DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - La adaptación tiene en cuenta las diversas circunstancias

CAPITULO II

La catequesis por edades


Observaciones generales


171. La catequesis según las diferentes edades es una exigencia esencial para la comunidad cristiana. Por una parte, en efecto, la fe está presente en el desarrollo de la persona; por otra, cada etapa de la vida está expuesta al desafío de la descristianización y, sobre todo, debe construirse con las tareas siempre nuevas de la vocación cristiana.

Existen, pues, con pleno derecho catequesis diversificadas y complementarias por edades, que vienen pedidas por las necesidades y capacidades de los catequizandos. (561)
Por esto es indispensable tener en cuenta todos los aspectos tanto los antropológico-evolutivos como los teológico-pastorales, que entran en juego sirviéndose también de las aportaciones actuales de las ciencias humanas y pedagógicas en lo que conciernen a cada una de las edades.
Asimismo habrá que procurar que se integren con acierto las diversas etapas del camino de la fe, procurando de modo particular que la catequesis de infancia encuentre armónico complemento en las etapas posteriores.
También, por la misma razón, es pedagógicamente eficaz hacer referencia a la catequesis de adultos y, a su luz, orientar la catequesis de las otras etapas de la vida.
Aquí se indicarán sólo algunos elementos generales y a modo de ejemplo, dejando especificaciones ulteriores a los Directorios de catequesis de las Iglesias particulares y de las Conferencias Episcopales.


(561) Cfr. CTR 45.


La catequesis de los adultos (562)

Los adultos a los que se dirige la catequesis (563)


172. La transmisión del mensaje de la fe a los adultos ha de tener muy en cuenta las experiencias vividas, los condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así como sus múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe. (564)

En consecuencia cabe distinguir entre:
– adultos creyentes, que viven con coherencia su opción de fe y desean sinceramente profundizar en ella;
– adultos bautizados que no recibieron una catequesis adecuada; o que no han culminado realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado de la fe, hasta el punto de que han de ser considerados "cuasicatemúmenos"; (565)
– adultos no bautizados, que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado. (566)

También debe hacerse mención de aquellos adultos que provienen de confesiones cristianas no en plena comunión con la Iglesia católica.


(562) Cfr. DCG (1971) 20; 92-97; CTR 43-44; Coincat, La catequesis de adultos en la comunidad cristiana, 1990.

(563) Cfr. DCG (1971) 20; CTR 19 CTR 44; Coincat 10-18.

(564) Cfr. Coincat 10-18.

(565) Cfr. CTR 44.

(566) Cfr. CTR 19.


Elementos y criterios propios de la catequesis de adultos (567)


173. La catequesis de adultos se dirige a personas que tienen el derecho y el deber de hacer madurar el germen de la fe que Dios les ha dado, (568) tanto más cuando estas personas están llamadas a desempeñar responsabilidades sociales de diverso género y están sometidas a cambios y crisis a veces muy profundos. Por esta razón, la fe del adulto tiene que ser constantemente iluminada, desarrollada y protegida, para que adquiera esa sabiduría cristiana que da sentido, unidad y esperanza a las múltiples experiencias de su vida personal, social y espiritual. La catequesis de adultos debe identificar claramente los rasgos propios del cristiano adulto en la fe, traducir estos rasgos en objetivos y contenidos, determinar algunas constantes en la exposición, establecer las indicaciones metodológicas más eficaces, y escoger formas y modelos. Merece atención especial la figura y la identidad del catequista de adultos y su formación; como también la atención a quienes ejercen las responsabilidades de la catequesis de adultos en la comunidad. (569)



(567) Cfr. DCG (1971) 92-94; CTR 43; Coincat 20-25; 26-30; 33-84.

(568) Cfr. 1Co 13,11 Ep 4,13.

(569) Cfr. Coincat 33-84.



