Catena aurea ES 12812

JUAN 8,12

12812 (Jn 8,12)

Y otra vez les habló el Señor diciendo: "Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no anda en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida". (v. 12)

Alcuino. Como había absuelto a aquella mujer de su culpa, para que no dudasen de si podría perdonar pecados quien aparecía como puro hombre, se dignó demostrar más claramente el poder de su divinidad. Por esto dice: "Y otra vez les habló Jesús diciendo: "Yo soy la luz del mundo".

Beda. En lo que debe observarse que no dice yo soy la luz de los ángeles, o del cielo, sino la luz del mundo, esto es, de los hombres, que habitan en las tinieblas, según dicen aquellas palabras: "Para alumbrar a aquellos que están sentados en la sombra y en las tinieblas de la muerte" (Lc 1,79)

Crisóstomo, in Ioannem, hom.51. De otro modo, como le atribuían por patria a Galilea, y dudaban si sería alguno de los profetas (o que sería un profeta cualquiera), quiso demostrar que no era un profeta, sino el dominador de todo el universo. Por esto dice: "Y otra vez les habló Jesús diciendo: "Yo soy la luz del mundo", no sólo de Galilea, ni de Palestina, ni de Judea.

San Agustín, in Joannem, tract. 34. Los maniqueos creyeron que ese sol visible a los ojos de la carne era Nuestro Señor Jesucristo, pero la Iglesia católica desaprueba tal error, porque no es el Señor un sol creado, sino quien creó al sol. Todas las cosas fueron creadas por El, y para nosotros se hizo esa Luz que estando debajo del sol produjo el sol. Pero está encubierta con la nube de la carne, no para que se oscurezca, sino para mitigar sus rayos. Hablando a través de la nube de la carne, la luz que no puede faltar, la luz de la sabiduría, dice a los hombres: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 1,3)

Teofilacto. Pueden aducirse en contra de Nestorio estas palabras; porque no dijo que en mí está la luz del mundo, sino que yo soy la luz del mundo, porque el que parecía sólo hombre era el Hijo de Dios y la luz del mundo. Por tanto el Hijo de Dios no habitaba (como afirma Nestorio con mucha palabrería) en un simple hombre.

San Agustín, ut sup. Y hace que separes tus miradas de la carne, y te lleva a la visión del espíritu cuando añade: "El que me sigue, no anda en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida". No cree suficiente el decir, "Tendrá la luz", sino que añade "de la vida". Estas palabras del Señor están conformes con las del salmo: "Con tu luz veremos la luz, porque en ti se encuentra la fuente de la vida" (Ps 35,10) En los usos de la vida corporal una cosa es la luz y otra la fuente; la boca busca la fuente, los ojos la luz. Pero en cuanto a Dios lo mismo es la luz que la fuente. El mismo que te alumbra para que veas, es el que mana para que bebas. Las promesas que hace las expresa con un futuro, mas fijó el tiempo presente para lo que debemos hacer. Dice: "El que me sigue, tendrá". Ahora sigue por la fe; después poseerá en la realidad. Sigamos al sol visible, y entonces le seguiremos hacia el Occidente, que es hacia donde camina; y porque si no, él te abandonará aunque tú no quieras dejarle. El Señor está todo en todas partes; si no te separas de El, El nunca se ocultará para ti. Deben temerse las tinieblas de las costumbres, no de los ojos. Y si de los ojos, no de los exteriores, sino de los interiores, por los que no se distingue lo blanco de lo negro, sino lo justo de lo injusto.

Crisóstomo, ut supra. En sentido espiritual, dijo: "No anda en tinieblas", esto es, no permanece en el error. Por eso alaba a Nicodemo y a los sirvientes y les enseña a vencer los engaños (o a prevenir los fraudes) que hay en el error, pero que no eclipsarán a la luz.

JUAN 8,13-18


12813 (Jn 8,13)

Y los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es verdadero". Jesús les respondió, y dijo: "Aunque yo de mí mismo doy testimonio, verdadero es mi testimonio; porque sé de dónde vine y a dónde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne: mas yo no juzgo a ninguno; y si juzgo yo, mi juicio es verdadero, porque no soy solo: mas yo y el Padre que me envió. Y en vuestra Ley está escrito, que el testimonio de dos hombres es verdadero: yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y testimonio da de mí el Padre que me envió". (vv. 13-18)

Crisóstomo, In Ioannem,hom. 51. Como el Señor había dicho: "Yo soy la luz del mundo, y el que me sigue no anda en tinieblas", los judíos quisieron contradecir esto. Por ello sigue: "Y los fariseos le dijeron: "tú das testimonio de ti mismo", etc.

