Catena aurea ES 10021

LUCAS 10,21-22


10021 (Lc 10,21-22)

En aquella misma hora se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: "Doy a ti loor, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los pequeñitos. Así es, Padre, porque así ha sido de tu agrado. Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquél a quien lo quiere revelar el Hijo". (vv. 21-22)

Teofilato. Así como un buen padre se alegra de ver bien dirigidos los hijos, así se regocija Cristo porque los apóstoles se han hecho dignos de tantos bienes. Por lo que sigue: "En aquella misma hora", etc.

San Cirilo.Vio la adquisición de muchos (o la sumisión de muchos a la fe) por la operación del Espíritu que había dado a los santos apóstoles. Por eso dice que se alegró en el Espíritu Santo; esto es, en los efectos que provienen del Espíritu Santo. Como amante de los hombres, consideraba como motivo de alegría la conversión de los pecadores, y de ella da gracias; por lo que sigue: "Confieso delante de ti, Padre".

Beda. La confesión no siempre significa penitencia, sino también acción de gracias, como leemos muchas veces en los Salmos.

San Cirilo.He aquí -dicen aquellos cuyos corazones están pervertidos o que tienen instinto perverso- que el Hijo da gracias al Padre como menor. ¿Pero qué impide que el Hijo, siendo consustancial al Padre, alabe a su Progenitor, que ha salvado al mundo por su mediación? Y si crees, porque le da gracias, que el Hijo es menor, observa que le llama su Padre y Señor del cielo y de la tierra.

Tito Bostrense. Todo lo demás fue creado de la nada por Cristo; pero sólo El es engendrado incomprensiblemente por el Padre, quien es Padre de solo el Unigénito como verdadero Hijo, por lo que sólo al Padre dice: "Confieso a ti, Señor Padre", esto es, te glorifico. Y no te admire que el Hijo glorifique al Padre, como las cosas que fueron hechas y los ángeles son gloria del Creador; mas como estas cosas son muy pequeñas respecto de la grandeza de El, sólo el Hijo (porque como Dios es igual al Padre) glorifica perfectamente al Padre.

San Atanasio. Además vemos al Salvador manifestarse muchas veces como hombre, porque la divinidad unió a sí la humanidad; no desconozcas, sin embargo, a Dios por el régimen del cuerpo. Mas ¿qué responden los que quieren que haya subsistencia del mal, formándose un Dios diferente del verdadero Padre de Cristo? Dicen que es ingénito, creador del mal, príncipe de la injusticia y fabricador de la máquina del mundo. Pero dice el Señor, aprobando la palabra de Moisés: "Confieso a ti, Padre, Señor del cielo y de la tierra".

San Epifanio. El Evangelio que escribió Marción, decía: "Te repito las gracias, Señor del cielo", callando lo que se dice: "y de la tierra", y lo que sigue: "Padre", para que no se entienda que Cristo llama Padre al Creador del cielo y de la tierra.

San Ambrosio. Finalmente, descubre el celestial misterio, por el cual plugo a Dios revelar su gracia a los pequeños, más bien que a los prudentes de este mundo. Por lo que sigue: "Porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos".

Teofilato. Puede referirse esto de los sabios a los fariseos y a los escribas que eran los intérpretes de la ley; y lo de los prudentes, a aquellos que eran instruidos por los escribas. Así sabio se llama al que enseña y prudente al que aprende. El Señor llama párvulos a sus discípulos, porque los eligió, no de entre los doctores de la ley, sino de entre la plebe y los pescadores; los cuales se llaman párvulos, porque no son malévolos.

San Ambrosio. O por párvulos debemos entender aquí el que no sabe ensalzarse, ni aparentar la habilidad de su prudencia con palabras rebuscadas, como hacen la mayor parte de los fariseos.

Beda. Da, pues, gracias de haber revelado los misterios de su advenimiento a los apóstoles, como párvulos, mientras que los escribas y fariseos, que se creían sabios y se miraban como prudentes, los ignoraron.

Teofilato. Quedan ocultos los misterios para aquellos que se creen sabios y no lo son; porque, si lo fuesen, también se les descubrirían.

Beda. A los sabios y a los prudentes no les opuso ignorantes e imbéciles, sino párvulos (esto es, humildes), para demostrar que condenaba la vanidad, no la penetración.

Orígenes. El sentimiento de lo que falta se hace preparación de la perfección que sobreviene. Pues todo el que no conoce que carece del verdadero bien y se satisface con apariencias, se priva del bien verdadero.

Crisóstomo in Mat. hom. 39. No se alegra y da gracias porque ocultaba los misterios a los escribas y fariseos (esto en verdad no era motivo de alegría, sino de tristeza); sino que da gracias porque los pequeños conocieron lo que los sabios habían ignorado. Por esto da gracias al Padre, con quien hace El esto a la vez, demostrando la excesiva caridad con que nos amó. Manifiesta también a continuación que la causa de esto es su voluntad y la del Padre, quien hacía todo esto por voluntad propia. Prosigue: "Así es, Padre, porque así ha sido de tu agrado".

