Catena aurea ES 10720

LUCAS 17,20-21


10720 (Lc 17,20)

Y preguntándole los fariseos: "¿Cuándo vendrá el reino de Dios?", les respondió y dijo: "El reino de Dios no vendrá con muestra exterior. Ni dirán: Helo aquí o helo allí. Porque el reino de Dios está dentro de vosotros". (vv. 20-21)

San Cirilo, in Cat graec. Patr. Como el Salvador mencionaba con frecuencia el reino de Dios en los discursos que dirigía a otros, se burlaban de El los fariseos. Por esto dice: "Y preguntándole los fariseos: ¿Cuándo vendrá el reino de Dios?", como si dijeran con tono irrisorio: antes que venga el reino de quien hablas te cogerá la muerte de la cruz. Pero el Señor, manifestando su paciencia, en vez de devolver injuria con injuria, no desdeña responder a los que tan mal le trataban. Sigue, pues: "Les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con muestra exterior", como diciendo: No preguntéis acerca de la época en que el reino de Dios vendrá por segunda vez.

Beda. Este tiempo no puede conocerse ni por los hombres ni por los ángeles, como el de la encarnación, que fue anunciado por los vaticinios de los profetas y la voz de los ángeles. Por esto añade: "Ni dirán: Helo aquí o helo allí". O de otro modo: Preguntan por el tiempo del reino de Dios, porque (como se dice más adelante) creían que viniendo el Señor a Jerusalén en seguida se daría a conocer su reino. Por esto el Señor responde que el reino de Dios no vendrá dando muestras exteriores.

San Cirilo, ut sup. Unicamente dice que servirá para bien de todo hombre, aquello que añade: "Porque el reino de Dios está dentro de vosotros". Esto es, en vuestras afecciones y en vuestro poder está el alcanzarlo; porque todo hombre que sea justificado por la fe y la gracia de Jesucristo y que esté adornado con las virtudes, puede alcanzar el reino de los cielos.

San Gregorio Niceno, De proposito secundum Deum, sive De scopo Christiani. O quizás da a conocer que el reino de los cielos está en nosotros, para manifestar la alegría que produce en nuestras almas el Espíritu Santo. Ella es como la imagen y el testimonio de la constante alegría que disfrutan las almas de los santos en la otra vida.

Beda. O dice que el reino de Dios es El mismo, colocado en medio de ellos, esto es, reinando en sus corazones por la fe.

LUCAS 17,22-25


10722 (Lc 17,22-25)

Y dijo a sus discípulos: "Vendrán días, cuando deseareis ver un día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: Vedle aquí, o vedle allí. No queráis ir, ni le sigáis. Porque como el relámpago, que deslumbrando en la región inferior del cielo, resplandece desde la una hasta la otra parte; así también será el Hijo del Hombre en su día. Mas primero es menester que El padezca mucho, y que sea reprobado de esta generación". (vv. 22-25)

San Cirilo, ut sup. Como el Señor había dicho que el reino de Dios estaba en medio de ellos, quiso que sus discípulos estuviesen dispuestos a ejercitar la paciencia, para que fortalecidos pudieran entrar en el reino de Dios. Les predice también que antes que El vuelva a venir del cielo al fin del mundo, vendrá sobre ellos la persecución. Por esto sigue: "Y dijo a sus discípulos: vendrán días", etc., dando a conocer que será tan cruel la persecución, que desearán ver un sólo día suyo, es decir, de aquel tiempo en que aún trataban con Jesucristo. Y en verdad que los judíos afligieron al Salvador con muchos improperios e injurias, le amenazaron con apedrearle y muchas veces quisieron arrojarle de lo alto de un monte, pero todas estas cosas deberían considerarse como de menor importancia en comparación a los mayores males que habían de venir.

Teofilatus. Entonces vivían sin cuidados, porque Jesucristo cuidaba de ellos y los protegía, pero había de suceder que cuando Jesucristo estuviese ausente, se verían expuestos a toda clase de peligros, serían llevados ante los reyes y los jueces y entonces desearían aquel tiempo y lo recordarían como tranquilo.

Beda. O bien llama día de Cristo a su reino futuro, que esperamos. Y dice muy bien un solo día, porque en la gloria de la felicidad no tendrán cabida las tinieblas. Bueno es desear el día de Cristo, pero no debemos dejarnos llevar hacia ilusiones y sueños por nuestro gran deseo, creyendo que el día del Señor está próximo. Por esto sigue: "Y os dirán vedle aquí, No queráis ir".

San Eusebio , . Como diciendo: Si cuando venga el Anticristo, llega a ser tan grande su fama como si fuere Jesucristo quien hubiere aparecido, no salgáis ni le sigáis, porque es imposible que aquél que fue visto en la tierra una vez, vuelva a verse en la estrechez de ella. Por tanto, éste será aquél de quien se dice: no es el verdadero Cristo. La señal manifiesta de la segunda venida de nuestro Salvador lo es que el brillo que acompañará a su venida, llenará de repente el mundo entero. Por esto sigue: "Porque como el relámpago, que relumbrando en la región inferior del cielo resplandece por todas partes, así también será el Hijo del hombre", etc. Por tanto, no aparecerá andando sobre la tierra como un hombre común (o vulgar), sino que brillará sobre todos nosotros por todas partes, manifestando a todos la grandeza de su divinidad.