174. Entre los criterios que aseguran de modo eficaz una catequesis de adultos, auténtica y eficaz, hay que recordar: (570)

– la atención a los destinatarios en cuanto adultos, como hombres y como mujeres, teniendo en cuenta por tanto sus problemas y experiencias, sus capacidades espirituales y culturales, con pleno respeto a las diferencias;
– la atención a la condición laical de los adultos, que por el Bautismo tienen la misión de "buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios", (571) y asimismo que están llamados a la santidad; (572)
– la atención por despertar el interés de la comunidad, para que sea lugar de acogida y ayuda de los adultos;
– la atención a un proyecto orgánico de pastoral de los adultos en el que la catequesis se integra con la formación litúrgica y con el servicio de la caridad.


(570) Cfr. Coincat 26-30.

(571) LG 31; cfr. EN 70 CL 23.

(572) Cfr. CL 57-59.


Cometidos generales y particulares de la catequesis de adultos (573)


175. Para que la catequesis de adultos pueda responder a las necesidades más profundas de nuestro tiempo, debe proponer la fe cristiana en su integridad, autenticidad y sistematicidad, de acuerdo con la comprensión que de ella tiene la Iglesia, poniendo en un primer plano el anuncio de la salvación; iluminando con su luz las dificultades, obscuridades, falsas interpretaciones, prejuicios y objeciones hoy presentes; mostrando las implicaciones y exigencias morales y espirituales del mensaje; introduciendo a la lectura creyente de la Sagrada Escritura y a la práctica de la oración. El Catecismo de la Iglesia Católica presta un servicio fundamental a la catequesis de adultos y —en relación a él— los Catecismos de adultos de cada Iglesia particular.

Más en particular tareas de la catequesis de adultos son:
– Promover la formación y la maduración de la vida en el Espíritu de Cristo Resucitado, con medios adecuados como son la pedagogía sacramental, los retiros, la dirección espiritual…
– Educar para juzgar con objetividad los cambios socio-culturales de nuestra sociedad a la luz de la fe. De este modo el pueblo cristiano es ayudado a discernir los valores auténticos, los riesgos de nuestra civilización, y a asumir los comportamientos adecuados.
– Dar respuesta a los interrogantes religiosos y morales de hoy, es decir, aquellas cuestiones que se plantean los hombres de nuestro tiempo, como por ejemplo a propósito de la moral pública e individual, o las relacionadas con las cuestiones sociales, o las que se refieren a la educación de las nuevas generaciones.
– Esclarecer las relaciones existentes entre acción temporal y acción eclesial, manifestando las mutuas distinciones, recíprocas implicaciones y, por consiguiente, la debida interacción. A este fin, la doctrina social de la Iglesia es parte integrante de la formación de los adultos.
– Desarrollar los fundamentos racionales de la fe. La catequesis debe demostrar que la recta inteligencia de la fe y de las verdades que hay que creer están conforme con las exigencias de la razón humana y que el Evangelio es siempre actual y oportuno. Es, pues, necesario promover eficazmente una pastoral del pensamiento y de la cultura cristiana. Esto permitirá superar ciertas formas de integrismo y de fundamentalismo, como también de interpretaciones arbitrarias y subjetivas.
– Formar para asumir responsabilidades en la misión de la Iglesia y para saber dar testimonio cristiano en la sociedad. Se ha de ayudar al adulto a descubrir, valorar y vivir todo lo que ha recibido de la naturaleza y de la gracia, tanto en la comunidad eclesial como en la comunidad humana. De este modo podrá también superar los riesgos de la masificación y del anonimato, particularmente frecuentes en algunas sociedades de hoy, que llevan a la pérdida de identidad y a la desconfianza en las propias posibilidades.


(573) Cfr. DCG (1971) 97.