San Gregorio in Moral. 25. cap. 13. En estas palabras nos da ejemplo admirable de humildad, para que no presumamos censurar temerariamente los eternos decretos acerca de la vocación de unos y de la repulsión de otros, pues no puede considerarse como injusto lo que agrada al justo. Así, pues, en todas las cosas que se ejecutan exteriormente, la causa de la razón manifiesta es la justicia de la voluntad oculta.

Crisóstomo, hom. 39, in Matth. Después de haber dicho: "Yo te doy gracias, porque revelaste estas cosas a los pequeñuelos", para que no se creyese que Cristo, privado de esta virtud, no podría hacer esto, añadió: "Todas las cosas me son entregadas por mi Padre".

San Atanasio. No entendiendo bien esto los sectarios de Arrio, deliran contra el Señor, diciendo: Si se le han dado todas las cosas (esto es, el dominio de las criaturas), hubo un tiempo en que no las tenía, y así no es consustancial al Padre. Porque, si lo fuese, no hubiera necesitado recibir; pero de esto resultaría más patente su demencia. En efecto, si antes de recibirlas no tenía criaturas el Verbo, ¿cómo se salvará aquella sentencia: "Todas las cosas subsisten en El" (Col 1,17) Además, si le fueron dadas todas las criaturas al mismo tiempo que fueron creadas, no había necesidad de dárselas, porque "por El fueron hechas todas" (Jn 7) No se trata aquí, como ellos piensan, del dominio de las criaturas, sino más bien de la obra de la encarnación, porque, después que el hombre pecó, se trastornaron todas las cosas, y el Verbo se hizo carne para restaurarlas todas. Luego le fueron dadas todas las cosas, no porque careciese de poder, sino para que, como Salvador, las enmiende todas; para que así como por el Verbo todo fue creado en el principio, así el Verbo, hecho carne, lo restaure todo en El.

Beda. O dice que le han sido entregadas todas las cosas, es decir, no los elementos del mundo, sino aquellos párvulos a quienes el Padre reveló por el Espíritu los misterios del Hijo y de la salvación, de los cuales se regocijó al hablar aquí.

San Ambrosio. O cuando lees: "Todas las cosas", lo reconoces omnipotente, no menor al Padre; y cuando lees "dadas", confiesas al Hijo, a quien pertenecen todas las cosas por derecho de su naturaleza consustancial, no por donación o gracia.

San Cirilo, in Thesauro. Después de haber dicho que el Padre le había dado todas las cosas, se eleva a su propia gloria y excelencia, demostrando que el Padre no lo supera en nada; por lo que añade: "Y ninguno conoce quién es el Hijo sino el Padre", etc. La capacidad de la criatura no puede comprender el modo de la sustancia divina, que supera a toda inteligencia, ni su hermosura, que está sobre toda concepción; pero la naturaleza divina conoce en sí misma lo que es. Y así el Padre, por lo que es, conoce al Hijo; y el Hijo, por lo que es, conoce al Padre, sin que intervenga diferencia alguna en cuanto a la naturaleza de la divinidad. Nosotros creemos que es Dios; mas lo que es en su naturaleza es incomprensible. Si, pues, el Hijo es creado, ¿cómo El sólo conocería al Padre?; o ¿cómo sólo lo conocería el Padre? Porque conocer la naturaleza divina es imposible a toda criatura; pero conocer la naturaleza de las cosas creadas, (cómo son) no excede los límites de la sana inteligencia, aun cuando supere a la nuestra.

San Atanasio. Habiendo dicho esto el Señor, ya no cabe duda alguna que los arrianos se le oponen cuando dicen que el Hijo no ve al Padre. Pero se demuestra la demencia de ellos cuando dicen que el Verbo no se conoce a sí mismo, siendo así que da conocimiento a todos de quién es El y quién es el Padre. Prosigue, pues: "Y aquel a quien lo quisiere revelar el Hijo".

Tito Bostrense. Revelación es la comunicación de una noticia, según la proporción de la naturaleza y virtudes de cada uno. Donde la naturaleza es semejante, allí hay conocimiento sin enseñanza; pero aquí abajo la enseñanza es por revelación.

Orígenes. Como Verbo quiere revelar, no sin razón y con justicia, que conoce dignamente el tiempo de revelar y la medida de la revelación. Revela, removiendo el velo puesto al corazón (2Co 3) y las tinieblas que lo ocultan (Ps 17) Mas como los disidentes piensan establecer de esto su dogma impío, a saber, que el Padre de Jesús era desconocido a los santos antiguos, debe decírseles que estas palabras: "Y aquel a quien lo quisiere revelar el Hijo", no sólo se refieren al tiempo posterior a aquél en que el Salvador dijo esto, sino también al tiempo pasado. Y si no quieren admitir el pretérito del verbo revelar, debe decírseles que conocer no es lo mismo que creer; a unos se les da por el Espíritu la ciencia, a otros la fe en el mismo Espíritu (1Co 12,8-9) Eran, pues, primero creyentes, no conocedores.

