Catena aurea ES 13612

JUAN 16,12-15


13612 (Jn 16,12)

"Aún tengo que deciros muchas cosas: mas no las podéis llevar ahora. Mas cuando viniere aquel Espíritu de verdad, os enseñará toda la verdad. Porque no hablará de sí mismo: mas hablará todo lo que oyere, y os anunciará las cosas que han de venir. El me glorificará; porque de lo mío tomará y lo anunciará a vosotros. Todas cuantas cosas tiene el Padre, mías son. Por eso os dije: que de lo mío tomará, y lo anunciará a vosotros". (vv. 12-15)

Teofilacto. Como había dicho el Señor "Os conviene que yo vaya", lo explica más diciendo: "Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis comprenderlas".

San Agustín, in Ioannem, tract., 97. Todos los herejes se valen de esta palabra para encubrir sus atrevidas invenciones (aun las que más horror causan a la humana razón) apoyándose en esta sentencia evangélica; como si sus sistemas se hallaran comprendidos en aquello mismo que los discípulos no pudieron entonces comprender y les hubiera inspirado el Espíritu Santo aquello que el espíritu inmundo se avergüenza de enseñar y predicar públicamente. Pero hay cosas malas que no puede soportar el decoro humano, y otras buenas que no sabe comprender la limitada razón del hombre. El mal es el que reside en los espíritus impuros y el bien el que aparta a aquel de todo ser viviente. ¿Quién, pues, de nosotros se atreverá a creerse de aquellos que comprenden las cosas que otros no pueden alcanzar? Y, por tanto, ni aun de mí debe esperarse que las diga. Pero alguno dirá: mas ahora hay muchos que pueden oír lo que entonces Pedro no podía comprender. Así por ejemplo, muchos pueden ser coronados por el martirio, especialmente después de enviado el Espíritu Santo, lo que entonces, cuando el Espíritu no había venido aún, Pedro no podía. Concedamos que muchos puedan por esta razón, enviado ya el Espíritu Santo, comprender lo que no pudieron los discípulos antes de la venida del Espíritu Santo. ¿Acaso sabemos qué es lo que Jesucristo no quiso decir? ¿Puede alguno de nosotros decir qué es lo que calló? Me parece muy absurdo que el Señor no pudiera haber comunicado a los discípulos aquellos altísimos misterios que hallamos luego en los escritos apostólicos, así como es absurdo también que de haberlo hecho el Señor, no quedara recogido en dichos escritos. Los heresiarcas no pueden tolerar en las Santas Escrituras nada de lo que confirma la fe católica y condena sus errores, como de los maniqueos, sabelianos y arrianos, así como nosotros no podemos sufrir sus vanas teorías. Porque ¿qué es no poder tolerar una cosa sino el no tener paciencia para sufrirla? ¿Y qué fiel hay, aunque sea catecúmeno, que antes de recibir el Espíritu Santo por el bautismo no lea y oiga con gusto, aunque no lo entienda, lo que ha sido escrito después de la Ascensión del Señor? Dirá tal vez alguno: ¿No hay varones espirituales que en materia de doctrina oculten algo a los que son carnales y lo comuniquen a los que son espirituales? En verdad que no hay ninguna necesidad de que se oculte como secreta la doctrina a los fieles que no la pueden comprender, y se la enseñe a los de mayor capacidad, pero de ningún modo los hombres espirituales deben callar por la fe católica las cosas espirituales a los mundanos. Porque a todos se deben predicar, pero sin discutirlas tan difusamente que para hacerlas comprender a los que no tienen capacidad, más pronto les fastidien con sus sermones que les hagan comprender la verdad. Y tampoco se sospecha qué secretos serían los que pudiéndose enseñar no pudieran ser comprendidos por los discípulos, a no ser que aquello mismo que en materia de religión cualquiera de los hombres comprendamos, quisiera el Señor decírnoslo en la misma forma que habla a los ángeles. Porque entonces, aun los hombres espirituales, como aun no eran los apóstoles, ¿cómo lo podrían comprender? Porque aun aquello que puede saberse de la creación es mucho menos que el creador, y sin embargo, ¿quién no lo invoca? Siendo así que todos le reconocen ¿quién es que lo comprenda como es? ¿Quién, viviendo en carne mortal, puede comprender toda la verdad? Cuando dice el Apóstol: "en parte sabemos" (1Co 13,9), pero es porque el Espíritu Santo hace que lleguemos a la plenitud de su conocimiento, de la que el mismo Apóstol dice: "Entonces cara a cara"; no como en esta vida, sino hasta la perfección, según el Señor nos prometió diciendo: "Pero cuando viniere el Espíritu de verdad, os enseñará y os ilustrará en toda verdad". De cuya promesa sacamos en consecuencia que su plenitud nos está reservada para la otra vida. Pero entre tanto el Espíritu Santo enseña espiritualmente a los fieles cuanto cada uno es capaz de comprender, y excita en sus corazones mayores deseos.