Formas particulares de la catequesis de adultos (574)


176. Hay situaciones y circunstancias que exigen particulares formas de catequesis:

– la catequesis de la iniciación cristiana o el catecumenado de adultos que es regulado expresamente por el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos;
– la catequesis al pueblo de Dios en las formas tradicionales debidamente adaptadas, a lo largo del año litúrgico, o en la forma extraordinaria de las misiones populares;
– la catequesis perfectiva dirigida a quienes tienen una tarea de formación en la comunidad: los catequistas y todos los que están comprometidos en el apostolado de los laicos;
– la catequesis que hay que realizar con ocasión de los principales acontecimientos de la vida, como son el matrimonio, el bautismo de los hijos y los otros sacramentos de la iniciación cristiana, en los momentos críticos del crecimiento de los jóvenes, en la enfermedad, etc. Son circunstancias en las que las personas se sienten más movidos que nunca a preguntarse por el verdadero sentido de la vida;
– la catequesis en ocasión de situaciones particulares, como la entrada en el mundo del trabajo, el servicio militar, la emigración… Son cambios que pueden generar enriquecimientos interiores, pero también confusión y pérdida de orientación, por lo que se necesita la luz y la ayuda de la Palabra de Dios;
– la catequesis referida al uso cristiano del tiempo libre, sobre todo con ocasión de vacaciones y viajes de turismo;
– la catequesis que hay que hacer con ocasión de acontecimientos particulares que afectan a la vida de la Iglesia y de la sociedad.

Estas y otras formas particulares de catequesis no disminuyen en manera alguna la necesidad de instituir para todos los adultos procesos sistemáticos, orgánicos y permanentes de catequesis que toda comunidad eclesial debe garantizar.


(574) Cfr. Primera Parte, cap. 2; DCG (1971) 96.


La catequesis de la infancia y de la niñez (575)

Situación e importancia de la infancia y de la niñez (576)


177. Esta etapa de la vida, en la que tradicionalmente se distingue la primera infancia o edad preescolar de la niñez, se caracteriza, a los ojos de la fe y de la misma razón, por tener la gracia de una vida que comienza, "de la cual brotan admirables posibilidades para la edificación de la Iglesia y humanización de la sociedad", (577) y al mismo tiempo grandes necesidades a las que hacer frente. El niño, hijo de Dios por el don del Bautismo, es considerado por Cristo miembro privilegiado del Reino de Dios. (578)

Por diversas razones, hoy, tal vez más que en otro tiempo, el niño necesita pleno respeto y ayuda para su crecimiento humano y espiritual; también está necesitado de la catequesis, que nunca debe faltar a los niños cristianos. En efecto, quienes les han dado la vida, enriqueciéndola con el don del Bautismo, tienen el deber de seguir alimentándola continuamente.


(575) Cfr. DCG (1971) 78-81; CTR 36-37.

(576) Cfr. DCG (1971) 78-79; CL 47.

(577) Cfr. CL 47.

(578) Cfr. Mc 10,14.


Características de esta catequesis (579)


178. La catequesis de los pequeños está necesariamente ligada a su situación y condición de vida y es fruto de la intervención de distintos educadores, entre sí complementarios.

Se pueden indicar algunas características de especial importancia de valor universal:
– La infancia y la niñez, comprendidas y tratadas ambas según sus rasgos peculiares, representan el tiempo de la llamada primera socialización y de la educación humana y cristiana en la familia, en la escuela y en la comunidad cristiana, y por eso hay que considerarlas como un momento decisivo para el futuro de la fe.
– De acuerdo con una tradición ya consolidada, es en esta etapa, de ordinario, en la que tiene lugar la iniciación cristiana comenzada con el Bautismo. Con la recepción de los sacramentos, se inicia la primera formación orgánica de la fe del niño y su incorporación en la vida de la Iglesia. (580)
– Por eso el proceso catequético en el tiempo de la infancia será eminentemente educativo, atento a desarrollar las capacidades y aptitudes humanas, base antropológica de la vida de fe, como el sentido de la confianza, de la gratuidad, del don de sí, de la invocación, de la gozosa participación… La educación a la oración y la iniciación a la Sagrada Escritura son aspectos centrales de la formación cristiana de los pequeños. (581)
– Finalmente, hay que tener en cuenta la importancia de dos ámbitos educativos: la familia y la escuela. La catequesis familiar es, en cierto modo, insustituíble, sobre todo por el ambiente positivo y acogedor, por el atrayente ejemplo de los adultos, por la primera y explícita sensibilización de la fe y por la práctica de la misma.


