CONVERSACIONES CON MARIA SCJ-Teresa del Niño Jesús 1







ÚLTIMAS PALABRAS DE SOR TERESA DEL NIÑO JESÚS RECOGIDAS POR SOR MARÍA DEL SAGRADO CORAZÓN



8 de julio

1 Le dije, a propósito de una novicia que la cansaba mucho: "¡Menudo combate el que tienes con ella! ¿Te da miedo?". Un soldado nunca tiene miedo al combate, y yo soy un soldado. (Después de haber reprendido a la novicia:) ¿No he dicho que moriré con las armas en la mano (1)? 2 El "Ladrón" (2) está muy lejos, ¡se ha ido a robar a otros niños! 3 Estamos a 8 de julio, y el 9 de junio yo veía al Ladrón. Si es así como actúa, no está a punto de robarme... 4 Me han puesto en "la cama de la mala suerte", en una cama que te hace perder el tren.

Aludía a la madre Genoveva, que en aquella misma cama había recibido por tres veces la Unción de los Enfermos.


(1) PN 48 PN 5 PN 11-12.

(2) Cfr. CA 9.6.1.



9 de julio

Después de la visita del médico, que la había encontrado mejor. ¡El "Ladrón" se ha vuelto a marchar! ¡Que sea lo que Dios quiera!



12 de julio

Si tuvieras que empezar a vivir otra vez, ¿qué harías? Haría lo mismo que he hecho (3).


(3) Dicho referido en HA 98, p. 227, y en NV 12.7.3.



13 de julio

1 ¡Si supieras cuántos proyectos he hecho y cuántas cosas haré cuando esté en el cielo...! Comenzaré mi misión (4)... ¿Y cuáles son tus proyectos? Los proyectos de volver al lado de mis hermanitas, y de irme allá lejos a ayudar a los misioneros, y además el de impedir que los niños salvajes mueran sin bautizar. 2 Le decía yo que, cuando ella se fuera, yo ya no tendría ánimos, a mi parecer, para dirigir a nadie una palabra, que caería en un estado de depresión. Eso no está de acuerdo con la ley evangélica. Hay que hacerse todo a todos. 3 ¡Alégrate, pronto te verás libre de los trabajos de la vida! ¿Yo, un soldado tan valiente? 4 ¿Y que tendrá que hacer tu madrinita? Elevarse por encima de todo lo que dicen las hermanas y de todo lo que hacen. Tendrás que vivir como si no estuvieras en el monasterio, como si no tuvieras que pasar aquí más que dos días. Si fuera así, te guardarías muy bien de decir lo que te desagrada, ya que tendrías que dejarlo. (Como estaba terminando de escribir estas palabras mientras tocaban para la Salve:) Sería mejor, muchísimo mejor, perderte eso, y ser fiel al toque de la campana. ¡Si supierais qué importante es esto!


(4) Cfr. CA 13.7.17.



16 de julio

Si Dios me dijese: "Si mueres ahora mismo, tendrás una gloria muy grande, pero si mueres a los 80 años tu gloria será mucho menor pero a mí me gustará mucho más", no vacilaría en contestarle: Dios mío, quiero morir a los 80 años, pues no busco mi gloria sino complacerte a ti. Los grandes santos trabajaron por la gloria de Dios, pero yo, que no soy más que un alma pequeñita, sólo trabajo por complacerle y por satisfacer sus caprichos, y sería feliz de soportar los mayores sufrimientos -aun cuando él no lo supiera, si eso fuese posible-, y no por darle una gloria pasajera sino únicamente por saber que sólo con ello haría aflorar a su labios una sonrisa (5).


(5) Cfr. CA 16.7.6*.



25 de julio

Inclinándome un poco, veía por la ventana el sol poniente que lanzaba sus últimos rayos sobre la naturaleza, y la cima de los árboles aparecía toda dorada. Y pensé: ¡Qué diferencia entre estar a la sombra o, al contrario, exponerse al sol del amor!...! En este último caso, todo parece dorado. En realidad, yo no lo soy, y dejaría inmediatamente de serlo si me alejase del Amor.




28 de julio

1 Comentábamos que nos costaría mucho perder la recreación por cualquier otra que no fuera ella. Respondió sin pensárselo dos veces: ¡Pues yo me sentiría feliz de hacer lo contrario! ¿No estamos en la tierra para sufrir? Pues entonces, cuanto más sufrimos, más felices somos... Se practica mucho mejor la caridad sirviendo a quien te cae menos simpático (6). ¡Qué mal sabemos llevar nuestros negocios en la tierra! 2 Le decía: ¡Qué felicidad morir después de haber pasado la vida en el amor! Sí, pero también es necesario no faltar a la caridad con el prójimo


(6) MSC 13vº/14rº.



