Catena aurea ES 11243

LUCAS 22,43-46


11243 (Lc 22,43)

Y le apareció un ángel del cielo, que le confortaba. Y puesto en agonía oraba con mayor vehemencia. Y fue su sudor como de gotas de sangre, que corría hasta la tierra. Y como se levantase de orar, y viniese a sus discípulos, los halló durmiendo de tristeza: "Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación". (vv. 43-46)

Teófil. Para darnos a conocer la importancia de la oración, y para enseñarnos que en las adversidades debe dársele la preferencia, cuando ora el Señor le conforta un ángel. Por esto dice: "Y le apareció un ángel del cielo que le confortaba", etc.

Beda. En otro lugar también leemos (Mt 4,11) que los ángeles le servían, acercándose a El. Tanto respecto de una como de otra naturaleza, se dice en repetidas ocasiones que los ángeles le servían y le confortaban. El Creador no necesitó nunca de la ayuda de sus creaturas; pero una vez hecho hombre, como se entristece por nosotros, así también es confortado por nosotros.

Teófil. Hay quien asegura que se le apareció el ángel glorificándole y diciendo: Señor, tuya es la fortaleza; porque Tú puedes librar de la muerte al género humano enfermo.

Crisóstomo. Y como había tomado nuestra carne de una manera real, para demostrarnos la verdad de este acontecimiento, y para cerrar la boca a los herejes, sufre todo lo que la humanidad puede sufrir. Sigue, pues: "Y puesto en agonía oraba con mayor vehemencia".

San Ambrosio. Se horrorizan muchos cuando piensan en la tristeza del Salvador, y la refieren más bien al desarrollo de un sentimiento innato que a haberla recibido con nuestra debilidad. Pero yo, no sólo no creo que no debía prescindir de ella, sino que admiro en ella -más que en ninguna otra cosa- su caridad y su majestad; menos hubiese hecho por mí, si no hubiera aceptado mis impresiones; tomó sobre sí nuestra tristeza, para podernos otorgar su alegría. Digo a propósito tristeza, porque predico la cruz. Debió tomar el sufrimiento para poder triunfar; no merecen los honores del triunfo los que soportaron más el horror de las heridas que el dolor. Quiso enseñarnos, pues, cómo podríamos vencer, no sólo a la muerte, sino lo que es más, a la tristeza de la muerte eterna. Te afliges, Señor, no de tus penas, sino de las mías; se hizo débil por nuestras culpas. Y acaso estaba triste, porque después de la caída de Adán no podíamos retroceder y salir de esta vida, sino por medio de la muerte. Y en esto no hay exageración: se entristecía especialmente por sus perseguidores, de quienes sabía que habían de sufrir eternamente el castigo de su sacrilegio.

San Gregorio., 24 Moral., cap. 17. Al acercarse su muerte, experimentó esa lucha que nuestra alma experimenta; porque sufrimos cierta agitación de terror y de miedo, cuando nos acercamos al juicio eterno por la disolución de la carne; y no sin razón, porque el espíritu, pasados unos momentos, encuentra una eternidad que no puede variar.

Teófil. Que la oración predicha se hizo por la naturaleza humana y no por la divina, como dicen los arrianos, se conoce porque sudó. Sigue, pues: "Y fue su sudor como gotas de sangre, que corría hasta la tierra".

Beda. Nadie crea que este sudor era hijo de la flojedad, porque es contrario a la naturaleza sudar sangre; sino entiéndase, que por medio de este sudor nos dice que ya había obtenido la gracia que pedía, proponiéndose a la vez purificar con su sangre la fe de sus discípulos, que todavía estaban bajo el influjo de la flaqueza humana.

San Agustín., in sent. Proper. sent 68. Orando el Señor y sudando sangre, dio a conocer que de todo su cuerpo, que es la Iglesia, brotarían martirios.

Teófil. Esto se dice en sentido metafórico, porque como sudó mucho, se dice que sudó sangre. Queriendo, pues, el evangelista, manifestar que eran gruesas las gotas de transpiración que sudaba, cita las gotas de sangre como modelo. Después de esto, encontrando a sus discípulos dormidos por la tristeza, les reprende, y a la vez les invita a que oren. Prosigue: "Y como se levantó de orar, vino a sus discípulos, y los halló durmiendo de tristeza".

Crisóstomo. Era ya algo entrada la noche y los ojos de los discípulos estaban cargados por la angustia, y experimentaban el sueño, no del temor, sino de la tristeza.

San Agustín De cons. Evang., lib. 3, cap. 4. No dice aquí San Lucas en qué parte de la oración vino el Señor a sus discípulos, y en esto no se contradice con San Marcos.

