Catena aurea ES 12413

JUAN 4,13-18

12413 (Jn 4,13)

Jesús respondió, y le dijo: "Todo aquél que bebe de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás tendrá sed; pero el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna". La mujer le dijo: "Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". Jesús le dijo: "Ve, llama a tu marido y ven aquí". La mujer respondió, y dijo: "No tengo marido". Jesús le dijo: "Bien has dicho no tengo marido: porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido: esto has dicho con verdad". (vv. 13-18)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 31. Cuando la mujer había preguntado: "¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Jacob?" no dijo el Salvador: soy mayor, para que no apareciese que quería vanagloriarse. Sin embargo lo manifestó por lo que dijo en seguida. Prosigue: "Jesús respondió, y le dijo: Todo aquél que bebe de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás tendrá sed, y se hará en él una fuente", etc. Como diciendo: si Jacob fue admirable porque dio esta agua, si yo te doy una mejor que ésta, ¿qué dirás? Y no hace esta comparación a modo de desprecio, sino en relación a su alta dignidad. Y no dice que esta agua es mala ni despreciable, sino que dice aquello mismo que la naturaleza atestigua, a saber: que todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Lo cual es verdadero, ya se trate del agua material o ya de aquella que ésta representa; porque el agua está en el pozo, y las pasiones del mundo en una profundidad oscura, de donde las sacan los hombres con la vasija de sus pasiones. Porque el que no realiza los deseos, no puede llegar a los placeres. Y cuando alguno llega hasta los placeres de esta vida, ¿no tiene sed de nuevo? Luego el que bebe de esta agua tendrá sed otra vez. Mas si recibe agua de mí, no tendrá sed eternamente. ¿Y cómo tendrán sed otra vez los que estén embriagados por la abundancia de la casa de Dios? (Ps 35) Prometía, por lo tanto, cierto alimento y la saciedad del Espíritu Santo.

Crisóstomo, ut supra. Manifiesta la grande excelencia de esta agua, a saber: porque todo el que bebiese de ella no tendría sed eternamente, por lo que dice a continuación. Prosigue, pues: "Pero el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna". Como si dijera: así como el que tiene una fuente dentro de sí mismo nunca puede ser afligido por la sed, del mismo modo el que tiene esta agua, esto es, la que yo le daré.

Teofilacto. Porque el agua que yo doy, constantemente se multiplica. El fundamento y el principio lo reciben los santos por medio de la gracia y luego ellos mismos negocian y trabajan por su aumento.

Crisóstomo, ut supra. Véase cómo aquella mujer era conducida poco a poco a la altura de los grandes misterios. Porque primeramente creyó que el Salvador era algún malvado de los judíos. Después, oyendo decir "agua viva", creyó que se trataba del agua material. Después, diciendo que se trataba de cosas espirituales, creyó, en verdad, que podía haber una agua capaz de apagar para siempre la sed. Aunque todavía no sabía qué agua sería ésta, la pedía creyendo que sería mejor que todas las aguas materiales. Por esto añade: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". En este concepto le cree superior al patriarca Jacob, de quien tenía formada una opinión tan alta.

San Agustín, ut supra. O de otra manera: aún se fijaba en lo material aquella mujer. Se complacía en no tener sed y creía que era esto lo que el Señor le había ofrecido, pero en sentido material. Dios había concedido en una ocasión a su siervo Elías que no tuviese ni hambre ni sed en el espacio de cuarenta días. Y el que puede hacer esto por cuarenta días, ¿no podría darlo para siempre? (1R 19) Complacida, pues, con tal obsequio, le ruega que le dé agua viva. Por esto sigue: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". La pedía por evitarse el trabajo, porque, como persona débil, rehusaba el trabajar. Ojalá que hubiese oído: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y yo os aliviaré" (Mt 11,28) Y esto lo decía Jesús para que ya no trabajase; pero ella aún no lo entendía. Finalmente, quiso el Señor que le entendiese. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá". ¿Qué es esto? ¿Acaso quería darle aquella agua por medio de su trabajo? Pero ella aún no lo entendía; quería enseñarla por medio de su marido, así como dice el Apóstol, refiriéndose a las mujeres: "que si alguna quiere aprender pregunte a su marido en su casa" (1Co 11,35) Pero lo que allí se dice era para cuando no estuviese Jesús que enseñe. Mas como el mismo Señor era el que estaba presente, ¿qué necesidad había de hablarle por medio de su marido? ¿Acaso habló por medio de su marido a María Magdalena, que estuvo sentada junto a los pies del Salvador?