Dídimo, l. 2, tom. 9, inter op. S. Hieron.

También puede decir esto, porque los que le oían no habían comprendido todo lo que después podrían padecer por su nombre, comunicándoles algunas cosas y reservando aquellas de mayor importancia que no podrían comprender sin que su cabeza y Maestro les precediera en la enseñanza hasta morir en la cruz. Aun tomando por tipo la ley y las figuras que la simbolizan, no podían conocer la verdad. Pero cuando viniere el Espíritu de verdad os conducirá a toda verdad transportándoos con su doctrina y su misión de la letra que mata, al Espíritu que vivifica, en el cual está fundada toda la verdad de la Escritura.

Crisóstomo, ut supra. Porque, pues, había dicho ahora no podéis comprender (luego entonces podréis), y como el Espíritu Santo os guía en toda verdad, para que los oyentes no crean que es mayor el Espíritu Santo, añadió: "Porque El no hablará por sí mismo".

San Agustín, in Ioannem, tract., 99. Esta palabra es semejante a la que dijo de sí mismo: "No puedo hacer nada por mí mismo, sino que como oigo juzgo" (Jn 5,30); pero decimos que esto puede entenderse respecto a su naturaleza humana. Pero, como el Espíritu Santo no ha venido a ser creatura asumiendo la naturaleza humana1, ¿de qué modo hemos de entender esto? Debemos entender que El no existe por sí mismo. Pues, el Hijo es engendrado por el Padre, y el Espíritu Santo procede2. Pero la diferencia entre engendrar y proceder, en este asunto, sería demasiado larga de explicar, y de dar ahora alguna definición ésta podría ser juzgada de precipitada. "Hablará todo lo que oyere". Pues, para el Espíritu Santo oir es saber; y saber es ser. Puesto que no es por sí mismo, sino que es por quien procede y le viene la esencia. De ese mismo modo tiene la ciencia, y la capacidad de oír, que es nada menos que la ciencia que posee. El Espíritu Santo, pues, siempre oye porque la ciencia que posee es eterna. Así, pues, de quien El procede, oyó, oye y oirá.

Dídimo, ut supra. "No hablará por sí mismo" esto es, sin mí y sin la voluntad mía y de mi Padre; porque El no existe por sí mismo, sino por el Padre y por mí. El existir y el hablar le viene del Padre y de mí. Yo hablo la verdad, esto es, le inspiro lo que hablo y así es el Espíritu de verdad. Decir, sin embargo, y hablar en la Trinidad no es según nuestro modo de entender, sino según la forma incorporal de las naturalezas, y especialmente de la Trinidad, que inspira su voluntad en el corazón de los creyentes que son dignos de oír su voz. El Padre hablando y el Hijo escuchando, significan el consentimiento que resulta de la identidad de naturaleza. Pero el Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad y de sabiduría no puede, cuando habla el Hijo, oír lo que no sabe antes, en atención a lo que sale del Hijo, esto es, la Verdad procediendo de la Verdad, el Consolador emanando del Consolador, Dios Espíritu de verdad procediendo de Dios Padre e Hijo. En fin, para que nadie le separe de la voluntad y unión del Padre y del Hijo, está escrito: "Pero lo que oirá, hablará".

San Agustín, De trin. 2, 13. De aquí no se concluye que el Espíritu Santo sea menor, porque se ha dicho que procede del Padre.

