Catena aurea ES 13321

JUAN 13,21-30


13321 (Jn 13,21)

Cuando esto hubo dicho Jesús, se turbó en el espíritu y protestó, y dijo: "En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros me entregará". Y los discípulos se miraban los unos a los otros, dudando de quién decía. Y uno de sus discípulos, al cual amaba Jesús, estaba recostado a la mesa, en el seno de Jesús. A éste, pues, hizo una seña Simón Pedro, y le dijo: "¿Quién es de quien habla?" El entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?" Jesús le respondió: "Aquél es a quien yo diere el pan mojado"; y mojando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariotes. Y tras el bocado entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: "Lo que haces, hazlo presto". Mas ninguno de los que estaban a la mesa supo por qué se lo decía. Porque algunos pensaron que, porque Judas traía la bolsa, le había dicho Jesús, compra lo que habemos menester para el día de la fiesta, o que diese algo a los pobres. Y cuando él hubo tomado el bocado, se salió fuera luego. Y era de noche. (vv. 21-30)

Crisóstomo In Ioannem hom., 71. Como el Señor estaba consolando a los apóstoles, que debían recorrer todo el mundo, y los fortalecía con doble consuelo, al pensar que el traidor estaba privado de ambos, se entristeció. Y esto significa el evangelista, cuando dice: "Y se entristeció en su espíritu", etc.

San Agustín In Ioannem tract., 60. No hizo mención de esto anteriormente, pero como ya debía descubrir al traidor para que no se ocultara entre los demás, se entristeció en su espíritu. Y como el mismo traidor ya estaba a punto de salir para conducir allí a los judíos, a quienes había de hacer entrega de Jesús, lo entristeció su próxima pasión y el peligro inminente, y la mano amenazante del traidor, de quien ya se conocía su intención. El Señor se dignó también dar a conocer con su turbación que cuando una causa urgente obliga a separar antes de recogerse la mies a algunos de los falsos hermanos, no puede hacerse esto sin que la Iglesia se entristezca. Se turbó, no en cuanto a la carne, sino en el espíritu; porque las personas espirituales, en tales ocasiones de escándalo, no se turban por la perversidad, sino por la caridad, no sea que al cortar las malas cizañas se arranque de raíz el trigo. Y además, aun teniendo misericordia del mismo Judas, que había de perecer, se turba, no por debilidad de su alma, sino por su propia voluntad. Porque no se turba porque alguien lo obligue, sino que se turbó a sí mismo (como se ha dicho antes) En el hecho de turbarse consuela a los débiles en su propio cuerpo (esto es, en su Iglesia), para que si alguno se turba con la muerte de los suyos, no se crea por esto condenado.

Orígenes In Ioannem tom. 32. Dice que se turbó en el espíritu. Esto, como es cosa humana (esto es, la pasión), provenía de la exuberancia de espíritu. Porque si algún santo vive en el espíritu y obra y padece, ¿cuánto más ha de decirse esto de Jesús, que es el primero de todos los santos?

San Agustín ut supra. Caigan, pues, por tierra los argumentos de los estoicos, que dicen que en el sabio no cabe la perturbación de los ánimos. Así como juzgan a la verdad vanidad, así llaman estupor a la salvación. Túrbese, pues, el ánimo cristiano, no por la miseria, sino por la misericordia.

San Agustín In Ioannem tract. 61 "Uno de vosotros", por el número, no por el mérito; en apariencia, no en realidad.

Crisóstomo In Ioannem hom., 71. Y como no lo determinó por el nombre, de aquí nació en todos el temor. Por esto sigue: "Se miraban mutuamente los discípulos, dudando de quién hablase", no teniendo conciencia de tal maldad y, sin embargo, creyendo que la afirmación de Cristo era más digna de creerse que sus propios pensamientos.

San Agustín In Ioannem tract., 61. De tal modo era piadoso el amor que alimentaban hacia su Maestro, que su propia debilidad humana los estimulaba a los unos contra los otros.

Orígenes ut supra. Se acordaban de que eran hombres y que era variable el sentimiento más perfecto, y susceptible el apetito de querer lo contrario de lo que antes había querido.

