Catena aurea ES 11445

LUCAS 24,45-49


11445 (Lc 24,45-49)

Entonces les abrió el sentido para que entendiesen las Escrituras, y les dijo: "Así está escrito, y así era menester que el Cristo padeciese y resucitase al tercer día de entre los muertos, y que se predicase en su nombre penitencia y remisión de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas, y yo envío al Prometido de mi Padre sobre vosotros; mas vosotros permaneced aquí en la ciudad, hasta que seáis vestidos de la virtud de lo alto". (vv. 45-49)

Beda. Después que el Señor se dejó ver y tocar, les recordó lo que decían las Escrituras, y a continuación les abrió el entendimiento para que entendiesen lo que leían. Por esto sigue: "Entonces les abrió el sentido para que entendiesen las Escrituras".

Teofilacto. De otro modo ¿cómo hubiesen podido sus almas turbadas y vacilantes estudiar los misterios de Jesucristo? Pero les enseñó también con palabras; prosigue, pues: "Y les dijo: así está escrito, y así era menester que el Cristo padeciese", esto es, por medio de la cruz.

Beda. Jesucristo hubiese perdido el fruto de su pasión si su resurrección no hubiese sido verdadera. Por ello dice: "Y resucitase de entre los muertos", etc. Después de probar la realidad de su cuerpo, recomienda la unidad de su Iglesia, añadiendo: "Y que se predicase en su nombre penitencia y remisión de los pecados a todas las naciones".

San Eusebio . Se había dicho: "Pídeme y te daré todas las gentes en herencia" (Ps 2,8) Convenía, por lo tanto, que los convertidos de entre los gentiles fuesen purificados por medio de la virtud divina de todo contagio y mancha, por haber estado contaminados con la malicia de la idolatría del demonio, y como recién convertidos de aquella vida detestable e inmoral. Por lo tanto, dice que primero se debe predicar penitencia, y después conceder el perdón de los pecados a todas las gentes. Concedió, pues, el perdón de sus pecados por medio de su gracia, a todos los que hicieron antes penitencia de sus pecados, y por quienes había sufrido la muerte de la cruz.

Teófil. Cuando dice penitencia y remisión de pecados hace mención también del bautismo, en el que, por la deposición de las culpas pasadas, sigue el perdón de los pecados. Pero ¿cuál es la razón por la que se entenderá que el bautismo se confiere sólo en el nombre de Cristo, cuando en otro lugar dice que debe bautizarse en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo? En primer lugar decimos que no se entiende que el bautismo se administre sólo en el nombre de Cristo, sino que alguien sea bautizado con el bautismo de Cristo, es decir, espiritualmente. No según los judíos, ni como San Juan, que bautizaba invitando sólo a penitencia, sino para participar del Espíritu divino como cuando Jesucristo se bautizó en el Jordán, cuando apareció el Espíritu Santo en forma de paloma. Por lo tanto, entiéndase esto del bautismo administrado en nombre de Cristo (esto es, por la muerte de Jesucristo) Así como el Señor resucitó al tercer día después de muerto, así nosotros somos tres veces sumergidos en las aguas y somos sacados de ellas, recibiendo como prenda de incorruptibilidad la gracia del Espíritu Santo. También esto contiene en sí el nombre de Cristo: el Padre como el que unge, el Espíritu Santo como unción y el Hijo como ungido (esto es, según la naturaleza humana) No era conveniente que siguiese dividido el género humano en judíos y gentiles, por lo tanto, para unirlos a todos en un solo pueblo, mandó que se empezase a predicar desde Jerusalén para culminar en los gentiles. Por ello sigue: "Comenzando desde Jerusalén".

Beda. No sólo porque a los de Jerusalén venía confiada la revelación divina y tenían la gloria de haber sido adoptados como hijos, sino porque como se habían contaminado con algunos de los errores de los gentiles, debían ser los primeros llamados a tener la esperanza de alcanzar la piedad divina, en virtud de la que podían obtener el perdón aun aquéllos mismos que habían crucificado al Hijo de Dios.

Crisóstomo homil. in acta. Además, para que no dijesen algunos, que abandonando a los suyos había ido a manifestarse -y aún con cierta ostentación, a alardearse- a los extraños, ordenó que se diesen a conocer las pruebas de su resurrección primeramente a los mismos que habían matado a Jesús en la ciudad en la que se cometió el temerario atentado; porque si los que habían crucificado al Señor mostraban que creían, se tendría una gran prueba de la resurrección.

San Eusebio. Pero si todo lo que Jesús había predicho ya debía producir efecto, y ya su palabra, viva y eficaz, empezaba a verse por todo el mundo por medio de la fe, era llegado el momento en que no hubiese incrédulos respecto de Aquel que había producido esta fe. Conviene, pues, que lleve una vida muy santa aquél cuyas obras vivas deben estar conformes con sus palabras. Todo esto se cumplió por el ministerio de los apóstoles. Por esto añade: "Y vosotros, testigos sois de estas cosas", etc.. Esto es, de la muerte y de la resurrección del Señor.