San Agustín, in Ioannem, tract., 99. Ni tampoco llame la atención el que se use el verbo en tiempo futuro, porque la palabra "oirá" es eterna, porque eterna es la ciencia. Y en aquello que es eterno sin principio ni fin, no se falta a la verdad en cualquier tiempo que se use el verbo. Pues aunque aquella naturaleza inmutable no admita el fue ni el será, sino que tan sólo es, sin embargo, no faltamos a la verdad cuando decimos fue, es y será. Fue, porque nunca faltó; será, porque nunca faltará; es, porque siempre es.

Dídimo, ut supra. El Espíritu de verdad concede a varones santos conocimiento cierto de sucesos futuros, por lo que los profetas, llenos de este mismo Espíritu, anunciaron como si estuvieran viendo lo que después había de suceder. Por eso dice: "Os anunciará lo que ha de venir".

Beda. Es cierto que muchos, llenos de la gracia del Espíritu Santo, conocieron lo que había de venir. Pero porque muchos brillan en virtudes y, sin embargo, no saben lo que ha de suceder, suele entenderse esta palabra: "Os anunciará lo que vendrá". Esto es, os recordará los gozos de la patria celestial. Pero a los Apóstoles les predijo desgracias como las que padecerían por confesar a Jesucristo; pero también los premios que por estos males recibirían.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 77. De este modo levantó el espíritu de los discípulos. Porque como nada es tan grato al género humano como el saber las cosas futuras, les libró de este cuidado anunciándoles que serían peligrosas, para que no incurrieran en falta por su descuido. En seguida, para enseñarles qué quiere decir lo que El llamó toda verdad, a la que os guiará el Espíritu Santo, añadió: "El me glorificará".

San Agustín, in Ioannem, tract., 100. Infundiendo en el corazón de los creyentes la caridad y haciéndolos espirituales, les declaró de qué modo el Hijo es igual al Padre, a quien antes tan sólo habían conocido en carne, y le consideraban hombre como a los demás hombres. En verdad que llenos de confianza y depuesto el temor a impulsos de la caridad anunciaron a Cristo a los hombres, y así se extendió su fama por todo el orbe de la tierra. Pues lo que habían de hacer guiados por el Espíritu Santo, fue lo mismo que el Espíritu Santo dijo que harían.

Crisóstomo, ut supra. Y porque el Señor había dicho "Uno es vuestro Maestro, Cristo" (Mt 23), a fin de que recibieran al Espíritu Santo, añadió: "Porque de mí lo recibirá".

Dídimo, ut supra. Recibir aquí, según la divina naturaleza, debe entenderse: a la manera que el Hijo dando no se priva de lo que da, ni favorece a otro en daño propio, así el Espíritu Santo no recibe lo que antes no tuvo; porque si recibió lo que primero no tenía, trasladando a otro el don, se quedaba sin él. Conviene entender que el Espíritu Santo recibe del Hijo lo que constituye su naturaleza, y que no son dos sustancias: una que da y otra que recibe, sino una sola sustancia. Del mismo modo, el Hijo recibe del Padre la misma sustancia que en ambos subsiste: ni es el Hijo otra cosa que todo aquello que recibe de su Padre, ni el Espíritu Santo es otra sustancia que la que recibe del Hijo.

San Agustín, ut supra. El Espíritu Santo no es, como afirman ciertos herejes, menor que el Hijo, porque el Hijo reciba del Padre y el Espíritu Santo del Hijo, como naturaleza de diferente grado. Resolviendo, pues, la cuestión, añade: "Todo lo que tiene el Padre es mío".

Dídimo, ut supra. Como si dijera: aunque el Espíritu de verdad proceda del Padre, sin embargo, por cuanto todo lo que tiene el Padre es mío, también el Espíritu es mío, y de mí recibe3. Debe cuidarse, sin embargo, de que al decir esto, no se juzgue que se trata de alguna propiedad que posee el Padre diferente del Hijo. Lo que tiene el Padre según su sustancia (esto es: eternidad, inmutabilidad, bondad), de la misma manera lo tiene el Hijo. Lejos de nosotros los lazos de los dialécticos, que dicen: luego el Padre es el Hijo4. Porque si dijesen: "todo cuanto tiene Dios es mío", tendría la impiedad motivo para hablar así; pero diciendo "Todo lo que tiene el Padre es mío", al pronunciar el nombre Padre se declaró Hijo, porque el Hijo no usurpó la paternidad, aunque por gracia de adopción sea padre de muchos santos.