Crisóstomo ut supra. Temblando todos, y aun el mismo que era cabeza (a saber, Pedro), Juan, que era el amado, se reclinó en el seno de Jesús. Por esto sigue: "Estaba, pues, recostado en el seno de Jesús uno de sus discípulos a quien Jesús amaba".

San Agustín ut supra. Este era Juan, de quien es este Evangelio, como después se manifiesta. Era costumbre entre todos aquellos que nos han legado las Escrituras, que, cuando cuenta algo de ellos la divina narración, al ocuparse de sí mismos hablan como si fuera de otros. ¿Y qué pierde con esto la verdad, si se dice la misma cosa y se evita la jactancia del que la cuenta?

Crisóstomo ut supra. Si quieres, pues, aprender la causa de esta familiaridad, sabe que era el amor; por eso dice "a quien amaba Jesús". Porque aunque los otros también eran amados, sin embargo, éste era más que los otros.

Orígenes ut supra. Opino, pues, que el recostarse Juan en el seno del Verbo, significa como si habitase en sus más recónditos pensamientos.

Crisóstomo ut supra. Quiere, pues, manifestar, que él era ajeno al crimen, y dice también esto para que no se piense que Pedro recurrió a él como a su superior, puesto que sigue: "Hízole señas Simón Pedro, y dícele: "¿Quién es ése de que habla?". En todas partes se encuentra Pedro impetuoso en el amor, y aunque fue el primero en preguntar, no habló, sino que quiso saber mediante Juan. En todas ocasiones la Escritura manifiesta a Pedro entusiasta, y teniendo familiaridad con Juan.

San Agustín ut supra. Se ha de notar aquí la locución de decir algo, no por sonidos, sino tan sólo por señas: "hace señas, y dice", esto es, dice haciendo señas. Si, pues, con sólo pensar se dice algo, según aquello "dijeron entre sí" (Jn 12,19), ¿cuánto más haciendo señas, cuando ya se manifiesta expresamente, por medio de signos, lo que se ha concebido interiormente?

Orígenes In Ioannem tract., 32. En primer lugar, hizo signos, y luego, no contentándose con las señas, dijo: "Pregúntale de quién habla".

"Y así, habiéndose recostado sobre", etc.

San Agustín In Ioannem tract., 61. Esto mismo que dice ahora "sobre el pecho", más arriba lo había dicho en el seno.

Orígenes ut supra. O de otra manera: Habiendo descansado primero sobre el seno, después subió y lo hizo sobre el pecho de Jesús; como si al contentarse con el regazo y no elevarse hasta el pecho, esto hubiera sido un obstáculo para que Jesús le confiase lo que Pedro deseaba saber. Por esto de que posteriormente se reclinó sobre el pecho, se expresa que era discípulo especial de Jesús por mayor y más superabundante gracia.

Beda. El descansar en su regazo y en su pecho, no sólo fue un indicio de amor presente, sino también signo de algo futuro, a saber: para que allí escuchase la voz, que después diese a conocer a los siglos.

San Agustín ut supra. ¿Qué otra cosa puede significarse en el pecho sino lo más oculto y secreto? Porque, ciertamente, el interior del pecho es el secreto de la sabiduría.

Crisóstomo ut supra. Ni aun entonces expresó nominalmente el Señor quién era el traidor, pues sigue: "Respondió Jesús: Aquel es a quien yo daré el pan mojado". Y este modo de denunciarlo era para convertir, porque ya que no se avergonzó por la comunidad de la mesa, debió hacerlo por la participación del pan.

"Y cuando hubo mojado el pan, lo dio a Judas, hijo de Iscariote".

San Agustín ut supra. Judas, contrario a lo que piensan algunos que leen con poco cuidado, no recibió solamente el cuerpo de Cristo, porque se entiende que ya el Señor había distribuido a todos ellos el sacramento de su cuerpo y sangre, entre los cuales estaba incluido el mismo Judas. Y por fin, se llega al punto en que, según la narración de Juan, el Señor manifestó al traidor por un trozo de pan que mojó y le dio. Tal vez por el hecho de mojar el pan se significa la traición de Judas, porque no todas las cosas quedan lavadas por mojarlas, sino que algunas se mojan para mancharlas. Y si es que el mojar el pan designa algún bien, no sin razón seguirá la condenación al que desagradece este bien.

