DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - El depósito de la fe y el Catecismo de la Iglesia Católica

El depósito de la fe y el Catecismo de la Iglesia Católica


125. El Concilio Vaticano II se propuso como tarea principal la de custodiar y explicar mejor el depósito precioso de la doctrina cristiana, con el fin de hacerlo más accesible a los fieles de Cristo y a todos los hombres de buena voluntad.

El contenido de este depósito es la Palabra de Dios, custodiada en la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia, habiéndose propuesto elaborar un texto de referencia para la enseñanza de la fe, ha elegido de este precioso tesoro las cosas nuevas y antiguas que ha considerado más convenientes para el fin pretendido. El Catecismo de la Iglesia Católica se presenta así como un servicio fundamental: ayudar a que el anuncio del Evangelio y la enseñanza de la fe, que toman su mensaje del depóstio de la Tradición y de la Sagrada Escritura confiado a la Iglesia se realicen con total autenticidad. El Catecismo de la Iglesia Católica no es la única fuente de la catequesis, ya que, como acto del Magisterio, no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. Pero es un acto, especialmente relevante, de interpretación auténtica de esa Palabra, con el propósito de ayudar a que el Evangelio sea anunciado y transmitido en toda su verdad y pureza.



126. A la luz de esta relación del Catecismo de la Iglesia Católica respecto al depósito de la fe conviene esclarecer dos cuestiones de vital importancia para la catequesis:

– la relación de la Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica como puntos de referencia para el contenido de la catequesis;
– la relación entre la tradición catequética de los Padres de la Iglesia, con su riqueza de contenidos y comprensión del proceso catequético, y el Catecismo de la Iglesia Católica.


La Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica y la catequesis


127. La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II, subraya la importancia fundamental de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. La Sagrada Escritura es presentada, juntamente con la Sagrada Tradición, "como regla suprema de la fe", ya que transmite "inmutablemente la palabra del mismo Dios y, en las palabras de los Apóstoles y los Profetas, hace resonar la voz del Espíritu Santo". (435) Por eso la Iglesia quiere que, en todo el ministerio de la Palabra, la Sagrada Escritura tenga un puesto preeminente. La catequesis, en concreto, debe ser "una auténtica introducción a la ‘lectio divina’, es decir, a la lectura de la Sagrada Escritura, hecha según el Espíritu que habita en la Iglesia". (436)

En este sentido, "hablar de la Tradición y de la Escritura como fuentes de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el pensamiento, el espíritu y las actitudes bíblicas y evangélicas, a través de un contacto asiduo con los mismos textos; y es también recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los textos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia". (437) En esta lectura eclesial de la Escritura, hecha a la luz de la Tradición, el Catecismo de la Iglesia Católica desempeña un papel muy importante.


(435) DV 21.

(436) MPD, 9c; cfr. Pontificia Comisión bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, IV, C,3.

(437) CTR 27; cfr. Sínodo 1985, II, B, a, 1.



128. La Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica se presentan como dos puntos de referencia para inspirar toda la acción catequizadora de la Iglesia en nuestro tiempo:

– En efecto, la Sagrada Escritura, como "Palabra de Dios escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo" (438) y el Catecismo de la Iglesia Católica, como expresión relevante actual de la Tradición viva de la Iglesia y norma segura para la enseñanza de la fe, están llamados, cada uno a su modo y según su específica autoridad, a fecundar la catequesis en la Iglesia contemporánea.
– La catequesis transmite el contenido de la Palabra de Dios según las dos modalidades con que la Iglesia lo posee, lo interioriza y lo vive: como narración de la Historia de la Salvación y como explicitación del Símbolo de la fe. La Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica han de inspirar tanto la catequesis bíblica como la catequesis doctrinal, que canalizan ese contenido de la Palabra de Dios.
– Es importante que, en el desarrollo ordinario de la catequesis, los catecúmenos y catequizandos puedan apoyarse tanto en la Sagrada Escritura como en el Catecismo local. La catequesis, en definitiva, no es otra cosa que la transmisión, vital y significativa, de estos documentos de la fe. (439)


(438) DV 9.