29 de julio

Yo le decía que una cierta musiquilla de santa Marta le había dado ocasión de merecer. Y me contestó enseguida:

¡Nada de merecer! Dar gusto a Dios... Si hubiese atesorado méritos, habría perdido muy pronto la esperanza.



1 de agosto

No sé cómo haré para morir... Pero me abandono totalmente... (7) ¡Que sea lo que Dios quiera!


(7) Cfr. CA 6.6.4; 31.7.4; 1.8.5; 29.9.2; 30.9.



10 de agosto

Le decía: ¡Con todo lo que he pedido que no sufras mucho, y estás sufriendo tanto! Me contestó: Le he pedido a Dios que no escuche las oraciones que puedan suponer un obstáculo al cumplimiento de sus designios sobre mí y que haga desaparecer todos los obstáculos que se opongan a ellos



11 de agosto

¿O sea que no podré desahogarme con la madre Inés de Jesús? Sólo tendrías que hacerlo en el caso en que ella tenga necesidad de consuelo. Tú no debes hablarle nunca buscando tu consuelo mientras no sea ella la priora. Te aseguro que esto es lo yo he hecho siempre. Por ejemplo, nuestra Madre le había dado permiso a ella para hablar conmigo, pero yo no lo tenía, así que no le decía nada sobre mi alma. Creo que precisamente esto es lo que convierte la vida religiosa en un martirio. Sin ello, sería una vida fácil y sin méritos.



15 de agosto

1 El día 13 (8), antes de recibir la sagrada comunión, se había emocionado mucho con el Confíteor que recitaba la comunidad. Y me dijo: Cuando oía a todas las hermanas decir en mi lugar: Yo confieso a Dios, Padre todopoderoso, a la Bienaventurada Virgen María y a todos los santos, pensaba: Sí, es bueno pedir perdón a todos los santos... No puedo explicar mis sentimientos. Dios me hace sentir así lo pequeña que soy. ¡Y esto me hace tan feliz...! 2 Le decía: Lo que más me duele es pensar que aún vas a sufrir mucho. Pues a mí no, porque Dios me da lo que necesito. 3 Decíamos: "Si Dios la llevase esta noche, se iría sin que nos diésemos cuenta... ¡¡Cómo lo sentiríamos! ¡Y a mí que me parecería muy gracioso que hiciera eso! Sería como robarme...


(8) En realidad el 12 de agosto.



20 de agosto

Nadie sabe lo que es sufrir así... No, hay que pasar por ello... Después de esta misma jornada, de continuos sufrimientos:

¡Ved qué bueno es Dios! Hoy no tenía fuerzas para toser, y casi no he tosido. Ahora que estoy un poco mejor, la tos va a empezar de nuevo.



27 de agosto

Le pregunté: ¿Quieres agua helada?

Sí, ¡me gustaría tanto...!

- Nuestra Madre te ha mandado pedir todo lo que necesites. Hazlo por obediencia.

- Ya pido todo lo que necesito.

- ¿Y no lo que te gusta?

- No, sólo lo que necesito. Por eso, si no tengo uvas no las pediré.

- Un poco después de haber bebido, seguía mirando el vaso de agua. Yo le dije: Bebe un poco.

- No, no tengo la lengua seca (9).

- Cuando pienso que, estando tan enferma como estás, todavía encuentras la manera de mortificarte...

- ¡Y qué quieres! Si me escuchase a mí misma, estará todo el día bebiendo.


(9) Cfr. CA 27.8.9.



1 de septiembre

(A propósito de la madre H. del Sagrado Corazón, a quien había que prestarle numerosos pequeños servicios.) ¡Cómo me hubiera gustado ser su enfermera! Tal vez me hubiese costado según la naturaleza, pero creo que la habría cuidado con mucho amor, porque pienso en aquello que dijo Nuestro Señor: "Estuve enfermo y me aliviasteis".

8 de septiembre

¡Ah, la Santísima Virgen...! ¡No ha venido a buscarme...!



17 de septiembre

(A propósito del cementerio): A vosotras comprendo que os impresione un poco. ¡Pero a mí...! ¿Cómo me va a impresionar...? Meterán en la tierra algo simplemente muerto. No es como si estuviese en estado letárgico, eso sería cruel.



