DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - La formación bíblico-teológica del catequista

La formación bíblico-teológica del catequista


240. Además de testigo, el catequista debe ser maestro que enseña la fe. Una formación bíblico-teológica adecuada le proporcionará un conocimiento orgánico del mensaje cristiano, articulado en torno al misterio central de la fe que es Jesucristo.

El contenido de esta formación doctrinal viene pedido por los elementos inherentes a todo proceso orgánico de catequesis:
– las tres grandes etapas de la Historia de la salvación: Antiguo Testamento, vida de Jesucristo e historia de la Iglesia;
– los grandes núcleos del mensaje cristiano: Símbolo, liturgia, moral y oración.

En el nivel propio de una enseñanza teológica, el contenido doctrinal de la formación de un catequista es el mismo que el que la catequesis debe transmitir. Por otra parte, la Sagrada Escritura deberá ser "como el alma de toda esta formación". (132) El Catecismo de la Iglesia Católica, será referencia doctrinal fundamental de toda la formación, juntamente con el Catecismo de la propia Iglesia particular o local.


(132) DCG (1971) 112. GCM 23 subraya la importancia primordial de la Sagrada Escritura en la formación de los catequistas: "La Sagrada Escritura deberá seguir siendo la materia principal de la enseñanza y constituir el alma de todo el estudio teológico. Esta ha de intensificarse cuanto sea necesario" (23).



241. Esta formación bíblico-teológica debe reunir algunas cualidades:

a) En primer lugar, es preciso que sea una formación de carácter sintético, que corresponda al anuncio que se ha de transmitir, y donde los diferentes elementos de la fe cristiana aparezcan, trabados y unidos, en una visión orgánica que respete la "jerarquía de verdades".
b) Esta síntesis de fe ha de ser tal que ayude al catequista a madurar en su propia fe, al tiempo que le capacite para dar razón de la esperanza en un tiempo de misión: "Se revela hoy cada vez más urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo por el natural dinamismo de la profundización de su fe, sino también por la exigencia de dar razón de la esperanza que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y complejos problemas". (133)
c) Debe ser una formación teológica muy cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los hombres y mujeres, "ya sea para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio". (134) De alguna forma, y manteniéndose como enseñanza teológica, debe adoptar un talante catequético.
d) Finalmente ha de ser tal que el catequista "pueda no sólo transmitir con exactitud el mensaje evangélico, sino también capacitar a los mismos catequizandos para recibir ese mensaje de manera activa y poder discernir lo que, en su vida espiritual, es conforme a la fe". (135)


(133) CL 60c.

(134) CTR 22.

(135) DCG (1971) 112.


Las ciencias humanas en la formación de los catequistas


242. El catequista adquiere el conocimiento del hombre y de la realidad en la que vive por medio de las ciencias humanas, que han alcanzado en nuestros días un incremento extraordinario. "Hay que conocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura vida de fe". (136)

Es necesario que el catequista entre en contacto al menos con algunos elementos fundamentales de la psicología: los dinamismos psicológicos que mueven al hombre, la estructura de la personalidad, las necesidades y aspiraciones más hondas del corazón humano, la psicología evolutiva y las etapas del ciclo vital humano, la psicología religiosa y las experiencias que abren al hombre al misterio de lo sagrado…
Las ciencias sociales proporcionan el conocimiento del contexto socio-cultural en que vive el hombre y que afecta decisivamente a su vida. Por eso es necesario que en la formación de los catequistas se haga "un análisis de las condiciones sociológicas, culturales y económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el proceso de la evangelización". (137)
Junto a estas ciencias recomendadas explícitamente por el Concilio Vaticano II, otras ciencias han de estar presentes, de un modo u otro, en la formación de los catequistas, especialmente las ciencias de la educación y ciencias de la comunicación.


(136) GS 62b.

(137) DCG (1971) 100.


