CRISOSTOMO-HOMILIAS I - Prolog.

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XVI: Homilía segunda acerca de la Natividad de Jesucristo.

Mucho se discutió la autenticidad de esta Homilía y si debía atribuirse a San Atanasio o a San Crisóstomo. Pero actualmente se la tiene como auténtica, y aun como tal la cita en dos pasajes suyos San Cirilo de Alejandría. Cuanto a la fecha en que fue predicada no hay nada cierto.

¡OBSERVO UN nuevo y admirable misterio! Mis oídos resuenan en torno con las voces de los pastores, que no silban con suaves sonidos, sino que cantan un himno celestial! ¡Cantan los ángeles, tocan los arcángeles, ensalzan los Querubines, glorifican los Serafines; y todos hacen fiesta, cuando miran a Dios en la tierra y al hombre en el cielo! Porque a Aquel que vive en las alturas, por una providencia particular, lo ven ahora acá abajo, y al que estaba acá abajo lo ven allá arriba a causa de la benevolencia de Dios. Hoy Belén es reflejo de los cielos; pero en vez de estrellas tiene ángeles cantores, y ha encerrado en su seno de una manera no limitada en vez del sol al Sol de justicia.

Y en este punto, no te pongas a investigar cómo ha sucedido eso, porque en donde entra la voluntad de Dios ahí cede el orden natural. ¡El quiso, pudo, descendió, redimió! ¡todo obedece a la voluntad de Dios! ¡Hoy El que es, es engendrado; El que es, se hace aquello que no era! Porque siendo Dios se hace hombre, pero sin dejar la divinidad que tenía. No se hace hombre con pérdida de la divinidad, ni tampoco por añadiduras consecutivas se ha hecho de hombre, Dios; sino que existiendo como Verbo y permaneciendo sin cambio en su propia naturaleza a causa de su impasibilidad, se ha hecho carne.

Cuando nació los judíos negaban aquel parto inusitado y los fariseos interpretaban malamente los Libros sagrados y los escribas decían cosas que contradecían a las sagradas Escrituras y a la Ley. Herodes andaba en busca del recién nacido no para honrarlo sino para matarlo. Porque en este día todos miraban las cosas al contrario de lo que eran. Para hablar como el profeta: "¡No se ocultaron las cosas a los hijos de ellos de generación en generación!"1 Porque vinieron los Reyes y contemplaron al Rey celestial, y vieron que había venido a la tierra sin traer consigo ángeles, ni arcángeles, ni Tronos, ni Dominaciones ni Virtudes ni Potestades; sino que por un camino nuevo y no trillado había nacido de un vientre intacto.

Pero no dejó a los ángeles fuera de su mando, ni perdió su divinidad por el hecho de su encarnación; sino que los Reyes vinieron para adorar al celeste Rey de la gloria; y los soldados para venerar al Príncipe del ejército; y las mujeres vinieron para que quien había nacido de una Virgen les cambiara en alegría sus dolores; y las vírgenes para ver al Hijo de la Virgen, y admirarse de cómo puede ser que el Hacedor de la leche y que hace que las fuentes de los pechos broten espontáneamente sus ríos, reciba de la Virgen aquel alimento propio de infantes; y los infantes para ver al que se hizo infante para obtener perfecta alabanza de la boca de los infantes y que aún están en lactancia; y los niños, al Niño que, por la locura de Herodes, los hizo mártires; y los varones, al que se hizo hombre para curar las enfermedades de los siervos; y los Pastores al buen Pastor que da su vida por sus ovejas; y los sacerdotes al que ha sido hecho Sacerdote según el orden de Melquisedec; y los siervos al que tomó forma de siervo, para adornar nuestra esclavitud con los honores de la libertad; y los pescadores, al que de pescadores hizo cazadores de hombres; y los publícanos al que de entre los publícanos se escoge a un esclarecido Evangelista; las meretrices, al que presenta sus pies a las lágrimas de las meretrices: ¡y para decirlo brevemente, todos los pecadores se acercaron para contemplar al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y los Magos para su guardia, los pastores para bendecirlo, los publícanos para predicar su Evangelio, las meretrices para ungirlo, la Samaritana por la sed que tenía de la fuente de aguas vivas y la Cananea para demostrarle su firmísima fe!

Siendo pues así que todos se regocijan, también yo quiero regocijarme y danzar y hacer fiesta. Y danzo ciertamente no pulsando la cítara, ni agitando tirsos ni soplando las flautas, sino portando en mis manos en vez de los instrumentos músicos, los pañales de Cristo. Porque ellos forman mi esperanza y son mi vida y mi salud; ellos son mi flauta, ellos mi cítara. Y por esto, me llego portándolos, a fin de que habiendo obtenido, mediante ellos, la capacidad de hablar, pueda decir con los ángeles ¡Gloria a Dios en lo más alto de los cielos!, y con los pastores: Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad? Hoy Aquel que es engendrado por el Padre de una manera inefable, nace en favor mío de una manera inexplicable del seno de una Virgen. Allá arriba es engendrado por el Padre en su orden natural antes de todos los siglos en la forma que sabe Aquel que lo engendra; acá en cambio ha nacido de nuevo de una manera preternatural de una Virgen, del modo que sabe la gracia del Espíritu Santo. Aquella su generación celestial es verdadera, y esta otra terrena en modo alguno es falsa. Es verdaderamente Dios engendrado de Dios, y es verdaderamente hombre nacido de la Virgen. Allá arriba es Unigénito, El solo de Uno solo; acá en la tierra es también Unigénito, El solo de sola la Virgen. Porque así como el suponer madre en aquella eterna generación es impío, del mismo modo suponer padre en esta otra terrena es blasfemo.

Engendra el Padre sin flujo de naturaleza, la Virgen da a luz sin corrupción. Porque ni el Padre sufre ese flujo, puesto que engendra como es conveniente que engendre Dios, ni la Virgen, al dar a luz sufrió corrupción, porque lo hizo de una manera espiritual. Por lo cual ni se puede explicar aquella su celestial generación, ni tampoco su venida en estos últimos tiempos permite que se la examine con curiosidad. Yo sé que hoy una Virgen ha dado a luz, yo creo que Dios es engendrado sin tiempo; pero he aprendido a venerar en silencio el modo de esa generación, ni se me ha enseñado que ella haya de ser examinada con curiosidad con el discurso. Porque en Dios no debemos entender al modo de la naturaleza, sino tener fe en el poder de Aquel que produce la operación. Porque, cuando una mujer unida en matrimonio da a luz, ley es eso de la naturaleza; pero que una virgen que no conoce varón quede virgen después del parto, es cosa que excede a la ley natural. Así pues, examínese lo que conforme a la ley natural sucede, pero venérese en silencio lo que está por encima de la naturaleza; y esto, no como cosa que ha de evitarse, sino como cosa inenarrable y digna de que en silencio se la venere.

