Catena aurea ES 11338

LUCAS 23,38-43


11338 (Lc 23,38)

Había también sobre El un título escrito en letras griegas, latinas y hebraicas: "Este es el rey de los judíos". Y uno de aquellos ladrones que estaban colgados, le injuriaba diciendo: "Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros". Mas el otro, respondiendo, le reprendió en esta forma: "Ni aún tú temes a Dios, estando en el mismo suplicio: y nosotros en verdad por nuestra culpa, porque recibimos lo que merecen nuestras obras; mas éste, ningún mal ha hecho". Y decía a Jesús: "Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino". Y Jesús le dijo: "En verdad te digo, que hoy serás conmigo en el paraíso". (vv. 38-43)

Teofilacto. Véase aquí otra nueva astucia del demonio, promovida en contra de Jesucristo. Publicaba la causa de la muerte del Salvador en tres idiomas diferentes, para que ninguno de los transeúntes ignorasen que había sido crucificado porque se había querido proclamar rey; decía pues: "Y había también sobre El un título escrito en letras griegas, latinas y hebreas: Este es el rey de los judíos". En lo cual se daba a conocer que los más poderosos de todo el mundo, como eran los romanos, los más sabios, como eran los griegos, y los que de un modo especial adoraban a Dios, deberían someterse al imperio de Jesucristo.

San Ambrosio. Con razón se impone un título sobre la cruz; porque el reino que tiene Jesucristo no es propio del cuerpo, sino de su poder divino. Leo el título de rey de los judíos, cuando leo, (Jn 18,36) mi reino no es de este mundo. Leo la causa de Jesús escrita encima de su cabeza, cuando leo: (Jn 1,1) y Dios era el Verbo; (1Co 11,3) la cabeza de Cristo es Dios.

San Cirilo.Uno de los ladrones también le insultaba a la vez con los judíos. Prosigue: "Y uno de aquellos ladrones, que estaban colgados, le injuriaba diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo, y a nosotros". El otro reprobaba sus palabras. Prosigue: "Respondiendo el otro le reprendía, diciendo: Ni aún tú temes a Dios, estando en el mismo suplicio". Y confesaba su propia culpa añadiendo: "Y nosotros en verdad, por nuestra culpa, porque recibimos lo que merecen nuestras obras".

Crisóstomo. Este sentenciado hace el papel de juez, y empieza a juzgar sobre la verdad después de haber confesado sus culpas ante Pilato a costa de muchos tormentos, porque una cosa es el hombre cuando juzga a quien no conoce, y otra cosa es Dios, que penetra en las conciencias. Pero ante el hombre, el castigo se sigue a la confesión, mientras que ante Dios, a la confesión sigue la salvación. Mas el ladrón publica que Jesús es inocente cuando añade: "Pero éste ningún mal ha hecho". Como diciendo: Ve aquí un nuevo ultraje: castigar la inocencia junto con la criminalidad. Nosotros, viviendo, hemos matado a otros, pero éste ha dado vida a otros; nosotros hemos robado lo ajeno; pero éste manda distribuir aun lo suyo. El buen ladrón predicaba a los presentes, reflexionando sobre las palabras con que el otro increpaba al Salvador. Pero cuando vio que estaban endurecidos sus corazones, se volvió hacia Aquél que conoce los secretos de la conciencia. Prosigue: "Y decía a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino". Ves un crucificado, y lo confiesas Dios. Ves el aspecto de un sentenciado, y publicas su dignidad de rey. Abrumado de tormentos, pides a la fuente de la justicia que perdone tu maldad. Ves, aunque oculto, el reino, mas tú olvidas tus maldades públicas, y reconoces la fe de una cosa oculta. La iniquidad perdió al discípulo de la verdad; la misma verdad, ¿no perdonará al discípulo de la iniquidad?

San Gregorio moralium 18,25. Los clavos habían fijado sus pies y sus manos a la cruz, y nada se encontraba en el ladrón que no padeciese, más que el corazón y la lengua. Por inspiración divina, ofreció al Señor todo lo que en sí había encontrado libre, de conformidad con lo que está escrito: (Rm 10,10) "Con el corazón se cree lo que es justo; con la boca se confiesa para salvarse". El Apóstol hace mención (1Co 3) de tres virtudes en aquél que está lleno de la gracia, y que el ladrón recibió y conservó en la cruz. Tuvo fe, porque creyó que reinaría con Dios, a quien veía morir a su lado; tuvo esperanza, porque pidió entrar en su reino, y tuvo caridad, porque reprendió con severidad a su compañero de latrocinios, que moría al mismo tiempo que él, y por la misma culpa.

San Ambrosio. Se da en esto un admirable ejemplo de verdadera conversión, por lo que se concede tan pronto al ladrón el perdón de sus culpas. El Señor le perdonó pronto, porque pronto se convirtió: la gracia es más poderosa que la súplica. El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice lo que sigue: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso". La vida consiste en habitar con Jesucristo, y donde está Jesucristo allí está su reino.