San Ambrosio. Para que sepas que así como el Hijo revela al Padre a quienes quiere, también el Padre revela el Hijo a quienes le place. Oye al Señor que dice: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Juan, porque la carne y la sangre no te ha revelado eso, sino mi Padre que está en los cielos (Mt 16,17)".

LUCAS 10,23-24


10023 (Lc 10,23)

Y volviéndose hacia sus discípulos, dijo: "Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. Porque os digo, que muchos Profetas y Reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron: y oír lo que oís, y no lo oyeron". (vv. 23-24)

Teofilato. Como antes había dicho: "Nadie conoce lo que es el Padre, sino sólo el Hijo, y aquél a quien el Hijo quiere revelarlo", llama ahora bienaventurados a sus discípulos, a quienes el Padre se da a conocer por su mediación. Por lo que dice: "Y volviéndose a sus discípulos, dijo: Bienaventurados los ojos", etc.

San Cirilo.Se vuelve hacia ellos, porque rechazando a los judíos, sordos, que llevaban la ceguera en la inteligencia y no querían ver, se daba todo entero a los que le amaban. Y llama bienaventurados los ojos que ven lo que ellos veían antes que otros. Debe advertirse que ver no representa exclusivamente la acción de los ojos, sino también la recreación de la inteligencia en los beneficios recibidos; como cuando decimos: Este ha visto los buenos tiempos, esto es, se ha alegrado en los bienes de esta vida, según las palabras (Ps 127,5): "Veas los bienes de Jerusalén". Muchos de los judíos vieron al Señor (con los ojos del cuerpo) hacer milagros y, sin embargo, no a todos convino la beatificación porque no todos creyeron ni vieron su gloria con los ojos del alma. Son, pues, beatificados nuestros ojos en que vemos, por medio de la fe, al divino Verbo hecho hombre por nosotros, imprimiéndonos la hermosura de su divinidad, para hacernos conformes a El por medio de la santificación y de la justicia.

Teofilato. Beatifica simplemente a todos los que ven con los ojos de la fe, porque los antiguos profetas y los reyes desearon ver y oír a Dios. Por lo que sigue: "Porque muchos Profetas y Reyes", etc.

Beda, cap. 43 in fine. San Mateo llama más claramente a los profetas, reyes justos (Mt 13) Son, en efecto, grandes reyes, porque no cedieron a los movimientos de las pasiones, sino que reinaron sobre ellas.

Crisóstomo, ex homiliis in Joanes. De aquí deducen algunos que los profetas no tuvieron noticia de Cristo. Pero sí desearon ver lo que los apóstoles vieron; conocieron que vendría a los hombres y les dispensaría las gracias que les dispensó. Ninguno desea lo que no conoce; luego habían conocido al Hijo de Dios. Por lo que no dice simplemente: "Quisieron verme", sino "lo que vosotros veis"; ni "oírme", sino "lo que vosotros oís". Lo habían visto, en efecto, aunque no ya encarnado, ni tratando con los hombres, ni hablándoles con tanta majestad.

Beda. Ellos, viéndolo a lo lejos, lo vieron en espejo y en enigma; los apóstoles, teniendo presente al Señor y aprendiendo de El cuanto querían, no necesitaban ser instruidos por los ángeles ni por revelaciones de otras especies.

Orígenes. Y ¿por qué dice que muchos profetas, y no todos, desearon? Porque se dice de Abraham (Jn 8) que vio el día de Cristo, y se alegró. Esta visión no todos tuvieron, sino pocos. Los otros profetas y justos no fueron tan grandes que alcanzasen la visión de Abraham y la ciencia de los apóstoles; dice que éstos no vieron, sino que desearon.

LUCAS 10,25-28


10025 (Lc 10,25-28)

Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo para tentarle: "Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna?" Y El le dijo: "En la ley, ¿qué hay escrito? ¿Cómo lees?" El, respondiendo, dijo: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento, y a tu prójimo como a ti mismo". Y le dijo: "Bien has respondido: Haz eso, y vivirás". (vv. 25-28)

Beda. El Señor había dicho antes que sus nombres estaban escritos en el cielo; de donde, como creo, el doctor de la ley tomó ocasión de tentar al Señor. Por lo que se dice: "Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo para tentarle", etc.

