Congregación para el Clero 622


"EL PRESBITERO, PASTOR Y GUIA

DE LA COMUNIDAD PARROQUIAL"

PARTE I

Sacerdocio comun y Sacerdocio ordenado

1. Levantad vuestros ojos (Jn 4,35)



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1. "Levantad vuestros ojos y mirad los campos que estan dorados para la siega" (
Jn 4,35). Estas palabras del Senor tienen la virtud de mostrar el inmenso horizonte de la mision de amor del Verbo encarnado."El Hijo eterno de Dios ha sido enviado "para que el mundo se salve por medio de l" (Jn 3,17) y toda su existencia terrena, plenamente identificada con la voluntad salvifica del Padre, es una constante manifestacion de esa voluntad divina: la salvacion universal, querida eternamente por Dios Padre. Este proyecto historico lo confia en legado a toda la Iglesia y, de manera particular, dentro de ella, a los ministros ordenados. En verdad es grande el misterio del cual hemos sido hechos ministros. Misterio de un amor sin limites, ya que "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo" (Jn 13,1)".

Habilitados, pues, por el caracter y por la gracia del sacramento del Orden, y hechos testigos y ministros de la misericordia divina, los sacerdotes de Jesucristo se consagran voluntariamente al servicio de todos en la Iglesia. En cualquier contexto social y cultural, en todas las circunstancias historicas, incluidas las actuales, en que se advierte un clima agresivo de secularismo y de consumismo que aplasta el sentido cristiano en la conciencia de muchos fieles, los ministros del Senor son conscientes de que "ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1Jn 5,4). Las actuales circunstancias sociales constituyen , de hecho, una buena ocasion para volver a llamar la atencion sobre la fuerza invencible de la fe y del amor en Cristo, y para recordar que, pese a las dificultades y a la "frialdad" del ambiente, los fieles cristianos - como también, aunque de modo distinto, los no creyentes - estan siempre presentes en el diligente trabajo pastoral de los sacerdotes. Los hombres desean encontrar en el sacerdote a un hombre de Dios, que diga con San Agustin: "Nuestra ciencia es Cristo, y nuestra sabiduria es también Cristo. l planto en nuestras almas la fe de las cosas temporales, y en las eternas nos manifiesta la verdad". Estamos en un tiempo de nueva evangelizacion: hay que saber ir en busca de las personas que se encuentran a la espera de poder encontrar a Cristo.



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2. En el sacramento del Orden, Cristo ha transmitido, en diversos grados, la propia condicion de Pastor de almas a los obispos y a los presbiteros, haciéndolos capaces de actuar en su nombre y de representar su potestad capital en la Iglesia. "La unidad profunda de este nuevo pueblo no excluye la presencia, en su interior, de tareas diversas y complementarias. Asi, a los primeros apostoles estan ligados especialmente aquellos que han sido puestos para renovar in persona Christi el gesto que Jesus realizo en la Ultima Cena, instituyendo el sacrificio eucaristico, "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen gentium,
LG 11). El caracter sacramental que los distingue, en virtud del Orden recibido, hace que su presencia y ministerio sean unicos, necesarios e insustituibles". La presencia del ministro ordenado es condicion esencial de la vida de la Iglesia, y no solo de su buena organizacion.



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3. Duc in altum! Todo cristiano que percibe en el corazon la luz de la fe, queriendo caminar al ritmo marcado por el Sumo Pontifice, ha de intentar traducir en hechos este urgente y decidido mandato misionero. Especialmente los pastores de la Iglesia deberian saberlo captar y ponerlo en practica con apremiante diligencia, pues de su sensibilidad sobrenatural depende la posibilidad de que sea comprensible el camino por el cual Dios quiere guiar a su pueblo. "Duc in altum! El Senor nos invita a ir mar adentro, fiandonos de su palabra. ¡Aprendamos de la experiencia jubilar y continuemos en el compromiso de dar testimonio del Evangelio con el entusiasmo que suscita en nosotros la contemplacion del rostro de Cristo!".