Beda. Y bellamente dice: "relumbrando bajo el cielo", porque el juicio se celebrará debajo del cielo, esto es, en los aires, según aquellas palabras del Apóstol (1Th 4,16): "Seremos arrebatados con ellos hasta las nubes en presencia de Jesucristo en los aires". Por tanto, si el Señor ha de aparecer en el juicio como un rayo, nadie podrá ocultarse ni aun en conciencia, porque el resplandor del juez lo penetrará todo. Puede también referirse esta contestación del Salvador a la venida con la que todos los días se presenta en su Iglesia. Y como los herejes habían de perturbar muchas veces la Iglesia entre tanto, diciendo que su doctrina era la verdadera fe de Jesucristo, han deseado los fieles de aquel tiempo que el Señor volviese a la tierra por un día -si pudiera ser- y declarase por sí mismo cuál era la verdadera fe. "Y no le veréis", dijo, porque no necesita el Señor venir otra vez en cuerpo visible para manifestar espiritualmente con la verdad del Evangelio lo que ya hizo una vez extendiéndolo y difundiéndolo por todo el mundo.

San Cirilo.Los discípulos del Salvador creían que cuando fuese a Jerusalén les daría a conocer en seguida el reino de Dios. Teniendo en cuenta esta idea, les manifiesta que primero convenía que sufriese por nuestra salud los tormentos de la pasión, que después subiría hasta el Padre y que resplandecería para juzgar a todo el mundo en su justicia. Por esto añade: "Mas primero es menester que El padezca mucho y que sea reprobado de esta generación".

Beda. Así llama no sólo a la de los judíos, sino también a la de todos los réprobos, de quienes había de sufrir mucho y ser reprobado ahora el Hijo del hombre en su cuerpo (esto es, en la Iglesia) Continúa hablándoles de su pasión y de la gloria de su venida, para calmar los tormentos de su pasión con la promesa de su gloria y también para que se preparasen y no temiesen a la muerte, si deseaban la gloria de su reino.

LUCAS 17,26-30


10726 (Lc 17,26)

"Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre. Comían y bebían: los hombres tomaban mujeres y las mujeres maridos, hasta el día en que entró Noé en el Arca y vino el diluvio y acabó con todos. Asimismo como fue en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y hacían casas. Y el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los mató a todos. De esta manera será el día en que se manifestará el Hijo del hombre". (vv. 26-30)

Beda. La Venida del Señor, que fue comparada con un fulgurante rayo que cruza rápidamente el cielo, ahora se compara con los días de Noé y Lot, cuando sobrevino súbita muerte a los hombres. Por esto dice: "Y como fue en los días de Noé", etc.

Crisóstomo In Matthaeum hom.78. Como entonces no creyeron en las palabras amenazadoras, sufrieron inmediatamente el verdadero castigo.

La incredulidad procedía de la molicie y flojedad de su alma, porque cada uno espera en lo que se propone y desea. Por esto sigue: "Comían y bebían", etc.

San Ambrosio. Da a entender claramente que la causa del diluvio había provenido de nuestros pecados. Porque Dios no creó el mal, sino que le produjeron nuestras malas acciones. No condena el matrimonio ni el alimento por dañoso, puesto que el primero provee a la sucesión y el último a la necesidad de la naturaleza. Pero es precisa la prudencia en todo y es malo todo lo que es un exceso.

Beda. En sentido místico construye Noé el Arca cuando el Señor forma la Iglesia con los fieles de Jesucristo uniéndolos entre sí como maderas ajustadas. Y una vez que ésta se encuentra concluida perfectamente, entra en ella, ilustrándola con la gloria visible de su presencia en el día del juicio y siendo su habitante eterno. Pero mientras el Arca se está construyendo, los malvados se entregan a sus excesos, mas cuando entra en ella perecen. Porque los que en este mundo ultrajan a los santos que luchan, reciben la eterna condenación, mientras éstos son coronados en la gloria.

San Eusebio . Como el Señor había citado el ejemplo del diluvio, para que no se creyese que vendría otro de agua, cita el segundo ejemplo de Lot, enseñando cómo había de ser la perdición de los impíos, cuando la ira de Dios caiga sobre ellos como fuego bajado del cielo. Por esto dice: "Asimismo como fue en los días de Lot", etc.

Beda. Pasando en silencio aquel crimen nefando de los sodomitas, únicamente recuerda aquellos delitos que parecían leves o veniales, para dar a entender cómo serían castigados los pecados graves, cuando aun lo lícito cometido por imprudencia es castigado con el fuego y el azufre. Prosigue: "Y el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo", etc.

San Eusebio . No dice que cayó el fuego del cielo sobre los impíos de Sodoma, antes que saliese de en medio de ellos, ni que el diluvio cayó sobre la tierra haciendo perecer a sus moradores antes que Noé entrase en el Arca; porque mientras Noé y Lot vivían con los malvados, Dios no dejaba correr su ira para evitar que sucumbiesen con los pecadores. Cuando quiso perder a éstos, separó de en medio de ellos al justo. Así sucederá en el fin del mundo, puesto que no concluirá éste antes que todos los justos sean separados de los impíos. Por esto sigue: "De esta manera será el día", etc.