Alcuino. Hablaron como si sólo fuese el Señor quien diese testimonio, cuando consta que mandó antes de tomar carne muchos testigos, que predijeron todos sus misterios.

Crisóstomo, ut sup. Pero el Señor destruyó cuanto ellos habían dicho. Por esto sigue: "Jesús les respondió y dijo: aunque yo de mí mismo doy testimonio, verdadero es mi testimonio". Esto lo dijo para deshacer aquella idea que tenían, creyendo que era un mero hombre, y dice a continuación la causa: "Porque sé de dónde vine y a dónde voy", esto es, soy de Dios, soy Dios e Hijo de Dios. No dijo esto terminantemente porque siempre mezcla lo humilde con lo grande. El mismo Dios es el mejor testigo de sí mismo y el más digno de fe.

San Agustín, in Joannem, tract. 35. Verdadero es el testimonio de la luz, ya se manifieste a sí misma, ya dé a conocer los objetos. El profeta dijo verdad; pero ¿de dónde la tomó si no la hubiese bebido en la fuente de la verdad? Luego, idóneo es Jesús cuando da testimonio de sí mismo. Y diciendo: "Porque sé de dónde vine y a dónde voy", da a entender que se refería al Padre. El Hijo daba gloria al Padre, por quien había sido enviado. ¿Cuánto, pues, debe glorificar el hombre a Aquél por quien ha sido creado? Mas cuando vino no se separó del cielo, ni cuando volvió a él nos ha abandonado. ¿Qué os admiráis? Es Dios, no puede hacer lo que El ese sol que nos alumbra, porque cuando va al Occidente abandona el Oriente. Pero así como el sol ilumina del mismo modo el rostro del que ve como el del ciego, aunque con su luz ve uno y no el otro, así la sabiduría de Dios (el Verbo de Dios) en todas partes está presente (aun entre los infieles) Pero éstos no la ven, porque no tienen ojos en su alma. Mas para distinguir el Señor a sus fieles de sus enemigos los judíos (como queriendo separar la luz de las tinieblas), añadió: "Pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy". Estos judíos veían al hombre, pero no veían a Dios. Por esto el Señor añadió: "Vosotros juzgáis según la carne", a saber, cuando decís: "Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero".

Teofilacto. Como si dijese: "Vosotros, como veis mi carne, creéis que soy sólo carne y no Dios, pero juzgáis con las falacias de la carne".

San Agustín, in Joannem, tract. 36. Como no conocéis a Dios y veis al hombre, de aquí que yo os parezca soberbio, porque doy testimonio de mí mismo, pues todo hombre aparece soberbio y arrogante cuando pretende dar testimonio laudable de sí mismo. Porque los hombres somos débiles y podemos mentir y decir verdad; pero la luz no puede mentir.

Crisóstomo, ut sup. Así como cuando se vive según la carne se vive mal, así, cuando se juzga según la carne se juzga injustamente. Y como hubieran podido decir: "Si juzgamos injustamente, ¿por qué no nos convences de ello? ¿por qué no condenas?", añadió: "Mas yo no juzgo a nadie".

San Agustín, ut sup. Esto puede entenderse de dos maneras. Dice: "Yo no juzgo a nadie", de la misma manera como dice en otro lugar: "Yo no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo" (Jn 3,17); no lo decía negando que habría de juzgar, sino dilatándolo. Y, como había dicho: "Vosotros juzgáis según la carne", y añadió: "Yo no juzgo a nadie"; para que entiendas que Jesucristo no juzga según la carne, como El fue juzgado por los hombres; mas para que se sepa que Jesucristo es juez, añade: "Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero".

Crisóstomo, ut sup. Como diciendo: "por esto he dicho no juzgo, como no pretendiendo juzgar, porque si juzgase, os condenaría con justicia; pero ahora no es tiempo de juzgar". Pero da idea del juicio futuro, cuando añade: "Porque yo no soy solo; mas yo y el Padre que me envió", manifestando que no los condenará El solo, sino también el Padre. Esto lo dijo respondiendo a sus sospechas, porque no creían que el Hijo era digno de fe si el Padre no daba testimonio de ello.