21 de septiembre

Yo deseaba oírle una palabra, algo así como se acordase del pasado y del cariño con que yo la había rodeado en su niñez. Apenas había cruzado por mi mente este pensamiento, cuando nos miró a la madre Inés y a mí con los ojos llenos de lágrimas, diciendo: ¡Hermanitas..., vosotras sois las que me educasteis...!



25 de septiembre

Yo la estaba mirando con ternura.

Madrina, ¡qué preciosa eres cuando tu rostro se ilumina con un rayo de amor...! ¡Es tan puro!



30 de septiembre

Sí, es el sufrimiento puro, pues no hay en él el menor consuelo... ¡No, ni el más mínimo!

¡¡¡Dios mío!!! Sin embargo, sí, lo amo a Dios... ¡Querida Santísima Virgen, ven en mi auxilio!

Si esto es la agonía, ¡qué será la muerte...!

¡Madrecita querida, te aseguro que el vaso está lleno hasta el borde!

¡Sí, Dios mío, todo lo que quieras...! ¡Pero ten compasión de mí!

Hermanitas..., hermanitas... ¡Dios mío...! ¡Dios mío, ten compasión de mí!

¡No puedo más..., no puedo más! Y sin embargo, tengo que resistir...

Estoy... estoy vencida... No, nunca hubiera creído que se pudiese sufrir tanto... ¡Nunca! ¡Nunca!

Madre, ya no creo en la muerte para mí... ¡Creo en el sufrimiento!

¿Y mañana será todavía peor? Bueno, ¡pues mejor que mejor!

Ultimas palabras, mirando al crucifijo:

¡Sí!, lo amo...

¡Dios mío..., te amo!


(10) Cfr. UC p. 573s, 19.7+a.



OTROS DICHOS DE TERESA A LA MADRE INÉS DE JESÚS

Mayo

Un día que fue a Misa y comulgó, aunque acababan de quitarle un vejigatorio, yo me eché a llorar y no pude ir a las Horas. La seguí su celda, y siempre la veré sentada en su banquito y con la espalda apoyada en la pobre pared de tablas. Estaba extenuada, y me miraba con expresión triste, ¡pero tan dulce a la vez! Mis lágrimas arreciaron, y, adivinando cómo la estaba haciendo sufrir, le pedí perdón de rodillas. Ella me respondió simplemente: No es demasiado sufrir a cambio de una comunión... Pero repetir la frase es lo de menos: ¡hay que haber escuchado el acento con que la pronunció (1)!

* Tosía mucho aquellos días, sobre todo por la noche. Y en esos momentos se veía obligada a sentarse en el jergón para reducir la opresión y poner recobrar el aliento. Yo hubiera deseado que bajase a la enfermería para poder darle un colchón, pero ella insistía tanto en que le gustaba más estar en su celda, que la dejaron allí hasta que ya no había nada que hacer.: Aquí no me oyen toser, no molesto a nadie -decía-, y además si me cuidan demasiado ya no disfruto.

* Para ponerle otro vejigatorio, la enfermera, una anciana venerable, muy bondadosa y abnegada, la había instalado esta vez en la enfermería en un sillón. Pero a fuerza de poner almohada tras almohada sobre el respaldo de aquel asiento para que estuviese más blando, la pobre enfermita pronto se encontró sentada en el borde del sillón, corriendo peligro de caerse en cualquier momento. En lugar de quejarse, le dio efusivamente las gracias a la buena de la hermana, y así estuvo todo el día escuchando los elogios de las caritativas visitas que recibía: "¡Bueno, ya veo que está cómoda! ¡Cuántas almohadas tiene! ¡Bien se ve que la cuida una verdadera mamá, etc.". También yo caí en la trampa, hasta que una sonrisa que yo conocía muy bien me hizo comprender..., pero ya era demasiado tarde para remediarlo.


(1) Este texto y los dos siguientes figuran en los Cuadernos verdes, en los días 21/26 de mayo; cfr. UC II, p. 42 y 44.


Junio

El 9 de junio de 1897, sor María del Sagrado Corazón le decía que después de su muerte nos quedaríamos muy tristes. Ella respondió:

No, no, ya veréis..., será como una lluvia de rosas...

Y añadió:

Después de mi muerte, iréis al buzón y allí encontraréis consuelos (2).

* (La madre Inés de Jesús anotó este recuerdo, que data de junio de 1897, relativo a las botellas de leche:)

Este dibujo (descrito aquí debajo), recortado de una hoja de periódico encontrada por casualidad, me lo trajo con una sonrisa maliciosa sor Teresa del Niño Jesús en un momento en que yo estaba desolada porque ella, que estaba muy enferma, no tomaba más que leche.

