Crisostomo Ev. Juan 73

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HOMILÍA LXXIII (LXXII) Dícele Pedro: ¡Señor! ¿a dónde vas? Le responde Jesús: A donde Yo voy tú no puedes ahora seguirme. Pero me seguirás más tarde

(Jn 13,36-14,7).

GRAN COSA es la caridad y más vehemente que el fuego, y tal que levanta hasta los cielos. No hay obstáculo que pueda impedir su ímpetu. Por esto el fervorosísimo Pedro, en cuanto oyó a Jesús, que decía: A donde Yo voy vosotros no podéis venir, ¿qué dice?: ¡Señor! ¿a dónde vas? Lo decía no tanto por el deseo de saber cuanto por el de seguir a Jesús. No se atrevió a decir: Yo sí voy. Sino que preguntó: ¿A dónde vas? Cristo responde no a sus palabras, sino al anhelo que Pedro sentía, como se ve por las expresiones mismas. ¿Qué le responde?: A donde Yo voy tú no puedes seguirme ahora. ¿Adviertes cómo anhelaba seguir a Cristo y que ese era el motivo de preguntar? Cuando oyó: Me seguirás más tarde, no reprimió su anhelo, a pesar de haber oído que era necesario esperar, sino que llegó hasta preguntar: ¿Por qué no te puedo seguir ahora? Yo doy mi vida por Ti. Habiendo ya echado de sí el temor de la traición y siendo centado entre los fieles, mientras todos callan él pregunta confiadamente. Pero ¿qué es lo que dices, oh Pedro? ¿Cristo te dice: No puedes y tú dices: Sí puedo? Aprenderás por la experiencia que tu caridad nada es sin la gracia de arriba.

Por aquí se ve que Jesús permitió la caída de Pedro para utilidad del mismo Pedro. Quería Cristo con aquellas palabras enseñarlo. Mas como Pedro persevera en su vehemencia, Cristo no lo empujó ni lo precipitó a las negaciones, sino solamente Jo abandonó, para que reconociera su debilidad. Cuando Cristo dijo que sería entregado a los gentiles, Pedro le respondió: ¿No lo quiera el cielo! ¡Eso no será jamás! Fue corregido, pero no se enmendó. Y cuando Jesús quiso lavarle los pies, Pedro le dijo: No me lavarás los pies para siempre jamás. Oyendo aquí: No puedes ahora seguirme, responde: Aunque todos te negaran yo no te negaré. Viendo, pues, cómo se derrumbaba al abismo de la arrogancia pensando siempre en contradecir, finalmente Jesús lo amonesta, a fin de que ya no contradiga.

Dejando entender esto Lucas afirma que Jesús le dijo: Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca,- es decir, para que no perezcas total y finalmente. Le enseñaba en todo la humildad y convencía a la humana naturaleza de que sin ella nada es ni puede. Como era la vehemencia del amor la que hacía que Pedro estuviera preparado a contradecir, lo amonesta Jesús para que sea prudente; y con el objeto de que no cayera en el mismo defecto cuando tuviera a su cargo el gobierno del orbe entero, sino que, con el recuerdo de lo que le había acontecido, tuviera más conocimiento propio.

Advierte cuán grave fue la caída. Porque no una ni dos veces cayó, sino que llegó hasta proferir en breve tiempo tres veces su negación. Todo para que aprendiera que no amaba él tanto corno era amado de Jesús. Pues a Pedro, que así había caído, le pregunta después Jesús: ¿Me amas más que éstos? De. modo que no cayó porque fuera frío en el amor, sir. o porque quedó destituido del auxliio de lo alto. Cristo acepta el cariño de Pedro, pero corta el espíritu de contradicción que de ahí le necia. Si amas, debes obedecer al amado. Ya este te dijo a ti y a tus compañeros: No puedes. ¿Por qué contradices? ¿No comprendes lo que es que Dios niegue algo? Puesto que no quieres aprenderlo en el caso actual, que no es posible lo que Yo digo que se hará, lo aprenderás en la negación, aun cuando esto te haya parecido inmensamente increíble. Tú no lo sabías. Es decir, en tu alma tenías la persuasión y conocimiento de elio. Y sin embargo, sucedió lo que no esperabas.

Yo daré mi vida por Ti. Como anteriormente había oído decir a Jeüús que nadie tiene caridad mayor que la de dar la ida por sus amigos, saltó al punto, pues su anhelo era insaciable y quería llegar hasta el extremo. Por su parte Cristo, para demostrarle que a sólo El toca afirmar autoritativamente cesas semejantes, le dice: Antes de que el gallo cante, es decir, hoy mismo. No estaba ya lejos el día, pues Jesús les hablaba avanzada ya la noche y habían transcurrido la primera y la segunda vigilia.

No se conturbe vuestro corazón. Lo dice por ser verosímil que los discípulos oyendo lo anterior se angustiaran. Si el jefe de ellos acababa de oír que antes del tercer canto del gallo negaría a Jesús, era posible que también ellos tuvieran que sufrir alguna muy grave desgracia, tal que podría llegar hasta a quebrantar voluntades diamantinas. Así pues, siendo natural que pensando ellos en esto se atemorizaran, advierte cómo Jesús los consuela: No se conturbe vuestro corazón. En primer lugar les demuestra el poder de su divinidad, pues sabe y públicamente declara qué es lo que ellos piensan.

Creéis en Dios, creed también en Mí. Como si les dijera: todos los trabajos pasarán, pues la fe en Mí y en mi Padre es más fuerte que todos los trabajos y no dejará que los males os aplasten. Luego añade: En la casa de mi Padre hay mucha;. moradas. Así como consoló a Pedro entristecido diciéndole: Me seguirás más tarde, así ahora a todos les sugiere la misma esperanza. Y para que no creyeran que la promesa se refería a solo Pedro, les dice a todos: En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De no ser así ¿os habría dicho que voy a prepararos el lugar? Quiere decir que les espera el mismo sitio que a Pedro. Porque hay allá cantidad grande de mansiones y no puede afirmarse que ese sitio esté falto de aparejo. Y pues dijo: No podéis seguirme ahora, para que no se creyeran excluidos, añadió: Para que donde Yo estoy estéis también vosotros. Tan gran cuidado tengo de esto que ya lo habría realizado si no os estuviera desde antiguo preparado. Con esto les declaraba que debían tener plena confianza.

Y para que no pensaran que lo decía simplemente por atraerlos y adularlos, sino que se persuadieran de la realidad de esas cosas, añade: Ya conocéis el camino del sitio a donde voy. Advierte cómo les manifiesta que lo dicho no fue una cosa en vano. Lo dijo además porque él conocía que ellos anhelaban saberlo. Pedro en lo que antes dijo no pensaba en saber sino en seguir a Jesús. Pero fue reprendido. Entre tanto Cristo mostró que lo que parecía imposible era posible; y como tenía apariencias de imposible, les puso ansias de saber qué era aquello. Por tal motivo les dice: Ya sabéis el camino.