Beda. Da a conocer el Señor en seguida que oraba por sus discípulos, pues les reprende porque no participan de sus oraciones, por no estar vigilantes y en oración. Sigue, pues: "Y les dice: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no caigáis en tentación".

Teófil. Para que no sean vencidos por la tentación; esto significa: no ser llevados a la tentación, no caer en ella. Nos manda sencillamente que oremos para que nuestra vida sea tranquila, y no vengamos a parar en alguna cosa que nos pueda dañar. Es propio del demonio el ensoberbecerse, y precipitarse en la tentación. Por esto Santiago (cap 1,2) no dijo arrojáos a la tentación, sino "cuando fuereis tentados, pensad en la alegría del cielo haciéndoos forzadamente voluntarios".

LUCAS 22,47-53


11247 (Lc 22,47-53)

Y cuando estaba El aún hablando se dejó ver una cuadrilla de gente: y el que era llamado Judas, uno de los doce, iba delante de ellos: y se acercó a Jesús para besarle. Mas Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?" Y cuando vieron los que estaban con El lo que iba a suceder, le dijeron: "Señor, ¿herimos con espada?" Y uno de ellos hirió a un siervo del príncipe de los sacerdotes, y le cortó la oreja derecha. Mas Jesús, tomando la palabra, dijo: "Dejad hasta aquí". Y le tocó la oreja, y le sanó. Y dijo Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los magistrados del templo, y a los ancianos que habían venido allí: "¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos? Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y el poder de las tinieblas". (vv. 47-53)

Glosa. Una vez terminada la oración se ocupa de su aprehensión, llevada a cabo por su discípulo. Dice, pues: "Y cuando estaba El aún hablando se dejó ver una cuadrilla de gente, y el que era llamado Judas".

San Cirilo.Dice, pues, que se llamaba Judas, que quiere decir el que aborrece. Y añade: "Uno de los doce", para dar a conocer la perfidia del traidor; porque habiendo sido honrado como los demás apóstoles, se convirtió en causa de muerte para su Maestro.

Crisóstomo. Así como las heridas incurables no obedecen a las medicinas más eficaces, ni a los más exquisitos cuidados, así el espíritu, una vez aprisionado y entregado a algún pecado, no puede salir de ese estado por medio de exhortaciones ni consejos. Esto mismo le sucedió a Judas por no haber dejado a tiempo sus intenciones de ser traidor, aunque esto tantas veces había sido prohibido por el Salvador cuando predicaba a las gentes. Por ello sigue: "Y se acercó a Jesús para besarle".

San Cirilo.Olvidándose de la gloria de Cristo, creyó que podría llevar a cabo en secreto su abominación, atreviéndose a convertir en traición el signo de cariño.

Crisóstomo., orat. seu conc. 1, De Lazaro. No debemos dejar de amonestar a los hermanos, aunque no consigamos nada con nuestras palabras, porque los manantiales, aun cuando nadie beba, siempre están brotando. Y si no llegas a persuadirlo hoy, lo persuadirás mañana. Un pescador, sin haber sacado nada en todo el día, al fin llena sus redes a la caída de la tarde. Por esto el Señor, aun cuando sabía que Judas no se convertiría, no dejó de procurar que no pereciese. Sigue, pues: "Mas Jesús le dijo: Judas, ¿con beso entregas al Hijo del hombre?", etc.

San Ambrosio. Creo que hablando por medio de interrogación se propone enmendar al traidor con el afecto de amigo.

Crisóstomo. Le llama con su verdadero nombre, lo que más debió moverlo a arrepentirse y desistir de su traición, que a provocar su enojo.

San Ambrosio. Dice, pues: "¿Entregas con beso?", es decir, ¿con el signo del amor infieres una terrible herida, y con el signo de paz produces la muerte? Siendo el siervo, entregas a tu Señor; siendo el discípulo, a tu Maestro; y habiendo sido elegido, a tu elector.

Crisóstomo. No dijo, pues: entregas a tu Maestro, ni entregas a tu Señor, ni a tu bienhechor, sino al Hijo del hombre, esto es, manso y humilde. Quien aunque no fuese Maestro ni Señor, habiéndose portado contigo con tanta amabilidad, no debió haber sido entregado por ti.

