Catena aurea ES 12825

JUAN 8,25-27


12825 (Jn 8,25)

Y le decían: "Tú ¿quién eres?" Jesús les contestó: "El principio, el mismo que os hablo. Muchas cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar. Mas el que me envió, es verdadero: y yo, lo que oí de El, eso hablo en el mundo". Y no entendieron que a su Padre llamaba Dios. (vv. 25-27)

San Agustín, in Joannem, tract. 39. Como el Señor había dicho ya: "Si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados", le preguntaban para saber en quién deberían creer, para no morir en su pecado. Por esto sigue el Evangelista: "Y le decían: ¿tú quién eres?". Porque cuando has dicho "si no creéis que yo soy", no has añadido quién eres. Sabía el Señor que allí habría algunos que habían de creer, y por esto, cuando le dijeron: "¿tú quién eres?", para que supiesen que debían creer en El, les contestó: "Yo soy el principio, que os hablo". No como diciendo soy el principio, sino creed que soy el principio, como aparece terminantemente en el texto griego, en donde la palabra "principio" es del género femenino. Por lo tanto, creed que soy el principio, no sea que muráis en vuestros pecados; porque el principio es inmutable, subsiste por sí, y renueva todas las cosas. Y además parece que es un absurdo llamar principio al Hijo y no al Padre; no puede haber dos principios, como no hay dos dioses. El Espíritu Santo es espíritu del Padre y del Hijo, y no es ni el Padre ni el Hijo. Sin embargo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son un solo Dios, una sola luz, un solo principio. Y añade el Salvador: "El mismo que os hablo", porque habiéndome humillado por vosotros, he descendido a hablar en estos términos. Por tanto, creed que soy el principio. Porque para que creáis esto no sólo soy el principio, sino quien hablo con vosotros. Porque si el principio, tal y como es, permaneciese con el Padre y no hubiera tomado la forma de siervo, ¿cómo le habían de creer, siendo así que las almas débiles no pueden percibir la palabra, sin el eco sensible de la voz?

Beda. Y en verdad que se encuentra escrito en algunos ejemplares: "Y el que os hablo". Pero es más conveniente leer de otro modo, para que sea éste el sentido: "creed que yo soy el principio, y que por vosotros he descendido a hablar en esta forma".

Crisóstomo, in Ioannem, hom.59. Pero debe verse aún la necedad de los judíos, quienes, después de tanto tiempo, tantos milagros y tanta predicación, aun preguntan: "¿Tú quién eres?" ¿Y qué les contestó el Salvador? "Desde el principio os lo vengo diciendo", como si dijera: "No sois dignos de escuchar mis palabras; ¿merecéis, acaso, que os diga quién soy? Vosotros todo lo decís con el fin de tentarme, y yo podría argüiros sobre ello y castigaros". Por esto sigue: "Muchas cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar".

San Agustín, in Joannem, tract. 39. Antes había dicho el Salvador que El no juzgaba a nadie. Así aparece cierta contradicción entre "no juzgo" y "tengo que juzgar". "No juzgo", lo dice refiriéndose al tiempo presente, y cuando dice que tiene que juzgar se refiere al porvenir. Que es como si dijera: "seré verdadero en el juicio, porque como soy hijo del que es veraz, soy la misma verdad". Por esto sigue: "Mas el que me envió es verdadero". El Padre es veraz, no por participación, sino engendrando la verdad. ¿Acaso podemos decir, más es la verdad que el que es veraz? Si dijéramos esto, empezaríamos por decir que el Hijo era mayor que el Padre.

Crisóstomo, ut sup. Y dice esto, para que no crean que a pesar de oír tantas cosas Nuestro Señor, no castiga porque no puede o porque no conoce las intenciones y los insultos que contra El se dirigen.

Teofilacto. Como había dicho Jesús: "Muchas cosas tengo que decir de vosotros y que juzgar", da a entender que se reserva su juicio para la otra vida, por lo que añade: "Mas el que me envió, es veraz", como diciendo: "Y si vosotros sois infieles, mi Padre es verdadero y tiene prefijado el día en que os dará lo merecido".

Crisóstomo, ut sup. Me ha enviado el Padre no a que juzgue al mundo, sino a que salve al mundo. El Padre es veraz, por esto no juzgo ahora a ninguno, mas digo lo que afecta a vuestra salvación, y no lo que puede influir en vuestra condenación. Por esto sigue: "Y yo, lo que oí de El, eso hablo en el mundo".

Alcuino. Haber oído del Padre es tanto como ser del Padre; ha oído a Aquél de quien ha recibido la esencia.

San Agustín, ut sup. El Hijo, siendo igual al Padre, le da gloria, como lo insinúa cuando da a entender que da gloria a Aquél de quien es Hijo; ¿cómo tú te ensoberbeces contra Aquél de quien eres siervo?

