Crisóstomo - Mateo 76

76

HOMILÍA LXXVI (LXXVII)

Entonces los que vivan en Judea huyan a los montes; y el que esté en el terrado no entre a coger nada de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su manto, etc. '(Mt 24,17-18).

UNA VEZ QUE Cristo hubo hablado acerca de los males que se iban a echar sobre la ciudad, y de las luchas que tendrían que sostener los apóstoles, de las que saldrían victoriosos, y cómo recorrerían y ganarían todo el orbe, de nuevo torna a describir las calamidades de los judíos; y declara que al mismo tiempo en que los discípulos resplandecerán y serán maestros de toda la tierra, aquéllos se encontrarán entre calamidades.

Considera la forma en que describe la guerra, explicando su atrocidad mediante cosas que parecerían mínimas. Dice: Entonces los que vivan en Judea, huyan a los montes. Entonces: ¿cuándo? Cuando lleguen esos acontecimientos, cuando la devastación sacrilega esté instalada en el lugar santo. Me parece que aquí se refiere a los ejércitos. Entonces, dice, huid. Porque ya en adelante no os quedará esperanza alguna de salvación. Puesto que en guerras terribles anteriormente al fin y al cabo habían logrado salir de las calamidades tanto en tiempo de Senaquerib como en el de Antíoco; pues que en tales ocasiones, cuando habían los enemigos invadido con su ejército la ciudad y capturado el templo, sin embargo los Macabeos dieron sobre los adversarios y cambiaron la situación de los negocios, para que no creyeran que ahora se verificaría un cambio como el de entonces, Cristo les corta toda esperanza. Como si les dijera que apenas podrán salvarse con el cuerpo desnudo. Por esto a quienes estén en los techos no les permite entrar en la casa para tomar sus vestidos; con lo cual les pinta males inevitables y calamidades sin término, en las que necesariamente perecerán los que en ellas caigan.

Por eso añadió: El que esté en el campo no vuelva atrás para tomar su manto. Pues si quienes están dentro de la ciudad huyen, mucho menos deben regresar y entrar en ella los que estén en el campo. ¡Ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Ay de las primeras, porque en su estado, siendo menos ligeras, no podrán fácilmente huir, retenidas por la carga que llevan en el vientre. Ay de las segundas, porque las retardará el lazo del amor a sus niños de pecho, que no podrán sin embargo salvar. Cosa fácil es conservar o despreciar los dineros y lo mismo digo acerca de los vestidos. Pero ¿quién podrá huir de lo que fabrican los lazos de la naturaleza? ¿Cómo poder aligerarse la que está encinta? ¿Cómo puede la que da de mamar despreciar a su niño de pecho? Luego, declarando nuevamente lo tremendo de la desgracia, dice: Rogad que vuestra fuga no sea ni en invierno ni en sábado. Pues habrá entonces grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá nunca jamás.

¿Adviertes cómo el discurso se torna a los judíos y se refieren las desdichas que sobre ellos vendrán? Pues ciertamente ni los apóstoles habrían ya de observar los sábados ni estarían ahí al tiempo en que Vespasiano causaría males tan graves. Aparte de que para entonces la mayor parte de los discípulos habría ya muerto. Y si algunos vivían aún, se encontrarían en otras partes del orbe. Mas ¿por qué la fuga no debía ser ni en invierno ni en sábado? No en invierno por las dificultades de la estación; no en sábado por la autoridad de la Ley que lo prohibía. Y pues era necesaria la fuga y una fuga rapidísima, y los judíos para no traspasar la Ley no se atrevían a huir en sá. bado ni tampoco era fácil huir en invierno, por todo esto dice Cristo: Rogad.

Pues habrá entonces grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá nunca jamás. No piense alguno que esto se dijo por hipérbole. Lea los libros del historiador Josefo y conozca la verdad de los hechos, Ni puede decir alguno que éste, porque era fiel al cristianismo, amplificó las desgracias, para sacar verdaderos los dichos de Jesús, pues era judío y se contaba entre los más fervorosos cultivadores del judaismo, entre los que hubo después de la venida de Cristo.

Y ¿qué es lo que Josefo refiere? Que aquellas desgracias superaron todas las tragedias; y que nunca jamás a ninguna nación una guerra causó tan enorme ruina. Tan grande fue el hambre que las madres se disputaban sus hijos como manjar, y sobre esto entablaban mutuas discusiones, y muchos fueron los hijos así arrancados de los vientres y destrozados. Por mi parte, gustoso preguntaría yo a los judíos: ¿cuál fue la causa de que tan grave e intolerable desgracia se haya echado sobre la ciudad por la cólera divina? Desgracia que superó a cuantas han caído no solamente sobre Judea, sino sobre todo el orbe. ¿No confesarán todos que esto les sucedió por el crimen de la crucifixión de Cristo; y antes que todo no confesarán la verdad misma de los hechos?

Considera el cúmulo de males. Porque ni en el tiempo anterior ni en el siguiente se puede encontrar nada que a semejante calamidad se iguale. Ni antes ni después se encontraron males que a ésos igualaran. Y con razón, puesto que nadie ni antes ni después, se atrevió a cometer crimen tan inicuo y tan horrendo. Por esto dice: Habrá grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá nunca jamás. Y si no se acortara ese tiempo, nadie quedaría a salvo. Pero en gracia de los elegidos, se abreviarán aquellos días. Con esto da a entender el tiempo del cerco de la ciudad y la guerra; y que ellos eran dignos de mayores castigos aún. Quiere decir lo siguiente. Si se hubiera alargado por más tiempo la guerra de los romanos contra la ciudad, habrían perecido todos los judíos; porque aquí puso nadie por judíos; y abarcó no solamente a los judíos que en Judea residían, sino también a los que residían fuera de Judea. Porque no se peleaba únicamente contra los que habitaban en Judea, sino además se proscribía y perseguía a todos los que vivían en el orbe, a causa del odio contra ellos.

¿A quiénes llama aquí elegidos? A los fieles que entre los judíos se hallaban cercados. Para que no dijeran los judíos que aquella calamidad les venía a causa de la predicación y por adorarse a Cristo, declaró Jesús que aquellos fieles no sólo no fueron causa de los males, sino que, de no haber estado ellos presentes, todos habrían perecido en absoluto, sin quedar uno solo. Si Dios hubiera permitido que la guerra se prolongara no quedarían ya ni reliquias de los judíos. De modo que Dios puso término y fin a la guerra para que no perecieran juntamente con los judíos infieles, los fieles nacidos de ellos. Por esto dice: Pero en gracia de los elegidos se abreviarán aquellos días.

Lo dijo para dejar este consuelo a los que quedaban en medio de los judíos y darles así algún lugar de respiro; y para que no temieran como si también" ellos hubieran de perecer. Ahora bien: si tan grande providencia tiene Dios de los fieles, que en gracia de ellos otros son preservados de la muerte y que en gracia de los cristianos perseveran las reliquias de los judíos ¿cuán grande será el honor que al tiempo de las coronas se les tributará? Al mismo tiempo los consuela para que no se angustien en exceso con sus propios males, cuando ven a otros oprimidos por las mismas desgracias, pero sin fruto alguno, sino con propio detrimento.