Beda. Porque el que ahora lo ve todo sin ser visto, apareciendo entonces, juzgará todas las cosas. Aparecerá, pues, para juzgar especialmente en aquel tiempo en que, olvidados todos de sus juicios, se crean como emancipados de El en este mundo.

Teofilacto. Después que venga el Anticristo, los hombres se harán lascivos, entregándose a los vicios más enormes, según aquellas palabras del Apóstol (2Tm 3,4): "los que son más amantes de sus pasiones que de Dios". Por tanto, si en el Anticristo se encierra todo pecado, ¿qué es lo que éste traerá a la raza humana en aquel tiempo sino sus vicios? Y esto es lo que el Señor dio a conocer por el ejemplo del diluvio y de los sodomitas.

Beda. En sentido místico, Lot, que quiere decir el que se aisla, es el pueblo de los escogidos, que vive como forastero en Sodoma, esto es, entre los réprobos, y se aísla o se separa de sus crímenes cuanto puede y evita su destrucción. Mas cuando Lot ha salido, Sodoma perece. Porque al final del mundo saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los llevarán al horno de fuego (Mt 13,49) Pero el fuego y el azufre que dice bajarán del cielo, no significan la misma llama del eterno suplicio, sino la repentina llegada de aquel día.

LUCAS 17,31-33


10731 (Lc 17,31-33)

"En aquella hora, el que estuviere en el tejado y tuviere sus alhajas dentro de la casa, no descienda a tomarlas; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Todo aquel que procurare salvar su vida, la perderá; y quien la perdiere, la vivificará". (vv. 31-33)

San Ambrosio. Como es necesario que en este mundo los buenos padezcan aflicciones de corazón y de ánimo a causa de los malos, para que así puedan obtener mayor premio en lo futuro, el Señor les da algunos consejos cuando dice: "En aquella hora, el que estuviere en el tejado, etc.". Esto es, si alguno ha subido ya a lo más alto de su casa en la práctica de las virtudes, no vuelva a caer en la práctica de las cosas de la tierra.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,41,42. Está en el techo el que, sobreponiéndose a las cosas de la tierra, vive espiritualmente y como respirando un aire saludable. Los muebles de la casa son los sentidos carnales, acerca de cuyo uso se equivocan con frecuencia los que buscan la verdad, que se encuentra por el espíritu. Vigile, pues, el hombre espiritual, no sea que en el día de la tribulación vuelva a la vida carnal que se alimenta por los sentidos corporales y descienda por el deseo de alcanzar los goces de este mundo. Prosigue: "Y el que está en el campo asimismo no vuelva atrás".

El que trabaja en la Iglesia plantando, como San Pablo y regando, como Apolo, no se fije en la esperanza mundanal a que renunció.

Teofilacto. San Mateo dice que todo esto fue dicho por el Señor con motivo de la toma de Jerusalén, porque cuando viniesen los romanos los que estaban en sus casas no podrían bajar a coger ni aun lo más indispensable; sino que tendrían que huir con prontitud, y los que estuviesen en el campo no habrían de volver a su casa. Y consta en verdad que sucedió esto en la toma de Jerusalén, y que volverá a suceder cuando venga el Anticristo y especialmente en aquel tiempo en que todo concluirá, puesto que entonces la calamidad será inmensa.

San Eusebio . Dio a conocer de este modo que se levantaría una gran persecución por el hijo de perdición contra los fieles de Cristo. Llama día al tiempo que precederá al fin del mundo, en el que quien huya, no volverá ni se cuidará de los bienes que pierde ni imitará a la mujer de Lot, que después de haber salido de la ciudad de Sodoma, volvió la cara y quedó muerta y convertida en estatua de sal. Por esto sigue: "Acordaos de la mujer de Lot".

San Ambrosio. La que por haber mirado atrás, perdió su naturaleza. Cuando se mira atrás se vuelve al demonio, como cuando la mujer de Lot miró atrás hacia Sodoma. Por tanto, huye de la destemplanza, prescinde de la lujuria y acuérdate que de aquel que no se fija en estudiar lo que pasó, puede decirse que salió de su casa y se vino al monte. Aquella mujer, como miró atrás, no pudo ser ayudada por su marido para que llegase al monte, sino que se quedó allí.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,42. La mujer de Lot significa a aquellos que en el día de la tribulación retroceden y se apartan de la esperanza de las promesas divinas, por lo que se convirtió en estatua de sal. Así advirte a los hombres que no obren de aquel modo para que, con la sal, preserven sus corazones de la corrupción.

Teofilacto. A continuación añade las consecuencias de sus promesas diciendo: "Todo aquel que procurase salvar su vida, la perderá". Como diciendo: nadie se cuide en las persecuciones del Anticristo, de salvar su vida, porque la perderá. En cambio el que se entregue a los sufrimientos y a los peligros, se salvará. Y prosigue: "Mas todo aquel que la perdiere, la vivificará" no sujetándose de ningún modo al tirano por amor de la vida.

San Cirilo.Cómo puede perderse la vida para salvarla, lo manifiesta San Pablo diciendo de algunos (Ga 5,24): "los que sacrificaron su carne con sus vicios y con su concupiscencia", esto es, combatiendo a sus verdugos con la paciencia y la caridad.

