Catena aurea ES 10038

LUCAS 10,38-42


10038 (Lc 10,38-42)

Aconteció que, como fuesen de camino, entró, pues, en una aldea, y una mujer, que se llamaba Marta, le recibió en su casa: y ésta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada también junto a los pies del Señor, oía su palabra. Pero Marta estaba afanada preparando lo necesario: la cual se presentó y dijo: "Señor, ¿no ves cómo mi hermana me ha dejado sola para servir? Dile, pues, que me ayude". Y el Señor le respondió: "Marta, Marta, muy cuidadosa estás, y en muchas cosas te fatigas. En verdad una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será quitada". (vv. 38-42)

Beda. El amor a Dios y al prójimo, que antes había explicado el Señor por medio de palabras y parábolas, ahora lo expone por medio de obras y de verdades. Dícese, pues: "Y aconteció que, como fuesen de camino, Jesús entró en una aldea".


Orígenes. San Lucas no dice el nombre de esta aldea, pero San Juan la expresa, llamándole Betania.

San Agustín de verb. Dom. serm. 26. El Señor, que vino a su casa , y los suyos no lo recibieron (Jn 1), fue aceptado como huésped; por esto sigue: "Y una mujer, que se llamaba Marta, le recibió en su casa", etc. Lo acogió como suele recibirse a los peregrinos; sin embargo, en realidad la sierva recibió a su Señor, la enferma a su Salvador, la criatura a su Creador. Y no digas: "Bienaventurados los que merecieron recibir a Cristo en su propia casa". No te aflijas, puesto que ha dicho:"Lo que hicisteis a uno de mis pequeñuelos, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40) Tomada la forma de siervo, quiso en ella ser alimentado por sus siervos, por dignación, no por condición. Tenía carne en la que sentía el hambre y la sed; pero cuando tuvo hambre en el desierto, los ángeles le servían (Mt 4) Por ello, si quiso ser alimentado, lo hizo por el que lo alimentaba. Marta, pues, disponiendo y preparando la comida al Señor, se ocupaba en su servicio; pero María, su hermana, eligió más bien ser alimentada por el Señor. Pues, sigue: "Y ésta tenía una hermana, que se llamaba María, que sentándose junto a los pies del Señor, oía su palabra".

Crisóstomo. No se dice simplemente de María que estaba sentada cerca de Jesús, sino junto a sus pies; es para manifestar la presteza, la asiduidad, el deseo de oírlo y el gran respeto que profesaba al Señor.

San Agustín de verb. Dom. serm. 27. Con cuanta más humildad se sentaba a los pies del Señor, tanto más percibía; porque el agua afluye a la profundidad de los valles, mientras se aparta de la cumbre de los montes.

San Basilio. Toda obra y toda palabra del Salvador es una regla de piedad y de virtud. Por esto se vistió de nuestra carne, para que nosotros lo imitemos en cuanto nos sea posible.

San Cirilo.Con su ejemplo enseña a sus discípulos cómo deben portarse en las casas de aquellos que los reciben; para que cuando vayan a alguna casa no estén allí ociosos, sino dando santas y divinas enseñanzas a quienes los reciben. En cuanto a los que preparan la casa, éstos deben salir a su encuentro con fervor y alegría por dos razones: primera, porque serán edificados por aquellos que reciben, y segunda, porque recibirán el premio de su caridad. Por esto sigue a continuación: "Pero Marta estaba afanada", etc.

