Catena aurea ES 10204

LUCAS 12,4-7


10204 (Lc 12,4-7)

"A vosotros, empero, que sois mis amigos, os digo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, y hecho esto ya no pueden hacer más. Yo quiero mostraros a quién habéis de temer: temed a aquel que después de quitar la vida, puede arrojar al infierno. A éste es, os repito, a quién habéis de temer. ¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios? Hasta los cabellos de vuestra cabeza todos están contados. Por tanto, no tenéis que temer: más valéis vosotros que muchos pajarillos". (vv. 4-7)

San Cirilo.Como la causa de la infidelidad es de dos tipos, sea que proceda de una malicia natural o de un temor accidental, para que no haya alguno que, aterrado por el miedo, se vea obligado a negar a Dios, a quien conoce de todo corazón, añade con mucha oportunidad: "A vosotros, empero, que sois mis amigos, os digo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo", etc.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. No parece que se dirige esta sentencia a todos, sino únicamente a los que aman a Dios de todo corazón, los cuales conviene que digan (Rm 8,35): "¿Quién nos separará del amor de Jesucristo?" Y los que no son así, son débiles y están expuestos a caer. Por cuya razón dice el Señor (Jn 15,13): "Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos". ¿Por qué, pues, no ha de ser muy conveniente que devolvamos a Cristo lo que de El hemos recibido?

San Ambrosio. Dice también que no se debe temer la muerte pues la inmortalidad la compensará con creces.

San Cirilo, ubi supr. Debe advertirse que hay preparadas coronas y honores para premiar los trabajos de aquellos que sufren la ira de sus semejantes, y que esta persecución tiene término con la muerte; por cuya razón añade: "Y hecho esto ya no pueden hacer más".

Beda. Por tanto es en vano la locura de los que arrojan los miembros muertos de los mártires para que los despedacen la fieras y las aves, porque esto no impide que la omnipotencia de Dios vuelva a darles vida resucitándolos.

Crisóstomo, in Matth homil. 35. Considera cómo el Señor procura que sus discípulos sean superiores en todo, enseñándoles a menospreciar aún la misma muerte por terrible que sea. También les da a conocer la inmortalidad del alma, cuando añade: "Yo quiero mostraros a quién habéis de temer: temed a aquél que después de quitar la vida puede arrojar al infierno".

San Ambrosio. La muerte es el fin de la naturaleza, no de la pena. Por tanto, a la muerte debe considerársela como término de los sufrimientos corporales, mientras que la pena del alma es eterna, por cuya razón sólo a Dios debe temerse, cuyo poder no limita la naturaleza, sino que le está sometida. Y concluye diciendo: "A éste es, os repito, a quien habéis de temer".

Teófil. De aquí se deduce que para los pecadores la muerte es un suplicio, porque después de los sufrimientos que ocasiona la muerte, vienen a caer en las penas del infierno. Pero si examinamos con atención estas palabras, entenderemos que dicen algo más. No dice, pues, el que arroja, sino el que puede arrojar al infierno. Esto es así porque no son lanzados a la pena (eterna) inmediatamente todos los que mueren en pecado, sino que sucede a veces que (la temporal) se perdona en virtud de los sufragios y las oraciones que se hacen por los difuntos.

San Ambrosio. Había inspirado el Señor el amor de la sencillez, había levantado la virtud del alma, sólo la fe vacilaba; y la robusteció usando de un ejemplo sencillísimo, con estas palabras: "¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios?" Como diciendo: ¿Si Dios no se olvida de los pájaros, cómo se olvidará de los hombres?

Beda. Un dipondio era una moneda de muy poco peso y constaba de dos ases.

Glosa. El as es al peso lo que la unidad es al número, y el dipondio equivale a dos ases.

San Ambrosio. Acaso dirá alguno, como dijo el Apóstol (1Co 9,9): "¿Será que Dios se cuida de los bueyes?"; porque éstos valen más que los pájaros. Pero una cosa es el cuidado y otra el conocimiento.

Orígenes, in Cat. graec. Patr. Se conoce por estas palabras hasta dónde llega la acción de la divina Providencia, que se ocupa hasta de las cosas más pequeñas. En sentido místico los cinco pájaros significan justamente los sentidos espirituales, que perciben las cosas sublimes y que son superiores a los hombres. Por ellos el hombre anda viendo a Dios, oyendo su divina voz, gustando el pan de la vida, percibiendo el olor de los perfumes de Cristo y tocando al Verbo vivo. Los que son vendidos por un dipondio -a vil precio- por los que consideran como necedades las cosas espirituales, no caen en olvido delante de Dios. Se dice, no obstante, que el Señor se olvida de algunos por sus malas acciones.

