Ecclesia in Europa ES 43


CAPÍTULO III: ANUNCIAR EL EVANGELIO DE LA ESPERANZA

« Toma el librito que está abierto [...]

devóralo » (Ap 10,8 Ap 10,9)



I. Proclamar el misterio de Cristo


La revelación da sentido a la historia

44 La visión del Apocalipsis nos habla de « un libro, escrito por el anverso y el reverso, sellado con siete sellos », tenido « en la mano derecha del que está sentado en el trono » (Ap 5,1). Este texto contiene al plan creador y salvador de Dios, su proyecto detallado sobre toda la realidad, sobre las personas, sobre las cosas y sobre los acontecimientos. Ningún ser creado, terreno o celestial, es capaz « de abrir el libro ni de leerlo » (Ap 5,3), o sea de comprender su contenido. En la confusión de las vicisitudes humanas, nadie sabe decir la dirección y el sentido último de las cosas.

Sólo Jesucristo posee el volumen sellado (cf. Ap 5,6-7); sólo Él es « digno de tomar el libro y abrir sus sellos » (Ap 5,9). En efecto, sólo Jesús puede revelar y actuar el proyecto de Dios que encierra. El esfuerzo del hombre, por sí mismo, es incapaz de dar un sentido a la historia y a sus vicisitudes: la vida se queda sin esperanza. Sólo el Hijo de Dios puede disipar las tinieblas e indicar el camino.

El libro abierto es entregado a Juan y, por su medio, a la Iglesia entera. Se invita a Juan a tomar el libro y a devorarlo: « Vete, toma el librito que está abierto en la mano del Ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra [...]. Toma, devóralo » (Ap 10,8-9). Sólo después de haberlo asimilado en profundidad podrá comunicarlo adecuadamente a los demás, a los que es enviado con la orden de « profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes » (Ap 10,11).



Necesidad y urgencia del anuncio

45 El Evangelio de la esperanza, entregado a la Iglesia y asimilado por ella, exige que se anuncie y testimonie cada día. Esta es la vocación propia de la Iglesia en todo tiempo y lugar. Es también la misión de la Iglesia hoy en Europa. « Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa ».(77)

¡Iglesia en Europa, te espera la tarea de la « nueva evangelización »! Recobra el entusiasmo del anuncio. Siente, como dirigida a ti, en este comienzo del tercer milenio, la súplica que ya resonó en los albores del primer milenio, cuando, en una visión, un macedonio se le apareció a Pablo suplicándole: « Pasa por Macedonia y ayúdanos » (
Ac 16,9). Aunque no se exprese o incluso se reprima, ésta es la invocación más profunda y verdadera que surge del corazón de los europeos de hoy, sedientos de una esperanza que no defrauda. A ti se te ha dado esta esperanza como don para que tú la ofrezcas con gozo en todos los tiempos y latitudes. Por tanto, que el anuncio de Jesús, que es el Evangelio de la esperanza, sea tu honra y tu razón de ser.Continúa con renovado ardor el mismo espíritu misionero que, a lo largo de estos veinte siglos y comenzando desde la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo, ha animado a tantos Santos y Santas, auténticos evangelizadores del continente europeo.

(77) Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975), EN 14: AAS 68 (1976), 13.


Primer anuncio y nuevo anuncio

46 En varias partes de Europa se necesita un primer anuncio del Evangelio: crece el número de las personas no bautizadas, sea por la notable presencia de emigrantes pertenecientes a otras religiones, sea porque también los hijos de familias de tradición cristiana no han recibido el Bautismo, unas veces por la dominación comunista y otras por una indiferencia religiosa generalizada.(78) De hecho, Europa ha pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente cristianos en los que, además de una nueva evangelización, se impone en ciertos casos una primera evangelización

La Iglesia no puede eludir el deber de un diagnóstico claro que permita preparar los remedios oportunos. En el « viejo » Continente existen también amplios sectores sociales y culturales en los que se necesita una verdadera y auténtica misión ad gentes.(79)

(78) Cf. Propositio 3b.
(79) Cf. Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990),
RMi 37: AAS 83 (1991), 282-286.


