.

Beda. Se nos manda tomar todos los días nuestra cruz y, una vez tomada, seguir con ella a Jesucristo, que llevó su propia cruz. De aquí prosigue: "Y sígame".

Orígenes ut sup. Expresa la causa de esto, añadiendo: "Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá". Esto es, el que quiere vivir según el mundo y continuar gozando de las cosas sensibles, éste la perderá, porque no la conducirá a los términos de la bienaventuranza. Y por el contrario, añade: "Y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará". Es decir, el que menosprecia las cosas sensibles, prefiriendo la verdad -aun exponiéndose a la muerte-, éste que por decirlo así, pierde su alma por Cristo, más bien la salvará. Por tanto, si es bueno salvar el alma (con relación a la salvación que está en Dios), cierta perdición debe ser buena para el alma, es decir, la que se hace en vista de Cristo. Me parece también que se refiere a lo que precede, de renunciar a sí mismo, el que conviene que cada uno pierda su alma pecadora para tomar aquella que se salva por la virtud.

San Cirilo.Que el ejercicio de la pasión de Cristo supera incomparablemente las delicias y preciosidades del mundo, lo insinúa añadiendo: "¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo y perjudica?". Como si dijese: cuando alguno, considerando los placeres y los bienes presentes, rehúsa sufrir y elige vivir de una manera espléndida, si es rico, ¿de qué le aprovechará todo esto, si pierde su alma? Pasan las grandezas de esta vida y sus delicias (1Co 7), como pasa una sombra (Sg 5) No aprovechan, pues, los tesoros de la impiedad. Pero la justicia libra de la muerte (Pr 10)

San Gregorio in Evang. hom. 32. Como la Santa Iglesia tiene sus épocas de persecución y sus períodos de paz, el Señor hace mención de estos dos tiempos. Pues en el tiempo de la persecución es cuando quiere que se exponga el alma, esto es, la vida, como lo demuestra cuando dice: "El que perdiere su alma". Mas en tiempo de paz deben domarse los deseos terrenos más dominantes, lo que significó diciendo: "¿Qué aprovecha al hombre?". Ordinariamente despreciamos las cosas pasajeras y, sin embargo, nos abstenemos muchas veces -por los respetos humanos- de expresar con la voz la rectitud que tenemos en el alma. Por eso el Señor añade el oportuno remedio a esta herida, diciendo: "Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el Hijo del hombre".

Teofilacto. Se avergüenza de Cristo quien dice: "¿Por ventura creeré al Crucificado?". Y se avergüenza de sus palabras quien menosprecia la sencillez del Evangelio. Dios se avergonzará del que así obrare en su reino, como se avergüenza un padre de familia de nombrar a un siervo suyo que no es bueno.

San Cirilo.Les infundió temor diciendo que bajaría de los cielos, no en su humildad primera y en cuanto pudiere percibirle nuestra humana naturaleza, sino revestido de la gloria del Padre y acompañado de los ángeles. Sigue, pues: "Cuando viniere en su majestad, y en la del Padre y de los Santos Angeles". Terrible y funestísimo será aparecer con el signo de la enemistad y la inercia de las obras, cuando tan gran Juez baje en medio del ejército de los ángeles. De donde se desprende que, aunque el Hijo de Dios tomó carne mortal, no ha dejado de ser Dios, puesto que ofrece venir acompañado de la majestad del Padre como justo juez, y dice que lo acompañarán los ángeles. Todo esto aun cuando se ha hecho hombre semejante a nosotros.

San Ambrosio. Constantemente el Señor, a la vez que nos invita a merecer la eterna dicha por la práctica de la virtud, nos enseña a menospreciar las cosas de la tierra. Por ello robustece la humana debilidad, ofreciendo premios por las penalidades de la vida presente. Es cosa ardua tomar la cruz, tener dispuesta el alma contra los peligros y ofrecer el cuerpo a la muerte. También dejar lo conocido por lo desconocido, y raras veces la virtud, aun la más excelsa, abandona las cosas presentes por las futuras. El buen Maestro, para que ninguno se deje abatir por la desesperación o el tedio, promete a continuación a los fieles que lo verán. Diciendo: "Os digo, en verdad: hay algunos aquí que no morirán sin ver el reino de Dios".