"Y tras el bocado, penetró en él Satanás".

Orígenes In Ioannem tract., 32. Atiéndase que Satanás no penetró primero en Judas, sino que inspiró en su corazón que entregase al Maestro. Mas después del pan penetró en él. Por lo cual hemos de cuidar que Satanás no logre introducir en nuestro corazón ninguna de sus flechas, porque si alguna penetrara, él formaría asechanzas hasta introducirse.

Crisóstomo ut supra. En tanto que formaba parte de la asamblea, no se atrevía el diablo a invadirlo, contentándose con inspirarle desde el exterior, pero cuando Jesús lo desenmascaró y expulsó, ya con toda libertad se apoderó de él.

San Agustín ut supra. O bien, entró en él para poseerlo plenamente como entregado a discreción, sin que por eso dejase de estar en él cuando pactó con los judíos el precio a que había de entregar al Señor. Cuando San Lucas dice: "Y Satanás entró en Judas, y éste habló con los príncipes de los Sacerdotes" (Lc 22,3-4), ya había llegado al sitio de la cena de esta manera. Pero después entró en él, no para tentarlo como si hasta entonces le hubiera sido extraño, sino para poseerlo como cosa propia.

Orígenes ut supra. Convenía, según creo, por la oferta del pan, retirar del malvado el bien que él juzgaba tener; y privado de este bien, quedó expedito para que Satanás lo invadiese.

San Agustín In Ioannem tract., 62. Aquí dicen algunos: ¿Cómo es esto? ¿El pan que Cristo le entregó de su mesa, merecía que después de él penetrase Satanás? A lo que respondemos, que por esto debemos aprender cuánto debe evitarse el recibir el bien de mala manera. Porque si se pierde el que no aprecia el cuerpo del Señor (esto es, no lo discierne de las demás comidas), ¿cómo debe ser castigado el que se acerca a su mesa fingiéndose amigo, siendo enemigo? "Y dice Jesús: Lo que haces, hazlo presto".

Orígenes ut supra. Cabe dudar a quién se dirijan estas palabras, porque lo mismo a Judas que a Satanás pudo haber dicho el Señor "Lo que haces, hazlo presto", provocando al adversario a la lucha, o al traidor, para que ayudase a su pasión, que había de ser la salvación del mundo, lo que no quería se retardase ni evitase, sino que se apresurase cuanto fuera posible.

San Agustín ut supra. Sin embargo, no aconsejó el mal, sino que lo predijo no para cooperar a la perdición del pérfido, sino consultando a la salvación de los fieles.

Crisóstomo ut supra. Esto que dice, "Lo que haces, hazlo presto", no es a modo del que manda o aconseja, sino del que reprueba y manifiesta que El no quería impedir la traición. "Esto no lo comprendió ninguno de los convidados", etc. Cualquiera que se fije, dudará en este pasaje. Al preguntarle los discípulos"¿Quién es?" (Jn 13,24), dijo: "A quien yo dé el pan mojado" (Jn 13,26), y sin embargo no lo entendieron. Puede suponerse que Jesús lo dijo secretamente para que nadie lo oyera, y por lo mismo Juan pregunta inclinado sobre el pecho, como quien dice, al oído; porque acaso Pedro lo hubiera matado, si Jesús lo descubre. Y así dice que ninguno de los convidados se había enterado, ni aun Juan, que de ninguna manera pensaba que un discípulo llegase a tal grado de iniquidad, de la cual, como él estaba tan lejos, no hacía a nadie capaz ni por sospechas. Ignoraron, pues, la causa de las cosas que había dicho Cristo. Qué era lo que ellos creían, lo manifiesta posteriormente San Juan: "Algunos pensaban (porque Judas llevaba la bolsa) que había querido decirle: Compra lo que sea necesario", etc.