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4. Es importante recordar que las perspectivas de fondo delineadas por el Santo Padre al término del Gran Jubileo del ano 2000 fueron establecidas pensando en las Iglesias particulares, alentadas por el Papa a traducir en "fervor de propositos y concretas lineas operativas" la gracia recibida durante el ano jubilar. Esta gracia lleva consigo un reclamo a la mision evangelizadora de la Iglesia, la cual exige la santidad personal de pastores y fieles, asi como un ferviente sentido apostolico en todos ellos, cada uno segun su propia vocacion, al servicio de las propias responsabilidades y deberes, conscientes de que la salvacion eterna de muchos hombres depende de la fidelidad en mostrar a Cristo con la palabra y con la vida. Urge dar mayor impulso al ministerio sacerdotal en la Iglesia particular, y especialmente en la parroquia, sobre la base de la auténtica comprension del ministerio y de la vida del presbitero.

Los sacerdotes "hemos sido consagrados en la Iglesia para este ministerio especifico. Estamos llamados a contribuir, de varios modos, donde la Providencia nos pone, en la formacion de la comunidad del pueblo de Dios. Nuestra tarea consiste en apacentar la grey de Dios que se nos ha confiado, no por la fuerza, sino voluntariamente, no tiranizando, sino dando un testimonio ejemplar (cfr. 1P
1P 5,2-3) (...) ste es para nosotros el camino de la santidad (...). sta es nuestra mision al servicio del pueblo cristiano".

2. Elementos centrales del ministerio y de la vida de los presbiteros

a) La identidad del presbitero



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5. La identidad del sacerdote debe meditarse en el contexto de la voluntad divina a favor de la salvacion, puesto que es fruto de la accion sacramental del Espiritu Santo, participacion de la accion salvifica de Cristo, y puesto que se orienta plenamente al servicio de tal accion en la Iglesia, en su continuo desarrollo a lo largo de la historia. Se trata de una identidad tridimensional: pneumatologica, cristologica y eclesiologica. No ha de perderse de vista esta arquitectura teologica primordial en el misterio del sacerdote, llamado a ser ministro de la salvacion, para poder aclarar después, de modo adecuado, el significado de su concreto ministerio pastoral en la parroquia. l es el siervo de Cristo, para ser, a partir de él, por él y con él, siervo de los hombres. Su ser ontologicamente asimilado a Cristo constituye el fundamento de ser ordenado para servicio de la comunidad. La total pertenencia a Cristo, convenientemente potenciada y hecha visible por el sagrado celibato, hace que el sacerdote esté al servicio de todos. El don admirable del celibato, de hecho, recibe luz y sentido por la asimilacion a la donacion nupcial del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, a una humanidad redimida y renovada.

El ser y el actuar del sacerdote - su persona consagrada y su ministerio - son realidades teologicamente inseparables, y tienen como finalidad servir al desarrollo de la mision de la Iglesia: la salvacion eterna de todos los hombres. En el misterio de la Iglesia - revelada como Cuerpo Mistico de Cristo y Pueblo de Dios que camina en la historia, y establecida como sacramento universal de salvacion -, se encuentra y se descubre la razon profunda del sacerdocio ministerial, "de manera que la comunidad eclesial tiene absoluta necesidad del sacerdocio ministerial para que Cristo, cabeza y pastor, esté presente en ella".



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6. El sacerdocio comun o bautismal de los cristianos, como participacion real en el sacerdocio de Cristo, constituye una propiedad esencial del Nuevo Pueblo de Dios. "Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nacion santa, pueblo adquirido en propiedad..." (1P
1P 2,9); "Nos ha hecho estirpe real, sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6); "Los hiciste un reino de sacerdotes para nuestro Dios (Ap 5,10)... seran sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinaran con él" (Ap 20,6). Estos pasajes recuerdan lo que habia sido dicho en el xodo, aplicando al Nuevo Israel lo que alli se decia del Antiguo: "Entre todos los pueblos... vosotros seréis para mi un reino de sacerdotes y una nacion santa" (Ex 19,5-6); y recuerdan todavia mas lo dicho en el Deuteronomio: "Tu eres un Pueblo consagrado al Senor tu Dios; el Senor tu Dios te ha elegido para ser su Pueblo privilegiado entre todos los pueblos que estan sobre la tierra" (Dt 7,6).