Y así como cuando dijo a Pedro: Me negarás, antes de que nadie hubiera hablado de eso, como quien conoce los corazones y los escruta, añadió en seguida: No os conturbéis, así ahora, con decirles: Sabéis, descubrió el anhelo que ellos sentían en sus corazones y les dio ocasión para preguntar. La expresión: ¿A dónde vas? la profirieron Pedro por la fuerza de su amor; Tomás por la del temor. ¡Señor! No sabemos a dónde vas; es decir, no sabemos a qué sitio. ¿Cómo podemos saber el camino? Advierte con cuánta reverencia le pregunta. No le dice: Dinos el sitio, sino: No sabemos a dónde vas. Era una cosa que ya todos anhelaban saber. Si los judíos cuando les dijo eso mismo quedaron suspensos, aun cuando mucho deseaban que se fuera, con mayor razón deseaban saber a dónde se iba los que nunca querían separarse de EL Temían preguntarle; y sin embargo le preguntan empujados por el cariño y la ansiedad.

Y ¿qué les dice Cristo?: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por Mi. ¿Por qué cuando Pedro le preguntaba no le dio al punto la respuesta diciéndole: Yo voy al Padre, pero vosotros no podéis ahora venir; sino que usó de tan gran rodeo de palabras, preguntas y respuestas? A los judíos con razón no les respondió; pero a los apóstoles ¿por qué no? A los apóstoles y a los judíos les había dicho que El había salido de Dios y volvía a Dios. Ahora lo dice con mayor claridad que antes. A los judíos no se lo dijo con tanta claridad. Pues si les hubiera dicho: No podéis venir al Padre sino por mí, habrían pensado que lo decía por soberbia; mientras que callándolo los dejó en duda.

Preguntarás: ¿Por qué a los discípulos y a Pedro les habló antes así oscuramente? Conocía tener Pedro un ánimo ardiente e inclinado a preguntar e insistir. Entonces, para evitarle preguntas, le habla oscuramente. Mas una vez que logró lo que pretendía, mediante lo oscuro del lenguaje, ahora al fin lo revela. Después de decir: A donde Yo voy no podéis venir vosotros, y también: En la casa de mi Padre hay muchas mansiones, ahora les dice: Nadie va al Padre sino por Mí. No les quiso decir esto desde el principio para no causarles mayor tristeza. Lo dice después de haberlos consolado. Con la reprensión hecha a Pedro, les quitó mucho del decaimiento, pero quedaron con el temor de que a ellos se les dijera lo mismo: y con esto más y más se contenían.

Yo soy el camino. Esto es la explicación de la frase anterior: Nadie va sino por Mí. Y la verdad y la vida. Significa que eso sucederá sin falta. Como si dijera: Siendo Yo la Verdad, ninguna falsedad saldrá de Mí. Siendo Yo además la Vida, ni aun la muerte puede impediros que entréis al Padre. O de otro modo: siendo Yo el Camino, no necesitáis de guía; siendo Yo la Verdad, no digo mentira; siendo yo la Vida, aun cuando muráis conseguiréis las promesas. Lo que les decía del camino lo comprendieron y confesaron; lo demás lo ignoraban, pero no se atrevían a preguntarle. Sin embargo, con lo del cansino quedaron ya muy consolados. Como si les dijera: Estando en mi mano llevar al Padre, sin duda llegaréis a El. Puesto que por otro camino no se puede llegar. Habiendo dicho antes: Nadie puede venir a Mí si mi Padre: no lo atrae; y también: Yo si fuere levantado de la tierra traeré a Mí todas las cosas;-y ahora finalmente: Nadie puede ir al Padre sino por Mí, declarase igual al Padre.

Pero ¿cómo es que habiendo dicho: Sabéis a donde voy v conocéis el camino, dice ahora: Si me conocéis a Mí habréis conocido también a mi Padre. Ya ahora lo conocéis. Ya lo habéis visto? No se contradice. Conocían a Jesús ciertamente, pero no como era necesario que lo conocieran. Conocían a Dios, pero aún no conocían al Padre. Fue el Espíritu Santo el que viniendo después, les dio el conocimiento completo. Quiere decir: Si conocierais mi substancia y alteza, también conoceríais la del Padre.

Y ya lo conoceréis ahora y ya lo habéis visto. Dice lo primero de futuro; lo segundo, de presente. Es decir, por Mí. Llama visión al conocimiento intelectual; pues a los que vemos podemos verlos sin conocerlos; pero a los que conocemos podemos a la vez conocerlos e ignorarlos. Por lo cual dice: Y ya lo habéis visto. Como si les dijera: Lo habéis visto como los ángeles ven, sus mensajeros. Su substancia no fue vista, y sin embargo, dice Jesús que fue vista: es decir, en la forma en que ellos podían verla. Habla así para que comprendas que quien a El ha conocido también ha conocido al Engendrador de El.

Veían ellos al Hijo, pero no en su propia substancia, sino revestido de carne. También en otra parte al conocimiento lo llama visión, como cuando dice: Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios? Y los llama limpios no -únicamente de fornicación sino de todo pecado, pues todo pecado mancha el alma.

Pongamos, pues, todos los medios para limpiar nuestras manchas. Las lava en primer lugar el bautismo; pero además hay muchos otros medios. Pues siendo Dios clemente, como lo es, nos abrió otras sendas para purificarnos; y de entre eílas la primera es la limosna. Por la fe y la limosna se limpian los pecados, dice la Escritura. Pero yo me refiero a limosnas que rio provengan de riquezas injustamente adquiridas; pues eso no sería limosna, sino cruel inhumanidad. Porque ¿qué utilidad puede haber en despojar a uno para vestir a otro?

Es necesario comenzar por la misericordia; de lo contrario cometemos crueldades. Aun cuando repartamos todo lo ajeno, de ello no se nos sigue ganancia alguna, como lo puso en claro Zaqueo, quien dice que aplacará a Dios dando el cuádruplo de lo que hubiere robado. Nosotros, en cambio, que mucho quitamos y poco damos, creemos agradar a Dios sin caer en la cuenta de que más bien lo estamos irritando. Dime: si tú llevaras al altar un sacrificio de un asno ya muerto y mal oliente ¿acaso no te lapidarían todos como a execrable c impío? Pues bien: ¿qué dirás si te demuestro que el sacrificio hecho de cc!:ac robadas es más execrable aún? ¿qué defensa puedes tener? Supongamos un precioso regalo, pero hecho de lo robado. ¿No hiede acaso más que un asno muerto? ¿Quieres saber cuán grave sea el hedor del pecado? Oye al profeta que dice: Mis llagas son hedor y putridez. Tú suplicas a Dios que eche en olvido tus crímenes al mismo tiempo que con tus fraudes y rapiñas haces que continuamente los recuerde, pues le pones en el altar tu pecado.

