Catena aurea ES 10937

LUCAS 19,37-40


10937 (Lc 19,37-40)

Y cuando se acercó a la bajada del monte del Olivar, todos los discípulos, en tropas, llenos de gozo, comenzaron a alabar a Dios en alta voz por todas las maravillas que habían visto. Diciendo: "Bendito el Rey, que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo y gloria en las alturas". Y algunos de los fariseos que estaban entre las gentes le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". El les respondió: "Os digo, que si éstos callasen las piedras darán voces". (vv. 37-40)

Orígenes, in Lucam hom. 37. Todo el tiempo que el Salvador permaneció en el monte estuvo solo con los apóstoles; pero cuando empezó a bajar le salió al encuentro una turba de gentes; por esto dice: "Y cuando se acercó a la bajada del monte del Olivar, todos los discípulos en tropas", etc.


Teofiactus. Llama discípulos, no sólo a los doce o a los setenta y dos, sino también a todos los que seguían a Cristo, por sus milagros o por lo que les complacía su doctrina, habiendo niños entre ellos, como refieren los demás evangelistas. Por esto sigue: "Por todas las maravillas que habían visto".

Beda. Habían visto muchos milagros del Señor, pero estaban especialmente asombrados por la resurrección de Lázaro; porque, como dice San Juan: Venían muchas gentes detrás de El, porque sabían que había hecho este milagro (Jn 21,18) Debe advertirse que no era ésta la primera vez que el Salvador iba a Jerusalén, sino que había ido muchas otras veces, como dice San Juan.

San Ambrosio. Como las multitudes ya conocían al Señor, le llaman rey, repiten las palabras de las profecías, y dicen que ha venido el hijo de David, según la carne, tanto tiempo esperado. Por esto sigue: "Diciendo: Bendito el rey, que viene en el nombre del Señor".

Beda. Esto es, en el nombre de Dios Padre; aun cuando también puede entenderse que en su propio nombre, porque El es Dios mismo; pero sus palabras dirigen mejor nuestro entendimiento cuando nos dice por medio de San Juan: "Yo he venido en el nombre de mi Padre" (Jn 5,43) Jesucristo es, por tanto, el maestro de la humildad. No se dice que el Salvador sea rey que viene a exigir tributos, ni a armar ejércitos con el acero, ni a pelear visiblemente contra los enemigos; sino que viene a dirigir las mentes para llevar a los que crean, esperen y amen, al Reino de los Cielos; y que quisiera ser rey de Israel es un indicio de su misericordia y no para aumentar su poder. Pero como Jesucristo apareció en carne mortal para hacerse propicio a todo el mundo, cantan perfectamente a la vez en alabanza suya los cielos y la tierra. Cuando nació cantaron las legiones celestiales; y cuando ha de volver al cielo, los mortales repiten a su vez sus alabanzas. Por esto sigue: "Paz en el cielo".

Teofiactus. Esto es, la guerra antigua que hacíamos al Señor ha concluido. Y el gloria en las alturas es una alabanza de los ángeles a Dios por tal reconciliación. Porque en el mero hecho de andar Dios visiblemente por territorio de sus enemigos, se da a conocer que ha establecido la paz con nosotros. Pero cuando los fariseos oían esto murmuraban, porque la turba le llamaba rey y le alababa como a Dios; creían que el nombre de rey era una sedición y el de Dios una blasfemia. Por esto sigue: "Y algunos de los fariseos le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos".

Beda. Es admirable la locura de los envidiosos. Aquel a quien no dudan que debe llamarse maestro, porque conocían que enseñaba verdaderas doctrinas, creen que, como si ellos fueran más sabios, debe reprender a sus discípulos.

San Cirilo.Pero el Señor no impuso silencio a los que le alababan como a Dios, sino más bien a los que los reprenden; con lo cual atestigua la gloria de su divinidad. Por esto sigue: "El les respondió: Os digo que si éstos callaren, las piedras darán voces".

Teofiactus. Como diciendo: No me alaban así los hombres sin motivo, puesto que han aprendido en los milagros que han visto.

Beda. Una vez crucificado el Señor, como callaron sus conocidos por el temor que tenían, las piedras y las rocas le alabaron, porque, cuando expiró, la tierra tembló, las piedras se rompieron entre sí y los sepulcros se abrieron.

San Ambrosio. Y no es extraño que las piedras, contra su naturaleza, publiquen las alabanzas del Señor, siendo así que se confiesan más duros que las piedras los que lo habían crucificado; esto es, la turba que poco después había de crucificarle, negando en su corazón al Dios que confesó con sus palabras. Además, como habían enmudecido los judíos después de la pasión del Salvador, las piedras vivas, como dice San Pedro, lo celebraron.

Orígenes, in Lucam hom. 37. También cuando nosotros callamos, esto es, se enfría la caridad de muchos, las piedras levantan la voz; porque Dios puede hacer que de las piedras broten hijos de Abraham.