San Agustín ut sup. Marta servía bien al Señor en cuanto a la necesidad del cuerpo y la voluntad, como a un mortal; pero el que estaba en carne mortal, en el principio era el Verbo; he ahí lo que María oía: "El Verbo se hizo carne"; he ahí a quien servía Marta. Esta trabajaba, aquélla meditaba. Sin embargo, Marta, trabajando mucho en aquella ocupación y negocio de servir, interpeló al Señor y se quejó de su hermana. Prosigue, pues: "Y le dijo, Señor, ¿no ves cómo mi hermana me ha dejado sola para servir?", etc. Estaba María absorta oyendo la dulzura de la palabra del Señor; Marta le preparaba el convite, en el cual María ya se gozaba. Escuchando, pues, suavemente las dulces palabras y alimentándose en el recogimiento de su corazón, cuando su hermana interpeló al Señor ¿cómo pensamos que ella temería el Señor le dijese: Levántate, y ayuda a tu hermana? Estaba absorbida por una admirable suavidad, mayor en el alma que en el cuerpo; pero quiso más bien someter su causa al Juez, sin tomarse el trabajo de contestar, porque, si se ocupase en responder, debilitaría la intención de oír. Prosigue, pues: "Y respondiéndole, dijo el Señor: Marta, Marta", etc. La repetición del nombre es señal de dilección, o acaso para mover la atención , a fin de que escuche más atentamente. "Te fatigas en muchas cosas", esto es, estás ocupada en muchas cosas. Quiere el hombre complacer cuando sirve, pero alguna vez no puede: se busca lo que falta, se prepara lo que se tiene, y el ánimo se distrae. Si Marta hubiera sido suficiente, no hubiera pedido el auxilio de su hermana. Son muchas cosas, son diversas, porque son carnales, porque son temporales. Se prefiere uno a muchos; porque uno no viene de muchos, sino muchos de uno. De donde sigue: "Una sola cosa es necesaria". Quiso ocuparse en uno, según aquellas palabras: "Bueno es para mí adherirme a Dios" (Ps 72,28) Uno son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y a este uno no llegamos sino en cuanto todos tenemos un solo corazón (Ac 4)

San Cirilo.O de otro modo: Cuando alguno de nuestros hermanos reciba a Dios, no se afanen por muchas cosas, ni pidan lo que por sí pueden conseguir; porque lo que es de sobra incomoda ordinariamente en todas las cosas, produce enfado en los que quieren servir y los convidados experimentan que son causa de trabajo para los otros.

San Basilio in regulus fusius disputatis ad interrogat. 59. Es también absurdo tomar alimentos para el sustento del cuerpo, y por ellos perjudicar otra vez al cuerpo e impedirle cumplir los mandamientos divinos. Si, pues, viene algún pobre que reciba un modelo y un ejemplo de la moderación en la comida, no preparemos nuestra mesa como la de aquéllos que quieren vivir en las delicias. Uniforme debe ser la vida del cristiano y tender al mismo fin, a saber, a la gloria de Dios; mientras que los que son de fuera tienen una vida diversa y multiforme, según la variedad de sus gustos. Mas tú, ¿por qué, mientras preparas abundancia de comida y motivos de satisfacción a tu hermano, censuras su conducta, haces caer sobre él la fea mancha de glotón y le murmuras en lo mismo que le preparas? El Señor no alabó a Marta, ocupada en preparar muchos manjares.

San Agustín de verb. Dom. serm. 27. ¡Cómo! ¿Creemos que fue vituperada la conducta de Marta, que se ocupaba en las faenas propias de la hospitalidad, cuando tan gozosa estaba por tener un huésped tan grande? Si esto es así, que cesen los hombres de servir a los pobres, dedíquense a la palabra, ocúpense en la ciencia saludable y no se cuiden si hay algún peregrino en el lugar, si alguno necesita de pan; abandonen las obras de misericordia, aplicándose sólo a la ciencia.

Teofilato. El Señor no vitupera la hospitalidad, sino el cuidado por muchas cosas, esto es, la absorción y el tumulto. Y vean cómo el Señor nada dijo primero a Marta; mas cuando ella intentaba distraer a su hermana, entonces el Señor, habida ocasión, la corrigió. La hospitalidad es honrada mientras que nos atrae a las cosas necesarias; mas cuando empieza a estorbar a lo más útil, es manifiesto que la atención a las cosas divinas es más honrable.

San Agustín, de Verb. Dom., serm. 27. El Señor no reprende, pues, la obra, sino que distingue las ocupaciones; por eso sigue: "María ha escogido la mejor parte", etc. Tú no la elegiste mala, pero ella la eligió mejor. Y ¿por qué mejor? Porque no le será quitada. A ti se te quitará alguna vez el cuidado de los necesitados (porque cuando vengas a aquella patria no encontrarás peregrino a quien hospedar); pero se te quitará para tu bien, para darte el descanso. Tú navegas, aquélla está en el puerto. Eterna es la dulzura de la verdad; se aumenta en esta vida, se perfecciona en la otra, jamás se quita.

San Ambrosio. Que el deseo de la sabiduría te haga como María; ésta es la obra más grande, la más perfecta. Que el cuidado de tu ministerio no te aparte del conocimiento del Verbo celestial, ni acuses, ni estimes ociosos a los que veas dedicados a la sabiduría.