San Cirilo.Había ciertos charlatanes que recorrían todo el territorio de los judíos, acusando a Cristo y diciendo que llamaba inútil a la ley de Moisés al mismo tiempo que enseñaba doctrinas nuevas. Queriendo, pues, aquel doctor de la ley seducir a Jesús para que hablase algo en contra de la ley de Moisés, se presenta tentándole, llamándole maestro y no sufriendo ser enseñado. Y como el Señor acostumbraba a hablar de la vida eterna a todos los que venían a El, el doctor de la ley se servía de sus propias palabras; y como lo tienta con astucia, no oye otra cosa que lo que Moisés había enseñado. Por eso sigue: "Y El le dijo: ¿En la ley qué hay escrito? ¿Cómo lees?"

San Ambrosio. Era uno de aquellos que creían conocer la ley, y que poseen de ella la letra pero que ignoran el espíritu; por eso, con el texto mismo de la ley les prueba que la ignoran, demostrando que la ley anunció desde el principio al Padre, al Hijo y el misterio de la encarnación del Señor. Prosigue, pues: "Y El respondiendo dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento".

San Basilio. En cuanto dice "con todo tu entendimiento", no admite división con las criaturas. Porque cualquier afecto que se invierta en las cosas ínfimas, ha de faltar necesariamente al todo. Así como cuanto se derrame de un vaso lleno de licor, tanto faltará a su plenitud; así en el alma, cuanto de su amor emanare para lo ilícito, tanto disminuye necesariamente en el amor que debe a Dios.

San Gregorio Niceno, lib. De hominis creat., cap. 8. Tres potencias se distinguen en el alma. Una es sólo aumentativa y nutritiva, la cual se halla también en las plantas; otra que siente y es común en la naturaleza a los animales irracionales; y otra que es la perfecta actividad del alma racional, que se observa en la naturaleza humana. Así, diciendo corazón, significó la sustancia corporal, esto es, la nutritiva; diciendo alma, designó la del medio o la sensibilidad, y diciendo mente, designó la naturaleza más elevada, esto es, la potencia inteligente y reflexiva.

Teofilato. Esto debe entenderse respecto de que todas las potencias del alma deben estar sometidas al amor divino, ardientemente y no con tibieza; por eso se añade: "Y con todas tus fuerzas".

San Máximo. Con este fin la ley nos habla de una triple dirección hacia Dios, para apartarnos de la triple tendencia del mundo hacia las pasiones, la gloria y la sensualidad; con las cuales también fue tentado Cristo.

San Basilio. Si alguno pregunta cómo puede adquirirse el amor divino, diremos que el amor divino no se aprende. No aprendemos de otro a alegrarnos de la presencia de la luz, ni a amar la vida, ni amar a nuestros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos podemos aprender las reglas del amor divino. Sino que hay en nosotros cierto sentimiento íntimo, que tiene sus causas intrínsecas, que nos inclina a amar a Dios; y el que obedece a ese sentimiento, practica la doctrina de los divinos preceptos y llega a la perfección de la divina gracia. Amamos naturalmente el bien; amamos también a nuestros prójimos y parientes, y además damos espontáneamente a los bienhechores todo nuestro afecto. Si, pues, el Señor es bueno, y todos desean lo bueno, lo que se perfecciona por nuestra voluntad reside naturalmente en nosotros. A El, aunque no le conozcamos por su bondad, en el mero hecho de que procedemos de El, tenemos obligación de amarle sobre todo, como principio nuestro que es. Es también mayor bienhechor que todos los que se aman naturalmente. El primero y principal mandamiento es, por consiguiente, el del amor a Dios. El segundo, que completa al primero y es completado por él, nos manda amar al prójimo. Por esto sigue: "Y a tu prójimo como a ti mismo". Recibimos de Dios las fuerzas necesarias para cumplir este precepto; pues ¿quién no conoce que el hombre es un animal manso y comunicativo, no solitario ni silvestre? Nada hay tan conforme con nuestra naturaleza como el comunicarse con los demás, favorecerse mutuamente y amar a los parientes. El Señor, previniéndonos, nos ha infundido la semilla de todo esto y, por consecuencia, exige los frutos.

Crisóstomo, hom. 32 in 1 ad Cor. Tú considera, sin embargo, cómo pide con el mismo empeño el cumplimiento de uno y otro precepto; pues de Dios dice: "Con todo tu corazón"; del prójimo: "Como a ti mismo". Lo cual si se observase bien, no habría siervo, ni libre; ni vencedor, ni vencido (mejor aún, ni príncipe ni súbdito); ni rico, ni pobre; ni el diablo se hubiese conocido nunca. Con más facilidad resistirían las pajas el fuego, que el diablo los afectos de la caridad. Todo lo vence la constancia del amor.

San Gregorio, Moralium 19, 20. Cuando se dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", ¿cómo puede ser compasivo con otro, el que viviendo injustamente es implacable para sí?

Crisóstomo. Cuando el doctor de la ley respondió lo que en ella se contenía, Cristo, para quien todo es conocido, le rompió las redes de su malicia; porque sigue: "Y El le dijo: Bien has respondido: haz eso, y vivirás".