Era una manera de hacerme reír. Me dijo:

Mi botella de leche me sigue tan fielmente como la suya a este borracho, de quien no se ve más que la punta del bastón, ¡fíjate!

Así de alegre era nuestra querida Santita.

(Hoja suelta manuscrita, en la que está envuelto el dibujo en cuestión Este representa a un perro que llega al galope, estimulado por el bastón de un amo invisible, con una botella en la boca (2ª).


(2) PA p. 199 (UC p. 371).

(2ª) UC p. 382.


Julio

El cielo, para ella, la visión y la posesión plena de Dios. A ejemplo de varios santos, particularmente de santo Tomás de Aquino, no aspiraba a otra recompensa que el mismo Dios. Recordaba las palabras de Nuestro Señor: "La vida eterna consiste en conocerte a ti..."; y como, para ella, conocer a Dios era amarlo, podía decir: Una única esperanza hace latir mi corazón: el amor que recibiré y el que yo podré dar (3).

* Le pedía yo explicaciones sobre el camino que decía que quería enseñar a las almas después de su muerte. Madre, es el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y del total abandono. Quiero enseñarles los medios tan sencillos que a mí me han dado tan buen resultado, decirles que aquí en la tierra sólo hay que hacer una cosa: arrojarle a Jesús las flores de los pequeños sacrificios, ganarle a base de caricias. Así le he ganado yo, y por eso seré tan bien recibida (4).


(3) NPPA Esperanza del cielo (UC II, p. 516).

(4) DEA 17 de julio (UC II, p. 179-180).


Agosto

Una noche, en la enfermería, se sintió animada a confiarme sus penas más que de costumbre. Nunca se había desahogado sobre ese tema de esa manera. Hasta entonces yo sólo conocía su prueba muy vagamente. ¡Si supieras -me dijo- qué espantosos pensamientos me asedian! Pide mucho por mí para que no escuche al demonio que intenta convencerme de tantas mentiras. Se impone a mi espíritu el razonamiento de los peores racionalistas: más adelante, la ciencia, al hacer nuevos e incesantes progresos, lo explicará todo de manera natural, descubriremos la razón absoluta de todo lo que existe y que hoy aún constituye para nosotros un problema, pues quedan todavía muchas cosas por descubrir..., etc., etc. Quiero hacer el bien después de mi muerte, ¡pero no podré! Pasará como con la madre Genoveva: esperábamos verla hacer milagros, y un completo silencio cayó sobre su tumba... Madrecita, ¿por qué se han de tener tales pensamientos cuando se ama tanto a Dios? En fin..., ofrezco estos tormentos tan grandes para alcanzar la luz de la fe a los pobres incrédulos y por todos los que viven alejados del credo de la Iglesia. Y añadió que nunca discutía con esos pensamientos tenebrosos: Los sufro a la fuerza -dijo-, pero mientras los sufro no ceso de hacer actos de fe (5).

* En el Carmelo he sufrido de frío hasta morir. Me extrañó orla hablar así, pues en invierno su porte no revelaba en absoluto su sufrimiento. Nunca, ni durante los fríos más intensos, la vi frotarse las manos o caminar más ligera o más encorvada que de costumbre, como se hace tan espontáneamente cuando se tiene frío (6).

* Durante este período de su enfermedad, ¡cuántas veces debió de hacer sonreír a Dios con su paciencia! ¡Qué sufrimientos tuvo que soportar! A veces se quejaba como un pobre corderito al que están inmolando: Madre -me dijo un día-, cuando tengas enfermas víctimas de tan violentos dolores, ten mucho cuidado con no dejar cerca de ellas medicamentos que contengan veneno. Te aseguro que, cuando se llega a este grado de sufrimiento, basta un solo momento para perder la razón. Y entonces es muy fácil envenenarse (7).


(5) NPPA, Su prueba contra la fe (UC p. 449).

(6) NPPA, Templanza (UC p. 459).

(7) Cuadernos verdes, 30 de agosto (UC II, p. 374).