"Si el sacerdocio comun es consecuencia de que el pueblo cristiano ha sido elegido por Dios como puente con la humanidad y pertenece a todo creyente en cuanto injertado en este pueblo, el sacerdocio ministerial, en cambio, es fruto de una eleccion, de una vocacion especifica: "Jesus llamo a sus discipulos, y eligio doce de entre ellos" (Lc 6,13). Gracias al sacerdocio ministerial los fieles son conscientes de su sacerdocio comun y lo actualizan (cfr. Ef 4,11-12), pues el sacerdote les recuerda que son pueblo de Dios y los capacita para "ofrecer sacrificios espirituales" (cfr. 1P 1P 2,5), mediante los cuales Cristo mismo hace de nosotros un don eterno al Padre (cfr. 1P 1P 3,18). Sin la presencia de Cristo representado por el presbitero, guia sacramental de la comunidad, ésta no seria plenamente una comunidad eclesial".

En el seno de este pueblo sacerdotal el Senor ha instituido por tanto un sacerdocio ministerial, al cual son llamados algunos fieles para servir, por medio de la sagrada potestad, a todos los demas con caridad pastoral. El sacerdocio comun y el sacerdocio ministerial se distinguen esencialmente y no solo en grado: no se trata de una mayor o menor intensidad de participacion en el unico sacerdocio de Cristo, sino de participaciones esencialmente diversas. El sacerdocio comun se funda en el caracter bautismal, que es el sello espiritual de pertenencia a Cristo que "capacita y compromete a los cristianos para servir a Dios mediante una participacion viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal mediante el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz".

El sacerdocio ministerial, en cambio, se funda en el caracter impreso por el sacramento del Orden, que configura a Cristo sacerdote, y le permite, con la sagrada potestad, actuar en la persona de Cristo Cabeza - in persona Christi Capitis -, para ofrecer el Sacrificio y para perdonar los pecados. A los bautizados que han recibido en un segundo momento el don del sacerdocio ministerial, les es conferida sacramentalmente una nueva y especifica mision: impersonar en el seno del pueblo de Dios la triple funcion - profética, cultual y real - del mismo Cristo, en cuanto Cabeza y Pastor de la Iglesia. Por tanto, en el ejercicio de sus especificas funciones actuan in persona Christi Capitis e igualmente, en consecuencia, in nomine Ecclesiae.



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7. "Nuestro sacerdocio sacramental, pues, es sacerdocio "jerarquico" y al mismo tiempo "ministerial". Constituye un ministerium particular, es decir, es "servicio" respecto a la comunidad de los creyentes. Sin embargo, no tiene su origen en esta comunidad, como si fuera ella la que "llama" o "delega". ste es, en efecto, don para la comunidad y procede de Cristo mismo, de la plenitud de su sacerdocio (...) Conscientes de esta realidad comprendemos de qué modo nuestro sacerdocio es "jerarquico", es decir, relacionado con la potestad de formar y dirigir el pueblo sacerdotal (cfr.. Ivi) y precisamente por esto "ministerial". Realizamos esta funcion mediante la cual Cristo mismo "sirve" incesantemente al Padre en la obra de nuestra salvacion. Toda nuestra existencia sacerdotal esta y debe estar impregnada profundamente por este servicio, si queremos realizar de manera real y adecuada el Sacrificio eucaristico in persona Christi".

En los ultimos decenios la Iglesia ha conocido problemas de "identidad sacerdotal", derivados, en algunas ocasiones, de una vision teologica que no distingue claramente entre los dos modos de participacion en el sacerdocio de Cristo. En algunos ambientes se ha llegado a romper aquel profundo equilibrio eclesiologico, tan propio del Magisterio auténtico y perenne.

Hoy se dan todas las condiciones para superar el peligro tanto de la "clericalizacion" de los laicos como de la "secularizacion" de los ministros sagrados.

El generoso empeno de los laicos en los ambitos del culto, de la transmision de la fe y de la pastoral, en un momento ademas de escasez de presbiteros, ha inducido en ocasiones a algunos ministros sagrados y a algunos laicos a ir mas alla de lo que consiente la Iglesia, e incluso de lo que supera su ontologica capacidad sacramental. De aqui se deriva también una minusvaloracion teorica y practica de la especifica mision laical, que consiste en santificar desde dentro las estructuras de la sociedad.