San Ambrosio. Gran manifestación del poder divino, gran prueba de virtud. Se da a conocer la determinación de prenderle, y no se niega. Dice quién lo entrega, manifestando lo que hasta entonces estaba oculto. Especifica a quién entrega, cuando dice al Hijo del hombre, porque es la carne la apresada, no la divinidad. Y esto, sin embargo, agrava más su ingratitud, porque al que entregaba, siendo Hijo de Dios, se quiso convertir en Hijo del hombre, como diciendo: Ingrato, por ti he tomado lo que entregas con tanta hipocresía.

San Agustín., de cons. Evang. 3, 5. Dijo Jesús primeramente cuando iba a ser apresado, lo que especifica San Lucas: "¿Con beso entregas al Hijo del hombre?". Después lo que dice San Mateo (Mt 26,50): "¿Amigo, a qué has venido?". Luego lo que dice San Juan (Jn 18,4): "¿A quién buscáis?".

San Ambrosio. También lo besó el Señor, no para enseñarnos a fingir, sino para que se viese que no huía ni siquiera del que lo entregaba, y para ganar al traidor a quien no negaba los testimonios de amor.

Teófil. Se enardecen los discípulos y desenvainan las espadas. Por ello sigue: "Y cuando vieron los que estaban con El lo que iba a suceder, dijeron: Señor, ¿herimos con espada?". Pero, ¿cómo es que tenían espadas? Porque habían matado al cordero y se levantaban de la mesa. Algunos discípulos preguntan si hieren con espada, pero San Pedro, ferviente siempre por el Salvador, no espera órdenes, sino que inmediatamente hiere a un siervo del pontífice. Por esto sigue: "Y uno de ellos hirió".

San Agustín. De conc. evang. ut supra. El que hirió, según San Juan, fue San Pedro. El herido se llamaba Malco.

San Ambrosio. Como San Pedro estaba instruido en las Sagradas Escrituras, y amaba mucho al Señor, recordando que se alabó mucho la acción de Finees porque mató a los sacrílegos, hirió al criado del pontífice.

San Agustín. De conc. evang. ubi supra. Dice San Lucas a continuación: "Mas Jesús, tomando la palabra, dijo: Dejad hasta aquí". San Mateo (Mt 26,52) dice así: "Vuelve tu espada a su lugar". Y no se crea que esto contradice lo que refiere San Lucas, cuando expresa que el Señor respondió: "Dejad hasta aquí", como si lo hubiera dicho después de ser herido para probar lo hecho hasta ese momento, pero no queriendo se hiriese más. Pero las palabras que refiere San Mateo, dan a entender que al Señor le disgustó el que San Pedro hiciera uso de la espada. Y es verdad que, habiéndole preguntado sus discípulos: "Señor, ¿herimos con espada?", respondió: "Dejad hasta aquí". Es decir, no os espante lo que va a suceder. Debe tolerarse todo hasta que yo acabe mi carrera, esto es, hasta que me prendan y se cumpla en mí cuanto se ha escrito. No se dice que contestó Jesús más que a la pregunta que se le hizo, y no al acto de San Pedro. Pero entre que los discípulos preguntaron al Señor y éste respondió, San Pedro, instado por su deseo de defender, hirió. Pero no pudieron decirse simultáneamente las cosas que sucedieron a la vez. Entonces, como dice San Lucas, curó a aquél que había sido herido. Sigue: "Y le tocó la oreja y le sanó".

Beda. El Señor nunca se olvida de su bondad. Sus enemigos procuran la muerte del justo, y Este cura las heridas de los que lo persiguen.

San Ambrosio. Pero cuando el Señor cura las heridas ensangrentadas, se refiere a un misterio. Porque el siervo del príncipe de este mundo (no por condición de su naturaleza, sino por su culpa), recibió una herida en su oreja, no oyendo las palabras de sabiduría. Y cuando San Pedro cortó voluntariamente la oreja dio a conocer que no debemos fijar nuestro oído en las cosas superficiales, sino en los misterios. Pero, ¿por qué es San Pedro quien hiere? Porque había recibido el poder de atar y desatar. Por ello toma la espada espiritual y corta con ella el oído interno del que oye mal. Pero el Señor vuelve a poner la oreja en su sitio, dando a entender que si se convierten, podrán salvarse todos los que pecaron, en la pasión del Señor. Porque todo pecado se perdona por los misterios de la fe.

Beda. Este siervo es el pueblo judío que perdió la oreja derecha. Es decir, la inteligencia espiritual de la ley, por el mal papel que representó en la Pasión del Señor, instado por los príncipes de los sacerdotes. Su oreja fue cortada por la espada de San Pedro, no porque privara de la inteligencia a los que quieren oír, sino porque da a conocer que, por juicio divino, ésta les fue quitada a los negligentes. Pero la misma oreja derecha es restituida por la dignación del Señor, a todos los de aquel pueblo que creyeron.