Teófil. O estos cinco sentidos se venden por dos ases, esto es, por el Nuevo y el Antiguo Testamento. Por esta razón no son olvidados de Dios; porque de aquellos cuyos sentidos se entregan al Verbo de vida para estar dispuestos al alimento espiritual, nunca se olvida el Señor.

San Ambrosio. O bien, el pájaro bueno es aquel a quien la naturaleza concede medios para volar; la naturaleza nos ha concedido la facultad de volar, pero la voluptuosidad nos la ha quitado. Esta carga el alma de los malos con el alimento de los vicios, y la abate reduciéndola a la realidad de una masa corpórea. Si, pues, los cinco sentidos del cuerpo buscan el alimento de las miserias mundanas, no pueden volar para conseguir los frutos de acciones más sublimes. Es, por tanto, mal pájaro aquel que hubiere perdido la facultad de volar por el vicio de la miseria del mundo. Estos son como los pájaros que se venden por un dipondio, esto es, por el precio de los placeres temporales. De esta manera el enemigo nos vende a vil precio como esclavos cautivos en guerra; mas el Señor, que nos hizo buenos servidores suyos a su imagen, estimó su obra en lo que valía y nos redimió en un precio muy elevado.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Se cuida mucho de conocer la vida de los santos, conforme a lo que sigue: "Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados". De este modo indica que conoce perfectamente todo lo que a ellos se refiere; porque las cuentas manifiestan un cuidado solícito y diligente.

San Ambrosio. Finalmente, el número de los cabellos no debe considerársele como cómputo, sino que da a entender su perfecto conocimiento y se dice con toda propiedad que están contados, porque contamos todo lo que queremos guardar.

San Cirilo, ubi sup. Hablando en sentido espiritual diremos, que la cabeza del hombre es su entendimiento y sus cabellos los pensamientos que están patentes a Dios.

Teófil. También puede considerarse como cabeza de cada uno de los fieles su correspondencia con Cristo, y por sus cabellos las obras de mortificación corporal que Dios cuenta y que considera dignas de su providencia.

San Ambrosio. Si, pues, la majestad de Dios es tan grande que conoce en su ciencia hasta un pajarillo cualquiera y el número de nuestros cabellos, ¿cómo puede decirse que el Señor desconozca el corazón de los fieles o que los menosprecie, justamente El, que conoce cosas tan insignificantes? Por eso, concluyó diciendo: "Por tanto, no tenéis que temer: más valéis vosotros que muchos pajarillos".

Beda. No debe leerse que sois muchos, como si se tratara del número, sino que sois más que muchos, esto es, de mayor importancia para Dios.

San Atanasio, ora. 3, contra Arrianos. Pregunto a los arrianos que si Dios, desdeñando el hacer otras cosas, sólo hizo a su Hijo, en el cual trasladó su poder, para hacer todo lo demás; entonces ¿cómo se extiende su providencia hasta cosas tan pequeñas como son el cabello y el pájaro? Porque todo aquello a que atiende con su providencia lo creó con su palabra.

LUCAS 12,8-12


10208 (Lc 12,8)

"Os digo, pues, que cualquiera que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios. Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará; pero no habrá perdón para quien blasfemare del Espíritu Santo. Cuando os conduzcan a las sinagogas, y a los magistrados, y a las potestades, no paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder o alegar; porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel trance lo que debéis decir". (vv. 8-12)

Beda. Había dicho antes el Salvador que todas las acciones y las palabras ocultas habrían de publicarse; y ahora añade que esta publicación no se verificará en una reunión cualquiera, sino en la ciudad eterna y en presencia del rey y juez eterno; por eso dice: "Os digo, pues, que cualquiera que me confesare", etc.

San Ambrosio. Excitando también manifiestamente a la fe, la colocó como fundamento de las virtudes; porque así como la fe es estímulo de la virtud, así también la virtud constituye la firmeza de la fe.

Crisóstomo, homil. 35, in Matth. No se contenta el Señor con una fe interna, sino que pide una confesión exterior de ella, instándonos a la confianza y al mayor afecto. Y como esto es útil para todos, habla en general, diciendo: "Cualquiera que me confesare".

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Dice San Pablo (Rm 10,9): "Si confiesas con la boca a Jesús, tu Señor, y crees en tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muertos, te salvarás". Todo el misterio de Cristo se expresa en estas palabras. Conviene, pues, confesar primero que el Verbo nacido de Dios Padre, esto es, el unigénito de su misma naturaleza , es el Señor de todas las cosas; es decir, no como habiendo recibido o usurpado este dominio, sino siendo verdadera y naturalmente Señor como lo es el Padre. Conviene confesar después, que Dios lo resucitó de entre los muertos. Es decir, que el mismo que se hizo hombre padeció en su carne por nosotros y resucitó de entre los muertos. A cualquiera, pues, de nosotros, que confesare así a Jesucristo delante de los hombres -esto es, como Dios y como Señor-, Jesucristo le confesará delante de los ángeles de Dios cuando baje con ellos en la gloria de su Padre al fin del mundo.