Y no sólo los consolaba por este camino, sino que sin sentir y a ocultas, los iba apartando de las costumbres judías. Puesto que si después de la desgracia ya no habrá recuperación, ni el santuario quedará en pie, es claro que también cesará la Ley. Esto no lo dice claramente, pero lo deja entender por la ruina de los judíos. Y no lo dijo abiertamente para no aterrorizarlos antes de tiempo. Y por la misma razón no comenzó por aquí su discurso; sino hasta después de haber lanzado aquel ¡ay! contra la ciudad y de haber inducido a los discípulos a que le mostraran aquellas piedras y le hicieran la pregunta. De manera que predijo todo lo venidero así como quien simplemente responde a una pregunta.

Por tu parte, considera la providencia del Espíritu Santo. Pues nada de esto escribió Juan en su evangelio, para que no pareciera que lo escribía por lo que había sucedido; porque él vivió largo tiempo después de la destrucción de Jerusalén. Los que por haber muerto antes de esa ruina no habían visto nada de ella, son los que esto escriben, a fin de que por todas partes resplandezca la fuerza de la profecía.

Si entonces alguien os dijere: mira, aquí está el Cristo, o bien ahí, no le creáis. Pues surgirán falsos cristos y falsos profetas y obrarán milagros y prodigios tan grandes que extraviarían, sí ello fuera posible, aun a los elegidos. De antemano os lo prevengo. Si pues os dijeren: Mirad que está en el desierto, no salgáis. Mirad que está en los sótanos, no salgáis. Porque como al esta, llar el rayo fulgura de oriente a occidente, así será el advenimiento del Hijo del hombre. Pues en dondequiera que esté el cadáver ahí se congregarán las águilas. Terminado el discurso acerca de Jerusalén, pasa Jesús a hablar de su advenimiento y les da a conocer las señalas que serán útiles no sólo para los discípulos, sino también para nosotros y para los que después de nosotros vendrán.

Entonces. ¿Cuándo? Como ya tengo dicho, este entonces no significa que lo que sigue forme parte y serie continuada con lo que precede; puesto que cuando Jesús quiso indicar esa serie continuada, dijo: De seguida, después de la tribulación de aquellos días. Aquí en cambio no procede así. De modo que ese entonces no indica que lo demás se haya de seguir al punto, sino solamente la ocasión en que se realizará lo que va a decir Así, por ejemplo, cuando dice: En aquellos días vino Juan el Bautista, no significa una consecución de tiempo inmediato, sino el tiempo que vendrá muchos años después, y también el tiempo en que se verificó lo que él va a decir. Habiendo hablado del nacimiento de Cristo, de la llegada de los Magos y de la muerte de Herodes, inmediatamente añade: En aquellos días vino Juan el Bautista; y sin embargo, hay un intermedio de treinta años. Es costumbre que guarda la Escritura en su manera de narrar los acontecimientos.

Pues bien, igualmente en este sitio, dejando a un lado todo el tiempo intermedio entre la ruina de Jerusalén y el comienzo de la consumación de los siglos, refiere lo que acontecerá poco antes de ella. Dice, pues: Entonces si alguno os dijere: Mira: aquí está el Cristo, o ahí, no le creáis. Entre tanto los hace más cautos, notando el lugar; y pone las señales propias de su advenimiento y también alude a los milagros de los embaucadores. Porque no será como en su primera venida cuando apareció en Belén y en un humilde pesebre y en un punto del orbe y sin que nadie al principio se diera cuenta; sino que vendrá manifiesto y con gran esplendor, de manera que su venida no necesitará de anuncio. Y no es pequeña señal el que ya no venga encubierto, sino patente.

Advierte cómo aquí para nada se habla de la guerra (pues cuidadosamente separa lo de su advenimiento, de lo concerniente a la guerra); pero en cambio sí habla de los que intentarán engañar; de los embaucadores que en tiempo de los apóstoles embaucaron a muchos (pues dijo Jesús: Vendrán y engañarán a muchos); pero los que vendrán antes de su segundo advenimiento serán peores que aquéllos, puesto que: Obrarán señales y prodigios tan grandes que extraviarían, si ello fuera posible, aun a los elegidos. Habla aquí del Anticristo y de algunos de sus ministros. Del Anticristo dice Pablo: tras de llamarlo hombre de pecado e hijo de perdición: El advenimiento de este impío será coadyuvado por Satanás con toda suerte de portentos y señales y prodigios engañosos; y con toda suerte de seducciones perversas, en daño de los que perecen.

Observa cómo los vuelve cautos. Les dice: No salgáis al desierto ni entréis en los sótanos. No dice: Apartaos y no creáis, sino: no entréis, no salgáis. Porque habrá entonces engaño tan grande, pues se darán milagros y portentos para engañar. Habiendo así hablado de su advenimiento refiriéndose a algún lugar, habla luego de sí mismo y dice cómo va a venir. ¿Cómo vendrá? Como al estallar el rayo, fulgura de oriente a occidente, así será el advenimiento del Hijo del hombre. Pues en dondequiera que esté el cadáver ahí se congregarán las águilas. ¿En qué modo estalla el relámpago? No necesita que se le anuncie, no necesita pregonero; sino que en un instante se presentará por todo el orbe tanto a los que están sentados dentro de su casa, como a los encerrados en su recámara. Así será ese advenimiento: al mismo tiempo y en todas partes se dejará ver, a causa del fulgor de su gloria.

Añade otra señal: Donde esté el cadáver ahí se congregarán las águilas. Significa con esto los grupos de los ángeles, de los mártires y de todos los santos. A continuación pone tremendas señales. ¿Cuáles son? En seguida, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá. ¿A la tribulación de qué días se refiere? A la de los días del Anticristo y de los seudoprofetas. Pues aquella tribulación será grande, ya que habrá cantidad numerosa de engañadores. Pero no se extiende a mucho tiempo. Pues si la guerra judía se abrevió a causa de los escogidos, mucho más se abreviará esta prueba, en bien de los elegidos.

Por eso no dijo sencillamente después de la tribulación, sino: Al punto, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, porque todo sucederá casi al mismo tiempo. Los seudoprofetas y los seudocristos alborotarán a las turbas y al punto El vendrá. En ese tiempo habrá gran perturbación en el orbe. ¿Cómo acontecerá? Por un cambio en la creación. Puesto que: el sol se oscurecerá, no porque se le destruya, sino que quedará oscurecido por aquella luz del advenimiento. Y las estrellas caerán. Con razón, pues no habiendo ya noche, tampoco serían ellas útiles en adelante. Y las virtudes del cielo se tambalearán, como es obvio, al ver tan inmenso cambio. Porque si en la creación de las estrellas en tal forma sintieron escalofrío y se espantaron las dichas virtudes, pues dice la Escritura: Cuando fueron creados los astros, me alabaron con grandes voces todos los ángeles, mucho mayor escalofrío sentirán y mayor admiración cuando vean todo cambiado, y a sus consiervos sufriendo el castigo; y que todo el orbe está ante el tribunal tremendo. Desde Adán hasta esa consumación todos estarán presentes para dar razón de sus obras. ¿Cómo no han de sentir escalofrío y conmoverse las virtudes del cielo?

Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre. Es decir la cruz, más resplandeciente que el sol; puesto que el sol quedará oscurecido y escondido, mientras la cruz sobresale. Y no brillaría así si no estuviera más radiante con mucho que los rayos del sol. ¿Por qué aparecerá esta señal? Para reprimir plenamente la impudencia de los judíos. Cristo viene al tribunal trayendo consigo esta gran justificación suya que es la cruz; de modo que no mostrará únicamente las llagas, sino además su muerte ignominiosa. Entonces los pueblos llorarán. Ya no tendrán necesidad de acusador en cuanto vean la cruz. Llorarán porque ningún fruto obtuvieron de la muerte de Cristo, pues crucificaron al que debían adorar.

