Camino de Perfección 54

Capítulo 54 (32)


Que trata de estas palabras: «Fiat voluntas tua, sicut in coelo et in terra», y lo mucho que va que hacemos en decir estas palabras si van con determinación.


1 Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos sus hermanos, veamos qué quiere que demos a su Padre, y qué le ofrece por nosotros, y qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos con algo tan grandes mercedes. ¡Oh buen Jesús!, que tampoco dais poco de nuestra parte, como pedís para nosotros. Dejemos que ello en sí es nonada por adonde tanto se debe y para tan gran Rey; mas cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada y que damos todo lo que podemos, si lo damos como lo decimos, digo.

2 «Sea hecha tu voluntad, y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra». Bien hicisteis, buen Maestro y Señor, de pedir la petición pasada, para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque, cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece poder nosotros cumplirlo. Mas haciendo vuestro Padre lo que vos le pedisteis de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos verdadero en dar lo que dais por nosotros; porque hecha la tierra cielo, será posible hacerse en mí vuestra voluntad. Mas sin esto y en tierra tan ruin, tan sin fruto como la mía, yo no sé, Señor, cómo sería posible; es gran cosa lo que ofrecéis. Por eso querría, hijas, lo entendieseis.

3 Cuando yo pienso en esto, gusto de los que dicen no es bien pedir trabajos al Señor, que es poca humildad. Y he topado a algunos tan pusilánimes, que aun sin este amparo de humildad no tienen corazón para pedírselos, que piensan luego se los ha de dar. Querría preguntarles si entienden esta voluntad que suplican al Señor la cumpla su Majestad en ellos, o es que la dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo; esto, hijas, sería mucho mal. Mirad que parece nuestro buen Jesús nuestro embajador, y que ha querido intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería razón que lo que promete u ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos.

4 Ahora quiérolo llevar por el cabo. Mirad, hermanas; tomad mi parecer; ello ha de ser, que queráis o no, que se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra; creedme y haced de la necesidad virtud. ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí que no dejaseis en querer tan ruin como el mío el cumplir vuestra voluntad! Bendito seáis por siempre y alaben os todas las cosas. Sea glorificado vuestro nombre por siempre. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy yo libremente; aunque ha tiempo que no va libre de interés, porque ya tengo probado y gran experiencia de ello la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh hijas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!

5 Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho que ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo entendisteis. No sea como algunas monjas que no hacen sino prometer y, como no cumplen nada, dicen que cuando hicieron profesión que no entendieron lo que prometían. Así lo creo yo, porque es fácil de hablar y dificultoso de obrar; y si pensaron que no era más lo uno que lo otro, cierto no lo entendieron. Hacedlo entender a las que acá hicieren profesión, por larga prueba, no piensen que ha de haber solas palabras, sino obras también.

6 Así quiero entendáis con quién lo habéis, como dicen, y lo que ofrece por vos el buen Jesús al Padre y lo que le dais vos cuando decís que se cumpla su voluntad en vos, que no es otra cosa. Pues no hayáis miedo que sea su voluntad daros riquezas ni deleites ni grandes honras ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco y tiene en mucho lo que le dais, y quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aun en vida, como dicen. ¿Queréis ver cómo se ha con los que de veras le dicen esto? Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del huerto. Como fue dicho con verdad y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en lo que le dio de dolores y trabajos e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz.


Capítulo 55 (32)


Cómo están los religiosos obligados a que no sean palabras, sino obras.


1 (7) Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio, por donde se entiende cuál es su voluntad. Mirad lo que hacéis; procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que su Majestad quisiere; que otra manera de dar voluntad es mostrar la joya y decir que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, guardarla vos muy bien.