Teofil.Y así como un rey trae consigo lo mejor del botín cuando vuelve victorioso de la guerra, así el Señor, habiéndose apoderado de una porción de las presas, que antes eran del diablo -como el ladrón-, la lleva consigo al paraíso.

Crisóstomo. Digno era de verse al Salvador entre los ladrones, como la balanza de la justicia, pesando la fe y la infidelidad. El diablo había arrojado a Adán del paraíso, pero Jesucristo introdujo al ladrón en el paraíso, en presencia de todos, y de sus mismos apóstoles. Por una sola palabra y con sola la fe entró en el paraíso, para que nadie dudase de entrar a pesar de sus errores. Obsérvese la prontitud: desde la cruz al cielo, desde la condenación al paraíso; para que se sepa que el Señor lo hizo todo, no para demostrar la bondad del ladrón, sino su clemencia. Algunos dicen: si ya se ha premiado bastante a los buenos, ¿para qué la Resurrección? Si ya introdujo al ladrón en el paraíso, y su cuerpo quedó aquí expuesto a la corrupción, no hace falta que vuelva a resucitar. Pero la carne, que sufrió con el ladrón, ¿habrá de quedar sin premio? Oigamos a San Pablo que dice a los fieles de Corinto: (1Co 15,53) "Conviene que esto, corruptible, revista la incorruptibilidad". Pero si el Señor había ofrecido el reino de los cielos y llevó al ladrón al paraíso, todavía no le ha premiado. Pero dicen que con el nombre de paraíso dio a entender el reino de los cielos, porque se expresaba en los términos acostumbrados cuando hablaba al ladrón, quien nada había oído de la predicación divina. Algunos no leen "hoy estarás conmigo en el paraíso", sino, "te digo hoy"; y después, "que serás conmigo en el paraíso". Pero esto tiene una solución más sencilla: Los médicos cuando desahucian a un enfermo incurable, dicen: Ya está muerto. Pues así el ladrón: como ya no podía volver a su vida pecadora, se dice que entró en el paraíso.

Teofilacto. Esto es lo más verdadero para todos, porque tanto el ladrón como los demás santos, aun cuando no han alcanzado todo lo ofrecido -para que, como se dice por el Apóstol a los hebreos (He 11,40), no se les cumpla sin estar nosotros presentes-, se encuentran, sin embargo, en el reino de los cielos, y en el paraíso.

San Gregorio Niceno. Ahora conviene dilucidar otra vez, cómo es que se considera al ladrón como digno de entrar en el paraíso, siendo así que una espada de fuego impide la entrada a los santos. Pero obsérvese que el divino anuncio la llama móvil, de tal modo que se vuelve impidiendo la entrada a los que no son dignos de entrar y facilitando la entrada libre a la vida a los que son dignos de ella.

San Gregorio moralium 12,7. Se llama versátil (mudable) aquella espada, porque se sabía que había de llegar tiempo en que se la hiciese desaparecer: cuando viniere Aquél que nos había de facilitar el camino del paraíso, por medio de su Encarnación.

San Ambrosio. Pero debe advertirse que otros Evangelistas (San Mateo y San Marcos) dicen que los dos ladrones blasfemaban del Señor, y éste dice que uno lo ultrajaba y el otro reprendía. También puede suceder que este ladrón lo blasfemase al principio, pero que de repente se convirtió. También pudo ser que hablase en plural refiriéndose a uno sólo, como sucede en la carta del Apóstol a los hebreos (He 11,37): "Andaban en pieles de cabra, y fueron aserrados". Sólo Elías tenía tal manto y únicamente Isaías fue aserrado. En sentido místico puede decirse que los dos ladrones representan a los dos pueblos que habían de ser crucificados con Cristo por medio del bautismo, y cuya discordancia también manifiesta la diferencia de los que habían de querer.

Beda. Todos los que somos bautizados en nombre de Jesucristo, somos bautizados en virtud de su muerte, porque siendo pecadores, hemos sido purificados por medio del bautismo (Rm 6,3) Pero hay algunos, que glorificando a Jesús muerto según la carne, son coronados; y otros, que no queriendo obrar según la fe y las promesas del bautismo, son privados de la gracia que recibieron.

LUCAS 23,44-46


11344 (Lc 23,44-46)

Y era ya casi la hora de sexta, y toda la tierra se cubrió de tinieblas, hasta la hora de nona: Y se oscureció el sol, y el velo del templo se rasgó por medio: Y Jesús, dando una grande voz, dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto, expiró". (vv. 44-46)

San Cirilo.Después que hubieron crucificado al Señor de todos, la obra del universo lloraba a su propio Señor, y se oscureció la luz en medio del día, según Amós (Am 8,9); por esto dice: "Y era ya casi la hora de sexta", etc. Lo cual manifiesta que habían pasado las almas de los que lo crucificaron los tormentos de la crucifixión.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 17. Esto que se dice de las tinieblas lo atestiguan también los otros Evangelistas (San Mateo y San Marcos) San Lucas añade que se presentaron las tinieblas, cuando dice: "Y se oscureció el sol".