47 Además, por doquier es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados.Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: se repiten los gestos y los signos de la fe, especialmente en las prácticas de culto, pero no se corresponden con una acogida real del contenido de la fe y una adhesión a la persona de Jesús. En muchos, un sentimiento religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las grandes certezas de la fe; se difunden diversas formas de agnosticismo y ateísmo práctico que contribuyen a agravar la disociación entre fe y vida; algunos se han dejado contagiar por el espíritu de un humanismo inmanentista que ha debilitado su fe, llevándoles frecuentemente, por desgracia, a abandonarla completamente; se observa una especie de interpretación secularista de la fe cristiana que la socava, relacionada también con una profunda crisis de la conciencia y la práctica moral cristiana.(80) Los grandes valores que tanto han inspirado la cultura europea han sido separados del Evangelio, perdiendo así su alma más profunda y dando lugar a no pocas desviaciones.

« Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra? » (
Lc 18,8). ¿La encontrará en estas tierras de nuestra Europa de antigua tradición cristiana? Es una pregunta abierta que indica con lucidez la profundidad y el dramatismo de uno de los retos más serios que nuestras Iglesias han de afrontar. Se puede decir – como se ha subrayado en el Sínodo – que tal desafío consiste frecuentemente no tanto en bautizar a los nuevos convertidos, sino en guiar a los bautizados a convertirse a Cristo y a su Evangelio: (81) nuestras comunidades tendrían que preocuparse seriamente por llevar el Evangelio de la esperanza a los alejados de la fe o que se han apartado de la práctica cristiana.

(80) Cf. II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Relatio ante disceptationem, I, 2: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 8 octubre 1999, p. 19.
(81) Cf. Propositio 3a.


Fidelidad al único mensaje

48 Para poder anunciar el Evangelio de la esperanza hace falta una sólida fidelidad al Evangelio mismo. Por tanto, la predicación de la Iglesia en todas sus formas, se ha de centrar siempre en la persona de Jesús y debe conducir cada vez más a Él. Es preciso vigilar que se le presente en su integridad: no sólo como modelo ético, sino ante todo como el Hijo de Dios, el Salvador único y necesario para todos, que vive y actúa en su Iglesia. Para que la esperanza sea verdadera e indestructible, la « predicación íntegra, clara y renovada de Jesucristo resucitado, de la resurrección y de la vida eterna » (82) debe ser una prioridad en la acción pastoral de los próximos años.

Si bien el Evangelio que se ha de anunciar es siempre el mismo, los modos en que dicho anuncio puede hacerse son diferentes. Por tanto, cada uno está llamado a « proclamar » a Jesús y la fe en Él en todas las circunstancias; a « atraer » a otros a la fe, poniendo en práctica formas de vida personal, familiar, profesional y comunitaria que reflejen el Evangelio; a « irradiar » en su entorno alegría, amor y esperanza, para que muchos, viendo nuestras buenas obras, den gloria al Padre que está en los cielos (cf.
Mt 5,16), de tal modo que sean « contagiados » y conquistados; a ser « fermento » que transforma y anima desde dentro toda expresión cultural.(83)

(82) II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Relatio ante disceptationem, III, 1: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 8 octubre 1999, p. 23.
(83) Cf. II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Instrumentum laboris, n. 53: L'Osservatore Romano, 6 de agosto de 1999 - Supl., p. 12.


Testimonio de vida

49 Europa reclama evangelizadores creíbles, en cuya vida, en comunión con la cruz y la resurrección de Cristo, resplandezca la belleza del Evangelio.(84) Estos evangelizadores han de ser formados adecuadamente.(85) Hoy más que nunca se necesita una conciencia misioneraen todo cristiano, comenzando por los Obispos, presbíteros, diáconos, consagrados, catequistas y profesores de religión: « Todo bautizado, en cuanto testigo de Cristo, ha de adquirir la formación apropiada a su situación, para que la fe no sólo no se agoste por falta de cuidado en un medio tan hostil como es el ambiente secularista, sino para sostener e impulsar el testimonio evangelizador ».(86)

El hombre contemporáneo « escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio ».(87) Por consiguiente, hoy son decisivos los signos de la santidad: ésta es un requisito previo esencial para una auténtica evangelización capaz de dar de nuevo esperanza. Hacen falta testimonios fuertes, personales y comunitarios, de vida nueva en Cristo. En efecto, no basta ofrecer la verdad y la gracia a través de la proclamación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos; es necesario que sean acogidas y vividas en cada circunstancia concreta, en el modo de ser de los cristianos y de las comunidades eclesiales. Éste es uno de los retos más grandes que tiene la Iglesia en Europa al principio del nuevo milenio.