San Eusebio , in Cat. graec. Patr. ¿Qué cosa habrá de mayor gloria que el mismo Verbo, unigénito de Dios, dé testimonio por nosotros en el juicio divino, y merecerlo así en remuneración del testimonio que de El dimos confesándolo? Porque no estará fuera de aquel de quien dará testimonio, sino que habitando en él y llenándolo de su luz será como lo confesará. Cuando los hubo fortalecido con la dulce esperanza por tantas promesas, los mueve después con terribles amenazas; diciendo: "Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios".

Crisóstomo ut supra. Respecto de la condenación se ofrece mayor castigo y, respecto de las buenas obras, mayor premio; como diciendo: Tú me confesarás o me negarás aquí, pero yo allí. El pago de las buenas y de las malas acciones os aguarda con exceso en la otra vida.

San Eusebio , ut sup. Hace esta amenaza oportunamente para que no dejasen de confesarle menospreciando la pena de ser negado por el Hijo de Dios. Lo cual equivale a ser negado por la sabiduría y a perder la vida, a ser privado de la luz y de todos los bienes, a sufrir todo esto delante del Padre que está en los cielos y de los ángeles de Dios.

San Cirilo, ubi sup. Los que lo niegan son primeramente los que pospusieron la fe por temor a una inminente persecución, y después los doctores de la herejía y discípulos.

Crisóstomo, ut sup. Hay también otros modos de negar a Jesucristo, como explica San Pablo cuando dice (Tt 1,16): "Confiesan que conocen a Dios, pero le niegan con las obras". Y en otro lugar (1Tm 5,8): "Si alguno no cuida de los suyos y particularmente de sus domésticos, reniega de la fe, y es peor que un infiel". Y también (Col 3,5): "Huid de la avaricia, que es idolatría". Por tanto, puesto que hay tantos modos de negar, es claro que hay otros tantos de confesar. Esos modos, practicados por el hombre, lo harán digno de oír aquella voz beatísima con la que Jesucristo alabará a todos los que lo hubieren confesado. Fijémonos en la elección de estas palabras. En el texto griego dice: "Cualquiera que confesare en mí", manifestando que ninguno puede confesar a Jesucristo por sus propias fuerzas, sino ayudado por la gracia del Señor. Pero cuando se trata del que lo niega, no dijo en mí, sino a mí, porque el que lo niega carece de la gracia. Sin embargo, es culpable, porque si se le priva de la gracia es porque él se separa de ella -o lo que es lo mismo, se le priva por su propia culpa-.

Beda. Pero para que no se juzgue que están en igual caso los que lo niegan por otras razones -esto es, los que lo niegan por debilidad e ignorancia-, y por ello habrían de ser negados, añadió en seguida: "Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará", etc.

San Cirilo, ubi sup.

Pero si el Salvador quiere insinuar que, cuando decimos una palabra injuriosa a un hombre cualquiera obtendremos el perdón si nos arrepentimos, no hay dificultad ninguna en estas palabras, porque siendo Dios bueno por naturaleza, enmienda a los que quieren arrepentirse. Pero si estas palabras se vuelven contra el mismo Jesucristo, ¿cómo no ha de ser condenado el que habla contra El?

San Ambrosio. Sabemos ciertamente que el Hijo del hombre es Cristo, que fue engendrado por obra del Espíritu Santo en la Virgen, que es su sola Madre en la tierra. ¿Acaso es mayor el Espíritu Santo que Jesucristo, para que obtengan el perdón los que pecan contra El, y no puedan alcanzar esta misma gracia los que pecan contra el Espíritu Santo? Pero en donde se encuentra la unidad de poder no cabe comparación1.

