El Decálogo 187


DEL NOVENO PRECEPTO

"No codiciarás los bienes ajenos". (Ex 20,17).

188 He aquí la diferencia entre ley divina y ley humana: la ley humana juzga hechos y dichos; mas la divina no sólo esas cosas sino también los pensamientos. Y la razón de esto es que aquélla es dada por hombres, que juzgan lo que sale al exterior; y la divina procede de Dios, que ve lo externo y lo interno. Ps 72,26: "¡Oh Dios de mi corazón!". 1R 16,7: "El hombre ve lo de afuera, mas Dios ve el corazón".

Hemos hablado ya de los preceptos relativos a dichos y hechos; ahora hablaremos de los relativos a los pensamientos. Porque para Dios la voluntad cuenta como hecho. De allí el "no codiciarás"; o sea, no sólo no arrebates de hecho, sino que tampoco "codiciarás el bien de tu prójimo". Y esto por muchas razones.

189 Primero, por la infinidad de la codicia, pues ésta es algo infinito. Ahora bien, todo hombre prudente debe tender a un fin determinado: ciertamente nadie debe ir por un camino sin fin. Qo 5,9: "El avaro jamás se saciará del dinero". Is 5,8: "¡Ay de los que ¡untáis casa con casa, y agregáis heredades a heredades". Y la razón de que la codicia nunca se sacia es que el corazón del hombre está hecho para recibir a Dios. Por lo cual dice San Agustín en sus Confesiones, 1: "Nos hiciste para ti, Señor, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en ti". Por lo tanto, no puede llenarlo lo que es menos que Dios. Ps 102,5: "El cual sacia de bienes tu deseo".

190. Segundo, porque arrebata la paz, que es harto deleitable. En efecto, los codiciosos siempre están ansiosos por adquirir lo que no tienen, y por guardar lo que tienen. Qo 5,11: "La hartura no deja dormir al rico"… Mt 6,21: "Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón". Por lo cual Cristo -Lc 8,14 comparó las riquezas con las espinas, como dice San Gregorio.

191 Tercero, porque hace inútiles las riquezas. En efecto, hace que las riquezas no sean útiles ni para sí ni para los demás, pues no sirven sino para conservarlas. Si 14,3: "Al hombre codicioso y tacaño de nada le sirve la riqueza".

192 Cuarto, porque suprime la equidad de la justicia. Ex 23,8: "No recibas regalos, que ciegan aun a los prudentes y tuercen las sentencias de los justos". Si 31,5: "El que ama el oro no será justificado".

193 Quinto, porque mata la caridad del prójimo, pues, como dice San Agustín, mientras mayor es en uno la caridad, tanto menor es la codicia, y a la inversa. Si 7,20: "No desprecies a un queridísimo hermano por el oro"; y (mata también) la caridad de Dios, porque como nadie puede servir a dos señores, así tampoco a Dios y a las riquezas, como se dice en Mt 6,24.

194 Sexto, porque engendra todos los pecados. En efecto, es la raíz de todos los males, según el Apóstol, como dice en 1Tm 6. Y por eso, si está enraizada en el corazón, produce el homicidio y el hurto y todos los males. Y por eso dice el Apóstol en 1Tm 6,9-10: "Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones y en el lazo del diablo y en muchas codicias inútiles y nocivas, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición: porque la raíz de todos los males es la avaricia".

195 Y observa que la codicia es pecado mortal cuando se desea sin razón el bien del prójimo; pero cuando se desea razonablemente, es venial.


DEL DÉCIMO PRECEPTO DE LA LEY

"No desearás la mujer de tu prójimo". (Ex 20,17).

196 San Juan en su Primera Epístola Canónica, capítulo II, versículo 16 (1Jn 2,16), dice que "todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida". Por lo cual todo lo que es deseable se encierra en estas tres concupiscencias; pero dos de ellas se entiende que están prohibidas por este precepto: "No desearás la casa de tu prójimo".