Teófil. Por lo tanto, para que no se turbasen pensando: ¿de qué modo nosotros, hombres ignorantes, daremos testimonio de esto a los gentiles y a los judíos que te han crucificado?, añade: "Y yo envío al Prometido de mi Padre", etc. Esto lo había prometido por medio de Joel, diciendo: "Derramaré mi Espíritu sobre toda carne", etc (Jl 2,28)

Crisóstomo hom. 1 in act. Así como cuando un ejército se dispone a atacar al enemigo, el general no permite salir a nadie hasta que todos estén armados, así Jesús no permite que sus Apóstoles salgan a pelear, hasta que sean armados con la venida del Espíritu Santo. Por esto añade: "Mas vosotros permaneced aquí, en la ciudad, hasta que seáis vestidos de la virtud de lo alto".

Teofilacto. Esto es, de un poder no humano, sino divino. No dijo recibáis, sino seáis revestidos, indicando así toda la protección de la gracia divina.

Beda. Acerca de este poder, es decir, del Espíritu Santo, el ángel dijo también a María: "Y la virtud del Altísimo te cubrirá" (Lc 1,35) Y el mismo Señor en otro lugar: "Porque he conocido que ha salido de un poder de mí " (Lc 8,46)

Teofilacto. ¿Por qué no vino el Espíritu Santo cuando Jesús estaba presente, o apenas se marchó? Convenía que lo deseasen, y que recibiesen la gracia para ello. Nos aproximamos a Dios tanto más, cuanto la necesidad más lo exige. Convenía también que nuestra naturaleza se presentase en el cielo y que se realizasen las alianzas, y que después viniera el Espíritu Santo y se celebrasen los eternos gozos. Obsérvese también, con qué fuerza les impuso la necesidad de permanecer en Jerusalén, pues les había ofrecido que allí les concedería el Espíritu Santo. Y para que no volviesen a separarse después de su ascensión, los detuvo con esta expectación, como ligados allí con un vínculo especial. Dice pues: "Hasta que seáis vestidos de la virtud de lo alto". Y no les dijo cuándo, para que estuviesen siempre velando. ¿Por qué te admiras si no nos dice cuál será este día próximo, cuando no quiso que se supiese?

San Gregorio Reg. pastor part. 3, cap. 26. Amonéstese a aquellos a quienes su precipitación les empuja a predicar, cuando sus malas dotes o sus muchos años los excusan de esta obligación. No sea que, mientras ponen sobre sí esta carga, dejen de lograr la enmienda de las costumbres. La Verdad divina, después de haber instruido suficientemente a sus discípulos acerca del valor de la predicación, les mandó que permaneciesen en la ciudad hasta el momento en que fuesen investidos del poder divino. Al preparar de este modo a los que quería que predicasen, ha dado ejemplo a los demás para evitar que predicasen sin preparación. Permanecemos en la ciudad, cuando nos recogemos interiormente para no disiparnos hablando exteriormente, pero cuando somos investidos del poder divino, debemos como salir de nosotros mismos, instruyendo a los demás.

San Ambrosio. Consideremos cómo, según San Juan, recibieron el Espíritu Santo. Aquí, sin embargo, se les manda que permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto. Pero ya sea que insufló el Espíritu Santo a aquellos once -como a los más perfectos- y los envía a repartirlo después al resto, o ya sea que allí insufló sobre los mismos lo que aquí prometió, no parece que haya en esto contradicción, habiendo reparticiones de gracias. Luego, allí insufló un tipo de gracia, aquí ofrece otra, pues allí se dio la gracia de perdonar los pecados, lo cual parece más augusto y, por esto, es dado por Cristo para que creas que es el Espíritu de Cristo y que el Espíritu procede de Dios, puesto que sólo Dios perdona los pecados. San Lucas, en cambio, describe el modo como se les infundió el don de lenguas.

Crióstomo. Dijo el Salvador a sus discípulos: "Recibid el Espíritu Santo"(Jn 20,22); para hacerlos así idóneos, como era necesario, les indicó al presente lo que después se proponía concederles.

San Agustín De Trinit. 15,26. El Señor concedió su Espíritu Santo dos veces después de su resurrección. Una vez, estando aún sobre la tierra, en señal de su amor al prójimo; y otra desde el cielo, como testimonio de amor divino.

LUCAS 24,50-53


11450 (Lc 24,50)

Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos les bendijo; y aconteció, que mientras los bendecía, se apartó de ellos, y era llevado al cielo. Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron a Jerusalén con grande gozo. Y estaban siempre en el templo, loando y bendiciendo a Dios. Amén. (vv. 50-53)

Beda. Omitiendo todo lo que el Señor había hecho con sus discípulos en el espacio de cuarenta días, el evangelista pasa del primer día de su resurrección al último día en que subió a los cielos, diciendo: "Los sacó fuera, hasta Betania". Ante todo, por lo que dice el nombre de la ciudad -que quiere decir casa de obediencia- entendemos que el que había bajado del cielo por la desobediencia de los malos, subió por la obediencia de los convertidos. Además, por el lugar que ocupaba la ciudad (que según se dice estaba a la falda del monte de los Olivos), porque la casa de la Iglesia obediente debía estar a la falda del monte mismo (esto es, de Cristo), en donde ha colocado los fundamentos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Bendijo a quienes había mandado enseñar. Por ello sigue: "Y alzando las manos los bendijo".

