Catena aurea ES 10222

LUCAS 12,22-23


10222 (Lc 12,22-23)

Y dijo a sus discípulos: "Por tanto os digo: no andéis solícitos para vuestra alma, qué comeréis, ni para vuestro cuerpo, qué vestiréis. Más es el alma que la comida, y el cuerpo más que el vestido". (vv. 22-23) Teofilato.

El Señor se eleva poco a poco a una doctrina más perfecta. Enseñó antes que debe evitarse la avaricia y añadió la parábola del rico, demostrando por ella que es un necio quien apetece las cosas superfluas. Después, continuando su discurso, no permite que nos ocupemos con afán ni de las cosas que nos son necesarias, arrancando la raíz de la avaricia. Por lo cual añade: "Por tanto os digo: no andéis solícitos", como diciendo, puesto que es un necio el que se promete una vida larga, y por esto se vuelve más ambicioso. "No andéis solícitos por vuestra alma, de lo que comeréis". No porque coma el alma espiritual, sino porque parece que el alma no puede estar unida con el cuerpo si no nos alimentamos. O porque es natural que un cuerpo animado reciba alimento, dice, con razón, que el alma se alimenta, puesto que también la fuerza nutritiva se llama alma. Y así debe entenderse: "No andéis solícitos por la parte nutritiva del alma de lo que comeréis". Puede, pues, el cuerpo, después de muerto ser vestido; y por esto, añade: "Ni de cómo vestiréis vuestro cuerpo".

Crisóstomo in Matthaeum hom. 22. Cuando dice: no andéis solícitos, no quiere decir no trabajéis, sino que no absorban nuestra alma las cosas del mundo, pues podemos trabajar sin que nos turbe la inquietud.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. El alma vale más que la comida, y el cuerpo más que el vestido. Por esto añade: "Más es el alma que la comida", etc. Como diciendo: Dios, que ha dado lo que es más, ¿no dará lo que es menos? Por tanto, no nos ocupemos demasiado de las cosas menores, ni sujetemos nuestro entendimiento a buscar el vestido y la comida. Pensemos más bien en lo que salva al alma y eleva al Reino de los Cielos.

San Ambrosio. Ninguna cosa hay mejor para que fomenten su fe aquellos que creen que Dios puede concederlo todo, que aquel aliento vital que perpetúa la unión del alma y del cuerpo, en vida común, sin necesidad de nuestros esfuerzos, y cuyo saludable alimento no nos falta sino cuando llega el día supremo de la muerte. Como el alma se viste, pues, con el vestido del cuerpo, y éste se anima con el vigor de aquélla, es un absurdo creer que nos faltará el alimento necesario en tanto que dura la unión del alma con el cuerpo.

LUCAS 12,24-26


10224 (Lc 12,24)

"Mirad los cuervos que no siembran ni siegan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿Pues cuánto más valéis vosotros que ellos? ¿Y quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura un codo? Pues si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por las otras cosas?" (vv. 24-26)

San Cirilo, sicut supra v.2. Así como antes nos exhortó a elevarnos a una certidumbre espiritual con el ejemplo de las aves que se estiman en poco precio, diciendo: "Vosotros valéis más que muchas aves"; así ahora también nos excita a una confianza firme e indudable con otro ejemplo de las aves, diciendo: "Mirad los cuervos, que no siembran ni siegan -esto es, para tener que comer-, los cuales no tienen ni despensa ni granero -esto es, para conservar-, y Dios los alimenta. ¿Pues cuánto más valéis vosotros que ellos?".

Beda. Esto es, vosotros valéis mucho más, porque el hombre, animal racional, tiene un destino más sublime en el orden de la naturaleza que los seres irracionales, como son las aves.

San Ambrosio. Gran ejemplo que debemos seguir con nuestra fe. Porque a las aves del cielo, que no pueden cultivar la tierra ni procurar abundancia de mieses, la providencia divina las provee siempre de alimento. Hay que confesar, por tanto, que la causa de nuestra pobreza es la avaricia. A las aves no les falta alimento en abundancia, aun cuando nunca trabajan, porque no saben apropiarse por dominio especial los frutos dados para alimento de todos. Nosotros perdemos las cosas comunes cuando las reivindicamos como si fueran nuestras. Porque nada puede considerarse como propio donde nada es perpetuo, ni abundancia cierta donde es incierto el porvenir.

