Denzinger 541

 DONO, 676-678

 SAN AGATON, 678-681

 CONCILIO ROMANO, 680

 Sobre la unión hipostática (1)

 [De la Carta dogmática de Agatón y del Concilio Romano Omnium bonorum spes, a los emperadores](2)


(1) Msi XI 290 E s; Jf 2110; Hrd III 1119 D s; PL 87, 1221 B; cf. Hfl III 252 s.


(2) Los Padres del VI Concilio (III de Constantinopla) recibieron esta carta clamando que por boca de Agatón había hablado Pedro: «Con nosotros se concertaba el príncipe supremo de los Apóstoles, pues tuvimos por favorecedor a su imitador y sucesor en la Sede, y él ilustró el sacramento divino por su Carta. La confesión escrita por Dios para ti (Constantino), aquella antigua ciudad de Roma nos la ofreció... y por boca de Agatón hablaba Pedro» [Hrd III 1422 E, s].


548 Dz 288 En efecto, reconocemos que uno solo y el mismo Señor nuestro Jesucristo, Hijo de Dios unigénito, subsiste de dos y en dos sustancias, sin confusión, sin conmutación, sin división e inseparablemente [cf. 148], sin que jamás se suprimiera la diferencia de las naturalezas por la unión, sino más bien quedando a salvo la propiedad de una y otra naturaleza y concurriendo en una sola persona y en una sola subsistencia, no distribuido o diversificado en la dualidad de personas ni confundido en una sola naturaleza compuesta; sino que reconocemos, aun después de la unión subsistencial, a uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo, nuestro Señor Jesucristo [v. 148] y no uno en otro, ni uno y otro, sino el mismo en las dos naturalezas, es decir, en la divinidad y en la humanidad; porque ni el Verbo se mudó en la naturaleza de la carne, ni la carne se transformó en la naturaleza del Verbo. Uno y otra permaneció, en efecto, lo que naturalmente era; pues sólo por la contemplación discernimos la diferencia de las naturalezas unidas en El, aquellas de que sin confusión, inseparablemente y sin conmutación está compuesto; uno solo, efectivamente, resulta de una y otra y por uno solo son ambas, como quiera que juntamente son tanto la alteza de la divinidad, como la humildad de la carne. Una y otra naturaleza guarda, en efecto, aun después de la unión, su propiedad, «y cada forma obra, con comunicación de la otra, lo que le es propio: El Verbo obra lo que pertenece al Verbo, y la carne ejecuta lo que toca a la carne. Uno brilla por los milagros; otra sucumbe a las injurias» (1).


(1) Carta dogm. del Papa León a Flaviano [v. 144]


 De ahí se sigue que, así como confesamos que tiene verdaderamente dos naturalezas o sustancias, esto es, la divinidad y la humanidad, sin confusión, indivisiblemente, sin conmutación, así la regla de la piedad nos instruye que el solo y mismo Señor Jesucristo [v. 254-274], como perfecto Dios y perfecto hombre, tiene también dos naturales voluntades y dos naturales operaciones, pues se demuestra que esto nos ha enseñado la tradición apostólica y evangélica, v el magisterio de los Santos Padres a los que reciben la Santa Iglesia Católica y Apostólica y los venerables Concilios.


 III CONCILIO DE CONSTANTINOPLA, 680-681 -  VI ecuménico (contra los monotelitas)

 Definición sobre las dos voluntades en Cristo (2)


(2) Msi XI 635 C ss; Hrd III 1397 E ss; cf. Hfl III 283 s; Bar(Th) ad 680, 41 ss (12, 11 ss). --Carta de León II, Msi XI 725 ss.


553 Dz 289 El presente santo y universal Concilio recibe fielmente y abraza con los brazos abiertos la relación del muy santo y muy bienaventurado Papa de la antigua Roma, Agatón, hecha a Constantino, nuestro piadosísimo y, fidelísimo emperador, en la que expresamente se rechaza a los que predican y enseñan, como antes se ha dicho, una sola voluntad y una sola operación en la economía de la encarnación de Cristo, nuestro verdadero Dios [v. 288]. Y acepta también la otra relación sinodal del sagrado Concilio de ciento veinte y cinco religiosos obispos, habida bajo el mismo santísimo Papa, hecha igualmente a la piadosa serenidad del mismo Emperador, como acorde que está con el santo Concilio de Calcedonia y con el tomo del sacratísimo y beatísimo Papa de la misma antigua Roma, León, tomo que fué enviado a San Flaviano [Y. 143] y al que llamó el mismo Concilio columna de la ortodoxia.

