Catecismo Romano ES 2300

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CAPITULO III La Eucaristía

I. NECESIDAD E IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DE ESTE SACRAMENTO

2310 Entre todos los sagrados misterios instituidos por Nuestro Señor Jesucristo como instrumentos eficientes de su gracia divina, no hay ninguno que pueda compararse con el santísimo sacramento de la Eucaristía. Como no existe tampoco culpa de la que debamos temer ser castigados más severamente por Dios que el tratar sin un profundo respeto un misterio no sólo santo, sino que además encierra al mismo Autor y Fuente de toda santidad.

San Pablo acertó a penetrarlo como nadie y nos amonesta a todos con palabras bien terminantes: El que sin discernir come y bebe el cuerpo del Señor indignamente, se come y bebe su propia condenación. Por esto han entre vosotros muchos flacos y débiles y muchos dormidos (
1Co 11,29-30).

Es preciso meditar con toda la posible frecuencia en la infinita majestad de este sacramento, para que, comprendiendo los honores divinos que deben tributarse a la Eucaristía, podamos recabar el máximo fruto de gracia y huir ia justa ira de Dios.

II. INSTITUCIÓN DIVINA

2320 Siguiendo el orden establecido por el Apóstol, que declaró a los Corintios transmitirles lo que él había recibido del Señor (1), será conveniente exponer ante todo la divina institución de este Sacramento (2).

Según el santo Evangelio, tuvo lugar de esta manera: Habiendo amado Jesús a los suyos que estaban en el mundo, al fin les amó extremadamente (
Jn 13,1). Y para dejarles una prenda de este su admirable amor, viendo que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre (Jn 13,1), y queriendo permanecer con ellos siempre hasta la consumación del mundo (Mt 28,20), realizó con inefable sabiduría un misterio que trasciende divinamente toda humana posibilidad y comprensión. Celebrada con sus discípulos la cena del cordero pascual - para que la sombra y la figura cediesen paso a la realidad-, Jesús tomó el pan y, después de dar gracias, lo bendijo, lo partió y dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo, que será entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo, después de cenar tomó el cáliz, diciendo: Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre: cuantas veces lo bebáis, haced esto en memoria mía.

(1) Porque yo he recibido del Señor lo que os he transmitido, que el Señor Jesús en la noche en que fue entregado tomó el pan. " (1Co 11,23).
(2) El Concilio de Trento no viene a probar directamente la institución divina de la Eucaristía, ya que este dogma no estaba todavía puesto en duda. A ello hace referencia tan sólo en el c. 2 de la ses. XIII, y ni siquiera le dedica un canon ex profeso.
Más adelante, con la ilustración de la escuela racionalista, se empezó a negar no ya sólo la divinidad de Cristo, sino también que Éste hubiera tenido alguna vez intención de instituir tanto la Eucaristía como los demás sacramentos. Conciben a Cristo como un hombre fracasado, que tiene siempre delante de los ojos la inminencia del fin del mundo, y que por ello no podía pensar en perpetuarse con su presencia real a través de los siglos. De ahí viene la diversa interpretación que dan a los pasajes de los Evangelios que se refieren a la eucaristía. Para unos son meras narraciones simbólicas; para otros, escatológicas o mera exhibición de un hombre inconsecuente. Así se expresan, y. gr., Loisy, Renán, etc. Pero ya antes de ellos el mismo Concilio de Trento decía claramente: "Todos nuestros mayores, cuantos pertenecieron a la verdadera Iglesia de Cristo y trataron de este santísimo sacramento, expresamente profesaron que nuestro Redentor instituyó este admirable sacramento en la última cena" (ses. XIII c. l: DS 874).
"Nuestro Salvador, cuando iba a volver de este mundo al Padre, instituyó este sacramento… " (ibid., c. 2: DS 875).


III. NOCIÓN ETIMOLÓGICA

2330 Los escritores sagrados, no acertando a expresar con una sola palabra toda la dignidad y excelencia de este admirable sacramento, han intentado designarle con distintos nombres.

1) Le han llamado ante todo eucaristía, que significa "buena gracia" o "acción de gracias".

Y en realidad es este sacramento "buena gracia", ya porque prefigura la vida eterna, de la que dice el Apóstol: Gracia de Dios es la vida eterna en Nuestro Señor Jesucristo (
Rm 6,23), ya porque conviene a Jesucristo, que es la gracia verdadera y fuente de todos los dones divinos.