(439) Cfr. MPD 9.


La tradición catequética de los Santos Padres y el Catecismo de la Iglesia Católica


129. En el "depósito de la fe", junto con la Escritura, está contenida toda la Tradición de la Iglesia. "Los dichos de los Santos Padres atestiguan la presencia vivificante de esta Tradición, cuyas riquezas se infunden en la práctica y la vida de la Iglesia creyente y orante". (440)

En referencia a tanta riqueza doctrinal y pastoral, algunos aspectos merecen destacarse:
– La importancia decisiva que los Padres atribuyen al Catecumenado bautismal en la configuración de las Iglesias particulares.
– La concepción gradual y progresiva de la formación cristiana, estructurada en etapas. (441) Los Padres configuran el catecumenado inspirándose en la pedagogía divina. En el proceso catecumenal, el catecúmeno, como el pueblo de Israel, recorre un camino para llegar a la tierra de la promesa: la identificación bautismal con Cristo. (442)
– La estructuración del contenido de la catequesis según las etapas de ese proceso. En la catequesis patrística, la "narración" de la historia de la salvación era lo primero. Después, avanzada la Cuaresma, se hacían las entregas del Símbolo y del Padre nuestro y se procedía a su "explicación", con todas sus implicaciones morales. La catequesis mistagógica, una vez celebrados los sacramentos de la iniciación, ayudaba a interiorizarlos y gustarlos.


(440) DV 8c.

(441) Cuando el Concilio Vaticano II solicitó la restauración del catecumenado de adultos subrayó su necesaria gradualidad: "Restáurese el catecumenado de adultos, dividido en distintas etapas" (SC 64).

(442) Es significativo, a título de ejemplo, el testimonio de Orígenes: "Cuando abandonas las tinieblas de la idolatría y deseas llegar al conocimiento de la ley divina, entonces empiezas tu salida de Egipto. Cuando has sido agregado a la multitud de los catecúmenos y has comenzado a obedecer a los mandamientos de la Iglesia, entonces has atravesado el mar Rojo. En las paradas del desierto, cada día, te aplicas a escuchar la ley de Dios y a contemplar el rostro de Moisés que te descubre la gloria del Señor. Pero cuando llegues a la fuente bautismal, habiendo atravesado el Jordán, entrarás en la tierra de la promesa" (Origenes, Homiliae in Iesu Nave, IV, 1: SCR 71, 149).



130. El Catecismo de la Iglesia Católica, por su parte, aporta a la catequesis la gran tradición de los catecismos. (443) De la gran riqueza de esta tradición, también aquí algunos aspectos merecen destacarse:

– La dimensión cognoscitiva o veritativa de la fe. Esta no es sólo adhesión vital a Dios sino también asentimiento intelectual y de la voluntad a la verdad revelada. Los catecismos recuerdan constantemente a la Iglesia la necesidad de que los fieles, aunque sea de modo sencillo, tengan un conocimiento orgánico de la fe.
– La educación de la fe, enraizada en todas las fuentes de las que brota, abarca diferentes dimensiones: una fe profesada, celebrada, vivida y hecha oración.

La riqueza de la tradición patrística y la de los catecismos confluye en la catequesis actual de la Iglesia, enriqueciéndola tanto en su misma concepción como en sus contenidos. Recuerdan a la catequesis los siete elementos básicos que la configuran: las tres etapas de la narración de la Historia de la salvación: el Antiguo Testamento, la vida de Jesucristo y la historia de la Iglesia; y los cuatro pilares de la exposición: el Símbolo, los Sacramentos, el Decálogo y el Padre nuestro. Con estas siete piezas maestras, base tanto del proceso de la catequesis de iniciación como del proceso permanente de maduración cristiana, pueden construirse edificios de diversa arquitectura o articulación, según los destinatarios o las diferentes situaciones culturales.