554 Dz 290 Acepta además las Cartas conciliares escritas por el bienaventurado Cirilo contra el impío Nestorio a los obispos de oriente; sigue también los cinco santos Concilios universales. y, de acuerdo con ellos, define que confiesa a nuestro Señor Jesucristo, nuestro verdadero Dios, uno que es de la santa consustancial Trinidad, principio de la vida, como perfecto en la divinidad y perfecto el mismo en la humanidad, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, compuesto de alma racional y de cuerpo; consustancial al Padre según la divinidad y el mismo consustancial a nosotros según la humanidad, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (He 4,15);

555 que antes de los siglos nació del Padre según la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nació del Espíritu Santo y de María Virgen, que es propiamente y según verdad madre de Dios, según la humanidad; reconocido como un solo y mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin conmutación, inseparablemente, sin división, pues no se suprimió en modo alguno la diferencia de las dos naturalezas por causa de la unión, sino conservando más bien cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o distribuido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Verbo de Dios, Señor Jesucristo, como de antiguo enseñaron sobre El los profetas, y el mismo Jesucristo nos lo enseñó de sí mismo y el Símbolo de los Santos Padres nos lo ha trasmitido [Conc. Calc. v. 148].

556 Dz 291 Y predicamos igualmente en El dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los Santos Padres; y dos voluntades, no contrarias -- ¡Dios nos libre! --, como dijeron los impíos herejes, sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella. Era, en efecto, menester que la voluntad de la carne se moviera, pero tenía que estar sujeta a la voluntad divina del mismo, según el sapientísimo Atanasio (1). Porque a la manera que su carne se dice y es carne de Dios Verbo, así la voluntad natural de su carne se dice y es propia de Dios Verbo, como El mismo dice: Porque he bajado del cielo., no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me ha enviado (Jn 6,38), llamando suya la voluntad de la carne, puesto que la carne fué también suya. Porque a la manera que su carne animada santísima e inmaculada, no por estar divinizada quedó suprimida, sino que permaneció en su propio término y razón, así tampoco su voluntad quedó suprimida por estar divinizada, como dice Gregorio el Teólogo: «Porque el querer de El, del Salvador decimos, no es contrario a Dios, como quiera que todo El está divinizado» (2).


(1) Hom. sobre el texto «Ahora mi alma está turbada» (Jn 12,27), que no se conserva [cf. PG 26, 124].

(2) S. GREG. NAZ., Or. 30, 12 [PG 36, 117]


557 Dz 292 Glorificamos también dos operaciones naturales sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, en el mismo Señor nuestro Jesucristo, nuestro verdadero Dios, esto es, una operación divina y otra operación humana, según con toda claridad dice el predicador divino León: «Obra,. en efecto, una y otra forma con comunicación de la otra lo que es propio de ella: es decir, que el Verbo obra lo que pertenece al Verbo y la carne ejecuta lo que toca a la carne» [v. 144]. Porque no vamos ciertamente a admitir una misma operación natural de Dios y de la criatura, para no levantar lo creado hasta la divina sustancia ni rebajar tampoco la excelencia de la divina naturaleza al puesto que conviene a las criaturas. Porque de uno solo y mismo reconocemos que son tanto. los milagros como los sufrimientos, según lo uno y lo otro de las naturalezas de que consta y en las que tiene el ser, como dijo el admirable Cirilo.

558 Guardando desde luego la inconfusión y la indivisión, con breve palabra lo anunciamos todo: Creyendo que es uno de la santa Trinidad, aun después de la encarnación, nuestro Señor Jesucristo nuestro verdadero Dios, decimos que sus dos naturalezas resplandecen en su única hipóstasis, en la que mostró tanto sus milagros como sus padecimientos, durante toda su vida redentora, no en apariencia, sino realmente; puesto que en una sola hipóstasis se reconoce la natural diferencia por querer y obrar con comunicación de la otra, cada naturaleza lo suyo propio; y según esta razón, glorificamos también dos voluntades y operaciones naturales que mutuamente concurren para la salvación del género humano.