2 (8) No son estas burlas para con quien las que le hicieron por nosotras. Aunque no hubiera otra cosa, merecen que no burlemos ya tantas veces de él, que no son pocas las que se lo decimos en el Paternóster; démosle ya una vez del todo la joya de cuantas acometemos a dársela. Es verdad que no nos la da primero. ¡Oh, válgame Dios, cómo se le parece a mi buen Jesús que nos conoce! Pues no dijo al principio diésemos esta voluntad al Señor, hasta que estuviésemos bien pagados de este pequeño servicio, para quien entiende la gran ganancia que en el mismo servicio quiere el Señor ganemos, que aun en esta vida nos comienza a pagar, como ahora diré. Los del mundo harto harán si tienen de verdad determinación de cumplirlo. Vosotras, hijas, diciendo y haciendo, palabras y obras, como a la verdad parece hacemos los religiosos; sino que, a las veces, ponemos al Señor ya la joya en la mano y tornámosela a tomar. Somos francos de presto, y después tan escasos, que valdría en parte más que nos hubiéramos detenido en el dar.

3 (9) Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las criaturas, y tendréis entendido lo mucho que nos importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre. Porque nos disponemos para que con mucha brevedad nos veamos acabado el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha. Porque sin darnos del todo al Señor y ponernos en sus manos para que haga en todo lo que nos toca su voluntad, nunca deja beber de ella. Esto es contemplación perfecta, lo que me dijisteis que os escribiese.

4 (10) Y en esto ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos; ni es menester más, porque todo lo demás estorba e impide de decir: «fiat voluntas tua»; cúmplase, Señor mío, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis; si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues él me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra conforme a vuestra voluntad.

5 (11) ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en sí y hacer una unión del Hacedor con la criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas y si tenéis buen Maestro, que, como sabe por dónde ha de ganar la voluntad de su Padre, enséñanos a cómo y con qué le hemos de servir.


Capítulo 56 (32)


Trata de lo que da el Señor después que nos hemos dejado en su voluntad.


1 (12) Y mientras mayor determinación tiene el alma --y se va entendiendo por las obras que no son palabras de cumplimiento--, más la llega el Señor a sí y la levanta de todas las cosas bajas de acá y de sí misma para habilitarla a recibir del Señor grandes mercedes, que no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto le tiene, que ya nosotros no sabemos qué nos pedir y su Majestad nunca se cansa de dar. Porque no contento con tenerla hecha una cosa consigo, por haberla ya convertido en Sí, comienza a regalarse con ella, a descubrirle secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado y que conozca algo de lo que la tiene por dar. Hácela ir perdiendo estos sentidos exteriores, porque no se la ocupe nada. Esto es arrobamiento. Y comienza a tratar de tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad, que manden a veces, como dicen, y cumplir él lo que ella le pide, como ella hace lo que él le manda, y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere y no deja de querer.

2 (13) La pobre alma, aunque quiera, no puede muchas veces lo que querría, ni puede nada sin que se lo den, y siempre queda más adeudada y muchas veces fatigada de verse sujeta a tantos inconvenientes como trae en estar en la cárcel de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe y es harto boba de fatigarse. Aunque haga lo que es en sí, ¿qué podemos pagar los que no tenemos qué dar si no lo recibimos, sino conocernos, y esto que podemos, que es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente? Porque, como he dicho, está ya escrito en otra parte cómo es esta oración y lo que ha de hacer el alma hasta entonces, y cosas harto largamente declaradas de lo que el alma siente aquí y en lo que se conoce ser Dios, no hago más de tocar en estas cosas de oración para daros a entender cómo habéis de rezar esta oración del Paternóster.

3 (14) Sólo os doy un aviso: que no penséis con fuerza vuestra ni diligencia llegar aquí, que es por demás; antes si teníais devoción, quedaréis fríos; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba todo, decir: «Fiat voluntas tua».


Capítulo 57 (33)


En que trata la gran necesidad que tenemos de pedir esta petición de «panem nostrum».