San Agustín, De quaest. Evang. 2, 30. En sentido místico, Marta, recibiendo al Señor en su casa, representa la Iglesia, que ahora lo recibe en su corazón. María, su hermana, que estaba sentada junto a los pies del Salvador y oía su palabra, representa la misma Iglesia, pero en la vida futura, en la que, cesando de todo trabajo y ministerio de caridad , sólo goza de la sabiduría. En cuanto a que Marta se queja de su hermana porque no le ayuda, se da ocasión a la sentencia del Señor, con la que muestra que esta Iglesia se inquieta y turba por muchas cosas, cuando sola una cosa es necesaria, a la cual llega por los méritos de este ministerio. Dice que María "eligió la mejor parte", porque por ésta se va a aquélla que no se quita jamás.

San Gregorio, 6 Moral., cap. 28. O por María, que escuchaba sentada las palabras del Señor, se expresa la vida contemplativa; y por Marta, ocupada en las cosas exteriores, la vida activa. El cuidado de Marta no se reprende, pero se alaba el de María; son grandes los méritos de la vida activa, pero son mayores los de la contemplativa. Se díce además que nunca le será quitada la parte a María, porque las obras de la vida activa pasan con el cuerpo, mientras que los goces de la vida contemplativa mejoran al fin.

LUCAS 11,1-4


10101 (Lc 11,1)

Y aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando acabó le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos". Y Jesús le respondió: "Cuando orareis, decid: Padre: santificado sea el tu nombre. Venga el tu reino. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación". (vv. 1-4)

Beda. Después de la historia de las hermanas que significaron las dos vidas de la Iglesia, se escribe, no sin misterio, que Jesús oró y enseñó a orar a sus discípulos, pues la oración que enseñó encierra en sí el misterio de ambas vidas y la perfección de estas vidas no puede obtenerse por nuestras propias fuerzas, sino por nuestras oraciones; por esto se dice: "Y un día estando Jesús orando en cierto lugar", etc.

San Cirilo, in Cat. grac. Patr. Siendo así que Jesucristo encierra en sí la plenitud de todo lo bueno ¿por qué ora si es perfecto y de nada necesita? A esto respondemos, que, conforme a su encarnación, puesto que así lo había querido, debía cumplir en su tiempo conveniente las cosas humanas. Si comió y bebió, no era impropia de El tampoco la oración; lo hizo para enseñarnos a que no fuéramos perezosos respecto de ella, sino que la ejercitáramos con toda atención.

Tito Bostrense, in Matth. Cuando los discípulos vieron una doctrina nueva, pidieron un nuevo modo de orar, siendo así que se conocían muchas oraciones en el Antiguo Testamento. De aquí prosigue: "Acabada la oración, le dijo uno de sus discípulos; Señor, enséñanos a orar", no sea que pequemos contra Dios pidiendo unas cosas por otras, u orando de una forma que no sea conveniente.

Orígenes, in Cat. graec. Patr. Y para explicar mejor la doctrina de la oración, porque pedía esto, añade: "Como también Juan enseñó a sus discípulos". Acerca de él nos has enseñado que entre los nacidos de mujer, no se conoce otro mayor. Además y porque nos has mandado pedir cosas grandes y eternas, ¿cómo podremos llegar a conocerlas entonces sino por ti que eres nuestro Dios y Salvador?

San Gregorio Niceno, in Orat. dom. serm. 1. Explica a sus discípulos la doctrina de la oración, puesto que ellos le piden con insistencia que se la enseñe, manifestándoles cómo deben implorar a Dios para ser oídos.

San Basilio, in Constitut. monast., cap. 1. Hay dos modos de orar: uno de alabanza con humildad, y otro de petición, que es menos elevado. Siempre que ores no empieces desde luego pidiendo; porque entonces harás aparecer tu afecto como culpable, acudiendo a Dios como obligado por la necesidad. Así, cuando empieces a orar, prescinde de toda criatura visible e invisible, y empieza por alabar a Aquel que ha creado todas las cosas. Por esto añade: "Y Jesús les respondió: Cuando os pongáis a orar, habéis de decir: Padre", etc.