Pero el pecado no es eso sólo, sino algo más grave, pues manchas con él las almas de los santos. El altar piedra es y se santifica; pero esas almas continuamente llevan en sí a Cristo. Y tú ¿te atreves a ofrecer en ellas oblaciones impuras? Respondcras: ¡De ningún modo! Porque yo no ofrezco esa clase de dineros, sino otra. Respuesta ridícula y nugatoria. ¿Ignoras que si en la multitud de dineros cae una sola gota de injusticia a todos los mancha? Es como si alguien en una limpia fuente arroja un puñado de lodo, que vuelve inmunda toda el agua. Del mismo modo, si la rapiña entra en las riquezas, todo lo llena de hediondez.

Pero ¿qué es esto? Para entrar en la iglesia nos lavamos las manos ¿y no lavamos nuestro corazón? ¿Acaso las manos emiten palabras? Es el alma la que habla y a ella mira Dios. Si ella está manchada, de nada sirve la limpieza corporal. ¿Qué utilidad hay en que purifiques exteriormente tus manos, pero interiormente las tengas impuras? Esto es cosa grave. Esto lo echa todo a perder: que cuidamos aun con temor de cosas de nada, mientras que despreciamos las más importantes. Es cosa indiferente orar sin lavarse las manos; pero orar con la conciencia no purificada es el peor mal de todos. Oye lo que a los judíos, cuidadosos de semejante limpieza exterior, se les dijo: Lava de malicia tu corazón. ¿Hasta cuándo andarás ocupado en pensar en tus trabajos? ¡Ea! ¡Purifiquémonos también nosotros, no con lodo sino con agua cristalina! ¡Con la limosna y no con la avaricia! Antes abstente de la avaricia, y luego procede a hacer limosna. Apartémonos del mal y hagamos lo bueno.

Reprime tus manos de la rapiña y después extiéndelas para hacer limosna. Pero si con las mismas manos despojamos a unos y a otros hacemos limosnas de lo que hemos robado, no evitaremos por aquí los castigos. Pues por semejantes caminos la materia de propiciación es a la vez materia de crimen. Mejor es en absoluto no compadecerse que compadecerse de ese modo. También a Caín le hubiera sido mucho más provechoso no ofrecer ningún sacrificio. Pero si irritó a Dios fue porque ofrecía lo peor de sus haberes. Pues ¿cómo no lo irritará quien ofrece lo ajeno? Le dirá el Señor: Yo te ordené que no robes; y tú ¿vienes a honrarme con lo que robaste? ¿en qué piensas? ¿crees que en eso me deleito? Te dirá lo del profeta: ¿Has pensado, inicuo, que yo soy como tú? ¡Te argüiré y te pondré delante como acusación tus pecados! 7

Lejos de nosotros que alguno vaya a oír semejante sentencia. Al revés. Ojalá que todos, tras de haber repartido limosnas de limpio origen, entremos al tálamo del Esposo con nuestras lámparas brillantes, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.




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HOMILÍA LXXIV (LXXIII)

Dícele Felipe: Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta.

Le dice Jesús: Felipe: hace tanto tiempo que estoy con vosotros ¿y no me has conocido? El que me ha visto a Mí también na visto al Padre (Jn 14,8-9).

DECÍA el profeta a los judíos: Tú tenías rostro de mujer descarada, puesto que tratas con todos en forma impudente. Por lo visto, tal cosa puede con todo derecho decirse no sólo de aquella ciudad, sino de todos cuantos impudentemente se oponen a la verdad. Como Felipe dijera: Muéstranos al Padre, Cristo le responde: Felipe: ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no -me has conocido? Y a pesar de todo, los hay que tras de semejantes expresiones todavía separan las substancias del Padre y del Hijo; y eso que no podrás encontrar vecindad más apretada. No faltaron herejes que por ellas fueron a dar al error de Sabelio.

Por nuestra parte, dejando a un lado a unos y a otros, como opuestos impíamente a la verdad, examinamos el exacto sentido de las palabras. Felipe: hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces? Pero ¿qué es esto? ¿Acaso eres tú el Padre por el cual yo pregunto? Responde Cristo: ¡No! Por eso no dijo: No lo has conocido; sino: No me has conocido, queriendo declarar tan sólo que no es el Hijo otra cosa sino lo que es el Padre, pero permaneciendo Hijo. ¿Por qué se atrevió Felipe a semejante pregunta? Había dicho Cristo: Si me conocéis a Mí, también habéis conocido al Padre. Y lo mismo había dicho varías veces a los judíos. Ahora bien, pues así los judíos como Pedro con frecuencia habían preguntado a Jesús quién era el Padre, y lo mismo había hecho Tomás, pero ninguno había recibido una respuesta clara, sino que aún ignoraban quién era, Felipe, para no parecer molesto, ni molestar a Jesús tratándolo a la manera de los judíos, en cuanto dijo: Muéstranos al Padre, añadió enseguida: Y eso nos basta. Ya no preguntamos más.

Cristo había dicho: Si me conocéis a Mí también habéis conocido a mi Padre, de modo que El por Sí mismo manifestaba al Padre. Pero Felipe invirtió el orden diciendo: Muéstranos al Padre, como si ya conociera a Cristo exactamente. Cristo no accedió, sino que lo volvió al camino, persuadiéndolo a conocer al Padre por el mismo Jesús. Felipe quería verlo con los ojos corporales, tal vez porque sabía que los profetas habían visto a Dios. Pero, oh Felipe, advierte que eso se ha dicho hablando al modo humano y craso. Por eso decía Cristo: A Dios nadie lo vio jamás y también: Todo el que oye el mensaje del Padre, viene a mí? Y luego: Vosotros jamás habéis oído mi voz, ni jamás habéis visto mi rostro. Y en el Antiguo Testamento? Nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo.

¿Qué le responde Cristo?: Felipe: ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido? No le dice: Y no me has visto, sino: No me has conocido. Pero, Señor: ¿es acaso a Ti a quien quiero conocer? Yo quiero ahora conocer a tu Padre ¿y Tú me dices: no me has conocido? ¡No hay lógica en esto! Y sin embargo la hay y muy exacta. Puesto que el Hijo es una misma, cosa con el Padre, aunque permaneciendo Hijo, lógicamente Jesús manifiesta en Sí al Padre. Pero enseguida, distinguiendo las Personas, dice: El que me ha visto a Mí también ha visto al Padre, para que nadie diga que una misma Persona es Padre y es Hijo. Si el Hijo fuera al mismo tiempo Padre, no diría: Quien a Mí me ve también a El lo ve.