De otra parte, en esta crisis de identidad, se produce también la "secularizacion" de algunos ministros sagrados, por un oscurecimiento de su especifico papel, absolutamente insustituible, en la comunion eclesial.



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8. El sacerdote, alter Christus, es en la Iglesia el ministro de las acciones salvificas esenciales. Por su poder de ofrecer el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del Redentor, por su potestad de anunciar con autoridad el Evangelio, de vencer el mal del pecado mediante el perdon sacramental, él - in persona Christi Capitis - es fuente de vida y de vitalidad en la Iglesia y en su parroquia. El sacerdote no es la fuente de esta vida espiritual, sino el hombre que la distribuye a todo el pueblo de Dios. Es el siervo que, con la uncion del espiritu, accede al santuario sacramental: Cristo Crucificado (Cfr.
Jn 19,31-37) y Resucitado (cfr. Jn 20,20-23), del cual emana la salvacion.

En Maria, Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, el sacerdote toma conciencia de ser con Ella, "instrumento de comunicacion salvifica entre Dios y los hombres", aunque de modo diferente: la Santisima Virgen mediante la Encarnacion, el sacerdote mediante el poder del Orden. La relacion del sacerdote con Maria no se reduce solo a la necesidad de proteccion y ayuda; se trata ante todo de tomar conciencia de un dato objetivo: "la cercania de la Senora", como "presencia operante junto a la cual la Iglesia quiere vivir el misterio de Cristo".



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9. En cuanto participe de la accion directiva de Cristo Cabeza y Pastor sobre su Cuerpo, el sacerdote esta especificamente capacitado para ser, en el plano pastoral, el "hombre de la comunion", de la guia y del servicio a todos. l esta llamado a promover y a mantener la unidad de los miembros con la cabeza, y de todos entre si. Por vocacion, él une y sirve a la doble dimension que la misma funcion pastoral de Cristo posee (Cfr.
Mt 20,28 Mc 10,45 Lc 22,27). La vida de la Iglesia requiere, para su desarrollo, energias que solo este ministerio de la comunion, de la guia y del servicio puede ofrecer. Exige sacerdotes que, totalmente asimilados al Maestro, depositarios de una vocacion originaria a la plena identificacion con Cristo, vivan ,"con" l y "en" l, todo el conjunto de las virtudes manifestadas en Cristo Pastor, y que, entre otras cosas, recibe luz y sentido de la asimilacion a la donacion nupcial del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, a una humanidad redimida y renovada. Exige que haya sacerdotes que quieran ser fuente de unidad y de donacion fraterna a todos -especialmente a los mas necesitados-, hombres que reconozcan su identidad sacerdotal en el Buen Pastor, y que esa imagen sea vivida internamente y manifestada externamente de modo que todos puedan reconocerla, en cualquier lugar y tiempo.

El sacerdote hace presente a Cristo Cabeza de la Iglesia mediante el ministerio de la Palabra, participacion en su funcion profética. In persona et in nomine Christi, el sacerdote es ministro de la palabra evangelizadora, que invita a todos a la conversion y a la santidad; es ministro de la palabra cultual, que ensalza la grandeza de Dios y da gracias por su misericordia; es ministro de la palabra sacramental, que es fuente eficaz de gracia. Segun esta multiple modalidad el sacerdote, con la fuerza del Paraclito, prolonga la ensenanza del divino Maestro en el interior de su Iglesia.