Crisóstomo in Matthaeun homil. 22. Pudiendo el Señor citar el ejemplo de hombres que menospreciaron las cosas de la tierra -como Elías, Moisés, San Juan y otros muchos-, lo toma de las aves, como en el Antiguo Testamento, que cita la abeja, la hormiga y otros animales, a quienes el Creador ha infundido instintos especiales.

Teofilato in ps. 146. Por tanto, no queriendo hacer mención de otras aves, cita a los cuervos, porque Dios alimenta a sus polluelos con una providencia especial. Los cuervos dan a luz sus hijos, y en vez de alimentarlos los abandonan. El viento les lleva de un modo admirable el alimento, que reciben con el pico entreabierto, y así se alimentan. También acaso usa hablando así de la figura sinécdoque1, tomando el todo por la parte. Por esto, en San Mateo (cap. 6), el Señor habla de las aves del cielo, pero aquí especialmente de los cuervos como más hambrientos y rapaces.

San Eusebio , in Cat. graec. Patr. También da a entender algo más en los cuervos, porque las aves que se alimentan de semillas encuentran más pronto su alimento. Pero las que comen carne -como los cuervos- es más difícil que la encuentren. Sin embargo, estas aves no sufren la falta de comida, porque la providencia de Dios a todo alcanza. En fin, prueba lo mismo con otro razonamiento, diciendo: "¿Quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura?", etc.

Crisóstomo, homil. 22, in Matth. Advierte que una vez que el Señor nos ha concedido el alma, permanece la misma, en tanto que el cuerpo todos los días crece. Por lo cual, no diciendo nada del alma, que no crece, sólo hace mención del cuerpo, dándonos a entender que no crece por sólo el alimento, sino por la providencia de Dios, puesto que nadie puede añadir nada a su estatura por mucho que se alimente. Por esto concluye diciendo: "Pues si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por otras cosas?".

San Eusebio , in Cat. graec. Patr. Como diciendo: Si ninguno ha podido aumentar su estatura, por mucho que se haya esforzado, ni prolongar un sólo momento el tiempo fijado de la vida, ¿para qué ocuparse tanto de las cosas necesarias a la vida?

Beda. Dejad, pues, el cuidado del cuerpo a Aquel que lo ha formado y le ha dado su estatura.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 28. Después de hablar del aumento de la estatura del cuerpo, dice que la formación de los cuerpos es la menor obra para Dios.

LUCAS 12,27-31


10227 (Lc 12,27-31)

"Mirad los lirios cómo crecen, que ni trabajan ni hilan: pues os digo, que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Pues si a la yerba, que hoy está en el campo y mañana se echa en el horno, Dios viste así, ¿cuánto más a vosotros, de poquísima fe? No andéis, pues, afanados, por lo que habéis de comer o beber; y no andéis elevados, porque todas estas son cosas por las que andan afanadas las gentes del mundo. Y vuestro Padre sabe que de éstas tenéis necesidad. Por tanto, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". (vv. 27-31)

Crisóstomo, homil. 23, in Matth. Como el Señor nos hablaba antes de los alimentos, así ahora nos habla del vestido, diciendo: "Mirad los lirios cómo crecen, que ni trabajan ni hilan"; es decir, para hacerse vestidos. Del mismo modo que al decir el Señor que las aves no siembran no reprobó el que se sembrase, sino el excesivo cuidado, así ahora, cuando dice "no trabajan ni hilan", no condena el trabajo, sino el excesivo celo por él.