Prosigue: "Y dijo Jesús a los príncipes de los sacerdotes... ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos?", etc.

Crisóstomo. Vinieron de noche temiendo el alboroto de la multitud. Por eso les dice: ¿Qué necesidad teníais de armas para prender a aquel que siempre habéis tenido con vosotros? Y esto da a entender cuando prosigue: "Habiendo estado cada día con vosotros", etc.

San Cirilo. Incat. grace. patr. En esto el Señor no culpa a los príncipes de los sacerdotes porque no habían preparado bien las asechanzas para matarle, sino que les echa en cara que creyeran haberlo atacado así contra la voluntad de El, como diciendo: "Entonces no me prendisteis, porque yo no quise, ni ahora podríais si yo no me quisiere entregar voluntariamente a vuestras manos". Y prosigue: "Pero ésta es vuestra hora"; esto es, el poco tiempo que se os ha concedido para que descarguéis sobre mí todo el furor de vuestra malicia, habiendo accedido el Padre a mis ruegos. Dice también que se ha concedido a la vez este poder a las tinieblas, esto es, al diablo y a aquellos judíos, para que puedan levantarse contra Cristo. Y esto es lo que añade: "Y el poder de las tinieblas".

Beda. Como diciendo: Por lo tanto, os congregáis contra mí en las tinieblas, porque en ellas está vuestro poder -con el que os armáis en contra de la verdad-. Se pregunta que cómo pudo ser que Jesús hablase a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y a los ancianos del pueblo, que habían venido a prenderle cuando, según los demás evangelistas, ellos esperaban en el atrio de Caifás, y enviaron desde allí sus ministros. Pero se responde a esta contradicción, diciendo que ellos vinieron no en persona, sino en la de aquellos que ellos mandaron, y se presentaron a prender a Jesús.

LUCAS 22,54-62


11254 (Lc 22,54)

Y echando mano de El, le llevaron a la casa del príncipe de los sacerdotes; y Pedro le seguía a lo lejos. Y habiendo encendido fuego en medio del atrio, y sentándose ellos alrededor, estaba también Pedro en medio de ellos. Una criada, cuando le vio sentado a la lumbre, le miró con atención y le dijo: "Y éste con El estaba". Mas él lo negó, diciendo: "Mujer, no le conozco". Y un poco después, viéndole otro, dijo: "Y tú de ellos eres". Y dijo Pedro: "Hombre, no soy". Y pasada como una hora, afirmaba otro y decía: "En verdad éste con El estaba, porque es también galileo". Y Pedro: "Hombre no sé lo que dices". Y en el mismo instante, cuando aún él estaba hablando, cantó el gallo. Y volviéndose el Señor, miró a Pedro. Y se acordó de la palabra del Señor, como le había dicho: "Antes que el gallo cante, me negarás tres veces". Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente. (vv. 54-62)

San Ambrosio. No entendieron aquellos desgraciados, ni respetaron tanta clemencia aun con los enemigos, no permitiendo que se le defendiese. Dice pues: "Y echando mano de El, lo llevaron", etc. Cuando hablemos del prendimiento de Jesús, cuidemos de no caer en el error de creer que fue prendido según la divinidad, y obligado por debilidad: sólo fue prendido según la carne.

Beda. El príncipe de los sacerdotes, quiere decir Caifás, quien, según San Juan, era el pontífice en aquel año.

San Agustín. De conc. evang. 3,6. Pero primero, antes que a la casa de Caifás, como dice San Mateo, fue llevado a la casa de Anás, que era suegro de Caifás, como dice San Juan. San Marcos y San Lucas no citan el nombre del pontífice.

Crisóstomo. in homil. 84, in Matth. Por esto se dice a la casa del pontífice, para dar a entender que todo se hacía por consentimiento del príncipe de los sacerdotes. Todos se habían reunido allí para esperar a Jesucristo. Se da a entender el afecto de San Pedro, porque no huyó cuando vio que huyeron los demás. Prosigue: "Y Pedro le seguía a lo lejos".

San Ambrosio. lib. 10 in lucam, cap. De proditione Petri per ancillam. Le seguía a lo lejos, pero se acercaba a su negación, y acaso no lo hubiera negado si hubiese estado cerca de Jesús. Pero estuvo reverente, porque no abandonó al Señor, aunque tanto miedo tenía. El miedo es propio de la naturaleza y el cuidado de la piedad.