1 Pues entendiendo, como he dicho, el buen Jesús cuán dificultosa cosa era esto que ofrece por nosotros, conociendo nuestra flaqueza, y que muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la voluntad del Señor --como somos flacos y él tan piadoso-- era menester medio (pues dejar de dar lo dado vio que en ninguna manera nos conviene) porque está en ello toda nuestra ganancia; pues cumplirlo, vio ser dificultoso, porque decir a un rico que es la voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato para que coman otros siquiera pan, que mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto sino a su propósito. Pues decir a un murmurador que es la voluntad de Dios querer tanto para sí como para su prójimo, o para su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia ni basta razón para que lo entienda. Pues decir a un religioso, que está mostrado a libertad, o religiosa, y a regalo, que ha de tener cuenta con que ha de dar ejemplo, y que mire que ya no es sólo con palabras ha de decir esta palabra, sino que lo ha jurado y prometido y que es voluntad de Dios que cumpla sus votos, y mire que si da escándalo que va muy contra ellos, aunque no del todo los quebrante; que ha prometido pobreza, que la guarde sin rodeos, que esto es lo que el Señor quiere, no hay remedio, aun ahora, de quererlo hacer, ¿qué hiciera si el Señor no hiciera lo más con el remedio que puso? No hubiera sino muy poquitos que cumplieran su palabra y lo que él ofreció al Padre, y ¡plega a su Majestad que aun ahora haya muchos! Pues visto el Señor la necesidad, pensó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tenía, y en su nombre y en el de sus hermanos pidió esta petición. «El pan nuestro de cada día dánosle hoy, Señor».


Capítulo 58 (33)


Que trata de lo mucho que hizo el Padre Eterno en querer que su Hijo se nos quedase en el Santísimo Sacramento.


1 (2) Entended, hermanas, por amor de Dios, esto que pide el buen Jesús, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y tened en muy poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de recibir. Paréceme ahora a mí --debajo de otro mejor parecer-- que visto el buen Jesús lo que había dado por nosotros, y cómo nos importaba tanto darlo y la gran dificultad que había, por ser nosotros tales y tan inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era menester ver el suyo para despertarnos y no una vez sino cada día, que aquí se debía determinar de quedarse con nosotros. Y como era cosa tan grave y de tanta importancia, quiso que viniese de la mano del Eterno Padre. Porque aunque eran una misma cosa, y sabía que lo que él hiciese en la tierra se haría en el cielo, y su voluntad y la de su Padre eran una para tan gran cosa, era tanta la humildad del buen Jesús, que quiso como pedir licencia, porque ya sabía era amado del Padre y que se deleitaba en él. Bien entendió que pedía más en esto que pide que en lo demás que ha demandado, porque sabía la muerte que le habían de dar y las deshonras y afrentas que había de padecer.

2 (3) Pues ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a su hijo -y tal hijo- y parándole tal, quisiera consentirle se quedara entre nosotros cada día a padecer? Por cierto, ninguno, Señor, sino el vuestro; bien sabéis a quién pedís. ¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aun no me espanto tanto del buen Jesús, porque, como había ya dicho «fiat voluntas tua», habíalo de cumplir como quien es. Sí, que no es como nosotros y sabe que la cumple con amarnos como a Sí, y así andaba a buscar cómo cumplir con más cumplimiento -aunque fuese a su costa- este mandamiento. Mas vos, Padre Eterno, ¿cómo lo consentís? ¿Por qué queréis cada día ver en manos tan ruines a vuestro Hijo? Ya que una vez quisisteis lo estuviese y lo consentisteis, veis cómo le paran. ¿Cómo puede vuestra piedad cada día, cada día, verle hacer injurias? ¡Y cuántas se deben hoy hacer a este Santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le debe ver el Padre! ¡Qué de desacatos de estos herejes!


Capítulo 59 (33)


Pone una exclamación al Padre.