Y es igualmente verdadera "acción de gracias", porque, inmolando esta purísima Hostia, damos a Dios todos los días infinitas gracias por los inmensos beneficios que nos concede, y especialmente por el beneficio inefable de la gracia que nos otorga en este sacramento.

Expresa además este nombre adecuadamente cuanto hizo el Señor en la institución de la eucaristía. Porque, tomando el pan, lo partió y dio gracias (4).

Mucho antes, el profeta David, contemplando la grandeza de este divino misterio, sintió necesidad de anteponer una acción de gracias - Su obra es gloria y magnificencia (Ps 110,3) -antes de prorrumpir en aquel cántico sublime: Hizo memorables sus maravillas. Yave es misericordioso y clemente; dio de comer a los que le temen (Ps 110,4-5).

2) Llámase también frecuentemente a la eucaristía sacrificio (de esto hablaremos después extensamente) y comunión. Este último nombre está tomado del pasaje del Apóstol: El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? (1Co 10,16).

San Juan Damasceno comenta las palabras de San Pablo: Este sacramento nos une a Cristo y nos hace partícipes de su carne y de su divinidad y en Él nos une y enlaza a todos nosotros, como cimentándonos en un único cuerpo (5).

3) Y se le llama sacramento de paz y sacramento de caridad para que entendamos cuan poco tienen de cristianos quienes alimentan enemistades y desuniones, y cómo es nuestro deber el extirpar toda clase de odios, de rencores y de discordias, verdaderas pestes en la comunidad cristiana. Tanto más cuanto que en el cotidiano sacrificio de la Eucaristía profesamos y prometemos conservar ante todo la paz y la caridad (6).

4) Llámesele también Viático, porque es el alimento espiritual con que nos alimentamos en la peregrinación de esta vida y porque nos allana y despeja el camino para la gloria y felicidad eterna. De aquí la antigua y constante tradición de la Iglesia católica: que ninguno de los cristianos parta de la vida sin recibir este sacramento (7).

5) Siguiendo el ejemplo de San Pablo, muchos de los antiguos Padres llamaron también a la Eucaristía con el nombre de "Cena" por haberla instituido Jesucristo en el inefable banquete de la última Cena (8).

Mas no debe deducirse de aquí que esté permitido consagrar o recibir la Eucaristía después de haber comido o bebido alguna cosa. Al contrario, según testimonio de los antiguos Padres, los mismos apóstoles introdujeron la santa y saludable disposición, constantemente mantenida y observada después por la Iglesia, de que reciban la sagrada Eucaristía únicamente quienes observen riguroso ayuno.

de muchos familiares, que, por no asustar al enfermo o por cualquier otro motivo inconsiderado, le privan de tan saludable y extraordinario auxilio en la hora suprema y seriamente decisiva de la muerte. Nuestra santa madre la Iglesia, siempre solícita del bien de sus hijos, lo tiene preceptuado bien explícitamente en su Código de Derecho Canónico.

(3) Cf. Mt 26,26 Mc 14,22 Lc 22,19 ss.
(4) Cf. Mt 26,27.
(5) SAN JUAN DAMASCENO, De fide orthodoxa, 1. 4 e l3: PG (94),1154.
(6) "Ya desde el principio tuvo por uno de sus principales deseos atrancar de raíz la cizaña de los execrables errores y cismas que el hombre enemigo sembró (Mt 13,25 ss.), en estos calamitosos tiempos nuestros por encima de la doctrina de la fe, y el uso y culto de la sacrosanta eucaristía, la que por otra parte dejó nuestro Salvador en su Iglesia como símbolo de su unidad y caridad, con la que quiso que todos los cristianos estuvieran entre sí unidos y estrechados" (C. Trid., ses. XIII, introd. : DS 873).
(7) Es muy de lamentar en este punto el descuido frecuente "En peligro de muerte, cualquiera que sea la causa de donde éste proceda, obliga a los fieles el precepto de recibir la sagrada comunión" (CIS 864,1).
"Aunque hayan recibido ya en el mismo día la sagrada comunión, es muy recomendable que, si después caen en peligro de muerte, comulguen otra vez" (CIS 864,2).
"Mientras dure el peligro de muerte, es lícito y conveniente recibir varias veces el santo viático en distintos días, con consejo de un confesor prudente (CIS 864,3).
"No debe diferirse demasiado la administración del santo viático a los enfermos, y los que tienen cura de almas deben velar con esmero para que los enfermos lo reciban estando en su cabal juicio" (CIS 865).
"Para que pueda y deba administrarse la santísima Eucaristía a los niños en peligro de muerte, basta que sepan distinguir el cuerpo de Cristo del alimento común y adorarlo reverentemente" (CIS 854,2).
(8) Y cuando os reunís no es para comer la cena del Señor, porque cada uno adelanta a tomar su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro está ebrio (1Co 11,20).


