Camino de Perfección 64

Capítulo 64 (36)


En que habla contra las honras demasiadas.


1 (4) ¡Válgame Dios, qué desatino tan grande!, que ponen los religiosos su honra en unas cositas que yo me espanto. Esto no lo sabéis, hermanas; mas quiérooslo decir porque os guardéis de ello. Sabed que en las religiones tienen sus leyes también de honra: van subiendo en dignidades como los del mundo; los letrados deben de ir por sus letras -que esto no lo sé-, y el que ha llegado a leer teología no ha de bajar a leer filosofía, que es un punto de honra que ha de subir y no bajar, y aun en su seso, si se lo mandase la obediencia, lo tendría por agravio y habría muchos que tornasen de él, es afrenta; y luego el demonio descubre razones que aun en ley de Dios parece que tienen razón. Pues entre monjas, la que ha sido priora ha de quedar toda su vida inhabilitada para otra cosa de oficio, sino es aquél; un punto en las antigüedades, que no hayáis miedo que se olvide y que parece que merece en aquello porque lo manda la Orden.

2 (5) La cosa más donosa es y más para reír -o para llorar, por mejor decir, y con gran razón- que se puede pensar. Sí, que no manda la Orden que no tenga yo humildad: mándalo porque haya concierto; mas yo no he de estar tan concertada en cosas de mi estima, que tenga tanto cuidado de mirar este punto de Orden y -si a mano viene- todos los otros guardo imperfectamente, y en esto no pierdo punto; miren otras este punto por lo que a mí me toca, y descuídeme yo. Es el caso que, como somos inclinadas a subir -aunque no subiremos por aquí al cielo- no ha de haber bajar. ¡Oh, Señor, Señor!, ¿sois Vos nuestro dechado y Maestro? Sí, por cierto. Pues ¿en qué estuvo vuestra honra, Rey mío? ¿Por ventura, perdísteisla en ser humillado hasta la muerte? No, Señor, sino que la ganasteis, y provecho para todos.

3 (6) ¡Oh, por amor de Dios!, que llevamos perdido el camino, porque va errado desde el principio; y plega a Dios que no se pierda algún alma por guardar estos negros puntos de honra, sin entender en qué está la honra. Y vendremos después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una nadería de éstas, que ni nos agraviaron ni tenía que ver con agravio, y muy como quien ha hecho algo vendremos a que nos perdone el Padre, pues hemos perdonado. Dadles a entender, Señor, cómo no saben lo que dicen y que van tan vacías las manos a pedir como yo; hacedlo por vuestra misericordia y por quien sois. Que en verdad, Señor, que no veo cosa -pues todas las cosas se acaban y el castigo es sin fin- que merezca ponérseos delante para que hagáis tan gran merced, si no es por quien os lo pide; que tiene razón, que es siempre el agraviado y el ofendido.

4 (7) Mas ¡qué estimado debe ser este amarnos unos a otros del Señor!, pues, dada nuestra voluntad, se lo hemos dado todo de razón, y esto no se puede hacer sin amor. Mirad, hermanas, lo que nos importa amarnos unas a otras y tener paz, que no puso el Señor de las muchas cosas que en una habíamos dado -o él en nuestro nombre a su Padre- delante sino ésta; que pudiera decir: pues os amamos y pasamos trabajos y los queremos pasar por vos, o por ayunos y otras obras, que un alma que ama a Dios hace y que le tiene dada su voluntad; y no dijo sino ésta. Por ventura, como nos conoce por tan amigos de esta negra honra ni de pasar nada por él, como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros, la dijo más que ninguna; y es tan dificultosa, que después de haber pedido tantas cosas grandes para nosotras, la ofrece de nuestra parte.


Capítulo 65 (36-37)


En que trata de los efectos que hace la oración cuando es perfecta.


1 (8) Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: «como perdonamos», ya como cosa hecha, como he dicho, y entended que cuando de las cosas que Dios da al alma de oración, que he dicho, y contemplación perfecta no sale muy determinada y, si se le ofrece, lo pone por obra de perdonar cualquier injuria grave, no digo estas naderías, que al alma que Dios llega a aquello no llegan, ni se le da más ser estimada que no estimada, y antes siente mucho más la honra que la deshonra.

2 (11) Y así podéis creer, si no sale con estos efectos, que no eran de Dios las mercedes, sino del demonio: alguna ilusión y regalo que os hace parecer que es bueno, para que os tengáis por más honrado. Y como el buen Jesús sabe bien que deja estos efectos adonde él llega, determinadamente dice al Padre: que perdonamos nuestros deudores.