San Ambrosio. Sabemos bien que las turbas que alababan al Señor, le salieron al encuentro cuando bajaba del monte, para dar a conocer que bajaba del cielo el que obraba el misterio espiritual.

Beda. También cuando bajaba el Señor del monte de los olivos, bajaban las turbas; porque una vez humillado el autor de la caridad, se hace preciso que los que necesitan de ella imiten sus pasos.

LUCAS 19,41-44


10941 (Lc 19,41)

Y cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: "¡Ah si tú reconocieses siquiera en este tu día lo que puede traerte la paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos. Porque vendrán días contra ti, en que tus enemigos te cercarán de trincheras, y te pondrán cerco, y te estrecharán por todas partes. Y te derribarán en tierra, y a tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación". (vv. 41-44)

Orígenes, in Lucam hom. 38. Jesucristo confirma con su ejemplo todas las bienaventuranzas de que ha hablado en el Evangelio, así, como había dicho: "Bienaventurados los mansos" (Mt 5,4), lo prueba diciendo: "Aprended de mí que soy manso" (Mt 11,29); y como había dicho: "Bienaventurados los que lloran" (Mt 5,5), El también lloró sobre la ciudad. Por esto dice: "Y cuando llegó cerca", etc.

San Cirilo.Se compadecía de éstos el Señor, que quiere que todos los hombres se salven, lo cual no nos sería manifiesto, si no lo hubiera evidenciado por medio de algo humano; pues las lágrimas vertidas son señal de tristeza.

San Gregorio, in evang. hom. 39. Lloró, pues, el piadoso Redentor la destrucción de aquella pérfida ciudad, las desgracias que ella misma ignoraba habrían de venirle. Por esto añade: "¡Ah si tú conocieses siquiera!" llorarías con amargura, la que ahora tanto te alegras, porque desconoces lo que te amenaza. Por esto añade: "Siquiera en éste tu día", etc. Como en aquel día se había consagrado a todos los goces materiales, tenía todo lo que podía procurarle la paz. Manifiesta después cómo los bienes presentes hacen su paz, cuando añade: "Mas ahora está encubierto a tus ojos"; porque si los males que la amenazan no estuviesen ocultos a los ojos de su corazón, no se alegraría tanto por las prosperidades presentes; por esto añade la pena que lo amenaza, cuando dice: "Porque vendrán días contra ti".

San Cirilo."¡Ah si tú conocieses!" No eran dignos de comprender las Sagradas Escrituras divinamente inspiradas, que refieren el misterio de Cristo. En efecto, cuantas veces se lee a Moisés, un velo cubre su corazón para que no vean que todo se ha cumplido en Jesucristo, que como verdad hace huir las sombras; y como no conocían la verdad, se hicieron indignos de obtener la salud que mana de Jesucristo. Por esto sigue: "Siquiera en éste tu día", etc.

San Eusebio . En lo que da a conocer que su venida tenía por objeto la pacificación de todo el mundo; había venido, pues, a predicar la paz a los que estaban cerca y a los que estaban lejos; pero como no quisieron recibir la paz anunciada, quedaron ocultas para ellos estas cosas. Por esto añade: "Mas ahora está encubierto a tus ojos". Así, pues, predice con toda claridad el sitio que dentro de poco habría de sufrir, diciendo: "Porque vendrán días contra ti", etc.

San Gregorio, ut sup. Esto señala a los príncipes romanos; porque habla de la destrucción de Jerusalén, que sucedió bajo Vespasiano y Tito, príncipes romanos. Por esto continúa: "Y te pondrán cerco", etc.

San Eusebio . Cómo se cumplió todo esto, podemos conocerlo por lo que refiere Josefo, quien a pesar de ser judío refiere estas cosas tal y como Jesucristo las había predicho.

San Gregorio, ut sup. También en esto que añade: "Y no dejarán en ti piedra sobre piedra", está atestiguada la reubicación de esta misma ciudad; porque ahora está construida en aquel sitio donde el Salvador fue crucificado, fuera de la puerta: la primera fue destruida en absoluto. Dice luego la culpa por la que fue condenada a la destrucción, añadiendo: "Por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación".

Teofiactus. Esto es, de mi venida; porque he venido a visitarte y a salvarte, y si lo hubieras comprendido así, y creyeras en mí, estarías en paz con los romanos y libre de todos los peligros, así como todos aquellos que creyeron en Jesucristo pudieron evadirse.

Orígenes, ut sup. Yo no niego que aquella Jerusalén fuese destruida por los pecados de sus habitantes; pero pregunto si estas lágrimas han sido vertidas también sobre vuestra Jerusalén. Cuando alguno peca después de participar de los misterios de la verdad, se llorará por él; pero no por ningún gentil, sino sólo por aquel que perteneció a Jerusalén y después la abandonó.