San Agustín, ut sup. Mas si el Padre está contigo, ¿cómo te ha enviado? Señor, entonces tu misión es tu Encarnación. Aquí estaba Jesucristo según la carne, pero no se había separado del Padre, porque el Padre y el Hijo se encontraban en todas partes. Avergüénzate, sabeliano1; porque no dijo yo soy el Padre y yo mismo soy a la vez el Hijo, sino "No soy solo", porque está conmigo el Padre. Distingue, por lo tanto, las personas; distingue la inteligencia; conoce que el Padre es el Padre y el Hijo es el Hijo; pero no digas que el Padre es mayor y el Hijo es menor. Son una sola esencia, una sola coeternidad, una igualdad perfecta. Luego es verdadero mi juicio, dijo, porque soy Hijo de Dios. Y para que se comprenda que el Padre está conmigo, no soy Hijo de tal naturaleza que haya de dejar al Padre; he tomado la forma de siervo, pero no he perdido la de Dios. Había hablado del juicio; ahora va a tratar del testimonio. Por esto sigue: "Y en vuestra Ley está escrito", etc.

San Agustín, contra Faustum, 16, 13. ¿Pretenden, acaso, los maniqueos fundar sus calumnias en que Jesús no dijo: "en la Ley de Dios", sino: "está escrito en vuestra Ley"? Ante lo cual, ¿quién no conoce el espíritu de las Sagradas Escrituras2? Dijo, pues, "en vuestra Ley", esto es "en la que os ha sido dada". Del mismo modo como el Apóstol decía: "mi Evangelio", el que asegura haber recibido, no de los hombres, sino por la revelación de Jesucristo.

San Agustín, in Joannem, tract. 36. Enciérrase una importante cuestión, que aparece velada de gran misterio, en las palabras del Señor, cuando dijo: "En la boca de dos o tres testigos se encuentra toda palabra de verdad" (Dt 17,6), porque puede suceder que mientan dos. La casta Susana estuvo en peligro por dos testigos falsos; todo el pueblo mintió contra Jesucristo; ¿cómo puede entenderse que en la boca de dos o tres testigos se encuentra toda palabra de verdad, sino diciendo, que de este modo se da a conocer la Santísima Trinidad por medio del misterio, porque en Ella se encuentra la constante estabilidad de la verdad? Por tanto dirá: "aceptad nuestro raciocinio, para que no experimentéis el castigo". Dejo para después el juicio, pero no el testimonio; por esto sigue: "Yo soy el que doy testimonio de mí mismo", etc.

Beda. En muchas ocasiones el Padre da testimonio de su Hijo, como cuando dice: "Yo te he engendrado hoy" (Ps 2,7), "Este es mi Hijo muy amado" (Mt 3,17)

Crisóstomo, ut sup. Si se toma simplemente lo que se lleva dicho, resulta una cuestión: que se ha ordenado entre los hombres que haya verdad en la boca de dos o tres testigos, porque uno solo no es digno de fe. ¿Pero cómo vamos a hacer extensiva a Dios esta razón? De otro modo no podría ser verdad lo que se dice: que entre los hombres, cuando dos dan testimonio de algo ajeno, su testimonio es verdadero (esto es, al atestiguar dos); pero si uno de ellos da testimonio de sí mismo, no puede decirse que hay dos testigos. No dijo esto con otro fin que con el de manifestar que El no era menor que el Padre; de otro modo no hubiera dicho: "Yo, y el Padre que me envió". Véase también que su poder en nada ha sido disminuido por el Padre. El hombre, cuando es digno de fe por sí mismo, no necesita de testimonio, pero esto es cuando se trata de cosas ajenas; respecto de lo que a El le toca, al necesitar de testimonio ajeno no se consideraría como digno de fe. Pero aquí sucede todo lo contrario, porque atestiguando de cosa propia y teniendo el testimonio de otro, dijo que El era digno de fe.

Alcuino. También puede entenderse lo que dijo en este sentido: si vuestra Ley aprueba el testimonio de dos hombres, que pueden ser engañados y mentir, o atestiguar muchas cosas falsas e inciertas, ¿por qué razón no creéis que es verdadero mi testimonio y el de mi Padre, que es firme con estabilidad suprema?