Crisóstomo, In Ioannem hom., 31. Mas como la mujer lo pedía, deseando recibir el agua ofrecida, le dijo el Señor: "llama a tu marido", dando a entender que también él debía participar de aquello. Mas ésta, deseando recibir el agua y ocultando su mala vida, creía aún que hablaba solamente a un hombre. Por esto dice: "La mujer respondió, y dijo: No tengo marido". Habiendo oído esto el Salvador, cree llegado el momento de exponerle sobre las demás cosas, porque le cuenta cuántos maridos ha tenido y le reprende por el que ahora ocultaba. Prosigue: "Jesús le dijo: bien has dicho, no tengo marido".

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Entiéndase, en verdad, que esta mujer no tenía entonces marido, pero tenía tratos ilícitos con no sé qué marido ilegítimo. Por esto le habla oportunamente diciendo: "Has tenido cinco maridos".

Orígenes, In Ioannem tom., 13. Ve ahora si es posible que el pozo de Jacob represente todas las Sagradas Escrituras. El agua de Jesús, las cosas ocultas que motivaron la revelación, y que no es permitido a todos poder escrutar; porque lo que está escrito ha sido dictado por los hombres y lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni puede caber en el alma humana, no puede reunirse en las Sagradas Escrituras; pero pueden brotar de la fuente del agua que salta para la vida eterna (por disposición del Espíritu Santo), y entonces se dan a conocer a aquellos que ya no tienen un alma material, y que pueden decir con el Apóstol: "Nosotros conocemos a Jesucristo" (1Co 2,16) Por lo tanto, el que no conoce lo profundo de sus palabras, aun cuando se contente con poco, otra vez dudará insistiendo. Mas el que bebe el agua de Jesucristo es elevado a tal altura, que la fuente de todo lo que desea brota en él, y los que desean agua en lo alto, volando su imaginación, llegan a conseguir esta agua, que salta hasta la vida eterna. Aquella mujer quería vivir sin el agua de Jacob de una manera angelical y aprender la verdad de manera sobrehumana, porque los ángeles no necesitan del pozo de Jacob para beber; pero cualquiera comprende que la fuente del agua que brota hasta la vida eterna, procedía del mismo Verbo; y por esto es que añade: "Señor, dame esa agua". Pero es imposible aquí, sin recurrir a aquella que se saca del pozo de Jacob, tomar el agua que es concedida por el Verbo. Por esto parece que Jesús dice a la samaritana, cuando se la pide, que se la daría, pero no en otro lugar sino en la fuente de Jacob. Por esto sigue: "Le dice Jesús: Ve, llama a tu marido, y ven acá". Por lo tanto, si tenemos sed, es muy conveniente tomar agua en primer lugar del pozo de Jacob. Y además, como dice el Apóstol, "el marido del alma, es la Ley" (Rm 7)

San Agustín, Lib. 83, quaest. qu. 64. Los cinco maridos representan los cinco libros que se han escrito por Moisés. Así lo creen algunos. Respecto a lo que dijo: "Y el que ahora tienes no es tu marido", creen algunos que el Salvador decía esto refiriéndose a sí mismo. Porque éste sería el sentido: primeramente has obedecido a los cinco libros de Moisés, como si hubieran sido cinco maridos; mas el que tienes ahora (esto es, el que oyes) no es tu marido, porque todavía no crees en él. Mas como era detenida todavía por aquellos cinco maridos (esto es, por aquellos cinco libros), no creyendo aún en Jesucristo, puede preguntarse cómo pudo decir: "has tenido cinco maridos", como si ahora no los tuviese. Además, cómo puede entenderse que el hombre pueda separarse de aquellos cinco libros para creer en Jesucristo, cuando el que cree en Jesucristo no debe abandonar aquellos cinco libros, sino entenderlos mejor en sentido espiritual. Luego esto, debe entenderse también de otro modo.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Viendo Jesús que aquella mujer no le entendía, y deseando que le entendiese, le dice: "Llama a tu marido", esto es: presenta tu inteligencia. Porque cuando la vida está ordenada, el entendimiento dirige al alma, perteneciendo al alma misma; el entendimiento no es cosa distinta del alma, sino algo de ella. Esto mismo que se llama entendimiento e inteligencia del alma, es alumbrado por una luz superior. Y esta luz era la que hablaba cuando hablaba con aquella mujer; pero faltaba el entendimiento en ella. Y el Señor, como si dijese: quiero iluminar y no tengo a quien, le dijo: "Llama a tu marido". Esto es: trae el entendimiento, por medio del cual comprenderás, por quien serás dirigida. Mas ella, aun sin llamar aquel marido, no lo entendió. Me parece que los cinco primeros maridos del alma podemos interpretarlos por los cinco sentidos corporales; antes que cada cual tenga uso de razón, no es dirigido por otra cosa que por los sentidos de la carne. Mas cuando el alma es capaz de sentir, o es dirigida por la sabia razón o por el error. Pero el error no rige, sino que pervierte. Después de aquellos cinco sentidos, aquella mujer aún erraba; mas aquel error no era su legítimo marido, sino un adúltero. Por lo tanto, le dice Jesús: "Quita este adúltero que te corrompe, y llama a tu marido para que me entiendas".