San Agustín, De verb. Dom. serm. 27. ¡Cuánta gracia encierra esta primera palabra! No te atrevías a levantar la vista al cielo y de pronto recibes la gracia de Cristo. De un mal siervo te has convertido en un buen hijo; y esto, no por tu propia virtud, sino por la gracia de Jesucristo. Y aquí no hay arrogancia, sino fe; hacer público lo que has recibido no es soberbia, sino devoción. Por tanto, levanta tus ojos al Padre, que te engendró por el bautismo y te redimió por medio de su Hijo. Llámalo Padre, puesto que eres su hijo, pero no quieras atribuirte nada de esto: solamente Dios es Padre de Jesucristo en particular; respecto de nosotros es Padre en común, porque sólo ha engendrado a Jesucristo y a nosotros nos ha creado. Y por tanto, dice San Mateo (6,9): "Padre nuestro", y añade: "que estás en los cielos"; esto es, en aquellos cielos de quienes dice el salmista (Ps 18,2): "Los cielos publican la gloria de Dios"; el cielo está en donde ya no hay culpa y donde no hay ningún temor de muerte.

Teofilacto. No dice que estás en los cielos, como si estuviera circunscrito a ellos; sino para elevar al que lo oye hasta los cielos y para separarlo de las cosas terrenas.

San Gregorio Niceno, in Orat. dom., serm. 2. Observa cuánta preparación se necesita para poder decir a Dios: Padre. Porque si diriges tu vista a las cosas mundanas, o ambicionas la gloria humana, o sirves el apetito de tus pasiones, pronunciando esta oración, me parece oír decir a Dios: Si llamas Padre al autor de la santidad, cuando tú observas una vida depravada, manchas con tu voz inmunda su nombre incorruptible. Porque el que ha mandado llamarlo Padre no consiente la mentira. El principio de todas las buenas obras está, pues, en glorificar el nombre de Dios en esta vida. Por esto añade: "Santificado sea el tu nombre". Porque ¿quién es tan insensato que, viendo una vida pura en los que creen, no glorifica el nombre invocado en esa vida? Por tanto, el que dice en la oración: Sea santificado en mí tu nombre que invoco, ora de esta manera: Justifíqueme yo con tu auxilio absteniéndome de todo lo malo.

Crisóstomo, hom. 18 in Ep. 1 ad Cor. Así como el que observa la hermosura del cielo, dice: Gloria a ti, Señor; así también cuando se observa la virtud de alguno, glorifica a Dios, porque la virtud del hombre lo glorifica mucho más que el cielo.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 27. También se dice: "Santificado sea tu nombre", esto es, en nosotros, para que su santificación pueda venir a nosotros.

Tito Bostrense, in Matth. Santificado sea tu nombre, esto es, sea conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Ps 32,1) Mandó, pues, orar por la santificación de todo el mundo.

San Cirilo, in Cat. grac. Patr. Porque entre aquellos que todavía no conocen la fe, es menospreciado el nombre de Dios; pero cuando brille sobre ellos la luz de la verdad, confesarán que El es el santo de los santos.

Tito Bostrense, ubi sup. Y como la gloria de Dios Padre está en el nombre de Jesús, entonces, cuando sea conocido Jesucristo, será santificado el nombre del Padre.

Orígenes, in Cat. graec. Patr. O también como los idólatras o los infieles dan el nombre de Dios a las plantas y a las criaturas, todavía no ha sido santificado; para que sea separado de aquellos ídolos con que está confundido. Nos enseña, pues, a orar, para que el nombre de Dios se dé al sólo verdadero Dios, con lo cual concuerda lo que sigue: "Venga a nos el tu reino"; para que el principado y el poder y la seducción y el reino de este mundo sean desterrados, y, sobre todo, el pecado, que reina en nuestros cuerpos mortales.

San Gregorio Niceno, ubi sup. También pedimos a Dios que nos libre de la corrupción y nos preserve de la muerte. También, según otros, "venga a nosotros tu reino", quiere decir venga el Espíritu Santo sobre nosotros para que nos purifique.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 28. El Reino de Dios viene cuando alcanzamos gracia; porque El mismo dice (Lc 17,21): "El reino de Dios está dentro de vosotros".