(579) Cfr. DCG (1971) 78-79; CTR 37.

(580) Cfr. CTR 37.

(581) Cfr. Sagrada Congregación para el Culto Divino, Directorio para la misa con niños (1 noviembre 1973): AAS 66 (1974), pp. 30-46.



179. El ingreso en la escuela significa para el niño entrar a formar parte de una sociedad más amplia que la familia, con la posibilidad de desarrollar mucho más sus capacidades intelectuales, afectivas, y de comportamiento. En la escuela misma, frecuentemente, se imparte una específica enseñanza religiosa.

Todo esto requiere que la catequesis y los catequistas lleven a cabo una colaboración constante con los padres y también con los maestros, de acuerdo con las posibilidades de cada lugar. (582) Recuerden los pastores que, cuando ayudan a padres y educadores a cumplir bien su misión, se está edificando la Iglesia. Este trabajo, por otra parte, ofrece una gran oportunidad para la catequesis de adultos. (583)


(582) Cfr. DCG (1971) 79.

(583) Cfr. DCG (1971) 78. 79.


Niños sin apoyo religioso familiar o que no frecuentan la escuela (584)


180. Existen también, y en no pequeña medida, niños con graves carencias, en la medida en que les falta un apoyo religioso familiar adecuado, o por no tener una verdadera familia, o por no frecuentar la escuela, o por condiciones de inestabilidad social o de inadaptación, o por otras causas ambientales. Muchos no están siquiera bautizados; otros no realizan el camino de iniciación. Corresponde a la comunidad cristiana suplir, con generosidad, competencia y de modo realista estas carencias, tratando de dialogar con las familias, proponiendo formas apropiadas de educación escolar y llevando a cabo una catequesis proporcionada a las posibilidades y necesidades concretas de esos niños.


La catequesis de los jóvenes (585)

Preadolescencia, adolescencia y juventud (586)


181. En términos generales, se ha de observar que la crisis espiritual y cultural, que está afectando al mundo, (587) tiene en las generaciones jóvenes sus primeras víctimas. También es verdad que el esfuerzo por construir una sociedad mejor encuentra en los jóvenes sus mejores esperanzas. Esto debe estimular cada vez más a la Iglesia a realizar con decisión y creatividad el anuncio del Evangelio al mundo juvenil.

A ese respecto, la experiencia muestra que es útil para la catequesis distinguir en esas edades entre preadolescencia, adolescencia y juventud, sirviéndose oportunamente de los resultados de la investigación científica y de las condiciones de vida en los distintos países.
En las regiones, consideradas como desarrolladas, se plantea de modo especial el problema de la preadolescencia: no se tienen en cuenta suficientemente las dificultades, necesidades y capacidades humanas y espirituales de los preadolescentes, hasta el punto de poder afirmar en relación a ella que es una etapa ignorada.
Actualmente, con frecuencia los catequizandos de esta edad, al recibir el sacramento de la Confirmación, concluyen también el proceso de iniciación sacramental, pero a la vez tiene lugar su alejamiento casi total de la práctica de la fe. Es necesario tomar en cuenta con seriedad esta hecho y llevar a cabo una atención pastoral específica, utilizando los medios formativos que proporciona el propio camino de iniciación cristiana.
Respecto a las otras dos categorías, es necesario distinguir la adolescencia de la juventud, aun sabiendo la dificultad de definir de modo claro su significado. De modo global, hablamos aquí de aquella etapa de la vida que precede a la asunción de las responsabilidades propias del adulto.
También la catequesis de jóvenes ha de ser revisada y potenciada profundamente.