Teófil. Les infundió la fuerza que conserva hasta la venida del Espíritu Santo. Nos enseñó que cuantas veces nos separamos, encomendemos a nuestros súbditos a Dios por medio de las bendiciones.

Orígenes. El acto de levantar las manos y bendecirlos, significa que el que bendice debe estar adornado de buenas y heroicas obras, para bien de los demás; por esto levantó las manos al cielo.

Crisóstomo. Obsérvese que el Señor nos hace ver sus promesas. Había ofrecido que resucitarían los cuerpos; resucitó El de entre los muertos, y confirmó a sus discípulos en esta fe por espacio de cuarenta días. Ofreció también que seremos arrebatados al cielo, y probó esto también por medio de las obras. Prosigue: "Y aconteció, que mientras los bendecía", etc.

Teófil. Elías también parecía ser llevado al cielo, pero el Salvador mismo ascendió al cielo como precursor de todos para presentarse en su cuerpo sacratísimo como primicia ante el Padre. En este concepto, ya fue honrada nuestra naturaleza con todas las virtudes de los ángeles.

Crisóstomo. Pero dirás: ¿a mí en qué me interesa? Pues tú serás igualmente llevado a los cielos, porque tu cuerpo es de la misma naturaleza que el cuerpo de Jesucristo. Tu cuerpo, pues, será tan ágil, que podrá atravesar los espacios; porque así como la cabeza, es el cuerpo; como el principio, así el fin. Véase cómo fuimos honrados por este principio. El hombre era la clase más ínfima de las creaturas racionales, pero los pies se hicieron semejantes a la cabeza, fueron encumbrados en una torre real por virtud de Jesucristo, su cabeza.

Beda. Habiendo subido el Señor a los cielos y habiendo adorado sus discípulos el último lugar que pisaron sus pies, volvieron apresuradamente a Jerusalén, en donde se les había mandado esperar la promesa del Padre. Prosigue: "Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron", etc. Estaban embargados de una grande alegría, porque después del triunfo de la resurrección, habían visto a su Dios y Señor penetrar en los cielos.

Expositor Griego. Y velaban, ayunaban y oraban, porque no descansando en sus propias casas, sino esperando constantemente la gracia de lo alto, estaban siempre en el templo, aprendiendo en él, entre otras virtudes, la piedad y la honestidad. Prosigue: "Y estaban siempre en el templo".

Teofilacto. Todavía no había venido el Espíritu Santo y ya hablaban espiritualmente. Al principio estaban encerrados, pero ahora ya no tenían inconveniente en presentarse delante de los príncipes de los sacerdotes, sin preocuparse de las cosas del mundo, antes bien, alababan todos a Dios, desestimando todo esto. Prosigue: "Loando y bendiciendo a Dios. Amén".

Beda. Obsérvese que San Lucas se distingue por el toro, entre los cuatro animales del cielo, porque el toro se ofrecía como víctima por los sacerdotes, y en atención a que se ocupó del sacerdocio más que los otros evangelistas. Además empezó su Evangelio por el ministerio sacerdotal de Zacarías en el templo, y lo concluyó con la reunión de los apóstoles en el templo, no ofreciendo sacrificios cruentos, sino como ministros del nuevo sacerdocio, alabando y bendiciendo a Dios, para prepararse así a recibir dignamente la venida del Espíritu Santo.

Teófil. Prosigamos imitándolos siempre en una vida santa, alabando y bendiciendo a Dios, de quien es la gloria, la dicha y el poder por los siglos. Amén.

CATENA AUREA Exposición sobre el Evangelio según San Juan

:Prefacio

Glosa. El profeta Isaías, inspirado por la sublimidad de la visión divina, dijo: He visto al Señor sentado sobre un solio elevado y excelso; y la casa estaba llena de su majestad, y lo que estaba debajo de él llenaba el templo.

San Jerónimo. Conocemos con más claridad en el Evangelio de San Juan, quién es éste que ve y dice: "Esto dice Isaías, cuando vio la gloria de Dios, y habló de El": no hay duda alguna de que se refiere a Jesucristo.

Glosa. De estas palabras se deduce la materia de este Evangelio, que escribió San Juan. Y como los Evangelistas San Mateo y San Lucas refirieron la Natividad del Salvador según la carne, San Juan pasó esto en silencio, y empezó su narración por su divinidad; cuya parte sin duda alguna le había sido reservada como mejor por el Espíritu Santo.

Alcuino. Como el Evangelio sobrepase a todas las páginas de la Sagrada Escritura (porque dice que se ha cumplido cuanto habían anunciado la Ley y los Profetas), San Juan se distingue entre los mismos escritores de los Evangelios por la profundidad con que trata los divinos misterios, el cual, por espacio de 65 años después de la Ascensión del Señor, predicó la palabra de Dios sin escribir nada hasta los últimos tiempos de Dominiciano; pero después que éste murió, habiendo vuelto a Efeso (por habérselo permitido Nerva), a petición de los obispos de Asia, escribió acerca de la divinidad coeterna de Jesucristo con el Padre, en contra de los herejes que decían que Jesucristo no había existido antes que María. Por lo que con razón es comparado en la representación de los cuatro seres a un águila volando, que sube más alto que todas las demás aves, y mira frente a frente al sol sin que se deslumbren sus ojos.