San Atanasio, in libro de peccato in Spiritum. Aquellos hombres de la antigüedad, el estudioso Orígenes y el admirable Teognosto, dicen que hay blasfemia contra el Espíritu Santo cuando los que fueron considerados dignos de su don por el bautismo vuelven al pecado; por eso ellos no alcanzarán perdón2, como dice San Pablo (He 6,6): "Es imposible que aquellos que han sido hechos partícipes del Espíritu Santo sean renovados", etc. Cada uno de los citados autores explana después su idea. Así, Orígenes dice: Dios Padre provee ciertamente a todo y todo lo contiene; la acción del Hijo se extiende sólo a los seres racionales y el Espíritu Santo sólo asiste a los que participan de El por el bautismo3. Por tanto, cuando pecan los catecúmenos y los gentiles, pecan contra el Hijo que habita en ellos, y pueden, por consiguiente, obtener el perdón si se hacen dignos de la regeneración. Pero cuando pecan después de bautizados, dice que este crimen afecta al Espíritu, al que habían llegado cuando pecaron, por cuya causa su condenación es irrevocable4. Teognosto, por su parte, dice que el que traspasa el primero y el segundo límite merece menor castigo; pero el que traspasa también el tercero no recibirá más el perdón. Llama primero y segundo límite la doctrina del Padre y del Hijo; y tercero a la participación del Espíritu Santo, según aquellas palabras de San Juan (Jn 16,13): "Cuando venga el Espíritu de verdad, os enseñará toda verdad". Esto es así no porque la doctrina del Espíritu sea superior a la del Hijo, sino porque el Hijo bajó hasta a los imperfectos y el Espíritu Santo es el signo de los que son perfectos. Así, pues, no porque el Espíritu supere al Hijo es imperdonable la blasfemia contra el primero, sino porque los imperfectos pueden ser perdonados, mientras que los perfectos no tienen ninguna excusa. Sin embargo, cuando el Hijo está en el Padre, está en aquellos en quienes está el Padre, sin que falte el Espíritu, porque la Santísima Trinidad es indivisible. Además, si todas las cosas han sido hechas por el Hijo y todas subsisten en El, estará verdaderamente en todas; y entonces es preciso que todo aquel que peca contra el Hijo, peque contra el Padre y contra el Espíritu Santo. Además el sagrado bautismo se da en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y por esto los que pecan después del bautismo blasfeman contra la Santísima Trinidad. Además, si los fariseos no habían recibido aún el bautismo, ¿por qué los reprende como si blasfemasen contra el Espíritu Santo, de quien todavía no se habían hecho partícipes, sobre todo cuando no los acusaba por simples pecados, sino por la blasfemia? Pero hay la diferencia de que el que peca quebranta la ley, en tanto que el que blasfema ofende a la misma Divinidad. Y si a aquellos que pecan después del bautismo no se les perdona el castigo, ¿cómo el Apóstol perdona al penitente de Corinto, y por qué engendra a los gálatas que han retrocedido, hasta que Jesucristo sea formado de nuevo en ellos (Ga 3)? ¿Por qué reprochamos a los novacianos el que no hagan penitencia después del bautismo? El Apóstol, dirigiéndose a los hebreos, no destituye la penitencia por los pecados; sino que para que no creyesen que según el rito de la ley, y como penitencia, podía repetirse el bautismo todos los días, les aconseja que hagan penitencia, haciéndoles ver que no hay más que una sola renovación por el bautismo. Considerando estas cosas, apelo a la misericordia de Jesucristo, que siendo Dios, se hizo hombre. Es decir, consideremos cómo Dios resucitaba a los muertos y cómo, revestido de la carne, tenía sed, trabajaba y sufría. Por tanto, cuando algunos, considerando su humanidad, ven que el Señor tiene sed y que padece, y hablan contra el Salvador como hombre, pecan ciertamente. Pero pueden -cuando se arrepientan- recibir bien pronto el perdón, alegando como causa la fragilidad humana. Y cuando los que, considerando las obras de la Divinidad, dudan de la naturaleza de su cuerpo, pecan también gravemente, pero es fácil perdonar en seguida a estos penitentes, porque merecen excusa por la magnitud de sus obras. Ahora, cuando las obras de Dios se atribuyen al diablo, atraen sobre sí la sentencia irrevocable. Ellos creen que el diablo es Dios y que el verdadero Dios no tiene más participación en sus obras que el diablo. Los fariseos habían llevado su perfidia hasta este punto: manifestando el Salvador las obras del Padre, resucitando a los muertos, iluminando a los ciegos y haciendo cosas semejantes, los fariseos decían que éstas eran obras de Beelzebub. Podían también decir, viendo el orden del mundo y la providencia que lo rige, que el mundo había sido creado por Beelzebub. Por otro lado, fijándose en su humanidad, quedaban (Mt 13,55) pasmados y decían: ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? (Jn 7,15) ¿Cómo puede conocer las Escrituras, si no ha estudiado? El Señor los toleraba como pecadores contra el Hijo del hombre; pero cuando dijeron en su demencia que las obras de Dios son las de Beelzebub, no pudo tolerarlos más. De la misma manera, toleraba a sus padres, mientras murmuraban por la carencia del pan y del agua; pero después que fundieron el becerro de oro y le atribuyeron todos los beneficios que habían recibido del Señor, fueron castigados, primero con la muerte de no pocos de ellos, y después diciendo: "Y yo en el día de la venganza visitaré también este pecado de ellos" (Ex 32,35) Los fariseos oyen ahora una sentencia parecida, porque los condena al fuego dispuesto para el diablo, en donde serán atormentados con él. No dijo Jesucristo esto comparando la blasfemia contra El a la proferida contra el Espíritu Santo, como si el Espíritu Santo fuese más grande; sino para manifestar que de las dos blasfemias proferidas contra El mismo, una es más grave que la otra; puesto que, mirándole como un hombre, lo vituperaban y decían que sus obras eran de Beelzebub.