Por casa se entiende la elevación por la que se designa la avaricia: Ps 3,3: "Gloria y riquezas habrá en su casa". Porque el que desea la casa desea dignidades. Por eso después de este precepto: "No desearás la casa de tu prójimo", se pone otro, por el que se prohíbe la concupiscencia de la carne: "No desearás -dice- la mujer de tu prójimo".

197 Y debe saberse que después del pecado, por la corrupción, nadie escapa a la concupiscencia con excepción de Cristo y la Virgen gloriosa. Y cuantas veces haya concupiscencia, la hay o con pecado venial o con pecado mortal, cuando domina. Dice el Apóstol en Rm 6,12: "Que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal"; y no dice que no esté, porque, como él mismo dice en Rm 7,18: "Pues yo sé que no hay en mí, esto es, en mi carne, cosa buena".

198 Ahora bien, reina el pecado en la carne cuando primeramente reina en el corazón la concupiscencia consintiendo. Por lo cual añade el Apóstol: "esto es, obedeciendo a las concupiscencias de la carne". Mt 5,28: "El que mirare a una mujer deseándola, ya adulteró en su corazón con ella". En efecto, ante Dios la intención se reputa como acción.

199 Segundo, cuando domina en la boca expresando el pensamiento. Mt 12,34: "De la abundancia del corazón habla la boca". Ep 4,29: "Que de vuestra boca no salga ningún discurso malo". Por lo cual no sin pecado se componen canciones vanas, aun según los filósofos: porque los poetas que componen versos amatorios debían ser expulsados de las ciudades.

200 Tercero, cuando se manifiesta en una obra, sirviendo a los miembros de concupiscencia. Rm 6,19: "Así como pusisteis vuestros miembros al servicio de la iniquidad para la iniquidad". Estos son, pues, los grados de la concupiscencia.

201 Y debe saberse que es necesario esforzarse mucho para huir de este pecado, por ser interior, pues muy difícil es vencer a un enemigo de casa.

Mas se vence de cuatro modos.

Primero, huyendo de las ocasiones exteriores, como son las malas compañías, y cuanto ocasionalmente induce a este pecado.
Si 9,5-9: "No pongas tus ojos en la doncella, no sea que tropieces por su belleza… No derrames la vista por las calles de la ciudad, ni andes vagando por sus plazas. Aparta tus ojos de la mujer ataviada, y no mires detenidamente a una hermosura ajena. Por la hermosura de la mujer muchos se han perdido; y por este motivo se enciende cual fuego la concupiscencia". Pr 6,27: "¿Por ventura puede un hombre esconder el fuego en su seno sin que ardan sus vestidos?". Y por eso se le ordenó a Lot que huyera de toda la región cercana. Gn 19,17.

202 Segundo, no dando entrada a los pensamientos, porque son la ocasión de que se excite la concupiscencia. Y esto se logra mediante la mortificación de la carne: 1Co 9,27: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre".

203 Tercero, perseverando en la oración, porque "Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila su centinela", Ps 126,1 Sg 8,21: "Entendí que no podía ser continente si Dios no me lo concedía". Mt 17,21: "Esta especie de demonios no se echa afuera sino por la oración y el ayuno". En efecto, si dos luchan, y quieres ayudar a uno, y al otro no, será necesario darle auxilio al primero y negárselo al segundo. Pues bien, entre el espíritu y la carne la batalla es continua, por lo cual es necesario que si quieres que venza el espíritu, le des tu auxilio a él, y esto se hace con la oración; y que se lo niegues a la carne, y esto se hace mediante el ayuno, porque con el ayuno debilitase la carne.

204 Cuarto, dedicándose a ocupaciones lícitas. Si 33,29: "La ociosidad enseña muchas maldades". Ez 10,49: "He aquí cuál fue la maldad de Sodoma: la soberbia, la hartura, la abundancia y el ocio". Dice San Jerónimo: "Haz siempre algo bueno, para que el diablo te encuentre ocupado". Ahora bien, entre todas las ocupaciones la mejor es el estudio de las Sagradas Escrituras. San Jerónimo a Paulino: "Ama los estudios de las Escrituras, y no amarás los vicios de la carne".