San Eusebio , ut sup. Si alguno de los mortales quiere adornarse con un rico vestido, observe con sus propios ojos cómo Dios extendiendo su infinita sabiduría hasta las flores que nacen de la tierra, las engalanó con distintos colores, produciendo en sus tenues membranas tintas mejores que el oro y la púrpura. Lo hizo de tal modo, que ni los reyes más poderosos, ni aun el mismo Salomón -que fue tan célebre entre los antiguos por sus riquezas, por su sabiduría y por su grandeza-, hallaron nunca obra más perfecta. Por esto añade: "Pues os digo, que ni Salomón en su gloria se vistió como uno de éstos", etc.

Crisóstomo, ut supra. Aquí no cita el ejemplo de las aves, poniendo por modelo los cisnes o los pavos reales, sino los lirios. Quiere expresar con una hipérbole1 uno y otro. Esto es, la debilidad de las cosas que han recibido tanto brillo y la riqueza del brillo que ha sido consentido a los lirios. Por esta razón no los llama después lirios sino yerba, cuando añade: "Pues si a la yerba que hoy está en el campo". Y no dice que mañana no estará, sino que añade: "Y mañana se echa en el horno". No dice sencillamente: "Dios viste", sino: "Dios viste así", lo que es más expresivo. Y añade: "¿Cuánto más a vosotros?". Lo que expresa la excelencia y la providencia del género humano. Finalmente, como convenía reprender, lo hace con moderación. Y no habla de infidelidad, sino de la poca fe cuando añade: "De poquísima fe". Esto lo hace con el fin de persuadirnos más, para que no sólo no pensemos en los vestidos, sino que ni aun nos fijemos en el adorno de ellos.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Porque a los prudentes les basta un vestido que no traspase la modestia y el alimento puramente necesario. Los santos se dan por muy satisfechos con disfrutar de las delicias espirituales que se encuentran en Jesucristo y de la gloria que es consiguiente.

San Ambrosio. No parece inútil que la flor se compare al hombre, y que se la anteponga a los hombres y a Salomón. De esta manera manifestada en la excelencia de sus colores la gracia de los espíritus celestiales, que son las verdaderas flores de este mundo. porque Ellos lo adornan con sus resplandores y despiden el buen olor de la santidad; y sin ser presa de ninguna solicitud, ni ejercitarse en trabajo alguno, conservan en sí la gracia de la liberalidad divina y los dones de la naturaleza celeste. Por tanto, se cita aquí así a Salomón revestido de gloria, y en otro lugar se dice cubierto; porque vestía las miserias de la naturaleza humana con la virtud de su alma y la gloria de sus obras. No obstante, los ángeles, cuya naturaleza divina está exenta de los defectos corporales, son puestos justamente sobre el mayor de los hombres. Y sin embargo no debemos desconfiar de la misericordia de Dios respecto de nosotros, puesto que el Señor nos ofrece hacernos semejantes a los ángeles por la gracia de la resurrección.

San Cirilo, ubi sup.

No era conveniente que los discípulos, que debían dar a los demás la norma y el ejemplo de una vida honesta, cayesen en lo mismo que debían cuidar que se separasen aquellos a quienes enseñaban. Y por tanto el Señor añade: "No andéis, pues, afanados por lo que habéis de comer", etc. En esto también aconseja el Señor un gran celo en la santa predicación, amonestando a sus discípulos a prescindir de toda humana solicitud.

Beda. Debe observarse, sin embargo, que no dice: no queráis buscar o andar solícitos respecto de lo que habeís de comer, de beber, o de vestir, sino de lo que comeréis o beberéis; en donde me parece que son reprendidos todos aquellos que, despreciando el alimento o el vestido común, buscan alimentos o vestidos más ricos o más austeros que las personas con quienes viven.

San Gregorio Niceno in orat. dom. serm. 1. Algunos han alcanzado altos puestos, honores y riquezas cuando suplicaron. ¿Por qué se nos prohibe, pues, que nosotros busquemos tales cosas por la oración? Y en verdad que estas cosas dependen de la voluntad divina, como todos saben. Pero, sin embargo, las concede Dios a los que se las piden, para que viendo que nos oye en las peticiones más pequeñas, nos elevemos a desear cosas más altas. Así sucede con los niños, que en seguida que nacen toman el pecho de su madre, pero así que crecen lo desprecian, buscando entonces algún colgante o algo con que sus ojos se deleiten. Y después, una vez desarrollada la inteligencia con el cuerpo, dejando a un lado todos los deseos de la niñez, piden a sus padres lo que se acomoda mejor con una vida perfecta.