LUCAS 17,34-37


10734 (Lc 17,34)

"Os digo: que en aquella noche dos estarán en un lecho: el uno será tomado, y el otro dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas: la una será tomada, y la otra dejada: dos en un campo: el uno será tomado, y el otro dejado". Respondieron y le dijeron: "¿En dónde, Señor?" Y El les dijo: "Do quiera estuviere el cuerpo, allí también se congregarán las águilas". (vv. 34-37)

Beda. Había dicho antes el Señor, que el que estuviese en el campo no debía volver atrás, con lo que se refiere no sólo a los que efectivamente estaban en el campo y habían de regresar, esto es, que habrían de negar al Señor a las claras, sino también a los que, si bien parece que miran hacia adelante, miran hacia atrás con el alma. Por esto dice: "Os digo: que en aquella noche dos estarán en el lecho", etc.

San Ambrosio. Llama con propiedad noche, porque el Anticristo será la hora de las tinieblas; porque el Anticristo, llamándose a sí mismo Cristo infundirá las tinieblas en los corazones de los hombres. El Cristo resplandecerá brillando como el rayo, para que en aquella noche podamos ver la gloria de su resurrección.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,44. Dice en aquella noche, esto es, en aquella tribulación.

Teofilacto. Advierte que la venida de Jesucristo sucederá cuando menos lo esperemos, por lo que se nos dice que vendrá de noche. Cuando dijo también que los ricos apenas pueden salvarse, advierte, que ni todos los ricos se condenarán, ni todos los pobres se salvarán.

San Cirilo.Por aquellos dos que dice se acostarán en un mismo lecho, parece designar a los ricos que descansan de las delicias mundanales, el lecho es la señal del descanso. No todos aquellos que tienen riquezas son impíos, sino que alguno es también bueno, y elegido por su fe. Por tanto, éste será aceptado. Pero el otro que no obre así, será dejado. Cuando baje el Señor al juicio, enviará a sus ángeles que, dejando sobre la tierra a aquellos que deben ser castigados, se llevarán a los santos y los justos, según aquellas palabras del Apóstol: (1Th 4,16) "Seremos arrebatados hasta las nubes delante de Jesucristo en los aires".

San Ambrosio. De todos los que están caídos por la debilidad humana uno es abandonado, esto es, reprobado y el otro es aceptado, esto es, arrebatado delante de Jesucristo en los aires. Prosigue: "Dos mujeres estarán moliendo juntas", etc.

San Cirilo.Por medio de estas palabras parece que indica a los pobres y los que viven agobiados por el trabajo, a lo que también se refiere lo que sigue: "Dos en el campo, el uno será tomado", etc. Porque hay gran diferencia entre ellos: pues aquellos que lleven con valor las privaciones de la pobreza y que practiquen una vida buena y humilde, serán aceptados; y aquellos que están siempre prontos para las cosas profanas (o detestables), serán los que dejará.

San Ambrosio. Por las que muelen parece que significa a los que buscan su alimento en lo espiritual y lo enseñan de un modo manifiesto. Y en realidad que este mundo es un molino, y nuestra alma está encerrada en nuestro cuerpo como en una cárcel. Por tanto, este molino -que es o la sinagoga, o el alma manchada con el pecado-, moliendo el trigo humedecido y podrido según su mal olor, no puede separar lo interior de lo exterior y por tanto es abandonado, porque su harina desagrada. Pero la Iglesia santa, o el alma que no está manchada con ninguna clase de delitos y que muele el buen trigo que ha sido tostado por el calor del sol eterno, ofrece a Dios la buena harina del corazón de los hombres. Quienes sean los labradores, podemos conocerlo si advertimos que en nosotros hay dos mentes1. Una del hombre exterior, que es la que se corrompe y la otra interior, que se renueva por medio del sacramento. Estos son los que trabajan en nuestro campo, de los que el celo de uno produce un buen fruto, mientras la inacción del otro los pierde. También podemos entender que hay dos pueblos en este mundo que se compara con un campo; de los que uno, que es el fiel, es aceptado y el otro, que es el infiel, es dejado.

San Agustín, ut sup. Aquí parece que se dan a conocer tres clases de hombres. Una es la de aquellos que prefieren el ocio y el descanso, que no se ocupan de los asuntos del siglo, ni de los deberes eclesiásticos, cuyo descanso está bien representado con el nombre de lecho; otra es la de aquellos que como plebe son gobernados por los sabios, haciendo las cosas propias de esta vida, a los que designa con el nombre de mujeres, porque conviene que éstos sean gobernados por sus jefes. Y consideró como personas que muelen a aquellos que dan vueltas alrededor de los negocios temporales. Además dice que los que se ocupan de estas cosas y de estos negocios, molían juntos en cuanto se conforman con las prácticas de la Iglesia. La tercera clase es la de aquellos que se ejercitan en el ministerio de la Iglesia, como en el campo del Señor. Ahora, en cada una de estas tres clases de hombres hay otras dos: los que permanecen en la Iglesia y son aceptados y los que caen en la culpa y son menospreciados.

San Ambrosio. Y como Dios no es injusto, no trata lo mismo a los que han tenido igual vida sin el mismo celo y no recompensa a cada uno sino según el mérito de sus acciones. Porque no es la sociedad de los hombres la que hace sus méritos, puesto que no todos acaban lo que empiezan y únicamente el que persevere hasta el fin se salvará (Mt 10,22)

San Cirilo.Como había dicho que algunos serían aceptados, sus discípulos preguntan con interés a dónde serán conducidos. Por esto sigue: "Respondieron y le dijeron: ¿En dónde, Señor?".