Beda. El que San Pedro haya seguido a Jesús a lo lejos representa a la Iglesia, que habría de seguir su verdad, es decir, habría de imitar la Pasión del Señor, pero de una manera diferente. La Iglesia sufre por sí misma, pero Jesús sufre por la Iglesia.

San Ambrosio. Ya ardía el fuego en la casa del príncipe de los sacerdotes. Prosigue: "Y habiendo encendido el fuego", etc. Se acercó San Pedro a calentarse porque, una vez preso el Señor, el calor del afecto de San Pedro se enfrió.

Crisóstomo. Le habían sido entregadas las llaves del reino de los cielos. Le había sido confiada una multitud innumerable de pueblos, que estaba sumergida en el pecado. San Pedro estaba muy fuerte, como lo indica la oreja cortada del criado del príncipe de los sacerdotes. Este hombre, tan endurecido y tan severo, si hubiese obtenido el don de no pecar, ¿cómo hubiera podido perdonar a los pueblos? Pero la Providencia divina permitió que cayese él primero, para que fuese condescendiente con los demás, recordando su propia caída. Y cuando quería calentarse junto a las brasas, se acercó a él una criada, de quien se dice: "Una criada, cuando le vio", etc.

San Ambrosio. ¿Cómo es que primero lo acusa una criada, cuando los hombres fueron los que lo pudieron reconocer, sino porque era preciso que apareciese también como pecador este sexo en la muerte del Señor, para que también fuese redimido por la Pasión de Cristo? San Pedro, provocado, peca; pero es preferible que San Pedro negase, a que mintiese Jesucristo. Por esto sigue: "Pero él lo negó diciendo: Mujer, no le conozco".

Crisóstomo ut supra. ¿Qué haces, Pedro? Tu voz se ha mudado de pronto. Tu boca llena de fe y de amor, se ha convertido en odio y en infidelidad; todavía no te amenazan los azotes, ni se te aplican tormentos; quien te pregunta no es juez ni goza de autoridad alguna para que tanto temas si confiesas: es una mujer quien te habla con su débil voz. ¿Acaso habrá de acusarte si confiesas? Ni aun mujer, sino una muchacha portera, una despreciable servidora.

San Ambrosio. Pero San Pedro negó porque prometió sin precaución. No lo niega en el monte, no en el templo, no en su casa, sino en el pretorio de los judíos. Lo niega allí, donde Jesús está preso, y donde no hay verdad. Cuando lo niega, dice: No conozco a ese hombre. Habría sido un atrevido si hubiere dicho que conocía a aquel a quien la inteligencia humana no puede comprender Mt 11,27: "Ninguno conoce al Hijo más que el Padre". Por segunda vez negó a Cristo. Prosigue: "Y un poco después, viéndole otro, dijo: Y tú de ellos eres".

San Agustín. De conc. evang. lib.3, cap 6. Se cree que fue obligado a esta segunda negativa por dos causas: por la criada de quien hacen mención San Mateo y San Marcos, y por otro de quien se ocupa San Lucas. Por esto dice así este Evangelista: "Y un poco después, viéndolo otro". Ya había salido San Pedro, y el gallo había cantado por primera vez, como dice San Marcos. Ya había vuelto, como dice San Juan, al fuego, y encontrándose allí por segunda vez, lo negó. Acerca de esta negación, se dice: "Y dijo Pedro: Hombre, no soy", etc.

San Ambrosio. Quiso más bien negarse a sí mismo, que negar a Jesucristo. Creía, sin duda, que negar la amistad de Jesús, equivalía a negarse a sí mismo.

Beda. En esta negación de San Pedro, decimos que no sólo fue negado Cristo por el que dice que no es Cristo, sino también por aquel que siendo cristiano niega que lo es.

San Ambrosio. Es preguntado por tercera vez. Prosigue: "Y pasada como una hora, afirmaba otro y decía: En verdad que éste con El estaba".

San Agustín ut supra. San Mateo (Mt 26,63) y San Marcos (Mc 14,70) dicen: un poco después. Pero San Lucas dice cuánto fue este tiempo, diciendo: "Y pasada como una hora". San Juan nada dice de este intervalo. Además, San Mateo y San Marcos no hablan en singular, sino en plural; citan los que estaban con San Pedro, mientras que San Lucas y San Juan hablan de uno. Pero puede decirse que San Mateo y San Marcos tomaron el plural en vez del singular, como es costumbre, o que afirmaban que era uno el que lo había visto, y que los demás lo confirmaban, y todos argüían a San Pedro: "En verdad que tú eres uno de ellos, porque lo demuestra tu modo de hablar". San Juan asegura también que se le dijo a San Pedro: "¿Verdad que te vi en el huerto?" San Marcos y San Lucas dicen del mismo modo que aquellos hablaban a San Pedro, o por lo menos debe entenderse que se referían a él, por lo mismo de que hablasen de él en su presencia, que se dirigiesen a él de modo directo; de cualquier manera que esto se diga siempre resultará que se ocuparon de él, en uno o en otro sentido.