San Agustín De cit. Dei. 3,15. Manifestó claramente que no se verificó esta oscuridad del sol según la marcha regular de los astros, porque en la pascua de los judíos ya la luna está en su lleno, y la oscuridad del sol únicamente se verifica en el completo menguante de la luna.

San Dionisio ad Policarpum epist. 7. Los que nos encontrábamos entonces en Heliópolis, veíamos que la luna se ponía en conjunción con el sol -a pesar de que no le correspondía entonces-, y que otra vez desde la hora de nona hasta la de vísperas, volvía a separarse de un modo inexplicable del diámetro del sol. Observamos que aquel eclipse empezaba en el oriente, y que llegó hasta oscurecer todo el sol, pero después retrocedió. Además, no se oscureció ni recobró la luz en la forma ordinaria, sino en sentido contrario. Tales son los acontecimientos sobrenaturales que entonces sucedieron, y que sólo puede hacer Jesucristo, que es el autor de cuanto existe.

Expositor Griego. Sucedió este prodigio, para que se viese que quien sufría la muerte era el gobernador del universo.

San Ambrosio. El sol se oscureció por los sacrílegos, encubriendo el aspecto de su crimen, y las tinieblas oscurecieron los ojos de los malvados, para que brillase la luz de la fe.

Beda. Queriendo San Lucas añadir un milagro a otro milagro añade: "Y el velo del templo se rasgó por medio". Esto sucedió al tiempo de expirar el Señor, como San Mateo y San Marcos atestiguan, pero San Lucas lo refiere anticipándose.

Teofilacto. Por medio de todo esto, el Señor daba a entender, no que no habría ya un sancta sanctorum1 a donde se pudiera entrar, sino que entregado a los romanos sería profanado, y quedaría la puerta abierta para todos.

San Ambrosio. El velo del templo se dividió en dos partes, dando a entender la separación de los dos pueblos, y manifestándose la profanación de la sinagoga. Se rompe el antiguo velo, para que la Iglesia nueva levante el nuevo velo de su fe. Se quita lo vedado de la sinagoga, para que podamos ver con los ojos de la fe todos los misterios más recónditos de nuestra santa religión.

Teofilacto. Por esto da a entender también, que el velo -que nos ocultaba los secretos del cielo- se rompió, esto es, la enemistad de Dios y el pecado.

San Ambrosio. Después que bebió el vinagre, se cumplieron todos los misterios que se habían anunciado acerca de su humanidad, y quedó sólo su inmortalidad. Por esto sigue: "Y Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

Beda. Invoca al Padre, manifiesta que El es el Hijo de Dios. Encomendando su espíritu en manos del Padre, no da a conocer su falta de virtud, sino su confianza en el poder del Padre.

San Ambrosio. La carne muere para resucitar, y el espíritu se encomienda en las manos del Padre para que las cosas del cielo se vean libres también de las maldades, y para que se firmase la paz en el cielo, a cuya paz seguiría la de la tierra.

San Cirilo.Esta voz da a conocer, que las almas de los justos no serán ya detenidas en el limbo -como antes- sino que irán a la presencia de Dios, cuya gracia esperaban en Jesucristo.

San Atanasio de incarnatione vel natura humana suscepta contra arianus. Recomienda a su Padre todos los mortales que le estaban encomendados y que había vivificado, porque somos miembros suyos, según dijo el Apóstol a los gálatas: (Ga 3,28) "Porque sois uno en Cristo".

San Gregorio Niceno Orat 1 De resurrexit. Debemos examinar cómo Jesucristo pudo triplicarse en un mismo tiempo para estar: en las entrañas de la tierra, como había dicho a los fariseos; (Mt 12,4) en el paraíso de Dios, como había dicho al buen ladrón; y en las manos del Padre, como ahora dice. Para los que piensan con intención recta, no es esto ni aún digno de decirse, porque quien está en todas partes por potencia, también lo está por esencia.

San Ambrosio. Encomienda su espíritu al Padre; pero como se encuentra en lo alto, alumbra hasta el infierno, para que a todas partes llegue la Redención. Jesucristo es para todo, y todo es para Jesucristo.

San Gregorio Niceno ubi sup. Otra solución es, que después de la Pasión, ninguna parte del cuerpo de Jesús se separó de la divinidad, sino únicamente se separó el espíritu del cuerpo, quedando la divinidad en una y en otro. Porque el cuerpo en que sufrió la muerte destruyó el poder de ésta, y por medio del espíritu, abrió al buen ladrón las puertas del cielo. También dice Isaías (Is 49,16) hablando de la celestial Jerusalén, que no es otra cosa que el paraíso: "Pinté tus murallas sobre mis manos"; de donde se desprende, que el que está en el paraíso, se encuentra en las manos del Padre.

Damascenus in homil. de sabato sancto post medium. Hablando con más claridad: en el sepulcro estaba con el cuerpo, en el limbo con el alma, y en el paraíso con el ladrón. Pero como Dios, estaba en su trono con el Padre y con el Espíritu Santo.

Teofilacto. Clamando en alta voz, expira, porque tenía poder para conservar su espíritu o para dejarlo. Prosigue: "Y diciendo esto, expiró".