Criterios que pueden inspirar el empleo de las ciencias humanas en la formación de los catequistas


243. Estos son:

a) El respeto a la autonomía de las ciencias: "La Iglesia afirma la autonomía legítima de la cultura humana y especialmente la de las ciencias" (138)
b) El discernimiento evangélico de las diferentes tendencias o escuelas psicológicas, sociológicas y pedagógicas: sus valores y sus límites.
c) El estudio de las ciencias humanas —en la formación de los catequistas— no es un fin en sí mismo. La toma de conciencia de la situación existencial, psicológica, cultural y social del hombre, se hace con vistas a la fe en que se le quiere educar. (139)
d) La teología y las ciencias humanas, en la formación de catequistas, deben fecundarse mutuamente. En consecuencia hay que evitar que estas ciencias se conviertan en la única norma para la pedagogía de la fe, prescindiendo de los criterios teológicos que dimanan de la misma pedagogía divina. Son disciplinas fundamentales y necesarias, pero siempre al servicio de una acción evangelizadora que no es sólo humana. (140)


(138) GS 59.

(139) "La enseñanza de las ciencias humanas plantea difíciles cuestiones respecto a su selección y método, dado el número y diversidad de estas disciplinas. Puesto que se trata de formar catequistas y no especialistas en psicología, la norma a seguir es distinguir y seleccionar lo que les puede ayudar directamente a adquirir la capacidad de comunicar" (DCG, 1971, 112).

(140) Un texto fundamental para la utilización de las ciencias humanas en la formación de los catequistas sigue siendo esta recomendación del concilio Vaticano II en GS 62: "Los fieles deben vivir estrechamente unidos a los otros hombres de su tiempo y procurar comprender perfectamente su forma de pensar y sentir que se expresan por medio de la cultura. Deben armonizar los conocimientos de las nuevas ciencias y doctrinas y de los más recientes descubrimientos con la moral cristiana y la enseñanza de la doctrina cristiana, para que la cultura religiosa y la rectitud de espíritu avancen en ellos al mismo paso que el conocimiento de las ciencias y los avances diarios de la técnica, y así ellos mismos sean capaces de examinar e interpretar todas las cosas con íntegro sentido cristiano"


La formación pedagógica


244. Junto a las dimensiones que conciernen al ser y al saber, la formación de los catequistas, ha de cultivar también la del saber hacer. El catequista es un educador que facilita la maduración de la fe que el catecúmeno o el catequizando realiza con la ayuda del Espíritu Santo. (141)

Lo primero que hay que tener en cuenta en este decisivo aspecto de la formación es respetar la pedagogía original de la fe. En efecto, el catequista se prepara para facilitar el crecimiento de una experiencia de fe de la que él no es dueño. Ha sido depositada por Dios en el corazón del hombre y de la mujer. La tarea del catequista es solo cultivar ese don, ofrecerlo, alimentarlo y ayudarlo a crecer. (142)
La formación tratará de que madure en el catequista la capacidad educativa, que implica: la facultad de atención a las personas, la habilidad para interpretar y responder a la demanda educativa, la iniciativa de activar procesos de aprendizaje y el arte de conducir a un grupo humano hacia la madurez. Como en todo arte, lo más importante es que el catequista adquiera su estilo propio de dar catequesis, acomodando a su propia personalidad los principios generales de la pedagogía catequética. (143)


(141) La importancia de la pedagogía ha sido subrayada por CTR 58: "Entre las numerosas y prestigiosas ciencias del hombre que han progresado enormemente en nuestros días, la pedagogía es ciertamente una de las más importantes... La ciencia de la educación y el arte de enseñar son objeto de continuos replanteamientos con miras a una mejor adaptación o a una mayor eficacia".

(142) Cfr. CTR 58.

(143) Cfr. DCG (1971) 113.



245. Más en concreto: el catequista, particularmente el dedicado de modo más pleno a la catequesis, habrá de capacitarse para saber programar -en el grupo de catequistas- la acción educativa, ponderando las circunstancias, elaborando un plan realista y, después de realizarlo, evaluándolo críticamente. (144) También ha de ser capaz de animar un grupo, sabiendo utilizar con discernimiento las técnicas de animación grupal que ofrece la psicología.