San Cirilo, ubi sup. Y los que dicen esto, parece que desean que el Salvador de todos vuelva como Juez a este mundo. Mandó pedir en la oración aquel tiempo verdaderamente terrible, para que sepamos que nos conviene vivir no de una manera tibia e indiferente que entonces nos atraiga el fuego y la venganza, sino más honestamente, según su voluntad, para que aquel tiempo nos depare coronas. Por esto, según San Mateo, prosigue (Mt 6,19): "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

Crisóstomo. Como diciendo: Permítenos que imitemos la vida del cielo, en cuanto a que nosotros queramos también lo que tú deseas.

San Gregorio Niceno, in Orat. dom., serm. 4. Puesto que dice que la vida humana ha de ser semejante después de la resurrección a la de los ángeles, es consiguiente que debe disponerse de tal modo nuestra vida en este mundo, que esté conforme con la que esperamos en el otro, no viviendo carnalmente los que vivimos en la carne. Por esto, el verdadero médico de nuestra alma combate la naturaleza de la enfermedad, para que aquéllos a quienes invadió, porque se habían separado de la voluntad divina, unidos a ésta queden libres de aquélla; pues la salud del alma consiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

San Agustín, In Enchirid., cap. 25 et 116. La oración dominical contiene siete peticiones, según el evangelista San Mateo; pero el evangelista San Lucas no pone siete peticiones, sino cinco; y no difiere del primero, sin embargo, sino en que aquellas siete peticiones las comprende en estas cinco, en obsequio a la brevedad. En efecto, el nombre de Dios es santificado por medio del Espíritu Santo y el Reino de Dios vendrá en la resurrección. Manifestando, pues, San Lucas, que la tercera petición es como una repetición de las dos primeras, quiso hacernos comprender mejor omitiéndola; y en seguida añadió las otras tres, hablando primero del pan cotidiano, y diciendo: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy".

San Agustín, De verb. Dom., serm. 28. En el texto griego se dice epioúsion, esto es, sobre toda sustancia. No es éste el pan que alimenta el cuerpo, sino aquel pan de vida eterna que fortalece la sustancia de nuestra alma. El latino llama, pues, cotidiano al que el griego llama pan que ha de venir1. Si este pan es cotidiano ¿por qué se le toma al cabo del año como acostumbraban a hacerlo los griegos de oriente? Toma todos los días lo que todos los días aprovecha, y vive de tal modo, que todos los días merezcas recibirlo. La muerte del Señor significa la remisión de los pecados. El que tiene una herida busca el remedio de ella; estamos heridos los que vivimos en el pecado; y la medicina es el Sacramento celestial y venerable. Si todos los días lo recibes, todos los días son hoy para ti. Jesucristo resucita para ti todos los días; luego hoy es cuando Jesucristo resucita.

Tito Bostrense, in Matth. O el pan de las almas es la virtud divina, que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que nace de la tierra conserva la vida temporal. Llamándolo, pues, cotidiano, significó el pan divino que ha venido y el que ha de venir; significó el pan que rogamos nos conceda hoy, pidiendo, digámoslo así, su principio y su sabor. Este se nos concede cuando el Espíritu, habitando en nosotros, produce una virtud que aventaja a toda virtud humana, como la castidad, la humildad, etc.

San Cirilo.Creen algunos que los justos no deben pedir a Dios gracias materiales, por cuya razón explican estas palabras en sentido espiritual. Yo concedo que los justos se esfuercen especialmente en obtener los dones espirituales; sin embargo, también es conveniente no olvidar el pan ordinario, que podemos pedir sin faltar en nada, conforme a la enseñanza de Dios. Por la misma razón de que mandó pedir el pan (esto es, el alimento cotidiano), parece querer que no tengamos nada, sino que practiquemos más bien una pobreza humilde; porque no son los ricos los que piden el pan, sino los oprimidos por la indigencia.

San Basilio, in Regulis brevioribus, ad interrogat. 252. Como diciendo: El pan cotidiano (es decir, el que corresponde a la vida diaria de nuestra substancia), no es en el que debes confiar, sino en Dios, que lo produce, haciéndolo presente a la necesidad de tu naturaleza.

Crisóstomo, in Matthaem hom 24. Deben pedirse a Dios las cosas necesarias para la vida, no las variedades de alimentos, ni los vinos aromáticos, ni las demás cosas que agradan al paladar, cargan el estómago y perturban la inteligencia; sino el pan que puede alimentar nuestro cuerpo, es decir, el que nos basta sólo para hoy, con el fin de que no pensemos en el de mañana. Sólo debemos, pues, fijarnos en una sola petición sensible, la de que no seamos afligidos en el presente.