559 Dz 293 Habiendo, pues, nosotros dispuesto esto en todas sus partes con toda exactitud y diligencia, determinamos que a nadie sea lícito presentar otra fe, o escribirla, o componerla, o bien sentir o enseñar de otra manera. Pero, los que se atrevieron a componer otra fe, o presentarla, o enseñarla, o bien entregar otro símbolo a los que del helenismo, o del judaísmo, o de una herejía cualquiera quieren convertirse, al conocimiento de la verdad; o se atrevieron a introducir novedad de expresión o invención de lenguaje para trastorno de' lo que. por nosotros ha sido ahora definido; éstos, si son obispos o clérigos, sean privados los obispos del episcopado y los clérigos de la clerecía; y si son monjes o laicos, sean anatematizados.

  SAN LEON II, 682-683 (1)

  SAN BENEDICTO II, 684-685

JUAN V, 685-686

CONON, 686-687


(1) Las cartas en que se trata del anatema contra Honorio, en Kch 1085 ss.




  SAN SERGIO I, 687-701

 XV CONCILIO DE TOLEDO, 688

 Protestación sobre la Trinidad y la Encarnación (2)

 [Del Liber responsionis o Apología de Juliano, arzobispo de Toledo]


(2) Msi XII 10 E ss; Hrd III 1761 B ss; cf. Hfl III 324 s; Bar(Th) ad 688 ss (12, 96 ss).-- Los Padres españoles del XIV Concilio de Toledo habían aceptado cierta obra de San Julián en que ocurrían estas proposiciones: La voluntad engendró a la voluntad, como la sabiduría a la sabiduría» y «hay en Cristo tres sustancias». Benedicto II indicó, por medio de su nuncio, que no las llevaba a bien. Pero como San Julián hubiese expuesto su sentido, Sergio I reconoció que en ese sentido eran ortodoxas. Así, pues, en el Concilio de Toledo XV y XVI, los Padres españoles expusieron reiteradamente su sentir.


566 Dz 294 Hallamos que en el Liber responsionis fidei nostrae (Libro de la respuesta de nuestra fe), que por medio de Pedro regionario enviamos a la Iglesia de Roma, ya en el primer capítulo le pareció al dicho papa Benedicto que habíamos procedido incautamente en el pasaje en que, según la divina esencia, dijimos: «La voluntad engendró a la voluntad, como la sabiduría a la sabiduría». Y es que aquel varón, en la precipitación de una lectura incuriosa, estimó que nosotros habíamos puesto estos mismos nombres según un sentido de relación o según la comparación de la mente humana, y por eso, por su propia falta de advertencia, le fué mandado que nos avisara, diciendo: «Por orden natural conocemos que la palabra tiene su origen de la mente,, como la razón y la voluntad, y no pueden convertirse, de modo que se diga: como la palabra y la voluntad proceden de la mente, así la mente de la palabra o de la voluntad. Y por esta comparación le ha parecido al Romano Pontífice que no puede decirse que la voluntad venga de la voluntad.» Pero nosotros no lo dijimos según esta comparación de la mente humana ni según el sentido de relación, sino según la esencia: «La voluntad de la voluntad, como la sabiduría de la sabiduría». Porque en Dios el ser es lo mismo que el querer, y el querer lo mismo que el saber. Lo que, sin embargo, no puede decirse del hombre. Porque para el hombre, una cosa es lo que es sin el querer y otra el querer aun sin el saber. Mas en Dios no es así, porque es naturaleza tan sencilla que en El lo mismo es el ser que el querer, que el saber...

567 Dz 295 Pasemos también a tratar nuevamente el segundo capítulo en que el mismo Papa pensó que hablamos incautamente dicho profesar tres sustancias en Cristo, Hijo de Dios. Como nosotros no hemos de avergonzarnos de defender lo que es verdad, así tal vez algunos se avergüencen de ignorarlo. Porque ¿quién no sabe que el hombre consta de dos sustancias, la del alma y la del cuerpo?... Por lo cual, la naturaleza divina y la humana, a ella asociada, lo mismo pueden llamarse dos que tres sustancias propias...