3 (1) Es cosa espantosa cuán subida en perfección es esta oración evangelical, bien como el maestro que nos la enseña; y así es razón, hijas, que cada una la tome a su propósito. Espantábame yo hoy hallando aquí en tan pocas palabras toda la contemplación y perfección metida, que parece no hemos menester otro libro, sino estudiar en éste. Porque hasta aquí ha enseñado el Señor todo el modo más alto de contemplación, desde los principiantes en oración mental hasta la muy encumbrada y perfecta contemplación; que a no estar escrito de ella en otra parte y también por no me osar alargar -que será enfado- se hiciera un gran libro de oración sobre tan verdadero fundamento. Ahora va mostrando también el Señor los efectos que hace la oración y contemplación, cuando es de Dios.

4 (2) Así que pensaba yo cómo no se había su Majestad declarado más en cosas tan subidas para que lo entendiésemos; y pensé que, como había de ser general para todo el mundo esta oración, que porque cada uno pidiese a su propósito y se consolase pensando le daba buen entendimiento, lo dejó así en confuso. ¡Bendito sea su nombre por siempre jamás, amén! Y por él suplico yo al Padre Eterno perdone mis deudas y grandes pecados (pues yo no he tenido a quien perdonar ni qué, y cada día tengo de qué me perdone), y me dé gracia para que algún día tenga yo algo que poner delante para pedir.

5 (3) Pues habiendo el buen Jesús enseñádonos una manera de oración tan subida, y pedido por nosotros un ser ángeles en este destierro, si con todas nuestras fuerzas nos esforzamos a que sean con las palabras las obras, en fin, a parecer en algo ser hijos de tal Padre y hermanos de tal Hermano, sabiendo su Majestad que haciendo, como digo, lo que decimos, no dejará el Señor de cumplir lo que le pedimos y traer a nosotros su reino y ayudar con cosas sobrenaturales, que son la oración de quietud y contemplación perfecta y todas las demás mercedes que el Señor hace en ella a nuestras diligencitas, que todo es poquito lo que podemos procurar y granjear de nuestra parte. Mas, como sea lo que podemos, es muy cierto ayudarnos el Señor, porque nos lo pide su Hijo y parece una manera de concierto que de nuestra parte hace con su Majestad, como quien dice: haced Vos esto, Padre mío, y harán ellos estotro. Pues a buen seguro que no falte por su parte. ¡Oh, oh, que es muy buen pagador y paga muy sin tasa!

6 (4) De tal manera podéis, hijas, una vez decir esta oración, que como entienda que no os queda doblez, sino que haréis lo que decís, os deje de sola una vez ricas. No andéis con doblez, que es muy amigo de que no se pretenda tratar con él, pues no podéis salir con ello, que todo lo sabe; mas tratando con verdad y llaneza, siempre da más de lo que se le pide. Sabiendo esto, como digo, nuestro buen Maestro, y que los que de veras llegasen a esta perfección en el pedir habían de quedar tan en alto grado con las mercedes que les había de hacer su Padre, entendiendo que los que están aquí no temen ni deben -como dicen, tienen el mundo debajo de los pies- contento al Señor de él, como por los efectos que hace en sus almas pueden tener grandísima esperanza que lo está; embebidos en aquellos regalos no querrían acordarse que hay otro mundo ni que tienen contrarios .

7 (5) ¡Oh Sabiduría eterna! ¡Oh buen enseñador! ¡Qué gran cosa es, hijas, un maestro sabio, temeroso, que previene a los peligros! Es todo el bien que un alma espiritual puede tener en el mundo, es toda la seguridad. No podría encarecer con palabras lo que esto importa. Así que, viendo el Señor que era menester despertarlos y acordarles que tienen enemigos, y cuán más peligroso es en ellos ir descuidados, y que mucha más ayuda han menester del Padre Eterno para no caer ni andar sin entenderse engañados, pide estas peticiones.


Capítulo 66 (38)


Que trata de cómo tenemos necesidad de decir «et ne nos inducas in tentationem». Dice y declara algunas tentaciones que pone el demonio.


1 «Y no nos traigas, Señor, en tentación, mas líbranos de mal». Grandes cosas hay aquí, hermanas, que penséis y que entendáis, pues lo pedís. Y se entiende que los que llegan a este punto de oración que no pedirán al Señor les quite los trabajos ni que estén libres de tentaciones y persecuciones y peleas, porque éste es otro efecto muy cierto y grande de ser espíritu del Señor y no ilusión, antes los desean y los piden y los aman y en ninguna manera los aborrecen. Son como los soldados, que están más contentos cuando hay guerra, porque tienen esperanza de enriquecer; y si no la hay, estánse con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.