Orígenes. De todo esto se deduce indudablemente que la vida que se predica según Dios, Creador del mundo, y según las antiguas Escrituras, dadas por El, es la vida eterna. El Señor lo atestigua tomando del Deuteronomio aquellas palabras: "Amarás al Señor tu Dios" (Dt 6,4), y del Levítico: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19,18) Esto se ha dicho contra los sectarios de Valentino, Basílides y Marción; porque ¿qué otra cosa quiso que hiciésemos para conseguir la vida eterna, sino lo que contienen la Ley y los Profetas?


LUCAS 10,29-37

10029 (Lc 10,29)

Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Y Jesús, tomando la palabra, dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y dio en manos de unos ladrones, los cuales le despojaron, y después de haberle herido, le dejaron medio muerto, y se fueron. Aconteció, pues, que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y, viéndole, pasó de largo. Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó también de largo. Mas un samaritano, que iba su camino, se llegó cerca de él: y cuando le vio, se movió a compasión, y acercándosele, le vendó las heridas, echando en ellas aceite y vino; y poniéndole sobre su bestia, le llevó a una venta, y tuvo cuidado de él. Y otro día sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele, y cuanto gastares de más, yo te lo daré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél, que dio en manos de los ladrones?" "Aquél, respondió el doctor, que usó con él de misericordia". Y Jesús le dijo: "Ve y haz tú lo mismo". (29-37)

San Cirilo. Alabado el doctor de la ley por el Salvador, porque había respondido bien, se llenó de soberbia, no creyendo que habría alguien que pudiera ser su prójimo; como si no hubiese quien pudiera compararse con él en justicia. Por esto dice: "Mas él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?". Le asediaban, por decirlo así, alternativamente los vicios. Después de la falacia con que había preguntado, tentando, cae en la arrogancia. Al preguntar: "¿Quién es mi prójimo?", ya se muestra vacío del amor del prójimo; y por consecuencia se muestra vacío del amor divino, porque no amando al hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no se ve (1Jn 4,20)

San Ambrosio. Respondió también que no conocía a su prójimo, porque no creía en Cristo; y quien no conoce a Cristo, desconoce la ley, porque ignorando la verdad, ¿cómo puede conocer la ley que anuncia la verdad?

Teofilato. El Salvador no determina el prójimo por las acciones o por las dignidades, sino por la naturaleza. Como si dijese: No creas que, aunque seas justo, no tienes prójimo. Todos los que tienen la misma naturaleza que tú, son tus prójimos. Hazte tú, pues, prójimo de ellos (no por el lugar, sino por el afecto), y cuídalos. Y a este fin adujo el ejemplo del samaritano. Por esto sigue: "Y Jesús, tomando la palabra dijo: Un hombre bajaba", etc.

Expositor Griego. Empleó bien la palabra del género, porque no dijo: "Bajaba un cierto", sino, "un hombre", porque se refería a toda la humanidad.

San Agustín, De quaest. Evang. 2, 19. Este hombre representa a Adán y a todo el género humano. Jerusalén, ciudad de la paz, representa la Jerusalén celestial, de cuya felicidad había caído. Jericó quiere decir luna, y significa nuestra mortalidad, porque nace, crece, envejece y muere.

San Agustín, Hypognosticon lib. 3. O Jerusalén, que se interpreta visión de la paz, representa el paraíso; porque antes que el hombre pecara, estaba en la visión de la paz, esto es, en el paraíso. Todo lo que veía era paz y alegría; pero bajó de allí (como humillado y abatido por el pecado) hacia Jericó, esto es, al mundo, en donde todo lo que nace, desaparece como la luna.

Teofilato. No dice que bajó, sino que bajaba, porque la naturaleza humana siempre tendía a descender; y no en parte, sino con todo lo pasible de la vida.

San Basilio ex illius Ethicis. Para comprender esto conviene examinar los lugares. Jericó está situado en los valles de la Palestina, mientras Jerusalén lo está en la altura, ocupando la cumbre del monte. Bajaba, pues, el hombre de las alturas al valle, cuando fue cogido por los ladrones que habitaban el desierto. De donde sigue: "Y dio en manos de los ladrones".

Crisóstomo. En primer lugar debemos deplorar la desgracia de este hombre, que, solo e indefenso, cae en manos de los ladrones, y que, despreocupado e incauto, eligiera aquel camino, donde no podía evadir las manos de los ladrones; pues no podía ahuyentar el inerme a los armados, el imprevisor a los malvados, el incauto a los bandidos. Tanto más, cuanto que la malicia siempre está armada de engaños, cercada de crueldad, fortificada de artificios y dispuesta a la perversidad de hacer daño.