Esta capacidad educativa y este saber hacer, con los conocimientos, actitudes y técnicas que lleva consigo, "pueden adquirirse mejor, si se imparten al mismo tiempo que se realizan, por ejemplo durante las reuniones tenidas para preparar y revisar las sesiones de catequesis". (145)
El fin y la meta ideal es procurar que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas. Por eso debe ser una formación muy cercana a la práctica: hay que partir de ella para volver a ella. (146)


(144) Ibidem.

(145) DCG (1971) 112.

(146) Cfr. GCM 28.


La formación de los catequistas dentro de las comunidades cristianas


246. Entre los cauces de formación de los catequistas destaca, ante todo, la propia comunidad cristiana. Es en ella donde el catequista experimenta su vocación y donde alimenta constantemente su sentido apostólico. En la tarea de asegurar su maduración progresiva como creyente y testigo, la figura del sacerdote es fundamental. (147)


(147) "Los sacerdotes y los religiosos deben ayudar a los fieles laicos en su formación. En este sentido, los Padres del Sínodo han invitado a los presbíteros y a los candidatos a las sagradas órdenes a prepararse cuidadosamente para ser capaces de favorecer la vocación y misión de los laicos" (ChL 61).



247. Una comunidad cristiana puede realizar varios tipos de acciones formativas en favor de sus catequistas:

a) Una de ellas consiste en alimentar constantemente la vocación eclesial de los catequistas, fomentando en ellos la conciencia de ser enviados por la Iglesia.
b) También es muy importante procurar la maduración de la fe de los propios catequistas, a través del cauce normal con el que la comunidad educa en la fe a sus agentes de pastoral y a los laicos más comprometidos. (148)

Cuando la fe de los catequistas no es todavía madura, es aconsejable que participen en un proceso de tipo catecumenal para jóvenes y adultos. Puede ser el proceso ordinario de la propia comunidad o uno creado expresamente para ellos.
c) La preparación inmediata de la catequesis, realizada con el grupo de catequistas, es un medio formativo excelente, sobre todo si va seguida de una evaluación de todo lo experimentado en las sesiones de catequesis.
d) También pueden realizarse, dentro del marco de la comunidad, otras actividades formativas: cursos de sensibilización a la catequesis, por ejemplo a comienzo del año pastoral; retiros y convivencias en los tiempos fuertes del año litúrgico (149); cursos monográficos sobre temas que parezcan necesarios o urgentes; una formación doctrinal más sistemática, por ejemplo estudiando el Catecismo de la Iglesia Católica… Son actividades de formación permanente que, junto al trabajo personal del catequista, aparecen como muy convenientes. (150)


(148) Cfr. CL 61.

(149) "Se recomiendan, asimismo, las iniciativas parroquiales... que tienen por objeto la formación interior de los catequistas, como las escuelas de oración, las convivencias fraternas y de coparticipación espiritual y los retiros espirituales. Estas iniciativas no aíslan a los catequistas, sino que les ayudan a crecer en la espiritualidad propia y en la comunión entre ellos" (GCM 22).

(150) Cfr. DCG (1971) 110.


Escuelas de catequistas y Centros superiores para peritos en catequesis


248. La asistencia a una Escuela de catequistas (151) es un momento particularmente importante, dentro del proceso formativo de un catequista. En muchos lugares tales escuelas funcionan a un doble nivel: para "catequistas de base" (152) y para "responsables de catequesis".


(151) Cfr. para lo que se refiere a escuelas de catequistas en tierras de misión: c; RMi 73 CIC 785 y GCM 30. Para la Iglesia en general ver DCG (1971) 109.

(152) La expresión "catequista de base" es utilizada en DCG (1971) 112C.


\IEscuelas de catequistas de base


249. Estas escuelas tienen la finalidad de proporcionar una formación catequética, orgánica y sistemática, de carácter básico y fundamental. Durante un tiempo suficientemente prolongado, se cultivan las dimensiones más específicamente catequéticas de la formación: el mensaje cristiano, el conocimiento del hombre y del contexto sociocultural y la pedagogía de la fe.