(84) Cf. Propositio 4, 1.
(85) Cf. Propositio 26, 1.
(86) II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Relatio ante disceptationem, III, 1: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 8 octubre 1999, p. 23.
(87) Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975),
EN 41: AAS 68 (1976), 31.


Formar para una fe madura

50 « La actual situación cultural y religiosa de Europa exige la presencia de católicos adultos en la fe y de comunidades cristianas misioneras que testimonien la caridad de Dios a todos los hombres ».(88) El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta, por tanto, que se promueva el paso de una fe sustentada por costumbres sociales, aunque sean apreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida.

Los cristianos, pues, han de tener una fe que les permita enfrentarse críticamente con la cultura actual, resistiendo a sus seducciones; incidir eficazmente en los ámbitos culturales, económicos, sociales y políticos; manifestar que la comunión entre los miembros de la Iglesia católica y con los otros cristianos es más fuerte que cualquier vinculación étnica; transmitir con alegría la fe a las nuevas generaciones; construir una cultura cristiana capaz de evangelizar la cultura más amplia en que vivimos.(89)

(88) Propositio 8, 1.
(89) Cf. Propositio 8, 2.


51 Además de esforzarse para que el ministerio de la Palabra, la celebración de la liturgia y el ejercicio de la caridad, se orienten a la edificación y el sustento de una fe madura y personal, es necesario que las comunidades cristianas se movilicen para proponer una catequesisapropiada a los diversos itinerarios espirituales de los fieles en las diversas edades y condiciones de vida, previendo también formas adecuadas de acompañamiento espiritual y de redescubrimiento del propio Bautismo.(90) En este cometido, el Catecismo de la Iglesia Católica es obviamente un punto de referencia fundamental.

En particular, reconociendo su innegable prioridad en la acción pastoral, se ha de cultivar y, si fuera el caso, relanzar el ministerio de la catequesis como educación y desarrollo de la fe de cada persona, de modo que crezca y madure la semilla puesta por el Espíritu Santo y transmitida con el Bautismo. Remitiéndose constantemente a la Palabra de Dios, custodiada en la Sagrada Escritura, proclamada en la liturgia e interpretada por la Tradición de la Iglesia, una catequesis orgánica y sistemática es sin duda alguna un instrumento esencial y primario para formar a los cristianos en una fe adulta.(91)

(90) Cf. Propositio 8,1a-b; Propositio 6.
(91) Cf. Eshort. ap. Catechesi tradendae (16 octubre 1979),
CTR 21; AAS 71 (1979), 1294-1295.


52 A este respecto, se ha de subrayar también el papel importante de la teología. En efecto, hay una conexión intrínseca e inseparable entre la evangelización y la reflexión teológica, ya que esta última, como ciencia con reglas y metodología propias, vive de la fe de la Iglesia y está al servicio de su misión.(92) Nace de la fe y está llamada a interpretarla, conservando su vinculación irrenunciable con la comunidad cristiana en todas sus articulaciones; al estar al servicio del crecimiento espiritual de todos los fieles,(93) los encamina hacia la comprensión más profunda del mensaje de Cristo.

En el desempeño de la misión de anunciar el Evangelio de la esperanza, la Iglesia en Europa aprecia con gratitud la vocación de los teólogos, valora y promueve su trabajo.(94) A ellos les dirijo, con estima y afecto, una invitación a perseverar en el servicio que prestan, uniendo siempre investigación científica y oración, poniéndose en diálogo atento con la cultura contemporánea, adhiriendo fielmente al Magisterio y colaborando con él en espíritu de comunión en la verdad y la caridad, respirando el sensus fidei del Pueblo de Dios y contribuyendo a alimentarlo.

(92) Cf. Propositio 24.
(93) Cf. Propositio 8,1c.
(94) Cf. Propositio 24.