b) La unidad de vida



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10. La configuracion sacramental con Jesucristo impone al sacerdote un nuevo motivo para alcanzar la santidad, a causa del ministerio que le ha sido confiado, que es en si mismo santo. Esto no significa que la santidad, a la cual son llamados los sacerdotes, sea subjetivamente mayor que la santidad a la que son llamados todos los fieles cristianos por motivo del bautismo. La santidad es siempre la misma, si bien con diversas expresiones, pero el sacerdote debe tender a ella por un nuevo motivo: corresponder a la nueva gracia que le ha conformado para representar a la persona de Cristo, Cabeza y Pastor, como instrumento vivo en la obra de la salvacion. En el cumplimiento de su ministerio, por tanto, aquel que es "sacerdos in aeternum", debe esforzarse por seguir en todo el ejemplo del Senor, uniéndose a l "en el conocimiento de la voluntad del Padre, y en el don de si mismos por el rebano". Sobre este fundamento de amor a la voluntad divina y de caridad pastoral se construye la unidad de vida, es decir, la unidad interior entre la vida espiritual y la actividad ministerial. El crecimiento de esta unidad de vida se fundamente en la caridad pastoral nutrida por una solida vida de oracion, de manera que el presbitero ha de ser inseparablemente testimonio vivo de caridad y maestro de vida interior.



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11. La entera historia de la Iglesia se encuentra iluminada por espléndidos modelos de donacion pastoral verdaderamente radical. Existe ciertamente un numeroso batallon de santos sacerdotes que, como el Cura de Ars, patrono de los parrocos, han llegado a una eximia santidad a través de la generosa e incansable dedicacion a la cura de almas, acompanada de una profunda ascesis y de una gran vida interior. Estos pastores, inflamados por el amor de Cristo y por la consiguiente caridad pastoral, constituyen un Evangelio vivo.

Algunas corrientes culturales contemporaneas confunden la virtud interior, la mortificacion y la espiritualidad con una forma de intimismo, de alienacion y, por tanto, de egoismo incapaz de comprender los problemas del mundo y de la gente. Se ha desarrollado también, en algunos lugares, una tipologia multiforme de presbiteros: desde el sociologo al terapeuta, del obrero al politico, al "manager"... hasta llegar al sacerdote "jubilado". A este proposito se debe recordar que el presbitero es portador de una consagracion ontologica que se extiende a tiempo completo. Su identidad de fondo hay que buscarla en el caracter conferido por el sacramento del Orden, por el cual se desarrolla fecundamente la gracia pastoral. Por tanto, el presbitero deberia saber actuar siempre en cuanto sacerdote. l, como decia San Juan Bosco, es sacerdote tanto en el altar y en el confesionario como en la escuela o por la calle: en cualquier sitio. Alguna vez los mismos sacerdotes son inducidos, por circunstancias actuales, a pensar que su ministerio se encuentra en la periferia de la vida, cuando en realidad se encuentra en el corazon mismo de ella, puesto que tiene la capacidad de iluminar, reconciliar y renovar todas las cosas.

Puede suceder también que algunos sacerdotes, tras haber comenzado su ministerio con un entusiasmo cargado de ideales, experimenten el desinterés y la desilusion, e incluso el fracaso. Muchas son las causas: desde la deficiente formacion hasta la falta de fraternidad en el presbiterio diocesano, desde el aislamiento personal hasta la ausencia de interés y apoyo por parte del Obispo mismo y de la comunidad, desde los problemas personales, incluso de salud, hasta la amargura de no encontrar respuestas y soluciones, desde la desconfianza por la ascesis y el abandono de la vida interior hasta la falta de fe.

De hecho el dinamismo ministerial exento de una solida espiritualidad sacerdotal se traduciria en un activismo vacio y privado de valor profético. Resulta claro que la ruptura de la unidad interior en el sacerdote es consecuencia, sobre todo, del enfriamiento de su caridad pastoral, o sea, del descuido a la hora de "custodiar con amor vigilante el misterio del que es portador para el bien de la Iglesia y de la humanidad".

Entretenerse en coloquio intimo de adoracion frente al Buen Pastor, presente en el Santisimo Sacramento del altar, constituye una prioridad pastoral superior con mucho a cualquier otra. El sacerdote, guia de una comunidad, debe poner en practica esta prioridad para no caer en la aridez interior y convertirse en canal seco, que a nadie puede ofrecer cosa alguna.

La obra pastoral de mayor relevancia es, sin duda alguna, la espiritualidad. Cualquier plan pastoral, cualquier proyecto misionero, cualquier dinamismo en la evangelizacion, que prescindiese del primado de la espiritualidad y del culto divino estaria destinado al fracaso.

c) Un camino especifico hacia la santidad



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12. El sacerdocio ministerial, en la medida en que configura con el ser y el obrar sacerdotal de Cristo, introduce una novedad en la vida espiritual de quien ha recibido este don. Es una vida espiritual conformada por la participacion en la capitalidad de Cristo en su Iglesia, y que madura en el servicio ministerial a ella: una santidad en el ministerio y para el ministerio.