Las ventajas de esta formación orgánica son grandes y conciernen a:
– su sistematicidad, al tratarse de una formación menos absorbida por lo inmediato de la acción;
– su calidad, al contar con formadores especializados;
– su integración con catequistas de diferentes comunidades, que fomentan la comunión eclesial.

\IEscuelas para responsables


250. A fin de favorecer la preparación de los responsables de la catequesis en parroquias o zonas, así como para aquellos catequistas que se van a dedicar más estable y plenamente a la catequesis, (153) es conveniente a nivel diocesano o interdiocesano promover escuelas para responsables.

El nivel de estas escuelas será, obviamente, más exigente. Es frecuente que en ellas, junto a un tronco formativo común, se cultivarán aquellas especializaciones catequéticas que la diócesis juzgue particularmente necesarias en su circunstancia.
Puede ser también oportuno, por economía de medios y posibilidades, que la orientación de estas escuelas esté dirigida, más ampliamente, a los responsables de las diversas acciones pastorales, convirtiéndose en Centros de formación de agentes de pastoral. Sobre una base formativa común (doctrinal y antropológica), las especializaciones vendrán pedidas por las diferentes acciones pastorales o apostólicas que se van a encomendar a tales agentes.


(153) Cfr. DCG (1971) 109b.


\ICentros superiores para peritos en catequesis


251. Una formación catequética de nivel superior, a la que puedan acceder también sacerdotes, religiosos y laicos, es de una importancia vital para la catequesis. Por ello, se renueva el deseo de "fomentar o crear Institutos superiores de pastoral catequética con objeto de preparar catequistas idóneos para dirigir la catequesis a nivel diocesano o dentro de las actividades a las que se dedican las congregaciones religiosas. Estos institutos superiores podrán ser nacionales o incluso internacionales. Deben asemejarse a los estudios universitarios en lo tocante al plan de estudios, duración de los cursos y condiciones de admisión". (154)

Aparte de formar a los que van a asumir responsabilidades directivas en la catequesis, estos Institutos prepararán también a los profesores de catequética para seminarios, casas de formación o escuelas de catequistas Tales institutos se dedicarán, igualmente, a promover la correspondiente investigación catequética.


(154) DCG (1971) 109a.



252. Este nivel de formación es muy apto para una fecunda colaboración entre las Iglesias: "Aquí es donde podrá manifestar su mayor eficacia la ayuda material ofrecida por las Iglesias más acomodadas a sus hermanas más pobres. En efecto, ¿puede una Iglesia hacer algo mejor en favor de otra que ayudarla a crecer por sí misma como Iglesia?". (155) Obviamente, esta colaboración debe inspirarse en un delicado respeto por las peculiaridades de las Iglesias más pobres y por su propia responsabilidad.

Es muy conveniente, en el campo diocesano o interdiocesano, tomar conciencia de la necesidad de formar personas en este nivel superior, como se procura hacer para otras actividades eclesiales o para la enseñanza de otras disciplinas.


(155) CTR 71a.




CAPITULO III

Lugares y vías de catequesis


La comunidad cristiana como hogar de catequesis (156)


253. La comunidad cristiana es la realización histórica del don de la "comunión" (koinonia), (157) que es un fruto del Espíritu Santo.

La "comunión" expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, que constituyen la comunidad cristiana referencial. Esta se hace cercana y se visibiliza en la rica variedad de las comunidades cristianas inmediatas, en las que los cristianos nacen a la fe, se educan en ella y la viven: la familia, la parroquia, la escuela católica, las asociaciones y movimientos cristianos, las comunidades eclesiales de base… Ellas son los "lugares" de la catequesis, es decir, los espacios comunitarios donde la catequesis de inspiración catecumenal y la catequesis permanente se realizan. (158)


(156) Ver Quinta Parte, cap. 1: "La comunidad cristiana y la responsabilidad de catequizar", donde se habla de la comunidad como responsable de la catequesis. Aquí se contempla como "lugar" de catequización.

(157) Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Communionis notio, 1: l. c. 838.

(158) Cfr. MPD 13.