San Agustín ut supra. El Señor, por lo tanto, tenía bolsa para conservar lo que los fieles le daban, y para atender a las necesidades de los suyos y a los demás necesitados. Entonces se instituyó la forma de los bienes eclesiásticos, para que entendiéramos lo que se nos preceptuaba (Mt 6), de que no debíamos pensar en el día de mañana. Y no es esto prohibir que los santos tengan algún dinero, sino que a Dios no ha de servirse por estas miras, ni que se abandone el camino de la justicia por temor a la pobreza.

Crisóstomo In Ioannem hom., 71. En verdad ninguno de sus discípulos llevaba dineros, pero, por lo que aquí se dice, se insinúa que algunas mujeres los alimentaban de sus haberes. Y así, el que recomendaba que no llevemos ni manto, ni báculo, ni dinero, llevaba, sin embargo, bolsa para atender a los menesterosos, para que aprendamos que por muy pobres y crucificados para el mundo que estemos, debemos siempre cuidarnos de este ministerio. Jesús obraba muchas cosas para nuestra enseñanza.

Orígenes ut supra. De este modo hablaba el Salvador a Judas: "Lo que haces, hazlo presto". Y el traidor en esto solo le obedece por lo pronto, porque apenas recibió el pan, no se detuvo un instante. "Y así, cuando recibió el trozo de pan, salió al punto". Y en verdad salió, no sólo alejándose de la casa en que estaba, sino separándose de Jesús por completo. En mi sentir, Satanás, que había penetrado en él tras el pan, no toleraba que Judas perseverase con Jesús, porque entre Jesús y Satanás no puede haber relación alguna. No será fuera de propósito el preguntar por qué al decir "Recibiendo el pan", no se añade "Y comiéndole". ¿Es acaso que Judas, recibió el pan y no lo comió? Quizá el diablo, que lo había inspirado que hiciese traición a su Maestro, temió que, recibido el pan por Judas, si lo comía se desvaneciese el influjo que en su corazón había inspirado, y, por tanto, al punto que lo recibió se entró en él, e inmediatamente Judas dejó la casa. Puede también opinarse, que así como el que come el pan del Señor indignamente, o bebe su cáliz, come y bebe su propia condenación, también el pan que Jesús dio, para unos fue de salvación, pero para Judas fue de condenación, de tal manera, que tras el pan se introdujo Satanás.

Crisóstomo ut supra. Y añade: "Era de noche", para manifestar la osadía de Judas, a quien no pudo detener ni cohibir lo importuno de la hora de su primer impulso.

Orígenes In Ioannem tract., 32. La noche sensible es la imagen de la confusa noche que había invadido el alma de Judas.

San Gregorio Moralium 2,2. Por la cualidad del tiempo se expresa el fin de la acción. Judas, que no había de implorar el perdón, aprovecha la noche para la perfidia.

JUAN 13,31-32


13331 (Jn 13,31)

Y como hubo salido, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en El. Si Dios es glorificado en El, Dios también lo glorificará a El en sí mismo, y luego le glorificará". (vv. 31-32)

Orígenes In Ioannem tom. 32. Después de los prodigios que se habían realizado por los milagros y por la transfiguración, la gloria del Hijo del hombre empieza desde el momento en que Judas sale llevando consigo a Satanás, que lo había invadido, fuera del lugar en que estaba Jesús. Por esta razón dice: "Cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre", etc. Y aquí no se habla de la gloria del Verbo Unigénito, sino del hombre que descendía de la estirpe de David. Porque si se dice con verdad en la muerte de Cristo, que glorifica a Dios: "Despojó los principados y las potestades, triunfando en el leño de su cruz" (Col 2), y aquello otro: "Conciliando por la sangre de Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra" (Col 1) En todo esto fue glorificado el Hijo del hombre y Dios también es glorificado en El. Por esta razón continúa: "Y Dios ha sido glorificado en El". Porque no puede glorificarse Cristo, sin que lo sea al propio tiempo el Padre. Mas como todo el que es glorificado lo es por alguien, si se pregunta por quién lo es el Hijo del hombre, veremos la respuesta en lo que sigue: "Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo".