Teofilacto. Esto es, la gloria en que habitan los justos. Dijo esto refiriéndose a la transfiguración, que representaba las felicidades de la gloria futura, como diciendo: hay algunos de los que están aquí (a saber, San Pedro, San Juan y Santiago) que no sufrirán la muerte hasta que en el día de la transfiguración vean la gloria que disfrutarán los que me confiesen.

San Gregorio ut sup. O es la Iglesia presente la que aquí se llama reino de Dios. Y algunos de sus discípulos habían de vivir en la tierra hasta que viesen la Iglesia de Dios establecida y erigida contra la Iglesia de este mundo.

San Ambrosio. Por tanto, si queremos no temer la muerte, estemos donde está Cristo, pues sólo quienes puedan estar con Cristo, serán los que no puedan gustar la muerte. Del sentido propio de estas palabras puede deducirse que aquellos que merecieron asociarse a Cristo, no experimentarán el menor contacto de la muerte. Ciertamente ellos gustarán la muerte pasajera del cuerpo, pero poseerán la vida permanente del alma. No se niega aquí la muerte del cuerpo, sino del alma.

LUCAS 9,28-31


9928 (Lc 9,28-31)

Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar. Y entre tanto que hacían oración, la figura de su rostro se transmutó, y sus vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. Y he aquí que hablaban con El dos hombres: éstos eran Moisés y Elías, que aparecieron en majestad, y hablaban de su pasión, que había de consumar en Jerusalén. (vv. 28-31)

Eusebio . Cuando el Señor habló a sus discípulos del misterio de su segunda venida, para que no pareciese que creían sólo por las palabras, procedió a las obras, manifestándoles, con fe oculta, una figura de su reino. Por lo que prosigue: "Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar".

San Juan Damasceno orat. de transfig. San Mateo y San Marcos dicen que tuvo lugar la transfiguración el sexto día después de hecha la promesa a los discípulos, mientras que San Lucas dice que la transfiguración se realizó después del día octavo. Pero no hay discordancia en ellos; porque los que dicen que el sexto día después, no cuentan el primero ni el último (esto es, el primero en que se hizo la promesa y el último en que se realizó) y sólo computaron los intermedios. Y el que contó ocho, computó los otros dos. Pero, ¿y por qué no todos los discípulos, sino algunos de ellos, fueron llamados a presenciar la transfiguración? Solamente había uno que no merecía ver la Divinidad, Judas. , según aquellas palabras: "Quítese el impío, para que no vea la gloria del Señor" (Is 26,10) Si hubiese sido sólo éste quien hubiese quedado privado de tan grato espectáculo, acaso se hubiera llenado de envidia y hubiera sido provocado a cometer toda clase de crímenes. Por eso el Señor quiso quitar aquella ocasión de aborrecimiento al que le había de vender, dejando con él, a la falda del monte, a la mayor parte de sus discípulos. Tomó a tres para que toda palabra esté confirmada por dos o tres testigos. Tomó a Pedro para hacerle ver -confirmado por el testimonio del Padre- el testimonio que él había dado; y también como futuro presidente de toda la Iglesia. Tomó a Santiago porque había de morir por Cristo antes que los demás discípulos. Tomó a Juan -como órgano purísimo de la teología- para que, viendo la gloria del Hijo, que no está sujeta a tiempo, resonase aquello: "En el principio era el Verbo" (Jn 1,1)

San Ambrosio. Subió San Pedro porque había recibido las llaves del reino de los cielos; San Juan, porque había de acompañar a la Madre del Salvador; y Santiago, porque había de ser el primer mártir de entre los Apóstoles.

Teofilacto. O tomó a estos tres, porque eran los más apropiados para guardar el secreto y no lo habían de revelar a nadie. Subió al monte a orar para enseñarnos que cuando oremos debemos estar solos y elevados, no acordándonos de las cosas de la vida.