(584) Cfr. DCG (1971) 80-81; CTR 42.

(585) Cfr. DCG (1971) 82-91; EN 72 CTR 38-42.

(586) Cfr. DCG (1971) 83.

(587) Cfr. Exposición introductoria, 23-24.


La importancia de la juventud para la sociedad y para la Iglesia (588)


182. La Iglesia, que ve a los jóvenes como "la esperanza", los contempla hoy como "un gran desafío para el futuro de la Iglesia". (589)

El rápido y tumultuoso cambio cultural y social, el crecimiento numérico de jóvenes, el alargamiento de la etapa de la juventud antes de entrar a tomar parte en las responsabilidades de los adultos, la falta de trabajo y en ciertos países las condiciones permanentes de subdesarrollo, las presiones de la sociedad de consumo… , todo ayuda a perfilar el mundo de los jóvenes como el tiempo de espera, a veces de desencanto y de insatisfacción, incluso de angustia y de marginación. El alejamiento de la Iglesia, o al menos la desconfianza hacia ella, está presente en muchos como actitud de fondo. A la vez, en los jóvenes se refleja a menudo la falta de apoyo espiritual y moral de las familias y la precariedad de la catequesis recibida.
Por otro lado, en numerosos jóvenes se descubre una fuerte e impetuosa tendencia a la búsqueda de sentido de la vida, a la solidaridad, al compromiso social, e incluso a la misma experiencia religiosa…


(588) Cfr. DCG (1971) 82; EN 72; MDP 3; CTR 38-39 CL 46 TMA 58.

(589) GE 2; CL 46.



183. De aquí se desprenden algunas consecuencias para la catequesis.

Ante todo, el servicio de la fe tiene que estar atento a las luces y las sombras de la condición de la vida de los jóvenes, tal como se dan en las distintas regiones y ambientes.
La propuesta explícita de Cristo al joven del Evangelio (590) es el corazón de la catequesis; propuesta dirigida a todos los jóvenes y a su medida, en la comprensión atenta de sus problemas. En el Evangelio, los jóvenes aparecen de hecho como interlocutores directos de Jesucristo que les revela su "singular riqueza", y que a la vez les compromete en un proyecto de crecimiento personal y comunitario de valor decisivo para la sociedad y la Iglesia. (591)
Por eso no debe verse a los jóvenes sólo como objeto de la catequesis, sino como "sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social". (592)


(590) Cfr. Mt 19,16-22; Juan Pablo II, Carta apostólica A los jóvenes del mundo, (Parati semper) (31 marzo 1985): AAS 77 (1985), pp. 579-628.

(591) Cfr. Juan Pablo II, A los jóvenes del mundo, cit. n. 3.

(592) CL 46; cfr. DCG (1971) 89.


Características de la catequesis para jóvenes (593)


184. Por la amplitud de la tarea, corresponde ciertamente a los Directorios catequéticos de las Iglesias particulares y de las Conferencias Episcopales nacionales y regionales especificar, teniendo en cuenta las circunstancias, lo que conviene en cada lugar.

Sin embargo, cabe indicar unas líneas generales comunes:
– Se ha de tener presente las diferentes situaciones religiosas: jóvenes no bautizados; jóvenes bautizados que no han realizado el proceso catequético ni completado la iniciación cristiana; jóvenes que atraviesan crisis de fe a veces graves; otros con posibilidades de hacer una opción de fe o que la han hecho y esperan ser ayudados.
– No se puede olvidar que resulta provechosa aquella catequesis que se puede llevar a cabo al interior de una pastoral más amplia de preadolescentes, adolescentes y jóvenes orientada al conjunto de problemas que afectan a sus vidas. A este fin la catequesis debe integrar aspectos tales como el análisis de la situación, la atención a las ciencias humanas y de la educación y la colaboración de los laicos y de los mismos jóvenes.
– Y son mediaciones útiles para una catequesis eficaz: Una acción de grupo bien orientada, una pertenencia a asociaciones juveniles de carácter educativo, (594) y un acompañamiento personal del joven, en el que destaca la dirección espiritual.