San Ambrosio. ¿Quiénes son esos ladrones sino los ángeles de la noche y de las tinieblas, en manos de los que no hubiera caído, de no exponerse a su encuentro, apartándose de los mandamientos celestes?

Crisóstomo. Al principio, pues, del mundo, empleó el demonio su astucia en tentar al hombre, contra quien ejerció el virus del engaño e hizo el blanco de su malicia.

San Agustín, ut sup. Cayó, pues, en poder de los ladrones, esto es, del diablo y sus ángeles, que por la desobediencia del primer hombre despojaron al género humano del ornato de la inocencia; y le hirieron, incapacitándolo para el buen uso de su libre albedrío. Por esto sigue: "Los cuales le despojaron, y, después de haberle herido, se fueron". Le hicieron una llaga, induciéndole al pecado; y a nosotros más, porque al pecado que hemos contraído añadimos muchos pecados.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, q. 19. O despojaron al hombre de la inmortalidad; y, cubriéndolo de llagas (inclinándolo al pecado), lo dejaron medio muerto, porque por la parte que puede entender y conocer a Dios es hombre vivo; mas por la parte que sucumbe y es oprimido por el pecado es hombre muerto; y esto es lo que se añade: "Dejándole medio muerto".

San Agustín, Hypognosticon lib. 3. Estaba medio muerto el movimiento vital (esto es, el libre albedrío), herido el cual no era suficiente para volver a la vida eterna que había perdido. Por esto se encontraba tendido, porque no le bastaban sus propias fuerzas para levantarse, sino que necesitaba un médico para sanar (esto es, a Dios)

Teofilato. O se dice medio muerto el hombre después del pecado, porque su alma es inmortal, pero su cuerpo mortal; de modo que la mitad del hombre sucumbe a la muerte. O porque la naturaleza humana esperaba conseguir la salvación en Cristo, y así no morir enteramente. O porque la muerte, que había entrado en el mundo por el pecado de Adán, debía ser vencida por la redención de Cristo.

San Ambrosio. O nos despojan de los vestidos de la gracia espiritual, que hemos recibido, y después nos hieren; porque, si guardamos íntegros los vestidos que hemos recibido, no podremos sentir las llagas de los ladrones.

San Basilio. Puede entenderse también que le robaron después de haberlo herido. Las heridas siempre se hacen antes del despojo, para que conozcamos que el pecado precede siempre a la pérdida de la gracia.

Beda. Los pecados se llaman heridas, porque por ellos se destruye la integridad de la naturaleza humana. Se marcharon, no cesando de poner acechanzas, sino ocultando el fraude de sus insidias.

Crisóstomo. Este hombre, a saber, Adán, estaba tendido sin auxilio saludable, traspasado por las heridas de sus pecados, a quien ni el sacerdote Aarón, pasando, pudo socorrer con el sacrificio. Pues sigue: "Y aconteció que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y cuando le vio, pasó de largo", etc. Ni aun su hermano, que era levita, pudo curarle por medio de la ley. Por esto sigue: "Y así mismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, también pasó de largo".

San Agustín, ut sup. En el sacerdote y en el levita se representan los dos tiempos, el de la Ley y el de los Profetas; en el sacerdote la ley, por la cual se instituyeron el sacerdocio y los sacrificios; en el levita los vaticinios de los profetas, en cuyo tiempo no pudo curarse la humanidad, porque la ley daba a conocer los pecados, pero no los perdonaba.

Teofilato. Dice: "Pasó", porque la ley vino y duró hasta el tiempo ya marcado; y no pudiéndole curar pasó. Nótese también que la ley no había sido dada en la previsión de que curase al hombre, porque al principio el hombre no podía recibir el misterio de Cristo; por eso dice: "Aconteció, pues, que cierto sacerdote", como acostumbramos a decir de aquellas cosas que no se hacen premeditadamente.

San Agustín, De Verbo Dom., serm. 37. O porque el hombre, que bajaba de Jerusalén a Jericó, era israelita; y entonces puede entenderse que el sacerdote que pasó cerca de él era su prójimo por la raza y que el levita que le despreció era también de su raza.

Teofilato. Acaso el primer pensamiento de ellos fue de compasión, pero después, vencidos por la dureza, retrocedieron; esto significa lo que dijo: "Pasó de largo".

San Agustín ut sup. Pero un samaritano, lejano por la raza, próximo por la misericordia, hizo lo que sigue: "Mas un samaritano, que iba su camino, llegó a él", etc. Nuestro Señor Jesucristo quiso ser representado por ese samaritano. En efecto, samaritano quiere decir guarda, y de El se dice: "No dormitará ni dormirá el que guarda a Israel" (Ps 120,4), porque resucitando de entre los muertos ya no muere (Rm 6,9) Finalmente, cuando se le dijo: "Porque samaritano eres, y tienes demonio" (Jn 8,48); negó que tuviese demonio, puesto que expulsaba a los demonios; pero no negó que era el guarda del enfermo.