Septiembre

Un día, la madre priora le hablaba al doctor, en su presencia, de la compra que acabábamos de hacer de un nuevo terreno en el cementerio de la ciudad, porque ya no quedaba lugar en el antiguo. Añadió que, en adelante, las fosas se excavarían lo suficientemente hondas como para poder sobreponer en ellas tres féretros. Sor Teresa del Niño Jesús dijo riendo: ¿Entonces seré yo quien estrene ese nuevo cementerio? El doctor, asombrado, le dijo que no pensase aún en su inhumación. Sin embargo, es un pensamiento muy alegre -respondió ella-. Pero me preocupa que el pozo sea tan profundo, pues podría ocurrirles alguna desgracia a los que tengan que bajarme. Y prosiguió en son de broma:

Ya me parece estar oyendo a un sepulturero que grita: ¡No tires tanto por aquí de la cuerda!, y a otro que le responde: ¡Tira de allá! ¡Eh, cuidado!

¡Bueno, ya está! Echan tierra sobre mi féretro y todos se van.

Cuando se marchó el Sr. de Cornière, yo le pregunté si de verdad no le impresionaba la idea de que la iban a meter tan profundamente en la tierra.

Me contestó, con aire de extrañeza:

¡No te entiendo! ¿Por qué me a impresionar? Ni siquiera sentiría la menor repulsión si supiese que iba a ser echada en la fosa común.


SOR GENOVEVA

Junio

Durante su enfermedad, había acompañado a la comunidad con gran dificultad a la ermita del Sagrado Corazón, y se había sentado mientras entonábamos un canto. Una hermana le hizo señas de que se uniese al coro. Estaba agotada y no podía tenerse de pie. Sin embargo, se levantó enseguida, y como yo la critiqué por ello después de la reunión, me dijo simplemente: He cogido la costumbre de obedecerlas a todas como si fuese Dios quien me manifestase así su voluntad (9).

* En el curso del año 1897, sor Teresa del Niño Jesús me dijo, mucho antes de caer enferma, que esperaba morir ese año. He aquí la razón que me dio en el mes de junio: cuando se sintió presa de una tuberculosis pulmonar: Ya ve -me dijo-, Dios va a llevarme a una edad en que no habría tenido tiempo de ser sacerdote... Si hubiera podido ser sacerdote, habría recibido las sagradas Ordenes en este mes de junio, en esta ordenación. Pues bien, para que no tenga ningún pesar, Dios ha permitido que me encuentre enferma, así que no habría podido acudir a la ordenación y moriría antes de ejercer el ministerio (10).


(8) NPPA, Humildad. Un ejemplo de su desprecio de sí misma (UC p. 573s).

(9) PA p. 306.

(10) PO p. 305 (UC p. 539s, Varia 4).


Julio

Una hermana le decía que podría tener una hora de temor antes de morir, para expiar sus pecados. ¡El temor de la muerte para expiar mis pecados..! ¡Eso no tendría más eficacia que un poco de agua cenagosa! Por eso, si llego a tener esos temores, los ofreceré a Dios por los pecadores, y como será un acto de caridad, ese sufrimiento será para los demás mucho más eficaz que el agua. A mí lo único que me purifica es el fuego del amor de Dios (11).

* Un día, después de la comunión.

Era como si hubiesen puesto juntos a dos niñitos, y los niñitos no se dijesen nada el uno al otro. Sin embargo, yo Le dije algunas cosillas, pero él no me contestó; seguro que estaba dormido.

* Cuando esté muerta, no diré nada, no daré ningún consejo. Si me colocan del lado izquierdo o del derecho, no ayudaré. Dirán: está mejor de este lado; hasta podrán poner fuego cerca de mí, yo no diré nada.

* (Un día en que se encontraba delante de una biblioteca) - ¡Cómo me pesaría haber leído todos esos libros! - ¿Por qué? Haberlos leído sería una riqueza que habrías adquirido. Entiendo que resulte pesado leerlos, pero no el haberlos leído. - Si los hubiese leído, me habría roto la cabeza y habría perdido un tiempo precioso que hubiese podido emplear sencillamente en amar a Dios...

* - Me encuentro en un estado de ánimo en que me parece que ya no sé ni pensar. - No importa, Dios conoce tus intenciones. Cuanto más humilde seas, tanto más feliz serás.

* Una vez, en que sonó el reloj y yo no me movía del sitio con la suficiente rapidez, me dijo: Vete a tu obligación... Y corrigiéndose: No, a tu amor. Y en otra ocasión yo le decía: Tengo que trabajar, porque, si no, Jesús se pondría triste. Y ella me respondió: No, no, tú te pondrías triste. El no puede entristecerse por nuestras componendas. ¡Pero qué pena la nuestra, de no darle todo lo que podemos!