¿Observas en qué forma tan tremenda describe su advenimiento? ¿Ves cómo levanta el ánimo de los discípulos? Pone primero las cosas tristes; y luego, tras ellas, las buenas y alegres; y así los consuela. Juntamente trae el recuerdo de su Pasión y aun de su resurrección, y aun en forma más espléndida. Recuerda su cruz para que no se duelan ellos ni se avergüencen pues un día vendrá Jesús y la tomará como señal. Otro dice: y mirarán a aquel a quien traspasaron. Por esto llorarán las tribus, viendo que es el mismo. Y una vez que mencionó la cruz, añadió: Verán al Hijo del hombre venir, no en la cruz, sino: en las nubes del cielo con gran poder y gloria. Como si dijera: para que no por oír cruz pienses en algo triste, vendrá con gran poder y gloria.

Trae la cruz para que así quede condenado el pecado de ellos con esto mismo y por sí mismo. Como si alguno, herido con una piedra, mostrara la piedra misma o la vestidura ensangrentada. Vendrá en una nube, así como fue llevado a los cielos; y al contemplarlo llorarán las tribus. Ni quedará todo en llanto, sino que esto es para que ellos mismos sentencien y por su propia sentencia sean condenados.

Entonces despachará sus enviados para que al son de trompeta potente congreguen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, del uno al otro cabo de los cielos. Cuando oyes esto, considera el suplicio de los que queden en la tierra. Porque no sólo sufrirán aquellas penas, sino ésta además. Y así como anteriormente predijo Jesús que dirían: Bendito el que viene en el nombre del Señor así ahora dice que llorarán. Y pues les habló de ásperas guerras, para que sepan que tras de los males de esta vida les esperan los futuros tormentos, los presenta llorando y separados de los escogidos y entregados a la gehena. De modo que por aquí nuevamente levanta el ánimo de los discípulos, con indicarles de qué males tan grandes serán liberados y cuan grandes bienes disfrutarán.

Mas ¿por qué los convoca mediante los ángeles siendo así que viene tan manifiestamente? Para darles también este honor. Pablo asegura que serán levantados en las nubes. Y le mismo afirma cuando habla de la resurrección, pues dice: Bajará el Señor desde el cielo, a la orden de mando, por la voz del arcángel. De manera que en cuanto resuciten, los ángeles los congregarán; y una vez congregados, los arrebatarán las nubes. Y todo esto se verificará en un momento. Y no los llama El allá arriba, sino que El baja al sonar la trompeta.

¿Qué significan aquí la trompeta y el sonido? Se menciona para significar exaltación y alegría, y también para significar el terror y dolor de los que quedarán en la tierra. ¡Ay de nosotros en aquel día terrible! Debiendo alegrarnos al oír estas cosas, nos dolemos y descaecemos de ánimo y nos consumimos de tristeza. ¿Acaso solamente yo sufro de esta manera, y vosotros, al contrario, os alegráis al oírlas, mientras a mí me invade el temor cuando ellas se narran y lloro amargamente y gimo de lo íntimo de mi corazón? Cierto que tales cosas no me atañen, pero sí las que luego se dicen acerca de las diez vírgenes y del que enterró el talento recibido y del siervo malvado.

Lloro porque perderemos tan inmensa gloria y la esperanza de tan grandes bienes, y esto perpetuamente y para siempre; y sin embargo, a pesar de todo, tan poco empeño ponemos. Si el trabajo fuera duro; si la ley fuera pesada, aun así sería conveniente empeñarnos. Pero, en fin, parecería que muchos de los desidiosos tendrían alguna excusa; excusa fría, pero aparentemente razonable en la dificultad de los preceptos y en ser mucho el trabajo y el tiempo muy largo y la carga intolerable. Pero en nuestro caso, nada de eso podemos alegar en disculpa de lo que en aquel día nos atribulará más que la misma gehena, cuando hayamos perdido el reino y los bienes inefables, todo por no sufrir brevísimo tiempo y ciertamente con muy poco trabajo. El tiempo de verdad es corto y el trabajo módico; y a pesar de todo perdemos alientos y decaemos de ánimo.

Aquí en la tierra combates y en el cielo está tu corona; te atormentan los hombres, pero te honra Dios; corres durante un par de días y recibes el premio para siglos infinitos; la lucha es en cuerpo corruptible y el honor del triunfo es incorruptible. Pero además conviene considerar que, aun cuando no querramos padecer un poco por Cristo de todos modos algo tenemos que padecer. Al fin y al cabo, no porque no mueras por Cristo ya por eso eres inmortal; ni porque no des tus dineros por Cristo ya por eso los llevarás contigo cuando mueras. Te pide El lo que aún cuando no te lo pidiera tendrías que darlo, puesto que eres mortal. Quiere El que tú voluntariamente hagas lo que al fin por necesidad tendrás que hacer. Lo único que anhela es que lo hagas por El, pues que todas las cosas sean contingentes y transitorias sucede por ley natural.

¿Adviertes cuan fácil es el certamen? Te dice: Lo que de todos modos has de padecer, padécelo por mí: añádele esto sólo y yo lo tomo como idóneo servicio. El oro que habías de poner en usura con otro, ponlo conmigo con mayor seguridad y ganancia. Ese tu cuerpo que vas a inscribir en una milicia a favor de otro, inscríbelo en la mía: yo excederé con mucho a todos tus trabajos por la grandeza de la recompensa. Tratándose de los demás, siempre buscas tú al que mejor paga en los préstamos, en las empresas, en mil cosas ¿y solamente excluyes a Cristo, quien precisamente paga infinitamente más que todos los otros? Pero ¿qué guerra es ésta o qué enemistad? ¿Cómo podrás tener excusa o perdón en esas cosas en que prefieres unos hombres a otros y en cambio no quieres anteponer a los hombres ni siquiera a Dios?

¿Para qué entregas tus tesoros a la tierra? Pónlos en mis manos, te dice. ¿No te parece más seguro que el hoyo en la tierra el Señor mismo de la tierra? La tierra te devuelve el tesoro que en ella depositaste, aunque no siempre; mientras que Dios incluso te paga por guardártelo. Y lo hace porque excesivamente nos ama. De modo que si quieres prestarle a rédito, está a punto. Si quieres sembrar, El recibe la semilla. Si quieres construir, te atrae hacia sí diciendo: Construye tu mansión acá en mi predio. ¿Por qué te apresuras a ir a hombres pobres, a hombres que andan pidiendo limosna? Corre hacia Dios, quien por pocas cosas te dará otras grandes.

Y sin embargo, cosas son éstas que no queremos ni siquiera oírlas, sino que a toda prisa nos vamos a donde hay guerras, batallas, querellas de todo género, riñas y falsas acusaciones. Entonces ¿acaso no es muy justo que se nos castigue y se nos aparte cuando El para todo se ofrece y nosotros lo rechazamos? Nadie habrá que no lo afirme. Porque El te dice: Si anhelas decoro, toma mi decoro; si quieres armas, toma mis armas; si quieres vestidos, toma mis vestiduras; si quieres alimentos, ven a mi mesa; si caminar, toma mi senda; si recibir herencia, recibe mi herencia; si entrar en la patria, entra en la ciudad de la que yo soy el artífice y fundador; si quieres construirte una mansión, constrúyela en mis tabernáculos. Yo por todo lo que te dé, no voy a pedirte recompensa ni paga: más aún, por el hecho mismo me declaro tu deudor, si es que quieres usar de todos mis haberes.