Alcuino. Cuando los judíos le oyeron decir: "es veraz el que me ha enviado", no comprendieron de quién hablaba. Por esto sigue: "Y no entendieron que llamaba Padre a Dios". Aún no tenían bien abiertos los ojos de su alma, y por ello no podían comprender la igualdad que existe entre el Padre y el Hijo.

JUAN 8,28-30


12829 (Jn 8,28)

Jesús, pues, les dijo: "Cuando alzareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo: mas como mi Padre me mostró, esto hablo: y el que me envió, conmigo está, y no me ha dejado solo: porque yo hago siempre lo que a El agrada". Diciendo El estas cosas, muchos creyeron en El. (vv. 28-30)

San Agustín, in Joannem, tract. 49. Habiendo dicho el Señor: "El que me envió es verídico", no comprendieron los judíos que les decía esto refiriéndose a su Padre. Mas veía allí algunos que habrían de creer después de su pasión, y por esto sigue: "Cuando alzareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy. Recordad aquello del Exodo: 'Yo soy el que soy' (Ex 3,14), y comprenderéis lo que quiere decir 'Yo soy'. Dejo para entonces vuestro conocimiento, para que así pueda realizarse mi pasión. Según vuestro modo de entender, comprenderéis quién soy yo, cuando levantéis en alto al Hijo del hombre". Habla de la exaltación de la cruz, porque en ella fue exaltado cuando pendió de ella. Y convenía que esto se realizase por manos de aquéllos mismos a quienes ahora dice esto, pero que luego habían de creer en El. ¿Y por qué, sino para que nadie desesperase por grave que fuese el delito que cometiese, recordando que el Señor había perdonado a aquéllos el homicidio que cometieron, matando al mismo Cristo?

Crisóstomo, in Ioannem, hom.52. También porque como no podía convertirlos a fuerza de tantos milagros y de predicaciones tan sublimes, les habla de la cruz, diciéndoles: "Cuando levantéis", etc. Como diciendo: "creéis que os libraréis de mí particularmente cuando me matéis, y yo digo que entonces conoceréis, tanto por los milagros cuanto por mi resurrección y por vuestro cautiverio, que yo soy el Cristo Hijo de Dios, y que no soy enemigo de Dios". Por lo que añade: "Y que nada hago de mí mismo: sino como mi Padre me mostró", etc., dando a conocer en esto la igualdad de esencia y que nada decía sin que el Padre lo supiere. "Porque si yo fuese contrario a Dios, no hubiese excitado tanto la indignación en contra de los que no creen en mí".

San Agustín, ut sup. Como había dicho el Salvador: "Entonces conoceréis quién soy yo", y dado que toda la Trinidad participaba de la misma esencia, para no dar margen al error de los sabelianos añadió a continuación: "Y nada hago de mí mismo", como diciendo: "no he nacido de mí mismo; porque el Hijo es del Padre, y es Dios. Y por esto añade: "Mas lo que mi Padre me mostró, esto hablo". A ninguno de vosotros se le debe ocurrir la idea de que esto lo decía según se entiende entre los humanos. No os imaginéis que tenéis a la vista dos hombres, el Padre y el Hijo, y que el Padre habla al Hijo como haces tú cuando dices alguna cosa a tu hijo. ¿Y qué palabras podía decir al único Verbo? Mas si el Señor habla a nuestros corazones sin que se aperciba el eco, ¿cómo hablará a su Hijo? De una manera espiritual habla el Padre al Hijo, como le había engendrado también de una manera espiritual. Y no le enseñó como si le hubiera engendrado ignorante, sino que le enseñó del mismo modo que le engendró, ya sabio. Si es única la naturaleza de la verdad, del mismo modo es propio del Hijo saberlo todo. Así pues, de la misma manera que el Padre dio la existencia al Hijo engendrándole, le dio también al engendrarle el poder de que lo supiese todo.

Crisóstomo, ut sup. Después dio el Salvador otro giro más humilde a su discurso. Por esto sigue: "Y el que me envió está conmigo". Y para que no se creyera que cuando dijo: "me envió" hablaba de que su naturaleza era inferior, dijo: "está conmigo"; porque lo uno indica humildad, lo otro divinidad.

San Agustín, ut sup. Uno y otro son iguales, y sin embargo uno es el enviado y otro el que envía. Porque la misión es la Encarnación misma, y la Encarnación es propia del Hijo y no del Padre. Luego dijo: "El que me envió", esto es, Aquél por cuya autoridad paterna, me he encarnado. Por tanto, el Padre envió al Hijo, y el Padre había dicho por boca de Jeremías: "lleno el cielo y la tierra" (Jr 23,24) Y por qué no le dejó lo explica a continuación: "Porque hago siempre lo que a El agrada", y no desde cierto principio, sino sin principio ni fin, porque la generación divina no tiene principio de tiempo.