Beda. Se le presentan al Señor dos preguntas, a saber: a dónde serán conducidos los buenos y en dónde dejados los malos. Contestó una de estas preguntas y dejó la otra para que la interpretasen. Por lo que sigue: "Y El les dijo: Donde quiera que estuviere el cuerpo, allí se congregarán las águilas".

San Cirilo.Como diciendo: Así como cuando se abandona un cadáver, acuden en seguida a él las aves carniceras, así cuando venga el Hijo del hombre todas las águilas, esto es, los santos, le rodearán.

San Ambrosio. Se comparan las almas de los justos con las águilas, porque buscan las cosas de lo alto, menosprecian las cosas bajas y alcanzan una vida muy larga. No podemos dudar acerca del cuerpo, especialmente si recordamos que José recibió el cuerpo de Cristo que había pedido a Pilato. ¿No te parecen águilas también alrededor del cuerpo, aquellas mujeres y aquel colegio de apóstoles que rodeaban la sepultura del Señor? ¿No te parecen también águilas alrededor del cuerpo, cuando venga en las nubes y todo ojo le vea? (Ap 5) Este es el cuerpo del cual está dicho (Jn 6,56): "Mi carne es verdadera comida". Son también águilas las que vuelan alrededor del cuerpo con alas espirituales. Son también águilas alrededor del cuerpo, aquellos que creen que Jesucristo vino en carne mortal. Y lo es también la Iglesia, en la que somos renovados espiritualmente por la gracia del bautismo.

San Eusebio . O también designó por las águilas, que se alimentan de cuerpos muertos, a los príncipes de este mundo y a los que en todo tiempo persiguen a los santos de Dios, entre los que se dejan los que son indignos de aceptación y que se llaman cuerpo o cadáver. O se designan las potestades vengadoras que volarán sobre los impíos como vuelan las águilas.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,77. San Lucas pone estas cosas aquí -que no aparecen en el relato de Mateo- ya sea porque recuerda lo que más le preocupa, diciendo primero lo que el Señor dijo después, ya sea porque da a entender que el Señor dijo estas cosas dos veces.

LUCAS 18,1-8


10801 (Lc 18,1-8)

Y les decía también esta parábola: que es menester orar siempre, y no desfallecer. Diciendo: "Había un juez en cierta ciudad que no temía a Dios, ni respetaba a hombre alguno. Y había en la misma ciudad una viuda que venía a él y le decía: Hazme justicia de mi contrario. Y él por mucho tiempo no quiso. Pero después de esto dijo entre sí: Aunque ni temo a Dios ni a los hombres tengo respeto, todavía, porque me es importuna esta viuda, le haré justicia, porque no venga tantas veces que al fin me muela. Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el injusto juez: ¿Pues Dios no hará venganza de sus escogidos, que claman a El día y noche, y tendrá paciencia en ellos? Os digo, que presto los vengará. Mas cuando viniere el Hijo del hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra?" (vv. 1-8)

Teofilacto. Después que el Señor hace mención de estas penalidades y peligros, expone su remedio, que es la oración asidua y premeditada. Por esto añade: "Y les decía también esta parábola", etc.

Crisóstomo. El que te redimió y el que quiso crearte, fue quien lo dijo. No quiere que cesen tus oraciones; quiere que medites los beneficios cuando pides y quiere que por la oración recibas lo que su bondad quiere concederte. Nunca niega sus beneficios a quien los pide y por su piedad excita a los que oran a que no se cansen de orar. Admite, pues, con gusto las exhortaciones del Señor: debes querer lo que manda y debes no querer lo que el mismo Señor prohibe. Considera, finalmente, cuánta es la gracia que se te concede: tratar con Dios por la oración y pedir todo lo que deseas. Y aunque el Señor calla en cuanto a la palabra, responde con los beneficios. No desdeña lo que le pides, no se hastía sino cuando callas.

Beda. Debe decirse también que ora siempre y no falta el que no deja nunca el oficio de las horas canónicas. Y todo lo demás que el justo hace o dice en conformidad con el Señor, debe considerarse como oración.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,45. El Señor presenta sus parábolas, o bien comparando, como cuando habla del prestamista, que perdonó a los dos deudores lo que le debían y que fue más estimado por aquel a quien perdonó más (Lc 7,42-43), o bien por oposición, como cuando dice que si el heno del campo que hoy está en pie y mañana será llevado al horno, Dios así le viste, ¿cuánto más cuidará de vosotros, hombres de poca fe? (Mt 6,30) Así, pues, no por semejanza, sino por oposición, habla de aquel inicuo juez, de quien se dice: "Había un juez en cierta ciudad", etc.

Teofilacto. Observa en esto que el obrar mal con los hombres es señal evidente de malicia. Muchos no temen a Dios, pero en sociedad guardan el debido respeto y por esto faltan menos. Pero cuando alguno obra con imprudencia, aun en cuanto a los hombres, lleva entonces el vicio a su colmo.

Prosigue: "Y había en la misma ciudad una viuda".