San Juan Damasceno orat. jam. notata. De un modo oran los siervos y de otro oraba el Señor. Porque la oración del siervo es una ascensión del espíritu hacia Dios; mas el espíritu sagrado de Cristo, unido hipostáticamente a Dios, nos lleva como de la mano al ascenso, con el cual subimos a Dios por la oración y nos enseña que no es adversario de Dios, sino que venera como principio al que lo engendra. Además, a fin de desorientar al demonio, que exploraba si era Dios (lo cual predicaba la virtud de sus milagros), ocultaba, por decirlo así, su anzuelo bajo cierto cebo. Lo hacía así a fin de que, el que había seducido (cogido con anzuelo) al hombre con la esperanza de la deificación, fuese engañado o cogido con el anzuelo del vestido del cuerpo. La oración es una revelación de la gloria divina. Por lo cual prosigue: "Y entre tanto que hacía oración, la figura de su rostro se hizo otra".

San Cirilo.No mudando la forma corporal y humana, sino resplandeciendo con cierto brillo de gloria.

San Juan Damasceno ut sup. Viendo el diablo que resplandecía en la oración, se acordó de Moisés, cuyo semblante fue también glorificado (Ex 34); pero Moisés era glorificado por una gloria que le venía de fuera, mientras que el Señor brillaba con un resplandor innato de su gloria divina. Porque -como en virtud de la unión hipostática es una y la misma la gloria del Verbo y de la carne-, se transfigura, no recibiendo lo que no tenía, sino manifestando a sus discípulos lo que era. De donde se dice, según San Mateo: "Que se transfiguró delante de ellos", y que "su rostro brilló como el sol" (Mt 17) Porque Dios es en las cosas espirituales, lo que el sol en las cosas sensibles. Así como el sol -que es la fuente de la luz- no puede ser visto fácilmente, mientras que la luz, derramada sobre la tierra, puede contemplarse, así el semblante de Cristo es deslumbrador como el sol, mientras que sus vestidos son blancos como la nieve. Por lo cual continúa: "Y sus vestidos se tornaron blancos"; esto es, por la participación de la luz eterna.

Y sigue a continuación: Así las cosas, para que se conociese que era uno mismo Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento y se cerrasen las bocas de los herejes y se estableciese la fe de la resurrección (y además para que se creyese que El que se transfiguraba era el Señor de vivos y muertos), Moisés y Elías, como ministros, asisten al Señor en su gloria. Por ello sigue: "Y he aquí que hablaban con El", etc. Convenía, pues, que viendo la gloria y la confianza de sus consiervos, admirasen la misericordiosa condescendencia del Señor, se animasen a imitar a aquellos que los habían precedido en el trabajo -al ver el gozo de los bienes futuros- y se fortificasen más en las pruebas; pues el que conoce la recompensa de sus trabajos, los tolerará más fácilmente.


Crisóstomo, hom. 57, in Matth. ¿Y por qué hace que se presenten allí Moisés y Elías? Para que se distinguiese entre el Señor y los siervos, pues el pueblo afirmaba que el Señor era Elías o Jeremías. Además, hizo que apareciesen sirviéndole, para demostrar que El no era adversario de Dios ni transgresor de la ley; pues en tal caso el legislador Moisés y Elías, los dos hombres que más habían brillado en la guarda de la ley y en el celo de la gloria de Dios, no lo hubieran servido. Igualmente, con dicha aparición manifestó las virtudes de aquellos dos hombres, pues uno y otro se expusieron muchas veces a la muerte por guardar los preceptos divinos. Quería también que sus discípulos los imitasen en el gobierno de los pueblos, para que fuesen humildes como Moisés y celosos como Elías. Los hizo venir también con objeto de hacerles ver la gloria de la cruz para consolar a Pedro y a otros que temían la pasión. Por lo cual prosigue: "Y hablaban de su partida había de terminar en Jerusalén".

San Cirilo.Esto es, del misterio de la encarnación y de la pasión salvífica, cumplida en la venerable Cruz.

San Ambrosio. Místicamente se manifiesta la transfiguración de Cristo después de las palabras antedichas. Porque quien oye y cree las palabras de Cristo verá la gloria de la resurrección. Esta se verificó en el octavo día, y de allí el que la mayor parte de los salmos se escribe por la octava: (para cantarse por octavo tono), o acaso para demostrarnos lo que había dicho, que todo aquel que perdiere su alma, la salvará, puesto que cumplirá sus promesas en el día de la resurrección.