Pero… ¡dadme licencia de terminar mi discurso en el exordio mismo! Porque como temo entrar en la investigación de estas cosas sublimes, no sé de qué manera o en qué dirección he de llevar el timón de mi nave. ¿Qué diré o qué hablaré? ¡Veo a una madre que ha dado a luz; veo al Hijo nacido de ese parto; pero no veo el cómo de esa generación! Porque, cuando Dios lo quiere, queda vencida la naturaleza, quedan vencidos los límites del orden natural. Puesto que no ha sucedido esto conforme a las leyes de la naturaleza, sino que se ha verificado un milagro por encima de la naturaleza: ¡quedó inactiva la naturaleza y en cambio entró en acción la voluntad de Dios! ¡Oh gracia inefable! ¡El Unigénito que existe antes de todos los siglos, que no puede ser tocado, que es simple e incorpóreo, ha entrado en un cuerpo como el mío, sujeto a la corrupción y a los sentidos!

Y esto ¿por qué motivo? Para que siendo visto enseñe; y enseñando, nos lleve como de la mano a las cosas que no caen bajo el dominio de los ojos. Puesto que los hombres estiman que los ojos son más fieles que los oídos y por esto dudan de lo que no han visto, se dignó Dios proporcionarnos su aspecto, mediante la vista de nuestros ojos, para que con esto quitáramos toda duda. ¡Y nace de una Virgen ignorante de esas cosas! Porque ni cooperó Ella a llevar adelante la obra ni puso de su parte nada para lo que se hacía; sino que fue, de todo en todo, un simple instrumento del arcano poder. Lo único que Ella sabía era lo que había preguntado al Arcángel Gabriel y de éste había conocido: ¿Cómo puede ser esto, pues no conozco varón? Y aquél le dijo: ¿quieres saber esto? ¡El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te hará sombra!

Preguntarás cómo es eso de que ya estaba con Ella y luego nace de Ella. Así como el artífice, habiendo encontrado una materia aptísima fabrica de ella un vaso bellísimo, así Dios, habiendo encontrado el santo cuerpo y el alma santa de la Virgen, se construyó de ahí un templo animado y formó de la Virgen un hombre en el modo que El quiso, y vestido con ese hombre se presentó hoy, sin avergonzarse de la deformidad de la naturaleza. Porque no fue para El cosa de vergüenza, cargar El mismo su obra, aparte de que la obra misma queda en gran manera glorificada por el hecho de ser vestimenta de su artífice. Porque, así como en la primera creación no podía suceder que el hombre quedara constituido antes de que el lodo viniera a las manos del Creador, del mismo modo no pudo ser que aquel vaso corruptible se transformara si no se hacía vestido del artífice.

Pero ¿qué diré o qué hablaré? Porque el milagro me suspende de admiración. ¡El antiguo de días se ha hecho infante! ¡el que se asienta en un elevado solio y excelso, es colocado en un pesebre! ¡el que es impalpable y simple y no tiene composición y es incorpóreo, es tratado por manos humanas! ¡el que rompe las ataduras de los pecados, es por voluntad suya atado con pañales! ¡Porque ha determinado cambiar la ignominia en honor, y revestir de gloria la infamia y lo que era reinado de la afrenta mostrarlo ahora como reinado de la virtud!

Para esto toma mi cuerpo, para que yo me haga capaz de su Verbo; habiendo tomado mi carne me ha entregado su Espíritu con el objeto de que, habiéndomelo El dado y habiéndolo yo tomado, me adquiera un tesoro de vida eterna. Toma mi carne para santificarme y me da su Espíritu para salvarme. Pero ¿qué diré o qué hablaré?: ¡He aquí que concebirá una virgen! Y ahora eso ya no se dice como de futuro, sino que se ve como cosa sucedida. Y por cierto, se ha verificado entre los judíos, entre los cuales eso se decía; pero es creído por nosotros entre quienes ni siquiera se nombraba. ¡He aquí que concebirá una Virgen! La sinagoga posee la letra, pero la Iglesia posee la realidad. Aquélla encontró los escritos, ésta la preciosa margarita. Aquélla tiñó la lana, ésta se vistió la vestidura de púrpura. Porque Judea lo dio a luz, pero fue el orbe de la tierra el que lo recibió. La sinagoga lo alimentó y lo educó, pero la Iglesia lo retuvo y se aprovechó de Él. En aquélla estuvo el sarmiento de la vid, pero en mí está el racimo de la verdad. Aquélla hizo la vendimia del racimo, pero fueron los gentiles los que bebieron la mística bebida. Aquélla sembró en Judea el grano de trigo, pero los gentiles con la hoz de la fe cosecharon la mies.

Cogieron los gentiles piadosamente la rosa, y quedó allá con los judíos la espina de la incredulidad. Voló el polluelo del ave, y ellos permanecen neciamente sentados en el nido. Los judíos interpretan las hojas de la Escritura, pero los gentiles cosechan el fruto del Espíritu. ¡He aquí que una Virgen concebirá en su vientre! ¡Dime, oh judío! ¡dime! ¿a quién dio a luz? ¡Atrévete conmigo como te atreviste con Herodes! ¡Pero no te atreves, y yo conozco el motivo! ¡Es por causa de las asechanzas que le tiendes! Porque con Herodes te atreviste, para que él lo matara, conmigo no te atreves para que yo no lo adore. Pero, en fin, ¿a quién dio a luz? ¿a quién? ¡Al Señor de la naturaleza! Porque, aunque tú calles, da gritos la naturaleza; puesto que dio Ella a luz en la forma en que quiso ser dado a luz el que fue dado a luz. ¡Ese modo no lo permitía la naturaleza! Pero El, como Señor de la naturaleza, introdujo un modo de nacer que demostrara que al hacerse hombre nacía con un parto no de hombre sino que nacía como Dios.

Nació, pues, el día de hoy de una Virgen que venció a la naturaleza y superó las nupcias. Porque convenía al Dispensador de la santidad venir a luz mediante un parto lleno de pureza y de santidad. Porque es Él quien en otro tiempo, de una tierra virgen formó a Adán; y de Adán, sin intervención de mujer, formó a la mujer. Y así como Adán sin mujer produjo a la mujer, así hoy dio a luz a un hombre una Virgen sin concurso de hombre. Porque un hombre es, dice la Escritura; y ¿quién lo conocerá? El linaje de las mujeres tenía una deuda con los hombres, ya que Adán había producido a la mujer sin el concurso de mujer; por eso hoy una Virgen dio a luz sin concurso de varón, y pagó, por Eva, la deuda al varón. Para que Adán no entrara en soberbia por haber producido a la mujer sin concurso de mujer, la mujer sin concurso de varón dio a luz a un varón para manifestar, por la comunidad del milagro, la igualdad de naturaleza con el varón.