San Gregorio, in evang. hom. 39. Nuestro Redentor no cesa de llorar por sus escogidos cuando ve caer en el mal a los que poseían la virtud; porque si éstos conociesen la condenación que les espera, se llorarían a sí mismos con las lágrimas de los escogidos. El hombre de inclinaciones malas tiene aquí su día, que goza por breve tiempo, y se complace en las cosas temporales disfrutando de cierta paz; por esto huye de prever el porvenir, para que no se turbe su alegría presente. Por esto sigue: "Mas ahora está encubierto a tus ojos", etc.

Orígenes, ut sup. Llora además por nuestra Jerusalén, a la que, después que ha pecado, sitian sus enemigos, esto es, el espíritu maligno, y la rodean de trincheras para cercarla y no dejar piedra sobre piedra; especialmente cuando alguno es vencido después de mucha continencia y de algunos años de castidad, y atraído por los halagos de la carne, pierde la paciencia y la castidad. Y si fuese fornicador no dejarán en él piedra sobre piedra, según las palabras de Ezequiel: "No me acordaré de sus primitivas virtudes" (Ez 18,24)

San Gregorio, ut sup. Los espíritus malignos asedian el alma en cuanto sale del cuerpo, y como ama la carne en los placeres carnales, la inquietan con el engaño del deleite; la rodean de trincheras, presentando a su vista las iniquidades que cometió, y la estrechan con los que son compañeros de su condenación, con el fin de que ella vea, una vez en el último instante de su vida, la clase de enemigos que la asedian y no pueda encontrar medio de evadirse, porque ya no puede hacer el bien que despreció cuando pudo hacerlo; estrechan al alma por todas partes poniéndole a la vista la iniquidad, no sólo de sus obras, sino también de sus palabras y de sus pensamientos; para que así como antes se había solazado tanto en la maldad, sienta en su última hora la angustia que merece en pago. Entonces el alma, por la condición de su culpa, se aterra cuando ve que su carne, que creyó que era su vida, va a convertirse en polvo; entonces mueren sus hijos cuando los pensamientos ilícitos, que ahora nacen de ella, se disipan en el último momento de la venganza; estos pensamientos pueden representarse por las piedras. La mente perversa, cuando añade a un pensamiento malo otro peor, pone, por decirlo así, una piedra sobre otra; pero cuando es llevada a su castigo, se destruye todo el edificio de sus pensamientos. Sin embargo, el Señor visita al alma culpable para su enseñanza alguna vez mediante la desgracia, otras con los milagros, con el fin de que conozca las verdades que ignoraba, y menospreciando el mal vuelva por la compunción del dolor u obligada por los beneficios, y se avergüence de lo mal que obró. Pero porque no conoció el tiempo en que fue visitada, al final de su vida será entregada a sus enemigos, con quienes se verá unida en el juicio eterno de su perpetua condenación.

LUCAS 19,45-48


10945 (Lc 19,45-48)

Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él. Diciéndoles: "Escrito está: mi casa de oración es. Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Y cada día enseñaba en el templo. Mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo, le querían matar. Y no sabían qué hacerse con él. Porque todo el pueblo estaba embelesado cuando le oía. (vv. 45-48)

San Gregorio, in evang. hom. 39. Después de haber predicho los males que habían de venir, se introdujo a continuación en el templo para arrojar de allí a los que vendían y compraban, dando a conocer que la ruina del pueblo venía principalmente por culpa de los sacerdotes. Por esto dice: "Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él", etc.

San Ambrosio. El Señor no quiere que sea el templo casa de mercaderes, sino de santidad; ni tampoco que se vendan, sino que se den gratuitamente las funciones del ministerio sacerdotal.

San Cirilo.Había en el templo una multitud de mercaderes que vendían animales para ofrecer los sacrificios que debían celebrarse, según estaba prescrito en la ley. Pero ya había venido el tiempo en que debía desaparecer la sombra y brillar la verdad en Jesucristo; por esto Jesucristo, que era adorado a la vez que su Padre en el templo, ordenó que se enmendasen los ritos de la ley y que se convirtiese el templo en casa de oración. Por esto añade: "Diciéndoles: Escrito está, mi casa", etc.

San Gregorio, ut sup. Y se sabía que los que estaban en el templo para recibir las ofrendas tenían exigencias gravosas con los que no les daban.

Teofiactus. Esto también lo hizo el Señor al principio de su predicación, como cuenta San Juan; y ahora lo repite para hacer más inexcusable la culpabilidad de los judíos, que no se habían enmendado con su primera lección.