JUAN 8,19-20

12819 (Jn 8,19)

Y le decían: "¿En dónde está tu Padre?" Respondió Jesús: "Ni me conocéis a mí ni a mi Padre. Si me conocierais a mí, en verdad os digo que conoceríais también a mi Padre". Estas palabras dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el templo: y ninguno le echó mano, porque aun no había venido su hora. (vv. 19-20)

San Agustín, in Joannem, tract. 37. Aquéllos que habían oído decir al Señor: "Vosotros juzgáis según la carne", demostraron que habían escuchado porque creyeron que el Padre de Jesús era de carne. Por esto sigue: "Y le decían, ¿dónde está tu Padre?", etc. Como diciendo: "Te hemos oído decir: "Yo no soy sólo, sino que somos yo y el Padre que me ha enviado"; pero nosotros te vemos solo: manifiéstanos que tu Padre está contigo".

Teofilacto. Algunos indican que los judíos dijeron esto en tono de injuria o de desprecio; le vituperan como si fuera hijo de fornicación, y de padre desconocido, o como aludiendo a la humilde condición del que se creía su padre, esto es, de José. Como diciéndole: "tu padre es vil y desconocido, ¿por qué nos lo citas con tanta frecuencia?" Como no le preguntaban deseando aprender, sino tentándole, no respondió a la pregunta anterior. Por esto sigue: "Respondió Jesús; ni me conocéis a mí, ni a mi Padre".

San Agustín, ut sup. Como si dijera: "Preguntáis ¿en dónde está tu Padre? como si ya me conocierais a mí; como si yo fuera sólo lo que veis. Pues porque no me conocéis, yo no os manifiesto a mi Padre. Y así como a mí me creéis hombre, creéis que mi Padre es también hombre. Sabed que según lo que vosotros veis soy una cosa, y según lo que no veis, otra. Yo hablo de mi Padre oculto, estando yo también oculto; primero debéis conocerme, y después conoceréis a mi Padre". Y esto es lo que añade: "Si me conocieseis a mí, en verdad que conoceríais a mi Padre.

Crisóstomo, in Ioannem, hom.51. Y dice esto para manifestar que de nada les aprovecha decir que conocen al Padre si no conocen al Hijo.

Orígenes, in Ioannem, tom. 18. Parece que está en contradicción lo que ahora dice Jesús: "Ni me conocéis a mi ni a mi Padre" con lo que en otra ocasión había dicho: "Me conocéis, y sabéis de dónde vengo" (Jn 7,28) Pero cuando dice "me conocéis" lo dice a ciertos jerosolimitanos que decían: "¿Por ventura han creído verdaderamente nuestros príncipes que éste es el Cristo?"; mas cuando dijo: "No me conocéis", lo dijo a los fariseos. A los jerosolimitanos había dicho: "Es veraz el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis" (Jn 7,28) Mas alguno preguntará, ¿cómo es verdad lo que dice: "Si me conocieseis, también conoceríais a mi Padre", siendo así que los jerosolimitanos a quienes dijo "me conocéis" (Jn 7,28) no conocían al Padre? A esto debe contestarse, que el Salvador hablaba de sí unas veces refiriéndose a la naturaleza humana, y otras a la divina. Por ello, cuando dice: "Me conocéis" habla de sí como hombre; y cuando dice: "No me conocéis", habla de sí como Dios.

San Agustín, in Joannem, tract. 37. ¿Qué quiere decir: "Si me conocieseis, también conoceríais en verdad a mi Padre", sino que "yo y el Padre somos una misma cosa" (Jn 10,30)? Cuando vemos a uno que se parece a otro generalmente decimos: "si has visto a uno ya has visto al otro". Y se dice así, por la semejanza que hay entre ellos. Pues lo mismo da a entender el Señor cuando dice: "Si me conociereis, en verdad que también conoceríais a mi Padre"; no porque el Padre es el Hijo, sino porque el Hijo es semejante al Padre.

Teofilacto. Avergüéncese Arrio, porque si, según él, el Hijo es criatura, ¿cómo el que conoce a la criatura conoce a Dios?1 Ni aun el que conoce la naturaleza del ángel conoce la naturaleza divina, pero si el que conoce al Hijo también conoce al Padre, es porque el Hijo es consustancial con el Padre.

San Agustín, ut sup. Aquí la palabra "acaso" implica una especie de increpación, aunque parece palabra dubitativa. Muchas veces sucede entre los hombres que hablan con duda de lo que conocen con certeza, empleando palabras que la indican, como cuando uno se disgusta con un criado, y le dice: "Me despreciais; reflexiona: quizá soy tu amo". Así hace también el Señor cuando reprende a los infieles y dice: "Acaso conoceríais también a mi Padre".