San Ambrosio. Así, pues, piensan algunos que debemos entender que el Hijo y el Espíritu son el mismo santo, salvo la distinción de personas y la unidad de la sustancia; porque Cristo Dios y hombre, es uno con el Espíritu Santo; así está escrito (Lm 4,20): "El Espíritu que está delante de nosotros es el ungido5 del Señor". El es igualmente santo, pues de la misma manera que el Padre es Dios y el Hijo Señor, y el Padre Señor y el Hijo Dios, así también el Padre es santo, el Hijo es santo y santo el Espíritu. Por tanto, si Cristo es uno y otro, ¿por qué esa diferencia, sino para que comprendamos que no nos es permitido negar la divinidad de Jesucristo?

Beda. El que dice que las obras del Espíritu Santo son de Beelzebub no será perdonado ni en esta vida, ni en la otra. No porque neguemos que pueda ser perdonado por Dios si hace penitencia, sino para que nos convenzamos que el blasfemo no llegará nunca a tener los méritos necesarios para ser perdonado, ni a hacer frutos dignos de penitencia; según estas palabras (Is 6,10 y Mt 12): "Cegó sus ojos para que no se conviertan y no los salve yo".

San Cirilo in Cat. Graec. Patr. Por lo que si el Espíritu Santo fuese criatura y no de la sustancia divina del Padre y del Hijo ¿cómo las ofensas que se le hacen habían de provocar una pena tal cual la que se anuncia a los blasfemos contra Dios?

Beda. No obstante, los que dicen que no es Santo y que no es Dios, sino que es menor que el Padre y que el Hijo, no son reos del crimen irremisible de blasfemia, porque esto lo hacen llevados por la ignorancia humana, no por la diabólica envidia, como los príncipes de los judíos.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 1. Si aquí se dijese: "El que profiriese alguna blasfemia contra el Espíritu Santo", deberíamos entender toda blasfemia; pero como se dice, "el que blasfemare contra el Espíritu Santo", se ha de entender no un blasfemo cualquiera sino aquel que nunca puede ser perdonado. Por esto se ha dicho (Jc 1,13): "Dios no tienta a nadie", aunque no se habla aquí de toda tentación, sino sólo de cierto tipo. Veamos ahora cuál es esta manera de blasfemar contra el Espíritu Santo. El principal beneficio de los creyentes consiste en recibir en el Espíritu Santo el perdón de los pecados. El corazón impenitente blasfema contra este don gratuito. Así pues, esta impenitencia es blasfemia contra el Espíritu, la cual no se perdona ni en este mundo ni en el otro, porque la penitencia alcanza el perdón en esta vida, el cual vale para la otra.

San Cirilo, ubi sup. Habiendo infundido el Señor tanto temor, y habiendo preparado a sus discípulos para resistir con valor a los que se separan de la verdadera fe, les mandó que no se cuidasen de sus respuestas. Porque el Espíritu, que habita en los que están bien dispuestos, les inspirará -como doctor- lo que deban decir. Por lo cual prosigue: "Cuando os conduzcan a las sinagogas no paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder".

Glosa, interlin. Dice, pues, "cómo", en cuanto al modo de hablar; y "que" en cuanto a pensarlo. Es decir, "cómo" habéis de responder a los que os pregunten, o "qué" habéis de decir a los que quieran llegar a saber.

Beda. Cuando somos llevados a causa de Jesucristo ante los jueces, únicamente debemos ofrecer nuestra voluntad por El, porque lo que hemos de responder ya nos lo inspirará el Espíritu Santo. Por esto añade: "Porque el Espíritu Santo, os enseñara".

Crisóstomo, in Matth homil. 34. En otro lugar se dice (1P 3,15): Estad preparados para responder a todos los que deseen conocer de vosotros la causa de la esperanza que os alienta. Porque cuando se suscita entre amigos una disputa o una cuestión, nos manda que meditemos; pero cuando estamos ante el terror de un temible pretorio, nos da fuerzas para que nos atrevamos a hablar sin turbarnos.