San Agustín, ut sup. Esta viuda puede ser muy bien la imagen de la Iglesia, que aparece como desolada hasta que venga el Señor, quien ahora cuida de ella misteriosamente. Pero como sigue diciendo: "Y venía a El diciendo: Hazme justicia", etc., advierte aquí por qué los escogidos de Dios le piden que los vengue. Lo mismo se dice también en el Apocalipsis de San Juan hablando de los mártires (Ap 6,10), a pesar de que claramente se nos aconseja que oremos por nuestros enemigos y nuestros perseguidores. Debe comprenderse pues que la venganza que piden los justos es la perdición de todos los malos. Estos perecen de dos modos. O volviendo a la justicia, o perdiendo el poder por medio de los tormentos. Por tanto, aunque todos los hombres se convirtieran a Dios, el diablo quedaría para ser condenado en el fin del mundo. Y se dice, no sin razón, que los justos al desear que llegue este fin, desean la venganza.

San Cirilo.Cuantas veces nos ofendan, debemos considerar que es glorioso para nosotros el olvido de estos males; y cuantas veces pequen, ofendiendo a la gloria de Dios aquellos que hacen la guerra contra los ministros del dogma divino, debemos acudir a Dios pidiéndole auxilio y clamando en contra de los que rechazan su gloria.

San Agustín, ut sup. La perseverancia del que ruega debe durar hasta que se consiga lo que se pida en presencia del injusto juez. Por esto sigue: "Pero después de esto dijo entre sí: Aunque ni temo a Dios, ni a hombre tengo respeto", etc. Por tanto, deben estar bien seguros los que ruegan a Dios con perseverancia, porque El es la fuente de la justicia y de la misericordia. Dice también el Señor: "Oíd lo que dice el injusto juez".

Teofilacto. Como diciendo: si la constancia ablanda al juez capaz de todo crimen, ¿con cuánta más razón debemos postrarnos y rogar al Padre de la misericordia, que es Dios? Por esto sigue: "Os digo que presto los vengará". Algunos procuraron dar a esta parábola un sentido más sutil: Dicen que la viuda representa a toda alma que se separa de su primer marido, a saber, el diablo y que por esto, como aquél es su enemigo, se presenta a Dios, que es el juez de la justicia, quien ni teme a Dios, porque El mismo únicamente es Dios, ni teme al hombre: ante Dios no hay aceptación de personas. El Señor se compadece de esta viuda, esto es, del alma que le ruega, en contra del diablo y la defiende contra el diablo.

Después que el Señor dijo que debía orarse mucho al fin de los tiempos, por los peligros de entonces, añade: "Pero el Hijo del hombre, cuando venga, ¿pensáis que hallará fe en la tierra?".

San Agustín, De verb. Dom. serm. 36. El Señor dice esto refiriéndose a la fe perfecta, porque esta fe apenas se encuentra en la tierra. Llena está de fieles la Iglesia de Dios. ¿Quién vendría si no hubiera fe? y ¿quién no trasladaría los montes si la fe fuera perfecta?

Beda. Sin embargo, cuando aparezca el Omnipotente Creador en la figura del Hijo del hombre, serán tan pocos los escogidos, que no tanto por los ruegos de los fieles, como por la indiferencia de los malos, se habrá de acelerar la ruina del mundo. Lo que el Señor dice aquí como dudando, no lo dice porque duda, sino porque reprende. Nosotros también algunas veces ponemos palabras de duda al reprender a otros, aun cuando tratemos de cosas que tenemos por ciertas, como cuando se dice a un siervo: Considera, si acaso no soy tu amo.

San Agustín, ut sup. Esto lo añade el Señor para dar a conocer que si la fe falta, la oración es inútil. Por tanto, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración y la oración produce a su vez la firmeza de la fe.

LUCAS 18,9-14


10809 (Lc 18,9)

Y dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos, como si fuesen justos, y despreciaban a los otros. "Dos hombres subieron al templo a orar: el uno fariseo y el otro publicano. El fariseo, estando en pie, oraba en su interior de esta manera: Dios, gracias te doy porque no soy como los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros, así como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, doy diezmos de todo lo que poseo. Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho diciendo: Dios, muéstrate propicio a mí, pecador. Os digo que éste, y no aquél, descendió justificado a su casa; porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado". (vv. 9-14)

San Agustín, De verb. Dom. serm. 36. Como la fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes, añadió a todo lo dicho anteriormente la parábola de la humildad en contra de la soberbia. Por esto dice: "Y dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos", etc.

Teofilacto. Como la soberbia atormenta las mentes de los hombres más que las otras pasiones, aconseja respecto de ella con el mayor interés. La soberbia es el menosprecio de Dios. Cuando alguno se atribuye las buenas acciones que ejecuta y no a Dios, ¿qué otra cosa hace más que negar a Dios? La causa que tienen para confiar en sí mismos, consiste en no atribuir a Dios lo bueno que hacen, por cuya razón el Señor propone esta parábola, para los que le menosprecian por los demás. Así queda claro la justicia, aun cuando aproxime los hombres a Dios, si va acompañada de la soberbia, arroja al hombre al abismo, por lo que sigue: "Dos hombres subieron al templo a orar", etc.

Griego o Asterio, in Cat. graec. Patr. Con la viuda y el juez el Señor nos enseñó la diligencia de la oración. Ahora nos enseña por el fariseo y el publicano el modo de dirigirle nuestras súplicas, para que no sea infructuosa la oración. El fariseo fue condenado porque oraba sin atención. Y prosigue: "El fariseo estando en pie, oraba en su interior de esta manera".