San Agustín, De quaest. evang. 2,48. Hablando en sentido espiritual, debe entenderse que el templo es el mismo hombre Cristo, que también lleva unido a sí su cuerpo que es la Iglesia. Así, pues, como cabeza de la Iglesia, dice con las palabras de San Juan: "Destruid este templo, y lo reconstruiré a los tres días" (Jn 2,19) Y como está unido a la Iglesia que es su cuerpo, debe entenderse que ella (la Iglesia) es el templo de quien dice el mismo Evangelista: "Quitad esto de aquí", etc. Da a conocer con esto que habría de haber en la Iglesia quien se ocupase de sus negocios y tuviese allí un asilo para ocultar sus crímenes, en vez de imitar la caridad de Jesucristo y de corregirse para alcanzar con la confesión el perdón de sus pecados1.

San Gregorio, ut sup. Pero nuestro Redentor no excluye de su predicación ni a los indignos ni a los ingratos. Por lo que después que restableció el rigor de la disciplina arrojando a los malos, les da a conocer el don de su gracia diciendo: "Y cada día enseñaba en el templo".

San Cirilo.Debían, pues, adorarle como a Dios por todo lo que había dicho y hecho; pero en vez de hacerlo así, trataban de matarle. Sigue pues: "Mas los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y los principales del pueblo, querían matarle".

Beda. Y como todos los días enseñaba en el templo y había arrojado de él a los ladrones, o bien porque venía como Rey y Señor, le recibió una numerosa multitud de creyentes alabándolo con himnos celestiales.

San Cirilo.El pueblo tenía en más estimación a Jesucristo que los escribas, los fariseos, y los príncipes de los judíos, los que, como no aceptaban la fe de Jesucristo, reprendían a los demás. Por esto sigue: "Y no hallaban medio de hacer nada contra El; porque todo el pueblo estaba embelesado cuando le oía".

Beda. Esto puede entenderse de dos modos: o porque temían un alboroto del pueblo, en cuyo caso no sabían qué hacer de Jesús a quien trataban de perder, o porque trataban de perderlo poniendo por causa que muchos habían rechazado la enseñanza de los judíos por ir a escucharlo.

San Gregorio, ut sup. En sentido místico puede decirse, que así como el templo de Dios se encuentra en la ciudad, así en el pueblo fiel se encuentra la vida de los religiosos. Y muchas veces sucede que algunos toman el hábito religioso, y mientras llenan las funciones de las sagradas órdenes, hacen del ministerio de la santa religión un comercio de asuntos terrenales. Los que venden en el templo son los que ponen a precio de dinero lo que a cada uno le corresponde por derecho; porque el que pone a precio la justicia, la vende. Y los que compran en el templo son aquellos que mientras no quieren pagar a su prójimo lo que es justo, y no hacen aprecio de cumplir lo que por derecho es debido, una vez que han premiado a sus patronos compran el pecado.

Orígenes, in Lucam hom. 38. Por tanto, si alguno vende, será arrojado fuera; especialmente si vende palomas. Porque si yo vendiere al pueblo por dinero lo que el Espíritu Santo me ha revelado o confiado, o no lo enseñase sin pagarlo, ¿qué otra cosa hago que vender la paloma, esto es, el Espíritu Santo?

San Ambrosio. Por esto el Señor nos enseña en general que los contratos temporales deben ser desterrados del templo. Rechaza espiritualmente a los cambistas; los cuales tratan de lucrar con el dinero del Señor, esto es, la Sagrada Escritura, sin hacer distinción entre el bien y el mal.

San Gregorio, ut sup. Estos convierten la casa de Dios en cueva de ladrones; porque cuando los hombres malos ocupan el lugar de la religión, matan con las espadas de su malicia allí donde debieran vivificar a sus prójimos por la intercesión de su oración. También es templo el espíritu de los fieles; y si lo invaden malos pensamientos con perjuicio del prójimo, residen allí como en una cueva de ladrones. Pero cuando se instruye sutilmente al espíritu de los fieles para que eviten el pecado, es la verdad la que enseña todos los días en el templo.

LUCAS 20,1-8


11001 (Lc 20,1)

Y aconteció un día que estando El en el templo instruyendo al pueblo, y evangelizando, se juntaron los príncipes de los sacerdotes, y los escribas con los ancianos. Y le hablaron de esta manera: "Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te dio esta potestad?" Y Jesús respondió y les dijo: "Yo también os haré una pregunta. Respondedme: ¿El bautismo de Juan era del cielo o de los hombres?" Ellos pensaban dentro de sí diciendo: "Si dijéremos que del cielo, dirá: ¿Pues por qué no creísteis? Y si dijéremos: De los hombres, nos apedreará todo el pueblo: pues tiene por cierto que Juan era profeta". Y respondieron que no sabían de dónde era. Y les dijo Jesús: "Pues ni yo os digo con qué potestad hago estas cosas". (vv. 1-8)

San Agustín, De cons. Evang. 2,69. Habiendo referido San Lucas cómo fueron arrojados del templo los que compraban y vendían, no menciona que el Señor fue a Betania y volvió a la ciudad, como también lo que ocurrió respecto de la higuera, y lo que respondió acerca del poder de la fe a sus asombrados discípulos. Habiendo callado esto, y puesto que no sigue el orden de los días, prosigue como San Marcos, diciendo: "Y aconteció un día", etc. En cuanto a lo que dice que sucedió un día, este día debe entenderse aquél en que San Mateo y San Marcos refieren lo que sucedió.