* Cuando se presentaban las hemorragias, se alegraba, pensando que estaba derramando su sangre por Dios: No podía ser de otra manera -decía-, yo sabía que tendría el consuelo de ver derramada mi sangre, pues muero mártir de amor.

* En otra ocasión le decía: Ya que querías ir a Saigón, tal vez cuando estés el cielo iré yo en tu lugar para completar tu labor, y entre las dos realizaremos una obra perfecta. Si algún día vas allá, no pienses que es para completar nada. No hace ninguna falta. Todo está bien, todo es perfecto, todo está consumado, sólo cuenta el amor... Si vas allá, será por un capricho de Jesús, nada más. No pienses que será una obra útil, será un capricho de Jesús (12).


(11) Para la fuente de este texto y de los seis siguientes, cfr. UC p. 514, Varia 3 y 5 (texto en p. 536-540).

(12) CMG II p. 73 (UC II, p. 592).


SOR MARÍA DEL SAGRADO CORAZÓN

Mayo

La enfermera le había aconsejado darse todos los días un paseíto de un cuarto de hora por la huerta. Yo me la encontré caminando penosamente y, por así decirlo, al límite de sus fuerzas. "Harías mucho mejor descansando -le dije-; en las condiciones en que estás, este paseo no puede hacerte ningún bien; te estás agotando, y basta. Es verdad -me contestó-, ¿pero sabes lo que me da fuerzas? Pues camino por un misionero. Pienso que allá lejos, muy lejos, tal vez alguno de ellos esté agotado en sus correrías apostólicas, y para aminorar sus fatigas ofrezco yo las mías a Dios (13).


(13) Cfr. UC p 554, Varia 2 (el texto, p. 565).


Julio

Su gran sufrimiento en el Carmelo fue el no poder comulgar todos los días.

Un poco antes de su muerte decía a la madre María de Gonzaga, la cual tenía miedo a la comunión diaria:

Madre, cuando esté en el cielo le haré cambiar de opinión.

Y así sucedió. Después de la muerte de la Sierva de Dios, el Sr. capellán nos dio la sagrada comunión todos los días, y la madre María de Gonzaga, en lugar de rebelarse como antes, se sentía muy dichosa.

* Un día le decía yo: ¡Si fuese yo la única que va a sufrir con tu partida...! ¿Pero cómo voy a poder consolar a la madre Inés de Jesús, que te quiere tanto? Estáte tranquila -me dijo-, no tendrá tiempo para pensar en su sufrimiento, pues estará ocupada conmigo hasta el fin de su vida, y no podrá dar abasto con todo (15)

* Hacia el mes de agosto de 1897, unas tres semanas antes de su muerte, yo estaba junto a su lecho con la madre Inés de Jesús y sor Genoveva. De pronto, sin que ninguna conversación provocara esta frase, nos miró con una expresión celestial y nos dijo muy claramente: Sabéis bien que estáis cuidando a una pequeña santa... Interrogata a R.D. Judice Vicario Generali an Serva Dei aliquam hujusce sermonis explicationem vel correctionem addiderit? - Respondit: Quedé muy emocionada ante esas palabras, como si hubiese oído a un santo predecir lo que acontecería después de su muerte. Dominada por esa emoción, me alejé un poco de la enfermería, y no recuerdo haber oído nada más.


(14) PO p. 249 (UC p. 372).

(15) NPPO 1908, p. 14 (UC p. 572).


SOR MARÍA DE LA EUCARISTÍA

11 de Julio

Cuando tengas tentaciones contra la caridad, te aconsejo que leas este capítulo de la Imitación: "De cómo se han de soportar los defectos ajenos". Verás cómo tus tentaciones se desvanecen. Siempre me ha ayudado mucho; es muy bueno y muy verdadero (17).


(16) PA p. 245 (UC p. 566).

(17) Cfr. UC p. 697.


18 de julio

Le pedía que, cuando estuviera en el cielo, me alcanzara muchas gracias, y me respondió:

Cuando esté en el cielo, haré muchas cosas, grandes cosas... Es imposible que no sea Dios mismo quien me da este deseo, ¡y estoy segura de que me escuchará! Y además, cuando esté allá arriba, te seguiré de cerca...

Y como le dijese que a lo mejor me daba miedo:

¿Te da miedo el ángel de la guarda...? Sin embargo, te sigue de continuo.

Bueno, pues yo te seguiré lo mismo, ¡y mucho más de cerca todavía!, no te dejaré pasar ni una...

Julio

Siempre que se razona un poquito sobre lo que dice la madre priora, se le da a Dios un poquito de pena; y se le da mucha pena cuando se razona mucho, aunque sea interiormente.