Crisóstomo, ut sup. Y como siempre estaban diciendo que no procedía de Dios, y que no guardaba el sábado, dijo contra esto: "Porque hago siempre lo que a El agrada", manifestando que lo que ellos entendían por quebrantar el sábado agradaba a Dios. En muchas ocasiones pone toda su intención en manifestar que nada hacía en contra de la voluntad del Padre. Y como dijo esto con más claridad, añade el Evangelista: "Diciendo El estas cosas muchos creyeron en El". Como diciendo: "no os llame la atención oír algunas expresiones que revelen humildad, cuando habla Jesucristo, porque los que no se convencieron después de tanta predicación, escuchan palabras más humildes, y se persuaden". Luego creyeron algunos, pero no como debían, sino sencillamente como alegrándose y descansando en la humildad de las palabras. Y esto es lo que demuestra el Evangelista en las palabras siguientes, en que se refiere que le injuriaban otra vez.

JUAN 8,31-36

12831 (Jn 8,31)

Y decía Jesús a los judíos que en El habían creído: "Si vosotros perseverareis en mi palabra, verdaderamente seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres": Le respondieron: "Linaje somos de Abraham, y nunca servimos a ninguno. ¿Pues, como dices tú seréis libres?" Jesús les respondió: "En verdad, en verdad os digo, que todo aquél que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en casa para siempre, mas el Hijo quedará para siempre. Pues si el Hijo os hiciere libres, verdaderamente seréis libres". (vv. 31-36)

Agustín, In Ioannem trac. 40. Sin duda el Señor quiso fundamentar bien en lo profundo la fe de aquellos que habían creído, para que no creyesen de una manera superficial. Y por eso "les decía Jesús a los judíos que habían creído en El: si vosotros perseverareis en mi palabra, verdaderamente seréis mis discípulos", etc. Respecto a lo que dijo: "Si perseverareis", da a conocer lo que aquéllos encerraban en su corazón, porque sabía que algunos habían creído, pero que no habían perseverado. Y les ofreció una gran cosa, a saber: hacerlos verdaderos discípulos suyos, en lo cual se refiere a algunos que ya habían creído y que se habían vuelto a separar de El. Aquéllos le oyeron y le creyeron, mas luego se separaron, porque no perseveraron.

San Agustín, serm. 48. Y todos nosotros tenemos un solo maestro y bajo El somos condiscípulos. Y no somos maestros porque hablemos desde un lugar más elevado, sino que el maestro de todos es aquel que está en todos nosotros. Poco es el acercarse al discípulo mas es necesario que permanezcamos en el maestro, porque si no lo hacemos así, caeremos. El trabajo es corto. Es breve por la palabra pero grande es el mérito si permanecéis en él. Y ¿qué es permanecer en las palabras de Dios, si no el no caer en ninguna tentación? Si no hay trabajo, recibes gratis el premio, pero si lo hay, espera una recompensa grande.

"Y conoceréis la verdad".

San Agustín, in Joannem, tract. 40. Como diciendo: "así como ahora creéis, perseverando veréis. No creyeron porque habían comprendido, sino que creyeron para comprender. ¿Y qué es la fe sino creer lo que no se ve, y qué la verdad sino ver lo que has creído? Pues si se permanece en lo que se cree, se llega a lo que se ve, esto es, a contemplar la misma verdad, tal y como es, no por medio de palabras que suenan sino por el resplandor de la luz. La verdad es infalible, es pan que alimenta las almas y nunca se acaba, transforma en sí al que le come. Pero ella no se transforma en el que la come. Y la misma verdad es el Verbo de Dios: esta verdad ha sido revestida de carne, y estaba oculta en la humanidad por nosotros, no porque se nos negase, sino para que continuase y sufriese en la carne con el fin de que la carne del pecado fuese redimida".

Crisóstomo, in Ioannem, hom.53. "Y conoceréis la verdad", esto es, a mí, porque yo soy la verdad. Todas las cosas de los judíos eran figuras; pero la verdad la conoceréis en mí.

San Agustín, serm 48. Acaso se dirá: "¿de qué me aprovecha conocer la verdad?" Y por esto añade: "Y la verdad os hará libres". Como diciendo: "si no os complace la verdad, os gustará la libertad". Liberar quiere decir hacer libre, como sanar quiere decir recobrar la salud. Y esto se ve con más claridad en el texto griego, porque según se acostumbra en el idioma latino, generalmente solemos oír que uno queda libre cuando se entiende que ha podido librarse de los peligros y que nada le molesta.