(443) Cfr. CEC 13.


Los Catecismos en las iglesias locales

Los Catecismos locales: su necesidad (444)


131. El Catecismo de la Iglesia Católica se ofrece a todos los fieles y a todo hombre que quiera conocer lo que la Iglesia cree; (445) y, de modo muy particular, "se destina a alentar y facilitar la redacción de nuevos catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones y culturas, pero que guarden cuidadosamente la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica". (446)

Los Catecismos locales, en efecto, elaborados o aprobados por Obispos diocesanos o por Conferencias Episcopales, (447) son instrumentos inapreciables para la catequesis, "llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas". (448) Por esta razón, Juan Pablo II ha dirigido un cálido llamamiento a las Conferencias episcopales de todo el mundo, diciéndoles:
"Emprendan, con paciencia, pero también con firme resolución, el imponente trabajo a realizar de acuerdo con la Sede Apostólica, para lograr catecismos fieles a los contenidos esenciales de la Revelación, y puestos al día en lo que se refiere al método, capaces de educar en una fe robusta a las generaciones cristianas de los tiempos nuevos". (449)
Por medio de los Catecismos locales, la Iglesia actualiza la "pedagogía divina" (450) que Dios utilizó en la Revelación, al adaptar su lenguaje a nuestra naturaleza con su providencia solícita. (451) En los Catecismos locales, la Iglesia comunica el Evangelio de una manera muy accesible a la persona humana, para que ésta pueda realmente percibirlo como buena noticia de salvación. Los Catecismos locales se convierten, así, en expresión palpable de la admirable "condescendencia" (452) de Dios y de su "amor inefable" (453) al mundo.


(444) El presente apartado se refiere exclusivamente a los Catecismos oficiales, es decir, a aquéllos que el Obispo diocesano (CIC 775, 1) o la Conferencia episcopal (CIC 775, 2) asumen como propios. Los catecismos no oficiales (CIC 827,1) y otros instrumentos de trabajo para la catequesis (DCG 1971, 116) serán considerados en la Quinta Parte, cap. 4.

(445) FD 4c.

(446) FD 4d.

(447) Cfr. CIC 775.

(448) CTR 53a.

(449) CTR 50.

(450) DV 15.

(451) Cfr. DV 13.

(452) DV 13.

(453) Cfr. DV 13. "Benignidad inefable", "providencia y cuidado", "condescendencia" son expresiones que definen la pedagogía divina en la Revelación. Muestran el deseo de Dios de "adaptarse" (synkatabasis) a los seres humanos. Este mismo espíritu es el que ha de guiar la elaboración de los Catecismos locales.


El género literario de un Catecismo local


132. Tres rasgos principales caracterizan a todo catecismo, asumido como propio de una Iglesia local: su carácter oficial, la síntesis orgánica y básica de la fe que ofrece y el hecho de ser ofrecido, junto a la Sagrada Escritura, como punto de referencia para la catequesis.

– El Catecismo local, en efecto, es texto oficial de la Iglesia. De alguna forma visibiliza la "entrega del Símbolo" y la "entrega del Padre nuestro" a los catecúmenos y a los que van a ser bautizados. Es la expresión, por tanto, de un acto de tradición.

El carácter oficial del Catecismo local establece una distinción cualitativa respecto a los demás instrumentos de trabajo, útiles en la pedagogía catequética (textos didácticos, catecismos no oficiales, guías del catequista…).
– Todo catecismo es, además, un texto de base y de carácter sintético, en el que se presentan, de manera orgánica y atendiendo a la "jerarquía de verdades", los acontecimientos y verdades fundamentales del misterio cristiano.
– El Catecismo local presenta, en su organicidad, un compendio de los "documentos de la Revelación y de la tradición cristiana", (454) que son ofrecidos en la rica diversidad de "lenguajes" en que se expresa la Palabra de Dios.