Orígenes, In Ioannem tom., 13. ¿Y dónde era más oportuna esta refutación de Jesús, en relación al marido de la samaritana, sino junto a la fuente de Jacob? Puede también entenderse que el marido del alma es la Ley, porque la samaritana, por la inconveniente interpretación de las palabras de la Ley, se sujetaba al rito de los infieles como a su marido ilegítimo. Y ahora es llamada a la Palabra de la verdad, que habría de resucitar de entre los muertos, y que no había de morir ya después.

JUAN 4,19-24


12419 (Jn 4,19)

La mujer le dijo: "Señor, veo que tú eres profeta: nuestros padres, en este monte adoraron, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar en donde se debe adorar". Jesús le dijo: "Mujer, créeme que viene la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén, adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis: nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salud viene de los judíos. Mas viene la hora, y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque el Padre también busca tales que le adoren. Dios es espíritu, y es menester que aquéllos que le adoran le adoren en espíritu y verdad". (vv. 19-24)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 31. Aquella mujer, reprendida por Jesucristo, no se afligió, ni abandonándole se marchó. Sino que se admiraba y se detenía y perseveraba. Por esto sigue el Evangelista: "La mujer le dijo: Veo, Señor, que tú eres profeta". Como diciendo: como me has demostrado lo que yo tenía oculto, me has dado a conocer que eres un profeta.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Aunque empezaba a venir a ella su marido, aun no había venido del todo. Ya consideraba al Señor como a un profeta, y en realidad que lo era. Pero, refiriéndose a sí mismo, el Señor dice que ningún profeta es criticado en ninguna parte más que en su patria (Mt 13,57)

Crisóstomo, ut supra. Además, como ella había sospechado esto, no le preguntó cosa alguna, ni mundana ni temporal, ni que perteneciese a la vida de la tierra. No le hablaba de la salud del cuerpo, ni de dinero, ni de abundancias, ni de riquezas, sino únicamente de doctrinas; porque la que antes era molestada a causa de la sed, ahora andaba solícita de otra cosa: a saber, de la doctrina.

San Agustín, ut supra. Y empieza a preguntar lo que más le llama la atención, diciendo: "Nuestros padres, en este monte adoraron, y vosotros decís que en Jerusalén está el sitio donde es menester adorar". Había disentimientos entre los samaritanos y los judíos, porque los judíos adoraban a Dios en el templo levantado por Salomón y, por lo tanto, se creían mejores. Mas los samaritanos decían a esto: ¿cómo os jactáis vosotros de que tenéis un templo que nosotros no tenemos? ¿Acaso nuestros padres, que ayer agradaron a Dios, le adoraron en aquel templo? Mejor rogamos nosotros en este monte a Dios, porque nuestros padres le adoraron en él.

Crisóstomo, ut supra. Cuando dice "nuestros padres" se refiere a aquellos que vivieron en el tiempo de Abraham, porque dicen que allí ofreció a su hijo.

Orígenes, ut supra. Los samaritanos creían que era santo el monte que se llama Garizim (junto al que vivió Jacob), y en él adoraban a Dios; mas los judíos creían que el monte Sión era sagrado, y que aquél era el sitio elegido por Dios. Mas así como los judíos, de quienes procedía la salud, servían de modelo para los que hablaban en el sentido recto, los samaritanos servían para los que opinaban de diferente modo. Por esto es que muy oportunamente los samaritanos se daban a conocer en el monte Garizim, que quiere decir "distinción" o "división", mas los judíos en el monte Sión, que quiere decir "lugar de observación".

Crisóstomo, ut supra. Mas Jesucristo no resuelve la cuestión en seguida, sino que lleva a aquella mujer al conocimiento de cosas más elevadas, de las que no le había hablado antes, hasta que ella le confesó como profeta, para que oiga con gran certeza lo que habría de decirle en adelante. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Mujer, créeme", etc. Y le dice "créeme", porque en toda ocasión nos es necesaria la fe, como madre de todos los bienes, puesto que ella es la medicina de la salvación, sin la que nada grande puede alcanzarse. Mas los que tientan se parecen a aquellos que sin nave alguna intentan atravesar el mar, porque como saben nadar un poco, creen que con esto es bastante; pero cuando han avanzado algo quedan sumergidos.