Teofilacto. Así como antes dijo a los infieles "moriréis en vuestros pecados", así ahora anuncia a los que perseveren en la fe, que se les perdonarán los pecados.

San Agustín, De Trin. 4, 18. ¿Y de qué nos librará la verdad, sino de la muerte, de la corrupción y de la mutabilidad? Porque la verdad es inmortal, es incorruptible, y siempre permanece inmutable; la verdadera inmutabilidad no es otra cosa que la misma eternidad.

Crisóstomo, ut sup. Los que creían debían tolerar los reproches, pero éstos más bien se irritaron al momento. Y convenía que se disgustasen en el principio. Y más conveniente era que se turbasen cuando dijo el Salvador: "Conoceréis la verdad", para que contestasen: "Luego, ahora no conocemos la verdad y, por tanto, la Ley es mentira, como también nuestro modo de conocer". Pero de nada de esto se preocupaban, y únicamente se dolían de las cosas mundanas, y en verdad que no conocían otra esclavitud más que la del mundo. Por esto sigue el Evangelista: "Le respondieron: linaje somos de Abraham y nunca servimos a ninguno: ¿Pues cómo dices tú?", etc. Como diciendo que no convenía llamar siervos a los que procedían del linaje de Abraham, porque nunca habían servido.

San Agustín, in Joannem, tract. 41. Respondieron esto, no los que ya habían creído, sino los que había entre la muchedumbre, que aun no creían. Y en esto mismo de que a nadie habían servido jamás, según se entiende la libertad en el mundo, ¿cómo dijeron la verdad? ¿Pues no fue vendido José? ¿No fueron también reducidos los santos profetas a la esclavitud? ¡Oh ingratos! ¿Cómo podéis dudar que sea verdad lo que dice Dios, quien os ha librado de la casa de la esclavitud, si no habéis servido a nadie? Y vosotros mismos, que habláis, ¿por qué pagáis los tributos a los romanos si nunca habéis servido a nadie?

Crisóstomo, ut sup. Pero como el Señor no se proponía inclinar a los judíos a la vanagloria con sus palabras, sino encaminarlos hacia la salvación, no quiso probarles que eran siervos de los hombres, sino del pecado, que es la esclavitud más difícil, de la cual sólo Dios puede librar. Por esto sigue: "Jesús les respondió: en verdad, en verdad os digo", etc.

San Agustín, ut sup. Le da gran importancia a lo que dice en esta forma; es como si hiciese una especie de juramento. Amén1 quiere decir verdad, y sin embargo, no se ha interpretado así, porque ni el intérprete griego ni el latino se han atrevido a decirlo. Porque esta palabra amén es hebrea. Y no se ha interpretado, para que se le guarde cierto respeto bajo el velo del misterio, no para tenerla como encerrada, sino para que no perdiese su valor al ser explicada. Puede comprenderse cuánta importancia tiene cuando se la repite dos veces: "y digo la verdad", "la verdad lo dice". Aunque no explicase cuando dice "digo la verdad", no podría mentir de ninguna manera. Parece como que lo repite, despertando en cierto sentido a los que duermen, porque no quiere que se desprecie la palabra que dice, que todo hombre, ya sea judío, ya griego, ya rico, ya pobre, ya gobernador, ya mendigo, si peca, es esclavo del pecado.

San Gregorio, Moralium, 4, 42. Y aun aquél que se deja llevar por un mal deseo, somete al dominio de la iniquidad los cuellos libres de su alma2. Pero sacudimos este dominio, cuando conseguimos librarnos de la maldad que nos dominaba, cuando resistimos con firmeza a una mala costumbre, cuando reparamos el pecado por medio de la penitencia, cuando lavamos las manchas de nuestras maldades con nuestras propias lágrimas.

San Gregorio, Moralium, 25, 20. Con cuanta mayor libertad se dedican algunos a obrar mal, siguiendo su deseo, tanto más sometidos se encuentran a la esclavitud.