El Catecismo local se ofrece, finalmente, como punto de referencia inspirador de la catequesis. La Sagrada Escritura y el Catecismo son los dos documentos doctrinales de base en el proceso de catequización, para tener siempre a mano. Siendo uno y otro los instrumentos primordiales, no son los únicos: se requieren otros instrumentos de trabajo más inmediatos. (455) Por tanto, es legítimo preguntarse si un Catecismo oficial debe incluir elementos pedagógicos o, por el contrario, debe limitarse a ser una síntesis doctrinal, ofreciendo sólo las fuentes.
En cualquier caso, al ser el catecismo un instrumento para el acto catequético, que es acto de comunicación, responde siempre a una clara inspiración pedagógica, y siempre debe transparentar, dentro de su género, la pedagogía divina. Las cuestiones más claramente metodológicas son, ordinariamente, más propias de otros instrumentos.


(454) DCG (1971) 119.

(455) En la catequesis, junto a los instrumentos, intervienen otros factores decisivos: la persona del catequista, el método de transmisión, la relación que se establece entre catequista y catequizando, el respeto al ritmo interior de recepción por parte del destinatario, el clima de amor y de fe en la comunicación, el compromiso activo de la comunidad cristiana, etc.


Los aspectos de la adaptación en un Catecismo local (456)


133. El Catecismo de la Iglesia Católica indica cuáles son los aspectos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de adaptar o contextualizar la síntesis orgánica de la fe que todo Catecismo local debe ofrecer. Esta síntesis de fe debe responder a las exigencias que dimanan de "las diferentes culturas, de las edades, de la vida espiritual, de las situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis". (457) También el Concilio Vaticano II afirma con énfasis la necesidad de adaptar el mensaje evangélico: "Esta predicación acomodada de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda evangelización". (458) Según esto:

– Un Catecismo local ha de presentar la síntesis de fe en referencia a la cultura concreta en que viven inmersos los catecúmenos y catequizandos. Incorporará, por tanto, todas aquellas "expresiones originales de vida, de celebración y de pensamiento cristianos", (459) surgidas de la propia tradición cultural y que son fruto del trabajo y de la inculturación de la Iglesia local.
– Un Catecismo local, "fiel al mensaje y fiel a la persona humana", (460) presenta el misterio cristiano de modo significativo y cercano a la psicología y mentalidad de la edad del destinatario concreto y, en consecuencia, en clara referencia a las experiencias nucleares de su vida. (461)
– También se debe cuidar, de manera muy especial, la forma concreta de vivir el hecho religioso en una sociedad determinada. No es lo mismo ofrecer un Catecismo en un ambiente de marcada indiferencia religiosa que en un contexto de honda religiosidad. (462) El tratamiento, en concreto, de la relación "fe-ciencia" ha de estar muy cuidado en todo catecismo.
– La problemática social circundante, al menos en sus elementos estructurantes más profundos (económicos, políticos, familiares…), es un factor importante para contextualizar el Catecismo. Inspirándose en la doctrina social de la Iglesia, el Catecismo sabrá ofrecer criterios, motivaciones y pautas de acción que iluminen la presencia cristiana en medio de esa problemática. (463)
– Finalmente, la situación eclesial concreta que vive la Iglesia particular es, sobre todo, el contexto obligado al que referir el Catecismo. Obviamente, no las situaciones coyunturales, a las que se atiende mediante otros escritos magisteriales, sino la situación más permanente que reclama una evangelización con acentos más específicos y determinados. (464)


(456) Cfr. Cuarta Parte, cap. 1.

(457) CEC 24.

(458) GS 44.

(459) CTR 53a.

(460) Cfr. CTR 55c; MPD 7; DCG (1971) 34.

(461) Cfr. CTR 36-45.