2 de agosto

No encuentro ningún placer natural en que me quieran y me mimen, pero lo encuentro muy grande en que me humillen. Cuando hago alguna tontería que me humilla y me hace ver lo que soy, entonces sí que siento un placer natural y experimento una verdadera alegría, como la que tú experimentarás cuando te sientes amada.

11 de septiembre

Tendrías que hacerte muy dulce: nunca palabras duras, tono duro, nunca adoptes una expresión dura. Sé siempre dulce.

Por ejemplo, ayer le diste un disgusto a sor XXX; un momento después, otra hermana hizo lo mismo. ¿Y qué pasó...? ¡Pues que acabó llorando...!

Si tú no la hubieses tratado con dureza, habría aceptado mejor el segundo disgusto, que le hubiera pasado desapercibido. Pero dos disgustos tan seguidos la sumieron en un estado de tristeza muy grande; mientras que si tú hubieses sido tierna con ella, nada de eso habría ocurrido.

* Un día me hizo prometer que sería santa. Me preguntó si hacía progresos, y yo le contesté: Te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al cielo; en ese momento pondré manos a la obra con toda el alma. No, no esperes hasta entonces - me contestó -. Comienza ahora mismo. El mes que precedió a mi entrada en el Carmelo se me ha quedado grabado como un dulce recuerdo. Al principio, me decía a mí misma, como tú ahora: "Seré santa cuando esté en el Carmelo; mientras tanto, no pienso molestarme". Pero Dios me hizo ver el valor del tiempo, e hice todo lo contrario de lo que pensaba. Quise prepararme para entrar, siendo muy fiel. Y fue ése uno de los meses más hermosos de mi vida. Créeme, nunca esperes a mañana para empezar a ser santa.


SOR MARÍA DE LA TRINIDAD

Abril

Me contó la siguiente anécdota, que ocurrió cinco meses antes de su muerte: Una tarde, vino la enfermera a ponerme una botella de agua caliente a los pies y tintura de yodo en el pecho. Yo estaba consumida por la fiebre y una sed ardiente me devoraba. Mientras soportaba esos remedios, no pude por menos de quejarme a Nuestro Señor: "Jesús mío, le dije, tú eres testigo de que estoy ardiendo, ¡y encima me traen calor y fuego! ¡Si en vez de todo eso, me diesen medio vaso de agua...! ¡Jesús mío, tu hijita tiene mucha sed! Pero, no obstante, se siente feliz de encontrar la ocasión de que le falte lo necesario, a fin de parecerse más a ti y salvar almas". Al poco, me dejó la enfermera, y yo ya no contaba con volverla a ver hasta el día siguiente por la mañana, cuando, con gran sorpresa de mi parte, volvió pocos minutos después trayéndome una bebida refrescante... ¡Qué bueno es nuestro Jesús! ¡Y qué dulce confiar en él! (18).


(18) NPPA (Cuaderno rojo), pp. 21-22; cfr. UC p. 702s.


Mayo

Ayer, el canto de la "Rosa deshojada" me trajo a la memoria un grato recuerdo. La madre María Enriqueta, del Carmelo de París, avenida de Mesina, me había pedido que pidiera a santa Teresa del Niño Jesús que le compusiese una poesía sobre este tema. Como el tema respondía a los sentimientos de nuestra querida santa, puso en ello toda el alma. La madre Enriqueta quedó muy contenta; únicamente me escribió diciéndome que le faltaba una última estrofa explicando que, a la hora de la muerte, Dios recogerá esos pétalos deshojados para formar con ellos una rosa preciosa que brillará por toda la eternidad. Entonces sor Teresa del Niño Jesús me dijo: Que esa buena Madre haga ella misma esa estrofa como quiera, pues yo no me siento inspirada en absoluto para hacerlo. Mi deseo es ser deshojada por siempre jamás, para alegrar a Dios. ¡Y punto... (19)!


(19) Billete de sor María de la Trinidad a la madre Inés de Jesús, del 17 de enero de 1935.