¿Qué hay igual a semejante liberalidad? Yo soy padre, Yo soy hermano, Yo soy esposo, soy mansión, soy alimento, soy vestido, soy raíz, soy fundamento, soy todo cuanto anhelas: en consecuencia, no andes falto de cosa alguna. Incluso me pondré a tu servicio, pues vine a servir y no a ser servido. Yo soy amigo, miembro, cabeza, hermano, hermana, madre: Yo lo soy todo. Lo único que te pido es que seas mi amigo. Yo, pobre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado por ti, en el cielo por ti suplico al Padre y vine a la tierra para rogar por ti al Padre. Y tú eres para mí todo: hermano, coheredero, amigo, miembro mío. ¿Qué más deseas? ¿por qué huyes de quien tanto te ama? ¿Por qué te afanas para este mundo? ¿Por qué echas agua en toneles sin fondo? Porque eso es trabajar para esta vida.

¿Por qué azotas el fuego y por qué hieres los vientos? ¿para qué corres en vano? ¿Acaso no tiene cada arte su finalidad propia? Esto a todos es manifiesto. Pues bien: ¡muéstrame la finalidad de los empeños de este siglo! No podrás. Porque: Vanidad de vanidades, todas las cosas vanidad. Vamos a los sepulcros. ¡Muéstrame aquí al padre! ¡muéstrame a la esposa! ¿Dónde está el que se cubría de doradas vestiduras? ¿el que asentaba en carruaje? ¿el que poseía ejércitos y talabarte y pregoneros? ¿el que a otros condenaba a muerte o los encarcelaba? ¿el que daba muerte o libraba de ella a quienes bien le parecía? Yo no veo sino osamentas, gusanos, arañas. De modo que todo aquello era tierra, era fábula, era ensueño, era sombra, era cuento y cosa pintada. Y ni aun pintada. Porque las pinturas nos representan las cosas a lo menos en imagen; pero en lo mundano, ni en imagen.

Y ojalá terminaran aquí todos los males. Pero no. Honores, placeres, glorias, son sólo sombra y palabras vanas. En cambio las consecuencias no son sólo sombras, no son sólo palabras vanas. Es algo que permanece y que irá con nosotros a la otra vida y todos lo conocerán: rapiñas, avaricia, fornicaciones, adulterios y mil otras miserias semejantes no serán polvo ni simples imágenes, sino que estarán escritas en los cielos, ya sean palabras ya obras. Y ¿con qué ojos veremos a Cristo? Si nadie puede ver a su padre cuando es consciente de haberle faltado ¿cómo podremos entonces ver ni la vista tolerar de aquel que es de mayor mansedumbre que un padre?

Porque tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo y sufrir un minucioso examen de todo. Y si alguno no cree en ese juicio futuro, observe lo que acá en el mundo se practica. Mire a los que están en la cárcel, a los que yacen en el estiércol, como Job; mire a los posesos, a los locos, a los enfermos incurables, a los que luchan con la perpetua pobreza, a los agotados por la inedia, a los que ha herido algún duelo inmenso, a los que viven cautivos. Ciertamente no sufrirían ellos tales cosas, si no esperara el castigo y el suplicio a los demás que cometieron los mismos pecados. Si éstos acá nada han sufrido, esto mismo te debe ser señal de que algo les queda para más allá de la partida de este mundo.

En verdad que el Señor, pues es Dios de todos, no habría castigado a unos, mientras que a otros que cometieron los mismos pecados, y aún más graves, los habría dejado impunes, si no les hubiera de imponer más allá de la vida alguna pena. En consecuencia, por estos argumentos y ejemplos, humillémonos; y quienes no creían en el juicio, crean ahora y mejoren sus costumbres, a fin de que habiendo llevado todos una vida digna del reino de los cielos, consigamos los bienes futuros, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

CXLIII


77

HOMILÍA LXXVII (LXXVIII)

Aprended una comparación tomada de la higuera. Cuando reverdecen sus ramas y brotan sus hojas, conocéis que se acerca el verano. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, advertid que está ya cerca, a la puerta (Mt 24,32-33).

PUESTO QUE Cristo dijo: Enseguida de la tribulación de aquellos días; y los discípulos deseaban saber tras de cuánto tiempo se realizaría y anhelaban conocer el día, el Señor les pone el ejemplo de la higuera, declarándoles así que no sería largo el intervalo ni sería mucho después su venida. Así lo significa por medio de la parábola ésta y después por otras expresiones, como cuando dice: Sabed que está ya cerca y a la puerta.

Predice además con esto un verano espiritual y una tranquilidad que habrá en ese día para los justos, tras del oleaje de la vida presente. En cambio, para los pecadores significa al contrario un invierno que se seguirá después del verano, al decir que el día aquel les llegaría mientras estuvieran entregados a los placeres. Mas no puso el ejemplo de la higuera únicamente para significar el tiempo, pues podía haberlo significado de otro modo; sino para confirmar por este camino que el suceso en absoluto tendría lugar. Pues así como es necesario que la higuera se desarrolle en esa forma, así lo es que el advenimiento se realice.

Cuando quiere Jesús declarar que una cosa en absoluto se realizará, trae ejemplo de las leyes necesarias de la naturaleza; y esto lo hace no sólo El, sino también Pablo, su bienaventurada imitador. Hablando de la resurrección dice Jesús: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, permanece él solo. Mas si muere, produce abundante fruto. Enseñado por aquí el bienaventurado Pablo, usa del mismo ejemplo al hablar a los corintios así mismo de la resurrección. Pues les dice: ¡Necio! Lo que tú siembras no cobra vida si antes no muere.

Luego, con el objeto de que no le preguntaran enseguida y al punto cuándo se verificaría su advenimiento, les trae a la memoria Jesús lo que ya antes les había dicho: En verdad os digo que no pasará esta generación sin que suceda esto. -Esto: pregunto ¿qué encierra en ese esto? Lo tocante a Jerusalén, o sea guerras, hambre, peste, terremotos, seudocristos y seudoprofetas, predicación universal del Evangelio, sediciones, alborotos, y todo lo demás que ya dijimos que había de acontecer hasta el tiempo de su advenimiento.

Pero entonces ¿cómo dice: Esta generación? No habla de los que entonces vivirán, sino de la generación de los fieles; porque suele la Escritura designar a veces con la palabra generación no solamente el tiempo, sino también la religión, la piedad y todo género de vida. Como cuando dice: Esta es la generación de los que buscan al Señor? De modo que aquí significa de nuevo lo que más arriba decía: Es necesario que todo esto se cumpla; y también: Será anunciado el evangelio. Es decir: esto sucederá sin falta, y la generación de los fieles permanecerá incólume y no deshecha por ninguna de las calamidades dichas.