(462) En los Catecismos locales debe prestarse atención al tratamiento y orientación de la religiosidad popular (cfr. EN 48CTR 54 ; CEC 1674-1676), así como a lo concerniente al diálogo ecuménico (cfr. CTR 32-34 CEC 817-822) y al diálogo interreligioso (cfr. EN 53 RMi 55-57 CEC 839-845).

(463) LC 72 distingue entre "principios de reflexión", "criterios de juicio" y "directrices de acción", que la Iglesia ofrece en su doctrina social. Un Catecismo sabrá distinguir estos niveles.

(464) Se hace refiencia aquí, fundamentalmente a las "diferentes situaciones socio-religiosas" ante la evangelización. Se trata de ellas en la Primera Parte, cap. 1.


La creatividad de las Iglesias locales respecto a la elaboración de Catecismos


134. Las Iglesias locales, en la tarea de adaptar, contextualizar e inculturar el mensaje evangélico a las diferentes edades, situaciones y culturas, por medio de los Catecismos, necesitan una certera y madura creatividad. Del depositum fidei, confiado a la Iglesia, las Iglesias locales han de seleccionar, estructurar y expresar, bajo la guía del Espíritu Santo, Maestro interior, todos aquellos elementos con los que transmitir, en una situación determinada, el Evangelio en toda su autenticidad.

En esta difícil tarea, el Catecismo de la Iglesia Católica es "punto de referencia" para garantizar la unidad de la fe. El presente Directorio General para la Catequesis, por su parte, ofrece los criterios básicos que deben orientar la presentación del mensaje cristiano.



135. En la elaboración de los Catecismos locales conviene recordar lo siguiente:

– Se trata, ante todo, de elaborar verdaderos Catecismos adaptados e inculturados. En este sentido conviene distinguir entre lo que es un Catecismo, que actualiza el mensaje cristiano a las distintas edades, situaciones y culturas, y lo que es una mera síntesis del Catecismo de la Iglesia Católica, como instrumento de introducción al estudio del mismo. Son dos géneros diferentes. (465)
– Los Catecismos locales pueden tener un carácter diocesano, regional o nacional. (466)
– Atendiendo a la estructuración de los contenidos, los diferentes Episcopados publican, de hecho, Catecismos con diversas articulaciones o configuraciones. Como ya se ha indicado, el Catecismo de la Iglesia Católica es propuesto como referente doctrinal, pero no quiere imponerse con él, para toda la Iglesia, una configuración determinada de catecismo. Hay, así, Catecismos con una configuración trinitaria, otros se estructuran según las etapas de la historia de la salvación, otros siguiendo un tema bíblico o teológico de gran densidad (Alianza, Reino de Dios, etc.), otros lo hacen según las dimensiones de la fe, otros siguiendo el año litúrgico.
– Atendiendo a la manera de expresar el mensaje evangélico, la creatividad de un Catecismo incide, también, en la misma formulación del contenido. (467) Evidentemente, un catecismo debe ser fiel al depósito de la fe en el modo de expresar la sustancia doctrinal del mensaje cristiano: "Las Iglesias particulares profundamente compenetradas no sólo con las personas, sino con las aspiraciones, las riquezas y límites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo que distinguen a tal o cual conjunto humano, tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje evangélico, de traducirlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje que esos hombres comprenden y de anunciarlo después en ese mismo lenguaje". (468)

El principio a seguir en esta delicada tarea es el indicado por el Concilio Vaticano II: "buscar siempre el modo más apropiado de comunicar la doctrina a los hombres de nuestra época, porque una cosa es el depósito mismo de la fe, o sea sus verdades, y otra cosa es el modo de formularlas, conservando el mismo sentido y el mismo significado". (469)


(465) Acerca de esta distinción entre Catecismos locales y obras de síntesis del CEC ver lo indicado en Congregación para la Doctrina de la Fe Congregación para el Clero, Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales Orientaciones acerca de las "obras de síntesis" del Catecismo de la Iglesia Católica (Prot. n. 94004378 del 20 diciembre 1994), Permisas 1-5. Entre otras cosas dice: "Las obras de síntesis del CEC pueden, erróneamente, ser entendidas como sustitutivas de los Catecismos locales, al punto de desalentar de hecho la preparación de éstos, mientras carecen, por su parte, de las adaptaciones a las particulares situaciones de los destinatarios, que requiere la catequesis" (n. 4).