San Agustín, ut sup. ¡Oh miserable esclavitud! El que vive esclavo de otro hombre, cansado alguna vez del pesado yugo que le impone su amo, descansa huyendo de él; pero el esclavo del pecado ¿a dónde huirá? Lo lleva siempre consigo a cualquier parte que huya, porque el pecado que cometió es interior. La pasión cesa, pero el pecado no pasa; se acaba lo que deleita, pero subsiste lo que punza. Unicamente puede librarnos del pecado el que vino sin pecado y se convirtió en sacrificio para destruir el pecado. Y prosigue: "Y el esclavo no queda en casa para siempre". La Iglesia es la casa; el esclavo es el pecador; muchos pecadores entran en la Iglesia. Y no dijo: "el esclavo está en la casa," sino "no permanece siempre en la casa". ¿Y si ningún siervo estará allí, quién estará allí? ¿Quién se gloriará de estar libre del pecado? Mucho nos asustó con estas palabras, pero añadió: "mas el Hijo queda para siempre". Luego sólo Jesucristo estará siempre en la casa. ¿Acaso cuando habló del Hijo, no se refirió también a su cabeza y a su cuerpo? Luego, no asustó sin razón, pero dio esperanza; nos asustó para que no amásemos el pecado, y dio esperanza para que no desconfiemos del perdón del pecado. Por cuya razón nuestra esperanza consiste en confiar en ser libres por aquel que ya es libre. El dio el precio de nuestro rescate, no plata, sino su propia sangre; y por esto añade: "Pues si el Hijo os hiciera libres, seréis verdaderamente libres".

San Agustín, serm. 48. El Salvador manifestó con estas palabras no que quedaríamos libres de los bárbaros, sino del demonio; no de la cautividad del cuerpo, sino de la perfidia del alma.


San Agustín, in Joannem, tract. 41. La primera libertad consiste en carecer de pecados; pero ésta, una vez empezada, no es verdadera libertad, porque la carne se levanta contra el espíritu, y así no hacéis lo que deseáis hacer (Ga 6) Mas la libertad plena y perfecta consiste en no tener enemistad alguna, como sucede cuando la muerte, la última enemiga, es destruida (1Co 15,26)

Crisóstomo, in Ioannem, hom.53. Y como había dicho: "Todo aquél que hace pecado, esclavo es del pecado", para que no se anticipen y digan: "sacrificios tenemos y ellos pueden librarnos", añadió: "El siervo no queda en casa para siempre". Habla de la casa, designando con este nombre el reino del Padre, manifestando, a semejanza de las cosas humanas, que así como el dueño tiene dominio sobre su casa, así Dios tiene dominio sobre todas las cosas. En cuanto a lo que dijo: "no queda", dio a entender que no tenía poder para dar3; pero el Hijo, que es dueño de la casa, sí tiene ese poder. Por lo que los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían poder de perdonar los pecados por medio de los sacramentos legales, puesto que todos pecaron (Rm 7,23), incluso los sacerdotes, que, como dice el Apóstol, necesitaban ofrecer sacrificios por sí mismos (He 7,27) Mas el Hijo sí tiene esta potestad. Por esto concluye diciendo: "Pues si el Hijo os hiciere libres, verdaderamente seréis libres", manifestando que la libertad humana, de que tanto se gloriaban, no es verdadera libertad.

San Agustín, ut sup. Y así, no quieras abusar de la libertad para pecar libremente, sino usa de ella para no pecar; tu voluntad será libre si es buena, y quedarás libre del pecado si eres esclavo de la justicia.

JUAN 8,37-41

12837 (Jn 8,37)

"Yo sé que sois hijos de Abraham: mas me queréis matar, porque mi palabra no cabe en vosotros. Yo digo lo que vi en mi Padre: y vosotros hacéis lo que habéis visto en vuestro padre". Respondieron y le dijeron: "Nuestro padre es Abraham". Jesús les dijo: "Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham: mas ahora me queréis matar, siendo hombre, que os he dicho la verdad que oí de Dios: Abraham no hizo esto. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre". (vv. 37-41)

San Agustín, in Joannem, tract. 42. Los judíos se habían llamado libres, porque descendían de Abraham, y el Evangelista refiere lo que el Señor les contestó acerca de ello: "Yo sé que sois hijos de Abraham", como diciéndoles: "veo que sois hijos de Abraham, pero sólo en cuanto a la descendencia carnal, y no en cuanto a la fe del corazón," por cuya razón añade: "mas me queréis matar".

Crisóstomo, in Ioannem, hom.53. Añadió esto para que no pudieran decir no tenemos pecado. Por lo que, dejando de reprender la vida que llevaban, únicamente se ocupó de lo más próximo y de lo que aún se proponían hacer, por esto los excluye poco a poco de aquel linaje, enseñando con esto a ser humildes. Porque así como la libertad y la esclavitud se obtienen por medio de las acciones, así el parentesco. Y para que no dijesen: "hacemos esto con justicia," añadió la causa que los movía, diciendo: "Porque mi palabra no cabe en vosotros".

San Agustín, ut sup. Esto es, no arraiga en vuestra alma, porque no la recibe vuestro corazón. Porque la palabra de Dios es para los fieles lo que el anzuelo es para el pez, coge cuando el pez es cogido, pero no hace daño alguno a los que son cogidos, porque no lo son para su perdición, sino para su salvación.