Beda. Añade: "Porque es galileo". No porque hablasen diferente lengua los galileos y los de Jerusalén: todos hablaban el hebreo, pero cada provincia tiene un modo especial de hablar, que no puede ocultarse.

Prosigue: "Y dijo Pedro: Hombre, no sé lo que dices".

San Ambrosio. Esto es, desconozco vuestros sacrilegios; pero nosotros nos excusamos, y él no se excusó. No es bastante la cautelosa contestación cuando se trata de confesar a Jesucristo; es preciso la confesión terminante. Por esto se dice que San Pedro no respondió así , sino que fue inducido, porque recordándolo luego, lloró.

Beda. Suele muchas veces la Sagrada Escritura, indicar el mérito de las causas por el del tiempo. Por ello, Pedro que pecó hacia la media noche, se arrepintió en seguida que cantó el gallo. Prosigue: "Y en el mismo instante, cuando él estaba aún hablando cantó el gallo". Lo que faltó durante las tinieblas del olvido, lo enmendó al volver la verdadera luz.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, lib. 6. Creemos que cantó el gallo después que San Pedro negó tres veces a Jesús: así lo dice San Marcos.

Beda. Creo que debe entenderse por el gallo, alguno de los doctores que increpan a los que andan soñolientos o están echados, diciéndoles: "Vigilad, justos, y no queráis pecar" (1Co 15,34)

Crisóstomo homil. 82, in Joan. Admirad el cuidado del Maestro, que aun estando preso, cuidaba mucho de su discípulo, a quien levantó de tal modo, que le incitó a llorar. Prosigue: "Y volviéndose el Señor, miró a San Pedro".

San Agustín ut supra. Cómo deba entenderse esto, debemos examinarlo con atención. Dijo San Mateo (Mt 26,69) que San Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; lo cual no debió decir cuando se trataba de lo que sucedía dentro, donde estaba Jesús. También dijo San Marcos (Mc 14,66): "Y estando Pedro en el atrio de abajo", da a entender que no solo estaba Jesús en el interior, sino que esto sucedía en la parte alta. ¿Cómo pudo mirar Jesús a San Pedro? No con la vista corporal, porque San Pedro estaba fuera, y entre los que se calentaban, cuando lo referente a Jesús sucedía en el interior de la casa. Por estas razones, yo creo que aquella mirada debió ser espiritual, y como se dice en el Salmo (Ps 12,4): "Mírame y óyeme", y en el Salmo (Ps 6,5): "convierte tu rostro hacia mí, Señor, y defiende mi alma". Así creo que debe entenderse que el Señor se volvió y miró a San Pedro.

Beda. Mirar a uno equivale a compadecerse de él; porque no sólo cuando se hace penitencia, sino también para que pueda hacerse, es necesaria la divina misericordia.

San Ambrosio. Finalmente, todos aquellos a quienes Jesús mira, lloran su pecado. Prosigue: "Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, como le había dicho: Antes que el gallo cante me negarás tres veces. Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente". ¿Por qué lloró? Porque se equivocó como hombre: veo sus lágrimas, pero no su reparación. Las lágrimas lavan el pecado cuando la palabra no se atreve a confesarlo. Negó por primera y segunda vez, y no lloró, porque aún no lo había mirado el Señor. Pero negó la tercera vez, lo miró el Señor, y en seguida lloró amargamente. Tú también, si quieres lavar tus pecados, lava tus culpas con tus lágrimas.

Crisóstomo. No se atrevía San Pedro a llorar delante de los demás, no fuera que sus lágrimas lo traicionasen; sino que saliendo fuera, lloró. Lloraba, no por el castigo, sino porque había negado a quien tanto quería, lo que lo consumía más que cualquier castigo.