2 Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tratan oración, no ven la hora que pelear; nunca temen enemigos públicos; ya los conocen y saben que, contra la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre ellos quedan vencedores y con ganancia y ricos; nunca los vuelven el rostro. Los que temen, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos demonios que hay traidores, que se transfiguran en ángel de luz; vienen disfrazados; hasta que han hecho mucho daño en el alma no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las vidas y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pedís, hijas, y pedid muchas veces en el Paternóster que os libre el Señor y que no consienta que andéis en tentación, que no os traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!

3 Mirad que de muchas maneras dañan aquí; no penséis que es todo en haceros entender, con daros gustos, que son de Dios, porque éste es el menos daño; antes muchas veces os harán caminar más aprisa y estar más horas en la oración.

4 Adonde ellos le pueden hacer grande para nosotros y para los otros es en hacernos entender que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia, que sin sentirnos, pareciéndonos vamos seguros, damos con nosotros en un hoyo que no podemos salir de él, que, aunque no sea de conocido pecado mortal para llevarnos al infierno todas veces, es que nos jarreta las piernas para no andar este camino de que comencé a tratar, que no se me ha olvidado. Ya veis cómo ha de andar uno metido en una gran hoya: allí se le acaba la vida; y harto hará si no ahonda hacia abajo para ir al infierno; mas nunca medra, ya que no es, ni aprovecha a sí ni a los otros, antes daña, porque, como se está el hoyo hecho, muchos que van por el camino pueden caer en él. Si sale y le tapa con tierra no hace daño a sí ni a los otros; mas yo os digo que es bien peligrosa esta tentación.

5 Yo sé mucho de esto por experiencia y así os lo sabré decir, aunque no tan bien como quisiera.

6 Háceos el demonio entender que sois pobre, y tiene alguna razón, porque habéis prometido pobreza, con la boca se entiende, y aun a otras personas que tienen oración; digo con la boca, porque es imposible que si con el corazón entendiésemos lo que prometimos y lo prometiésemos, que aquí nos pudiese traer veinte años y toda nuestra vida el demonio en esta tentación; sí, que veríamos que engañamos el mundo y a nosotros mismos. Ahora bien, prometida la pobreza o diciendo el que piensa que es pobre: «yo no quiero nada», «esto tengo porque no puedo pasar sin ello», «en fin, he de vivir para servir a Dios», «él quiere que sustentemos estos cuerpos», mil diferencias de cosas que el demonio enseña aquí como ángel -porque todo esto es bueno- y así hácele entender que ya es pobre y tiene esta virtud, que todo está hecho.

7 Ahora vengamos a la prueba, que esto no se conocerá de otra manera sino andándole siempre mirando a las manos; y si hay cuidado, muy presto da señal. Tiene demasiada renta para lo que ha menester -entiéndese lo necesario-, y no que si puede pasar con un mozo traiga tres. Pónenle un pleito por algo de ello, o déjale de pagar el pobre labrador; tanto desasosiego le da, y tanto pone en aquello, como si sin ello no pudiera vivir. Dirá que porque no se pierda por mal recaudo, que luego hay una disculpa. No digo yo que lo deje, sino que lo procure, si fuere bien; y si no, también; porque el verdadero pobre tiene en tan poco estas cosas, que ya que por algunas causas las procura, jamás le inquieta; porque nunca piensa le ha de faltar, y que le falte no se le da mucho; tiénelo por cosa accesoria y no principal; como tiene pensamientos más altos, a fuerza de brazos se ocupa en estotros.


Capítulo 67 (38-39)


Prosigue la misma materia. Avisa de unas humildades falsas que pone el demonio.


1 Pues un religioso o religiosa -que ya está averiguado que lo es, al menos que lo ha de ser- no posee nada porque no lo tiene, a las veces; mas si hay quien se lo dé, por maravilla le parece le sobra; siempre gusta de tener algo guardado, y si puede tener un hábito de fino paño, no lo pide de ruin; alguna cosilla que pueda empeñar o vender -aunque sean libros-, porque si viene una enfermedad ha menester más regalo del ordinario. ¡Pecadora de mi! ¡Qué!, ¿eso es lo que prometisteis? Descuidar de vos y dejar a Dios, venga lo que viniere; porque si andáis proveyéndoos para lo porvenir, más -sin distraeros- tuvierais renta cierta.