San Eusebio . Debiendo admirarse los jefes de los sacerdotes y fariseos porque enseñaba doctrinas celestiales, y debiendo conocer también, por lo que Jesús decía y hacía, que El era el Cristo a quien habían vaticinado los profetas, tratando de hacer estallar un tumulto en el pueblo, ponían obstáculos a Cristo. Sigue, pues: "Y le hablaron de este modo: ¿Dinos, con qué autoridad haces estas cosas, o quién es?", etc.

San Cirilo.Como si dijeran: Según la ley de Moisés, únicamente estaba confiada la facultad de enseñar a los que procedían de la descendencia de Leví, y esto sólo podía hacerse en los atrios del templo; pero tú, descendiente de Judá, nos usurpas las facultades que nos han sido confiadas. Pero, ¡oh fariseo! si conocieses las Escrituras, comprenderías que éste es un sacerdote, según el orden de Melquisedec, que ofrece a Dios a los que creen en El por un culto que excede a la ley. ¿Por qué te inquietas, siendo así que ha arrojado de los atrios del templo lo que estaba destinado como víctimas por la ley, llamando a la verdadera justificación por la fe?

Beda. Y cuando dicen: "¿Con qué autoridad haces estas cosas?" dudan del poder de Dios y quieren dar a entender que lo que hace lo ejecuta en virtud del poder de Satanás. Añaden además: "¿O quién es el que te dio este poder?" Negando terminantemente que sea hijo de Dios aquel que creen que no hace estas cosas por su propia virtud, sino en virtud de un poder extraño. El Señor podía muy bien refutar semejante calumnia con una respuesta terminante; pero pregunta con prudencia, para que ellos mismos se condenen con su silencio o con sus propias palabras. Prosigue: "Y Jesús respondió y les dijo", etc.

Teofiactus. Para dar a conocer que ellos siempre habían sido rebeldes al Espíritu Santo, y que no habían querido creer ni en Isaías, de quien no hacían ya memoria, ni en el Bautista, que hacía poco habían visto; por esto les presenta a su vez esta cuestión; manifestándoles que si no habían querido creer en el testimonio que les había dado de El San Juan, que era el mayor profeta que ellos habían conocido, ¿qué crédito podrían darle cuando les dijese la autoridad con que hacía estos prodigios? San Eusebio . Pregunta acerca de San Juan Bautista, no de dónde era oriundo, sino de dónde había recibido el mandato del bautismo.

San Cirilo.Pero ellos no se avergonzaron de cejar ante la verdad; Dios, pues, había enviado a San Juan como la voz que clama: "Preparad los caminos del Señor". Temieron, por tanto, decir la verdad para que no se les contestase: "¿Por qué no le creísteis?" Y evitan vituperar al precursor, no por temor de Dios, sino del pueblo. Por esto sigue: "Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Si dijéramos que del cielo, dirá: ¿Por qué no habéis creído en él?"

Beda. Como diciendo: Aquel a quien confesáis que fue un profeta bajado del cielo, fue el que dio testimonio de mí; y de él habéis oído con qué poder hago yo estas cosas. Prosigue: "Y si dijéremos: de los hombres, nos apedreará todo el pueblo; porque estaban seguros de que el Bautista era un profeta". Vieron, pues, que de cualquier modo que respondiesen caerían en un lazo; temían ser apedreados, y más aún confesar la verdad. Prosigue: "Y respondieron que no sabían de dónde era". Como no quieren confesar lo que saben, son repelidos, de modo que el Señor no les dijo lo que sabía. Por esto sigue: "Jesús les contestó: Pues ni yo os digo con qué potestad hago estas cosas". Por dos causas debe ocultarse el conocimiento de la verdad a los que la inquieren, a saber, cuando el que la inquiere es incapaz de comprenderla, o cuando por odio o menosprecio de ella se hace indigno de que se le explique.