(466) Cfr. CIC 775,1-2.

(467) La cuestión del lenguaje, tanto en los Catecismos locales como en el acto catequético, es de suma importancia. Cfr. CTR 59.

(468) EN 63. En esta delicada tarea de "asimilar-traducir", indicada en este texto, es muy importante tener en cuenta la observación hecha por la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación para el Clero en Orientaciones acerca de las ?obras de síntesis' del Catecismo de la Iglesia Católica, Premisas 3: "La elaboración de Catecismos locales, que tengan al CEC como ?texto de referencia válido y autorizado' (FD 4), permanece como objetivo importante para los Episcopados. Pero las previsibles dificultades que se encontrarán en tal empresa sólo podrán ser superadas si, mediante un adecuado y quizá incluso prolongado tiempo de asimilación del CEC, se prepara el terreno teológico, catequético y lingüístico para una real obra de inculturación de los contenidos del Catecismo".

(469) GS 62b.


El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales: la "sinfonía" de la fe


136. El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales, naturalmente con la específica autoridad de cada uno, forman una unidad. Son la expresión concreta de la "unidad en la misma fe apostólica" (470) y, al mismo tiempo, de la rica diversidad de la formulación de esa misma fe.

El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales juntos, al contemplar su armonía, muestran la sinfonía de la fe: una sinfonía, ante todo, interna al mismo Catecismo de la Iglesia Católica, elaborado con la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica; y una sinfonía derivada de él y manifestada en los Catecismos locales. Esta "sinfonía", este "coro de voces de la Iglesia universal", (471) manifestada en los Catecismos locales, fieles al Catecismo de la Iglesia Católica, tiene un significado teológico importante:
– Expresa, ante todo, la catolicidad de la Iglesia. Las riquezas culturales de los pueblos se incorporan a la expresión de la fe de la única Iglesia.
– El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales manifiestan también la comunión eclesial de la que la "profesión de una sóla fe" (472) es uno de sus vínculos visibles. Las Iglesias particulares, "en las cuales y partir de las cuales existe la Iglesia católica, una y única", (473) forman con el todo, con la Iglesia universal, "una peculiar relación de mutua interioridad". (474) La unidad entre el Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales visibiliza esa comunión.
– El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales expresan, igualmente, de forma palpable, la realidad de la colegialidad episcopal. Los obispos, cada uno en su diócesis, y juntos como colegio, en comunión con el sucesor de Pedro, tienen la máxima responsabilidad de la catequesis en la Iglesia. (475)

El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales, por su unidad profunda y su rica diversidad, están llamados a ser fermento renovador de la catequesis en la Iglesia. Al contemplarlos con una mirada católica y universal, la Iglesia, es decir, la entera comunidad de discípulos de Cristo puede decir en verdad: "¡Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia!".


(470) FD 4b.

(471) RMi 54b.

(472) CEC 815.

(473) LG 23a.

(474) Congregación para la Doctrina de la Fe, "Communionis notio", n. 9: l.c. 843.

(475) Cfr. CTR 63b.




TERCERA PARTE

LA PEDAGOGIA DE LA FE


"Yo enseñé a Efraín a caminar, tomándole por los brazos… Con lazos humanos los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer" (Os 11,3-4).

"Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios. A sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado" (Mc 4,10-11. 34).