2 Aunque esto se pueda hacer sin pecado, es bien que nos vamos entendiendo estas imperfecciones, para ver que nos falta mucho para tener esta virtud y la pidamos a Dios y la procuremos; porque con pensar que la tenemos estamos descuidados y engañados, que es lo peor.

3 (8) Así nos acaece en la humildad, que nos parece no queremos honra, ni se nos da nada de nada; viene la ocasión de tocaros en un punto; luego en lo que sentís y hacéis, se entenderá que no sois humilde, porque si algo os viene para más honra no lo desecháis -ni aun los pobres que hemos dicho- para más provecho; y ¡plega a Dios no lo procuren ellos! Y traen ya tan en la boca que no quieren nada, ni se les da nada de nada, como de hecho de verdad lo piensan.

4 (9) Así que aun la costumbre de decirlo les hace más que lo crean. Luego se parece, como digo, cuando andamos sobre aviso, si es tentación, así en esto que he dicho como en todas las más virtudes; porque cuando de veras se tiene una sólida virtud de éstas, todas las trae tras sí; es muy conocida cosa.

5 (1) Pues guardaos, hijas, de unas humildades que pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de pecados pasados: «si merezco llegarme al Sacramento», «si me dispuse bien», «que no soy para vivir entre buenos»; cosas de éstas que, viniendo con sosiego y regalo y gusto como le trae consigo el conocimiento propio, es de estimar; mas si viene con alboroto e inquietud y apretamiento del alma y no poder sosegar el pensamiento, creed que es tentación y no os tengáis por humildes, que no viene de ahí.

6 (5) Así es en penitencias desconcertadas para poneros en el pensamiento que sois más penitentes que los otros y que hacéis algo. Si diciéndoos vuestro confesor o prelado que no lo hagáis os da pena y tornáis a ello, es clara la tentación. Así, como digo, en todas las cosas; en especial ésta no se os olvide.


Capítulo 68 (39)


Prosigue la misma materia dando avisos de tentaciones.


1 (6) Pone una seguridad de parecer que en ninguna manera podré ya tornar a lo que antes, que ya tengo entendido qué es el mundo. Esta tentación es peor que todas, en especial si es a los principios, porque os hace poner en las ocasiones y así tornáis a dar de ojos, y ¡plega a Dios que os levantéis de esta caída! Porque, como el demonio ve que es alma que le puede dañar y aprovechar otras, hace todo lo que puede para tener que no se levante.

2 (7) Pues en los gustos, si el Señor os lleva a contemplación y a daros particular parte de Sí y prendas de que os ama, tened aviso en comenzar y acabar con propio conocimiento y de andar temerosa, y tratarlo todo con quien os entienda, porque aquí suele él hacer sus saltos en diferentes maneras. Muchos libros hay llenos de estos avisos, y todos no pueden dar entera seguridad porque no sabemos nosotros entendernos.

3 (8) Pues, Padre Eterno, no nos traigáis en esta tentación. Cosas públicas, con vuestro favor, vengan; mas estas traiciones, ¿quién las entenderá, Dios mío? Siempre hemos menester pediros remedio. Decidnos, Señor, alguna señal para poder no andar siempre en sobresalto; ya sabéis que por este camino no van los muchos; y si han de ir con tantos miedos, irán muy menos.

4 (9) Cosa extraña es ésta, ¡como si a los que no tienen oración no tentase el demonio!, que se espantan más todos de uno que engaña por este camino, que de cien mil que ven ir camino del infierno por otros. Y a la verdad tienen razón, porque son tan poquísimos los que engaña el demonio de los que rezaren el Paternóster con esta atención, que como cosa nueva y no usada se espantan; que es cosa muy de los mortales pasar fácilmente por lo que ven cada día y espantarse de lo que nunca ha sido. Y los mismos demonios los hacen espantar, porque les está a ellos bien, porque pierden muchos por uno que lleva perfección.

5 Y digo que es tan de espantar, que no me maravillo se espanten, porque si no es muy por su culpa van tan más seguros que los que van por otro camino, como los que están en el cadahalso mirando al toro o los que andan poniéndosele en los cuernos. Esta comparación he oído y paréceme al pie de la letra. No hayáis miedo, hermanas, de ir por estos caminos, que muchos hay en la oración; porque unos aprovechan en uno y otros en otro, como he dicho. Camino seguro es; más aína os libraréis de la tentación estando cerca del Señor que no estando lejos. Suplicádselo y pedídselo, como lo hacéis tantas veces al día en el Paternóster.