254. La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis. De la comunidad cristiana nace siempre el anuncio del Evangelio, invitando a los hombres y mujeres a convertirse y a seguir a Jesucristo. Y es esa misma comunidad la que acoge a los que desean conocer al Señor y adentrarse en una vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su itinerario catequético y, con solicitud maternal, les hace partícipes de su propia experiencia de fe y les incorpora a su seno. (159)

La catequesis siempre es la misma. Pero estos "lugares" (160) de catequización la colorean, cada uno con caracteres originales. Es importante saber cuál es la función de cada uno de ellos en orden a la catequesis.


(159) Cfr. CTR 24.

(160) CTR 67a. Se trata de una expresión clásica en catequesis. La Exhortación apostólica habla de los "lugares" de la catequesis: ("de locis catecheseos").


La familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe


255. Los padres de familia son los primeros educadores en la fe. Junto a los padres, sobre todo en determinadas culturas, todos los componentes de la familia tienen una intervención activa en orden a la educación de los miembros más jóvenes. Conviene determinar, de modo más concreto, en qué sentido la comunidad cristiana familiar es "lugar" de catequesis.

La familia ha sido definida como una "Iglesia doméstica", (161) lo que significa que en cada familia cristiana deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de la vida de la Iglesia entera: misión, catequesis, testimonio, oración… La familia, en efecto, al igual que la Iglesia, "es un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia". (162)
La familia como "lugar" de catequesis tiene un carácter único: transmite el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. (163) Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en períodos. En esta catequesis familiar resulta siempre muy importante la aportación de los abuelos. Su sabiduría y su sentido religioso son, muchas veces, decisivos para favorecer un clima verdaderamente cristiano.


(161) LG 11; cfr. AA 11; FC 49.

(162) EN 71.

(163) Cfr. GS 52 FC 37a.


El catecumenado bautismal de adultos (164)


256. El catecumenado bautismal es un lugar típico de catequización, institucionalizado por la Iglesia para preparar a los adultos que desean ser cristianos a recibir los sacramentos de la iniciación. (165) En el catecumenado se realiza, en efecto, "esa formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual". (166)

La catequesis que se realiza en el catecumenado bautismal está estrechamente vinculada a la comunidad cristiana. (167) Desde el momento de su ingreso en el catecumenado, la Iglesia abraza a los catecúmenos "con cuidado y amor maternal, por estar vinculados a ella: son ya de la casa de Cristo". (168) Por eso, la comunidad cristiana "debe ayudar a los candidatos y a los catecúmenos durante todo el período de la iniciación: en el precatecumenado, en el catecumenado y en el tiempo de la mistagogia". (169)
Esta presencia continua de la comunidad cristiana se expresa de varias maneras descritas apropiadamente en el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos. (170)


(164) Ver la Primera Parte, cap. 3: "El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad". Aquí se contempla el catecumenado bautismal como "lugar" de catequesis y en relación a la continua presencia de la comunidad en él.

(165) Cfr. DCG (1971) 130 donde se describe la finalidad del catecumenado bautismal. Cfr. RICA 4, indica la conexión del catecumenado bautismal con la comunidad cristiana.

(166) MPD 8c.

(167) Cfr. RICA 4. 41.

(168) RICA 18.

(169) RICA 41.

(170) Cfr. RICA 41.


La parroquia como ámbito de catequesis


257. La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo de Dios. (171) La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia. (172) Ella es, por otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe. Constituye, por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia vital.

La parroquia está experimentando hoy, en muchos países, hondas transformaciones. Profundos cambios sociales la están afectando. En las grandes ciudades, "ha sido sacudida por el fenómeno de la urbanización". (173) No obstante, "la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes". (174) Ella debe continuar siendo todavía la animadora de la catequesis y "su lugar privilegiado", (175) sin dejar por eso de reconocer que, en ciertas ocasiones, la parroquia no puede ser el centro de gravitación de toda la función eclesial de catequizar, y que tiene necesidad de complementarse con otras instituciones.


(171) Cfr. CTR 67c.

(172) Cfr. AA 10.

(173) CTR 67b.

(174) Ibidem.

(175) Ibidem.