San Agustín, de quaest. Evang., lib. 2, quaest. 29. Después de habernos prohibido que andemos solícitos por los alimentos, nos aconseja que huyamos del orgullo, diciendo: "Y no andéis elevados". El hombre busca desde luego estas cosas para satisfacer su necesidad, y cuando las tiene en abundancia, empieza a ensoberbecerse por ellas. Esto es lo mismo que si alguno estando herido se jactase de tener en su casa muchas medicinas, como si no fuera mejor que no necesitase de ellas, si no estuviese herido.

Teofilato. O es que no llama ambición a otra cosa que a esa vaga agitación del espíritu que sueña muchas cosas, pasando de una, comparándose a otra y pensando lo sublime.

Basilio. Y para que se comprenda esta agitación, acuérdate de la vanidad de tu juventud; si cuando has estado solo has pensado en la vida y en tus ascensos, discurriendo de una dignidad a otra, abrazándote a las riquezas; si has edificado palacio, si has dispensado beneficios a tus amigos y si te has vengado de tus enemigos. Estas abstracciones son pecaminosas, porque, fijándose nuestra inteligencia en las cosas superfluas, se separa de la verdad. Por lo que dice a continuación: "Porque todo esto son cosas, por las que andan afanadas las gentes del mundo", etc.

San Gregorio Niceno, ubi sup. Es propio de todos aquellos que nada esperan de la otra vida, ni temen los juicios de Dios, el andar solícitos acerca de las cosas superfluas.

San Basilio ubi sup. Pero cuando se trata de las cosas necesarias para la vida, añade: "Y vuestro Padre sabe que de éstas tenéis necesidad".

Crisóstomo in Matthaeum hom 23. No dijo Dios sino Padre, para excitar mejor en ellos la confianza. ¿Qué Padre hay que no deje a sus hijos lo necesario? Pero añadió también: "No podrás decir que es un Padre que ignora lo que nosotros necesitamos, pues el que ha creado la naturaleza, conoce sus necesidades".

San Ambrosio. Manifiesta también que no faltará su gracia a los fieles ni al presente ni en lo futuro, si los que desean las cosas divinas no buscan las terrenas. Y no es digno ciertamente de los hombres que se cuiden de la comida, cuando combaten por un reino. El rey sabe bien cómo ha de mantener, alimentar y vestir a su familia. Por esto dice: "Por tanto, buscad primero el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas".

Crisóstomo, ut sup., in Cat. graec. Patr. No sólo ofrece el Señor su reino, sino también sus riquezas con él. Porque si nosotros libramos de cuidado a los que, abandonando sus asuntos, se ocupan de los nuestros, con mucha más razón lo hace así el Señor.

Beda. Hay que comprender que una cosa es lo que principalmente se da y otra lo que se añade. Porque debemos proponernos por fin la eternidad y usar sólo de lo temporal.

LUCAS 12,32-34


10232 (Lc 12,32)

"No temáis, pequeña grey: porque a vuestro Padre plugo daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsas, que no se envejecen, tesoro en los cielos que jamás falta; a donde el ladrón no llega, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón". (vv. 32-34)

Glosa. Después que el Señor separó el cuidado de las cosas temporales de los corazones de sus discípulos, ahora los libra del temor que procede de los cuidados por las cosas superfluas, diciendo: "No temáis", etc.

Teofilato. El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos, ya porque en esta vida los santos aparecen pequeños en virtud de su pobreza voluntaria, ya porque son aventajados por la multitud de ángeles que nos son incomparablemente superiores.