II. Testimoniar en la unidad y en el diálogo


Comunión entre las Iglesias particulares

53 La fuerza del anuncio del Evangelio de la esperanza será más eficaz si se une al testimonio de una profunda unidad y comunión en la Iglesia. Las Iglesias particulares no pueden estar solas a la hora de afrontar el reto que se les presenta. Se necesita una auténtica colaboración entre todas las Iglesias particulares del Continente, que sea expresión de su comunión esencial; colaboración exigida también por la nueva realidad europea.(95) En este contexto se debe situar la contribución de los organismos eclesiales continentales, comenzando por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas. Éste es un instrumento eficaz para buscar juntos vías idóneas para evangelizar Europa.(96) Mediante el « intercambio de dones » entre las diversas Iglesias particulares, se ponen en común las experiencias y las reflexiones de Europa del Oeste y del Este, del Norte y del Sur, compartiendo orientaciones pastorales comunes; por tanto, representa cada vez más una expresión significativa del sentimiento colegial entre los Obispos del Continente, para anunciar juntos, con audacia y fidelidad, el nombre de Jesucristo, única fuente de esperanza para todos en Europa.

(95) Cf. Propositio 22.
(96) Cf. Discurso a los Presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas (16 abril 1993), 1: AAS 86 (1994), 227.


Junto con todos los cristianos

54 Al mismo tiempo, el deber de una fraterna y sincera colaboración ecuménica es un imperativo irrenunciable.

El destino de la evangelización está estrechamente unido al testimonio de unidad que den los discípulos de Cristo: « Todos los cristianos están llamados a cumplir esta misión de acuerdo con su vocación. La tarea de la evangelización exige que todos los cristianos nos acerquemos unos a otros y avancemos juntos, con el mismo espíritu; evangelización y unidad, evangelización y ecumenismo están indisolublemente vinculados entre sí ».(97) Por eso hago mías las palabras escritas por Pablo VI al Patriarca ecuménico Atenágoras I: « Que el Espíritu Santo nos guíe por el camino de la reconciliación, para que la unidad de nuestras Iglesias llegue a ser un signo cada vez más luminoso de esperanza y de consuelo para toda la humanidad ».(98)

(97) Discurso en la celebración ecuménica en la Catedral de Paderborn (22 junio 1996), 5:L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 28 junio 1996, p. 9.
(98) Carta del 13 de enero de 1970: Tomos agapis, Roma- Estanbul 1971, pp. 610-611; cf. Carta enc. Ut unum sint (25 mayo 1995),
UUS 99: AAS 87 (1995), 980.


En diálogo con las otras religiones

55 Como en toda la tarea de la « nueva evangelización », para anunciar el Evangelio de la esperanza es necesario también que se establezca un diálogo interreligioso profundo e inteligente, en particular con el hebraísmo y el islamismo. « Entendido como método y medio para un conocimiento y enriquecimiento recíproco, no está en contraposición con la misión ad gentes; es más, tiene vínculos especiales con ella y es una de sus expresiones ».(99) En el ejercicio de este diálogo no se trata de dejarse llevar por una « mentalidad indiferentista, ampliamente difundida, desgraciadamente, también entre cristianos, enraizada a menudo en concepciones teológicas no correctas y marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que “una religión vale la otra” ».(100)

(99)Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990),
RMi 55: AAS 83 (1991), 302.
(100) Ibíd., RMi 36, l.c., 281.


56 Se trata más bien de tomar mayor conciencia de la relación que une a la Iglesia con el pueblo judío y del papel singular desempeñado por Israel en la historia de la salvación. Como ya se hizo notar en la I Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos y se ha reiterado también en este Sínodo, se han de reconocer las raíces comunes existentes entre el cristianismo y el pueblo judío, llamado por Dios a una alianza que sigue siendo irrevocable (cf. Rm 11,29) (101) y que ha alcanzado su plenitud definitiva en Cristo.