Crisóstomo In Ioannem hom., 71. Esto es, por sí mismo, no por medio de otra persona. "Y al punto le glorificará". Como diciendo: No largo tiempo después, sino inmediatamente aparecerán en la cruz todas las cosas dignas de gloria; porque el sol retrocedió, las piedras se abrieron, y muchos cuerpos de aquellos que dormían, resucitaron. De esta suerte levantó de nuevo los pensamientos de sus discípulos, que se habían abatido, y les aconseja que no se entristezcan, antes se alegren.

San Agustín In Ioannem tract., 63. Por la salida del inmundo, todos quedaron purificados con el que los purificaba. Algo semejante acontecerá cuando, separada la cizaña del trigo, resplandezcan los justos como el sol, en el reino de su Padre (Mt 13,43) Previendo el Señor que esto mismo aconteció al separarse Judas, que era la cizaña, dijo a los santos apóstoles, que habían quedado como el trigo: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre", etc., como diciendo: He aquí lo que acontecerá en mi glorificación, donde no habrá ninguno de los malos, ni perecerá ninguno de los buenos. Por esto no dijo: ésta es la señal de la glorificación del Hijo del hombre, sino: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Como tampoco se dijo que la piedra simbolizaba a Cristo, sino: "La piedra era Cristo" (1Co 10,4) La Escritura suele denominar las cosas que significan algo, por los nombres de lo significado. Mas la glorificación del Hijo del hombre es que Dios sea glorificado en El, y de aquí que añada: "Y Dios es glorificado en El". Por último, como para esclarecer este punto, prosigue: "Si el Hijo es glorificado en El (porque no vino a hacer su propia voluntad, sino la voluntad del que le envió), también Dios lo glorificará en sí mismo", refiriéndose a la naturaleza humana, que había sido tomada por el Verbo y dotada de eternidad interminable. "Y al punto lo glorificará", dice, manifestando su propia resurrección, que no sería como la nuestra al fin del mundo, sino inmediatamente. Y hasta puede entenderse de esta glorificación la frase: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre", diciendo ahora no por su próxima pasión, sino por su futura resurrección, como si ya hubiese sucedido lo que tan próximo consideraba.

San Hilario De Trin. lib. 2. Que "Dios es glorificado en El", se refiere a la gloria del cuerpo, por la cual se manifiesta la gloria de Dios, como tomando el cuerpo su propia gloria por los consuelos que le comunicaba la naturaleza divina. Y como Dios es glorificado en El, por la misma razón lo glorificó en sí. Y lo glorificó Dios en sí por el incremento de gloria que recibió, de la misma suerte que el que reina en la gloria (que es la gloria de Dios), pasa por este hecho a la gloria de Dios. Y así tenía que permanecer todo en Dios, en cuanto es permitido a la naturaleza humana. Tampoco quiso pasar en silencio el tiempo, para significar como cosa de presente, al salir el traidor Judas a realizar su traición, la gloria que después de la pasión le estaba reservada por la resurrección, y distinguirla de aquella con que Dios lo glorificaría en sí posteriormente. Aquélla era la gloria de Dios manifestada por la resurrección; ésta la que gozaría permaneciendo en el seno de Dios.

San Hilario De Trin. lib. 9. A mi juicio no hay ninguna ambigüedad en la interpretación de estas palabras: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Esta gloria pertenecía a la carne, no al Verbo. Lo que yo me pregunto es qué significa en esto que sigue: "Y Dios es glorificado en El". Y no siendo uno el Hijo del hombre y otro el Hijo de Dios (porque el Verbo se hizo carne) (Jn 1,14), pregunto quién es glorificado por el Hijo del hombre (que es también Hijo de Dios) Veamos ahora qué significa lo tercero: "Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo". El hombre ciertamente no se glorifica por sí mismo. Por el contrario, en el hombre, aunque reciba la gloria, es glorificado por Dios. Pero El es Dios mismo. Y por tanto es necesario, o que sea Cristo el que se glorifica en la carne, o el Padre el que se glorifica en Cristo. Si Cristo, Cristo que se glorifica en la carne es Dios; si el Padre (también Dios), tendremos el misterio de la unidad, porque el Padre se glorifica en el Hijo. Pero porque Dios glorifique en sí mismo a Dios glorificado en el Hijo del hombre, ¿cómo puede deducirse la conclusión impía de que Cristo no es Dios según la verdad de naturaleza, como si estuviera fuera de sí, porque glorifica en sí? Así, al que el Padre glorifica, hay que confesarlo en igual gloria, y el que se ha de glorificar en la gloria del Padre, debe también participar de todo aquello que está en el Padre.