San Agustín. Traspasa todas las esferas del aire, todas las alturas de las estrellas y todos los coros y las legiones de los ángeles. Y si no traspasase todo lo que ha sido creado, no hubiese podido llegar hasta Aquél por quien todas las cosas han sido hechas.


San Agustín. De esto se desprende (si fijamos en ello la atención) que los tres Evangelistas refirieron los hechos temporales y las palabras del Señor, que pueden contribuir en gran manera a reformar nuestras costumbres en esta vida, tratando apenas más que de la virtud activa, en tanto que San Juan se ocupa mucho menos de los hechos del Salvador, y escribe con cuidado y escrupulosidad lo que dijo (especialmente lo que se refiere a la unidad de la Trinidad y a la felicidad de la vida eterna), y fijando su atención y su predicación en recomendar la virtud contemplativa. De aquí que los tres seres que representan a los otros tres Evangelistas (o sea el león, el hombre y el toro), andan por la tierra, porque estos tres Evangelistas se ocupan especialmente de lo que hizo Jesucristo en carne mortal, y de los preceptos que dio para norma de la vida moral en cuanto al cuerpo. Pero San Juan se remonta sobre las nubes de la humana debilidad, como se remonta el águila por los aires, y ve la luz de la verdad inmutable con los ojos firmísimos y penetrantes de su alma, y especialmente la divinidad de Jesucristo, por la que es igual al Padre, cuidando de recomendarla en su Evangelio cuanto creyó que necesitaban los hombres.

Glosa. Puede, pues, el Evangelista San Juan decir con Isaías: "He visto al Señor sentado sobre un solio elevado y excelso", en cuanto pudo ver en su elevación a Jesucristo en la majestad de la divinidad, cuya naturaleza es en verdad excelsa y elevada sobre todas las cosas; "Y estaba llena la casa de majestad", porque refiere el Evangelista que todas las cosas han sido creadas por El, y que todos los que vienen a este mundo son iluminados por su luz. Dice también que todo lo que estaba debajo de El llenaba el templo, porque "El Verbo se hizo carne, y hemos visto su gloria; gloria, como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14), y "hemos recibido todos de su plenitud" (Jn 1,16) Así, pues, estas palabras contienen la materia de este Evangelio, en el que manifiesta San Juan que el Señor está sentado sobre un trono excelso, demostrando la divinidad de Jesucristo, y da a conocer que la tierra está llena de su majestad, cuando dice que todas las cosas han sido hechas por El y llenas de sus divinas perfecciones, enseñando que lo que hay de inferior en El (esto es, los misterios de su humanidad) llena el templo (esto es, la Iglesia), cuando promete a los fieles la gracia y la gloria en los sacramentos de la humanidad de Jesucristo.

San Crisóstomo. Cuando un hombre tan ignorante dice tales cosas, que ninguno de los que han vivido sobre la tierra conoció jamás, es preciso atribuirlo a un gran milagro, y sobre todo si se admite como prueba de que fue Dios quien le inspiró el que todos los hombres hayan comprendido en todo tiempo lo que él dijo, y se hayan persuadido de su verdad. ¿Quién, pues, no se admirará de la virtud que habita en él?

Orígenes.Juan quiere decir gracia de Dios, o en quien está la gracia o a quien se ha concedido. ¿A quién de los teólogos se ha concedido en algún tiempo penetrar los misterios escondidos del sumo bien, y hacer que los comprenda así la humana inteligencia?




JUAN 1,1

12101 (Jn 1,1)

En el principio era el Verbo. Y el Verbo era con Dios. Y el Verbo era Dios. (v. 1)

San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3. Mientras los demás evangelistas empiezan por la Encarnación, San Juan, yendo más allá de la concepción, del nacimiento, de la educación y del desarrollo de Jesús, nos habla de su eterna generación, diciendo: "En el principio era el Verbo".

San Agustín, Lib 83 quaest., qu 63. La palabra griega logos (logoV) significa razón y verbo; pero en este caso más bien quiere decir Verbo, para que se entienda no sólo la relación con el Padre, sino la fuerza operativa respecto de todas las cosas que fueron hechas por el Verbo. La razón, aun cuando nada se hace por ella, se llama razón acertadamente.

San Agustín, in Ioannem, tract.1. Sucede que, con el uso diario, las palabras, porque suenan y pasan, se nos han hecho viles. Pero hay también en el hombre la palabra que permanece en el interior, cada vez que el sonido sale de la boca. Por tanto, la palabra es lo que se extiende por medio del sonido y no el mismo sonido.