Beda. El Señor también llama pequeña grey a los escogidos, ya comparándolos con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Manifiesta por qué no deben temer, añadiendo: "Porque a vuestro Padre plugo", etc, como diciendo: ¿Cómo aquél que concede gracias tan extraordinarias, dejará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí esta grey sea pequeña -por su naturaleza, su número y su gloria-, sin embargo la bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus celestiales, es decir el reino de los cielos. Por tanto, para que poseáis el reino de los cielos debéis despreciar las riquezas de la tierra. Así dice: "Vended lo que poseéis", etc.

Beda. Como diciendo: no temáis que falten las cosas necesarias a los que en esta vida trabajan por el reino de Dios. Más aún, vendan también lo que poseen y denlo de limosna. Esto se hace dignamente cuando alguno, una vez que ha dejado todos sus bienes por el Señor, no obstante gana con el trabajo de sus manos por el reino, lo necesario para el alimento y para dar limosna.

Crisóstomo, In Matthaeum hom. 26. No hay pecado que no pueda borrar la limosna que es remedio contra toda llaga. Pero la limosna no se hace sólo con dinero, sino también por las obras, como cuando alguno protege a otro, cuando un médico cura, o cuando un sabio aconseja.

San Gregorio Nacianceno, orat. 16. De pauperum amore, versus finem. Pero temo que penséis que la piedad no es necesaria, sino libre. Yo también lo creía así, pero me espantan los machos cabríos colocados a la izquierda no por haber robado, sino por no haber asistido a Cristo cuando los necesitaba.

Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. in Matth. Sin la limosna es imposible ver el reino, porque así como se corrompen las aguas detenidas en una fuente, así sucede a los ricos cuando guardan para sí sus riquezas.

San Basilio, in Cat. graec. Patr., ex Asceticis, id est, Regulis brevioribus, ad interrogat. 92. Alguno preguntará: ¿en virtud de qué consideración es conveniente vender lo que se posee? ¿Acaso porque es naturalmente dañoso, o por la tentación que ofrece al hombre? A esto debe contestarse, en primer lugar, que si cada una de las cosas que existen en el mundo fuese mala por sí misma, no habría creatura de Dios, porque toda creatura de Dios es buena (2Tm 4) En segundo lugar, que el precepto del Señor no nos ha enseñado a arrojar como malo lo que poseemos sino a distribuirlo, porque dice: "Y dad limosna".

San Cirilo, ubi sup. Este precepto molesta acaso a los ricos pero no es inútil para los que son prudentes, porque atesoran para sí el reino de los cielos. Por esta razón prosigue: "Haceos bolsas, que no se envejecen", etc.

Beda. Esto es, dando limosna, cuya recompensa dura eternamente. Pero este precepto no debe entenderse en el sentido de que los santos no puedan reservarse ningún dinero -ni para su uso ni para el de los pobres-, ya que el mismo Dios, a quien servían los ángeles (Mt 4), tenía una bolsa en la que conservaba lo que le daban los fieles (Jn 12) Ha de entenderse más bien en el sentido de que no debe servirse a Dios por estas cosas, ni abandonarse la justicia por temor de la pobreza.

San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr. Mandó también colocar las riquezas materiales y terrenas en el cielo, a donde no alcanza la fuerza de la corrupción. Así añade: "Tesoro que jamás falta".

Teofilato. Como diciendo: Aquí destruye la polilla, pero no en los cielos. Y como la polilla no puede destruirlo todo, añade lo del ladrón. El oro no es destruido por la polilla, pero el ladrón lo roba.

Beda. Debe entenderse sencillamente en esto que el dinero que se guarda desaparece y que dado al prójimo produce un fruto eterno en los cielos. O bien que el tesoro de las buenas obras, si se coloca en asunto de interés mundano, se corrompe y desaparece fácilmente. Pero si se ahorra, no para merecer exteriormente la aprobación de los hombres -como el ladrón que roba de fuera- ni para buscar interiormente la vanagloria -como la polilla que destruye en lo interior- sino con santa intención, no se corrompe.

Glosa. O bien los ladrones son los herejes y los demonios -que se proponen despojarnos de los bienes espirituales- y la polilla que roe poco a poco los vestidos es la envidia, que destruye el celo o el fruto bueno y rompe el lazo de la unidad.