Beda. Pues así como El resucitó después del día séptimo del sábado, en que había descansado en el sepulcro, así nosotros después de las seis edades del mundo y la séptima del reposo de las almas, que se pasa en la otra vida, resucitaremos, por decirlo así, en la edad octava.

San Ambrosio. San Mateo y San Marcos dicen que después de seis días fue cuando tomó a sus discípulos y se transformó, de lo que podríamos deducir que resucitaremos después de seis mil años, que mil años para Dios son lo que un día para nosotros; pero se computan más de seis mil años, y preferimos entender esos seis días como la figura de los seis días de la creación de las obras del mundo, de suerte que el tiempo signifique las obras y las obras signifiquen el mundo. Así es como se nos ha revelado la resurrección futura, o puede ser también que aquel que ha ascendido sobre la tierra, y ha trascendido las importantes generaciones espere, sentado en lo alto del cielo, el fruto eterno de la resurrección futura.

Beda. Por ello sube a orar y a transfigurarse a la cumbre de un monte, para dar a entender que aquellos que esperan el fruto de la resurrección y desean ver al Rey inmortal en toda su gloria, deben habitar en los cielos con el espíritu y consagrarse a oraciones constantemente.

San Ambrosio. Si no distinguiese a los elegidos, consideraría que en aquellos tres que fueron guiados al monte, místicamente está comprendido el género humano, porque la humanidad entera descendió de los tres hijos de Noé. Son tres los elevados para que suban al monte, porque nadie puede ver la gloria de la resurrección si no cree en el misterio de la Santísima Trinidad con fe sincera.

Beda. Cuando el Señor se transfigura, nos da a conocer la gloria de la resurrección suya y de la nuestra. Porque tal y como se presentó a sus discípulos en el Tabor, se presentará a todos los elegidos después del día del juicio. El vestido del Señor representa el coro de sus santos, el cual parecía despreciado mientras el Señor estuvo en la tierra. Pero dirigiéndose El al monte, brilla con nuevo fulgor. Así ahora somos los hijos de Dios, pero lo que un día seremos, no parece todavía; mas sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a El (1Jn 3,2)

San Ambrosio. O de otro modo, el Verbo de Dios se achica o agranda, según la medida de tus fuerzas. Si no subes a la cumbre de la más alta sabiduría, no podrás ver cuánta sea la gloria en el Verbo de Dios. Las palabras de la Sagrada Escritura son como los vestidos del Verbo y como ciertos velos del entendimiento divino. Y así como el vestido resplandeció en blancura, así el sentido de las divinas lecciones blanquea por su claridad en los ojos de tu inteligencia. Así es como aparecen Moisés y Elías, esto es, la ley y los profetas en el Verbo. Porque no puede haber ley sin el Verbo, ni profeta, sino el que vaticinó sobre el Hijo de Dios.

LUCAS 9,32-36


9932 (Lc 9,32)

Mas Pedro y los que con él estaban se hallaban cargados de sueño. Y despertando, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con El. Y como se apartasen de El, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, bueno es que nos estemos aquí y hagamos tres tiendas, una para ti y una para Moisés y una para Elías", no sabiendo lo que se decía. Y cuando él estaba diciendo esto, vino una nube y les cubrió, y temieron viéndolos entrar en la nube. Y salió una voz de la nube diciendo: "Este es mi hijo amado, oídle". Y cuando sonó la voz, se halló solo Jesús. Y ellos callaron, y a nadie dijeron en aquellos días cosa alguna de las que habían visto. (vv. 32-36)

Teofilacto. Cuando Cristo estaba en oración, Pedro se vio oprimido por el sueño. Era débil y cumplió lo que era humano. Por ello se dice: "Mas Pedro y los que con él estaban se hallaban cargados de sueño". Pero habiendo despertado, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que con El estaban. De donde sigue: "Y despertando, vieron su majestad y los dos varones que estaban con El".

Crisóstomo, hom. 57, in Matth. Puede ser que llame sueño al gran estupor que les produjo aquella visión. No era noche, en verdad, sino que, por el contrario, el excesivo brillo de la luz mortificaba la debilidad de los ojos.