(593) Cfr. DCG (1971) 84-89; CTR 38-40.

(594) Cfr. DCG (1971) 87.



185. Entre las diversas formas de catequesis de jóvenes, hay que prever, teniendo en cuenta las situaciones, un catecumenado juvenil en edad escolar; una catequesis que complete y culmine la iniciación cristiana; una catequesis sobre cuestiones específicas; así como encuentros más o menos ocasionales e informales.

En general se ha de proponer a los jóvenes una catequesis con itinerarios nuevos, abiertos a la sensibilidad y a los problemas de esta edad, que son de orden teológico, ético, histórico, social… En particular, deben ocupar un puesto adecuado, la educación para la verdad y la libertad según el Evangelio, la formación de la conciencia, la educación para el amor, el planteamiento vocacional, el compromiso cristiano en la sociedad y la responsabilidad misionera en el mundo. (595) Con todo hay que poner de relieve, que la evangelización contemporánea de los jóvenes debe adoptar con frecuencia un carácter misionero más que el estrictamente catecumenal. En realidad, la situación exige a menudo que la acción apostólica con los jóvenes sea de índole humanizadora y misionera, como primer paso necesario para que maduren unas disposiciones más favorables a la acción estrictamente catequética. Por tanto, muchas veces en la realidad, será oportuno intensificar la acción precatecumenal al interior de procesos educativos globales.
Una de las dificultades mayores a las que hay que enfrentarte y dar respuesta se refiere a la diferencia de lenguaje (mentalidad, sensibilidad, gustos, estilo, vocabulario…) entre los jóvenes y la Iglesia (catequesis y catequistas). Vale la pena por eso insistir en la necesidad de una adaptación de la catequesis a los jóvenes, sabiendo traducir a su lenguaje "con paciencia y buen sentido, sin traicionarlo, el mensaje de Jesucristo". (596)


(595) Otros temas significativos: relación entre fe y razón; la existencia y el sentido de Dios; el problema del mal; la persona de Cristo; la Iglesia; el orden ético en relación con la subjetividad personal; el encuentro de hombre y mujer; la doctrina social de la Iglesia...

(596) CTR 40.


Catequesis de los ancianos (597)

La tercera edad, don de Dios a la Iglesia


186. El número creciente de personas ancianas representa en diversos países del mundo una nueva y específica tarea pastoral de la Iglesia. Las personas de esta edad, a veces considerados como objeto pasivo, más o menos molesto, es necesario, sin embargo, verlas a la luz de la fe, como un don de Dios a la Iglesia y a la sociedad, a las que hay que dedicarles también el cuidado de una catequesis adecuada. Tienen a ella el mismo derecho y deber que los demás cristianos.

Se ha de tener en cuenta la diversidad de situaciones personales, familiares, sociales, en particular, la situación de soledad y el riesgo de marginación.
La familia cumple una función primaria, porque en ella el anuncio de la fe puede darse en un clima de acogida y de amor que confirman, mejor que ninguna otra cosa, el valor de la Palabra.
En todo caso, la catequesis de los ancianos ha de asociar al contenido de la fe la presencia cordial del catequista y de la comunidad creyente. Por lo que es deseable que los ancianos participen plenamente en el itinerario catequético de la comunidad.


(597) Cfr. DCG (1971) 95; CL 48.


Catequesis de la plenitud y de la esperanza


187. La catequesis de los ancianos debe estar atenta a los aspectos particulares de su situación de fe. El anciano puede haber llegado a esta edad con una fe sólida y rica: entonces la catequesis ayudará a seguir recorriendo el camino en actitud de acción de gracias y de espera confiada; otros viven una fe más o menos oscurecida y una débil práctica cristiana: entonces la catequesis aportará una luz y experiencia religiosa nuevas; a veces el anciano llega a su edad con profundas heridas en el alma y en el cuerpo: la catequesis le ayudará a vivir su situación en actitud de invocación, de perdón, de paz interior.