Teofilacto. Cuando dice que está de pie indica el orgullo de su alma, porque aparecía muy soberbio aun en su actitud.

San Basilio. Dice también: "Oraba en su interior", como si no orase delante de Dios; porque se volvía a sí mismo por el pecado de la soberbia. Sigue pues: "Dios mío, gracias te doy".

San Agustín, ut sup. No es reprendido porque da gracias a Dios, sino porque no deseaba ya nada para sí. Luego ya estás lleno ya abundas, no hay para qué digas (Mt 6,12): perdónanos nuestras deudas. ¿Qué sucederá, pues, al impío que se opone a la gracia, cuando es reprendido el que las da con soberbia? Oigan los que dicen: Dios me ha hecho hombre y yo me hago justo. ¡Oh fariseo, el peor y el más detestable, que se llamaba a sí mismo justo, con soberbia y después daba gracias a Dios! Teofilacto. Observa el orden de la oración del fariseo. En primer lugar citó lo que le faltaba; después añade lo que tenía; sigue, pues: "Porque no soy como los demás hombres".

San Agustín, ut sup. Si solamente dijese "como muchos hombres"; pero ¿qué quiere decir los demás hombres, sino todos, excepto él mismo? "Yo, dijo, soy justo, los demás hombres son pecadores".

San Gregorio, Moralium 23,7. De cuatro maneras suele demostrarse la hinchazón con que se da a conocer la arrogancia. Primero, cuando cada uno cree que lo bueno nace exclusivamente de sí mismo; luego cuando uno, convencido de que se le ha dado la gracia de lo alto, cree haberla recibido por los propios méritos; en tercer lugar cuando se jacta uno de tener lo que no tiene y finalmente cuando se desprecia a los demás queriendo aparecer como que se tiene lo que aquéllos desean. Así se atribuye a sí mismo el fariseo los méritos de sus buenas obras.

San Agustín, ut sup. Y como el publicano estaba cerca de él, se le presentaba ocasión para aumentar su orgullo. Prosigue: "Así como este publicano". Como diciendo: Yo soy único, éste es como los demás.

Crisóstomo, serm. De fariseo et De publicano. Toda la naturaleza humana no bastó a su menosprecio, sino que se refirió también al publicano. Su falta habría sido menor si le hubiese exceptuado, pero en esta ocasión con una sola palabra ofende a los ausentes y lacera la herida del que está presente. Porque la acción de gracias no es una agresión en contra de los demás. Cuando das gracias a Dios, sólo El debe bastar para ti. No te dirijas a los demás hombres ni condenes a tu prójimo.

San Basilio. El orgulloso se diferencia del calumniador sólo en la apariencia. Este se ocupa de ofender a los demás y aquél de ensalzarse a sí mismo por su excesivo orgullo.

Crisóstomo, ut sup. El que calumnia a los demás hace muchos males para sí y para otros. En primer lugar hace mal a quien le oye, porque si es pecador, hace que se alegre, porque ha encontrado un compañero de culpabilidad, y si es justo hace que se enorgullezca, porque al ver las faltas ajenas se cree aun mejor. También ofende en segundo lugar a toda la Iglesia, porque todos los que le oyen no sólo censuran al que faltó, sino que también incluyen en su menosprecio a la religión cristiana. En tercer lugar, da ocasión a que se blasfeme de Dios; porque así como el nombre de Dios es alabado cuando obramos bien, así también es blasfemado cuando pecamos. En cuarto lugar confunde a aquél que oyó la ofensa, haciéndole más petulante y enemigo suyo. Y en quinto lugar hace ver que merece castigo por las palabras pronunciadas.

Teofilacto. Conviene, pues, no sólo evitar el mal, sino también obrar el bien. Por tanto, habiendo dicho: "No soy como los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros", añade en contraposición: "Ayuno dos veces en la semana". La palabra sábado en latín representa aquí toda la semana a partir desde el último día de descanso. Los fariseos, pues, ayunaban los lunes y los jueves. Opuso los ayunos al crimen del adulterio; porque de la voluptuosidad viene la lascivia. A los ladrones y a los injustos opuso las décimas; porque dice: "Doy el décimo de todo lo que poseo". Como diciendo: Rehuyo los robos y las malas acciones y doy mis propios bienes.

San Gregorio, Moralium 19,17, super Iob 29,14. Con esto abrió la ciudad de su corazón, por su orgullo, a los enemigos que la sitiaban, la que en vano cerró por la oración y el ayuno; que son inútiles todas las fortificaciones, cuando carece de ellas un punto por el que puede entrar el enemigo.

San Agustín, ut sup. Observa sus palabras y no encontrarás en ellas ruego alguno dirigido a Dios. Había subido en verdad a orar, pero no quiso rogar a Dios, sino ensalzarse a sí mismo, e insultar también al que oraba. Entre tanto el publicano, a quien alejaba su propia conciencia, se aproximaba por su piedad. Por esto sigue: "Mas el publicano, estando lejos".