Orígenes, ut sup. Conviene saber aquí que los herejes opinan que con esto se prueba claramente que no es Padre de Jesucristo el Dios a quien los judíos adoraban, porque dicen: "si el Salvador hablaba a los fariseos que adoraban a Dios como autor del Universo, es evidente que el Padre de Jesús es otro distinto del autor del Universo, a quien los fariseos no habían conocido". Pero dicen esto, sin atender al modo de expresarse de las Sagradas Escrituras. Y así, si alguno no obra según el conocimiento que de Dios le dieron sus padres, y no vive bien, decimos de éste que no tiene conocimiento de Dios. Del mismo modo como se dice de los hijos de Heli, que no conocían a Dios por su mucha malicia, se dice también que los fariseos no conocían al Padre, porque no vivían conforme a lo ordenado por el Creador. Tiene otro significado esto de conocer a Dios, porque una cosa es conocer a Dios y otra creer en El sencillamente. Dice en el Salmo: "Reposad, y ved que yo soy el Dios" (Ps 45,11) ¿Quién no entiende que esto se dice para un pueblo que cree en su Creador? Hay, pues, mucha diferencia entre creer conociendo, y solamente creer. Pero cuando dice el Salvador a los fariseos: "Ni me conocéis ni a mi Padre", pudo decirles con mucha razón: "no creéis siquiera en mi Padre, porque quien niega al Hijo no tiene conocimiento del Padre; esto es: ni por la fe ni por la razón". Además, dice la Escritura en otro lugar que aquéllos que viven junto a otro, le conocen. Adán conoció a Eva cuando estuvo junto a ella. Y si conoce a su mujer el que vive junto a ella, el que está cerca de Dios participa de su mismo espíritu, y conoce a Dios. Y si esto es así, los fariseos no conocían ni al Padre ni al Hijo (1S 2) A pesar de esto, puede suceder que alguno conozca a Dios y no conozca al Padre (esto es, que alguno tenga en realidad noticias de Dios y no del Padre), porque en las muchas oraciones que vemos en la Ley antigua, no encontramos que ninguno diga al orar: "Dios Padre", y sin embargo le rogaban como a Dios y Señor, sin anticipar la gracia que se había de dispensar a todo el mundo, por medio de Jesucristo, que había de juntarlos a todos en esta filiación, al tenor del salmo (Ps 21,23): "Anunciaré tu nombre a mis hermanos".

Prosigue: "Estas palabras dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el templo".

Alcuino. Gaza, en el idioma persa, quiere decir riquezas y filattein (fullatein), guardar, porque era un lugar del templo en donde se guardaban los tesoros.

Crisóstomo. Hablaban en el templo por orden los maestros, y allí hablaba Jesús; sobre esto murmuraban y le acusaban, porque se hacía igual al Padre.

San Agustín, ut sup. Gran confianza tenía, y no mostraba temor, porque en realidad no había de padecer hasta que El quisiera. Por esto sigue: "Y ninguno le echó mano, porque aun no había venido su hora", etc. Cuando algunos oyen esto creen que Jesús vivió bajo la presión del hado. Mas si hado, tal como algunos lo entendieron, viene de fado (que equivale a hablar)3, ¿cómo el Verbo de Dios podía estar sujeto al hado? ¿Dónde están los hados? Dirás que en el cielo, en el orden y giro de los astros. ¿Y cómo puede estar sujeto al hado Aquél por quien han sido hechos el cielo y los astros, siendo así que tu voluntad (si te conduces rectamente) puede ir más allá de los astros? ¿Acaso porque sabes que la humanidad de Jesucristo estuvo debajo del cielo, crees que el poder de Jesucristo estuvo subordinado al cielo? Mas no había venido aún su hora. No la hora en la que se viera obligado a morir, sino en la que se dignase dejarse matar.

Orígenes, ut sup. En casi todos los lugares se ve la siguiente adición: "Estas palabras dijo Jesús en tal sitio". Si reflexionas un poco, encontrarás la oportunidad de la adición. Es, pues, el gazofilacio un lugar donde se guarda el dinero ofrecido para gloria de Dios y socorro de los pobres. Las monedas tienen palabras diversas y llevan impresa la imagen de algún rey grande. Contribuya, pues, cada cual a la edificación del templo, llevando al gazofilacio espiritual todo lo que pueda, para la gloria de Dios y el bien general. Eran de mucha más utilidad las ofrendas que Jesús llevó al gazofilacio del templo que todas las que habían ofrecido los demás, porque ofrecía palabras de vida eterna. Cuando Jesús habló en el gazofilacio nadie le detuvo, porque sus palabras eran más fuertes que aquéllos que le querían prender, no habiendo debilidad alguna en las palabras que habló el Verbo de Dios.