Aun Jerusalén perecerá, y gran parte de los judíos será borrada de sobre la haz de la tierra; pero a esta generación nada la vencerá; ni el hambre, ni la peste, ni los terremotos, ni las turbulencias de las guerras, ni los seudocristos, ni los seudoprofetas, ni los embaucadores, ni los traidores, ni los que causan escándalo, ni los falsos hermanos, ni ningunas otras pruebas semejantes. Y enseguida, para infundirles mayor confianza, dice: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Como quien dice: Más fácil es que los elementos, tan firmes e inconmovibles, desaparezcan, que el que mis palabras dejen de cumplirse en lo más mínimo. Quien contradiga esto, que examine cuidadosamente todo; y una vez que lo encuentre (y sin duda alguna lo encontrará verdadero), crea en lo futuro, por la veracidad de los acontecimientos ya pasados. Examínelo todo cuidadosamente y verá cómo la realización de los sucesos confirma la veracidad de la profecía.

Y trajo a colación los elementos, así para significar que la Iglesia es más excelente que el cielo material y que la tierra, como también para dar a entender que es el Señor y Creador del universo. Y pues habló de la consumación de los siglos, cosa que muchos no creen, trajo al medio el cielo y la tierra, demostrando así su inefable poder y declarándose omnipotente Señor del universo, y haciendo, por este medio, fidedignas sus palabras aun a los más incrédulos. Pero en cuanto al día y a la hora, nadie conoce nada ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre A Con decir: Ni los ángeles, contiene a los discípulos para que no quieran saber lo que aún los ángeles ignoran.

Ni el Hijo. Con esto les prohíbe no solamente saberlo, pero aun preguntarlo. Con qué intención lo dijera, velo por la manera con que después de la resurrección, cuando los vio demasiado cuidadosos y curiosos en esto, los reprimió. Ahora les indica muchas y variadas señales de su venida. Entonces en cambio solamente les dijo: No os incumbe a vosotros conocer los tiempos y circunstancias. Y para que no dijeran: porque dudamos se nos hace menos y no somos dignos de saberlo, añadió: Que el Padre con su autoridad se ha reservado. Gran cuidado tuvo Jesús en honrar a sus discípulos y en nada ocultarles. Por eso atribuye esa ciencia a solo el Padre, dándoles a entender que se trata de una cosa tremenda, y prohibiéndoles preguntar acerca de ella.

Si no es este el sentido y de verdad el Hijo lo ignora ¿cuándo lo sabrá? ¿acaso al mismo tiempo que nosotros? ¿Quién puede afirmar tal cosa? El al Padre lo conoce claramente; y tan claramente como el Padre conoce al Hijo. ¿Y va el Hijo a ignorar el día aquel? Además: El Espíritu todo lo sondea, aun los abismos de Diosfi y en cambio el Hijo ¿no conocerá ni siquiera el día del juicio? Sabe ciertamente cómo ha de juzgar y conoce los secretos de todos ¿y va a ignorar lo que es de menos importancia? Si todo fue hecho por El y ni una sola cosa de cuantas existen ha llegado a la existencia sin él. ¿cómo va a ignorar el día aquel? Quien hizo los siglos, sin duda también constituyó los tiempos y también ese día. Entonces ¿cómo puede ignorar lo que El mismo hizo?

Vosotros aseguráis que conocéis su substancia; y en cambio queréis que el Hijo no sepa ni el día aquel del juicio, siendo así que permanece El en el seno del Padre; y siendo así que mucho mayor es el conocimiento de dicha substancia que el del día del juicio; y más aún siendo aquel conocimiento en infinito mayor que este otro. Entonces ¿con qué razón os atribuís vosotros el conocimiento de lo que es mayor, y al Hijo no le concedéis ni lo que es menos; al Hijo: En quien se hallan encerrados todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia?

La realidad es que ni vosotros conocéis la substancia de Dios, aun cuando locamente lo afirméis millares de veces, ni el Hijo ignora el día del juicio, sino que lo conoce muy bien. Por esto, habiendo comunicado a sus discípulos todo lo demás, o sea los tiempos y circunstancias, y habiéndolos llevado como quien dice hasta la puerta misma (pues El afirmó: cercano está y a la puerta), sin embargo calló el día. Como si dijera: Pero si me preguntas el día y la hora precisa, no lo oirás de Mí. En cambio, si me preguntas el tiempo y circunstancias del comienzo, nada te ocultaré, sino que todo te lo diré con exactitud. Por muchos caminos os he demostrado que no ignoro ese día. Además, os he declarado el intervalo que habrá y lo que sucederá; y aun cuan largo será ese intervalo, desde ahora hasta ese día. Porque esto significó la parábola de la higuera. De modo que te conduje hasta la puerta misma. Y si no te la he abierto, ha sido para utilidad tuya.

Y para que por otro camino veas que no he callado por ignorancia, advierte cómo además de las dichas señales, voy a añadir una más: Como sucedió en tiempo de Noé, así acontecerá en el advenimiento del Hijo del hombre. Como en aquellos días comían y bebían y tomaban esposa y enmaridaban, hasta el día en que entró Noé en el arca. Y no se dieron cuenta hasta que sobrevino el diluvio y los acabó a todos, así sucederá en el advenimiento del Hijo del hombre. Declaró con esto que llegaría inesperada y repentinamente, mientras muchos estarían entregados a sus placeres.

Pablo también lo dijo de esta manera: Cuando digan: ¡Paz y seguridad! entonces de improviso los asaltará el exterminio. Y declarando que semejante exterminio será inesperado, añadía: Como los dolores a una mujer que está encinta. Pero entonces ¿por qué dice: Tras de la tribulación de aquellos días? Si habrá placeres y paz como dice Pablo ¿cómo acá dice el Señor: Tras de la tribulación de aquellos días? Si hay placeres ¿cómo hay tribulación? Habrá placeres y paz para los insensatos. Por eso no dijo: Cuando habrá paz, sino: Cuando digan: ¡Paz y seguridad! declarando así la insensatez de ellos, como insensatos eran los que en tiempo de Noé se entregaban a los placeres en medio de tan graves desgracias.

No procedían así los justos. Estaban éstos en angustias y tribulaciones. Por aquí se da a entender que cuando venga el Anticristo se entregarán con mayor ansia a sus vergonzosos placeres los impíos y los que ya desesperaron de su salvación. Entonces habrá glotonería, banquetes y embriagueces. Por lo cual usa Cristo de un ejemplo adecuado. Pues así como al tiempo en que se fabricaba el arca, los hombres no creían en el diluvio; pues aunque el arca a la vista ya prenunciaba males futuros, ellos la veían y continuaban en sus placeres como si ningún mal futuro los amenazara, así ahora, vendrá el Anticristo y se seguirá la consumación y los castigos en la consumación y los suplicios intolerables. Pero los que se hallen ebrios de iniquidad ni siquiera sentirán el temor de las cosas que van a venir. Por lo cual dijo Pablo: Como los dolores de la mujer que está encinta: así los alcanzarán los tremendos y no tolerables sucesos.