258. Para que la catequesis alcance toda su eficacia dentro de la misión evangelizadora de la parroquia se requieren algunas condiciones:

a) La catequesis de adultos debe asumir siempre una importancia prioritaria. (176) Se trata de impulsar "una catequesis posbautismal, a modo de catecumenado, que vuelva a proponer algunos elementos del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, destinados a hacer captar y vivir las inmensas riquezas del bautismo recibido". (177)
b) Hay que plantearse, con valentía renovada, el anuncio a los alejados y a los que viven en situación de indiferencia religiosa. (178) En este empeño, los encuentros presacramentales (preparación al Matrimonio, al Bautismo y a la primera Comunión de los hijos…) pueden resultar fundamentales. (179)
c) Como referente sólido para la catequesis parroquial se requiere la existencia de un núcleo comunitario compuesto por cristianos maduros, ya iniciados en la fe, a los que se les dispense un tratamiento pastoral adecuado y diferenciado. Este objetivo se podrá alcanzar más fácilmente si se promueve en las parroquias la formación de pequeñas comunidades eclesiales. (180)
d) Si se cumplen en la parroquia las anteriores condiciones, que se refieren principalmente a los adultos, la catequesis destinada a niños, adolescentes y jóvenes, que sigue siendo siempre imprescindible, se beneficiará grandemente.


(176) La importancia de la catequesis de adultos ha sido subrayada en CTR 43 y en el DCG (1971) 20.

(177) CL 61.

(178) Cfr. EN 52.

(179) Cfr. DCG (1971) 96c.

(180) Es importante constatar cómo Juan Pablo II, en CL 61, recalca la conveniencia de las pequeñas comunidades eclesiales en el marco de las parroquias, y no como un movimiento paralelo que absorba sus mejores miembros: "Dentro de las parroquias... las pequeñas comunidades eclesiales presentes pueden ser una ayuda notable en la formación de los cristianos, pudiendo hacer más capilar e incisiva la conciencia y la experiencia de la comunión y de la misión eclesial".


La escuela católica


259. La escuela católica (181) es un lugar muy relevante para la formación humana y cristiana. La declaración Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II "marca un cambio decisivo en la historia de la escuela católica: el paso de la escuela-institución al de la escuela-comunidad". (182)

La escuela católica busca, en no menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la formación humana de la juventud. Su nota distintiva es:
– "crear un ambiente de la comunidad escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad,
– ayudar a los adolescentes para que, en el desarrollo de la propia persona, crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo,
– y ordenar últimamente toda la cultura humana según el mensaje de la salvación". (183)

El proyecto educativo de la escuela católica tiene que elaborarse en base a esta concepción propuesta por el Concilio Vaticano II.
Este proyecto educativo se realiza en la comunidad educativa escolar, de la que forman parte todos los que están directamente comprometidos en ella: "profesores, personal directivo, administrativo y auxiliar; los padres, figura central en cuanto naturales e insustituibles educadores de sus hijos; y los alumnos, copartícipes y responsables como verdaderos protagonistas y sujetos activos del proceso educativo". (184)


(181) Cfr. Congregación para la Educación católica, La Escuela Católica: l. c.

(182) Cfr. Congregación para la Educación católica, Dimensión religiosa de la educación en la Escuela católica, n. 31: l.c.

(183) GE 8.

(184) Congregación para la Educación Católica, Dimensión religiosa de la educación..., n. 32: l.c.



260. Cuando los alumnos de la escuela católica pertenecen mayoritariamente a familias que se vinculan a esta escuela en razón del carácter católico de la misma, el ministerio de la Palabra puede ejercerse allí de múltiples formas: primer anuncio, enseñanza religiosa escolar, catequesis, homilía. Dos de estas formas tienen, sin embargo, en la escuela católica, un particular relieve: la enseñanza religiosa escolar y la catequesis, cuyo respectivo carácter propio ya ha quedado indicado. (185)

Cuando los alumnos y sus familias acuden a la escuela católica por la calidad educativa de la misma, o por otras eventuales circunstancias, la actividad catequética queda necesariamente limitada y la propia enseñanza religiosa —cuando es posible realizarla— se ve obligada a acentuar su carácter cultural. La aportación de este tipo de escuela subsiste siempre: como un "servicio de gran valor a los hombres", (186) y como un elemento interno a la propia evangelización de la Iglesia.
Dada la pluralidad de circunstancias socioculturales y religiosas en que ejerce su labor la escuela católica a través de las naciones, resultará oportuno que los Obispos y las Conferencias Episcopales precisen la modalidad de actividad catequética que corresponde realizar a la escuela católica en los respectivos contextos.