1 (4) ¡Oh Señor eterno!, ¿cómo aceptáis tal petición?, ¿cómo lo consentís? No miréis su amor, que a trueco de hacer cumplidamente vuestra voluntad y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer pedazos. Es vuestro de mirar, Señor mío, ya que a vuestro Hijo no se le pone cosa delante. ¿Por qué ha de ser todo nuestro bien a su costa?, ¿porqué calla a todo y no sabe hablar por Sí, sino por nosotros? ¿No ha de haber quien hable por este mansísimo Cordero? Dadme licencia, Señor, que hable yo -ya que Vos quisisteis dejarle en nuestro poder- y os suplique, que pues tan de veras os obedeció y con tanto amor se nos dio; que aun miro yo cómo en esta petición sola duplica las palabras, porque dice primero y pide que le deis este pan cada día y torna a decir «dádnoslo hoy, Señor». Póneos también delante -como quien dice que es razón que no nos quitéis esta merced- que es «nuestro»; que ya una vez nos le disteis para nuestro remedio, que no nos le tornéis a tomar. Pues mirad, hermanas mías -y esto os enternezca el corazón para amar a vuestro Esposo-, que no hay esclavo que de buena gana diga lo es, y que el buen Jesús parece se honra de ello.

2 (5) ¡Oh Padre Eterno, que mucho merece esta humildad! ¿Con qué tesoro compramos a vuestro Hijo? Venderle, ya sabemos que por treinta dineros; mas comprarle, ¿qué precio basta? Como se hace aquí el Señor una cosa con nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza, y como señor de su voluntad lo acuerda a su Padre, que, pues es suya, que nos la pueda dar, y así se llama «nuestro». No hace él diferencia de él a nosotros; mas hacémosla nosotros, para no nos dar cada día por él.


Capítulo 60 (34)


Que trata de esta palabra que dice «quotidianum».


1 Ya queda concluso que el buen Jesús en esto que es nuestro -y así pide a su Padre que nos lo deje «cada día»- parece que es para siempre; que escribiendo esto he estado con deseo de saber por qué después que el Señor dijo «cada día» tornó a decir «hoy». Quiéroos decir mi bobería; si lo fuere, quédese por tal -que harta lo es meterme yo en esto-; mas, pues ya vamos entendiendo lo que pedimos, pensemos bien qué es, para que, como he dicho, lo tengamos en lo que es razón y lo agradezcamos a quien con tanto cuidado está enseñándonos. Así que, ser nuestro «cada día», me parece a mí porque acá le poseemos en la tierra, pues se nos quedó acá y le recibimos y le poseeremos después también en el cielo, si nos aprovechamos de su compañía; pues no se queda para otra cosa con nosotros sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros.

2 El decir «hoy» me parece es para un día como es esta vida. Y ¡bien un día! Y para los desventurados que se han de condenar, que no le gozarán en la otra, para hacer todo lo que como de cosa suya se pueden aprovechar y estar con ellos este «hoy» de esta vida esforzándolos; y si se dejan vencer, no es a su culpa. Y porque se lo otorgue el Padre, pónele delante que es sólo un día de lo que dure este mundo, que se lo deje ya pasar en servidumbre; pues nos le dio, no parezca le toma al mejor tiempo, que todo será un día estos malos tratamientos de llegarse a él indignamente; que mire está obligado -pues ha ofrecido por nosotros cosa tan grande como dejar nuestra voluntad en la suya- a ayudarnos por todas las vías que pudiere. Que no pide más de «hoy», ahora nuevamente; que el habernos dado este pan sacratísimo para siempre, cierto lo tenemos, y que nos lo dio sin pedírsele, y este mantenimiento y maná de la humanidad, que parece le hallamos como le queremos y que, si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre, que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en él sabor y consolación y mantenimiento. No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar, si comenzamos a partir y mascar de los suyos y ponerlos en nuestra consideración.

Que otro pan de los mantenimientos y necesidades corporales, no quiero yo pensar se le acordó al Señor de esto, ni querría se os acordase a vosotras; está puesto en subidísima contemplación, que quien está en aquel punto no hay más memoria de que está en el mundo que si no estuviese, cuanto más si ha de comer; ¿y había el Señor de poner tanto en pedir que comiésemos para él y para nosotros? No hace a mi propósito. Estános enseñando a poner nuestras voluntades en las cosas del cielo y a pedir le comencemos a gozar desde acá, ¿y habíanos de meter en cosa tan baja como pedir de comer? ¡Como que no nos conoce, que, comenzados a entremeter en necesidad del cuerpo, se nos olvidarán las del alma! Pues ¡qué gente tan concertada, que nos contentaremos poco y pediremos poco!; sino que mientras más nos diere, más parece nos ha de faltar el agua.