Mas ¿por qué no se refirió a las calamidades de los sodomitas? Quería proponer un ejemplo que abarcara a todo el mundo; ejemplo que, aun predicho, no era creído. Como muchos no creen en lo futuro, lo confirma con el pasado, para así conmoverles el ánimo. Además, por el ejemplo demuestra que también lo pasado fue obra suya. Luego les da otra señal. De modo que por todas ellas se demuestra que no ignoraba el día del juicio: ¿Cuál es esa señal? Entonces estarán dos en el campo, uno será tomado y otro será dejado. Estarán dos mujeres moliendo en el molino. Una será tomada y otra será dejada. Estad pues en vela, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor. Todo esto demuestra que no ignoraba El el día y que solamente quería apartar a los discípulos de hacerle preguntas acerca de eso. Por esto dijo: En los días de Noé; y también: Estarán dos en el campo, significando que vendrá inesperadamente y estando ellos descuidados. Añade: Y dos moliendo, que igualmente significa la ausencia de solicitudes. Y lo mismo significan los siervos y los señores que se toman y se dejan; los descansados y los afligidos; los de una dignidad y los de otra; como también lo dice el Antiguo Testamento: Desde el que se sienta en el trono hasta la esclava que está al molino

Y pues había dicho que los ricos difícilmente se salvan, declara ahora que ni todos ellos perecerán ni todos los pobres se salvarán; sino que de ambas clases unos se salvan y otros perecen. A mí me parece que el Señor significa que su venida será de noche. Esto lo dice también Lucas (Lc 17,34). ¿Adviertes cómo el Hijo conoce todo exactamente? Mas con el objeto de que ellos no pregunten, añade: Vigilad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor. Y no dijo: Yo no sé, sino: No sabéis. De modo que habiéndolos llevado casi hasta el momento mismo del juicio y hécholos presentes a él, los aparta de más preguntar, porque quiere que continuamente estén solícitos.

Por esto les dice: Estad en vela, con lo que declara que fue este el motivo por el que no quiso decirles el día. Una cosa sabed: que si el padre de familia supiera a qué hora vendría el ladrón, sin duda estaría en vela y no consentiría que taladraran las paredes de su casa. Por consiguiente, estad en vela vosotros y dispuestos, porque a la hora que no sospecháis vendrá el Hijo del hombre. Dice: En la hora que no sospecháis, para que estén en vela y empeñosos en el ejercicio de la virtud. Quiere decir que si los hombres supieran cuándo han de morir, la mayor parte de ellos cuidaría con diligencia de esa hora.

Con el objeto, pues, de que no anduvieran solícitos solamente de esa hora, no quiso declarar ni el día del juicio común a todos, ni la hora destinada para cada cual, de modo que continuamente estuvieran a la espera y continuamente vivieran en el empeño de la virtud. Tal fue el motivo de dejar incierto el término de la vida de cada cual. Además, abiertamente se llama Señor, cosa que nunca tan claramente había declarado. Por mi parte, me parece que aquí reprende a los desidiosos que no muestran en el cuidado de la salvación de su alma ni siquiera tanto empeño como el que tienen en guardar sus dineros, los que temen a los ladrones. Porque éstos, si sospechan el asalto, vigilan y no permiten que se les lleve algo de lo que mantienen oculto; mientras que vosotros, aun sabiendo que llegará aquel día, dice Jesús, no vigiláis ni estáis preparados, no sea que os acontezca salir de este mundo sin preparación. Vendrá, pues, aquel día para ruina de los descuidados y dormidos. En consecuencia, así como el padre de familias, si supiera a qué hora iba a venir el ladrón, evitaría el hurto, así vosotros, si estuviereis preparados, evitaríais el daño.

Como había hecho mención del juicio, torna su discurso a los doctores y habla de los castigos y los premios; y comienza por los buenos y lo cierra con los perversos. Así termina poniendo temor a todos. Comienza, pues, diciendo: ¿Quién es el siervo fiel y prudente al que su Señor lo constituyó mayordomo de sus criados, para que a su tiempo les repartiera el sustento? Dichoso aquel siervo al que, cuando viniere su Señor, lo encuentre cumpliendo así su deber. En verdad os digo: Lo constituirá administrador de toda su hacienda. Pregunto yo: ¿son estas palabras propias de quien ignora el día? Si tú afirmas que lo ignora porque dijo: No lo sabe ni el Hijo ¿qué dirás cuando oigas: Quién es, pues?

¿Dirás que lo pregunta porque lo ignora? ¡Lejos tal cosa! Ni un loco diría eso; aun cuando en el primer caso podemos señalar el motivo y no en este otro. Y cuando dice: Pedro, ¿me amas? ¿acaso lo ignoraba? ¿Lo ignoraba cuando dijo: En dónde lo habéis colocado? Más aún: encontramos que también el Padre se expresa así, pues dice: ¡Adán! ¿en dónde estás? Y también: Grande es el clamor de Sodoma y Gomorra y su pecado es gravísimo. Voy a bajar a ver si han hecho realmente o no según el clamor que ha llegado hasta mí: debo saberlo. Y en otra parte dice: Por si acaso oyen, por si acaso entienden. Y en el evangelio: Quizá respetarán a mi hijo.

Todas fueron palabras de quien ignora. Pero no las dijo porque ignorara, sino mirando al bien de los interesados.

En efecto: en lo de Adán fue para inducirlo a pedir perdón, una vez que había pecado. En los sodomitas, para enseñarnos que no hemos de sentenciar antes de examinar las cosas. En lo del profeta, habla así para que no vayan a pensar los ignorantes que la predicción implica la necesidad de no obedecer. En la parábola del evangelio, para declarar cómo debían proceder y que debían ellos respetar al Hijo. Y aquí habla así para que ya no investiguen curiosamente; y para declarar que es caso raro y precioso el dar con semejante siervo. Advierte cuán grande ignorancia significarían tales palabras, si el Señor pusiera al frente de sus negocios a un administrador a quien no conociera. Lo conoce y lo llama dichoso, pues dice: Bienaventurado ese siervo. Y no indica quién sea, pues dice: ¿Quién es aquel a quien constituirá mayordomo su Señor? Y también: Bienaventurado aquel a quien encontrare procediendo así.

Y esto lo dice no únicamente en referencia a los dineros, sino también a la palabra y a la virtud y a los dones y a la administración a cada cual encomendada. También a los magistrados les viene muy bien esta parábola. Porque debe cada cual traer a común utilidad todo lo personal suyo. Ya tengas sabiduría, ya poder, ya riquezas o cualquier otra cosa, que ella no sirva para daño de tus consiervos o ruina tuya. Por eso el amo requiere en el mayordomo la prudencia y la fidelidad. Es porque el pecado trae su origen en una locura. Y lo llama fiel porque no se apropia de cosa alguna de su Señor para su uso particular ni tampoco la dilapida tontamente. Lo llama prudente porque administra de modo conveniente lo que se le ha confiado.

A nosotros ambas virtudes nos son necesarias para que ni robemos ni nos apropiemos lo que al amo pertenece, sino que lo administremos de manera conveniente. Si una virtud falla, también la otra falla. Si el siervo es fiel y no roba, pero gasta los bienes de su Señor vana e inútilmente, grande falta comete. Si sabe administrar correctamente, pero roba, también comete un no leve pecado. Oigamos esto los adinerados. Pues no habla Jesús únicamente a los doctores, sino también a los ricos. A ambos se les han entregado riquezas: a los doctores las que son más necesarias; a vosotros los ricos, las que son de menos valor. Si mientras los doctores dilapidan las que son de mayor precio, vosotros no queréis mostraros generosos ni en las cosas de menos valor; o más aún ni siquiera liberales, sino únicamente agradecidos (pues al fin y al cabo dais de lo ajeno) ¿qué defensa os queda?

Pero oigamos el premio de quienes bien proceden, antes que el castigo de los que proceden perversamente. En verdad os digo, lo constituirá administrador de todos sus bienes. ¿Qué honor habrá que a éste se iguale? ¿qué discurso puede llegar a la altura de dignidad semejante o de semejante bienaventuranza, cuando el Rey de los cielos, a quien todo pertenece, constituirá al hombre administrador de todos sus bienes? Por lo cual, llama prudente a tal siervo, pues ha sabido no abandonar lo grande por lo mínimo; sino que, habiéndose acá manejado con templanza, consiguió el cielo.