Mas ¿por qué no le dijo: Pides un imposible para quien es puro hombre? ¡Eso sólo a Mí me es posible! Como Felipe había dicho: Eso nos basta, como si ya lo viera, Cristo le declara que ni a El mismo lo ha conocido; pues si hubiera podido conocer a Cristo habría conocido al Padre ya. De otro modo: Ni a Mí ni al Padre puede alguno conocernos. Felipe buscaba el conocimiento mediante la vista; y como pensaba que ya conocía a Cristo, quería ver del mismo modo al Padre. Cristo le declara que ni a El mismo lo conoce.

Si alguien en estas palabras quiere entender por conocimiento la visión, no lo contradiré. Pues dice Cristo: El que me conoce, conoce también al Padre. Pero no es eso lo que quiere significar Cristo, sino demostrar su consubstancialidad con el Padre. Como si dijera: El que conozca la substancia mía, conoce por lo mismo al Padre. Instarás: pero ¿qué solución es ésa? También el que ve las creaturas conoce a Dios. Sin embargo, todos ven las creaturas y las conocen, pero a Dios no. Investiguemos qué es lo que Felipe anhela ver. ¿Es acaso la sabiduría del Padre o su bondad? ¡De ninguna manera! Sino qué cosa es Dios en su misma substancia. A esto responde Cristo: El que me ve a Mí. Quien ve las creaturas no ve la substancia de Dios. Cristo dice: El que me ve ha visto al Padre. Si El fuera de otra substancia no lo habría aseverado.

Para usar de un lenguaje más craso, nadie que no conozca el oro puede ver en la plata la substancia del oro, puesto que es imposible conocer una naturaleza en otra distinta. De modo que con razón Cristo increpó a Felipe y le dijo: Tanto tiempo he estado con vosotros. Como si le dijera: Tantas enseñanzas has recibido, tantos milagros has visto realizados por mi autoridad propia, cosas todas privativas de la divinidad y que solamente el Padre hace, como la remisión de los pecados, la revelación de lo íntimo y secreto, las resurrecciones, la creación de los miembros hecha mediante un poco de lodo ¿y no me has conocido?

Como estaba Cristo vestido de nuestra carne, dice: No me has conocido. ¿Has visto al Padre? No busques más. En Mí lo has visto. Si me has visto ya no investigues más con vana curiosidad: en Mi mismo lo has visto. ¿No crees que yo estoy en el Padre? Es decir: ¿que yo me presento en su misma substancia? Las cosas que Yo os manifiesto no son invención mía. ¿Adviertes la suma vecindad y cómo son una misma y única substancia? El Padre que mora en mí El mismo realiza las obras. Mira cómo pasa a las obras habiendo comenzado por las palabras. Lógicamente debió decir: El es quien pronuncia las palabras; pero es que toca aquí dos cosas: la doctrina y los milagros; o también quiere decir que las palabras mismas ya son obras.

Mas ¿cómo hace el Padre esas obras? Porque en otro lugar dice Cristo: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. ¿Por qué aquí dice que es el Padre quien las hace? Es para indicar con esto que no hay intermedio entre el Padre y el Hijo. Es decir: No procede el Padre de un modo y Yo de otro; puesto que en otra parte asevera: Mi Padre en todo momento trabaja y Yo también trabajo? En ese pasaje indica no haber ninguna diferencia, y aquí declara de nuevo lo mismo.

No te extrañes de que las palabras a primera vista parezcan algo rudas. Pues las dijo después de haber dicho a Felipe: ¿No crees? dando a entender que en tal forma atemperaba sus expresiones que arrastraran a Felipe a la fe. Conocía los corazones de sus discípulos. ¿Creéis que Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí? Convenía que vosotros, en oyendo Padre e Hijo, no preguntarais más, para confesar enseguida ser ambos una sola y la misma substancia. Pero si eso no os basta para demostrar la igualdad de honor y la consubstancialidad, aprendedlo recurriendo a las obras. Aquello de: Quien me ha visto también ha visto a mi Padre, si se hubiera referido a las obras, no habría añadido ahora: A lo menos por las obras creedme.

Luego, declarando que puede no únicamente estas obras, sino otras mucho mayores que éstas, lo hace mediante una hipérbole. Porque no dice: Puedo hacer obras mayores que éstas, sino lo que es mucho más admirable: Puedo comunicar a otros el poder de hacer obras superiores a éstas: En verdad, en verdad os digo: El que cree en Mí hará también las obras que Yo hago; y aun mayores que éstas, porque Yo voy al Padre. Quiere decir: En vuestras manos estará en adelante hacer milagros, porque Yo ya me voy.

Una vez que hubo conseguido con su discurso lo que intentaba, dice: Y todo cuando pidiereis en mi nombre lo haré, para que sea glorificado el Padre en el Hijo. ¿Adviertes cómo de nuevo El es el que obra? Pues dice: Lo haré. Y no dijo: Rogaré a mi Padre, sino: Para que sea glorificado el Padre en Mí. En otra parte decía: Dios lo glorificará en Sí mismo. En cambio aquí dice: El glorificará al Padre. Porque así, cuando se vea que el Hijo puede grandes obras, el Engendrador será glorificado.

¿Qué significa: En mi nombre? Lo que luego los apóstoles decían: En nombre de Jesucristo, levántate y camina. Pues todos los milagros que ellos obraban era El quien los hacía; y la mano del Señor estaba con ellos. Porque dice: Lo haré. ¿Adviertes el poder absoluto? Los milagros que mediante otros se verifican, El los hace; ¿y no podrá hacer los que El mismo obra si no es dándole poder el Padre? ¿Quién podría afirmar tal cosa? Mas ¿por qué añade esto? Para confirmar sus palabras y manifestar que las anteriores las dijo atemperándose.

Lo que sigue: Voy al Padre, significa: No perezco, en mi propia dignidad permanezco; estoy en los Cielos. Todo esto lo decía para consolarlos. Como era verosímil que sintieran en su ánimo alguna tristeza, pues no tenían aún una noción justa de la resurrección, con variadas palabras les promete que ellos comunicarán a otros esas mismas cosas y continuamente cuida de ellos y les declara que El permanecerá siempre; y no sólo que permanecerá, sino que incluso demostrará un poder aún mayor.