San Hilario, De Trinit. lib. 8. El Señor no nos dejó en la duda de si el Espíritu Paráclito procedía del Padre o del Hijo. Pues, recibe del Hijo aquel que es por El enviado, y procede del Padre5. Y preguntó: ¿es lo mismo recibir del Hijo que proceder del Padre? Ciertamente que se considerará una misma cosa recibir del Hijo como si se recibiese del Padre, porque el mismo Señor dijo que todo lo que tenía el Padre era suyo. Al afirmar esto y añadir que ha de recibir de lo suyo, enseñó que las cosas recibidas venían del Padre, y que eran dadas, sin embargo, por El, porque todas las cosas que son de su Padre son suyas. Esta unión no admite diversidad ni diferencia alguna de origen entre lo que ha sido dado por el Padre y lo que ha sido dado por el Hijo.

JUAN 16,16-22


13616 (Jn 16,16)

"Un poco, y ya no me veréis; y otro poco, y me veréis: porque voy al Padre". Entonces, algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto que nos dice un poco, y no me veréis, y otro poco, y me veréis: porque voy al Padre?" Y decían, "¿Qué es esto que nos dice, un poco? No sabemos lo que dice". Y entendió Jesús que le querían preguntar, y les dijo: "Disputáis entre vosotros de esto que dije: un poco, y no me veréis; y otro poco, y me veréis. En verdad, en verdad os digo: Que vosotros, lloraréis y gemiréis, mas el mundo se gozará; y vosotros estaréis tristes, mas vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando pare está triste, porque viene su hora: mas cuando ha parido un niño, ya no se acuerda del apuro por el gozo, de que ha nacido un hombre en el mundo. Pues también vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza, mas otra vez os he de ver, y se gozará vuestro corazón y ninguno os quitará vuestro gozo". (vv. 16-22)


Crisóstomo, in Ioannem, hom. 79. Después que el Señor había reanimado a sus discípulos con la promesa del Espíritu Santo, volvió a angustiar su corage, diciendo: "Un poco, y ya no me veréis". Hizo esto para acostumbrarles a llevar con resignación su ausencia, hablándoles de cosas tristes, pues a quien en palabras se ha ejercitado en esto, le resultarán mas llevaderos los hechos.

Beda, in hom 1, Dom 2, post oct. Paschae.

Dice, pues: "Un poco, y ya no me veréis", porque fue detenido en aquella noche, crucificado en la mañana, y sepultado en la tarde, desapareciendo de la vista de todos.

Crisóstomo, ut supra. Pero si se considera atentamente, no deja de ser de un consuelo la palabra "Porque voy al Padre", pues esto era la declaración de que no perecería, sino que su muerte sería un tránsito, y aun acrecentó este consuelo cuando añadió: "Y otro poco, y me veréis", dando a entender que volvería y que la separación sería corta, y continua su presencia con ellos.

San Agustín, ut supra. Estas palabras del Señor eran oscuras para los discípulos, antes de cumplirse, y por eso los discípulos se preguntaron mutuamente: "¿Qué es esto que nos dice: Un poco y ya no me veréis; y otro poco, y me veréis porque voy al Padre?"

Crisóstomo, ut supra. Esto no lo entendían, o bien por la tristeza que producía en sus corazones lo que oían, o bien por la oscuridad con que se anunciaba y les parecían contradictorias dos cosas que no lo eran. A saber: Si te veremos ¿cómo te vas? Y si te vas ¿cómo te veremos? Por eso dicen: "¿Qué es esto que nos dice, un poco? No sabemos lo que dice".