San Gregorio Niceno, in Orat. dom., serm 5. Después que nos ha enseñado a tener confianza por nuestras buenas obras, nos enseña a implorar el perdón de nuestros pecados; por ello sigue: "Y perdónanos nuestros pecados".

Tito Bostrense, in Matth. Es necesario esto que se añade, porque, no existiendo nadie sin pecados, no nos privemos de la participación de los beneficios divinos por los pecados humanos. Así pues, al ofrecer, como debemos, a Cristo, quien hace que el Espíritu Santo habite en nosotros, la santidad perfecta, habremos de reprendernos si no hemos conservado la pureza de su templo. Este defecto se enmienda por la bondad de Dios, perdonando a la humana debilidad el castigo de sus pecados. Esto se hace con toda justicia por el Dios justo, cuando nosotros perdonamos a nuestros deudores; esto es, a los que nos han ofendido y confiesan su deuda. Por esto se añade: "Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

San Cirilo.Quiere, pues, (si así puede decirse) que Dios imite a los hombres en la paciencia, para que del mismo modo que ellos se porten con sus semejantes, pidan ser tratados en igual balanza por Dios, que recompensa con justicia y es misericordioso con todos.

Crisóstomo, ut sup., in Cat. graec. Patr. Conociendo nosotros esto, debemos dar gracias a nuestros deudores; porque son para nosotros (si sabemos conocerlo así) la causa de nuestro mayor perdón. Además dando poco alcanzamos mucho; porque nosotros debemos muchas y grandes deudas a Dios y seríamos perdidos si nos pidiese una pequeña parte de ellas.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 28. ¿Cuál es nuestra deuda sino el pecado? Luego, si no hubieras recibido nada, no deberías al que te prestó; por tanto, eres pecador, porque tuviste dinero, con el que has nacido rico, hecho a imagen y semejanza de Dios, pero perdiste lo que tenías. Así, mientras deseas conservar tu orgullo, pierdes el tesoro de la humildad y recibiste del demonio la deuda que no era necesaria; el enemigo tenía tu resguardo, pero el Señor lo crucificó, y lo borró con su sangre. Puede el Señor defendernos contra las asechanzas del enemigo, que engendra la culpa, puesto que perdonó el pecado y pagó nuestras deudas. Por esto sigue: "Y no nos dejes caer en la tentación"; esta es, la tentación que no podemos vencer; pero quiere que, como atletas, suframos la tentación que la condición humana pueda resistir.

Tito Bostrense, in Matth. Es imposible que dejemos de ser tentados por el demonio y por esto pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación. En la Escritura se dice que Dios hace lo que en realidad El sólo permite. Y según esto, si no prohibe el ímpetu de la tentación que viene sobre nosotros, entonces nos deja caer en ella2. San Máximo, in Cat. graec. Patr. O bien manda Dios que pidamos: "Que no nos dejes caer en la tentación", esto es, que no permita que suframos la prueba de las tentaciones voluptuosas y espontáneas. Santiago nos enseña que los que pelean en defensa de la verdad no son culpables en las tentaciones involuntarias y que son causa de nuestros trabajos. Dice lo siguiente (Jc 1,2): "Hermanos míos, juzgad como un gran bien el sufrir varias tentaciones".

San Basilio, in Regul. brevior., ad interrogat. 224. No conviene, sin embargo, que nosotros pidamos en la oración penas corporales. En general, Jesucristo mandó que orásemos para que no cayésemos en la tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que pida a Dios la virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que dice San Mateo (Mt 10,22): "El que persevera hasta el fin, se salvará".

San Agustín, in Enchirid., cap. 116. Pero este evangelista no ha puesto lo que al final dice San Mateo; a saber (6,13): "Mas líbranos de mal". Esto para que comprendamos que se refiere a lo que antes se ha dicho respecto de la tentación. Por esto dice: "Mas líbranos", y no dice: "Y líbranos" demostrando que es una petición; no quieras esto, sino esto; en lo cual debe entenderse que en las palabras quedar libre de todo mal, se incluye el quedar libre de la tentación.