Orígenes In Ioannem tom. 32. El nombre gloria no se toma aquí en el sentido de los paganos, que la definen como un conjunto de alabanzas que se tributa por muchos. Es cosa clara que aquí se trata de algo diferente, según las palabras del Exodo (Ex 40,32-33), que dice que el tabernáculo está lleno de la gloria de Dios, y que la presencia o rostro de Moisés se había llenado de gloria. En efecto, en sentido literal hubo en el tabernáculo cierta presencia divina, lo mismo que en el rostro de Moisés mientras hablaba con Dios. Pero en sentido espiritual, la gloria de Dios es la que alumbra el entendimiento haciéndolo elevarse y sobreponerse a todas las cosas materiales, deificándolo por la visión divina que escudriña y en las cosas que contempla. Por esto, figuradamente fue Moisés glorificado, en el hecho de tornarse divino por el entendimiento. Pero no puede establecerse comparación entre la excelencia de Cristo y el conocimiento de Moisés, que glorificó su faz, porque creo que el Hijo es el resplandor de toda la gloria divina, como dice San Pablo: "Siendo el cual el esplendor de la gloria", etc (He 1,3) Además, de este foco luminoso de gloria proceden los resplandores singulares, reflejándose en las creaturas racionales, y por eso no creo que nadie pueda recibir todo el esplendor de la gloria divina, sino el Hijo. En cuanto el Hijo no era conocido por el mundo, no era tampoco glorificado en el mundo. Mas como el Padre dio a algunos de los que estaban en el mundo el conocimiento de Jesús, fue glorificado entonces el Hijo del hombre en aquellos que lo conocieron. De aquí que transmitió su gloria a los que lo conocían. Porque los que contemplan con pura mirada la divina gloria, se transfiguran, a su imagen, de la gloria del glorificado en gloria de glorificadores. Cuando se aproximaba la hora en que debía realizarse el prodigio de que el mundo, mediante su conocimiento, mereciera la gloria glorificándole, dijo: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Y como nadie ha conocido al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo hubiese revelado, el Hijo, por gracia natural, debía revelar al Padre (Mt 11,27) Por esta causa se conoce que Dios es glorificado en El. O bien puede entenderse que Dios es glorificado, si conocemos con perfección a Jesús: "El que a mí me ve, ve también a mi Padre" (Jn 14,19) Porque se verá en el Verbo, siendo este Dios e imagen invisible de Dios, el Padre que lo engendró. De este modo se entenderá más claramente todo lo que aquí se dice. Porque así como el nombre de Dios es blasfemado por algunos entre los gentiles, así el nombre excelso del Padre es ensalzado por las buenas obras de los santos que resplandecen ante los hombres. ¿En quién ha aparecido mejor la gloria de Dios, que en Jesús? Jamás cometió pecado, y en su boca no hubo dolo. Siendo, pues, el Hijo de tal condición, fue glorificado, y Dios se glorifica en El. Y si Dios se glorifica en El, el Padre da al Hijo algo mayor de lo que hizo el Hijo del hombre. Porque es muy superior y de más subido precio la gloria que recae en el Hijo del hombre cuando lo glorifica el Padre, que la del Padre cuando se glorifica en El. Y así, convenía que la gloria del más poderoso superase a la otra. Además, como estas cosas debían acontecer en seguida (me refiero a que el Hijo del hombre fuese glorificado en Dios), continúa así: "Y al punto le glorificará".