Expositor Griego. Cristo se llama aquí samaritano oportunamente; porque hablando a un legista, que se enorgullecía con la ley, quiso manifestar que ni el sacerdote, ni el levita, ni los que vivían en la ley, cumplían las prescripciones de la misma, pero que El vino a consumarlas.

San Ambrosio. Este samaritano también bajaba: "¿Quién es, pues, el que baja del cielo y que sube al cielo, sino el Hijo de Dios que está en el cielo?" (Jn 3,13)

Teofilato. Dice "yendo de camino", como para especificar que había venido a curarnos.

San Agustín Hypognosticon lib. 3. Vino en semejanza de carne de pecado (Rm 8,3), por tanto cerca de él, para semejarse a él.

Expositor Griego. O vino junto al camino, porque fue verdaderamente viador, no desviador, bajando a la tierra para nuestro bien.

San Ambrosio. Viniendo, pues, se hizo nuestro prójimo, tomando nuestra naturaleza; y nuestro vecino, por el don de la misericordia. De donde sigue: "Y cuando le vio se movió a compasión", etc.

San Agustín ut sup. Viéndole tendido, sin fuerzas y sin movimientos, se movió a compasión. No halló mérito alguno en él, que le hiciese digno de ser curado; pero él condenó el pecado en la carne del pecado; por esto sigue: "Y acercándose, le vendó las heridas, echando en ellas aceite", etc.

San Agustín de verb. Dom. serm 37. ¿Qué cosa más distante, ni más apartada que Dios de los hombres, el inmortal del mortal, el justo de los pecadores, no lejos no por el espacio, sino por la desemejanza? Como tenía en sí dos bienes (la justicia y la inmortalidad), y nosotros dos males (la injusticia y la mortalidad), si hubiese tomado dos males, sería nuestro igual, y hubiera tenido necesidad de libertador para nosotros. Para ser, pues, no lo que nosotros, sino estar cerca de nosotros, no se hizo pecador como nosotros, sino que se hizo mortal como nosotros; tomando sobre sí la pena, no la culpa, y borrando la pena y la culpa.

San Agustín, de quaest. evang. 2, 19. El vendaje de las heridas representa la represión de los pecadores; el óleo es el consuelo de la buena esperanza, dada por el perdón para la reconciliación de la paz; el vino es exhortación para obrar fervientemente en el Espíritu.

San Ambrosio. O liga nuestras heridas con una ley más austera; así como con el óleo reanima, perdonando el pecado, y con el vino excita el arrepentimiento, anunciando el juicio.

San Gregorio, 20, Moral., cap. 8 super Job 29, 25. O el vino es el rigor de su justicia y el óleo la dulzura de la misericordia. El vino baña las llagas corrompidas, el óleo reanima las que deben curarse. Debe, pues, mezclarse la dulzura con la severidad y temperar la una con la otra, para que no se llenen de úlceras los súbditos con la excesiva aspereza, ni se relajen con la excesiva benignidad.

Teofilato. O de otro modo: El óleo representa su naturaleza humana y el vino su naturaleza divina, la cual sola nadie podría soportar; por eso obró ciertas cosas como hombre y otras como Dios, y derramó el óleo y el vino, salvándonos con su humanidad y divinidad.

Crisóstomo. También derramó el vino (esto es, la sangre de su pasión), y el óleo (esto es, la unción del crisma), para que se nos diese el perdón por medio de su sangre y se confiriese la santificación por medio de la unción del crisma. El Médico celestial liga las heridas abiertas, que reteniendo en sí mismas la medicina, por sus efectos saludables se restituyen a su salud primera. Derramado que hubo el vino y el óleo, lo colocó sobre un jumento; por ello sigue: "Y poniéndole sobre su jumento", etc.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 19. Su jumento es la carne en la que se dignó venir a nosotros. Ser puesto sobre el jumento es creer en la encarnación de Cristo.

San Ambrosio. O nos pone sobre la bestia, cargando con nuestros pecados y sufriendo por nosotros (Is 53); porque el hombre se había hecho semejante a la bestia (Ps 48) Nos puso sobre su jumento a fin de que no seamos ya como el caballo o el mulo (Ps 31); y así, por la asunción de nuestro cuerpo, destruyó la enfermedad de nuestra carne.

Teofilato. También puede entenderse que nos colocó sobre su bestia, esto es, sobre su cuerpo, porque nos hizo miembros suyos y participantes de su cuerpo. La ley no admitía a todos, porque se dice: "Los mohabitas y ammonitas no entrarán en la Iglesia de Dios" (Dt 23,3); mas ahora todo el que teme a Dios en toda nación es recibido por El, queriendo creer y formar parte de la Iglesia; por esto dice que lo llevó a un hospedaje.