Crisóstomo, ut sup. Y no dijo: "no comprendéis mis palabras", sino: "Porque mi palabra no cabe en vosotros", manifestando en ello lo elevado de sus enseñanzas. Pero podían decir: "¿pero tú hablas por ti mismo?" Y para evitarlo, añadió: "Yo digo lo que vi en mi Padre", porque no sólo tengo su misma esencia, sino que poseo la misma verdad que el Padre.

San Agustín, ut sup. El Señor quería dar a conocer que su Padre era Dios; como diciendo: "He visto la verdad y hablo la verdad porque soy la verdad". Si, pues, el Señor dice la verdad que ha visto en el Padre, se vio a sí mismo y se predicó a sí mismo, porque El es la verdad del Padre.

Orígenes, in Ioannem, tom. 20. Esta autoridad manifiesta que el Salvador veía todo lo que afectaba al Padre, mientras que los hombres a quienes lo revelaba no lo veían por sí mismos.

Teofilacto. En verdad que oyes a Dios cuando dice: "Digo lo que he visto", pero no creas que se trata de ver corporalmente, sino comprende en esto un conocimiento natural, verdadero y perfecto. Así como los ojos que ven, ven al objeto por entero y verdaderamente, sin engañarse, así yo digo con veracidad lo que vi en mi Padre.

Prosigue: "Y vosotros hacéis lo que visteis en vuestro Padre".

Orígenes, ut sup. Todavía no nombra al padre de ellos; poco más arriba mencionó a Abraham, pero va a decir que otro es el padre de ellos (a saber, el diablo), de quien eran hijos, no por ser hombres, sino por ser malos. Pues el Señor les reprende el mal que hacen.

Crisóstomo, ut sup. Otra versión dice: "Y vosotros, haced lo que visteis en vuestro padre". Como diciendo: "Así como yo muestro al Padre con palabras y la verdad, mostrad también vosotros a Abraham con vuestras acciones".

Orígenes, ut sup. Esto tiene también otra interpretación: "Vosotros también debéis hacer lo que sabéis por vuestro Padre". Pues habían escuchado del Padre lo que está escrito en la Ley y en los Profetas. Y el que habló de este modo contra aquellos que tenían una opinión diferente, demuestra que el que había dictado la Ley y enviado a los profetas era el mismo Dios, Padre de Jesucristo. Preguntemos entonces a aquellos que postulan dos naturalezas, una del Padre y otra del Hijo, que dicen que han oído cosas diferentes del Padre y que esto es imposible. Si estas naturalezas bienaventuradas eran del Salvador, ¿por qué querían matarlo, y cómo no entendían sus palabras? Mas los judíos tomaron muy a mal el que dijera el Salvador quién había sido el padre de ellos, porque decían que aquél que es padre de muchas gentes, habría de ser su padre; por esto sigue el Evangelista: "Respondieron y le dijeron: nuestro padre es Abraham".

San Agustín, ut sup. Como diciéndole: "¿qué te atreverás tú a decir contra Abraham?" Parece que le provocaban para que dijese algo malo acerca de Abraham, y así les ofrecería ocasión de hacer lo que se proponían.

Orígenes, ut sup. Pero también el Salvador destruyó esto mismo, porque les daba a entender que aun esto lo decían con mal fin; por esto sigue: "Jesús les dijo: si sois hijos de Abraham, haced", etc.

San Agustín, ut sup. Y sin embargo, les había dicho antes: "Yo sé que sois hijos de Abraham"; por eso ahora no negó que descendieran de él, pero critica su modo de obrar. Su descendencia material, efectivamente venía de él, pero no estaba conforme su vida con la de Abraham.