San Agustín, De Trin., 15, 10 et 11. Todos podemos comprender la palabra, no sólo antes que suene, sino también antes que sus imágenes se agiten en nuestro pensamiento. Aquí se puede ver ya, como en espejo y enigma, alguna semejanza del Verbo, de quien se ha dicho: "En el principio era el Verbo". Es necesario, pues, que cuando hablemos lo que sabemos, nazca la palabra del mismo conocimiento que tenemos en la memoria; porque la palabra debe ser, absolutamente, de la misma naturaleza que el conocimiento de donde nace. El pensamiento formado de la cosa que ya conocemos, es la palabra que aprendemos en nuestro interior; lo cual no es griego, ni latín, ni lengua alguna. Pero cuando hemos de comunicar a otros esta palabra interior, tenemos necesidad de algún signo que la exprese.

Allí mismo, cap. 11. Por tanto, la palabra que suena en el exterior no es otra cosa que una señal de la palabra que se encuentra en el interior, a la que corresponde más propiamente el nombre de palabra. Porque aquello que se pronuncia con los labios es el sonido del palabra, que no se llama palabra sino a causa de aquella palabra interior a la cual representa en el exterior.

San Basilio, hom super haec verba. Mas este Verbo no es el humano; porque ¿cómo podía existir en el principio el verbo humano, cuando el hombre ocupa el último lugar en la generación? Así, pues, el verbo humano no existía en el principio, ni el de los ángeles; porque toda criatura está dentro de los términos de los siglos, tomando del Creador el principio de su ser2. Oigamos, pues, el Evangelio de un modo conveniente: llamó Verbo al mismo Unigénito.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 1. Si alguno dijere que se nos habla ahora del Hijo sin hacer mención del Padre, diremos que el Padre era conocido de todos, si no como Padre, como Dios. Pero el Unigénito era desconocido; por tanto, quiso con razón darle a conocer desde luego a los que le desconocían. Pero ni aun por esto puede decirse que se guarda silencio respecto del Padre cuando se trata del Hijo. Por esto le llamó Verbo, porque había de enseñar que el Verbo era el Hijo Unigénito de Dios, y para que no se crea que su generación había sido acompañada de sufrimientos, previene esta duda por el nombre del Verbo, manifestando que el Hijo procede de Dios de una manera impasible. La segunda razón de esto es que debía anunciarnos todas las cosas que conciernen al Padre, por lo cual no le llamó sencillamente Verbo, sino añadió el artículo el, distinguiéndole de los demás. Es costumbre en la Escritura llamar palabra a las leyes y preceptos de Dios, pero esta Palabra es cierta sustancia, una hipóstasis, un ente que procede del Padre mismo impasiblemente.

San Basilio, ut sup. ¿Y por qué se le llama Verbo? Porque ha nacido impasiblemente; porque es imagen del que le ha engendrado, demostrándolo todo en sí mismo, no sacando nada, mas existiendo perfecto en sí mismo.

San Agustín, De Trin., 15, 13. Así como nuestro conocimiento se diferencia del conocimiento de Dios, así nuestra palabra, que procede de nuestro conocimiento, se diferencia de la de Dios, que ha nacido de la esencia del Padre. Lo mismo podría decirse si se tratara de la ciencia del Padre, de la sabiduría del Padre o, lo que es más expresivo, del Padre ciencia, del Padre sabiduría3.

San Agustín, De Trin., 15, 14. Por tanto, el Verbo de Dios, Hijo Unigénito del Padre, es en todo semejante e igual al Padre; es lo mismo que el Padre, pero no es el Padre, porque Este es el Hijo y Aquél el Padre. Y por esto conoce todas las cosas que conoce el Padre; y si le es propio conocer al Padre, ¿no conocerá lo que es? El conocer y el ser son ahí una misma cosa. Por esta razón, así como no es propio del Padre proceder del Hijo, tampoco su conocimiento procede del Hijo. Por eso, como pronunciándose a sí mismo, el Padre engendró al Verbo igual en todo a sí, y no se hubiera pronunciado a sí mismo de una manera completa y perfecta si hubiera algo mayor o menor en su Verbo de lo que hay en El. Pero aunque sea nuestro verbo interior de alguna manera semejante a Aquél, no cesemos de observar cuán diferente es a la vez.


San Agustín, De Trin., 15, 15. ¿Qué es esto formable, aún no formado, sino algo de nuestra mente que nosotros con antojo voluble lanzamos de aquí para allá cuando pensamos ahora en una cosa y después en otra, según la descubrimos o nos sale al encuentro? Y se hace verbo verdadero cuando aquello que dije que nos lanzaba con movimiento incesante toma contacto con lo que nosotros conocemos y al tomar una semejanza perfecta se forma. ¿Quién no ve aquí la gran diferencia que hay de aquel verbo con el de Dios, que es forma de Dios y antes de su formación no es formable, pues no puede ser nunca informe, sino que es la forma sencilla e igual a Aquél de quien nace? Por lo que se dicen aquellas palabras: "el Verbo de Dios".

San Agustín, De Trin., 15, 16. Por lo cual, para que en Dios no se crea que existe algo voluble, como si siendo verbo pudiera recibir y volver a tomar una forma que presto pudiera perder y sufrir evolución en su carencia de forma, aquel Verbo divino no se llama pensamiento de Dios4.