205 Estos son los diez preceptos, de los que dijo el Señor -Mt 19,17-: "Si quieres entrar en la vida eterna guarda los mandamientos". Dos son las principales raíces de todos los mandamientos, a saber, el amor de Dios y el del prójimo.

Mas al que ama a Dios le es necesario hacer tres cosas, a saber, no tener otro Dios, y en cuanto a esto dice: "No adorarás dioses ajenos". Segundo, honrarlo; y en cuanto a esto dice: "No tomarás el nombre de tu Dios en vano". Tercero, gustosamente descansar en El; y en cuanto a esto dice: "Acuérdate de santificar el día de sábado".

Y el que ama al prójimo primeramente debe hacerle el debido honor. Por lo cual dice: "Honra a tu padre". Segundo, abstenerse de hacerle el mal; y esto o de obra, por lo que dice: "No matarás", en cuanto a la propia persona; "no adulterarás", en cuanto al cónyuge; "no hurtarás", respecto a los bienes exteriores. O también de palabra: "no levantarás falso testimonio"; o de deseo, y en cuanto a esto dice: "No codiciarás los bienes ajenos", y "No desearás la mujer de tu prójimo".



ÍNDICE Advertencia

Prólogo

Del amor de Dios

Del amor al prójimo

Del primer precepto de la Ley: No tendrás dioses extraños delante de Mí

"No tendrás dioses extraños"

"Delante de mí"

Del segundo precepto: No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano

De tercer precepto: Acuérdate de santificar el día del sábado

Del cuarto precepto: Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida sobre la tierra que el Señor tu Dios te dará

Del quinto mandamiento: No matarás

Del sexto mandamiento: No adulterarás

Del séptimo mandamiento: No hurtarás

Del octavo mandamiento: No levantarás falso testimonio contra tu prójimo

Del noveno precepto: No codiciarás los bienes ajenos

Del décimo precepto.- No desearás la mujer de tu prójimo



COLECCIÓN "SANTO TOMAS DE AQUINO"

1. EI Credo, explicado por Santo Tomás de Aquino. Texto bilingüe. Traducción del latín de Salvador Abascal.

2. Los Mandamientos, explicados por Santo Tomás de Aquino. Texto bilingüe. Traducción del latín de Salvador Abascal.

3. Sobre el Ser y la Esencia. Por Sto. Tomás de Aquino.

Introd., trad. y notas de Carlos Ignacio González, S.J. texto bilingüe.

4. Los Principios de la Realidad Natural. Por Santo Tomás de Aquino. Advertencia, Introducción y Notas de Jean Madiran. Trad. de Salvador Abascal.

5. Prefacio a la Política (de Aristóteles), por Sto. Tomás de Aquino. Proemio y explicación por Mugues Kéraly. Trad. de José María Abascal.

6. El Padre nuestro y el Avemaria comentados por Santo Tomás de Aquino. Texto bilingüe. Traducción de Salvador Abascal.

7. Comentario de Sto. Tomás a las dos Epístolas de San Pablo a Timoteo. Traducción castellana por J.I.M. 8.Comentario de Sto. Tomás a las Epístolas a Tito y Filemón.

9. Comentario de Sto. Tomas a las dos Epístolas a los Tesalonicenses.

10. Comentario de Sto. Tomás a la Epístola a los Colosenses. 11 .Comentario de Sto. Tomás a la Epístola a los Efesios. 12.Comentario de Sto. Tomás a la Epístola a los Filipenses.

13.Comentario de Sto. Tomás a la Epístola a los Hebreos.

14. al 19. Comentarios de Santo Tomás a la demás Epístolas de San Pablo.

FIN

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