 XVI CONCILIO DE TOLEDO, 693

 Profesión de fe sobre la Trinidad (1)


(1) J. MADOZ, El Símbolo del Concilio XVI de Toledo (Madrid 1946) 27; Msi XII 67 B; Hrd III 1792 B; Hfl III 350; Bar(Th) ad 693, 1 ss (12, 135 ss).


573 Dz 296 La expresión «voluntad santa», si bien por la comparación de semejanza con la Trinidad, por la que ésta se llama memoria, inteligencia y voluntad, se refiere a la persona del Espíritu Santo; sin embargo, en cuanto se dice en sí, se predica sustancialmente. Porque voluntad es el Padre, voluntad el Hijo, voluntad el Espíritu; a la manera que Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo; y muchas otras cosas semejantes, que no hay duda ninguna se dicen según la sustancia por quienes son verdaderos cultivadores de la fe católica. Y si como es católico decir: Dios de Dios, llama de llama, luz de luz;, así es de recta aserción, de fe verdadera decir voluntad de voluntad, como sabiduría de sabiduría, esencia de esencia; y como Dios Padre engendró Dios Hijo, así la voluntad Padre engendró a la voluntad Hijo. Así, pues, si bien según la esencia el Padre es voluntad, el Hijo voluntad, el Espíritu Santo voluntad; sin embargo, según el sentido de relación no ha de creerse uno solo, porque uno es el Padre que se refiere al Hijo, otro el Hijo que se refiere al Padre, otro el Espíritu Santo, que por proceder del Padre y del Hijo, se refiere al Padre y al Hijo; otro, pero no otra cosa; porque los que tienen un solo ser en la naturaleza de la divinidad, tienen en la distinción de las personas especial propiedad...

 JUAN VI, 701-705

 JUAN VII, 705-707

SISINIO, 708

CONSTANTINO I, 708-715

 SAN GREGORIO II,, 715-731

 De la forma y ministro del bautismo (1)

 [De la Carta Desiderabilem mihi, a San Bonifacio, de 22 de noviembre de 726]


(1) MGh Epp. III 1, 26; Jf 2174; Hrd III 1859 D; PL 89, 525 CD.


580 Dz:296a Has confesado que algunos han sido bautizados, sin preguntarles el Símbolo, por presbíteros adúlteros e indignos. En esto guarde tu caridad la antigua costumbre de la Iglesia, a saber que quienquiera ha sido bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no es lícito en modo alguno rebautizarlo, pues no percibió el don de esta gracia en nombre del bautizante, sino en el nombre de la Trinidad. Y manténgase lo que dice el Apóstol: Un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (Ep 4,5). Pero, te encarecemos que a los tales les administres con mayor empeño la doctrina espiritual.


 SAN GREGORIO III, 731-741

 Sobre el bautismo y la confirmación (2)

 [De la Carta Doctoris omnium a San Bonifacio, de 29 de octubre de 739]


(2) MGh Epp. III 1, 45; Msi XII 285 D; Jf 2251; PL 89, 584 C.


Dz:296b Porque aquellos que han sido bautizados por la diversidad y declinación de las lenguas de la gentilidad; sin embargo, puesto que han sido bautizados en el nombre de la Trinidad, hay que confirmarlos por la imposición de las manos y del sacro crisma.



 SAN ZACARIAS, 741-752

 De la forma y ministro del bautismo (1)

 [De la Carta Virgilius et Sedonius a San Bonifacio, de 1.º de julio de 746 (?)]


(1) MGh Epp. III 1, 68 y 80; Msi XII 339 D s; Jf 2276 y 2286 c. Add.; Hrd III 1888 y 1910 C; PL 89, 929 C 943 D s.


588 Dz 297 Nos refirieron, en efecto, que había en la misma provincia un sacerdote que ignoraba totalmente la lengua latina, y al bautizar sin saber latín, infringiendo la lengua, decía: «Baptizo te in nomine Patria et Filia et Spiritus Sancti». Y por eso tu reverenda fraternidad consideró que se debía rebautizar. Pero si el que bautizó lo dijo al bautizar no introduciendo error o herejía, sino sólo infringiendo la lengua por ignorancia del latín, como arriba hemos confesado, no podemos consentir que de nuevo se rebauticen.