Es necesario, pues, favorecer el diálogo con el hebraísmo, sabiendo que éste tiene una importancia fundamental para la conciencia cristiana de sí misma y para superar las divisiones entre las Iglesias, y esforzarse para que florezca una nueva primavera en las relaciones recíprocas. Esto comporta que cada comunidad eclesial debe ejercitarse, en cuanto las circunstancias lo permitan, en el diálogo y la colaboración con los creyentes de religión hebrea. Dicho ejercicio implica, entre otras cosas, que « se recuerde la parte que hayan podido desempeñar los hijos de la Iglesia en el nacimiento y difusión de una actitud antisemita en la historia, y que pida perdón a Dios por ello, favoreciendo toda suerte de encuentros de reconciliación y de amistad con los hijos de Israel ».(102) En este contexto, por lo demás, habrá que recordar también a los numerosos cristianos que, a veces a costa de la propia vida, sobre todo en periodos de persecución, han ayudado y salvado a estos « hermanos mayores » suyos.

(101) Declaración final (13 diciembre 1991), 8: Ench. Vat., 13, nn. 653-655; II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Instrumentum laboris, 62: L'Oss. Rom., 6 agosto 1999 - Suppl., p. 13; Propositio 10.
(102) Propositio 10; cf. Comisión para las Relaciones religiosas con el hebraísmo, Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah, 16 marzo 1998, Ench. Vat. 17, 520-550.


57 Se trata también de sentirse interesados en conocer mejor las otras religiones, para poder entablarse un coloquio fraterno con las personas que se adhieren a ellas y viven en la Europa de hoy. En particular, es importante una correcta relación con el Islam. Esto, como han notado varias veces en estos años los Obispos europeos, « debe llevarse a cabo con prudencia, con ideas claras sobre sus posibilidades y límites, y con confianza en el designio salvífico de Dios con respecto a todos sus hijos ».(103) Es necesario, además, ser conscientes de la notable diferencia entre la cultura europea, con profundas raíces cristianas, y el pensamiento musulmán.(104)

A este respecto, hay que preparar adecuadamente a los cristianos que viven cotidianamente en contacto con musulmanes para que conozcan el Islam de manera objetiva y sepan confrontarse con él; dicha preparación debe propiciarse particularmente en los seminaristas, los presbíteros y todos los agentes de pastoral. Por lo demás, es comprensible que la Iglesia, así como pide que las Instituciones europeas promuevan la libertad religiosa en Europa, reitere también que la reciprocidad en la garantía de la libertad religiosa se observe en Países de tradición religiosa distinta, en los cuales los cristianos son minoría.(105)

En este sentido, se comprende « la extrañeza y sentimiento de frustración de los cristianos que acogen, por ejemplo en Europa, a creyentes de otras religiones y les dan la posibilidad de ejercer su culto, y a ellos se les prohíbe todo ejercicio del culto cristiano » (106) en los Países donde estos creyentes mayoritarios han hecho de su religión la única admitida y promovida. La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa y todos, en cualquier parte del mundo, « deben estar libres de coacción, tanto por parte de personas particulares como de los grupos sociales y de cualquier poder humano ».(107)

(103) I Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Declaración final (13 diciembre 1991), 9: Ench. Vat., 13, n. 656.
(104) Cf. Propositio 11.
(105) Cf. ibíd.
(106) Discurso al Cuerpo Diplomático (12 enero 1985), 3: AAS 77 (1985), 650
(107) Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2.


III. Evangelizar la vida social


Evangelización de la cultura e inculturación del Evangelio

58 El anuncio de Jesucristo tiene que llegar también a la cultura europea contemporánea. La evangelización de la cultura debe mostrar también que hoy, en esta Europa, es posible vivir en plenitud el Evangelio como itinerario que da sentido a la existencia. Para ello, la pastoral ha de asumir la tarea de imprimir una mentalidad cristiana a la vida ordinaria: en la familia, la escuela, la comunicación social; en el mundo de la cultura, del trabajo y de la economía, de la política, del tiempo libre, de la salud y la enfermedad. Hace falta una serena confrontación crítica con la actual situación cultural de Europa, evaluando las tendencias emergentes, los hechos y las situaciones de mayor relieve de nuestro tiempo, a la luz del papel central de Cristo y de la antropología cristiana.