San Agustín, ut supra. Con razón, estando ya presente el marido, oye aquella mujer: "créeme". Ya hay en ti quien crea. Empezaste a tener conocimiento, mas si no creyereis, no entenderéis (Is 7,9)

Alcuino. Cuando dice "que viene la hora" se refiere al tiempo de la predicación del Evangelio (que ya estaba próximo) Porque en esta época, habiendo desaparecido ya la sombra de las figuras, podría la verdad ilustrar con su luz pura las inteligencias de los que creyesen.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 32. Era inútil que Jesucristo explicase el por qué los padres adoraban en el monte y los judíos en Jerusalén. Por lo tanto, nada dijo acerca de esto, sino que únicamente manifestó que los judíos eran más dignos de consideración, no por el lugar, sino por la inteligencia. Por esto añade: "Vosotros adoráis lo que no sabéis, pero nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salud viene de los judíos".


Orígenes, In Ioannem tom., 14. Cuando dice vosotros, por la significación material de la palabra se entiende los samaritanos. Y en cuanto al sentido de analogía, se entiende aquellos que opinan de diferente modo respecto de las Sagradas Escrituras, o creen cosas diversas de lo que nosotros creemos y, por lo tanto, viven en el error. La palabra "nosotros", en su significado literal, designa a los judíos. Y en cuanto a la alegoría, al Verbo divino y a todos aquellos que han sido conformados por El en la verdad, obteniendo la salvación mediante las tradiciones judías.

Crisóstomo, ut supra. Los samaritanos adoraban lo que no conocían, creyendo que Dios estaba circunscrito a ciertos sitios y que era un Dios particular, no teniendo formada de El otra opinión que la que tenían formada de los ídolos. Y, por tanto, confundían el culto de Dios con el culto de los demonios. Mas los judíos estaban libres de este error porque sabían que Dios era el dueño de todo el Universo. Por esto dijo: "Nosotros adoramos lo que sabemos". Se cuenta a sí mismo en el número de los judíos, hablando según la opinión de la mujer, que le creía un profeta de los judíos. Por esto dijo: "Adoramos", siendo así que es bien sabido que El es adorado por todos. Y cuando dice: "Porque la salud viene de los judíos", no manifiesta otra cosa que de allí habría de salir para todo el mundo todo lo más saludable y puro. Allí comenzó a conocerse a Dios y a detestarse a los ídolos. Y de allí nacieron otros dogmas. También allí tuvo principio lo que es para nosotros, y fue para los judíos, motivo de adoración. Llamó "salud" a su presencia, cuando dice que procede de los judíos, según aquellas palabras del Apóstol: "De quienes procede Jesucristo, según la carne" (Rm 9,5) Véase cómo alaba el Antiguo Testamento, al que considera como el fundamento de todos los bienes, demostrándose a sí mismo en todas las ocasiones como no contrario a la Ley.

San Agustín, ut supra. Mucho había concedido a los judíos, de quienes dijo: "Nosotros adoramos lo que sabemos". Pero no refiriéndose a la persona de los judíos malvados, sino a aquéllos de quienes procedían los apóstoles, como habían sido los profetas, y como fueron todos aquellos santos que pusieron a los pies de los Apóstoles el íntegro de todas sus cosas (Ac 4)

Crisóstomo, ut supra. Así pues, los judíos os aventajan ¡oh mujer! en el modo de adorar, pero también este modo de adorar ha de tener su fin. Por esto añade: "Mas viene la hora (y ahora es), cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad". Y como los profetas habían predicho ya mucho tiempo antes lo que habían predicho, dice: "Y ahora es", para que no se crea que esta profecía era de las que habían de cumplirse después de mucho tiempo. La cosa ya apremia y está a la puerta. Y en otro lugar dijo también: "Los verdaderos adoradores", para distinguirlos de los falsos. Porque hay algunos que son falsos adoradores, como son los que piden cosas temporales y caducas en la oración, o aquéllos que empiezan a obrar de un modo diferente a como eran antes.

Crisóstomo, ut supra. Cuando dice: "Verdaderos", excluye a los judíos con los samaritanos. Porque aun cuando los primeros eran mejores que los segundos, sin embargo, para los que habían de venir habrían de ser mucho menores, como lo es la figura respecto de la verdad. Son, pues, verdaderos adoradores los que no circunscriben el culto de Dios (o sea su adoración) a lugar alguno, y adoran a Dios en espíritu. Por esto San Pablo dice: "A quien sirvo en mi espíritu", etc. (Rm 1,9)