LUCAS 20,9-18


11009 (Lc 20,9-18)

Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: "Un hombre plantó una viña y la arrendó a unos labradores; y él estuvo ausente por muchos tiempos. Y en la vendimia envió uno de sus siervos a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña. Mas ellos le hirieron y le enviaron vacío. Y volvió a enviar a otro siervo. Mas ellos hirieron también a éste, y ultrajándolo lo enviaron vacío. Y volvió a enviar a otro tercero, a quien ellos del mismo modo hirieron y le echaron fuera, y dijo el señor de la viña: ¿Qué haré? enviaré a mi amado hijo: puede ser que cuando le vean le tengan respeto. Cuando le vieron los labradores, pensaron entre sí y dijeron: Este es el heredero: matémosle, para que sea nuestra la heredad. Y sacándole fuera de la viña le mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos el dueño de la viña? Vendrá y destruirá estos labradores, y dará su viña a otros". Y como ellos lo oyeron, le dijeron: "Nunca tal sea". Y El mirándolos, dijo: "¿Pues qué es esto que está escrito? La piedra que desecharon los que edificaban, ésta vino a ser la principal de la esquina. Todo aquel que cayere sobre aquella piedra, quebrantado será: y sobre quien ella cayere, le desmenuzará". (vv. 9-18)

San Eusebio . Habiéndose reunido los jefes del pueblo judío dentro del mismo templo, para darles a conocer que sabía lo que harían contra El mismo, y que vendría sobre ellos la destrucción, les propuso esta parábola. Dice, pues: "Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña".

San Agustín, De cons. Evang. 2,70. San Mateo, para abreviar, pasó en silencio esta parábola, que refiere San Lucas, dirigida no sólo a los principales de los judíos que le preguntaron acerca de su poder, sino también al pueblo.

San Ambrosio. La mayor parte interpretan de distinto modo la palabra viña; pero Isaías dice claramente que la viña del Señor es la casa de Israel. ¿Quién sino Dios plantó esta viña?

Beda. Luego el hombre que plantó esta viña es el mismo que condujo los operarios a su viña, según otra parábola.

San Eusebio . Pero la parábola de que habla Isaías vitupera la viña; mas la parábola del Salvador no va contra la viña, sino contra sus colonos, de quienes se dice: "Y la dio a los colonos", esto es, a los ancianos del pueblo, a los príncipes de los sacerdotes, a los doctores y a todos los principales.

Teofiactus. O bien, todo hombre es la viña y también el cultivador de ella; porque cada uno de nosotros se cultiva a sí mismo. Habiendo quedado encomendada esta viña a sus cultivadores, se marchó el dueño de ella, esto es, los dejó para que la mejorasen a su arbitrio. Por esto sigue: "Y él estuvo ausente por mucho tiempo".

San Ambrosio. No porque el Señor se fuese de un lugar a otro, puesto que está presente en todas partes; sino porque está más presente a los que le aman, y ausente de los que le desprecian. Estuvo ausente mucho tiempo para que se viese que su exigencia no era inmediata, porque cuanto más indulgente es la liberalidad, tanto menos excusa admite la contumacia.

San Cirilo.El Señor se ausentó de su viña por espacio de muchos años; porque desde que se le vio bajar rodeado de fuego sobre el monte Sinaí no volvió a aparecer visiblemente su presencia (Ex 19) No hubo, sin embargo, ningún intervalo en que no mandase Dios a sus profetas y a los justos que predicasen al pueblo. Por esto continúa: "Y con ocasión de la vendimia, envió uno de sus siervos a los labradores para que le diesen del fruto de la viña", etc.

Teofiactus. Dice del fruto de la viña, porque no quería recibir todo el fruto, sino sólo parte de él; porque ¿qué es lo que Dios gana de nosotros sino que le conozcamos, lo cual redunda también en utilidad nuestra?

Beda. Y con razón dijo fruto y no renta, porque nunca esta viña produjo renta ninguna. El primer siervo que Dios envió fue Moisés, quien por espacio de cuarenta años había estado exigiendo el fruto a los colonos; pero sufrió mucho por ellos, porque irritaron su espíritu. Por esto sigue: "Mas ellos le azotaron y le enviaron sin nada" (Ps 77,32)

San Ambrosio. Sucedió, pues, que mandó a muchos otros, a quienes los judíos -de quienes nada pudieron sacar- los despidieron sin honor como inútiles. Por esto sigue: "Y volvió a enviar otro siervo".

Beda. Este siervo era David, el cual fue enviado para que excitase a la práctica de las buenas obras a los cultivadores de la viña, después de la promulgación de la ley, con la melodía de sus salmos. Pero en contra de todo esto dijeron: "¿Qué tenemos que ver con David? (1R 12,16) ¿O qué herencia tenemos con el hijo de Isaí?" Por esto prosigue: "Mas ellos azotaron también a éste, y ultrajándole le enviaron sin nada". Pero no desistió aún por esto. Sigue, pues: "Y volvió a enviar a otro tercero". Por éste debe entenderse todo el coro de los profetas, quienes hablaron al pueblo con su perpetuo testimonio. Pero, ¿a cuál de los profetas no persiguieron? Por lo cual sigue: "A quien ellos del mismo modo hirieron y le arrojaron fuera". En estas tres clases de siervos se puede ver a todos los doctores de la ley, como lo manifiesta el Señor en otro lugar cuando dice: "Porque es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos".