San Agustín, ut supra. Como anteriormente no les había dicho: "Un poco" sino "Voy al Padre", les pareció que hablaba claramente. Pero ahora les parece aquello confuso, mas al presente ya es para nosotros claro lo que entonces parecía oscuro y después se descubrió. Porque poco después el Señor fue crucificado, y ya no le vieron; poco después resucitó, y le vieron. Dijo entonces "Y ya no me veréis", porque en adelante ya no volvieron a ver a Jesucristo en carne mortal.

Alcuino. O de otro modo: Poco, es el tiempo que pasará sin verme; esto es, los tres días que descansó en el sepulcro. Y también será poco el que me veréis; esto es, aquellos cuarenta días en que con frecuencia se les apareció después de su pasión, hasta su ascensión. Y por esto me veréis aquel corto tiempo, porque voy al Padre, pues no permaneceré corporalmente en la tierra, sino que subiré al cielo con la humanidad que tomé.

Sigue: "Conoció el Señor que querían preguntarle, y les dijo: Discutís entre vosotros porque me habéis oído decir: Un poco y no me veréis. En verdad, en verdad os digo, que vosotros lloraréis y gemiréis". Conociendo el piadoso Maestro la duda de sus discípulos, les contestó exponiéndoles lo que había dicho.

San Agustín, ut supra. Lo cual puede entenderse de este modo: Como los discípulos se habían entristecido por la muerte del Señor, y alegrándose en seguida por su resurrección; por el contrario, el mundo (con cuyo nombre se entienden los enemigos por quienes Cristo fue muerto), se alegró por la muerte de Cristo, cuando los discípulos se afligieron. Por esto dice: "Pero el mundo se alegrará".

Alcuino. Esta palabra se aplica a todos los fieles que en virtud de las tribulaciones y lágrimas de esta vida caminan a los gozos de la eterna. El mundo se goza con las lágrimas de los justos, porque goza la presente vida sin esperar nada de la otra.

Crisóstomo, ut supra. Manifestando después cómo la tristeza, aunque breve, engendra el gozo, y éste es eterno, trae un ejemplo mundano, diciendo: "La mujer cuando ha de dar a luz se entristece, porque ha llegado la hora; pero cuando le nace un niño ya no se acuerda de su apuro por la alegría de que ha dado un hombre al mundo".

San Agustín, ut supra. Este símil no es difícil de entender, porque la comparación es manifiesta. Pues sigue: "Vosotros en verdad padecéis ahora tristeza, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón". El acto de dar a luz se compara a la tristeza, y el nacimiento al gozo, el cual suele ser mayor cuando nace niño y no niña. Pero continúa: "Y vuestro gozo nadie os lo quitará", porque el gozo de los mismos es Jesús y significa lo que dijo el Apóstol: "Cristo resucitando de los muertos, ya no muere" (Rm 6,9)

Crisóstomo, ut supra. También significa el ejemplo mencionado anteriormente, que Jesucristo quitó las angustias de la muerte y regeneró al hombre nuevo: y no dijo que ya no sentirían tribulación, sino que ni aun se acordarían de ella: ¡tanto es el gozo, que la sobrepasa! y así será en los santos. Y no dijo: Porque ha nacido un niño, sino hombre, aludiendo disimuladamente a su resurrección.

San Agustín, ut supra. Acerca de la futura visión y gozo del que arriba se ha hablado, creo que debe entenderse mejor: "Un poco, y ya no me veréis": un poco es todo el tiempo de este mundo que pasa volando. Por esto añadió "porque voy al Padre", lo que debe referirse a las anteriores palabras que dijo: "Un poco, y ya no me veréis", no refiriéndose a las siguientes que dijo: "Un poco, y me veréis"; porque yendo al Padre había de suceder que no le vieran. Díjoles, pues: Un poco, y ya no me veréis", a los que entonces le veían corporalmente, porque yéndose al Padre, no le habían de ver en lo sucesivo en cuerpo mortal, como le veían cuando esto les decía. Pero lo que añadió: "Y otro poco, y me veréis", fue promesa hecha a la Iglesia. Este poco nos parece a nosotros muy largo, porque aun dura; pero cuando se concluya entonces comprenderemos que fue corto.