Teofilacto. Aun cuando se dice que el publicano estaba de pie, se diferenciaba del fariseo no sólo en las palabras y en su actitud, sino también en la contrición de su corazón. Porque se avergonzaba de levantar sus ojos al cielo, creyendo que eran indignos de ver lo de lo alto, aquellos ojos que prefirieron buscar y mirar las cosas de la tierra. Por esta razón se daba golpes de pecho. Sigue, pues: "Sino que hería su pecho", como para castigar su corazón por sus malos pensamientos y despertarle de su sueño, por lo que no pedía que otro se apiadase de él sino Dios. Por esto sigue: "Diciendo: Dios mío, muéstrate propicio a mí, pecador".

Crisóstomo, ut sup. Había oído decir: "porque no soy como este publicano" (Lc 11), y este no se había indignado, antes bien se había movido más a la contrición. El primero había descubierto su herida, pero éste busca su medicina. Por tanto, que ninguno diga aquellas palabras frías: no me atrevo, tengo vergüenza, no puedo pronunciar palabra. Este respeto es propio del diablo. El diablo quiere cerrarte las puertas que dan acceso a Dios.

San Agustín, ut sup. ¿Por qué te admiras si Dios le perdona, cuando él mismo lo sabe? Estaba lejos y, sin embargo, se acercaba a Dios, y el Señor le atendía de cerca. El Señor está muy alto y, sin embargo, mira a los humildes (Ps 137,6) Y no levantaba sus ojos al cielo y no miraba para que se le mirase. Su conciencia le abatía; pero su esperanza le elevaba. Hería su pecho y se castigaba a sí mismo. Por tanto, el Señor le perdonaba, porque se confesaba. Habéis oído al acusador soberbio y al reo humilde, oid ahora al Juez que dice: "Os digo que éste y no aquél, descendió justificado a su casa".

Crisóstomo, ut sup. En este sermón propone dos conductores y dos carros en un sitio. En uno la justicia unida a la soberbia, en el otro el pecado con la humildad. El del pecado se sobrepone al de la justicia, no por sus propias fuerzas, sino por la virtud de la humildad que lo acompaña. El otro queda vencido, no por la debilidad de la justicia, sino por el peso y la hinchazón de la soberbia. Porque así como la humildad supera el peso del pecado y saliendo de sí llega hasta Dios, así la soberbia, por el peso que toma sobre sí, abate la justicia. Por tanto, aunque hagas multitud de cosas bien hechas, si crees que puedes presumir de ello perderás el fruto de tu oración. Por el contrario, aun cuando lleves en tu conciencia el peso de mil culpas, si te crees el más pequeño de todos, alcanzarás mucha confianza en Dios. Por lo que señala la causa de su sentencia cuando añade (Ps 50,19): "Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla, será ensalzado". El nombre de humildad tiene diferentes significados. La humildad es cierta virtud, según las palabras de David: "Oh Dios, no desprecies el corazón contrito y humillado". La humildad está junta con los trabajos, según aquellas palabras (Ps 142,3): "Humilló en la tierra mi vida". Hay también humillación en el pecado de la soberbia y de la insaciabilidad de riquezas. ¿Qué cosa hay más humillante que esclavizarse, envilecerse y rebajarse por las riquezas, considerando grandes estas cosas?

San Basilio. También existe un orgullo laudable, que consiste en que, no pensando en lo vil, se haga el alma magnánima, elevándose en la virtud. Tal elevación del alma consiste en dominar las tristezas y en soportar las tribulaciones con noble fortaleza, en el menosprecio de las cosas terrenas y el aprecio de las del cielo y se observa que esta grandeza de alma se diferencia de la arrogancia que nace del orgullo, como se diferencia la robustez de un cuerpo sano de la obesidad del que está hidrópico.

Crisóstomo. Esta fastuosa hinchazón puede privar del cielo al que no se prevenga contra ella, mientras que la humildad saca al hombre del abismo de sus pecados. Ella fue la que salvó al publicano con preferencia al fariseo; al buen ladrón le dio el paraíso antes que a los apóstoles. El orgullo, en cambio, ha entrado incluso en las potestades incorpóreas. Si la humildad acompañada del pecado corre tan fácilmente que adelanta a la soberbia, ¿cuánto más no adelantará si va unida a la justicia? Ella se presentará con gran confianza ante el tribunal de Dios en medio de los ángeles. Por otra parte, si el orgullo unido a la justicia puede deprimirla, ¿en qué infierno no habrá de precipitarnos si lo juntamos con el pecado? Digo esto no para que menospreciemos la justicia, sino para que evitemos el orgullo.

Teofilacto. Pero quizá llame la atención de algunos la condenación del fariseo, que dijo tan pocas palabras en alabanza propia, en tanto que Job, que había dicho muchas más, es coronado. La razón es que el fariseo decía aquellas cosas recriminando a los demás, sin obligarlo a ello razón alguna; y Job, obligado por sus amigos y por las penas que le afligían, tuvo necesidad de publicar sus propias virtudes para mayor gloria de Dios, con el fin de que los hombres no dejasen de marchar por el camino de la virtud.

Beda. El fariseo, en realidad, es el que representa al pueblo judío, el cual ensalzaba sus méritos por la justicia de la ley; y el publicano al pueblo gentil, que estando lejos de Dios, confiesa sus pecados. El uno se retira humillado por su orgullo y el otro mereció acercarse y ser ensalzado por lamentar sus faltas.


Catena aurea ES 10720