LA EUCARISTÍA COMO SACRAMENTO

IV. NATURALEZA DE LA EUCARISTÍA

2340 La Eucaristía es uno de los siete sagrados misterios reconocidos y venerados siempre en la Iglesia como verdaderos y propios sacramentos (9). En la consagración del cáliz se dice expresamente: "Misterio de fe".

Confirman esta verdad innumerables testimonios de todos los Padres y escritores sagrados, que siempre reconocieron en la Eucaristía un verdadero sacramento.

Y no son sólo los argumentos de autoridad. Puede deducirse la misma doctrina de la naturaleza y esencia misma de la Eucaristía. Este misterio, en efecto: a) consta de señales externas y sensibles; b) significa y produce la gracia; c) y fue instituido por Jesucristo, según explícitos testimonios del Evangelio y de San Pablo (10). Y éstos son exactamente los requisitos necesarios y esenciales para tener un verdadero y propio sacramento.

Conviene notar que hay en la Eucaristía muchos aspectos diversos a los que los escritores sagrados dieron el nombre de sacramento; unas veces designan de esta manera a la consagración, otras a la comunión, y otras muchas al mismo cuerpo y sangre contenidos en la eucaristía. San Agustín dice: Este sacramento consta de dos elementos: la apariencia visible de la especie y la carne y la sangre invisible de Nuestro Señor Jesucristo (11). También decimos nosotros que debe ser adorado este sacramento, entendiendo por él el cuerpo y la carne del Señor (12).

Pero es claro que en todos estos casos sólo impropiamente se habla de sacramento; únicamente pertenece éste con propiedad a las especies de pan y de vino (13).

(9) "Tiene, cierto, la santísima Eucaristía de común con los demás sacramentos el ser símbolo de una cosa sagrada y forma visible de la gracia invisible". "Si alguno dijere que los sacramentos de la nueva Ley no fueron instituidos por Jesucristo nuestro Señor o que son más o menos de siete, a saber, bautismo, confirmación, eucaristía…, o también que alguno de éstos no es verdadera y propiamente sacramento, sea anatema" (C. Trid., ses. XIII c. 3:
DS 876; ses. VII el: DS 844).
"El tercer sacramento es el de la eucaristía" (C. Flor., Decreto para los Armenios: DS 698).
(10) Cf. los textos citados en la nota 3.
(11) SAN AGUSTÍN, Contra Faustum, 1. 20 c. 13: PL 42,397.
(12) "No queda, pues, ningún lugar a duda de que, conforme a la costumbre recibida de siempre en la Iglesia católica, todos los fieles de Cristo, en su veneración a este santísimo sacramento, deben tributarle aquel culto de latría que se debe al verdadero Dios".
"Si alguno dijere que en el santísimo sacramento de la Eucaristía no se debe adorar con culto de latría, aun externo, a Cristo, Hijo de Dios unigénito… " (C. Trid., ses. XIII c. 5 y cn. 6: DS 878 DS 888).
(13) "Y ésta fue siempre la fe de la Iglesia de Dios: que inmediatamente después de la consagración está el verdadero cuerpo de Nuestro Señor y su verdadera sangre, juntamente con su alma y divinidad, bajo la apariencia del pan y del vino" (C. Trid., ses. XIII c. 3: DS 876).


A) Diferencia entre éste y los demás sacramentos

2341 No será difícil entender que la Eucaristía se diferencia realmente de los demás sacramentos.

1) Primeramente, los otros se actúan en el momento de hacer uso de su respectiva materia, esto es, cuando efectivamente se administran a los fieles. El bautismo, por ejemplo, es sacramento en el instante en que el sujeto recibe la ablución del agua.

En la Eucaristía, en cambio, se realiza el sacramento con la consagración de la materia, y no cesa jamás de ser sacramento aunque esté reservada en el sagrario.

2) Además, en los demás sacramentos no se realiza ninguna mutación en sus respectivas materias: el agua del bautismo y el óleo de la confirmación nunca pierden su prístina naturaleza de agua y óleo.

En la Eucaristía, en cambio, el pan y el vino se convierten después de la consagración en la verdadera substancia del cuerpo y de la sangre de Cristo.