Alcuino. La mujer es la Santa Iglesia, por la fecundidad de sus buenas obras y porque engendra para Dios hijos espirituales. Esta mujer, mientras da a luz, esto es, mientras se afana en hacer progresar al mundo en la virtud y mientras es tentada y afligida por todas partes, se entristece porque llegó la hora de sus sufrimientos y porque nadie ha aborrecido su propia carne.

San Agustín, in Ioannem, tract., 101. Y sin embargo, en este gozo del parto no estamos tristes sino, según el Apóstol (Rm 12,12), con frecuencia alegres, porque esa misma mujer con quien somos comparados, se alegra más por la futura prole que lo que se entristece por el presente dolor.

Alcuino. Cuando hubiere dado a luz, esto es, cuando victoriosa de los trabajos de la pelea alcanzare la palma del triunfo, ya no se acuerda de los apuros pasados por el gozo de la recompensa recibida; "Porque ha nacido un hombre al mundo". Y así como la mujer se alegra de haber dado un hombre al mundo, así la Iglesia se llena de gozo cuando nace para el cielo el pueblo fiel.

Beda, ut supra. No debe parecer nuevo el que se dé el nombre de nacido al que deja el peregrinar terreno, porque así como se acostumbra a llamar nacido al que saliendo del seno materno entra en la luz de este mundo, así también puede llamarse nacido al que libre de los lazos de la carne se eleva a la luz eterna; por esta razón las solemnidades de los santos no se llaman muerte, sino nacimiento. da a luz Alcuino. Aquello que dice: "Os veré otra vez", quiere decir, os uniré a mí mismo, u otra vez apareceré visible y se alegrará vuestro corazón.

San Agustín, ut supra. En este tiempo la Iglesia está con las labores, con anhelo al fruto de todas sus trabajos, pero en aquel momento dará a luz contemplandolo. Será también entonces, un Niño, porque a tal fruto de su contemplación están referidas todas las obras de su actividad. Sólo El en verdad es libre, porque es deseado por sí mismo y no está referido a otra cosa. Para ésto sirve la actividad, que es realizada al servicio de El. En consecuencia, encontramos así el único fin que puede satisfacernos, porque será eterno, ya que ningún fin puede llenarnos plenamente sino el que se refiere a Aquel que no tiene fin. Por esta razón lo único que nos satisface es lo que oportunísimamente oímos: "Nadie os quitará vuestro gozo".

JUAN 16,23-28


13623 (Jn 16,23)

"Y en aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: que os dará el Padre todo lo que le pidiereis en mi nombre. Hasta aquí no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en parábolas. Viene la hora en que ya no os hablaré por parábolas: mas os anunciaré claramente de mi Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, porque el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo: otra vez dejo el mundo, y voy al Padre". (vv. 23-28)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 78. Otra vez manifiesta el Señor que conviene que se marche, cuando dice: "En aquel día no me pediréis nada".

San Agustín, in Ioannem, tract., 101. La palabra rogar no sólo significa pedir, sino también preguntar, y según el Evangelio de los griegos, de donde está tomada, es un verbo que significa ambas cosas.

Crisóstomo, ut supra. Dice, pues: "En aquel día (a saber, cuando resucitaré) no me pediréis nada". Es decir, no me diréis (Jn 14,8): enséñanos al Padre, ni ¿a dónde vas? (v. 5) porque lo sabréis por el Espíritu Santo; o no me preguntaréis, es decir, no necesitaréis mediador para pedir, sino que bastará mi nombre con el que, invocado, lo recibiréis todo. Por eso dice: "En verdad, en verdad os digo". Con esto, pues, manifestó su poder, que sin ser visto, ni rogado, sino tan sólo nombrado ante el Padre, obra maravillas. No creáis, pues, que os abandono porque en adelante no estaré con vosotros; pues mi nombre os dará mayor fortaleza. Por eso dice: "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre: pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea completo".

Teofilacto. Vuestra alegría será completa cuando se os diere cumplidamente lo que pidáis.

Crisóstomo, ut supra. Como eran encubiertas las cosas que les había dicho, añadió: "Hasta ahora os he hablado en parábolas; pero ha llegado la hora en que ya no os hablaré con ellas". Esto es, vendrá el tiempo en que sabréis manifiestamente todas las cosas (hablaba del tiempo de su resurrección), y os manifestaré claramente las cosas de mi Padre. Y en verdad estuvo reunido con ellos por espacio de cuarenta días, hablándoles del reino de Dios. Y dice ahora: "Poseídos de temor no os fijáis en lo que se os dice; pero entonces, viéndome resucitado, podréis decirlo todo abiertamente".