En consecuencia, vayamos en pos de El y tomemos nuestra cruz. Pues aun cuando ahora no amenaza ninguna persecución, pero es tiempo de otro género de muerte. Porque dice Pablo: Mortificad vuestros miembros, que son vuestra porción terrenal Apaguemos la concupiscencia, reprimamos la ira, quitemos la envidia. Este es un sacrificio en víctima viva; sacrificio que no acaba en ceniza, ni se expande como el humo, ni necesita leña ni fuego ni espada. Porque tiene en sí el fuego y la espada, que es el Espíritu Santo. Usa de este cuchillo y circuncida todo lo inútil, todo lo extraño de tu corazón. Abre tus oídos que estaban cerrados. Porque las enfermedades espirituales y las perversas pasiones suelen cerrar las puertas de los oídos. El ansia de riquezas no permite oír las palabras de la limosna. La envidia, si se echa encima, aparta las enseñanzas acerca de la candad; y cualquier otra enfermedad de ésas torna al alma perezosa para todo. Quitemos, pues, esas malas pasiones. Basta con quererlo y todas se apagan. No nos fijemos, os ruego, en que el anhelo de riquezas es una tiranía. La tiranía verdadera la constituye nuestra apatía y pereza. Muchos hay que aseveran no saber qué cosa es la plata, puesto que semejante codicia no es innata y connatural. Las inclinaciones naturales se nos infunden desde el principio. En cambio, durante mucho tiempo se ignoró lo que fueran el oro y la plata.

Entonces ¿de dónde vino semejante codicia? De la vanagloria y de la extrema indolencia. Porque de las pasiones, hay unas que son necesarias, otras connaturales, otras que no son ni lo uno ni lo otro. Por ejemplo: las que si no se satisfacen perece la vida, son necesarias y connaturales, como la del alimento, la bebida y el sueño. En cambio, el amor sensual de los cuerpos se dice connatural, pero no es necesario, puesto que muchos lo han superado y no han perecido. Por lo que mira a la codicia del dinero, ni es connatural ni necesaria, sino adventicia y superflua.

Si queremos no nos dominará. Hablando Cristo acerca de la virginidad, dice: El que pueda entender que entienda. Pero acerca de las riquezas no se expresa lo mismo, sino que dice: El que no renunciare a todo lo que posee no es digno de mí. Cristo exhorta a lo que es fácil; pero en lo que supera las fuerzas de muchos lo deja a nuestro arbitrio. Entonces ¿por qué nos privamos de toda defensa? El esclavo de pasiones vehementes no sufrirá tan graves castigos; pero el que se hace esclavo de pasiones más débiles, queda sin posible defensa.

¿Qué responderemos al Juez cuando nos diga: Me viste hambriento y no me diste de comer? ¿Qué excusa tendremos? ¿Objetaremos nuestra pobreza? Pero no somos más pobres que la viuda aquella que venció en generosidad a todos con los dos óbolos que dio de limosna. Dios no exige en los dones la magnitud, sino el fervor de la voluntad; lo cual forma parte de su providencia. Admiremos su bondad y ofrezcamos, en consecuencia, lo que nos sea posible. Así, tras de alcanzar grande clemencia de parte de Dios, así en esta vida como en la futura, podemos disfrutar de los bienes prometidos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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HOMILÍA LXXV (LXXIV) Si me amáis guardaréis mis mandamientos.

Y Yo rogaré al Padre y El os dará otro Paráclito, que estará siempre con vosotros: el Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce (Jn 14,15-30).

PERENNEMENTE necesitamos de las obras y no de la ostentación de las palabras. A cualquiera le es fácil hablar y prometer, pero no lo es igualmente el obrar. ¿Por qué me expreso así? Porque hay actualmente muchos que dicen amar y temer a Dios; pero Dios quiere ser amado por las obras. Por esto dijo a sus discípulos: Si me amáis guardaréis mis mandamientos. Como había dicho: Cuanto pidiereis Yo lo haré, para que no creyeran que bastaba con solo pedir, añadió: Si me amáis entonces lo haré. Y como era verosímil que al oírlo decir: Voy a mi Padre, se hubieran conturbado, les advierte: no es amar eso de conturbaros ahora, sino el poner por obra lo que os he dicho.

Yo rogaré a mi Padre y El os dará otro Paráclito. Palabras son éstas propias de quien se humilla. Suponiendo que, pues aún no lo conocían exactamente, habrían de echar de menos su compañía estando El ausente, y sus palabras y su presencia corporal, y no tendrían ninguna consolación, ¿qué les dice?: Yo rogaré al Padre y El os dará otro Paráclito; es decir, otro como Yo. Avergüéncense los que padecen la enfermedad de terror de Sabelio y no sienten correctamente acerca del Espíritu Santo. Es cosa de maravillar cómo en este discurso el Señor de un golpe echa por tierra todas las herejías opuestas al dogma. Cuando dice Cristo otro, indica la distinción de persona; y cuando dice Paráclito, indica la consubstancialidad.

Mas ¿por qué dice: Yo rogaré al Padre? Porque si hubiera dicho: Yo lo enviaré, no le habrían dado tanto crédito. Pero ahora su empeño es que ellos crean en el Espíritu Santo. Les asegura que después se lo enviará. Recibid el Espíritu Santol Aquí dice que rogará al Padre, con el objeto de que ellos creyeran y confiaran en sus palabras. Juan, refiriéndose al Espíritu Santo que Cristo enviaría, dice de Jesús: De cuya plenitud todos recibimos? Ahora bien: lo que ya de suyo tenia Cristo ¿cómo lo iba a recibir de otro? Dice el Bautista: El os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. Por otra parte, ¿qué habría tenido de más que los apóstoles si hubiera necesitado suplicar al Padre que diera el Espíritu Santo a otros, cuando los apóstoles con frecuencia aparecen obrando lo mismo sin ruegos previos? Además, si mediante las preces es como el Espíritu Santo es enviado por el Padre, ¿cómo es que El de por sí vuela y se posa? ¿Cómo es enviado por otro el que está presente en todas partes? ¿el que da sus dones a cada uno según quiere? ¿el que autoritativamente dice: Separadme a Pablo y Bernabé? 4

Pablo y Bernabé ya se ocupaban en el ministerio de Dios; y sin embargo, con propia autoridad el Espíritu Santo los llama a una empresa suya, no para encargarles una obra distinta de las que ya ejercitaban, sino para demostrar El su autoridad. Preguntarás: entonces ¿qué significa: Yo rogaré al Padre? Es para indicarles que ya ha llegado el tiempo de la venida del Espíritu Santo. Pues una vez que el sacrificio de la cruz los purificó, vino a ellos el Espíritu Santo. ¿Por qué no vino mientras con ellos estaba Jesús? Porque aún no se había consumado el sacrificio. Pero una vez borrado el pecado, y lanzados ellos a los peligros y estando preparándose para la batalla, fue conveniente enviarles quien los ungiera para el certamen.