Beda. Habló el Señor en el gazofilacio, porque se dirigía a los judíos por medio de parábolas. Y empezó como a abrir el gazofilacio cuando manifestó a sus discípulos las cosas del cielo. Por esto el gazofilacio estaba en el templo, porque lo que la Ley y los profetas habían dicho, por medio de figuras, se refería a Dios.

JUAN 8,21-24


12821 (Jn 8,21)

Y en otra ocasión les dijo Jesús: "Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. A donde voy yo, vosotros no podéis venir". Y decían los judíos: "¿Por ventura, se matará a sí mismo, pues ha dicho a donde yo voy vosotros no podéis venir?" Y les decía: "Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriríais en vuestros pecados: porque si no creyereis que yo soy, moriréis en vuestro pecado". (vv. 21-24)

San Agustín, in Joannem, tract. 38. Como ya se ha dicho, ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. Habla en seguida a los judíos de su pasión, que no estaba sujeta a la necesidad, sino a su voluntad. Por esto sigue el evangelista: "Y en otra ocasión les dijo Jesús yo me voy", porque la muerte del Salvador no fue otra cosa que el regreso al cielo, de donde había venido y de donde había salido.

Beda. Esta encadenación de palabras es de tal naturaleza, que parece se pronunciaron en un mismo tiempo y en un mismo lugar (y también en distintos tiempos y lugares), porque tanto puede entenderse que en el intervalo nada medió, como que pudieron mediar muchas cosas.

Orígenes, in Ioannem, tom. 19. Pero alguien podrá objetar: Si decía esto a los que permanecían en la incredulidad, ¿cómo les dice: "y me buscaréis"? Porque buscar a Jesucristo es buscar la verdad y la sabiduría. Pero se dirá que también algunas veces, refiriéndose a sus perseguidores, se decía que buscaban el modo de prenderlo. Efectivamente, hay mucha diferencia entre los que buscan a Jesús; no todos le buscan para su propia salvación ni por su propia utilidad. Por esto sólo encuentran la paz aquéllos que le buscan con buen fin, y se dice que le buscan con buen fin aquellos que buscan al Verbo como era en el principio cuando estaba con Dios, y para que los lleve al Padre.

San Agustín, ut sup. "Me buscaréis, dice el Señor, pero no con piadoso afecto, sino por odio". Y en verdad que le buscaron cuando desapareció de la vista de los hombres, tanto los que le aborrecían cuanto los que le amaban; los primeros, persiguiéndole; los segundos, deseando tenerle consigo. "Y no creáis que me buscaréis con buen fin, por esto moriréis en vuestro pecado". Esto quiere decir buscar mal a Jesucristo, morir en pecado; esto quiere decir aborrecerle, porque de El solo puede venirnos la salvación. Pronunció su sentencia de antemano, diciendo que morirían en su pecado.

Beda. Adviértase que pone pecado en singular, y vuestro en plural, para manifestar que el pecado de todos era uno mismo.

Orígenes, ut sup. Pregunto yo ahora: "¿por qué dice el Evangelista más adelante que, diciendo estas cosas el Señor "creyeron muchos en El"? ¿Pues no dijo a todos los que tenía presentes: "moriréis en vuestro pecado"?" Decía esto a aquéllos que sabía no habían de creer en El, y que por esto morirían en su pecado, y no podrían seguirle. Por esta razón continúa: "A donde yo voy vosotros no podéis venir". Esto es: a donde se encuentra la verdad y la sabiduría o, lo que es lo mismo, donde se encuentra Jesús. Dice que no pueden, porque no quieren, porque si hubiesen querido y no hubiesen podido, sin razón les hubiera dicho: "moriréis en vuestro pecado".

San Agustín, in Joannem, tract. 38. Dijo el Señor esto mismo a los apóstoles en otro sitio, pero no les dijo moriréis en vuestro pecado, sino "a donde yo voy no podéis vosotros venir ahora". No les quitó la esperanza, sino que les predijo la dilación.