Del mismo modo que Dios tomó del costado de Adán una costilla y no disminuyó con eso en nada a Adán, del mismo modo fabricó de la Virgen un templo animado, pero en nada lesionó su virginidad. Adán permaneció incólume y salvo aun después de la privación de la costilla, y la Virgen permaneció intacta aun después de que de Ella nació el Niño. Y no se fabricó su templo de otra materia, ni se revistió de otro cuerpo ya formado, para no parecer que hacía injuria a la masa de Adán. El hombre, engañado, se había hecho instrumento del demonio; por esto, al mismo que había sido engañado, lo toma como templo animado, a fin de apartarlo, mediante esta unión con su Creador, de la familiar amistad con el demonio.

Pero, cuando se hace hombre no es dado a luz como hombre, sino que nace como Dios. Porque si hubiera nacido de un matrimonio ordinario, como yo, el vulgo lo hubiera estimado como engaño. Ahora, en cambio, para esto nace de una Virgen y para esto mantiene al nacer intacto el vientre y guarda sin mancha aquella virginidad, para que ese modo desusado de dar a luz, sea para mí un grande argumento de fe. De manera que, ya sea judío o gentil quien me interrogue si acaso Cristo, siendo según su naturaleza Dios se ha hecho hombre fuera del orden natural, le diré que así es; y le pondré como testigo el inviolado sello de la virginidad. Puesto que quien así vence al orden natural, es Dios; quien ha tenido un modo de nacer inmaculado, y se ha construido un templo del modo que ha querido, ese es el Autor del vientre y el inventor de la virginidad.

¡Dime, pues, oh judío! ¿Una Virgen dio a luz o no? Si dio a luz debes confesar que es un parto desusado. Y si no fue así, entonces ¿por qué engañaste a Herodes? Pues tú mismo, a él, que te preguntaba en dónde nacería Cristo, le dijiste que en Belén de Judá. ¿Conocía acaso yo ese sitio y ese pueblo? ¿tenía yo conocida la dignidad de ese que había nacido? ¿No fue Isaías quien hizo mención de Él como Dios?: Porque dará a luz a un hijo, dice, y su nombre lo llamarán Emmanuel. ¿Acaso, oh malvados enemigos, no introdujisteis vosotros la verdad? ¿Acaso no nos enseñasteis vosotros mismos, escribas y fariseos, tan diligentes custodios de la Ley, todas las cosas acerca de Él? ¿Acaso nosotros penetramos a fondo la lengua hebrea? ¿No sois vosotros los que habéis interpretado las Escrituras? ¿Acaso no vosotros, después de dar a luz la Virgen y antes de que diera a luz (para que no parezca que ese sitio de la Sagrada Escritura se quiere interpretar en favor del Señor), preguntados por Herodes, le pusisteis como testigo al profeta Miqueas en confirmación de vuestras aserciones? Porque él dice: Y tú, Belén de Efratá, no eres la más pequeña entre las tribus de Judá, porque de ti saldrá el Jefe que regirá a mi pueblo de Israel.

Rectamente dijo el profeta de ti; porque de entre vosotros salió y vino al orbe de toda la tierra. Porque el que ya existe, ese avanza; pero el que no existe, se fabrica o se crea. Mas El ya existía y anteriormente existía y desde siempre existía. Sólo que existía desde siempre en cuanto Dios y así gobernaba al mundo; pero ahora avanzó para gobernar a su pueblo como Hombre y para salvar al universo como Dios. ¡Oh magníficos y utilísimos enemigos! ¡Oh modestos y mansos acusadores que sin darse cuenta indicaron que había nacido Dios en Belén! ¡ellos dieron a conocer al Señor que se ocultaba en un pesebre! ¡manifestaron contra su voluntad al que yacía en una cueva, y sin quererlo se convirtieron en bienhechores nuestros, al revelarlo espontáneamente cuando se empeñaban en ocultarlo!

¿Observas a estos maestros imperitos? ¡Enseñan lo que ellos no saben! ¡consumidos de hambre andan alimentando! ¡sedientos, dan de beber! ¡oprimidos por la escasez, andan enriqueciendo! ¡Ea, pues! ¡venid! ¡celebremos fiestas! ¡venid! ¡celebremos esta solemnidad! ¡El modo de la festividad es desusado, precisamente porque es increíble el mensaje de la Natividad! ¡Hoy se ha roto el antiguo vínculo, y el diablo ha sido confundido y los demonios han huido y la muerte ha sido destruida y el paraíso ha sido reabierto, la maldición se ha borrado, y el pecado ha sido quitado de en medio y el error despedido y la verdad ha vuelto y la palabra de la piedad se ha esparcido por ¡odas partes y ha corrido por el orbe y la conversación de los Celes se ha trasplantado a la tierra: ¡los ángeles hablan con los hombres y los hombres traban coloquios con los ángeles! y esto ¿por qué? ¡Porque ha venido Dios a la tierra y el hombre ha subido a los cielos, y todas las cosas se han entremezclado! ¡El bajó a la tierra siendo así que está todo en los cielos- y estando todo en los cielos también está todo en la tierra! Siendo Dios se ha hecho hombre sin negar su divinidad. Siendo el Verbo impasible, se ha hecho carne, y se ha hecho carne para habitar entre nosotros. Porque en cuanto Dios ya existía y no se ha hecho. Se ha hecho hombre a fin de que a Aquel a quien los cielos no podían encerrar, hoy un pesebre lo recibiera. Y se le pone en un pesebre para que Aquel por quien todos los seres son alimentados, reciba de la Virgen el alimento propio de los niños. Por esto el Padre del siglo futuro, en forma de un infante que pende de los pechos virgíneos no rehúsa los brazos de la Virgen, con el objeto de hacer más fácil el acceso a Él.

Hoy vinieron los Magos y dieron principio a desobedecer al tirano- y el cielo se cubre de gloria porque con su estrella indica al Señor; y asentado sobre la leve nube de su cuerpo, el Señor avanza hacia Egipto; y al parecer huye de las asechanzas de Herodes, pero en la realidad va a cumplir lo que había profetizado Isaías: Y será, dice, en aquel día Israel tercero con los asirios y egipcios, como bendición en medio de la tierra: bendición de Yavé Sebaot que dice-, ¡bendito mi pueblo de Egipto y el de Asiría y el de Israel! ¿Qué respondes, oh judío? ¡Tú que eras el primero has quedado el tercero! ¿Los egipcios y los asirios te han sido antepuestos, y el primogénito Israel ha venido a ser postrero? ¡Así es! ¡Con razón los asirios serán los primeros, puesto que ellos los primeros lo adoraron mediante los Magos! Y luego de los asirios, en pos los egipcios puesto que lo recibieron cuando huía de las asechanzas de Herodes. Y en último lugar se cuenta a Israel, porque hasta después que subió del Jordán lo reconocieron a través de los apóstoles.