Orígenes, ut supra. Se dice por dos veces: "Viene la hora". Primeramente, se dice de un modo sencillo, "Viene", y no se añade: "y ahora es"; mas en el segundo lugar, se dice: "Y ahora es". Y yo creo que primero se hace conocer la adoración que, despojados del cuerpo, hemos de dar a Dios en la perfección; mas en el segundo lugar se habla de aquella adoración que sucede ahora en la vida presente, en cuanto lo permite la naturaleza humana. Mas cuando llegue la hora de la que habla el Señor, debe prescindirse del monte de los samaritanos, y Dios debe ser adorado en Sión, que es donde está Jerusalén, de la que Jesucristo dice que es la del excelso príncipe. Y ésta es la Iglesia en donde la oblación sagrada y las víctimas espirituales son ofrecidas en la presencia de Dios por aquellos que comprenden la Ley en sentido espiritual. Y cuando venga la plenitud de los tiempos no podrá pensarse que el verdadero culto dado en Jerusalén (esto es, en la presente Iglesia) pueda seguirse practicando, porque los ángeles no adoran al Padre en Jerusalén. Mas cuando llegue esa hora todo hombre se presentará como hijo al Padre. Por ello no dijo adoraréis a Dios, sino adoraréis al Padre. Mas al presente, adoran al Padre en espíritu y en verdad los verdaderos adoradores.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 32. Dice esto respecto de la Iglesia, en la que se presta a Dios la adoración verdadera y conveniente. Por esto añade: "Porque el Padre también busca a aquellos que le adoran". Y aun cuando ya en otro tiempo quería a esos tales, permitió que se quedasen entre los antiguos y les concedió que sirviesen de figura. Hizo esto únicamente condescendiendo con aquellos, para que por este medio viniesen al conocimiento de la verdad.

Orígenes, In Ioannem tom., 14. Mas si el Padre busca, busca por medio de Jesús, quien vino a buscar y a salvar lo que había perecido, y a quienes, instruyéndolos, convirtió en verdaderos adoradores. En cuanto a lo que añade: "Dios es espíritu", creo que se refiere a aquello que nos lleva a la verdadera vida, porque aun en la vida corporal somos vivificados por el espíritu.

Crisóstomo, ut supra. También indica que Dios es incorpóreo. Conviene, por tanto, que su culto sea también incorpóreo, esto es, que nos ofrezcamos a El por medio del alma y por la pureza de intención. Por esto añade: "Y es menester que aquellos que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad". Y como los samaritanos y los judíos despreciaban el alma y se cuidaban mucho del cuerpo, procurando limpiarle de toda inmundicia, por tanto dice que no por medio de la limpieza del cuerpo, sino por medio de lo incorpóreo que existe en nosotros (esto es, por medio del entendimiento, al cual denomina espíritu), Dios incorpóreo es adorado.

San Hilario, De Trin. l. 2. Cuando enseñó que Dios espíritu debe ser adorado en espíritu, manifestó la libertad y la ciencia, como también la infinidad de los que habrían de adorarle, según aquellas palabras del Apóstol: "Donde está el espíritu de Dios, allí está la libertad" (2Co 3,17)

Crisóstomo, ut supra. Conviene adorar a Dios en verdad, porque las primeras adoraciones eran figuras, como eran la circuncisión, los holocaustos y los perfumes; mas ahora sólo hay verdad.

Teofilacto. Pero hay muchos que creen que ellos adoran a Dios en espíritu (esto es, por el alma), sin que tengan de Dios ideas rectas, como son los herejes. Por esto añade: "Y en verdad". Acaso alguno dirá que se indica en lo dicho los dos ámbitos del conocimiento que existen en nosotros, a saber: la acción y la contemplación. Y así por medio del espíritu se indicaría la actividad según aquellas palabras del Apóstol: "Los que obran según el espíritu de Dios", etc. (Rm 8,14) Por medio de la verdad se referiría a la contemplación. O de otra manera: creían los samaritanos que Dios sólo estaba en un lugar determinado y que allí debía adorársele, contra los que dicen que los verdaderos adoradores no adoran en un lugar determinado, sino en el espíritu. Para los judíos, todo se encontraba bajo figura y en sombra. Y por tanto se dice que los verdaderos adoradores no adorarán en figura, sino en verdad. Y como Dios es espíritu, busca adoradores espirituales; siendo El la verdad, busca a los verdaderos.

San Agustín, ut supra. Buscabas, acaso, un monte para orar con el fin de estar más cerca de Dios. Pero el que habita en lo alto se acerca a los humildes; luego, desciende para que asciendas. Ascensiones son en su corazón, dijo el salmista, las ascensiones del que llora en el valle de lágrimas, que representa la humildad. ¿Quieres orar en el templo? (Ps 83,6) Pues ora en ti, mas primero sé templo de Dios.