(185) "El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de los alumnos" (CTR 69); cfr. Primera parte, cap. 2 nn. 73-76.

(186) b.


Asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles


261. Las diversas "asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles" (187) que se promueven en la Iglesia particular, tienen como finalidad ayudar a los discípulos de Jesucristo a realizar su misión laical en el mundo y en la misma Iglesia. En estos ámbitos los cristianos se dedican "a la práctica de la vida espiritual, al apostolado, a la caridad y a la asistencia, y a la presencia cristiana en las realidades temporales". (188)

En todas estas asociaciones y movimientos, para cultivar con hondura estas dimensiones básicas de la vida cristiana, se imparte, de un modo u otro, una necesaria formación: "cada uno con sus propios métodos tiene la posibilidad de ofrecer una formación profundamente injertada en la misma experiencia de vida apostólica, como también la oportunidad de completar, concretar y especificar la formación que sus miembros reciben de otras personas y comunidades". (189)
La catequesis es siempre una dimensión fundamental en la formación de todo laico. Por eso, estas asociaciones y movimientos tienen ordinariamente "unos tiempos catequéticos". (190) La catequesis, en efecto, no es una alternativa a la formación cristiana que en ellos se imparte sino una dimensión esencial de la misma.


(187) Cfr. CTR 70.

(188) CTR 70. Se contempla aquí aquellas asociaciones, movimientos o grupos de fieles, en que se atienden aspectos catequéticos en sus objetivos formativos, pero que no nacen propiamente para constituirse en ámbitos de catequización.

(189) CL 62.

(190) CTR 67.



262. Cuando la catequesis se realiza dentro de estas asociaciones y movimientos, deben ser tenidos en cuenta fundamentalmente algunos aspectos. En particular:

a) Se debe respetar la "naturaleza propia" (191) de la catequesis, tratando de desarrollar toda la riqueza de su concepto, mediante la triple dimensión de palabra, memoria y testimonio (doctrina, celebración y compromiso en la vida). (192) La catequesis, sea cual sea el "lugar" donde se realice, es, ante todo, formación orgánica y básica de la fe. Ha de incluir, por tanto, "un verdadero estudio de la doctrina cristiana" (193) y constituir una seria formación religiosa, "abierta a todas las esferas de la vida cristiana". (194)
b) Esto no es óbice para que la finalidad propia de cada una de estas asociaciones y movimientos, a partir de propios carismas, pueda expresar, con determinados acentos, una catequesis que deberá permanecer siempre fiel a su carácter propio. La educación en la espiritualidad particular de una asociación o movimiento, de una gran riqueza para la Iglesia, siempre será más propia de un momento posterior al de la formación básica cristiana, que inicia es común a todo cristiano. Antes hay que educar en lo que es común a los miembros de la Iglesia que en lo peculiar o diferenciador.
c) Igualmente hay que afirmar que los movimientos y las asociaciones, por lo que se refiere a la catequesis, no son una alternativa ordinaria a la parroquia, en la medida que ésta es comunidad educativa de referencia propiamente tal. (195)


(191) CTR 47b.

(192) Cfr. CTR 47b.

(193) CTR 47. En este texto Juan Pablo II se refiere a los diversos grupos de jóvenes: grupos de acción católica, grupos caritativos, grupos de oración, grupos de reflexión cristiana... Pide que no falte en ellos "un verdadero estudio de la doctrina cristiana". La catequesis es una dimensión que debe siempre darse en la vida apostólica del laicado.

(194) CTR 21.

(195) Cfr. CTR 67b-c.



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