Teofilacto. Todavía alienta más su confianza ofreciéndoles el auxilio del cielo en las tentaciones, y añade: "En aquel día pediréis al Padre en mi nombre"; y de tal modo os aseguro os favorecerá mi Padre, que ni de mi mediación necesitaréis en adelante. Por esto continúa: "Y no os digo que yo rogaré al Padre", etc. Pero a fin de que no le abandonen, como si ya no le necesitaran, continúa: "Porque vosotros me amasteis"; como si dijera: Por esto os ama el Padre, porque vosotros me amasteis, y si os apartarais de mi amor, al instante decaeréis del de mi Padre.

San Agustín, in Ioannem, tract., 102. ¿Acaso nos ama El porque nosotros le amamos, o más bien porque El nos ama, nosotros le amamos? Dice el evangelista San Juan: "Amemos nosotros, porque El nos amó primero" (1Jn 4,19) Nos ama, pues, el Padre, porque nosotros amamos al Hijo, habiendo recibido del Padre y del Hijo la gracia de que amemos al Padre y al Hijo. Amó El mismo lo que hizo, pero no hubiera hecho en nosotros lo que ama, si antes de hacerlo no nos amara.

San Hilario, De Trin., 1, 6. Así, pues, es innecesaria la mediación con el Padre cuando se tiene del Hijo la perfecta creencia de que salió del Padre y se le ama; y merece ser oído y amado el que confiesa que el Hijo salió de Dios y fue enviado por El. Por esto dice: "Y creísteis que de Dios salí". Esto lo dice de su nacimiento y de su venida, y así añade: "Salí del Padre y vine al mundo". Lo uno se refiere a su encarnación, y lo otro a su naturaleza divina. Porque el venir del Padre y salir del Padre no significa lo mismo, pues una cosa es salir de Dios en la substancia de su origen, y otra venir del Padre al mundo para consumar los misterios de nuestra redención. Y como el salir de Dios es poseer la sustancia de su nacimiento, ¿qué otro puede ser sino Dios?

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 78. Como les consolaba mucho la idea de la resurrección y le oían repetidamente que había salido del Padre y volvía al Padre, por esta razón insistió: "Yo dejo al mundo y vuelvo al Padre". Esto probaba que los discípulos creían perfectamente en El, por cuanto quedaban bajo su protección.

San Agustín, ut supra. Salió del Padre porque del Padre es, y vino al mundo para manifestar al mundo su humanidad tomada de la Virgen. El dejó el mundo y subió al Padre llevando con El su humanidad, pero sin abandonar al mundo de su presencia y gobernación; porque de tal modo vino al mundo al salir del Padre, que no se separó de su Padre. Pero leemos que nuestro Señor Jesucristo, después que resucitó, fue preguntado y rogado por sus discípulos al subirse al cielo, cuándo restablecería el reino de Israel. Y subido al cielo le pidió San Esteban que recibiera su alma: ¿y quién se atreverá a decir que no debe ser rogado siendo inmortal el que lo era siendo mortal? Parece que dice: En aquel día no me pediréis nada. No debe referirse esto al tiempo que resucitó, sino a aquel otro en que le veremos como es, cuya visión no gozaremos en esta vida temporal, sino en la eterna (1Jn 3), en la que ya nada pediremos ni preguntaremos, porque nada nos quedará que desear ni que saber.

Alcuino. Por eso dice: Entonces no me pediréis nada, pero si mientras permanecéis en esta triste peregrinación pidiereis a mi Padre, os dará. "En verdad, en verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará".