Capítulo 69 (40)


En que da avisos para estas tentaciones y remedio, que es amor y temor de Dios. Trata en él del temor.


1 Y tomad este aviso, que no es mío, sino de vuestro Maestro: procurad caminar con amor y temor. Y yo os aseguro: el amor os hará apresurar los pasos; el temor os hará ir mirando adónde ponéis los pies para no caer Con estas dos cosas, a buen seguro que no seáis engañadas.

2 Diréisme que en qué veréis que es verdad que tenéis estas dos cosas tan grandes. Luego se parece: los ciegos, como dicen, las ven; no son cosas que están secretas; aunque vos no queráis entender, ellas dan voces que hacen mucho ruido, porque no son muchos los que las tienen, y así se señalan más. ¡Como quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes desde donde se da guerra al mundo y a los demonios.

3 Quien de veras ama a Dios, todo lo bueno ama, todo lo bueno quiere, todo lo bueno favorece, todo lo bueno loa, con los buenos se junta, siempre los defiende, todas las virtudes abraza; no ama sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que quien muy de veras ama a Dios que ama vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, ni honras, ni tiene contiendas, ni anda con envidias. Todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Anda muriendo porque la quiera, y así pone la vida en entender cómo le agradará más. ¿Esconderse? ¡Oh, que es imposible! Si no, mirad un san Pablo, una Magdalena; en tres días el uno comenzó a entenderse que estaba enfermo de amor, y la Magdalena en uno, y ¡cuán bien entendido! Porque esto tiene, que hay más o menos, y así se da a entender, como la fuerza que tiene el amor: si es poco, dase a entender poco, y si mucho, mucho.

4 Mas en esto que ahora hablamos, que es de los engaños e ilusiones que hace el demonio a los que suben a contemplación perfecta y a cosas altas, no hay poco; siempre es el amor mucho, y así se da a entender mucho y de muchas maneras. Es el fuego grande, forzado ha de dar gran resplandor. Y si esto no hay, anden con gran recelo y crean que tienen bien que temer, procuren entender qué es, hagan oraciones, anden con humildad, supliquen al Señor no los traiga en tentación; que, cierto que, a no haber esta señal, que andan en ella. Mas andando con humildad y procurando saber la verdad, sujetas a confesor, fiel es el Señor: creed que, si no andáis con malicia y no sentís soberbia, que con lo que el demonio os pensare dar la muerte os dará la vida. Sujetas a lo que tiene la Iglesia, no hay que temer; aunque más cocos quiera hacer e ilusiones, luego dará señal.

5 Mas si sentís este amor de Dios que tengo dicho, y el temor que os diré, andad alegres y quietas; que por hacer turbar el alma para que no goce tan grandes bienes, os pondrá el demonio mil temores falsos y hará que otros os los pongan, porque ya que no puede ganaros, al menos procura que perdáis algo y que pierdan los que pudieran ganar mucho, creyendo que es Dios el que hace tan grandes mercedes a una criatura tan ruin.


Capítulo 70 (40)


En que trata del amor de Dios.


1 (6) ¿Pensáis, hijas, que poco le importa al demonio poner en esto duda? Muy mucho gana, porque hace dos daños muy conocidos, sin otros: el uno, que pone temor de llegarse a la oración, pensando han de ser también engañados; el otro, quita a muchos de llegarse más a Dios. Que creyendo que es tan bueno que a una persona ruin tanto se comunica, a muchos les parece que así hará a ellos, y tienen razón; y aun yo conozco a algunos que han salido verdaderos y en muy poco tiempo les ha hecho Dios grandes mercedes.

2 (7) Así que, hermanas, cuando en vosotras entendiereis este amor en alguna, alabad a Dios por ella y dadle las gracias, y no por eso penséis que está segura; antes la ayudad con más oración, porque nadie lo puede estar mientras vive y anda engolfado en los peligros de la mar, navegando por ella, que, como digo, luego se conoce adónde está. Pues no se puede encubrir si se ama un hombrecillo o una mujercilla, sino que mientras más lo encubren parece más se descubre (con no tener que amar sino un gusano, ni merece nombre de amor, porque se funda en nonada, y es asco poner esta comparación), ¿y habíase de poder encubrir un amor tan fuerte como el de Dios, fundado sobre tal cimiento, teniendo tanto que amar y tantas causas porque amar? En fin, es amor y merece este nombre, que hurtado se le deben tener acá las vanidades del mundo. ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan diferente debe ser el un amor del otro a quien lo ha probado!