Y entró en Egipto e hizo caer los ídolos, obra de los egipcios. Y esto no de cualquier manera, sino después de que había cerrado los vestíbulos de Egipto con la muerte de sus primogénitos. Y por eso hoy entra como primogénito para deshacer el lloro de la antigua tristeza. Y que Cristo sea llamado primogénito, hoy lo atestigua el Evangelista Lucas cuando dice: Y dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales y lo reclinó en el pesebre, porque no había sitio para ellos en el mesón? Entró, pues, en Egipto para deshacer el lloro de la antigua tristeza, y en vez de plagas llevó gozos, y en vez de oscuridades y noche les dio luz de salud. Antiguamente se contaminó el agua del río con la muerte de los niños en edad prematura; y entró ahora en Egipto aquel que había vuelto roja el agua, y dio a las corrientes del río la virtud de engendrar la salud y limpió con la virtud del Espíritu Santo las impurezas y horruras de ellas.

Sufrieron aflicción entonces los egipcios arrebatados de furor y negaron a Dios. Ahora entró El en Egipto y llenó con el conocimiento de Dios las almas religiosas, e hizo que el río alimentara mártires más fecundos que las espigas.

Pero, a causa de las estrecheces del tiempo, determino poner fin aquí a mi discurso, y reservaros para el día siguiente lo que de la materia nos queda. Voy, pues, a terminar en cuanto os explique de qué manera el Verbo, siendo impasible, se hizo carne quedando sin cambio alguno en su naturaleza. ¿Qué diré o qué hablaré? ¡Veo al artesano y el pesebre y al Infante y los pañales y la cuna y el parto de la Virgen, privada de las cosas en esos casos necesarias; y todo reducido a la escasez y lleno de pobreza! ¿Cómo siendo El rico se ha hecho pobre por nosotros? ¿Cómo es que no tuvo lecho ni colchas, sino que fue arrojado en un desnudo pesebre? ¡Oh pobreza, fuente de las riquezas! ¡Oh infinitas riquezas que llevan las apariencias de pobreza! ¡Yace en el pesebre y sacude al orbe de la tierra! ¡Está envuelto entre pañales propios de la cuna, y rompe las ataduras del pecado! ¡Aún no pronuncia voces articuladas, y enseña a los Magos, y los mueve a conversión!

¿Qué diré o qué hablaré? ¡He aquí que como infante es envuelto en pañales y yace en el pesebre! ¡Presente está María, Virgen y Madre! ¡Presente está José, quien recibe el nombre de Padre! ¡A éste le llaman Esposo; a Ella, Esposa! ¡Legítimos son los nombres, pero destituidos de cópula! ¡Entiéndelos cuanto al sonido de las palabras, pero no cuanto a los hechos! ¡Aquél únicamente celebró el matrimonio, pero fue el Espíritu Santo el que hizo sombra en Ella! ¡Por esto José, envuelto en dudas, no sabía qué pensar del infante! ¡No se atrevía a decirlo originado de adulterio; no podía decir alguna palabra indecorosa de la Virgen; se negaba a llamarlo su hijo, porque sabía muy bien que le era desconocido el modo y de dónde aquel infante había sido engendrado! Y por esto, a él, que dudaba, le vino del cielo, por boca de ángeles, un oráculo: "¡No temas, José! ¡porque lo que de Ella ha sido engendrado, del Espíritu Santo es! Porque el Espíritu Santo la cubrió con su sombra.

Mas ¿por qué nace de una Virgen, y por qué le conserva intacta su virginidad? Porque en otro tiempo el demonio engañó a Eva aún virgen, por eso ahora, a María, que era Virgen, trajo Gabriel la feliz noticia. Eva engañada dio a luz una palabra por la que entró la muerte en el mundo; y María, aceptando aquella feliz noticia, engendró al Verbo en carne que nos proporciona la vida. La palabra de Eva indicó el árbol por el cual echó a Adán del paraíso; en cambio el Verbo que procedió de María, señaló la cruz por la que introdujo al paraíso al ladrón en vez de Adán.

Y porque ni los judíos ni los gentiles ni los herejes habían de creer que Dios engendraba sin pasiones ni flujo de la naturaleza, por eso hoy, naciendo El de un cuerpo pasible, conservó impasible ese cuerpo que era pasible, para manifestar que así como al nacer de la Virgen no destruyó la virginidad, así sin que su sagrada substancia se cambie ni se derive, engendra como Dios que es y del modo que a Él le conviene, a Dios. Porque, después que los hombres, tras de haber abandonado a Dios, esculpieron para su uso estatuas dotadas de figura humana, a las cuales, con injuria del Criador daban culto, el Verbo de Dios, siendo Dios, apareció hoy en forma de hombre, para acabar con esa mentira y pasar a sí mismo todo ese culto de una manera suave y oculta.

A este, pues, que de tal manera hizo posibles las cosas imposibles, a este Cristo y Señor, démosle la gloria, juntamente con el Padre y el Espíritu santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


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XVII: Homilía contra aquellos que no asisten a los oficios divinos;

y del santo y saludable bautismo de nuestro Señor Jesucristo; y de los que comulgan indignamente; y de que los que dejan imperfecta la acción litúrgica y se salen de la Iglesia antes de la última oración, imitan a Judas.

Esta Homilía fue predicada algunos días después de la otra sobre la Natividad del Señor, o sea en el propio día de la Epifanía del año 387.

TODOS vosotros os alegráis en este día ¡y solamente yo me duelo! Porque, cuando vuelvo mis ojos a este espiritual piélago, y contemplo las infinitas riquezas de la Iglesia, y luego considero que tal vez en cuanto pase esta solemnidad, toda esta multitud se alejará y apartará de la Iglesia, me atormento, y el dolor me desgarra el ánimo; puesto que, habiendo la Iglesia engendrado tantos hijos, no puede gozar de ellos en cada reunión sino únicamente cuando llegan las festividades. ¿Cuánto sería el gozo espiritual, os pregunto, cuánta la alegría, cuánta la gloria de Dios, cuánta la utilidad de las almas, si al tiempo de cada reunión viéramos el recinto del templo igualmente lleno de fieles? ¡Los marineros y los patrones de las naves hacen cuanto está de su parte para que quienes han entrado al mar, lleguen al puerto! ¡En cambio nosotros, al revés, hacemos y nos esforzamos por adentrarnos en alta mar y al oleaje, siendo así que de continuo estamos oprimidos por las tempestades de los negocios del siglo, y andamos agitados por el foro y los tribunales y los juzgados, y apenas si nos presentamos aquí una vez en el año!