San Ambrosio. Como diciendo: entregó el espíritu, pero no por necesidad: lo que se entrega, se entrega voluntariamente, pero lo que se pierde, se pierde por necesidad.

LUCAS 23,47-49


11347 (Lc 23,47)

Y cuando vio el centurión lo que había sucedido, glorificó a Dios, diciendo: "Verdaderamente que este hombre era justo". Y todo el gentío, que asistía a este espectáculo, y veía lo que pasaba, se volvía, dándose golpes en los pechos. Y todos los conocidos de Jesús, y las mujeres que le habían seguido de Galilea, estaban a lo lejos, mirando estas cosas. (vv. 47-49)

San Agustín De Trin. c.13. Como expiró en seguida que dio este grito, todos los presentes se admiraron. Los crucificados, sufrían generalmente una agonía prolongada. Por esto se dice: "Y cuando vio el centurión lo que había sucedido, glorificó a Dios, diciendo: verdaderamente que este hombre era justo".

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 20. No contradice a esto lo que expresa San Mateo al exponer que el centurión se admiró habiendo visto el trastorno natural, ya que San Lucas dice que éste se admiró de que expiró en seguida que dio la voz, manifestando el gran poder que conservaba al tiempo de expirar. San Mateo dice: visto el trastorno natural, y añade: "Y todo lo que sucedía" (Mt 27,54), de esta manera viene a decir lo mismo que San Lucas, puesto que dice que se admiró al presenciar la muerte del Salvador. Lo cual dice también San Lucas: "Viendo el centurión lo que había acontecido". En estas palabras incluye todos los prodigios que entonces se verificaron, recopilándolos como si fuesen uno solo, como que todos aquellos milagros eran los miembros que formaban un solo cuerpo. En lugar de lo que dice el otro evangelista (Mt 27,54) que el centurión dijo: "En verdad que este era el Hijo de Dios", San Lucas dijo que era justo, lo cual no debe considerarse como diferente. Debemos creer que el centurión dijo una y otra cosa, o que este evangelista recordó que había dicho una, y aquel la otra; o que San Lucas quiso expresar la frase del centurión, para dar a entender que se refería al Hijo de Dios. Además, el centurión no sabía que el Unigénito sería igual al Padre sino sólo Hijo del Padre, creyéndole justo, del mismo modo que los justos se llaman hijos de Dios. Del mismo modo, San Mateo añadió, a aquellos que estaban con el centurión, y San Lucas no lo citó, y no podemos decir que haya contradicción entre lo que uno dice y otro calla. San Mateo dice (Mt 27,54) : "Temieron mucho", San Lucas no dijo temió, sino glorificó a Dios. ¿Quién no ve en ello que temer a Dios es glorificarle?

Teofilacto. Ahora se ve que produce efecto lo que había dicho el Señor: "Cuando yo sea elevado, todo lo traeré hacia mí" (Jn 12,32) Una vez elevado en la cruz, atrajo hacia sí al ladrón y al centurión, y a muchos judíos, de quienes se dice: "Y todo el gentío, que asistía a este espectáculo y veía lo que pasaba, se volvía, dándose golpes en los pechos".

Beda. Que herían sus pechos en señal de arrepentimiento y de penitencia, se conoce por dos razones: o bien porque sentían haber crucificado injustamente al que amaron en vida, o bien porque temían que aquella muerte que ellos recordaban haber pedido, había de ser más gloriosa para el Salvador. Debe advertirse que los gentiles, como temían a Dios, le glorificaban, confesándole abiertamente, pero los judíos se volvían tristes a su casa, hiriendo únicamente sus pechos.

San Ambrosio. ¡Oh corazones de los judíos, más duros que las rocas! El juez rehusa, el ministro cree, el traidor castiga su propio delito suicidándose, los elementos se alborotan, la tierra tiembla, los sepulcros se abren; y después de todo, la dureza de los judíos permanece inmóvil, en medio del universal trastorno.

Beda. Por ello se da a conocer la fe de la Iglesia por medio del centurión, que publica que Jesús es el Hijo de Dios, cuando la sinagoga lo calla. Se cumple la queja del Salvador respecto de su Padre, cuando le dice: (Ps 87,19) "Has apartado de mí al amigo y al prójimo, mis conocidos han sido para mí miseria". Por ello sigue: "Y todos los conocidos de Jesús estaban mirando de lejos".

Teofilacto. Pero el linaje femenino, maldecido en otro tiempo, está de pie y ve todas estas cosas. Prosigue: "Y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, veían esto". Por ello fueron las primeras que recibieron la gracia de la justificación o de la bendición que brotó de la pasión y de la resurrección.