¿Por qué no vino el Espíritu Santo inmediatamente después de la resurrección? Para que inflamados ellos con mayores deseos, lo recibieran con más agradecimiento. Pues mientras estaba Cristo con ellos no sentían aflicción; pero una vez que se apartó, despojados de su presencia y puestos en graves temores, recibiéronlo con gran anhelo. El se queda con vosotros. Es decir que no se os apartará ni aun después de la muerte. Y para que al oír hablar del Paráclito no pensaran en una nueva encarnación, ni esperaran verlo con los ojos corporales, deshaciendo semejante opinión, les dice: Al cual el mundo no puede recibir, porque no lo puede ver. Como si les dijera: El Paráclito TÍO convivirá con vosotros como Yo, sino que habitará en vuestra alma. Esto quiere decir: Se queda con vosotros. Y aludiendo a las figuras del Antiguo Testamento lo llama Espíritu de verdad.

Y estará en vosotros. ¿Qué significa: Estará en vosotros? Lo mismo que dice Jesús: Yo estaré con vosotros. Pero además deja entender otra cosa: no padecerá lo que he padecido, ni se apartará. Al cual el mundo no puede recibir porque no lo ve. ¿Cómo es esto? ¿Acaso el Espíritu Santo será una cosa visible? De ninguna manera. Lo que entiende aquí es el conocimiento, porque añade: Y no lo conoce. Suele la Escritura llamar visión al conocimiento perfecto. Por ser la visión mediante los sentidos clarísima, indica por semejante visión el conocimiento perfecto. Llama aquí mundo a los perversos; y por aquí consuela a los discípulos, puesto que les trae un don exi-xnio. Advierte cuánto ensalza la grandeza del don. Afirma ser otro como El. Añade luego que no los abandonará. Continúa diciendo que vendrá solo a vosotros como vine yo; y finalmente: En vosotros permanece.

Sin embargo, ni con todo esto los libró del temor, porque aún buscaban su compañía y estar con El. Para remediar esto les dice: Tampoco Yo os dejaré huérfanos: vuelvo a vosotros. Como si les dijera: No temáis, pues no os he dicho que os enviaré otro Paráclito porque os vaya a dejar solos hasta el fin. No he dicho: Permanece en nosotros, como si Yo nunca más os hubiera de ver. Yo también vuelvo a vosotros. No os dejaré huérfanos. Como al principio los llamó hijitos, ahora les dice: No os dejaré huérfanos.

Antes les dijo: A donde Yo voy vendréis; y: En la casa de mi Padre hay muchas mansiones. Pero ahora, como el tiempo va a ser largo, les da el Espíritu Santo. Mas como no recibieran suficiente consuelo con lo que les decía, porque no lo entendían, añade: No os dejaré huérfanos, que era sobre todo lo que ellos anhelaban. Mas como eso de: Vuelvo a vosotros significaba presencia, con el objeto de que no buscaran una presencia corporal como hasta entonces, advierte tú cómo no se lo dijo con entera claridad, sino oscuramente, de manera que solamente lo dejó entender.

Porque habiéndoles dicho: Un poquito aún y el mundo ya no me verá más, luego continuó: Pero vosotros me volveréis a ver. Como si les dijera: Volveré a vosotros, pero ya no como antes, para conversar diariamente. Y para que no dijeran: ¿Cómo es pues que dijiste a los judíos: Ya no me veréis más? les resuelve la dificultad diciendo: A vosotros únicamente. Porque así es también el Espíritu Santo. Porque Yo sigo viviendo y vosotros viviréis. La cruz no nos separará para siempre, sino que sólo me ocultará por brevísimo lapso. Pienso yo que en esto alude no sólo a la vida presente, sino también a la futura.

En aquel día conoceréis que Yo estoy en mi Padre y vosotros en Mí y Yo en vosotros. En mi Padre por la consubstancialidad; en vosotros por la concordia y el auxilio divino que os daré.

Pero yo pregunto: ¿cómo es esto? ¿en qué forma pueden concertarse cosas tan contrarias? Porque la distancia entre Cristo y los discípulos es grande; o mejor dicho, es infinita. No te espantes aun cuando sean las mismísimas palabras; pues suele la Escritura usar en diversos sentidos las mismas palabras que se dicen de Dios y de los hombres. Así somos llamados hijos de Dios; pero esa expresión no tiene la misma fuerza y significado cuando se aplica a nosotros y cuando se aplica a Dios. El Hijo es llamado Imagen y gloria del Padre, lo mismo que nosotros; y sin embargo, la diferencia es mucha. También se dice: Vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios. Pero Cristo no es de Dios como nosotros somos de Cristo. ¿Qué significa, pues, la expresión? Es como si les dijera: Una vez que Yo haya resucitado, conoceréis que no estoy separado del Padre, sino que tengo su mismo poder; y que permanezco perpetuamente con vosotros, pues los hechos mismos estarán clamando el auxilio que os habré dado, así por los enemigos que habréis vencido, como por vuestra confianza en el proceder, la remoción de las dificultades y molestias, el florecimiento diario de la predicación y la obediencia de todos a las piadosas enseñanzas.

Como me ha enviado el Padre, también Yo os envío a vosotros. ¿Observas cómo tampoco aquí la misma proposición tiene el mismo sentido? Si la tomamos en el mismo sentido, en nada diferirían Cristo y los apóstoles. Mas ¿por qué dice: Entonces conoceréis? Porque entonces fue cuando vieron que había resucitado y conversaba con ellos. Entonces aprendieron la verdadera fe. Pues era grande la fuerza del Espíritu Santo que les enseñaba todo. Quien tiene mis mandamientos y los guarda, éste es el que me ama. Porque no basta con tenerlos sino que se requiere su exacto cumplimiento. ¿Por qué les repite esto con frecuencia, como cuando les dice: Si me amáis guardad mis mandamientos; y ahora: Quien tiene mis mandamientos y los guarda; y: Si alguno me ama, guardará mis enseñanzas; el que no me ama no guarda mis enseñanazs? Y pienso que lo hace a causa de la tristeza que sentían.

Como había hablado largamente acerca de la muerte diciendo: El que aborrece su vida en este mundo la guarda para la vida eterna; y también: Si alguno no toma su cruz y me sigue no es digno de Mí; y todavía iba a añadir otras cosas más sobre lo mismo, reprendiéndolos les dice: ¿Pensáis que vuestra tristeza nace de amor? Pues bien: precisamente sería indicio de amor el no entristecerse. Y como quiere lograr que no se entristezcan, en lo que sigue les repite lo mismo: Si me amarais os gozaríais de que voy al Padre. Ahora en cambio esa tristeza os nace de miedo. Tener temor así de la muerte, no es propio-de quienes recuerdan mis mandamientos. Si de verdad me amarais, lo propio sería que fuerais crucificados. Porque Yo os he exhortado a no temer a quienes matan el cuerpo. A ésos es a los que ama el Padre y también Yo los amo.