Después, como siempre lo hace, corrige al oyente no por los premios preparados para los buenos, sino por la amenaza de las penas preparadas para los perversos. Por eso continúa: Mas si el siervo fuere perverso y dijere para sus adentros: Mi Señor tarda en regresar; y comenzare a golpear a sus consiervos y a comer y beber con los ebrios, vendrá el Señor de ese siervo en el día que menos lo espera y en la hora que no sabe y lo partirá por medio, y le hará correr el destino de los impostores. Ahí será el llanto y el rechinar de dientes.

Si alguno objetara y dijera: ¿Adviertes los pensamientos que se le engendran al siervo por causa de ignorar el día del juicio? Porque dice: Mi Señor tarda en regresar. Le responderemos que eso le acontece al siervo no porque ignore el día, sino porque él es perverso. Puesto que ¿por qué al prudente y fiel no se le engendraron? ¿Por qué, oh miserable siervo, te imaginaste que pues tu Señor tardaba, sin duda que nunca vendría? ¿Por qué no anduviste solícito? Por aquí entendemos que en realidad el Señor no se tarda: eso es pensamiento y juicio que se forma el siervo perverso. Por eso se le imputa a pecado.

Que el Señor no se tarde, oye cómo lo dice Pablo: El Señor está cerca. No tengáis solicitudes. Y también: El que ha de venir vendrá y no tardará. Por tu parte, escucha lo que sigue; y advierte con cuánta frecuencia trae el Señor a la memoria esa ignorancia del día del juicio, demostrando con esto cuan útil es ella a los siervos; y que es suficiente para levantarles el ánimo y tenerlos en vela. Pero ¿qué decir si algunos ningún provecho han sacado de eso? Pues esos tales ni con los demás auxilios han aprovechado; pero Cristo no cesa de poner de su parte lo que le toca.

Preguntarás qué hay en lo que sigue. Dice: Vendrá en el día en que menos lo espera, y a la hora que no sabe, y le impondrá el supremo castigo. ¿Adviertes cómo repite esto por todas partes y demuestra la utilidad de ignorar el día y por este medio los torna perpetuamente solícitos? Porque continuamente cuida de esto: que estemos en vela. Y como siempre pecamos cuando llevamos una vida agradable, mientras que las aflicciones y trabajos nos vuelven a El, en todas partes nos recuerda que cuando andemos desidiosos se nos echarán encima los males. Así como antes declaró lo mismo con el ejemplo de Noé, así ahora dice aquí: Cuando el siervo se embriaga, cuando azota a sus consiervos, entonces el castigo es intolerable Pero no nos fijemos exclusivamente en el suplicio que a tal siervo se le prepara, sino también en su comportamiento, no sea que también nosotros nos portemos como él sin darnos cuenta.

Porque son semejantes a este siervo los que tienen dinero pero no dan limosna a los pobres. También tú eres solamente administrador de tus haberes, no menos que quien administra los bienes de la Iglesia. Pues así como éste no puede a su antojo disipar lo que vosotros le habéis dado para los pobres, puesto que se ha dado para alimento de los necesitados, así tú tampoco. Pues aun cuando hayas recibido tus bienes como herencia paterna y de ahí provenga cuanto posees, sin embargo todo eso pertenece a Dios. Cosa clara es que tú anhelas que lo que diste se administre cuidadosamente. ¿Y no piensas que Dios con mayor fuerza exigirá lo que le pertenece, sino que soportará que lo dilapidemos? No van las cosas por ese camino ¡no, por cierto! Porque Dios dejó en tus manos esos bienes para que tú alimentes a los pobres a su tiempo debido. ¿Qué significa: A su tiempo debido? Quiere decir cuando lo requieren los hambrientos, los necesitados. Así como tú diste a tu consiervo para que él lo administre, así Dios quiere que tú lo administres de modo conveniente. Por eso, pudiendo él quitártelo, te lo ha dejado; para que tengas oportunidad de ejercitar la virtud. Cuidando él de que necesitemos unos de otros, hace más fervorosa y activa nuestra caridad. Pero tú, tras de haber recibido esos bienes, no sólo no le das a tu consiervo, sino que encima de eso lo azotas. Si ya el no dar es culpa ¿qué perdón merecerá quien además de no dar colma de azotes?

Paréceme que esto lo dice por los querellosos y los ladrones, acusándolos con vehemencia de que cargan de azotes a quienes debían alimentar. Y creo que también deja entender a los que viven entre placeres. Dice en la parábola: Si come y bebe con los ebrios, dando a entender la glotonería. No recibiste tus bienes para darte a los placeres, sino para que hagas limosnas. ¿Crees que te pertenece lo que tienes? Son bienes de los pobres que te han sido encomendados, aun cuando sean tu herencia paterna; aun cuando con justos trabajos los hayas adquirido. ¿Acaso no pudo Dios quitártelos? Pero no te los quita para que puedas ejercitar tu liberalidad con los pobres.

Considera cómo en todas las parábolas castiga a quienes no usaron de sus bienes para alimentar a los necesitados. La vírgenes fatuas no robaron lo ajeno; pero no dieron de lo suyo; tampoco el que enterró el talento se apoderó de lo ajeno, pero no lo duplicó; ni son castigados los que descuidan a los necesitados, por haber robado lo ajeno, sino porque no distribuyeron de lo suyo. Exactamente como el siervo de esta parábola. Oigamos esto todos cuantos nos damos a las comilonas, cuantos derrochamos el dinero en cenas abundantes, dinero que no es nuestro sino de los pobres. No creas que por haberte concedido por una altísima misericordia que pudieras darlo como si fuera tuyo, ya es tuyo. Te lo dio Dios prestado, para que pudieras hacer el bien. No pienses pues que das de lo tuyo cuando simplemente le das a El lo que es suyo.

Si tú pones a rédito algo tuyo, para que el otro pueda viajar y lograr algunas ganancias ¿dirías que ya por eso tus dineros le pertenecen? Dios te dio los dineros para que compres el cielo. No abuses, pues, de la grandeza de su benignidad ni te muestres ingrato en eso mismo para con El. Considera cuan deseable era encontrar, después del bautismo, un nuevo camino para obtener el perdón de los pecados. Si Dios no hubiera ordenado: Da limosna, cuántos hombres dirían: ¡ojalá pudiéramos redimirnos con nuestros dineros de los castigos futuros! Pero como sí se puede, permanecen inertes, tendidos por tierra.

Dirás: Ya doy limosna. Pero ¿cuánto fue lo que diste? Porque aún no has dado igual a lo que aquella mujer del evangelio dio con sus dos óbolos. No has dado ni la mitad. Más aún, ni una mínima parte, en comparación con lo que ella dio, sino que derrochas en muchas cosas inútiles, en banquetes, en embriagueces, en glotonerías inmensas; unas veces invitando y otras invitado; unas veces despilfarrando tú y otras obligando a otros a despilfarrar. De modo que te preparas un doble castigo: uno por haber hecho lo que haces y otro por lo que otros por consejo tuyo hicieron.