JUAN 13,33-35


13333 (Jn 13,33)

"Hijitos: aún estoy un poco con vosotros. Me buscaréis, y así como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis venir, lo mismo digo ahora a vosotros. Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado, para que vosotros os améis también entre vosotros mismos. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis caridad entre vosotros". (vv. 33-35)

San Agustín In Ioannem tract., 64. Habiendo dicho más arriba: "Y al punto le glorificará", para que no creyesen que Dios lo iba a glorificar de tal forma que no pudiese estar unido a ellos en la convivencia que existe en la tierra, dijo en seguida: "Hijitos, aún estoy un poco con vosotros". Como diciendo: al punto seré glorificado por la resurrección, pero no ascenderé al cielo inmediatamente, como está escrito en los Hechos de los Apóstoles: "Estuvo con ellos cuarenta días después de la resurrección". Estos cuarenta días los significó diciendo: "Aún estaré un poco con vosotros".

Orígenes In Ioannem tract., 32. Cuando dice hijitos, designa la infancia en que estaban aún sus almas, porque éstos que ahora son llamados hijitos, después de la resurrección son hermanos, así como antes de ser hijitos fueron siervos.

San Agustín ut supra. Puede también interpretarse así: Aún estoy yo como vosotros en la enfermedad de esta carne, a saber, hasta que muriese y resucitase. Después que resucitó, estuvo con ellos en cuanto a la presencia corporal, pero no en cuanto a la debilidad de la carne. Según otro evangelista, dijo después de la resurrección (Lc 24,44): "Os dije esto, cuando aún estaba con vosotros", esto es, cuando yo existía en carne mortal como vosotros. Mas ahora estaba ciertamente vestido de la misma carne, pero no participaba con ellos de la mortalidad. Hay también otra presencia divina, inaccesible a los sentidos mortales, de la que El mismo dice: "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos" (Mt 28,20) Esto no significa: aunque estoy un poco con vosotros, pues no es poco hasta la consumación de los siglos. Y si esto es todavía poco porque a los ojos de Dios mil años son como un solo día, no parece que ha querido significar aquí esto cuando sigue diciendo: "A donde yo voy, vosotros no podéis venir". ¿Por ventura no podían ir a donde El vaya en el último día? De los cuales diría después: "Padre, quiero que éstos estén conmigo donde yo estoy" (Jn 17,24)

Orígenes In Ioannem tom. 32. Esto se puede explicar de una manera muy sencilla, diciendo que ya no había de estar con sus discípulos. Pero profundizando algo más, quizá pueda decirse que en realidad dejó de estar con ellos no mucho tiempo después, no porque estuviera ausente de ellos, según la presencia corporal, sino porque pasado muy poco tiempo, "vosotros os escandalizaréis en mí esta noche" (Mc 14,24) Y en ese sentido no estaba con ellos quien tan sólo mora plenamente en los que están en gracia. Pero aunque no estaba con ellos, ellos, sin embargo, habían de buscar a Jesús, como Pedro, que después de negarlo, lloraba tristemente buscándolo. Por esta razón sigue: "Me buscaréis, y así como dije a los judíos donde yo voy, vosotros no podéis venir". Buscar a Jesús, es buscar al Verbo, la sabiduría, la justicia, la verdad, la virtud divina: todo esto es Cristo. A los discípulos que quieren seguir a Jesús -no corporalmente, como creen las personas rudas, sino en la forma que recomendaba en estas palabras (Lc 14,27): "Quien no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío"- les dice aquí el Señor: "Donde yo voy, vosotros no podéis venir". Porque aunque hubieran querido seguir al Verbo y confesarlo, no tenían aún poder para esto. Aún no se les había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado (Jn 7,39)

San Agustín ut supra. O dice esto porque no estaban dispuestos todavía para seguir a Jesús, muriendo por la justicia. ¿Cómo, pues, lo iban a seguir si no estaban preparados para el martirio? ¿Y cómo iban a seguir a Jesús, que caminaba a la inmortalidad de la carne, ellos que morirían en cualquier tiempo para no resucitar hasta el último día? ¿Y cómo podrían seguir a Jesús, que iba al seno de su Padre, cuando nadie puede gozar de tal felicidad si no se perfecciona en el amor? Cuando esto dijo a los judíos, no añadió: "ahora"; mas ellos no podían ir en ese momento, pero podían ir después. Y por tal razón continuó: "Y a vosotros os digo, ahora".