¿Ignoráis acaso que así como en el mar existen los puertos así constituyó Dios en las ciudades las Iglesias, a fin de que refugiándonos acá en los torbellinos de los seculares negocios, disfrutemos de suma tranquilidad? ¡Porque aquí no hay temor de las tempestades ni de las olas ni de las incursiones de los piratas ni de que aparezcan los ladrones ni del ímpetu de los vientos ni de las asechanzas de las bestias feroces porque es este un puerto exento de todas esas cosas: puerto espiritual de las almas! Y de esto que acabo de deciros, vosotros mismos me sois testigos. Puesto que si alguno examina su conciencia encontrará que lleva una grande tranquilidad en su interior. Aquí no le da quehacer la ira, no lo inflama la concupiscencia, no lo derrite la envidia, no lo hincha la arrogancia, no lo pierde el amor de la vana gloria. Todas estas bestias feroces quedan reprimidas desde el momento en que un divino cantar penetra por los oídos hasta el alma con la lección de las Sagradas Escrituras y adormece todas las otras ajenas perturbaciones.

¿Quién no juzgará infelicísimos a quienes, pudiendo alcanzar tan grande santidad de costumbres, con todo no se acercan y continuamente van y vienen a esta madre común que es la Iglesia? Porque, ¿cuál otra ocupación podrás alegar serte más fructuosa, o cuál visita más útil? ¿Cuál es el impedimento para que no vengas acá con nosotros? ¿dirás que te estorba la pobreza para mezclarte en esta preclara reunión? ¡Pero esa no es una excusa legítima! ¡Siete días tiene la semana! ¡Repartió Dios esos días entre Él y nosotros, y por cierto que no tomó para sí la mayor parte,, dejándonos a nosotros la menor! Más aún: ni siquiera los distribuyó en partes iguales, porque no tomó tres días para sí y te dejó otros tres; sino que te dejó seis mientras que El se reservó solamente uno.

Y con todo, ni siquiera te dignas dejar los negocios seculares en todo este último día; sino que te atreves a hacer en él, lo que suelen los que roban dineros sagrados, puesto que aun ese día, consagrado a oír las Sagradas Escrituras, tú lo arrebatas para ti y lo robas, cometiendo en esto un abuso, para darlo a los negocios seculares. Mas, ¿qué digo yo el día entero? ¡Haz en este día a lo menos lo que hizo la viuda aquella de la limosna! Así como ella echó a la alcancía la limosna de dos óbolos y en cambio alcanzó grande gracia de Dios, así tú da al Señor siquiera dos horas, y llevarás a tu hogar una ganancia de infinitos días. Pero, si lo rehúsas, mira no sea que mientras tú no quieres apartarte de los negocios seculares por un tan breve tiempo, pierdas el trabajo íntegro de muchos años. Porque suele Dios, si se le desprecia, disipar las riquezas ya reunidas.

Así lo dijo amenazando a los judíos: ¡Almacenasteis y yo soplaba en ello! Además: ¿cómo podremos nosotros enseñarte las cosas que son necesarias, pues apenas si una o dos veces al año te presentas acá? Es a saber, las cosas necesarias acerca del alma, del cuerpo, de la inmortalidad, del reino de los cielos, de las penas del infierno, de la longanimidad de Dios, de la potencia, del bautismo, de la remisión de los pecados, de las criaturas de este mundo así el superior como el inferior, de la naturaleza del hombre, de los ángeles, de la maldad de los demonios, de los engaños del diablo, de las costumbres, de los dogmas, de la recta fe y de las corrompidas herejías. Porque es necesario que el cristiano conozca estas y otras muchas más cosas y dé razón de ellas a quienes le interroguen. Pero vosotros no podréis retener ni siquiera una mínima parte de ellas si no os acercáis acá sino solamente una vez y de pasada, y no tanto por la piedad del alma cuanto por la costumbre de la solemnidad.

¡Pues si acercándose alguno cada vez que hay reunión, apenas si puede ser enseñado con exactitud acerca de estas cosas! Muchos de los que estáis presentes tenéis criados e hijos. Y cuando queréis entregarlos a los maestros de artes que habéis escogido para la enseñanza, les impedís que se presenten en vuestras habitaciones, una vez que los habéis dotado de bien tejidas ropas y de alimento y de todo el mobiliario y acondicionamiento; porque los enviáis enseguida a vivir con el maestro, y les prohibís aun la entrada en vuestra casa; con el objeto de que, viviendo ellos allá constantemente, mejor aprendan el arte y ninguna ocupación se pueda poner como pretexto contra el fervor y solicitud en el aprendizaje. Y en cambio, cuando hay que aprender una arte no vulgar sino la más alta de todas las artes, es a saber el arte de agradar a Dios y conseguir los bienes celestiales ¿pensáis vosotros que la podréis llevar a la perfección así a la ligera? Pero yo os pregunto ¿cuán grande no será esta locura? Y que esta sea una disciplina que exige mucha atención, lo conoceréis por estas palabras: ¡Aprended de mí, dice Jesús, que soy manso y humilde de corazón! Y también el profeta: ¡Venid, oh hijos, y oídme: os enseñaré el temor de Dios! Y también: "¡Aquietaos y reconoced que yo soy Dios!"A De manera que mucha quietud es necesaria a quien quisiere alcanzar esta disciplina en las costumbres y esta sabiduría.

Mas, para no gastar todo el tiempo en reprender a quienes no suelen venir, nos contentamos con lo ya dicho para corregirlos de su negligencia. ¡Ea! ¡ahora discurramos algo acerca de la presente festividad! Porque muchos celebran las fiestas y conocen los nombres de ellas, pero no conocen su historia y la ocasión con que fueron establecidas. A todos es manifiesto que la fiesta de hoy tiene por nombre Epifanía, o sea aparición; pero en cambio ignoran de qué aparición se trata, y si se trata de una o de dos. Y lo que es más digno de vergüenza y de burla es que, celebrando todos los años esta solemnidad, ignoran la ocasión de ella, y en qué consista. Vale pues la pena indicar a vuestra caridad, para comienzo, que hay no sólo una sino dos apariciones; una que es esta primera, que está presente y se celebra hoy, y otra futura que sucederá en la consumación de los siglos, con la gloria y esplendor.

De ambas oísteis hoy a Pablo disertar, escribiendo a Tito: Porque se ha manifestado la gracia salutífera de Dios a todos los hombres, enseñándoos a negar la impiedad y los deseos del mundo, a fin de que vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo. Y acerca de la futura aparición dice: Con la bienaventurada esperanza en la venida gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. Y el profeta Joel dice acerca de esta misma venida: ¡Y se cubrirá de tinieblas el sol y de sangre la luna antes que venga el día grande y terrible del Señor!