3 Pídanlo esto, hijas, los que quieren más de lo necesario. Vosotras pedid que os deje hoy a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo -lo que viviereis- sin él; que baste que quede tan disfrazado en estos accidentes de pan, que es harto tormento para quien no tiene otro amor ni otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé aparejo para recibirle tan dignamente.

4 De esotro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis dejado en la voluntad de Dios (digo en estos tiempos de oración que tratáis cosas más importantes, que tiempos hay otros para que la que tiene en cargo tenga cuidado de lo que habéis de comer, digo de daros lo que tuviere); no hayáis miedo que os falte si no faltáis vosotras en lo que habéis dicho de dejaros en la voluntad de Dios.

Y por cierto, hijas, de mí os digo que si de eso faltase ahora con malicia -como otras veces lo he hecho muchas- que yo no le suplicase me diese ese pan ni otra cosa de comer. Déjeme morir de hambre. ¿Para qué quiero vida, si con ella voy cada día más ganando muerte eterna?


Capítulo 61 (34)


Que prosigue la misma materia. Pone una comparación. Es muy bueno para después de haber recibido el Santísimo Sacramento.


1 (5) Así que, si de veras os dais a Dios como lo decís, descuidaos de vos, que él tiene el cuidado y lo tendrá siempre. Es como si entra un criado a servir a un amo: tiene el criado cuenta con contentarle en todo, mas el amo está obligado a darle de comer mientras está en su casa y le sirve, salvo si no es tan pobre que no tiene para sí ni para él. Pues acá cesa esto, que siempre es y será poderoso. Pues ¿sería buena cosa andar el criado pidiendo cada día de comer, pues sabe tiene cuidado su amo de dárselo y le ha de tener? Es gastar palabras, y decirle ha el señor que tenga cuidado en cómo le ha de servir y que no se ocupe en ése, que no hace cosa a derechas en lo demás.

2 (6) Así que, hermanas, pida quien quisiere ese pan; pidamos nosotras el que nos hace al caso y supliquemos al Padre nos dé gracia para disponernos de manera a recibir don tan grande y tan celestial mantenimiento, que ya que los ojos del cuerpo no se deleitan en mirarle porque está encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a conocer; que es otro mantenimiento de contentos y regalos. Que para sustentar la vida, más veces que querremos le vendremos a desear y a pedir, aun sin sentirnos; no es menester despertarnos para ello; que nuestra inclinación ruin a cosas bajas nos despertará, como digo, más veces que queramos; mas de advertencia no curemos poner nuestro cuidado sino en suplicar al Señor lo que tengo dicho, que teniendo esto lo tendremos todo.

3 (7) ¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este Santísimo Sacramento muy grande y gran medicina aun para los males corporales? Yo lo sé y conozco persona de grandes enfermedades, y estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo; esto muy ordinario, y de males muy conocidos que no los pudiera fingir; y otros muchos efectos que hacía en esta alma, que no hay para qué decirlos -y podía yo saberlos, y sé que no miente-; mas tenía tanta devoción y tan viva fe, que cuando en algunas fiestas oía a personas que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?

4 (8) Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada a Cristo, procuraba ella esforzar la fe para creer era lo mismo y le tenía en casa tan pobre como la suya y desocupábase de todas las cosas exteriores y poníase a un rincón, procurando recoger los sentidos para estarse con su Señor a solas, y considerábase a sus pies, y estábase allí -aunque no sintiese devoción- hablando con él.

5 (9) Porque -si no nos queremos hacer ciegos y bobos- si tenemos fe, claro está que está dentro de nosotros; pues ¿para qué hemos de ir a buscarle más lejos, como queda dicho, sino que pues sabemos mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús? Pues si, cuando andaba en el mundo, de sólo tocar a su ropa sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí -si yo tengo fe- y me dará todo lo que le pidiere, pues está en mi casa?