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13. La profundizacion en la "conciencia de ser ministro" es, por tanto, de gran importancia para la vida espiritual del sacerdote y para la eficacia de su ministerio mismo.

La relacion ministerial con Jesucristo "instaura y exige en el sacerdote una posterior relacion que procede de la "intencion", es decir, de la voluntad consciente y libre de hacer, mediante los gestos ministeriales, lo que quiere hacer la Iglesia". La expresion "tener la intencion de hacer lo que hace la Iglesia" ilumina la vida espiritual del ministro sagrado, invitandole a reconocer la personal instrumentalidad al servicio de Cristo y de su Esposa, y a ponerla en practica en las concretas acciones ministeriales. La "intencion", en este sentido, contiene necesariamente una relacion con el actuar de Cristo Cabeza en y a través de la Iglesia, adecuacion a su voluntad, fidelidad a sus disposiciones, docilidad a sus gestos: el quehacer ministerial es instrumento del obrar de Cristo y de la Iglesia, que es su Cuerpo.

Se trata de una voluntad personal permanente: "Semejante relacion tiende, por su propia naturaleza, a hacerse lo mas profunda posible, implicando la mente, los sentimientos, la vida, o sea, una serie de disposiciones morales y espirituales correspondientes a los gestos ministeriales que el sacerdote realiza".

La espiritualidad sacerdotal exige respirar un clima de cercania al Senor Jesus, de amistad y de encuentro personal, de mision ministerial "compartida", de amor y servicio a su Persona en la "persona" de la Iglesia, su Cuerpo, su Esposa. Amar a la Iglesia y entregarse a ella en el servicio ministerial requiere amar profundamente al Senor Jesus. "Esta caridad pastoral fluye, sobre todo, del Sacrificio Eucaristico, que se manifiesta por ello como centro y raiz de toda la vida del presbitero, de suerte que lo que se efectua en el altar lo procure reproducir en si el alma del sacerdote. Cosa que no puede conseguirse si los mismos sacerdotes no penetran mas intimamente cada vez, por la oracion, en el misterio de Cristo".

En la penetracion de este misterio viene en nuestra ayuda la Virgen Santisima, asociada al Redentor, porque "cuando celebramos la Santa Misa, en medio de nosotros esta la Madre del Hijo de Dios y nos introduce en el misterio de su ofrenda de redencion. De este modo, se convierte en mediadora de las gracias que brotan de esta ofrenda para la Iglesia y para todos los fieles". De hecho, "Maria fue asociada de modo unico al sacrificio sacerdotal de Cristo, compartiendo su voluntad de salvar el mundo mediante la cruz. Ella fue la primera persona y la que con mas perfeccion participo espiritualmente en su oblacion de Sacerdos et Hostia. Como tal, a los que participan ¾en el plano ministerial¾ del sacerdocio de su Hijo puede obtenerles y darles la gracia del impulso para responder cada vez mejor a las exigencias de la oblacion espiritual que el sacerdocio implica: sobre todo, la gracia de la fe, de la esperanza y de la perseverancia en las pruebas, reconocidas como estimulos para una participacion mas generosa en la ofrenda redentora".

La Eucaristia debe ocupar para el sacerdote "el lugar verdaderamente central de su ministerio", porque en ella esta contenido todo el bien espiritual de la Iglesia y es de por si fuente y culmen de toda la evangelizacion. ¡De aqui la posicion tan relevante que ocupa dentro de la jornada la preparacion a la Santa Misa, su celebracion cotidiana, la accion de gracias y la visita a Jesus Sacramentado!