"Uno solo es vuestro Maestro, Cristo" (Mt 23,10)


137. Jesús cuidó atentamente la formación de los discípulos que envió en misión. Se presentó a ellos como el único Maestro y al mismo tiempo amigo paciente y fiel; (476) su vida entera fue una continua enseñanza; (477) estimulándoles con acertadas preguntas (478) les explicó de una manera más profunda cuanto anunciaba a las gentes; (479) les inició en la oración; (480) les envió de dos en dos a prepararse para la misión; (481) les prometió primero y envió después el Espíritu del Padre para que les guiara a la verdad plena (482) y les sostuviera en los inevitables momentos de dificultad. (483) Jesucristo es "el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria". (484) En Jesucristo, Señor y Maestro, la Iglesia encuentra la gracia transcendente, la inspiración permanente, el modelo convincente para toda comunicación de la fe.


(476) Cfr.Jn 15,15 Mc 9,33-37 Mc 10,41-45.

(477) Cfr. CTR 9a.

(478) Cfr. Mc 8,14-21,27.

(479) Cfr. Mc 4,34 Lc 12,41.

(480) Cfr. Lc 11,1-2.

(481) Cfr. Lc 10,1-20.

(482) Cfr. Jn 16-13.

(483) Cfr. Mt 10,20 Jn 15,26 Ac 4,31.

(484) Cfr. CTR 9.


Significado y finalidad de esta parte


138. En la escuela de Jesús Maestro, el catequista une estrechamente su acción de persona responsable con la acción misteriosa de la gracia de Dios. La catequesis es, por esto, ejercicio de una "pedagogía original de la fe". (485)

La transmisión del Evangelio por medio de la Iglesia es, ante todo y siempre, obra del Espíritu Santo y tiene en la revelación el fundamento y la norma básica, tal como se expone en el primer capítulo de esta parte.
Pero el Espíritu se vale de personas que reciben la misión de anunciar el Evangelio y cuyas capacidades y experiencias humanas entran a formar parte de la pedagogía de la fe.
Brotan de aquí una serie de cuestiones ampliamente tratadas a lo largo de la historia de la catequesis, referentes al acto catequético, a las fuentes, a los métodos, a los destinatarios y al proceso de inculturación.
En el capítulo segundo no se pretende hacer un tratamiento exhaustivo de ellas, sino que se exponen sólo aquellos puntos que tienen hoy particular importancia para toda la Iglesia. Corresponderá a los directorios y a otros instrumentos de trabajo de las distintas Iglesias particulares considerar de manera apropiada los problemas específicos.


(485) CTR 58.




CAPITULO I

; La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de la fe (486)


La pedagogía de Dios



139. "Como a hijos os trata Dios; y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige?" (Hb 12,7). La salvación de la persona, que es el fin de la revelación, se manifiesta también como fruto de una original y eficaz "pedagogía de Dios" a lo largo de la historia. En analogía con las costumbres humanas y según las categorías culturales de cada tiempo, la Sagrada Escritura nos presenta a Dios como un padre misericordioso, un maestro, un sabio (487) que toma a su cargo a la persona —individuo y comunidad— en las condiciones en que se encuentra, la libera de los vínculos del mal, la atrae hacia sí con lazos de amor, la hace crecer progresiva y pacientemente hacia la madurez de hijo libre, fiel y obediente a su palabra. A este fin, como educador genial y previsor, Dios transforma los acontecimientos de la vida de su pueblo en lecciones de sabiduría (488) adaptándose a las diversas edades y situaciones de vida. A través de la instrucción y de la catequesis pone en sus manos un mensaje que se va transmitiendo de generación en generación, (489) lo corrige recordándole el premio y el castigo, convierte en formativas las mismas pruebas y sufrimientos. (490) En realidad, favorecer el encuentro de una persona con Dios, que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer propia la relación que Dios tiene con la persona y dejarse guiar por El.


(486) DV 15; DCG (1971) 33; CTR 58 CL 61 CEC 53 CEC 122 CEC 684 CEC 708 CEC 1145 CEC 1950 CEC 1964.

(487) Cfr. Dt 8,5 Os 11,3-4 Pr 3,11-12.