6 (10) Si os congojáis porque no le veis con los ojos corporales, mirad que nos conviene; que es otra cosa verle glorificado o cuando andaba por el mundo; no habría sujeto que lo sufriese de nuestro flaco natural, ni habría mundo ni quien quisiese parar en él; porque en ver esta Verdad eterna, se vería ser burla todas las cosas de que acá hacemos caso.

7 (11) No hayáis miedo que, aunque no se vea con estos ojos corporales, de sus amigos esté muy escondido; estaos vos con él de buena gana; mirad que es esta hora de gran provecho para el alma y en que se sirve mucho el buen Jesús que le tengáis compañía; tened gran cuenta, hijas, de no la perder. Si la obediencia os mandare otra cosa, procurad dejar el alma con el Señor, que vuestro Maestro es; aunque no lo entendáis no os dejará de enseñar. Y si luego lleváis el pensamiento a otra parte y no hacéis más caso que está dentro de vos que si no le hubierais recibido, no os quejéis de él, sino de vos. No digo que no recéis, porque no me asgáis a palabras y digáis que trato de contemplación, salvo si el Señor no os llevare a ella; sino que, si rezareis el Paternóster, entendáis con cuánta verdad estáis con quien os lo enseñó, y le beséis los pies por ello, y le pidáis os ayude a pedir y no se vaya de con vos.

8 (12) Si esto habéis de pedir a una imagen de Cristo delante de quien estáis, ¿no veis que es bobería dejar en aquel tiempo la imagen viva y la misma persona por mirar al dibujo? ¿No lo sería, si tuvieseis un retrato de una persona que quisieseis mucho y la misma persona os viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es bueno y santísimo y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma persona, es gran regalo ver una imagen de nuestra Señora o de algún santo a quien tenemos devoción -¡cuánto más la de Cristo!-, y cosa que despierta mucho, y cosa que a cada cabo querría ver que volviese los ojos. ¿Qué mejor cosa podríamos mirar ni más gustosa a la vista? ¡Desventurados de estos herejes que carecen de esta consolación y bien, entre otras!

9 (13) Mas acabando de recibir al Señor, teniendo la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma, y miraos al corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo y muchas lo diré, que si tomáis esta costumbre de estaros con él -y esto no un día ni dos, sino todos los que comulgareis, y procurar tener tal conciencia, que sea lícito gocéis a menudo de este bien-, que no viene tan disfrazado que de muchas maneras no se da a conocer conforme al deseo que vos tenéis de verle; y tanto lo podéis desear que se os descubra del todo.

10 (14) Mas si no hacéis caso de él en recibiéndole -con estar tan junto-, sino que le vais a buscar a otras partes o a buscar otras cosas bajas, ¿qué queréis que haga? ¿Haos de traer por fuerza a que le veáis y os estéis con él, que se os quiere dar a conocer? No, que no le trataron bien cuando se dejó ver a todos y les decía claro quién era; que muy pocos fueron los que le creyeron. Y así, harta misericordia nos hace a todos, que quiere entienda que es él el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y darles de sus tesoros, no quiere sino con los que entiende que mucho le desean, porque éstos son sus verdaderos amigos. Que yo os digo que quien le ofendiere y no llega a recibirle, con haber hecho lo que es en sí, que nunca le importune porque se le dé a conocer. No ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia, cuando se va a su casa y procura echarle de ella; así que, si entra en si, es para pensar vanidades alli en su presencia.


Capítulo 62 (35)


En que trata el recogimiento que se ha de tener después de haber comulgado.