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14. El sacerdote, ademas del Sacrificio eucaristico, celebra diariamente la sagrada Liturgia de las Horas, a la que se ha comprometido libremente con obligacion grave. Por la inmolacion incruenta de Cristo sobre el altar, por la celebracion del Oficio divino junto con toda la Iglesia, el corazon del sacerdote intensifica su amor al divino Pastor, haciéndolo visible a los fieles. El sacerdote ha recibido el privilegio de "hablar a Dios en nombre de todos", de hacerse "como la boca de toda la Iglesia"; completa con el oficio divino lo que falta a la alabanza de Cristo, y en cuanto embajador acreditado, su intercesion esta entre las mas eficaces para la salvacion del mundo.

d) La fidelidad del sacerdote a la disciplina eclesiastica



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15. La "conciencia de ser ministro" comporta también la conciencia del actuar organico del cuerpo de Cristo. De hecho, la vida y la mision de la Iglesia, para poder desarrollarse, exigen un ordenamiento, unas reglas y unas leyes de conducta, es decir, un orden disciplinar. Es preciso superar cualquier prejuicio frente a la disciplina eclesiastica, comenzando por la expresion misma, y superar también cualquier temor o complejo a la hora de referirse a ella o de solicitar oportunamente su cumplimiento. Cuando se observan las normas y los criterios que constituyen la disciplina eclesiastica, se evitan las tensiones que, de otro modo, comprometerian el esfuerzo pastoral unitario del cual la Iglesia tiene necesidad para cumplir eficazmente su mision evangelizadora. La asuncion madura del propio empeno ministerial comprende la certeza de que la Iglesia "necesita unas normas que pongan de manifiesto su estructura jerarquica y organica, y que ordenen debidamente el ejercicio de los poderes confiados a ella por Dios, especialmente el de la potestad sagrada y el de la administracion de los sacramentos".

Ademas, la conciencia de ser ministro de Cristo y de su Cuerpo mistico implica el empeno por cumplir fielmente la voluntad de la Iglesia, que se expresa concretamente en las normas. La legislacion de la Iglesia tiene como fin una mayor perfeccion de la vida cristiana, para un mejor cumplimiento de la mision salvifica, y por tanto, es preciso vivirla con animo sincero y buena voluntad.

Entre todos los aspectos, merece particular atencion el de la docilidad a las leyes y a las disposiciones liturgicas de la Iglesia, es decir, el amor fiel a una normativa que tiene el fin de ordenar el culto de acuerdo con la voluntad del Sumo y Eterno Sacerdote y de su Cuerpo mistico. La sagrada Liturgia es considerada como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, accion sagrada por excelencia, "cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza". Por consiguiente, éste es el ambito donde mayor debe ser la conciencia de ser ministro, y de actuar en conformidad con los compromisos libre y solemnemente asumidos ante Dios y la comunidad. "La reglamentacion de la sagrada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiastica; ésta reside en la Sede Apostolica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo. (...) Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, anada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia". Arbitrariedades, expresiones subjetivistas, improvisaciones y desobediencia en la celebracion eucaristica constituyen otras tantas evidentes contradicciones con la esencia misma de la Santisima Eucaristia, que es el sacrificio de Cristo. Lo mismo vale para la celebracion de los otros sacramentos, sobre todo para el Sacramento de la Penitencia, mediante el cual se perdonan los pecados y se reconcilia uno con la Iglesia.

Una atencion analoga han de prestar los presbiteros a la participacion auténtica y consciente de los fieles en la sagrada Liturgia, que la Iglesia no deja de promover. En la sagrada Liturgia existen funciones que pueden ser desempenadas por fieles que no han recibido el Sacramento del Orden; otras, en cambio, son propias y absolutamente exclusivas de los ministros ordenados. El respeto por las distintas identidades del estado de vida, su mutua complementariedad para la mision, exigen evitar cualquier confusion en esta materia.