Mas ¿por qué el día en que nació no se llama Epifanía y aparición sino aquel en que fue bautizado? Porque hoy es el día en que fue bautizado y santificó las aguas. Por eso en esta solemnidad, una vez que hacia la media noche todos se han aprovisionado de agua, la llevan a sus casas y en ellas guardan esa agua, y la conservan durante todo el año, por haber sido santificada el día de hoy. Y acontece un milagro manifiesto: que la naturaleza de esa agua no se corrompe con el transcurso del tiempo, sino que durante el año íntegro y a veces durante un bienio y aun un trienio, no se corrompe, sino que permanece incorrupta; y como si fuera reciente, tras de tanto tiempo compite con la que apenas se ha tomado de las fuentes.

Entonces ¿por qué esta festividad se denomina aparición? ¡En verdad es esto porque cuando nació en el' parto, no a todos fue manifestado; sino cuando fue bautizado. Puesto que hasta este día era desconocido del vulgo. Y que fuera desconocido del vulgo y que muy pocos supieran quién era, consta de las palabras del Bautista Juan: ¡En medio de vosotros está Aquel a quien vosotros no conocéis! Pero ¿cómo ha de ser maravilla que los demás no lo conocieran cuando hasta aquel día el Bautista mismo no lo conocía? Porque dice: ¡Yo no lo conocía! Pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre Él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.

Por estos testimonios queda en claro que hay dos apariciones. Pero ahora el asunto nos lleva a decir por qué Cristo se acercó al bautismo y a qué clase de bautismo se acercó. Tiene su interés conocer también esto, lo mismo que aquello. Y lo primero que hay que enseñar a vuestra caridad es esto, porque por esto entenderemos lo otro. Existía un bautismo judío que quitaba las mugres del cuerpo, mas no los pecados que están en la conciencia. Si alguno había cometido un adulterio o estaba enredado en un hurto o había cometido algún otro género de crímenes, a ese no lo expiaba de ellos. En cambio, si alguno había tocado los huesos de algún muerto o había comido manjares prohibidos par la Ley o había conversado con algún leproso, a ese sí lo purificaba: permanecía impuro hasta la tarde, pero luego lo purificaba. Porque dice la Escritura: ¡Lavará su cuerpo con agua pura y será impuro hasta la tarde y se purificará! Porque esos no eran verdaderos pecados ni manchas; sino que por ser los judíos más imperfectos, Dios, por medio de esas cosas, los hacía más piadosos y los preparaba y hacía más diligentes para la guarda y observancia de otras cosas mayores.

De manera que aquella expiación judía en modo alguno libraba del pecado, sino solamente de las manchas del cuerpo. En cambio la nuestra no es de esa clase, sino de mucho mayor precio, y llena de mucha gracia. Porque libra del pecado, limpia el alma, confiere la gracia del Espíritu Santo. Aunque el bautismo de Juan fue mucho más alto en dignidad que el de los judíos, pero era menor que el nuestro, y como un puente tendido entre ambos bautismos, y que como de la mano conducía desde aquel primero a este postrero. Porque no inducía a los judíos solamente a purificar el cuerpo sino que, al apartarlos de aquellas manchas, los exhortaba y apremiaba a que de los vicios pasaran a la virtud, y a que pusieran sus esperanzas de salvación en la rectitud de sus buenas obras y no en los varios bautismos y abluciones con agua.

Porque no decía: ¡Lava tus vestidos, lava tu cuerpo y quedarás puro! ¿Qué era pues lo que decía? ¡Haced frutos dignos de penitencia! Si atiendes a esto, verás que era más alto que el de los judíos, pero inferior al nuestro. Porque el bautismo de Juan no confería el Espíritu Santo ni la remisión de los pecados mediante la gracia: ¡ordenaba hacer penitencia, pero no tenía la potestad de perdonar! Y por esto decía: Yo os bautizo en agua. Pero Aquel os bautizará en el Espíritu Santo, y en fuego. De manera que Juan no bautizaba en el Espíritu Santo. Entonces ¿qué significa eso de en Espíritu Santo y en fuego? ¡Acordaos del día aquel en que aparecieron a los apóstoles lenguas divididas como de fuego que se asentó sobre cada uno de ellos.

Y que el bautismo de Juan era imperfecto y no confería la gracia del Espíritu Santo ni el perdón de los pecados, consta por lo siguiente. Como Pablo tropezara con algunos discípulos, les dijo: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo al creer? Y ellos le contestaron: ¡pero si ni siquiera sabemos que exista el Espíritu Santo! Y él les dijo: pues ¿con qué bautismo os habéis bautizado? Y le contestaron: ¡con el bautismo de Juan! Y Pablo les dijo: Juan bautizó con bautismo de penitencia (notadlo bien: con bautismo de penitencia, no de perdón). Pero entonces ¿por qué bautizaba? Diciendo al pueblo que creyese en aquel que había de venir, esto es en Jesús. Y como oyeran esto, se bautizaron en el nombre de Jesús. E imponiéndoles Pablo las manos descendió sobre ellos el Espíritu Santo. ¿Ves cómo el bautismo de Juan era imperfecto? Porque si no hubiera sido imperfecto sin duda que Pablo no los habría bautizado con otro bautismo de nuevo ni les habría impuesto las manos. Ahora bien, como hizo arribas cosas, declaró con ello la excelencia del bautismo apostólico y que aquél era muy inferior a éste.

Mas, por aquí hemos ya comprendido cuál sea la diferencia de ambos bautismos. En cambio, el por qué Cristo se bautiza y con qué genero de bautismo, esto lo hemos de declarar más adelante. Y cierto que no fue ni con aquel judío anterior, ni con este último nuestro, puesto que no necesitaba de la remisión de los pecados. Pues ¿cómo hubiera podido ser eso cuando El no tenía pecado? Porque no cometió pecado, dice la Escritura, ni se encontró dolo en su boca, y también: ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Tampoco estaba aquella su carne sin participación del Espíritu. Porque ¿cómo podía estarlo la que desde el principio había sido hecha por el Espíritu Santo? Entonces, si no estaba manchada con el pecado ni privada del Espíritu Santo aquella carne, ¿por qué se bautizaba?