JUAN 4,25-26


12425 (Jn 4,25)

La mujer le dijo: "Yo sé que viene el Mesías, que se llama Cristo; y cuando viniere El, nos aclarará todas las cosas". Jesús le dijo: "Yo soy, que hablo contigo". (vv. 25-26)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 32. Mas aquella mujer, fatigada por la elevación de lo que se le decía, se asustó. Por esto sigue: "La mujer le dijo: yo sé que viene el Mesías", etc.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. En latín, se llama ungido; en griego, Cristo; y en hebreo, Mesías. Sabía, por lo tanto, que habría uno que podría enseñarle, pero no conocía aún al que ya le enseñaba. Por esto añade: "Y cuando viniere, él nos declarará todas las cosas", etc. Como diciendo: ahora los judíos polemizan acerca de su templo y nosotros, acerca de nuestro monte; pero cuando venga aquél, despreciará el monte, destruirá el templo y nos enseñará cómo debemos adorarle en espíritu y en verdad.

Crisóstomo, ut supra. ¿Pero de dónde venía a los samaritanos esperar el advenimiento de Jesucristo? Sin duda habían tomado la Ley de Moisés y de los escritos de Moisés habían conocido esto; mas Jacob, profetizando acerca de Jesucristo, había dicho: "No faltará un príncipe de la casa de Judá, ni un capitán que proceda de él mientras que no venga el que ha de ser enviado" (Gn 49,10) Pero Moisés dijo también: "Dios levantará entre vosotros un profeta, de entre vuestros hermanos" (Dt 18,18)

Orígenes, In Ioannem tom., 14. Y no debe desconocerse que así como Jesucristo se levantó de entre los judíos, no sólo diciendo que él era el Cristo sino probándolo, así entre los samaritanos un tal Dositeo aseguraba que él era Cristo.

San Agustín, Lib 83 quaest. qu. 64. Para indicar a los que entienden que los cinco sentidos corporales se representaban con el nombre de cinco hombres, después de las cinco contestaciones carnales que antes se han visto en el sentido literal, ahora se nombra Jesucristo en la sexta contestación.

Crisóstomo, ut supra. Mas Jesucristo se da a conocer a aquella mujer, y por esto sigue: "Jesús les dijo: yo soy, que hablo contigo" (Jn 10,24) Y en verdad, si en el principio hubiese dicho esto a la mujer, le hubiera parecido que hablaba por vanidad; mas ahora, poco a poco, la había traído a la memoria de Cristo. Y por esto se dio a conocer con toda oportunidad. Pero cuando los judíos le preguntaban: "Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente", no se dio a conocer, porque no le buscaban para aprender de El, sino para injuriarle. Mas ésta hablaba con intención sencilla.

JUAN 4,27-30


12427 (Jn 4,27)

Y al mismo tiempo llegaron sus discípulos y se maravillaban de que hablaba con una mujer. Pero ninguno le dijo: "¿Qué preguntas o qué hablas con ella?" La mujer, pues, dejó su cántaro, se fue a la ciudad y dijo a aquellos hombres: "Venid y ved a un hombre que me ha dicho cuantas cosas he hecho: ¿si quizá es éste el Cristo?" Salieron entonces de la ciudad y vinieron a El. (vv. 27-30)

Crisóstomo, ut supra. Concluida su explicación, llegaron los discípulos muy a tiempo. Por esto dice: "Y al mismo tiempo llegaron sus discípulos y se maravillaban", etc. Se maravillaban, en verdad, pero era de la gran mansedumbre y humildad de Jesucristo; porque siendo tan esclarecido y respetable, no tuvo inconveniente en hablar con tanta humildad a aquella mujer pobre y samaritana.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Como el que había venido a buscar lo que había perecido buscaba a la mujer perdida, los Apóstoles que se maravillaban de esto admiraban lo bueno, sin sospechar nada malo.

Crisóstomo, ut supra. Y, sin embargo, aunque estaban admirados, no le preguntaron la causa. Por esto añade el Evangelista: "Pero ninguno le dijo, ¿qué hablas con ella?" Sabían los discípulos guardar las buenas formas, porque le temían y le respetaban. En otras ocasiones parece que le preguntaban en confianza, porque debían saber que los preocupaba; mas ahora nada de lo que sucedía les preocupaba.

Orígenes, ut supra. El Señor se valió de esta mujer, acaso como de un apóstol para con sus conciudadanos, de tal modo que, inflamándola por medio de sus palabras, dejó el cántaro y corrió a la ciudad a referirlo a sus conciudadanos. Por esto sigue: "La mujer, pues, dejó su cántaro", etc., no cuidándose de su cuerpo, ni de su oficio pobre, impulsada por la utilidad de muchos. También a nosotros interesa omitir y dejar las cosas del cuerpo y marchar a distribuir a otros los bienes adquiridos.

San Agustín, ut supra. Hydria, que viene de un nombre griego, se usa como vaso para el agua, porque en griego el agua se denomina udw.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 33. Y así como los apóstoles dejaron las redes inmediatamente después de que fueron llamados, así ésta dejó su cántaro e hizo los oficios de los evangelistas. Y no llamó a uno solo, sino a toda la ciudad. Por esto sigue: "Y se fue a la ciudad, y dijo a aquellos hombres: venid y ved a un hombre que me ha dicho cuantas cosas he hecho".