e) El sacerdote en la comunion eclesial



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16. Para servir a la Iglesia -comunidad organicamente estructurada por fieles dotados de la misma dignidad bautismal, pero con carismas y funciones diversos- es necesario conocerla y amarla, no como la querrian efimeras corrientes de pensamiento o ideologias diversas, sino como ha sido querida por Jesucristo, que la ha fundado. La funcion ministerial de servicio a la comunion, a partir de la configuracion con Cristo Cabeza, exige conocer y respetar la especifidad del papel del fiel laico, promoviendo de todas las formas posibles la asuncion por parte de cada uno de la propia responsabilidad. El sacerdote esta al servicio de la comunidad, pero a su vez se encuentra sostenido por la comunidad. ste tiene necesidad de la aportacion del laicado, no solo para la organizacion y la administracion de su comunidad, sino también para la fe y la caridad; existe una especie de osmosis entre la fe del presbitero y la fe de los otros fieles. Las familias cristianas y las comunidades de gran fervor religioso a menudo han ayudado a los sacerdotes en los momentos de crisis. Es también importante, por este motivo, que los presbiteros conozcan, estimen y respeten las caracteristicas del seguimiento de Cristo propio de la vida consagrada, tesoro preciosisimo de la Iglesia, y testimonio de la fecunda labor del Espiritu Santo en ella.

En la medida en que los presbiteros son signos vivos y al mismo tiempo servidores de la comunion eclesial, se integran en la unidad viviente de la Iglesia prolongada en el tiempo, que es la sagrada Tradicion, de la que el Magisterio es custodio y garante. La fecunda referencia a la Tradicion concede al ministerio del presbitero la solidez y la objetividad del testimonio de la Verdad, que en Cristo se ha revelado en la historia. Esto le ayuda a huir del prurito de novedad, que dana la comunion y vacia de profundidad y de credibilidad el ejercicio del ministerio sacerdotal.

De modo especial el parroco debe promover pacientemente la comunion de la propia parroquia con su Iglesia particular y con la Iglesia universal. Por lo mismo, debe ser también verdadero modelo de adhesion al Magisterio perenne de la Iglesia y a su disciplina.

f) Sentido de lo universal en lo particular



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17. "Es necesario que el sacerdote tenga la conciencia de que su "estar en una Iglesia particular" constituye, por su propia naturaleza, un elemento calificativo para vivir una espiritualidad cristiana. Por ello, el presbitero encuentra, precisamente en su pertenencia y dedicacion a la Iglesia particular, una fuente de significados, de criterios de discernimiento y de accion, que configuran tanto su mision pastoral, como su vida espiritual". Se trata de una materia importante, de la que se debe adquirir una vision amplia, que tenga en cuenta como "la pertenencia y dedicacion a una Iglesia particular no circunscriben la actividad y la vida del presbitero, pues, dada la misma naturaleza de la Iglesia particular y del ministerio sacerdotal, aquellas no pueden reducirse a estrechos limites".

El concepto de incardinacion, modificado por el Concilio Vaticano II y expresado en el Codigo, permite superar el peligro de encerrar el ministerio de los presbiteros dentro de limites estrechos, no tanto geograficos como psicologicos o incluso teologicos. La pertenencia a una Iglesia particular y el servicio pastoral a la comunion dentro de ella -elementos de orden eclesiologico- encuadran también existencialmente la vida y la actividad de los presbiteros, y les dan una fisonomia constituida por orientaciones pastorales especificas, metas, dedicacion personal a tareas determinadas, encuentros pastorales, e intereses compartidos. Para comprender y amar efectivamente a la Iglesia particular, asi como la pertenencia y la dedicacion a ella, sirviéndola y sacrificandose por ella hasta la entrega de la propia vida, es necesario que el ministro sagrado sea cada vez mas consciente de que la Iglesia universal "es una realidad ontologica y temporalmente previa a cada concreta Iglesia particular". De hecho, no es la suma de las Iglesias particulares lo que constituye la Iglesia universal. Las Iglesias particulares, en y desde la Iglesia universal, deben estar abiertas a una realidad de verdadera comunion de personas, de carismas, de tradiciones espirituales, mas alla de cualquier frontera geografica, intelectual o psicologica. ¡El presbitero ha de tener claro que una sola es la Iglesia! La universalidad, es decir, la catolicidad, debe llenar con su propia sustancia la particularidad. El profundo, verdadero y vital vinculo de comunion con la Sede de Pedro constituye la garantia y la condicion necesaria de todo esto. La misma acogida motivada, difusion y aplicacion fiel de los documentos papales y de aquellos que emanan los Dicasterios de la Curia Romana es una expresion de ello.

Hemos considerado el ser y la accion de todo sacerdote en cuanto tal. Ahora nuestra reflexion se dirige de modo especifico al sacerdote constituido en el oficio de parroco.




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