(488) Cfr. Dt 4,36-40 Dt 11,2-7.

(489) Cfr. Ex 12,25-27 Dt 6,4-8 Dt 6,20-25 Dt 31,12-13 Jos 4,20.

(490) Cfr. Am 4,6 Os 7,19 Jr 2,30 Pr 3,11-12 He 12,4-11 Ap 3,19.


La pedagogía de Cristo


140. Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a la humanidad a su Hijo, Jesucristo. El entregó al mundo el don supremo de la salvación, realizando su misión redentora a través de un proceso que continuaba la "pedagogía de Dios", con la perfección y la eficacia inherente a la novedad de su persona. Con las palabras, signos, obras de Jesús, a lo largo de toda su breve pero intensa vida, los discípulos tuvieron la experiencia directa de los rasgos fundamentales de la "pedagogía de Jesús", consignándolos después en los evangelios: la acogida del otro, en especial del pobre, del pequeño, del pecador como persona amada y buscada por Dios; el anuncio genuino del Reino de Dios como buena noticia de la verdad y de la misericordia del Padre; un estilo de amor tierno y fuerte que libera del mal y promueve la vida; la invitación apremiante a un modo de vivir sostenido por la fe en Dios, la esperanza en el Reino y la caridad hacia el prójimo; el empleo de todos los recursos propios de la comunicación interpersonal, como la palabra, el silencio, la metáfora, la imagen, el ejemplo, y otros tantos signos, como era habitual en los profetas bíblicos. Invitando a los discípulos a seguirle totalmente y sin condiciones, (491) Cristo les enseña la pedagogía de la fe en la medida en que comparten plenamente su misión y su destino.


(491) Cfr. Mc 8,34-38 Mt 8,18-22.


La pedagogía de la Iglesia


141. Desde sus comienzos la Iglesia, que es "en Cristo como un sacramento", (492) vive su misión en continuidad visible y actual con la pedagogía del Padre y del Hijo. Ella, "siendo nuestra Madre es también educadora de nuestra fe". (493)

Estas son las razones profundas por las que la comunidad cristiana es en sí misma catequesis viviente. Siendo lo que es, anuncia, celebra, vive y permanece siempre como el espacio vital indispensable y primario de la catequesis.
La Iglesia ha generado a lo largo de los siglos un incomparable patrimonio de pedagogía de la fe: sobre todo el testimonio de las catequistas y de los catequistas santos; una variedad de vías y formas originales de comunicación religiosa como el catecumenado, los catecismos, los itinerarios de vida cristiana; un valioso tesoro de enseñanzas catequéticas, de expresiones culturales de la fe, de instituciones y servicios de la catequesis. Todos estos aspectos constituyen la historia de la catequesis y entran con derecho propio en la memoria de la comunidad y en el quehacer del catequista.


(492) LG 1.

(493) CEC 169; cfr. GE 3c.


La pedagogía divina, acción del Espíritu Santo en todo cristiano


142. "Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahvéh, a quien instruyes con tu ley". (Sal 94,12) En la escuela de la Palabra de Dios acogida en la Iglesia, gracias al don del Espíritu Santo enviado por Cristo, el discípulo crece como su Maestro en "sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,52) y es ayudado para que se desarrolle en él la "educación divina" recibida, mediante la catequesis y las aportaciones de la ciencia y de la experiencia. (494) De este modo, conociendo cada vez más el misterio de la salvación, aprendiendo a adorar a Dios Padre y "siendo sinceros en el amor", trata de "crecer en todo hacia Aquel que es la cabeza, Cristo" (Ef 4,15).

Se puede decir que la pedagogía de Dios alcanza su meta cuando el discípulo llega "al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13). Por eso no se puede ser maestro y pedagogo de la fe de otros, sino se es discípulo convencido y fiel de Cristo en su Iglesia.


(494) Cfr. GE 4.



DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - El depósito de la fe y el Catecismo de la Iglesia Católica