1 Heme alargado tanto en esto, aunque dije también en la oración del recogimiento mucho de ello, porque importa muy mucho este entrarse a solas con Dios; y cuando no comulgaren y oyereis misa, podéis comulgar espiritualmente -y es de grandísimo provecho- y hacer lo mismo. Es mucho lo que se imprime aquí el amor de este Señor; porque aparejándoos a recibir, jamás deja de dar por muchas maneras que no entendemos. Es llegarnos al fuego que, aunque le haya muy grande, si escondéis las manos, mal os podéis calentar: quedaros heis frío; aunque todavía es más que si no vierais el fuego; calor alcanza estando cerca. Mas otra cosa es quereros llegar a él, que si el alma está dispuesta, una centellica que salte la abrasará toda. Y vanos tanto, hijas, disponernos para esto, que no os espantéis lo diga muchas veces.

2 Y si a los principios no se os descubriere ni os hallareis bien (antes os pondrá el demonio apretamiento del corazón y congoja, porque sabe el daño tan grande que le viene de aquí) y que halláis devoción en otras cosas más y aquí menos, no dejéis este modo; aquí probará el Señor lo que le queréis. Acordaos que hay pocas almas que le acompañen ni le sigan en los trabajos; pasad por él algo, que su Majestad os lo pagará; y acordaos también qué de personas habrá que no sólo no quieran estarse con él, sino que le echen de su casa con gran desacato y descomedimiento; pues algo hemos de pasar para que se entienda le tenemos deseo de ver. Y pues todas las partes adonde le dejan solo y hacen malos tratamientos las sufre y sufrirá por una que con amor le admita y le acompañe, sea la vuestra esta una; porque a no haber ninguna, con razón no le consintiera quedar el Padre Eterno entre nosotros; sino que es tan amigo de amigos y tan señor de siervos, que, como ve la voluntad de su buen Hijo, no le quiere estorbar obra tan excelente y adonde tan cumplidamente muestra el amor que tiene a su Padre en haber buscado tan admirable invención para mostrar lo que nos ama y para ayudarnos a pasar nuestros trabajos.

3 Pues, Padre santo que estás en los cielos, ya que lo queréis y lo aceptáis, y claro se estaba que no habíais de negar cosa que tan bien nos estaba a nosotros, alguien ha de haber, como dije primero, que hable por vuestro Hijo, pues él nunca supo tornar de Sí. Y así os ruego yo, hijas, me ayudéis a pedir a nuestro Padre santo -en nombre suyo- que, pues no le ha quedado por hacer ninguna cosa haciendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, que quiera su Majestad y se sirva de poner remedio para que no sea tan maltratado; y pues su santo Hijo puso tan buen medio para que en sacrificio le podamos ofrecer muchas veces, que valga tan precioso don para que no vayan adelante tan grandísimos males y desacatos como se hacen en los lugares adonde está este Santísimo Sacramento; que parece le quieren ya tornar a echar del mundo, quitado de los templos, perdidos tantos sacerdotes, profanadas tantas iglesias aun entre los cristianos, que a las veces van allí más con intención de ofenderle que no de adorarle.

4 Pues ¿qué es esto, Señor? O dad fin al mundo, o poned remedio en tan gravísimos males, que no hay corazón que lo sufra, aun de los que somos ruines. Suplícoos, Padre Eterno, que no lo sufráis ya Vos; atajad este fuego, Señor. Mirad que aún está en el mundo vuestro Hijo; por su acatamiento, cesen cosas tan feas y sucias, pues su hermosura y limpieza no merece estar en cosa adonde hay tan malos olores. No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo merecemos; hacedlo por vuestro Hijo. Porque no nos le dejar acá no os lo osamos pedir, pues él alcanzó de Vos que por este día de hoy -que es lo que durare el mundo- le dejaseis acá, y porque se acabaría todo; que si algo os aplaca es tener acá tal prenda. Pues algún medio ha de haber, Señor, póngale Vuestra Majestad, pues si queréis podéis.

5 ¡Oh Señor, quién pudiera importunaros mucho y haberos servido algo, para poderos pedir tan gran merced en pago de mis servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor; antes por ventura soy yo la que os he enojado de manera que por mis pecados vengan tantos males. Pues ¿qué he de hacer, Señor, sino presentaros este pan bendito, y aunque nos le disteis, tornárosle a dar y suplicaros por sus méritos me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya, Señor, ya haced que se sosiegue este mar; no ande siempre en tempestades esta nave de la Iglesia, y ¡salvadnos, Señor mío, que perecemos!