3 (8) Plega a su Majestad nos lo dé a probar antes que nos saque de esta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte (que vamos donde no sabemos) haber amado sobre todas las cosas y con pasión de amor que nos saque de nosotras al Señor que nos ha de juzgar. Seguros podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extraña, sino a propia, pues es a la de quien tanto amamos. Que eso tiene mejor con todo lo demás que los quereres de acá, que en amándole estamos bien seguras que nos ama. ¡Oh, hijas mías, acordaos aquí de la ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida no le tener, que nos pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal!

4 (9) ¿Qué será de la pobre alma que, acabada de salir de tales dolores y trabajos como son los de la muerte, cae luego en ellas? Negro descanso le viene, negro; despedazada irá al infierno. ¡Qué multitud de serpientes de diferentes maneras; qué temeroso lugar; qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala posada no hay quien la sufra si es personas regaladas (que son los que más deben de ir allá), pues posada de para siempre, siempre, para sin fin, ¿qué pensáis sentirá aquella triste alma? Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios y siempre cuidado de suplicarle nos tenga de su mano y a todos los pecadores, y no nos traiga en estas ocultas tentaciones.


Capítulo 71 (41)


Que trata de la guarda que se ha de tener en pecados veniales.


1 ¡Cómo me he alargado! Pues no tanto como quisiera, porque hablar en amor de Dios es cosa sabrosa, ¿qué será tenerle? ¡Oh Señor mío, dádmelo Vos! No vaya yo de esta vida hasta que no quiera cosa de ella, ni sepa qué cosa es amar fuera de Vos, ni acierte a poner este nombre en nadie, pues todo es falso, pues lo es el cimiento, y así no dura el edificio. No sé por qué nos espantamos; cuando oigo decir: «aquél me pagó mal», «estotro no me quiere», yo me río entre mí; ¿qué os ha de pagar ni qué os ha de querer? En esto veréis quién es el mundo, que vuestro mismo amor os da después el castigo; y eso es lo que os deshace, porque siente mucho la voluntad de que la hayáis traído embebida en juego de niños.

Ahora vengamos al temor, aunque se me hace de mal no hablar en este amor de mundo un rato, porque le conozco bien -por mis pecados- y quisiéraosle dar a conocer porque os librarais de él para siempre; mas porque salgo de propósito lo habré de dejar. El temor de Dios es cosa también muy conocida de quien lo tiene y de los que están alrededor. Aunque se entienda aquí que a los principios no está en todos tan crecido que tanto se conozca, vase aumentando el valor; aunque algunas personas, como he dicho, da el Señor tan en breve tanto y las sube a tan altas cosas de oración, que desde luego se entiende bien; mas adonde no van las mercedes en este crecimiento -que, como he dicho, en una llegada deja a un alma rica de todas las virtudes- vanse criando poco a poco. Mas el temor de Dios y amor siempre se aventaja en descubrirse más, porque luego se aparta de pecados y de las ocasiones y de malas compañías, y se ven otras señales. Mas cuando está el alma en el crecimiento en la oración que ahora hablamos, el temor de Dios no anda en disimulación, sino muy conocido, porque en lo exterior no la verán andar descuidada, sino que, aunque la miren con mucho cuidado, la tiene Dios de manera que ven claro la gran cuenta que trae con no ofenderle. Porque si gran interés se le siguiese, no hará de advertencia un pecado venial; de los mortales teme como del fuego.

Y éstas son las ilusiones que yo querría temiéseis mucho, hijas mías, y supliquéis siempre a Dios no sea tan recia la tentación que le ofendáis; que con limpia conciencia poco daño o ninguno os puede hacer; todo le tornará a hacer más perdidoso. Esto es lo que hace al caso. Este temor es el que yo querría nunca se quite de vuestra alma, que él es el que os ha de valer.

2 ¡Oh, que es gran cosa no tener ofendido al Señor para que los siervos o esclavos infernales estén atados; que todos le han de servir, mal que les pese, sino que ellos es por fuerza y nosotros de toda nuestra voluntad Así que teniéndole a él contento, ellos estarán a raya, no harán cosa, como digo, que no nos saque con más provecho.