Orígenes In Ioannem hom., 71. Como diciendo: A vosotros os hablo, no sin aducir el adverbio ahora. Porque los judíos, como preveía que habían de morir en sus maldades, en breve tiempo no podían marchar a donde Jesús iba, pero los discípulos podían seguir al Verbo después de algún tiempo.

Crisóstomo In Ioannem hom., 71. Como los discípulos habían oído que Jesús había dicho aquello a los judíos, para que no creyesen que también se les decía a ellos de la misma manera, dijo, hijitos.

Crisóstomo ut supra. Dijo esto para levantar el amor de sus discípulos, porque cuando hemos visto ausentarse a las personas amadas, nos llenamos de pena, y más cuando no podemos nosotros ir al lugar a que ellos van. También demostró que su muerte es cierta traslación a sitio más conveniente, inaccesible a los cuerpos mortales.

San Agustín In Ioannem tract., 64 et 65. Para enseñarles cómo podían ellos llegar a ser idóneos para habitar los lugares a donde El les precedía, añadió: "Un mandato nuevo os doy, que os améis mutuamente". ¿Acaso no estaba ya prescrito así en la Ley antigua? En ella se escribió: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19,18) ¿Por qué el Señor lo llama mandato nuevo? Acaso porque, desprendiéndonos del hombre viejo, nos vistió del nuevo. Sin duda es porque el amor renueva al hombre; pero no todo amor, sino aquél de que, para distinguirlo del amor carnal, dijo el Señor: "Como yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente". No a la manera en que se aman los hombres corruptos, ni en la forma en que los hombres aman en cuanto a hombres, sino como se aman todos los que son de Dios e hijos del Altísimo, para que sean hermanos de su Unigénito, amándose con aquel amor con que El los ha amado, a fin de conducirlos al fin en que todos sus deseos queden satisfechos de bienes.

Crisóstomo ut supra. Os amé, no como una deuda que yo había contraído por méritos antecedentes, sino por mi propia iniciativa, y así conviene que vosotros obréis el bien aun sin deber nada.

San Agustín ut supra. No se crea que se prescinde de aquel superior mandato en que se prescribe que amemos al Señor nuestro Dios. Para los que entienden rectamente, ambos preceptos están incluidos en cada uno de ellos. Porque el que ama a Dios, no puede despreciar su voz cuando le manda amar al prójimo; y el que de una manera soberana y espiritual ama al prójimo, ¿a quién otro ama en él sino a Dios? Este es el amor que, para distinguirlo de cualquier otro mundano, recomendó el Señor diciendo: "Como yo os he amado". ¿A quién sino a Dios amó en nosotros? No al Dios que teníamos, sino al Dios que habíamos de tener. Así nos debemos amar los unos a los otros para que en la medida de nuestras fuerzas nos atraigamos mutuamente a la posesión de Dios.

Crisóstomo ut supra. Sin mencionar los milagros que ellos obrarían, los designa tan sólo por el amor: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos", si os tenéis mutuo amor. Esta es la señal que da mejor a conocer a los santos. Dice que éstos son sus discípulos.

San Agustín ut supra. Como diciendo: Los que no son míos, tienen con vosotros y en común ciertos dones míos, como son, no sólo la naturaleza, la vida, el sentido, la razón y toda otra propiedad que se encuentre en los hombres y en los brutos, sino también el lenguaje, los sacramentos, la profecía, la ciencia, la caridad para con los pobres, y hasta el martirio de sus cuerpos entre las llamas. Pero careciendo de este amor, son como címbalos sonadores: son nada y de nada les sirve todo aquello.


Catena aurea ES 13321