Teofilato. Pero como no todo se quita por el robo, da una razón más poderosa y que no admite réplica diciendo: "Porque donde está vuestro tesoro está vuestro corazón". Como diciendo: supongamos que la polilla no destruya, ni el ladrón robe, ¿cuán digno de suplicio no será tener el corazón aprisionado en un tesoro oculto y hundir en la tierra una obra divina como el alma? San Eusebio , in Cat. graec. Patr. Porque todo hombre depende naturalmente de aquello de que está apasionado y fija toda su alma en aquello que cree que puede darle todo lo que le conviene. Por tanto, si alguno fija toda su atención y su afecto -lo que llamó corazón- en las cosas de la vida presente, únicamente se ocupa de las cosas de la tierra. Pero si se fija en las cosas del cielo, allí tendrá también su corazón. De modo que parecerá que trata con los hombres sólo por el cuerpo, pero que su alma ha alcanzado ya las mansiones del cielo.

Beda. Esto debe entenderse no sólo respecto del dinero, sino de todas las pasiones. Los festines son el tesoro para el lujurioso, las fiestas para el lascivo y la liviandad para aquél a quien domina el amor.

LUCAS 12,35-40


10235 (Lc 12,35-40)

"Tened ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Señor cuando viniere. En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre" . (vv. 35-40)

Teofilato. Después que el Señor estableció a su discípulo en la moderación despojándolo de todo cuidado de la vida y del orgullo, lo induce ahora a servir diciendo: "Tened ceñidos vuestros lomos" -es decir estad siempre dispuestos a imitar a vuestro Dios-. "Y antorchas encendidas", esto es, no viváis entre tinieblas, sino que la luz de la razón os alumbre siempre dándoos a conocer lo que habéis de evitar. Este mundo es una noche, pero tienen ceñidos sus lomos los que llevan una vida práctica o activa. Porque tal es costumbre de los que trabajan, a quienes convienen antorchas ardientes, esto es el don de la discreción, para que puedan conocer en la práctica, no sólo lo que conviene hacer, sino cómo debe hacerse. De otra manera, los hombres caen en el precipicio de la soberbia. Y debe observarse que primero manda ceñir los lomos y después encender las antorchas, porque primero es la acción y después la reflexión, que es la luz del espíritu. Por tanto, estudiemos el modo de ejercer nuestras facultades y entonces tendremos dos antorchas ardientes, a saber: la inhabitación del Espíritu -que nos ilumina brillando en nuestra mente- y la doctrina con la que ilustramos a los demás.

San Máximo, in Cat. graec. Patr. O también nos enseña a tener encendidas las antorchas por la oración, la contemplación y el afecto espiritual.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. O bien el ceñirse los lomos significa la agilidad y prontitud con que debemos sufrir todos los males por el amor de Dios, y la antorcha encendida significa que no debemos permitir el que algunos vivan en las tinieblas de la ignorancia.

San Gregorio, in homil. 13, in Evang. De otro modo: ceñimos nuestros lomos cuando reprimimos la lujuria de la carne por la continencia. Porque la lujuria del hombre se encuentra en sus riñones y la de la mujer en el ombligo, aunque se designa por los riñones a la lujuria, por ser el sexo masculino el principal. Pero como no basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras, añade: "Y antorchas encendidas en vuestras manos". Nosotros tenemos las antorchas encendidas en nuestras manos cuando con las buenas obras damos a nuestros prójimos ejemplos brillantes.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 25. O también, nos enseña a tener ceñidos los lomos por la continencia del amor de las cosas terrenas y a tener encendidas las antorchas. Esto es, para que todo ello lo hagamos con buen fin y recta intención.

San Gregorio, in homil. 13, ut sup. Pero aun cuando todo lo hagamos así, falta todavía que pongamos toda nuestra esperanza en la venida de nuestro Redentor. Por esto añade: "Y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando vuelva de las bodas", etc. El Señor marchó a las bodas, porque cuando subió al cielo, se incorporó el hombre nuevo a la multitud de los ángeles.