Junio

Tengo siempre presentes los tres largos meses de agonía de nuestro Ángel (...) Tenía prohibición de hablarle, bajo el pretexto de que, al ser joven, ¡podía contraer su enfermedad! (Sin embargo, yo estaba segura de todo lo contrario, pues sor Teresa del Niño Jesús me había asegurado que nadie cogería su enfermedad, que así se lo había pedido a Dios.) Las noticias sobre su salud eran cada día más tristes; yo me ahogaba de pena... Un día que salí a tomar el aire a la huerta, la vi en su coche de enferma, debajo de los castaños. Estaba sola, y me hizo señas de que me acercase: "No, le dije, pueden vernos, y no tengo permiso". Entré en la ermita de Santa Faz, donde me eché a llorar. Al levantar la cabeza, vi con sorpresa a mi hermanita sor Teresa del Niño Jesús sentada en un tronco de árbol a mi lado. Me dijo: Yo no tengo prohibido acercarme a ti, y aunque tuviese que morir, quiero consolarte. Me secó las lágrimas, apoyando mi cabeza sobre su pecho. Le supliqué que volviera al coche, pues estaba temblando de fiebre: Sí, pero antes tienes que sonreírme. Lo hice inmediatamente, por miedo a que se pusiese peor, y la ayudé a llegar hasta el coche (20).

* Yo sentía mucha pena de verla enferma, y le repetía con frecuencia: "¡Qué triste es la vida!". Pero ella me corregía inmediatamente, diciendo: ¡La vida no es triste! Al contrario, es muy alegre. Si dijeses: "El destierro es triste", te entendería. Se comete un error al dar el nombre de vida a lo que tiene que acabar. Sólo se puede dar de verdad ese nombre a las cosas del cielo, a lo que nunca jamás morirá; y bajo este aspecto, la vida no es triste, es alegre, muy alegre (21).


(20) Carta a la madre Inés de Jesús, del 27 de noviembre de 1934 (UC p 699).

(21) Histoire d'une âme, 1907, p. 296 (UC p. 700).


Julio-agosto

Un día de fiesta, en el refectorio, se habían olvidado de ponerme el postre. Después de comer, fui a la enfermería, a ver a sor Teresa del Niño Jesús, y al encontrar allí a mi vecina de mesa, le di a entender bastante sutilmente que se habían olvidado de mí. Cuando me oyó sor Teresa del Niño Jesús, me obligó a que fuera yo misma a decírselo a la hermana encargada del refectorio, y como yo le suplicaba que no me obligase a eso: No, -me dijo-, ésa será tu penitencia, no eres digna de los sacrificios que Dios te pide. El te pedía que te privaras del postre, pues fue él quien permitió que se olvidaran de ti. Te creía suficientemente generosa para hacer ese sacrificio, ¡y tú has defraudado sus esperanzas viniendo a reclamarlo! Puedo decir que la lección dio frutos y que me curé para siempre de querer volver a las andadas (22).


(22) NPPA (Cuaderno rojo, p. 48); UC p. 700.


Agosto

Esto me trae a la memoria el recuerdo de un momento de intimidad con mi hermanita sor Teresa del Niño Jesús. Fue, poco más o menos, un mes antes de su muerte. Toda la comunidad estaba triste, y yo ciertamente no le iba a la zaga a nadie en la pena. Fui a verla a la enfermería y descubrí al pie de la cama un gran balón rojo que habían traído para que se entretuviese. Aquel balón me despertó las ganas de jugar, y no pude por menos de decirle: "¡Cómo me gustaría jugar con él!" Ella sonrió, pero como su debilidad era tan grande que no podía soportar el menor ruido, me dijo: Ponte detrás de mí mientras no haya nadie, y juega con él; yo cerraré los ojos para que el ruido no me aturda. Cogí encantada el balón, y le sacaba tanto gusto al juego, que Teresita parpadeaba una y otra vez por verme sin aparentarlo y no podía contener la risa. Entonces le dije: "¡No soporto estar triste tanto tiempo! ¡Ya no puedo más! Me vienen tentaciones de distraerme, ganas de jugar a la trompa que me regalaste por Navidad; pero si alguien me ve, es capaz de escandalizarse y de decir que no tengo corazón". No, no -me respondió-, yo misma te mando coger la trompa e ir a jugar durante una hora en el desván del noviciado. Allí nadie te oirá, y si alguien se da cuenta le dirás que te lo he mandado yo. Vete ya, me gusta mucho pensar que vas a divertirte (23).

* Cuando esté en el cielo -me dijo-, tendréis que llenar a menudo mis manos de oraciones y de sacrificios, para darme el gusto de arrojarlos en lluvia de gracias sobre las almas (24).


(23) Carta a la madre Inés de Jesús, Viernes Santo 1906 (UC p. 700s).

(24) NPPA (Cuaderno rojo, p. 102); UC p. 506.



CONVERSACIONES CON MARIA SCJ-Teresa del Niño Jesús 1