En cualquier caso, la condición del anciano reclama una catequesis de la esperanza que proviene de la certeza del encuentro definitivo con Dios.
Es siempre beneficioso para él y enriquecedor para la comunidad el hecho de que el anciano creyente de testimonio de una fe que resplandece aún más a medida que se va acercando al gran momento del encuentro con el Señor.


Sabiduría y diálogo (598)


188. La Biblia presenta al anciano creyente como el símbolo de la persona rica en sabiduría y temor de Dios, y, en consecuencia, como el depositario de una intensa experiencia de vida, lo que en cierto modo lo convierte en "catequista" natural de la comunidad. El es de hecho testigo de la tradición de fe, maestro de vida y ejemplo de caridad. La catequesis valora esta gracia, ayudando a la persona anciana a descubrir de nuevo las ricas posibilidades que tiene dentro de sí; ayudándola también a asumir funciones catequéticas en relación con el mundo de los pequeños para quienes, a menudo, son abuelos queridos y estimados, y en relación con los jóvenes y los adultos. De este modo se favorece un rico diálogo entre generaciones dentro de la familia y de la comunidad.


(598) Cfr. CL 48.




CAPITULO III

Catequesis para situaciones especiales, mentalidades y ambientes


La catequesis de discapacitados e inadaptados (1)


189. Toda comunidad cristiana considera como predilectos del Señor a aquellos que, particularmente entre los más pequeños, sufren alguna deficiencia física o mental u otra forma de privación. Actualmente, a causa de una mayor conciencia social y eclesial, y también debido a los innegables progresos de la pedagogía especial, se ha conseguido que la familia y otros ámbitos educativos puedan ofrecer hoy a estas personas una catequesis apropiada, a la que por otra parte tienen derecho como bautizados, y si no están bautizados, como llamados a la salvación. El amor del Padre hacia sus hijos más débiles y la continua presencia de Jesús con su Espíritu dan fe de que toda persona, por limitada que sea, es capaz de crecer en santidad.

La educación de la fe, que corresponde ante todo a la familia, requiere itinerarios adecuados y personalizados, tiene en cuenta las aportaciones de las ciencias pedagógicas y ha de llevarse a cabo en el contexto de una educación global de la persona. Por otra parte, se debe evitar el riesgo de que esta catequesis tan especializada acabe situándose al margen de la pastoral comunitaria. Para que eso no ocurra, es necesario que la comunidad se interese y se comprometa de modo permanente con esta tarea. Las características peculiares de esta catequesis, exigen de parte de los catequistas una preparación específica, y hacen que su servicio sea aún más meritorio.



(1) Cfr. DCG (1971) 91; CTR 41.


La catequesis de los marginados


190. En la misma perspectiva hay que considerar la catequesis para personas que viven, en situación marginada, o próximas a ella, o ya sumidos en la marginación, como son los emigrantes, los exilados, los nómadas, las personas sin hogar, los enfermos crónicos, los tóxico-dependientes, los encarcelados y los prisioneros.

La garantía de que se actúa acertadamente cuando se catequiza en estos ámbitos no fáciles nos viene de la palabra solemne de Jesús, quien reconoce como hecho a Sí mismo el bien que se hace a "estos pequeños hermanos". Signos permanentes de la vitalidad de la catequesis son la capacidad para distinguir la diversidad de las situaciones; captar las necesidades y demandas de cada persona; valorar los encuentros personales, dedicándoles una atención generosa y paciente; proceder con confianza y realismo, recurriendo a menudo a formas de catequesis indirectas y ocasionales. La comunidad debe apoyar fraternalmente a los catequistas dedicados a este servicio.