Y me revelaré a él yo mismo. Entonces le dice Judas, no el Iscariote: ¿Por qué sucede esto, que te nos vas a manifestar a nosotros y no al mundo? ¿Ves cómo tienen el alma hundida por el temor? Judas estaba conmovido y perturbado y creía que volvería a ver a Jesús, pero al modo como nosotros vemos en los ensueños a los que ya murieron. Para quitarles semejante pensamiento, oye lo que les dice: Mi Padre y Yo vendremos a él y pondremos en El nuestra morada. Como si dijera: Así como el Padre se manifiesta a Sí mismo, así también Yo. Ni fue sólo esto. Porque lo otro: Haremos en él nuestra morada, aparta ya toda fantasmagoría: semejante cosa no pertenece ya a los ensueños.

Por mi parte, quiero que ponderes cómo ese discípulo andaba turbado y no se atrevía a decir claramente lo que anhelaba. Porque no le dijo: ¡Ay de nosotros pues tú vas a morir y luego te nos vas a aparecer al modo como se aparecen los difuntos! No le dijo nada de eso, sino ¿qué?: ¿Por qué sucede esto, que te nos vas a manifestar a nosotros y no al mundo? Les dice, pues: Yo os amo porque guardáis mis mandamientos. Para que después, cuando lo vieran no pensaran que era un fantasma, les predice esto. Para que creyeran que se les aparecería al modo que ya expliqué, les pone el motivo de ello, o sea. que ellos guardan los mandamientos de El. Y añade que en la misma forma se les aparecerá el Espíritu Santo. Si tras de convivir con El durante tanto tiempo aún no podían soportar la vista de aquella substancia y ni siquiera la entendían ¿qué habría sido si ya desde el principio así se les hubiera aparecido? Pero comió con ellos para que no lo tuvieran por un fantasma.

Si cuando lo vieron andar sobre las aguas lo juzgaron fantasma, a pesar de que veían su mismo rostro y figura y no estaba El lejos de ellos ¿qué no habría sucedido si lo hubieran visto resucitar al punto, tras de verlo aprehendido y amortajado? Tal es el motivo por el que con frecuencia les anuncia que se les aparecerá y por qué y en qué forma: para que no lo tengan por fantasma. El que no me ama no guarda mis enseñanzas. Y la doctrina que habéis oído no es mía, sino del Padre que me ha enviado. De modo que quien no guarda mis mandamientos no me ama a Mí ni a mi Padre. Si el signo del amor es guardar los mandamientos, y éstos son también del Padre, quien los guarda ama no solamente al Hijo sino también al Padre. Pero, Señor: ¿cómo tu enseñanza es tuya y no es tuya? Quiere decir: Yo no hablo nada fuera de lo que el Padre quiere que hable; y no hablo nada de Mí mismo, fuera de su voluntad.

Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Como esas cosas eran oscuras y otras no las entendían los discípulos, y en muchas andaban dudosos, para que no se conturbaran de nuevo ni dijeran: ¿De qué preceptos se trata?, les quita toda ansiedad diciendo: El Paráclito, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, El os lo enseñará todo. Como si les dijera: Ahora se os dicen muchas cosas quizá oscuras; pero ese Maestro os aclarará todo. Con la expresión: El permanecerá con vosotros, les daba a entender que El se marcharía. Mas luego, para que no se entristezcan dice que mientras El permanezca con ellos y no venga el Espíritu Santo, no serán capaces de entender nada elevado y sublime.

Les habla así preparándolos para que lleven su partida con magnanimidad, ya que ella les acarreará grandes bienes. Y con frecuencia lo llama Paráclito, o sea Consolador, a causa de las tristezas que entonces los afligían oyendo tales cosas y pensando en las dificultades y luchas y en la partida de El. Y así los consuela de nuevo diciendo: La paz os dejo. Como si dijera: ¿Qué daño puede veniros de las mundanas perturbaciones si estáis en paz conmigo? Porque esta paz no es como la otra. La paz exterior con frecuencia es dañosa e inútil y en nada aprovecha. Yo, en cambio, os doy una paz que guardaréis entre vosotros mismos, y os hará más fuertes. Pero como de nuevo repitiera la expresión: Os dejo, que es propia de quien se ausenta y esto podía perturbarlos, nuevamente les dice: No tengáis ya más el corazón angustiado y pusilánime. ¿Adviertes cómo ellos en parte por el amor y en parte por el miedo se hallaban conturbados?

Habéis oído que os dije: Me voy al Padre y vuelvo a vosotros. Si me amáis, os gozaríais en verdad de que me vaya al Padre, porque el Padre es mayor que Yo. Pero esto ¿qué consuelo o qué gozo podía proporcionarles? Entonces ¿qué es lo que les quiere decir? Nada sabían aún ellos de lo que era la resurrección ni tenían de Cristo la debida opinión; ¿ni cómo la podían tener cuando ni siquiera sabían que El había de resucitar? En cambio, del Padre tenían una gran idea. Es pues como si les dijera: Si teméis por Mí como si no pudiera defenderme; si no confiáis en que Yo después de la crucifixión pueda volver a veros, a pesar de todo eso convenía que os alegrarais oyendo que voy al Padre, pues voy a quien es mayor y desde allá puedo remediarlo todo.

Habéis oído que os dije. ¿Por qué añadió esto? Fue como decirles: De tal manera confío en la empresa llevada a cabo, que no temo predecirlo. Así os he dicho esto y lo que luego sucederá: Os lo he dicho antes de que suceda para que cuando suceda creáis que Yo soy. Es decir: ¿podíais acaso saberlo si Yo no os lo dijera, o podía Yo decirlo si no confiara en que sucederá? ¿Observas cómo atempera su lenguaje a la capacidad de los oyentes? Lo mismo cuando dijo: ¿Pensáis acaso que no puedo rogar a mi Padre y al punto pondría a mi disposición doce legiones de ángeles? habló conformándose con la opinión de sus oyentes. Pues nadie que esté en su juicio asevera que no pudo defenderse y que necesitó del auxilio de los ángeles. Sino que, pues lo tenían como solo hombre, dijo: Doce legiones de ángeles. Y sin embargo le bastó con una pregunta para echar por tierra al enemigo.

Si alguno afirmara que el Padre es mayor en cuanto es principio del Hijo, no le contradiremos. Pero esto no hace que el Hijo sea de otra substancia. Es como si dijera: Mientras Yo estuviere acá, es justo que vosotros penséis que me encuentro en peligro; pero si voy al Padre, confiad, pues ya estaré seguro, puesto que a El nadie puede vencerlo. Pero todo eso lo decía abajándose a la rudeza de los discípulos. Como si dijera: Por mi parte, Yo confío y para nada me preocupa la muerte. Por lo cual añade: Estas cosas os he dicho antes de que sucedan. Puesto que vosotros no podéis aún comprender lo que os digo acerca de eso, os traigo el consuelo haciendo referencia al Padre, al cual vosotros llamáis grande.