Teófil. Como nuestra debilidad nace de dos causas -porque huimos del martirio por temor del dolor y porque somos ignorantes y no podemos dar cuenta de la fe-, excluye uno y otro. Con respecto al miedo del dolor, dice: "No temáis a los que matan el cuerpo"; y con respecto al terror de la ignorancia: "No paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder".

LUCAS 12,13-15


10213 (Lc 12,13-15)

Entonces le dijo uno del auditorio: "Maestro, di a mi hermano que me de la parte que me toca de la herencia". Mas El le respondió: "Oh hombre, ¿quién me ha constituído a mí juez o repartidor entre vosotros?" Y les dijo: "Estad alerta, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de bienes que posee". (vv. 13-15)

San Ambrosio. Todo lo que precede nos enseña a sufrir por confesar al Señor, o por el menosprecio de la muerte, o por la esperanza del premio, o por la amenaza del castigo eterno, del que nunca se obtiene el perdón. Y como la avaricia suele tentar con frecuencia la virtud, nos da un precepto y un ejemplo para combatir esta pasión; por eso cuando dice: "Entonces le dijo uno del pueblo: Maestro, di a mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia".

Teófil. Como estos dos hermanos disputaban sobre la partición de la herencia del padre, era de suponer que el uno quisiera engañar al otro. El Señor, pues, enseñándonos que no debemos inclinarnos hacia las cosas terrenas, rechaza a aquel que le llama para la división de la herencia. Por esto sigue: "Mas le respondió: Oh hombre, ¿quién me ha constituido a mí juez o repartidor entre vosotros?".

Beda. Aquel que quiere molestar con la partición de la tierra al Maestro -que recomienda la alegría de la paz celestial-, merece con razón que se le llame hombre; como dice San Pablo (1Co 3,3): "Puesto que hay entre vosotros celos y cuestión ¿no sois hombres?".

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. El Hijo de Dios, cuando se hizo hombre semejante a nosotros, fue constituido por Dios Padre, Rey y Príncipe sobre su santo monte de Sión, anunciando la ley divina.

San Ambrosio. Por esta causa prescinde de lo terreno Aquel que había descendido por las cosas divinas. No quiere ser juez de los pleitos, ni árbitro de las facultades, siendo juez de los vivos y de los muertos y el árbitro de los méritos. Por esto hay que considerar no lo que pides sino de quién lo pides; además procura no llamar hacia cosas de menor importancia la atención del que se ocupa de otras más interesantes1. Por esta causa es rechazado con razón aquel hermano que procuraba ocupar al Dispensador de las gracias celestiales en las cosas corruptibles, cuando entre hermanos no debe ser el juez, sino el cariño, el que medie en la partición del patrimonio. Y los hombres han de mirar más al patrimonio de la inmortalidad que al de las riquezas.

Beda. Con motivo de habérsele presentado este necio pretendiente, exhortó contra la peste de la avaricia a las turbas y a sus discípulos, con sus preceptos y ejemplos; por lo cual prosigue: "Y les dijo: Estad alerta y guardaos de toda avaricia". Dice, pues, de toda avaricia, porque algunas cosas parecen hacerse con sencillez, pero la conciencia discierne la intención con que se hacen.

San Cirilo, ubi sup. De toda avaricia, esto es, de la grande y de la pequeña, porque la avaricia es inútil, como dice el Señor por medio de Amós (Am 5,11): "Edificaréis casas magníficas, y no habitaréis en ellas"; y en otro lugar (Is 5,10): "Diez obradas de viña llenarán un lagar pequeño, y treinta modios de simiente darán tres modios". Y hace ver también de otro modo que es inútil, diciendo: "Que la vida de cada uno no está en la abundancia de las cosas".

Teófil. Esto dice el Señor para confundir la intención de los avaros que se empeñan en amontonar riquezas como si hubieran de vivir siempre. ¿Pero acaso te harán vivir más tiempo las riquezas? ¿Por qué sufres entonces un trabajo cierto por un descanso incierto? Porque es dudoso si llegarás a la vejez, para la que tanto atesoras.

LUCAS 12,16-21


10216 (Lc 12,16)

Y les contó una parábola diciendo: "El campo de un hombre rico había llevado abundantes frutos. Y él pensaba entre sí mismo, y decía: ¿Qué haré porque no tengo en dónde encerrar mis frutos? Y dijo: Esto haré: Derribaré mis graneros, y los haré mayores; y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes allegados para muchísimos años: descansa, come, bebe, ten banquetes. Mas Dios le dijo: Necio, esta noche te vuelven a pedir el alma, ¿lo que has allegado, para quién será? Así es el que atesora para sí y no es rico en Dios". (vv. 16-21)

Teofilato. Después que dijo que la vida humana no se prolongaba por tener muchas riquezas, para que se creyera en esto continúa de este modo: "Y les contó una parábola diciendo: El campo de un hombre rico", etc.