 [De la Carta 10 u 11 Sacris liminibus a San Bonifacio , de 1.º de mayo de 748 (?)]

589 Dz:297a Se sabe que en aquél [Sínodo de los anglos], tal decreto y juicio fué firmísimamente mandado y diligentemente demostrado: que quienquiera hubiere sido bañado sin la invocación de la Trinidad, no tiene el sacramento de la regeneración. Lo que es absolutamente verdadero; pues si alguno hubiere sido sumergido en la fuente del bautismo sin invocación de la Trinidad, no es perfecto, si no, hubiere sido bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


 ESTEBAN II, 752

 SAN ESTEBAN III, 752-757 (2)

SAN PAULO I, 757-767

ESTEBAN IV, 768-772


(2) De Esteban III quedan algunas respuestas dadas el año 754 [PL 89, 1024 ss], en una de las cuales se permite a los casados el divorcio imperfecto, «si sobreviniere la enfermedad del demonio o la mancha de la lepra»; y en la tercera se estatuye: «Si uno en patria ajena tomó una esclava por consorte, y luego, vuelto a su patria, tomó una noble, y nuevamente sucede que vuelve a la misma patria en que había estado antes y aquella esclava que antes tuvo esté ligada a otro hombre, ese tal puede tomar otra, pero no mientras viva aquella noble que en su patria tuvo». Indudablemente estatuyeron algunas cosas erróneas acerca de la indisolubilidad del matrimonio los Concilios de Verberie, en 756, can. 5-12 [PL, 96, 1507 s] y el de Compiègne, de 756, can. 11, 13 y 16 [PL 96, 1514].




  ADRIANO I, 772-795

 Del primado del Romano Pontífice (3)

 [De la Carta Pastoralibus curis, al patriarca Tarasio, del año 785]


(3) Msi XII 1081 D; Jf 2449 c. Add; Hrd IV 102 B; cf. Hfl III 448 ss. Poseemos la versión griega (de la que se hizo la versión latina) que fué leída en el II Concilio de Nicea.


Dz 298 ... Aquel pseudo-sínodo, que sin la sede apostólica tuvo lugar... contra la tradición de los muy Venerados Padres, para condenar las sagradas imágenes, sea anatematizado en presencia de nuestros apocrisiarios... y cúmplase la palabra de nuestro Señor Jesucristo: Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt 16,18); y también: Tú eres Pedro... (Mt 16,18-19); la Sede de Pedro brilló con la primacía sobre toda la tierra y ella es la cabeza de todas las Iglesias de Dios.

 De los errores de los adopcianos (1)

[De la Carta Institutio universalis, a los obispos de España, del año 785]


(1) MGh Epp. III 637; Jf 2479; Msi XII 815 D s; PL 98, 376 A; cf. Hfl III 661.


595 Dz 299 ... Por cierto que de vuestras tierras ha llegado a Nos una lúgubre noticia y es que algunos obispos que ahí moran, a saber, Elipando y Ascárico con otros que los siguen, no se avergüenzan de confesar como adoptivo al Hijo de Dios, blasfemia que jamás ningún hereje se atrevió a proferir en sus ladridos, si no fué aquel pérfido Nestorio que confesó por puro hombre al Hijo de Dios...

 Sobre la predestinación y diversos abusos de los españoles (2)

 [De la misma Carta a los obispos de España]


(2) MGh Epp. III 642 s; Jf 2479; PL 98, 336 ss; Msi XII 811 y 813. -- Este mismo texto lo hallamos literalmente en otra carta, Audientes orthodoxam en que se alaba a Egilas. La reproduce PL 98, 336 ss; Jf 2445; pero Msi sólo tiene la primera parte de este texto en una carta y la segunda en otra.