Orígenes, ut supra. Los reúne para que vengan a ver a aquel hombre que habla palabras superiores a las de los demás hombres. Todo lo que hizo aquella mujer era el haber vivido mal con cinco maridos y su trato, después de ellos, con un sexto, que no era su propio marido. Abandonando y tomando un séptimo, dejó su cántaro, volviéndose pudorosa.

Crisóstomo, ut supra. No se avergonzó de decir esto, porque el alma, cuando se halla inflamada por el fuego divino, ya no se preocupa de las cosas de la tierra, y se fija en los demás, y no busca su gloria ni su desvergüenza, sino que una sola cosa es quien la detiene y la llama. Mas quería atraerlos, no sólo por su anuncio, sino porque ellos mismos le oyesen y para hacerlos partícipes de las enseñanzas de Jesucristo. Por esto dijo: "Venid y ved a un hombre". No dijo: venid y creed, sino: venid y ved, lo que era más fácil. Sabía claramente que en cuanto gustasen de la fuente misma, experimentarían lo mismo que ella había experimentado.


Alcuino. Poco a poco vino a predicar a Jesucristo. Primeramente le llama hombre, porque si le hubiere llamado el Cristo, los oyentes se hubiesen irritado y no hubiesen querido ir.

Crisóstomo, ut supra. De aquí se desprende también que no anunció al Cristo de una manera terminante, ni lo calló en absoluto, sino que dijo: "¿Si quizá es éste el Cristo?". Y, por lo tanto, aceptaron sus palabras, según sigue el Evangelista: "Salieron entonces de la ciudad y vinieron a El".

San Agustín, Lib 83 quaest. qu. 64. No debe pasarse en silencio que aquella mujer se marchó dejando su cántaro. Porque el cántaro representa el afecto de cosas mundanas, esto es, la concupiscencia, por medio de la cual los hombres sacan su voluptuosidad de la profundidad oscura, representada por el pozo. Convenía, por lo tanto, que aquella mujer, cuando creyó en Jesucristo, renunciase al mundo. Y así, abandonando el cántaro, demostró que abandonaba las pasiones de la vida.

San Agustín, ut supra. Abandonó la lascivia y marchó a anunciar la verdad. Aprendan aquí los que quieran predicar, cómo deben arrojar primero el cántaro a lo profundo del pozo.

Orígenes, ut supra. Aquella mujer también, convertida en receptáculo de la más sana doctrina, abandonó, despreciándolo todo, lo que antes sabía.

JUAN 4,31-34


12431 (Jn 4,31)

Entretanto le rogaban sus discípulos, diciendo: "Maestro, come": Jesús les dijo: "Yo tengo para comer un manjar, que vosotros no sabéis". Decían, pues, los discípulos unos a otros: "¿Si le habrá traído alguno de comer?" Jesús les dijo: "Mi comida es, que haga la voluntad del que me envió, y que cumpla su obra". (vv. 31-34)

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Habían ido los discípulos del Salvador a comprar comida y habían venido. Por esto dice: "Entretanto le rogaban sus discípulos, diciendo: Maestro, come".

Crisóstomo, In Ioannem hom., 33. Viéndole cansado del camino y por el calor que hacía, le rogaban, aunque de un modo vulgar. Y este cuidado acerca de su Maestro no era nacido de falta de respeto, sino del amor.

Orígenes, ut supra. Creían que era tiempo adecuado para comer el que mediaba entre que la mujer había ido a la ciudad y la venida de los samaritanos. Porque no le ofrecían entonces de comer en presencia de ningún extraño. Por lo cual está bien puesto: "entretanto".

Teofilacto. Mas el Señor, como sabía que la samaritana había de traerle toda la ciudad, lo expresó a los discípulos con lo que sigue: "Y Jesús les dijo: Yo tengo para comer un manjar, que vosotros no sabéis.

Crisóstomo, ut supra. Aquí llamó comida a la salvación de los hombres, manifestando cuán grande es el deseo que tiene de nuestra salvación. Pero véase que no manifiesta esto enseguida, sino que lleva al que le oye a que dude poco a poco, y empiece a buscar lo que dice, y trabaje para que así adquiera mayor deseo.

Teofilacto. Y dice: "Un manjar que vosotros no sabéis". Esto es: "desconocéis que yo llamo comida a la salvación de los hombres, y también desconocéis que los samaritanos habrán de creer y se habrán de salvar". Mas los discípulos aun dudaban. Y por esto sigue: "Decían, pues, los discípulos unos a otros: ¿le habrá traído alguno de comer?".