San Agustín, De verb. Dom., serm. 38. Es el Verbo de Dios cierta forma no formada, la forma de todas las formas; forma inmutable, sin pérdida, sin defectos, sin tiempo, sin lugar, superando todas las cosas, existiendo en todas, siendo la base en que todo descansa y el remate que está sobre todo.

San Basilio, ut sup. Sin embargo, tiene nuestro verbo, exteriormente, cierta semejanza del divino Verbo. Porque nuestro verbo manifiesta todo lo que concibe nuestra inteligencia; de modo que, lo que concebimos en nuestra inteligencia, lo expresamos por medio de la palabra. Y en verdad que nuestro corazón es una especie de fuente, y la palabra que pronunciamos es semejante a un riachuelo que procede de ella.

San Crisóstomo, ut sup. Véase también cuánta prudencia hay en el espíritu del Evangelista: sabían los hombres lo que es más antiguo y lo que había antes de todas las cosas, honrando y poniendo a Dios sobre todo. Por esto expresa antes de todo el principio, y dice: "En el principio era el Verbo".

Orígenes, in Ioannem, hom. 1.Esta palabra, principio, quiere decir diversas cosas. Quiere decir principio como el comienzo de un viaje o de una longitud: "El principio del buen camino, es la prueba de los justos" (Pr 16,5) Significa también el comienzo de una generación, según aquellas palabras de Job: "Este es el principio de la creatura de Dios" (Jb 40,14) Así pues, sin exageración se puede decir que Dios es el principio de todas las cosas. Es principio también la materia preexistente, para aquéllos que creen que es ingénita. También se dice principio según la especie, así como Jesucristo es el principio de aquéllos que han sido formados a imagen de Dios. Igualmente es principio de disciplina, según aquello: "Cuando deberíais ser maestros por el tiempo transcurrido, otra vez necesitáis ser enseñados en lo que constituye el fundamento del principio de las palabras de Dios" (He 5,12) El principio, pues, es de dos maneras: según su naturaleza y según su relación con nosotros; de modo que se puede decir Jesucristo es por naturaleza el principio de la sabiduría (en cuanto es la Sabiduría y la Palabra de Dios), y es el principio con relación a nosotros en cuanto a que el Verbo se ha hecho carne (Jn 1,14) Por tanto, con todas estas significaciones de la palabra principio, se puede comprender que se llama principio a aquello por lo cual se dice de algo que es agente; porque el autor de todo es Cristo, como principio, según lo que es Sabiduría; es el Verbo en el principio, como en la sabiduría. Es infinito el número de bienes que se dicen del Salvador. Y así como la vida está en el Verbo, el Verbo estaba en el principio (esto es, en la sabiduría) Consideremos, pues, si es posible que tomemos la palabra principio en el sentido de que se hagan todas las cosas según la sabiduría y los ejemplos que en ella existen. O bien, si el Padre es el principio del Hijo y el principio de todas las criaturas y de todos los seres; según aquellas palabras: "En el principio era el Verbo", por las que es preciso entender que el Verbo Hijo era en el principio, esto es, en el Padre.

San Agustín, De Trin., 6, 2. Se dice en el principio, como si se dijera "antes de todas las cosas".

San Basilio, ut sup. El Espíritu Santo previó que había de haber algunos envidiosos y detractores de la gloria de Jesucristo, que proferirían sofismas para engañar a los que los oyesen, diciendo que si fue engendrado no era, y que no existía antes de ser engendrado. Y para que no pudiesen hacer alarde de ello, el Espíritu Santo dice: "En el principio era el Verbo".