Teofilato. Todos los días desposa en los cielos las almas de los santos, las que San Pablo u otro santo le ofrece como una casta virgen. Y vuelve de las bodas celebradas en los cielos, quizás de una manera universal, cuando al fin del mundo venga del cielo en la gloria del Padre, o quizás particularmente, apareciendo de repente en la hora de la muerte de cada uno de nosotros.

San Cirilo, ubi sup. Considera también que vuelve de las bodas como de una solemnidad en la que siempre existe la divinidad, porque nada puede causar tristeza a su naturaleza incorruptible.

San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr., ex illius orat., vel. hom. 11, in cant. O de otro modo: terminadas las bodas y habiéndose desposado con la Iglesia y admitiéndola en el tálamo de sus misterios, se regocijarán los ángeles por la vuelta del rey a su natural beatitud. Con ellos conviene que esté conforme nuestra vida, porque así como ellos, exentos de malicia, están siempre preparados a celebrar el regreso de su Señor, así nosotros, vigilando a su puerta, debemos estar prontos a obedecer cuando venga llamando. Sigue pues: "Para que cuando viniere y llamare a la puerta luego le abran".

San Gregorio, in Evang hom, 13. Viene cuando nos llama a juicio, pero llama cuando da a conocer por la fuerza de la enfermedad que la muerte está próxima. Y le abrimos inmediatamente si lo recibimos con amor. No quiere abrir al juez que llama el que teme la muerte del cuerpo y se horroriza de ver a aquel juez a quien se acuerda que despreció. Pero aquel que está seguro por su esperanza y buenas obras, abre inmediatamente al que llama porque cuando conoce que se aproxima el tiempo de la muerte, se alegra por la gloria del premio. Por esto añade: "Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el Señor, cuando viniere". Vigila aquel que tiene los ojos de su inteligencia abiertos al aspecto de la luz verdadera, el que obra conforme a lo que cree y el que rechaza de sí las tinieblas de la pereza y de la negligencia.

San Gregorio Niceno, ubi sup. Por esta vigilancia que, como queda dicho, nos mandó tener el Señor, dice que ciñamos nuestros lomos, teniendo encendidas las antorchas. Porque la luz puesta delante de nuestra vista rechaza el sueño, y cuando nuestros lomos están ceñidos con un cíngulo nuestro cuerpo no se duerme fácilmente. Porque el que está ceñido por la castidad e ilustrado por una conciencia limpia, vela siempre.

San Cirilo, ubi sup. Así pues, cuando venga el Señor y encuentre a los suyos despiertos y ceñidos, teniendo la luz en su corazón, entonces los llamará bienaventurados. Prosigue pues: "En verdad os digo que se ceñirá". En lo que comprendemos que nos retribuirá con lo mismo, porque se ceñirá El mismo con los que están ceñidos.

Orígenes, in Cat. graec. Patr. Estará ceñido por la justicia alrededor de sus lomos, según lo que dijo Isaías (Is 11)

San Gregorio, ut sup. Se ciñe por la justicia, es decir, se prepara para la retribución.

Teofilato. O también: Se ceñirá en el sentido de que no dispensará toda la abundancia de sus bienes, sino que la retendrá en una cierta medida. Porque, ¿quién puede recibir a Dios en toda su grandeza? Por esto se dice que los mismos serafines velan sus rostros a causa de la excelencia del resplandor divino (Is 6) Prosigue: "Y los hará sentar a la mesa", etc. Así como el que se sienta hace descansar todo su cuerpo, así a su futura venida los santos descansarán totalmente. Aquí no tuvieron descanso corporal, pero allí, hechos sus cuerpos espirituales e incorruptibles, gozarán con sus almas de eterno descanso.

San Cirilo, ubi sup. Hará que se sienten como queriendo desahogarlos del cansancio, ofreciéndoles satisfacciones espirituales y poniéndoles delante la mesa espléndida (u opípara) de sus dones.