Hoy, recordando también la fecundidad cultural del cristianismo a lo largo de la historia de Europa, es preciso mostrar el planteamiento evangélico, teórico y práctico, de la realidad y del hombre. Además, considerando el gran impacto de las ciencias y los progresos tecnológicos en la cultura y en la sociedad de Europa, la Iglesia, con sus instrumentos de profundización teórica y de iniciativa práctica, está llamada a relacionarse de manera activa con los conocimientos científicos y sus aplicaciones, indicando la insuficiencia y el carácter inadecuado de una concepción inspirada en el cientificismo, que pretende reconocer validez objetiva solamente al saber experimental, y señalando asimismo los criterios éticos que el hombre lleva inscritos en su propia naturaleza.(108)

(108) Cf. Propositio 23.


59 En la tarea de evangelización de la cultura interviene el importante servicio desarrollado por las escuelas católicas. Es necesario esforzarse para que se reconozca una libertad efectiva de educación e igualdad jurídica entre las escuelas estatales y no estatales. Éstas últimas son a veces el único medio para proponer la tradición cristiana a los que se encuentran alejados de ella. Exhorto a los fieles implicados en el mundo de la escuela a perseverar en su misión, llevando la luz de Cristo Salvador en sus actividades educativas específicas, científicas y académicas.(109) Se debe valorar en particular la contribución de los cristianos dedicados a la investigación o que enseñan en las Universidades: con su « servicio intelectual », transmiten a las jóvenes generaciones los valores de un patrimonio cultural enriquecido por dos milenios de experiencia humanista y cristiana. Convencido de la importancia de las instituciones académicas, pido también que en las diversas Iglesias particulares se promueva una pastoral universitaria apropiada, favoreciendo así una respuesta a las actuales necesidades culturales.(110)

(109) Cf. Propositio 25; Propositio 26, 2.
(110) Cf. Propositio 26, 3.


60 Tampoco puede olvidarse la aportación positiva que supone la valoración de los bienes culturales de la Iglesia. En efecto, éstos pueden ser un factor peculiar que ayude a suscitar nuevamente un humanismo de inspiración cristiana. Con una adecuada conservación y un uso inteligente, pueden ser, en cuanto testimonio vivo de la fe profesada a lo largo de los siglos, un instrumento válido para la nueva evangelización y la catequesis, e invitar a descubrir el sentido del misterio.

Al mismo tiempo, se han de promover nuevas expresiones artísticas de la fe mediante un diálogo asiduo con quienes se dedican al arte.(111) En efecto, la Iglesia necesita el arte, la literatura, la música, la pintura, la escultura y la arquitectura, porque « debe hacer perceptible, más aún, fascinante en lo posible, el mundo del espíritu, de lo invisible, de Dios »,(112) y porque la belleza artística, como un reflejo del Espíritu de Dios, es un criptograma del misterio, una invitación a buscar el rostro de Dios hecho visible en Jesús de Nazaret.

(111) Cf. Propositio 27.
(112) Carta a los artistas (4 abril 1999), 12: AAS 91 (1999), 1168.


Educación de los jóvenes en la fe

61 Animo además a la Iglesia en Europa a dedicar una creciente atención a la educación de los jóvenes en la fe. Al poner la mirada en el porvenir no podemos dejar de pensar en ellos: hemos de encontrarnos con la mente, el corazón y el carácter juvenil, para ofrecerles una sólida formación humana y cristiana.

En toda ocasión en la que participan muchos jóvenes, no es difícil percatarse de que hay en ellos actitudes diferenciadas. Se constata el deseo de vivir juntos para salir del aislamiento, la sed más o menos sentida de lo absoluto; se ve en ellos una fe oculta que debe ser purificada e impulsa a seguir al Señor; se nota la decisión de continuar el camino ya emprendido y la exigencia de compartir la fe.

62 Para lograrlo hace falta renovar la pastoral juvenil, articulada por edades y atenta a las distintas condiciones de niños, adolescentes y jóvenes. Es necesario además dotarla de mayor organicidad y coherencia, escuchando pacientemente las preguntas de los jóvenes, para hacerlos protagonistas de la evangelización y edificación de la sociedad.