596 Dz 300 Acerca de lo que algunos de ellos dicen que la predestinación a la vida o a la muerte está en el poder de Dios y no en el nuestro, éstos replican: «¿A qué esforzarnos en vivir, si ello está en el poder de Dios?; y los otros, a su vez: «¿Por qué rogar a Dios que no seamos vencidos en la tentación, si ello está en nuestro poder, como por la libertad del albedrío?». Porque, en realidad, ninguna razón son capaces de dar ni de recibir, ignorando la sentencia del bienaventurado Fulgencio... [contra cierto pelagiano]: «Luego Dios preparó las obras de misericordia y de justicia en la eternidad de su inconmutabilidad... preparó, pues los merecimientos para los hombres que habían de ser justificados; preparó también los premios para la glorificación de los mismos; pero a los malos, no les preparó voluntades malas u obras malas, sino que les preparó justos y eternos suplicios. Esta es la eterna predestinación de las futuras obras de Dios y como sabemos que nos fué siempre inculcada por la doctrina apostólica, así también confiadamente la predicamos ...» (3).


(3) Carta a Eugipio, que no se conserva; pero cf. en el mismo sentido la obra de SAN FULGENCIO, De la verdad de la predestinación 3, 6, 9 s [PL 65, 656 s]


Dz 301 He aquí, carísimos, los diversos capítulos de lo que hemos oído de esas partes: que muchos que dicen ser católicos, llevando vida común con los judíos y paganos no bautizados, tanto en comidas y bebidas como en diversos errores, en nada dicen que se manchan; y la prohibición de que nadie lleve el yugo con los infieles, pues ellos bendecirán sus hijas con otro y así serán entregadas al pueblo infiel; y que los antedichos presbíteros son ordenados sin examen para presidir al pueblo; y todavía ha prevalecido otro enorme error pernicioso y es que esos pseudosacerdotes, aun viviendo el varón, toman las mujeres en connubio, juntamente con lo de la libertad del albedrío y otras muchas cosas que de esas partes hemos oído y que fuera largo enumerar ...


 II CONCILIO DE NICEA, 787 -  VII ecuménico (contra los iconoclastas)

 Definición sobre las sagradas imágenes y la tradición (1)


 SESION VII


(1) Msi XIII 378 C ss; Hrd IV 455 A s; cf. Hfl III 472 ss; Bar(Th) ad 787, 1 ss [13, 195 ss].


600 Dz 302 [I. Definición.] ...Entrando, como si dijéramos, por el camino real, siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros Santos Padres, y la tradición de la Iglesia Católica -- pues reconocemos que ella pertenece al Espíritu Santo, que en ella habita --, definimos con toda exactitud y cuidado que de modo semejante a la imagen de la preciosa y vivificante cruz han de exponerse las sagradas y santas imágenes, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente, en las santas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las paredes y cuadros, en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra la santa Madre de Dios, de los preciosos ángeles y de todos los varones santos y venerables.

601 Porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor, no ciertamente la latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina; sino que como se hace con la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los evangelios y con los demás objetos sagrados de culto, se las honre con la ofrenda de incienso y de luces, como fué piadosa costumbre de los antiguos. «Porque el honor de la imagen, se dirige al original» (2), y el que adora una imagen, adora a la persona en ella representada.


(2) Cf. S. BASIL., De spiritu Sancto 18, 45 [PG 32, 149 C]


602 Dz 303 [II. Prueba.] Porque de esta manera se mantiene la enseñanza de nuestros santos Padres, o sea, la tradición de la Iglesia Católica, que ha recibido el Evangelio de un confín a otro de la tierra; de esta manera seguimos a Pablo, que habló en Cristo (2Co 2,17), y al divino colegio de los Apóstoles y a la santidad de los Padres, manteniendo las tradiciones (2Th 2,14) que hemos recibido; de esta manera cantamos proféticamente a la Iglesia los himnos de victoria: Alégrate sobremanera, hija de Sión; da pregones, hija de Jerusalén; recréate y regocíjate de todo tu corazón: El Señor ha quitado de alrededor de ti todas las iniquidades de sus contrarios; redimida estás de manos de tus enemigos. El señor rey en medio de ti: no verás ya más males, y la paz sobre ti por tiempo perpetuo (So 3,14 s; LXX).