San Ambrosio. El brillo de la divinidad incomprensible abruma nuestros sentidos corporales. Porque si los ojos de nuestro cuerpo no pueden resistir el resplandor de los rayos del sol, ¿cómo los miembros corruptibles del hombre podrán contemplar la gloria de Dios? Y acaso estaban dormidos para que viesen una especie de resurrección después del descanso. Y así, vigilantes, vieron la majestad de El. Porque ninguno ve la gloria de Cristo, si no vigila. Se entusiasmó San Pedro y, aquel que no conocía los atractivos de la vida, apeteció la gloria de la resurrección. Por lo cual prosigue: "Y cuando se apartaron de El", etc.

San Cirilo.Creía acaso San Pedro que se acercaba el tiempo de poseer el reino de los cielos, por lo que deseaba continuar allí en el monte.

San Juan Damasceno orat. de transfig. ut sup. No te conviene, Pedro, que Cristo permanezca allí. Porque si hubiera permanecido allí, no hubiese podido cumplirte lo que te había ofrecido, ni hubieses podido obtener las llaves del reino de los cielos, ni la tiranía de la muerte hubiese sido abolida. No busques antes de tiempo la felicidad, como Adán la deificación. Ya vendrá el día en que contemples sin cesar ese semblante y habites con Aquel que es la luz y la vida.

San Ambrosio. Pedro, como más sobresaliente, no sólo en el afecto, sino que también en las obras, promete el servicio de un común obsequio y, obrero laborioso, quiere construir tres tiendas. Prosigue, pues: "Y hagamos tres tiendas, una para ti", etc.

San Juan Damasceno ut sup. El Señor no te ha constituido en constructor de tiendas, sino en organizador de la Iglesia universal. Tus palabras, tus discípulos, tus ovejas realizaron tu deseo construyendo un tabernáculo para el Cristo y sus siervos. Pedro no hablaba así con intención, sino por la inspiración del Espíritu Santo, que le revelaba lo que había de suceder. Por lo cual prosigue: "No sabiendo lo que decía".

San Cirilo.Y no sabía lo que decía, porque no había llegado el tiempo del fin del mundo, ni de participar los santos de las gracias ofrecidas. Y como ya había empezado a dispensar sus gracias el Señor, ¿cómo podía convenir que Cristo dejase de amar al mundo y de querer padecer por él? San Juan Damasceno ut sup. Convenía también no concretar las consecuencias de la encarnación a aquel monte, sino extenderlas a todos los creyentes. Es decir, todo lo que no podía obtenerse de otro modo que consumando el sacrificio de la cruz.

Tito Bostrense. Ignoraba también San Pedro lo que decía, porque no era conveniente hacer tres tabernáculos para los tres. No se pueden contar a la vez el Señor y sus siervos, ni las criaturas pueden compararse con su Creador.

San Ambrosio. Tampoco puede la debilidad humana hacer en este cuerpo mortal un tabernáculo digno al Señor, ni en su alma, ni en su cuerpo, ni en ninguna otra cosa. Y, aun cuando Pedro no sabía lo que decía, sin embargo, ofrecía sus servicios a quien distinguía con su afecto, no por una petulancia impremeditada, sino por una pronta devoción, fruto de su piedad. Su ignorancia venía de su condición y lo que prometía, de su devoción.

Crisóstomo, ut sup. O de otro modo: había oído que convenía que El muriese y resucitase al tercer día. Veía mucha distancia y soledad y creyó que aquel lugar era el más seguro. Por lo que dijo: "Bueno es que estemos aquí". Estaba también allí Moisés -que había entrado en la nube (Ex 24)- y Elías -que en el monte había traído el fuego del cielo (2R 1)-. Por eso el Evangelista, para expresar la confusión de su espíritu que lo hacía hablar así, dijo: "No sabiendo lo que decía".

San Agustín , de cons. evang. 2, 56. En cuanto a lo que San Lucas dice aquí de Moisés y Elías: "Y cuando se apartaron de El, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es que nos estemos aquí", no debe creerse que allí esté en contradicción con lo que dicen San Mateo y San Marcos, que unieron lo que dijo San Pedro con lo que hablaban con el Señor Moisés y Elías. No expresaron que lo dijera entonces, sino que más bien pasaron en silencio lo que éste añadió, es decir, que Pedro habló así al Señor cuando Moisés y Elías se retiraron.