Orígenes, ut sup. También puede decirse lo que dice en el texto griego: "sé que sois de la descendencia de Abraham". Mas para que esto se vea, veamos en primer lugar la diferencia que hay entre la descendencia corporal y el modo de obrar del hijo. Bien sabido es que la descendencia lleva consigo las disposiciones de aquél de quien se procede, cuyas propiedades aún continúan y se sostienen; y el hijo, aun después de engendrado por la unión del hombre y la mujer, aun después de alimentarse con sustancias extrañas, conserva el parecido de quien lo engendró. Y en cuanto al cuerpo, el padre subsiste en el hijo por la generación; mas si el hijo no lleva en sí algo de la naturaleza del padre, no puede decirse en absoluto que es hijo suyo. Y como los hijos de Abraham se conocen por sus obras, debe procurarse que no se crea que proceden de otros principios infundidos en algunas almas, en cuyo caso debamos comprender que son de la descendencia de Abraham. Por eso, no hay que imaginarse que todos los hombres descienden de Abraham, porque no todos los hombres tienen un mismo modo de pensar fijo en sus almas. Conviene, pues, que aquél que desciende de Abraham se haga asimismo hijo suyo por la semejanza, y es posible que destruya por su negligencia o desidia lo que hay en él de su primogenitor. Mas aquéllos a quienes el Salvador dirigía la palabra, vivían aún con la esperanza, por lo que Jesús sabía que aquéllos que aún eran hijos de Abraham, según la carne, no habían perdido la esperanza de poder hacerse verdaderos hijos de Abraham. Y así les dice el Salvador: "Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham", porque si además de ser hijos de Abraham hubieran podido añadir su gran fe, hubieran abrazado la doctrina del Salvador. Pero como no eran hijos de Abraham en este sentido, no entendieron las doctrinas, sino que quisieron matar al Verbo, y ver cómo destrozarle, porque no comprendían su grandeza. Si alguno de vosotros desciende de Abraham y aun no comprende al Verbo de Dios, no se proponga matarle, sino transfórmese en lo que debe ser un hijo de Abraham, y entonces comprenderá al Hijo de Dios. Algunos eligen una obra de las muchas de Abraham, como aquello (Gn 15,6): "Creyó Abraham en Dios, y se le consideró como digno de premio". Y para que puedan entender que la fe son obras, no se les dice en singular: "haced la obra de Abraham", sino en plural. Y yo creo que esto se les dijo en equivalencia de lo que es en realidad: "haced todas las obras de Abraham," para que según la historia de Abraham, tomada en sentido alegórico, imitemos sus obras en sentido espiritual. Pues en efecto no es lícito que el que quiera ser hijo de Abraham se case con esclavas, ni que después de la muerte de su mujer se case con otra siendo ya viejo.

Prosigue el Señor: "Mas ahora me queréis matar, etc.".

Crisóstomo, ut sup. Esto es porque era verdad que Jesús era igual al Padre. Por esto querían los judíos matarle. Y para demostrar que el decir esto no era contrario al Padre, añadió: "la verdad que oí de Dios".

Alcuino. Porque Aquél que es la verdad ha sido engendrado por el Padre, y oír le no es otra cosa que proceder del Padre.

Orígenes, ut sup. Dijo el Salvador: "Me queréis matar siendo hombre", como dando a entender: no digo Hijo de Dios, ni digo el Verbo, porque el Verbo no puede morir. Digo: aquello que veis, porque esto que veis es lo que podéis matar, y a quien no veis sólo podeis ofender".

Prosigue el Salvador: "Abraham no hizo esto".

Alcuino. Como diciendo: "probáis que no sois hijos de Abraham, porque hacéis cosas contrarias a las que hizo Abraham".

Orígenes, ut sup. Alguno puede decir que todo esto se dice sin necesidad, porque Abraham no hizo lo que en su tiempo no podía hacerse, puesto que Jesucristo no nació en su época. Pero debe contestarse que en tiempo de Abraham había nacido un hombre que predicaba la verdad que había oído de boca del Señor, y sin embargo no fue buscado por Abraham para matarle. Y sépase que la venida espiritual de Jesús no faltó a sus santos en ninguna época. Y por esto comprendo que todo hombre que, después de su regeneración y de las demás gracias que le ha concedido Dios, peca, vuelve a crucificar al Hijo de Dios, por el reato de culpa en que ha reincidido. Y esto no lo hizo Abraham.

Prosigue el Salvador: "Vosotros hacéis las obras de vuestro Padre".

San Agustín, ut sup. Pero aún no dice quién es el padre de ellos.

Crisóstomo, ut sup. Mas el Señor les dice esto, queriendo quitarles la vanagloria de la descendencia y convencerlos de que ya no pongan la esperanza de su salvación en la descendencia natural, sino sólo en la descendencia que obtendrán por la adopción. Y esto era precisamente lo que les impedía venir a Jesucristo, porque creían que con sólo descender de Abraham ya tenían segura su salvación.

JUAN 8,41-43


12841 (Jn 8,41)

Y ellos le dijeron: "Nosotros no somos nacidos de fornicación: un Padre tenemos que es Dios". Y Jesús les dijo: "Si Dios fuese vuestro Padre, ciertamente me amaríais. Porque yo de Dios salí y vine: y no de mí mismo, mas El me envió. ¿Por qué no entendéis este mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra". (vv. 41-43)

San Agustín, in Joannem, tract. 42. Los judíos, según parece, empezaban a comprender que el Señor no les hablaba de la generación natural, sino del modo de vivir. Las Sagradas Escrituras suelen llamar fornicación espiritual al acto por el que un alma se entrega como prostituta a muchos y falsos dioses. Por esto sigue el Evangelista: "Y ellos le dijeron: nosotros no somos nacidos de fornicación, un Padre tenemos que es Dios".