603 Dz 304 [III. Sanción.] Así, pues, quienes se atrevan a pensar o enseñar de otra manera; o bien a desechar, siguiendo a los sacrílegos herejes, las tradiciones de la Iglesia, e inventar novedades, o rechazar alguna de las cosas consagradas a la Iglesia: el Evangelio, o la figura de la cruz, o la pintura de una imagen, o una santa reliquia de un mártir; o bien a excogitar torcida y astutamente con miras a trastornar algo de las legítimas tradiciones de la Iglesia Católica; a emplear, además, en usos profanos los sagrados vasos o los santos monasterios; si son obispos o clérigos, ordenamos que sean depuestos; si monjes o laicos, que sean separados de la comunión.

 De las sagradas elecciones (1)

 SESION VIII


(1) Msi XIII 419 D ss; Hrd IV 487 C ss; cf. Hfl III 476; cf. CIC Decr. 63, 7: Frdbg I 237; Rcht I 203.


604
Dz 305 Toda elección de un obispo, presbítero o diácono hecha por los príncipes, quede anulada, según el canon [Can. apóst. 30] que dice: «Si algún obispo, valiéndose de los príncipes seculares, se apodera por su medio de la Iglesia, sea depuesto y excomulgado, y lo mismo todos los que comunican con él. Porque es necesario que quien haya de ser elevado al episcopado, sea elegido por los obispos, como fué determinado por los Santos Padres de Nicea en el canon que dice [Can. 41: «Conviene sobremanera que el obispo sea establecido por todos los obispos de la provincia. Mas si esto fuera difícil, ora por la apremiante necesidad o por lo largo del camino, reúnanse necesariamente tres y todos los ausentes den su aquiescencia por medio de cartas y entonces se le impongan las manos; mas la validez de todo lo hecho ha de atribuirse en cada provincia al metropolitano».

 De las imágenes, de la humanidad de Cristo , de la tradición (2)


(2) Msi XIII 415 AC; Hrd IV 483 CE.


605 Dz 306 Nosotros recibimos las sagradas imágenes; nosotros sometemos al anatema a los que no piensan así...

606 Dz 307 Si alguno no confiesa a Cristo nuestro Dios circunscrito según la humanidad, sea anatema...

609 Dz 308 Si alguno rechaza toda tradición eclesiástica, escrita o no escrita, sea anatema.

 De los errores de los adopcianos (1)

 [De la Carta de Adriano Si tamen licet a los obispos de las Galias y de España, 793]


(1) MGh Legum Sectio III, II 1, 123 y 126; Jf 2482; Msi XIII 865 D 869 A; Hrd IV 866 B; 869 B; cf. Hfl III 685 s.


610 Dz 309 Reunida con falsos argumentos la materia de la causal perfidia, entre otras cosas dignas de reprobarse, acerca de la adopción de Jesucristo Hijo de Dios según la carne, leíanse allí montones de pérfidas palabras de pluma descompuesta. Esto jamás lo creyó la Iglesia Católica, jamás lo enseñó, jamás a los que malamente lo creyeron, les dió asenso...

Dz 310 Impíos e ingratos a tantos beneficios, no os horrorizáis de murmurar con venenosas fauces que nuestro Libertador es hijo adoptivo, como si fuera un puro hombre, sujeto a la humana miseria, y, lo que da vergüenza decir, que es siervo... ¿Cómo no teméis, quejumbrosos detractores, odiosos a Dios, llamar siervo a Aquel que os liberó de la esclavitud del demonio?... Porque si bien en la sombra de la profecía fué llamado siervo (cf.
Jb 1,8 ss), por la condición de la forma servil que tomó de la Virgen, ... esto nosotros... lo entendemos como dicho, según la historia, del santo Job, y alegóricamente, de Cristo...


 CONCILIO DE FRANCFORT, 794 (2)

 Sobre Cristo, Hijo de Dios, natural, no adoptivo (3)

 [De la Carta sinodal de los obispos de Francia a los españoles]



(2) En Alemania.

(3) MGh Legum Sectio III, II 1; 144; 149; 150; 152; 165; Msi XIII 884 E 890 B s 909 C; Hrd IV 883 D ss, 888 D ss, 904 C; cf. Hfl III 678 ss; Bar(Th) ad 794, 1 ss (13, 274 a ss). -- La herejía de los adopcianos, nacida en España, fué ya rechazada el año 792 en el Concilio de Ratisbona bajo la presidencia de Carlomagno y luego nuevamente condenada en este Concilio de Francfort, convocado por el mismo Rey y celebrado en presencia de los legados de la Sede Apostólica el mes de junio de 794. Cf. «Rev. de sciences rel.» 16 (1936) 281 ss [E. Amann].