LUCAS 23,50-56


11350 (Lc 23,50-56)

Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador, varón bueno y justo, que no había consentido en el consejo, ni en los hechos de los otros, de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual esperaba también el reino de Dios. Este llegó a Pilatos, y le pidió el cuerpo de Jesús: y habiéndole quitado, le envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro labrado en una peña, en el cual hasta entonces nadie había sido puesto. Y era el día de Parasceve, y ya rayaba el sábado. Y viniendo también las mujeres, que habían seguido a Jesús desde Galilea, vieron el sepulcro y cómo fue depositado su cuerpo. Y volviéndose, prepararon aromas y ungüentos: y reposaron el sábado conforme al mandamiento. (vv. 50-56)

Expositor Griego. José había sido discípulo del Salvador, aunque oculto. Pero últimamente, rompiendo el lazo del temor y volviéndose más atrevido, bajó el cuerpo del Salvador, que pendía de la cruz de una manera ignominiosa, obteniendo así aquella preciosa joya, con la humildad de sus ruegos. Por esto dice: "Y he aquí que un hombre llamado José, el cual era senador".

Beda. Se llamaba senador o decurión1, porque pertenecía a la curia2, llenando los deberes de curial, cuyo nombre proviene de cuidar de los bienes generales. José era muy solícito en atender a los hombres, pero obtuvo un gran mérito respecto de Dios. Prosigue: "Varón bueno y justo, de Arimatea, ciudad de la Judea", etc. Arimatea era la misma Ramata, ciudad de Helcana y de Samuel (Sam 1)

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 22. San Juan dice que era discípulo del Señor; por esto añade: "el cual esperaba también el reino del Señor". Llama la atención que aquél que era un discípulo oculto, se atreviese a pedir el cuerpo del Salvador, o que no se había atrevido ninguno de los que le habían seguido en público. Prosigue: "Este llegó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús". Debe creerse que lo hizo así, confiado en su autoridad, en virtud de la cual podía presentarse a Pilato con toda confianza. Cuando cumplía con aquel triste cargo, no se cuidó de los judíos, según parece, aunque acostumbraba oir al Salvador, evitando sus enemistades.

Beda. Por lo tanto, por la justicia de sus méritos pudo conseguir el sepultar al Señor, como pudo pedirlo por la nobleza de su poder. Por esto sigue: "Y habiéndole quitado, lo envolvió en una sábana". Se condena la vanidad de los ricos en la sencillez de la sepultura del Señor, los que, ni aun en las tumbas quieren carecer de sus riquezas.

San Atanasio in vita S. Antonii sub finem. Obran muy mal aquellos que ocultan los cuerpos de los muertos -aun cuando sean santos- y no los entierran. ¿Qué cuerpo hay más santo que el cuerpo del Señor? El cual continuó en el sepulcro hasta el tercer día en que resucitó. Por ello sigue: "Lo puso en un monumento labrado".

Beda. Esto significa, de una sola piedra, porque si lo hubiere hecho de muchas, se hubiera podido decir, después de la resurrección, que había sido robado minando el sepulcro. Y sigue: "En el cual nadie hasta entonces había sido puesto". Para evitar que después de la resurrección, quedando otros cuerpos allí, se dudase si habría sido el del Salvador el que había resucitado. Como el hombre había sido creado en el sexto día el Señor quiso ser crucificado también en el sexto día, terminando así la gran obra de nuestra regeneración. Por lo que sigue: "Y era el día de Parasceve", que quiere decir preparación. Con este nombre se designa el sexto día, porque en él preparaban lo necesario para el sábado. Y como el séptimo día Dios descansó de todas sus obras, así Jesús descansó el sábado en el sepulcro. Por lo que sigue: "Y ya rayaba el sábado". Antes hemos leído que estaban todos los conocidos de Jesús a lo lejos, como también las mujeres que le habían seguido. Después de haber sepultado el cadáver, habiendo regresado a sus casas los conocidos, sólo las mujeres que más le amaban le seguían llorando y deseando ver el lugar donde lo ponían. Prosigue: "Y viniendo también las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea, vieron el sepulcro, y cómo fue depositado su cuerpo", sin duda con el fin de poderle ofrecer los respetos de su devoción.

Teofilacto. A pesar de que las mujeres aún no tenían la fe suficiente y sólo consideraban al Salvador como un puro hombre, le preparaban los aromas y los ungüentos según se acostumbraba hacer tales honores a los difuntos entre los judíos. Por ello sigue: "Y volviéndose, prepararon ungüentos y aromas", etc.

Beda. Después de sepultado el Señor, en cuanto se pudo trabajar -esto es en cuanto se puso el sol- se ocuparon en preparar los aromas y ungüentos. Estaba mandado que durante el sábado se guardase un profundo silencio -el descanso de vísperas a vísperas-. Prosigue: "Y reposaron el sábado conforme al mandamiento".

San Ambrosio. En sentido espiritual puede decirse que el hombre justo sepulta el cuerpo de Jesucristo. Tal fue la sepultura del Salvador que no llevó consigo ninguna clase de fraude ni engaño. Con razón dice San Mateo que este hombre era rico: siendo rico; no podía conocer la pobreza de la fe, y siendo justo, cubre con una sábana el cuerpo de Cristo. Cubre tú también el cuerpo de Cristo con su propia gloria para que seas justo, y si lo crees muerto, cúbrelo con la plenitud de su divinidad. La Iglesia también se viste con la gracia de la inocencia.