B) Un solo sacramento

2342 Pero, aunque sean dos los elementos - el pan y el vino- que constituyen integralmente el sacramento de la Eucaristía, no por ello debe deducirse que son dos sacramentos. Es uno solo, como enseña la autoridad de la Iglesia. De otra manera no podría retenerse el número exacto de siete sacramentos, como está definido en los Concilios Lateranense, Florentino y Tridentino (14).

Esta unidad del sacramento corresponde plenamente al efecto que produce: la gracia, que une a todos los fieles en el único cuerpo místico de Cristo.

Único sacramento, no porque conste de un solo elemento, sino porque significa una sola realidad. Porque así como el comer y el beber, aunque sean dos cosas distintas, se usan para obtener un solo efecto: la reparación de las fuerzas del cuerpo; de igual modo fue conveniente que a esta doble realidad, con que se sustenta el cuerpo, correspondiese un doble elemento material en el sacramento, significativo del alimento espiritual, que sostiene y fortalece el alma. Por esto dijo el Señor: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida (
Jn 6,55).

(14) Cf. la nota 9; C. Later. IV. el: DS 428.

C) Triple significado espiritual

2343 Otro aspecto importante de la eucaristía es su significado espiritual. Aspecto tanto más esencial cuanto que los cristianos, al contemplar con los ojos de la carne estos misterios sagrados, han de saber penetrar con el alma hasta la contemplación de las realidades divinas que ellos encierran.

Tres son las cosas inefables significadas por este sacramento (15):

1) La primera pertenece al pasado, y es la pasión del Señor. El mismo Jesucristo dijo: Haced esto en memoria mía (
Lc 22,19). Y el apóstol San Pablo: Pues cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga (1Co 11,26).

2) La segunda pertenece al presente, y es la gracia divina que nos concede este sacramento para nutrir y conservar la vida del alma. Porque así como el bautismo nos engendra a nueva vida y la confirmación nos fortalece para poder resistir al demonio y confesar abiertamente el nombre de Cristo, así la Eucaristía nutre y sostiene la vida sobrenatural.

3) La tercera pertenece al futuro, y es el fruto de la felicidad y eterna gloria, que recibiremos un día en la patria celestial, según la promesa de Dios.

Estas tres realidades, distintas en el orden del tiempo, están tan admirablemente significadas en la Eucaristía, que todo el sacramento, aunque conste de diversas especies sensibles, se aplica a cada una de ellas en particular, como si todas no formaran más que una sola cosa.

(15) "¡Oh sagrado convite, en el cual se recibe a Cristo; en él recordamos la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria venidera!" (ant. del Magníficat en la festividad del Corpus Christi).


V. PARTES ESENCIALES

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A) Materia

2351 Es necesario un perfecto conocimiento de la materia de la Eucaristía, tanto para la válida consagración del sacramento como para comprender su profundo simbolismo, que debe enardecer a los cristianos en amor y deseo del mismo sacramento.

La materia de este sacramento es doble: el pan hecho de trigo, y el vino de uva. Trataremos primeramente del pan.

1) EL PAN. - El Evangelio dice que Cristo nuestro Señor tomó en sus manos el pan, lo bendijo y partió, diciendo: Éste es mi cuerpo (16). Y en San Juan, Jesucristo se llama a sí mismo pan, cuando dice: Yo soy el pan que bajó del cielo (
Jn 6,41).

Hay diferentes especies de pan, ya por razón de la materia (pan de trigo, pan de cebada, pan de legumbres, etcétera), ya por razón - de la calidad (con levadura o sin ella).

En cuanto a lo primero, las palabras del Señor indican que el pan debe ser hecho de trigo: en el lenguaje corriente, cuando decimos absolutamente pan, es evidente que nos referimos al hecho de trigo. Y puede verse una confirmación de lo mismo en los panes de la proposición del Antiguo Testamento, figura de la Eucaristía. El mismo Dios ordenó respecto de éstos: Tomarás flor de harina y cocerás doce panes (Lv 24,5).

Ningún pan, pues, sino el de trigo, debe tenerse por materia válida de este sacramento, según la tradición apostólica confirmada por la autoridad de la Iglesia (17).

En cuanto a lo segundo, el ejemplo de lo que Cristo hizo indica también que el pan debe ser sin levadura. Él instituyó la Eucaristía en el primer día de los Ázimos, tiempo en el cual no era lícito a los judíos tener en casa pan con levadura (18).