612 Dz 311 ... Hallamos, efectivamente, escrito al comienzo de vuestro memorial lo que vosotros pusisteis: «Confesamos y creemos que Dios Hijo de Dios fué engendrado del Padre antes de todos los tiempos sin comienzo, coeterno y consustancial, no por adopción, sino por su origen.» Igualmente, poco después, se leía en el mismo lugar: «Confesamos y creemos que, hecho de mujer, hecho bajo la ley (Ga 4,4), no es hijo de Dios por su origen, sino por adopción, no por naturaleza, sino por gracia». He aquí la serpiente escondida bajo los árboles frutales del paraíso, a fin de engañar a los incautos...

613 Dz 312 Lo que también añadisteis en lo siguiente [v. 295], no lo hallamos dicho en el Símbolo de Nicea, que en Cristo hay dos naturalezas y tres sustancias [cf. 295] y que es «hombre deificado y Dios humanado». ¿ Qué es la naturaleza del hombre, sino su alma y su cuerpo? ¿O qué diferencia hay entre naturaleza y sustancia, para que tengamos que decir tres sustancias y no, más sencillamente, como dijeron los Santos Padres, confesar a Nuestro Señor Jesucristo Dios verdadero y hombre verdadero en una sola persona? Permaneció, empero, la persona del Hijo en la Santa Trinidad y a esta persona se unió la naturaleza humana, para ser una sola persona, Dios y hombre, no un hombre deificado y un Dios humanado, sino Dios hombre y hombre Dios: por la unidad de la persona, un solo Hijo de Dios, y el mismo, Hijo del hombre, perfecto Dios, perfecto hombre... La costumbre de la Iglesia suele hablar de dos sustancias en Cristo, a saber, la de Dios y la del hombre...

614 Dz 313 Si, pues, es Dios verdadero el que nació de la Virgen, ¿cómo puede entonces ser adoptivo o siervo? Porque a Dios, no os atrevéis en modo alguno a confesarle por siervo o adoptivo; y si el profeta le ha llamado siervo, no es, sin embargo, por condición de servidumbre, sino por obediencia de humildad, por la que se hizo obediente al Padre hasta la muerte (Ph 2,8).

 [Del Capitular]

615 Dz 314 (1)... En el principio de los capítulos se empieza por la impía y nefanda herejía de Elipando, obispo de la sede de Toledo y de Félix, de la de Urgel, y de sus secuaces, los cuales afirmaban, sintiendo mal, la adopción en el Hijo de Dios; la que todos los Santísimos Padres sobredichos rechazaron y contradijeron, y estatuyeron que esta herejía fuera arrancada de raíz.


  SAN LEON III, 795 - 816

 CONCILIO DE FRIUL, 796

 De Cristo, Hijo de Dios, natural, no adoptivo (1)

 [Del Símbolo de la fe]


(1) Msi XIII 844; PL 99, 294.


619 Dz:314a El nacimiento, humano y temporal no fué óbice al divino o intemporal, sino que en la sola persona de Jesucristo se da el verdadero Hijo de Dios y el verdadero hijo del hombre. No uno, hijo del hombre, y otro, Hijo de Dios... No Hijo putativo de Dios, sino verdadero; no adoptivo, sino propio; porque nunca fué ajeno al Padre por motivo del hombre a quien asumió. Y por tanto, en una y otra naturaleza, le confesamos por Hijo de Dios, propio y no adoptivo, pues sin confusión ni separación, uno solo y mismo es Hijo de Dios y del hombre, natural a la madre según la humanidad, propio del Padre en lo uno y lo otro (1).


(1) León III aceptó la profesión de fe que le presentó el año 811 Nicéforo, patriarca de Constantinopla, según la cual «Dios conservó a la Virgen que había dado a luz sobrenatural e inefablemente, virgen también después del parto, sin que su virginidad según la naturaleza sufriera cambio o menoscabo por parte alguna» [PG 100, 186 B].



Denzinger 541