Beda. También envuelve a Jesús en una sábana limpia quien le recibe con corazón puro.

San Ambrosio. No en vano dice un evangelista que el sepulcro era nuevo, y otro, que el sepulcro era de José, porque se prepara un sepulcro a los que viven bajo la ley de la muerte, pero el que es vencedor de la muerte, no tiene sepulcro propio. ¿Qué relación puede haber entre Dios y el sepulcro? El fue encerrado solo en un sepulcro, porque la muerte de Cristo, aun cuando le era común con los hombres en cuanto a la naturaleza humana, era especial en cuanto a la divina. El cuerpo de Jesús fue depositado muy oportunamente en el sepulcro de un justo, porque así descansa en la habitación de la justicia. El justo había abierto este sepulcro en la piedra de la dureza gentilicia, para que en él descansara el Divino Verbo, así pudo pasar la gracia de Cristo a todas las naciones, después que la piedra fue apartada divinamente. El que encierre en su corazón a Cristo con las debidas disposiciones, guárdelo con atención, no sea que lo pierda, y la perfidia tenga entrada en él .

Beda. En cuanto a que el Señor fue crucificado en el sexto día, y que descansó en el sepulcro el séptimo, se da a conocer que nosotros padeceremos en la sexta edad del mundo y necesariamente seremos como crucificados al mundo, y que en la séptima (esto es después de la muerte), los cuerpos descansarán en el sepulcro y las almas con Dios. Pero hasta ahora, las santas mujeres (esto es, las almas humildes enfervorizadas por el amor) quieren venerar la pasión del Señor; y por si pueden imitarle, se proponen completarla en la forma que deben, y según el orden establecido. Por esto, una vez sabida, oída o recordada, se vuelven a preparar sus obras de virtud -en las que Cristo se complace- para que una vez terminada la Parasceve de la presente vida, puedan salir al encuentro de Cristo, con los aromas de sus buenas acciones.

LUCAS 24,1-12


11401 (Lc 24,1)

Y el primer día de la semana fueron muy de mañana al sepulcro, llevando los aromas que habían preparado. Y hallaron revuelta la losa del sepulcro. Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y aconteció, que estando consternadas por esto, he aquí dos varones que se pararon junto a ellas con vestiduras resplandecientes. Y como estuviesen medrosas y bajasen el rostro a la tierra, las dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí: mas ha resucitado; acordaos de lo que os habló, estando aún en Galilea, diciendo: es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día". Entonces se acordaron de las palabras de El. Y salieron del sepulcro, y fueron a contar todo esto a los once y a todos los demás. Y las que refirieron a los Apóstoles estas cosas, eran María Magdalena y Juana, y María, madre de Santiago, y las demás que estaban con ellas. Mas ellos tuvieron por un delirio estas palabras, y no las creyeron. Mas levantándose Pedro, corrió hacia el sepulcro, y bajándose, vio sólo los lienzos que estaban allí echados, y se fue admirando dentro de sí lo que había sucedido. (vv. 1-12)

Beda. Aquellas piadosas mujeres, no sólo en el día de la parasceve, sino una vez concluido el sábado (esto es, cuando se puso el sol) cuando hubo permiso para trabajar, compraron aromas para ungir el cuerpo de Jesús. Así lo dice San Marcos: pero como en seguida se vino la noche, no pudieron ir al sepulcro, por ello dice el evangelista: "Y el primer día de la semana fueron muy de mañana al sepulcro", etc. El primer día del sábado -o sea el primer día que se encuentra después del sábado- es el que le sigue inmediatamente, al que quienes somos cristianos llamamos día de domingo por la resurrección del Señor. Si vinieron muy de mañana las mujeres al sepulcro, fue porque habían de enseñar a buscarlo y encontrarlo con el fervor de la caridad.

San Ambrosio. De aquí nace una duda para muchos. San Lucas dice que vinieron muy de mañana, y San Mateo que vinieron las mujeres al sepulcro en la tarde del día sábado. Se puede pensar que los evangelistas, al hablar de distintos tiempos, se referían a distintas mujeres y a distintas visiones. Pero cuando se ve escrito(Mt 28,1) que "en la tarde del sábado, al amanecer el primer día de la semana" el Señor resucitó, debe entenderse así: que ni era la mañana del domingo -que es la primera después del sábado-, ni se puede admitir que la resurrección se verificó en el sábado, porque ¿cómo se completarían los tres días? Por lo tanto, no resucitó después de tres días, sino al terminar la noche1. Finalmente el texto griego explica la palabra tarde: la tarde, dice, es la hora en que concluye el día y toda cosa que se hace tarde, como cuando se dice: tarde se me ha ayudado. Por tarde también se entiende lo más profundo de la noche, por esto las mujeres tenían la posibilidad de acceder al sepulcro por el sueño de los guardias. Y para que se vea que era muy de noche, otras mujeres no lo supieron: lo saben las que velan de día y de noche, pero no lo saben las que se retiraron. San Juan dice que una María Magdalena no lo supo; y dado que esta lo sabía no pudo ignorarlo después, por lo tanto, si hubieron varias Marías, quizás hubieron varias Magdalenas, puesto que el segundo nombre sólo se toma del lugar.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 24. San Mateo quiso dar a entender que ya era de noche cuando habla de la primera parte de la noche, a lo que se llama tarde. Al final de esta noche es cuando vinieron al sepulcro, pues ya habían preparado los aromas y les era lícito llevarlos porque ya había pasado el sábado.