3 En lo interior tened esta cuenta hasta que os veáis con tan gran determinación de no ofender al Señor, que perderíais mil vidas por no hacer un pecado venial y os dejaríais perseguir de todo el mundo. Esto que veáis, es con determinada consideración -digo de advertencia- que de esotra suerte, ¿quién estará sin hacer muchos más? Hay una advertencia muy pensada; otra tan de presto, que hasta que está hecha una culpilla, hasta que se hizo parece no se entendió, aunque en alguna manera se entiende. Mas pecado por chico que sea, que se entiende muy de advertencia que se hace, Dios nos libre de él. Yo no sé cómo tenemos tanto atrevimiento como es ir contra un tan gran Señor, aunque sea en muy poca cosa, ¡cuanto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad, viendo que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado, como quien dice: Señor, aunque os pese, haré esto; que ya veo que lo veis y sé que no lo queréis y lo entiendo, mas quiero yo más seguir mi antojo que vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parece, sino mucho y muy mucho.

4 Por amor de Dios, hijas, que nunca os descuidéis en esto, como ahora -¡gloria sea al Señor!- lo hacéis; mirad que va mucho en la costumbre y en comenzar a entender qué cosa es ofensa de Dios y cuán grave cosa. Procurad mucho saberlo y tratarlo en vuestros pensamientos, para que vais arraigando en vuestros corazones un muy entero temor de Dios. Así que hasta que el alma entienda en sí que le tiene, ha menester andar con mucho, mucho cuidado y apartarse de todas las ocasiones y compañías que no la ayuden a llegarlas más a Dios. Tener gran cuenta con todo lo que hace que doble en ello la voluntad; con lo que dice, que vaya con edificación; huir de donde hubiere pláticas que no sean de Dios. Ha menester mucho para arraigar en sí este temor de Dios; aunque si de veras hay amor, presto se lo da su Majestad. Mas en teniendo el alma visto con gran determinación en sí que, como he dicho, por cosa criada ni por miedo de mil muertes no haría un pecado venial, aunque le hiciese después, porque somos flacos y no hay que fiar de nosotros (cuando más determinados, menos confiados de nuestra parte, que donde ha de venir la confianza ha de ser de la de Dios); cuando esto que he dicho entendamos de nosotros, no es menester andar tan encogidos ni apretados, que el Señor, y ya la costumbre nos será ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa libertad, tratando con las personas que se ofreciere, y con las distraídas mejor, porque ya no os harán daño, aborrecido el pecado, antes ayudan a llevar más adelante la buena determinación, porque ven la diferencia que hay de lo uno a lo otro.

5 Y si el alma se comienza a encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno. A las veces da en ser escrupulosa y veisla inhabilitada para sí y para las otras; y cuando no, es buena para sí, mas no llegará muchas almas a Dios, como ven tanto encogimiento y apretura. Es tal nuestro natural que luego ahoga, y por no nos ver en aquel apretamiento quítasenos la gana de llegarnos tan particularmente al camino de la virtud.

6 Y viene otro daño de aquí, que es juzgar a los otros que no van por aquel camino, sino con más santidad (por aprovechar el prójimo) tratan sin esos encogimientos, luego nos parecerán imperfectos. Si tienen alegría santa, nos parecerá disolución, en especial si es como en vosotras, que no tenéis letras ni sabéis bien lo que se puede hacer sin pecado. Es muy peligrosa cosa y un andar en tentación continua y muy de mala digestión, porque es en perjuicio del prójimo; y pensar que si no van todos por vuestro camino de encogimiento no van tan bien, es malísimo. Y hay otro daño, que en algunas cosas que habéis de hablar -y será razón habléis- por miedo de no ofender a Dios no osaréis sino decir bien de lo que sería muy bien abominaseis.


Capítulo 72 (41-42)


Contra los escrúpulos, y dice de esta palabra: «sed libera nos a malo».


1 (8) Así que, hermanas, procurad entender de Dios en verdad y que no mira tantas menudencias como vosotras pensáis; y no dejéis que se os encoja el alma y el ánimo, que se podrán perder muchos bienes. La intención recta y la voluntad determinada -como tengo dicho- de no ofender a Dios. No dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de procurar santidad sacará otras muchas más imperfecciones que el demonio le pondrá por otras vías, y, como digo, no aprovechará a sí ni a nadie.

2 (9) Veis aquí cómo con estas dos cosas de amor y temor de Dios podéis ir con quietud por este camino y no pareciendo que veis a cada paso el hoyo adonde caer, que nunca acabaréis de llegar. Mas porque aun esto no se puede saber cierto si es verdad que tenemos estas dos cosas como son bien menester, habiéndonos el Señor lástima de que vivimos en vida tan incierta y entre tantas tentaciones y peligros, dice bien su Majestad enseñándonos que pidamos y él lo pide para sí: «mas líbranos de mal, amén».