Ni constituye dificultad alguna el hecho de que San Juan Evangelista diga que todas estas cosas fueron hechas antes de la fiesta de la Pascua (Jn 13,1). Porque la fiesta de los Ázimos comenzaba en la tarde del jueves, y en ella exactamente celebró Jesucristo la Pascua. La diferencia está en que los demás evangelistas, refiriéndose a la costumbre usual entre los judíos de dividir el día a la caída de la tarde, llamaron a este día el primero de los Ázimos, y San Juan, atendiendo al día natural, que comienza al salir el sol, lo llama anterior a la Pascua. También San Juan Crisóstomo llama primer día de los Ázimos a aquel en cuya tarde debían comerse los ázimos (19).

Por lo demás, la consagración de la Eucaristía con pan sin levadura refleja mejor la integridad y pureza con que deben acercarse los cristianos a este sacramento. San Pablo escribió: Alejad la vieja levadura, pata ser masa nueva, como sois ázimos, porque nuestra Pascua, Cristo, ya ha sido inmolada. Así, pues, festejémosla, no con la vieja levadura, no con la levadura de la malicia y la maldad, sino con los ázimos de la pureza y la verdad (1Co 5,7-8).

Pero no se crea que el pan ázimo es tan esencialmente necesario, que sin él no pueda en modo alguno consagrarse este sacramento. Porque uno y otro - el ázimo y el fermentado - tienen igualmente el nombre y la naturaleza de pan. A nadie, sin embargo, es lícito cambiar por propia iniciativa, o mejor, temeridad, el laudable y antiquísimo uso de la Iglesia. Y mucho menos a los sacerdotes latinos, que tienen expreso mandato de consagrar con pan ázimo (20).

En cuanto a la cantidad de pan que debe consagrarse, no hay nada establecido. Tanto más cuanto que no es posible fijar con exactitud el número preciso de quienes puedan o deban participar en los divinos misterios.

(16) Cf. la nota 3. a
(17) Cf. C. IV de Letrán, el: DS 430; de Trento, ses. XIII c. 4: DS 877; de Flor., Decreto para los Armenios: DS 689; disposiciones de Honorio III: DS 441.
Lo mismo señala el CIC: "El sacrosanto sacrificio de la misa debe ofrecerse de pan y de vino, y a éste debe mezclarse una pequeñísima cantidad de agua". "El pan debe ser puro de trigo y recientemente hecho; de tal manera que no haya peligro alguno de corrupción". "El vino debe ser natural de la planta de la vid y no corrompido" (CIS 814 CIS 815).
(18) Por siete días no habrá levadura en vuestras casas y quien coma pan fermentado será borrado de la congregación de Israel, sea extranjero o indígena (Ex 12,19).
El día primero de los Ázimos se acercaron los discípulots a Jesús y le dijeron: ¡Dónde quieres que preparemos para comer la Pascua? (Mt 26,17).
(19) SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 32 in Mt.: PG 58,729.
(20) Conviene notar, sin embargo, que desde el punto de vista dogmático es indiferente el uso del pan ázimo o fermentado.
Dos diferencias accidentales respecto al modo de prepararlo, que en nada afectan a la naturaleza misma del pan, única materia válida de la Eucaristía.
El Concilio Florentino en el Decreto a los griegos determinó: "Definimos que el cuerpo de Cristo se consagra verdaderamente en pan de trigo ázimo o fermentado" (D 692).
Lo confirma el uso constante de la Iglesia, que ha consagrado y sigue consagrando el pan ázimo o fermentado. En la Iglesia griega se usa de hecho desde el siglo vi el pan fermentado, significando con ello la fe en el inefable misterio de Cristo, que tiene dos naturalezas, una divina y otra humana, en una sola persona: la del Verbo de Dios.
En la Iglesia latina, en cambio, ha prevalecido el uso del pan ázimo.
Desde el punto de vista disciplinar, los sacerdotes de rito latino deben usar siempre del pan ázimo, y los de rito griego, del fermentado (CIS 816).


2) EL VINO. - La segunda materia o elemento sensible de la Eucaristía es el vino de uva, en el que se mezclan unas gotas de agua (21).

Siempre sostuvo y enseñó la Iglesia católica que nuestro Señor y Salvador usó el vino en la institución de la Eucaristía. Él mismo dijo: Yo os digo que no beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros nuevo en el reino de mi Padre (Mt 26,29). El fruto de la vid - comenta San Juan Crisóstomo - es evidentemente el vino y no el agua (22).

A esta verdad se opuso la herejía de quienes afirmaron que solamente se había de usar el agua en el sacramento de la Eucaristía (23).