Teofiactus. Habiendo sufrido todo esto los profetas, envió El a su Hijo. Sigue, pues: "Y dijo el señor de la viña: ¿Qué haré?"

Beda. Lo que el señor de la viña dice como dudando, no es por ignorancia -¿qué es lo que ignorará Dios Padre?- pero se expresa así para que se conserve independiente la voluntad humana.

San Cirilo.También el señor de la viña delibera consigo mismo sobre lo que hará, no porque careciese de auxiliares, sino porque después de haber intentado por todos los medios la salvación de los hombres, no contando nunca con la ayuda del pueblo, ideó otro mayor. Por esto dice a continuación: "Enviaré a mi amado hijo: acaso en cuanto le vean le respetarán".

Teofiactus. Dijo esto, no como ignorando que habían de tratar al Salvador peor que a los profetas, sino porque convenía que el Hijo fuese respetado por ellos; y si siendo contumaces se atreviesen a matarle, se mancharían con el más horrendo crimen. Para que no dijesen algunos que la presciencia divina había sido necesariamente la causa de su desobediencia, habla así en términos de duda.

San Ambrosio. Los pérfidos judíos, deseando que desaparezca el Hijo unigénito, o digámoslo así, el heredero que les había enviado, le mataron crucificándole y le arrojaron negándole. Por esto continúa: "Cuando los colonos le vieron venir pensaron entre sí y dijeron: Este es el heredero: matémosle, para que sea nuestra la heredad". El heredero es Jesucristo, y también el testador; heredero porque sobrevivió a su propia muerte y alcanzó de los testamentos que El mismo nos ha dado, la herencia que representa nuestro aprovechamiento.

Beda. El Señor prueba de una manera clara que los príncipes de los judíos no crucificaron al Hijo de Dios por ignorancia, sino por envidia. Comprendieron, pues, que El era de quien se había dicho en los salmos: "Te daré en herencia a todos los pueblos de la tierra" (Ps 2,8) Sigue: "Sacándole de la viña, le mataron". Porque Jesús, para santificar al pueblo por su sangre, fue crucificado fuera de la puerta (He 13,12) Teofiactus. Y como anteriormente atribuímos al pueblo y no a Jerusalén el concepto de viña, puede decirse acaso con más propiedad que le mataron fuera de la viña, esto es, que el Señor padeció fuera de las manos del pueblo; porque el pueblo no le produjo la muerte con sus propias manos, sino entregándole a Pilato y a los gentiles. Algunos entienden por la viña la Sagrada Escritura; y no habiendo creído en ella, mataron al Señor; por esto se dice que fuera de la viña, esto es, fuera de la Escritura fue donde padeció el Señor.

Beda. O bien, una vez arrojado de la viña, fue muerto, porque primero fue rechazado del corazón de los fieles y después fue clavado en la cruz.

Crisóstomo. Debe considerarse como misericordia y no como indiferencia el que Jesucristo viniese después de los profetas; porque el Señor no precipita sus obras, sino que espera en virtud de su gran bondad; y si menospreciaron al Hijo que vino después de los siervos, con mucha más razón hubieran dejado de oírle antes. Los que no oían los preceptos más sencillos, ¿cómo obedecerían los otros mayores?

San Ambrosio. Muy oportunamente pregunta para que se condenen por su propia sentencia. Sigue, pues: "¿Qué hará con ellos el dueño de la viña?" San Basilio, in Isai. 5 cap. 6. Habla así para hacer ver que los que se condenan no tienen nada que oponer a la evidencia de su derecho. Es propio de la divina misericordia no castigar sin oír, y amenazar primero llamando al arrepentimiento; por esto prosigue: "Vendrá y destruirá a estos labradores", etc.

San Ambrosio. Dice que vendrá el señor de la viña, porque en el Hijo está la misma majestad paterna, o porque en los últimos días se manifestará más patente en las cosas humanas.

San Cirilo.Fueron expulsados los príncipes de los judíos, porque se oponían a la voluntad del Señor, y tenían estéril la viña que les había confiado, por eso el cultivo de la viña fue confiado a los sacerdotes del Nuevo Testamento. Pero cuando los judíos comprendieron lo que esta parábola significaba, rechazan pasar por ello. Por lo que sigue: "Y como ellos lo oyeron, le dijeron: Líbrenos Dios". Y con todo no se hicieron mejores ahora por su pertinacia y desobediencia a la fe de Jesucristo.

Teofiactus. Parece que San Mateo refiere esto de otro modo diciendo que el Señor preguntó: "¿Qué hará con aquellos colonos de la viña?" (Mt 21,40) Y que los judíos respondieron: "A los malos los perderá malamente". No hay, por tanto, contrariedad, porque sucedió una y otra cosa: primero ellos mismos pronunciaron aquella sentencia, y después, conociendo a dónde tendía aquella parábola, dijeron: "Líbrenos Dios", como refiere San Lucas.