San Basilio, hom. de divit. agri fertilis. Si este hombre no hizo buen uso de la abundancia de sus frutos -frutos en los que se patentiza la generosidad divina, que extiende su bondad hasta los malos, lloviendo lo mismo sobre los justos que sobre los injustos-, ¿de qué modo paga, pues, a su bienhechor? Este hombre olvida la condición de su naturaleza y no cree que debe darse lo que sobra a los pobres. Los graneros no podían contener la abundancia de los frutos, pero el alma avara nunca se ve llena. Y no queriendo dar los frutos antiguos por la avaricia, ni pudiendo recoger los nuevos por su abundancia, sus consejos eran imperfectos y sus cuidados estériles. Por lo cual sigue: "Y él pensaba entre sí mismo", etc. Se quejaba también como los pobres, pues el el oprimido por la miseria se pregunta, ¿qué haré?, ¿en dónde comeré?, ¿dónde me calzaré? También este rico dice lo mismo, porque oprimen su alma las riquezas que proceden de sus rentas. Y no quiere desprenderse de ellas para que no aprovechen a los pobres, a semejanza de los glotones que prefieren morir de hartura a dar a los pobres lo que les sobra.

San Gregorio moralium 15,2. ¡Oh angustia nacida de la saciedad! Diciendo ¿qué haré?, manifiesta que se halla como oprimido por los efectos de sus deseos y, digámoslo así, por el peso de sus riquezas.

San Basilio, hom 6 ut supra. Debía haber dicho "abriré mis graneros y convocaré a los pobres". Pero piensa, no en repartir, sino en amontonar. Continúa, pues: "Y dijo, esto haré; derribaré mis graneros". Hace bien, porque son dignos de destrucción las adquisiciones de la maldad: destruye tu también tus graneros, porque de ellos nadie ha obtenido consuelo. Añade: "Y los haré mayores". Y si también llenas éstos, ¿volverás acaso a destruirlos? ¿Qué cosa más necia que trabajar indefinidamente? Los graneros son para ti -si tú quieres- las casas de los pobres; pero dirás: ¿a quién ofendo conservando lo que es mío? Y prosigue: "Y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes". Dime, ¿qué bienes son los tuyos? ¿De dónde los has tomado para llevarlos en la vida? Como los que llegan temprano a un espectáculo, impiden que participen los que llegan después, tomando para sí lo que está ordenado para el uso común de todos, así son los ricos, que apoderándose antes de lo que es común, lo estiman como si fuese suyo. Porque si cualquiera que habiendo recibido lo necesario para satisfacer sus necesidades, dejase lo sobrante para los pobres, no habría ni ricos ni pobres.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Es de notar lo inconsiderado de sus palabras cuando dice: "Allí recogeré todos mis frutos", creyendo que sus riquezas no le vienen de Dios, sino que son el fruto de sus trabajos.

San Basilio, ut supra. Pero si confiesas que los frutos provienen del cielo, ¿será injusto Dios cuando nos distribuye sus dones de una manera desigual? ¿Por qué tú vives en la abundancia y el otro pide limosna, sino para que consiga el primero el mérito de la caridad y el último el que se alcanza con la paciencia? ¿No serás por ventura despojador, reputando tuyo lo que has recibido para distribuirlo? Es el pan del hambriento el que tú tienes, el vestido del desnudo el que conservas en tu guardarropa, es el calzado del descalzo el que amontonas y la plata del indigente la que escondes bajo la tierra. Cometes, pues, tantas injusticias cuantas son las cosas que puedes dar.

Crisóstomo, hom 8 in ep. 2 ad Tim. También se equivoca el que toma como bienes lo que es indiferente; porque hay cosas que son buenas, otras malas y otras medianas. La castidad, la humildad y otras virtudes semejantes, son de las primeras; y cuando el hombre las elige, hace el bien. Las opuestas a éstas son las malas, y hace el mal el hombre que las acepta. Y, en fin, las medianas, como por ejemplo las riquezas, son las que se destinan al bien, como en la limosna, o al mal, como en la avaricia. Lo mismo sucede respecto de la pobreza, que lleva a la blasfemia o a la sabiduría, según los sentimientos de los que la padecen.