San Hilario, De Trin., 1, 2. Pasan los tiempos, se suceden los siglos, desaparecen las edades; imaginad el principio que queráis, y si no pensáis en el tiempo, comprenderéis el asunto de que se trata.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 1. Así como el que está en un buque cerca de la orilla, ve las ciudades y los puertos, y cuando llega a alta mar los pierde de vista aun cuando trate de fijarla en ellos, así el Evangelista, remontándonos más allá de donde principia toda criatura, nos deja como mirando al vacío, sin fijar límite alguno a las alturas a que nos eleva, o en que podamos fijarnos; esto es, pues, lo que significa en el principio era lo infinito del tiempo y del ser.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 38. Pero dicen algunos: si es Hijo, ha nacido. Y en verdad que es así. Añaden después: si el Hijo ha nacido del Padre, el Padre es anterior al nacimiento del Hijo. La fe rechaza esto. Pero, dicen, explicadnos cómo ha podido el Hijo nacer del Padre para ser coetáneo de aquél de quien ha nacido; porque el hijo nace después del padre, y debe, por tanto, ser sucesor suyo. Para esto aducen el ejemplo de lo que sucede entre las creaturas; y nosotros debemos tratar de encontrar la semejanza con aquello que afirmamos. ¿Pero cómo podremos encontrar en la creatura lo coeterno, cuando nada eterno encontramos en ella? Si en el mundo pudieran encontrarse dos cosas coetáneas, una que engendra y una engendrada, entonces entenderíamos lo coeterno. La sabiduría es llamada en las Escrituras el brillo de la luz eterna, la imagen del Padre. Y de aquí podemos tomar la comparación para que encontremos lo que se entiende por coetáneo, y de ello desprendamos lo que se entiende por coeterno. Nadie ignora que la luz nace del fuego; digamos, pues, que el fuego es el padre de aquella luz. Y bien, en el momento que encendemos una antorcha, brota la luz al mismo tiempo que el fuego. Dadnos este fuego sin luz, y creeremos que el Padre pudo existir sin el Hijo. La imagen existe en el espejo, y existe en cuanto que una persona se mira en él; pero ésta ya existía antes que se acercase al espejo. Supongamos que crece alguna cosa sobre el agua, como un matorral o una yerba; ¿no nace con su propia imagen? Por tanto, estará siempre la imagen de la yerba mientras ésta subsista allí. En virtud de esto, lo que procede de otro ser ha nacido de él; se puede ser siempre generador, y estar siempre con aquél que ha nacido de sí. Pero se dirá: yo entiendo que el Padre es eterno, y que el Hijo es coeterno; pero como la luz que brilla menos que el fuego de donde nace, y como la imagen del matorral que es menos clara que el matorral mismo. No; es necesaria una igualdad absoluta. Yo no creo, se dirá, porque no hay semejanza que satisfaga. Acaso encontremos en las criaturas una razón para comprender que el Hijo es coeterno con el Padre, y no menos que El; pero no podemos encontrarla en un solo género de semejanzas. Por tanto, reunamos dos géneros diferentes: uno de donde ellos toman la semejanza, y otro de donde nosotros la damos. La que ellos presentan la toman de que el ser que engendra a otro, le precede en el tiempo, como sucede en el hombre que nace de otro hombre, siendo los dos de la misma sustancia. Admitimos, pues, en este orden de nacimiento la igualdad de naturaleza; pero falta la de tiempo. En el orden de semejanzas que hemos sentado acerca de la luz del fuego y de la imagen del matorral, no encontráis la igualdad de naturaleza, y sí la igualdad del tiempo. Y bien; todo lo que allí se encuentra respecto de cada parte y de cada cosa, lo encuentro, no como en las criaturas, sino como en el Creador.

Actas del Concilio de Efeso. Por esto, pues, tan pronto se le llama Hijo del Padre, como Verbo, como luz en la Sagrada Escritura, para que se comprenda que cada uno de estos nombres con que designa a Cristo, son contra la blasfemia. Porque como tu hijo es de tu misma naturaleza, queriendo manifestar que el Padre y el Hijo tienen una misma sustancia, le llama Hijo Unigénito del Padre. Además, como el nacimiento y el Hijo nos manifiestan los sufrimientos que acompañan o se mezclan en la generación, le llama también Verbo, demostrando con este nombre la impasibilidad de su nacimiento. Pero como todo padre, entre los hombres, es indudablemente de más edad que el hijo, para que no se entienda así de la naturaleza divina, llama luz al Unigénito del Padre; porque la luz nace del sol, y no se concibe que sea posterior a él. Por tanto, la luz demuestra que el Hijo coexiste siempre con el Padre, y el Verbo la impasibilidad de su nacimiento, así como el nombre de Hijo indica la consustancialidad con el Padre.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 2. Pero se dice que el ser en el principio no indica simplemente la eternidad, porque así se dice también del cielo y de la tierra. Dice el Génesis: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra" (Gén 1,1); mas ¿en qué se parecen, "era" e "hizo"? Así como la palabra "es", cuando se trata del hombre se refiere a la vida presente, y a la eternidad cuando se trata de Dios, así la palabra "era", cuando se habla de nuestra naturaleza significa el tiempo pasado, y la eternidad cuando se habla de Dios.

Orígenes, hom. 2., in div. loc. El verbo ser tiene dos significaciones; unas veces expresa movimientos temporales, según la analogía de otros verbos, y otras la sustancia de una cosa sin sucesión ninguna de tiempo; por cuya razón se le llama sustantivo.

San Hilario, De Trin., l. 2. Observa el mundo y mira lo que está escrito acerca de él: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1) En un principio es hecho aquello que es creado, e incluye a lo largo del tiempo lo que en el principio es incluido para que sea creado. Pero el pescador iletrado, sin ciencia5, está libre del tiempo, ha sido liberado de los siglos, ha vencido todo principio: en efecto, el Verbo de Dios era lo que es, y no es encerrado en tiempo alguno para empezar a ser lo que había sido incluido en un principio, pues existía desde el principio.

Alcuino. Contra aquellos que decían que Jesucristo no ha existido siempre por su nacimiento temporal, empieza el Evangelista diciendo de la eternidad del Verbo: "En el principio era el Verbo".

San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 2. Como es principalmente propio de Dios el ser eterno y sin principio, dijo esto al comenzar. Y después, para que oyendo que "en el principio era el Verbo", no se dedujese que el Verbo era ingénito, dice en seguida para combatir este error: "Y el Verbo era con Dios".

San Hilario, De Trin., l. 2. Existe con Dios sin principio; pero el que carece de tiempo no carece de autor.