3 (1) Digo que lo pide para Sí, porque bien se ve cuán cansado estaba de esta vida cuando dijo en la cena a sus Apóstoles que con deseo había deseado aquella cena que era ya la postrera de su vida; por donde se entiende cuán cansado debía ya estar de vivir, y ahora no se cansarán los que han cien años, sino con deseo siempre de estar en esta vida. A la verdad no la pasamos tan trabajosa y pobremente como el buen Jesús. ¿Qué fue toda su vida sino una cruz, siempre delante de los ojos nuestra ingratitud y ver tantas ofensas como se hacían a su Padre y tantas almas como se perdían? Pues si acá una que tenga alguna caridad le es gran tormento ver esto, ¿qué sería en la caridad de este Señor? Y ¡qué razón tenía de suplicar al Padre que le librase ya de tantos males y trabajos y le pusiese en descanso para siempre!

4 (2) Que el «amén» entiendo yo que, como parece con él se acaban todas las cosas y razones, que así pide el Señor seamos libres de todo mal para siempre. Excusado es, hermanas, pensar que mientras vivimos podemos estar libres de muchas tentaciones e imperfecciones y aun pecados, pues se dice que quien pensare está sin pecado se engaña, y es así. Pues si echamos a males del cuerpo y trabajos, ¿quién está sin muy muchos de muchas maneras?; ni es bien pidamos estarlo. Pues entendamos qué pediremos aquí, pues este decir «de todo mal» parece imposible, o de cuerpo, como he dicho, o de imperfecciones y faltas en el servicio de Dios. De los santos no digo nada; todo lo podrán en Cristo, como decía san Pablo; mas los pecadores como yo, que me veo rodeada de flojedad y tibieza y poca mortificación y otras muchas cosas, veo que me cumple pedir al Señor remedio. Vosotras, hijas, pedid como os pareciere; yo no le hallo viviendo, y así pido al Señor que me libre de todo mal para siempre. ¿Qué bien hallamos en esta vida, hermanas, pues carecemos de tanto bien y estamos ausentes de él? Libradme, Señor, de esta sombra de muerte, libradme de tantos trabajos, libradme de tantos dolores, libradme de tantas mudanzas, de tantos cumplimientos como forzado hemos de tener los que vivimos, de tantas, tantas, tantas cosas que me cansan y fatigan, que cansaría a quien esto leyese si las dijese todas. No hay ya quien sufra vivir. Debe de venirme este cansancio de haber tan mal vivido y de ver que aun lo que vivo ahora no es como he de vivir, pues tanto debo. ¡Oh Señor mío, libradme ya de todo mal y sed servido de llevarme adonde están todos los bienes! ¿Qué esperamos aquí los que tenemos algún conocimiento de lo que es el mundo por experiencia y los que tenemos alguna fe de lo que el Padre Eterno nos tiene guardado? Pues su Hijo lo pide y enseña que pidamos, creed que no nos está bien vivir, sino que deseemos estar libres de todo mal.

5 (3) Este pedir esto con todo deseo y determinación es grandísimo efecto para ser la contemplación verdadera y ser Dios el que llega el alma a Sí; porque como participa de entender algo de sus grandezas, querría ya verlas del todo. No querría estar en vida que tantos embarazos hay para gozar de tanto bien; desea estar adonde no se le ponga el Sol de justicia; hácesele todo oscuro cuanto después acá ve, y de cómo viven un hora me espanto; no la debe vivir con contento. ¡Bonico es el mundo para gustar de él quien ha comenzado a gozar de Dios y le han dado ya acá su reino y no ha de vivir por su voluntad, sino por la del Rey!

6 (4) ¡Oh cuán otra vida es ésta para no desear la muerte! ¡Cuán diferentemente se inclina la voluntad de Dios a la nuestra! Ella desea la verdad; la nuestra, la mentira; desea lo eterno; acá, lo que se acaba; desea cosas grandes y subidas; acá, bajas y de tierra; desea todo lo seguro; acá, todo lo dudoso. Que es burla, hijas, sino suplicar a Dios nos libre para siempre de todo mal. Ya que no vamos en el deseo con tanta perfección, esforcémonos a pedir la petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos a poderoso? Vergüenza sería pedir a un gran emperador un maravedí. Y para que acertemos, dejemos a su voluntad el dar, pues ya le tenemos dada la nuestra; y sea para siempre santificado su nombre en los cielos y en la tierra, y en mí sea hecha su voluntad, amén.



Camino de Perfección 64