Pero antes debemos declarar con qué género de bautismo fue bautizada y entonces aparecerá más claramente aquello postremo. ¿De qué bautismo se trata? Ni del judaico ni del nuestro sino del de Juan. Y ¿por qué? A fin de que, por la naturaleza misma del bautismo, entiendas que no fue bautizado por causa del pecado ni porque necesitara la gracia del Espíritu Santo; ya que este bautismo estaba excluido de ambas cosas, como ya lo demostramos. De todo lo cual se deduce que ni para remisión de los pecados ni para obtener la comunicación del Espíritu Santo fue Jesús al Jordán. Y para que no fuera a suceder que alguno de los que entonces estaban presentes, pensara que Jesús llegaba, corno los otros, para hacer penitencia, oye cómo de antemano corrigió esto Juan. Porque él mismo a los otros les decía: ¡Haced frutos dignos de penitencia! En cambio oye lo que a éste dice: Yo debo ser bautizado por ti ¿y tú vienes a mí? y esto lo decía para declarar que Jesús no había ido allá por la misma deficiencia que el vulgo; y que estaba tan lejos de bautizarse por eso que aun era con mucho superior al Bautista, y sin comparación más puro.

Entonces ¿por qué motivo se bautizaba, si no lo hacía por penitencia ni para perdón de sus pecados, ni para recibir abundancia del Espíritu Santo? ¡Pues por otras dos causas! Una la que dijo el discípulo; otra la que El mismo indicó. ¿Cuál fue la causa que indicó Juan para este bautismo? A fin de que fuera conocido del vulgo, como Pablo decía: Juan bautizó con bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyese en aquel que venía detrás de él. ¡Tal era el oficio de aquel bautismo!

Y esto, porque ciertamente si Juan hubiera ido de casa en casa, y acercándose a la puerta de cada uno lo hubiera llamado y le hubiera dicho mientras tenía de la mano a Jesús: ¡Este es el Hijo de Dios!, su testimonio habría sido sospechoso y aparte de eso excesivamente laborioso. O si tomándolo consigo hubiera entrado en las sinagogas y así lo hubiera mostrado, también este testimonio suyo habría sido sospechoso. En cambio, que a todos los pueblos que corrían desde las ciudades al Jordán y se encontraban en las riberas del río al tiempo en que Jesús llegaba a bautizarse, les fuera recomendado por la voz misma del Padre; y que el Espíritu Santo, habiendo bajado se haya asentado sobre El en forma de paloma, dejaba ya enteramente libre de sospecha el testimonio que de Él daba Juan. Por esto dice: ¡Yo no lo conocía! Con lo cual manifiesta que su testimonio es digno de fe.

Porque, como eran parientes según la carne, puesto que la Escritura dice: he aquí que Isabel tu parienta también ha concebido un hijo (así le dijo el ángel a María hablando de la madre de Juan; y siendo parientes las madres es claro que también lo eran los pequeñuelos); así pues, como eran parientes, con el fin de que no pareciera que a causa del parentesco Juan daba testimonio de Cristo, lo dispuso así todo la gracia del Espíritu Santo: que Juan pasara sus primeros años en el desierto, con el objeto de que no pareciera que por amistad o bien tras de ponerse de acuerdo o por algún otro artificio parecido, daba aquel testimonio; sino que lo presentaba como quien lo había recibido de Dios. Y por esto dice: ¡Y yo no lo conocía!

Entonces ¿de dónde lo supiste? El que me envió a bautizar con agua, ese me dijo. ¿Qué fue lo que te dijo? ¡Sobre quien vieres descender el Espíritu Santo y posarse sobre El, ese es el que bautiza en Espíritu Santo! ¿Ves cómo por esto vino el Espíritu Santo? ¡No porque entonces viniera por primera vez, sino para demostrar con su vuelo mismo, como con el dedo, al que era anunciado y hacerlo conocido a todos! Pues por este motivo vino Jesús a bautizarse. Pero, también por otra causa que El declaró. ¿Cuál es ella? Como Juan le dijera: ¡Yo debo ser bautizado por ti ¿y tú vienes a mí? Jesús le respondió: ¡Déjame ahora hacer, pues conviene que cumplamos toda justicia!

¿Observas la modestia del siervo? ¿observas la humildad del Señor? Pero ¿qué significa: cumplir toda justicia? Se llama justicia el cumplimiento de todos los mandamientos de Dios. Como cuando dice la Escritura: Eran ambos justos en la presencia de Dios e irreprensibles caminaban en todos los preceptos y observancias del Señor. Así pues, como era necesario que todos los hombres cumplieran con esta justicia, y con todo nadie la había cumplido ni llevado a cabo, en cuanto vino Cristo la cumplió y la perfeccionó.

Pero ¿qué clase de justicia es ésta de ser bautizado?, preguntará alguno. Cosa de justicia era obedecer a Juan el profeta. Y por lo mismo, así como fue circuncidado, y ofreció sacrificios, y guardó los sábados, y cumplió con las fiestas de los judíos, así hizo también esto que faltaba: ¡obedecer al profeta que bautizaba! Y para que conozcas haber sido voluntad de Dios que entonces todos recibieran aquel bautismo, oye lo que dice Juan; El que me envió a bautizar con agua. Y después Cristo dijo: ¡Los publícanos y la turba conocieron la justicia de Dios recibiendo el bautismo de Juan, pero los Fariseos y los Doctores de la Ley anularon el consejo divino respecto de ellos no haciéndose bautizar por él! Si pues justicia es obedecer a Dios, y Dios envió a Juan a bautizar al pueblo, Cristo cumplió, además de otros preceptos de la Ley, también con éste.

Supón tú que la deuda, según la Ley, era de doscientos denarios. Esta deuda convenía que nuestro linaje la pagara. ¡No la pagamos! ¡Nos apretaba la muerte, como a reos de este crimen! Pues como viniera Cristo y nos encontrara así oprimidos, pagó aquel dinero que no debía y cumplió con la deuda y libró a quienes no podían pagar. Por esto no dijo: ¡Es necesario que esto o aquello no se haga!, sino cumplir toda justicia. Conviene que yo, como si dijera, pague como Señor que poseo infinitos bienes por ellos que no poseen nada. Y ésta es la ocasión de bautizarse: para aparecer cumpliendo toda la Ley. Causa es ésta y también la que antes adujimos. Por lo cual bajó también el Espíritu Santo en forma de paloma. Porque donde hay reconciliación con Dios ahí está la paloma. También en el tiempo de Noé la paloma fue al arca llevando el ramo de olivo, como señal de la benignidad de Dios, y de que la tempestad se había calmado.

Ahora viene también el Espíritu Santo con apariencias de paloma y no en cuerpo (porque esto debemos notarlo cuidadosamente) y anuncia al orbe la misericordia, y al mismo tiempo declara que el varón espiritual ha de ser inocente, sencillo, en ningún modo malo. Como lo dice Cristo: ¡Si no os hacéis y os convertís en pequeñuelos no entraréis en el reino de los cielos! Aquella arca, una vez calmadas las tempestades, permaneció en la tierra; ésta, en cambio, una vez apaciguada la ira divina, fue llevada a los cielos, de manera que ahora está a la diestra del Padre aquel cuerpo inmaculado e impoluto.