Capítulo 63 (36)


Trata de esta palabra: «Dimitte nobis debita nostra».


1 Pues viendo nuestro precioso Maestro que con este mantenimiento -si no es por nuestra culpa- todo nos es fácil y que podemos cumplir muy bien lo que hemos dicho al Padre de que se cumpla en nosotros su voluntad, dícele ahora que nos perdone, pues perdonamos: «Y perdónanos, Señor, nuestras deudas, así como nosotros las perdonamos a nuestros deudores».

2 Y mirad, hermanas, que no dice «como perdonaremos», porque entendáis que quien pide un don tan grande como el pasado y quien ya ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho, y así dice: «como nosotros las perdonamos». Así que, quien de veras hubiere dicho esta palabra al Señor: «fiat voluntas tua», todo lo ha de tener hecho, con la determinación al menos. Veis aquí cómo los santos se holgaban con las injurias y persecuciones, porque tenían algo que presentar al Señor cuando le pedían. ¿Qué harán las pecadoras como yo, que tanto tiene que perdonarme? Cosa, por cierto, hermanas, es ésta para que miremos mucho en ella; que una cosa tan grave y de tanta importancia como que nos perdone el Señor nuestras culpas, que merecían fuego eterno, se nos perdonen con tan baja cosa como es que perdonemos nosotras cosas que ni son agravios ni son nada. Porque, ¿qué se puede decir ni qué injuria se puede hacer a una como yo, que merecía que los demonios siempre me maltratasen, en que me traten mal en este mundo, que es cosa justa? En fin, Señor mío, que por esta causa no tengo qué os dar para pediros perdonéis mis deudas. Perdóneme vuestro Hijo, que nadie me ha hecho sin justicia, y así no he tenido que perdonar por Vos, si no tomáis, Señor, mi deseo; que me parece cualquier cosa perdonara yo porque Vos me perdonarais a mí, o por cumplir vuestra voluntad sin condición. Mas no sé qué hiciera, venida a la obra, si me condenaran sin culpa; que ahora véome tan culpada delante de vuestros ojos, que todos quedan cortos; aunque los que no saben la que soy, como Vos lo sabéis, piensan que me agravian. Así, Padre mío, que de balde me habéis de perdonar; aquí cabe bien vuestra misericordia. Bendito seáis Vos, que tan pobre me sufrís; que lo que vuestro sacratísimo Hijo dice en nombre de todos, por ser yo tal, me he de salir de la cuenta.

3 Mas, Señor, ¿si habrá algunas almas que me tengan compañía y no hayan entendido este punto? Si las hay, en vuestro nombre les pido yo que se les acuerde de esto y no hagan caso de unos agravuelos que no parece sino que hacen casas de pajitas, como los niños, con estos puntos de honra. ¡Oh, válgame Dios, hermanas, si entendiésemos qué cosa es honra y en qué está perder la honra! Ahora no hablo con vosotras, que harto mal sería no tener entendido esto, sino conmigo, el tiempo que me precié de honra sin entender qué cosa era, e íbame al hilo de la gente por lo que oía. ¡Oh, de qué cosas me agraviaba, que yo tengo vergüenza! Y no era, pues, de las que mucho miran en estos puntos; mas erraba como todas en el punto principal, porque no miraba yo ni hacía caso de la honra que tiene algún provecho, porque ésta es la que hace provecho al alma. Y ¡qué bien dijo quien dijo que honra y provecho no podían estar juntas, aunque no sé si lo dijo a este propósito. Y es al pie de la letra, porque provecho del alma y esto que llama el mundo honra nunca puede estar junto. ¡Oh, válgame Dios, qué al revés anda el mundo! Bendito sea el Señor, que nos sacó de él. Plega a su Majestad que esté siempre tan fuera de esta casa como está ahora, porque Dios nos libre de monasterios adonde hay puntos de honra; nunca se honra en ellos mucho Dios.



Camino de Perfección 54