Crisóstomo. La Iglesia es un hospedaje, colocado en el camino de la vida, que recibe a todos los que vienen a ella, cansados del viaje o cargados con los sacos de sus culpas, en donde, dejando la carga de los pecados, el viajero fatigado descansa, y, después que ha descansado, se repone con saludable alimento. Y esto es lo que dice con aquellas palabras: "Y tuvo cuidado de él". Todo lo que es contrario, perjudicial y malo está fuera, mientras que dentro del hospedaje se halla el descanso completo y toda salubridad.

Beda. Y se díce bien que puesto sobre el jumento lo llevó al hospedaje, porque ninguno entrará en la Iglesia si no se une al cuerpo de Cristo por medio del santo Bautismo.

San Ambrosio. Mas como este samaritano no podía permanecer mucho en la tierra, debía volver al lugar de donde había bajado. Por eso sigue: "Y al día siguiente sacó dos denarios", etc. ¿Cuál es este día siguiente, sino acaso el de la resurrección del Señor, del que se ha dicho: "Este es el día que hizo el Señor" (Ps 117,24)? Los dos denarios representan los dos Testamentos, que llevan impresa en sí la imagen del Rey inmortal, con cuyo precio se curan nuestras heridas.

San Agustín, de quaest. evang. 2, 19. Los dos denarios también representan los dos preceptos de caridad que recibieron los apóstoles del Espíritu Santo para predicar la promesa de la vida presente y de la futura.

Orígenes in Lucam hom. 34. Los dos denarios me parece que son el conocimiento del misterio por el que el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre; conocimiento que el ángel de la Iglesia recibe como recompensa para que cure con todo celo al hombre que se le ha confiado, a quien El había curado también algún tiempo. Y se promete pagarle inmediatamente todo lo que gastare en su curación; por lo que sigue: "Y cuanto gastares de más, yo te lo daré cuando vuelva".

San Agustín ut sup. El hospedero fue el apóstol que gastó de más, ya sea por aquel consejo que da: "En cuanto a las vírgenes, no tengo mandamiento del Señor: mas doy consejo" (1Co 7,25); o porque también trabajó con sus manos para no gravar a alguno de los enfermos con la nueva del Evangelio (1Th 2,9), aunque le era lícito vivir del Evangelio (1Co 9,14) Los apóstoles gastaron también mucho de más, y en el transcurso del tiempo los doctores (que expusieron el Antiguo y Nuevo Testamento) por lo cual recibirán retribución.

San Ambrosio. Bienaventurado, pues, el hospedero, que puede curar las heridas de otro. Bienaventurado aquél a quien dice Jesús: "Y cuanto gastares de más, yo te lo daré cuando vuelva". Pero ¿cuándo volverás, Señor, sino en el día del juicio? Porque aunque estás siempre en todas partes, y aun cuando estando entre nosotros no te vemos, llegará tiempo en que toda carne te verá volver. Entonces darás lo que debes a los bienaventurados de quienes eres deudor. ¡Ojalá que nosotros seamos buenos deudores, que podamos pagar lo que hemos recibido!

San Cirilo.Una vez dicho esto, pregunta el Señor al doctor de la ley: "¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo de este hombre que cayó en manos de los ladrones?". Y el doctor le respondió: "El que usó misericordia con él". Ni el sacerdote ni el levita se hicieron prójimos del paciente, sino aquel que se compadeció de él. Es inútil la dignidad del sacerdocio y el conocimiento de la ley, si no se confirma con las buenas obras; por esto sigue: "Pues ve, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo", etc.

Crisóstomo in eaden ex hom. ad hebraeo homil 10. Como diciendo: Si ves alguno abatido, no digas: "Es un necio", sino que, sea gentil o judío, si necesita auxilio, no caviles; tiene derecho a tu favor, cualquiera que sea el daño que le haya sobrevenido.

San Agustín de doctr.christ. 1, 30. Vemos por esto que el prójimo es aquel a quien debemos prestar asistencia y misericordia, si la necesita, o a quien la deberíamos prestar si la necesitase. De lo cual se deduce que aquel de quien debemos recibirla es también nuestro prójimo; pues la palabra prójimo es relativa, y ninguno es prójimo sin reciprocidad. Pero ¿quién no ve que a nadie debe negarse el oficio de caridad, cuando dice el Señor: "Haced bien a los que os aborrecen" (Mt 5,44)? Además, es manifiesto que este precepto de amar al prójimo se extiende hasta los santos ángeles, que nos dispensan tantos beneficios de caridad. También el mismo Señor quiso llamarse nuestro prójimo, dando a entender que fue El quien ayudó al que estaba medio muerto tendido en el camino.

San Ambrosio. No es el parentesco el que hace el prójimo, sino la misericordia, porque la misericordia es según la naturaleza; y nada hay tan en armonía con la naturaleza, como favorecer a un consorte de naturaleza.


Catena aurea ES 10021