San Agustín De verb. Dom. serm. 28. Cada uno pide ser librado del mal (esto es, del demonio y del pecado); pero el que confía en Dios, no teme al pecado. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rm 8,31) Notas 1. Ver diferencia entre latín y Expositor Griego. 2. Es decir, Dios permite la tentación y nuestra caída pues respeta nuestra libertad. Sin embargo, por otro lado, queda claro lo que dice el Señor a través de San Pablo: "No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará el modo de poderla resistir con éxito" 1Co 10,13.

LUCAS 11,5-8


10105 (Lc 11,5-8)

Les dijo también: "Si alguno de vosotros tuviere un amigo y fuese a él a media noche, a decirle: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle; aunque aquél desde dentro le responda: No me molestes; ya está cerrada la puerta, y mis criados están como yo, acostados; no puedo levantarme a dártelos: si el otro porfía en llamar y más llamar, yo os aseguro que cuando no se levantase a dárselos por ser su amigo, a lo menos por librarse de su importunidad, se levantará al fin y le dará cuantos panes hubiere menester". (vv. 5-8)

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Había enseñado a petición de sus apóstoles cómo conviene orar. Pero podía suceder que los que recibían esta saludable enseñanza hiciesen sus preces, según la forma prescrita, mas con negligencia y descuido; y después, si no eran oídos a la primera o la segunda oración, dejasen de orar. A fin, pues, de que tal cosa no nos suceda, nos manifiesta en una parábola que la pusilanimidad es perjudicial en las oraciones, siendo muy conveniente esperar con paciencia en ellas. Por esto dice: "Les dijo también: Si alguno de vosotros tuviere un amigo".

Teofilacto. Este amigo es Dios que a todos ama y desea la salvación de todos.

San Ambrosio. ¿Quién es más amigo nuestro que aquel que ha entregado su cuerpo por nosotros? Aquí se nos da a conocer otro precepto, es decir, que oremos en todo momento (no sólo durante el día sino también de noche) Sigue pues: "Y le irá a él a media noche". Como pidió David cuando decía (Ps 118,62): "Me levantaba a media noche a tributarte gracias". Y no temió que se despertase del sueño, porque sabe que siempre está despierto; pues si aquél tan santo y que estaba ocupado en las cosas del reino, alababa al Señor siete veces al día (según se nos dice en el mismo salmo 118), ¿qué debemos hacer nosotros? ¿No debemos orar tanto más, cuanto que con tanta facilidad pecamos por la fragilidad de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu? Si amas al Señor tu Dios, no sólo puedes merecer para ti, sino también para los demás. Sigue, pues: "Y le dirá: amigo, préstame tres panes", etc.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 29. ¿Qué son estos tres panes, sino el alimento del misterio divino? Puede suceder que no pueda alguno responder a la petición de un amigo, pues no tiene lo que está obligado a darle. Sucede con frecuencia que viene a nosotros un amigo nuestro de camino, esto es, de la vida del siglo; aquel camino en que todos pasan como peregrinos y ninguno permanece como poseedor, porque se dicen a todo hombre: "Pasa, y deja lugar al que ha de venir" (Si 29,33 Vulg.) También puede suceder que venga fatigado del mal camino (esto es, de la mala vida) un amigo, que todavía no ha encontrado la verdad, la cual, una vez oída y recibida, se convierta y te diga como a cristiano: "Instrúyeme". Y acaso te pregunte lo que tú ignores por la sencillez de tu fe y no puedas satisfacer su deseo; entonces te verás obligado a buscar en los libros del Señor. Acaso lo que te pregunta se encuentra en el libro, pero no de un modo claro. No dejarías entonces de consultar a San Pablo o San Pedro, o alguno de los profetas; pero ya descansa esta familia con este su Señor y es grande la ignorancia de este siglo, ésta es la media noche; e insta el sediento amigo, a quien no basta ya la fe sencilla. ¿Acaso será preciso abandonarlo? Acude, pues, al mismo Dios por medio de la oración, con el cual descansa la familia. De quien se dice: "El que está adentro responde: no me seas molesto". El que tarda en dar, quiere excitar más tu deseo con la tardanza, para que no parezca de poco mérito lo que da.

San Basilio, in Const. monast., cap. 1, versus finem. Acaso lo difiere con el fin de que, repitiendo con asiduidad y frecuencia tu plegaria, conozcas lo que es la casa de Dios y conserves con celo las gracias concedidas. Todo lo que se adquiere con mucho trabajo se conserva con grande empeño puesto que si se pierde se hace infructuoso el trabajo que ha costado.