Orígenes, in Ioannem, tom. 18. Estas palabras expresan la insoslayable retirada de Jesucristo. Pero mientras tanto guardemos en nuestras almas las semillas de verdad que allí sembró. No se separa de nosotros el Verbo de Dios. Mas si por malicia nuestra caemos en la culpa, entonces se nos dice: "Yo me voy", y cuando queramos buscarle no le hallaremos, sino que moriremos en nuestro pecado sorprendidos por la misma muerte. No conviene escuchar con negligencia lo que dice: "Moriréis en vuestros pecados". Si esto se toma en general, se verá claramente que los pecadores mueren en sus propios pecados, y los justos en la gracia. Y si se dice: "moriréis", en el sentido que muere el que peca mortalmente, es cosa clara que aquéllos a quienes esto se decía no estaban muertos, pero vivían con la enfermedad del alma, y esta enfermedad les conducía a la muerte. Y como el médico veía que estaban gravemente enfermos, decía: "moriréis en vuestro pecado". Y así es también evidente esto otro: "A donde yo voy vosotros no podéis venir", porque cuando alguno muere en su pecado, no puede ir a donde va Jesús. Ninguno que esté muerto puede seguir a Jesús, como dice en el Salmo: "Señor, los muertos no te alabarán" (Ps 113,17)

San Agustín, ut sup. Oídas estas palabras, preguntaron, como suelen preguntar los hombres carnales. Prosigue: "Y decían los judíos: ¿Por ventura, se matará a sí mismo? Porque ha dicho: A donde yo voy, vosotros no podéis venir". Palabras necias. Pues qué, ¿no podían ellos ir a donde el Señor iría si se matase? Pues ellos ¿no habían de morir también? Dijo "a donde yo voy", y no adonde se va por medio de la muerte, sino adonde iría el Señor después de su muerte.

Teofilacto. Por estas palabras dio a entender que resucitaría revestido de gloria, y se sentaría a la derecha de Dios.

Orígenes, ut sup. Examinemos si los judíos decían esto del Salvador con alguna mira elevada. Porque ellos solían explicarse muchas cosas, ya por la tradición, ya por medio de escritos apócrifos. Pero, en realidad, lo que sabían acerca del Cristo, lo sabían por las más sanas tradiciones, como eran los escritos de los profetas, en los que leían que Jesús nacería en Belén. También sabían, acerca de su muerte, que debía pasar de esta vida en la forma que el Señor dice: "Ninguno me quita el alma, mas yo la pongo por mí mismo" (Jn 10,18) Mas como aquí dicen acaso se matará, no lo dicen en vano los judíos, sino según alguna tradición que tendrían acerca del Cristo. Y aparece el poder del Salvador, cuando dice: "yo me voy", porque en ello se ostenta el poder que tenía de morir voluntariamente, dejando el cuerpo cuando quisiese. Mas yo creo que lo dijeron por burla, en virtud de lo que sabían por algunas tradiciones que hasta ellos habían llegado acerca de la muerte de Jesús. Y no dijeron por darle honra: "¿por ventura, se matará a sí mismo?". Si lo hubieran dicho con ánimo de darle gloria, se hubiesen expresado así: ¿Acaso el alma de Este abandonará su cuerpo cuando a El le plazca? Mas el Señor habla a los apegados a la tierra, como a hombres terrenos. Por esto sigue el Evangelista: "Y les decía: vosotros sois de abajo", esto es, sabéis a tierra, y no tenéis el corazón elevado hacia lo alto.

Crisóstomo, in Ioannem, hom.52. Como diciendo: "No me llama la atención que penséis de este modo, porque sois carnales, y nada entendéis en el orden espiritual, pero yo soy de arriba".

San Agustín, ut sup. ¿Qué quiere decir de arriba? Del mismo Padre, sobre el cual nada hay. Pero vosotros sois de este mundo, y yo no, ¿cómo había de ser del mundo el mismo que lo había creado?

Beda. Ni el que existía antes que el mundo. Mas los judíos eran del mundo, porque fueron creados después que el mundo ya existía.

Crisóstomo, ut sup. También pudo decir el Señor que no era de este mundo, en atención a las vanidades y deseos de los mundanos.

Teofilacto. Y como no aparentaba cosa alguna que pareciese mundana, no podía decirse que llegaría a tal demencia que pensara en matarse. Mas Apolinar, interpretando mal este relato, dice que el cuerpo de Jesús no era de este mundo, sino que lo trajo de lo alto, del cielo1. ¿Acaso también los apóstoles, a quienes dijo el Señor: "Vosotros no sois de este mundo" (Jn 15,19), obtuvieron el cuerpo del cielo? Así pues, debe entenderse este concepto en el sentido de que cuando dice el Señor, "yo no soy de este mundo", quiere decir no soy del número de los vuestros, que tanto os cuidáis de las cosas de este mundo.