En este quehacer hay que promover ocasiones de encuentro entre los jóvenes, para favorecer un clima de escucha recíproca y oración. No se ha de tener miedo a ser exigentes con ellos en lo que atañe a su crecimiento espiritual. Se les debe indicar el camino de la santidad, estimulándolos a tomar decisiones comprometidas en el seguimiento de Jesús, fortalecidos por una vida sacramentalmente intensa. De este modo podrán resistir a las seducciones de una cultura que con frecuencia les propone sólo valores efímeros e incluso contrarios al Evangelio, y hacer que ellos mismos sean capaces de manifestar una mentalidad cristiana en todos los ámbitos de la existencia, incluidos el del ocio y la diversión.(113)

Tengo aún presente ante mis ojos los rostros alegres de muchos jóvenes, verdadera esperanza de la Iglesia y del mundo, signo elocuente del Espíritu que no se cansa de suscitar nuevas energías. Los he encontrado tanto en mi peregrinar por diversos Países como en las inolvidables Jornadas Mundiales de la Juventud.(114)

(113) Cf. Propositio 7b-c.
(114) Cf. Homilía durante la Vigilia de oración celebrada en Tor Vergata, en la XV Jornada Mundial de la Juventud (19 agosto 2000), 6: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 25 agosto 2000, p. 12.


Atención a los medios de comunicación social

63 Dada su importancia, la Iglesia en Europa ha de prestar particular atención al multiforme mundo de los medios de comunicación social. Entre otras cosas, esto comporta la adecuada formación de los cristianos que trabajan en ellos y de los usuarios de los mismos, con el fin de alcanzar un buen dominio de los nuevos lenguajes. Se ha de poner un cuidado especial en la elección de personas competentes para la comunicación del mensaje a través de estos medios. Es también muy útil el intercambio de informaciones y estrategias entre las Iglesias sobre los diversos aspectos y sobre las iniciativas concernientes este tipo de comunicación. Y no se debe descuidar la creación de medios de comunicación social locales, incluso en el ámbito parroquial.

Al mismo tiempo, hay que tratar de introducirse en los procesos de la comunicación social para hacer que se respete mejor la verdad de la información y la dignidad de la persona humana. A este propósito, invito a los católicos a participar en la elaboración de un código deontológico para todos los que intervienen en el sector de la comunicación social, dejándose guiar por los criterios que los competentes organismos de la Santa Sede han indicado recientemente,(115) y que los Obispos en el Sínodo habían sintetizado así: « Respeto de la dignidad de la persona humana, de sus derechos, incluido el derecho a la privacidad; servicio a la verdad, a la justicia y a los valores humanos, culturales y espirituales; respeto por las diversas culturas, evitando que se diluyan en la masa, tutela de los grupos minoritarios y de los más débiles; búsqueda del bien común por encima de intereses particulares o del predominio de criterios exclusivamente económicos ».(116)

(115) Cf. Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, Ética en las comunicaciones sociales, Ciudad del Vaticano, 4 junio 2000.
(116) Propositio 13.


Misión ad gentes

64 Un anuncio de Jesucristo y de su Evangelio que se limitara sólo al contexto europeo mostraría síntomas de una preocupante falta de esperanza. La obra de evangelización está animada por verdadera esperanza cristiana cuando se abre a horizontes universales, que llevan a ofrecer gratis a todos lo que se ha recibido también como don. La misión ad gentes se convierte así en expresión de una Iglesia forjada por el Evangelio de la esperanza, que se renueva y rejuvenece continuamente. Ésta ha sido la convicción de la Iglesia en Europa a lo largo de los siglos: innumerables grupos de misioneros y misioneras han anunciado el Evangelio de Jesucristo a las gentes de todo el mundo, yendo al encuentro de otros pueblos y civilizaciones.

El mismo ardor misionero debe animar a la Iglesia en la Europa de hoy. La disminución de presbíteros y personas consagradas en ciertos Países no ha de ser impedimento en ninguna Iglesia particular para que asuma las exigencias de la Iglesia universal. Cada una encontrará el modo de favorecer la preparación a la misión ad gentes, para responder así con generosidad al clamor que se eleva aún en muchos pueblos y naciones deseosas de conocer el Evangelio. En otros Continentes, particularmente Asia y África, las Comunidades eclesiales observan todavía a las Iglesias en Europa y esperan que sigan llevando a cabo su vocación misionera. Los cristianos en Europa no pueden renunciar a su historia.(117)

(117) Cf. Propositio 12.



Ecclesia in Europa ES 43