La Iglesia añadió siempre al vino algunas gotas de agua (24):

a) En primer lugar, porque así lo hizo Cristo en la Cena, según la autoridad de los Concilios y el testimonio de San Cipriano (25).

b) Además para recordar la sangre y el agua que brotaron del costado de Cristo (26).

c) Últimamente, porque, simbolizando las aguas a los pueblos (27), las gotas de agua unidas al vino significan la unión del pueblo cristiano unido con Cristo, su Cabeza. Es práctica de origen apostólico, que siempre observó religiosamente la Iglesia.

Por ser muy serios los motivos que han establecido esta mezcla del agua, no puede omitirse sin culpa grave. No obstante, aunque se omita, el sacramento conserva siempre su validez.

Adviertan los sacerdotes que la cantidad del agua debe ser mínima, porque - según la sentencia común de los teólogos - ese agua se convierte en vino. El papa Honorio escribe a este propósito: Se ha introducido en tu país el deplorable abuso de usar para el sacrificio mayor cantidad de agua que de vino, cuando, según la autorizada costumbre de la Iglesia católica, debe usarse el vino en cantidad absolutamente superior (28).

Fuera del agua, pues, y del vino, ninguna otra materia es admisible en el sacramento de la Eucaristía. Y la Iglesia ha intervenido más de una vez con rigurosos decretos contra temerarios abusos en esta materia (29).

Veamos ya la admirable propiedad y eficacia con que el pan y el vino expresan las divinas realidades simbolizadas en este sacramento.

(21) El mezclar algunas gotas de agua con el vino de la consagración es uno de los ritos más antiguos del sacrificio eucarístico. El rito trae su origen del hecho de Jesús, que consagró el cáliz, en el que los hebreos solían mezclar habitualmente un poco de agua. Hablan ya de esto San Justino, San Ireneo, San Cipriano y otros Padres. En el rito ambrosiano se suele recitar, mientras se echa el agua en el cáliz, la fórmula siguiente: "Del costado de Jesucristo salieron sangre y agua, en el nombre del Padre, etc. " Con todo, no es éste todavía su significado más profundo, que viene expresado mejor en la oración de la misa de rito romano, cuando se bendice la infusión del agua en el cáliz, y que trae a la memoria el misterio de la unión personal del Verbo en las dos naturalezas, divina y humana. De este primer simbolismo nace aquel otro que nos da a conocer nuestra unión e incorporación a Cristo, la realidad más profunda de la espiritualidad cristiana.
(22) SAN ]UAN CRISÓSTOMO, Hom. 83 in ML: PG 58,740.
(23) a) Los ebionitas y encratitas ofrecían en el cáliz solamente agua, absteniéndose de usar vino so pretexto de sobriedad, por lo que fueron llamados "acuarios".
b) Los severianos y maniqueos desechaban el vino (aun como materia eucarística) bajo pena de pecado mortal, por considerarlo como elemento intrínsecamente malo y diabólico.
c) En tiempo de las persecuciones, algunos cristianos, temerosos en su simplicidad de ser descubiertos por el olor del vino tomado en la comunión, usaban sólo del agua. Fueron seriamente reprendidos por San Cipriano en la Epist. 63 a Cecilio, 1. 2: PL 4,392.
(24) Cf. la nota 17 y, además, C. de Trent, ses. XXII, c. 7: DS 945.
(25) SAN CIPRIANO, Epist. 63 a Cecilio, 1.2: PL 4,392.
(26) Jn 19,34.
(27) Las aguas muchas… son los pueblos muchos (Ap 17,15).
(28) El papa Honorio III en la epist. Perniciosus valde, ad Olaum. obispo de Upsala, el 13 de diciembre de 1220 (DS 441).
(29) Los calvinistas admiten que de ley ordinaria se requiere el pan para consagrar la eucaristía, pero añaden que, en caso de necesidad, puede usarse todo lo que tenga alguna analogía con el pan y con el vino.