San Cirilo, in eadem Cat. graec. Patr. El rico no prepara graneros permanentes, sino caducos y, lo que es más necio, se promete una larga vida. Sigue pues: "Y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes allegados para muchos años". Pero, oh rico, tienes frutos en tu granero ciertamente, pero ¿cómo podrás obtener muchos años de vida?

San Atanasio, contra Antigonum ex eadem Cat. graec. Si alguno vive como si hubiese de morir todos los días -porque es incierta nuestra vida por naturaleza-, no pecará, puesto que el temor grande mata siempre la mayor parte de las voluptuosidades; y al contrario, el que se promete una vida larga, aspira a ellas. Prosigue, pues: "Descansa -esto es, del trabajo-, come, bebe y goza"; esto es, disfruta de gran aparato.


San Basilio, hom 6 super destruam horrea mea. Piensas tan poco en los bienes de tu alma, que ofreces a ésta los alimentos del cuerpo. Sin embargo si tiene virtud, si es fecunda en buenas obras, si se unió a Dios, posee muchos bienes y disfruta de grande alegría. Pero como eres todo carnal y estás sujeto a las pasiones, tu devoción depende del vientre y no del alma.

Crisóstomo, hom. 39, in 1 ad Cor. No conviene, pues, darse a las delicias de la vida, engordar el cuerpo y enflaquecer el alma, cargarla de peso, envolverla en tinieblas y en un espeso velo; porque en las delicias se avasalla el alma que debe ser la que domine, y domina el cuerpo que debe ser esclavo. El cuerpo no necesita de placeres sino de alimento, para que se aliente, y no se destruya y sucumba; y no solamente para el alma, sino que también para el cuerpo son nocivos los placeres, porque el que es fuerte se hace débil, el sano enfermo, el ligero pesado, el hermoso deforme y viejo el joven.

San Basilio, ut supra. Se le permite deliberar sobre todas las cosas y manifestar su propósito con el fin de que reciban sus pasiones el castigo que merecen. Pero mientras habla en secreto, sus palabras son examinadas en el cielo, de donde le viene la respuesta. Y continúa: "Mas Dios le dijo: necio, esta noche te vuelven a pedir el alma", etc. Atiende al nombre de necio, que te corresponde, que no te ha impuesto ningún hombre, sino el mismo Dios.

San Gregorio moralium 22, 12, super Iob 31,24. Desaparece aquella misma noche el que se prometía vivir mucho tiempo; de modo que el que había previsto una larga vida para él, amontonando medios de subsistencia, no vio el día siguiente de aquel en que vivía.

Crisóstomo, in Matthaeum hom. 29. "Te pedirán". Pedía, pues, su alma sin duda algún valioso poder enviado al efecto. Porque, si cuando pasamos de una ciudad a otra necesitamos quien nos guíe, con mucha mayor razón necesitará el alma separada del cuerpo ser guiada cuando pase a la vida futura. Por esto el alma resiste muchas veces y se abisma cuando debe salir del cuerpo; porque siempre nos asusta el conocimiento de nuestros pecados especialmente cuando debemos ser presentados ante el juicio terrible de Dios. Entonces se presenta a nuestra vista la serie de nuestros crímenes, y teniéndolos delante de nuestros ojos, nuestra imaginación se estremece. Además, como los encarcelados que siempre están afligidos, pero particularmente cuando deben presentarse al juez, así el alma se atormenta y duele por sus pecados, sobre todo en este momento, y mucho más al salir del cuerpo.

San Gregorio moralium 15,1 super Iob 34,19. Es arrebatada el alma por la noche, cuando se exhala en la oscuridad del corazón; es arrebatada por la noche cuando no quiso tener la luz de la inteligencia con que debía prever lo que podía padecer.

Añade pues: "¿Lo que has allegado para quién será?".

Crisóstomo, in Cat. grac. Patr., ex hom. 23, in Gener. Aquí lo dejarás todo, no solamente no recibiendo ventaja ninguna, sino llevando sobre tus hombros la carga de tus pecados. Y todo lo que has amontonado, acaso vendrá a parar a mano de tus enemigos, siendo tú, sin embargo, a quien se pedirá cuenta de ello. Prosigue: "Así es el que atesora para sí y no es rico para Dios".

Beda. Este es un necio y desaparecerá de noche. Luego el que quiere ser rico para Dios, no atesore para sí, sino distribuya sus bienes entre los pobres.

San Ambrosio. En vano amontona riquezas el que no sabe si habrá de usar de ellas; ni tampoco son nuestras aquellas cosas que no podemos llevar con nosotros. Sólo la virtud es la que acompaña a los difuntos. Unicamente nos sigue la caridad, que obtiene la vida eterna a los que mueren.


Catena aurea ES 10204