San Basilio, hom. 1 super haec. verb. Dice también esto por los que blasfeman diciendo que no existía. ¿Pero en dónde estaba el Verbo? No en un lugar, porque no cabe en un lugar que tenga límite. ¿Pero en dónde estaba? Con Dios; ni el Padre puede estar en un lugar, ni el Hijo se contiene en circunscripción ninguna.

Orígenes, in Ioannem, hom. 2. También es conveniente observar que el verbo fue hecho en algunos, como en Oseas, Isaías o Jeremías; pero no fue hecho en Dios, porque el no ser no se encuentra en él, y por esto se dice a continuación que el "Verbo estaba con Dios", porque ni desde el principio ha estado el Hijo separado del Padre.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3. No dijo estaba en Dios, sino con Dios; manifestándonos que poseía la eternidad como persona.

Teofilacto. Me parece que Sabelio fue rechazado por estas palabras; él decía que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, eran una sola persona; que unas veces aparecía como Padre, otras como Hijo y otras como Espíritu Santo. Pero le contradicen evidentemente estas palabras: "Y el Verbo estaba con Dios"; porque aquí el Evangelista declara que uno es el Hijo, y otro el Padre, que aquí designa con el nombre de Dios.

San Hilario, De Trin., 1, 2. Dirás: el Verbo es el sonido de la voz, la enunciación de los asuntos y la expresión de los pensamientos. Este es el Verbo que en el principio estaba con Dios, porque la palabra de un pensamiento es eterna cuando el que piensa es eterno. Pero ¿cómo existía en el principio lo que no existió antes ni después del tiempo? Y yo ignoro si puede existir en el tiempo. La palabra de los que hablan, ni existe antes de que hablen, ni después de que han hablado, y cuando llega el fin de esa palabra no existe ya el principio de ella6. Pero si como oyente inexperto habías dejado pasar la primera afirmación: "En el principio era el Verbo", ¿qué es lo que buscas en lo que sigue: "Y el Verbo estaba con Dios?" ¿Acaso escuchaste 'en Dios' (y no con Dios) y habías entendido la expresión de un pensamiento oculto? ¿O crees que confundió San Juan la diferencia que hay entre 'estar en' y 'estar con'? Así se dice que lo que existía en el principio, no existía en otro, sino con otro. Por lo tanto veamos el estado y el nombre del Verbo. Dice, pues: "Y el Verbo era Dios". Termina el sonido de la voz, y la enunciación del pensamiento; pero este Verbo es un ser, y no un sonido; una naturaleza, y no una palabra; un Dios, y no una nada.

San Hilario, De Trin., 1, 7. Es un simple nombre, y carece de tropiezo alguno; se dijo a Moisés: "Te he constituido como el dios de Faraón" (Ex 7,1) Pero ¿no se añadió la causa de este nombre, cuando se dijo a Faraón? Porque había sido dado Moisés como dios de Faraón, para ser temido, rogado y para que le castigase7. Y una cosa es ser dado como dios, y otra es ser Dios. También me acuerdo de otra sentencia que se encuentra en el Salmo: "Yo dije, sois dioses" (Ps 81,6); pero aquí debe entenderse que es un nombre que se les concede. Y las palabras "Yo dije", expresan más bien la palabra del que habla que el nombre de la cosa. Pero cuando dice: "Y el Verbo era Dios", no oigo sólo que se dice el Verbo, sino entiendo que se demuestra que es Dios.

San Basilio, ut sup. Así, pues, para hacer imposible la blasfemia y la duda de los que preguntan ¿Qué es el Verbo? responde: "Y el Verbo era Dios".

Teofilacto. De otro modo, después de decir que el Verbo estaba con Dios, claro es que eran dos personas, aun cuando existiese una misma naturaleza en ellas. Por esto dice: "Y el Verbo era Dios", para demostrar que así como es una misma naturaleza la del Padre y la del Hijo, así también es una misma divinidad.

Orígenes.También debe añadirse que cuando el verbo es hecho en los profetas, los ilumina con la luz de la sabiduría. Mas el Verbo está con Dios, obteniendo de El el ser Dios; por lo que antes de "el Verbo era Dios", dijo: "El Verbo estaba con Dios".

San Crisóstomo, in Ioannem, hom. 3. Y no como Platón, que dice que es una inteligencia cualquiera, o ya el alma verdadera del mundo; porque esto dista mucho de la naturaleza divina. Pero se dice: el Padre es llamado Dios con la adición del artículo ("el"); pero el Hijo, sin artículo. ¿Qué es lo que dice, pues, el Apóstol, "del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo" (Tt 2,13)? Y en otro lugar: "Quien es Dios sobre todas las cosas" (Rm 9,5) Y escribiendo a los Romanos dice: "La gracia y la paz os han venido de Dios nuestro Padre" (Rm 1,7), sin añadir el artículo8. Pero era superfluo ponerle aquí, después de haberlo añadido constantemente más arriba. Así que aun cuando el artículo no haya sido añadido a la palabra Hijo, no por eso el Hijo es menos que Dios Padre.


Catena aurea ES 11445