San Agustín, ut supra. La expresión "Si alguna cosa", no se entiende cualquier cosa, sino aquello que con relación a la vida eterna sirva de algo. Pues no debe pedirse en nombre del Salvador nada contrario a nuestra salvación, y la expresión "en mi nombre" no se ha de entender simplemente como suenan las letras o las sílabas, sino en el recto y verdadero sentido; porque el que no piensa de Cristo como Hijo Unigénito de Dios, no pide en su nombre, aunque pronuncie su nombre. Pues en su nombre pide quien le confiesa cuando pide y recibe lo que pide si no es contrario a su eterna salvación. Recibirá, pues, cuando deba recibir, porque hay cosas que no se niegan, pero se difieren hasta el tiempo oportuno. Así deben entenderse estas palabras, "Os dará", aquellos beneficios que convienen propiamente a los que piden. Son oídos por sí mismos todos los santos; pero no para todos, porque no se ha dicho de una manera indeterminada "dará" sino "El os dará", cuando usó de las siguientes palabras: "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre". Esto puede entenderse de dos modos: o bien porque no pedisteis en mi nombre (porque no le conocíais como se debe), o porque pedisteis cosa que en comparación de lo que debisteis pedir, debe considerarse nada. Para que, pues, en su nombre no se pidan naderías, sino pleno gozo, añade: "Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo". Esto que dice de "pleno gozo" no se refiere a lo temporal, sino a lo espiritual; y cuando tan grande fuere que ya no sea posible añadirse nada, entonces será lleno.

San Agustín, De Trin. 1, 2. Es pleno gozo vuestro, que mayor no puede ser, gozar de Dios en la Trinidad, a cuya imagen hemos sido hechos.


San Agustín, in Ioannem, tract., 102. Todo el que pide, pues, lo que conduce a la consecución de este gozo, éste pide en nombre de Cristo y no ha sido defraudado por la misericordia divina ninguno de sus santos que han perseverado en pedir este bien; el que otra cosa pide, nada pide, no porque sea nula la petición, sino porque en asunto de tanta importancia es como nada.

Sigue: "Esto os lo dije en parábolas, pero ha venido ya la hora de hablaros no parábolas", sino que claramente "os anunciaré al Padre". Podría yo decir que esta hora de la que habla debe entenderse como aquella en la que le veremos claramente, como ha dicho el Apóstol, "cara a cara" (1Co 12,12) O cuando dice "Esto os lo he dicho en parábolas" es lo que el Apóstol ha dicho "Nosotros le vemos como por enigma", como en un espejo, porque por el Hijo será visto el Padre "y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar" (Mt 11,27)

San Gregorio, Moralium 30, 8. El afirma que anunciará estas verdades acerca de su Padre manifiestamente, porque entonces por su naturaleza y majestad mostrará cómo no nació inferior a Aquel que le engendró, y cómo el Espíritu del uno y del otro procede coeternamente de ambos.

San Agustín, ut supra. Pero esta versión parece contraria a lo que sigue: "En aquel día vosotros pediréis en mi nombre". ¿Pues qué hemos de pedir en el siglo futuro, cuando veremos saciado nuestro deseo de todo bien? El pedir es prueba de indigencia; pero debemos entender que Jesucristo convirtió a sus discípulos, de carnales en espirituales. El hombre animal así juzga cuando oye hablar de la naturaleza de Dios, como si se tratase de cosa corporal, y he aquí por qué le parecen parábolas cuanto dice la eterna sabiduría de la sustancia inmutable y corpórea, no porque crea tales parábolas, sino porque no las entiende. Pero cuando el hombre espiritual empieza a juzgar, aunque en esta vida vea como por espejo y en parte, sin embargo, sin los sentidos corporales ni pensamientos imaginarios sino por una exactísima percepción de su mente, comprende que Dios es Espíritu. Así, delante del Padre, es claramente anunciando por el Hijo que pertenece a su misma substancia y que ahora los que piden, piden en su nombre, porque las palabras que lo indican no son otra cosa que el nombre invocado. Estos pueden pensar que Nuestro Señor Jesucristo, en cuanto hombre, ruega por nosotros al Padre, y que en cuanto Dios, nos oye con el Padre, lo que creo quiso significar cuando dijo: "Y no os digo que rogaré por vosotros al Padre". Así es como debe entenderse, considerándolo espiritualmente; que el Hijo no ruega al Padre sino que con el Padre oye a los que le suplican.


Catena aurea ES 13612