Pero, ya que hemos hecho mención del Cuerpo del Señor, conviene no terminar nuestro discurso sino después de decir algunas cosas acerca de él, delante de vosotros. Yo sé que muchísimos de vosotros acuden a la sagrada mesa por costumbre de la solemnidad. Sería preferible, como ya otras veces os lo he dicho, que cuando se ha de comulgar, no precisamente se celebraran las solemnidades, sino se purificaran las conciencias, y así se tocara este santo sacrificio. Porque quien está manchado y es reo de pecado, no es justo que se haga participante de aquella veneranda y santa carne, ni aun en las festividades. Pero quien está limpio y con cuidadosa penitencia ha lavado sus pecados, ese tal, tanto en las fiestas como siempre, es digno de comunicar los divinos misterios y gozar de los dones de Dios.

Mas, como esto, no sé de qué manera algunos lo descuidan; y muchos, aun repletos de muchos crímenes, al acercarse la festividad, como si por la fuerza de ella misma fueran arrastrados, se acercan a los sagrados misterios, misterios a los que ni siquiera les es lícito ver con sus ojos estando en semejante estado, nosotros, a quienes públicamente nos conste que son pecadores, los apartaremos; en cambio, a quienes nos son desconocidos, los dejaremos a Dios que conoce los secretos del pensamiento de cada cual. En cambio, aquello en que todos faltan, hoy procuraremos enmendarlo.

Y ¿cuál es ese pecado? ¡El que no nos acerquemos con reverencia, sino pateándonos, golpeándonos, hinchados de ira, gritando, alborotando y riñendo y empujando a los que nos quedan cercanos y en fin llenos de desorden! ¡Esto lo he dicho muchas veces y no cesaré de repetirlo! ¿No habéis visto cuán grande es la tranquilidad y modestia cuando en los certámenes olímpicos el jefe del certamen, llevando la cabeza coronada, revestido de su túnica y con el cetro en la mano, atraviesa el foro, al mismo tiempo que el pregonero ordena que todos callen y, como es decente, guarden tranquilidad? Pues ¿a quién no le parecerá absurdo que, en donde el diablo anda en triunfo haya tanta paz y quietud, y en cambio en donde Cristo llama hacia sí, se oiga todo un inmenso tumulto? ¿En la plaza silencio, y en la Iglesia gritería? ¿En el mar tranquilidad, y tempestades en el puerto?

Pero ¿por qué, oh hombre, alborotas? ¿Qué es lo que te urge? ¡Te urge la necesidad de tus negocios! Pero ¿juzgabas tú tener en esa hora algún otro negocio? ¿Te acuerdas en esos momentos de que estás en la tierra? ¿piensas que andas entre hombres? Pero ¿quién no dirá ser propio de una mente endurecida como una roca, eso de pensar que entonces se está entre hombres y no más bien que se acompaña a los coros de los ángeles con los cuales has pronunciado aquel místico cantar y con los cuales has entonado aquel himno de triunfo? Por esto Cristo nos llamó águilas, cuando dijo: Donde esté el cadáver, ahí se congregarán las águilas, para que nos levantemos a lo alto y volemos hasta los cielos, llevados por las alas del espíritu! Pero nosotros, al modo de serpientes, nos arrastramos por la tierra, ¡y tierra comemos!

¿Queréis que os diga de dónde nace el tumulto, de dónde los clamores? De que no os cerramos las puertas durante los divinos misterios, sino que os permitimos marcharos a vuestras casas antes de la última acción de gracias, cosa que encierra en sí un no pequeño desprecio. ¿Qué haces, oh hombre? ¡Estando presente Cristo, estando de pie los ángeles, teniendo delante esta venerable mesa, mientras aún son iniciados tus hermanos en los misterios, tú, abandonándolos te has de marchar? ¡Si a un banquete fueras convidado, aunque te hartaras de antemano, no te atreverías a salirte delante de tus amigos, mientras los demás están aún a la mesa! Acá en cambio, mientras se celebran los divinos misterios de Cristo y mientras aún se está realizando aquel santo sacrificio, ¿todo lo dejas y te vas y lo abandonas?

¿Quién juzgará dignas de perdón tales cosas? ¿quién las justificará y las defenderá? ¿Queréis que os diga qué clase de obra hacen aquellos que se apartan y se salen antes del fin de los misterios, y no ofrecen sus himnos de acción de gracias una vez terminada la sagrada cena? ¡Duro, sin duda, os va a parecer lo que voy a decir! Y con todo, es necesario que lo diga a causa de la negligencia de la mayor parte de vosotros. ¡Cuando Judas comulgó en aquella noche postrema de la cena última, mientras todos estaban a la mesa, él se apartó apresuradamente y salió! ¡Pues a él lo imitan estos que se salen antes de la última acción de gracias! Y si aquél no hubiera salido, no se hubiera convertido en traidor. Si no hubiera abandonado a los discípulos, no habría perecido. Si no se hubiera arrojado fuera del redil, no lo habría devorado el lobo por haberlo encontrado solo. Si no se. hubiera voluntariamente apartado del Pastor, no habría sido presa de la bestia feroz. Por eso él se fue con los judíos, mientras que los apóstoles, una vez recitado el himno, salieron con Jesús.

¿Ves cómo aquella última oración, al fin del sacrificio, se hace al ejemplo de Cristo? ¡Ahora pues, carísimos, consideremos estas cosas, pensémoslas interiormente con nosotros mismos y temamos esta condenación amenazada contra semejante crimen! El te da su propia sangre, ¿y tú ni siquiera se lo pagas con palabras, ni le das gracias por lo que recibes? Cuando comes tu alimento corporal, terminada la mesa te vuelves a la oración, y en cambio, cuando participas de este alimento espiritual, que supera a toda criatura visible e invisible, y esto a pesar de que eres un hombre y una naturaleza vil ¿no te esperas a dar gracias con las palabras y con las obras?

Pues ¿qué otra cosa es esta sino hacerse culpable del extremo suplicio? Y esto lo digo no únicamente para que aplaudáis y claméis y alcéis la voz fuertemente; sino para que acordándoos a su tiempo de estas palabras mostréis la conveniente modestia. ¡Se llaman y son misterios! ¡Pero, en donde hay misterios debe reinar un silencio profundo! Así pues, con grande silencio, con mucha modestia y la reverencia conveniente acerquémonos a este sacrificio santo, para alcanzar de Dios una mayor benevolencia y para limpiar totalmente nuestras ánimas y conseguir los bienes eternos. Bienes que ojalá todos alcancemos. ¡Hágalo así la gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, con el cual al Padre y juntamente al Espíritu Santo, sea la gloria, el poder y la adoración, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.



CRISOSTOMO-HOMILIAS I - Prolog.