Teofilacto. Diciendo Pedro: "Hagamos tres tiendas", el Señor fabrica un tabernáculo, que no es obra de la mano del hombre, y entra en él con sus profetas. Por ello sigue: "Y cuando El estaba diciendo esto, vino una nube y los cubrió", para dar a entender que no era menor que el Padre. Porque así como en el Antiguo Testamento se decía que el Señor habitaba en una nube, así ahora una nube tomó al Señor, no tenebrosa, sino clara y resplandeciente.

San Basilio. Porque la oscuridad de la ley había pasado ya, y así como el humo procede del fuego, así la nube procede de la luz. Mas como la niebla es señal de calma, se da a conocer el descanso de la eterna mansión por medio de la nube.

San Ambrosio. Esta sombra es del Espíritu Santo, que no oscurece los afectos de los hombres, sino que revela los misterios.

Orígenes in Mat. tract. 3. No pudiendo soportar los discípulos tanta gloria, se postraron humillados bajo la poderosa mano de Dios, sobrecogidos de temor, sabiendo lo que se había dicho a Moisés: "No verá el hombre mi cara mientras viva" (Ex 33,20) Por lo cual prosigue: "Y tuvieron miedo, viéndole entrar en la nube".

San Ambrosio. Téngase entendido que esta nube no fue formada por los negros vapores del aire y no cubría el cielo de horror y de tinieblas; sino que era una nube luminosa, que no los inundó con la lluvia de las aguas, sino que derramó el rocío de la fe y regó las inteligencias de los hombres con la voz de Dios Omnipotente. Prosigue, pues: "Y vino una voz de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado". No es Elías este hijo, no es Moisés este hijo, sino que mi Hijo es éste a quien veis solo.

San Cirilo in Tesauro, lib. 12 cap 14. ¿Cómo, pues, podría creerse que el que es verdaderamente el Hijo sea hecho o creado cuando Dios el Padre tronó desde arriba: "Este es mi Hijo"?. Como si dijere: No uno de los hijos, sino el que verdadera y naturalmente es Hijo, a semejanza del cual otros son adoptivos. Así manda obedecerlo, cuando añade: "A El oíd". Ymás que a Moisés y a Elías, porque Cristo es el fin de la Ley y de los Profetas. Por lo que el Evangelista prosigue: "Y al salir esta voz, hallaron solo a Jesús".

Teofilacto. Para que no creyese alguien que aquellas palabras: "Este es mi Hijo el amado", se referían a Moisés o a Elías.

San Ambrosio. Estos se retiraron al punto que el Señor empezó a ser designado. Tres se vieron al principio, uno al fin: uno son en la fe perfecta; luego ellos son, por decirlo así, recibidos en el cuerpo de Cristo, porque nosotros también seremos uno en Cristo o quizá porque la Ley y los Profetas vienen del Verbo.

Teofilacto. Así, lo que comenzó en el Verbo termina en el Verbo. Esto nos insinúa que la Ley y los Profetas no eran más que por su tiempo -como Moisés y Elías- y que luego desaparecerían para dejar solo a Jesús; pues ahora queda solo el Evangelio, y los legales pasaron.

Beda. Y observa que tanto en el momento en que Jesús es bautizado en el Jordán, cuanto en el que aparece transfigurado en el monte, se da a conocer el misterio de la Santísima Trinidad; porque habremos de ver la gloria de Aquél, que confesamos en el bautismo, en el día de la resurrección. Y no aparece aquí en vano el Espíritu Santo en una nube brillante y allí bajo la forma de paloma. Porque el que ahora guarda en la simplicidad de su corazón la fe que ha recibido, contemplará entonces con la luz de una clara visión las cosas que había creído.

Orígenes. El Señor no quiere que antes de su pasión se digan las cosas que pertenecen a su gloria. Por lo que prosigue: "Y ellos callaron", etc. Porque se hubieran escandalizado (y especialmente el vulgo) si hubiesen visto crucificar a Aquel que había sido así glorificado.

San Juan Damasceno orat. de tranfigur. ut sup. También mandó esto mismo el Señor, conociendo las imperfecciones de sus discípulos, que todavía no habían recibido la plenitud del Espíritu Santo, con el fin de que no tuviesen tristeza los que no lo habían visto, y para que no se excitase la envidia del que lo había de vender.


Catena aurea ES 9918