Mas, apenas los ha consolado cuando de nuevo los entristece diciendo: Ya no me queda mucho tiempo para hablar con vosotros. ¿Por qué, Señor? Pues llega el príncipe de este mundo; pero nada puede contra Mí. Llama príncipe de este mundo al diablo y a los perversos. No porque el diablo domine en cielos y tierra, pues en ese caso todo lo habría ya destruido; sino porque domina en los hombres que se le han entregado. Por lo cual lo llama también príncipe de este siglo y sus tinieblas. Y por tinieblas entiende las obras de pecado. Entonces, oh Señor, ¿es el demonio el que te pierde? De ninguna manera, pues nada puede contra Mí. ¿Por qué pues esos hombres perversos os dan la muerte? Porque Yo así lo quiero y para que el mundo entienda que amo a mi Padre. Dice esto para de nuevo levantarles el ánimo y que sepan que ha llegado a este término no contra su voluntad, sino porque El lo quiere y desprecia al demonio.

No le bastó con haberles dicho: Todavía estoy con vosotros por un breve lapso, sino que frecuentemente lo repetía, aun causándoles tristeza, hasta lograr que ellos lo aceptaran; y mientras va entremezclando más alegres razonamientos. Por tal motivo, unas veces les dice: Me voy, pero vuelvo; otras: Para que donde Yo estoy estéis también vosotros; y luego: Voy al Padre; y también: El Padre es mayor que Yo; y: Os lo he dicho antes de que suceda; y: No padezco esto por necesidad sino por amor a mi Padre; y para que ellos conozcan que lo que va a padecer no es cosa de ruina ni de daño; puesto que el Padre lo ama sobremanera y El, amado, así lo quiere.

Mientras va poniendo estos motivos de alegría, entremezcla con frecuencia lo triste, para ir ejercitando sus ánimos. Porque: Permanecerá en vosotros; y: Os conviene que Yo me aparte, son palabras de quien consuela. Por igual motivo echó por delante muchas cosas acerca del Espíritu Santo, como por ejemplo: Está en vosotros; el mundo no puede recibirlo; El os enseñará todas las cosas; El es el Espíritu de verdad, Espíritu Santo y Paráclito; OÍ conviene: todo para que no decayeran de ánimo, por pensar que quedaban del todo abandonados. Y dice: Os conviene, declarando que el Espíritu Santo los hará hombres espirituales.

Y vemos que esto se ha realizado. Pues ellos, antes tan temerosos y llenos de miedo, habiendo recibido el Espíritu Santo se arrojaban a los peligros, a las espadas, a las bestias feroces, a los mares y en todo género de suplicios se metían. Y siendo hombres ignorantes e iletrados hablaban con tan grande confianza que conmovían a los oyentes. El Espíritu Santo de hombres de barro los tornó hombres de hierro, los dotó de alas y no permitió que cosa alguna humana los echara por tierra. Así es la gracia del Espíritu Santo: si encuentra tristeza la disuelve; destruye las malas concupiscencias; echa fuera el temor y no deja que aquel a quien ha fortificado proceda ya a lo humano; sino que como si ya estuviera trasladado a los Cielos, hace que todo lo contemple a la luz de allá arriba.

Por esto ninguno de los fieles decía poseer nada como suyo, sino que todos perseveraban en la oración, con alegría y sencillez de corazón. Pues esto sobre todo requiere el Espíritu Santo; porque su fruto es paz, gozo, fe, mansedumbre. - Dirás que, sin embargo, con frecuencia padecen tristezas los hombres espirituales. Sí, pero es una tristeza más dulce que el gozo. Caín se contristó, pero con tristeza de este mundo. Pablo también se contristó, pero con tristeza según Dios. Pues todo lo espiritual tiene grandísimo fruto; todo lo mundano tiene daño gravísimo.

En consecuencia, atraigamos a nosotros el auxilio inexpugnable del Espíritu Santo, mediante la observancia de los mandamientos, y en nada seremos inferiores a los ángeles. Pues aun ellos, aunque incorpóreos, no son tan buenos por su naturaleza, ya que de otro modo ningún ser incorpóreo sería malo; sino que, para lo bueno y lo malo, la causa está en el libre albe-drío. Tal fue el motivo de que aún entre los incorpóreos se encontraran quienes fueron peores que los hombres y aun que los brutos animales; y entre los que tienen cuerpo se hallaran muchos mejores que quienes no lo tienen.

Todos los justos, aun habitando en la tierra, aun viviendo en este mundo al modo de peregrinos, se ejercitaron en buenas obras: vivieron como peregrinos del mundo y como ciudadanos del Cielo. No digas, pues: Estoy revestido de carne; no puedo vencer ni entregarme a semejante trabajo de virtud. No acuses a tu Creador. Si la carne nos hace imposible la virtud, nosotros tenemos la culpa; pues el coro de los santos demuestra que no la torna imposible. La naturaleza de la carne no impidió a Pablo llegar a ser lo que fue; ni a Pedro recibir las llaves del Reino de los Cielos. Enoc llevando su cuerpo fue transportado y no se le vio más. También Elías fue arrebatado en su carne. Abrahán, Isaac, Jacob en su carne resplandecieron. José revestido de su carne venció a la mujer impúdica.

Más aún: la carne aun cuando le eches en torno una cadena, en nada te dañará. Dice Pablo: Aunque yo estoy encadenado, pero la palabra de Dios no está atada}2 Mas ¿qué digo ataduras ni cadenas? Añade el claustro de la cárcel, y ni así te será todo eso impedimento para la virtud. Así lo enseña Pablo. Vínculo y atadura del alma no es hierro, sino el temor, la codicia de dineros y las demás infinitas enfermedades del espíritu. Estas pasiones atan el cuerpo, aun cuando éste ande suelto. Dirás que nacen del mismo cuerpo. Vana cavilación y disculpa es eso. Si nacieran del mismo cuerpo todos las sufrirían. Pues así como no podemos evitar el cansancio, el sueño, el hambre, la sed, porque son necesidades naturales, así también aquellas otras, si fueran naturales, a nadie dejarían libre de su tiranía. Pero si muchos escapan de ellas, es claro que tales vicios proceden del alma.

Rompamos, pues, esas cadenas y no acusaremos al cuerpo, sino sujetémoslo al alma, para que obligado a obedecer, consigamos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.





Crisostomo Ev. Juan 73