San Eusebio . El cuerpo del Divino Verbo descansaba muerto, una gran piedra cerraba el sepulcro, como si la muerte le tuviese cautivo. Pero apenas había llegado el tercer día -cuando ya pudo haber convicción de que había muerto realmente- se devolvió la vida. Por esto sigue: "Y encontraron revuelta la losa", etc.

Teofilacto. Un ángel la había movido, como atestigua San Mateo.

Orígenes. La piedra fue quitada después de la resurrección para que las mujeres creyesen que el Señor había resucitado, cuando viesen que el sepulcro estaba vacío. Por ello sigue: "Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús".

San Cirilo.No habiendo encontrado el cuerpo de Jesús porque había resucitado, eran agitadas por diversas ideas. Como amaban tanto al Señor, y como se hallaban tan apenadas por su desaparición, merecieron la presencia de un ángel. Prosigue: "Y aconteció, que estando consternadas por esto, he aquí dos varones que se pararon junto a ellas, con vestiduras resplandecientes".

San Eusebio . Los indicios de gozo y de alegría se ven brillar por medio de las refulgentes vestiduras de quien anuncia la imponente resurrección del Señor. Moisés vio un ángel en la llama de fuego, cuando preparaba las plagas de Egipto, pero las mujeres que fueron al sepulcro no los vieron así, sino humildes y contentos, como deben verse en el reino y en la gloria de Dios. Y así como en la pasión se eclipsó el sol, produciendo tristeza y temor a los que habían crucificado al Hijo de Dios, así ahora los ángeles que anuncian su vida y su resurrección, manifestaban su regocijo con sus vestidos, propios de la alegría que anunciaban.

San Ambrosio. Pero ¿cómo es que San Marcos habla de un joven sentado, cubierto de vestidos blancos, y San Mateo también habla solamente de uno solo, mientras que San Juan y San Lucas hacen mención de que se vieron dos ángeles vestidos de blanco?

San Agustín De conc. evang. ut supra. Puesto que San Marcos y San Mateo hablan de que las mujeres vieron un solo ángel, podemos entender que sucedió así cuando entraron en el lugar de la sepultura, es decir, en algún sitio rodeado de un muro que se encontraba delante del sepulcro de piedra. Allí vieron al ángel sentado al lado derecho, como dice San Marcos, y luego dentro del mismo sepulcro, cuando inspeccionaban el lugar en que había estado el cuerpo del Señor, vieron a otros dos ángeles en pie, como dice San Lucas, quienes les hablaron para animarlas y robustecer su fe. Por lo que sigue: "Y como estuviesen medrosas", etc.

Beda. No se dice que cayeran estas santas mujeres postradas en tierra cuando vieron a los ángeles, sino que inclinaron la cabeza. Tampoco leemos que alguno de los santos que vieron al Señor o a los ángeles después de la resurrección los adorasen postrados en tierra. Por esto sucede que el sacerdote católico, cuando hace mención de la resurrección gloriosa del Señor o cuando conmemora en los domingos la esperanza como en todo el tiempo de quincuagésima, no oremos arrodillados, sino con la cabeza inclinada hacia el suelo. No debía buscarse en el sepulcro -que es lugar donde habitan los muertos- Aquel que había resucitado a la vida. Por esto añade: "Les dijeron", esto es, los ángeles a las mujeres: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? no está aquí: mas ha resucitado". Como había dicho a las mujeres, y antes a sus discípulos varones, celebró el triunfo de su resurrección al tercer día. Por lo que sigue: "Acordaos de lo que os habló: es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, que sea crucificado y resucite al tercer día", etc. Por lo tanto, entregó su espíritu en la hora nona de la Parasceve, fue sepultado en la tarde del mismo día y resucitó al amanecer del primer día después del sábado.

San Atanasio, lib. De Incanat. Filii Dei. Podía haber resucitado su cuerpo inmediatamente, pero hubiese quedado la duda de si había muerto en realidad, o si la muerte no se habría apoderado de El en absoluto. Y si la resurrección se hubiera dilatado, hubiese quedado oculto el honor de la incorruptibilidad de su cuerpo. Quiso pasar un día en el sepulcro para probar que su cuerpo había muerto verdaderamente y al tercero probó la incorruptibilidad de su cuerpo.

Beda. Estuvo un día y dos noches en el sepulcro porque unió el brillo de su muerte sencilla a las tinieblas de nuestra muerte duplicada.

San Cirilo.Una vez instruidas las mujeres por lo que les habían dicho los ángeles, volvieron a toda prisa a referirlo a los discípulos. Por esto sigue: "Entonces se acordaron de las palabras de El y salieron del sepulcro y fueron a contar todo esto a los once, y a todos los demás". Como la mujer había sido en otro tiempo la causa de la muerte de la humanidad, ahora es la primera elegida para anunciar a todos el gran misterio de la resurrección. Se prefirió el sexo femenino para anunciar el perdón del pecado y la desaparición de la iniquidad.