LUCAS 22,63-71


11263 (Lc 22,63-71)

Y aquellos que tenían a Jesús, le escarnecían, hiriéndole; le vendaron los ojos, y le herían en la cara, y le preguntaban, y decían: "Adivina, ¿quién es el que te hirió?" Y decían otras muchas cosas, blasfemando contra El. Y cuando fue de día se juntaron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y lo llevaron a su concilio, y le dijeron: "Si tú eres el Cristo, dínoslo". Y les dijo: "Si os lo dijere no me creeréis, y también si os preguntare, no me responderéis, ni me dejaréis. Mas desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la diestra de la virtud de Dios". Y dijeron todos: "¿Luego tú eres el Hijo de Dios?" El dijo: "Vosotros decís: yo lo soy". Y ellos dijeron: "¿Qué, necesitamos más testimonios? pues nosotros mismos lo hemos oído de su boca". (vv. 63-71)

San Agustín lib. 3, cap.6 ut jam sup. No todos los Evangelistas se expresan del mismo modo al hablar de las tentaciones de San Pedro, durante la cautividad del Salvador, porque San Mateo y San Marcos hablan primero de los ultrajes que el Señor recibió, y después de la tentación de San Pedro; pero San Lucas dice que ello sucedió a la inversa, en estos términos: "Y aquéllos que tenían a Jesús, les escarnecían", etc.

Crisóstomo. El que es dueño de los cielos y la tierra experimenta y sufre las burlas de los impíos, enseñándonos así a tener paciencia.

Teofilacto. Y el Señor de los Profetas es escarnecido como falso profeta.

Prosigue: "Y le vendaron los ojos", etc..

Beda. Esto lo hicieron por burlarse de El, porque había querido ser considerado como Profeta. Pero el que fue herido y abofeteado por los judíos, lo es también ahora por las blasfemias de los malos cristianos. Le vendaron los ojos, no para que no viera aquellas afrentas, sino para ocultar su rostro. Los herejes y los judíos, y los malos cristianos, cuando lo ofenden con sus malas acciones, también se burlan de El, y le dicen: ¿Quién te ha herido? creyendo que no conoce los pensamientos y las acciones pecaminosas.

San Agustín ut supra. Se sabe que Jesús padeció estas afrentas hasta la mañana inmediata, y en la casa del príncipe de los sacerdotes a donde fue llevado primeramente. Por esto sigue: "Y cuando fue de día se juntaron los ancianos del pueblo y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y lo llevaron a su concilio, y le dijeron: Si tú eres el Cristo, dínoslo".

Beda. No deseaban conocer la verdad, sino preparar la calumnia. Porque como esperaban que el Cristo aparecería como hombre, resucitando la grandeza de David, deseaban oír de El: Yo soy el Cristo, para insultarle porque se atribuía la regia autoridad.

Teofilacto. Porque El conocía sus pensamientos, porque los que no creían en sus obras, menos habían de creer en sus palabras. Por ello sigue: "Y les dijo: Si os lo dijere no me creeréis", etc.

Beda. Había dicho muchas veces que El era el Cristo, como cuando decía, según (San Juan 10,30): "Yo y el Padre somos una misma cosa"; y otras cosas por el estilo. "Y también si os preguntare, no me responderéis, ni me dejaréis". Les había preguntado ya antes, cómo decían que el Cristo sería Hijo de David, cuando David lo llamó en espíritu su Señor, pero ellos no quisieron creerle cuando hablaba, ni responderle cuando preguntaba. Y porque preferían ofender la descendencia de David, les declara con autoridad una profecía mayor. Prosigue: "Mas desde ahora, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios".

Teofilacto. Como si dijera: No hay ya para vosotros tiempo de predicación y de enseñanza, sino que en adelante lo será de juicio, cuando me veréis a mí, el Hijo del Hombre, sentado a la diestra poderosa de Dios.

San Cirilo in thesauro, lib. 12, cap. 14. Cuando se habla de que Dios está sentado y en un trono, se da a entender su poder soberano. En efecto, no es que creamos que esté sentado en un tribunal aquel a quien confesamos como Señor de todas las cosas, ni admitimos que tenga derecha ni izquierda la naturaleza divina: sólo de los cuerpos es propio tener forma, ocupar lugar, y poderse sentar. ¿Cómo podrá decirse que el Hijo es igual al Padre, si no es Hijo suyo por naturaleza, ni tiene las propiedades del Padre?.

Teofilacto. Cuando oían esto debieron temer; pero después de estas palabras enloquecieron más. Por lo que sigue: "Dijeron todos", etc.

Beda. Porque dijo que era el Hijo de Dios, comprendieron que era así al expresarse en estos términos: "El Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios".

San Ambrosio. El Señor quiso más bien probar que decir, que era Rey, para que no pudiesen encontrar motivo suficiente para condenarlo aquellos que esto confiesan a la vez que lo objetan. Sigue pues: "Vosotros decís que yo lo soy".

San Cirilo.Habiendo dicho esto el Señor, se acaloró la reunión de los fariseos, fingiendo que habían oído una blasfemia. Por esto sigue: "¿Qué necesitamos de más testimonios?". etc.