Glosa. No se quita con esto la libertad de impetrar, sino que se enciende más el deseo de orar, una vez conocida la dificultad de alcanzar lo que se pide. Sigue pues: "Ya está cerrada la puerta".

San Ambrosio. Esta es la puerta que también pide San Pablo se le abra (Col 4), no sólo orando él, sino suplicando al pueblo que lo ayude en sus oraciones; pide así a fin de que se le abra la puerta de la palabra para anunciar el misterio de Cristo. Y acaso esta puerta es aquella que vio abierta San Juan, a quien se le dijo (Ap 4): "Sube aquí y te manifestaré lo que conviene hacerse".

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2,21. En esto se da a entender el tiempo en que se tiene hambre de la divina palabra cuando se oscurece la inteligencia, y cuando los que reparten la sabiduría evangélica como el pan, predicando por todo el orbe, están ya en reposo misterioso con el Señor. Y esto es lo que añade: "Y los muchachos están como yo en la cama".

San Gregorio Niceno. Llama muy oportunamente muchachos a aquellos que han alcanzado la impasibilidad por medio de las armas de la justicia, enseñando que el bien que adquirimos por medio del fervor, lo teníamos desde el principio en nuestra naturaleza. Porque cuando alguno, renunciando a la carne, combate con el ejercicio de una vida virtuosa la pasión por la razón, se hace como un niño insensible respecto de las pasiones. El lecho es el descanso del Salvador.

Glosa. Y en seguida añade: "No puedo levantarme a dártelos", lo cual se refiere a la dificultad de conseguir.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 21. O de otro modo: el amigo a quien se viene a la media noche para que nos dé tres panes, también se pone como un símil de aquel que, cuando se encuentra en alguna tribulación, pide a Dios le conceda conocer el misterio de la Santísima Trinidad para consolarse en las penas de la vida presente. Porque la tribulación es como la media noche, en la que es preciso instar mucho para conseguir los tres panes; y en éstos se representa también que la Trinidad es de una sola sustancia. El amigo que viene de camino es el apetito del hombre que debe servir a la razón, pues servía a las cosas temporales, a las que llama camino -porque todas son pasajeras, siendo así que se aparta de ellas aquel apetito por la conversión del hombre a Dios-. Pero si no consuela interiormente la alegría de la doctrina espiritual en que se anuncia la Trinidad del Creador, experimenta grandes aflicciones el hombre, a quien oprime una pena mortal. Así sucede cuando se le manda prescindir de las cosas que le agradan en el exterior e interiormente no pueden saciarse con la alegría de la doctrina espiritual. Y sin embargo, rogando y deseando recibe del Señor la inteligencia, aunque no tenga hombre que le anuncie la sabiduría. Sigue pues: "Y si el otro porfía", etc. Esta comparación es inferior a la realidad, porque si el hombre amigo se levanta de su lecho y da, no impulsado por la amistad, sino por el fastidio, ¿cuánto más da Dios, que sin fastidio da con largueza lo que se le pide?

San Agustín, De verb. Dom., serm. 29. Cuando obtengas, pues, los tres panes (esto es, el alimento y la inteligencia de la Trinidad), tendrás para alimentarte tú y para dar a los demás. No temas, no ceses, porque aquel pan no concluirá y tu indigencia sí. Aprende y enseña; aliméntate y alimenta a los demás.

Teofilacto. O bien, la media noche representa el fin de la vida en el que muchos llegan a Dios; y el ángel es el amigo que recibe el alma. También puede entenderse por media noche lo profundo de las tentaciones en que se encuentra aquel que pide a Dios tres panes; esto es, la necesidad del cuerpo, del alma y del espíritu, para que no peligremos en las tentaciones. El amigo que viene de camino es el mismo Dios, quien prueba por medio de las tentaciones, y a quien no tiene qué ofrecer el que cae en ellas. Respecto a lo que dice: "Y está cerrada la puerta", debe entenderse que nos enseña a estar preparados antes de las tentaciones; porque después que caemos en ellas, se cierra la puerta de la preparación; y hallándonos desprevenidos, si Dios no nos ayuda, peligramos.


Catena aurea ES 10038