San Ambrosio. No se permite a las mujeres que enseñen en la Iglesia, pero sí que exhorten a sus maridos en la casa. La mujer es la enviada a los que le son de su casa. Manifiesta quiénes son estas mujeres, diciendo: "Eran estas María Magdalena".

Beda. la hermana de Lázaro, "y Juana" (la mujer de Chus, procurador de Herodes) "y María, madre de Santiago" (esto es, la madre de Santiago el menor y de José) De las demás se habla en general, diciendo: "Y las demás que estaban con ellas", referían a los apóstoles todo esto. Para que la mujer no continuase sufriendo el castigo de su culpa sometida al dominio del hombre, la que le había trasmitido la desgracia, le trasmitió también la gracia.

Teofilacto. Para los mortales el milagro de la resurrección es increíble por naturaleza. Por ello sigue: "Y ellos tuvieron por un desvarío estas palabras y no les creyeron". Esto ocurrió no tanto por su ignorancia como para nuestra no-ignorancia -si así puede decirse-. La resurrección se dio a conocer a aquéllos, por medio de pruebas incontestables, porque dudaban de ella. Pero cuando nosotros leemos todo esto, lo creemos con más firmeza, basados en la duda de aquéllos.

Teófil. Pedro en cuanto oyó esto, dejando la pereza, va al sepulcro como el fuego que apoderado de la materia no se detiene. Por esto sigue: "Mas levantándose Pedro, corrió al sepulcro".

San Eusebio . Unicamente él creyó a las mujeres que decían haber visto a los ángeles y como amaba más que los otros, se encontraba más deseoso de verle, creyendo que le veía por todas partes. Prosigue: "Y bajándose, vio sólo los lienzos que estaban allí dejados".

Teófil. Habiendo ido al sepulcro, consiguió primeramente admirar aquello de lo que él mismo y los otros se habían reído. Prosigue: "Y se fue, admirando entre sí lo que había sucedido", esto es, admirándose dentro de sí de lo ocurrido: cómo habían quedado únicamente las sábanas, cuando el cuerpo había sido ungido con mirra, y cuánta astucia habría tenido quien le hubiere robado, dejando allí las sábanas con que estaba envuelto y llevándose el cuerpo, a pesar de estar rodeado de soldados.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 15. Se cree que San Lucas puso esto seleccionando acerca de San Pedro. Este corrió al sepulcro a la vez que Juan, en cuanto las mujeres les anunciaron -especialmente María Magdalena- que el cuerpo del Señor había sido quitado; después se trató de la presencia de los ángeles. San Lucas sólo hace mención de San Pedro, porque él fue el primero a quien María habló. Además debe advertirse que San Pedro no entró sino que únicamente se asomó, y en cuanto vio las sábanas, se marchó admirado. Pero San Juan dice que vio las sábanas en el sepulcro y que él entró después que San Pedro. Debe comprenderse que primero San Pedro vio inclinándose -San Lucas dice lo que San Juan calla- y que después entró, antes que San Juan.

Beda. En sentido místico puede decirse que las mujeres vinieron muy temprano al sepulcro, dándonos un ejemplo, para que vengamos a recibir el cuerpo del Señor tan pronto como desaparezcan las tinieblas de los pecados. Porque aquel sepulcro es figura del altar del Señor, en que los misterios del Cuerpo de Cristo deben consagrarse no en seda ni en paño teñido, sino en hilo puro, imagen de la sábana con la que José lo envolvió; porque el lienzo puro debe consagrarse. Y así como El ofreció a la muerte todo lo que tenía de humano, por testimonio de gratitud debemos ofrecerle sobre su altar, lo más puro de cuanto produce la tierra, lo más inocente y mortificado por medio de la penitencia, así ofreceremos el lino sobre el altar. Los aromas que llevaron las mujeres significan el olor que deben producir nuestras virtudes y la suavidad de nuestra oración, con las que debemos aproximarnos al altar. La separación de la losa representa la resiembra de los misterios que estaban encubiertos con el velo de la letra de la Ley, escrita en piedra. Pero una vez quitada la piedra que cubría el cuerpo del Señor no se le encuentra muerto sino que se le anuncia vivo, porque aun cuando hemos visto vivir a Jesús en carne mortal, ahora ya no lo vemos. "Si conocimos a Cristo según la carne, mas ahora ya no le conocemos" (2Co 5,16) Como vemos que los ángeles se encuentran rodeando el cuerpo del Señor en el sepulcro, así debemos creer que también se encuentran tributándole homenaje en la consagración. Por lo tanto nosotros, a imitación de las santas mujeres, cuantas veces nos acerquemos a los Sagrados Misterios, debemos inclinar nuestra frente al suelo por respeto a los ángeles y reverencia a la Santa Ofrenda, recordando que somos tierra y ceniza.


Catena aurea ES 11338