San Agustín, De cons. Evang. 2,70. En aquella muchedumbre de que hablamos había algunos que preguntaban al Señor con malicia con qué poder hacía aquellos milagros; había también quienes no con malicia, sino con la intención más recta clamaban diciendo: "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Mc 11,9), y éstos eran los que decían: Los perderá y dará su viña a otros. Esta frase, según parece, podía ser del mismo Dios, ya por la verdad que encerraba, ya por la unión de los miembros con su cabeza. En fin, otros -cuando así se les respondía- decían: Líbrenos Dios, porque comprendían que esta parábola se refería a ellos mismos.

Prosigue: "Pero El, mirándolos, dijo: ¿Qué es esto que está escrito: La piedra que desecharon los que edificaban vino a ser la piedra angular?".

Beda. Como diciendo: ¿Cómo puede cumplirse esta profecía, sino porque Cristo, reprobado y muerto por vosotros, debe ser predicado a los gentiles que han de creer en El para poder levantar así como sobre piedra angular un templo formado por uno y otro pueblo? San Eusebio . Jesucristo también se llama piedra, desprendida sin emplear mano alguna, según la visión de Daniel1, por su cuerpo terrestre y por haber nacido de una virgen; también era piedra, no de plata ni de oro, porque no era un rey glorioso, sino un hombre humilde y despreciado, por lo cual le habían rechazado los que edificaban.

Teofiactus. Le reprobaron los jefes de los judíos cuando dijeron: "Este no procede de Dios" (Jn 9,16); pero El fue tan útil y escogido que se le ha puesto como piedra angular.

San Cirilo.La Sagrada Escritura (1P 2 y Ep 2) le compara con un ángulo, por la unión de los dos pueblos, esto es, el de Israel y el gentil en una sola fe. Unió, por tanto, el Salvador a uno y otro pueblo en un hombre nuevo, reconciliándolos en un solo cuerpo con el Padre. Es, por tanto, la piedra de salvación el ángulo hecho por El; y esto es en daño de los judíos que no quieren admitir este encuentro espiritual.

Teofilacto. Hace mención de dos condenaciones o perdiciones de los judíos: una por su alma, porque se escandalizaron en Jesucristo. A esto se refiere cuando dice: "Todo aquel que cayere sobre aquella piedra, quebrantado será". Y otra de cautividad y exterminio por la piedra que menospreciaron; y así lo dice añadiendo: "Sobre quien caiga esa piedra le hará pedazos (o le lanzará al viento)". Y así fueron dispersados los judíos de Judea por todo el mundo, como las pajas de la era. Y obsérvese el orden de esto; porque primero fue el gran crimen que contra El cometieron, y después la justa venganza del Señor.

Beda. O de otro modo, el que es pecador y, sin embargo, cree en El, cae sobre la piedra y se quebranta, porque la penitencia le vuelve a la salud; pero aquél sobre el que caiga, esto es, sobre el que caerá porque le ha negado, le triturará como un vaso de barro en el que no queda un pedazo para beber un poco de agua. O bien habla de aquellos que caen sobre El y lo menosprecian ahora; aún no perecen en absoluto, sino que se quebrantan de modo que no marchan ya derechos; pero para aquellos sobre los cuales cae, vendrá sobre ellos en juicio desde el cielo con pena de perdición, y los aplastará para que queden como el polvo que barre el viento de la superficie de la tierra (Ps 1,4)

San Ambrosio. También la viña es nuestra imagen. El labrador es el Padre omnipotente; la vid es Jesucristo y nosotros somos los sarmientos (Jn 15) Con toda propiedad, pues, se llama viña de Cristo al pueblo; ya porque tiene sobre la frente la señal de la cruz, ya porque le recoge su fruto en la última estación del año, o ya también porque a semejanza del orden con que están plantadas las vides, pobres y ricos, siervos y señores, todos tendrán sin diferencia el mismo lugar en la Iglesia. Y así como la vid se adhiere a los árboles, así el cuerpo al alma. El labrador inteligente acostumbra a cavar y podar esta viña para que no sea demasiado frondoso su follaje, y una infructuosa jactancia de palabras no impida la madurez de su índole espiritual; y estando plantada esta viña en todo el mundo, la vendimia debe ser universal.

Beda, super Marc. 24. En sentido moral da a cada fiel la viña para que la cultive, cuando le confía el ejercicio del misterio del santo bautismo. Envía a un primer siervo, a un segundo y a un tercero, cuando se lee la ley, los salmos y los profetas. Pero el siervo enviado es ultrajado y maltratado cuando se desprecia o se blasfema la palabra de vida. Mata -en la forma que puede- al heredero enviado, el que rechaza al Hijo de Dios por el pecado (He 6) Una vez perdido, el mal cultivador se entrega la viña a otro; porque el don de la gracia que desprecia el soberbio enriquece al humilde.


Catena aurea ES 10937