Teofilacto. Como si respondieran que buscaban vengar a Dios, y que por esto se declaraban contra El.

Orígenes, in Ioannem, tom. 22. Como habían sido argüidos de que no eran hijos de Abraham, responden peor que antes, insinuando con oculta intención que el Salvador había nacido de adulterio. Pero más me parece que respondieron deseando armar una discusión, porque habiendo dicho antes: "Nuestro padre es Abraham", y habiendo oído: "Si sois hijos de Abraham, haced sus obras", ahora dicen que tienen un padre mayor que Abraham (esto es, Dios), y que no han nacido por fornicación. Mas el demonio no procrea de esposa, sino de ramera, o sea de la materia, a aquéllos que, apoyados en las cosas carnales, se adhieren a la materia (puesto que nada hace por sí mismo)

Crisóstomo, in Ioannem, hom.53. ¿Y vosotros, qué decis? ¿que tenéis a Dios por Padre, y acusáis a Jesucristo porque dice esto mismo? Y lo más admirable consistía en que muchos de ellos habían nacido hijos de fornicación, porque se hacían muchos casamientos ilícitos. Mas no los reprendía por esto, sino que insiste para manifestar que no son hijos de Dios. Por esto sigue: "Y Jesús les dijo: si Dios fuese vuestro padre, ciertamente me amaríais, porque yo de Dios salí y vine".

San Hilario, De Trin 1, 6. Y no desaprueba el Hijo de Dios que tomen el nombre religioso aquéllos que se llaman a sí mismos hijos de Dios y dicen que Dios es su padre; pero reprende la temeraria usurpación de los judíos, que presumían tener a Dios por padre cuando a El no le querían. Y no es lo mismo poder decir que uno existe porque ha salido del Padre, que decir que viene del Padre. Pero como dice que tienen que amarle aquellos que afirman que tienen a Dios por Padre porque ha salido de El, explicó que la razón del amor estaba en la generación. Dice que ha salido de Dios para indicar el nacimiento incorpóreo, pues la fe que permite confesar a Dios como Padre ha de merecerse con el amor a Cristo, que ha sido engendrado de El.

Y no puede ser bueno, respecto de Dios Padre, quien no ama al Hijo, porque la causa de amar al Hijo no es otra que el hecho de que el Hijo ha venido del Padre. Luego el Hijo es del Padre, no por haber venido al mundo, sino por haber sido engendrado por El. Y así todo amor podrá dirigirse al Padre, si se cree que el Hijo es de El.

San Agustín, ut sup. Así pues, la procesión del Verbo, respecto del Padre, es eterna, porque es de El como Verbo del Padre, y vino a nosotros porque el Verbo se hizo carne (Jn 1,14) Su venida es su humanidad, su mansión es su divinidad; llamáis a Dios Padre, pues consideradme como hermano.

San Hilario, ut sup. Pero da a conocer que no tuvo origen en sí mismo, cuando añade: "Y no vine de mí mismo, mas El me envió".

Orígenes, ut sup. Yo creo que dijo esto porque algunos venían por sí mismos y no eran enviados por el Padre. Acerca de esto se dice por Jeremías: "Yo no los enviaba y ellos corrían" (Jr 23,21) Y dado que aquellos que introducen dos naturalezas se valen de esta palabra, hay que decir en contra de ellos que San Pablo, cuando perseguía a la Iglesia de Dios aborrecía a Jesús y por esto le dijo el Señor: "¿por qué me persigues?" (Ac 9,4) Y si es verdad lo que se dice aquí: "Si Dios fuese vuestro Padre, me amaríais", también debe ser verdad lo contrario: "si no me amáis, de ningún modo podrá ser Dios vuestro Padre". San Pablo no amaba a Jesús al principio; por esto hubo un tiempo en que Dios no fue Padre de Pablo. Así pues, Pablo no fue hijo de Dios por naturaleza, pero fue hecho hijo de Dios poco después. Porque ¿cuándo puede ser Dios Padre de alguno, sino cuando cumple sus mandamientos?

Crisóstomo, ut sup. Y como los judíos muchas veces preguntaban diciendo: "¿Qué es esto que dice, a donde yo voy no podéis venir vosotros?", por esto añade: "¿Por qué no entendéis este mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra".

San Agustín, in Joannem, tract. 42. Y no podían oírlo, porque no querían enmendarse creyendo.

Crisóstomo. En primer lugar, debe practicarse la virtud, que es la que oye al divino Verbo, y así después podremos comprender todo lo que nos diga Jesús; porque mientras no somos curados del oído propio por el Verbo que dijo al sordo: "Abrete" (Mc 7), no se puede percibir cosa alguna por el oído.


Catena aurea ES 12825