San Dionisio, in epist. 9 ad Titum. Por el acto de sentarse creen algunos que debe entenderse el descanso de muchos trabajos, la vida sin molestias y el trato con Dios en la claridad y en la región de los vivos, cumplido con todo santo afecto y abundante donación de todas sus gracias, lo cual será el complemento de la alegría. Esto es lo que Jesús hará con los que haga sentarse, dándoles el descanso eterno y distribuyéndoles multitud de beneficios. Por esto sigue: "Y pasando los servirá".

Teofilato. Lo mismo hará cuando vuelva; porque así como ellos lo sirvieron, El los servirá.

San Gregorio, , in Evang hom. 13, ut sup. Se dice que pasando cuando vuelva del juicio a su reino. O bien, el Señor pasa a nosotros después del juicio porque nos eleva de la forma de la humanidad a la contemplación de su divinidad.

San Cirilo, ut sup. El Señor conoce, pues, la fragilidad humana para caer en el pecado. Pero como es bueno, no nos deja desesperar, sino que más bien se compadece y nos da la penitencia como remedio saludable. Por tanto añade: "Y si viniese en la segunda vela", etc. Los que velan en las murallas de las ciudades dividen, pues, en tres o cuatro vigilias la noche para que observen las acometidas de los enemigos.

San Gregorio, in homil. 13, ut sup. La primera vela es el primer tiempo de nuestra vida, esto es, la infancia. La segunda, la adolescencia o la juventud. La tercera, la ancianidad. Por tanto, el que no quiso vigilar en la primera vela, vigile en la segunda y el que no quiso vigilar en la segunda, no pierda el remedio de la tercera, para que aquellos que no se hayan convertido en la infancia se conviertan al menos en la juventud o en la ancianidad.

San Cirilo, ubi sup. No hace mención de la primera vigilia porque la niñez no es castigada por Dios, sino que merece perdón. Pero la segunda y la tercera edad deben obedecer a Dios y llevar una vida honesta para complacerlo.

Griego, id est, Servus Antiochenus, in Cat. graec. Patr. O bien pertenecen a la primera vigilia los que por su virtuosa vida han llegado al primer rango, a la segunda los que no son tan virtuosos y a la tercera los inferiores a éstos. Lo mismo debe pensarse de la cuarta y de la quinta, si la hubiera, porque son diversos los grados de la virtud y el buen remunerador mide a cada uno la recompensa que merece.

Teofilato. O bien, porque las vigilias son las horas de la noche que provocan el sueño, hemos de entender también que en nuestras vidas hay algunas horas que nos hacen bienaventurados si se nos halla vigilantes. ¿Te ha quitado alguno lo que es tuyo? ¿Se te han muerto tus hijos? ¿Has sido acusado? Pues si en todas estas ocasiones no haces nada en contra de lo que Dios tiene mandado, te encontrará despierto en la segunda y en la tercera vigilia, es decir en el tiempo de la desgracia que sume a las almas débiles en un sueño pernicioso.

San Gregorio, in homil. 13, ut sup. Para sacudir la pereza de nuestro espíritu, el Señor también nos da a conocer los daños exteriores con una comparación. Por esto añade: "Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón", etc.

Teofilato. Algunos creen que este ladrón es el diablo, la casa el alma y el padre de familia el hombre, pero esta opinión no parece conforme con lo que sigue. La venida del Señor se compara con este ladrón porque viene cuando menos se espera, según lo que dice el Apóstol (1Th 5,2): "El día del Señor vendrá como el ladrón en la noche". Por esto se añade aquí: "Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis", etc.

San Gregorio, in Evang hom. 13. No sabiéndolo el padre de familia, el ladrón entra en la casa. Porque mientras el espíritu duerme abandonando la custodia, llega la muerte de manera imprevista e irrumpe en nuestro interior. Resistiría al ladrón si estuviese despierta. Porque precaviendo la venida del juez, que en secreto arrebata el alma, le saldría al encuentro con el arrepentimiento para no sucumbir impenitente. Quiso el Señor, por tanto, que nos fuese desconocida la última hora, para que no pudiendo preverla, estemos siempre preparándonos para ella.


Catena aurea ES 10222