San Agustín, ut supra. ¿Qué de particular tiene que aquella mujer no entendiese a qué agua se refería el Salvador? He aquí que los discípulos no entendían lo que decía respecto de la comida.

Crisóstomo, ut supra. En verdad que respetaban y honraban a su Maestro como tenían de costumbre. Por eso hablaban ellos entre sí y no se atrevían a preguntarle.

Teofilacto. Respecto de lo que decían sus discípulos: "¿Si le habrá traído alguno de comer?", debe tenerse en cuenta que el Señor acostumbraba a recibir alimentos de quien se los ofrecía. No porque necesitaba de servicio extraño quien da de comer a toda carne (Ps 146), sino para que adquiriesen mérito los que se lo ofrecían. Además quería dar a conocer que no se avergonzaba de la pobreza, ni miraba mal el que otros le alimentasen. Es propio y hasta necesario de todos los que enseñan, tener quienes cuiden de su alimento, para que estando exentos de cuidados realicen con mayor solicitud su predicación.

San Agustín, ut supra. El Señor oyó los pensamientos de los discípulos, y los enseñó como Maestro. No por medio de rodeos, como lo había hecho con aquella mujer, sino con toda claridad. Por esto sigue: "Jesús les dijo: mi comida es, que haga la voluntad del que me envió".

Orígenes, ut supra. Este era un alimento adecuado al Hijo de Dios, puesto que se manifiesta como ejecutor de la voluntad de su Padre, queriendo hacer en sí mismo lo que quería el Padre. Por tanto sólo el Hijo es capaz de cumplir con exactitud la voluntad paterna. Pero los santos no hacen otra cosa que la voluntad divina. Mas el que dijo: "Mi comida", etc., es quien cumple la voluntad de Dios plena y absolutamente. Es demostradamente su propia comida. Qué es lo que quiere el Padre, lo dice a continuación: "Que cumpla su obra". Se dice sencillamente que la obra es el mandato de quien la ordena. Y que aquellos que edifican o abren cimientos no hacen sino ejecutar la obra de aquel que los mandó. Mas si la obra de Dios se ejecuta por medio de Jesucristo, era necesario que antes de ser realizada por El estuviese imperfecta. ¿Y cómo podría ser imperfecta esta obra, siendo obra de Dios? La perfección de la obra era el perfeccionamiento de la naturaleza racional, y el Verbo hecho carne fue quien contribuyó a la perfección de esta obra, porque estaba imperfecta. Además, aunque el hombre había sido hecho perfecto, por su pecado perdió su perfección, y por esto fue enviado el Salvador. Primero, para cumplir la voluntad de Aquel que lo envió. Y en segundo lugar, para concluir la obra de Dios, con el fin de que se convierta en una comida a propósito para ser aceptada.

Teofilacto. Perfeccionó también la obra de Dios (esto es, el hombre) el Hijo de Dios, llevando en sí mismo nuestra propia naturaleza, pero sin pecado, manifestando que la naturaleza humana aparecía así perfecta e incorruptible en toda su extensión. También perfeccionó la obra de Dios (esto es, la Ley), porque el fin de la Ley es Jesucristo, haciéndo concluir sus efectos (después de realizar cuanto en ella se contenía), trayéndolos del culto material al espiritual (Rm 10)

Orígenes, ut supra. En sentido espiritual, después de haberse ocupado de la bebida, y habiendo hablado de la diferencia de las aguas, era natural que se hablase de la comida. La samaritana a quien Jesús pide de beber, no podía ofrecerle la bebida en un vaso digno; mas sus discípulos, habiendo encontrado alimentos humildes entre los extraños, se los ofrecieron, rogándole que comiese. Y véase si acaso temen que la palabra de Dios les falte por carecer de los alimentos necesarios. Los discípulos, se proponen alimentar al Verbo con todo lo que encuentran, para que así, nutrido y robustecido, permanezca entre los que lo nutren. Y así como los cuerpos que carecen de alimento no se nutren con unas mismas comidas, ni una misma cantidad es bastante para alimentarlos, así debe entenderse respecto de lo que está sobre lo corporal, porque de los cuerpos hay algunos que necesitan poco alimento, y otros más, a causa de su diversa capacidad; esto es o porque se diferencian en sus proporciones, o porque no tienen la misma medida. Mas lo mismo sucede respecto de aquellos que se alimentan de palabras, de ideas contemplativas, o de acciones, porque la misma calidad no es apropiada para todos. Sucede que los niños recién nacidos apetecen la leche como su alimento propio; pero que los que ya están desarrollados, apetecen alimentos sólidos (1P 2) Por lo tanto hablaba Jesús con verdad cuando decía: "Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis" (He 5) Siempre acostumbra a decir esto el que cuida enfermos, a los que no quieren ver, que no son lo mismo que los que están sanos.


Catena aurea ES 12413