Orígenes, ut sup. No son equivalentes las frases de abajo y de este mundo. Cuando se dice "de abajo", se entiende que se habla de un lugar determinado. Pero el mundo material puede decirse que se entiende en diversos lugares, todos los cuales respecto de lo inmaterial e invisible, están abajo. Mas si comparamos los diversos sitios que en el mundo se encuentran, podemos decir que unos están más elevados y otros más bajos. Donde está el tesoro de cada cual, allí está su corazón (Mt 6), de modo que si alguno atesora en la tierra, puede decirse que es de abajo, mas si atesora para el cielo, pertenece a arriba, y si se eleva sobre todo lo creado, se le encontrará en lo último, entre los bienaventurados. Además, el que ama las cosas del mundo procura complacer al mundo, pero el que no ama al mundo ni las cosas del mundo, no pertenece a él. Hay otro mundo fuera de este visible, en donde se encuentra todo lo invisible, de cuyo aspecto y hermosura disfrutarán los que sean limpios de corazón. También puede llamarse mundo Aquél mismo que existía ya antes que ninguna criatura, en cuanto es la suprema sabiduría, por quien han sido hechas todas las cosas. En El estaba todo el mundo, pero un mundo que se diferenciaba de éste material en tanto cuanto difiere la razón prototipo purificada de toda materia del mundo material. Por consiguiente, el alma de Jesucristo dice "yo no soy de este mundo", porque en realidad no vive en él.

San Agustín, in Joannem, tract. 38. Nuestro Señor explicó el sentido en que dijo: "Vosotros sois de este mundo". Eran pecadores, puesto que todos nacemos en pecado, y cuando vivimos añadimos nuevos pecados a aquél con el que hemos nacido. Toda la infidelidad de los judíos consistía no en tener pecado, sino en morir en sus pecados. Por esto añade el Salvador: "Por eso os dije, que moriréis en vuestros pecados". Creo que habría muchos de los que oían al Salvador que creerían en El, y que no diría para todos aquella sentencia terrible: "moriréis en vuestro pecado". Si fuera así, quitaría también la esperanza a aquéllos que creerían en El. Pero les dio esperanza añadiendo: "Porque si no creyereis que yo soy, moriréis en vuestro pecado"; luego, si creéis que yo soy, no moriréis en vuestro pecado.

Crisóstomo, ut sup. Y si había venido a destruir el pecado y no podía conseguirlo por medio de la purificación, no podría suceder que el que no cree pueda salir de esta vida teniendo el hombre viejo, o sea el pecado, no sólo por no haber creído, sino porque conservando sus anteriores pecados volvió hacia atrás.

San Agustín, ut sup. Y cuando dice "si no creyereis que yo soy", aunque nada añadió, dio a entender mucho; porque también Dios dijo a Moisés: "yo soy el que soy" (Ex 3,14) ¿Y cómo oigo, "yo soy el que soy", y "si no creyereis que yo soy", como si no existieran otros seres? Considerando que cualquier otro ser, por grande que sea su mérito, si es mudable, en realidad no es. Examinemos el cambio de las cosas, y veremos que ellas fueron, y que serán. Pero fíjate en Dios y encontrarás que es, y en El no cabe tiempo pasado. Mas para que tú existas has de traspasar el tiempo. Y eso que añadió: para que no muramos en nuestros pecados, no parece que quiere decir otra cosa que: "si no creyereis que yo soy", esto es, si no creéis que yo soy Dios. Demos gracias a Dios, que dijo si no creyereis, y no dijo si no comprendiereis. ¿Quién comprendería esto?

Orígenes, in Ioannem, tom. 18. Es bien sabido que el que muere en sus pecados, aunque diga que cree en Jesucristo, no cree en realidad, porque quien cree en su justicia, no comete ninguna injusticia. El que cree en su sabiduría, no hace ni dice cosa inconveniente. Y así, si se examinan los demás atributos de Jesucristo, te convencerás de que el que no cree en Jesucristo, muere en sus pecados, porque inclinándose a lo contrario de lo que admitimos en Cristo, muere en sus pecados.


Catena aurea ES 12812