Advierte cómo el siervo de esta parábola fue acusado de lo mismo que tú perpetras. Pues dice: Comió y bebió con los ebrios. Porque el Señor castigará no sólo a los ebrios, sino también a sus compañeros de embriaguez. Y con razón; puesto que se pierden a sí mismos y descuidan la salvación de sus prójimos. Y nada aira a Dios tanto como el que descuidemos la salvación del prójimo. Por esto, para manifestar su ira ordena que el siervo sea partido por medio. Por la misma razón dijo que el distintivo de sus discípulos era la caridad, pues es esencial que quien ama, cuide de los intereses de la persona amada.

Caminemos por esta senda, puesto que ésta sobre todo conduce al cielo, hace imitadores de Cristo, asemeja a Dios. Mira, por consiguiente, cuan necesarias te son las virtudes dichas, que habitan a la vera de este camino. Si te parece, examinémoslas con mayor atención y diligencia y sentenciemos conforme al beneplácito divino. Sean, pues, dos los caminos para una vida excelente; de los cuales el uno hace del caminante simplemente un hombre probo y otro que además lo hace también al prójimo. Veamos ahora cuál es más perfecto y cuál nos conduce a la cumbre de la virtud. El camino que sólo cuida del bien personal frecuentemente es culpado por Pablo; y cuando digo por Pablo, entiendo por Cristo; mientras que el otro que cuida de los intereses del prójimo, se adorna con más coronas.

¿En dónde? Oye cómo se expresa ya de un modo, ya de otro: Nadie busque su propio interés, sino el bien del prójimo. ¿Ves cómo rechazó un camino y aprobó el otro? Y también dice: Cada uno de nosotros mire de complacer al prójimo, buscando su bien y su edificación. Y continúa ahí mismo con una alabanza inefable, unida a una exhortación: Pues Cristo no se complació a sí mismo. Bastaría con esas sentencias para atribuir la victoria. Pero para que sea más completa y abundante, veamos de entre las buenas obras cuáles se terminan en nosotros y cuáles pasan a los prójimos.

Ayunar, dormir en el suelo, guardar virginidad y continencia son obras buenas, útiles para quienes las practican. Pero las que pasan a los prójimos son la limosna, la enseñanza, la caridad. Pues bien: también aquí escucha a Pablo que dice: Si distribuyere todo lo que poseo en alimento para los pobres; si entregare mi cuerpo a las llamas y las llamas me consumieran, mas no tuviera caridad, de nada me serviría. ¿Adviertes cómo la caridad es por sí misma ensalzada y coronada?

Pero si te place, por tercera vez entremos en certamen. Pongamos de esta parte a uno que ayuna, que guarda la castidad, que padece el martirio, que sea quemado en la hoguera; y en esta otra a uno que ayuda a los prójimos y por ayudarlos difiere el martirio, ni solamente lo difiere, sino que muere sin él. ¿Cuál de los dos, después de su muerte, será más excelente? No son aquí necesarios largos discursos ni muchos rodeos de palabras. Presente se halla el bienaventurado Pablo, que dará la sentencia. Dice: Morir y estar con Cristo es mejor; pero quedar acá en la carne por vosotros es más necesario.

¿Oyes cómo estima él en más la edificación del prójimo que el irse a Cristo? Pues hacer la voluntad de Cristo es sobre todo estar con Cristo; y la voluntad de Cristo es antes que nada que cuides de la salvación del prójimo. ¿Quieres que te traiga una cuarta confirmación? Dice Jesús: Pedro, si me amas apacienta mis ovejas.- Y como por tercera vez le preguntara lo mismo, esto dijo ser argumento de amor. Y no dijo únicamente esto para los prelados, sino también a cada uno de nosotros, a quienes ha confiado aun un pequeñísimo rebaño. No porque sea pequeño lo vayas a descuidar. Pues dice Jesús: Mi Padre se ha complacido en ellos.

Cada uno de nosotros tiene alguna oveja. A ésta llevémosla a pastos convenientes. El esposo, en levantándose del lecho, no busque otra cosa, sino qué hará o qué dirá para llevar su familia a un aumento de piedad. La esposa cuide del hogar; pero aparte de eso, tenga otra más necesaria solicitud, como es ver que la familia proceda practicando lo tocante al reino de los cielos. Si en los negocios seculares, aun antes de cuidar de lo doméstico, cuidamos de desempeñar lo que toca al público servicio, con el objeto de que no por descuidarlo se nos maltrate y desuelle y se nos lleve al tribunal y quedemos en gran manera deshonrados, mucho más debemos proceder de igual modo en las cosas espirituales, de manera que ante todo se cumpla con lo que al Rey del universo, a Dios, se debe, para no ser conducidos a donde hay rechinar de dientes.

Cultivemos estas virtudes que son para nosotros saludables y para el prójimo sumamente útiles. Tales son la limosna, la oración. Más aún ésta que aquélla, pues aquélla toma de ésta alas y fuerzas. Porque dice la Escritura: Tus oraciones y tus limosnas han subido como sacrificio memorial al trono de Dios. Ni solamente la oración, sino que también el ayuno de aquélla toma su fuerza. Si ayunas pero no haces limosna, no se te cuenta el ayuno. Un hombre así, resulta peor que el glotón y el ebrio; y tanto peor cuanto es peor la crueldad que el placer.

Mas ¿para qué referirme al ayuno? Aun cuando guardes castidad, aunque guardes virginidad, si no haces limosna, estarás fuera del tálamo del Esposo. Y eso que ¿qué habrá que iguale a la virginidad, que a causa de su eminente excelencia ni en el Nuevo Testamento se estableció como ley? Pues bien: aun ella queda fuera del tálamo si no va junta con la limosna. Si aquellas vírgenes fatuas, por no haberla cultivado con generosidad, son arrojadas fuera ¿quién que no la lleve podrá conseguir el perdón?: ¡Nadie, en verdad; sino que, quien no la lleve, necesariamente perecerá sin remedio!

Aun en lo secular, nadie vive para sí solo; sino que el artífice, el soldado, el agricultor, el mercader, se entregan a sus oficios para acarrear utilidad y comodidades al público. Pues mucho más debe practicarse esto en lo espiritual. Esto es vivir en plenitud. Por el contrario, quien vive para sí solo y descuida a los demás, es un ser inútil que está de sobra y no es hombre ni pertenece a nuestro linaje. Pero ¿qué resultará, tal vez preguntes, si descuido lo mío por andar cuidando lo ajeno? ¡No, no puede, por cierto, quien cuida de los intereses ajenos descuidar los propios! Porque quien cuida de los ajenos intereses, a nadie daña, a nadie ofende, de todos se compadece y los ayuda en cuanto le es posible; no roba, no sustrae lo ajeno, no dice falsos testimonios; se aparta de toda perversidad, abraza toda virtud, ruega por los enemigos, hace beneficios a los que le ponen asechanzas; a nadie mueve querellas, a nadie maldice aun cuando escuche infinitas injurias, sino que repite aquellas palabras del apóstol: ¿Quién desfallece que yo no desfallezca? ¿Quién sucumbe al escándalo que yo no me requeme?

En cambio, si nos ponemos a cuidar de lo nuestro, en absoluto no cuidaremos de los intereses del prójimo. Pues bien: aceptando todo lo dicho, y persuadidos de que no podemos conseguir nuestra salvación si no cuidamos de la común utilidad, al ver al siervo de esta parábola partido por medio, lo mismo que al otro que enterró su talento, elijamos el camino perfecto, para que además consigamos la vida eterna. La cual ojalá todos alcancemos por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria por todos los siglos. Amén.

CXLIV


Crisóstomo - Mateo 76