3) CONVENIENCIA DE LA MATERIA EUCARÍSTICA. -

a) Ella significa en primer lugar a Cristo, como verdadera vida de los hombres. Él mismo dijo: Porque mi carene es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebí' da (Jn 6,55). Dando el cuerpo de Cristo nuestro Señor verdadero alimento de vida a quienes reciben la Eucaristía con pureza y santidad, con razón fueron elegidos como materia de la misma los elementos con que se mantiene la vida terrena. Ello nos hará comprender fácilmente que el alma encuentra su plena saciedad en la comunión del cuerpo y sangre preciosa de Cristo.

b) Sirven también el pan y el vino para que mejor actuemos nuestra fe en la presencia real del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía. Cada día constatamos, en efecto, la transformación del pan y del víno - por virtud naturalen el cuerpo y sangre de nuestra misma persona. Este mero símil nos ayudará a creer en la conversión de la substancia del pan y del vino en la verdadera carne y sangre de Cristo, en virtud de la consagración.

c) Nos ayudará, además, esta admirable conversión de los elementos a comprender lo que se realiza en las almas (30). Porque así como el pan resulta de muchos granos de trigo, y el vino de muchos racimos de uva, así los cristianos, aunque seamos muchos, en virtud del misterio eucarístico, nos unimos y estrechamos íntimamente en un único y místico Cuerpo.

(30) Pues a la manera que en un sólo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo de Cristo (Rm 12,4-5).
Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan (1Co 10,17).


B) Forma

2352 1) EN LA CONSAGRACIÓN DEL PAN. - Más que a los fieles - que no han recibido las órdenes sagradas-, será necesario a los sacerdotes un exacto conocimiento de la forma con que debe consagrarse la divina Eucaristía, para que sepan realizarla válida y lícitamente.

El Evangelio y San Pablo nos enseñan que la fórmula es ésta: Éste es mi cuerpo. He aquí el texto evangélico: Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo (
Mt 26,26).

Esta forma, usada por Jesucristo, ha sido siempre observada religiosamente por la Iglesia. Sería labor demasiado larga aducir aquí los testimonios de los Santos Padres y Concilios, especialmente del Concilio de Florencia (31). Tanto más cuanto que todos ellos - sobradamente

conocidos - no son más que la explanación de aquellas palabras del Señor: Haced esto en memoria mía. Precepto que evidentemente se refiere no sólo a lo que El hizo, sino también a las palabras usadas por Cristo para consagrar la Eucaristía y para significar sus divinos efectos.

Y la sola razón natural puede probar que en estas palabras consiste la verdadera forma de la Eucaristía. La forma de un sacramento son las palabras que significan lo que en él se obra; y con las palabras Éste es mi cuerpo se declara lo que en este misterio se realiza, es decir, la conversión del pan en el verdadero cuerpo del Señor.

Y así han de tomarse las palabras del evangelista:

Bendijo el pan. Su sentido obvio parece ser éste: Tomando el pan, lo bendijo, diciendo: Éste es mi cuerpo.

Las palabras tomad y comed, que antepone el evangelista, es claro que no se refieren a la consagración misma, sino al uso que debe hacerse de la Eucaristía. Y, aunque el sacerdote debe pronunciarlas, no son de absoluta necesidad para la realización del sacramento (como no lo es la conjunción latina enim en la fórmula consecratoria del pan y del vino). De no ser así, lógicamente no se debería ni aun se podría consagrar el sacramento sino en el caso de asistir alguno a quien se administrase. Es ciertísimo, en cambio, que, una vez pronunciadas por el sacerdote, según el uso y el rito de la Iglesia, las palabras de Cristo, queda realmente consagrada la Eucaristía, aunque de hecho no se administre después a ninguno.

2) EN LA CONSAGRACIÓN DEL VINO. - Y conviene también - por la razón arriba apuntada - que el sacerdote conozca perfectamente la fórmula de la consagración de la segunda materia de la Eucaristía: el vino.

Hay que creer como cierto que consiste en las siguientes palabras: Éste es, pues, el cáliz de mi sangre, del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, la cual será derramada por vosotros y por muchos para remisión de los pecados.

La mayor parte de estas palabras están tomadas del Evangelio; las demás las recibió la Iglesia de la tradición apostólica.

Las primeras - Éste es el cáliz - se encuentran en San Lucas y en San Pablo (32). Las siguientes: De mi sangre, del nuevo testamento, que será derramada por cosoíros y por muchos para remisión de los pecados, se encuentran en San Lucas y en San Mateo (33).

Las palabras eterno y misterio de fe provienen de la tradición, custodia e intérprete de la verdad católica.

Nadie dudará que estas palabras encierran la verdadera forma de la consagración del vino, si aplicamos aquí la doctrina anteriormente expuesta al hablar de la forma de la consagración del pan. Debe contenerse dicha forma en las palabras que expresen el cambio de la substancia del vino en la substancia de la sangre de Cristo. Y como es evidente que estas palabras lo significan, no puede establecerse otra forma distinta.