Teofilacto. En lo que se da a conocer, los tercos no se acomodan a lo recto, aun cuando se les haya revelado los más profundos misterios, porque buscan su propio castigo. Por esto convenía que tales cosas estuvieran encubiertas para ellos.


LUCAS 23,1-5



11301 (Lc 23,1)

Y se levantó toda aquella multitud, y lo llevaron a Pilatos. Y comenzaron a acusarle, diciendo: "A éste hemos hallado pervirtiendo a nuestra nación, y vedando dar tributo al César, y diciendo que El es el Cristo Rey". Y Pilatos le preguntó, y dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" Y El le respondió, diciendo: "Tú lo dices". Dijo Pilatos a los príncipes de los sacerdotes y al pueblo: "Ningún delito hallo en este hombre". Mas ellos insistían, diciendo: "Tiene alborotado al pueblo con la doctrina que esparce por toda Judea, comenzando desde la Galilea hasta aquí". (vv. 1-5)

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 7. Cuando acabó San Lucas de referir la negación de San Pedro, recopiló todo lo que sucedió con el Señor al amanecer, refiriendo algo que los demás Evangelistas habían callado. Por esto organizó su narración, ordenándolo todo de un modo parecido a los demás, diciendo: "Y se levantó toda aquella multitud, y lo llevaron a Pilato", etc.

Beda. Así se cumplía aquel vaticinio referente a Jesús que predecía su muerte (Lc 18,32): "Será entregado a los gentiles", esto es, a los romanos. Porque Pilato era romano, y los romanos lo habían enviado a Judea para que la rigiese.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 8. Después cuenta lo que sucedió en la casa de Pilato: "Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado pervirtiendo nuestra gente", etc. San Mateo y San Marcos no refieren esto, sino únicamente que lo acusaban, pero Lucas dice hasta los crímenes de que se le acusa falsamente.

Teófil. Contradicen a la verdad, de una manera evidente. El Señor no había prohibido pagar el tributo al César, más bien había mandado que se le diera. ¿Cómo podía insurreccionar a la gente? ¿Acaso pretendería el trono? Pero esto nadie lo cree. Antes al contrario, el día en que quisieron proclamarlo rey, se escondió.

Beda. Querían entregar al Señor por dos razones, a saber: porque decían que prohibía dar el tributo al César, y porque se llamaba a sí mismo Cristo. Pudo suceder que llegasen a oídos de Pilato aquellas palabras del Señor: (Lc 20,25) "Dad al César lo que es del César". Y por eso ahora menosprecia la mentira de los judíos, y sólo le pregunta acerca de si se proponía reinar. Prosigue: "Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos?", etc.

Teófil. Me parece que preguntó esto al Señor como mofándose de la injuria o de la calumnia, como diciendo: Tú que eres pobre, humilde, que andas casi desnudo, que no tienes séquito, ¿eres acusado de ambicionar el reino, para lo que se necesita mucha gente y mucho dinero?

Beda. El Señor respondió al gobernador con las mismas palabras con las que había contestado a los príncipes de los sacerdotes, para que él se condenara por la propia sentencia. Prosigue: "Y El le respondió, diciendo: Tú lo dices".

Teófil. Como no les había dado buen resultado la calumnia, acuden al recurso del griterío. Prosigue: "Mas ellos insistían, diciendo: Tiene alborotado al pueblo con la doctrina que esparce por toda la Judea, comenzando desde la Galilea hasta aquí". Como si dijeran: Pervierte al pueblo, y no en un solo lugar, sino que empieza en Galilea, y llega hasta aquí, extendiéndose por toda Judea. Parece que no citaron Galilea sin fundamento, puesto que se proponían fomentar el temor de Pilato. Los galileos eran revoltosos, y siempre estaban probando fortuna. Judas fue galileo, como se dice en los Hechos de los Apóstoles.

Beda. En estas palabras no acusan precisamente al Señor sino que se acusan a sí mismos. Pues haber instruido al pueblo, y haberlo alejado de la necedad del tiempo antiguo, y haber recorrido así toda la tierra de promisión, no es un crimen, sino una señal de virtud.

San Ambrosio. Es acusado el Señor, y calla, porque no necesita de defensa. Desean ser defendidos los que tienen porqué temer. Y no confirma la acusación porque calla, sino que la desprecia no contestándola. ¿Qué podría temer quien no se apega a la vida? La salvación de todos exige su muerte, para que de ella brote la vida de todos.


Catena aurea ES 11243