La catequesis para grupos diferenciados


191. La catequesis se encuentra hoy ante personas que, por su profesión específica y, más ampliamente por su situación cultural, requieren itinerarios especiales. Tal es el caso de la catequesis del mundo obrero, de las profesiones liberales, de los artistas, de los hombres de ciencia, de la juventud universitaria… Es sumamente conveniente que existan estos itinerarios dentro del servicio catequético de la comunidad cristiana.

Todos estos sectores necesitan lenguaje adaptado a los destinatarios, manteniendo una plena fidelidad al mensaje que se quiere transmitir. (2)


(2) Cfr. CTR 59.


La catequesis según ambientes


192. La educación de la fe hoy ha de tener muy en consideración los ambientes o contextos de vida, porque es en ellos donde cada persona vive su existencia, de ellos recibe gran influencia y en ellos a su vez ejerce la suya, y en ellos desarrolla sus propias responsabilidades.

En general y a modo de ejemplo, conviene recordar dos ambientes de la mayor importancia, el rural y el urbano, que exigen formas diferenciadas de catequesis.
La catequesis en el medio rural ha de reflejar las necesidades del mismo ámbito, necesidades que con frecuencia están unidas a la pobreza y a la miseria, y a veces a miedos y supersticiones; pero también el ambiente rural es rico en experiencias de sencillez, de confianza en la vida, de sentido de la solidaridad, de fe en Dios y fidelidad a las tradiciones religiosas.
La catequesis en el medio urbano ha de tener en cuenta una amplia variedad de situaciones, que van desde las de bienestar a las de pobreza y marginación. El ritmo propio de vida de la ciudad es a menudo fuente de estrés, de gran movilidad, de sugestivas llamadas a la evasión y al desinterés, donde es frecuente la situación de anonimato y de soledad…
Para cada uno de estos ambientes habrá que pensar en un servicio específico de educación de la fe, estimulando a catequistas preparados, creando instrumentos y materiales, y usando de los recursos que proporcionan los medios de comunicación…




CAPITULO IV

; Catequesis según el contexto socio-religioso


La catequesis en una situación de pluralismo y de complejidad (3)




193. Muchas comunidades e individuos están llamados a vivir hoy en un mundo pluralista y secularizado, (4) en el que se dan formas de incredulidad e indiferencia religiosa, pero también formas vivas de pluralismo cultural y religioso; en muchas personas se da hoy con fuerza la búsqueda de certezas y de valores, pero a la vez existen no pocas formas falsas de religiosidad y de adhesión incierta a la fe. Ante estas complejas situaciones, algunos cristianos pueden encontrarse confusos y desorientados, sin saber hacer frente a tales situaciones, ni discernir los mensajes que transmiten, y esto les lleva a abandonar una práctica religiosa regular, terminando por vivir como si Dios no existiera, recurriendo a menudo a sucedáneos pseudoreligiosos. Su fe, sometida a prueba y amenazada, corre el riesgo de apagarse y morir, si no se la alimenta y sostiene constantemente.


(3) Cfr. EN 51-56; MPD 15.



194. Se hace indispensable una catequesis evangelizadora, es decir, "una catequesis llena de savia evangélica y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas". (5) Ésta tiene por objetivo educar a los cristianos en el sentido de su identidad de bautizados, de creyentes y de miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con el mundo. Les vuelve a proponer los elementos fundamentales de la fe, los impulsa a una conversión auténtica, los ayuda a profundizar en la verdad y el valor del mensaje cristiano ante las objeciones teóricas y prácticas, los anima a discernir y a vivir el Evangelio en lo cotidiano, los capacita para dar razón de la esperanza que hay en ellos, (6) los fortalece en su vocación misionera con el testimonio, el diálogo y el anuncio.


(4) Cfr. Exposición introductoria, 23-24.

(5) EN 54.

(6) Cfr. 1P 3,15.



DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - La adaptación tiene en cuenta las diversas circunstancias