Estas palabras expresan además admirablemente algunos de los frutos divinos de la sangre de Cristo, derramada por nosotros en la pasión. Frutos que pertenecen de manera especial a este sacramento. Tales son: a) el derecho a la heredad del cielo, que merecemos por el nuevo y eterno testamento; b) la posesión de la justicia en gracia de este misterio de fe: Cristo Jesús, a quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, por la tolerancia de los pecados pasados…, para probar que es justo y que justifica a todo el que cree en Jesús (Rm 3,25-26); c) y, por último, la remisión de los pecados.

Una más atenta consideración de estas palabras nos descubrirá mejor su conveniencia y los misterios divinos que encierran.

Las palabras Éste es, pues, el cáliz de mi sangre, significan: Ésta es mi sangre, contenida en este cáliz. Es muy oportuno el recuerdo del cáliz, cuando se consagra esta sangre que han de beber los cristianos; no aparecería como bebida si no fuese presentada en una copa.

Las palabras Del Nuevo Testamento significan que la sangre de Jesucristo se ofrece a los hombres no en figura, como en el Antiguo Testamento - San Pablo, escribiendo a los Hebreos, afirma que ni el primer Testamento fue otorgado sin sangre (He 9,18) -, sino en su efectiva realidad. También escribe San Pablo: Por esto es el Mediador de una nueva alianza, a fin de que, por su muerte, para redención de las transgresiones cometidas bajo la nueva alianza, reciban los que han sido llamados las promesas de la herencia eterna (He 9,15).

La palabra eterno se refiere a la eterna heredad, que de derecho nos vino por la muerte de Cristo, testador eterno.

Las palabras misterio de fe no excluyen la verdad del sacramento efectuado, sino indican que es necesario creer firmemente lo que está oculto y no puede percibirse por los sentidos.

Pero es muy distinto el significado de estas palabras en este caso del que tienen cuando se aplican al bautismo. Aquí decimos misterio de fe, en cuanto que sólo con los ojos de la fe vemos la sangre de Cristo, oculta bajo la especie de vino; el bautismo, en cambio, es llamado sacramentó de fe (y, según los griegos, misterio de fe) por comprender en sí la entera profesión de la fe cristiana.

Llamamos además misterio de fe a la sangre de Jesucristo por la gravísima dificultad que encuentra la razón humana en admitir lo que la fe le propone: que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, padeció por nosotros la muerte, significada por el sacramento de su sangre. Por esto aquí, más propiamente que en la consagración del cuerpo, se recuerda la pasión del Señor con las palabras que será derramada para la remisión de los pecados. La sangre, consagrada separadamente, pone ante nuestros ojos, con mayor fuerza y eficacia, la pasión del Señor, sus sufrimientos y su muerte.

Las palabras por vosotros y por machos, tomadas separadamente de San Mateo y de San Lucas, fueron unidas por la Iglesia, por divina inspiración, para significar el fruto y la fecundidad de la pasión de nuestro Señor. Porque, considerando su eficacísima virtud, debemos admitir que Cristo derramó su sangre por la salud de todos; mas, si atendemos al fruto que de ella consiguen los hombres, habremos de admitir que no todos la participan efectivamente, sino sólo muchos.

Por consiguiente, al decir Cristo por vosotros, significó a los apóstoles, con quienes hablaba, excepto Judas, y a los elegidos entre los judíos, como discípulos suyos. Y al añadir por muchos, quiso referirse a todos los demás elegidos, tanto judíos como gentiles. Con razón no dijo por todos tratándose de los frutos de su pasión, que sólo los elegidos perciben. En este sentido deben entenderse las palabras de San Pablo: Cristo, que se ofreció una vez para soportar los pecados de todos, por segunda vez aparecerá, sin pecado, a los que le esperan para recibir la salud (He 9,28). Y aquellas otras del mismo Señor: Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que tú me diste, porque son tuyos (Jn 17,9).

Otros muchos misterios se encierran en las palabras de la consagración, que, con la ayuda divina y el continuo estudio y meditación de las realidades sobrenaturales, descubrirán fácilmente los sacerdotes.

(31) "La forma de este sacramento son las palabras con que el Salvador lo consagró, pues el sacerdote consagra el sacramento hablando en persona de Cristo" (C. de Flor., Decreto a los Armenios: DS 698; cf. C. Trid., ses. XIII, c. 4: DS 877).
(32) Asimismo tomó el cáliz después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros (Lc 22,20).
Y asimismo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre (1Co 11,25).
(33) Y, tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para remisión de los pecados (Mt 26,27-28 Lc 22,20).



Catecismo Romano ES 2300